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Comisión Diocesana para la Pastoral Litúrgica

LA PROCESIÓN DE LA SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO

La Iglesia nos enseña a través del Directorio sobre la piedad popular y la liturgia lo siguiente:

160. El jueves siguiente a la solemnidad de la santísima Trinidad, la Iglesia celebra la solemnidad del
santísimo Cuerpo y Sangre del Señor. La fiesta, extendida en 1269 por el Papa Urbano IV a toda la
Iglesia latina, por una parte constituyó una respuesta de fe y de culto a doctrinas heréticas acerca del
misterio de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, por otra parte fue la culminación de un
movimiento de ardiente devoción hacia el augusto Sacramento del altar.

La piedad popular favoreció el proceso que instituyó la fiesta del Corpus Christi; a su vez, esta fue causa
y motivo de la aparición de nuevas formas de piedad eucarística en el pueblo de Dios.

Durante siglos, la celebración del Corpus Christi fue el principal punto de confluencia de la piedad
popular a la Eucaristía. En los siglos XVI-XVII, la fe, reavivada por la necesidad de responder a las
negaciones del movimiento protestante, y la cultura – arte, literatura, folclore – han contribuido a dar
vida a muchas y significativas expresiones de la piedad popular para con el misterio de la Eucaristía.

161. La devoción eucarística, tan arraigada en el pueblo cristiano, debe ser educada para que capte dos
realidades de fondo:

- que el punto de referencia supremo de la piedad eucarística es la Pascua del Señor; la Pascua,
según la visión de los Padres, es la fiesta de la Eucaristía, como, por otra parte, la Eucaristía es ante
todo celebración de la Pascua, es decir, de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús;

- que toda forma de devoción eucarística tiene una relación esencial con el Sacrificio eucarístico, ya
porque dispone a su celebración, ya porque prolonga las actitudes cultuales y existenciales
suscitadas por ella.

A causa precisamente de esto, el Rituale Romanum advierte: "Los fieles, cuando veneran a Cristo,
presente en el Sacramento, recuerden que esta presencia deriva del Sacrificio y tiende a la comunión,
sacramental y espiritual".

162. La procesión de la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo es, por así decir, la "forma tipo" de
las procesiones eucarísticas. Prolonga la celebración de la Eucaristía: inmediatamente después de la
Misa, la Hostia que ha sido consagrada en dicha Misa se conduce fuera de la iglesia para que el pueblo
cristiano "dé un testimonio público de fe y de veneración al Santísimo Sacramento".

Los fieles comprenden y aman los valores que contiene la procesión del Corpus Christi: se sienten
"Pueblo de Dios" que camina con su Señor, proclamando la fe en Él, que se ha hecho verdaderamente el
"Dios con nosotros".

Con todo, es necesario que en las procesiones eucarísticas se observen las normas que regulan su
desarrollo, en particular las que garantizan la dignidad y la reverencia debidas al santísimo Sacramento;
y también es necesario que los elementos típicos de la piedad popular, como el adorno de las calles y de
las ventanas, la ofrenda de flores, los altares donde se colocará el Santísimo en las estaciones del

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recorrido, los cantos y las oraciones "muevan a todos a manifestar su fe en Cristo, atendiendo
únicamente a la alabanza del Señor", y ajenos a toda forma de emulación.

163. Las procesiones eucarísticas concluyen, normalmente, con la bendición del santísimo Sacramento.
En el caso concreto de la procesión del Corpus Christi, la bendición constituye la conclusión solemne de
toda la celebración: en lugar de la bendición sacerdotal acostumbrada, se imparte la bendición con el
santísimo Sacramento.

Es importante que los fieles comprendan que la bendición con el santísimo Sacramento no es una forma
de piedad eucarística aislada, sino el momento conclusivo de un encuentro cultual suficientemente
amplio. Por eso, la normativa litúrgica prohíbe "la exposición realizada únicamente para impartir la
bendición".

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ESQUEMA DE PROCESIÓN

INTRODUCCIÓN:

Guía:

“La fuerza del sacramento de la Eucaristía va más allá de las paredes de nuestras iglesias. En este
sacramento el Señor está siempre en camino hacia el mundo. Este aspecto universal de la presencia
eucarística se aprecia en la procesión de nuestra fiesta. Llevamos a Cristo, presente en la figura del pan,
por las calles de nuestra comunidad. Encomendamos estas calles, estas casas, nuestra vida diaria, a su
bondad. Que nuestras calles sean calles de Jesús. Que nuestras casas sean casas para Él y con Él. Que
nuestra vida de cada día esté impregnada de su presencia. Que su bendición descienda sobre todos
nosotros.
(Benedicto XVI, Homilía de Corpus Christi, 26 de mayo de 2005)

CANTO: “Cantemos al Amor de los Amores” Mientras salen con la Custodia.

Guía:

La fiesta de “Corpus Christi” constituye una importante cita de fe y de alabanza para toda comunidad
cristiana. Es una fiesta que tuvo su origen en un contexto histórico y cultural determinado: nació con la
finalidad precisa de reafirmar abiertamente la fe del pueblo de Dios en Jesucristo vivo y realmente
presente en el santísimo sacramento de la Eucaristía.

Es una fiesta instituida para adorar, alabar y dar públicamente las gracias al Señor, que “en el
Sacramento Eucarístico sigue amándonos “hasta el extremo”, hasta el regalo de su cuerpo y de su
sangre”.

Guía:

OREMOS
“Buen Pastor, verdadero pan,
Oh Jesús, ten piedad de nosotros”.
Guíanos por los caminos de nuestra historia.
Sigue mostrando a la Iglesia
y a sus pastores el camino recto.
Mira a la humanidad que sufre,
que vaga insegura entre tantos interrogantes.
Mira el hambre física y psíquica que la atormenta.
Da a los hombres el pan para el cuerpo y para el alma.
Dales trabajo. Dales luz. Dales a ti mismo.
Purifícanos y santifícanos a todos.
Une a tu Iglesia; une a la humanidad herida.
Une a la patria. Danos tu salvación. Amén

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PRIMERA ESTACIÓN

Lector 1:

Del Evangelio Juan 20, 19-23

Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde
se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les
dijo: «¡La paz esté con ustedes!».

Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando
vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo
también los envío a ustedes»

Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió «Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados
a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan».
Palabra del Señor

Guía:

¡La paz esté con ustedes! No es tan sólo un saludo sino que expresan más bien un estado, una realidad,
que es consecuencia de una presencia. Jesús resucitado, vivo y presente en medio de sus discípulos es
fuente de paz y de alegría. San Pablo lo expresa con claridad afirmando que Cristo es nuestra paz.

Esta tarde, el Señor resucitado se hace presente en medio nuestro. Su presencia real y sacramental en el
Santísimo Sacramento nos recuerda aquellas palabras. Cristo nos dice a nosotros: “¡La paz esté con
ustedes!”. Él está en medio nuestro y ha abierto las puertas de nuestra Iglesia para que anunciemos a los
hermanos que está vivo.

Sí, Jesucristo está vivo y presente en medio de su pueblo. Hemos salido de nuestros hogares, hemos
abierto las puertas de nuestras comunidades, de la Iglesia y esta tarde queremos gritar que Cristo está
vivo, que Cristo está presente, que sólo en Cristo se encuentra la Paz.

Lector 2:

¡La paz esté con ustedes! son las palabras de Señor Jesús que vienen a abrir las puertas de nuestro
corazón que tantas veces se cierra por el pecado y el individualismo.
¡La paz esté con ustedes! son palabras que acarician el dolor causado por la enfermedad y la soledad.
¡La paz esté con ustedes! anuncia la nueva vida de la gracia para el corazón que se abre de par en par
ante la cruz victoriosa del Señor.
¡La paz esté con ustedes! Son las palabras del Maestro que nos llama a la Reconciliación.

Lector 3:

¿Por qué nos cuesta experimentar la paz del Señor?


¿Por qué no vivimos en paz en nuestras familias, en nuestros ámbitos de trabajo?

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¿Por qué la Patria hoy no está en paz? ¿Por qué México sigue siendo víctima de las decisiones de
unos cuantos que se intercambian el poder?

Pidamos al Señor que sople hoy sobre nosotros y nos otorgue su Espíritu de reconciliación y de unidad.
Que sople también sobre nuestros gobernantes, sobre los empresarios, sobre los trabajadores, en la
ciudad y en el campo. ¡Sopla, Señor y con tu Espíritu poderoso transforma los corazones y renueva la
patria!

Lector 4:

A cada invocación respondemos: Danos tu Espíritu Santo

- Para que respondamos siempre con el bien, aún a la injusticia y a la ofensa.


- Para que renovemos en nuestra vida la esperanza aún en medio de los conflictos.
- Para que con solicitud incansable y fervor de espíritu sirvamos siempre al Señor.
- Para que sepamos bendecir a los que nos persiguen y nos causan el mal.
- Para que busquemos siempre el bien, la honestidad y la verdad.
- Para que no nos de miedo anunciar y defender los valores del Evangelio.
- Para que nos informemos con espíritu crítico y no nos dejemos manipular por la mentira y el mal.
- Para que los diferentes sectores de la Patria se unan en la promoción del Bien Común por encima de
los bienes propios y particulares.
- Para que en las familias promovamos el amor y la unidad aún a costas de grandes sacrificios.

Canto: “¡Señor haz de nosotros instrumentos de tu paz!”

Guía:

Oremos: Buen Pastor, que cargas sobre tus hombros la oveja herida.
¡Oh Jesús ten piedad de nosotros!
Tú que no dejas de llamarnos a una vida plenamente feliz.
Tú, que eres la manifestación
de la bondad y misericordia Divina.
Tú, que ofreces siempre el perdón
e invitas a los pecadores a recurrir confiadamente a tu clemencia.
¡Ten piedad de nosotros!
Que tú Espíritu mueva los corazones
para que los enemigos vuelvan a la amistad, los adversarios se den la mano
y todos, busquemos la unión.
Oh Jesús ¡Ten piedad de nosotros!

Padrenuestro, Ave María y gloria.

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SEGUNDA ESTACIÓN

Lector 1:

En cada Misa, luego del saludo y del acto penitencial, la asamblea se pone a la escucha atenta de la
Palabra de Dios.

Antes de la comunión eucarística es necesario hacer silencio, escuchar, entrar en comunión de vida
asimilando la Palabra.

En este gesto sencillo el creyente abre su inteligencia y su corazón para que el Maestro le enseñe el
camino que conduce a la Vida. La Palabra de Dios es, entonces, luz capaz de guiar al creyente por el
camino que lleva a la plenitud y a la santidad. La escucha atenta y dócil a la voz del Maestro es la
actitud fundamental del discípulo.

Como los discípulos de Emús, como la multitud en el monte de las bienaventuranzas, como María en
Betania, como la Samaritana junto al pozo, queremos esta tarde escuchar al Señor.

Lector 2:

Del Evangelio según San Mateo7, 24-27

Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a
un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes,
soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre
roca.

Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato,
que edificó su casa sobre arena».

Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se
derrumbó, y su ruina fue grande».
Palabra del Señor

Guía:

El texto de Mateo que acabamos de escuchar nos recuerda la enseñanza de Jesús y mediante la sencillez
de una comparación nos ayuda a descubrir que es necesario edificar nuestra vida sobre su Palabra.

Jesús compara a quien escucha y pone en práctica su palabra, con el hombre sensato que construye su
casa sobre la roca. Mientras que el insensato que no escucha su Palabra se parece a quien construye
sobre la arena.

A veces experimentamos que nuestra vida se conmueve en sus cimientos. A veces por no discernir a la
luz de la Palabra de Dios hemos hecho malas elecciones y hemos lastimado a otros o a nosotros
mismos. Pasa lo mismo con nuestras familias: a veces tomamos conciencia de que cuesta lograr la

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unidad y la paz que deberían reinar en nuestros hogares; sin embargo nos sorprenden las apatías,
impaciencias, desalientos y las faltas de apoyo mutuo.

¡Cuánta necesidad tenemos de la orientación segura de la enseñanza de Cristo!


¡Cuánta necesidad tenemos de afirmar nuestras vidas, nuestros proyectos, nuestras familias, sobre la
roca firme que es Cristo y su Palabra!

Lo mismo pasa con la patria. ¿Tiene nuestra patria la Palabra de Verdad como cimiento?
¿Se levanta segura sobre los pilares de la justicia, sobre la promoción integral de todos los hombres,
sobre la promoción y el cuidado de la familia, sobre el respeto por las instituciones? ¿Se edifica la
patria, sobre la verdad y el bien?

A través de nuestro compromiso ciudadano Cristo quiere proclamar la Buena Noticia, también hoy. Él
quiere ayudarnos a poner cimientos firmes a nuestro país. Cristo quiere que se escuche por nuestra voz
la Buena Noticia de la dignidad de la persona.

La Palabra del Señor ha de ser la roca firme sobre la cual se fundamente: nuestra vida, nuestra familia y
nuestra patria. La Palabra del Señor ha de ser lámpara para nuestros pasos y luz que ilumine nuestro
camino.

Lector 3:

Señor, tus eres el Camino, la Verdad y la Vida, manifiéstate en esta tarde y guíanos.
Decimos en cada invocación: Danos, Señor, corazones atentos a tu Palabra

 Tu Palabra de Verdad quiere guiar nuestros pasos y llevarnos al compromiso. Por eso te pedimos…

 Tu Palabra nos enseña a amar a todos hasta las últimas consecuencias. Por eso te pedimos…

 Tu Palabra nos enseña a vivir en comunión. Por eso te pedimos…

 Tu Palabra nos enseña a compartir los bienes de la creación. Por eso te pedimos…

 Tu Palabra nos enseña a buscar la justicia en nuestro mundo. Por eso te pedimos…

Guía:

Oremos
Buen Pastor que conoces a tus ovejas y ellas conocen tu voz.
Te suplicamos: Danos tu Espíritu, Señor.
Para que podamos ser testigos de tu Palabra
y decir palabras verdaderas,
capaces de nutrir a los que las escuchan.
Danos tu Espíritu, Señor.
Para que podamos leer tu escritura y gustarla,
sentirla arder dentro de nosotros
y transmitirla a los demás.

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Danos tu Espíritu Señor.


Para que tu Palabra nos enseñe
a dialogar como hermanos.
Danos tu Espíritu Señor.
Para que en toda nuestra Iglesia
las palabras, los gestos, las funciones,
los ritos, los sacramentos, las celebraciones,
sean alimento de la fe, para todo nuestro pueblo.
Danos tu Espíritu Señor.
Para que los mexicanos encontremos en el cumplimiento de tu Palabra
los cimientos firmes para construir
una patria de hermanos.
¡Oh Jesús, ten piedad de nosotros! Amen.

Padrenuestro, Ave María y gloria.

TERCERA ESTACIÓN

Lector 1

Nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos por el Evangelio, por Cristo. Nada más
bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con él… Esta afirmación asume una mayor
intensidad si pensamos en el Misterio Eucarístico. En efecto, no podemos guardar para nosotros el amor
que celebramos en el Sacramento. Éste exige por su naturaleza que sea comunicado a todos. Lo que el
mundo necesita es el amor de Dios, encontrar a Cristo y creer en Él.”

Lector 2.

Del Evangelio según San Juan 6, 35.53-56

«Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. (...)

Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en
ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y
bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.»
Palabra del Señor

Guía:

Jesús, vivo y presente en medio nuestro, nos vuelve a decir: “Yo soy el pan de vida”. Es este pan de vida
quien nos hace caminar en esta tarde y quien nos mantiene en el camino de la vida.

¿Hay acaso otro alimento capaz de dar la fuerza necesaria para alcanzar la vida en plenitud? ¿Hay acaso

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otro alimento capaz de saciar el hambre de felicidad que llevamos en nuestro corazón?
La voz de Jesús vuelve a resonar en las calles de nuestra comunidad y en cada rincón de la patria: “El
que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.”

Cuando Jesús nos dice “Yo soy el Pan de Vida” nos indica que Él mismo, su propia vida, está contenida
en este alimento. Al contemplar y adorar la Eucaristía contemplamos la belleza de Cristo, su vida entera
entregada por nosotros.

Al contemplar con fe el Santísimo Sacramento del Cuerpo de Cristo podemos contemplar cada gesto del
Señor: su ternura con los pobres y los niños; su misericordia para con los pecadores; su cercanía a cada
enfermo y su poder que sana; su gestos de servicio; su amor hasta el extremo por cada uno de nosotros.
Contemplando la Eucaristía con fe y devoción podemos ver la cruz y al Señor que entrega su vida por
nosotros en ella.

Con san Pablo podemos decir en esta tarde: vivo de la fe en el Hijo de Dios que me amó y se entregó
por mí.

Lector 3:

Dice san Agustín: ¡Oh sacramento de piedad!, ¡Oh signo de unidad!, ¡Oh vinculo de caridad!
Por eso al adorar el Santísimo Sacramento esta tarde por las calles de nuestra comunidad mostramos a
todos un signo elocuente de unidad y los invitamos a entrar en el misterioso vínculo de la caridad.
A cada invocación respondemos: Ayúdanos, Señor, a crecer en el amor.

• ante tantos enfrentamientos y peleas


• ante tanta soberbia y orgullo que dividen
• ante tanta prepotencia y desprecio
• ante la inseguridad y la violencia
• ante el flagelo de la droga y de las demás adicciones
• ante tanta indiferencia frente al que sufre y está solo
• ante tanta frialdad con el pobre
• ante tantos niños en la calle
• ante la falta de educación
• ante el drama de la salud

Guía:

El alimento eucarístico no se transforma en nosotros como los demás alimentos; sino que nosotros nos
transformamos en Él. Así, este sacramento asumido plenamente, acrecienta día a día la comunión con el
Señor. Por la comunión eucarística nos vamos configurando con Él.
Esta comunión con el Señor acrecienta, a su vez, la comunión de todos los que formamos su Cuerpo,
que es la Iglesia. Por eso la Eucaristía hace la Iglesia.
Te damos gracias Señor por la Iglesia y te pedimos que nos ayudes a poder asumir la responsabilidad
eclesial en cada una de nuestras comunidades. Danos poder contemplar este misterio de amor que es la
Iglesia y del que somos parte a la vez que estamos llamados a ser constructores.

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Oremos
Buen Pastor que das la vida por las ovejas.
Tú eres nuestro Señor y nuestro hermano.
Manifiestas tu amor
para con los pobres y los enfermos,
para con los pequeños y los pecadores.
Nunca permaneciste indiferente
ante el sufrimiento humano.
Que todos los miembros de la Iglesia
sepamos discernir los signos de los tiempos
y crezcamos en la fidelidad al Evangelio;
que nos preocupemos de compartir en la caridad las angustias y las tristezas,
las alegrías y las esperanzas de los hombres,
y así les mostremos el camino de la salvación.
¡Oh Jesús, Buen Pastor, Ten piedad de nosotros! Amen

Padrenuestro, Ave María y gloria.

CUARTO ESTACIÓN

Lector 1

Esta tarde el Señor nos permitió acompañarlo en el recorrido, por las calles de nuestra comunidad, como
signo de una Iglesia que se reúne en torno a su Maestro. Este día de Corpus Christi es un regalo especial
del Señor. La celebración y adoración de la Eucaristía nos han permitido acercarnos un poco más al
amor de Dios y nos invitan a unirnos con Él.

El ofrecimiento de nuestra vida, la comunión con toda la comunidad de los creyentes y la solidaridad
con cada ser humano, son aspectos imprescindibles del culto agradable a Dios. Toda nuestra realidad
humana concreta se transforma para su gloria.

Hoy hemos honrado a Jesús, Pan de vida, caminando, cantando y rezando por las calles. Ahora podemos
seguir caminando con Él, acompañando el cuerpo de Cristo en el cuerpo de nuestros hermanos que
sufren alrededor nuestro. Acercarnos a Jesucristo en la Eucaristía, en su Cuerpo y en su Sangre, es
también hacernos cargo de tantos hermanos que sufren en su cuerpo y en su espíritu, porque ellos
también son Cristo. Unidos a Él todo lo podemos.

Lector 2:

Del Evangelio según San Mateo 28, 16-20

Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron
delante de Él; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido
todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos,

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bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir
todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo».
Palabra del Señor

Guía:

En esta escena final del Evangelio según san Mateo se relata el último encuentro del Señor con los
discípulos. Ellos acuden a la cita con Jesús, en Galilea. Se postran ante la belleza del Señor resucitado y
escuchan las palabras con las cuales el Señor les participa su poder de hacer discípulos a todos los
hombres. El Señor transforma a los discípulos en misioneros y les promete su presencia hasta el fin del
mundo.
Hoy nosotros hemos acudido también a la cita del Señor. Nuestras calles se han convertido en la
montaña donde el Señor se ha manifestado. Nosotros también inclinamos reverentemente nuestro
corazón y nos postramos ante Él. Él nos ha convocado, Él nos ha invitado a salir de nuestras casas y
comunidades para asumir juntos el desafío de ser discípulos misioneros. “Vayan, yo los envío”. La voz
del Señor nos impulsa a la formación y a la misión. El Señor nos pide que pongamos nuestras manos,
nuestra inteligencia, nuestras capacidades al servicio del Reino que el mismo ha inaugurado.

Lector 3:

A cada intención respondemos: ¡Ayúdanos a ser discípulos y evangelizadores!


- Por nuestra diócesis, para que sea una Iglesia de comunión y formación.
- Por nuestras parroquias, para que sean comunidades eucarísticas y evangelizadoras.
- Por nuestras familias, para que sean pequeñas iglesias domésticas.
- Por nuestros movimientos e instituciones, para que fieles a sus carismas sean espacios de formación.
- Por nuestros colegios e instituciones educativas, para que formen a los niños, jóvenes y adultos con
una visión integral del hombre.
- Por nuestros catequistas, para que sean discípulos de Jesús y enseñen el Evangelio.
- Por nuestros agentes para que busquen con amor, al hermano solo y desamparado.
- Por nuestros grupos parroquiales, para que animados por el mandato del Señor, caminen llevando la
Buena Noticia de la Salvación.

Guía
Oremos
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.
Nos sentimos heridos y agobiados.
Precisamos tu alivio y fortaleza.
Queremos ser una Iglesia unida,
una Iglesia cuya identidad
sea la pasión por la verdad
y el compromiso por el bien común.
Danos la valentía de la libertad
de los hijos de Dios
para amar a todos sin excluir a nadie,
privilegiando a los pobres
y perdonando a los que nos ofenden,

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aborreciendo el odio y construyendo la paz.


Concédenos la sabiduría del diálogo
y la alegría de la esperanza que no defrauda.
Tú nos convocas. Aquí estamos, Señor,
cercanos a María.
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.
Amén.

Las siguientes exclamaciones se pueden hacer a varias voces

¡Señor Tú eres el que vive, y vives en nosotros!

 Tú eres la vida de la familia; de los esposos, padres, hijos y hermanos que se aman y se alimentan de
tu amor en cada Eucaristía.
 Tú eres la vida del niño gestado en el vientre materno,
 Tú eres la vida del anciano o enfermo que transita hacia la tarde de su vida.
 Tú eres la vida del campesino que trabaja la tierra con sus manos y la riega con el sudor de su frente.
 Tú eres la vida del joven que estudia, trabaja y sueña con un futuro digno y próspero.
 Tú eres la vida de los jóvenes que dejándolo todo te siguen en la vocación sacerdotal o religiosa.
 Tú eres la vida de los jóvenes, -muchachos y chicas- que enamorados te siguen y amándose en ti van
descubriendo la vocación maravillosa del matrimonio.
 Tú eres la vida del trabajador: empleado, profesionista, empresario, comerciante, que en el sacrificio
de cada día descubren que con sus luchas y cansancios construyen la patria.
 Tú eres la vida de los animadores de la sociedad: de los gobernantes y políticos; de los hacedores de
cultura, de los maestros; de los artistas, de los periodistas y los intelectuales; de las organizaciones
gremiales; de los guardianes de la seguridad pública: policías, bomberos y soldados. De las
organizaciones del voluntariado. Todos ellos transitando el camino del bien y la verdad son artífices
de ciudadanía.
 Tú eres la vida de los pastores, sacerdotes y religiosos, Mensajeros del Don de Dios que es alegría y
paz, vino nuevo que embriaga de bondad y de misericordia a los corazones cansados.
 Tú eres la vida del pobre en todas sus manifestaciones de miseria: del que necesita trabajo, del que
tiene hambre y frío, del que no tiene vivienda, del que no puede ir al colegio, del que está enfermo,
del que vive en la calle, del que está preso, del que sufre física y moralmente.

¡Jesucristo Señor de la vida! Te suplicamos,


delante de tu Santísimo Cuerpo Sacramentado
que hagas de nosotros
agua que apague la sed de los hombres
pan partido para los hermanos,
luz para los que caminan en tinieblas,
vida para los que van a tientas en las sombras de muerte.

Bendición con el Santísimo Sacramento.

Reserva

Despedida.

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