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DERECHO PROCESAL PENAL Y CONTRAVENCIONAL Diseñado 2023
DERECHO PROCESAL PENAL Y CONTRAVENCIONAL Diseñado 2023
Y CONTRAVENCIONAL
Jefe de Gobierno
Horacio Rodríguez Larreta
Jefe de Gabinete
Felipe Miguel
Director
Gabriel Unrein
UNIDAD 1: PÁG. 5
DERECHO PROCESAL PENAL. GENERALIDADES.
UNIDAD 2: PÁG. 25
GARANTÍAS CONSTITUCIONALES.
UNIDAD 3: PÁG. 37
LA INVESTIGACIÓN PENAL PREPARATORIA.
UNIDAD 4: PÁG. 65
ACTUACIONES DE LA POLICÍA.
UNIDAD 5: PÁG. 83
ACTOS PROCESALES.
UNIDAD 6: PÁG. 93
MEDIOS DE PRUEBA.
UNIDAD 7: PÁG. 111
EL IMPUTADO.
UNIDAD 8: PÁG. 121
FINALIZACIÓN DE LA INSTRUCCIÓN - ETAPA INTERMEDIA.
UNIDAD 9: PÁG. 133
FORMAS ALTERNATIVAS DE RESOLUCIÓN.
UNIDAD 10: PÁG. 143
EL JUICIO
UNIDAD 11: PÁG. 151
JUICIO POR JURADOS EN LA CIUDAD AUTÓNOMA DE BUENOS AIRES.
UNIDAD 12: PÁG. 161
RÉGIMEN PROCESAL PENAL JUVENIL.
UNIDAD 13: PÁG. 169
LEY DE PROCEDIMIENTO CONTRAVENCIONAL.
UNIDAD 14: PÁG. 197
ESTRUCTURA DEL MINISTERIO PÚBLICO FISCAL DE LA CABA.
4 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA
UNIDAD 1
DERECHO PROCESAL PENAL. GENERALIDADES.
Constitución Nacional y constituciones provinciales; leyes procesales nacionales y provinciales; tratados inter-
nacionales e interprovinciales; reglamentos y acordadas judiciales; jurisprudencia; doctrina y costumbre.
El Derecho Procesal es la rama del Derecho Público que establece los principios y regulaciones tanto
de los órganos jurisdiccionales del Estado para la administración de justicia, como del proceso como
medio para la concreción del derecho sustancial en cada caso particular. Por ende, es también una rama
del Derecho Procesal General.
Siendo así, en esta materia vamos a estudiar concretamente las normas que regulan el proceso penal y
sus órganos en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires; lo que determina que profundicemos el análisis
tanto del Código Procesal Penal de la Nación como el Código Procesal Penal de la CABA.
Es importante distinguir que el derecho procesal estudia la “forma” en que se desarrolla un proceso;
mientras que el derecho material o de fondo son las normas que establecen derechos y obligaciones para
las personas y que prevén las consecuencias o sanciones que deben aplicarse a éstas cuando las incumplen,
conforme los principios y garantías previstos en la Constitución Nacional y en los códigos nacionales.
Ello importa que, para poder hacer valer esos derechos y recurrir a la justicia, hay que seguir las formas
establecidas en la normativa procesal, de manera tal que el desarrollo del proceso sea legal y válido.
Ahora bien, hay que recordar que el derecho material se aplica en todo el país, mientras que la nor-
mativa procesal es propia de cada provincia, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires o de la Nación,
producto del sistema federal de gobierno que tiene nuestro país. Por ejemplo, lo que es delito en la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, también lo es en Jujuy y en Santa Cruz; pero la forma en que se
lleva adelante el proceso variará según cada lugar.
Las fuentes del derecho procesal penal son todos aquéllos criterios de objetividad que, en razón de expre-
sar la valoración de la comunidad o de sus órganos, acerca de una determinada conducta, pueden ser
invocados por los jueces para esclarecer el sentido jurídico de las conductas que deben juzgar en el proceso.
También estas fuentes, sirven para orientar la actuación de las partes del proceso e incluso ser invoca-
das por éstas para reforzar sus pretensiones.
Podemos distinguir dos clases de fuentes, las primarias que son las que incluyen a la ley –en sentido
amplio– y a la costumbre; y a las secundarias que abarcan a la jurisprudencia y doctrina. En escala
decreciente de obligatoriedad, primero está la ley, la costumbre y la jurisprudencia obligatoria, en
segundo término la jurisprudencia no obligatoria y por último la doctrina.
La ley.
Esta es la fuente más importante del derecho procesal penal y es utilizada aquí en sentido amplio,
es decir, como toda norma general formulada en forma expresa por los órganos competentes.
Por lo tanto, dentro de la ley veremos que hay un orden jerárquico que va desde la Constitución
Nacional hasta los reglamentos.
La de mayor jerarquía es la Constitución Nacional, siendo que el principio de “supremacía constitucio-
nal” consagrado expresamente en el artículo 31, se compone otorgándole a las cláusulas de aquélla una
superioridad tal que, si el resto de las normas y actos de carácter inferior se contraponen, resultarán
inconstitucionales y por ende inválidas.
Sin embargo, la superioridad de las normas de derecho interno estipuladas en la ley suprema, sufrieron
un cimbronazo con la reforma constitucional del año 1994, dado que operó un cambio fundamental a
partir de lo establecido en el artículo 75 inciso 22, que otorgó igual rango a ciertos pactos internacio-
nales1; lo cual a su vez trajo aparejado que la Corte Suprema de Justicia de la Nación frente a la posible
colisión de normas, le diera preeminencia a las del derecho internacional.
Por lo tanto, el principio de supremacía constitucional se ha ampliado hacia otras normas fundamen-
tales, conformando lo que hoy se denomina “bloque de constitucionalidad”; además de contemplar dicha
normativa la posibilidad que mediante una ley expresa se agreguen a la lista otros, tal como ocurrió con
la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas; todo ello en consonancia con
los artículos 31 y 75 incisos 22 y 24 de la Constitución Nacional.
Luego le siguen las constituciones locales, entre las que se encuentra la carta magna de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.
Si bien no hacía falta que una norma aclarara que la Constitución de la CABA debía seguir los
lineamientos de nacional –ya que la jerarquía normativa y el propio artículo 31 de la CN2 así lo esta-
blecen–; el artículo 10 de la CCABA estipula que: “Rigen todos los derechos, declaraciones y garantías de
la Constitución Nacional, las leyes de la Nación y los tratados internacionales ratificados y que se ratifiquen.
Estos y la presente Constitución se interpretan de buena fe”.
En la escala mencionada, le siguen las leyes nacionales que dicta el Congreso y promulga el Poder
Ejecutivo conforme a las atribuciones constitucionales, y seguidamente las leyes provinciales realizadas
por las legislaturas locales.
1
Son diez Documentos Internacionales sobre Derechos Humanos, que se incorporaron mediante el inciso 22 del artículo 75 CN. “...La Declaración
Americana de los Derechos y deberes del Hombre; la Declaración Universal de los derechos Humanos; la Convención Americana sobre Derechos
Humanos; el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y su Protocolo
Facultativo; la Convención sobre la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio; la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las
Formas de Discriminación Racial; la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer; la Convención contra la
Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes; la Convención sobre los derechos del Niño”. Se ha agregado la Convención Intera-
mericana sobre Desaparición Forzada de Personas del 9 de junio de 1994, aprobada por la Ley N° 24.556 del 18-10-1995 y con jerarquía constitucio-
nal por La Ley N° 24.820 del 29-5-1997.
2
Artículo 31 de la Constitución Nacional: Esta Constitución, las leyes de la Nación que en su consecuencia se dicten por el Congreso y los tratados con
las potencias extranjeras son la ley suprema de la Nación; y las autoridades de cada provincia están obligadas a conformarse a ella, no obstante cual-
quiera disposición en contrario que contengan las leyes o Constituciones provinciales, salvo para la Provincia de Buenos Aires, los tratados ratificados
después del pacto del 11 de noviembre de 1859.
La costumbre.
La costumbre es una norma que resulta de la constante uniformidad de cierto modo de actuar o de no
actuar y de la convicción de que tal comportamiento es jurídicamente obligatorio.
Se trata de un ordenamiento de hecho, que no emana de un órgano jurídico estatal, sino que es una
norma que surge del comportamiento reiterado de los miembros de una sociedad para una época o en
un momento determinada y que por ello puede ser tenido en cuenta tanto a la hora de legislar como
al momento de aplicar el derecho por parte de los tribunales.
La jurisprudencia.
Es la reiterada y coincidente interpretación que de la norma hacen los tribunales de justicia, a través
de las sentencias que dictan. Es lo que conocemos habitualmente como los fallos judiciales y que son
utilizados habitualmente para dar sustento y apoyo a otras decisiones judiciales.
Esta fuente del derecho no es obligatoria, a excepción de los fallos plenarios que son los dictados por la
Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal, la Cámara Federal
de Casación Penal y en la Ciudad por la Cámara de Apelaciones. Estos se tratan de resoluciones dicta-
das en pleno, es decir, por todos los integrantes de las cámaras que se reúnen a fijar un criterio común
a todas las salas cuando hay un tema muy discutido y que por su importancia merece unificarse.
La doctrina.
Es la interpretación que los grandes juristas o estudiosos del derecho realizan de las normas penales, y
que pueden servir de fuente para la resolución de los casos judiciales. Esta fuente si bien no es obligatoria,
es utilizada frecuentemente como apoyo de las resoluciones judiciales e interpretaciones jurídicas.
Como sabemos, a través de la historia, existieron diversos sistemas de enjuiciamiento penal, que han
ido de la mano de los modelos políticos de cada época. Dentro de ellos, podemos encontrar al acusa-
torio, inquisitivo y formal o mixto.
Así, observamos que el sistema acusatorio fue utilizado en el mundo antiguo, tanto en el derecho
romano, como en el germánico.
La característica fundamental del enjuiciamiento acusatorio reside en la división de los poderes que se
ejercen en el proceso, por un lado el acusador, quien persigue penalmente y por el otro el imputado, quien
resiste la imputación ejerciendo su derecho de defenderse. Luego está el tribunal, que tiene en sus manos
el poder de decidir, siendo que el límite de su decisión está condicionado al reclamo del acusador.
Algunos caracteres del sistema acusatorio, pueden resumirse de la siguiente manera:
> La persecución penal está en manos de una persona, el acusador, y no en manos de un órgano
del Estado, quien es el encargado de dirigir la imputación contra otra persona. A su vez, si dicha
imputación no existe no habrá posibilidad de que nazca el proceso.
> La jurisdicción penal reside en tribunales populares, ya sea que estén integrados por un gran
número de ciudadanos o por jueces. Así, el tribunal será un árbitro entre acusador y acusado;
constituyendo el límite de sus decisiones la acusación realizada.
> El procedimiento tiene como característica principal la realización de un debate público, oral,
continuo y contradictorio.
> El acusado, considerado como sujeto de derecho, se encuentra en una posición de igualdad res-
pecto del acusador.
> En la valoración de la prueba rige el sistema de la íntima convicción.
> La sentencia surge del resultado del escrutinio de los votos del jurado o de los jueces.
Este sistema que se correspondía con una concepción privada del derecho penal, fue en un primer
momento tutelado; pero con el paso de los años y con el objeto de evitar la venganza privada se pasó
a otra forma de juzgamiento.
De esta manera, fueron apareciendo en forma progresiva los delitos públicos, y se permitió, además de
la acción privada propia de la víctima, la acción popular, por medio de la cual el ciudadano adquirió la
posibilidad de ejercitar la acción en nombre de todos.
Sin embargo, la apropiación de la acción por parte del Estado y los cambios políticos surgidos en el
siglo XIII de la Edad Media, dicho modelo fue reemplazado por un sistema de corte inquisitivo.
Vélez Mariconde refiere que “Desde entonces (inquisitivo significa pesquisa que se cumple por escrito y secre-
tamente, y al término de la cual se dicta la sentencia), el proceso cambia fundamentalmente de fisonomía: lo
que era un duelo leal y franco entre acusador y acusado, armado de iguales poderes, se torna en lucha desigual
entre juez y acusado. El primero abandona su posición de árbitro y asume la activa de inquisidor, actuando
Sin embargo, estos dos principios fundamentales se encontraron relativizados frente a la relevancia
otorgada a la dignidad de la persona humana. Los atributos de ésta se tradujeron en reglas de garantías
y derechos individuales, como por ejemplo, el tratamiento del acusado como inocente hasta tanto no
recaiga sobre él una condena, mediante la realización de un juicio previo y de conformidad con las leyes.
Como características del sistema mixto, podemos señalar:
> La persecución penal está en manos de un órgano estatal, el Ministerio Público Fiscal, el cual a
veces es considerado como un órgano sui generis3 y otras como un órgano judicial. Las excep-
ciones a este principio son aquellos pocos delitos que son sólo perseguibles por el ofendido. Sin
embargo, los jueces también poseen facultades para investigar y llevar adelante la acción.
> La jurisdicción penal puede ser ejercida por tribunales con fuerte participación popular, ya sea
con jurados o con tribunales conformados por abogados y legos.
> El procedimiento está integrado por varias fases. Primero, la instrucción o investigación prelimi-
nar que puede estar a cargo del Ministerio público fiscal o de un juez de instrucción; y segundo
una etapa oral y pública donde se desarrolla el debate.
> Rige el principio de la íntima convicción o de la sana crítica en la valoración de la prueba, sin
perjuicio de lo cual las sentencias deben ser debidamente fundadas.
> El imputado es sujeto de derechos. Durante el proceso es considerado inocente hasta tanto una
sentencia firme lo declare culpable, y la carga de probar su culpabilidad recae sobre el acusador
público. De esta forma el acusado tiene posibilidad de defensa y tan importante es esto que el
propio Estado asume ese interés como público nombrándole un defensor técnico, si es que no
tiene posibilidad o no quiere tener uno de forma particular.
En síntesis, si bien este modelo toma del inquisitivo la función pública de investigación y persecución de
los delitos, procura desdoblar las funciones de acusar y juzgar. Por lo tanto, para coordinar la separación
de esas funciones y asegurar la persecución, se crea un nuevo órgano, el Ministerio Público Fiscal, como
representante de los intereses de la sociedad, que tenga la función de excitar la actividad jurisdiccional.
Sistemas procesales adoptados por el CPPN y por el CPPCABA.
I) La adopción de un sistema penal tiene vital importancia ya que ello va a determinar cómo se inicia
y se desarrolla el proceso, las etapas con las que cuenta, quien puede ser el director del mismo, qué
rol tiene el juez, qué facultades tiene el fiscal, etc.
Así, el sistema acogido por el Código Procesal Penal de la Nación a partir del año 1992 es de tipo
mixto, toda vez que la investigación de la causa puede quedar en manos del juez o del fiscal y porque
básicamente prevé un proceso dividido en dos partes.
3
Sui generis es una expresión del latín que significa, literalmente, “de su género” o “de su especie”. En este sentido, como sui generis designamos a
una cosa que es singular o excepcional.
a) Jurisdicción.
La jurisdicción es la potestad atribuida por la Constitución Nacional a un órgano específico del Estado
y disciplinada por el derecho procesal, de investigar la verdad y actuar en concreto la ley sustantiva,
que se ejerce definitivamente cuando el Tribunal decide el caso singular sometido a proceso y ejecuta
la sentencia firme.
La potestad jurisdiccional se manifiesta en distintas formas según los fines que persigue su ejercicio en
el sistema procesal vigente. Comprende la potestad de cognición, coercitiva, decisoria y de ejecución,
que se ejercen en distintos momentos de la actividad propia de cada Tribunal.
> Potestad de cognición: El tribunal competente asume el conocimiento del hecho imputado y valora los
elementos de prueba necesarios para resolver los problemas -formales o sustanciales- que se suscitan en
el proceso, interpreta las normas jurídicas pertinentes y efectúa el diagnóstico jurídico del caso propuesto.
> Potestad coercitiva: El juzgador asegura la actuación efectiva de la ley sustantiva y procesal, hacien-
do cumplir sus decisiones. Por ejemplo, cuando éste limita la libertad personal de imputado o res-
tringe la disponibilidad de efectos secuestrados.
> Potestad decisoria: que es constante, compleja y la de mayor trascendencia por los efectos jurídicos
que produce. Se ejerce cuando el tribunal se pronuncia sobre alguna cuestión formal o incidental o
sobre el fundamento de las pretensiones deducidas.
> Potestad de ejecución: El tribunal hace efectiva la decisión adoptada una vez adquirida firmeza.
En sentido estricto -ejecución penal o de sentencia condenatoria-, ella compete normalmente al
tribunal o al juez de juicio.
Ahora bien, como surge de lo dicho anteriormente, el ejercicio de la potestad jurisdiccional está condicio-
nado al impulso de la acción por parte del Ministerio Público Fiscal, ya que el Tribunal no puede proceder
legítimamente de oficio. Ello obedece a la necesidad de no reunir en un mismo órgano las funciones de acu-
sar y de juzgar -como ocurre en el sistema inquisitivo- a fin de asegurar la máxima objetividad o imparcia-
lidad del Tribunal y a la necesidad de hacer efectivo, realmente, el principio de inviolabilidad de la defensa.
La Jurisdicción esta prevista en la Constitución, reglada por el derecho procesal en su integridad y
basada en los principios de juez natural, del juicio previo y de la inviolabilidad de la defensa, lo cual
constituye una garantía de justicia.
El órgano jurisdiccional no puede sustraerse al ejercicio de su actividad una vez que ha sido investido
del conocimiento del hecho en que se basa la pretensión penal, sin perjuicio de que luego declare la
incompetencia y remita el proceso al Tribunal que tiene el deber de actuar o bien se aparte del caso por
alguna de las causales de excusación.
Las normas constitucionales que consagran la jurisdicción y las legales que prescriben la competencia no
pueden ser modificadas por el Tribunal ni por los otros sujetos procesales –regla de improrrogabilidad–.
En síntesis, la función esencial del juez es el ejercicio de la Jurisdicción o sea de la potestad estatal de
aplicar el derecho objetivo con relación a casos concretos.
b) Competencia.
La extensión del territorio, la diversidad e importancia de las cuestiones que se ventilan en las causas
y la posibilidad de que los asuntos sean examinados en sucesivas instancias, imponen la necesidad de
de Segunda Instancia (Cámara de Apelaciones, las Cámaras de Casación Penal y la Corte Suprema
de Justicia –que puede intervenir como única instancia a nivel nacional [en casos de competencia
originaria y exclusiva], segunda instancia [en determinados conflictos de competencia] o tercera
instancia [en recursos extraordinarios]–). A nivel local, hay Jueces de primera instancia, de segunda
instancia ( Jueces de la Cámara de Apelaciones en lo Penal, Contravencional y de Faltas) y de ter-
cera instancia ( Jueces del Tribunal Superior de Justicia).
> Competencia en razón de la persona: esta es excepcional y está fijada en el artículo 117 de la Constitución
Nacional que determina que “La Corte Suprema ejercerá su jurisdicción por apelación según las reglas y excep-
ciones que prescriba el Congreso; pero en todos los asuntos concernientes a embajadores, ministros y cónsules
extranjeros, y en los que alguna provincia fuese parte, la ejercerá originaria y exclusivamente”. De ahí que surja
este criterio en función de las partes que componen el proceso.
> Competencia en razón del turno: según este criterio el trabajo de los jueces que comparten una
misma competencia material y territorial se distribuye mediante turnos, que son espacios de tiempo
en los cuales dichos magistrados asumen la intervención en las causas iniciadas en ese lapso. Por
esta razón normalmente las Cámaras confeccionan una grilla en la que dividen la circunscripción
territorial en varias secciones a las que le asignan un juez de turno por determinado tiempo.
■ Determinación de la competencia.
Para establecer en un caso concreto a qué juez o tribunal corresponde el conocimiento de un asunto,
debe comenzarse por examinar:
> Si es de la competencia federal o de la justicia ordinaria.
> Determinar la circunscripción territorial en función de la comisión del hecho.
> En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires determinar si el delito ordinario fue transferido o no a
la Justicia de la Ciudad.
Competencia Federal
Se trata de la facultad reconocida a los órganos que integran el poder judicial para ejercer sus funciones en
los casos, respecto a personas y en los lugares especialmente determinados por la Constitución Nacional.
Ello encuentra fundamento en la coexistencia de un Estado Nacional con las Provincias, en los posibles
conflictos entre ambos que no pueden ser resueltos por una justicia local, en la defensa de cuestiones inter-
nacionales, en las vinculadas con el honor y la seguridad de la nación, las rentas fiscales, en la navegación.
Competencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
La competencia originaria y exclusiva de la Corte Suprema proviene del artículo 116 de la Constitución
Nacional, por lo que es susceptible de ampliación o restricción, como así tampoco la ley puede modi-
ficarla, y está legislada en el inciso 1 del artículo 24 del Decreto Ley N° 1.285/58.
Como se dijo, la Carta Magna fija la competencia federal y así en su artículo 116 estipula: “Corresponde
a la Corte Suprema y a los tribunales inferiores de la Nación, el conocimiento y decisión de todas las causas que
versen sobre puntos regidos por la Constitución, y por las leyes de la Nación, con la reserva hecha en el inciso 12
del Artículo 75 y por los tratados con las naciones extranjeras; de las causas concernientes a embajadores, minis-
tros públicos y cónsules extranjeros; de las causas de almirantazgo y jurisdicción marítima; de los asuntos en que
la Nación sea parte; de las causas que se susciten entre dos o más provincias; entre una provincia y los vecinos de
otra; entre los vecinos de diferentes provincias; y entre una provincia o sus vecinos, contra un Estado o ciudadano
extranjero”. Y el artículo 117 reza “La Corte Suprema ejercerá su jurisdicción por apelación según las reglas y
excepciones que prescriba el Congreso; pero en todos los asuntos concernientes a embajadores, ministros y cónsules
extranjeros, y en los que alguna provincia fuese parte, la ejercerá originaria y exclusivamente”.
La Corte conoce originaria y exclusivamente:
a) En todos los asuntos que versan entre dos o más provincias, entre una provincia y los vecinos de
otra, entre los vecinos de diferentes provincias y entre una provincia o sus vecinos contra un Estado
o ciudadano extranjero;
b) En los asuntos que versen entre una provincia y un Estado extranjero;
c) En las causas concernientes a embajadores u otros ministros diplomáticos extranjeros, a las personas
que compongan la delegación y a los individuos de su familia, del modo que una Corte de Justicia
puede proceder con arreglo al derecho de gentes; y
d) En las causas que versen sobre privilegios y exenciones de los cónsules extranjeros en su carácter
público (conforme artículo 1 de la Ley 48).
Pero también, la Corte tiene competencia apelada extraordinaria cuando conoce en las causas por vía del
recurso extraordinario de acuerdo a la Ley N° 48 que en su artículo 14 estipula que “Una vez radicado un juicio
ante los tribunales de provincia, será sentenciado y fenecido en la jurisdicción provincial, y sólo podrá apelarse a la Corte
Suprema de las sentencias definitivas pronunciadas por los tribunales superiores de la provincia en los casos siguientes:
1) Cuando en el pleito se haya puesto en cuestión la validez de un tratado, de una ley del Congreso, o de una
autoridad ejercida en nombre de la Nación, y la decisión haya sido contra su validez;
2) Cuando la validez de una ley, decreto de autoridad de provincia se haya puesto en cuestión bajo la preten-
sión de ser repugnante a la Constitución Nacional, a los tratados o leyes del Congreso, y la decisión haya
sido a favor de la validez de la ley o autoridad de provincia.
3) Cuando la inteligencia de alguna cláusula de la Constitución, o de un tratado o ley del Congreso, o una comi-
sión ejercida en nombre de la autoridad nacional haya sido cuestionada y la decisión sea contra la validez del
título, derecho, privilegio o exención que se funda en dicha cláusula y sea materia de litigio”.
La Corte Suprema ha extendido su competencia al interpretarse que el resguardo de la garantía de la
defensa en juicio y el debido proceso le permiten intervenir para exigir que las sentencias sean fun-
dadas y constituyan una derivación razonada del derecho vigente, con aplicación de las circunstancias
comprobadas de la causa. Es decir, en los supuestos de sentencias arbitrarias.
Por su parte, el artículo 22 del CPPN dispone que “La Corte Suprema de Justicia de la Nación conoce en
los casos y formas establecidos por la Constitución Nacional y leyes vigentes”.
Competencia Penal Económico.
Son competentes los Juzgados en lo Penal Económico para conocer en las causas en que se investigan
los hechos que encuentran adecuación en los delitos tipificados en los artículos 300 y 302 del Código
Competencia de la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional.
El artículo 23 del CPPN (conforme la reforma introducida por la Ley N° 27.384) estipula que la
Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal juzga de los recur-
sos de inconstitucionalidad, casación y revisión. Los jueces de la Cámara de Casación actuarán de
manera unipersonal únicamente en el conocimiento y decisión: 1°) De las cuestiones de competencia.
2°) De los recursos interpuestos contra las resoluciones adoptadas en los supuestos del Libro II, Título
IV, Capítulo III de este Código. 3°) De los delitos reprimidos con pena no privativa de la libertad y
aquellos de acción privada. 4°) De las cuestiones de excusación o recusación. 5°) De los supuestos del
Libro III, Título II, Capítulo IV, de este Código. Para el caso de corresponder la integración uniper-
sonal, el Presidente del Tribunal procederá al sorteo de la causa entre los tres (3) magistrados, según el
ingreso de las causas y bajo un sistema de compensación, de forma tal que la adjudicación sea equita-
tiva. Para los restantes casos, intervendrán tres (3) jueces, no obstante lo cual podrá dictar resolución
válida mediante el voto coincidente de dos (2) de ellos.
Competencia de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional.
Las Cámaras de Apelaciones de la Justicia Nacional, están obviamente por encima de los juzgados de
primera instancia y según el artículo 24 del CPPN conocen 1°) De los recursos interpuestos contra las
resoluciones de los jueces criminales y correccionales, de menores y de ejecución, cuando corresponda,
en los casos de la suspensión del proceso a prueba. 2°) De los recursos de queja por petición retardada
o denegada por los mismos jueces. 3°) De las cuestiones de competencia que se planteen entre ellos.
Competencia de los Tribunales Orales en lo Criminal y Correccional.
Mediante el dictado de la Ley N° 27.308 de Unificación de Fueros (BO: 16/11/2016) se dejó de lado
la antigua división entre Juzgados de Instrucción y Juzgados en lo Correccional, impactando ese cam-
bio en la etapa oral del proceso penal.
Por tal motivo, se estableció que los Tribunales Orales en lo Criminal y Correccional juzgan en única
instancia de los delitos cuya competencia no se atribuya a otro tribunal.
Los Tribunales Orales en lo Criminal y Correccional se integrarán con un (1) solo juez:
1°) En los supuestos del Libro II, Título IV, Capítulo III, del CPPN (suspensión del proceso a prueba).
2°) En los supuestos del Libro III, Título II, Capítulo IV, del CPPN (juicio abreviado).
3°) Si se tratare de delitos reprimidos con pena no privativa de la libertad y aquellos de acción privada.
4°) Si se tratare de delitos cuya pena máxima privativa de la libertad en abstracto no exceda de seis (6) años.
5°) Si se tratare de delitos cuya pena máxima privativa de la libertad en abstracto supere los seis (6)
años y no exceda de quince (15) años, o, en caso de concurso de delitos, ninguno de ellos se encuen-
tre reprimido con pena privativa de la libertad que supere dicho monto, salvo cuando el imputado y
su defensor requirieran la integración colegiada, opción que deberá ejercerse indefectiblemente en
la oportunidad prevista por el artículo 349 de este Código.
La sustanciación del juicio para los casos previstos por los incisos 3° y 4° en los supuestos en los que
la pena máxima privativa de la libertad en abstracto no exceda de los tres (3) años, se regirá por las
normas del Libro III, Título II, Capítulos I y III, según corresponda, de este Código.
Los Tribunales Orales en lo Criminal y Correccional se integrarán con tres (3) jueces si se tratare de
delitos cuya pena máxima privativa de la libertad en abstracto exceda de quince (15) años.
En caso de existir dos (2) o más imputados con pluralidad de defensores, la elección por uno (1) de
ellos del juzgamiento colegiado obligará en igual sentido a los restantes.
Se encargan del juzgamiento en juicio oral y público de todos aquéllos delitos que tengan una pena
superior, en abstracto, de tres años de prisión.
Competencia de los Juzgados Nacionales en lo Criminal y Correccional.
Como se dijo más arriba, mediante el dictado de la Ley N° 27.308 de Unificación de Fueros
(BO: 16/11/2016) se dejó de lado la antigua división entre Juzgados de Instrucción y Juzgados
en lo Correccional, siendo denominados a partir de ahora “Juzgados Nacionales en lo Criminal
y Correccional”, cuya competencia es delimitada por el art. 26 del CPPN. Se unificaron los anti-
guos Juzgados Nacionales en lo Criminal de Instrucción –que intervenían para los delitos con
pena superior a 3 años de prisión– con los Juzgados Correccionales –que entendían respecto de
los delitos con pena privativa de la libertad hasta 3 años de prisión, multa o inhabilitación–. Así,
estos Juzgados se encargan de la primera parte del proceso para todos los delitos ordinarios, a
excepción de los casos en los que intervienen menores.
Los Tribunales Orales de Menores juzgarán en única instancia en los delitos cometidos por menores
que no hayan cumplido dieciocho (18) años al tiempo de la comisión del hecho, aunque hubiese exce-
dido dicha edad al tiempo del juzgamiento, y que estén reprimidos con pena privativa de la libertad
mayor de dos (2) años. Asimismo, debe destacarse que no es punible el menor que no haya cumplido
dieciséis (16) años de edad. Tampoco lo es el que no haya cumplido dieciocho (18) años, respecto de
delitos de acción privada o reprimidos con pena privativa de la libertad que no exceda de dos (2) años,
con multa o con inhabilitación (Ley N° 22.278).
Los Tribunales Orales de Menores se integrarán con un (1) solo juez:
1°) En los supuestos del Libro II, Título IV, Capítulo III, del CPPN (suspensión del proceso a prueba).
2°) En los supuestos del Libro III, Título II, Capítulo IV, del CPPN (juicio abreviado).
3°) Si se tratare de delitos cuya pena privativa de la libertad en abstracto sea superior a tres (3) años y
no exceda de seis (6) años.
4°) Si se tratare de delitos cuya pena máxima privativa de la libertad en abstracto supere los seis (6)
años y no exceda de quince (15) años o, en caso de concurso de delitos, ninguno de ellos se encuen-
tre reprimido con pena privativa de la libertad que supere dicho monto, salvo cuando el imputado
y su defensor requirieran la intervención colegiada, opción que deberá ejercerse indefectiblemente
en la oportunidad prevista por el artículo 349 de este Código.
Los Tribunales Orales de Menores se integrarán con tres (3) jueces si se tratare de delitos cuya pena
máxima privativa de la libertad en abstracto exceda de quince (15) años.
En caso de existir dos (2) o más imputados con pluralidad de defensores, la elección por uno (1) de
ellos del juzgamiento colegiado obligará en igual sentido a los restantes.
Competencia de los Juzgados de Menores.
El juez de menores intervendrá, conforme lo establece el art. 29 del CPPN, en los siguientes casos:
El juez de menores conocerá:
1) En la investigación de los delitos de acción pública cometidos por menores que no hayan cumplido
dieciocho (18) años al tiempo de la comisión del hecho.
2) En el juzgamiento en única instancia en los delitos cometidos por menores que no hayan cumplido
dieciocho (18) años al tiempo de la comisión del hecho y que estén reprimidos con pena no priva-
tiva de la libertad o pena privativa de la libertad que no exceda de tres (3) años.
3) En los casos de simple inconducta, abandono material o peligro moral de menores que no hayan
cumplido dieciocho (18) años al tiempo de encontrarse en esa situación, conforme lo establecen
las leyes especiales.
Competencia de los Juzgados de Ejecución Penal .
Como sabemos, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires hace pocos años que organizó la Justicia Penal
y puede ser por ello que aún no haya una división en función de las materias a tratar, como ocurre en
la Nación, salvo –como se dijo– con el tema de los menores, donde solamente tres juzgados especiali-
zados se ocupan de la materia.
El artículo 8 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, expre-
sa que “Los Tribunales, Jueces y Juezas son competentes en el territorio de la Ciudad de Buenos Aires según
los límites que declara el artículo 8 de la Constitución de la Ciudad, y en las materias que les atribuyen la
Constitución Nacional, la Constitución de la Ciudad y la presente Ley”. Esto se advierte, cuando los jueces
de la CABA tienen una competencia amplia ya que juzgan delitos, contravenciones y faltas. También
se encargan de la ejecución de las sentencias.
Por otro lado, y recordando siempre que la justicia local intervendrá en los delitos que fueron trans-
feridos por ley y sean cometidos en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires; si existe la
división de las diferentes instancias.
Tribunal Superior de Justicia.
El Tribunal Superior de Justicia está integrado por cinco (5) jueces y juezas que en ningún caso pue-
den ser todos del mismo sexo resolverlo (artículo 22 de la Ley N° 7).
Competencia de la Cámara de Apelaciones en lo Penal, Contravencional y de Faltas.
La Cámara de Apelaciones como ya se dijo, es un órgano colegiado ya que está compuesto por un
presidente y cuatro salas integradas por tres magistrados, los que se encargan de revisar, cuando corres-
ponda según la ley, las decisiones de los jueces inferiores. Tienen aquí una competencia amplia en
función de la materia ya que tratan los delitos transferidos a la CABA, las contravenciones y las faltas.
Competencia de los Juzgados de Primera Instancia.
Los juzgados de primera instancia están a cargo de un solo magistrado, quien también tiene compe-
tencia en las tres materias antes mencionadas. En este procedimiento acusatorio, el juez no investiga
sino que lo hace directamente el fiscal, razón por la cual sólo va a intervenir por algún tipo de medida
probatoria que los fiscales no puedan realizar autónomamente, porque tenga que revisar algún acto
procesal controlando el cumplimiento de las garantías constitucionales, por la presentación de algún
tipo de excepción o para realizar la audiencia de ofrecimiento de prueba.
Es de destacar que estos jueces también intervienen en debate oral y público y dictan sentencia; pero
es importante saber que lo hacen en la medida en que no hayan actuado previamente como juez de
garantías. Es decir, un magistrado puede actuar como juez de garantías en la primera etapa de un
proceso y a la vez, aunque en otro caso distinto, salir sorteado para llevar adelante el juicio oral y
dictar sentencia.
Por lo general, durante la etapa de juicio interviene un solo juez, es decir, tribunales unipersonales, pero
para los casos que se juzguen delitos cuya pena supere los tres años de prisión o reclusión, el legislador
de la Ciudad ha previsto que el imputado pueda escoger un tribunal conformado por el juez sorteado
para dicha etapa (en el rol de Presidente), más otros dos Jueces (en el rol de vocales) a sortear entre los
juzgados que no hayan tenido intervención durante la etapa de investigación (art. 43 de la Ley N° 7,
Ley orgánica del Poder Judicial).
Los principios y garantías constitucionales que orientan el sistema de enjuiciamiento penal, sirven de
guía para establecer cómo debe ser un proceso penal habilitan la declaración de culpabilidad de una
persona y permiten al Estado adquirir el derecho subjetivo de aplicar una pena. Se hallan contempla-
dos en la Constitución Nacional y en los Pactos Internacionales (artículo 75, inc. 22, CN). También
en ellos encontramos los derechos que le asisten a las víctimas de los delitos y la posibilidad de éstas
de acceder a la justicia y obtener un pronunciamiento dentro de un plazo razonable.
Por su parte, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el artículo 10 de la CCABA además de establecer
el seguimiento a la ley suprema y su interpretación de buena fe, estipula que “Los derechos y garantías no
pueden ser negados ni limitados por la omisión o insuficiencia de su reglamentación y ésta no puede cercenarlos”;
mientras que en su artículo 12 detalla taxativamente los derechos que la ciudad garantiza a las personas.
Asimismo, la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires sienta claramente los principios
que deben regir en materia penal y procesal penal, los cuales indefectiblemente deben estar presentes
en el Código de forma, de manera de garantizar los derechos de todo aquel que es sometido a proceso.
Enumera pautas muy precisas respecto al procedimiento al establecer que debe ser acusatorio, respetar
los principios de determinación del hecho, inmediatez, publicidad y doble instancia, además de las
tradicionales garantías procesales para el imputado y el derecho de defensa en juicio, la inadmisibilidad
de las pruebas viciadas por vulnerarlos, la prohibición de la recepción de declaración a detenidos ante
la autoridad policial, la obligación que la orden de allanamiento, intervención de comunicaciones y
correspondencia deben provenir exclusivamente del juez competente.
Recordemos que para aplicar el derecho penal tenemos que utilizar el derecho procesal y seguir las
formas establecidas legalmente para el desarrollo del proceso; las cuales deben respetar, como se dijo,
los principios, derechos y garantías de las leyes de mayor jerarquía. Es por eso que los propios códigos
procesales contemplan estas garantías.
Veremos a continuación cuáles son los principales y en qué normativa se encuentran contemplados
cada una de ellas.
a) Juez natural.
A partir de este principio lo que se prohíbe es que una persona imputada de un delito sea juzgada por
un tribunal especial, por uno designado a propósito y que no tiene jurisdicción y/o competencia para
decidir sobre ese caso concreto.
En el anterior capítulo se estudió que los jueces ejercen su jurisdicción en el ámbito de la competencia
que les fue asignada por ley, de acuerdo al grado, la materia y el territorio; y que esa asignación debe
ser realizada previo conocer los hechos que va a investigar.
Ello implica que los magistrados ya tengan asignada su función y que tengan que conocer en todas las
causas que recaigan en su tribunal, sin poder elegir si un proceso lo lleva adelante o no; salvo los casos
de excusación y recusación especialmente previstos.
De esta manera se garantiza a los justiciables que en su proceso no va a intervenir un juez elegido deli-
beradamente para perjudicarlo o beneficiarlo, ni se va a crear un tribunal especial con posterioridad al
hecho; lo cual también asegura la imparcialidad e independencia del órgano jurisdiccional.
La exigencia de independencia e imparcialidad del órgano jurisdiccional, resultan ser dos principios
íntimamente ligados entre sí, dado que para que un juez pueda ser imparcial debe tener la posibilidad
de determinar libremente su voluntad.
Su regulación legal la encontramos primero en la Constitución Nacional en el artículo 18, cuando expre-
sa que “Ningún habitante de la Nación puede ser penado sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho del
proceso, ni juzgado por comisiones especiales, o sacado de los jueces designados por la ley antes del hecho de la causa”.
Ello es reafirmado por el artículo XXVI de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre, que reza: “...toda persona acusada de delito tiene derecho a ser oída en forma imparcial y pública, a
ser juzgada por tribunales anteriormente establecidos de acuerdo con leyes preexistentes...”.
También se halla contenido en el inciso 3 del artículo 13 de la CCABA, cuando dice “Rigen los prin-
cipios de … juez designado por la ley antes del hecho de la causa…”.
El CPPN en su artículo 1 consagra expresamente que “Nadie puede ser juzgado por otros jueces que los
designados de acuerdo a la Constitución y competentes según sus leyes reglamentarias”.
En el ámbito local, el artículo 17 del CPPCABA establece que “Entenderá en el hecho el órgano jurisdic-
cional competente al tiempo en que se hubiere cometido el delito según lo determinen las leyes reglamentarias
y reglamentos pertinentes…”.
b) Juicio previo.
Toda persona para ser declarada culpable de un delito tiene que haber atravesado un juicio legal que
cumpla con todas las garantías y que ese juicio se base en una conducta que ya con anterioridad a su
comisión es considerada delito.
Para poder declarar la culpabilidad, el hecho que se reprocha y que es motivo de la condena, tiene
que estar ya tipificado como tal en la ley penal y tiene que estar estipulado también el tipo y monto
de la sanción. Esa regulación es la que hace el poder legislativo, quien como representante de la
sociedad determina cuáles son los intereses que deben ser protegidos y sus alcances (por ejemplo,
qué tipo de pena).
c) Defensa en Juicio.
Esta garantía tiene como finalidad asegurar que toda persona sometida a proceso tenga la posibilidad
efectiva de ejercer su defensa y que ello se haga dentro de un debido proceso que proteja sus derechos
y cumpla con los pasos que establece la ley. Por eso el artículo 18 de la CN estipula que “… es inviolable
la defensa en juicio de la persona y sus derechos”.
Igualmente, el inciso 3 del artículo 13 de la CCABA declara la inviolabilidad de la defensa en juicio
de la persona y de los derechos de manera aún más detallada, motivo por el cual el Estado debe ase-
gurar esa atribución.
De aquí, se deduce el principio de la irrenunciabilidad de la defensa técnica que consiste en el deber
del Estado de proveer un defensor técnico a aquella persona acusada que no quiera o no pueda defen-
derse de forma particular. Asimismo, implica que el imputado intervenga en el proceso, de que declare
cuantas veces quiera, la elección de su defensor, la posibilidad de introducir pruebas y alegar sobre ellas.
Además, el ejercicio de la defensa se afirma con reglas que aseguren la igualdad de condiciones entre
acusador y acusado (principio incorporado en el art. 3 bis del CPPCABA), en un juicio basado en una
acusación, una sentencia basada en un debate contradictorio y con facultades de impugnación.
En definitiva, la materialización de la defensa consiste por un lado en el derecho a ser oído, que determina
que se debe brindar al imputado la posibilidad que de su explicación sobre los hechos que se le atribuyen.
Por otro, en la obligación del juzgador de hacerle conocer los cargos que se le imputan de manera deta-
llada, describiéndole las circunstancias de tiempo, modo y lugar. Ello ofrece la posibilidad al encausado
de defenderse correcta y concretamente, y que pueda preparar su defensa.
En tal sentido, la legislación internacional también garantiza que el acusado debe tener tiempo para
ser oído y preparar la defensa. El artículo 10 de la D.U.D.H. prescribe que “Toda persona tiene dere-
cho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un tribunal independiente e
imparcial, para la determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier acusación contra
ella en materia penal”.
Obviamente aquí se abarca el principio de contradicción (también contemplado en el art. 3 bis del
CPPCABA), ya que los presupuestos del juicio motivan necesariamente la realización del debate con-
tradictorio, que debe recaer sobre los hechos considerados punibles, así como sobre la calificación jurídica
de esos hechos, de manera que el acusado tenga la oportunidad de defenderse, pronunciándose no solo
sobre la realidad de los hechos aducidos por la acusación, sino también sobre su ilicitud y punibilidad.
A su vez, debe respetarse en el camino del proceso el principio de congruencia, que se traduce en que
todos los actos del proceso contengan los mismos hechos desde el inicio del proceso hasta el final. Así, el
imputado puede construir su defensa y no es sorprendido con modificaciones que pueden perjudicarlo.
En consecuencia, debe existir congruencia entre el reproche final que se le hace al imputado y los
hechos concretos que motivaron la acusación, sin introducir elementos nuevos sobre los cuales no
haya podido defenderse. El imputado debe tener siempre a su alcance la posibilidad de alegar y probar
todo aquello por lo que antes no fue acusado y determine su responsabilidad; por lo que no se puede
condenar por un hecho distinto.
Otro componente que hace efectiva esta garantía es el hecho que el imputado puede ofrecer prueba y
también controlar la que se realiza. Esto se ve, por ejemplo, cuando el encargado de llevar la investi-
gación ordena una pericia y se la notifica a la defensa para que pueda proponer peritos de parte, con el
objeto que controle la prueba. Esto claramente asegura la igualdad de armas entre las partes.
Por último, es importante saber que los artículos 8 y 25 de la C.A.D.H., reafirman el derecho de
una defensa técnica, la cual, para ser eficaz, se impone como irrenunciable y como una obligación del
Estado. Incorporan literalmente el derecho de hallarse presente durante el proceso, la comunicación
previa, tiempo para preparar la defensa, la facultad de interrogar a los testigos, el no ser obligado a
declarar contra sí mismo y la posibilidad de recurrir el fallo.
d) Prohibición de persecución penal múltiple (ne bis in idem).
Es este el principio por el cual el Estado está imposibilitado de perseguir a una persona por un hecho
ilícito más de una vez, ya que ello implicaría una múltiple persecución penal. Entonces, no puede
haber dos tribunales investigando el mismo hecho, y mucho menos puede abrirse una causa por un
hecho por el cual una persona ya fue juzgada.
Si bien nuestra CN no reguló expresamente la garantía de la prohibición de la doble persecución
penal, la Corte Suprema de Justicia de la Nación –como último intérprete– entendió que constituía
una de las garantías expresamente no enumeradas pero que deriva del derecho de la inviolabilidad de
defensa en juicio. No obstante, a partir de la reforma constitucional esta garantía está contemplada en
el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos en su artículo 14 inc. 7 “Nadie podrá ser juzgado
e) Principio de inocencia.
El principio de inocencia lo constituye el estado que reviste toda persona hasta que una sentencia
condenatoria firme lo declare culpable, luego de un proceso regular y legal. Funciona como garantía y
constituye uno de los límites de la potestad represiva del poder penal estatal.
El derecho del Estado de aplicar una pena solo puede materializarse a través de una sentencia conde-
natoria que eche por tierra ese estado de inocencia de la persona y la transforme en culpable, merece-
dora de una sanción.
Es esta la primera y elemental garantía que el procedimiento asegura a todos los ciudadanos, “presun-
ción juris” (hasta prueba en contrario), toda vez que es la culpa y no la inocencia la que debe ser demos-
trada. Por ello es el Fiscal, representante del Estado, quien tiene el deber de demostrar la culpabilidad
y no el imputado demostrar su inocencia.
El principio de inocencia, si bien tradicionalmente se deriva de una interpretación doctrinaria y juris-
prudencial del artículo 18 de la Constitución Nacional, hoy ha quedado expresamente afirmado con la
incorporación de la legislación internacional.
La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre en su artículo XXVI, establece que
“… se presume que todo acusado es inocente, hasta que se pruebe que es culpable”.
La Convención Americana sobre Derechos Humanos en su artículo 8.2, estipula que “Toda persona incul-
pada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se establezca legalmente su culpabilidad”.
Por su parte, toda persona acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su inocencia “...mien-
tras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley” (P.I.D.C.P., artículo 14. 2).
El artículo 11.1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos sienta que: “Toda persona acusada
de un delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la
ley y en juicio público en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias para su defensa”.
Con todo lo dicho, ha quedado claro que universalmente reconocida la presunción de inocencia, como
garantía frente al poder del Estado de juzgar y penar, nos protege durante toda nuestra existencia e
incluso durante un posible proceso penal en nuestra contra, y sólo cambiaremos de condición una vez
dictada una sentencia que nos considere culpables.
No obstante ello, los códigos procesales que se están estudiando la receptan. Así el artículo 1 del
CPPN dice “… ni considerado culpable mientras una sentencia firme no desvirtúe la presunción de
inocencia de que todo imputado goza”, mientras que el artículo 2 del CPPCABA dice “Toda persona
imputada es inocente hasta que se establezca legalmente su culpabilidad”.
Sin perjuicio de todo lo explicado, no podemos desconocer que a pesar de encontrarse vigente la pre-
sunción señalada, el Estado tiene la facultad de privar a un imputado de la libertad debido a que el
proceso penal persigue, por un lado el castigo de los culpables, y por el otro la protección y tutela de
los inocentes.
Esa restricción de la libertad puede efectuarse a través del dictado de la prisión preventiva (que se
analizará en otro capítulo), instituto que ha sido objeto de serias críticas por enfrentarse, precisamente,
con principios universalmente reconocidos como el de inocencia; aunque es cierto que resulta una
herramienta necesaria para la investigación y realización del proceso penal.
En lo que aquí importa, ha de señalarse que debe regir un criterio restrictivo para la aplicación de una
medida tan gravosa y que aquélla debe encontrarse debidamente fundada no sólo en función de la
penalidad establecida para el delito que se investigue, sino sobre todo en dos supuestos fundamentales:
el peligro de fuga y/o el entorpecimiento de la investigación.
Por otra parte, esta garantía tiene estrecha relación con el principio “in dubio pro reo”, que significa
que ante la duda debe estarse a la inocencia del imputado. Es decir, que si a la hora de decidir si
una persona es culpable o inocente, el tribunal tiene duda, debe absolver al imputado, ya que para
aplicar un castigo penal debe haber certeza de que existió el delito y que esa persona es la respon-
sable del mismo.
Al respecto, el artículo 3 del CPPN dispone que “En caso de duda deberá estarse a lo que sea más favorable
al imputado” y el artículo 2 del CPPCABA determina que “En caso de duda sobre cómo ocurrieron los hechos
investigados deberá estarse a lo que sea más favorable al/la imputado/a. En todos los casos incumbirá a la
acusación probar la culpabilidad del / la imputado/a”.
f) Garantía a no declarar contra sí mismo (autoincriminación).
Esta es la garantía por la cual se asegura a quien está sometido a proceso que nadie puede obligarlo a
declarar contra sí mismo. La no autoincriminación constituye un derecho, que permite que el imputa-
do no pueda ser obligado a declarar contra sí mismo ni a declararse culpable.
Se halla contemplada expresamente en el artículo 18 de la Constitución Nacional cuando dispone que
“…. nadie puede ser obligado a declarar contra sí mismo” y en los Tratados Internacionales de Derechos
Humanos incorporados a nuestra ley máxima conforme el artículo 75 inc. 22 de la CN. Basta recor-
dar la Convención Americana sobre Derechos Humanos (artículo 8.2.g), el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos (artículo 14.3.g), como también la prohibición de los tratos crueles e
inhumanos que fue objeto de una Convención específica.
Por ello, el imputado conserva la facultad de negarse a declarar respecto de los hechos que se le atri-
buyen y la de no responder, sin que pueda emplearse ningún medio coactivo ni intimidatorio contra
éste; ya que el estado sólo puede tolerar aquella declaración prestada en forma voluntaria y libre. Vale
señalar que el hecho de negarse a declarar no puede constituir presunción de culpabilidad en su con-
g) Duración del proceso en tiempo razonable.
Una derivación de la garantía de la defensa en juicio es el derecho de quien está sometido a proceso
y goza del estado de inocencia, a obtener un pronunciamiento rápido que defina su situación; lo que
implica que la persecución penal no puede durar más allá de un cierto término.
Esa es la garantía del plazo razonable a la duración del proceso penal, que se encuentra hoy taxativa-
mente legislada en las normas de derecho internacional en:
El Pacto Internacional de Derechos Civiles Políticos, en su artículo 3, establece: “Toda persona detenida o
presa a causa de una infracción penal será llevada sin demora ante un juez u otro funcionario autorizado por la
ley para ejercer funciones judiciales, y tendrá derecho a ser juzgada dentro de un plazo razonable o a ser puesta
en libertad”. Y en su artículo 14 inc. 3 dispone: “Durante el proceso, toda persona acusada de un delito tendrá
derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías mínimas: … c) A ser juzgado sin dilaciones indebidas”.
La Convención Americana sobre Derechos Humanos, dispone en el artículo 5 que: “Toda persona
detenida o retenida debe ser llevada, sin demora, ante un juez u otro funcionario autorizado por la ley para
ejercer funciones judiciales y tendrá derecho a ser juzgada dentro de un plazo razonable o a ser puesta en liber-
tad, sin perjuicio de que continúe el proceso. Su libertad podrá estar condicionada a garantías que aseguren su
comparecencia en el juicio”.
La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, estipula en su artículo 25: “Todo
individuo que haya sido privado de su libertad tiene derecho a que el juez verifique sin demora la legalidad de
la medida y a ser juzgado sin dilación injustificada o de lo contrario, a ser puesto en libertad”.
La Convención sobre los Derechos del Niño, establece en su artículo 40.2, punto III, que: “Todo niño del
que se alegue que ha infringido las leyes penales o a quien se acuse de haber infringido esas leyes, se le garantice,
por lo menos…” “Que la causa será dirimida sin demora por una autoridad u órgano judicial competente…”.
Ahora bien, más allá de que generalmente se hace hincapié en la persona sometida a proceso, es dable
destacar que la garantía en cuestión abarca también el derecho a que un juicio penal dure un tiempo
prudencial a favor de las víctimas.
En cuanto al primero de ellos, comprende “… el derecho de toda persona sometida a proceso penal a que el
mismo se realice con celeridad, lo que importa que dentro de un plazo razonable el órgano jurisdiccional debe
decidir en forma definitiva su posición frente a la ley y la sociedad; y por otro, el derecho a que si dentro de
ese lapso no es posible por razones seriamente justificadas terminar con el proceso y el imputado estuviere en
prisión preventiva, debe otorgársele la libertad sin perjuicio de la prosecución de la causa, la que a su vez no
puede, por el primer motivo ya señalado, prolongarse más allá de lo razonable”.4
Debe señalarse que antes de la reforma constitucional no estaba esta garantía prevista expresamente,
pero con posterioridad –como se vio– fue contemplada, bastando simplemente con remitirse al nuevo
texto constitucional para reafirmarla, sin necesidad de realizar grandes interpretaciones jurispruden-
ciales tal como venía sucediendo.
Por otra parte, la garantía a un juicio sin dilaciones injustificadas o plazo razonable, también se extien-
de a las víctimas, en consonancia con la preponderancia que a éstas les han otorgado los pactos firma-
dos entre naciones.
Al respecto, la Corte Interamericana se ha expedido aludiendo que “Esta manera de ejercer los medios
que la ley pone al servicio de la defensa, ha sido tolerada y permitida por los órganos judiciales intervinientes,
con olvido de que su función no se agota en posibilitar un debido proceso que garantice la defensa en juicio, sino
que debe además asegurar en tiempo razonable, el derecho de la víctima o sus familiares a saber la verdad de lo
sucedido y que se sancione a los eventuales responsables …El derecho a la tutela judicial efectiva exige entonces
a los jueces que dirijan el proceso de modo de evitar que dilaciones y entorpecimientos indebidos, que conduzcan
a la impunidad, frustrando así la debida protección judicial de los derechos humanos”.5
Por lo tanto, la consideración de estos parámetros sumada a la mención de la imposibilidad de traducir
en un número o medida concreta el plazo razonable de los pactos internacionales de derechos huma-
nos, conforma el estándar dominante para los tribunales locales; desde el momento que sus decisiones
también resultan ser el camino a seguir en el orden nacional.
h) Derecho al recurso (doble instancia).
i) Principio de sistema acusatorio.
Es uno de los principios fundamentales para el proceso penal que taxativamente la Constitución de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires se encargó de enunciar, ya que responde a una estructura moderna
y más respetuosa de los derechos fundamentales.
Así, el principio acusatorio, contemplado en los artículos 60 última parte y 115 segundo párrafo “in
fine” de la Constitución Nacional, estipula la separación entre acusación y juicio. Esta diferenciación
también se desprende del artículo 116 cuando prescribe que a los jueces les corresponde el conoci-
miento y decisión de los procesos.
A su vez, el artículo 8.2.b del Pacto de San José de Costa Rica, señala la garantía de la “…comunicación
previa y detallada al inculpado de la acusación formulada.”, y el artículo 9.2. “…toda persona detenida será
informada, en el momento de su detención, de las razones de la misma, y notificada, sin demora, de la acusa-
ción formulada contra ella”.
Este sistema además de estar contemplado en la normativa constitucional nacional, se encuentra
receptado en la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ya que en el artículo 13 inciso
3 declaró vigente el sistema acusatorio y la garantía de la inviolabilidad de la defensa en juicio.
La importancia de este principio radica en diferenciar claramente las funciones del juez con la del
fiscal; donde el primero actúe con imparcialidad, mientras que el segundo se encargue como parte del
proceso, de llevar adelante la investigación y la acusación.
Según el Dr. Julio Maier “La característica fundamental del enjuiciamiento acusatorio reside en la división
de los poderes que se ejercen en el proceso, por un lado el acusador, quien persigue penalmente y ejerce el poder
requirente, por el otro el imputado, quien puede resistir la imputación, ejerciendo el derecho de defenderse, y,
finalmente, el tribunal, que tiene en sus manos el poder de decidir. Todos estos poderes se vinculan y condicio-
nan unos a otros: su principio fundamental, que le da nombre al sistema, se afirma en la exigencia de que la
actuación del tribunal para decidir el pleito y los límites de su decisión están condicionados al reclamo (acción)
de un acusador y el contenido de ese reclamo (nemo iudex sine actore y ne procedat iudex ex officio) y, por otra
parte, a la posibilidad de resistencia del imputado frente a la imputación que se le atribuye”. 6
En consecuencia, sin acusación previa y válida no hay juicio oral ya que el órgano jurisdiccional no
puede iniciar de oficio el juzgamiento. Se reconoce nítidamente la separación de funciones para el
desarrollo del proceso penal: al Ministerio Público Fiscal le corresponde la función requirente, la fun-
ción persecutoria del delito, por ello es el titular del ejercicio de la acción penal pública y de la carga
MAIER, Julio B. J. “El Derecho Procesal Penal Argentino”. Editorial Hammurabi S.R.L. Buenos Aires. Pág. 207.
6
j) Acceso a la justicia.
Las garantías establecidas en la Constitución Nacional y en Pactos Internacionales, no sólo están rela-
cionadas con las personas que son sometidas a proceso, sino también con aquéllos derechos protectores
de las víctimas.
Así, lo que se resguarda es la posibilidad de que la víctima pueda pedir la defensa de sus intereses; esta
defensa activa le da derecho a reclamar la intervención de un órgano jurisdiccional y la tutela efectiva
de sus derechos.
La protección judicial de los derechos de las víctimas, se encuentra en la Declaración Americana de
los Derechos y Deberes del Hombre, cuando en el artículo 5 prescribe que: “Toda persona tiene derecho
a la protección de la ley contra los ataques abusivos a su honra, a su reputación y a su vida privada y familiar”
y en el artículo 28 dice que: “Toda persona puede concurrir a los tribunales para hacer valer sus derechos.
Asimismo, debe disponer de un procedimiento sencillo y breve...”.
La D.U.D.H. en su artículo 8 reza que: “Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo, ante los tribuna-
les nacionales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por
la constitución o por la ley”.
El artículo 25 C.A.D.H. sienta que: “Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cual-
quier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus
derechos fundamentales...”.
Por su parte la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en su artículo 12, inciso 6,
reconoce este derecho.
A su vez, en el marco de la XIV Cumbre Judicial Iberoamericana, se confeccionó un docu-
mento denominado “Reglas de Brasilia sobre Acceso a la Justicia de las Personas en Condición de
Vulnerabilidad”. Estas normas reflejan un progreso en la materia, toda vez que anteriormente
sólo se contaba con declaraciones formales y de este modo se avanzó en la estipulación de reglas
autoimpuestas por los operadores.
Esta es una de las garantías vinculadas al proceso penal, que se encuentra prevista en el art. 18 de la
Constitución Nacional: “El domicilio es inviolable, como también la correspondencia epistolar y los papeles pri-
vados; y una ley determinará en qué casos y con qué justificativos podrá procederse a su allanamiento y ocupación”.
Esa norma a la que se alude en la Constitución Nacional se encuentra incorporada en los códigos proce-
sales de todas las jurisdicciones del país, que regulan exhaustivamente los recaudos que deben cumplirse
para poder ingresar por la fuerza a un domicilio ajeno y que pone en cabeza de los jueces la tarea de con-
trolar la pertinencia de los allanamientos, como el respeto de todos los derechos durante su efectivización.
Esta protección constitucional no impide que las fuerzas de seguridad puedan ingresar sin orden judi-
cial a domicilios que se encuentren cerrados, ya que ello también se encuentra expresamente previsto
o se infiere de otras normas previstas en los códigos procesales o en otras leyes (por ejemplo, la Ley
de Seguridad Pública N° 5.688). Sin embargo, dicho acto debe ser comunicado inmediatamente al
órgano judicial.
Con relación a la correspondencia, a los papeles privados o a los soportes de almacenamiento informáti-
cos (celulares, tabletas electrónicas, computadoras, pendrives, etc.), los códigos procesales también admi-
ten que puedan ser secuestrados con previa orden judicial o por actuación autónoma urgente de las fuer-
zas de seguridad; pero una vez asegurada la prueba no pueden ser revisada más que por personal judicial.
l) Principio de reserva.
Entre las garantías establecidas en la CN resta señalar una de las más importantes para limitar la
intervención del Estado en la vida privada de las personas.
Se trata del principio de reserva, y se encuentra contemplada en el art. 19 de la CN, que refiere “Las
acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a
un tercero, están sólo reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados”.
Y para mayor claridad en el mismo párrafo agrega “Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer
lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe”.
La investigación penal preparatoria, es la primera etapa del proceso y está orientada a la recolección de
pruebas que permitan acreditar si el hecho que se investiga constituye delito y quiénes son sus autores.
En los Códigos procesales que se aplican en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el CPPN y
el CPPCABA, se establece expresamente cuál es la finalidad de la instrucción o la investigación
preparatoria.
En ese sentido, el artículo 193 del CPPN estipula que: “La instrucción tendrá por objeto:
1°) Comprobar si existe un hecho delictuoso mediante las diligencias conducentes al descubrimiento de la verdad.
2°) Establecer las circunstancias que calif iquen el hecho, lo agraven, atenúen o justif iquen, o influyan
en la punibilidad.
3°) Individualizar a los partícipes.
4°) Verificar la edad, educación, costumbres, condiciones de vida, medios de subsistencia y antecedentes del
imputado; el estado y desarrollo de sus facultades mentales, las condiciones en que actuó, los motivos que
han podido determinarlo a delinquir y las demás circunstancias que revelen su mayor o menor peligrosidad.
5°) Comprobar la extensión del daño causado por el delito, aunque el damnificado no se hubiera constituido
en actor civil.”
Por su parte, el artículo 98 del CPPCABA, establece que “El Ministerio Público Fiscal practicará la
investigación preparatoria con la finalidad de arribar a la solución del conflicto por cualquiera de las vías
legalmente previstas o promover o desechar la realización del juicio. A tal fin, el/la Fiscal deberá disponer la
investigación para:
1) comprobar si existe un hecho típico, mediante las diligencias y averiguaciones conducentes al descubri-
miento de la verdad;
2) establecer las circunstancias que califiquen el hecho, lo agraven, atenúen o justifiquen o influyan en la punibilidad;
3) individualizar a los autores, partícipes y/o encubridores;
4) propiciar la utilización de los medios alternativos de resolución de conflictos legalmente previstos.Las
actuaciones de la investigación preparatoria que no se incorporen al debate en la forma prevista en este
Código no tendrán valor probatorio para fundar la condena del acusado, excepto los actos definitivos e
irreproducibles cuya incorporación al debate sea admitida.”
Es de destacar que el código de procedimiento nacional pone su eje en la búsqueda de la verdad real,
en determinar lo realmente sucedido; mientras que el Código Procesal de la Ciudad hace hincapié en
la resolución del conflicto y por ello como se verá en otras unidades, se aplican con mucha frecuencia
institutos alternativos, como mediación, autocomposición, suspensión del juicio a prueba y juicio abre-
viado. En este proceso se le da suma importancia a la opinión de la víctima y a tratar de solucionar el
conflicto generado con la comisión de un delito que ha vulnerado sus derechos.
Ahora bien, debe recordarse que el sistema adoptado por cada ley procesal va a definir qué órgano judicial
será el encargado de llevar adelante la recolección de pruebas y cumplir con las finalidades señaladas.
Así, el CPPN que adoptó un sistema mixto prevé que la investigación pueda quedar en manos del juez
o el fiscal, dándole la opción al primero de decidir qué causas delega en el acusador público y cuáles no;
según el artículo 196 de esa ley. Otra característica de este procedimiento, es que esta primera etapa
es totalmente escrita y que su duración, según el artículo 207 debe ser de cuatro meses a partir de la
declaración indagatoria del imputado, tiempo que puede ser eventualmente prorrogado.
Sin perjuicio de ello, se hace una excepción cuando se investigan los delitos previstos en el artículo 142
bis y 170 del Código Penal, ya que en esos casos los plazos se reducen a la mitad, de acuerdo al artículo
207 bis del CPPN.
No obstante lo dicho, debe señalarse que se han introducido normas de tipo acusatorio en el trámite
del proceso, como lo es la investigación directa por parte del fiscal en los casos en los que los autores
del ilícito no están identificados (art. 196 CPPN) y un procedimiento con audiencias orales en los
supuestos de flagrancia (Ley N° 27.272).
Por su parte, el CPPCABA está caracterizado por una etapa de investigación donde se recolectan
evidencias para poder solucionar el conflicto planteado por algún método alternativo a la prisión o
llegar al juicio oral y público. En esta instancia, y como sistema acusatorio, las incidencias y otras
cuestiones establecidas en la ley (prisión preventiva, excepciones, nulidades, suspensión de proce-
so a prueba) se resuelven en audiencias orales, de acuerdo a los principios del proceso regulados
en el art. 3, que pueden realizarse de manera presencial, virtual o mixta (art. 83 del CPPCABA).
Aquí, la investigación la lleva adelante siempre el Fiscal quien realiza todas las medidas de prueba,
salvo las que por ley le están vedadas, en cuyo caso se las solicita al juez de garantías (allanamientos,
intervenciones de correspondencia, telefónicas entre otras).
La duración de esta fase del proceso también está estipulada ya que los artículos 111 y 112 prevén un
tiempo de noventa (90) días a contar desde la intimación del hecho al imputado, lapso que también en
determinados casos se puede prorrogar.
El imputado.
El imputado, es el sujeto esencial del proceso penal ya que es a quien se le atribuye la posible comisión
de un delito y contra quien está dirigida la investigación.
Debe ser una persona humana, dado que nuestro sistema penal está basado en un derecho penal de
acto, lo cual quiere decir que lo que se reprocha es la acción de un sujeto que constituye un delito, que
lesiona algún bien jurídico y que por ello se le va a poder aplicar una pena. No obstante, a partir de la
sanción de la Ley N° 27.401 es posible que una persona jurídica resulte imputada en una determinada
constelación de delitos (arts. 258, 258 bis, 265, 268, 268 (1), 268 (2) y 300 del Código Penal).
También la persona que está sometida a proceso debe encontrarse viva, ya que cuando muere la acción
penal se extingue, y además debe tener capacidad para poder afrontar un juicio.
En relación a la edad, a partir de los 18 años son imputables. En cuanto a los menores que cometen delitos,
debe señalarse que los que tengan menos de 16 años no son punibles, como tampoco lo son los de 16 a 18
años no cumplidos por delitos de acción privada o con prisión inferior a dos años, multa o inhabilitación
(Ley N° 22.278). Con los delitos graves y que sean perpetrados por niños de entre 16 a 18 años, rige un
procedimiento específico para los menores, quienes pueden ser declarados penalmente responsables.
La calidad genérica del imputado puede revestir diversas modalidades según sea la situación en el pro-
ceso: se denomina “imputado” en sentido estricto, a quien se le atribuye la responsabilidad de un delito,
quien tiene derecho a presentarse al tribunal aclarando los hechos, proponiendo pruebas y diligencias.
Es “procesado” quien fue legitimado por auto de procesamiento en su contra (sólo se da en el proce-
dimiento del CPPN); es “acusado” aquel respecto de quien la parte acusadora requirió la elevación a
juicio y “condenado” cuando se le ha dictado una sentencia condenatoria firme que lo declara culpable.
El imputado siempre debe ser asistido por un defensor, pudiendo elegir uno de su confianza y si eso
no sucede el Estado debe brindarle un defensor oficial que pueda asesorarlo y defender sus intereses.
Tan importante resulta ser, que el Defensor no puede abandonar materialmente la defensa hasta que
no sea designado otro en su reemplazo.
Como se dijo, el Estado debe garantizar el derecho de defensa y para ello se ha creado el Ministerio
Público de la Defensa, órgano compuesto por defensores oficiales. Este se encarga de la representación
y defensa de los pobres y ausentes, y concretamente en el proceso penal de quienes no tienen o no
quieran ser asistidos por un abogado particular.
• Derechos:
> Es sujeto de derechos y tiene la facultad de defenderse a lo largo de todo el proceso, desde el inicio
hasta el final.
> Tiene derecho a ser asistido por un defensor de su confianza o por él personalmente.
> Si no tiene defensor de confianza el Estado debe proveerle uno.
> Tiene derecho a ser oído.
> Tiene derecho a declarar cuantas veces estime necesario.
> Tiene derecho a negarse a declarar sin que ello pueda ser usado en su contra.
> Tiene derecho a ser informado de los hechos y pruebas en su contra.
> Tiene derecho a presentarse en el proceso, aclarando los hechos e indicando las pruebas que, a su
juicio, puedan ser útiles y a producir prueba.
> Tiene derecho a recurrir.
• Deberes:
> Mientras no cese su calidad de imputado, debe soportar el peso de la imputación durante el proceso,
y en caso de un fallo definitivo desfavorable debe someterse a la condena.
> Constituir domicilio especial dentro del radio de la jurisdicción del tribunal.
> Acatar las decisiones coercitivas que el Tribunal le imponga, como la citación, detención, prisión
preventiva, incomunicación o embargo de bienes.
El defensor.
La defensa técnica del imputado es obligatoria, por eso la voluntad del imputado es legítima cuando
tiende a su defensa eficaz y es irrelevante cuando se orienta en sentido contrario. Su inercia o indife-
rencia, lo mismo que una expresa renuncia a defenderse, son inadmisibles, y por eso, deben ser suplidas
de oficio mediante el nombramiento de un defensor oficial, que le provee el Estado. Desde el punto de
vista técnico, es evidente la necesidad de asegurar, mediante la intervención de un abogado que ponga
sus conocimientos al servicio de la causa del imputado, el equilibrio entre éste y el órgano acusador.
Es preciso, para lograrlo, que ambos puedan hacer llegar ante el Tribunal, con la misma eficacia, a
exponer y probar las razones susceptibles de provocar una decisión justa, ya sea para procurar una
aplicación correcta de la ley sustantiva, ya sea para hacer valer los poderes jurídicos e intereses que
acuerda o reconoce la ley procesal. Es que, por regla general, el imputado no poseerá los conocimientos
técnicos necesarios para que su defensa sea eficaz.
El defensor es un protector autónomo de los derechos e intereses del imputado, que integra necesa-
riamente su personalidad –salvo el caso de autodefensa–, en virtud de un interés individual y social. El
El fiscal.
Otra de las partes fundamentales de un proceso penal, es el Ministerio Público Fiscal, que tiene por
función intervenir en todos los asuntos en los que se encuentren involucrados el interés de la sociedad
y el orden público, como así también debe promover la actuación de la justicia en defensa de la legali-
dad y de los intereses generales de la sociedad.
Así, en todos los casos en que se investiguen delitos de acción pública o de instancia privada (siempre
que la víctima inste la acción), el fiscal es el que debe impulsar la acción, dado que sin ese impulso el
juez no puede avanzar con el proceso.
Por ello, el fiscal es el que ejerce la persecución penal y por lo tanto puede intervenir en todos los actos
que se desarrollen a lo largo del trámite de la causa, dirigir la investigación, dirigir a las fuerzas de
seguridad, realizar y proponer medidas de prueba, dictaminar, acusar al imputado; siempre velando por
la legalidad del procedimiento y garantizando los derechos del imputado.
Vale resaltar que el Ministerio Público Fiscal si bien es una parte, como representante no solo de la
víctima sino de toda la sociedad y miembro del Estado, debe actuar con objetividad e incluso si es
necesario a favor del imputado.
Al respecto, el artículo 6 del CPPCABA, establece que: “En el ejercicio de su función el Ministerio Público
Fiscal adecuará sus actos a un criterio objetivo y velará por el cumplimiento efectivo de las garantías que
reconocen la Constitución Nacional, la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, los tratados
internacionales de derechos humanos ratificados por nuestro país y la ley. Investigará las circunstancias que
permitan comprobar la acusación y las que sirvan para eximir de responsabilidad al/la imputado/a y formu-
lar los requerimientos e instancias conforme a ese criterio de objetividad”.
El querellante.
Además del Fiscal, la persecución penal también puede ser ejercida por un acusador particular o que-
rellante, que tiene la posibilidad de impulsar el procedimiento y participar activamente en el proceso,
ya sea alegando sobre los hechos, ofreciendo prueba, presentando recursos y acusando. Esta parte no
El actor civil.
En el proceso penal también se puede ejercer la acción civil tendiente a lograr del tribunal una con-
dena resarcitoria por los daños y perjuicios causados por el delito. El actor civil entonces, ejerce la
acción resarcitoria del daño material y moral sufrido y constituye una parte eventual, dado que no es
imprescindible su presencia durante el desarrollo del proceso.
Para ello tiene que tener capacidad para estar en juicio o en su defecto actuar por medio de sus repre-
sentantes, hacerlo mediante una demanda indicando los hechos, los datos personales, si está indivi-
dualizada la persona contra quien se interpone dar sus datos, puede pedir pruebas, medidas cautelares
y consignar el reclamo y el monto del mismo. Puede presentarse aún sin que estén individualizados
los imputados e incluso si hay varios en el proceso puede dirigir su demanda contra uno o todos ellos.
Su regulación legal se encuentra en los artículos 87 al 96 del CPPN y en los artículos 13 al 16 del CPPCABA.
El demandado civil.
Otra de las partes eventuales es el demandado civil, que es el sujeto pasivo de la acción civil dentro del
proceso penal, ya que es a quien se le efectúa el reclamo resarcitorio.
Es importante saber que el actor civil puede dirigir su reclamo al imputado del delito y además a un
tercero civilmente responsable (por ejemplo, en un caso de robo, a la compañía de seguros).
Por supuesto tiene que tener capacidad para ser demandado y se le debe notificar de la demanda para
que tenga la posibilidad de oponer excepciones y defensas respecto del reclamo que se le efectúa, sien-
do que también puede ofrecer prueba.
Su participación está contemplada en los arts. 88 y 97 a 103 del CPPN y art. 13 del CPPCABA.
Son profesionales (peritos, intérpretes, mediadores, fuerzas de seguridad, técnicos, psicólogos, soció-
logos, etc.) que en el marco de su competencia colaboran en el proceso penal con los órganos jurisdic-
cionales para lograr la obtención de la verdad y la solución del conflicto. Por ejemplo, la realización de
una pericia caligráfica para determinar quién ha confeccionado un documento. La confección de una
pericia contable para determinar la situación patrimonial de una persona. La realización de una pericia
psiquiátrica para determinar las facultades mentales y volitivas del imputado para que decida el juez
sobre su imputabilidad o inimputabilidad.
Igual que en materia penal, pueden aplicarse métodos alternativos de solución del conflicto, por lo que
los mediadores también son auxiliares de la justicia cuando el fiscal les da intervención para que las
partes puedan arribar a un acuerdo. La Oficina de Control de la Suspensión del Proceso a Prueba es
auxiliar de la justicia en la medida que tiene a su cargo controlar si el imputado cumple o no con las
reglas de conducta que le han sido impuestas, a partir de lo cual se puede evaluar si corresponde o no
tener por cumplida la suspensión del proceso a prueba (y disponer el sobreseimiento) o incumplida y
continuar con el avance del proceso hacia la realización del juicio.
No podemos olvidarnos de las fuerzas de seguridad, que son los principales colaboradores de la justi-
cia, ya que tienen a su cargo no sólo la prevención de ese tipo de conductas sino también son quienes
confeccionan las actas de prevención, investigan bajo la dirección del juez o fiscal y pueden realizar
en casos de flagrancia -o por instrucciones del órgano judicial a cargo de la investigación- requisas,
secuestros de efectos, clausuras, inspecciones, interrogar testigos, entre otras medidas.
4.- Acciones que nacen de los delitos: delitos de acción pública, de instancia privada y de acción privada.
1) Calumnias e injurias;
2) Violación de secretos, salvo en los casos de los artículos 154 y 157;
3) Concurrencia desleal, prevista en el artículo 159;
4) Incumplimiento de los deberes de asistencia familiar, cuando la víctima fuere el cónyuge.
Asimismo, son acciones privadas las que de conformidad con lo dispuesto por las leyes procesales correspondientes,
surgen de la conversión de la acción pública en privada o de la prosecución de la acción penal por parte de la víctima.
La acción por calumnia e injuria, podrá ser ejercitada sólo por el ofendido y después de su muerte por el cónyu-
ge, hijos, nietos o padres sobrevivientes.
En los demás casos, se procederá únicamente por querella del agraviado o de sus guardadores o representantes legales”.
1) Formas de iniciación del proceso:
La investigación penal preparatoria, la primera etapa del proceso, se inicia una vez que se tiene cono-
cimiento de la comisión de un delito. Ese anoticiamiento puede darse de varias maneras; aunque hay
tres modos por los cuales puede iniciarse un proceso penal, los cuales resultan ser promotores de la
investigación: por denuncia, por prevención y de oficio. Las primeras dos formas están expresamente
estipuladas en el CPPN y en el CPPCABA, aunque este último también da la posibilidad de forma
expresa de que se inicien investigaciones de oficio por parte del Ministerio Público Fiscal.
■ a) Denuncia.
La denuncia es aquel acto por el cual una persona, que puede o no ser la damnificada, pone en conoci-
miento de la justicia la posible comisión de un hecho ilícito perseguible de oficio. Vale aclarar que en
los delitos de instancia privada se necesita indefectiblemente que el damnificado inste la acción y en
los de acción privada solamente puede iniciarse por medio de una querella.
Así, en los delitos de acción pública cualquier persona, vinculada o no con el hecho, que tenga conocimiento
directo o indirecto de aquél, que sepa o no quienes son los imputados, puede promover la actuación de los
órganos judiciales mediante una denuncia. El hecho de denunciar un delito no le da la calidad de parte.
Esta denuncia puede efectuarse ante el juez, las fuerzas de seguridad o el fiscal, ya sea de modo ver-
bal –lo que se materializa a través de una declaración testimonial–, o mediante la presentación de un
escrito –el cual deberá ser ratificado–.
Para ello, el Ministerio Público Fiscal de la CABA ha creado oficinas especiales de recepción de
denuncias que se encuentran distribuidas por varios puntos de la Ciudad, con la idea de que los vecinos
Así, esta obligación tanto en el CPPCABA como en el CPPN les alcanza a los funcionarios
públicos que conozcan un delito en el ejercicio de sus funciones, y también en la ley nacional a
los integrantes de la salud.
El artículo 88 del CPPCABA, es más genérico y sólo indica que: “Tendrán obligación de denunciar los
delitos de acción pública los funcionarios públicos que los conozcan en el ejercicio de sus funciones.”
Por su parte, el artículo 177 del CPPN, especifica que “Tendrán obligación de denunciar los delitos perse-
guibles de oficio: 1°) Los funcionarios o empleados públicos que los conozcan en el ejercicio de sus funciones. 2°)
Los médicos, parteras, farmacéuticos y demás personas que ejerzan cualquier rama del arte de curar, en cuanto
a los delitos contra la vida y la integridad física que conozcan al prestar los auxilios de su profesión, salvo que
los hechos conocidos estén bajo el amparo del secreto profesional.”
■ b) De oficio.
Diferente es el caso cuando la información de un posible hecho delictual proviene de una persona
identificada o individualizable que utiliza un canal informal de denuncia, como puede ser un medio de
comunicación masivo, una red social, un foro de Internet, una reunión de vecinos con personal judicial
o de alguna fuerza de seguridad o, incluso, durante una declaración en la audiencia de debate, entre
otras múltiples variables.
En esos casos, el funcionario público que tome conocimiento directo de la presunta comisión de un
delito de acción pública y se encuentre dentro del ámbito de su competencia (territorio, materia, grado,
turno), podrá iniciar de oficio la investigación o solicitar autorización al órgano judicial pertinente.
En igual sentido, también se podrá iniciar de oficio la investigación penal preparatoria como resultado
de una actuación de prevención que se encuentre justificada. Por ejemplo, la Ley de Seguridad Pública
(que se trata en la unidad siguiente) tiene un título específico referido a la función de prevención de
ilícitos y peligros; es decir, impedir violaciones de las leyes y evitar todo tipo de riesgos que puedan
resultar en daños para las cosas o las personas, así como también poner fin a los ilícitos que ya hayan
sido cometidos pero que aún continúen (tal como podría ser detectar un automóvil con pedido de
secuestro mientras se lleva a cabo un control vehicular de rutina).
Precisamente los dos supuestos descriptos en los párrafos anteriores se encuentran contemplados en el
art. 84, incs. 1° y 2°, del CPPCABA, que pone en cabeza del Ministerio Público Fiscal la decisión de
iniciar la investigación de oficio.
■ c) Prevención policial.
Otra de las formas previstas en la ley para iniciar un proceso penal, está dada cuando el personal policial
interviene directamente y por urgencia, ante el conocimiento que se está cometiendo un delito o que alguna
persona lo está por cometer o ante la denuncia de algún particular ante un hecho delictivo inminente.
De este modo, una vez que se tiene conocimiento de la probable comisión de un hecho ilícito, comienza la
investigación y específicamente en los casos en que personal policial se anotició (sea porque la fuerza de seguri-
dad previno o porque recibió una denuncia) el paso que sigue es la consulta al órgano judicial correspondiente.
Así, la policía tiene la obligación de comunicar inmediatamente al fiscal y/o al juez todo conocimien-
to que tenga de un delito, haciéndole saber todas las circunstancias de tiempo, modo y lugar en que
ocurrió, para que de esta manera el magistrado que intervenga pueda disponer directivas relacionadas
con la recolección de elementos probatorios, como también –en el caso de haber autor identificado– el
temperamento y las diligencias a realizar a su respecto.
Es importante que el personal policial esté capacitado en relación a la competencia de los delitos,
ya que ello determinará el magistrado con el que debe hacer la consulta, la cual debe efectuarse
lo más rápido posible no sólo para poder adoptar medidas urgentes en caso de ser necesario sino
también para evitar posibles nulidades y cuestionamientos futuros (por ejemplo si son delitos
de competencia de la Justicia de la Ciudad o de la Nación, y en este último caso si son del fuero
federal u ordinario).
Es necesario que a la hora de evacuar la consulta vía telefónica obtenga la mayor cantidad de datos
posibles sobre los hechos, la prueba y los posibles autores, ya que a través de la misma se deberán
tomar decisiones de trascendencia como determinar el trámite a imprimir en las actuaciones; proponer
medidas y directivas urgentes; resolver sobre la libertad de los detenidos, etc.
En caso que las autoridades policiales prevengan por delitos que fueron transferidos a la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, siempre deben efectuar consulta con el fiscal que se encuentre de turno,
de acuerdo a la zona en que se cometió, ya que en este sistema es el acusador público quien toma direc-
tamente a su cargo todas las investigaciones e incluso las que hayan detenidos.
En los delitos de competencia nacional a los que le son aplicables las disposiciones del CPPN, se
estableció mediante la Ley N° 27.272 la intervención directa del fiscal para los casos de detenidos en
flagrancia y la implementación de una audiencia oral dentro de las 24 hs. para que el fiscal realice la
imputación, se resuelva lo atinente a la libertad del detenido y cualquier otro planteo.
Asimismo, en los sumarios con autor no individualizado la consulta también la evacuará directamente
el Fiscal y se dará un simple anoticiamiento al juez, de acuerdo al art. 196 bis del CPPN.
Por lo tanto, los preventores no necesitan una orden previa del fiscal o el juez, dado que la propia ley les
otorga facultades autónomas de prevención y adopción de medidas urgentes, ya que según el artículo
93 del CPPCABA dispone que: “Será obligatorio para la policía o las fuerzas de seguridad actuar cuando
lleguen a su conocimiento hechos delictivos en forma directa, por denuncia o por orden de autoridad competen-
te. Bajo la dirección del Ministerio Público Fiscal deberán:
1) impedir que los hechos cometidos sean llevados a consecuencias ulteriores;
2) individualizar a los culpables;
3) reunir las pruebas para dar base a la acusación.
Actuarán en forma autónoma, dando cuenta al/la Fiscal inmediatamente, o en el menor tiempo posible para
que asuma la dirección de la pesquisa, en casos de urgencia, siempre que sea necesario para preservar la inte-
gridad física, la libertad o los bienes de las personas o la prueba de los hechos y en casos de flagrancia”.
Y el artículo 95 en lo que aquí interesa, pauta: “Los integrantes de la policía o de las fuerzas de seguridad
tendrán los siguientes deberes: … 5) Aprehender a los presuntos/as autores / as en los casos y formas que este
Código autoriza, con inmediata noticia al/la Fiscal competente.”
En igual sentido el artículo 284 del CPPN, establece que: “Los funcionarios y auxiliares de la policía
tienen el deber de detener, aún sin orden judicial:
1°) Al que intentare un delito de acción pública reprimido con pena privativa de libertad, en el momento de
disponerse a cometerlo.
2°) Al que fugare, estando legalmente detenido.
3°) Excepcionalmente a la persona contra la cual hubiere indicios vehementes de culpabilidad, y exista peligro
inminente de fuga o de serio entorpecimiento de la investigación y al solo efecto de conducirlo ante el juez
competente de inmediato para que resuelva su detención, y
4°) A quien sea sorprendido en flagrancia en la comisión de un delito de acción pública reprimido con pena
privativa de libertad.
Tratándose de un delito cuya acción dependa de instancia privada, inmediatamente será informado quien
pueda promoverla, y si éste no presentare la denuncia en el mismo acto, el detenido será puesto en libertad”.
Sin perjuicio de ello, sí tienen la obligación de poner de forma inmediata el detenido a disposición de la justicia.
Por eso el artículo 164 del CPPCABA indica que: “En los casos de flagrancia la autoridad de prevención
procederá a la detención de/la imputado/a y consultará sin demora al/la Fiscal, quien deberá ratificarla o
hacerla cesar si en principio el hecho fuera atípico. Si éste/a la ratificara, dará aviso al/la Juez/a. procediendo
según lo establecido en el art. 184 y si considerara que debe cesar, el/la imputado/a será puesto en libertad, desde
la sede del Ministerio Público Fiscal, sin perjuicio de la continuación del proceso”.
El artículo 286 del CPPN, estipula que: “El funcionario o auxiliar de la policía que haya practicado una
detención sin orden judicial, deberá presentar al detenido inmediatamente en un plazo que no exceda de seis
(6) horas, ante la autoridad judicial competente”.
personal policial en servicio o al servicio de atención telefónica de emergencia. No está obligado a identificarse
como tal ni a intervenir, pero si lo hiciera actuará en calidad de órgano del estado y se regirá según las facultades
y obligaciones que corresponden al personal en servicio”.
2) Inicio del proceso y trámite del caso según su regulación en el CPPN y el CPPCABA:
De acuerdo a lo estudiado en esta y en las anteriores unidades, sabemos que una vez iniciado el proceso
por alguna de las formas antes descriptas, el trámite de la causa va a seguir un camino determinado
que está establecido en la ley procesal y que tendrá algunas variaciones de acuerdo al código de pro-
cedimientos que deba aplicarse, en función de si se tratan de los delitos transferidos a la órbita de la
justicia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, caso en el que se utiliza el CPPCABA; o si son los
que se investigan en la justicia nacional ordinaria o federal y por ende se aplica el CPPN.
Previo a ello, debemos identificar cuáles son las principales etapas de los procesos penales: arranca con
la investigación penal preparatoria, según la jurisdicción puede distinguirse otra etapa intermedia don-
de se resuelve la admisión de las evidencias para el debate y la última, que es la del juicio oral y público.
A fin de clarificar los conceptos, cómo el fiscal debe impulsar la acción y cuáles son los pasos desde
el inicio hasta la intimación del hecho o indagatoria del imputado, que se dan en la primera fase del
proceso, se elaboraron los siguientes cuadros sinópticos.
Antes, vale la aclaración que el cuadro que corresponde a la justicia nacional, está hecho en función
de causas con autores identificados, dado que cuando los imputados no están individualizados, las
actuaciones pasan directamente a cargo del fiscal en función del artículo 196 bis del CPPN. También
se tratará a continuación el trámite de la causa en los casos en que haya detenidos en flagrancia y se
cumplan los requisitos impuestos por el artículo 353 bis y siguientes del mismo cuerpo legal (cfr. Ley
N° 27.272 de Procedimiento de Casos de Flagrancia).
Según ilustra el cuadro sinóptico –de la siguiente página– en el sistema procesal de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, de carácter acusatorio, hay tres modos de iniciación del proceso, uno es a través de
una denuncia la cual puede efectuarse en sede policial o en el Ministerio Público Fiscal.
Al respecto, la Ciudad cuenta con oficinas receptoras de denuncias instaladas en distintos puntos de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, las que luego de tomar el testimonio correspondiente lo remi-
ten a la fiscalía de la zona donde se cometió el hecho ilícito (salvo algunas materias específicas, como
delitos informáticos, discriminación, medio ambiente y espectáculos masivos). Es importante saber
que la justicia de la Ciudad está dividida por zonas que abarcan varias comunas y comisarías y que la
asignación de los casos, por regla general, va a estar dada según este criterio territorial.
Esto también influye en la posibilidad que los fiscales de cada zona puedan iniciar investigaciones de
oficio por delitos de acción pública, es decir, sin existir una denuncia formal previa. Del mismo modo, las
fuerzas policiales pueden hacerlo, pero siempre deben dar intervención al fiscal que corresponda para que
convalide lo realizado, dirija la pesquisa, evitando además con ello la superposición de investigaciones.
Como se estudió, en este sistema por ser acusatorio, la investigación queda directamente y en todos
los casos en manos del acusador público, quien debe desarrollar la investigación y realizar todas las
medidas de pruebas necesarias para comprobar la existencia del delito y sus responsables. Cabe aclarar
una vez más, que conforme el artículo 100 del CPPCABA el fiscal puede ordenar directamente todos
los actos de investigación, a excepción de los allanamientos, requisas o interceptaciones de comunica-
ciones o correspondencia para las cuales necesita la orden de un juez.
Luego de ello, el fiscal puede decidir si hay mérito suficiente para que el imputado sea formalmente
imputado del hecho que se investiga y brindarle la oportunidad de dar explicaciones sobre los hechos
que se le atribuyen, en cuyo caso va a ser el propio fiscal quien tome la audiencia de intimación de los
hechos, salvo que le delegue el acto al secretario (art. 101, último párrafo, del CPPCABA).
Cuando las evidencias colectadas no resulten suficientes para avanzar contra el imputado, el fiscal pue-
de archivar el caso de acuerdo a las causales del artículo 212 del mismo cuerpo legal. También podrá
solicitar la incompetencia o aplicar una salida alternativa al conflicto.
CPPN
(inicio por denuncia) *
Además, mediante aquél se fija el objeto procesal, que es el hecho supuestamente delictivo sobre el que
va a versar la investigación y el que va a servir de límite a la jurisdicción del tribunal. Tanto es así, que
su ausencia acarrea la nulidad.
Dicho requerimiento, debe efectuarse según las formas y requisitos detallados en el código de forma,
que en el artículo 188 establece que aquél contendrá: “1) Las condiciones personales del imputado o, si se
ignoraren, las señas o datos que mejor puedan darlo a conocer. 2) La relación circunstanciada del hecho con
indicación, si fuera posible, del lugar, tiempo y modo de ejecución. 3) La indicación de las diligencias útiles a
la averiguación de la verdad”.
Así, luego de ello, el sumario vuelve al órgano jurisdiccional para que –como director de la pesquisa– rea-
lice las medidas de prueba, siendo que el Ministerio Público o la parte querellante, sólo pueden proponer
diligencias y básicamente intervenir a través de las notificaciones, impugnaciones y futuras vistas.
Como se dijo, aparte de impulsar la investigación o de solicitar la incompetencia de las actuaciones (ya
sea en razón de la materia, territorio o por conexidad), el fiscal puede peticionar la desestimación de la
denuncia por entender que no se puede proceder o que el hecho no constituye delito.
Es en este último supuesto donde aparecen los mayores inconvenientes, toda vez que debemos pensar
qué sucede si el juez de instrucción está en desacuerdo con esa opinión.
Por último, resta decir que la resolución del juez que dispone la desestimación o la remisión de la causa
a otra jurisdicción puede ser cuestionada por medio de un recurso de apelación por las partes, como
también por el pretenso querellante, de acuerdo a lo que surge del propio artículo 189 del CPPN.
Tras la investigación, resolverá también si llama a indagatoria al imputado, si lo sobresee o si cierra
provisoriamente el proceso.
Por otro lado, si el sumario tiene su inicio por la prevención que efectuaron las fuerzas de seguridad y
siempre que no se dé el procedimiento de flagrancia, el juez también tendrá dos posibilidades, una es
delegar la instrucción al Ministerio Público Fiscal y otra es llevar adelante él mismo el proceso, sin que
sea necesario el impulso expreso del fiscal.
La excepción a estos casos, está dada por los supuestos con autores no identificados (art. 196 bis del
CPPN), en los cuales la investigación queda directamente a cargo del Fiscal hasta su individualización,
en cuyo caso se remitirá al juez, para que éste decida si asume la instrucción o si se la devuelve al fiscal
por delegación de la investigación (por art. 196 del CPPN).
Sin embargo, en casos de prevención policial con detenidos, el personal interviniente debe llamar
inmediatamente al fiscal, quien va a decidir si le otorga trámite de delito flagrante o no. Luego de ello
el preventor comunicará al juez de la decisión del fiscal y los hechos. Si el fiscal determina que el hecho
no debe ser tomado como flagrante se aplicará el procedimiento ordinario.
En cambio, si se considera el delito cometido en flagrancia el juez fija una audiencia multipropósito
donde va a intimar al imputado del hecho y se la darán a conocer las pruebas en su contra. También se
resolverá sobre su libertad y de corresponder, sobre las medidas de coerción a aplicar y la procedencia
de salidas alternativas, tales como la suspensión del proceso a prueba o el juicio abreviado.
Asimismo, y por ser una audiencia multipropósito, las partes pueden solicitar medidas de pruebas y efec-
tuar planteos como por ejemplo nulidades, excepciones, requerir la elevación a juicio o el sobreseimiento.
Finalmente, la Ley N° 27.272 estipula que en esa audiencia puede estar presente la víctima y que el
juez debe resolver todas las cuestiones de forma oral y en el momento. Una vez resueltas todas las
peticiones planteadas, y de corresponder, se fija audiencia de clausura.
El nuevo procedimiento de flagrancia que prevé la Ley N° 27.272 (BO: 01/12/2016) es el siguiente:
Artículo 353 bis: El procedimiento para casos de flagrancia que se establece en este título es de apli-
cación a todos los hechos dolosos en los que se verificasen las circunstancias del artículo 285 y cuya
pena máxima no supere los quince (15) años de prisión o veinte (20) años de prisión en los supuestos
del artículo 119, cuarto párrafo, y del artículo 166, penúltimo párrafo, del Código Penal, o tratándose
de un concurso de delitos, ninguno de ellos supere dicho monto.
Las decisiones jurisdiccionales a las que se refiere el presente título se adoptarán en forma oral en
audiencia pública y contradictoria, respetándose los principios de inmediación, bilateralidad, conti-
nuidad y concentración.
Las resoluciones se notificarán oralmente en la misma audiencia y los recursos de reposición y apela-
ción se interpondrán y concederán del mismo modo.
Se labrará un acta sucinta de la audiencia, la que será grabada en forma total mediante soporte de
audio y, en la medida de las posibilidades del tribunal, video.
Las disposiciones previstas en el presente título no se aplicarán cuando el o los hechos de que se traten
tuvieran lugar en ocasión del ejercicio de derechos humanos y/o sociales, o de cualquier otro derecho
constitucional. Si con motivo u ocasión de la protesta social se cometieren delitos comunes en flagran-
cia, podrán ser sometidos a las disposiciones del presente título.
Artículo 353 ter: Al momento de tomar conocimiento de la aprehensión, el fiscal deberá declarar, de
corresponder, el caso como flagrancia, sometiendo el mismo al trámite establecido en este título.
El detenido será trasladado ante el juez a fin de participar de una audiencia oral inicial de flagrancia
que deberá llevarse a cabo dentro de las veinticuatro (24) horas desde la detención, prorrogable por
otras veinticuatro (24) horas, cuando no hubiere podido realizarse por motivos de organización del tri-
bunal, del fiscal o de la defensa, o cuando el imputado lo solicitare para designar un defensor particular.
Todas las cuestiones introducidas en la audiencia oral inicial de flagrancia deberán ser resueltas por el
juez en forma oral, inmediata y de manera fundada.
La verificación de un caso de conexidad con otro hecho que no tramitase bajo esta modalidad, no impide
la aplicación o continuación del procedimiento para casos de flagrancia, siempre y cuando sea posible la
investigación separada de los hechos. Caso contrario, deberá desistirse del juzgamiento bajo este régimen.
De todo lo actuado labrará acta sucinta el secretario.
Artículo 353 quinquies: Audiencia de clausura del procedimiento para casos de flagrancia. El juez
otorgará la palabra a la querella y al agente fiscal a fin de que soliciten el sobreseimiento o bien la
elevación de la causa a juicio, a cuyo efecto deberán acompañar por escrito la descripción del hecho y
su calificación legal.
En tal oportunidad solicitarán, si correspondiere, a su juicio, el dictado de la prisión preventiva. La
defensa formulará sus oposiciones en forma oral en los términos del artículo 349.
El juez resolverá de conformidad con lo dispuesto en el artículo 351 y, en el mismo acto, decidirá sobre el
pedido de la prisión preventiva. Podrá diferir la lectura de los fundamentos hasta un plazo de tres (3) días.
Las apelaciones que se hubieren presentado desde el inicio del proceso hasta la finalización de esta
audiencia, serán elevadas a la alzada en forma conjunta en este acto, con excepción de aquellos planteos
vinculados con la libertad del imputado.
Artículo 353 sexies: Desde la audiencia oral inicial de flagrancia hasta la audiencia de clausura inclu-
sive, las partes podrán, bajo pena de caducidad, solicitar al juez la suspensión del juicio a prueba, o la
realización de un acuerdo de juicio abreviado. En esos casos, si mediara conformidad del fiscal y de
la defensa, el juez deberá dictar un pronunciamiento al respecto en forma inmediata pudiéndose dar
a conocer los fundamentos dentro de los tres (3) días posteriores. Si hubiera querellante, previo a la
adopción de cualquiera de estas decisiones, se requerirá su opinión, la que no será vinculante.
Deberán introducirse también en esta oportunidad, los pedidos de nulidad y las excepciones que se
consideren pertinentes, que serán resueltos en la misma audiencia.
Artículo 353 septies: Constitución del tribunal. Ofrecimiento de prueba. Audiencia. Fijación de fecha
de debate. Dentro de un término no superior a las cuarenta y ocho (48) horas de recibido el caso en el
órgano de debate, se notificará a las partes la constitución del tribunal y en el mismo acto se las citará
a una audiencia oral en un plazo que no podrá ser superior a cinco (5) días para ofrecer la prueba para
el debate. En dicha audiencia se resolverá sobre la procedencia de la misma. Si el imputado estuviese
en prisión preventiva, se debatirá sobre la necesidad de su vigencia. Además, podrán introducirse las
nulidades y excepciones que no hubieren sido planteadas con anterioridad.
Resueltas oralmente las incidencias, el tribunal fijará la fecha de debate en un plazo que no podrá
exceder de veinte (20) días desde la radicación.
En todos los casos sometidos al procedimiento para casos de flagrancia, cuya pena máxima prevista no
sea mayor a quince (15) años, el juzgamiento lo realizará un único magistrado.
Las fuerzas de seguridad cumplen dos funciones diferentes: por un lado, prevención de ilícitos y peli-
gros; por otro lado, conjuración (también llamada represión) de ilícitos. La función preventiva consiste en
las acciones tendientes a impedir, evitar, obstaculizar o limitar aquellos hechos que, dadas determinadas
circunstancias y elementos objetivos y concurrentes, pudieran resultar delictivos o pudieran configurar
actos atentatorios de la seguridad pública, así como las acciones consistentes en la planificación, imple-
mentación, coordinación o evaluación de las operaciones policiales, en el nivel estratégico y táctico, orien-
tadas a prevenirlos. La función de conjuración consiste en neutralizar, hacer cesar o contrarrestar en forma
inmediata los delitos, contravenciones o faltas en ejecución, utilizando cuando sea necesario el poder coer-
citivo que la ley autorice y evitando consecuencias ulteriores (artículo 89, incisos 1° y 2°, de la Ley Nº 5688).
Esta diferencia es fundamental, porque en la prevención la policía depende del Ministerio de Justicia
y Seguridad, en cambio en la conjuración la policía es auxiliar de la justicia y depende principalmente
del Ministerio Público Fiscal (es decir, responde a las órdenes de los fiscales) y también de los jueces.
La función de prevención está regulada básicamente en la Ley del Sistema Integral de Seguridad Pública
de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (sancionada por la Ley N°5.688) y la función de conjuración está
regulada básicamente en los códigos de procedimientos penales (CPPCABA y CPPN, dentro del ámbito
de la Ciudad de Buenos Aires). Sin embargo, muchas veces estas dos funciones se superponen. Por ejemplo:
si un policía que está de consigna en una dirección advierte que en el interior se está cometiendo un delito
e interviene de inmediato para evitarlo, su intervención obedece tanto a la función la prevención encomen-
dada (resguardar la seguridad del lugar y sus habitantes) como la de conjuración (impedir o interrumpir la
comisión del delito y proceder a la detención de la persona que lo intentó o logró llevarlo a cabo).
Dado que ambas funciones se superponen con frecuencia, la Ley N°5.688 (dedicada principalmente
a la función preventiva) también hace varias referencias a la función de conjuración y, a la inversa, los
códigos procesales penales (en los que se regula principalmente la función de conjuración) también
hacen varias referencias a la función de prevención.
El Libro II de la Ley de Seguridad Pública crea la Policía de la Ciudad de Buenos Aires y determina
sus funciones. La Ley abarca muchos aspectos que no están vinculados con la unidad que estamos
estudiando (esta unidad se refiere a las actuaciones de la policía frente a la comisión de delitos). Pero
también en la función preventiva (que sí se refiere a esta unidad), la Ley es mucho más amplia, porque
incluye la prevención de delitos, faltas, contravenciones y cualquier peligro (provenga o no de una
persona) que pueda resultar en daños para personas o cosas. En cambio, el Código Procesal Penal es
mucho más limitado: sólo se refiere a la persecución e investigación de los delitos.
Además de las dos funciones fundamentales de prevención y conjuración, la Ley de Seguridad Pública
menciona la función de investigación. Esta función está prevista en el art. 89, inc. 3, de la Ley. En
realidad, no se trata de una tercera función, además de las dos principales, sino que es una función que
tiene dos aspectos: uno preventivo y otro de conjuración. Cuando la policía recaba información para
conocer y analizar todos los ilícitos y hechos que vulneran en general la seguridad pública, sus modali-
dades y manifestaciones, o un grupo de esos ilícitos y hechos, está haciendo investigación dentro de la
función de prevención. Por ejemplo, cuando la policía recaba datos de delitos para realizar estadísticas
de criminalidad en la Ciudad de Buenos Aires. Aquí su actuación no depende del Ministerio Público
Fiscal, sino del Ministerio de Justicia y Seguridad. Por supuesto que esto no quiere decir que, en esa
actividad, la policía no pueda trabajar en conjunto con el Ministerio Público Fiscal.
En cambio, cuando la policía investiga un delito en particular para constatar su comisión y sus cir-
cunstancias de tiempo, lugar y modo de ejecución, individualizar a los responsables y reunir las pruebas
para acusarlos, está haciendo investigación dentro de la función de conjuración. Es decir, actúa bajo la
dirección del Ministerio Público Fiscal.
Repasando: La Ley de Seguridad Pública (Ley N°5.688) tiene un título específico referido a la función
de prevención de ilícitos y peligros (es decir, impedir violaciones de las leyes y evitar todo tipo de ries-
gos que puedan resultar en daños para las cosas o las personas, así como también poner fin a los ilícitos
que ya hayan sido cometidos pero que aún continúen). El Código Procesal Penal de la CABA tiene
un capítulo específico referido a la función de conjuración de delitos penales (es decir, persecución e
investigación de delitos para acusar y responsabilizar a los culpables).
Pero la Ley de Seguridad Pública no se refiere sólo a estas cuestiones. Es mucho más amplia: esta-
blece las bases jurídicas e institucionales fundamentales del Sistema Integral de Seguridad Pública de
la CABA en lo referente a su composición, misión, función, organización, dirección, coordinación y
funcionamiento, así como las bases jurídicas e institucionales para la formulación, implementación y
control de las políticas y estrategias de seguridad pública.
Por otro lado, cuando la policía actúa en el marco de un delito (para prevenirlo o para conjurarlo), pue-
de ser que se aplique el Código Procesal Penal de la Nación, y no el de la CABA. Ese código también
prevé funciones policiales de conjuración que veremos en esta unidad y las compararemos con las del
Código Procesal Penal de la CABA.
Además, existen normas internacionales que rigen para la actuación policial. Por un lado, la Ley de
Seguridad Pública hace referencia a ellas. Esto quiere decir que la Ley establece que en la actuación poli-
cial regirán esas normas. Pero además, algunas partes de esas normas han sido incorporadas directamente
a la Ley de Seguridad Pública (es decir, la Ley copió algunas partes de esas normas internacionales en sus
propios artículos). Estas normas son los Principios Básicos sobre el Empleo de la Fuerza y de Armas de
Fuego por los Funcionarios encargados de hacer cumplir la Ley (ONU) y el Código de Conducta para
Funcionarios encargados de hacer cumplir la Ley, por mencionar las más importantes.
Es de suma trascendencia el cumplimiento de todas estas disposiciones, ya que de ello va a depender
la validez de los procedimientos que realicen los policías, la convalidación de medidas cautelares, ade-
a) Normas de procedimiento que regulan la actuación policial en el CPPCABA y en el CPPN.
Para comenzar debemos recordar que las leyes procesales prevén principalmente la función de con-
juración del delito. Pero, como dijimos, también hacen referencias a la función de prevención del
delito. Los códigos procesales establecen un deber general de actuar (en el caso de la CABA, art. 93,
CPPCABA) y luego establecen deberes más específicos, que explican ese deber general.
Con respecto al deber general de actuar, los códigos procesales prevén la siguiente obligación de la policía:
> Actuar cuando estén en conocimiento de un delito e investigar. Este es el deber general de actuar de la
policía, es decir, ante el conocimiento de un delito, la policía debe actuar (intervenir) e investigarlo (escla-
recerlo). El deber general de actuar se descompone en los códigos procesales de la siguiente manera:
> Impedir que los hechos lleguen a consecuencias ulteriores. La policía deberá interrumpir la
actividad delictiva que se esté desarrollando. Esto consiste en impedir que la tentativa de un
delito llegue a su consumación y que los delitos permanentes o continuados –por ejemplo, vio-
lación de domicilio, portación y tenencia de armas de fuego, privación ilegal de la libertad, etcé-
tera– sigan consumándose. Pese a que se trata de una función de prevención, está mencionada
en los códigos procesales.
> Individualizar a los culpables. La policía debe procurar determinar a los que resulten prima facie
sospechosos de haber cometido o participado en la ejecución del hecho delictivo, y se dirige a obte-
ner o recabar datos que permitan su posterior identificación y localización. Esto forma parte de la
tarea de investigación en la función policial de conjuración.
> Reunir pruebas. La policía debe realizar todas las medidas necesarias para el aseguramiento y
preservación de la prueba, como para el esclarecimiento del hecho (testigos, secuestros, planos,
peritajes, etc.). Esto forma parte de la tarea de investigación en la función policial de conjuración.
Esas actividades pueden ser realizadas por orden del fiscal o en forma autónoma. Sólo podrán actuar
en forma autónoma en casos de urgencia que conlleven la necesidad de preservar la integridad física,
la libertad y/o los bienes o para resguardar la prueba, y en casos de flagrancia.
El deber general de actuar puede surgir de tres maneras: cuando la policía toma conocimiento “en
forma directa” del delito (por ejemplo, ve por la calle que se está cometiendo un delito), “por denuncia”
(por ejemplo, cuando una persona se le acerca para denunciar un delito en curso) o “por orden de auto-
ridad competente” (en general, en el caso de la CABA, por orden de un fiscal).
Además de este deber general de actuar, ambos códigos procesales (CPPCABA y CPPN) prevén
deberes específicos. Es decir, se trata de especificaciones de ese deber general de actuar. El deber gene-
ral de actuar le dice al policía: “Actúe en caso de delito”. Los deberes específicos (art. 95, CPPCABA) le
dicen al policía cómo tiene que actuar en concreto. Estos deberes específicos son:
1) Cuidar los rastros materiales para que se conserve el estado de las cosas y del hecho; es decir conservar
la escena del crimen. Consiste en conservar los elementos que van a permitir la reconstrucción del
hecho en su faz material. Si el delito hubiera dejado huellas materiales de su realización, éstas deben
ser conservadas, al tiempo que el estado de cosas producto de aquél debe permanecer, en lo posible,
inmutable hasta que así lo disponga el fiscal interviniente. Incluye entre otras, las operaciones de la
Policía Científica y las aplicaciones técnicas de datos científicos para la investigación del hecho y sus
circunstancias, como así también la facultad de producir secuestros de cosas relacionadas con el delito,
sujetas a decomiso o que puedan servir como medios de prueba.
2) Disponer, de ser necesario, que ninguna de las personas que se hallan en el lugar del hecho se
aparten, hasta que se lleven a cabo las diligencias que correspondan para aclarar la situación.
Deben dar aviso al fiscal y/o juez. La policía puede ordenar que no se alejen del lugar del hecho
determinadas personas que pudieren ser testigos o responsables de la comisión del delito. Es una
medida de coerción real de muy breve duración. Constituye una simple demora que permite dar
tiempo para aclarar la situación y el rol de cada uno y que puede derivar en un arresto o detención
de aquellos que puedan ser individualizados como sospechosos.
3) Si hay peligro de que cualquier demora perjudique o ponga en juego la investigación, dejar cons-
tancia del estado de las cosas, lugar, y personas; esto puede realizarse con distintas medidas como
la toma de fotografías, pericias, informes, planos, etc. Es la realización de un conjunto de actos
o actividades probatorias de urgencia, a consecuencia de la necesidad de evitar la dispersión de
la prueba. Los exámenes técnicos no guardan equivalencia con la prueba pericial y a ellos no les
caben las normas que regulan esta última.
4) Interrogar a los testigos. La policía deberá confeccionar un acta dando cuenta de las manifestacio-
nes vertidas por los testigos y adoptando los recaudos en torno a recabar los datos que permitan
su posterior citación. La finalidad radica en orientar la pesquisa desde los primeros momentos.
5) Aprehender a los presuntos culpables según los casos y las formas establecidas en ley, dando
inmediato aviso al fiscal y/o al juez. Pueden hacerlo por orden judicial o de forma autónoma en
los casos de flagrancia.
6) Recibir denuncias. Con las formas de la ley.
7) Ordenar la clausura del lugar si hay indicios de que se cometió un delito grave, dando aviso al fiscal y/o
juez. La clausura es una alternativa de excepción que impone la inmediata comunicación al Fiscal, a los
fines de su ratificación. Se trata de una medida cautelar destinada a evitar un daño inminente o bien, al
aseguramiento de cosas que pudieran ser útiles para la reconstrucción histórica del suceso o servir como
prueba del delito. Desaparecidas las posibilidades de daño o aseguramiento, debe cesar la clausura.
CPPCABA CPPN
Artículo 93. Relación funcional. Facultades en Artículo 183. La policía o las fuerzas de seguridad deberán
circunstancias urgentes. Será obligatorio para la policía o investigar, por iniciativa propia, en virtud de denuncia o por
las fuerzas de seguridad actuar cuando llegue a su orden de autoridad competente, los delitos de acción pública,
conocimiento, hechos delictivos en forma directa, por impedir que los hechos cometidos sean llevados a
denuncia o por orden de autoridad competente. consecuencias ulteriores, individualizar a los culpables reunir
Bajo la dirección del Ministerio Público Fiscal deberán: las pruebas para dar base a la acusación.
1) impedir que los hechos cometidos sean llevados a
consecuencias ulteriores; Artículo184. Los funcionarios de la policía o de las fuerzas de
2) individualizar a los culpables; seguridad tendrán las siguientes atribuciones:
3) reunir las pruebas para dar base a la acusación. 1) Recibir denuncias.
Actuarán en forma autónoma, dando cuenta al/la 2) Cuidar que los rastros materiales que hubiere dejado el
Fiscal inmediatamente, o en el menor tiempo posible para delito sean conservados y que el estado de las cosas no se
que asuma la dirección de la pesquisa, en casos de modifique hasta que lo disponga la autoridad competente.
urgencia, siempre que sea necesario para preservar la 3) Disponer, en caso necesario, que ninguna de las personas
integridad física, la libertad o los bienes de las personas o que se hallaren en el lugar del hecho o sus adyacencias, se
la prueba de los hechos y en casos de flagrancia. aparten de aquél ni se comuniquen entre sí mientras se llevan
a cabo las diligencias que correspondan, de lo que deberá
Artículo 95. Deberes Específicos. darse cuenta inmediatamente al juez.
Los integrantes de la policía o de las fuerzas de 4) Si hubiera peligro de que cualquier demora comprometa el
seguridad tendrán los siguientes deberes: éxito de la investigación, hacer constar el estado de las
1) Cuidar que los rastros materiales del hecho sean personas, de las cosas y de los lugares, mediante
conservados y que el estado de las cosas no se modifique. inspecciones, fotografías, exámenes técnicos y demás
2) En caso necesario y cuando la naturaleza del hecho lo operaciones que aconseje la policía científica.
justifique, disponer que ninguna de las personas que se 5) Disponer con arreglo al artículo 230, los allanamientos del
hallaren en el lugar del hecho o sus adyacencias, se artículo 227, las requisas e inspecciones del artículo 230 bis
aparten de aquél mientras se lleven a cabo las diligencias y los secuestros del artículo 231, dando inmediato aviso al
que correspondan. órgano judicial competente.
De lo actuado se deberá dar cuenta de inmediato al/la Fiscal. 6) Si fuere indispensable, ordenar la clausura del local en el
3) Si hubiera peligro de que cualquier demora comprometa que se suponga, por vehementes indicios que se ha cometido
el éxito de la investigación, hacer constar el estado de las un delito grave, o proceder conforme el artículo 281 dando
personas, de las cosas y de los lugares, mediante inmediato aviso al órgano judicial competente.
inspecciones, planos, fotografías, filmaciones, exámenes 7) Interrogar a los testigos.
técnicos y demás operaciones que aconseje la policía 8) Aprehender a los presuntos culpables en los casos y formas
científica. que ese Código autoriza y disponer su incomunicación cuando
4) Interrogar a los testigos, asentando sus dichos en simple concurran los requisitos del artículo 205, por un término
acta al solo efecto de orientar la pesquisa. máximo de diez (10) horas, que no podría prolongarse por
5) Aprehender a los presuntos/as autores / as en los casos ningún motivo sin orden judicial. En tal supuesto deberá
y formas que este Código autoriza, con inmediata noticia practicarse un informe médico a efectos de verificar el estado
al/la Fiscal competente. psicofísico de la persona al momento de la aprehensión.
6) Disponer las requisas con arreglo a lo dispuesto en este 9) En los delitos de acción pública y únicamente en los
Código con inmediata noticia al/la Fiscal competente. supuestos del artículo 285, requerir del sospechoso y en el
7) Disponer la clausura preventiva del lugar en los casos y lugar del hecho noticias e indicaciones sumarias sobre
formas que este Código autoriza, con inmediata noticia circunstancias relevantes para orientar la inmediata
70 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA
al/la Fiscal competente. continuación de las investigaciones. Esta información no
8) Hacer uso de la fuerza pública en la medida podrá ser documentada ni tendrá valor alguno en el proceso.
estrictamente necesaria, adecuada a la resistencia y 10) No podrán recibir declaración al imputado. Sólo podrán
proporcional con el mal que se quiere hacer cesar. dirigirle preguntas para constatar su identidad, previa lectura
que en ese caso se le dará en alta voz de los derechos y
que correspondan. órgano judicial competente.
De lo actuado se deberá dar cuenta de inmediato al/la Fiscal. 6) Si fuere indispensable, ordenar la clausura del local en el
3) Si hubiera peligro de que cualquier demora comprometa que se suponga, por vehementes indicios que se ha cometido
el éxito de la investigación, hacer constar el estado de las un delito grave, o proceder conforme el artículo 281 dando
personas, de las cosas y de los lugares, mediante inmediato aviso al órgano judicial competente.
inspecciones, planos, fotografías, filmaciones, exámenes 7) Interrogar a los testigos.
técnicos y demás operaciones que aconseje la policía 8) Aprehender a los presuntosUNIDAD
culpables en los casos yDE
4. ACTUACIONES formas
LA POLICÍA.
científica. que ese Código autoriza y disponer su incomunicación cuando
4) Interrogar a los testigos, asentando sus dichos en simple concurran los requisitos del artículo 205, por un término
acta al solo efecto de orientar la pesquisa. máximo de diez (10) horas, que no podría prolongarse por
5) Aprehender a los presuntos/as autores / as en los casos ningún motivo sin orden judicial. En tal supuesto deberá
y formas que este Código autoriza, con inmediata noticia practicarse un informe médico a efectos de verificar el estado
al/la Fiscal competente. psicofísico de la persona al momento de la aprehensión.
6) Disponer las requisas con arreglo a lo dispuesto en este 9) En los delitos de acción pública y únicamente en los
Código con inmediata noticia al/la Fiscal competente. supuestos del artículo 285, requerir del sospechoso y en el
7) Disponer la clausura preventiva del lugar en los casos y lugar del hecho noticias e indicaciones sumarias sobre
formas que este Código autoriza, con inmediata noticia circunstancias relevantes para orientar la inmediata
al/la Fiscal competente. continuación de las investigaciones. Esta información no
8) Hacer uso de la fuerza pública en la medida podrá ser documentada ni tendrá valor alguno en el proceso.
estrictamente necesaria, adecuada a la resistencia y 10) No podrán recibir declaración al imputado. Sólo podrán
proporcional con el mal que se quiere hacer cesar. dirigirle preguntas para constatar su identidad, previa lectura
que en ese caso se le dará en alta voz de los derechos y
garantías contenidos en los arts. 104 párrafo 1° y último,
197, 295, 296 y 298 de este Código, de aplicación analógica
al caso, todo ello bajo pena de nulidad en caso de así no
hacerse, sin perjuicio de la comunicación que hará el juez a la
autoridad superior del funcionario a los efectos de la debida
sanción administrativa por el incumplimiento. Si hubiese
razones de urgencia para que el imputado declare, o éste
manifestara su deseo de hacerlo, y el juez a quien
corresponda intervenir en el asunto no estuviere próximo, se
arbitrarán los medios para que su declaración sea recibida por
cualquier juez que posea su misma competencia y materia.
11) Usar de la fuerza pública en la medida de la necesidad.
Los auxiliares de la policía y de las fuerzas de seguridad
tendrán las mismas atribuciones, deberes y limitaciones que
los funcionarios para los casos urgentes o cuando cumplan
órdenes del tribunal.
Cuando la policía intervenga o realice un procedimiento en la vía pública deberá labrar un acta para
dejar debida constancia de las tareas realizadas, las que deben cumplir con determinados requisitos.
Éstas se denominan “actas de prevención” e integran el período inicial de la investigación preparatoria.
Deberán contener:
1. La identificación del imputado: o sea, de la persona sospechada de haber cometido el delito, debien-
do recabarse los datos necesarios para proceder a su individualización lo más completa posible.
2. La descripción circunstanciada del hecho que motivó la actuación: se refiere al suceso que generó
la intervención del funcionario policial. Debe contener la mayor cantidad de elementos fácticos
posibles a efectos de precisar la calificación legal que habrá de aplicarse y que permitirá dirigir y
encauzar la investigación que dirige el fiscal. Asimismo, tal descripción incide en forma directa en
la dilucidación de la competencia de los órganos judiciales que habrán de conocer en el suceso.
3. Los informes que se hubieren producido, el resultado de todas las diligencias practicadas y toda otra
prueba del hecho: se trata de documentar la actividad realizada brindando el mayor detalle de todo
lo ocurrido en el procedimiento.
Asimismo, debe tenerse muy en cuenta que la ley establece la obligatoriedad de la inmediata remisión al
fiscal, o en la justicia nacional al juez interviniente, cuando hubiere personas privadas de su libertad, en
virtud de que la aprehensión constituye el punto de partida de plazos relacionados con la resolución de
la situación procesal del detenido. Idéntica situación ocurre cuando se hubiera adoptado otras medidas
precautorias (por ejemplo, secuestro de objetos, clausura preventiva del lugar). Por último, la remisión
también debe efectuarse inmediatamente cuando así lo requiera el fiscal a cargo de la investigación.
b) Consulta policial al órgano judicial.
Como vimos, una de las formas de iniciar un proceso penal que establecen el Código Procesal Penal de
la Nación y el de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se da cuando el personal policial u otra fuerza
de seguridad interviene directamente y por urgencia, ante el conocimiento de que se está cometiendo
un delito o que alguna persona lo está por cometer, como son los supuestos de fragancia.
Así, cuando los agentes actúan de forma directa y ya tenemos por lo tanto el conocimiento cierto de
la probable comisión del hecho ilícito, comienza la investigación y específicamente en estos casos, el
paso que sigue es la consulta judicial.
Siendo así, la policía tiene la obligación de comunicar al órgano judicial todo conocimiento que tenga
de un delito con el objetivo de que aquél convalide su actuación y disponga las diligencias necesarias
para la investigación, lo que habitualmente se hace a través de una consulta telefónica.
Por eso es necesario que a la hora de evacuar la consulta telefónica el órgano judicial reciba la mayor
cantidad de datos posibles sobre los hechos, imputados, prueba etc., ya que con esa información deberá
tomar decisiones de trascendencia, como determinar el trámite a imprimir en las actuaciones, disponer
medidas de prueba, dar directivas urgentes, resolver sobre la afectación a la causa de presuntos impu-
tados, decidir respecto de la libertad de los detenidos, etc.
Debemos recordar que cuando se trate de delitos transferidos a la justicia local, en todos los casos la
consulta debe ser realizada con el Ministerio Público Fiscal.
En el resto de los ilícitos que aún son investigados por la justicia nacional, en todos los casos con autor
identificado y en la medida en que haya flagrancia, a partir de la Ley N° 27.272 la comunicación se
efectúa primero al fiscal y si éste considera que hay flagrancia debe solicitar que se avise al juez, quien
dentro de las 24 hs. fijará audiencia. Para el caso en que el fiscal estime que no se verifica un caso
de flagrancia, será el juez quien dará los lineamientos a seguir respecto del sospechoso, así como las
diligencias que deben practicarse. No obstante, el fiscal puede sugerir medidas, evitando superponer o
contradecir las del órgano jurisdiccional.
De este modo, una vez hecha la consulta y materializadas las primeras diligencias, las actuaciones se
remiten a sede judicial, donde se continúa con el trámite. No es necesario para ello el impulso del fiscal
por medio del requerimiento de instrucción del artículo 180 del CPPN, a diferencia de lo que ocurre
cuando hay una denuncia, toda vez que la actividad policial previa, según lo que se desprende de la
normativa procesal, suple ese requisito.
Por otro lado, en los supuestos de los sumarios con autor no individualizado y de acuerdo con lo pre-
visto en el artículo 196 bis del CPPN, al quedar la investigación directamente en manos del Ministerio
Público Fiscal, la consulta la evacuará directamente el fiscal y se dará simple anoticiamiento al juez.
Luego de ello, las actuaciones serán enviadas a la fiscalía, que continuará con el desarrollo del proceso.
3. Ley de Seguridad Pública N° 5.688. Principios Básicos sobre el Empleo de la Fuerza y de Armas
de Fuego por los Funcionarios encargados de hacer cumplir la Ley (ONU). Código de Conducta
para Funcionarios encargados de hacer cumplir la Ley (ONU).
a) Ley de Seguridad Pública
A su vez, también contempla que los vecinos que no integren ninguna organización pueden participar
en dichos foros pero a título individual, haciendo peticiones ante el Foro o las Comunas, participando
de talleres y/o reuniones.
Junto a estos deberes positivos, la ley establece en el art. 85 deberes negativos, es decir, prohibiciones.
En ningún caso el personal de la Policía de la Ciudad, en el marco de las acciones y actividades propias
de sus misiones y funciones, puede:
1. Inducir a terceros a la comisión de actos delictivos o que afecten a la intimidad y privacidad de
las personas.
2. Influir indebidamente en la situación institucional, política, militar, policial, social y económica del
país, en su política exterior, en la vida interna de los partidos políticos legalmente constituidos, en
la opinión pública, en personas, en medios de difusión o en asociaciones o agrupaciones legales de
cualquier tipo.
3. Obtener información, producir inteligencia o almacenar datos sobre personas por el solo hecho de
su raza, fe religiosa, orientación sexual o identidad de género, acciones privadas u opinión política,
o de adhesión o pertenencia a organizaciones partidarias, sociales, sindicales, comunitarias, coo-
perativas, asistenciales, culturales o laborales, así como por la actividad lícita que desarrollen en
cualquier esfera de acción.
4. Alojar niños y adolescentes, menores de dieciocho años, en comisarías. El Gobierno de la Ciudad
de Buenos Aires debe organizar y mantener instituciones específicas y especializadas como dis-
positivo de alojamiento para personas menores de dieciocho años de edad que resultaren privadas
de la libertad por la presunta comisión de delitos. Se establece el plazo de doce (12) horas como
límite para el alojamiento de personas menores de edad en dependencias asentadas en la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires. En todos los casos de detención de niños y adolescentes se dará
inmediata intervención al Consejo de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.
5. Exponer públicamente la detención de niños y adolescentes.
Esto se aplica a cualquier uso de fuerza directa, lo que implica la fuerza corporal o física (por ejemplo,
usar las manos), la fuerza de medios (por ejemplo, usar la tonfa) y la fuerza de armas (incluidas las
armas de fuego).
Con respecto a las armas de fuego, sólo está permitido su uso para incapacitar al agresor para el ataque. Esto
significa que no se le puede disparar a partes vitales del cuerpo. Sin embargo, está permitido un disparo con
altas probabilidades de tener efectos mortales, cuando sea el único medio para repeler un peligro grave e
inminente para la vida. Sólo en este último supuesto se puede poner en peligro la vida del agresor.
Tampoco está permitido disparar contra personas que parecen menores de dieciocho años ni cuando
se ponga en peligro a personas que manifiestamente no estén involucradas en la creación del riesgo.
b) Principios Básicos sobre el Empleo de la Fuerza y de Armas de Fuego por los Funcionarios encargados
de hacer cumplir la Ley.
Para aplicar la ley y resguardar la seguridad pública, es siempre preferible que las fuerzas de seguridad
acudan a métodos no violentos, como lo son la negociación, la mediación, la persuasión y la resolución
pacífica del conflicto.
Sin embargo, existen situaciones que no pueden resolverse con sólo la comunicación y se hace necesa-
ria la utilización de la fuerza por parte de los policías.
Por eso las leyes y en especial estos Principios Básicos –adoptados en el Octavo Congreso de las Naciones
Unidas sobre la Prevención del Delitos y Tratamiento del Delincuente, celebrado en La Habana, Cuba,
el 28 de agosto al 7 de septiembre de 1990– facultan a los encargados de hacer cumplir la ley a hacer uso
de la fuerza y a la utilización de armas de fuego, sólo en la medida de lo estrictamente necesario.
Así, podemos observar que se establecen cuatro principios fundamentales para el uso de la fuerza y las
armas que deben servir como guía para los funcionarios. Ellos son: legalidad, necesidad, proporciona-
lidad y ética.
Estas limitaciones están reguladas con el objeto de proteger la vida y dignidad de las personas, evitan-
do consecuencias o lesiones más graves de las que se producen con el propio hecho ilícito.
De tal modo, que hay consenso en determinar que el uso de la fuerza debe ser “progresivo”, lo cual
implica que los encargados de hacer cumplir la ley:
c) Código de Conducta para Funcionarios encargados de hacer cumplir la Ley.
Este Código de Conducta fue adoptado por la Asamblea General de ONU con anterioridad, en su
Resolución N° 34/169 del 17 de diciembre de 1979.
Aquí se define que los encargados de hacer cumplir la ley deben respetar los deberes que les imponen
las leyes, sirviendo a su comunidad, protegiendo a todas las personas contra actos ilegales y la dignidad
humana (artículo 1).
También, establece que aquéllos deben mantener la confidencialidad, ya que el artículo 4 estipula que
las cuestiones de carácter confidencial que tengan conocimiento los funcionarios encargados de hacer
cumplir la ley se mantendrán en secreto, a menos que el cumplimiento del deber o las necesidades de
la justicia exijan estrictamente lo contrario.
Dentro de esta regulación y más allá de la ilegalidad de estos actos, encontramos que expresamente se pro-
híbe a los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley infligir, instigar o tolerar ningún acto de tortura
u otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, ni invocar la orden de un superior o circunstancias
especiales, como estado de guerra o peligro de guerra, amenaza a la seguridad nacional, inestabilidad política
interna, o cualquier otra emergencia pública, como justificación de la tortura u otros tratos o penas crueles,
inhumanos o degradantes (artículo 6). Por su lado, el artículo 7 estipula no sólo que no cometan ningún acto
de corrupción; sino la obligación de oponerse rigurosamente a todos los actos de esa índole y combatirlos.
Otro tema de suma importancia que prevé este Código es lo relativo a la utilización de la fuerza y
armas de fuego, ya que al igual que lo que establecen “Los Principios Básicos”, se encomienda a los fun-
cionarios la utilización de la fuerza sólo cuando sea estrictamente necesario y en la medida que lo requie-
ra el desempeño de sus tareas; ya sea para cumplir la ley en general como contra personas sometidas a
custodia o detención. De allí que se hace hincapié en que los gobiernos y los organismos encargados de
hacer cumplir la ley procurarán que todos los funcionarios sean examinados de conformidad con normas
de evaluación adecuadas en lo que respecta al empleo de la fuerza y seleccionados luego de la misma.
Al respecto, resulta ilustrativo el artículo 9 toda vez que dispone que los funcionarios encargados de
hacer cumplir la ley no emplearán armas de fuego contra las personas salvo en defensa propia o de
otras personas, en caso de peligro inminente de muerte o lesiones graves, o con el propósito de evitar
la comisión de un delito particularmente grave que entrañe una seria amenaza para la vida o con el
objeto de detener a una persona que represente ese peligro y oponga resistencia a su autoridad, o para
impedir su fuga, y sólo en caso de que resulten insuficientes medidas menos extremas para lograr
dichos objetivos. En cualquier caso, sólo se podrá hacer uso intencional de armas letales cuando sea
estrictamente inevitable para proteger una vida.
Por su parte, la disposición 15 cuando establece que los funcionarios encargados de hacer cumplir la
ley, en sus relaciones con las personas bajo custodia o detenidas, no emplearán la fuerza, salvo cuando
sea estrictamente necesario para mantener la seguridad y el orden en los establecimientos, por razones
de defensa propia o cuando corra peligro la integridad física de las personas.
El principio 16 regula un empleo más limitado de las armas de fuego. De conformidad con esta dis-
posición, los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, en sus relaciones con las personas bajo
custodia o detenidas, no emplearán armas de fuego, salvo en defensa propia o en defensa de terceros
cuando haya peligro inminente de muerte o lesiones graves, o cuando sea estrictamente necesario para
impedir la fuga de una persona sometida a custodia o detención que represente el peligro de cometer
un delito particularmente grave que entrañe una seria amenaza para la vida.
También, recomienda la utilización de la fuerza de modo progresivo, es decir, que cuando falla la
comunicación en cualquiera de sus formas (la solución pacífica de los conflictos, el estudio del com-
portamiento de las multitudes y las técnicas de persuasión, negociación y mediación), se puede recurrir
a la fuerza pero teniendo en cuenta que siempre se debe emplear el medio menos violento.
Así, la Disposición 4 estipula que utilizarán en la medida de lo posible medios no violentos antes
de recurrir al empleo de la fuerza y de armas de fuego. Podrán emplear la fuerza y armas de fuego
solamente cuando otros medios resulten ineficaces o no garanticen de ninguna manera el logro del
resultado previsto.
Por eso, el artículo 5 sienta precedentes sobre las contemplaciones que deberán hacer los funcionarios
encargados de hacer cumplir la ley cuando el empleo de las armas de fuego sea inevitable:
a) Ejercerán moderación y actuarán en proporción a la gravedad del delito y al objetivo legítimo que
se persiga;
Los actos procesales son las acciones que van desarrollando las partes, los órganos judiciales y los
auxiliares de la justicia en el marco de un proceso, de acuerdo con las formas establecidas en la ley.
Concretamente, son acciones voluntarias destinadas a una finalidad específica que tanto las partes
como los órganos jurisdiccionales y sus auxiliares realizan en el marco de un proceso determinado
cuya ejecución debe desarrollarse, por regla, dentro de los límites y bajo las formalidades previstas en
el código procesal local.
Es en la ley donde se encuentran las formas, los tiempos, el lugar en el que aquéllos deben realizarse para
que tengan validez. Así, por ejemplo, los códigos procesales indican cuándo se ordena una declaración
indagatoria, qué requisitos tiene una declaración testimonial, qué contenido deben tener las actas, etc.
Más allá de volver a recordar que en la Ciudad de Buenos Aires se aplican dos leyes de procedimiento,
el CPPCABA y el CPPN, ambas establecen formas comunes para el trámite del proceso.
No obstante, vale aclarar que si bien es cierto que en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el legis-
lador diseñó un sistema de enjuiciamiento penal con base, por un lado, en una fuerte desformalización
del expediente y, por el otro, en el principio de oralidad como eje central para la toma de decisiones
por parte de los jueces, igualmente establece las formas que deben reunir algunos actos procesales
imprescindibles para su validez.
2.- Idioma.
El idioma en el que tiene que estar escrito el proceso y el que debe utilizarse en todas las audiencias
orales es el nacional; ello con el objetivo de resguardar la comprensión de los actos ejecutados durante
el proceso por todos los sujetos que intervienen.
Por ello, todos los documentos que se incorporen en otro idioma deben ser traducidos al castellano.
Además, cuando se necesite el testimonio de una persona que hable en otra lengua o cuando el impu-
tado sea extranjero y no comprenda el nacional, la ley obliga a nombrar un traductor o un intérprete.
Igualmente, si las necesidades especiales del imputado lo imponen (sordos, mudos o sordomudos que no
supieren leer o escribir), entonces deberá designarse un intérprete en el marco del respectivo proceso penal.
3.- Plazos.
Como se anticipó, para que los actos que realicen las partes o el propio órgano judicial tengan validez, deben
hacerse en los plazos, en el tiempo que la ley fija, ya que de lo contrario pueden no tener validez. Estos tiempos
van a estar presentes a lo largo de todo el trámite de la causa, es decir, desde la investigación hasta la sentencia.
En lo posible, los actos deben llevarse a cabo en días y horas hábiles, es decir, en los días de la semana
de lunes a viernes y en el horario de atención al público.
El resto de los días, que son los fines de semana y los feriados o aquellos declarados inhábiles por la
Corte Suprema o el Consejo de la Magistratura en principio no deberían realizarse actos procesales.
Pero se dijo en principio, porque en materia penal hay plazos que son perentorios y medidas que deben
efectivizarse de forma urgente (declaración indagatoria, prisiones preventivas, detenciones, medidas
coercitivas, recolección de prueba), que no pueden esperar y por ende, igualmente pueden practicarse.
Por ello, en la etapa de la investigación preparatoria se establecen excepciones a esta regla general para
los actos que no demanden la presencia de las partes o resulte necesario para el resultado de la pesquisa
(casos urgentes), y si el órgano encargado de la investigación lo considera necesario, podrá realizarlos
sin necesidad de disponer en cada oportunidad habilitación de día y hora mediante un decreto. Tal
autorización constituye un modo de habilitación automática o legal de su actividad.
Se ha incluido en esta unidad a los testigos de actuación porque más allá de que ellos deban declarar a
través de una entrevista bajo juramento, son imprescindibles cuando las fuerzas de seguridad realizan
un acta con motivo de su actuación.
En efecto, cuando la policía desarrolla alguna actividad (detención, secuestro, requisa etc.), tiene la
obligación de realizar un acta circunstanciada donde surja la fecha, hora, lugar, la individualización del
imputado y la tarea que realizó.
Para ello, deben ser asistidos por dos testigos de actuación, que se recomienda sean distintos a los tes-
tigos presenciales del hecho (para darle mayor objetividad al acto procesal realizado), y que a diferencia
de estos últimos se limitan a dar fe sobre el desempeño de los preventores cumpliendo las formalida-
des requeridas por la ley.
Al respecto, debemos tener en cuenta que colaborar en este tipo de procedimientos es una carga pública
para los ciudadanos, por lo que si son convocados como testigos de actuación no pueden negarse. Ellos
deben tener capacidad y por lo tanto no podrán ser testigos de actuación los menores de dieciocho (18)
años, los dementes y los que en el momento del acto posean de algún modo alterada o limitada su capa-
cidad para comprender el procedimiento que se lleva a cabo (ej. embriaguez, estado psicótico, etc.).
Se puede afirmar, entonces, que las actas están conformadas por un relato escrito de una determinada
actividad procesal penal, que consigna la fecha, el lugar de la actuación, los sujetos intervinientes, el obje-
to de su realización, las diligencias dispuestas, las exposiciones verbales, descripciones y observaciones
que serán introducidas en el expediente en forma definitiva y con sentido genérico para su utilización.
Los hechos y las circunstancias acaecidos deben ser detallados, así como también las diligencias orde-
nas y sus resultados. Deben consignarse las personas que participaron del acto y si alguna de ellas no
pudo concurrir, se debe dejar expresamente consignada la razón.
Las actas deben ser firmadas por todos sus participantes y si alguno de ellos se negara a firmarla, tal
actitud no les restará validez. Las personas que tengan impedimentos, como ser las no videntes o anal-
fabetas, pueden ser asistidas por aquellas de su confianza.
Si los testigos no concurrieran a ratificar el acta –hecho frecuente en la práctica–, siempre que no se
dude de su existencia ni de su presencia real en el acto, el acta se dará por eficaz. Por su parte, en el
caso de los debates orales, las actas exigen cierta especificidad, como ser la lectura de sentencias, inda-
gatorias u otros recaudos.
El CPPCABA también autoriza la utilización de grabaciones de imagen y sonido, siempre que estas
no vayan en desmedro “de la dignidad individual, como de la privacidad”.
Estos registros de imagen y sonido deberán ser preservados para ser utilizados posteriormente en las
instancias procesales. Quedarán a salvo de posteriores ediciones y el original será preservado en con-
diciones de inviolabilidad, aunque sí se podrán realizar copias del mismo.
Vale entonces recordar lo prescripto en el artículo 56 del CPPCABA: “Cuando el/la funcionario/a
público/a que interviene en el proceso deba dar fe de los actos realizados por él o cumplidos en su presencia,
labrará un acta o lo documentará mediante grabaciones de imagen y/o sonido en la forma prescripta por las
disposiciones de este capítulo. A tal efecto, los/as funcionarios/as de policía o fuerzas de seguridad serán asis-
tidos por dos (2) testigos. Cuando se trate de actos definitivos e irreproducibles, secuestro, inspección ocular o
requisa personal, los testigos no podrán pertenecer al mismo organismo del cual forme parte el/la funcionario/a
5.- Prueba.
La prueba es el conjunto de actos procesales cumplidos con el auxilio de los medios previstos o implí-
citamente autorizados por la ley y encaminados a generar la convicción judicial acerca de la existencia
o inexistencia, la veracidad o la falsedad de los hechos sobre los cuales versa la imputación.
Así, una vez iniciada la investigación se deberá proceder a la recolección de toda la evidencia necesaria
para demostrar que el hecho que se analiza es un delito y que la persona imputada es el autor de aquél.
Para recopilar entonces toda esa información necesaria, la ley establece distintas clases de prueba (tes-
timonial, pericial, requisas, allanamientos, reconstrucciones, etc.), determinando la forma, los tiempos
y el órgano que la puede ordenar según su naturaleza.
No obstante, cuando tratamos este tema debemos distinguir tres conceptos principales: objeto de
prueba, sujeto de prueba y medios de prueba.
• Objeto de la prueba: El objeto o finalidad de la prueba no es otro que formar la convicción del Juez o
Tribunal en lo que respecta a la verdadera existencia de los hechos imputados por el fiscal o la querella,
así como en lo referente a la participación del acusado en tales hechos.
• Sujeto de prueba u órgano de prueba: se entiende por tal a toda persona que dentro del proceso penal
colabora con el juez suministrándole el conocimiento del objeto de la prueba, el imputado queda com-
prendido dentro de éste concepto, siempre que medie su libre decisión de voluntad, ya que por imperio
del principio de incoercibilidad se requerirá el consentimiento libremente prestado para practicar la
medida de prueba de que se trate. Aquí, el individuo no es el portador físico de la prueba, sino que es
sujeto informante de la misma por cuanto se requiere su participación activa a los efectos de obtenerla.
Es el testigo mismo, el imputado que confiesa.
• Medios de prueba: concebidos como los modos u operaciones referidos a cosas o personas que son
susceptibles de proporcionar un dato demostrativo de la existencia o inexistencia de los hechos. Ellos
están establecidos en las leyes procesales y constituyen la regulación legal que permite el ingreso de un
elemento al proceso. Ejemplo de ello es la declaración testimonial, ya que ésta es el medio por el cual
se puede incorporar al proceso la información que tiene una persona sobre el hecho.
Una vez recogida la prueba ésta debe ser merituada primero por el fiscal para determinar si es suficien-
te para formular su acusación, también por la defensa para ejercer sus derechos y por último por el juez
para decidir sobre la responsabilidad penal de una persona y en definitiva si puede o no ser condenada.
Para ello existen tres sistemas principales de valoración probatoria: la prueba tasada, las íntimas con-
vicciones y la sana crítica; siendo este último el que rige en nuestros ordenamientos procesales y que
Como se estudió, todo proceso penal supone primero una etapa de instrucción de investigación y des-
pués una de juicio. Ambas etapas están compuestas de actos procesales, entre los cuales se encuentran
las pruebas que son las que van a servir de fundamento para comprobar la responsabilidad penal que
tiene una persona.
Ahora bien, todos los elementos probatorios que se recolecten y que van a servir de base de la impu-
tación, deben ser realizados de acuerdo a lo que establece la normativa procesal, es decir, deben ser
legales, ya que el Estado no puede llegar a condenar a una persona utilizando medios ilegítimos.
Sin embargo, hay casos donde la prueba no es recolectada del modo debido, dado que es obtenida en
violación a las garantías constitucionales y es la que llamamos ilegal. A modo de ejemplo podemos
citar un allanamiento sin orden, la obtención de una confesión bajo amenazas, una requisa infundada,
una escucha telefónica sin orden del juez, etc.
Entonces, una vez que se demostró que una prueba es ilegal, la misma será declarada nula y no podrá
utilizarse como base de ninguna acusación ni de la sentencia. En definitiva, si es declarada inválida, es
como si la misma no existiera.
Pero cuando ocurre esto, se debe tener en cuenta que todo el resto de las evidencias que dependan
de esa prueba nula, tampoco tendrán valor y por ende no podrán ser invocadas como fundamento de
ninguna decisión jurisdiccional. Por ejemplo, se realiza un allanamiento y se secuestra droga, esa droga
es fotografiada y se efectúa una pericia para determinar su pureza. Si ese allanamiento es declarado
nulo, el resto de las pruebas mencionadas que se llevaron a cabo como consecuencia de aquél, también
deben descartarse. Por lo tanto, tampoco se podrán utilizar como pruebas las fotos ni la pericia.
Todo ello ha dado lugar a la famosa teoría del Fruto del árbol venenoso, que hace referencia a una
metáfora legal para describir pruebas recolectadas con ayuda de información obtenida ilegalmente. La
lógica de la frase es que si la fuente de la prueba (el “árbol”) se corrompe, entonces cualquier cosa que
se gana de él (el “fruto”) también lo está. Esa prueba no es admisible, se invalida por la íntima conexión
con la prueba ilegal.
En cambio, esa teoría no se aplica cuando se advierte la existencia de un cauce de investigación distin-
to al del procedimiento irregular y de allí puede obtenerse la prueba de una fuente autónoma y dife-
rente. A tal fin, es decir, para determinar si existe o no una vía independiente, se utiliza el método de
supresión mental hipotética, que consiste en eliminar mentalmente el vicio y ver si así, se puede llegar
por otra fuente a obtener la misma prueba derivada de aquél acto viciado.
8.- Facultades para la investigación y obtención de la prueba por parte del fiscal, la defensa y el juez.
En este tramo temático toca ocuparnos de las principales particularidades y regulación específica de
aquellos actos procesales que permiten la posible determinación de la existencia del hecho delictivo y
las características de la eventual intervención de él o los imputados en aquél.
En efecto, los medios de prueba son los distintos caminos a los que, de un modo selectivo y siguiendo
reglas precisas, se acude para demostrar las diferentes tesis que las partes desarrollan durante el proceso.
Por consiguiente, el desenlace del caso dependerá de si aquellos parámetros relativos a la presencia o
no de un suceso presuntamente delictivo han podido ser comprobados y según se tenga o no seguridad
al respecto, la o las resoluciones que se adopten deberán tener correspondencia con el cuadro proba-
torio reunido.
Tanto en el Código Procesal Penal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires como en el Código
Procesal Penal de la Nación se prevén similares medios probatorios siendo igualmente, en líneas gene-
rales, afín el tratamiento que se les otorga y las reglas que se establecen en relación a cada uno, no
obstante lo cual nos detendremos en señalar las sensibles diferencias que pueden advertirse en uno y
otro instrumento legal.
En el derecho procesal se entiende por “allanamiento” al acto de ingresar a un domicilio con fines de
investigación y por “registro domiciliario” al acto de búsqueda de objetos o personas relacionadas con un
delito o con el propósito de realizar algún acto procesal (por ejemplo, trabar un embargo, tomar foto-
grafías, levantar rastros, etc.). Sin embargo, como ambos actos procesales suelen realizarse en forma
simultánea, es usual que ambos términos se utilicen como sinónimos.
En virtud de las implicancias constitucionales que envuelve la decisión de explorar el domicilio de otra
persona, el juez es quien tiene a su cargo la supervisión del objeto y finalidad de la medida de prueba
requerida, y en caso de considerar verificados los recaudos que exige la ley, autoriza el allanamiento y
registro del domicilio mediante una resolución debidamente fundada (en la jurisdicción local es por
mandato constitucional: art. 13 inc. 8°).
Ahora bien, la ausencia de una norma similar en la Legislación procesal de la CABA, ha generado la
discusión de si su procedimiento penal lo autoriza. En general existe consenso en sostener que estos
registros domiciliarios se encuentran validados si se dan en circunstancias de urgencia aun cuando se
carezca de la respectiva orden judicial, y existen diversas normas que dan soporte legal a esa conclusión.
Al respecto es menester poner en consideración que el artículo 93, inc. 1º, del CPPCABA establece no ya la
facultad sino el deber de los integrantes de las fuerzas de seguridad de impedir que los hechos delictivos que
lleguen a su conocimiento sean llevados a consecuencias ulteriores. En estos casos están habilitados a actuar
en forma autónoma, dando cuenta al fiscal inmediatamente o en el menor tiempo posible para que asuma la
dirección de la pesquisa, en casos de urgencia, siempre que sea necesario para preservar la integridad física,
la libertad o los bienes de las personas o la prueba de los hechos y en casos de flagrancia.
Esta regla resulta a la vez compatible con el deber que les impone a los integrantes de la Policía de la
Ciudad la Ley N° 5.688 que establece como deber el hacer cesar la comisión de delitos poniendo en
conocimiento inmediato de los mismos a la autoridad judicial competente y debiendo actuar confor-
me a las disposiciones procesales vigentes en el orden nacional o local, según corresponda al hecho en
el cual se haya actuado (arts. 91 a 94).
Pero además se puede arribar a la misma conclusión a partir del estado de necesidad justificante y
la legítima defensa de terceros que establece el mismo Código Penal en el artículo 34 incisos 3 y 7,
supuestos en los que los ciudadanos en general, y con mayor razón el personal policial en el caso del
último inciso, pueden actuar en salvaguarda de los demás ante situaciones de necesidad.
Finalmente, el artículo 152 del mismo cuerpo legal, contempla el allanamiento de morada en casos de
necesidad o urgencia. En efecto, el Código Penal en el artículo 150 castiga el delito de violación de domi-
cilio y en el artículo 151 el allanamiento ilegal protagonizado por el funcionario público o agente de la
autoridad. Sin embargo, en el artículo 152 el código establece: “Las disposiciones de los artículos anteriores
no se aplicarán al que entrare en los sitios expresados, para evitar un mal grave a sí mismo, a los moradores o a
un tercero, ni al que lo hiciere para cumplir un deber de humanidad o prestar auxilio a la justicia”.
Es así que puede considerarse que aun cuando en el CPPCABA no se hayan previsto los allanamien-
tos urgentes sin orden (tal como si lo hizo el CPPN en el artículo 227) existen razones normativas
para asegurar que estos también se encuentran autorizados en el procedimiento penal de la Ciudad en
el supuesto que se presenten las circunstancias antes mencionadas.
Toda esta discusión ha sido resuelta mediante el art. 94 de la nueva Ley de Seguridad Pública (N°
5.688) que establece: “El policial puede ingresar a morada o casa de negocio únicamente en los casos en que la
demora en recabar la debida autorización judicial implique un grave riesgo para su vida o integridad física,
la de los moradores o de un tercero, o cuando ponga en peligro el cumplimiento de humanidad. De lo actuado
se da inmediata noticia a la autoridad judicial competente”.
En cuanto a sus formalidades, como en todo procedimiento en el que participa el personal policial,
el funcionario actuante deberá labrar un acta de acuerdo a lo que establecen los arts. 56 y 57 del
CPPCABA y 138 y 139 del CPPN.
carse el allanamiento. Esta previsión tiene que ver con razones de respeto por las instituciones de gobier-
no, en particular, el de independencia de este poder del Estado (arts. 117 CPPCABA y 226 CPPN).
Finalmente, los arts. 118 del CPPCABA y 288 del CPPN establecen el modo en que el allanamiento
debe ser practicado por los encargados del procedimiento. Así la orden de allanamiento deberá ser
notificada en el momento de realizarse a quien habite o posea el lugar donde deba efectuarse. Cuando
esté ausente deberá notificarse al/la encargado/a y a falta de éste, a sus familiares o cualquier persona
mayor de edad que se hallare en el lugar; a la vez que se invitará al notificado a presenciar el registro.
Si no se encontrare a nadie, se hará constar en el acta y el registro se llevará a cabo de todas maneras.
Practicada la diligencia se consignará en el acta su resultado, con expresión de las circunstancias útiles
para la investigación y de todo esto se labrará un acta que será firmada por los concurrentes, siendo que
si alguien no lo hiciere, deberá constar el motivo.
Una cuestión importante que regula el artículo 118 del CPPCABA es el modo de proceder en caso
de que se encuentren elementos probatorios que no formaban parte del objeto establecido en la orden
judicial. La pregunta es si es posible proceder a su secuestro.
La CSJN inspirada en una doctrina desarrollada por la Corte Suprema de EEUU ha validado el
secuestro de cosas o elementos probatorios no contenidos en el objeto de la orden de allanamiento
a condición de que tales efectos aparezcan en los lugares donde resulta razonable y natural efectuar
el proceso de búsqueda. Así, por ejemplo, si lo que la orden encarga es el secuestro de un automotor,
parece poco razonable inspeccionar el dormitorio de la vivienda a allanar o el cajón de la mesa de luz.
Si en tales circunstancias se incautara un arma, este secuestro resultaría nulo pues resulta a todas luces
irrazonable buscar un automotor en esos sitios.
Distinto es si en el proceso de búsqueda el funcionario se tropieza con efectos ajenos al objeto de la
orden, pero ubicados en sitios o espacios donde es natural pretender encontrar aquellos efectos que sí
la diligencia de allanamiento tiene por objeto. Por ejemplo, si la orden de registro es para incautar un
arma de fuego y el personal policial encuentra estupefacientes en la mesa de luz es razonable en este
caso proceder a su secuestro, dando inmediata noticia a quien delegó la ejecución del allanamiento en
la fuerza de seguridad.
Como queda expuesto, el CPPCABA contempló expresamente esta situación en el art. 118, a dife-
rencia del CPPN, y en estos casos ordena que el personal a cargo de la diligencia deberá requerir la
conformidad judicial para la incautación de los efectos de que se trate, sin perjuicio de adoptarse los
recaudos para preservarlos.
Por último, cuando exista evidente riesgo para la seguridad de los intervinientes en el procedimiento,
la autoridad ingresará directamente, dejando constancia de los motivos en el acta bajo consecuencia
de nulidad.
La requisa personal es el procedimiento mediante el cual se procede a examinar el cuerpo de una persona o
sus pertenencias y vehículo en el que circula con el fin de incautar cosas ocultas entre sus ropas que resulten
relacionadas con el delito objeto de sospecha o investigación. Constituye una medida de coerción de aplica-
ción restrictiva (artículo 1 del CPPCABA) y su adopción está limitada por el derecho a la intimidad de la
persona (artículo 18 de la CN; artículo 11, nº 2, de la CADDH; y artículo 17 del PIDCyP).
De tal modo, solamente cuando existan motivos urgentes o situaciones de flagrancia que hicieran pre-
sumir que una persona porta entre sus efectos personales o adheridas a su cuerpo o en el vehículo en
que circula, cosas constitutivas de un delito o que pudieran haber sido usadas para cometer un delito,
las autoridades de prevención podrán disponer que se efectúen requisas personales (arts. 85 y 119 del
CPPCABA y 230, 230 bis y 285 del CPPN).
Así, los funcionarios de policía se encuentran facultados a actuar de modo autónomo siempre que sea
necesario para preservar la integridad física, libertad o los bienes de las personas, o la prueba de los
hechos (arts. 93 del CPPCABA y 183 del CPPN).
La urgencia debe ser evaluada sobre pautas objetivas y razonables que justifiquen el accionar policial.
Deberá procederse respetando el pudor de las personas a quienes se revisará, en el caso que se
nieguen a mostrar los objetos que guardan en su esfera de intimidad, a lo cual deben ser invi-
tados previamente.
La actuación prevencional debe ser debidamente documentada, haciéndose constar en el acta corres-
pondiente los motivos que justificaron la actuación bajo consecuencia de inadmisibilidad de la prueba
obtenida, siempre en presencia de dos testigos de actuación.
Consiste en la posibilidad de impedir que la correspondencia postal (cartas o encomiendas que con-
tengan cartas) o telegráfica, documento, escrito o paquete enviado por cualquier medio al imputado o
bien por parte de éste último a un tercero, sea recibida por cualquiera de ellos ante la eventualidad que
tales elementos puedan tener vinculación con la investigación de un hecho ilícito penal.
En tal caso, el juez es quien debe ordenar tal disposición justificante mediante auto fundado y, en caso
que se estableciese su utilidad probatoria, se ordenará su secuestro.
Debe precisarse que la ley procesal estipula los requisitos de procedencia y la determinación precisa de
los supuestos en que puede desarrollarse una actividad de semejante particularidad, habida cuenta que
configura una excepción a la garantía constitucional que consagra la inviolabilidad de la corresponden-
cia epistolar y los papeles privados (artículo 18 de la CN).
No obstante, debe advertirse que está prohibida la interceptación de la correspondencia que el impu-
tado intercambia con su defensor.
Referencia normativa: artículo 13 inciso 8 de la CCABA; artículo 234 y 235 del CPPN; artículos 122,
123 y 125 del CPPCABA.
6.- Reconocimientos.
El reconocimiento de personas es una diligencia procesal que se realiza con el objeto de indi-
vidualizar, o bien determinar si son conocidas o han sido vistas aquellas personas que fueron
mencionadas durante la investigación. El reconocimiento lo podrá efectuar tanto un testigo
como otro imputado.
Hay dos tipos de reconocimiento, uno por medio de fotografías y otro a través de una “rueda de
reconocimiento”. En este último supuesto, se conforma una fila compuesta por personas que deben
presentar similares características externas (fisonomía y vestimenta), entre las que se encuentra el
sujeto sospechoso. Así, quien tiene que proceder a su individualización se ubica en otro sector fuera
del alcance y contacto visual de quienes componen la “rueda”, a fin de no ser visto por el presunto
imputado. Previo a ello, se le solicitará que describa la persona que se procura distinguir y que diga
Testigo es la persona humana, distinta del imputado y el fiscal, que brinda una información sobre el
hecho objeto del proceso basándose en lo que ha percibido a través de sus sentidos o bien en lo que
ha conocido, y, a tal efecto, dicha información le será requerida por la prevención, el juez, el fiscal, el
investigador o auxiliar a quien el fiscal delegue la medida, o las partes durante el juicio. No se dejan de
lado ni son inválidos los denominados “testigos de oídas”, aunque al momento de valorar sus dichos,
su aporte tendrá menos relevancia que el de quienes han percibido directamente el suceso.
Carecen de la calidad requerida para ser testigos:
a) las personas de existencia ideal (sociedades, asociaciones civiles, etc.),
b) el fiscal,
c) el imputado y el defensor,
c) el juez; y
d) el coimputado (es cuando existen en el proceso penal más de una persona a las que se les atribuye
la comisión de un delito).
En cuanto a su capacidad, debe destacarse que toda persona mayor o menor de edad, capaz o incapaz
de hecho o derecho, podrá declarar sin perjuicio de la evaluación que se haga de su testimonio en el
momento que corresponda.
Las excepciones a ello están previstas a favor de la convivencia, la protección y preservación fami-
liar, por lo que se les permite a los parientes del imputado abstenerse de declarar, facultad otorgada
al cónyuge, a la persona que esté unida civilmente, a sus ascendientes, descendientes o hermanos,
parientes colaterales hasta el cuarto grado de consanguinidad o segundo de afinidad, sus tutores
curadores y pupilos.
En este punto el código procesal de la Ciudad se diferencia del nacional, ya que en este último se esta-
blece la prohibición de declarar contra el imputado por parte del cónyuge, ascendientes, descendientes
o hermanos bajo pena de nulidad, salvo que fueran víctimas directamente del delito o lo fuera algún
pariente del mismo o mayor grado de parentesco con el autor (art. 242 del CPPN); mientras que en el
de la Ciudad no hay prohibición sino la posibilidad de abstención (art. 129 del CPPCABA). Previo a
tomarse declaración se le debe informar a este tipo de testigos sobre esta facultad que otorga el código,
dejando expresa constancia de ello.
Deben abstenerse de declarar sobre los secretos obtenidos por su profesión, oficio o estado, los minis-
tros de un culto admitido, los abogados, procuradores o escribanos, los médicos y demás auxiliares del
arte de curar, los militares y los funcionarios públicos sobre los secretos de estado. Se entiende que rige
el secreto profesional para los médicos y demás profesionales del arte de curar cuando una persona
involucrada en un delito hubiera recurrido a sus servicios para preservar su integridad física o la del
ofendido. De esta manera en el art. 130 del CPPCABA se recepta un criterio jurisprudencial que no
fue incluido en el art. 244 del CPPN, en cuanto a que debe prevalecer siempre el derecho a la vida
y/o integridad física sobre el deber de declarar del médico, ya que de lo contrario por temor al proceso
los involucrados en delitos prescindirían de solicitar atención médica. Sin embargo, deberán prestar
declaración cuando fueran liberados del secreto profesional por el interesado.
Salvo las excepciones señaladas, el deber de declarar como testigo y decir toda la verdad es una carga
pública. Se trata de un indelegable deber cívico. La negativa, reticencia o falsedad del testimonio, más
allá de constituir un delito (falso testimonio o desobediencia, depende el caso) puede producir además
que se pueda ordenar la detención de un testigo cuando exista temor fundado de que se fugue, oculte
o ausente, medida que en el proceso local no puede superar las 24 horas necesarias para producir la
declaración (art. 134 del CPPCABA) y llega a 48 horas en el proceso nacional (art. 248 del CPPN).
Están obligados a declarar pero no a comparecer ante el Juzgado o por ante la Fiscalía, los siguientes
funcionarios: Presidente, Vicepresidente, Ministros, Legisladores, Gobernadores, Jefe de Gobierno de
la Ciudad y Magistrados. Declaran por escrito (por oficio) bajo juramento de decir verdad salvo que
renuncien a esta posibilidad (arts. 128 del CPPCABA y 250 del CPPN).
Podrán declarar en su domicilio, lugar de internación o de alojamiento, las personas que por su estado
de salud no puedan trasladarse a la fiscalía o tribunal (arts. 132 del CPPCABA y 251 del CPPN).
La información testimonial requerida deberá plasmarse en actas en las que se dejará expresa constan-
cia de la fecha, hora y lugar en el que tal acto acontece, sumado a que al testigo se le recibe juramento
o promesa de decir verdad (excepto a los menores de 18 años, personas incapaces y aquellos que fueran
imputados de un hecho conexo), y se le hace saber de la eventual sanción penal que puede recibir en
caso de comprobarse que su declaración no es auténtica, según el art. 275 del Código Penal. Tras ello
se vuelcan sus datos personales y las circunstancias que pudieren demostrar si tiene o no interés en la
El perito es un especialista en algún arte, ciencia o técnica cuyo conocimiento excede la prepara-
ción jurídica del juez o el fiscal y que, por consiguiente, es convocado para que, a través de las ope-
raciones técnicas y científicas correspondientes, brinde su conclusión sobre aquello sometido a su
discernimiento.
Quien resulte designado deberá aceptar el cargo y desempeñar fielmente el cometido al que es convo-
cado, salvo que no esté en condiciones de cumplirlo por una causa grave y justificada que deberá poner
en conocimiento al ser notificado de su elección. Es claro que el perito debe tener la calidad profesio-
nal requerida para desempeñarse como tal y acreditarla debidamente al momento de aceptar el cargo.
Vale resaltar que los peritos oficiales no aceptan el cargo en cada caso, ya que cuando fueron nombra-
dos prestaron juramento de desempañarse fielmente y acreditaron su experticia.
Un estudio de la naturaleza de la que le es encomendado, determina la confianza que se deposita en
sus conclusiones y, a la vez, que les resulte exigible su imparcialidad con el asunto en torno al cual le
es solicitada su intervención, razón por la que cualquier aspecto o situación que, de presentarse, pueda
tener influencia en la calidad del perito o en la rectitud de su cumplimiento conducirá a su incompa-
tibilidad para cumplir con su destino.
Antes del inicio de las operaciones periciales, el juez o el fiscal deberán hacer saber a las partes de ello
con el objeto que puedan, si es su deseo, proponer peritos de parte y/o puntos de pericia.
El juez (en el CPPN) o el fiscal (en el CPPCABA) regirán el estudio pericial indicando los interro-
gantes que el o los peritos deberán evacuar y requerir, en su caso, las explicaciones que correspondan.
El o los peritos deberán conservar la materia o los objetos sometidos a pericia y, una vez finalizados los
pasos operativos, emitir un dictamen que puede constar en un informe escrito o en un acta en el que
se deberá detallar lo relativo a las condiciones en que fueron hallados o subordinados a estudio tales
instrumentos o cosas, los pasos cumplidos durante el estudio, las conclusiones a las que han arribado y
su firma, añadiéndose en el artículo 140 del CPPCABA que en caso que por sus características se trate
de un estudio no reproducible, todo el desarrollo del peritaje debe ser grabado o filmado.
Referencia normativa: arts. 253 a 267 del CPPN y arts. 136 a 144 del CPPCABA.
9.- Careo.
Siempre que al menos dos personas realicen afirmaciones rotundamente contradictorias acerca del
mismo hecho o circunstancia importante relativa a aquél, puede desarrollarse un acto que recibe la
denominación de “careo” con el objetivo de confrontarlas.
Puede realizarse entre testigos, entre un testigo y un imputado o entre imputados, pero en el caso que
intervengan imputados su intervención en el acto resultará facultativa, habida cuenta los resguardos
constitucionales por lo que corresponde que se cumpla con las formalidades previstas para cada decla-
ración con anterioridad a la materialización del acto (por caso, los testigos deberán prestar juramento o
promesa de decir verdad y, como se concluye de lo expresado, los imputados podrán negarse a realizar
cualquier manifestación).
Referencia normativa: arts. 276 a 278 del CPPN y arts. 151 y 152 del CPPCABA.
Si bien el término corriente y así es conocido es el de “inspección ocular” en realidad, tal inspección
no se limita a la percepción “ocular” de los objetos que constituyen el motivo y fundamento de tal
actividad probatoria sino que comprende también la utilización por parte de quien inspecciona del o
de los sentidos que resulten adecuados a las características del caso a los efectos de explorar debida-
mente personas, lugares y cosas en tanto se observe que dicha acción puede reportar beneficios para
la investigación.
Es un método que permite el contacto directo de la prueba con quien dispone la realización de la dili-
gencia y puede tener lugar, conforme lo asentamos previamente, tanto sobre objetos o lugares cuanto
sobre personas, supuesto este último que debe desarrollarse respetando el pudor de quien lo soporta y
que cabe diferenciar de la requisa personal, habida cuenta que sólo involucra el examen perceptivo de
aquélla en su exterioridad. A diferencia de la requisa, no involucra una revisación profunda y la posible
incautación de objetos vinculados al ilícito.
Referencias normativas: arts. 216 a 220 del CPPN y arts. 56, 95 inc. 3°, 100, 157 y 255 del CPPCABA.
Tiene lugar siempre que se evalúe que su concreción pueda resultar útil para establecer la forma en que
el hecho que se investiga ha tenido lugar, así como la caracterización de la intervención del imputado,
partícipes y testigos. Así, lo que se procura es reproducir la forma en que sucedió un hecho (por ejem-
plo, tratar de establecer si un disparo pudo haberse efectuado en legítima defensa o no).
Para ello, se reconstruye la escena y se solicita la colaboración de testigos, médicos, peritos e incluso
del imputado, aclarándole a éste que su participación no resulta obligatoria y que el defensor debe
ser anoticiado debidamente de su realización, ya que por sus particularidades se trata de un acto
irreproducible.
Referencia normativa: arts. 221 a 223 del CPPN.
La observación jurídica que cabe desarrollar sobre ambos es tratarlos como medios de prueba
relacionados.
Para algunos media una relación de género (documento) y especie (instrumento), y de tal suerte vin-
culan estrictamente al documento con la escritura o la prueba escrita que confirma o justifica algún
propósito probatorio y al instrumento no sólo con ello sino también con algún objeto o cosa que no
posee las características gráficas antedichas.
En cambio, hay quienes entienden que no existen distinciones y resultan conceptos análogos.
Sea como fuere queda claro que, en tanto “documento” o “instrumento”, ambos implican, en definitiva,
cualquier objeto que sirva para probar algo y constituya prueba indirecta (en tanto su calidad y validez
como prueba de la existencia del hecho se adquiere por inferencia, esto es, resulta ineludible una acti-
vidad intelectual por parte de quien lo percibe que no es necesaria en una prueba directa) y preconsti-
tuida, en tanto su existencia es anterior al inicio del proceso.
Por medio de la sanción de la Ley N° 27.319 se brindaron a las fuerzas de seguridad y al Poder Judicial
las herramientas y facultades necesarias para ser aplicadas a la investigación, prevención y lucha de los
delitos complejos, regulando las figuras del agente encubierto, el agente revelador, el informante, la
entrega vigilada y la prórroga de jurisdicción (art. 1).
Estas técnicas especiales de investigación son procedentes en los siguientes casos:
a) Delitos de producción, tráfico, transporte, siembra, almacenamiento y comercialización de estupe-
facientes, precursores químicos o materias primas para su producción o fabricación previstos en la
Ley 23.737 o la que en el futuro la reemplace, y la organización y financiación de dichos delitos;
b) Delitos previstos en la sección XII, título I del Código Aduanero;
c) Todos los casos en que sea aplicable el artículo 41 quinquies del Código Penal;
d) Delitos previstos en los artículos 125, 125 bis, 126, 127 y 128 del Código Penal;
e) Delitos previstos en los artículos 142 bis, 142 ter y 170 del Código Penal;
f ) Delitos previstos en los artículos 145 bis y ter del Código Penal;
g) Delitos cometidos por asociaciones ilícitas en los términos de los artículos 210 y 210 bis del Código Penal;
h) Delitos previstos en el libro segundo, título XIII del Código Penal (art. 2 de la Ley N° 27.319).
autoridades judiciales del país de destino. Lo debe ordenar mediante una resolución fundamentada.
No obstante, el juez puede ordenar la suspensión de la entrega vigilada y ordenar la detención de los
partícipes y el secuestro de los elementos vinculados al delito, si las diligencias pusieran en peligro la
integridad de las personas o la aprehensión posterior de los partícipes.
La “prórroga de jurisdicción” consiste en que al encontrase en peligro la vida o integridad física de la
víctima o la demora en el procedimiento pueda comprometer el éxito de la investigación, el juez y el
fiscal podrán actuar en ajena jurisdicción territorial, ordenando a las autoridades de prevención las
diligencias que entienda pertinentes, debiendo comunicar las medidas dispuestas al juez del lugar
dentro de un plazo no mayor a 24 horas.
Sobre la base de la normativa de la ley comentada en el punto anterior, la Ciudad de Buenos Aires
mediante la sanción de la Ley 6020 incorporó al CPPCABA los capítulos Medidas especiales de la
investigación (arts. 153 a 156) y Otros medios de prueba (art. 157).
A diferencia de la Ley 27.319, su ámbito de aplicación se extiende a los delitos previstos en la Ley N°
23.737 y modificatorias, en los artículos 125, 125 bis, 126, 127, 128 y 131 del Código Penal, y aquellos
delitos cuyas penas fueran superiores a tres (3) años de prisión en abstracto y que se justifiquen en la
complejidad de la investigación del hecho; con la aclaración de que su aplicación debe regirse sobre
la base de los principios de necesidad, razonabilidad, subsidiariedad y proporcionalidad, con criterio
restrictivo, debiendo ponderar en todo momento la gravedad del delito investigado y su complejidad
(art. 153 del CPPCABA).
En coincidencia con la ley nacional, contempla las medidas especiales de agente encubierto, agente reve-
lador, informante y entrega vigilada, no así en cambio la de prórroga de la jurisdicción (art. 154).
Por otra parte, en el art. 155 se detallan las reglas de actuación de las fuerzas de seguridad o policías
que decidan voluntariamente actuar como agentes encubiertos o reveladores, entre ellas las de pro-
curan evitar revelar sus identidades (al igual que la del informante) y la eximición de responsabilidad
en delitos a consecuencia necesaria del desarrollo de la actuación encomendada, en la medida que no
hubieran puesto en peligro la vida o integridad física o psíquica de una persona o la imposición de un
grave sufrimiento físico o moral a otro.
En el art. 156 se establece cómo debe ser el registro, duración y confidencialidad de las medidas y la
destrucción del material.
Por último, el art. 157 prevé la posibilidad de ordenar la obtención de ADN del imputado u otra per-
sona si ello fuere necesario para su identificación o para la constatación de circunstancias de impor-
tancia para la investigación.
En primer lugar corresponde tener presente que el proceso penal tiene como finalidad, además de
la resolución del conflicto (expresamente establecida en el CPPCABA), establecer la existencia del
hecho delictivo y el grado de participación que tuvieron quienes intervinieron en él. De ello se deduce
una primera regla de importancia, que consiste en que la secuencia hecho-imputado no resulta capri-
chosa sino que responde al orden establecido en el artículo 18 de la CN, esto es, que la finalidad del
proceso no es la de investigar personas sino los episodios imputados a personas.
Hecha dicha introducción, estamos en condiciones de puntualizar entonces que el imputado es la
persona respecto de quien se deduce la pretensión jurídico penal y lo es desde el momento que se lo
indica como partícipe en cualquier acto inicial de la investigación y adquiriendo desde ese momento
el derecho de defenderse; aunque formalmente “imputado” será cuando se lo cita a la audiencia de inti-
mación del hecho (art. 173 del CPPCABA) o a prestar declaración indagatoria (art. 294 del CPPN).
Cabe aclarar que tanto una “persona humana” como una “persona jurídica” pueden ser imputadas en un
proceso penal, aunque esta última sólo en determinados delitos (art. 1 de la Ley N° 27.401).
Su intervención es esencial en el juicio propiamente dicho, de conformidad con la norma constitucio-
nal que impone la defensa (artículo 18 CN).
El reconocimiento como imputado a toda persona que soporta la persecución penal desde el momento
que se lo indica como partícipe de un hecho delictivo, también implica efectivizar la garantía de inviola-
bilidad de la defensa en juicio y por ello, aquél cuenta con la posibilidad de arbitrar los medios necesarios
para presentarse y plantear las defensas que corresponda en favor de sus intereses desde el momento en
que conozca de la imputación que se le dirige o bien desde que esté anoticiado de la existencia de un
proceso en su contra, sin que resulte necesario una convocatoria compulsiva para que lo haga.
En este sentido la legislación procesal es reglamentaria de dicha garantía por lo que debe asegurarse al
imputado la completa información sobre el hecho que se le imputa y las pruebas de cargo; en su caso,
la causa o motivo de la detención y el funcionario que la ordenó, pudiendo acceder a toda la infor-
mación existente en el proceso o legajo confeccionado; la libertad y voluntad de declarar y de hacerlo
cuantas veces lo desee; su derecho de hacer saber su situación de detención a personas de su confianza
y de ser asistido por un defensor desde el primer acto del procedimiento, debiéndose documentar el
cumplimiento del deber de información de estos derechos.
Además, el imputado tiene derecho de designar defensor de su confianza o defensor público. Puede
designarlo aun estando privado de su libertad y por cualquier medio. Si no lo hace y pretende defen-
derse personalmente, el fiscal o el juez pueden disponer que sea asistido por un defensor público y ello
con el fin que no se perjudique la eficacia de la defensa o el normal desarrollo del proceso.
Debe tenerse presente que el ejercicio del derecho de defensa material se encuentra en cabeza del
imputado y que la defensa técnica generalmente es ejercida por un abogado y solo excepcionalmente
por el imputado, y ello porque justamente la defensa técnica implica realizar en las diferentes instan-
cias del procedimiento, argumentaciones o alegatos basados en fundamentos jurídicos que el imputado
generalmente desconoce lo que le impediría defenderse eficazmente y que se cumpla con la garantía
consagrada en el artículo 18 de la Constitución Nacional.
Ambos procedimientos admiten la posibilidad que durante el curso del proceso sobrevenga la incapacidad
mental del imputado lo cual provocará la suspensión del proceso hasta que la misma desaparezca, pero
no paraliza la investigación del hecho ni la continuación del procedimiento respecto de otros imputados.
Por su lado, de modo específico, los arts. 34 y 168 del CPPCABA regulan la obligación para el perso-
nal policial que tome intervención en un hecho flagrante en el cual el imputado se encuentra en estado
de embriaguez alcohólica o bajo los efectos de cualquier tóxico, de resguardar su integridad física y que
una vez constatado ese estado sea conducido directa e inmediatamente a un establecimiento asistencial.
Asimismo, en este orden de ideas, el art. 36 del CPPCABA establece la obligación de efectuar una
revisación física y psíquica a toda persona detenida formalizándose mediante un examen técnico rea-
lizado por el médico legista en el primer momento de la detención, para dejar constancia del estado
psíquico y físico del imputado, dando cuenta de la existencia de lesiones y capacidad para comprender
el acto y los hechos que lo motivaron, sin perjuicio de lo provisorio de esa revisación.
Para el supuesto de tratarse de un imputado en libertad, el examen será dispuesto por el juez a pedido de parte.
El art. 78 del CPPN determina la obligación para el juez de llevar a cabo un examen mental obliga-
torio en los casos en que el delito que se atribuya tenga prevista una pena de diez (10) o más años de
prisión, el imputado fuere sordomudo, menor de dieciocho (18) años o mayor de setenta (70) o si fuese
posible la aplicación de una medida de seguridad.
Referencia normativa: artículo 18 CN, artículo 13 CCABA, arts. 72 a 78 y 104 a 113 del CPPN y arts.
29 a 36, 158 a 160 y 168 del CPPCABA.
La declaración del imputado es aquel acto procesal en el que se formaliza la imputación y se le dan a
conocer las pruebas de cargo existentes hasta dicho momento, que requiere como presupuesto la veri-
ficación por parte de quien toma la decisión de convocarlo, de que exista fundamento bastante o una
situación probatoria que lo amerite.
horas y siempre que existan motivos que conduzcan a sostener fundadamente que el contacto de aquél
con terceras personas pueda dificultar la investigación o, llegado el caso, frustrar la posibilidad de apre-
hender a los que restantes partícipes del hecho.
A su vez, el art. 205 del prevé la posibilidad que el juez pueda establecerla por un término no mayor de
cuarenta y ocho (48) horas, prorrogables por otras veinticuatro (24) fundado en los mismos motivos
consignados en el párrafo anterior.
Finalmente y sin perjuicio que el artículo 13, inciso 6 de la Constitución de la CABA prevé que nin-
gún detenido puede ser privado de comunicarse inmediatamente con quien considere, el art. 166 del
CPPCABA admite de modo excepcional y motivado en similares circunstancias a las previstas por el
CPPN que la autoridad prevencional restrinja la comunicación del aprehendido para lo cual deberá
dar inmediata noticia al fiscal quien convalidará o no dicha medida, siendo que, en caso que la ratifique
deberá poner su decisión en conocimiento del juez.
Referencia normativa: arts. 184 inc. 8°, 279 a 292 y 294 a 304 del CPPN y arts. 164 a 180 del
CPPCABA.
Las medidas restrictivas son limitaciones a la libertad ambulatoria de todo imputado tendientes a que,
sin que impliquen encarcelamiento, se asegure la presencia de aquél en el proceso.
El CPPCABA admite que el fiscal o la querella soliciten la imposición de medidas de tal naturaleza
al tribunal, detallando las posibles en el artículo 186, las que podrán ser establecidas por el juez en
forma individual o combinada en la medida que las circunstancias del caso permitan considerar que la
aplicación de las obligaciones a las que el imputado deberá someterse configura una directriz suficiente
para evitar el peligro de fuga o el entorpecimiento del proceso.
En tal sentido, el art. 186 del CPPCABA establece: “Sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 184, el/
la Fiscal o la querella podrán solicitar al Tribunal la imposición de cualquiera de las medidas que se indican
a continuación:
1) La obligación de someterse al cuidado o vigilancia de una persona o institución determinada, en las con-
diciones que le fije.
2) La obligación de presentarse ante el Tribunal o ante la autoridad que él/ella designe.
3) La prohibición de salir del ámbito territorial que se determine.
4) La prohibición de concurrir a determinadas reuniones o de visitar ciertos lugares o de comunicarse con
personas determinadas siempre que no se afecte el derecho a la defensa.
5) El abandono inmediato del domicilio, cuando se trate de agresiones y la víctima conviva con el/la imputado/a.
La prisión preventiva es una medida cautelar de carácter personal que involucra en los hechos el
efectivo encarcelamiento del imputado que, de cumplirse los presupuestos que la hacen viable, deter-
minará la privación provisoria de su libertad durante el curso del proceso a los fines de asegurar su
presencia en el juicio.
En primer lugar, para poder adoptar una decisión de tal magnitud es requisito indispensable tener
elementos de prueba suficientes que permitan acreditar provisoriamente la materialidad del hecho
delictivo que se imputa y que el imputado participó en él.
Sin embargo, los requisitos del párrafo anterior no alcanzan si al mismo tiempo no se logra acreditar,
sobre la base de precisos parámetros objetivos, que en el caso se verifica alguno de los dos riesgos pro-
cesales establecidos como condición ineludible para el dictado de la prisión preventiva, esto es, que el
imputado en estado de libertad habrá de eludir la acción de la justicia o entorpecerá la investigación.
En el CPPN es una medida que se dicta al decidir el procesamiento del encausado, siempre que no
confirme la libertad provisoria efectivizada previamente y a la existencia de alguno de los dos riesgos
procesales antes mencionados le agrega que el delito que se atribuye al imputado prevea pena privativa
de libertad y que no resulte posible dejar la pena de prisión en suspenso ante una eventual condena
(art. 312 del CPPN).
El CPPCABA es bastante más minucioso en el tratamiento de los requisitos que fundamentan su
dictado, pues, si bien coincide con el otro instrumento legal mencionado en que debe efectuarse una
confrontación de los riesgos procesales antes mencionados (eludir la acción de la justicia -peligro de
fuga- o entorpecer la investigación), se detiene en detalle a conceptualizar qué implica cada uno a
partir de la previsión legal de las circunstancias que allí se menciona.
De tal modo, el art. 182 del CPPCABA establece que “la presunción de fuga” se encontrará conformada
cuando la objetiva valoración de las circunstancias del caso permita sospechar fundadamente que el
imputado intentará eludir las obligaciones procesales, teniendo en cuenta para ello especialmente las
siguientes circunstancias: 1) la falsedad o la falta de información sobre la residencia actual o habitual
del imputado; 2) la magnitud de la pena que eventualmente pueda imponérsele; 3) la conducta del
imputado en el proceso que se le sigue o en otros tramitados con anterioridad; 4) el pedido de aplica-
ción de pena de prisión o reclusión de efectivo cumplimiento por parte de la Fiscalía en los alegatos del
debate; 5) el dictado de sentencia condenatoria, en primera o segunda instancia, a una pena privativa
de libertad de efectivo cumplimiento; 6) el rechazo del recurso de inconstitucionalidad que fuera
planteado contra la sentencia condenatoria que dispone una pena privativa de libertad de efectivo
cumplimiento por la Cámara de Apelaciones o por el Tribunal Superior de Justicia.
En cuanto al “riesgo de entorpecimiento del proceso”, el art. 183 del CPPCABA determina que se verifi-
cará cuando la objetiva valoración de las circunstancias del caso permita sospechar fundadamente que
el imputado pondrá en peligro la recolección de los elementos de prueba, o bien, la individualización
y/o aprehensión de otros partícipes, o bien, el normal desenvolvimiento del proceso.
La exención de prisión y la excarcelación son institutos que en caso de comprobarse los requisitos que
autorizan su otorgamiento, evitará la detención del imputado (exención) o bien concluirá el estado de
encierro (excarcelación).
Al igual que sucede con las medidas cautelares y con la prisión preventiva, es requisito indispensable
tener elementos de prueba suficientes que permitan acreditar provisoriamente la materialidad del
hecho delictivo que se imputa y que el imputado participó en él.
Como requisitos de procedencia de la exención de prisión, el art. 316 del CPPN establece la necesi-
dad de demostrar que en virtud de la calificación legal provisoria otorgada al hecho imputado podría
aplicarse al encausado una pena privativa de libertad no superior a los ocho años o bien que de la esti-
mación practicada se concluyera que, en principio, de resultar aquél condenado, la sanción a imponer
será de prisión en suspenso. En cuanto a la excarcelación, el art. 317 del CPPN evalúa su procedencia
con mayor amplitud al permitir tomar en cuenta al evaluar su procedencia otras circunstancias que se
relacionan con el tiempo cumplido en detención. La decisión a adoptar le corresponde en ambos casos
al juez. La decisión a adoptar en ambos casos le corresponde al juez.
El CPPCABA realiza un tratamiento diferenciado de ambos supuestos. Así, en lo que atañe a la exención
de prisión, el art. 204 del CPPCABA supedita su otorgamiento a la inexistencia de motivos que hagan pre-
sumir que el imputado incurrirá en alguno de los riesgos procesales (peligro de fuga o de entorpecimiento
de la investigación); mientras que respecto a la excarcelación, el art. 200 del CPPCABA admite, al igual que
lo hace el CPPN, otras circunstancias que se relacionan con el tiempo cumplido en detención.
Este orden procesal determina, en cuanto a su trámite, que la solicitud de exención de prisión es realizada
al fiscal quien podrá concederla de forma irrestricta o bajo caución o con la aplicación de una medida res-
trictiva que no implique encierro, siendo necesario para la procedencia de esto último la conformidad de la
defensa. La denegatoria del fiscal abre la posibilidad que la petición sea analizada por el juez en audiencia
oral y pública y el auto que la conceda o deniegue es posible de ser apelado dentro del tercer día.
En el supuesto que resulte concedida, debe consignarse que el incumplimiento de las obligaciones impues-
tas, la incomparecencia a las citaciones, los preparativos de fuga o bien cualquier otra nueva circunstancia
que exija su detención conduce a la posibilidad que se revoque el auto que permitió la evitación del encierro.
Respecto al instituto de la excarcelación, el CPPCABA prevé que la solicitud será considerada por
el juez en audiencia a desarrollarse dentro de las veinticuatro (24) horas con citación del fiscal y la
decisión que se adopte es susceptible de ser recurrida mediante apelación dentro del tercer día. A su
vez, el art. 202 del CPPCABA determina que en caso de incomparecencia del imputado o bien si se
sustrajese al cumplimiento de la pena privativa de libertad, el juez o el fiscal lo intimará a regularizar
su situación en un lapso no mayor a los diez (10) días, vencido el cual, sin perjuicio del libramiento de
la orden de captura, se procederá a la ejecución de la fianza impuesta.
Ambos procedimientos admiten que la libertad que se disponga, ya sea al momento de resolver la
exención de prisión o la excarcelación, sea garantizada mediante la imposición de cauciones para ase-
gurar que el imputado no infringirá sus obligaciones procesales.
Las cauciones pueden consistir en una promesa juramentada efectuada por el imputado en la que
se compromete a respetar el cumplimiento de sus deberes durante el proceso (caución juratoria); o
bien, la asunción por parte de éste y uno o más fiadores solidarios, del compromiso de pagar –ante su
inobservancia de presentarse en el proceso– la suma que se fije al momento de hacerse lugar al pedido
liberatorio (caución personal) o, por último, la entrega de la suma de dinero, efectos públicos o valores
cotizables que se determinen a los mismos fines, que quedarán depositados como garantía del com-
promiso asumido hasta que finalice el proceso en su contra (caución real).
El CPPN establece que se trata de una resolución de estricta incumbencia del juez mientras que el
CPPCABA permite que la decisión sobre la caución a imponer pueda quedar también en cabeza del fiscal.
Referencia normativa: arts. 316 a 333 del CPPN y arts. 191 a 207 del CPPCABA.
1) Analizar el siguiente caso desde la perspectiva de los derechos de los imputados; identificar si existe
alguna cuestión problemática y sus consecuencias.
La policía entabla vigilancia sobre un domicilio en la calle San Martín N° 1128, en que se presume que opera
una o más personas que se dedican al alquiler de armas de fuego a sujetos que cometen delitos con ellas.
La información había surgido días atrás, cuando la policía detuvo a Juan Aldorraín en la vía pública, tras
sospechar fundadamente que llevaba un arma de fuego en su poder. La policía le había dicho a Aldorraín que
si el arma no era de él y la había alquilado, debía decir quién se la había dado, pues de lo contrario iba a ser
responsabilizado de los delitos que se hayan cometido con ella, aunque él no hubiese intervenido en los mismos.
Aldorraín, entonces indicó que había llamado a un celular (cuyo número aportó) y que la persona con la que se
comunicó le dijo, tras acordar un alquiler de $ 100 por día por una pistola marca Bersa calibre 22, que pasara
a retirarla por el domicilio antes mencionado.
Entablada la vigilancia por la policía en la dirección aludida, se prefirió no pedir una orden de allanamiento
Una vez recogidos los elementos de prueba necesarios que permitieron obtener la sospecha suficiente
para convocar a la persona imputada a la audiencia de “declaración indagatoria” (art. 294 del CPPN) o
de “intimación del hecho” (art. 173 del CPPCABA), debe resolverse la situación procesal de aquél.
Por supuesto, que si el encausado ofreció medidas de prueba en su descargo, quien lleva a cabo la inves-
tigación debe efectuarla en la medida que resulten útiles y pertinentes o que no sean sobreabundantes.
Ejemplo de ello pueden ser declaraciones de testigos, pericias, reconstrucciones, careos, etc.
Culminada dicha tarea o si el imputado no solicitó diligencias, debe adoptarse una decisión sobre
su situación procesal, la cual va a diferir de acuerdo al Código de forma que se utilice. Hay una gran
diferencia entre la legislación local y nacional.
Así, en el CPPCABA no está previsto que el juez adopte una decisión sobre el mérito de la prueba,
sino que es el fiscal quien intima del hecho al imputado y luego decide si hay mérito suficiente para
que el proceso avance, siendo que en ese caso requerirá ir a juicio oral, o si optará por aplicar una salida
alternativa. Si ello no ocurriere, el fiscal deberá disponer el archivo de las actuaciones, conforme los
supuestos previstos en el artículo 212 de la normativa mencionada.
En cambio, si se ha utilizado el CPPN, después de la recepción de la declaración indagatoria que
efectúa el juez, la ley le otorga a éste un término de diez días a partir de la fecha de aquélla para que
resuelva la situación procesal del encausado; teniendo tres posibilidades: la falta de mérito, el sobresei-
miento o el procesamiento.
Luego de ello si se dicta el procesamiento, el fiscal nacional requiere la elevación a juicio de la causa,
es decir que pase a un tribunal oral para la realización del debate.
Es con el requerimiento de elevación mencionado cuando se termina la primera etapa del proceso, y
comienza la intermedia en la cual lo que se decide es qué probanzas son admitidas para el juicio.
Toda vez que a partir de la declaración del imputado las leyes analizadas prevén diferentes pasos hasta
llegar a la instancia del juicio propiamente dicho, se procederá a describir en esta unidad y por separa-
do lo que establece la normativa local y nacional.
Como se adelantó, el fiscal tras haber intimado el hecho al imputado, resuelto lo concerniente a la
libertad en caso de estar detenido y de haber realizado –en caso de ser necesario– algunas medidas
probatorias, debe tomar la decisión de efectuar el requerimiento de juicio, lo que implica que el caso
pasará a la etapa intermedia y finalmente se hará el juicio oral; siempre que no se haya aplicado una
solución alternativa al juicio oral, o bien, cierra el trámite de la investigación por alguno de los supues-
tos de archivo previstos en la ley.
En efecto, una de las opciones con la que cuenta el acusador público es propiciar un método alternativo
de solución del conflicto, tal como la mediación y/o composición, la suspensión del proceso a prueba
o un avenimiento; supuestos todos que se tratarán en extenso más adelante.
De lo contrario, podrá disponer el archivo de las actuaciones fundado en razones que se vinculan con
el objeto (atipicidad, prescripción de la acción, persecución injustificada, imposibilidad de promover-
la, carencia probatoria) o el sujeto (inimputabilidad, existencia de justificantes, desconocimiento del
autor, mediación) o bien atendiendo a criterios de conveniencia (cuando fuera indispensable respecto
de algún imputado para asegurar el esclarecimiento del hecho y/o el éxito de la pesquisa respecto de
otros autores, coautores y/o partícipes necesarios que se consideren más relevantes y aquél hubiera
dado datos o indicaciones conducentes al efecto).
Debe destacarse que sólo se podrá reabrir el proceso luego de decidido su archivo en el supuesto en que
se individualice a un posible autor, cómplice o encubridor del hecho, o aparecieran pruebas determi-
nantes para realizar la imputación o circunstancias que fundadamente permitieran modificar el criterio
por el que se estimó injustificada la persecución y cuando se frustrara por actividad u omisión maliciosa
del imputado el acuerdo de mediación.
Ahora bien, como surge de lo explicado, de acuerdo al sistema establecido en la legislación procesal
de la CABA la actividad que desarrolla el fiscal durante la etapa de investigación tiene por finalidad
arribar a la resolución del conflicto o bien promover o desechar la realización del juicio.
Bajo tales parámetros, en caso que el órgano requirente estime que la investigación se ha agotado y que
también no habrá de atender a la posibilidad de resolver el conflicto por alguna de las vías previstas,
formulará el requerimiento de juicio, el cual tiene que cumplir con varios requisitos, contemplados en
el art. 219:
“Cuando el/la Fiscal considere que se encuentra agotada la investigación preparatoria y que no va a proponer
otra forma de resolución del conflicto o ésta hubiera fracasado, formulará el requerimiento de juicio que con-
tendrá la identificación del/la imputado/a y, bajo consecuencia de nulidad:
a) La descripción clara, precisa y circunstanciada del hecho y de la específica intervención del/la imputa-
do/a, concordante con el decreto que motivara la investigación preparatoria y hubiera sido informado al/la
imputado/a.
b) Los fundamentos que justifiquen la remisión a juicio.
Falta de mérito.
Una de las opciones que tiene el juez luego de transcurridos los diez días de la recepción de la decla-
ración indagatoria es dictar la falta de mérito, temperamento que adopta cuando considera que no hay
pruebas suficientes para ordenar el procesamiento, pero tampoco para sobreseer (art. 309 del Código
Procesal Penal de la Nación).
Por ello, puede afirmarse que se trata de un pronunciamiento intermedio, toda vez que se debe proseguir
la investigación mediante la realización de nuevas medidas de prueba que arrojen mayores precisiones, que
pueden ser ejecutadas por el propio juez o por el fiscal, según cuál de los dos esté a cargo de la investigación.
Así, se continúa con la pesquisa hasta que finalmente se afecta de modo directo al imputado procesán-
dolo o se lo desvincula a través de un sobreseimiento, teniendo en cuenta que el plazo para culminar la
instrucción es de cuatro meses contados desde la declaración indagatoria (art. 207 CPPN).
Debemos recordar que si se ha declarado la falta de mérito, no se puede mantener en prisión preven-
tiva al imputado (preso mientras dura la investigación), pues este pronunciamiento implica la ausencia
de elementos probatorios suficientes para avanzar a la etapa oral y ello es incompatible con tal restric-
ción a su libertad. Dicha resolución es apelable.
Sobreseimiento.
El sobreseimiento es la resolución dictada por el juez que pone fin al proceso, por lo que una vez firme
lo cierra de modo definitivo e irrevocable al adquirir calidad de cosa juzgada.
Si bien el sobreseimiento es una de las resoluciones que puede tomar el juez dentro de los diez días de
materializada la declaración indagatoria, la ley procesal prescribe que también puede ser dictado en
cualquier momento de la instrucción, ya sea de oficio o a pedido de parte.
Es de carácter personal, es decir, se dispone en relación a cada imputado y puede efectuarse de forma
total (respecto de todos los hechos atribuidos a una persona) o de modo parcial (en relación sólo a
algunos hechos de todos los imputados o atribuidos).
Conforme el artículo 336 del Código Procesal Penal de la Nación, corresponde dictar el sobreseimiento:
Procesamiento.
El procesamiento es el auto de mérito que dicta el juez cuando hay elementos de convicción suficientes
para estimar que existe un hecho delictivo y que la persona imputada es la presunta culpable del mismo.
En esa inteligencia y a diferencia de la sentencia condenatoria, para el dictado del auto de pro-
cesamiento basta con la valoración de elementos probatorios suficientes para producir la mera
probabilidad, con el objeto que sirvan para orientar el proceso hacia la etapa oral, donde serán
definitivamente confrontados.
Este instituto está regido por los arts. 306 al 311 bis del Código Procesal Penal de la Nación, donde se
establecen bajo pena de nulidad los requisitos de forma y contenido, y donde se estipula como condi-
ción indispensable para su dictado que el imputado haya prestado declaración indagatoria.
El procesamiento para ser válido deberá contener:
> Los datos personales del imputado.
> Si se ignoraren los datos, los que sirvan para identificarlo.
> Una somera enunciación de los hechos que se atribuyen.
> Los motivos en que se funda la decisión.
> La calificación legal, con cita de las disposiciones legales.
> Resolución respecto de la libertad.
> Opcionalmente, el dictado de medidas cautelares.
Una vez cumplida la declaración indagatoria y firme el auto de procesamiento, el juez debe correr vista
en forma sucesiva a la querella y al fiscal por el término de seis días con el fin que manifiesten si la
instrucción se halla completa, si es necesaria la realización de medidas probatorias o si por el contrario
solicitan el sobreseimiento del imputado o elevar la causa a juicio.
Esta última petición debe efectuarse mediante un requerimiento de elevación a juicio, que al igual que
lo exige el código procesal de la CABA, debe contener bajo pena de nulidad:
> los datos personales de los imputados,
> una relación clara, precisa y circunstanciada de los hechos,
> la calificación legal,
> una exposición sucinta de los motivos en que se funda,
Todos esos datos resultan imprescindibles, ya que ese requerimiento es el que va a constituir la base
sobre la cual se desarrollará el debate.
Es importante tener en cuenta que siempre debe existir coincidencia en los hechos y circunstancias impu-
tados tanto en el requerimiento de elevación a juicio, como en la declaración indagatoria y en el auto de
procesamiento, para de ese modo garantizar de modo efectivo el derecho de defensa en juicio del imputado.
Sin embargo, la congruencia que debe existir a lo largo del proceso –en especial respecto de los hechos
que se atribuyen a quien es procesado–, no implica una igualdad taxativa o una redacción idéntica; sino
una correlación en los aspectos sustanciales de la imputación.
En este sentido, se ha sostenido que el hecho fijado en la sentencia deberá ser idéntico en sus aspectos
esenciales al descripto en la acusación, y por ende éstos a los que se detallaron en el requerimiento
de elevación a juicio, el procesamiento y la indagatoria; pero podrán ser completados con detalles y
circunstancias obtenidas durante el proceso.
Distinta suerte corre la calificación legal del delito que se investiga, toda vez que el cambio de aquélla
no configura agravio constitucional alguno siempre que los actos imputados versen sobre los mismos
hechos. Finalmente, debemos recordar que el requerimiento de elevación a juicio no resulta apelable,
pues no se trata de una resolución jurisdiccional.
Si bien la comisión de todo delito se encuentra amenazada bajo la imposición de una determinada pena y para
aplicarla resulta necesario –de modo general– la realización de un juicio en el que se determine que el imputado
es culpable (toda vez que existe un derecho fundamental a no ser castigado sin juicio previo, según el art. 18 de
la Constitución Nacional), no todo conflicto penal necesita resolverse mediante la imposición de una sanción.
Por lo tanto, las leyes de fondo y las procesales contemplan otras salidas alternativas que, en principio,
no hacen necesario el juicio, como ocurre en los casos en que celebra la suspensión del juicio a prueba
o en los que las partes llegan a un acuerdo a través de una mediación o composición del conflicto (esta
posibilidad no existe a nivel nacional, pero muchas provincias han incorporado la mediación o com-
posición como un mecanismo alternativo a la resolución del conflicto penal).
Incluso en determinados casos también se podría prescindir de la celebración del juicio y, no obstante,
imponer un castigo al imputado sin que resulte afectado el derecho a la realización de un juicio previo
como en el supuesto de avenimiento (también conocido juicio abreviado a nivel a nacional).
Es sabido que el derecho penal ha de limitarse a ofrecer el último recurso –ultima ratio–, para cuando
los demás medios de control social, jurídicos o no, resultan insuficientes.
Y es por eso que el CPPCABA refiere en el art. 98 que “El Ministerio Público Fiscal practicará la investiga-
ción preparatoria con la finalidad de arribar a la solución del conflicto por cualquiera de las vías legalmente pre-
vistas o promover o desechar la realización del juicio”. Dentro de esas vías legales se encuentran la posibilidad
de propiciar la utilización de los medios alternativos de resolución de conflictos legalmente previstos
como ser la suspensión del proceso a prueba, la mediación y la composición.
Por lo tanto, y teniendo en cuenta que estas soluciones alternativas están previstas para ilícitos de
menor cuantía, se analizarán cada uno de los institutos mencionados, dado que para su aplicación los
requisitos legales son diferentes.
Los sistemas autocompositivos se caracterizan porque son las propias partes contendientes las que de
forma voluntaria alcanzan un acuerdo para resolver su conflicto. Estos sistemas, gestionan mejor los
intereses de las partes en conflicto, al ser ellas mismas las que resuelven su litigio a través del diálogo
(solas o con la ayuda de un tercero), llegando a un acuerdo.
En este sistema de gestión de controversias voluntario, las partes en conflicto, ya sea por sí mismas
(“composición”) o con la ayuda de un tercero neutral (“mediación”), resuelven sus diferencias alcanzando
un acuerdo en forma privada, sin la necesidad de que el juez sea quien decida en torno al conflicto.
Cuando interviene el mediador, actúa como canal de comunicación creando el espacio de diálogo
necesario para que las partes puedan expresar su versión de la situación, fijar los puntos del conflicto,
expresar sus opiniones y puntos de vista, sus intereses y necesidades, de modo que entre ellas se vayan
acercando las posiciones para poder llegar a un acuerdo.
Los institutos de la mediación y de la composición se encuentran regulados en el art. 217 del
CPPCABA y constituyen una salida alternativa a la realización del juicio e imposición de una pena.
Son un instrumento novedoso en la CABA que implica el desistimiento de la acción penal a partir de
la composición del conflicto.
La norma referida señala: “En cualquier momento de la investigación preparatoria el/la Fiscal podrá: …
Proponer al/la imputado/a y/o al/la ofendido/a otras alternativas para la solución de conflictos en las acciones
dependientes de instancia privada o en los casos de acción pública en que pueda arribarse a una mejor solución
para las partes invitándolos a recurrir a una instancia oficial de mediación o composición. El/la Fiscal remi-
tirá el caso a la oficina de mediación correspondiente.
No procederá la mediación cuando se trate de causas dolosas relativas a los delitos previstos en el Libro II del
Código Penal Título I (Capítulo I Delitos contra la vida) y Titulo III (Delitos contra la Integridad Sexual),
en los casos de las Lesiones establecidas en el artículo 91 del Código Penal, cuando se efectuaren dentro de un
grupo familiar conviviente, aunque estuvieren constituidos por uniones de hecho (artículo 8° de la Ley N°
24.417 de Protección contra la Violencia Familiar) y en los casos en donde el máximo de la pena del delito
excediese los seis años en abstracto de reclusión o prisión.
El acuerdo de mediación o composición implicará la resolución definitiva del conflicto y no podrá estar sometido
a plazo ni regla de comportamiento alguna.
No procederá la mediación si el imputado registrase antecedente penal condenatorio.
No se admitirá una nueva mediación penal respecto de quien hubiese incumplido un acuerdo en trámite ante-
rior, o no haya transcurrido un mínimo de dos (2) años de la firma de un acuerdo de resolución alternativa de
conflicto penal en otra investigación.
En caso de acuerdo el/la Fiscal dispondrá el archivo de las actuaciones sin más trámite”.
El recurso a esta salida alternativa constituye una facultad discrecional exclusiva del fiscal que es el
titular de la acción penal y, en consecuencia, quien puede decidir si en el caso particular la composición
del conflicto entre el imputado y la víctima es suficiente para desistir de la pretensión de castigo. Ello
surge claramente del texto de la norma que señala que es el fiscal quien podrá proponer al imputado y
al ofendido recurrir a una instancia oficial de mediación o composición para resolver el conflicto penal.
(2) años desde la firma de un acuerdo de resolución alternativa de conflicto penal en otra investigación.
El legislador local previó una serie de restricciones al instituto de la mediación. En ese sentido, el art.
217 del CPPCABA señala que no procederá cuando se trate de causas dolosas relativas a los delitos
contra la vida, delitos la integridad sexual y en los casos de las lesiones gravísimas, cuando se efectuaren
dentro de un grupo familiar conviviente, aunque estuvieren constituidos por uniones de hecho (art. 8°
de la Ley N° 24.417 de Protección contra la Violencia Familiar) y en los casos en donde el máximo
de la pena del delito excediese los seis años en abstracto de prisión o reclusión. Además, en función de
la Ley Nº 26.485 y la Ley Nº 4.203, tampoco procede en casos de violencia de género. Tampoco es
procedente si el imputado registra un antecedente penal condenatorio.
A ello debe sumarse que el Ministerio Público Fiscal por cuestiones de política criminal, puede deci-
dir qué casos no serían pasibles de mediar. De hecho, el Fiscal General emitió un criterio general
de actuación, que es obligatorio para los fiscales, por medio del cual dispuso no imprimir el trámite
de la mediación a los supuestos de violencia de género. Por su puesto, esta decisión es cuestionada y
hay diferentes posiciones sobre su validez, ya que los que no están de acuerdo consideran que es una
solución genérica que no tiene en cuenta cada caso en particular y que es una resolución que no puede
prevalecer sobre la ley procesal que no establece ningún obstáculo en ese sentido (sin ingresar en el
análisis de la limitación impuesta en el art. 28 de la Ley Nacional N° 26.485, a la que adhirió la CABA
por la Ley N° 4.203).
Otra salida alternativa al juicio y a la imposición de una pena es la suspensión del proceso a prueba.
Este instituto se encuentra regulado en los arts. 76 bis a 76 quater del Código Penal y en el ámbito
local se halla complementado con el art. 218 del CPPCABA. Es uno de los modos de extinción de
la acción penal que tiene lugar cuando se le paraliza el avance del proceso al imputado poniéndolo a
prueba, con la conformidad del fiscal.
Es decir, el imputado solicita su aplicación ofreciendo la reparación del perjuicio que hubiere causado
el delito investigado y se somete al cumplimiento de una serie de reglas de comportamiento impuestas
en los términos de los arts. 76 bis y 27 bis del CP por un lapso de hasta tres años, cuyo cumplimiento
comporta la extinción de la acción penal a su respecto.
En cuanto a su naturaleza jurídica en la doctrina se discute si este instituto es un derecho o un benefi-
cio para el imputado. A nuestro criterio, la ley es clara en determinar que resulta ser una facultad para
el Ministerio Público Fiscal opinar sobre su concesión y no una obligación acceder a la probation. No
está demás señalar que en la medida que el fiscal se oponga a este beneficio debe hacerlo de modo
fundado, sino el juez tendría la facultar de anular su dictamen.
7
“ARTICULO 27 bis del CP: … 1. Fijar residencia y someterse al cuidado de un patronato. 2. Abstenerse de concurrir a determinados lugares o de rela-
cionarse con determinadas personas. 3. Abstenerse de usar estupefacientes o de abusar de bebidas alcohólicas. 4. Asistir a la escolaridad primaria, si
no la tuviere cumplida. 5. Realizar estudios o prácticas necesarios para su capacitación laboral o profesional. 6. Someterse a un tratamiento médico
o psicológico, previo informe que acredite su necesidad y eficacia. 7. Adoptar oficio, arte, industria o profesión, adecuado a su capacidad.8. Realizar
trabajos no remunerados en favor del estado o de instituciones de bien público, fuera de sus horarios habituales de trabajo.
Las reglas podrán ser modificadas por el Tribunal según resulte conveniente al caso.
Si el condenado no cumpliere con alguna regla, el Tribunal podrá disponer que no se compute como plazo de cumplimiento todo o parte del tiempo
transcurrido hasta ese momento. Si el condenado persistiere o reiterare el incumplimiento, el Tribunal podrá revocar la condicionalidad de la conde-
na. El condenado deberá entonces cumplir la totalidad de la pena de prisión impuesta en la sentencia”.
Uno de los efectos importantes que tiene este instituto, a diferencia de la mediación penal, es que durante
el tiempo que dure su ejecución se suspende el curso de la prescripción de la acción penal (art. 76 ter del
CP); quedando el caso a la espera del cumplimiento de las reglas a las que el imputado se comprometió.
Asimismo, si durante el tiempo fijado por el juez el imputado no comete un delito, repara los daños
en la medida ofrecida y cumple con las reglas de conducta establecidas, se extinguirá la acción penal
cerrándose el proceso. En caso contrario, lo que en el ámbito de la justicia de la CABA se determinará
en la audiencia de control prevista en el art. 324 del CPPCABA, se continuará el trámite del proceso
hacia la etapa del juicio, en el que eventualmente resultará condenado o absuelto. Si el imputado fuere
absuelto se le devolverán los bienes abandonados en favor del Estado y la multa pagada al concedérsele
la probation, pero no podrá pretender el reintegro de las reparaciones cumplidas.
Cuando la realización del juicio fuese determinada por la comisión de un nuevo delito, la pena que
se imponga no podrá ser dejada en suspenso y sólo podrá ser concedida por segunda vez si el nuevo
delito se hubiera cometido después de haber transcurrido ocho años a partir de la fecha de expiración
del plazo por el cual hubiera sido suspendido el juicio en el proceso anterior.
Tampoco se admitirá una nueva suspensión de juicio respecto de quien hubiese incumplido las reglas
impuestas en una probation anterior.
Con respecto a la oportunidad procesal para solicitar la aplicación del instituto de la suspensión del
proceso a prueba, el art. 218 del CPPCABA establece que se puede plantear en cualquier momento de
la investigación penal preparatoria y hasta el momento de la audiencia de etapa intermedia (art. 223
del CPPCABA). Incluso, contempla que se pueda plantear durante el curso del debate si las circuns-
tancias emergentes de su desarrollo permitieran un cambio de calificación legal que tornare posible la
aplicación del instituto (art. 218 del CPPCABA); por ejemplo, como ocurre cuando luego de iniciado
el juicio y como consecuencia de la prueba producida en el debate se modifica la calificación del hecho
imputado de manera que permita una condena en suspenso y queden habilitadas las condiciones para
solicitar la suspensión del proceso a prueba.
En el ámbito nacional el art. 293 del CPPN viene a complementar la operatividad de esta salida
alternativa al señalar que “En la oportunidad que la ley penal permita la suspensión de la persecución, el
órgano judicial competente podrá conceder el beneficio, en audiencia única, donde las partes tendrán derecho a
expresarse. Cuando así ocurra, el órgano judicial competente en la misma audiencia especificará concretamente
las instrucciones e imposiciones a que deba someterse el imputado y deberá comunicar inmediatamente al juez
de ejecución la resolución que somete al imputado a prueba”. Si fuera planteada durante la etapa de instruc-
ción, será resuelta por el juez de instrucción y si ello tuviera lugar en la etapa de juicio, el tribunal oral
será el encargado de decidir la cuestión.
Finalmente, en todos los casos la admisión o rechazo de la suspensión del proceso a prueba debe ser
resuelto en una audiencia oral y pública.
El juicio abreviado es una alternativa a la realización del juicio oral, que fue introducido en el ámbito
nacional con la Ley N° 24.825 que lo incorporó en el art. 431 bis del CPPN. Consiste en un mecanis-
mo tendiente a evitar el debate oral y público, cuando se presente como innecesario, ante la composi-
ción del conflicto entre el fiscal y el imputado, pero en el ámbito nacional quedó limitado a casos en
los que la pena resulte inferior a los seis años de prisión.
En el ordenamiento procesal penal local esa figura legal recibió el nombre de avenimiento y se encuen-
tra regulado en el art. 279 del CPPCABA. Consiste en el allanamiento del imputado a la pretensión
del fiscal. En efecto, se compone de un acuerdo entre el fiscal con el imputado y su defensor sobre
los hechos atribuidos, la calificación legal y la pena. Ello permite poner fin al conflicto en tanto el
imputado al aceptar la existencia del hecho, su participación, su calificación legal y la pena solicitada
por el fiscal se ajustan a la pretensión del titular de la acción penal. En ese sentido, se puede decir que
constituye un modo alternativo de terminación del proceso en tanto se evita el juicio, pero se impone
un castigo penal. Por lo tanto, no importa un desistimiento de la acción penal.
En todos los supuestos, es el fiscal quien debe plantear formalmente la realización de un juicio abre-
viado de acuerdo con la letra del art. 279 del CPPCABA.
En cuanto a la oportunidad procesal para ello, viene pautada por el propio CPPCABA al establecer
que el acuerdo puede plantearse desde la intimación del hecho al imputado y hasta los cinco (5) días
posteriores a la notificación de la radicación del caso en el juzgado de juicio.
Los requerimientos que exige el CPPCABA para la viabilidad del acuerdo es que contenga los requi-
sitos del requerimiento de juicio (establecidos en el art. 219 del CPPCABA, a saber: A. La descripción
clara, precisa y circunstanciada del hecho y de la específica intervención del/la imputado/a, concor-
dante con el decreto que motivara la investigación preparatoria y hubiera sido informado al/la impu-
tado/a. B. Los fundamentos que justifiquen la remisión a juicio y C. La calificación legal del hecho),
o remitirse a ese acto si ya se hubiera formulado y la conformidad del imputado, con asistencia de su
defensor, la que importará la aceptación sobre la existencia del hecho o de los hechos reprochados y su
participación, la calificación legal adoptada y la pena solicitada.
El juez citará al imputado a una audiencia de conocimiento personal, lo interrogará sobre sus circuns-
tancias personales y sobre si comprende los alcances del acuerdo.
Luego, el juez deberá homologar el acuerdo o rechazarlo y disponer que continúe el proceso, por auto,
si considerase que la conformidad del imputado no fue voluntaria.
El juez al homologar el acuerdo podrá adoptar una calificación legal o una pena más favorable al imputado
y tendrá todos los efectos de la sentencia definitiva. Contra el rechazo habrá recurso de apelación.
Podríamos preguntarnos cuál sería la conveniencia para el imputado de aceptar su culpabilidad y la
imposición de una pena por medio de un acuerdo con el fiscal; y cuál sería la ventaja para el acusador
Si bien el debate tiene muchas características comunes en ambas leyes procesales que estudiamos, para
poder tener mayor claridad y advertir las diferencias sustanciales se analizaran por separado.
Audiencia de debate en el CPPN.
Tal como se adelantó en la otra Unidad IX, a partir de la Leyes N° 27.307 y 27.308, estos tribunales
juzgan de forma unipersonal o colegiada los delitos ordinarios. En tal sentido, es obligatorio que el
juzgamiento de los delitos cuya pena máxima privativa de la libertad en abstracto supere los 15 años,
sea por parte de 3 jueces (tribunal colegiado); siendo optativo del imputado escoger un tribunal uni-
personal o colegiado en los delitos cuya pena en abstracto sea mayor de 6 años y llegue hasta 15 años
de prisión; y unipersonal en los casos que la pena de prisión en abstracto sea hasta 6 años de prisión.
También se dijo que vencido el término fijado por el art. 354 del CPPN, cumplida la instrucción
suplementaria y resueltas las excepciones; el tribunal oral debe fijar la fecha del debate, dejando pasar
el tiempo previsto por el art. 359 del mismo cuerpo legal, es decir, en un plazo no menor a 10 días;
a excepción de los procesos en los que se investiguen los delitos del art. 142 bis y 170 bis, en las que
podrían fijar el inicio del juicio oral a partir del quinto día, conforme lo establece el art. 359 bis.
Por supuesto, en esa oportunidad el tribunal notificará a las partes –fiscal, defensa, y eventualmente
querella, actor civil y civilmente demandado–; quienes pueden de conformidad acortar el plazo de 10
días toda vez que el mismo se encuentra establecido a su favor y al sólo efecto de que las partes tengan
tiempo suficiente para la preparación del debate, por lo que si ellas manifiestan que se encuentran
preparadas para hacerlo con anterioridad, pueden renunciar al plazo prestando conformidad para que
la audiencia se fije en uno menor. Luego, también dejarán citados a los testigos, peritos e intérpretes
y el o los imputados.
> Rigen para el debate los principios de oralidad, publicidad, continuidad y contradicción.
> No hay posibilidad de llevar a cabo el debate sin que el imputado se encuentre a derecho (su
incomparecencia o fuga hace que el debate se postergue). Una vez presente, podrá optar por asistir
personalmente a la audiencia o bien ser representado por su asistente técnico en aquellos actos que
su presencia no resulte necesaria.
> Del mismo modo, la asistencia del fiscal y el defensor resulta obligatoria.
• La dirección del debate se encuentra a cargo del juez quien ejerce el poder disciplinario durante la audien-
cia y toma todas las decisiones tendientes a que el juicio se desarrolle sin tropiezos de ninguna índole.
> El comienzo del debate se formaliza a través de la lectura del requerimiento de elevación a juicio por
parte del secretario del tribunal para informar al imputado qué es lo que se le imputa.
> Una vez resueltas específicas cuestiones previas, en caso que éstas sean introducidas y admitido su
tratamiento por el juez, se invita al imputado a prestar declaración indagatoria.
> Luego, se desarrolla el núcleo del debate con la presentación de las distintas pruebas y el examen que
de ellas realizan las partes durante la audiencia.
> Las partes son las encargadas de interrogar a los testigos y presentar evidencias, aunque no hay nin-
guna prohibición expresa para que el juez pueda preguntar.
> Concluida la recepción de pruebas, ambas partes formulan su correspondiente alegato sobre la
prueba producida.
> El juez cerrará el debate y dictará su sentencia.
> Lo acontecido durante el debate es documentado en un acta la que debe reflejar lo ocurrido durante
su desarrollo y lo que las partes solicitan que expresamente se deje constancia.
Audiencia de debate en el CPPCABA.
Como también se describió en la Unidad IX, una vez concluida la denominada “etapa intermedia” en el
que se ha debatido sobre la prueba ofrecida por las partes y despejadas todas las cuestiones que debían
ser examinadas con anterioridad al debate, el juez que recibe el caso lleva a cabo la citación a juicio, el que
deberá tener lugar dentro de los tres (3) meses de recibidas las actuaciones, siendo que la citación a las
partes, deberá ocurrir en un lapso no inferior a los diez (10) de la fecha prevista para el inicio del debate.
Sin embargo, y por tratarse de un sistema acusatorio, son las partes quienes deben encargarse de la cita-
ción al juicio de los testigos y los peritos que propuso y llevar todas las evidencias que fueran admitidas
(por ejemplo, los elementos secuestrados).
A diferencia del procedimiento nacional, la regla general es que tribunales unipersonales sean los
encargados de llevar a cabo los juicios orales, salvo en los casos de delitos cuya pena en abstracto supere
los tres años de prisión (como por ejemplo, la portación ilegítima de un arma de fuego de uso civil o de
guerra), donde los imputados pueden escoger ser juzgados por un tribunal colegiado de tres jueces (art.
43, último párrafo, de la Ley 7), donde el primer juez que resulta sorteado oficia de presidente y los dos
restantes de vocales. Debe recordarse que nunca el juez de juicio puede ser el mismo que intervino en
las dos primeras etapas del proceso.
Las principales características del debate en este procedimiento son:
> Rigen para el debate los principios de oralidad, inmediación, publicidad, continuidad y contradicción.
2.- Sentencia.
Luego de los alegatos de las partes, el tribunal se encuentra habilitado para dictar sentencia condena-
toria o absolutoria.
En efecto, tras haber concluido el debate, los jueces intervinientes –en caso de tratarse de tribunales
colegiados– pasan a deliberar en sesión secreta, a la que sólo puede asistir el secretario, bajo pena de
nulidad. En esta deliberación se consideran y debaten las causas de acuerdo a los medios recibidos en
el debate y a las conclusiones emitidas por los interesados en ella.
Sentencia en el CPPN.
Sin perjuicio de haberse cerrado el debate, el artículo 397 contempla la posibilidad de reabrirlo cuando
el tribunal estimare la absoluta necesidad de la recepción o la ampliación de una prueba, limitándose
la reapertura al tratamiento de esa sola cuestión.
El art. 398, establece que el tribunal decidirá todas las cuestiones planteadas, y da un orden para su
resolución:
> las cuestiones incidentales que hubieren sido diferidas,
> las relativas a la existencia del hecho delictuoso,
> las relacionadas con la participación del imputado,
> la calificación legal que corresponda,
> la sanción aplicable, restitución, reparación o indemnización más demandas y costas.
Los jueces emitirán su voto motivado sobre cada una de ellas en forma conjunta o en el orden que
resulte de un sorteo que se hará en cada caso; y se dictará sentencia por mayoría de votos, haciéndose
mención de las disidencias producidas.
Cuando en la votación se emitan más de dos opiniones sobre las sanciones que correspondan, se apli-
cará el término medio.
La sentencia es el medio por el cual el tribunal hace saber fundadamente las razones por las cuales
dicta la absolución del imputado o su condena.
Si bien a esta altura ya es sabido, resulta prudente recordar que el órgano jurisdiccional sólo puede
condenar si existe una acusación previa (doctrina fijada por la Corte Suprema de Justicia de la Nación
a partir del precedente “Tarifeño”), ya sea por parte del Ministerio Público Fiscal, ya sea por la querella.
Respecto de este último supuesto, de nuevo traeremos a colación lo resuelto por la Corte en el caso
“Santillán” (en el que el TOC había dictado la absolución del imputado sobre la base que el fiscal no
había acusado y pese a que el querellante sí lo había hecho), que se expidió diciendo que no puede
negarse al acusador privado su calidad y su capacidad para alegar pidiendo la condena.
En efecto, en esos precedentes la Corte Suprema ratificó la exigencia constitucional de que no puede
haber condena sin acusación, sin que quepa hacer el distingo respecto del carácter público o privado
de quien la formula, ya que de igual manera se está respetando la bilateralidad.
En el artículo 399 se estipulan los requisitos que debe contener la sentencia:
> la fecha y el lugar en que se dicta,
> la mención del tribunal que la pronuncia,
> el nombre y apellido del fiscal y de las otras partes,
> las condiciones personales del imputado o los datos que sirvan para identificarlo,
> la enunciación del hecho y las circunstancias que hayan sido materia de acusación,
Sentencia en el CPPCABA.
Similares consideraciones caben efectuar, en líneas generales, en relación al procedimiento que rige
en el ámbito de la CABA respecto a este acápite, por lo que, en gran medida, aquello que se ha desa-
rrollado en cuanto al sistema del CPPN, encuentra aquí plena correspondencia, con las excepciones a
considerar a continuación.
En tal camino, debe destacarse que salvo que ocurra la particularidad señalada del artículo 43, párrafo
final, de la Ley 7, el juicio oral se llevará a cabo con un único magistrado, de lo que cabe concluir que
no habrá “deliberación” posible luego de presentados los alegatos de las partes.
Por último, el artículo 260 del CPPCABA determina que la sentencia debe contener:
1) la identificación del imputado;
2) la descripción del hecho imputado y su tipificación;
3) la prueba valorada conforme a las reglas de la sana crítica racional,
4) las consideraciones de derecho que correspondan;
5) la absolución o condena;
6) la individualización de la pena y las circunstancias valoradas para ello, así como también los medios
tecnológicos fijados para controlar el cumplimiento de las reglas de conducta impuestas en casos
de condena condicional.
7) la reparación civil pertinente o el rechazo de la demanda;
8) la imposición o exención de costas.
Una vez redactada la sentencia, el juez –o el tribunal colegiado– se constituirá nuevamente en sala de
audiencias, luego de ser convocadas las partes, y la leerá ante los que comparezcan, bajo pena de nulidad.
Si la complejidad del asunto o lo avanzado de la hora hicieran necesario diferir la redacción de la
sentencia, dentro de las 24 horas deberá leerse tan sólo su parte dispositiva, fijándose audiencia para
la lectura integral. Ésta debe efectuarse, bajo consecuencia de nulidad del debate, en las condiciones
antes señaladas y en el plazo máximo de 5 días a contar del cierre del debate.
La lectura de la sentencia valdrá como notificación para los que hubieran intervenido en el debate,
hayan comparecido o no a la lectura de fundamentos.
El 30 de septiembre de 2021 la Legislatura de la Ciudad sancionó la Ley 6451 que habilitó el juicio
por Jurados en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
El objeto de la sanción de esta ley fue cumplir con lo previsto en los arts. 5, 118, 122, 123 y 126 de la
Constitución Nacional y en los arts. 81, inc. 2°, y 106 de la Constitución de la CABA.
Es obligatoria la celebración del juicio por Jurados en todos los casos que se alcance la audiencia de
debate que se deban juzgar delitos con pena máxima en abstracto igual o superior a 20 años, aún si se
cometiera en forma tentada, junto con los delitos conexos que concurran con aquél.
Existen dos excepciones:
> Que el imputado tuviera menos de 18 años al momento del hecho.
> Que se haya alcanzado una forma alternativa de resolución del conflicto previo a la fijación de la
audiencia de Voir Dire para seleccionar al Jurado.
La etapa preparatoria del debate y el debate propiamente dicho se rigen por las reglas previstas para el
juicio común en el CPPCABA.
La audiencia preparatoria del debate la dirige el mismo Juez que intervendrá en el juicio.
En esta audiencia se tratan los posibles acuerdos probatorios (hechos y circunstancias en los que las
partes coinciden que acontecieron y que no hace falta discutir durante el debate porque no existen
controversias). Se pueden celebrar incluso durante el desarrollo del debate, y el Juez los autoriza en la
medida que no impliquen renuncia de los derechos constitucionales.
Estos acuerdos luego son puestos en conocimiento del Jurado en la forma que las partes lo consideren
más conveniente.
> Dirige el debate con todas las facultades de dirección, policía y disciplina.
> Imparte las instrucciones generales al Jurado en lenguaje claro y sencillo.
> Instruye al Jurado sobre el derecho sustantivo aplicable, acerca de la calificación jurídica principal y
de los delitos menores incluidos en ella.
> También enseña al Jurado sobre la presunción de inocencia y cómo opera jurídicamente la duda
razonable, ya sea acerca de la culpabilidad (absolución) o bien entre grados de un delito (condena
por el de menor grado) o entre delitos de distinta gravedad (condena por el delito más leve).
> Dictar la absolución (tras un veredicto de no culpabilidad del Jurado) o bien individualizar la pena
(ante un veredicto de culpabilidad) o la medida de seguridad (en algún supuesto de veredicto de no
culpabilidad en razón de inimputabilidad).
> Ser argentino/a, con 2 años de ejercicio de la ciudadanía en el caso de los naturalizados, y tener entre
18 y 75 años.
> Saber leer, escribir, hablar y entender plenamente el idioma nacional.
> Gozar del pleno ejercicio de los derechos políticos.
> Tener domicilio conocido y residencia inmediata no inferior a 4 años en la CABA.
> Quienes no tengan aptitud física o psíquica suficiente o presenten una disminución sensorial que
les impida el desempeño de la función.
> Los abogados, escribanos y procuradores matriculados y los profesores universitarios de disciplinas
jurídicas o de medicina legal.
> Los fallidos no rehabilitados.
> Los imputados en causa penal dolosa contra quienes se hubiera requerido juicio.
> Los condenados a una pena privativa de libertad, hasta 10 años después de agotada la pena, los con-
denados a pena de multa o inhabilitación, hasta 2 años después de agotada la pena y los condenados
por delitos que exijan para su realización la calidad de funcionario público como sujeto activo o que
lo fueran en orden a los delitos previstos en los artículos 245 y 275 del Código Penal de la Nación,
hasta 2 años después de agotada la pena.
> Los incluidos en el Registro de Deudores Alimentarios Morosos.
> Los integrantes de las Fuerzas Armadas y de Seguridad en actividad.
> Los ministros de un culto reconocido.
> Los que hayan servido como Jurado durante los 3 años inmediatamente anteriores a la designación.
La función de miembro del Jurado es una carga pública y ningún ciudadano puede negarse a desempe-
ñarla, salvo que tenga algún impedimento o motivo legítimo de excusación, los cuales serán valorados
por el Juez con criterio restrictivo.
Serán entendidas como causales legítimas de excusación:
> Los que se hayan desempeñado como Jurados titulares en los 3 años anteriores al día de su nueva
designación.
> Los que invoquen y acrediten muy graves problemas en razón de sus cargas familiares.
> Las personas que tengan funciones o trabajos de relevante interés comunitario, cuyo reemplazo
origine en los mismos trastornos importantes.
> Los que se encuentren residiendo en el extranjero.
> Los que invoquen y acrediten satisfactoriamente causas o motivos que les produzcan dificultades
graves para cumplir con la función de Jurados.
> Los mayores de 70 años que invoquen y acrediten satisfactoriamente motivos de salud.
Padrón de Jurados
Dentro de los 15 días hábiles anteriores al inicio del juicio, la Oficina de Jurados hace el sorteo de los
Jurados en un acto público, en el que las partes pueden asistir.
Se sortean el triple de los jurados necesarios.
Los ciudadanos sorteados son convocados a la audiencia obligatoria de Voir Dire en la que se selec-
ciona la lista que van a participar del juicio para el cual fueron citados.
La lista se integrará con los 14 primeros que surjan del sorteo (12 titulares y 2 suplentes).
El resto de los Jurados sorteados permanece afectado al proceso, según orden del sorteo, hasta que
termina la etapa de recusaciones y excusaciones.
La audiencia de selección del Jurado se realiza el primer día del debate, aunque excepcionalmente el
Juez puede celebrar esta audiencia dentro de los 3 días previos al inicio del juicio.
Obligatoriamente deben estar presentes el Juez y las partes.
En primer lugar, el Juez verifica que no existan impedimentos entre los sorteados y que los ciudadanos
no tengan motivos para excusarse.
Luego continúa la etapa de recusaciones (con y sin causa) de las partes:
> Recusaciones con causa: Cada parte examinará a los candidatos a Jurados para verificar si se encuen-
tra afectada su imparcialidad o independencia. La contraparte podrá objetar la recusación con causa
planteada y, en todos los casos, serán resueltas por el Juez.
> Recusaciones sin causa. Cada parte podrá recusar sin causa a 4 potenciales Jurados. Se realizan
alternadamente, comenzando por la acusación.
Resueltas las recusaciones se establecerá la integración definitiva de los Jurados, conforme el orden del
sorteo inicial.
> Establecida la integración definitiva del Jurado, quedan afectados al juicio, comunicándose esta
condición a sus respectivos empleadores, quienes no podrán alterar sus cargos, privilegios y dere-
chos laborales mientras dure esa función.
> Los gastos de movilidad, alojamiento y viáticos del Jurado serán cubiertos y aquellos que se encuen-
tren desempleados podrán solicitar ser remuneradas por su desempeño como Jurados, tanto en la
audiencia de selección como en el juicio.
> Se los advierte sobre la importancia y deberes a su cargo, en particular, que no pueden emitir crite-
rios sobre la causa, ni tomar contacto con las partes.
> A partir de ese momento ya no podrán excusarse.
> Las eventuales recusaciones o planteos de impedimentos sobrevinientes serán resueltas inmediata-
mente por el Juez, y en caso de hacer lugar, ingresa como titular el primer Jurado suplente.
> Se les toma promesa de juzgar con imparcialidad, máxima atención, lealtad, conforme la prueba
producida en el debate y respetando las Constituciones y leyes vigentes.
> Los Jurados suplentes deberán estar presentes hasta las deliberaciones.
> El Juez, de oficio o a pedido de parte, podrá incomunicar a los integrantes del Jurado.
> Ningún integrante del Jurado puede ser molestado durante el desempeño de su función ni privado
de su libertad, salvo flagrante delito.
Instrucciones iniciales
Inmediatamente después del juramento de Ley, el Juez imparte al Jurado las instrucciones iniciales
que consisten en describirles:
> Cómo se desarrolla un juicio.
> Qué es prueba y qué no lo es.
> Por cuáles delitos se juzga al acusado.
> Los principios constitucionales fundamentales que deben observar, especialmente el estándar pro-
batorio de más allá de duda razonable.
> Anticiparles que al final del debate les impartirá las instrucciones finales, con la explicación precisa
de los delitos y las cuestiones jurídicas que deberán resolver.
> Las partes sólo podrán argumentar respecto de la prueba admitida y producida en el juicio, espe-
cialmente durante los alegatos de apertura y de clausura.
> Las partes no pueden dar fe por ellas mismas de la credibilidad de los testigos, ni dar sus opiniones
personales sobre el caso, veredicto o el impacto de éste en la sociedad.
> El Juez y el Jurado no pueden formular preguntas a quienes declaren en el juicio. La violación aca-
rrea la nulidad del debate.
> El Jurado no puede conocer las constancias del legajo de investigación, salvo las que se incorporen
por las reglas del anticipo jurisdiccional de prueba en su formato de video. Tampoco puede conocer
los antecedentes del acusado. La violación acarrea la nulidad del debate.
> Controversias sobre la prueba en el juicio. Si son de sencilla resolución el Juez ordena a las partes
que se acerquen al estrado y resuelve sin que escuche el Jurado. En caso contrario, el Juez ordenará
el retiro del Jurado de la sala hasta que se resuelva la incidencia.
> La prueba debe producirse íntegramente en el debate (oralidad). Sólo puede incorporarse al juicio
por lectura, exhibición o reproducción la prueba anticipada.
> Las audiencias de debate se realizarán con estricta continuidad, en jornada completa y en días con-
secutivos, inclusive en los que fueran inhábiles.
Clausurado el debate, el Jurado se retira de la sala y el Juez celebra una audiencia privada con las partes,
para que éstas propongan las instrucciones finales para el Jurado y las distintas propuestas de veredicto
(en lenguaje claro y sencillo).
Luego de escucharlos, el Juez decide en forma definitiva cuáles serán las instrucciones finales a impar-
tir al Jurado y confecciona los formularios con las distintas propuestas de veredicto (un formulario de
veredicto por cada hecho y por cada acusado).
El Juez hace volver a la Sala al Jurado, les imparte verbalmente las instrucciones finales y, además, les
entrega una copia. En ellas les explica:
> Las reglas que rigen la deliberación.
> Cómo completar los formularios con las propuestas de veredicto.
> El deber de pronunciar un veredicto unánime en sesión secreta y continua.
> Los alcances de la presunción de inocencia, de la garantía del in dubio pro reo, del derecho a negarse
a declarar, de valorar sólo la prueba producida en el juicio y que la carga de demostrar la culpabili-
dad le corresponde a la acusación.
> Los posibles delitos principales y menores aplicables al caso, las causas de justificación y las cues-
tiones atinentes a la valoración de la prueba.
> Por último, les recuerda las funciones del Jurado.
Impartidas las instrucciones, el Jurado se retira a deliberar llevándose consigo todo objeto o escrito
admitido en evidencia. Solamente pueden ingresar al recinto de deliberaciones los Jurados titulares
bajo pena de nulidad.
Si se suscita algún desacuerdo o duda entre los miembros con respecto a las instrucciones, la prueba
testimonial o algún punto de derecho, el Jurado retornará a la Sala y el Juez le dará la información
requerida previa notificación a las partes.
La deliberación durará como mínimo dos horas y como máximo dos días, prorrogables por otros dos.
Existiendo un acuerdo sobre el veredicto, el formulario será completado, firmado y datado por el Presidente
del Jurado, en presencia de todos los miembros. Luego, el jurado retorna a la Sala para su anuncio.
Si durante la deliberación se hiciese imposible la continuación del proceso (por enfermedad o muerte
de hasta 2 Jurados o sobreviniere alguna circunstancia que les impidiera permanecer reunidos), el Juez
ordenará la disolución del Jurado y la causa podrá ser juzgada nuevamente.
Se realiza en la sala de audiencias en presencia de todas las partes y el jurado. El juez pregunta en voz alta
al Presidente del jurado si se arribó a un veredicto. En caso afirmativo, le ordena que lo lea en voz alta.
El jurado admitirá una sola de las propuestas de veredicto por el voto unánime de sus 12 miembros.
El veredicto declarará al acusado:
> No culpable.
> No culpable por razón de inimputabilidad.
> Culpable. En este supuesto, se debe indicar el delito por el cual debe responder el acusado (posibi-
lidad de veredicto de culpabilidad por un delito o grado inferior).
Puede darse un veredicto parcial, ya sea por múltiples acusados o hechos, es decir, cuando no hay
acuerdo unánime respecto de todos los acusados y/o hechos juzgados.
El veredicto no culpable hará cosa juzgada material y la sentencia absolutoria será irrecurrible.
Jurado estancado
Cuando el Jurado no alcanza la unanimidad en el plazo establecido para la deliberación, el juicio será
declarado estancado y podrá juzgarse nuevamente ante otro Jurado.
Previamente, el Juez y las partes procurarán acordar las medidas necesarias para asistir al Jurado para
superar el estancamiento (como por ejemplo, reapertura de cierto punto de prueba, nuevos alegatos de
las partes o una nueva instrucción del Juez).
Si continuara estancado, el Juez le preguntará al acusador si continúa con el ejercicio de la acusación:
> En caso afirmativo: el Juez disolverá al Jurado y dispondrá la realización de un nuevo juicio con otro Jurado.
> En caso negativo: el juez absolverá al acusado.
En caso de realizarse un nuevo juicio y que se declare también estancado al Jurado, el Juez deberá
absolver al acusado y esta decisión será irrecurrible.
Leído y comprobado el veredicto, el Juez declara disuelto al Jurado y libera de sus funciones a sus miembros.
> Si el veredicto fuere de no culpabilidad, el juez dicta de inmediato y oralmente la absolución del
acusado.
> Si el veredicto fuere de culpabilidad o de no culpabilidad por razones de inimputabilidad, el debate
Sentencia y recursos
Rigen las reglas generales del CPPCABA, con la única modificación que, en lugar de los fundamentos
de la decisión sobre los hechos probados, la culpabilidad del imputado y la calificación legal, la senten-
cia contendrá la transcripción de las instrucciones dadas al Jurado sobre las disposiciones aplicables y
el veredicto del Jurado.
Rigen las mismas causales de nulidad e impugnación previstas para las sentencias en procedi-
mientos sin Jurados y se incorporan como causales específicas (cuando hubieran hecho protesta
en el momento oportuno):
> La inobservancia o errónea aplicación de las reglas referidas a la constitución y recusación del
Jurado o a la capacidad de sus integrantes.
> Las instrucciones al Jurado que pudieran haber condicionado su decisión.
> La arbitrariedad de la decisión que rechace o admita medidas de prueba.
> Cuando el veredicto fuera arbitrario o se apartara manifiestamente de la prueba producida en
el debate.
Para las formas, efectos, trámites y plazos de los recursos se aplica supletoriamente el CPPCABA.
En el contexto referenciado, la Ciudad de Buenos Aires, en el año 2007, aprobó la Ley N° 2.451, que
contiene el Régimen Procesal Penal Juvenil, que se aplica a todas las personas que tengan entre dieci-
séis y dieciocho años de edad no cumplidos al momento de ocurrir los hechos objeto de una investi-
gación preparatoria (art. 1).
Dentro de esa franja etaria se debe proceder conforme las disposiciones del Código Procesal Penal de la
CABA en cuanto no se encuentren modificadas por el Régimen Procesal Penal Juvenil y en la medida
que no se restrinjan derechos reconocidos por la Ley local N° 114 –Ley Integral de los Derechos de los
Niños, Niñas y Adolescentes– (art. 2). Por tal motivo, mientras no exista una acreditación fehaciente de
la edad real del niño, se presume que la persona tiene menos de dieciocho años de edad y quedará sujeto
a las disposiciones del Régimen Procesal Penal Juvenil (art. 3). Si se acredita que es mayor de edad, las
actuaciones deben ser remitidas a la justicia de adultos (art. 4). Ahora bien, si en el caso penal participan
en forma conjunta personas mayores y menores de dieciocho años de edad, resulta competente la justicia
penal juvenil (art. 6), y el hecho de que el menor de edad adquiere la mayoría de edad durante el trans-
curso del proceso no conlleva la declinatoria de competencia en favor de la justicia de adultos (art. 7).
El proceso penal juvenil contempla las mismas garantías que el proceso de adultos, potenciadas por
el sistema de plus de derechos (arts. 8 a 29: juicio previo, discreción y confidencialidad, juez natural,
prohibición de la persecución a no punibles, principio de inocencia, derecho a la integridad, derecho
de no autoincriminación, derecho de defensa, persecución única, etcétera).
Los sujetos procesales y demás intervinientes son el juez penal juvenil; el imputado; los padres, tutores
o responsables; la víctima u ofendido; los defensores; el Fiscal penal juvenil; la querella; el asesor tutelar
y testigos (arts. 30 a 43).
El procedimiento penal tiene una primera etapa llamada investigación preparatoria (arts. 44 a 48), den-
tro de la cual se pueden adoptar medidas cautelares, entre ellas la prisión preventiva (arts. 49 a 52). Cabe
tener presente que el objeto del proceso penal juvenil es la solución del conflicto y no la imposición del
castigo penal (art. 25), razón por la cual el Régimen Procesal Penal Juvenil contempla vías alternativas de
resolución del conflicto: mediación y remisión (art. 53 a 75), como así también la suspensión del proceso a
prueba (arts. 76 a 77). Si estos medios alternativos fracasan en el caso judicial, se abre otra etapa procesal, la
instancia del debate (art. 78), con el consecuente juicio de cesura (art. 79) y el sistema de recursos (art. 80).
Por último, el Régimen Procesal Penal Juvenil contiene un riguroso sistema normativo de control de
las medidas privativas de la libertad, debido a su aplicación excepcional (arts. 81 a 91).
Disposiciones generales.
• Ámbito de aplicación: Se aplica a todas las personas que tengan entre 16 y 18 años de edad no
cumplidos al momento de ocurrir los hechos objeto de una investigación penal preparatoria (art. 1).
Principios y garantías procesales.
El proceso penal juvenil contempla las mismas garantías que el proceso de adultos, potenciadas por el
plus de derechos previstos para menores de 18 años. Entre ellos destacan los siguientes:
• Juicio previo: El juicio previo debe respetar los derechos y garantías de las normas nacionales e
internacionales en materia de adolescentes. En el párrafo segundo, reconoce fuerza normativa a las
Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de la Justicia de Menores (Reglas
de Beijing), las Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de
Libertad (Resolución 45/13) y las Directrices de las Naciones Unidas para la Prevención de la
Delincuencia Juvenil (Directrices de Riad) (art. 8).
• Confidencialidad: Está prohibido dar a publicidad información del proceso que permita identificar a los
menores de 18 años o a su familia, salvo que aquél se evada y exista peligro para las víctimas o terceros (art. 9).
• Juez natural: Le corresponde entender en esta materia únicamente a los jueces y tribunales especia-
lizados en materia penal juvenil (art. 11).
• Derecho a la integridad: Las acciones tendientes a identificar o detener a un menor de edad deben procurar
evitar afectar su dignidad, por lo que el personal policial destinado a tal fin debe estar capacitado (art. 14).
Sujetos procesales y demás intervinientes.
• Padres, tutores o responsables a cargo de la persona menor de 18 años de edad: Tienen acceso a
la causa sin que por ello deban ser considerados parte, salvo solicitud en contrario del adolescente
imputado, pues debe ser considerado como sujeto de derecho y no como objeto de tutela. La posibi-
lidad de someter a los adolescentes a la justicia penal juvenil implica que se reconozca su capacidad
como sujetos del proceso (art. 35).
• Víctimas: No son parte y en ningún caso pueden requerir la revisión del archivo dispuesto por la
fiscalía (art. 36).
• Defensores: Desde el inicio de la investigación y durante todo el proceso, la persona menor de
18 años de edad debe ser asistida por un defensor técnico. Hasta que designe defensor particular,
deberá intervenir el defensor oficial juvenil en turno, quien deberá entrevistarse con el imputado, se
encontrara o no detenido, y participará en todos los actos del proceso (art. 37).
• Fiscales penales juveniles8: Tienen las siguientes atribuciones: a) Procurar la mediación. b) Proceder
al archivo de las denuncias y de las actuaciones de prevención, cuando la naturaleza del hecho no
justifique la persecución, o cuando considere que ello resulta conveniente para la mejor solución del
conflicto jurídico penal o para el futuro del imputado. c) Realizar las funciones que esta y otras leyes
le asignen al Ministerio Público Fiscal (art. 38).
• Querella: El ofendido o víctima de un delito tiene derecho a ser representado por un abogado, y
que se lo considere parte en el proceso (art. 39).
8
En el MPF de la CABA, a partir del 01/03/2021 una fiscalía concentra la competencia especial de menores, salvo el tramo de la gestión inicial de la
flagrancia que por el momento continúa a cargo de las fiscalías de primera instancia en lo penal, contravencional y de faltas en turno (cfr. Resolución
FG 129/2020).
Declaración de víctimas o testigos menores de edad (art. 43).
• Lugar: en una Cámara Gesell que es una habitación especialmente acondicionada a la etapa evo-
lutiva del menor, que permite al juez y a las partes seguir las alternativas del acto desde el exterior
(vidrio espejado, equipos de video, micrófonos, etc.).
• Entrevistador: un psicólogo especialista en niños, niñas y/o adolescentes, que canaliza las inquietu-
des de las partes (previo control del juez a cargo del acto), teniendo en cuenta las características del
hecho y el estado emocional del menor.
• Informe: en el plazo estipulado por el juez el psicólogo elabora un informe detallado del acto pro-
cesal con las conclusiones a las que arriba conforme su experticia.
• Preservación: a efectos de evitar volver a revictimizar a los menores que declaran, se realizan regis-
tros audiovisuales del acto, otorgándole el carácter de prueba definitiva e irreproducible.
• Reconocimientos: Cuando la víctima o testigo menor de edad deba reconocer lugares y/o cosas,
será acompañado por el profesional que designe el juez y no podrá estar presente el imputado.
Investigación preparatoria.
• Acreditación de la edad: Se certifica la edad a través de cualquier documento que confirme feha-
cientemente los datos filiatorios del menor y los de sus padres, tutores o responsables a cargo. Si no
fuera posible, se realizará una pericia dentro del plazo de 6 horas de requerida (art. 44).
• Duración de la investigación: La regla general es 90 días, prorrogables por otros 60, pero en caso
de flagrancia se reduce a 15 días, con prórroga de 15. Si bien la norma no lo establece, se entiende
que el plazo fijado es en días corridos (art. 47).
Medidas cautelares durante el proceso.
• Prisión preventiva: No podrá exceder los 60 días corridos y sólo podrá dictarse en caso de que el
peligro de fuga o entorpecimiento de la investigación no pudiera neutralizarse mediante otras medi-
das restrictivas, y siempre que el delito imputado prevea pena privativa de la libertad y el juez penal
juvenil estime que no procederá condena de ejecución condicional (art. 50).
• Centros especializados de detención: Deben cumplir como mínimo con las Reglas de
Naciones Unidas para la protección de menores privados de la libertad (art. 83). Son estable-
cimientos creados a los fines de esta ley, de capacidad reducida, para tratamientos de carácter
individual (art. 84).
Soluciones alternativas al juicio oral.
• Mediación: Mecanismo por el cual se procura pacificar el conflicto, reconciliar a las partes y
reparar el daño causado alcanzando un acuerdo en forma privada, con la ayuda de un tercero
neutral (arts. 54 a 74).
• Remisión: Implica la extinción del proceso penal y la reorientación del menor imputado a un pro-
grama comunitario, con el apoyo de su familia y bajo el control de la institución que se le designe
para realizarlo. La finalidad del instituto es evitar los daños emergentes de la intervención judicial y
asegurar el principio de mínima intervención penal y de la imposición de la pena de prisión como
último recurso (arts. 37 inc. b y 40 ap. 3 inc. b y 4 de la Convención de los Derechos del Niño),
en la medida que la gravedad del delito, el grado de responsabilidad, el daño causado y su eventual
reparación hagan posible dicha solución (art. 75).
• Suspensión del proceso a prueba: Paralización del ejercicio de la acción en el que se lo pone a prue-
ba al menor imputado durante un período, en el cual debe cumplir determinadas reglas de conducta.
A diferencia de los mayores, también podrá concederse en casos en que el delito imputado merezca
pena privativa de libertad en centro especializado (arts. 76 y 77).
Debate.
El debate se realiza a puerta cerrada, donde sólo se admitirá la presencia de las siguientes personas:
juez penal juvenil, fiscal, imputado, defensor, asesor tutelar, padres, tutores o responsables del menor,
víctima y personas que tuvieran legítimo interés en presenciarlo.
No es admisible la omisión de pruebas. Son partes legitimadas para manifestar oposiciones en nombre
del menor la defensa y la asesoría tutelar (art. 78).
Juicio de cesura.
El juicio de cesura consiste en dividir el debate en dos partes, una dedicada al análisis de la existencia
del hecho y el discernimiento de la culpabilidad y la otra a la determinación de la pena.
9) Cuando el fiscal requiere el caso a juicio debe incluir la pena que considera adecuada al caso (artí-
culo 50 de la LPC);
10) En caso de incomparecencia del imputado al juicio oral y público se admite recibir la prueba tes-
timonial por escrito, previo a suspender la audiencia y ordenar el comparendo del presunto con-
traventor por la fuerza pública. Traído el supuesto contraventor, se realiza nueva audiencia dentro
de las cuarenta y ocho horas siguientes, se incorporan a ella los testimonios recogidos por escrito,
se produce la pertinente prueba y el juez dicta sentencia con la prueba disponible, después de oír
al presunto contraventor (artículo 52 de la LPC).
Al igual que el proceso penal, se caracteriza por ser un sistema desformalizado, oral y acusatorio en el
que el titular de la acción contravencional es el fiscal.
El proceso consta de una investigación preparatoria, donde el Ministerio Público Fiscal debe recabar
todas aquellas evidencias que le permitan llevar su caso a juicio y que finaliza con el requerimiento de
juicio, siempre que no se archive el caso por falta de prueba, inimputabilidad, falta de individualización
de los autores, etc.
También se regulan mecanismos de solución alternativa al juicio oral, que son la conciliación, la media-
ción, la suspensión del proceso a prueba y el juicio abreviado.
Tiene igualmente una etapa intermedia en la que el juez de garantías que intervino durante la inves-
tigación preparatoria, luego de haber recibido el requerimiento de juicio y notificado a las partes de su
contenido, convoca a una audiencia para resolver la admisibilidad de la prueba ofrecida por las partes
y la remisión de las actuaciones para que se designe el juez de juicio.
Finalmente, consta de una etapa de juicio oral, plenamente contradictoria, donde las partes expondrán
ante el juez de juicio el caso imputado, se producirán las pruebas existentes y se debatirá sobre la culpa-
bilidad o inocencia del imputado en base a la acusación formulada por el fiscal, cuestión que terminará
siendo decidida por dicho juez.
Luego de todo ello, hay una etapa de ejecución de la sentencia recaída.
En el ámbito contravencional de la CABA rigen, por regla, las mismas garantías que en el proceso
penal, toda vez que, si bien las contravenciones no son delitos, constituyen una respuesta punitiva del
Estado que puede comportar la privación de la libertad y otras sanciones. Por ende, nos remitimos al
tratamiento realizado en la lección relativa a las garantías constitucionales en el derecho penal.
El proceso contravencional puede iniciarse por denuncia de un particular recibida por el Ministerio
Público Fiscal (ya sea personalmente al fiscal o en las Unidades de Orientación y Denuncias, o a
través de los canales de cabinas de video conferencia, 080033FISCAL, correo electrónico o página
web) y por las autoridades de prevención –éstos, sólo en casos de flagrancia o cuando sea necesaria su
inmediata intervención para evitar las consecuencias de una contravención– (artículo 18 de la LPC).
A su vez, puede dar comienzo por la interposición de una querella de la persona física que resultare
directamente afectada por una contravención de acción dependiente de instancia privada (artículo 16
de la LPC).
También por prevención de las fuerzas de seguridad (Policía de la Ciudad, Policía Federal, Gendarmería
Nacional o Prefectura Naval) o auxiliares de la Justicia de la CABA (el Cuerpo de Agentes de Control
de Tránsito y Transporte en materia de contravenciones contra la seguridad vial, cuidado de coches y
limpieza de vidrios; inspectores de la Dirección de Fiscalización y Control en materia de violaciones
de clausura; etc.) en casos de flagrante contravención (artículo 17 de la LPC), que deberán instrumen-
tar por medio de un acta contravencional (artículo 40 de la LPC).
Inclusive, aplicando supletoriamente el art. 83, incs. 1° y 2°, del CPPCABA, en función del art. 6 LPC,
el proceso puede llegar a iniciarlo de oficio el Ministerio Público Fiscal, ya sea cuando tome conoci-
miento directo de la presunta comisión de una contravención de acción de oficio dentro del ámbito de
su competencia o bien como resultado de una actuación de prevención que lo justifique.
En consecuencia, toda investigación contravencional debe originarse en una denuncia en los términos
del artículo 18 de la LPC, con la interposición de una querella en los términos del artículo 16 de la LPC,
a pedido del MPF en los supuestos de los incs. 1° y 2° del art. 84 del CPPCABA o por un acta contra-
vencional, conforme lo prescripto en el presente artículo 40, que será labrada por la autoridad preventora.
En tal sentido, el art. 40 de la LPC establece que:
“Cuando la autoridad preventora compruebe prima facie la posible comisión de una contravención, debe ase-
gurar la prueba y labrar un acta en soporte físico o digital que contenga:
1) El lugar, fecha y hora del acta.
2) El lugar, fecha y hora en que presuntamente ocurrió el hecho.
3) La descripción circunstanciada del hecho y su calificación legal contravencional en forma indicativa, o su
denominación corriente.
4) Los datos identificatorios conocidos del presunto contraventor o contraventora.
5) El nombre y domicilio de los/las testigos y del/de la denunciante, si los hubiere.
6) La mención de toda otra prueba del hecho.
7) La firma de la autoridad.
El acta contravencional que reúna los requisitos antes expuestos, ante la ausencia de prueba en contrario, se
tendrá como prueba suficiente de los hechos, y se podrá incorporar por lectura y/o exhibición al debate”.
Obsérvese, que el art. 40 alude a la situación de la autoridad preventora cuando comprueba prima facie
la posible comisión de una contravención. Por ende, se requiere del funcionario que labra el acta una
inmediatez personal con respecto al hecho ilegítimo, percibida a través de sus sentidos, de manera tal
que le permita comprobar la existencia de la contravención con carácter provisorio. Si así no fuere y
la autoridad preventora obrare por noticia de un tercero, deberá actuar conforme el art. 18 de la LPC
(denuncia). Entonces, si hay flagrancia deberá labrarse el acta contravencional y asegurar la prueba.
También se relaciona esta norma con el art. 17 de la LPC de este cuerpo normativo que establece el
inicio del procedimiento por una actuación de prevención; y con el art. 19 del Código Contravencional,
en tanto dispone que la acción contravencional deba iniciarse de oficio.
El modelo de acta contravencional a que alude esta norma ha sido diseñado por la Fiscalía General
CABA y está comprendido en el Anexo I de la Resolución FG N° 72/08.
Es imprescindible que el acta cuente con los datos referidos a la fiscalía y defensoría intervinientes
–con indicación de los nombres de sus titulares, el domicilio de esas dependencias y el número de
teléfono de sus oficinas–, ya que sólo de esa forma se satisface el deber de la autoridad de prevención
de intimar al contraventor a presentarse dentro del quinto día en la sede de la fiscalía con un defen-
sor de su confianza y que de no hacerlo será asistido por la defensa oficial (arts. 41 y 43 de la LPC).
Asimismo, debe incluirse el juzgado en lo penal, contravencional y de faltas en turno.
Resulta necesario que se releven todos los datos personales del presunto contraventor, testigos, denun-
ciantes y víctimas, haciéndose hincapié en la utilidad de asentar los datos referentes al teléfono y celu-
lar donde pueden ser localizados, sea que se trate de los teléfonos particulares, laborales o de personas
de contacto. Inclusive, en el art. 4 de la Resolución FG N° 61/2020, se le encomienda a las fuerzas de
seguridad asentar los datos relativos a su correo electrónico, teléfono fijo o móvil y/o cualquier herra-
mienta o medio informático que permita su contacto de manera digital o virtual.
Debe indicarse si la persona –imputado, testigo, víctima o denunciante– exhibió documento de iden-
tidad, indicando el organismo emisor del mismo. Este dato es esencial cuando alguna de esas personas
sea menor de edad –por las consecuencias procesales que acarrea–, debiéndose identificar de manera
fehaciente al menor. Se debe tener en cuenta que el art. 13, inc. 2, de la Constitución de la CABA
prohíbe retener los documentos que acrediten identidad personal.
Sin perjuicio de ello, si el contraventor no puede ser individualizado correctamente por no contar
con documentos, el mismo debe ser trasladado –previa consulta con el fiscal– a la Oficina Central de
Identificación del Ministerio Público Fiscal, donde se le extraerán juegos de fichas dactilares y se reque-
rirán sus antecedentes, justamente con el propósito de establecer fehacientemente quién es la persona.
El contenido de la acción contravencional es una pretensión punitiva dirigida contra una persona con-
siderada autor de una infracción. Es actividad procesal, pues se ejerce concretamente ante la existencia
de una contravención y contra quien se pretende que es su autor.
El impulso para promover la investigación de estas conductas ilícitas puede quedar en manos de los parti-
culares –cuando sean contravenciones dependientes de instancia privada– o ser producido por el Ministerio
Público Fiscal –contravenciones de oficio (lo que se denomina en materia penal, como de “acción pública”–).
Por ello el Código Contravencional distingue las acciones por su disposición, en acción de oficio y
acción dependiente de instancia privada, siendo que la regla general está constituida por las acciones
promovibles de oficio.
Las acciones dependientes de instancia privada son aquellas que afectan a las personas de existencia
ideal, consorcios de propiedad horizontal o personas físicas determinadas. Expresamente el Código
Contravencional establece que también son las previstas en las siguientes conductas:
> Hostigar e intimidar, excepto el caso que la víctima sea menor de 18 años (arts. 54 y 56).
> Maltratar, excepto el caso que la víctima sea menor de 18 años (arts. 55 y 56).
> Discriminar (art. 71).
> Difusión no autorizada de imágenes o grabaciones íntimas, excepto el caso que la víctima sea menor
de 18 años (art. 75 y 77).
> Hostigamiento digital, excepto el caso que la víctima sea menor de 18 años (art. 76 y 77).
> Suplantación digital de la identidad, excepto el caso que la víctima sea menor de 18 años (art. 78).
> Ensuciar bienes de propiedad privada, excepto en el caso de templos religiosos (art. 94).
> Ruidos molestos, excepto en el caso donde el origen de los ruidos molestos provenga de la vía pública
(art. 98).
Por tanto es la naturaleza de la contravención (acción contravencional) lo que determina la clasifi-
cación de las acciones procesales, disponiendo quién es el legitimado para su ejercicio. Al establecer
acciones dependientes de instancia privada, la ley consagra derechos subjetivos individuales que con-
dicionan el ejercicio de la potestad represiva del Estado, ya que para poder avanzar en la investigación
de las contravenciones enumeradas se requiere sí o sí que la persona damnificada exprese la voluntad
de seguir adelante con el proceso.
I. Las contravenciones de oficio –acción pública–.
La acción es pública tanto por el objeto al cual se refiere, cuanto por la finalidad que persigue. En tal
sentido, en materia de persecución rige el principio de “oficialidad” que se manifiesta en el ejercicio de
las acciones públicas cuando la iniciación y desarrollo de la acción se concede al fiscal, funcionario del
Estado, como único autorizado para deducir una pretensión punitiva.
Por ello, en las contravenciones de acción pública –que son todas aquellas que no resultan abarcadas
como dependientes de instancia privada– el titular del ejercicio de la acción es el Ministerio Público
Fiscal y no depende el avance del proceso de la voluntad del agraviado.
Nos hallamos frente a una característica de la acción pública, que exige el inicio y posterior impulso de
la acción, con total prescindencia de la voluntad del damnificado por la contravención. El titular del
ejercicio de la acción debe ser un órgano público dotado de la función específica de ejercer, obligatoria
y espontáneamente, la acusación por cualquier hecho que prima facie presente las características de
una contravención. La intervención del Ministerio Fiscal es aquí ineludible.
II. Las contravenciones dependientes de instancia privada.
En estos supuestos debe tenerse presente que el inicio del proceso se condiciona al impulso del agra-
viado, pero luego se investiga como el resto de las contravenciones de acción de oficio. En lo demás,
presenta los mismos caracteres que la anterior. Es que, como excepción al principio de oficialidad de la
acción pública, la ley admite que en determinados casos la iniciativa quede en manos del agraviado o
de sus representantes, quienes deben acreditar su respectiva calidad y formular denuncia para legitimar
la actuación de los órganos habilitados para investigar y perseguir la eventual aplicación de una sanción
al culpable o a los presuntos culpables del hecho reputado como contravención. Se trata de supuestos
en los cuales el legislador, ha privilegiado por sobre su represión, el daño que la trascendencia pública
importaría para la víctima del hecho, o bien, el interés de ésta en judicializar determinados conflictos.
La instancia no es ejercicio ni promoción de la acción, sino incitación. El ofendido juzga sobre la convenien-
cia y oportunidad de provocar el proceso; la ley deja a su arbitrio la apreciación de los intereses personales,
familiares y sociales que pueden estar en pugna y por ende le acuerda la facultad de instar la promoción de la
acción. El Estado condiciona así su potestad represiva; el silencio del ofendido se interpreta como renuncia
al derecho de instar la acción. Es una petición formulada por el agraviado a la autoridad competente –o
por las personas que lo representen– para que investigue el hecho que lo afecta, provocando de ese modo la
intervención de la justicia que corresponda y dando, en su caso, inicio al proceso.
Como sujetos de la relación procesal deben o pueden actuar diversas personas, ya sea en virtud de la
función pública que ejercen, ya sea porque son titulares de derechos subjetivos o de intereses tutelados
por el derecho procesal, ya sea porque éste les impone deberes que deben cumplir.
Asume esa condición toda persona que fuere denunciada o que le fuere labrada un acta contraven-
cional o aprehendida por la autoridad preventora mediante acción directa tendiente a hacer cesar la
conducta de flagrante contravención (art. 20 de la LPC). La intervención del imputado es esencial
en el juicio propiamente dicho, por imperio de la norma constitucional que impone la defensa (arts.
18 de la CN y 13 de la CCABA), no sólo como un derecho subjetivo individual, sino también como
actividad procesal indispensable, consagrada por fuerza de un interés público que no puede vulnerar ni
el propio titular de tal derecho. Por eso no puede haber juicio en rebeldía.
En este aspecto, cobra relevancia el defensor del imputado pues su defensa técnica es obligatoria. La
voluntad del imputado es legítima cuando tiende a su defensa eficaz y es irrelevante cuando se orienta
en sentido contrario.
Su inercia o indiferencia, lo mismo que una expresa renuncia a defenderse, son inadmisibles, y por eso,
deben ser suplidas de oficio mediante el nombramiento de un defensor oficial, que le provee el Estado.
Desde el punto de vista técnico, es evidente la necesidad de asegurar, mediante la intervención de un
jurista que ponga sus conocimientos al servicio del proceso del imputado, el equilibrio entre éste y el
órgano acusador.
Es preciso, para lograrlo, que ambos puedan hacer llegar ante el tribunal, con la misma eficacia, a expo-
ner y probar las razones susceptibles de provocar una decisión justa, ya sea para procurar una aplica-
ción correcta de la ley sustantiva, ya sea para hacer valer los poderes jurídicos e intereses que acuerda o
reconoce la ley procesal. Es que, por regla general, el imputado no poseerá los conocimientos técnicos
necesarios para que su defensa sea eficaz.
El defensor es un protector autónomo de los derechos e intereses del imputado, que integra necesa-
riamente su personalidad –salvo el caso de autodefensa–, en virtud de un interés individual y social. El
derecho impone esta protección técnica, porque considera bien que el imputado es incapaz (normal-
mente) de defenderse con la eficacia necesaria para administrar justicia. En este sentido puede anotar-
se que el defensor es un auxiliar de la justicia, pero no como órgano imparcial que procura el triunfo
de la verdad aunque traicione a su cliente, sino como engranaje ineludible del marco instrumental que
el Derecho predispone para garantía del individuo y de la sociedad.
La regla tiene una excepción: la autodefensa, cuando el propio interesado quiere defenderse, sólo convie-
ne exigir garantías de eficacia y corrección, tanto para evitar que se convierta en un modo de renunciar a
la defensa, como para asegurar que su ejercicio no ha de perturbar el desarrollo normal del proceso.
El querellante no es un sujeto necesario, sino eventual en las contravenciones dependientes de instan-
cia privada y no reemplaza al fiscal en el ejercicio de la acción (a menos que el fiscal haya archivado
el caso y el querellante decidido continuar el impulso de la acción conforme las reglas de la acción
privada). Es parte para todos los actos del proceso.
Son profesionales (peritos, intérpretes, mediadores, fuerzas de seguridad, técnicos, psicólogos, soció-
logos, etc.) que en el marco de su competencia colaboran en el proceso penal con los órganos jurisdic-
cionales para lograr la obtención de la verdad y la solución del conflicto. Por ejemplo, la realización de
una pericia caligráfica para determinar quién ha confeccionado un documento. La elaboración de una
pericia contable para determinar la situación patrimonial de una persona. La realización de una pericia
psiquiátrica para determinar las facultades mentales y volitivas del imputado para que decida el juez
sobre su imputabilidad o inimputabilidad.
Igual que en materia penal, pueden aplicarse métodos alternativos de solución del conflicto, por lo que
los mediadores también son auxiliares de la justicia cuando el fiscal le da intervención para que las
partes puedan arribar a un acuerdo. Los supervisores de la Oficina de Control de la Suspensión del
Proceso a Prueba son auxiliares de la justicia en la medida que tienen a su cargo controlar la ejecución
de la suspensión del proceso a prueba si el imputado cumple o no con las reglas de conducta que le han
sido impuestas, a partir de lo cual se puede evaluar si corresponde o no tener por cumplida la probation
(y disponer la extinción de la acción) o incumplida y continuar con el trámite del proceso suspendido.
No podemos olvidarnos de las fuerzas de seguridad, que son los principales colaboradores de la justi-
cia, ya que tienen a su cargo no sólo la prevención de ese tipo de conductas sino también son quienes
confeccionan las actas contravencionales, investigan bajo la dirección del fiscal y pueden adoptar en
casos de flagrancia medidas cautelares como la aprehensión, el secuestro, la clausura y la inmoviliza-
ción de rodados.
7.- El imputado.
la matrícula. Si no eligiere defensor o defensora de confianza el juez o Jueza o el fiscal según el caso, deberá
dar inmediata intervención al defensor o defensora que por turno corresponda”. El artículo 4 señala que: “Se
debe designar un intérprete cuando el imputado o imputada no pudiere o no supiere expresarse en español, o
cuando lo impusiere una necesidad especial del imputado o imputada”.
Por otro lado, debemos tener en consideración que hay contravenciones que son advertidas en flagrancia,
es decir cuando se están cometiendo, y en esos casos si el contraventor no acata la intimación al cese que le
realiza el preventor –o bien, una vez que ha cesado, reitera la misma conducta dentro de las 72 horas–, las
fuerzas de seguridad están habilitadas a proceder a la aprehensión de la persona (art. 20 de la LPC). En esa
oportunidad, la ley establece que debe ser informada de sus derechos y labrarse un acta en consecuencia.
En efecto, según el artículo 23 de la LPC “Confirmada la aprehensión por el/la representante del Ministerio
Público Fiscal, se dará noticia al/a la Juez/a que corresponda. El/la imputado/a quedará a disposición del/
de la representante del Ministerio Público Fiscal y será conducido/a sin demora dentro de las 24 horas de su
aprehensión al establecimiento correspondiente donde se celebrará eventualmente la audiencia del art. 23. El/
la representante del Ministerio Público Fiscal dispondrá la obtención de fichas dactilares del/de la aprehendi-
do/a para su correcta identificación y solicitará los informes de antecedentes contravencionales y penales. De ser
necesario, también podrá hacer constatar el estado físico y/o mental del/de la imputado/a, mediante examen de
un/a profesional de la salud. Al momento de su aprehensión el/la imputado/a deberá ser informado/a de las
causas de ésta, del/de la Juez/a y del/de la representante del Ministerio Público Fiscal intervinientes y de los
demás derechos que le asisten. El/la imputado/a mantendrá una entrevista con el/la abogado/a de la matrícula
que hubiera designado o, en su defecto, con el/la defensor/a oficial. En esas primeras 24 horas el/la representante
del Ministerio Público Fiscal contactará al/a la imputado/a y su defensor/a, a fin de analizar la posibilidad de
arribar de manera temprana a la solución del conflicto por cualquiera de las vías establecidas procesalmente”.
Y para el caso de aprehensión de extranjeros, el art. 27 de la LPC aclara “Si se tratare de un extranjero
que no comprende o que no hable adecuadamente el idioma español, debe sin demora ponerse a su disposición
un intérprete a fin de comunicarle las causas de su detención. Si el aprehendido fuere un extranjero/a sin resi-
dencia en el país, debe informársele además, de su derecho a ponerse en comunicación con la Oficina Consular
o la Misión Diplomática del Estado del que sea nacional. Si fuere refugiado, se le pone en comunicación con la
oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR)”.
Tiene derecho a no ser incomunicado (art. 29 de la LPC) ni puesto en prisión preventiva (art. 13, inc.
11, de la CCABA).
Asimismo, de conformidad con lo establecido en el art. 6 de la LPC se aplican los derechos estable-
cidos en los artículos 29 y 30 CPPCABA y los derechos y garantías contemplados en la CN, en la
CCABA y en los tratados de derechos humanos con jerarquía constitucional. Veamos:
Artículo 29 del CPPCABA. “Derecho de defensa: A todo imputado se le asegurarán las garantías necesarias
para su defensa, debiendo las fuerzas de seguridad, el fiscal y el juez, según la circunstancia, informarle de
inmediato y de modo comprensible los derechos de:
1) Conocer la causa o motivo de su detención y el funcionario que la ordenó.
Ahora bien, luego de iniciado el sumario por una presunta infracción al Código Contravencional, el
Fiscal se encarga de recolectar los elementos probatorios y una vez que tiene sospecha suficiente que
el imputado es el autor del ilícito, lo convoca a una audiencia de intimación del hecho, conforme el
artículo 47 de la LPC.
Ese es el momento donde el imputado, junto con su defensa, puede defenderse después que el
Ministerio Público Fiscal le haga saber los derechos, el hecho atribuido y las pruebas en su contra, tal
como sucede en la audiencia de intimación del hecho o la declaración indagatoria que estudiamos en
el proceso penal.
Conforme el art. 19 de la LPC las autoridades preventoras sólo pueden adoptar medidas precautorias
o cautelares en los casos que se verifique una situación de urgencia o flagrancia. Así, las medidas pre-
cautorias adoptadas deben ser comunicadas de inmediato al fiscal. Si éste entendiera que fueron mal
adoptadas, ordenará que se dejen sin efecto. En caso contrario, se las comunicará al juez dentro de las
dos horas siguientes (art. 22 de la LPC).
La Ley de Procedimiento Contravencional, prevé cuatro medidas cautelares:
1. Clausura preventiva. La autoridad prevencional puede proceder al cierre de un lugar, siempre que
se advierta un grave e inminente peligro para la salud o seguridad públicas. Esta clausura implica
que a partir de su imposición el sitio no pueda seguir funcionando hasta que no haya una autoriza-
ción para hacerlo. Es habitual adoptar este tipo de medida cautelar en los casos de venta de alcohol
a menores, en violaciones de clausuras de boliches bailables o comercios de venta de alimentos, etc.
2. Secuestro de bienes susceptibles de comiso. Las fuerzas de seguridad pueden proceder a la incauta-
ción de los bienes que fueron utilizados para cometer la contravención, justamente para que la infrac-
ción no se siga perpetuando y siempre que los elementos hayan sido usados para infringir la ley. Un
caso muy usual es el secuestro de la mercadería que se vende sin autorización en el espacio público.
3. Inmovilización y depósito de vehículos motorizados. Esta medida sólo puede adoptarse en caso
de contravenciones de tránsito, siempre que haya un peligro para terceros o que obstaculice el nor-
mal uso del espacio público. Se trata de una simple inmovilización del rodado y no de su secuestro,
ya que la misma dura mientras se encuentre presente el riesgo. Luego el vehículo es devuelto. Es
frecuente la inmovilización cuando se hay conductores manejando superando los límites permiti-
dos de alcohol en sangre o bajo los efectos de sustancias que disminuyan la aptitud para hacerlo.
4. Aprehensión. Esta es la medida cautelar más extrema porque significa una restricción efectiva a la
libertad ambulatoria y por eso la ley es más rigurosa en cuanto a los requisitos para su adopción y el
trámite a seguir. Así, puede llevarse a cabo cuando la prevención intima al contraventor a cesar su
La aprehensión de extranjeros.
El art. 27 de la LPC trata la aprehensión de extranjeros y dice: “Si se tratare de un extranjero que no com-
prende o que no hable adecuadamente el idioma español, debe sin demora ponerse a su disposición un intérprete
a fin de comunicarle las causas de su detención. Si el aprehendido fuere un extranjero/a sin residencia en el
país, debe informársele además, de su derecho a ponerse en comunicación con la Oficina Consular o la Misión
Diplomática del Estado del que sea nacional. Si fuere refugiado, se le pone en comunicación con la Oficina del
Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR)”.
El artículo anterior no distingue si el extranjero tiene residencia o no en el país, basta que no compren-
da lo suficiente el idioma español para tener que proveerle un intérprete de su lengua en el momento
para que le transmita el motivo de su aprehensión y las demás cuestiones relacionadas con el trámite
del proceso y los derechos que le asisten. Una alternativa para garantizar este derecho, es solicitarle el
intérprete al Consulado o Embajada del país correspondiente.
En el supuesto de que el extranjero no tenga residencia en este país, además de las cuestiones y dere-
chos aludidos deberá ser informado expresamente sobre el derecho que le asiste de entablar comu-
nicación con la oficina consular o misión diplomática del Estado del que sea nacional. Y si se tratare
de un refugiado deberán arbitrarse los medios para ponerlo en comunicación con el ACNUR. En tal
sentido son expresas las indicaciones vertidas por la Fiscalía General en la Resolución FG 31/09, en la
que ha efectuado recomendaciones para estos supuestos, estableciendo que, al margen de la obligación
de notificar el derecho de asistencia consular, la aprehensión debe ser comunicada a los cónsules res-
pectivos, por intermedio de la Dirección General de Asuntos Jurídicos del Ministerio de Relaciones
Exteriores, Comercio Internacional y Culto.
En tal sentido, en cuanto al derecho a la información sobre asistencia consular, se establece:
1. Procurar que se le haga saber a los detenidos que puedan resultar extranjeros que tiene derecho a
solicitar y obtener que se informe a la oficina consular competente sobre su arresto, detención o
puesta en prisión preventiva y que tiene derecho a dirigir a la oficina consular competente cualquier
comunicación, para que ésta sea transmitida sin demora.
2. Recomendar a las autoridades policiales y fiscales que dejen la constancia de tal comunicación.
3. Proceder de tal manera tanto en casos de hechos contravencionales como de hechos penales y ya
sea que los extranjeros tengan o no residencia en el país.
4. Procurar que preferentemente se haga al momento de privar de libertad al imputado por interme-
dio del personal policial que llevare adelante el acto, tanto en casos de los arts. 19 inc. a), 23 y 42 de
la LPC; 164 y 165 del CPPCABA; y 91 de la Ley de Seguridad Pública.
Consulta al Ministerio Público e intervención del juez en casos de aprehensión.
El art. 28 de la LPC trata la consulta al Ministerio Público e intervención del juez “Consultado sin
demora el o la Fiscal, si éste considera que debe cesar la aprehensión, se deja en libertad inmediatamente al
imputado notificándole el día y hora en que debe comparecer ante el o la Fiscal.
En caso contrario, la persona debe ser conducida directa e inmediatamente ante el juez o jueza. Cuando el
juez o jueza decide mantener la aprehensión, debe realizar la audiencia del artículo 52 y dictar sentencia en
las cuarenta y ocho horas siguientes.”
Es decir que producida la aprehensión por autoridad prevencional ésta deberá comunicar sin dilación
alguna –inmediatamente– la situación del aprehendido al fiscal de la causa. La noticia que se le hace
llegar al fiscal en carácter de consulta se refiere al temperamento futuro, por lo cual indefectiblemente
debe ser realizada con posterioridad e inmediatamente después de labrar el acta y adoptar la cautelar
que se comunica.
Si el fiscal considera que la medida restrictiva de libertad debe cesar, se pondrá inmediatamente al
imputado en libertad, previa notificación del día y hora en que habrá de concurrir ante el fiscal, que
Las medidas de pruebas que pueden utilizarse para demostrar los hechos contravencionales, son esen-
cialmente similares a las que están previstas para el proceso penal. No obstante, hay alguna de ellas que
la Ley de Procedimiento Contravencional contempla expresamente.
Allanamiento.
El art. 34 de la Ley de Procedimiento Contravencional, establece que “El juez o jueza, a instancia del o
la Fiscal, puede ordenar allanar domicilios, cuando presuma que pueden hallarse elementos probatorios útiles.”
Cabe señalar en primer término que si bien la norma limita esta medida a los efectos de incautar
elementos probatorios útiles, devienen de aplicación las previsiones del art. 115 del CPPCABA, con
la salvedad apuntada precedentemente, en punto a que sólo podrá realizarse el allanamiento con la
finalidad de aprehender al imputado o persona requerida en caso de verificarse los supuestos de com-
parecencia forzosa (arts. 30, 46 y 52 de la LPC).
Recordemos, que el allanamiento o registro es una búsqueda material dentro de un ámbito domici-
liario constitucionalmente protegido que persigue el hallazgo de cosas pertinentes al ilícito, para su
incautación (secuestro), o conservación con fines procesales y que se fundamenta en la existencia de
motivos para presumir que se encuentran en un determinado lugar. Implica la entrada al lugar habita-
do ajeno o a sus dependencias cerradas sin el consentimiento de quien tiene potestad para oponerse.
Es uno de los actos llamados irreproducibles que procede sólo si se dan los supuestos de presunción
que establece la norma analizada, los que siempre deben vincularse con la existencia hipotética de
un hecho ilícito. Se trata de una medida de coerción real y accesoria respecto de otra principal en la
que finca el objetivo de su realización, esto es, el secuestro de una cosa. Por tal razón es importante
la validez del registro, toda vez que de ella depende también la consecuente validez del secuestro que
constituye su resultado.
Dadas las hipótesis previstas por la norma, y en función de que se restringen ámbitos constitucional-
mente protegidos, la medida sólo puede ser ordenada por auto motivado del juez ante el requerimiento
fundado del fiscal. Se requiere orden escrita y su realización puede ser delegada en la policía y fuerzas de
seguridad, con expresa mención del día y horario y lugar, y la identificación del funcionario interviniente.
En relación con el acta de registro, cabe recordar que la diligencia deberá ser documentada conforme
las prescripciones generales del artículo 40 de la LPC.
Por su parte, el artículo 35 de la LPC prescribe que: “No pueden hacerse registros domiciliarios sino desde
que sale el sol y hasta que se ponga, salvo que:
a) Los registros deban practicarse en edificios o lugares públicos.
b) En el lugar se presten tareas en horarios nocturnos.
c) Existiere peligro en la demora.”
Con respecto al límite temporal para realizar la diligencia, la norma señala el momento para llevarla
a cabo, estableciendo como regla para el allanamiento de los domicilios, desde que salga hasta que se
ponga el sol, por lo cual el acta debe contener la expresa indicación de la hora en que se ha llevado a
cabo el registro.
La primera excepción se refiere a los edificios o lugares públicos. Para el ingreso a lugares que no estén
destinados a habitación o residencia, vivienda permanente u ocasional, no regirá la veda horaria esta-
blecida en este artículo. El fundamento es que estos sitios no están protegidos con igual intensidad por
la garantía constitucional de la inviolabilidad del domicilio (art. 18 de la CN), salvo que, parcialmente,
estuvieren destinados también a la intimidad de determinado sujeto o autoridad o que fuere el acceso
a alguna de sus dependencias restringido a particulares.
Se trata de edificios públicos, oficinas administrativas, establecimientos de reunión o de recreo, sede de
asociaciones y cualquier otro lugar cerrado que no esté destinado a habitación o residencia particular.
La segunda excepción se refiere a lugares en que se presten tareas en horario nocturno. Su fundamento
radica en la índole de determinadas contravenciones que se encuentran vinculadas al ejercicio de actividades
comerciales que se desarrollan en dichos horarios, tales como locales bailables, restaurantes, etcétera.
La tercera excepción consiste en aquellos supuestos de suma gravedad y urgencia que importan peligro
en la demora. En estos casos se podrá practicar la diligencia más allá de los límites temporales que
Finalmente, el art. 38 de la LPC establece que de la diligencia deberá labrarse acta donde conste la
identificación y descripción de los lugares registrados, la mención de la totalidad de las personas que se
encontraren en el lugar, de los efectos objeto de secuestro conforme lo dispuesto en la orden, y demás
circunstancias que pudieren haberse producido durante el desarrollo de la diligencia. Dicha acta será
firmada por los concurrentes y si alguno no lo hiciere deberá dejarse constancia de ello consignándose
el motivo de la negativa. Esto rige tanto para el caso en que la diligencia sea efectuada en forma per-
sonal por el fiscal como cuando la realiza por delegación un funcionario policial.
Los elementos secuestrados.
El art. 39 de la LPC bajo el título “Elementos secuestrados” dice que: “El o la Fiscal o el funcionario que practi-
que el registro recoge los instrumentos, efectos de la contravención, libros, papeles y demás cosas que hubiere encon-
trado y que resulten necesarios para la investigación, elementos que deben quedar a resguardo en lugar seguro”.
En el acta mencionada en los párrafos precedentes deberá constar el detalle y la descripción de todos
los elementos secuestrados de manera tal que estos puedan ser individualizados.
Sólo deben incautarse los efectos que indique la orden de allanamiento y que resulten necesarios para la
investigación, sin perjuicio de los hallazgos fortuitos a los que ya se aludió. Será la persona que conduzca
la diligencia, la encargada de evaluar la procedencia del secuestro, en el marco de lo consignado en la
orden respectiva, pudiendo realizar consulta telefónica con el fiscal ante cualquier circunstancia dudosa.
Los elementos secuestrados deben resguardarse en un lugar que asegure su conservación y a disposi-
ción de la autoridad judicial correspondiente, salvo que excepcionalmente, se disponga que alguno de
ellos permanezca en el lugar de la diligencia, una vez que ha sido acreditada su existencia, por resultar
necesario para el propietario o para la explotación de la actividad comercial.
Las cosas relacionadas con el hecho son todos aquellos vestigios materiales que permitan verificar su
realidad como acontecimiento histórico. Se trata de todo tipo de objetos y documentos en tanto guar-
den vinculación con la contravención. Cabe aquí recordar la prohibición de secuestro que pesa sobre
las cartas o documentos que se envíen o entreguen a defensores para el desempeño de su cargo, según
expresamente veda el art. 125 del CPPCABA.
El art. 13 de la Constitución de la CABA dice: “La Ciudad garantiza la libertad de sus habitantes como
parte de la inviolable dignidad de las personas. Los funcionarios se atienen estrictamente a las siguientes
reglas: ... 8º.- El allanamiento de domicilio, las escuchas telefónicas, el secuestro de papeles y correspondencia o
información personal almacenada, sólo pueden ser ordenados por el juez competente”.
En relación con el secuestro de documentos, equipos de computación o soporte informático, deberán
adoptarse los recaudos pertinentes conforme a la naturaleza de cada uno de ellos, a efectos de res-
guardar el contenido con los mismos, estando prohibido a los funcionarios policiales interiorizarse del
contenido (cfr. arts. 122 a 125 del CPPCABA, de aplicación supletoria), salvo que exista una expresa
autorización del juez.
Los hechos ilícitos contravencionales también pueden probarse por otros medios distintos del allana-
miento, expresamente previsto en la LPC.
Ellos son los contemplados en el CPPCABA, que se aplica supletoriamente conforme el art. 6 de la
LPC, y que ya fueron desarrollados (testimoniales, informes, documentos, inspecciones oculares, etc).
La investigación puede finalizar porque el fiscal archiva el caso, recurre a alguna salida alternativa o
requiere la remisión a juicio.
Respecto a las causales de archivo, son las contempladas en el art. 45 de la LPC:
a) Cuando el hecho no constituye contravención (y, por ende, es atípico) o no se puede probar su
existencia (no existen pruebas que permitan comprobarlo);
b) Cuando no se puede probar que el hecho fue cometido por el denunciado/a (no se puede probar la
autoría o participación del imputado en el hecho investigado); y
c) Cuando está extinguida la acción (las causales de extinción de la acción se encuentra reguladas en
el artículo 41 del CC)9.
Además, a estas causales se podrían añadir, por aplicación supletoria del CPPCABA en virtud de lo
establecido en el artículo 6 de la LPC, las previstas en el artículo 212 de dicho código de forma. A
saber: la del inc. c), que es el archivo por la existencia de causas de justificación, de inimputabilidad o
exención de pena–; la del inc. e), que es el archivo por insignificancia (cuando la naturaleza e impor-
tancia del hecho no justifiquen la persecución, cuando la decisión no contraríe un criterio general de
actuación); la del inc. f ), que es el archivo que se aplica con la conformidad del fiscal de cámara, cuando
fuera indispensable respecto de algún imputado para asegurar el esclarecimiento del hecho y/o el éxito
de la pesquisa respecto de otros autores, coautores y/o partícipes necesarios que se consideren más
relevantes y aquél hubiera dado datos o indicaciones conducentes al efecto. En esta última hipótesis, el
imputado beneficiado quedará obligado a prestar declaración como testigo en caso de ser convocado y
deberá ser informado fehacientemente de esta obligación antes de disponerse el archivo.
En el supuesto que el fiscal considere que se encuentre agotada la investigación preparatoria y no va a
proponer otra forma de resolución del conflicto o ésta hubiera fracasado, formulará el requerimiento
de juicio (art. 50 de la LPC) que deberá contener: la identificación del imputado o imputada, la des-
9
Artículo 41 del CC - Extinción. La acción se extingue por: 1. Conciliación o autocomposición homologada judicialmente. 2. Muerte del imputado o
condenado. 3. Prescripción. 4. Cumplimiento de la sanción o del compromiso establecido en el artículo 47. 5. La renuncia del damnificado respecto
de las contravenciones de acción dependiente de instancia privada. En el caso del inciso 5 es necesario el consentimiento del imputado, sin perjuicio
de la facultad del Juez de revisar el acto cuando tuviere fundados motivos para estimar que la denuncia fue falsa o que algunos de los intervinientes
ha actuado bajo coacción o amenaza. La sanción se extingue en los supuestos establecidos en los incisos 2), 3) y 4) estipulados precedentemente.
cripción y tipificación del hecho, la exposición de la prueba en que se funda, el ofrecimiento de prueba,
la solicitud de la pena que considera adecuada al caso y la explicación de las circunstancias tenidas en
cuenta para ello.
Recibido el requerimiento de juicio, el juez fija audiencia para resolver sobre la admisión de la prueba
y la remisión del caso a juicio y la notifica a las partes con diez (10) días de anticipación. La defensa
puede ofrecer prueba dentro de los cinco (5) días de notificada la audiencia. Con la presencia de las
partes que concurran, el juez resuelve sobre la procedencia de las pruebas ofrecidas y remite las actua-
ciones a la Oficina de Sorteos de la Cámara de Apelaciones en lo Penal, Contravencional y de Faltas
para que se designe otro juez que entenderá en el juicio (art. 51 de la LPC).
En el proceso contravencional también están permitidas las mismas vías alternativas de resolución del
conflicto que en el CPPCABA.
Por ello, si bien el proceso contravencional encuentra su solución normal en la imposición de un casti-
go al que se arriba previa celebración de un juicio, existen otras formas alternativas a la resolución del
conflicto que no necesiten para ello de la realización de un debate, ni la imposición de una sanción.
Los beneficios que se obtienen a través de las salidas alternativas, además de descomprimir el sistema
de justicia, son una solución rápida y eficaz del conflicto para la víctima que puede encontrar una repa-
ración pronta y efectiva de los daños causados por el ilícito contravencional (no sólo monetaria, sino
también moral y evitándose de esa manera la victimización secundaria que comporta transitar por el
proceso) y a la sociedad que puede encontrar en dicha composición del conflicto entre la víctima y el
autor el restablecimiento del orden jurídico infringido.
Mediación y la conciliación o autocomposición.
El art. 42 del Código Contravencional establece que existe conciliación o autocomposición cuando
el imputado y la víctima llegan a un acuerdo sobre la reparación del daño o resuelven el conflicto
que generó la contravención y siempre que no resulte afectado el interés público o de terceros. En el
ámbito contravencional, puede concretarse en cualquier estado del proceso, debiendo el fiscal pro-
curar que las partes manifiesten cuáles son las condiciones en que aceptarían conciliarse o llegar a la
autocomposición.
En caso de llegar a un acuerdo, el juez debe homologarlo y declarar extinguida la acción contravencio-
nal. Sin embargo, el juez puede no aprobar la conciliación o autocomposición cuando tenga fundados
motivos para estimar que alguno de los intervinientes no está en condiciones de igualdad para nego-
Suspensión del proceso a prueba.
El instituto de la suspensión del proceso a prueba se encuentra regulado en el art. 47 del Código
Contravencional que reza:
“El imputado/a de una contravención que no registre condena Contravencional en los dos (2) años anteriores
al hecho, puede acordar con el Ministerio Público Fiscal la suspensión del proceso a prueba sin que ello implique
admitir su responsabilidad.
El Juez resuelve sobre el acuerdo, teniendo la facultad de no aprobarlo cuando tuviere fundados motivos para
estimar que alguno de los intervinientes no estuvo en igualdad de condiciones para negociar o que ha actuado
bajo coacción o amenaza.
El imputado/a debe abandonar a favor del Estado los bienes que necesariamente resultarían decomisados en
caso que recayere condena.
El acuerdo debe contemplar el compromiso de cumplir, por un lapso que no excederá de un año, una o más de
las siguientes reglas de conducta:
1. Fijar residencia y comunicar a la Fiscalía el cambio de ésta.
2. Cumplir con las citaciones o requerimientos que la Fiscalía o el Juzgado hiciere.
3. Realizar tareas comunitarias.
4. Abstenerse de concurrir a determinados lugares o de tomar contacto con determinadas personas.
5. Abstenerse de realizar alguna actividad.
6. Abstenerse de ingerir bebidas alcohólicas.
7. Cumplir instrucciones especiales que se le impartan.
Cumplido el compromiso sin que el imputado/a cometa alguna contravención, se extinguirá la acción. En caso
contrario, se continuará con el proceso.
La suspensión del proceso a prueba suspende el curso de la prescripción. También lo suspende la iniciación de
un nuevo proceso contravencional, si en éste se dicta sentencia condenatoria.
La concesión de este instituto, no obstará a que en los casos previstos en los artículos 131, 132 y 133 del Título
IV, Capítulo III de este Código el Juez Contravencional notifique al Poder Ejecutivo para que se adopten las
medidas administrativas previstas en el Título Undécimo del Código de Tránsito y Transporte, que resulta-
rían aplicables en el caso que recayera condena”.
Los requisitos que establece la ley para conceder este beneficio: que la persona no registre condena con-
travencional en los dos años anteriores al hecho, que el imputado y el fiscal hayan llegado a un acuerdo
–sin que ello importe un reconocimiento de responsabilidad– sobre su duración, que no puede exceder
de un año, y la imposición de una serie de reglas de conducta a las que se somete libremente el imputado.
Reiteramos, que respecto de ese acuerdo, el juez sólo tiene la facultad de no aprobarlo cuando tuviere
fundados motivos para estimar que alguno de los intervinientes no estuvo en igualdad de condiciones
para negociar o que ha actuado bajo coacción o amenaza.
Ello es compatible con el sistema constitucional local que consagra el principio acusatorio y pone en
manos del Ministerio Público Fiscal el ejercicio exclusivo de la acción contravencional (arts. 19 y 41
del CC; artículo 45 de la LPC y artículo 13, inc. 3, de la Constitución de la CABA).
En ese orden de ideas, resulta difícil afirmar que el imputado pueda gozar de un derecho constitucio-
nal a suspender el proceso dirigido en su contra y a exigir la celebración del acuerdo.
En ese sentido, el Tribunal Superior de Justicia señaló in re “Lucía” que: «…ningún precepto consti-
tucional confiere al presunto contraventor “un derecho” a la suspensión del proceso a prueba, sino que
solamente le garantiza “un derecho” a que su situación se decida en un “juicio previo fundado en ley (arts.
17 y 18 CN y 13 CCABA)” 10.
Continúa el fallo referido señalado que: «…(e)llo así, pues la eventualidad de que infraconstitucional-
mente se haya previsto la posibilidad de prescindir de la realización del juicio cuya celebración, insisto,
sí garantiza y resguarda la Constitución local, en ciertos supuestos y/o bajo ciertas condiciones, no
pone en cabeza del imputado por una contravención “un derecho” a que ello efectivamente suceda. A lo
sumo, el presunto contraventor cuenta -si se quiere- con un derecho a solicitar y proponer la celebra-
ción del “acuerdo” con la Fiscalía, mas no puede exigirlo, pues dicho “acuerdo” voluntario entre las partes
se vincula directamente con los principios de oportunidad, objetividad y razonabilidad que han de
guiar la actuación del representante del Ministerio Público Fiscal. Afirmar lo contrario importa tanto
como desatender los claros términos del artículo 4511, Ley Nº 1472».
Resulta innegable que al requerir la ley la existencia un “acuerdo” de partes (que supone concertar las
condiciones de la viabilidad del instituto, de las reglas que podrían dar lugar a la utilización de una salida
10
Del voto de la Dra. Conde in re “Ministerio Público —Defensoría General de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires— s/ queja por recurso de incons-
titucionalidad denegado en: ‘Lucía, Juan Pedro s/ infr. artículo 111, conducir en estado de ebriedad o bajo los efectos de estupefacientes —CC—’”,
expte. n° 6292/08, rta. el 18/05/2009. Recientemente sostenido esa misma magistrada en autos “Ministerio Público —Fiscalía ante la Cámara con
competencia en lo Penal, Contravencional y de Faltas nº 1— s/ queja por recurso de inconstitucionalidad denegado en: ‘Jiménez, Juan Alberto s/ infr.
artículo (s) 111 CC, conducir en estado de ebriedad o bajo los efectos de estupefacientes’”, expte. nº 7238/10, del 11/06/10.
11
Actual artículo 47 del Código Contravencional.
12
TSJ, sentencia en autos “Ministerio Público —Fiscalía ante la Cámara de Apelaciones con competencia en lo Penal, Contravencional y de Faltas nº
2— s/ queja por recurso de inconstitucionalidad denegado en: ‘HUIDOBRO, Cristian Roberto s/infr. Artículo 111, conducir en estado de ebriedad o
bajo los efectos de estupefacientes —CC—’”, expte. nº 7387/10, rta. el 22/06/2011.
13
TSJ, fallo in re “Ministerio Público —Fiscalía ante la Cámara de Apelaciones con competencia en lo Penal, Contravencional y de Faltas n° 2— s/ que-
ja por recurso de inconstitucionalidad denegado en: ‘THOMPSON TABENI, María de las Mercedes s/ infr. art(s) 111, conducir en estado de ebriedad o
bajo los efectos de estupefacientes, CC’”, expte. nº 8470/11, del 19/09/2012.
14
TSJ, resolución en “SANTAMBROGIO, Roberto Oscar s/infr. art (s) 111, conducir en estado de ebriedad o bajo los efectos de estupefacientes, CC s/
recurso de inconstitucionalidad concedido”, expte n° 9253/12, rta.: 08/05/2013.
Juicio abreviado.
El procedimiento contravencional también prevé el juicio abreviado (artículo 49 de la LPC). Éste tiene
lugar cuando el presunto contraventor, con asistencia de su defensor, celebra un acuerdo con el fiscal
aceptando la imputación que se le formula. Para formalizar el acuerdo se labra un acta que debe contener
el requerimiento de juicio, a menos que ya haya sido realizado en cuyo caso cabe remitirse al mismo.
El acta se envía al juez para su homologación. Si el juez considera que para dictar sentencia se requiere
un mejor conocimiento de los hechos, llamará a las partes para realizar la audiencia de juicio. Si así no
fuere, previa citación al imputado para tener una entrevista personal con él donde lo interrogará sobre
sus circunstancias personales y sobre si comprende los alcances del acuerdo, lo homologará dictando
sentencia y notificando al contraventor, a menos que considere que su conformidad no fue voluntaria.
En caso de homologarlo, el juez no puede imponer una pena más gravosa que la pedida por el fiscal,
pero tiene la facultad de otorgarle una calificación diferente a la del requerimiento de juicio y, even-
tualmente, imponer una pena inferior a la pedida por el fiscal (arts. 279 del CPPCABA y 6 de la LPC).
Contra el rechazo de la homologación del acuerdo de juicio abreviado, cabe recurso de apelación (arts.
279 del CPPCABA y 6 de la LPC).
Si bien la LPC no establece la oportunidad procesal para su celebración, corresponde recurrir por suple-
toriedad a su regulación en el CPPCABA (arts. 279 del CPPCABA y 6 de la LPC) que señala que: “(e)
n el momento de la intimación al/la imputado/a por el hecho o a partir de ese momento en cualquier etapa del
proceso hasta los cinco (5) días posteriores a la notificación de la radicación del caso en el Juzgado de Juicio, el/la
Fiscal podrá formalizar con el/la imputado/a y su defensor/a, un acuerdo sobre la pena y las costas”.
12.- El juicio.
Con relación al juicio oral, etapa en el que el fiscal efectuará su imputación, se producirá la prueba, se
harán los alegatos por las partes (fiscal y defensa) y el juez decidirá el caso a través de su sentencia pro-
clamando la absolución o condena del imputado. Se aplican supletoriamente las reglas del juicio oral
establecidas en el CPPCABA (art. 6 de la LPC y Libro III del CPPCABA) por lo que nos remitimos
a la Unidad respectiva.
Sin perjuicio de ello cabe señalar que el art. 52 de la LPC establece una particularidad para los casos en
que el imputado no comparece a la audiencia de juicio, toda vez que permite que los testigos presentes
depongan por escrito, que se suspenda la audiencia de debate y se ordene el comparendo del presunto
contraventor por la fuerza pública. Una vez traído el imputado, se realiza nueva audiencia dentro de
las cuarenta y ocho horas siguientes, se incorporarán a ella los testimonios recogidos por escrito, se
producirá la pertinente prueba, los alegatos y el juez dictará sentencia con la prueba disponible, des-
pués de oír al encausado.
Una vez que el juez considera culpable a quien fue sometido a proceso, las sanciones que puede impo-
ner son la previstas en el Código Contravencional.
Así el art. 22 del CC dispone que son sanciones “principales”: los trabajos de utilidad pública, la multa
y el arresto; mientras que el art. 23 establece cuales son las sanciones accesorias que sólo pueden impo-
nerse juntamente con alguna de las antes referidas. Las “accesorias” son: clausura, inhabilitación, comiso,
prohibición de concurrencia, reparación del daño, interdicción de cercanía e instrucciones especiales.
El juez podrá aplicar una sanción principal y hasta dos accesorias, de acuerdo al límite de acumulación de
sanciones previsto en el art. 27 del Código Contravencional y para ello el art. 26 del CC exige tener en cuenta:
> las circunstancias que rodean al hecho;
> la extensión del daño causado;
> la gravedad de la infracción de deber de cuidado (sólo cuando sean acciones culposas);
> los motivos, las circunstancias sociales, económicas y culturales del contraventor;
> el comportamiento anterior y posterior al hecho (especialmente la disposición para reparar el daño,
resolver el conflicto, mitigar sus efectos);
> los antecedentes condenatorios en los dos años anteriores al hecho juzgado.
Breve reseña acerca de cómo se distribuye el trabajo dentro del Ministerio Público Fiscal de la CABA
en función del territorio, la materia o forma de inicio del proceso (flagrancia o denuncia), para enten-
der con qué fiscalías, unidades o áreas debe comunicarse e interactuar el personal policial.
Fiscal General
En la actualidad existen 4 Fiscales Generales Adjuntos que asisten al Fiscal General en distintas materias:
> Fiscalía General Adjunta de Gestión.
> Fiscalía General Adjunta en lo Penal y Contravencional.
> Fiscalía General Adjunta de Faltas.
> Fiscalía General Adjunta en lo Contencioso Administrativo y Tributario.
sultas telefónicas que se efectúan por delitos o contravenciones detectados en flagrancia (que pueden
derivar en una detención o aprehensión) o por situaciones de calle en las que se le debe dar inmediata
intervención al Ministerio Público Fiscal de la CABA, dentro del horario de 8 a 22, ya que desde las
22 hasta las 8 el Área de Atención de Casos de Flagrancia se ocupa de atender las consultas vinculadas
a delitos en flagrancia o episodios penales o contravencionales que ameritan disponer alguna medida
de seguridad o cautelar urgente.
■ Zona Norte: comprende las Fiscalías 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8 y 18, la Unidad de Flagrancia Norte y las
Comunas 12, 13, 14 y 15.
■ Zona Sur: comprende las Fiscalías 29, 30, 31, 32, 33, 34, 35, 36, 39 y 40, la Unidad de Flagrancia Sur
y las Comunas 4, 8 y 9.
■ Zona Este: comprende las Fiscalías 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17 y 21, la Unidad de Flagrancia Este
y las Comunas 1, 2 y 3.
■ Zona Oeste: comprende las Fiscalías 19, 20, 22, 23, 24, 25, 26, 27 y 28, la Unidad de Flagrancia
Oeste y las Comunas 5, 6, 7, 10 y 11.
Unidades y Fiscalías especializadas
La Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la Ley 1.903 (Ley Orgánica del Ministerio
Público) establecen que el Ministerio Público Fiscal, tiene entre sus funciones velar por la normal
prestación del servicio de justicia y promover la actuación de la justicia en defensa de la legalidad y de
los intereses generales de la sociedad (conf. artículo 125 de la Constitución de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires y artículo 17, inciso 2, de la Ley 1.903).
Que, consecuentemente con ello, y en ejercicio de las facultades que le son propias como titular de uno
de los ámbitos del Ministerio Público, corresponde al Fiscal General organizar la estructura interna,
realizar las reasignaciones del personal de acuerdo a las necesidades del servicio y fijar normas de
carácter general tendientes a regular la distribución del trabajo (artículo 22, inciso 6 y artículo 31,
inciso 4, de la Ley 1.903).
También es importante destacar que la creación de algunas de las unidades o fiscalías especializa-
das encuentran su fundamento en compromisos internacionales asumidos previamente (por ejemplo,
Convención Belem do Pará –género–, Convenio de Budapest -ciberdelito-, etc).
La especialización de las Fiscalías en orden a las distintas temáticas resulta útil en determinados casos, don-
de centralizar la investigación en un sólo Fiscal implica brindar un tratamiento especial y diferenciado, en
función de la política criminal que pretende imprimir el Fiscal General a determinados conflictos sociales.
El tratamiento específico de algunos casos exige también una adecuada organización de las Fiscalías
que facilite el contacto de los fiscales con profesionales, peritos y expertos. También es importante la
intervención del sector privado y su interacción con las Fiscalías especializadas.
Fiscalías especializadas en violencia de género.
Todo comenzó mediante la Resolución FG N° 16/2010 de fecha 15 de enero del año 2010, en la que
se instruyó a los Fiscales sobre la manera de abordar aquellos casos de violencia de doméstica, donde
en su gran mayoría las víctimas son mujeres. Respondió a la necesidad de abordar este flagelo que
atraviesa todas las clases sociales.
La Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer
(Belem do Pará), señala en su art. 1, que la violencia contra la mujer comprende: “cualquier acción o
conducta, basada en su género, que cause su muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico de la mujer,
tanto en el ámbito público como privado”.
Luego llevar a cabo distintas organizaciones dentro del ámbito del Ministerio Público Fiscal y tenien-
do en cuenta la experiencia colectada a lo largo de los años, el 13 de junio de 2017 el Fiscal General
firmó la Resolución FG N° 168/2017, que es la base de la actual organización.
En total son 12 Fiscalías, repartidas 3 en cada zona: en la Norte se encuentran las Fiscalías de VG 1, 3
y 18; en la Sur las Fiscalías de VG 32, 33 y 36; en la Este las Fiscalías de VG 9, 10 y 16; y en la Oeste
las Fiscalías de VG 23, 27 y 28.
Unidad Fiscal Especializada en Delitos y Contravenciones Informáticas (UFEDyCI)
El 15 de noviembre de 2012, mediante la Resolución FG N° 501/2012, se creó como prueba piloto el
equipo fiscal especializado en delitos y contravenciones informáticas, que se convirtió en definitiva al
cumplirse un año.
A través de la Resolución FG N° 20/2020 se decidió concentrar el trabajo de las 3 secretarías especializadas
en dicha materia que funcionaban hasta entonces, en la Unidad Especializada en Delitos y Contravenciones
Informáticas, a la que a partir del 1° de marzo de 2020, le otorgó la competencia exclusiva para intervenir
en los delitos previstos en los artículos 128 (producción, financiación, ofrecimiento, comercio, facilitación,
divulgación y/o distribución de pornografía infantil), 131 (contacto por medios tecnológicos con un con
una persona menor de edad con el propósito de cometer delitos contra su integridad sexual -grooming-),
153 bis (acceso sin autorización a un sistema o dato informático de acceso restringido), 183 segundo párrafo
(daño informático), 184 incisos 5 y 6 (daño informático agravado) del Código Penal; y en las contraven-
ciones previstas en los artículos 67 (suministro de material pornográfico), 75 (difusión no autorizada de
imágenes o grabaciones íntimas) y 78 (suplantación digital de la identidad) del Código Contravencional.
Por último, a partir de la Resolución FG N° 48/2021 se la instruyó para intervenir en los delitos de
defraudación mediante cualquier técnica de manipulación informática (artículo 173, inciso 16, del
Código Penal).
Unidad Fiscal de Delitos, Contravenciones y Faltas Específicas (UFDCyFE)
Otro de los diques que se diseñó en la Resolución FG N° 530/2018, fue el de la Unidad Fiscal de
Delitos, Contravenciones y Faltas Específicas -que entró en funciones el 1° de enero de 2019-, conce-
bida con la idea de concentrar en áreas de trabajo específicas las investigaciones vinculadas a los delitos
y contravenciones, originados en el escenario del conglomerado de conflictos que se desarrollan en el
tránsito vehicular de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (artículos 94 y 94 bis del Código Penal y
131, 132 y 133 del Código Contravencional), en la necesidad de adoptar criterios uniformes de actua-
ción a nivel institucional, para garantizar la implementación de una política criminal dotada de mayor
coherencia y eficiencia.
Con el paso del tiempo fue incorporando nuevas materias, como lo fue a partir del 1° de julio de 2019
(Resolución FG N° 276/2019) la tramitación de todos los casos tipificados como violación de clausu-
ra (artículo 83 del Código Contravencional), y a partir del 1° de agosto de 2020 (Resolución FG N°
73/2020) la competencia exclusiva para intervenir en las infracciones al régimen penal tributario (Ley
24.769).
Unidad Fiscal Especializada en Materia Ambiental (UFEMA).
Fue creada mediante Resolución FG N° 6/2016, de fecha 15 de febrero del 2016 y surgió como res-
puesta a una política criminal tendiente a garantizar a todos los ciudadanos un medio ambiente sano y
equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las nece-
sidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras, tal como lo establece el artículo 41
de nuestra Constitución Nacional.
Unidades de Flagrancia Norte, Sur, Este y Oeste.
Con el dictado de las Resoluciones FG N° 49, 79, 83, 92 y 101/2021, durante el segundo semestre del
año 2021 se pusieron en marcha las cuatro Unidades de Flagrancia que funcionan en cada una de las
zonas judiciales en las que se encuentra dividida la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
El propósito de la creación de estas unidades fue desdoblar el trabajo de las fiscalías de primera instan-
cia, ocupándose las unidades de flagrancia de manera exclusiva y permanente de la tramitación inicial
y primigenia de los casos que se inician en flagrancia delictiva y/o contravencional (esto es, atender las
consultas a las fuerzas de seguridad, convalidar o no la detención o aprehensión realizada por personal
de las fuerzas de manera autónoma, intimar los hechos a las personas detenidas y asistir a las audien-
cias de prisión preventiva u otras medidas cautelares iniciales) y asignarle a las fiscalías la continuidad
de la investigación y la tramitación hasta su finalización tanto de estos casos como ocuparse desde el
inicio de aquellos otros que ingresan por denuncias en las sedes de las fuerzas de seguridad, en otros
organismos receptores de denuncias autorizados o a través de los canales habilitados del Ministerio
Público Fiscal de la CABA (ya sean por medio de las Unidades de Orientación y Denuncias, la
página de Internet https://www.mpfciudad.gob.ar/denuncias o por llamados a la central telefónica
0800-33-FISCAL).
Competencia especial por conductas discriminatorias.
de los casos de discriminación a la mencionada Fiscalía, sino que también se pusieron en marcha áreas
destinadas a complementar el abordaje de estos casos desde una mirada integral.
Competencia especial en espectáculos masivos artísticos y/o deportivos.
Competencia especial de menores imputados.
En aras de adecuar la organización del Ministerio Público Fiscal y contribuir al desarrollo progresivo
de un sistema de justicia penal diferenciado en materia penal juvenil en el ámbito del Poder Judicial
de la Ciudad, el Fiscal General emitió la Resolución FG N° 129/2020, por la que le asignó a la Fiscalía
en lo Penal, Contravencional y de Faltas N° 4 la competencia especial exclusiva en todo el ámbito de
la Ciudad de Buenos Aires para intervenir en casos en los que resulten imputados niños, niñas y ado-
lescentes que no hayan alcanzado los 18 años al momento de cometer el delito.
El propósito perseguido con la creación de esta Fiscalía especializada es la de ajustar su desempeño a
los principios consolidados del derecho internacional de los derechos humanos en esta materia y pro-
mover un uso extendido de las soluciones alternativas previstas en el Régimen Procesal Penal Juvenil,
propiciando una política criminal basada en evidencia, que tome en cuenta las investigaciones más
recientes en materia de justicia restaurativa, procedimental y terapéutica.
C. Delitos contra la fe pública, siempre que se trate de instrumentos emitidos, o cuya competencia
para emitirlos sea de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires:
- Falsificación de sellos, timbres y marcas (artículos 288, 289 inciso 1, 290 y 291 del Código Penal).
- Falsificación de documentos (artículos 292 al 298 del Código Penal).