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CAPITULO I
HISTORIA DE LA CUARESMA
N e c e s i d a d d e l a p e n i t e n c i a . — No obstante
eso, ya que en nuestros tiempos la mortificación
corporal va cayendo en desuso, no juzguemos
inútil demostrar a los cristianos la importancia
y utilidad del ayuno; las sagradas Escrituras
del Antiguo y Nuevo Testamento abogan en fa
vor de esta santa práctica. Podemos también
afirmar que la tradición de todos ios pueblos la
corrobora, porque la idea de que el hombre pue
de apaciguar la divinidad sometiendo su cuerpo
a la expiación, se adueñó del mundo, pues se
halla en todas las religiones, aun las más ale
jadas de la pureza de las tradiciones patriar
cales.
P r e c e p t o d e l a a b s t i n e n c i a . — San Basilio,
San Juan Criaos tomo, San Jerónimo y San Gre
gorio Magno han declarado que el precepto a
que fueron sometidos nuestros primeros padres,
en el paraíso terrenal, era precepto de abstinen
cia y que por haber quebrantado esta virtud se
precipitaron a si mismos y a toda su deseen-
132
A b s t i n e n c i a d e c a r n e y v i n o . - La natura
leza del ayuno se ha asentado sobre los diverso.s
elementos que sirven al sostén de las Tuerzas
humanas, y por de pronto, debió de consistir en
la abstinencia de la carne de animales, porque
esa ayuda, ofrecida por la condescendencia di
vina, es menos rigurosamente necesaria para la
vida. Durante muchos siglos, como lo vemos hoy
día en las iglesias de Oriente, huevos y lactici
nios fueron prohibidos porque provienen de sus
tancias animales; y también en el siglo x ix no
eran permitidos en las Iglesias latinas sino en
virtud de dispensa anual más o menos generai.
H ISTO R IA DE LA CUARESMA 13 3
C o m i d a d e s p u é s d e V í s p e r a s . — La costumbre
judía en el Antiguo Testamento era de diferir
■ G u fiíla CEUeq'uesia,
l.* H oto so b r o ol ayu no.
■ r v H otti, al pueblo cíe Antlúquia.
cu aresm a
C o m i d a d e s p u é s d e n o n a . — Encontramos en
el siglo xir una nota de Hugo de San Víctor, que
atestigua que Ja costumbre de interrumpir el
ayuno a la hora de Nona, era ya generar; y
esta práctica fué preconizada, en el siglo xm ,
por la enseñanza de los doctores eclesiásti
cos. Alejandro de Halés, la autoriza formalmente
en la Suma que compuso \ y Santo Tomás de
Aquino no es menos explícito
1 ht IV Quaeít. H7. a n o.
h is t o r ia de la cuaresm a 13 9
A b s t in e n c ia de La concesión de
h uevos. —
lacticinios, no acarreaba conmigo la libertad de
tomar huevos en Cuaresma; en este punto per
maneció largo tiempo en vigor la regla antigua,
y este manjar no era permitido sino a tenor de
la dispensa que podía darse anualmente. En R o
ma, hasta en el siglo x ix no se permitían los
huevos los días en que no existía dispensa de
carne; en otras partes los huevos permitidos
unos dias, se negaban en otros, particularmente
en Semana Santa. La actual disciplina de ia
Iglesia desconoce esas restricciones. Adviértase,
empero, que la iglesia, preocupada siempre del
oien espiritual de sus hijos, ha procurado con
servar para su bien cuanto ha podido las obser
vancias saludables que les ayuden a satisfacer
a la justicia de Dios. Afianzado en este loable
principio, Benedicto XIV, muy alarmado de la
extrema facilidad con que se multiplicaban por
H ISTORIA D£ LA CUARESMA 141
1 C o n stitu c ió n : N on am bigim u s.
142
D ’ A c h e r y , Spicileg-ium* t. IV .
H ISTO R IA DE LA CUARESMA 145
S u s p e n s i ó n d e t r i b u n a l e s . — Paremos mien
tes en la temporada durante la cual no sólo las
diversiones y espectáculos eran prohibidos por la
autoridad pública ', sino que hasta los tribuna
.P r e c e p t o d e l a c o n t i n e n c i a . — La sociedad
cristiana testimoniaba tan plausiblemente su
respeto a las observancias santas de la Cuaresma
y tomaba del Año litúrgico sus estaciones y fies
tas para asentar sobre ellas las más preciadas
instituciones. La vida privada misma no. experi
mentaba menos el saludable influjo de la Cua
resma; y el hombre recobraba cada año nuevos
bríos para combatir los instintos sensuales y so
breestimar la dignidad de su aima, enfrenando
la seducción del placer. Durante muchos siglos
I*ahh«?, Concite», t. IX .
'■ Orderlco Vital, Hífjt, dq la Ufo. l!X.
H IST O R IA DE LA CUARESMA 151
Usos d e l a s I g l e s i a s O r i e n t a l e s . — Interrum
pimos aquí la exposición histórica de la discipli
na cuaresmal, sintiendo haber apenas tocado
materia tan interesante Hubiéramos querido
hablar extensamente de los usos de las Iglesias
orientales que han conservado mejor que nos
otros el rigor de los primeros siglos del cristianis
mo. Nos ceñiremos a dar algunos breves detalles.
En el volumen precedente, el lector pudo ver
que al domingo que nosotros llamamos de Sep
tuagésima, llámanle los griegos Proaphonesima,
porque anuncia el ayuno cuaresmal que pronto
va a empezar. El lunes siguiente cuenta como
el primer día de la semana siguiente, llamada
Apocreos, del nombre del domingo con que ter
mina y que corresponde a nuestro domingo de
Sexagésima; el nombre de Aporreos es una ad
vertencia a la Iglesia griega de que pronto se ha
de suspender el uso de la carne. El lunes sig uien
te abre lu semana llamada Tyrophagia, que se
termina con el domingo de ese nombre, que es
M ISTICA DE LA CUARESMA
- Comm. tizechtel, c. X X IX .
MISTICA DE LA CUAHESMA 165
P e d a g o g í a c e l a I g l e s i a . - Mas la Iglesia u o
se limita a darnos así, como se quiera, una con
signa contra la sorpresa del enemigo; para en
tretener nuestros pensamientos, ofrece a nues
tros ojos tres grandes espectáculos que van. a
desarrollarse día tras día hasta la fiesta de Pas
cua, y cada uno de ellos nós prodüde emociones
piadosas unidas a una instrucción solidísima.
158
C r is t o p e r s e g u id o t condenado a m uertk. —
Por de pronto, vamos a presenciar el desenla
ce de la conspiración de los Judíos contra ei
Redentor; conspiración que empieza a urdirse y
estallará el Viernes Santo, cuando veamos al Hi
jo de Dios alzado en el árbol de la Cruz. Las pa
siones que bullen en el seno de la Sinagoga, irán
manifestándose semana tras semana, y podre
mos seguirlas en su desarrollo. La dignidad, sa
biduría y mansedumbre de la augusta Víctima,
se nos mostrarán siempre más sublimes, más
dignas de un Dios. El divino drama que vimos
empezar en el portal de Belén, va desenvolvién
dose hasta el Calvario; para seguirle nos bas
tará meditar las lecturas del Evangelio que la
Iglesia día tras día nos propone.
II 6
3 62 CUARESMA
PRACTICA DE LA CUARESMA
E j e m p l o s e d u c t o r de C r i s t o . — Abramos, por
fln, los ojos y paremos mientes. Emmanuel
mismo, llegado a la edad viril, se ostenta de nue
vo a nuestros ojos, no ya en apariencia de aquel
tierno niño que adoramos en el pesebre, sino se
mejante al pecador temblando y humillándose
ante la soberana majestad por nosotros ofendi
da, y ante la cual se declara ñador nuestro. A
efectos del amor que nos profesa vino a alen
tarnos con su presencia y sus ejemplos. Vamos
a dedicarnos durante cuarenta dias al ayuno y
abstinencia; El, la inocencia personificada, va a
consagrar el mismo tiempo a mortificar su cuer
po. Nos abstraemos durante un periodo lejos de
placeres bullangueros y sociedades mundanales:
El se retira de la compañía y vista de los hom
bres. Queremos nosotros acudir frecuentemente,
asiduamente a la casa de Dios, y darnos con ma
yor ahinco a La oración: El pasará cuarenta días
con sus noches conversando con su Padre en ac
titud suplicante. Nosotros repasaremos nuestros
años en la amargura de nuestro corazón gimien
do y lamentando nuestros pecados: El los va a
expiar por el sufrimiento y llorarlos en el silen-
1 P » , ex .
168 CUARESMA
• S. M a t . , IV, 17.
7 S. Lúe., XIII. 3.
170 Cu a r e s m a
C o n v e r s i ó n d e l c o r a z ó n . — El principio de la
verdadera penitencia radica en el corazón; nos
lo enseña el Evangelio en los ejemplos del hijo
pródigo, del publicano Zaqueo y de S. Pedro. Es
necesario que el corazón rompa en absoluto con
el pecado, que amargamente le deplore, que con
ciba horror hacia él, y que evite las ocasiones.
Para expresar esta disposición se sirve la Escri
tura de una expresión que usada en estilo cris
tiano corriente, refleja admirablemente el esta
do del alma sinceramente segregada del pecado;
la llama: conversión. Debe, por tanto, el cristia
no, ejercitarse durante La cuaresma en la peni
tencia del corazón y considerarla como el fun
damento esencial de todas las prácticas propias
de este santo tiempo. Sería, sin embargo, iluso
ria esta penitencia si no se asocia la ofrenda del
cuerpo a los sentimientos interiores que la pe
nitencia inspira. No se contenta el Salvador en
la montaña con suspirar y llorar nuestros peca
dos, los expía por el sufrimiento de su cuerpo; y
la Iglesia, intérprete infalible suyo nos advierte
que no será aceptada la penitencia de nuestro
corazón si 110 la unimos a la práctica exacta de
la abstinencia y del ayuno.