Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Documento (1) (22) - 5
Documento (1) (22) - 5
cuerpos amontonados en el cuarto de papá. Volver a la cama fue más difícil, porque tuve
que hacer equilibrios para no pisar a Barie.
Michael estaba con el móvil. No sabía cuanto llevaba despierto, pero sospechaba que un
buen rato. Nadie más parecía desvelado así que me esforcé por no hacer ruido. Observé
a Dean con una mezcla curiosa de emociones. Se me hacia raro verle allí durmiendo con
nosotros, pero al mismo tiempo la imagen parecía absolutamente normal y correcta,
como las piezas de un puzzle que encajan a la perfección.
- Ted – me llamó Michael al cabo del esto, con un susurro.
- ¿Qué quieres saber? - le animé con algo de cautela, porque esa forma de
empezar no auguraba nada bueno.
- Antes…. Tú…. Es decir…. ¿Por qué le preguntaste a Dean si nos iba a castigar?
¿Es que no sabes que en una situación así lo mejor es quedarse callado y no dar
ideas?
- Lo que intento decir es que… no puedes ser tan sumiso, tío. ¿Y si hubiese
respondido que sí te iba a castigar? ¿Le hubieses dejado? ¿Tan necesitado estás
de agradarle a él también?
Michael jamás se disculpaba así. No era mala persona y, aunque podía ser muy
cabezota, era capaz de reconocer cuándo actuaba mal, pero nunca se había
disculpado con tanta intensidad.
- No te he robado nada, para que conste. Dean tiene energía suficiente para
favorecernos a todos a la vez, aunque creo que claramente hemos perdido la
batalla contra Barie. Quiero decir, el tipo va a donar parte de su hígado solo para
hacerla feliz.
- En dura competencia con Kurt – dije. Al nombrarle, los dos nos sumimos en un
largo silencio, preocupados por nuestro hermanito ausente.
- Es corto…
- Está bien.
Se tapó con la manta, anticipando que le iba a dar un almohadonazo. Solté una
carcajada por lo estúpido que era, pero debía reconocer el éxito de la sencillez:
nuestra pequeña pelea de almohadas había conseguido ponernos de mejor humor
a ambos.
- Doce, eso quiere decir que estamos por encima de Olie - dijo Michael.
- Nah, Ted. Con el tío hay confianza. Aunque eso de “tío” sigue sonando raro.
- Anda, intentad dormir algo más – nos pidió Dean. - Vuestro padre me matará si
os ve todo ojerosos y ahora mismo necesito ganar puntos con él.
- No – respondí.
- Sí…
- Pues eso, todo está bien, así que duérmete tú también – gruñó Alejandro. ¿Había
alguien descansando de verdad en aquel cuarto abarrotado?
- Eso intento.
- ¿Te canto una nana? – bufó Jandro. Claramente no estaba de humor. Odiaba que
le despertaran.
- Muy conmovedora.
Les contemplé con afecto. Por lo menos, no estaba solo. Todos en aquel cuarto
sentíamos lo mismo, sufríamos lo mismo, y éramos tan cabezotas que no íbamos
a dejar que nada malo le pasara a nuestro hermanito
Me costó un rato, pero al final debí de dormirme, porque me desperté con un
rayo de sol que entraba por la ventana del cuarto de papá. Aún era pronto, no
había sonado el despertador, pero empecé a planificar el levantarme para poder
hacer un desayuno especial por el cumpleaños de mis hermanas. Que papá no
estuviera no quería decir que no pudiéramos continuar con la tradición.
- ¿Para qué?
- El lado estricto solo le sale con nosotros, por lo visto – me dijo Michael.
- Papá dirá que sí – afirmó Jandro. Yo no lo tenía tan claro, no después del susto
que nos habíamos llevado el día anterior.
- Buen intento. Aún no estoy tan loco como para hacer un plan yo solo con
vosotros doce.
- Touché.
Cuando llegamos al piso de abajo, me quedé mirando la cama de Aarón. Aún no me
acostumbraba a que estuviera en medio del salón. A él no se le veía por ningún sitio,
debía de estar en el baño. Pensé en pedirle que se nos uniera. Era el tipo de cosa que él
haría de buen grado y que le podría ayudar a ir encajando en mi familia.
- Bueno, ¿qué hay que hacer? – preguntó Dean.
- Tu padre me dejó sus llaves – me dijo, quizás esperando alguna clase de reclamo
sobre cómo había podido abrir la puerta.
- ¿Has estado con papá? ¿Por qué? ¿Qué ha pasado? ¿Kurt está bien? – me
alarmé.
- AIDAN’S POV-
¿Por qué había venido a buscarme? Llegué a la conclusión de que se sentía solo.
Por alguna razón, me alegró que pensase en mí para aliviar su malestar, aunque
no creo que fuera una decisión consciente, sino que yo era su último -y único-
recurso. Sentí lástima, que no es un sentimiento que tuviera a menudo hacia
nadie, excepto hacia él. Me daba lástima su triste pasado. Me daba lástima que
no hubiera conocido el amor de sus padres, sino un mundo de dolor, vejaciones
y maltrato. Me daba lástima que su principal figura masculina le hubiera
distorsionado lo que debía ser la relación padre-hijo. Me daba lástima
comprender lo mucho que nuestros inicios en la vida se parecían, pero que aún
así él lo había tenido mucho peor que yo. Me daba lástima que la mujer a la que
amaba y su hijo hubieran fallecido. Me daba lástima que cargase con la culpa de
lo que le había pasado a su sobrino. Y me daba lástima que hubiese dañado la
relación con la única familia que le quedaba por no poder superar esas tragedias.
- Tienes que perdonarte – insistí, presintiendo que estaba logrando llegar hasta él
y que mis palabras le estaban calando aunque solo fuera un poco. – Hacer las
paces con lo que pasó y seguir adelante. Con una pizarra limpia. Con el amor
sano que tu hermana y tus sobrinos se merecen, pero que te mereces tú también.
Le vi apretar los puños y desviar la mirada. Estaba estresado.
- Quiero a mis sobrinos. No sé por qué te ha dado por insinuar lo contrario. Que
sea duro con ellos no quiere decir que no les ame, a ellos y a Holly – replicó, en
un susurro.
- Ya sé que les quieres. Pero a veces te olvidas de eso cuando les regañas. Tienes
que desprenderte de la culpa y del miedo y de la rabia para ser capaz de
corregirles desde el afecto. Para eso estás en casa, entre otras cosas. Para que
observes un ambiente sano y cariñoso. Mi relación con mis hijos está lejos de ser
perfecta, pero intento ponerles límites con amor. No bloqueo mis emociones ni
me endurezco cuando tengo que regañarles; al contrario, es el mejor momento
para recordarme y recordarles lo mucho que les quiero. Antesdeayer, con Kurt,
te extrañó que le mimara después de que se metiera en la cocina y cogiera el
cuchillo. Te perdiste la parte en la que le advertí que tendría un castigo si volvía
a hacerlo. Le regañé, pero fue un regaño cariñoso porque ni él tuvo mala
intención ni la advertencia iba a ser más efectiva por entregarla con frialdad. Mi
hijo necesitaba contención, asustado por la operación a la que iba a someterse –
recordé, acariciando la mano de Kurt mientras hablaba. La visita de Aaron había
sido una distracción necesaria, porque si mi pequeño no despertaba pronto iba a
perder la cabeza. – El hecho de que te pareciera mal que mimara a un niño de
seis años que estaba llorando debería indicarte hasta qué punto tienes
distorsionadas las dinámicas familiares.
Aaron siguió sin mirarme, con las manos apretadas y los hombros tensos.
- Ya, pero yo no estoy para decirte siempre lo que quieres oír, sino lo que
necesitas. Es el trabajo de los hermanos mayores. Al menos eso creo, la verdad
es que no tengo mucha experiencia en el campo, todavía. Hasta el último mes
nunca había actuado realmente como uno.
Sus ojos se abrieron al máximo por el asombro. Le había llamado “hermano”, y había
sido totalmente un impulso. Quizá, si no acabara de conocer a Dean y a Sebastian la
palabra no me habría salido con tanta facilidad. Pero ya estaba, ya la había dicho, y
ahora los dos tendríamos que vivir con las consecuencias.
- Ya veo… - carraspeó, con la voz algo tomada, como si tuviera un nudo en la
garganta. – Ya veo de dónde lo han sacado tus hijos. Lo de ir adoptando gente
como familia, quiero decir.
- Hombre, yo soy el patrón de esa sana costumbre: empecé con Ted, y ya has
visto. Pero debo decir a mi favor que familia vamos a ser lo quieras o no, porque
pienso casarme con tu hermana. No voy a pedirte su mano ni nada de eso, pero
este me parece un buen momento como cualquier otro para preguntarte qué te
parece, ahora que estamos a solas.
- Pienso que es una locura. Tenéis demasiados hijos. También pienso que mi
hermano haya sufrido demasiado y que si esto no sale bien no sé cómo podría
afectarla ni si podría superarlo. Y pienso que os vais a casar de todas maneras y
que tal vez no sea tan mala idea.
- Vale… bueno… Ya, está bien – balbuceó, visiblemente incómodo. Le hice sufrir
por dos segundos más y luego le solté. Enseguida dio un paso hacia atrás, por si
acaso cambiaba de opinión. – Deberías… deberías intentar dormir algo. Ese sofá
de ahí parece cómodo.
- Pues entonces con más razón deberías tratar de dormir. Falta poco para que
amanezca, de todas formas – le insistí.
- ¿Por qué?
- Porque uno debería llamar a su madre todos los días y hablar con ella te hará
bien.