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Infección de vías urinarias

La infección del tracto urinario consiste en la colonización y multiplicación microbiana,


habitualmente bacteriana, a lo largo del trayecto del tracto urinario. Epidemiológicamente, las
mujeres son las más afectadas, ya que a lo largo de su vida tienen al menos un episodio de infección
urinaria y, cerca del 83% son en edades entre los 18 y 44 años, de las cuales cerca del 13% son
pielonefritis. Por lo tanto, el médico debe definir cuándo una infección es complicada o no,
determinar el inicio del tratamiento y el nivel de complejidad que requiere para continuarlo.

La Escherichia coli es responsable de la mayoría de las infecciones en todos los grupos de


pacientes, presentando un rango del 75% al 95%, tanto en casos de cistitis no complicada como en
pielonefritis. En aproximadamente el 5% al 15% de los casos, especialmente en mujeres jóvenes
sexualmente activas con cistitis agudas, se identifica el agente causal Staphylococcus
saprophyticus. También, puede ser ocasionada por bacilos Gram negativos como Proteus spp. y
Klebsiella spp., ocupan el segundo y tercer lugar en frecuencia; así mismo los cocos Gram
positivos como enterococos y Streptococcus del grupo B son comunes.

Las infecciones complicadas, asociadas al uso de catéteres, la flora mixta y organismos resistentes
como las β-lactamasas de espectro extendido (BLEE), enterobacterias, Pseudomonas aeruginosa
o Enterococcus faecium son los agentes más frecuentemente implicados. Por otro lado, los
hombres jóvenes sin historial de infecciones urinarias suelen presentar un E. coli uropatogénico.

En cuanto a la fisiopatología, es necesario destacar que el sistema urinario presenta una vía con un
punto de salida externo, lo que permite que sea propenso a la invasión por bacterias comúnmente
presentes en el tejido que rodea la uretra. Debido a disposiciones anatómicas y distancias, la
incidencia de infecciones es más elevada en mujeres que en hombres, estimándose en un 12.6%
por año para mujeres y un 3% por año para hombres.

A pesar de ello, en múltiples ocasiones las bacterias colonizadoras del sistema urinario no provocan
infecciones gracias a los mecanismos de defensa del organismo, que involucran la micción y la
respuesta inmunológica típica. En consecuencia, las bacterias causantes de infecciones deben
poseer características específicas que les permitan ascender por el sistema urinario, tales como la
formación de biopelícula, invasión de células uroteliales, adhesinas y toxinas. Alternativamente,
pueden habitar en un huésped con una capacidad limitada para eliminar bacterias, como ocurre en
el caso del uso de sondas vesicales, explicando así la mayor frecuencia de infecciones urinarias en
pacientes hospitalizados.

Es de relevancia destacar que estas infecciones se pueden clasificar de acuerdo con su localización
anatómica en: infecciones inferiores o de vías bajas (cistitis, uretritis, prostatitis) e infecciones
superiores o de vías altas (pielonefritis aguda, absceso intrarrenal, absceso perinéfrico). Así mismo,
cada una de las antes mencionadas pueden ser clasificadas como complicadas y no complicadas
en dependencia del grado de afectación sistémica.

Los síntomas característicos de cada una de las infecciones de vías urinarias nos permiten
diferenciar entre una infección alta y una baja. La cistitis se caracteriza por presentar disuria,
aumento de la frecuencia y urgencia miccional, menos frecuente dolor suprapúbico, nicturia o
malestar (predomina en ancianos), ocurre usualmente en mujeres sanas, premenopáusicas, no
embarazadas; pueden confundirse o coexistir con infecciones de transmisión sexual.

La pielonefritis se caracteriza por manifestar síntomas sistémicos como fiebre, escalofrío, náuseas
y dolor en flanco o región lumbar. Usualmente tienen síntomas de cistitis aguda. Si no hay fiebre,
deben considerarse otros diagnósticos de dolor abdominal o lumbar, a menos de que sea un
paciente anciano, en estos últimos es más difícil establecer el diagnóstico, dado que los síntomas
son atípicos, como letargia, somnolencia, debilidad o dolor abdominal generalizado.

El diagnóstico definitivo se realiza con un cultivo que muestre bacteriuria significativa, sin
embargo, no es una prueba que se pueda obtener rápidamente; por consiguiente, se usan otros
métodos, incluyendo uroanálisis, citometría de flujo y Gram de orina sin centrifugar. El parcial de
orina es una prueba rápida muy útil que se realiza constantemente con una tira plástica que contiene
diferentes reactivos para identificar contenidos en la muestra de orina, produciendo colores
característicos; estos reactivos incluyen datos como pH, densidad, hemoglobina, presencia de
bilirrubinas, proteínas, cuerpos cetónicos y glucosa. Para infección urinaria, se tienen en cuenta
además datos de leucocitos y nitritos.

La citometría de flujo es una técnica con la cual las bacterias y leucocitos son reconocidos mediante
una tinción fluorescente que tiñe los ácidos nucleicos, es decir, es un estudio de microscopía
automática que tiene una sensibilidad variable. Además, se recomienda el cultivo de orina para los
casos que incluyen infecciones complicadas
Con respecto al tratamiento de la infección urinaria, se tienen presente dos categorías principales:
tratamiento empírico y tratamiento específico. El tratamiento empírico se fundamenta en la
probabilidad de que esta sea provocada por una bacteria específica propia de estas infecciones,
siendo recomendado para pacientes con síntomas leves o moderados. Para este tipo de tratamiento,
la elección del antibiótico debe asegurar cobertura para los patógenos más comunes, alcanzar
niveles adecuados en la orina y tener el menor impacto en la flora normal. La Sociedad de
Enfermedades Infecciosas de América (IDSA) sugiere la nitrofurantoína (100 mg cada 12 horas
por 5 días) y la fosfomicina (dosis única de 3 g) como tratamientos de primera línea para la cistitis.
Sin embargo, en casos de pielonefritis no complicada con fiebre subjetiva o dolor lumbar, se puede
considerar una alternativa de tratamiento, ya que, aunque la fosfomicina es efectiva, no se ha
demostrado su superioridad sobre otros antibióticos.

La duración del tratamiento antibiótico varía según la condición, siendo de 3 a 7 días para la cistitis
no complicada y de 7 a 14 días para la pielonefritis no complicada. Consideraciones especiales,
como alergias a los antibióticos o insuficiencia renal, deben tenerse en cuenta durante la
prescripción. Además, se abordan medidas de seguimiento y prevención de la infección urinaria
recurrente, involucrando la educación del paciente, la identificación y tratamiento de factores de
riesgo, y la posible implementación de profilaxis antibiótica.

Para infecciones adquiridas en comunidad, debe usarse un antibiótico de larga acción, como la
ceftriaxona 1 g/día, o de segunda línea se permite usar aztreonam 1 g IV c/8 horas. En caso de
sospecha de presencia de un patógeno resistente tipo BLEE o uso de antibiótico en menos de un
mes previo, se recomienda iniciar tratamiento empírico con ertapenem mientras se obtiene el
resultado del antibiograma. Sin embargo, según el perfil de resistencia antibiótica en nuestra
institución, se encontró de 2012 a 2013 un aumento de la resistencia de Pseudomonas spp. para
betalactámicos y carbapenemes, por lo cual se decide hacer una restricción general al uso de
carbapenémicos y dar tratamiento con infusión prolongada intermitente con meropenem 1-2 g
infusión de 4 h cada 8 horas para infección por este microorganismo, o, si el paciente tiene
antecedente de hospitalización reciente (< 1 mes), cefepime 2 g IV c/8 horas es otra alternativa y
de escalar según sensibilidad.

En conclusión, las infecciones del sistema urinario requieren especial atención debido a los riesgos
que implica una infección recurrente y el riesgo de desarrollar resistencia a los antibióticos debido
a la mala prescripción de estos, es por ello que se debe educar al paciente sobre la importancia de
la ingesta de agua y de tomar los antibióticos según lo prescrito completando el curso del
tratamiento en el tiempo establecido.

Referencias Bibliográficas:

1. Alvarez Villarraga J, Parra J, Diaz D, Cardenas AM, Chavarriaga J, Godoy MP. Guía de
práctica clínica de infección de vías urinarias en el adulto. Rev Urol Colomb / Colomb Urol
J [Internet]. 2018;27(02):126–31. Disponible en: http://dx.doi.org/10.1055/s-0038-
1660528.
2. Johnson & Johnson. Guía de práctica clínica de infección urinaria en adultos.
Departamento de Urgencias clínica del Country. Guías de Manejo . 2014;4:43–9.

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