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La Transferencia.

Clínica y fundamentos

Lunes 4 de Mayo de 1998

DE LA PRIMERA REUNIÓN

Antes de empezar con el tema de hoy me gustaría recordarles cinco


puntos a los que me referí la vez pasada, ya que me parecen lo sufi-
cientemente importantes como para insistir sobre ellos. Algunos tu-
vieron más desarrollo, otros menos.

Primer punto: les mencioné los textos que están en nuestro ho-
rizonte inmediato. No creo que pueda referirme a todos estos textos,
porque si lo intentara, probablemente no llegaría ni por casualidad a
los que Lacan dedica a la cuestión de la transferencia. En fin, no creo,
pero eso no quiere decir que seguro que no, porque, como les dije en
nuestra primera reunión, me voy a mover en función de lo que en-
cuentre por parte de ustedes. Yo no tengo ningún apuro, pero, es cier-
to, en principio diría que difícilmente pueda dedicarme al estudio de-
tallado de estos textos, y entonces es posible que haga una pequeña
selección entre ellos, tanto como para seguir un hilo, y por ahí podría-
mos repartir el resto de los textos entre ustedes, y entonces alguno de
ustedes haría una pequeña puntuación, en la segunda parte de la reu-
nión.

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La Transferencia. Clínica y fundamentos

Incluso, es una costumbre ―yo no la estimulo, pero tampoco


me opongo a ella― que al final de cada ciclo de Seminario los partici-
pantes elaboren algún tipo de trabajo escrito, ya sea en forma indivi-
dual o en grupo. No tengo presente ahora si se trata de algo del orden
de una obligación para los participantes de la Red de Seminarios, o no,
pero sé que en general los enseñantes estimulan la elaboración de
escritos. Yo no, creo hay demasiada letra impresa en el mundo, ¿para
qué agregar más? Entiendo que escribir conviene que obedezca a una
necesidad personal, no en el sentido de que voy a escribir una geniali-
dad, sino que necesito pasar por el ejercicio de la escritura para enten-
der mejor el tema que estoy abordando. Entonces, en ese caso, les su-
giero, a los que se sientan convocados a eso, que podrían tomar algu-
no de estos textos o algún historial clínico de Freud y aplicar allí lo
que se pueda pensar en relación a la transferencia. Esto sería para fin
de año, pero no hay por qué esperar a fin de año para comenzar.

Mencioné la vez pasada algunos textos freudianos referidos a la


transferencia, no todos, pero sí los que me parecen más importantes.
Les mencioné al pasar ese momento de Mayo del ’82, cuando Emmy
de N. le dice a Freud: “bueno, déjese de embromar, preguntándome
siempre por qué esto y por qué lo otro, y déjeme decir lo que se me
ocurre” ― y Freud aceptó ese pedido, que, si ustedes se ubican en una
perspectiva médica, se dan cuenta que es un pedido totalmente impro-
cedente... Imagínense el caso de un paciente, que va a un médico, y
éste entonces le pregunta por qué viene, puede ser por cualquier sínto-
ma; el médico empieza a interrogar, y el paciente le dice: “Sí, pero an-
tes le quiero contar un sueño que tuve anoche”. ¡El médico lo saca
carpiendo! Bueno, Freud tenía este curioso modo de proceder, tal que
lo que le aparecía como obstáculo él lo transformaba en método. En-
tonces, esto que desde el punto de vista de un interrogatorio, de una
anamnesis médica, era un contratiempo, que esta paciente, Emmy de
N., quisiera hablarle de lo que se le cantaba, lo llevó a él a inventar la
regla de la asociación libre, así como en otra ocasión, el hecho de que
una paciente se le colgara del cuello para darle un beso, lo llevó a que,
en lugar de expulsarla de su consultorio por irrespetuosa, le diera cabi-
da al fenómeno mediante la noción que se hizo de la transferencia. Y
así podríamos ir señalando varios jalones, en este camino en el que lo
que aparece a primera vista como obstáculo puede finalmente
transformarse en método.

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El otro texto importante es de 1895, es el capítulo final «Sobre


la psicoterapia de la histeria», de los Estudios sobre la histeria, que es
el que me voy a dedicar a puntuar un poco hoy. Ahí aparece la palabra
transferencia, en términos de falsa conexión o falso enlace, según la
traducción.

Les mencioné también, de 1900, el texto de La interpretación


de los sueños, donde aparece la transferencia en términos de transfe-
rencia del deseo, y en plural.

Luego tenemos la transferencia, considerada en un sentido más


propiamente psicoanalítico, la versión más difundida de lo que sería la
transferencia, que es la versión del Caso Dora, que es la idea de los
clisés, de las cosas que se repiten a lo largo de la vida, es decir, la
transferencia entendida como repetición de escenas, o de relaciones, o
de vínculos. Va ser un lío introducir el Caso Dora porque es muy lar-
go, pero tal vez podríamos limitarnos a tomar un pedacito, nada más.
Pero, nuevamente, dependerá de las ganas que tengan, porque nunca
se va tan lejos como cuando se va a favor de la corriente. Así que si
ustedes tienen ganas de ver el Caso Dora me lo dicen, y así en cual-
quier tema.

Les mencioné, de 1912, el artículo «Sobre la dinámica de la


transferencia», donde aparece la transferencia en un sentido muy cer-
cano, casi casi hasta confundirse con el sentido de la resistencia. Va-
mos a puntuar ese texto oportunamente para establecer mejor la dife-
rencia entre transferencia y resistencia.

De 1914, les mencioné dos textos, uno el de «Puntualizaciones


sobre el amor de transferencia», y otro el de «Recuerdo, repetición y
elaboración», y también, de 1917, las Conferencias de introducción al
psicoanálisis, donde nos detendremos particularmente en las dos últi-
mas de estas conferencias, la anteúltima, sobre «La transferencia», y
la última, sobre «La terapia analítica».

Este recorrido que estoy haciendo es histórico, si bien salteo al-


gunos textos como por ejemplo el de «Sobre la iniciación del trata-
miento», o el de «Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalí-
tico», de 1913 y 1912 respectivamente, que por ahí los metemos, por
ahí no, lo cual no quiere decir que yo me voy a ajustar a esta historia.

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Tal vez, según lo que vayamos dialogando en nuestros próximos en-


cuentros, por ahí conviene que saltemos a las Conferencias..., lo ve-
mos. Y les mencioné también, ya muy al pasar, de 1920, Más allá del
principio del placer, donde aparece esta cosa de que lo que la transfe-
rencia particularmente repite son las vivencias penosas, no las placen-
teras, como uno podría esperar, y, de 1921, Psicología de las masas y
análisis del yo, donde aparece un intento de distinción entre la trans-
ferencia y la hipnosis, y la transferencia en términos de amor, o de
enamoramiento.

Segundo punto que me parece importante de la vez pasada, lo


dije al pasar ―todavía no podemos desarrollarlo mucho, pero insisto
sobre esto― la clínica freudiana, y la lacaniana también, es una clíni-
ca transferencial, es decir, no es una clínica de semiología, no es una
clínica de que porque haya un síntoma histérico entonces quiere decir
que ese paciente o esa paciente es histérica, o si hay una idea obsesiva
es un neurótico obsesivo, o si hay temor es una fobia, para nada. Ade-
más, esto es claro en Freud, puede haber síntomas histéricos en todas
las estructuras psicopatológicas ―si aceptamos este término que a mí
no me entusiasma: yo prefiero hablar de posiciones subjetivas en rela-
ción a esa falta radical de la estructura que llamamos el deseo del
Otro, y reservar el de estructura precisamente para la estructura, que
es una—,9 pero, en fin, puede haber representaciones obsesivas en to-
das las estructuras psicopatológicas, y puede haber síntomas fóbicos
en todas las estructuras psicopatológicas.

Ahora bien, decir que la clínica freudiana, o que la clínica psi-


coanalítica en general, es una clínica transferencial, quiere decir que
no solamente dejamos de lado lo que es de orden semiológico, sino
que nos atenemos a una clínica de la singularidad, a una clínica del
caso, en la cual el analista forma parte del caso, es decir, que la in-
clusión del analista en el caso, en su diagnóstico, es de derecho y no
solamente de hecho.10

9
?
Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, «¿Qué hacemos cuando analizamos... las psico-
sis?». Intervención en el seminario ¿Qué hacemos cuando analizamos?, dictado
con Silvia Amigo, Alba Flesler, Víctor Iunger, Eva Lerner y Analía Meghdessian.
Escuela Freudiana de Buenos Aires, el 20 de Noviembre de 1997. Se encontrará
su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.
10

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Tercer punto, que lo podemos titular Freud, Lacan y Nosotros.


Les planteé que mi perspectiva al dictar este seminario, y en general
todos los que dicto, desde hace unos años, es una perspectiva que to-
ma en cuenta algo que ocurrió, por un lado, y algo que, aun habiendo
ocurrido, no obstante necesita de nuestra palabra para que, cuando se
diga en futuro anterior, habrá sido. ¿Habrá sido, qué? ― el retorno a
Freud de Lacan. Lacan inicia lo que après coup denominó su ense-
ñanza con la consigna del retorno a Freud ―consigna de la que se va-
le como una especie de insignia, de bandera de su marcha―, pero no-
sotros ya no estamos en ese tiempo del retorno, sino que estamos en
un tiempo que no es un tiempo que dependa de la cronología, no es un
tiempo de hecho, sino que es un tiempo a construir por medio de una
palabra que por la lógica misma de ese retorno es esperada de nosotros
―esto es lo que me parece importante, para zafar de que este espacio
se tome como una especie de post-grado―, y esperada de nosotros
para que confirme, o no, cómo, y de qué manera, por qué razones, el
retorno a Freud de Lacan lo dejó a Lacan como no obstante freudiano,
y, en segundo lugar, en qué medida este retorno no es un retorno a las
fuentes, en el sentido religioso del término, no es volver a la Biblia,
sino que el texto al que Lacan vuelve por su retorno queda afectado
por esa lectura, no queda intocado, sufre efectos por obra misma de
ese retorno.

Les dí un ejemplo de esto con esa frase, entre muchas otras que
podríamos haber elegido, la frase esa del Seminario 11 ―que por algo
insisto en él, ya van a ver por qué―: “La Vortellungsrepräsentanz es
el significante”. Les dije también que esta partícula, es, la vamos a en-
contrar en muchas otras afirmaciones de Lacan, en general poniendo
en concordancia algún término de Freud con otro término suyo, y que,
ante frases de este tenor, los dos caminos que se nos abren a los que
seguimos la enseñanza de Lacan, son: o repetirlas, identificándonos al
acto de enunciación de Lacan, o, con una palabra que sea la nuestra,
poner de relieve las consecuencias de este enunciado identificatorio
entre, como en el ejemplo, la Vorstellungsrepräsentanz y el signifi-
cante, es decir, poniendo de relieve lo que en el texto de Freud queda
caduco por esta identificación, así como lo que de nuevo se introduce
?
Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, «Des-bordes. De una escritura que no resultaría
de una precipitación del significante». Trabajo presentado en las Cuartas Jornadas
de Carteles, Encrucijadas de la Clínica, convocadas por la Escuela Freudiana de
Buenos Aires, el 8 de Noviembre de 1997. Se encontrará su texto en la Biblioteca
de la E.F.B.A.

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en ese texto, en el mismo paso. La vez pasada yo les decía que en esta
frasecita aparentemente tan simple por la que el término de Vorste-
llungsrepräsentanz es sustituido por el término de significante, y si en
efecto no se trata de un delirio de Lacan, entonces habrá que poner de
relieve qué del texto freudiano se presta a, incluso reclama, esta susti-
tución terminológica, así como también explicitar cómo queda afecta-
do ese texto por obra de esa sustitución, de manera tal que sectores
enormes de ese texto quedan caducos, por ejemplo, les decía, la no-
ción de representación y con ella una buena parte de la metapsicolo-
gía. En la misma medida, queda modificada, obviamente, la doctrina
de la represión, en la medida, precisamente, en que en Freud la repre-
sión recae sobre la representación.

Bueno, no sé si ustedes se percataron ya de eso, a veces las lec-


turas aparentemente más tontas son las que uno no hace. Como decía
el Principito: lo esencial es invisible a los ojos. Por ejemplo, conside-
remos este título: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanáli-
sis. La vez pasada yo les dije que tenía algunos reparos relativos al
término concepto y al artículo Los ―pero dejémoslo, eso―, ustedes
se dan cuenta de que entre esos cuatro conceptos fundamentales del
psicoanálisis ―inconsciente, pulsión, repetición y transferencia― no
está el de represión. ¿Se dieron cuenta de eso? ¿No equivale esto a
decir que para Lacan la represión no es un concepto fundamental ―en
el sentido de que fundamental quiere decir que funda lo demás pero no
es fundado por nada―, que para Lacan el concepto de inconsciente es
más fundamental que el de represión? Pero entonces, fíjense qué mu-
tación profunda, para Freud no podía ser así de ninguna manera. En
fin, esto lo dejo picando, nomás, tanto como para añadir un poco de
pimienta en el asunto.

Y les decía también que, junto con la introducción de esta pala-


breja, significante, junto con ella, como de contrabando, pero necesa-
riamente, se introduce otra cosa que no está tampoco en Freud, que es
la noción de sujeto. La vez pasada me preguntaron qué entender por
sujeto, qué entender por sujeto barrado ― les dije que “sujeto barra-
do” es prácticamente un pleonasmo, porque no hay otro sujeto que ba-
rrado, salvo una excepción que ya la veremos en su momento, y que
no hay que romperse mucho la cabeza... o mejor dicho, sí, nos vamos
a romper la cabeza para entender en profundidad qué quiere decir esto,
pero el primer abordaje en cuanto a la noción de sujeto, en tanto el

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sujeto es siempre barrado y dividido, es que, y esto es un dato de la


experiencia analítica, y en realidad de la vida cotidiana, salvo que en
la vida cotidiana tendemos a dejarlo de lado, es que el sujeto jamás
hace uno consigo mismo. Entonces, antes de ver la doctrina del signi-
ficante, y todo lo que se sigue de ella, que ya veremos eventualmente,
tengan en cuenta esto: sujeto, antes que cualquier otra cosa, quiere de-
cir que uno no hace uno consigo mismo, que uno siempre está en con-
tradicción con uno mismo, y que, en el límite, uno siempre está pele-
ándose, en conflicto consigo mismo. De otro modo, creo que también
les dije: sujeto es una manera de decir que uno no sabe lo que dice, y
que entonces hay una distancia, una división de hecho, por el hecho
mismo de hablar, entre lo que se dice y lo que uno puede saber res-
pecto de lo que está diciendo.

Cuarto punto. Me las ingenié como para ir volviendo una y


otra vez al año 1964, no sólo porque es el año de donde sale el título
común de este conjunto de seminarios de la Red: Fundamentos del
Psicoanálisis, sino porque me parece un año muy importante ―no es
el definitivo, Lacan siguió hablando 15 años más, pero es un momento
de viraje muy importante en Lacan― en la medida en que se podría
decir que en ese año se inicia un retorno a Freud de otra manera. El
retorno a Freud se había iniciado en 1953, poniendo de relieve la fun-
ción de la palabra en el campo del lenguaje ―podríamos decir así―,
y este retorno a Freud que se inicia en 1964, es decir, once años des-
pués, es un retorno con el objetivo de cumplir, o ver hasta dónde se
puede cumplir, con un anhelo freudiano, pero que la misma ideología
freudiana, vamos a decir así, volvía imposible cumplir, que es el de si-
tuar al psicoanálisis en el campo de la cientificidad ― para no decir:
hacer de él una ciencia, que es bastante problemático. Ahora bien, si-
tuar al psicoanálisis en el campo de la cientificidad implica descartar,
o incorporar bajo el modo de analizarlo, todo lo que es del orden de la
mitología freudiana ―Tótem y tabú, etc...―, lo que lo va a llevar a
Lacan, en un Seminario que es el 17, sobre El revés del psicoanálisis,
a interpretar el complejo de Edipo como el contenido manifiesto de un
sueño freudiano. ¡Nada menos!

Esto implica, entonces, que 1964, el retorno a Freud de otra ma-


nera, pasa por ―lo dice en la primera clase de ese Seminario 11―,
interrogar el deseo de Freud, en la medida en que este deseo de Freud
estaría jugando a la manera de un pecado original del psicoanálisis,

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que es preciso analizar, dice, si queremos volver a poner el psicoaná-


lisis sobre sus pies. ¿Por qué? Porque lo que ya Lacan empieza a anti-
cipar en ese mismo Seminario ―volverá a decirlo en el Seminario
20― es que el deseo de Freud apunta a salvar al padre. Es importante
este señalamiento porque, digamos, en la difusión del lacanismo, di-
gamos, a nivel de Para Tí, se cree que el lacanismo es valorizar la
función del padre. Bueno, ya ven que no es tan así.

Quinto punto. El último señalamiento que me pareció impor-


tante efectuar, tampoco lo desarrollé mucho, porque no tengo ahora
con qué, fue recordarles la diferencia de las entradas al psicoanálisis,
de Freud y de Lacan, y lo que podría haber de consecuencias en razón
de esta diferencia de entradas. Les decía que Freud había entrado al
psicoanálisis de la mano de la histeria, y que Lacan había entrado en
el psicoanálisis de la mano de la paranoia, y que esto, ciertamente, te-
nía consecuencias a nivel tanto de la doctrina como de la técnica psi-
coanalítica. Ahora, avancemos.

EL CONTEXTO DEL TRAUMA

El problema que nos habíamos dado para abordar hoy era el que nos
proponía el texto «Sobre la psicoterapia de la histeria», capítulo final
de los Estudios sobre la histeria, de 1895. ¿Leyeron el texto? Empece-
mos por ahí. ¿Ese sólo, o todos los Estudios..., como yo hubiera de-
seado? En fin, hagan lo que quieran..., pero lo conveniente sería, si
vamos a puntuar un capítulo, que lean todo el libro, total ¿qué tenemos
que hacer?

Bueno, como todavía no los tengo bien calados, prefiero empe-


zar con pies de plomo. Según las intervenciones de ustedes, yo iré más
rápido o más lentamente, lo que es una manera de recordarles la res-
ponsabilidad que les toca en el desarrollo de este seminario. Entonces,
comenzaré situándoles el contexto donde aparece este capítulo. Uste-
des recuerdan que ya en 1893... Consideremos estas fechas, que van a
servir para ordenarnos:

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― 1893: Comunicación preliminar...

― 1894: Las neuropsicosis de defensa.

― 1895: Estudios sobre la histeria.


Proyecto de psicología.
El sueño de la inyección de Irma.

En 1893 tenemos la «Comunicación preliminar», de Breuer y


Freud. Lo que es interesante de ese texto, para el tema que nos intere-
sa, es lo siguiente: el modelo, el esquema que va a emplear Freud, so-
bre todo Freud más que Breuer, aunque Breuer también, para dar
cuenta del síntoma histérico, el modelo que tiene Freud en la cabeza,
es lo que Charcot llamaba neurosis traumática. Neurosis traumática,
¿qué quiere decir? Digamos: ¿qué es un trauma, en medicina, que es
el lugar donde fue recogido este término? ¿Qué es un trauma? Bueno,
un trauma es cualquier acontecimiento que causa una lesión y que de-
termina un síntoma. ¿Se entiende lo que dije? Esto equivale a decir
que el trauma no se define por sí mismo, sino que se define por su ca-
pacidad para causar determinado efecto que llamamos síntoma.

Mantengámonos todavía en el plano médico. Todavía no llegué


a Freud, estoy en el esquema de Charcot. Por ejemplo: me dan un gol-
pe en la cabeza. Si ese golpe me causa algún daño, que se expresa co-
mo síntoma, a ese golpe lo califico de trauma. Si no, ¿por qué llamarlo
trauma? El golpe en la cabeza podría ser una caricia... Seguramente se
acuerdan ustedes del ejemplo que da Lacan en su Seminario sobre Las
psicosis, el chico ese al que le dan una bofetada, y que entonces, antes
de llorar, mira y pregunta: ¿es una caricia o una cachetada? ― si es
una caricia se ríe, si es una bofetada llora. Entonces, subrayo esta
perspectiva: que llamamos trauma a aquello que, retroactivamente,
aparece como causa de un síntoma.

El esquema de Charcot que Freud tiene en mente, para modifi-


carlo, pero que conviene tener presente para saber de dónde parte, es
entonces que ―vamos a decirlo así―: a es causa de b, siendo b un
síntoma. Si no causa el síntoma, a no es un trauma, es un aconteci-
miento cualquiera.

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ab

Entonces, dos cosas importantes: que a, lo que acá yo llamo a, tiene el


carácter de acontecimiento, de algo que ocurrió, y, segundo, que esto
que ocurrió produce determinado efecto que llamamos síntoma.

Ahora bien, con este modelo en la cabeza, Freud aborda lo que


podríamos llamar el trauma en la histeria, y se encuentra con que este
modelo no funciona de la manera esperada. ¿Por qué no funciona de la
manera esperada? Porque en la histeria ―pero cuando dice histeria, y
esto se ve claramente en el texto, se está refiriendo a cualquier psi-
coneurosis― el mecanismo es ligeramente diferente: no es a, es decir,
el acontecimiento, lo que causa b, el síntoma, sino el recuerdo de a.
Es decir que el acontecimiento, a, deja un recuerdo, vamos a llamarlo
c, y es c, el recuerdo de a, el que causa el síntoma:

a

cb

Por eso la conclusión final es que “es de reminiscencias que sufre el


histérico”. Bueno, se darán cuenta que esto implica una modificación
importante, porque lo que ahora aparece como traumático no es el
acontecimiento en sí mismo, sino el recuerdo del acontecimiento.

De todas maneras, en la concepción freudiana ―ahora vamos a


ver si se empieza a entender lo que yo les decía la vez pasada, referido
a que la palabra significante empieza a cuestionar la noción de repre-
sentación―, este recuerdo es una representación, que en el texto va-
mos a encontrar denominada como representación inconciliable o in-
compatible, pero es una representación, que está en relación directa
con el acontecimiento del cual la representación es re-presentación, es
del orden del recuerdo.

Bien, vamos a ir complicando este esquema poco a poco, pero


hasta acá ¿me siguen? Entonces, de este esquema van a salir algunas

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La Transferencia. Clínica y fundamentos

cosas, por ejemplo ―y aquí viene la segunda fecha: 1894―, lo que


podemos denominar la primera nosografía freudiana.

LA PRIMERA NOSOGRAFÍA FREUDIANA

La primera nosografía freudiana consiste en dividir las formas clínicas


de las neurosis, en general, en dos grandes tipos ― ya que estoy en es-
to, me adelanto un poco, y añado algo que va a encontrar su forma
final en 1896, pero, salvo este ligero anacronismo, remitiremos esta
nosografía al artículo de 1894, sobre «Las neuropsicosis de defensa».
Hay un grupo de neurosis, dice Freud, cuya etiología no es psíquica,
es el grupo de las neurosis actuales, es decir, que su causa está en la
actualidad, no en el recuerdo, a diferencia de las psiconeurosis, y más
precisamente: las psiconeurosis de defensa, que son las que dependen
de la reminiscencia, de esta patogenia vía recuerdo, que acabamos de
ver. Entonces:

― Neurosis actuales
― Psiconeurosis de defensa.

Las neurosis actuales, las menciono, no tienen mucha importan-


cia para nosotros por lo menos en un primer recorrido, porque Freud
va a insistir que estas neurosis actuales, justamente por ser actuales,
por depender de la actualidad no van a entrar en la economía de la
transferencia,11 pero las menciono igual: la neurosis de angustia y la
neurastenia, y a veces vamos a encontrar mencionada también a la hi-
pocondría.

Dentro de las psiconeurosis, en el artículo de 1894, sobre «Las


psiconeurosis de defensa», ya Freud no creía ni medio ―esto se ve
bien ya en el capítulo este «Sobre la psicoterapia de la histeria»― en

11
?
Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, «La angustia, un revés del proyecto freudiano».
Intervención en el Seminario de lectura: Fundamentos de la práctica analítica:
Temas Freudianos, en la Escuela Freudiana de Buenos Aires, el 13 de Junio de
1989. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.

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La Transferencia. Clínica y fundamentos

la histeria hipnoide, que es un invento de Breuer, ni tampoco creía ni


medio en la histeria de retención, pese a que la histeria de retención
había sido un invento de él. Luego va decir que todas las histerias son
de defensa, e incluso va a generalizar este mecanismo de la defensa a
otras psiconeurosis, que por eso se llaman, precisamente, psiconeuro-
sis de defensa. ¿Qué quiere decir esto? Que postulada la defensa como
el modo en que el yo aparta de sí la representación inconciliable, los
destinos que sigue a continuación esta representación de la que el yo
se defiende van a permitir distinguir los distintos tipos de estas
neurosis. Es decir, según lo que ocurra con esta denominada represen-
tación inconciliable, tendremos entonces la histeria, la neurosis obse-
siva y la psicosis ―en el artículo de 1894 aparece, si recuerdo bien,
una psicosis un poco rara, quiero decir, una que se prestaría a la dis-
cusión si estuviera en el hilo de nuestro asunto, mientras que lo que
aparece en su lugar, en el artículo de 1896, sobre las «Nuevas obser-
vaciones sobre las neuropsicosis de defensa», es la paranoia―.

Entonces Freud dice: la representación inconciliable ―esto es


un enigma que dejo para después: ¿por qué es inconciliable una repre-
sentación?, porque esto primero parece muy claro, pero una vez que
uno lo mira de cerca no es tan claro, e importa tenerlo claro para des-
pués poder cuestionarlo― la representación inconciliable es una re-
presentación cuya presencia en el conjunto de las representaciones
provoca un conflicto que se resuelve desligándola de este conjunto: el
conjunto de las representaciones compatibles entre sí es lo que Freud,
en ese momento de su obra, denomina lisa y llanamente el yo, y de ese
yo es apartada esta representación inconciliable, incompatible. ¿Có-
mo? Una primera forma es separar a esta representación problemática
de su carga de afecto, dejándola debilitada y en consecuencia fuera de
la conciencia, y enviar entonces esta carga de afecto... a otra parte. En
el caso de la histeria, la carga de afecto va a pasar al cuerpo, y enton-
ces tenemos un síntoma en el cuerpo, denominado síntoma de conver-
sión. Repito: la defensa, o la represión, como la llamará posteriormen-
te de un modo más sistemático, consiste en separar la representación,
que por alguna razón x es inconciliable con las demás, de su carga de
afecto, con lo cual esta representación queda como debilitada, y pierde
su contacto con las demás representaciones enlazadas entre sí,
mientras que el afecto es derivado al cuerpo.

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La Transferencia. Clínica y fundamentos

En el caso de la neurosis obsesiva el mecanismo es similar hasta


lo que podríamos denominar el ¿qué hacer con el afecto? En este caso,
el afecto no va a parar al cuerpo, sino a otra representación, y entonces
tendremos la representación reprimida, como debilitada de carga de
afecto, y la representación obsesiva, sobrecargada, por haber recibido
la carga de afecto de la primera, y que entonces actúa como una espe-
cie de tapón, como una manera de evitar que la representación incon-
ciliable vuelva a la conciencia.

Y el tercer modo de defensa es ―regístrenlo― el que nombra la


palabra Verwerfung, que es muy importante tener en cuenta en estos
tiempos de lacanismo, porque la palabra Verwerfung Freud la emplea
sólo dos veces en toda su obra. Por ahí me equivoco y son tres. Una
de las veces que aparece es en este texto de 1894, sobre «Las neuro-
psicosis de defensa», y la otra vez que aparece es en el historial del
Hombre de los Lobos. Salvo en esa eventual tercera vez que podría
estar olvidando en este momento, si apareciera alguna vez más sería
simplemente porque es una palabra que forma parte de la lengua
alemana, en la que escribía Freud, pero no con un sentido técnico. La
palabra Verwerfung ha sido traducida por rechazo o repudio, y Et-
cheverry, en la edición de Amorrortu de las Obras Completas, la tra-
duce por desestimación. Pero subrayo esto, ¿por qué? Porque, como
dice un amigo mío, si uno empieza identificando a Lacan con Freud,
entonces termina identificando a Freud con la psicología. Por eso con-
viene tener claros estos puntos, justamente para evitar caer en la psi-
cología.

Esta palabra, Verwerfung, aparece dos veces, nada más, en el


texto de Freud. Puede ser que aparezca una vez más, pero seguro que
no aparece ni una sóla vez en el texto freudiano mayor sobre la psico-
sis, el historial sobre el Presidente Schreber, ni una sóla vez. Entonces,
es cierto que, en «Las neuropsicosis de defensa», la Verwerfung apa-
rece como un modo de defensa propio de la psicosis, pero la segunda
vez que aparece esta noción, aparece en un caso que no es de psicosis,
que es la neurosis infantil del Hombre de los Lobos, y añadamos una
nota más: que Freud, cuando se quiere referir a la psicosis, emplea
muchísimas más veces la palabra Verleugnung, que es lo que se ha
traducido como renegación o desmentida, y que en el catecismo laca-
niano de bolsillo se ofrece con el empleo restringido de ser el me-
canismo propio de la perversión.

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La Transferencia. Clínica y fundamentos

Hay un catecismo circulante, según el cual la represión funda la


neurosis, la renegación funda la perversión, y el rechazo, la Verwer-
fung, funda la psicosis. Esto no es Freud ―y les voy a decir que tam-
poco es Lacan―, pero eso en Freud está clarísimo.

Entonces, Freud usa esta palabra, Verwerfung, en estos dos ca-


sos que acabo de mencionarles. Habitualmente, para hablar de psico-
sis, usa la palabra Verleugnung, u otros términos. En el Caso Schreber
emplea la palabra Aufhebung, que los hegelianos suelen traducir por
“superación” y que Etcheverry traduce por “cancelación”. Y lo que
quiere decir esta palabra, Verwerfung, en «Las neuropsicosis de de-
fensa», es que esta defensa es tan fuerte que no solamente se rechaza
fuera del yo la representación inconciliable, sino que junto con ella se
va el afecto que la cargaba y el trozo de realidad acompañante. Hay
como un agujero en la realidad que se abre por obra de este mecanis-
mo y entonces, en ese agujero, va a haber un cierto retorno en lo real,
vía alucinación.

En el Seminario 3, sobre Las psicosis, Lacan va a proponer, pe-


ro al final, al final de ese Seminario, es decir, luego de haber elabora-
do en su transcurso toda la teoría del significante, de lo simbólico en
su radical autonomía, va a proponer traducir Verwerfung por forclu-
sión, encontrando así el término que le parece justo para nombrar lo
que ―dirá en su escrito de 1958, «De una cuestión preliminar a todo
tratamiento posible de la psicosis», dos años después― “da a la psico-
sis su condición esencial, con la estructura que la separa de la neuro-
sis”. Pero atención, porque en este caso se trata entonces de la forclu-
sión del Nombre-del-Padre, y no de la forclusión o de la Verwerfung a
secas, sin esta última especificación.12 Porque Lacan, por ejemplo,
habla de Verwerfung también en relación a otras cosas que no son la
psicosis, por eso les decía que ¡ojo con el catecismo! El sujeto de la
ciencia está en condiciones de Verwerfung, para Lacan, pero la ciencia
no es una psicosis, es ciencia, ¿se entiende? El je de la enunciación, el
hecho de que en el inconsciente nadie puede decir je, también está
afectado por la Verwerfung, dice Lacan en su Seminario sobre La

12

?
Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, «Clínica de la suplencia generalizada», confe-
rencia pronunciada en el Hospital Alejandro Korn de Melchor Romero, La Plata,
el 5 de Noviembre de 1994. Se encontrará su texto en la Biblioteca de la E.F.B.A.

41
La Transferencia. Clínica y fundamentos

identificación, esto es propio de la estructura, de la estructura, no de la


estructura psicótica, de la estructura que nos es común a todos los
hablantes: perversos, neuróticos y psicóticos, por el hecho de que to-
dos hablan. ¿Se entiende esto? La Verwerfung, se podría decir, y hasta
cierto punto, hasta 1975, digamos, que podríamos tomarla como me-
canismo propio de la psicosis, siempre que se trate de la Verwerfung
del Nombre-del-Padre, no de cualquier Verwerfung, porque hay Ver-
werfung que no juega como mecanismo propio de la psicosis, por
ejemplo en el caso de la ciencia, y en el caso del sujeto de la enuncia-
ción.

PARTICIPANTE: ¿Y en el Hombre de los Lobos?

En el Hombre de los Lobos... Bien, vos sabés que sobre el Hombre de


los Lobos hay una discusión acerca del estatuto del Hombre de los Lo-
bos. Ni Freud ni Lacan lo diagnosticaron como psicótico, y a mí me
parece completamente compatible, no obstante que se hable allí de
Verwerfung, justamente porque esta Verwerfung no es la del Nombre-
del-Padre. La Verwerfung de la castración, no de una representación,
ya... A ver... ¿se dan cuenta de que no es lo mismo? ¿Se dan cuenta o
no se dan cuenta? Díganmelo, por favor.

PARTICIPANTES: ¡No!

Bien, a ver, si yo hago la Verwerfung de este encendedor que tengo


acá, por ejemplo, si lo rechazo, hago como si nunca hubiera visto un
encendedor ¿está claro?, como dice Freud: como si nunca me hubiera
llegado la percepción, antes de poder emitir el juicio de existencia. No
puedo decir si existe o si no existe, procedo como si jamás lo hubiera
percibido. En todo caso, en el lugar de ese agujero, me llegará algo de
lo real. Pero la Verwerfung de la castración es otra cosa, porque la cas-
tración no se ve, no es una percepción. ¿Se entiende esto? La cas-
tración es ya un fantasma, no es una percepción. Nadie percibe una
castración, se percibirá el genital masculino o se percibirá el genital
femenino. Pero percibir una ausencia, la ausencia del genital masculi-
no, en ese caso, ya es otra cosa, porque para percibir una ausencia pri-
mero tengo que postular una presencia. Por eso digo que no se percibe

42
La Transferencia. Clínica y fundamentos

la castración, que la castración es un fantasma, o, si quieren, una teo-


ría infantil, una teoría infantil que explica la diferencia de los sexos.13
Es decir, la representación de la castración, ya no resulta de la percep-
ción, a secas, sino, en todo caso, de una percepción ya dominada, sub-
yugada por el fantasma o teoría sexual infantil del falo. Entonces, la
Verwerfung del Hombre de los Lobos, ya dirigida a la representación
de la castración, no es exactamente la misma Verwerfung que la de
una representación inconciliable tal como está postulada en «Las neu-
ropsicosis de defensa». ¿Está claro esto?

Así que la Verwerfung de la castración en el Hombre de los Lo-


bos, como una de las tres corrientes que signan su vida sexual en rela-
ción con la castración, podría estar en la base de la alucinación del de-
do cortado ―de paso, vean que lo que retorna en lo real de la alucina-
ción no carece completamente de relación con lo que presuntamente ni
ha llegado al aparato psíquico, lo que es un problema que ahora de-
jaremos de lado―, pero, y ésta es otra cosa que es importante recor-
dar, no hay síntomas patognomónicos. Como les dije, un síntoma his-
térico no es sinónimo de histeria, una alucinación no es patognomóni-
ca de psicosis...

PARTICIPANTE: [no se escucha en la grabación]

Exactamente, la doctrina de la representación implica que... Es una re-


presentación. Esto es psicología: en la percepción el ente se me pre-
senta, pero ahora, por ejemplo, cierro los ojos, o me doy vuelta, y, en
ausencia de la percepción que me lo presenta, me lo re-presento...
mentalmente. Esa es la representación.

Bueno, obviamente, este esquema, a Freud no le va a alcanzar,


va a tener que complicarlo, y en esa complicación es que Lacan va a
poder meter la cuchara...

13
?
Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, «El falo y la diferencia de los sexos». Interven-
ción en el seminario de lectura Problemas Fundamentales del Psicoanálisis, en la
Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A., el 30 de Septiembre de 1986. Fichas
de la EFBA, nº 1028.

43
La Transferencia. Clínica y fundamentos

PARTICIPANTE: A esa altura, 1894, ¿esa clasificación que hace


Freud le permitía alguna diferencia en cuanto a cómo enfocar el
tratamiento?

Sí, las neurosis actuales son susceptibles de una terapia actual. ¿Por
qué? Porque la causa es actual, y las psiconeurosis, en la medida que
son todas tributarias de este mecanismo que, ya les dije, está en el pi-
zarrón clarito, pero que cuando lo miremos con la lupa no va a resul-
tarnos tan claro, dependen de recuperar un recuerdo y abreaccionarlo,
es decir, volver a conectar esa representación inconciliable con el res-
to de las representaciones que forman lo que en ese momento Freud
llama el Yo.

De todos modos, tengamos en cuenta que, en ese mismo año,


Freud va más lejos de lo que dice en este texto «Sobre la psicoterapia
de la histeria», ojo. Por ejemplo, de este año es el caso de Emma en el
Proyecto... ―ya voy a llegar a eso―, lo cual implica que esta concep-
ción de trauma hay que modificarla radicalmente, pero además es el
año del sueño de la inyección de Irma, de cuyo análisis ― no lo voy a
hacer ahora porque lo hice en otros lugares, este desarrollo, pero lo di-
go como conclusión, uno puede interpretar que la pregunta del sueño
de la inyección de Irma es “¿qué quiere una mujer?”, y la respuesta de
Freud a esa pregunta es: “un analista”. Se puede demostrar,14 pero por
ahora, créanme.

Si me meto ahora en el esquema de “las capas de cebolla” con


el núcleo traumático en su interior, vamos a salir llorando todos. ¿Lo
dejamos para la próxima? En fin, me demoré un poco en este asunto.
No sé si a ustedes les parecerá que valió la pena o no, eso es lo que
me interesa. Lo que tendría ahora para desarrollar es el esquema de las
“capas de cebolla”, cómo llevar eso a la cuestión de la falsa conexión,
y de allí, un salto que me va a permitir hacer a la cuestión del sujeto
supuesto saber por medio de un pequeño cortocircuito. Yo les diría
que lo mejor que podemos hacer ahora es pasar al tiempo del
14

?
Ricardo E. RODRÍGUEZ PONTE, intervención en la Clase 7 del Seminario Clínica
de los Goces, dictado con Ricardo Estacolchic, María del Carmen Meroni, Nor-
berto Rabinovich y Silvia Wainsztein. En la Escuela Freudiana de Buenos Aires,
en 5 de Agosto de 1992. Editado en fichas, se encontrará su texto en la Biblioteca
de la E.F.B.A.

44
La Transferencia. Clínica y fundamentos

intercambio, y dejo esta parte para la vez que viene. ¿Les parece bien?
Bueno, entonces, hablen.

RESPUESTAS A ALGUNAS PREGUNTAS

 En el artículo de 1894 tenemos el ejemplo que da Freud, la mujer


que se le muere el hijo, ella responde con una Verwerfung, y entonces
luego se la pasa acunando a una muñeca o un pedazo de madera, no
me acuerdo muy bien. Junto con la representación, no se acuerda que
se le murió el hijo, se le va la realidad esa, y en su lugar le aparece
otra. O el ejemplo de la chica que se le murió el novio y ella se la pasa
esperándolo, todas las noches. Ese es el esquema de Freud. O, en el
Hombre de los Lobos, si bien es de 1914 se puede poner acá esto, en
una parte de su aparato psíquico... Bueno, Freud de hecho introduce
allí la cuestión de la división del sujeto, por eso, esto del sujeto, si
bien no es una palabra freudiana, no es una locura de Lacan. Lacan la
introduce porque algo en la teoría freudiana lo reclamaba. No estaba
mencionado así, estaba imposibilitado por la manera de teorizar de
Freud, pero estaba necesitado. El Hombre de los Lobos, según Freud,
tiene como tres corrientes distintas, respecto de la castración, no es
que solamente la rechaza. La rechaza, y la reprime, también, y además
la reniega: de ahí saca ese paciente su condición erótica. Pero, en lo
que hace al mecanismo de la Verwerfung, digamos que allí donde re-
chaza la castración va a aparecer una alucinación, la alucinación del
dedo cortado. Lo rechazado retorna, retorna de un modo particular,
que no es el del síntoma neurótico. Ese es el esquema de Freud, que
después Lacan va a transformar en fórmula: lo rechazado de lo simbó-
lico retorna en lo real.

Pero esto como una fórmula de validez absolutamente general,


todavía sin alcance “psicopatológico”. Lo rechazado de lo simbólico
retorna en lo real, esto es de validez general. El sujeto rechazado de la
ciencia ―que, les dije, no es una psicosis― retorna en lo real con los
artefactos que nos provee la ciencia, con esas voces “retozonas”, co-

45
La Transferencia. Clínica y fundamentos

mo dice Lacan,15 que andan por ahí en forma de ondas, con esa mirada
omnividente de los satélites, etc...

 Nosotros, como analistas, podemos reintroducir eventualmente ese


deseo del científico, pero... Digamos: la forclusión del sujeto de la
ciencia, no implica una carencia de la ciencia. No sé si se entiende es-
to. A ver... podría ser carencia en el sentido en que Lévi-Strauss dice
que las llamadas “culturas primitivas”, sin ciencia ni tecnología, se las
arreglaban tan bien como nosotros. Nuestra cultura no es necesaria-
mente mejor, pero lo cierto es que, históricamente, elegimos la vía de
la ciencia. Y la vía que “elegimos”, por decirlo de alguna manera, la
de la ciencia, es por estructura que forcluye al sujeto, y está bien que
lo forcluya, porque si no lo forcluye no es ciencia. Imaginate vos, en
una ecuación matemática, no podés meter una interrogación por el de-
seo que te llevó a las matemáticas. ¿Cómo pondrías esa pregunta en
ecuaciones? Si estás inventando una teoría física, que eventualmente
llevará a fabricar una bomba atómica, no es en tanto físico que podés
preguntarte si, como decía Bachelard, de chiquito te divertías haciendo
reventar cohetes. No tiene cabida. No hay lugar para meter eso.

Entonces, el psicoanálisis, sí, es el que introduce en el campo de


la ciencia la cuestión del sujeto y del deseo. Pero la ciencia no la intro-
duce, ni debe introducirla, al menos mientras pretenda ser ciencia. No
sé si queda claro. A veces los analistas nos olvidamos de lo que decía
Freud en cuanto que el psicoanálisis no es ni debe ser una
cosmovisión, y entonces por ahí nos ponemos a hablar despreciativa-
mente de las demás prácticas. Pero no, los científicos hacen bien en lo
que hacen, si lo hacen como científicos, simplemente, no son ni deben
ser psicoanalistas. Y ser psicoanalista no es esencialmente nada mejor
que ser cientifico. Es mejor, si trabaja de psicoanalista. Sí, si trabaja
de psicoanalista, es mejor que sea psicoanalista, y no científico. Por
ejemplo, si es psicoanalista, es mejor que no se ponga a hacer lo que
hacía Liberman, que filmaba las sesiones y consideraba tales o cuales
parámetros para poder predecir cómo iba a ser la sesión siguiente y
qué hacer al respecto. Bueno, eso es ya perder el pie en lo que es el

15

?
Jacques LACAN, «Breve discurso a los psiquiatras», el 10 de Noviembre de
1967. Traducción de Ricardo E. Rodríguez Ponte para circulación interna de la
E.F.B.A..

46
La Transferencia. Clínica y fundamentos

psicoanálisis. Es perder los fundamentos, justamente. Los libros de


técnica psicoanalítica se basan en... Digamos, ¿por qué hay tantas re-
comendaciones técnicas? Porque se ha forcluído el fundamento, preci-
samente, es decir, la dimensión inconsciente del acto de palabra. ¿Se
entiende? Si uno toma verdaderamente en consideración el incons-
ciente y lo que éste implica, no tiene mucho sentido abundar en reco-
mendaciones técnicas ―cuándo, cómo, dónde y a partir de qué inter-
pretar― que el hecho mismo del inconsciente vuelve inocuas. Podría-
mos decir que los libros de técnica psicoanalítica son el resultado de la
forclusión de ese fundamento del psicoanálisis que es el inconsciente.

 No se puede pensar la repetición de ese modo. No sé si se han dete-


nido alguna vez para reflexionar sobre el título de ese artículo: Más
allá del principio del placer. ¿Qué es un principio? Una legalidad, una
legalidad fundante, que está en el principio. Son las dos remisiones de
la palabra principio. Eso quiere decir que el principio funda lo demás,
pero no se funda en nada. Pero entonces: si hay un más allá del princi-
pio del placer, quiere decir que el principio del placer ya no es más
principio. ¿Se entiende? Es un análisis, simplemente gramatical, a
nivel del título del texto. Si hay un más allá del principio del placer, el
principio del placer ya no es más principio. ¿Por qué te hago este co-
mentario, que podría parecer una para-respuesta? Porque todos los ra-
zonamientos que tienden a interpretar la repetición en términos de
descarga de lo no descargado, de ligadura de lo no ligado o de elabo-
ración activa de lo sufrido pasivamente, etcétera, son razonamientos
fundados en el principio del placer. Pero entonces: si hay un más allá
del principio del placer la repetición no es eso. Por eso dice Freud que
la repetición es un principio demoníaco: porque rompe con nuestra
racionalidad, que es la racionalidad del principio del placer. A partir
de que es postulado un más allá del principio del placer, por ejemplo,
nadie podría decir, qué sé yo: “si esta mujer se hace pegar por todos
los hombres que encuentra, algún placer tendrá”. ¡Prohibida, esa
interpretación! Porque el “algún placer tendrá” es racionalidad del
principio del placer, y ese principio del placer ha sido sustituido por el
más allá del principio del placer, o por la repetición, la pulsión de
muerte, ahora, como principio. Y ya que estamos en esto, recordemos:
lo que en definitiva le prueba a Freud que hay tal más allá del
principio del placer es precisamente la transferencia.

47
La Transferencia. Clínica y fundamentos

 Es que ustedes podrían haberse preguntado por qué diablos perdí


tanto tiempo hablándoles del trauma. ¿Simplemente porque me propu-
se una especie de cronología en la concepción de la transferencia? No,
en el Seminario 11, justamente, Lacan dice: lo real entra en la expe-
riencia analítica bajo la forma de trauma. Por eso no es tiempo perdido
mirar un poco de cerca qué hay en la noción de trauma ―que por otro
lado Freud nunca abandonó, la modificó―, en la medida en que es
posible que volvamos a encontrarla cuando abordemos la dimensión
real de la transferencia.

 Para terminar, les dejo esta perla, para que me la recuerden la vez
que viene: la neurosis actual es una interpretación salvaje a las insufi-
ciencias de la noción de castración en la teoría freudiana. La vez que
viene no se me va a ocurrir decirlo de esta manera tan redonda, pero
es como una nota abreviada para la agenda.

Les agradezco nuevamente la puntualidad que han tenido hoy.


Nos volvemos a encontrar en quince días. Convendría que leyeran pa-
ra entonces, además, el caso del olvido de la palabra aliquis, en la Psi-
copatología de la vida cotidiana, del que quizá querré valerme para
ejemplificar una diferencia importante en el orden del saber supuesto.

Hasta la próxima.

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