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Cátedra

“PSICOLOGÍA JURÍDICA”
Carrera de Psicología
Facultad de Ciencias de la Educación
Universidad Nacional del Comahue

LA ENTREVISTA PSICOLÓGICA FORENSE

FICHA DE CÁTEDRA

Año 2013

Psic. Flavio A. D’Angelo


FICHA DE CÁTEDRA

LA ENTREVISTA PSICOLÓGICA FORENSE

INTRODUCCION
Tal como está establecido en los propósitos y objetivos del Programa de la
asignatura –la que está situada en el cuarto año de la Carrera, integrándose de
esta manera al ciclo de Formación Profesional del Plan- ésta tiene como principio
rector no sólo el aprendizaje de los contenidos específicos sino también el
desarrollo de competencias y habilidades, dado el carácter instrumental y
orientado a los diversos ámbitos de aplicación de las asignaturas y seminarios
del ciclo de formación.
Del perfil profesional del psicólogo y de las incumbencias de su formación, surge
que la idoneidad para realizar entrevistas psicológicas es esencial, sea con
objetivos de investigación del hecho psicológico, sea con fines de diagnóstico o
de intervención profesional.
Es decir que la habilidad para llevar a cabo distintos tipos de entrevistas
psicológicas se considera, actualmente, una herramienta básica del psicólogo, y
un rasgo distintivo de la profesión. Este reconocimiento se materializa, por
ejemplo, en la delegación que se le ha hecho al profesional psicólogo –desde el
año 2003 a la fecha, en los distintos ordenamientos jurídicos a nivel nacional y
provincial- de un acto procesal como es la toma de declaración de víctimas y
testigos menores de edad, reconociendo con ello su habilidad distintiva para
facilitar la emisión de un testimonio libre de influencias y sugestiones.
La entrevista psicológica, como aplicación del método clínico en cualquiera de los
ámbitos de aplicación de la profesión, es un recurso cognoscitivo que permite
identificar conductas, actitudes, problemas, rasgos de personalidad, síntomas,
etc., concluyendo en la función del diagnóstico. Además, es la técnica por la cual
se opera sobre el objeto de estudio, en intervenciones psicoterapéuticas de
cualquier tipo, conductual, psicodinámica, cognitiva.
Un psicólogo debe tener la aptitud suficiente para decidir el tipo de entrevista
apropiada al caso, como también las fases y momentos de la misma, en
cualquiera de los campos de aplicación en que opere, razón por la cual podemos
considerar a esta habilidad como básica.
Desde un enfoque basado en competencias, la correcta utilización de la
Entrevista Psicológica implica el desarrollo de habilidades como el saber
escuchar, observar y vivenciar, las cuales se sostienen necesariamente en una
dotación de rasgos personales como la empatía, la tolerancia, la seguridad en sí
mismo, el manejo de la ansiedad y el autocontrol, no menos que la honestidad y
la renuncia a la obtención de los beneficios secundarios que podrían derivarse
de la sugestión y de la transferencia positiva.
Esta asignatura se propone coadyuvar –junto con las restantes materias del ciclo
profesional– en el proceso de adquisición de las competencias necesarias para su
correcta implementación, a través de las actividades prácticas que se lleven a
cabo.
Para ello, en primer lugar revisaremos las bases teóricas que sostienen la
especificidad de la entrevista psicológica diferenciándola de otro tipo de
entrevistas; y, en segundo lugar, se llevarán a cabo actividades que permitan
aplicar lo aprendido.

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Bajo la guía y orientación de los docentes del equipo de cátedra, en tanto
supervisores, asesores y proveedores de información, se tratará de optimizar el
desarrollo de los recursos curriculares y personales del alumno, por medio de
actividades orientadas hacia la formación de estas competencias prácticas,
focalizadas en los objetivos de la evaluación psicojurídica pero siempre dentro
del marco general de la intervención y evaluación psicológicas. El alumno, por su
parte, deberá demostrar que es capaz de poner en práctica la técnica e
identificar aspectos relevantes sobre el caso en estudio a través de la entrevista
psicológica.
El conocimiento de este instrumento fundamental del psicólogo no excluye el
análisis y reflexión sobre los aspectos éticos y deontológicos del quehacer
profesional.

DESARROLLO

Resumen del concepto:


En términos de máxima generalidad –por ejemplo, en términos lexicológicos: véase la
definición que del vocablo da el diccionario de la R.A.E. en su vigésimo segunda
edición– una entrevista es una forma de comunicación interpersonal, basada en la
concurrencia y conferencia de dos o más personas que coexisten en un lugar
determinado para tratar un determinado asunto o negocio.
En el ámbito de las ciencias de la salud (medicina, psicología), la podemos
caracterizar como una relación comunicacional, de carácter profesional, con una doble
finalidad: cognoscitiva (producir un diagnóstico) y operativa (el tratamiento del
paciente). Es decir que, como aplicación del método clínico en cualquiera de los
ámbitos de aplicación de la profesión, la entrevista psicológica es un recurso
cognoscitivo que permite identificar conductas, actitudes, problemas, rasgos de
personalidad, síntomas, etc., concluyendo en la función del diagnóstico. Y, además, es
la técnica por la cual se opera sobre el objeto de estudio, en intervenciones
psicoterapéuticas de cualquier tipo, conductual, psicodinámica, cognitiva. Es, pues, el
más complejo y sofisticado de los instrumentos con que cuenta el psicólogo para
explorar, evaluar y operar en los distintos campos de aplicación de su disciplina.
La Entrevista Psicológica Forense, inscripta dentro del marco general de la evaluación
psicológica, es la técnica que guía el proceso de evaluación forense. Se trata de una
entrevista semiestructurada que se administra con el fin de obtener una primera
evaluación del sujeto ingresante al sistema judicial, lo más integral y sistemática
posible, considerando los objetivos específicos de la evaluación psicojurídica –es decir,
teniendo en cuenta las demandas que el sistema judicial le dirige al experto o al
perito–. Apunta a los objetivos de: describir la personalidad del entrevistado, obtener
un diagnóstico psicopatológico, y, eventualmente, obtener un testimonio.

La Entrevista Psicológica
Definición y caracterizaciones:
En un sentido general se puede decir que una entrevista –cualquier entrevista-
es una forma de comunicación interpersonal, basada en la vista, concurrencia y
conferencia de dos o más personas que coexisten en un lugar determinado para
tratar un determinado asunto o, como dice el diccionario de la RAE, “de resolver
un negocio”.
Como señala Veccia (2002), la entrevista implica, pues: a) un intercambio
presencial entre dos o más personas; b) una direccionalidad o propósito de ese

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intercambio, planteado de antemano, con la consecuente expectativa de
resolución por parte de los actores involucrados; c) se sostiene, pues, del
consentimiento recíproco por el cual una de las partes puede preguntar y la otra
responder, y eso es lo que la diferencia de otros interrogatorios coercitivos
(judiciales, policiales) y estructura una interacción sobre el modelo de dos roles
(entrevistador y entrevistado).
En el ámbito de las ciencias de la salud (medicina, psicología) la entrevista
clínica es una relación comunicacional, interpersonal, de carácter profesional,
cuya doble finalidad es cognoscitiva (producir un diagnóstico) y operativa (el
tratamiento del paciente). Como herramienta basada en la comunicación es a
menudo terapéutica en sí misma, y este es el principio sobre el que se asientan
las psicoterapias. Y si bien tiene su origen en la clínica médica, disciplinas como
el psicoanálisis y los diferentes modelos psicoterapéuticos derivados de él han
ayudado a desarrollar sus aspectos técnicos.
Podemos decir, entonces, que en Psicología, la Entrevista Psicológica (EP) es
el más complejo y sofisticado de los instrumentos con que cuenta el psicólogo
para explorar, evaluar y operar en los distintos campos de aplicación de su
disciplina (VECCIA, T.A., 2002). Si, como sostienen Cronbach & Gleser (1957,
Psychological Tests and Personnel Decisions), la evaluación psicológica está en la
base de lo que es un proceso de toma de decisiones (proceso que se plantea así
en términos de una psicología aplicada abocada a la solución de problemas –
tanto personales como institucionales o sociales–), postulamos que, a la vez, la
entrevista psicológica está en la base del proceso de la evaluación.
Pero no existe un modelo único de Entrevista Psicológica: los diferentes objetivos
profesionales de la psicología (investigar, diagnosticar, pronosticar, encuestar;
como también sus diferentes modos de afrontar el sufrimiento psíquico por
medio de orientar, asistir, aliviar y ayudar a recobrar la salud) nos han
conducido a forjar diferentes técnicas de entrevista (POCH, J., 1998).
Así, la entrevista semidirigida –que es la entrevista proveniente desde el modelo
médico, el modelo clínico por excelencia, el más antiguo y el más usado por la
psiquiatría y la psicología clínica– consiste en la exploración que practica el
profesional de la salud, en una búsqueda más o menos sistemática de los signos
y síntomas que darían forma al cuadro, de manera tal que la narración del
paciente contribuya al objetivo de exploración pero sin verse constreñida o
inducida por el entrevistador. Es la técnica de entrevista principal para el
diagnóstico, la que Ocampo et al. (1974) definen como la Entrevista Inicial en el
proceso psicodiagnóstico (concebida por estas autoras como una técnica más,
entre otras del psicodiagnóstico, y no como la técnica por excelencia del método
clínico) y distinguida de las Entrevistas de Administración, en las que se aplicaba
un conjunto de técnicas (la “batería” de tests).
La entrevista semidirigida se diferencia tanto de la entrevista libre o abierta,
como de la entrevista estructurada, cerrada o conductual. Mientras en la
entrevista libre (proveniente del modelo psicoanalítico y utilizada por las
corrientes psicodinámicas, donde el paciente es invitado a asociar libremente sin
las directrices del terapeuta) el analista o terapeuta busca la actualización, en el
paciente, de sentimientos y actitudes inconscientes establecidos en el transcurso
del desarrollo psíquico, así como las ansiedades y afectos concomitantes y sus
mecanismos de defensa; en la entrevista estructurada –cuyo modelo son los
tests psicológicos– el entrevistador intenta recoger información de manera
sistemática sobre las conductas del sujeto a nivel consciente, por medio de
normas estrictas que suelen basarse en la utilización de cuestionarios e
inventarios, y donde el rol del entrevistador es directivo.

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En resumen, tenemos que, en función de su modo de estructuración (y,
estaríamos tentados de decir, en un orden de complejidad creciente) tenemos
los siguientes modelos de entrevistas: Estructurada, Semiestructurada y
Desestructurada (Abierta o Libre). Y, en función del objetivo: Clínica (con
objetivos de evaluación, diagnóstico y tratamiento), Forense o Psicojurídica (con
objetivos de evaluación periciales, victimológicos o criminológicos, y de
mediación), Laboral (con objetivos de selección profesional, etc.), Educacional
(con objetivos de orientación, etc.).
En la evaluación psicológica se evalúan procesos y resultados. Por medio de la
entrevista psicológica, tenemos un primer acercamiento a la evaluación de los
primeros (mientras que la evaluación de los resultados requiere de la
comparación de aquellos obtenidos por medio de pruebas de rendimiento,
cuestionarios, escalas y técnicas proyectivas, con los de la población
normalizada). Podemos clasificar a los procesos en:

a) Cognitivos (atención, percepciones, memoria, inteligencia, estilos de


pensamiento, formas de lenguaje, resolución de problemas, etc.).

b) Afectivos (sentimientos y emociones, agresividad, violencia enojo, ira, formas


del amor, sentido del humor, etc.).

c) Psicosociales (percepción de personas, actitudes, prejuicios, representaciones


sociales, relaciones interpersonales –afiliaciones, estilos de apego, obediencia y
conformidad- juicio moral, opiniones).

Todos ellos, en sus interrelaciones posibles, son considerados sobre la base de


criterios diferentes, según sea el objetivo planteado en la evaluación: las etapas
del desarrollo, las formas de aprendizaje, los delitos y la ley (la relación del
sujeto con la ley), la estructuración de la personalidad, la eficacia de un
tratamiento.

Unas palabras más sobre evaluación psicológica:


A los fines de la evaluación psicojurídica –tal como la definiremos en el siguiente
apartado– tomaremos a la personalidad como sujeto psíquico, haciendo por
ahora abstracción de los aportes del psicoanálisis a una teoría del sujeto
(particularmente, el descubrimiento del Inconsciente como aquello que
descompone la personalidad psíquica).
De esta manera, para la evaluación tendremos en cuenta aquellas técnicas
centradas en variables de persona.
Es decir, consideramos aquellas aportaciones que evalúan lo que el sujeto es, o
tiene (carácter, temperamento, rasgos de personalidad) en contraposición a
aquellas contribuciones que enfatizan en lo que el sujeto hace (conducta
manifiesta).
En efecto, preconizamos una psicología diferencial, que detecte y mida las
diferencias individuales (de aptitudes, de rasgos y tipos psicológicos), que utiliza
métodos comparativos entre distintos grupos cuyos integrantes se seleccionan
según lo que se evalúe, y que no desconoce que la pretendida totalidad de la
persona queda por fuera de los objetivos de la evaluación.
En tanto constructo teórico, la personalidad es interpretada como la resultante
de variables intraorganísmicas (entidades conceptuales) relativamente estables y
subyacentes al comportamiento observable. Dichas variables intraorganísmicas
pueden ser concebidas como parte de una entidad anatomofisiológica (sistema
nervioso, endocrino, etc.) o como instancias intrapsíquicas (pulsiones,
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representaciones mentales, etc.) que se constituyen en órgano motor y
regulador de la conducta. Los teóricos del rasgo, por su parte, consideran la
existencia de estilos de comportamiento que se expresan en diversas
dimensiones (extraversión, neuroticismo, Psicoticismo, sociabilidad, etc.). Para
todas estas perspectivas, la conducta es signo de estas variables subyacentes,
las que no pueden ser aprehendidas directamente pero que determinan el
comportamiento del sujeto.
Recordemos que una nueva clasificación de las técnicas de evaluación plantea
que existen unos cuatro modelos de evaluación, que parten cada uno de un
modelo teórico, explícito o implícito (KIRCHNER, TORRES & FORN, 1998).
Podemos diferenciar así entre modelos centrados en el sujeto, en el contexto, y
en la interacción sujeto-contexto), con los que se intenta analizar y comprender
un fenómeno concreto, real o simbólico, manifiesto o latente, por medio de
diversas técnicas, a fin de poder categorizar, comparar, analizar, contrastar,
tantos datos cuantitativos como cualitativos:
1) Evaluación centrada en variables de personas (las que incluyen los
siguientes modelos: el modelo de rasgos o atributos, el modelo
psicoanalítico y el modelo fenomenológico);
2) Evaluación centrada en variables de situación (el conductismo radical o
mediacional);
3) Evaluación centrada en variables de persona y situación o perspectiva
interaccional (modelo conductual-cognitivo);
4) Evaluación desde la psicología cognitiva (la perspectiva piagetiana y la
teoría de los constructos personales, la evaluación neuropsicológica y la
teoría del procesamiento de la información);
Estas autoras destacan, asimismo, la emergencia de modelos emergentes, como
el modelo de polaridad de Theodore Millon, que nos proporciona además un
concepto psicológico general que es el de Estilos de Personalidad, al que Millon
define como los patrones de conducta, sentimientos, pensamientos y relaciones
con los otros que caracterizan a un individuo frente a otro. En efecto, el modelo
de Millon es el marco de referencia más actualizado para abordar el estudio de
los estilos de personalidad.
Por eso, el concepto de Estilo Psicológico proporciona una categoría de
clasificación de las variables personales como un conjunto de modalidades de
funcionamiento psicológico observable que:
1) Están en la cúspide del sistema jerárquico que constituye la personalidad;
2) Organizan e integran el resto de los niveles;
3) Traspasan los dos grandes sistemas de diferenciación psicológica (el
cognitivo y el afectivo-motivacional);
4) Hacen referencia a diferencias más cualitativas que cuantitativas;
5) Se expresan mediante dimensiones más que mediante categorías
discontinuas;
6) Proporcionan unidad y coherencia al comportamiento de un sujeto y/o
grupo (SÁNCHEZ LÓPEZ, M. & CASULLO, M. M. et al., 2000).

La Entrevista Psicológica en el ámbito jurídico


Considerando sus objetivos prácticos, en tanto psicología aplicada y auxiliar del
Derecho, la psicología jurídica es, básicamente, una psicología evaluadora, lo
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que se percibe inmediatamente en la actividad pericial y en otros asesoramientos
expertos solicitados desde la esfera judicial.
La evaluación pericial se refiere a la aplicación de la psicología (sus principios,
métodos y técnicas) para responder a las preguntas de la justicia, cooperando
así en el mejor ejercicio del derecho. Por ejemplo, en el ámbito penal puede ser
aplicada: 1) al acusado, 2) a la víctima, y 3) al condenado, en la predicción del
riesgo; en el ámbito civil, en la evaluación sobre capacidad de obrar y en los
procesos relativos a cuestiones de familia (patria potestad, adopciones) y
protección de menores, como también en la valoración de secuelas psicológicas
asociada a demandas sobre daños personales.
Podemos resumir los objetivos específicos de la evaluación psicojurídica en
cinco puntos:
1. Describir e interpretar el estado mental de toda persona de interés jurídico
en función de las categorizaciones civiles relativas a incapacidad mental,
daño psicológico y capacidad de parentalidad (en casos de divorcios,
tenencias, y regímenes de visitas, adopción, como también aportando los
criterios de selección para pretensos adoptantes, estado de adoptabilidad de
los niños, etc.), confeccionando los dictámenes correspondientes.
2. Establecer la correlación patología-delito en el procesado, interpretando las
fórmulas de inimputabilidad y confeccionar los correspondientes informes
periciales.
3. Analizar estado mental de víctimas sobrevivientes y fallecidas para la
confección de informes periciales y confeccionar los correspondientes
informes periciales.
4. Indagar las circunstancias de modo, tiempo y lugar de los hechos, en el acto
procesal de la toma de declaración testimonial de víctimas y testigos,
utilizando los indicadores y criterios de confiabilidad del testimonio, y
confeccionar los informes correspondientes.
5. Evaluar niveles de riesgo en sujetos condenados, aportando información
clínico-criminológica para la autorización de medidas administrativas en la
ejecución penal.
A continuación, desarrollaremos un modelo común de entrevista orientada a los
distintos objetivos psicojurídicos: la Entrevista Psicológica Forense.

La Entrevista Psicológica Forense


Se trata de una entrevista psicológica semiestructurada que se administra con el
fin de obtener una primera evaluación del sujeto ingresante al sistema judicial,
lo más integral y sistemática posible, considerando los objetivos específicos de la
evaluación psicojurídica –es decir, teniendo en cuenta las demandas que el
sistema judicial le dirige al experto o al perito–.
La Entrevista Psicológica Forense (EPF) se inscribe dentro del marco general de
la Evaluación Psicológica, la que –reformulando un tanto la caracterización que
de sus objetivos nos da Fernández-Ballesteros (2000) – tiene como objeto la
exploración y análisis de la personalidad y sus dinamismos, como también de
explicación y predicción del comportamiento en sus distintas manifestaciones,
tanto de personas como de grupos.
Podemos decir que es la técnica-guía del proceso de evaluación, a través de la
cual llevamos a cabo nuestro primer contacto con el sujeto. En la misma, se
recogen los datos clínicos directamente percibidos, fundamentales para formular

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la hipótesis de trabajo (sobre la cual trabajaremos en alguno de los objetivos
psicojurídicos que hemos resumido más arriba) y que eventualmente
contrastaremos con los datos obtenidos por otros métodos (el psicométrico, por
ejemplo).
Intrínsecamente, sus objetivos propios son:
1. Descripción de la Personalidad
2. Diagnóstico Psicopatológico.
3. Obtención del Testimonio.
Veamos rápidamente cada uno de estos tres objetivos propios de la EPF.

1. Descripción de la Personalidad
Basada en el método clínico, el primer objetivo propio de la EPF es obtener una
primera representación de las características psicológicas y un primer análisis del
comportamiento del sujeto tal como se despliega en el contexto de dicho
encuentro, para extraer inferencias. La EPF, en este nivel, permite conseguir
información (tanto la proporcionada por el entrevistado, como la reunida por el
entrevistador) y una primera descripción de los aspectos idiosincrásicos del
entrevistado. Tendremos, así, información sobre datos básicos de filiación, sobre
datos históricos (familiares y personales) del sujeto en cuestión, es decir, su
biografía y situación actual, como también sobre aspectos relativos a la causa
judicial. A la vez, de la buena observación proporcionará el reconocimiento y
exploración de aspectos somatopsíquicos que permitirán una primera impresión
general de la persona.
A este fin, sostenemos que la evaluación y descripción de la personalidad es
mucho más adecuada para los objetivos forenses que el diagnóstico basado en la
clasificación de los síndromes psicopatológicos tal como se efectúa hoy en las
clasificaciones americana (DSM) o europeas (CIE).
Digamos, solamente, que la utilización clínica de un modelo de personalidad
requiere de abrevar en alguno de las teorías actuales más relevantes en cuanto
a la relación entre psicoterapia y personalidad (por ejemplo, los de Eysenck –
modelo factorial– y Millon –modelo evolutivo–).
Sin transitar aquí por estas teorías, podemos, empero, considerar la distinción
ofrecida por Allport, que distingue dos componentes en toda conducta: 1) el
adaptativo (es decir, el contenido de la conducta, su valor funcional, lo que hace
el sujeto; que es deliberado y motivado; respondiente en gran medida a las
presiones del contexto; propositivo, es decir, dirigido a la solución de un
problema; y generalmente consciente; y 2) el expresivo (modo y estilo en que
cada uno desarrolla la conducta; más conectado a la estructura personal; no
tiene propósito declarado; suele estar por debajo del umbral de conciencia; y es
el de mayor relevancia para el estudio de la personalidad).
En este primer nivel de la exploración, al cabo de la entrevista deberemos poder
contestar una serie de preguntas básicas:
• ¿Cómo es la personalidad del sujeto y cuál es su condición psicológica
actual?
• ¿Cómo es su situación actual en su contexto?
• ¿Cuál es su relación con el problema (judicial) al que se enfrenta?

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• ¿Cómo se adapta y afronta a las demandas de su medio sociocultural de
pertenencia?
Ello requiere de una cierta metodología de atención, observación y escucha,
tanto de las manifestaciones externas y comportamentales (tradicionalmente, las
únicas consideradas por la psicopatología clásica) y de las manifestaciones
psicodinámicas del sujeto (procesos cognitivos, áreas de conflicto intrapsíquico,
mecanismos de defensa, etc.). Dichas manifestaciones psicodinámicas (aspectos
tales como áreas de conflicto psíquico, mecanismos psicológicos de defensa,
adecuación a la realidad de los procesos cognitivos, etc.), que son procesos más
difícilmente accesibles a la observación directa y que sólo pueden ser inferidos
por el entrevistador a partir de datos sobre los que se aplica un procedimiento
hipotético-deductivo o por medio de técnicas estandarizadas de evaluación
psicológica, plantean una dificultad para nada menor:
Todo este grupo de fenómenos, cuya característica común es la
inaccesibilidad directa a la consciencia del sujeto y la imposibilidad de
objetivación inmediata por parte del observador, constituye un nivel de
rango diferente al que estudia la psicopatología clásica, y se engloba bajo
el término genérico de procesos psicodinámicos (…). Así, por ejemplo, de
datos de la historia y del comportamiento con el entrevistador se puede
concluir que el conflicto principal se sitúa en el área de competitividad con
la autoridad, o en la dependencia y temor al abandono, o en la de culpa
acerca de deseos sexuales prohibidos, etc. Las defensas características
del paciente como la racionalización, el paso al acto, la formación
reactiva, la evitación fóbica, la ritualización obsesiva, el retraimiento de la
realidad y el empleo de la fantasía, la conversión y la somatización...
pueden también inferirse durante la entrevista. Sorprendentemente,
mientras que la exploración psicopatológica clásica se halla bien
desarrollada y estandarizada, la metodología de observación de
manifestaciones psicodinámicas se mantiene en un terreno intuitivo, más
próximo a actividades artísticas que científicas (DE LAS CUEVAS, C. y
GONZALEZ DE RIVERA, J. L., 1994; p. 388).
Del mismo modo, resulta difícil la identificación y clasificación de los conflictos
intrapsíquicos con pocas o imprecisas manifestaciones a nivel externo, las únicas
consideradas por la psicopatología clásica.
Veremos en otro capítulo los marcos teóricos desde los cuales ofrecer esta
descripción personalística, la que es imprescindible en una evaluación completa –
la que, por supuesto, no se integra únicamente con la descripción
psicopatológica que describimos en el apartado que sigue, y que es el aspecto
quizá más conocido.

2. Diagnóstico Psicopatológico
El entrevistador, al recoger la experiencia psicológica del sujeto entrevistado
(incluyendo los aspectos relativos a su conducta, sus actitudes y aptitudes), se
va formando una primera impresión clínica no sólo de su modo de ser y de estar
en el mundo, sino también de los problemas, síntomas y trastornos que el
entrevistado pueda tener, comunicables por éste o inferibles por aquel.
Las manifestaciones psicopatológicas son directamente accesibles a la conciencia
del enfermo, o bien directamente observables por el entrevistador (cuando no
ambas cosas). Ello requiere no sólo de habilidades de observación, sino también
el conocimiento de la nosografía y de la psicosemiología psiquiátricas en la que
nuestra cultura ha objetivado los distintos síndromes clínicos mentales y de
personalidad, a fin de proceder a la deducción diagnóstica, clasificación
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nosológica y correcta descripción clínica. La psicopatología es la disciplina que se
ha ocupado de la investigación, registro y clasificación de los signos y síntomas
obvios de la enfermedad mental, de los rasgos de carácter y de las pautas de
comportamiento; registros éstos que son objetivables por el profesional de la
salud (psiquiatra y/o psicólogo) y/o por el propio paciente.
Esta exploración objetiva comprende la observación sistemática de distintas
áreas, tales como: aspecto y actitud general, conciencia y sensorio, estado
emocional, motricidad y lenguaje, atención y memoria, inteligencia, contenido,
curso y forma del pensamiento, voluntad, juicio crítico y conciencia de
enfermedad.
Por supuesto que, en la correcta apreciación psicológica del sujeto, ello no es al
margen del reconocimiento de los aspectos psicodinámicos referidos en el
apartado anterior –los que sólo a título descriptivo descomponemos en los dos
objetivos que estamos reseñando-.
Pues, al menos de manera presuntiva, deberemos poder contestar al cabo de
esta sesión las siguientes preguntas básicas:
• ¿Padece el sujeto de algún tipo de sintomatología o de dificultades
psicológicas?
• ¿Las mismas requieren de tratamiento?
• ¿Reviste condiciones de peligrosidad para sí o para terceros, o riesgo de
violencia?
En este punto no abordaremos la cuestión de la validez y confiabilidad de la
entrevista psicológica. Pero si queremos defender el potencial de predicción
estadística de esta técnica, debemos considerar formatos altamente
estructurados (por ejemplo, con preguntas y respuestas fijadas de antemano)
para evaluar un objetivo preciso. Un ejemplo de procedimiento como el que
referimos: la Entrevista Diagnóstica Psicopatológica de Adultos (CASULLO, M. M.,
1988).
Una salida para este atolladero de la validez es la propuesta por D. Rapaport
(1978), quien plantea una estrategia que combina la entrevista psicológica (la
que aporta a la comprensión del entrevistado) con instrumentos de “verificación
diagnóstica”, en la búsqueda de una mayor “objetividad” a sus conclusiones:
mientras que la entrevista clínica permite obtener una muestra de conducta
amplia pero no sistemática, los procedimientos técnicos psicométricos de
verificación (Cuestionarios y Escalas) obtienen una muestra estrecha pero
sistemática; por ello, la buena práctica clínica impone utilizar ambos, para
compensar mutuamente sus desventajas.

3. Obtención del Testimonio


En este caso, no se trata tanto de una entrevista con objetivos de evaluación
sino un modelo de entrevista aplicada –en nuestro ordenamiento– a menores de
edad, presuntamente víctimas de delito sexual o testigos, con el fin de obtener
su testimonio de los hechos en los que se ven involucrados, para de esta manera
establecer el modo, tiempo y lugar de lo acaecido.
Con este objeto, la entrevista psicológica se convierte en una herramienta para
obtener un testimonio, por medio de la recuperación de los recuerdos. La
obtención de esta información debe ser grabada y procederse al análisis de
contenido de la misma.

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Existen protocolos de entrevistas –Michigan, NICHD– que tienen en común el
procurar ser no directivas y orientadas a la reinstauración de contextos. No se
trata, pues, de un interrogatorio, sino de la utilización de una técnica que
nosotros sostenemos entra dentro de las incumbencias del psicólogo y dentro de
los objetivos de la entrevista psicológica forense.
El objetivo es obtener una declaración del menor que sea imparcial y que ayude
a acceder a la verdad, permitiendo así tomar decisiones jurisdiccionales sobre la
base de dicho testimonio. Si bien el entrevistador cuenta con una serie de fases
por las cuales debe desarrollarse el encuentro con el niño, se trata de que éste
despliegue su propio vocabulario y el contenido específico de la conversación,
tanto como sea posible. Los entrevistadores forenses deben evitar sugerir
hechos que no hayan sido mencionados por el menor ni proyectar en las
situaciones que éste narra sus propias interpretaciones.
Obviamente, la entrevista ha de desarrollarse en un ambiente propicio para la
concentración del testigo, sin ruidos ni personas que lo distraigan, y previamente
(en no más allá de los cinco minutos iniciales) el entrevistador ha de ganarse la
confianza del entrevistado para que su declaración sea lo más sincera y
productiva posible.
Tomando los dos protocolos citados más arriba, destaquemos sus características
comunes:
 Ambos tratan de que el entrevistado reconstruya mentalmente los
contextos físicos y personales que se configuraron en el momento del
delito o del hecho a recordar (las circunstancias de modo, tiempo y lugar
de los hechos), dejando a la víctima o testigo hablar sin interrupciones ni
preguntas. Esto significa que, en una determinada fase de la entrevista
(fase de narrativa libre), el sujeto entrevistado deberá volver a situarse
mentalmente en el evento sucedido y recordar aspectos relativos a la
secuencia de los sucesos (qué estaba haciendo en ese momento),
aspectos emocionales (cómo se sentía), aspectos perceptuales (evocar la
imagen de la escena, los ruidos, olores, poder hacer un dibujo o croquis
que acompañe la descripción, etc.). Con esto, obtenemos una versión de
los hechos, que tiene valor de declaración testimonial.
 Ambos formatos de entrevista tienen una estructura escandida en fases,
las que –de manera resumida– son:
o 1. Presentación y personalización de la entrevista, buscando
establecer una comunicación y la creación de una atmósfera de
confianza a través de la formulación de preguntas neutras y de el
esclarecimiento de los roles y del propósito de la entrevista;
o 2. Breve exploración de la competencia del sujeto para
comprender la diferencia entre la verdad de la mentira, y
distinguirlas. El entrevistador se asegura de que el menor
comprende esta diferencia pidiéndole al sujeto (niño) que
identifique determinadas frases como “verdadera” o como “una
mentira”, después de lo cual el entrevistador obtendrá un
conocimiento verbal de que el niño está capacitado para decir la
verdad.
o 3. Introducción del tema: el entrevistador inicia una transición
hacia el tema objeto de la entrevista, de la manera menos
sugestiva que pueda conducir al relato, evitando mencionar
personas o sucesos determinados. “Ahora que te conozco un
poco mejor, hablemos de por qué estás hoy aquí” o “Contame por
qué has venido a hablar conmigo hoy” o “Ahora es el momento de
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hablar de otra cosa. Tengo entendido que hay problemas en tu
familia (o: “tengo entendido que algunas cosas han estado
sucediendo en el jardín – campamento - escuela. Contame.”).
o 4. Fase de narrativa libre: se busca la reinstauración de los
contextos en forma de recuerdo libre. Después de abordado el
tema, el entrevistador pedirá al menor que le haga una
descripción narrativa del hecho: “Contame todo lo que puedas
sobre eso.” O “Quiero entender bien todo lo relacionado con eso;
empezá con lo primero que pasó y decime todo lo que puedas,
incluso las cosas que creas que no son muy importantes.” 3.
“Contame todo, desde el principio hasta el final.”
o 5. Cuestionario (interrogatorio) compatible con la calidad
psicológica de la víctima o testigo.
o 6. Resumen realizado por el entrevistador en función de lo que el
entrevistado ha informado.
o 7. Cierre (desactivación emocional y de tensiones en el
entrevistado).
Por otra parte, se cuenta con un instrumento que permite evaluar el grado de
credibilidad de los testimonios de niños y niñas víctimas de abuso sexual: el
Análisis de Contenido Basado en Criterios (CBCA o Criteria-Based Content
Analysis), partiendo de dos claves y una hipótesis: por las dos primeras se
establecen dos criterios por los cuales se debería evaluar la credibilidad del
testimonio: el criterio de realidad (las declaraciones reales tiene un mayor
número de detalles periféricos que las falsas) y el criterio de secuencia (las
declaraciones verdaderas presentan modificaciones en aspectos periféricos como
momento del día y la duración del incidente). A la vez, la llamada hipótesis de
Undeutsch sostiene que las descripciones de eventos reales difieren en su
contenido, calidad y expresión de aquellos hechos que son producto de la
imaginación. Es decir, aquello que contamos tras haberlo percibido, difiere de lo
que contamos sin antes haberlo experimentado (MASIP, J. y GARRIDO, E.,
2000).
Resumamos aquí las características de la EPF:
• Es una entrevista de admisión que abre al proceso de evaluación, el cual
se completará con otras sucesivas entrevistas (por ejemplo,
estructuradas: administración de pruebas).
• Es una entrevista clínica que requiere de habilidades para la observación
y la descripción del caso en términos psicológicos y psicopatológicos.
• El sujeto no la solicitó: requiere, entonces, de considerar los fenómenos
de distorsión de la respuesta (defensividad, simulación, sobresimulación).
• Debe contribuir a responder el requerimiento jurisdiccional (puntos de
pericia).
• Requiere de operar sobre dos niveles de exploración: obtener información
biográfica y proporcionar una descripción (I+D).

Para finalizar, sinteticemos sus ventajas y desventajas:


Ventajas:
• Proporciona la mayor cantidad de información con menor consumo de
tiempo y recursos.

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• El objetivo está ya prefijado por el requerimiento jurisdiccional.
Desventajas:
• Carece de baremos estandarizados que nos permita cotejar sus
resultados con los de población previamente normalizada.
• Sus fuentes de error provienen, por lo general, de los entrevistadores: 1)
sea por insuficiente conocimiento de la psicosemiología (por no percibir
signos o síntomas significativos); 2) por detectar erróneamente síntomas
no existentes o distorsionados; 3) o bien por dirigir las respuestas del
sujeto.


Referencias
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CASULLO, María Martina (1988). Las técnicas psicométricas y el diagnóstico
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DE LAS CUEVAS, C. y GONZALEZ DE RIVERA, J. L. (1994). “La evaluación
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FERNÁNDEZ-BALLESTEROS, Rocío. (2000). Introducción a la evaluación
psicológica. Madrid: Pirámide.
KIRCHNER, T., TORRES, M. y FORNS, M. (1998). Evaluación psicológica:
modelos y técnicas. Barcelona: Paidós.
MASIP, J. y GARRIDO, E. (2000). La evaluación de la credibilidad del testimonio
en contextos judiciales a partir de indicadores conductuales. Anuario de
Psicología Jurídica (pp. 93-131).
POCH, J. (1998). Entrevista e Historia Clínica. En: VALLEJO RUILOBA, J. (Dir.)
Introducción a la psicopatología y la psiquiatría. Barcelona: Masson.
PORTILLO, Isabel (1998). Técnica de la entrevista psicodinámica. México: Ed.
Pax.
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técnicas proyectivas. Buenos Aires: Hormé.
SÁNCHEZ LÓPEZ, M. & CASULLO, M. M. et al. (2000). Estilos de personalidad.
Una perspectiva iberoamericana. Madrid: Miño y Dávila Editores.
SIQUIER DE OCAMPO, GARCIA ARZENO, GRASSANO DE PICCOLO y Colabs.
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procesos diagnósticos. Validez y confiabilidad del instrumento”. En:
Desarrollos en Psicoterapia. Buenos Aires: Lugar Editorial.

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