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HERRAMIENTAS PARA LA PSICOLOGÍA SOCIAL 2021

Bibliografía
Módulo 1
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Módulo 2
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Módulo 3
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Módulo 4
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Módulo 5
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http://www.catedras.fsoc.uba.ar/ferraros/BD/mja%20la%20implicaci%F3n.pdf
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Martínez, A. (2014) Cambiar metáforas en la Psicología Social de la Acción Pública: De
intervenir a involucrarse. Athenea Digital – 14 (1): 3-28

El término intervención se ha convertido en un lugar común, se ha naturalizado tanto que casi no


se problematiza o se reflexiona críticamente. Si bien se ha problematizado en torno a los
fundamentos teóricos, políticos y metodológicos en el campo de la intervención, a penas se ha
cuestionado el concepto mismo de intervención.

La intervención como problema


La intervención es usualmente pensada como una estrategia o un programa para la solución de
problemas sociales. Aquí sugiero el planteamiento contrario: aproximarse a la intervención como
problema. Un problema en el ámbito de la investigación psicosocial, un problema relativo al

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despliegue de discursos y prácticas profesionales, un problema en torno a la constitución de
herramientas teóricas y metodológicas con que operamos en los escenarios sociales y, finalmente,
un problema relativo a las estrategias de gobierno y control disciplinario (Carballeda, 2002;
Montenegro, 2001).

A las prácticas de intervención social y psicosocial se les ha planteado preguntas sobre las

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presuposiciones teóricas sobre las que sus prácticas cobran sentido y a las relaciones de poder
que esas fundaciones amparan. Se cuestiona sobre la producción y reproducción de la distinción
categórica entre interventor e intervenido (Montenegro, 2001; Spink, 2005). La intervención social
implica una serie de concepciones y prácticas que contribuyen activamente a constituir estas dos
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posiciones y a otorgarle a cada cual un determinado lugar en el proceso de acción colectiva,
donde se privilegian el papel de las y los intelectuales en el proceso de transformación social, al
situarlos como elemento principal del cambio.

También se ha advertido el riesgo de encontrar, en el discurso de la "participación", una nueva


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forma de manipulación, así como un dispositivo para legitimar decisiones que se generan en los
centros de poder (Cook y Kothari, 2001; Escobar, 1992; Parker, 2005). Otro problema planteado al
ámbito de la intervención es la distinción asimétrica entre conocimiento popular y conocimiento
científico, y el sistemático privilegio epistemológico otorgado a este último como la guía legítima y
efectiva para la acción.
FI

En términos generales, las líneas de problematización en torno a la intervención que se han


expuesto se centran en la constitución de cierto tipo de sujetos y en el marcaje de sus relaciones,
en la manera en que se definen sus problemas y, finalmente, en el estatus y la función del


conocimiento científico.

A diferencia de estas aproximaciones, este trabajo busca arribar al problema por la vía del
lenguaje como generador y regulador y de prácticas y relaciones. Cuestionar y transformar las
prácticas de la Psicología Social en el ámbito de la acción colectiva pasa por analizar y reinventar
los discursos que las constituyen. Sugiero que los aspectos problematizados de la intervención
están, al menos en parte, arraigados en el propio concepto de intervención o, en otras palabras,
están contenidos en la metáfora de la intervención.

Así, adoptamos la metáfora como una herramienta para interrogar el concepto de intervención y
para discutir sus implicaciones.

La metáfora como vía de interrogación


La metáfora y la acción mantienen íntimos parentescos. Cuando alguien construye una metáfora

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está literalmente haciendo algo. Los conceptos metafóricos son asociaciones sistemáticas entre
dos dominios, uno conocido, estructurado o manipulable (origen) y otro desconocido, no tan
estructurado o no manipulable (destino). La metáfora se vuelve una forma de preguntar y
reinventar, un instrumento de interrogación y producción de conocimiento, un medio para
aprehender lo social y para desarrollar un “entendimiento alegórico” que abre vías para producir
figuras retóricas que hablen de las cosas sin agotarlas.

Se ha dicho antes que la metáfora asocia elementos disímiles. Como apunta Pablo Fernández
Christlieb (2001), el establecimiento de esta semejanza entre experiencias heterogéneas no indica
la semejanza entre realidades, sino entre los modelos con que se piensa la realidad. En este
sentido, la intervención psicosocial puede ser entendida como una metáfora, primero, porque
asocia determinadas prácticas de acción colectiva (un campo de ejercicio profesional) a la idea de

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intervención como tal. Por un lado hay una serie de prácticas y proyectos en el marco de la
Psicología Social y por el otro un esquema de acción englobado en el concepto de intervenir.

Esta metáfora establece que aquello que se hace (procedimientos, aplicación de conocimientos
y protocolos, negociaciones) es una intervención. Dichas prácticas no se nombran, por ejemplo,
como cooperación, ayuda o sencillamente acción, sino que se nombran como intervención. Y ésta

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nominación determina ya cierta intersección, cierto anclaje de un conjunto de experiencias en una
noción de distinto orden material y discursivo. Así, el uso del concepto de intervención supone una
determinada 'formalización' del proceso de acción social (Sánchez, 2007), una fijación específica
de un conjunto de prácticas.
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Si las metáforas son dispositivos para producir conocimiento y vehiculizar la acción, entonces su
análisis es una buena oportunidad para dar cuenta de lo que, siguiendo a Cornelius Castoriadis
(1983), podríamos llamar la dimensión instituida del concepto metafórico de intervención. Pero,
además, esta aproximación nos permite atender igualmente la dimensión instituyente de la
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metáfora, su posibilidad de innovación y generación de nuevas figuras y significados; es ésta


dimensión, precisamente, de la que emergen la creatividad y el cambio social (Lizcano, 2006)

La generación de metáforas inusitadas nos permite establecer conexiones y asociaciones


alternativas entre significados hasta entonces desvinculados; relaciones que nos pueden ofrecer
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perspectivas distintas y renovadas, que nos conducirán a "delinear nuevos objetos, desarrollar
nuevos métodos" (Preta, 1993, p. 20).

En esta línea, el presente trabajo busca contribuir a la redefinición de la maquinaria conceptual




con que la Psicología Social se vincula con otros escenarios y actores sociales. La metáfora se
vuelve una forma de preguntar y reinventar, un instrumento de interrogación y producción de
conocimiento, un medio para aprehender lo social y para desarrollar un "entendimiento alegórico"
—más próximo a la experiencia localizada, corporal y afectiva—, que abre vías para producir
figuras retóricas que hablen de las cosas sin agotarlas (Maffesoli, 1997).

La intervención es una operación quirúrgica


Lo que define este acto es la acción de las manos del cirujano, solas o manejando diversos
instrumentos, invadiendo el espacio anatómico del paciente, rasgando el tejido para intervenir
con una intencionalidad fundamentalmente terapéutica.
Es posible rastrear resonancias de la noción de intervención quirúrgica —una cierta lógica de
acción o un sentido de la práctica— en la idea de intervención psicosocial. Hay un "parentesco
metafórico" entre las intervenciones quirúrgica y psicosocial. En primer lugar, ambas prácticas
distinguen claramente dos actores: el cirujano o interventor y el paciente o beneficiario. Además,

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intervenir quirúrgica y socialmente es un proceso controlado racionalmente por el interventor y
requiere la posesión de un saber experto que legitima dicho control. Asimismo, para intervenir es
necesaria la identificación de un problema, anormalidad o desviación que requieren o demandan
ser intervenidos. El cuerpo intervenido es un cuerpo pasivo, está claramente delimitado, se puede
medir, evaluar y controlar a través del instrumental técnico adecuado, y se espera que presente
una palpable mejora tras la intervención.

Este isomorfismo se evidencia en el léxico que puebla la literatura sobre intervención social. Suele
decirse que debe realizarse un diagnóstico social, que hay que evaluar el resultado de los
programas, realizar un análisis de las circunstancias y los recursos, establecer un diseño de
tratamiento y dar un seguimiento adecuado.

OM
Intervenir es como cerrar una ventana
El modelo metafórico de la causación, que se desprende de manipulaciones físicas como cerrar
una ventana, evoca con soltura las prácticas que solemos llamar intervención psicosocial. Está
orientado por una secuencia mecánica y un determinismo en una sola dirección: una causa
conduce a un efecto en una trayectoria invariable y con resultados previsibles. Como en la
intervención social, hay una implícita distinción entre interventor (agente) e intervenido (paciente);

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dichos componentes de la ecuación deben estar claramente diferenciados para fines de que la
metáfora funcione. La agencia (energía, responsabilidad) y el conocimiento (plan) están
localizados en el interventor, mientras que el intervenido tiene un rol pasivo, es un paciente.
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“Se puede definir la intervención social como la acción que se realiza sobre personas y grupos con
la intención de producir una mejora” (Gutiérrez, Sorribas y Gil, 2005, p. 7)

La intervención es una metáfora zombi


Además de ser un concepto estructurado metafóricamente, la noción de intervención funciona
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como una metáfora "fósil" o "muerta" (Lakoff y Johnson, 1986/2007; Müller, 2008) en el sentido de
que está tan convencionalmente fijada en el léxico de las disciplinas sociales que ha perdido su
aureola alegórica para terminar por percibirse como una expresión literal y objetiva. Pareciera que
el término intervención representa una relación preexistente y clara, o que hiciera referencia a un
conjunto de experiencias que, ciertamente, no pudiesen ser nombradas de otra forma. Más que
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muerta, podríamos se puede decir que la intervención es, usando el término de Lizcano (2006),
una metáfora zombi, pues si bien ha perdido su frescura alegórica sigue modelando activamente
el concepto en uso. Al describir las metáforas zombis, Emmanuel Lizcano (2006) dice que "se
trata de auténticos muertos vivientes, muertos que viven en nosotros y nos hacen ver por sus ojos,


sentir con sus sensaciones, idear con sus ideas, imaginar con sus imágenes." (p. 65)

Solidificada en el lenguaje académico, no existe titubeo alguno a la hora de referirse a aquello que
llamamos intervención psicosocial. Esta cosificación del término se evidencia en la literatura sobre
el tema, que con frecuencia no se detiene a definir o caracterizar el concepto de intervención, sino
que obvia el término y sus implicaciones.

La sedimentación de la intervención como modelo de acción dominante se inscribe entonces en la


emergencia de disciplinas sociales (el derecho, la psiquiatría, la educación, la medicina) que
contribuirán al establecimiento de procesos de gubernamentalidad (Rose, 1989/1999):
encargándose de delimitar y hacer inteligible el terreno que será administrado y produciendo
técnicas de inmersión en dicho terreno.

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La intervención como catacresis, como metáfora zombi que da sentido y organiza ciertas prácticas
desde la sombra, juega un papel importante en la consolidación de la intervención como
tecnología de gobierno. El uso naturalizado de la metáfora interventiva dificulta la reflexión con
respecto a nuestras prácticas profesionales y la manera en que éstas contribuyen a reproducir (o
desafiar) determinados órdenes sociales o formas de relación. Dificulta la generación y el ejercicio
de distintas relaciones y prácticas que escapen a la lógica de acción interventiva. En suma, el uso
naturalizado y generalizado reduce la posibilidad de formas en las que es posible involucrarse en
procesos de acción colectiva

La metáfora del involucramiento


Invito a pensar en el término involucramiento como herramienta para construir una forma
alternativa de situarse y concebir el papel del investigador/profesional en el campo, de organizar la

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acción y de generar relaciones con otros actores sociales. ¿En qué consiste, entonces, la
metáfora del involucramiento? ¿Cómo podemos caracterizarla y qué cartografías nos permite
habitar dentro del campo de la acción social? Sin afán de agotar sus implicaciones, me propongo
discutir tres aspectos generales en que la metáfora del involucramiento diferiría o se alejaría de la
intervención, echando mano de un conjunto de recursos teóricos como heurísticos útiles para
darle un sentido conceptual. Los aspectos a los que me referiré son:

.C
a) La posición del profesional/investigador ante el problema y el campo,
b) La relación entre los actores , incluyendo al profesional/investigador
c) La concepción de conocimiento y acción en un proceso de transformación social.
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A) La posición del profesional/investigador en el escenario social: formar parte de un
entramado
En primer término, la noción de involucramiento se aleja de la noción de intervención porque
busca romper con la relación de exterioridad desde donde se actúa. el desafío consiste en
pensarse como parte de la situación-problema o del escenario social sobre el cual se quiere
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incidir; introducirse en un campo-tema (Spink, 2005; 2008) de forma que habitemos un espacio en
un panorama más amplio del que formamos parte. Si la intervención nos remite a interponerse o a
tratar, el involucramiento nos remite a envolverse o a participar

B) La relación entre los actores sociales: articulación


FI

Esta interioridad del sujeto profesional/investigador y del resto de los actores involucrados no es
identitaria: no se refiere a la pertenencia —de clase, género, raza— a un grupo esencialmente
determinado; no es del tipo ‘soy parte de la comunidad’ o ‘me he convertido en miembro de esta
cultura’. Asumir que formamos parte de una red que conforma el escenario social no significa


asumir que los actores son homogéneos.

La lógica de involucrarse puede alejarnos de la confección premeditada de grupos homogéneos y


bien demarcados (en identidad, intereses, necesidades, deseos, conocimientos), se aparta de la
lógica en la que los distintos actores registran su acción en una clave única: las mismas
necesidades de partida, los mismos horizontes de movimiento.
En contraste con la idea de intervenir (donde la acción es unívoca y está predeterminada por un
plan bien definido), la lógica del involucramiento nos acerca más a la idea de establecer tensiones
creativas entre las distintas partes, vínculos descentralizados y diversos entre comunidades,
saberes y actores sociales que a menudo se mantienen apartados. Cuando decimos que "uno se
involucra con alguien", que "nos hemos involucrado en algo", no estamos diciendo que estamos
asistiendo a alguien o conduciendo algo. El término involucrar no determina de antemano la
estructura de la relación o la dirección de la acción. Involucrarse nos sugiere más bien un "tener
que ver con, entrar en un campo de influencia con respecto a algo o alguien. Involucrarse con

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alguien implica mantener unos vínculos significativos, pero guardando un campo de
indeterminación y variabilidad de dichos vínculos.

La noción de articulación desafía la relación representacional en que los otros son descritos y
circunscritos a una posición de objeto de intervención a través de los discursos y las prácticas de
los ventrílocuos-portavoces que se constituyen como los únicos actores (García y Romero, 2002).

En lugar de partir de posiciones asumidas a priori, la articulación permite pensar múltiples arreglos
que se van constituyendo relacionalmente. Estas articulaciones entre elementos diversos son
constitutivas de a la vez que constituidas por estos elementos.
La articulación puede contraponerse, así, a nociones como las de concienciación, facilitación o
animación, que asumen posiciones predeterminadas para dirigir el sentido de la acción. En la

OM
articulación, el sujeto profesional/investigador no tiene inherentemente el rol de catalizador. Si bien
estas posiciones y funciones pueden ser ocupadas en uno o varios momentos, la idea de
articulación no anticipa y fija las posiciones y posibilidades de relación: antes bien, da espacio al
juego y la movilización, a la negociación y reconfiguración de funciones en el proceso de
transformación y a una distribución dinámica y multidireccional de la agencia y la acción.

.C
C) La interioridad del sujeto profesional/investigador con respecto al campo-tema
Mientras que la intervención dibuja una trayectoria donde la agencia y la acción pasan
unívocamente del interventor al intervenido, involucrarse abre un espacio de reciprocidades y
entrelazamientos que dan cabida a las intervenciones que recaen sobre el interventor.
DD
En el momento en el que deja de ser claro quién interviene y quién es intervenido, dónde se
establecen las fronteras entre quien actúa y quien recibe la acción, entre quien cambia y quien es
cambiado, entonces la distinción interventor-intervenido (agente-paciente) deja de tener sentido,
se vuelve insuficiente para dar cuenta de procesos de transformación e influencia más dinámicos
LA

y multidireccionales. Este punto de partida se aleja de la idea de unos otros en carencia o unos
otros vulnerables a los que puedo ayudar a partir de una oficiosa e ilustrada injerencia, y pone en
perspectiva un problema que afecta —aunque diferencialmente— a todos los actores involucrados
en la trama.
FI

Concepción de conocimiento y acción: conocimiento situado, acción inmanente


A diferencia de la intervención, donde el interventor posee un programa, una habilidad, un
conocimiento que le otorga tal lugar y que conduce la acción y el cambio, el involucramiento nos
aproxima a la idea de que la dirección de un cambio no está preestablecida y responde a una


sucesión de intereses y fuerzas locales y temporales.

Descartar un conocimiento absoluto y predeterminado para emprender y conducir la acción


colectiva, nos sitúa en una posición más cercana a concebir el conocimiento como una práctica
social más, sujeto a las contingencias de los encuentros. En palabras de Carballeda (2008, p.
267): Pensar la intervención desde condicionantes y no determinantes, nos lleva al terreno de lo
probabilístico, donde la singularidad y la subjetividad suben a la escena ahora con papeles
relevantes. La intervención en lo social es una acción básicamente Inter-Subjetiva y fuertemente
discursiva. De allí que la palabra, la mirada y la escucha sigan siendo sus elementos más
sobresalientes.

La noción de conocimiento situado (Haraway, 1991/1995) puede ayudarnos a definir este


re-posicionamiento del papel del conocimiento en la acción colectiva. Esta noción sugiere que el
conocimiento no se produce desde ninguna parte, desde la mirada divina, sino que tiene unas

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coordenadas de producción muy específicas en el mundo social, y es esta localización terrenal lo
que le conceden una "objetividad situada" o una validez ética y política. El conocimiento obtiene
así una textura doméstica, que adquiere sentido en cruces concretos de demandas y deseos. Es
generado localmente y es puesto en juego en procesos locales. No aspira a la validez universal y,
sin embargo, puede servir como experiencia heurística para otros proyectos que transiten por
caminos similares.

El aparato conceptual de la psicología social se entiende entonces como una herramienta útil pero
no omnisciente, y como una modalidad más (entre otras no científicas) de la capacidad colectiva
de generar conocimiento a través de prácticas e interacciones sociales. Este conocimiento
producido y aplicado en escenarios sociales, no es esencialmente diferente del resto de
conocimientos puestos en práctica por otros actores en un proceso de relación y transformación

OM
social. Al igual que el resto, el conocimiento psicosocial se contamina, muta, se mezcla y se
reorganiza a la luz de los contactos con otros saberes y otras prácticas sociales.

Así, ante proposiciones del tipo "una intención primaria de investigación-acción es producir
conocimiento práctico que es útil para las personas en la conducta diaria de sus vidas" (Reason y
Bradbury, 2001, p. 2), Peter Spink (2005) advierte que las personas no necesitan ayuda para

.C
construir conocimiento práctico puesto que ya de por sí lo hacen. Argumenta además que la
narrativa dominante en las ciencias sociales es que, aunque a través de prácticas "más
democráticas", la ciencia conserva indiscutiblemente un lugar epistemológicamente superior con
respecto a sus sujetos. Al respecto de esta relación jerárquica el autor señala que: El problema es
DD
cuando las reglas y verdades que creamos en la intersubjetividad conversacional para intentar
mejorar nuestra vida colectiva, se encuentran subordinadas al reinado despótico de tiranos
metodológicos que se esconden detrás de un estado disciplinar, en el nombre de la gran verdad.
(Spink, 2005, p. 2).
LA

No se trata, entonces, de que los conocimientos en psicología social funcionen para concienciar,
formar, corregir o evaluar a una colectividad o para catalizar cambios que de otra manera no
podrían suceder, sino de que participen en la generación alianzas y tensiones creativas que
permitan articular distintas posiciones de sujeto, conocimientos, habilidades, deseos. En el tono de
involucrarse como una forma de inmersión o de interioridad, la idea del sujeto
FI

profesional/investigador que atiende o asiste a un sujeto-en-carencia implícita en la intervención,


deja lugar a la posibilidad de concebir la acción como colectiva y auto-constitutiva o
auto-transformadora, una acción que encuentra su fundamento sus condiciones locales de
producción.


Podríamos hablar así de una suerte de acción inmanente, en el sentido de que no se buscan
establecer fundamentos últimos y exteriores a la acción (conocimiento psicosocial) o unos
principios trascendentales a los que la acción obedezca (dinámica de grupos), sino que los
principios que rigen y vehiculizan la acción, en cada ocasión, son inherentes a la producción de la
acción misma. Cada acción particular contiene dentro de sí sus principios de operación, sus fines
y sus fuerzas (que no son ni exteriores ni anteriores). La lógica de acción de un proyecto en
particular estará determinada por relaciones, intereses, habilidades, recursos y condiciones de
posibilidad particulares: condiciones que se explicitan en la acción al tiempo que la constituyen.

Comentarios finales
En particular, he buscado argumentar que la metáfora del involucramiento (al menos en la forma
en que ha sido esbozada aquí) nos sugiere una idea de la acción más cercana a la artesanía de la

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transformación social, y menos vinculada con la ingeniería del cambio próxima a los sentidos que
pueblan la noción más dominante de la intervención.

Igualmente, hay que hacer notar que muchas prácticas terapéuticas de tipo interventivo son útiles
y pertinentes en determinados contextos. La aplicación controlada de conocimiento —por ejemplo,
en la relación médico-paciente— es mayoritariamente un acuerdo común y efectivo donde ambas
partes comparten objetivos y métodos. Esta cuestión deja ver una discusión aún pendiente sobre
la operación de una diversidad de prácticas disciplinarias y valor social en el marco de los
contextos locales y a partir de relaciones concretas.

En segundo lugar, sabemos que las metáforas plantean límites al mismo tiempo que posibilidades.
Por tanto, es necesario preguntarse por los riesgos y las sombras que acompañan a la propia

OM
noción de involucramiento, particularmente atendiendo a su traducción y significado en distintos
contextos. Además, hay que hacer notar que la permuta metafórica no desaparece de una vez el
tema del poder y el control en el contexto de las prácticas disciplinarias en las ciencias sociales.
No implica tampoco que el plano de las prácticas lingüísticas pueda por sí solo transformar
dinámicas muy sedimentadas y garantizar una distribución más justa y equitativa de la agencia en
los proyectos de acción.

.C
Sin duda, el tema del poder y en control en la relación entre los sujetos investigadores/
profesionales de las ciencias sociales y otros actores debe ser objeto de constante reflexión a
través de distintas vías: los propios proyectos prácticos serán sin duda un espacio definitorio en
esta tarea. En cualquier caso, la propuesta metafórica puede ser un recurso útil que permita
DD
desembarazarse de preconceptos anquilosados y emprender una comprensión de la acción
cotidiana con nuevas posibilidades.
LA
FI


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Raggio, A. (2000) Intervención y campo de intervención. En Rivero N. (Ed.) Psicología
Social: estratégias, políticas e implicaçoes. (pp. 57- 63) Santa María: ABRAPSO SUL.
La intervención no es un problema técnico y ni siquiera de estrategias pasibles de ser situadas a
priori, es básicamente un problema ético.

De la naturaleza del campo de intervencion


Parece muy evidente que, para cada ámbito existirían estrategias, metodologías y técnicas
específicas, y aún más, hasta roles específicos. En primera instancia, parece bastante
comprensible que el rol de un psicólogo en el ámbito clínico, no puede ser el mismo que tendría
en un ámbito comunitario.

Una primera deconstrucción del problema deja al descubierto, tres lineas de sentido

OM
predominantes: la evidencia empírica,las lógicas técnicas y los objetos disciplinarios. Estas
trabajan comúnmente juntas, yustaponiéndose y colaborando a generar aquello que
acostumbramos a reconocer como objeto de nuestras acciones. De ahí que, esta discriminación
tiene la finalidad de hacerlas visibles y no de describir las cosas como “realmente son”. Ya sea
considerándolos o no, siempre intervenimos en procesos subjetivos. Ya no hay, desde esta
perspectiva, “individuos”, “grupos”, “organizaciones”, “comunidades”, ontologicamente

.C
establecidos, o se a, cuerpos naturalmente organizados. Y si parece haberlos, o bien serán
alucinaciones técnico-disciplinarias de nuestra mirada, o bien cristalizaciones que no dejan de
ocultar los complejos procesos subjetivos, sus agenciamientos colectivos y sus maquinaciones
deseantes.
DD
El campo de intervención ya no podrá ser definido por ninguna modelización teórico-técnica, ni
evidencia empírica (ámbito) alguna. Sólo entonces, podrá ser pensado como red de composición:
es decir, plano de inmanencia, entendido de acuerdo a las relaciones que lo constituyen, los
segmentarizaciones que lo atraviesan , los actores que en el se articulan y las formas
LA

organizativas que, con mayor o menor rigidez, se ha podido dar a sí mismo.

De la naturaleza del campo de analisis


¿Quien formula los problemas? El problema no está dado, no es lo que empiricamente se percibe,
lo que se enuncia como sufrimiento o conflicto, éste requiere necesariamente una formulación y el
FI

soporte de su formulación es precisamente la estructura dialógica.

Pierden importancia entonces, ciertas cuestiones en relación a la supuesta diferencia entre campo
de intervención y campo de análisis. Si el campo de análisis no es inmanente al campo de


intervención, no es campo de análisis, es otra cosa. El campo de análisis es un espacio diferencial


en el campo, pero no diferente. Se trata de dejar de concebir la implementación de un dispositivo
técnico como un “artificio” – por extensión “artificia1” – y de hacer bien visible la línea que separa
intervención y manipulación técnica.

El campo de análisis o espacio analítico es un espacio diferencial que se forma por singularización
a partir del propio campo de intervención, un pliegue de ese mismo campo que reflexiona sobre sí
mismo y sus sentidos posibles. Desde aquí, la dimensión técnica, no es otra cosa que una
implementación instrumental específica destinada a la apertura y sostén del espacio de análisis

La metáfora espacial (pliegue), además de permitirnos una reconsideración crítica del dualismo
campo de intervención-campo de análisis, posibilita pensar al espacio de análisis como una lógica
de subjetivación, reflexivamente establecida y articulada en una continuidad topológica con el
espacio social.

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La práctica psicológica y su dimensión analítica, en forma genérica, se articulan dentro de lo que
A.Giddens denomina reflexividad de las formaciones sociales. Es decir, son prácticas, más o
menos institucionalizadas, en las cuales, con el uso regularizado del conocimiento teórico y
técnico, se configuran regímenes en los cuales los sujetos se reconocen y se significan .

Esta ubicación social de las prácticas psicológicas, es la que permite el despliegue de la reflexión
ética en toda su amplitud. Desde ella, ya no será posible desconocer los sentidos sociales de la
intervención psicológica, sea cual fuere el campo en el que se interviene, así como, tampoco será
posible desconocer el requerimiento de analizar la implicación con las lógicas de sentido en las
que se articulan los actores de una intervención concreta.

OM
Nota
Raggio señala la posibilidad de pensar la intervención como investigación y acontecimiento,
superando la dicotomía entre campo de análisis y campo de intervención, por una relación de
inmanencia entre ambos procesos. A partir de esto, plantea que la intervención, antes que un
problema técnico, es un problema ético. En este tipo de intervenciones, siempre trabajamos sobre
procesos subjetivos, siendo el campo de intervención una especie de red en continua composición

.C
En la medida que construimos el campo somos parte del problema, cuando generamos un
proceso participativo nuestra implicación es parte. Debemos interrogarnos sobre las condiciones
mismas de la intervención y de la implicación.
Cuando definimos el problema, no es lo que percibimos empíricamente si no lo que construimos
DD
dialógicamente con las personas.
LA
FI


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Dallorso, N.S. (2012). Notas sobre el uso del concepto de dispositivo para el análisis de
programas sociales. Espiral Estudios sobre Estado y Sociedad. 19(54), pp. 43-74

El desafío de estudiar a los programas sociales a partir del concepto de dispositivo supone dejar
de concebir a las políticas como unidades compactas y naturalizadas. En otras palabras, en lugar
de ver en cada programa el elemento menor, unitario e indivisible de la práctica estatal, ver una
multiplicidad de elementos que están articulados contingentemente. Esto supone impugnar el
carácter homogéneo y uniforme de todo programa social y desestabilizar la creencia de que esta
unidad procede de una unidad superior, también compacta y unitaria, ya sea el Estado, una
tradición política definida o una lucha política auténtica.

Entonces, si rechazamos concebir a las políticas exclusivamente a partir de su génesis estatal y,

OM
en cambio, las concebimos como intervenciones gubernamentales, debemos producir dos
desplazamientos con respecto a lo que comúnmente se identifica como políticas estatales. El
primer desplazamiento se refiere a que una intervención gubernamental es mucho más que lo que
la política dice ser. Es necesario, por tanto, realizar un paso al exterior de la política y
descentrarse con respecto a la problemática de ésta. Las omisiones de las políticas —lo que las
políticas no hacen, así como lo que muchas veces las políticas dicen no ser– deben ser

.C
analizadas como parte constitutiva de las intervenciones de gobierno.

Segundo desplazamiento, es necesario descentrarse también con respecto a la función esperada


de la política. En otras palabras, realizar un paso al costado con respecto a aquellos análisis que
DD
se concentran en las funciones esperadas, alcanzadas y realmente cumplidas de las políticas,
es decir, un desplazamiento en relación con aquellos análisis que se expresan en términos de
éxitos y fracasos y, en cambio, ir más allá del análisis funcional e indagar en qué juegos de poder
se inscriben las intervenciones de gobierno analizadas.
LA

Dispositivo de poder, agenciamiento de deseo y constelación de poder


En una entrevista de 1977, Michel Foucault (1984) realiza una aproximación a lo que él entiende
que es un dispositivo:
Lo que trato de situar bajo ese nombre [dispositivo] es, en primer lugar, un conjunto decididamente
heterogéneo, que comprende discursos, instituciones, instalaciones arquitectónicas, decisiones
FI

reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas,


morales, filantrópicas; en resumen: los elementos del dispositivo pertenecen tanto a lo dicho como
a lo no dicho. El dispositivo es la red que puede establecerse entre estos elementos.


En segundo lugar, lo que querría situar en el dispositivo es precisamente la naturaleza del vínculo
que puede existir entre estos elementos heterogéneos. Así pues, ese discurso puede aparecer
bien como programa de una institución, bien por el contrario como un elemento que permite
justificar y ocultar una práctica, darle acceso a un campo nuevo de racionalidad. Resumiendo,
entre esos elementos, discursivos o no, existe como un juego, de los cambios de posición, de las
modificaciones de funciones que pueden, éstas también, ser muy diferentes.

En tercer lugar, por dispositivo entiendo una especie —digamos— de formación que, en un
momento histórico dado, tuvo como función mayor la de responder a una urgencia. El dispositivo
tiene pues una posición estratégica dominante.

Tres contribuciones sustanciales de la idea de dispositivo en la obra de Foucault. En primer


lugar, que la tesis que se refiere a los dispositivos entraña una profunda novedad política en la
concepción de poder porque no recurre a ninguna teoría del Estado.

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Segundo, el concepto de dispositivo le permite a Foucault superar la dualidad de las formaciones
discursivas y de las formaciones no-discursivas, que subsistía en Arqueología del saber, y explicar
cómo los dos tipos de formaciones se distribuyen o se articulan punto por punto sin reducirse la
una a la otra, ni parecerse. Y, en tercer lugar, el destacable aporte que trae la tesis sobre los
dispositivos de poder es que éstos no actúan ni por represión ni por ideología.

Un dispositivo es, entonces, el resultado de la permanente relación que un conjunto heterogéneo


de elementos mantienen entre sí. De este modo, el dispositivo consiste en una composición de
una pluralidad de piezas en continuo estado de variación; entonces, supone una sistematicidad
pero ésta es ante todo la de lo múltiple, la de la conectividad; en otras palabras, ya no de lo
clausurado y de lo cerrado sino de lo abierto y de lo indeterminado.
Ahora bien, estos elementos heterogéneos que se conjugan en los dispositivos pueden ser parte

OM
tanto de formaciones discursivas como de formaciones no-discursivas. De hecho, el dispositivo
logra articular y conectar en un estado de equilibrio inestable o de presuposición recíproca a estos
dos tipos de formaciones, sin reducirlas a una relación de significado-significante o de
infraestructura-superestructura.

Se trata, entonces, de una red de relaciones en las que está implicada una forma determinada de

.C
ejercicio del poder y de configuración del saber que hacen posibles determinados efectos
de verdad y realidad (García Fanlo)

El dispositivo se encuentra siempre desbordado y abierto a lo contingente porque tiene como


DD
función la de responder a un acontecimiento urgente que es aleatorio en la medida que representa
la inestabilidad azarosa que tiene lugar en el enfrentamiento de fuerzas.
Foucault define el dispositivo como la red que puede establecerse entre un conjunto heterogéneo
de elementos. Por tanto, el concepto hace referencia a una parrilla de interpretación cuya forma
remite a una retícula a través de la cual pensar fenómenos sociopolíticos. Nos preguntamos,
LA

entonces, ¿cuáles son estos elementos heterogéneos que se ensamblan? ¿Qué elementos están
dispuestos en un dispositivo?

Gilles Deleuze afirma que un dispositivo es: […] una especie de ovillo o madeja, un conjunto
multilineal. Está compuesto de líneas de diferente naturaleza y esas líneas del dispositivo no
FI

abarcan ni rodean sistemas –cada uno de los cuáles serían homogéneos por su cuenta (el objeto,
el sujeto, el lenguaje)–, sino que siguen direcciones diferentes, forman procesos siempre en
desequilibrio y esas líneas tanto se acercan una a otras como se alejan unas de otras” (1989:155).


Deleuze distingue cuatro líneas principales que componen un dispositivo:


• Líneas de visibilidad. Los dispositivos tienen como primera función hacer ver. Su régimen de luz
describe una arquitectura de la realidad, haciendo visibles ciertas partes y dejando otras en
penumbra.
• Líneas de enunciación. Su función es hacer hablar a través de la producción de un régimen de
enunciación concreto. Estas líneas determinan el espacio de lo enunciable, aquello que puede ser
dicho en el campo de un dispositivo dado.
• Líneas de fuerza. Se trata de la dimensión poder. La línea de fuerza se produce en toda relación
y pasa por todos los lugares del dispositivo. Constituyen los efectos inmediatos de las
desigualdades y desequilibrios que se producen y, recíprocamente, son las condiciones internas
de tales diferenciaciones.
• Líneas de subjetivación. Es la producción de subjetividad en un dispositivo. Cuando la línea de
fuerza, en lugar de entrar en relación lineal con otra fuerza, se vuelve sobre sí misma, se ejerce

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sobre sí misma o se afecta ella misma. Aluden a la existencia de procesos de subjetivación a
través de los cuales el individuo se convierte en sujeto.

El concepto de agenciamiento de deseo de Deleuze y Guattari es decididamente equiparable al de


dispositivo de poder de Foucault ya que ambos conceptos abandonan el mundo de las
totalizaciones y de las esencias que fundarían lo social y, por el contrario, piensan a la política en
término de multiplicidades. Asimismo, estos conceptos enfatizan los procesos de
co-funcionamiento, de composición, de ensamblaje de heterogéneos sin reducirlos a unidades
totalizadoras.

Yo diré por mi parte que el deseo circula en esta disposición de heterogéneos, en esta especie
de “simbiosis”: el deseo está vinculado a una disposición determinada, supone un

OM
cofuncionamiento. Por supuesto, una disposición de deseo comportará dispositivos de poder […],
pero habrá que situarlos entre los diferentes componentes de la disposición. […] En resumen, los
dispositivos de poder no serían los que disponen, ni serían constituyentes, sino que serían las
disposiciones de deseo quienes articularían las formaciones de poder siguiendo una de sus
dimensiones (Deleuze, 1995: 14).

.C
Nosotros sólo estamos en desacuerdo con Foucault en los puntos siguientes; 1°) no nos parece
que los agenciamientos sean sobre todo de poder, sino de deseo, deseo que siempre está
agenciado, y el poder sólo es una dimensión estratificada del agenciamiento; 2°) el diagrama o la
máquina abstracta tienen líneas de fuga que son primeras, y que no son, en un agenciamiento,
DD
fenómenos de resistencia o de respuesta, sino máximos de creación y de desterritorialización
(Deleuze y Guattari, 2002: 153)

La propuesta del concepto de agenciamiento de deseo se inscribe en la empresa de Deleuze y


Guattari de derribar el saussurismo hegemónico en las ciencias humanas a partir del
LA

estructuralismo que hacía de la relación entre el significante y el significado una relación de


subordinación y de correspondencia. En contraposición con esta concepción, la articulación o
composición que supone los agenciamientos será de otro carácter: ya no subordinación y
correspondencia sino de heterogeneidad y reciprocidad
FI

Ahora bien, a diferencia de los dispositivos de poder, Deleuze y Guattari consideran que los
agenciamientos no son sobre todo de poder, sino de deseo, y el poder sólo es una dimensión
estratificada del agenciamiento. Entonces, siguiendo un segundo eje, todo agenciamiento tiene
dos caras: (re)territorializaciones y movimientos de desterritorialización. En otras palabras, dos


caras donde las relaciones de poder son sólo una y la otra dimensión es la que está hecha de
líneas de desterritorialización y de creación que coinciden con el deseo. Pero además, esta última
dimensión —el deseo— está representada por líneas de fuga, de desterritorialización que son
lógicamente primeras y que los dispositivos de poder buscan taponarlas, amarrarlas, obturarlas.

Ahora bien, para indagar una tercera respuesta a la pregunta por los elementos que se articulan
en un dispositivo de poder, creemos oportuno analizar el concepto de constelación de poder en la
producción de Boaventura de Sousa Santos, en tanto que nos resulta relevante indagar en qué
medida dicho concepto puede dialogar con el de dispositivo de poder en Michel Foucault. Tanto la
noción de dispositivo de poder como la de constelación de poder implican una multiplicidad de
elementos que están articulados contingentemente y refutan la idea de que emane de
un único sitio determinado algo que sea un poder. Al igual que en los dispositivos de poder, la
conceptualización de las constelaciones de poder de Santos parte del reconocimiento de la
naturaleza política de una pluralidad de formas de poder que exceden al dominio estatal. El autor

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portugués se preocupa por integrar el espacio de la ciudadanía —el único que la teoría política
liberal considera esfera pública centrada en el Estado— en una matriz de seis espacios
estructurales donde se producen formas de poder formalizadas y centradas en el Estado e
informales y descentradas. En este sentido, si por una parte Santos comparte con Foucault el
carácter múltiple y plural del ejercicio del poder, por otra, no renuncia a la idea de que la
dominación estatal mantiene una centralidad en las sociedades contemporáneas aunque, de
todas maneras, inestable debido a que requiere articularse en constelaciones o cadenas con
formas menos burocratizadas, más dispersas e informales.
Como hemos dicho, según el autor portugués, la regulación social se desarrolla a partir de seis
modos de producción de práctica social que se corresponden con seis espacios estructurales: el
espacio doméstico, el espacio de la producción, el espacio del mercado, el espacio de la
comunidad, el espacio de la ciudadanía y, por último, el espacio mundial.

OM
Las constelaciones de poder son, entonces, articulaciones de heterogéneas formas de poder
producidas en distintos espacios estructurales.

Podemos destacar algunos elementos que contribuyan al análisis de programas sociales.


En primer lugar, un programa social puede ser pensado como una red de elementos heterogéneos
que lo exceden. Por tanto, el programa social consistiría en una composición de una pluralidad de

.C
piezas en continuo estado de variación, lo que supondría una sistematicidad de lo heterogéneo.
En este sentido, la consistencia del programa social no estaría dada por su adecuación con una
tradición ideológica unitaria, con una lucha política auténtica ni con su procedencia estatal.
DD
En segundo lugar, todo programa social articularía una pluralidad de cuerpos con un régimen de
signos, en otras palabras, elementos discursivos y extra-discursivos. De este modo, en cada
programa social —en tanto dispositivo— se puede identificar un específico régimen de visibilidad,
un determinado régimen de decibilidad, un particular ejercicio del poder y la producción de
subjetividades también específicas. Asimismo, todo programa social está tensionado por fuerzas
LA

afectivas que estabilizarían y/o desestabilizarían esta composición.

Finalmente, los programas sociales suponen una cierta articulación entre las familias, la
comunidad, el proceso productivo, el mercado y el propio Estado en lo que se refiere tanto a la
producción-distribución de bienestar, como a la manera en que se comparten los costos de los
FI

riesgos sociales. El programa social tal vez se exprese a nivel de las grandes organizaciones
políticas; pero sólo gana consistencia y se sostiene en el tiempo si se ancla en la producción de la
subjetividad de los individuos y de los grupos, en los intersticios de los arreglos domésticos,
comunitarios o laborales. Si bien toda política pública puede ser concebida como generada en el


sistema político y centrada únicamente en el Estado, supone toda una serie de conexiones y
conjugaciones —siempre inestables— con una pluralidad de autoridades menos burocratizadas,
más informales y más descentradas. Por lo tanto, en concordancia con este enfoque, deberíamos
rechazar conceptualizar al programa social como producido y emanado desde un único centro
estatal y, en cambio, postular que aquél, si bien actúa por macrodecisiones, tiene una microtextura
y está inmerso necesariamente en un mundo de múltiples microdeterminaciones, de pequeños
acuerdos, conflictos y complicidades.

Conclusiones
La noción de dispositivo permite explicar cómo los regímenes de enunciación y los regímenes de
visibilidad se distribuyen o se articulan sin reducirse unos a otros; así como también se presenta
como adecuada para comprender el acoplamiento entre relaciones de poder y formas de
subjetivación. Al mismo tiempo, el concepto de dispositivo se presenta como conveniente para
indagar el co-funcionamiento de dos dimensiones: la macropolítica, es decir, las relaciones

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políticas que tienen lugar en el espacio de la ciudadanía y que se distinguen por constituir
autoridades institucionalmente establecidas que se presentan como las únicas legalmente
validadas y, por otro lado, la dimensión micropolítica, es decir, el dominio político de creencias y
deseos en el que se instituyen autoridades menos burocratizadas, más dispersas e informales.
El desafío consistió en ver en cada política, en lugar del elemento menor, unitario e indivisible de
la práctica estatal, una multiplicidad de elementos que están articulados contingentemente.
Para ello indagamos en distintos conceptos (dispositivo de poder, agenciamiento de deseo y
constelación de poder) para fragmentar lo que se pensaba unido, mostrar la heterogeneidad de
aquello que se imaginaba uniforme.

A partir de estos conceptos, pudimos dar cuenta de cómo una multiplicidad de elementos
heterogéneos se vincula entre sí de mil modos y, sin embargo, no hay necesidad por la cual una

OM
relación los contenga a todos ellos. Con esto, por supuesto, no queremos afirmar que no haya
unidad posible, muy por el contrario, con el ejemplo del Plan Vida y la red de trabajadoras
vecinales intentamos mostrar que se puede identificar una unidad de funcionamientos, sin
embargo, buscamos resaltar que esta unidad es un resultado de un proceso de unificación, de
puesta en constelación, de composición que no siempre logra completamente contener y ajustar
todos los elementos. La adopción del concepto de dispositivo nos descentra del tradicional

.C
acercamiento a los programas sociales porque no podemos remitir más a una unidad superior sea
el Estado, una tradición ideológica o una lucha política auténtica. No obstante lo cual, nos permite
problematizar y poner en crisis los argumentos que enfatizan el carácter híbrido de ciertas
intervenciones de gobierno. La utilización del adjetivo “híbrido” para calificar las particularidades
DD
que asumen las intervenciones de gobierno en los países del Sur oculta, en muchos casos, la falta
de herramientas conceptuales para comprender la naturaleza compleja de los procesos de
creación e implementación de intervenciones de gobierno y se resguarda en la amonestación ante
una supuesta falta de autenticidad
LA
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Deleuze, G. (1989). ¿Qué es un dispositivo?. En: Michel Foucault, filósofo. (pp. 155-163).
Barcelona: Gedisa
Un dispositivo es una especie de ovillo o madeja, un conjunto multilineal. Está compuesto por
líneas de diferente naturaleza y esas líneas del dispositivo no abarcan ni rodean sistemas, cada
uno de los cuales sería homogéneo por su cuento, sino que siguen direcciones diferentes, forman
procesos siempre en desequilibrio y esas líneas se acercan y alejan unas de otras.

Las dos primeras dimensiones de un dispositivo son curvas de visibilidad y enunciación. Los
dispositivos son máquinas para ver y para hacer hablar. La visibilidad no se refiere a una luz en
general, está hecha de líneas de luz que forman figuras variables e inseparables del dispositivo.
Cada uno tiene su régimen de luz.

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En tercer lugar un dispositivo implica líneas de fuerzas. Rectifican las curvas anteriores, trazan
tangentes, envuelven los trayectos de una línea con otra, actuando como flechas que no cesan de
penetrar las cosas y las palabras que no cesan de librar una batalla. Las lineas de fuerzas se
producen en toda relación de un punto con otro, y pasa por todos los lugares de un dispositivo.
Esta linea está estrechamente mezclada con las otras. Es la dimensión del poder. Está dimensión
se compone como el poder con el saber.

.C
La línea de objetivación. Es lo que ocurre cuando la fuerza en lugar de entrar en relación líneal
con otra fuerza se vuelve sobre sí misma, o se afecta a sí misma. Esta dimensi´n del sí - mismo
no es una determinación pre existente. También aquí una línea de subjetivación es un proceso, es
DD
la producción de subjetividad en un dispositivo: una línea de subjetivación debe hacerse en la
medida en que un dispositivo lo deje o lo haga posible. El sí - mismo no es ni un saber ni un poder,
es un proceso de individualización que tiene que ver con grupos o personas y que se sustrae a las
relaciones de fuerzas establecidas como sabers constituidos.
LA

Los dispositivos tienen entonces: líneas de visibilidad, de enunciación, de fuerza, de


subjetivización , de ruptura, de fisura que se entrecruzan y mezclan. De esta circunstancias se
desprenden dos cnsecuencias:
- el repudio de los universales: no implica nada, sino lo que hay que explicar es el universal
mismo. Lo uno, el todo, lo verdader, el objeto, el sujeto no son universales, sino que son
FI

procesos singulares de unificación, de totalización, de verificación, de objetiviación, de


subjetivación, procesos inmanentes a un determinado dispositivo. Y cada dispositivo es
también una multiplicidad en la que operan esos procesos en marcha distintos a los que
operan en otros dispositivos.


- un cambio de orientación que se aparta de lo eterno para aprehender lo nuevo. Lo nuevo


se refiere a la creatividad variable según los dispositivos: de conformidad con la
interrogación que comenz´a nacer en el siglo xx. Todo dispositivo se define por su tenor
de novedad y creatividad, el cual enmarca su capacidad de transformarse o fisurarse. En la
medida en que se escapan de las dimensiones de saber y poder las lineas de subjetivación
parecen especialmente capaces de trazar caminos de creación que no cesan de abortar
pero tampoco de ser reanundados, modificados hasta llegar a la ruptura del antiguo
dispositivo.

Las diferentes líneas de un dispositivo se reparten en dos grupos: líneas e estratificación o de


sedimentación, y líneas de actualización o de creatividad.

Notas:

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Cabe advertir que al hablar de dispositivo no estamos aludiendo a una herramienta de
intervención, sino a una noción concebida para pensar de qué manera la conexión y el
entrelazamiento entre una serie de prácticas y formaciones constituidas a partir de ellas dan lugar
a la producción de realidades en varias líneas en un determinado momento o período histórico
social. Pero la inclusión de esta noción en este curso, centrado en la cuestión de las
intervenciones, nos permite comprender de otro modo las herramientas que pueden ser
empleadas, las conexiones entre ellas y también con prácticas y entidades diversas que inciden
en la conformación del campo y en el proceso de trabajo, entendido como transformación

OM
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DD
LA
FI


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Moro Abadía, O. (2003). ¿Qué es un dispositivo?.Empiria: Revista de metodología de
ciencias sociales, (6), 29-46.
A pesar de lo mucho que se usa el término dispositivo, aparece frecuentemente sin verdadera
definición. Esto pasa según el autor por dos razones: la poligénisis del concepto y por su gran
plasticidad que ha acabado por convertirle en una palabra - maleta que permite explicar de
manera elegante y concisa lo que de otro modo exigiría el empleo de parífrasis azarosas (Belin
1999:252)

El autor propone una reflexión sobre el concepto de dispositivo que permita reducir la distancia
que separa su definición y su uso. para hacer esto habrían dos posibilidades: proceder a una
genealogía temática que permita comprendder la genesis del concepto en cada disciplina
en la que se ha aplicado, o examinar la referencia a la que remiten la mayoría de los autores y

OM
sobre la que de una manera u otra se ha apoyado los estudios sociológicos que analizan
dispositivos. Es decir, el trabajo de Foucault.

El embrión de un concepto: la episteme


Es la matriz del dispositivo, y un dispositivo en sí mismo. La episteme foucaultiana toma cuerpo en
un tiempo en el que su preocupación fundamental era saber que era el saber.

.C
El primer concepto con el que trabaja es el de sisteme (sistema) o conjunto de relaciones que se
mantienen, transforman, independientemente de las cosas que ligan. Una definición de sisteme es
muy próxima al concepto de structure (estructura). La idea es que antes de toda existencia
humana, de todo pensamiento humano, existiría ya un saber, un sistema que nosotros
DD
redescubrimos.

El sistema se define a partir de un criterio de posición que afirma que los elementos que los
componen no son significantes en sí mismos sino que su significado deriva de su posición relativa
dentro del conjunto. Por otro lado, el sistema tienen un caracter constrictor que nos impide
LA

escapar de su red. Se piensa siempre en el interior de una ordenación definida por una época y
por un lenguaje, y en ese sentido nos antecede.

Sin embargo, la idea de systeme tenía una serie de connotaciones que no convencían a Foucault,
la más importante su evidente conexión con el estructuralismo, por eso foucault prefiere construir
FI

su concepto sobre dos ideas distintas: le prealable (lo previo) y la region intermediaire (la región
intermedia)

La primera, le prealable, hace referencia a un campo de posibilidad definido pro un entremado de




relaciones: “se trata de los elementos que deben haber sido formados por una práctica discursiva
para que eventualmente un discurso científico se constituya, especificado no solamente por su
forma y por su rigor, sino también por los objetos con los cuales tiene relación, los tipos de
enunciación que pone en juego, los conceptos que manipula y las estrategias que utiliza”.

La segunda: la region intermediaire. Busca definir el espacio del saber y lo hace a partir de dos
puntos de referencia. El primer lugar lo que denomina “los códigos fundamentales de la cultura” o
conjunto de elementos que determinan para cada hombre los órdenes empíricos a los que habrá
de enfrentarse: hablaos del lenguaje, los esquemas perceptivos, las jerarquías, etc. En el otro
extremo de este espacio, foucault sitúa a las ciencias y a las filosofías como el aparato reflexivo
que explica la existencia de un orden y las leyes a las que dicho orden obedece.

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Entre estos dos polos se extiende un dominio que foucault demonina la región intermedia. El
espacio que incluye dicha región así como los dos extremos que la limitan (los códigos
ordenadores y las reflexiones sobre el orden) constituye el saber.

En una cultura y en un momento dado, siempre existe solo una episteme que define las
condiciones de posibilidades de todo saber.

Episteme: el conjunto de relaciones que se pueden descubrir para una epoca dada, entre las
ciencias cuando se analiza al nivel de sus regularidades discursivas.
Foucault señala que la episteme no es ni el estilo general de las investigaciones en un período
concreto, ni una cierta mentalidad que pudiera subyacer a todas ellas, ni una determinada visión
del mundo, ni una estructura general del pensamiento. Todas estas aproximaciones se refieren a

OM
lo unitario. La episteme por el contrario describe un conjunto de relaciones, una dispersión. No se
tratta de un estadio de racionalidad que atraviesa cualquier forma del conocimiento en una época
dada, tampoco de la manisfestación últiba de la inquebrantable unidad del sujeto, sino de la
desviación, de las distancias, de las opocisiones, las diferencias, las relaciones de sus múltiples
discursos científicos.
Puede señalarse uan doble coincidencia entre el concepto de episteme y dispositivo:

.C
- ambos remiten a un espacio topológico, un espacio que se define tanto por la posición que
ocupan los elementos que se distribuyen en él, como por las funciones de dichos
elementos.
- ambos refieren a una multiplicidad. Tanto episteme como dispositivo definene
DD
multiplicidades de elementos: la primera hace referencia a la pluralidad de componenetes
del espacio del saber, el segundo a un conjunto de piezas que, en forma de reseau
estructuran un espacio determinado.

El dispositivo
LA

A través de un movimiento que subraya el transito del momento de la arqueología al propio de al


genealogía a mediados de la década de los setenta foucault reemplaza el concepto de episteme
por el de dispositivo.

Ofrece una idea de dispositivo que va más allá de su trabajo epistemológico. Como la episteme, el
FI

dispositivo describe el espacio de una dispersión, la realidad de una multiplicidad de elementos.


Sin embargo, el dispositivo introduce nuevos elementos:
a) define una serie de conexiones íntimas entre saber y poder
b) establece la dispersión del poder a través una multiplicidad de dispositivos


c) describe la producción de modos de subjetivación del individuo a partir de determinadas


técnicas.

Hacia una descripción teórica del dispositivo.


Deleuze lo define ampliamente como un ovillo o madeja, un conjunto multilineal, compuesto de
líneas de diferente naturaleza que no abarcan ni rodean sistemas cada uno de los cuales serían
homogéneos por su cuenta, sino que siguen direcciones diferentes, forman procesos siempre en
desiquilibrio y esas líneas tanto se acerca unas a otras como se alejan unas de otras.

Distingue 4 líneas:
- de visibilidad: los dispositivos tienen como primera función hacer ver. hace visibles ciertas
partes y deja otras en penunbra.

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- de enunciación: su función es hacer hablar a través de la producción de una régimen de
enunciación concreto. determinan el espacio de lo enunciable, aquello que puede ser dicho
en el campo de un dispositivo dado.
- líneas de fuerza: añaden la tercera dimensión que permite al dispositivo ocupar un
determinado lugar en el espacio, adoptar una forma concreta. Recorren la interioridad de
dicho espacio y regulan el tipo de relaciones que pueden producirse.
- lineas de subjetivación: se refieren al individuo y describen las condiciones en las que este
se convierte en sujeto / objeto de conocimiento, definen procesos y funcionan como líneas
de fuga: escapa a las lineas anteriores, se escapa. El si mismo no es ni un saber ni un
poder. Es proceso de individuación que tiene que ver con grupos o personas y que se
sustrae a las relaciones de fuerzas establecidas como saberes constituidos: es una
especie de plusvalía.

OM
Las dos primeras remiten al saber y ya se encontraban en la definición de episteme. La definición
de dispositivo incorpora dos nuevas dimensiones que dotan de volumen a la figura bidimensional
de la episteme.

Foucault define el dispositivo a partir de tres características:

.C
a) como retícula o red
b) como un tipo de relación: entre estos elementos, discursivos o no, existe como un como un
juego, de los cambios de posición, de las modificaciones de funciones que puede, éstas
también ser muy diferentes
DD
c) como un juego de fuerzas, o más bien como estrategias de relaciones de fuerzas
soportande unos tipos de saber y soportadas por ellos.

Dispositivos y ciencias sociales


El dispositivo como esquema primordial del pensamiento. Foucault define el dispositivo como la
LA

red que puede establecerse entre un conjunto heterogéneo de elementos que incluye discursos,
instituciones, reglamentos, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones
filosóficas y morales. Por lo tanto, el concepto hace referencia a un esquema de representación o
a través del cual pensar fenómenos socio /culturales. Tanto la episteme como el dispositivo
describen espacios topológicos, definidos por la relación entre un conjunto hetrogeneo de
FI

elementos que no son significantes en sí mismos. Así, la idea de reseau que pone en juego el
dispositivo se encuentra a medio camino entre el concepto de estructura que reduce la
multiplicidad a un esquema totalizante y el de rizoma pura multiplicidad.


La noción de dispositivo plantea la existencia de procesos de subjetivación a través de los cuaes


el individuo se convierte en sujeto. Rompiendo con la idea de que el hombre y mundo son dos
entidades separadas, el dispositivo se ha convertido en una referencia a través de la cual
examinar los procesos de subjetivación que determinan la vida de las personas.

André berten considera dos modalidades de dispositivos:


a) los sociales, políticos y económicos que dan forma al individuo, le orientan, inculcan un
determinado saber y le atribuyen un cierto poder.
b) los psicológicos, morales, reflexivos que el individuo se da a si mismo para formarse,
conocerse, orientarse.

La sociología de las ciencias ha extraído 2 enseñanzas de la definición de dispositivo:


- la necesidad de analizar prácticas concretas

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- una manera diferente de comprender la relación entre saber y poder.el propio dispositivo
se convierte en un medio productor de saber. El poder produce saber.

El poder produce saber, poder y saber se implican directamente uno a otro, no existe relación de
poder sin constitución relativa de un campo de saber, ni saber que no suponga y no constituya al
mismo tiempo unas relaciones de poder.

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LA
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Goffman, E. (1961/2001). La carrera moral del paciente mental. En Internados. Ensayos
sobre la situación social de los enfermos mentales (pp. 132- 172). Bs. As.: Amorrortu

Una de las ventajas del concepto de carrera consiste en su ambivalencia: por un lado relaciona
asuntos subjetivos como la imagen del yo y el sentimiento de identidad; por otro lado refiere a una
posición formal, relaciones jurídicas y estilo de vida, y forma parte de un complejo institucional
accesible al público.

Gracias al concepto de carrera podemos ocilar entre o personal y público, entre el yo y su


sociedad significativa.

Este trabajo es un ensayo del yo de enfoque institucional, preocupan principalmente los aspectos

OM
morales de la carrera: la secuencia regular de cambios que a carrera introduce en el yo de una
persona y en el sistema de imagenes con que se juzga a sí misma y a las demás.

La categoría “paciente mental” debe entenderse en un sentido estrictamente sociológico. En esta


perspectiva la concepción psiquiátrica de una persona solo cobra significación en cuanto altera su
destino social; y en nuestra sociedad esta alteración parece hacerse significativa solo cuando la

.C
persona es sometida al proceso de hospitalización.

Las personas que se convierten en pacientes de un hospital psiquiátrico difieren en el tipo y grado
de enfermedad que les diagnosticaría un psiquiatra y en los atributos que les adjudicarían los
DD
legos. No obstante, una vez lanzados por ese camino todos enfrentan circunstancias similares, a
las que responden de manera similar.
La locura o el comportamiento enfermizo atribuido al paciente mental son en muchos casos
producto de la distancia social desde la cual se juzga su situación, más que la propia enfermedad
mental.
LA

De acuerdo con la opinión vulgar y naturalista, la carrera del enfermo mental puede dividirse en
tres etapas:
a) pre - paciente: período previo a la internación
b) paciente: período de estadía en el hospital
FI

c) ex paciente: período posterior al alta del hospital

Etapa del pre paciente


Apareada a la revaluación desintegradora de sí mismo, se presenta el esfuerzo de ocultar a otros


lo que considera las nuevas verdades acerca de sí mismo. El intento de descubrir si los otros
también las han percibido. La impresión de estar perdiendo la cabeza se basa en interpretaciones
estereotipadas de procedencia cultural e impregnación social, sobre la significación de síntomas
como oír voces, perder la orientación en el tiempo y en el espacio y sentirse seguido.

En agunos casos, muchos de los más espectaculares y convincentes de estos síntomas solo son
señales de un trastorno emocional temporario en una situación de tensión.

De la misma manera, la ansiedad consiguiente a esta percepción de uno mismo y las


estratagemas uridades para reducir la ansiedad no son producto de una psicología anormal, sino
que las presentaría cualquier persona socializada en nuestra cultura que creyera estar perdiendo
la razón.
Para la persona que con motivo o sin él, se cree mentalmente desequilibrida el ingreso a un
hospital psiquiátrico resulta a veces un alivio. En otros casos, la hospitalización puede empeorar

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las cosas para el paciente que se interna por su propia voluntad, al confirmarse mediante la
situación objetiva lo que hasta entonces solo había sido asunto de la experiencia interna del yo.

Su primer contacto con la institución adopta una de las tres formas:


- alguos se internan porque las familias les an pedido, o amenazado con romper los vínculos
- llegan por fuerza, bajo escolta policial
- (exclusivamente jóvenes) llegan porque fueron engañados.

La carrera del pre - paciente puede considerarse en términos de un proceso de expropiación:


cuando se inicia la primera etapa son poseedores de derechos y relaciones, cuando termina la
estadía en el hospital, los han perdido casi todos.
Desde el punto de vista formal de la sociedad, los internos de un hospital psiquiátrico se

OM
encuentran allí porque padecen enfermedades metnales. Sin embargo, si se consideran el número
de enfermos mentales no internados iguala, y hasta excede a los internados, podría decirse que
éstos son víctimas de las contingencias más que de una enfermedad mental.
Las contingencias aludidas se manifiestan conjuntamente con una segunda característica de la
carrera del pre - paciente: el circuito de agentes y agencias que por fuerza intervienen en su
tránsito del status civil al status de paciente.

.C
La persona más allegada al paciente: suele ser el pariente más próximo.
El denunciante: aparece como responsable de haber puesto al paciente en camino al hospital.
Los mediadores: sucesión de agentes o agencias a los que el pre paciente es transferido, y
DD
reenvían a otros que condicionan hasta que llega al hospital (polícias, médicos, personal de
clínicas,abogados, asistentes, maestros, etc)

Mientras se desarrolla el proceso que culminará con su internación el pre-paciente puede


participar como tercera persona en lo que él puede experimentar como un tipo de coalición
LA

alienativa. Su persona más allegada lo insta a conversar sinceramente sobre el asunto con un
médico clínico, con un psiquiatra particular o con algún otro consejero. Al llegar al consultorio el
pre-paciente descubre de pronto que no le ha sido adjudicado el mismo rol que a su persona más
allegada y que al parecer existe un entendimiento previo entre ésta y el profesional en el sentido
de actuar en su contra. En el caso extremo, pero común, el profesional ve al pre-paciente a solas,
FI

para el examen y el diagnóstico y después también a solas, a la persona más allegada para el
consejo oportuno, y evita hablar formalmente del tema con los dos juntos.
No es común que quienes sugieren a otro la posibilidad de internarse en un hospital psiquiátrico le
pinten un cuadro realista de lo que va a encontrar. Se le dice casi siempre que allí conseguirá el


tratamiento médico y el reposo que necesita y que acaso esté de vuelta en unos pocos meses. El
hecho de haber vivido una carrera de pre-paciente, que comenzó con una denuncia efectiva, se
convierte en un elemento de extrema importancia en la orientación del paciente mental; este
elemento sólo empieza a actuar, sin embargo, a partir de la internación, porque entonces el
paciente comprueba que no ha tenido otra cosa que una carrera de pre-paciente y ya ni eso le
queda.

Etapa del paciente


El nuevo paciente se encuentra desposeído de pronto de una cantidad de sus afirmaciones,
satisfacciones y defensas ordinarias, y sometido a una sucesión casi exhaustiva de experiencias
mortificantes: restricción de la libertad de movimiento, vida en común, autoridad
difusa de toda una escala jerárquica y otras similares. Aprende entonces en qué pobre medida
puede mantenerse la imagen de uno mismo, cuando se quitan repentinamente el conjunto de
respaldos que por lo general lo apoyaban.

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Stolkiner, A. (2013). "Medicalización de la vida, sufrimiento subjetivo y prácticas en salud
mental".
Sucede que el fenómeno de la medicalización es un analizador privilegiado de la articulación entre
lo económico, lo institucional y la vida cotidiana en los procesos de producción de subjetividad, e
igualmente en los procesos vitales de salud/enfermedad/cuidado. La hipótesis en la cual
fundamos esta articulación es que el antagonismo central de nuestra época entre objetivación y
subjetivación, aparece en las prácticas en salud de manera singular, a través del proceso de
medicalización o biomedicalización.

Hay una profunda imbricación entre el lenguaje “científico” y el “común”, de modo que los términos
de uno terminan circulando en el otro o metaforizando en los discursos de otras ramas científicas
y formando parte de prácticas sociales diversas. La presencia hegemónica del discurso médico en

OM
la vida colectiva y en las vidas singulares cotidianas de los sujetos forma parte del proceso de
medicalización. Éste se inició con el nacimiento de los estados capitalistas modernos occidentales
cuando la medicina científica de base positivista hizo parte de la gubernamentalidad estatal
incorporando la vida ( “bios”) como objeto de la política, configurando la biopolítica (Foucault M,
2007, 2008) .

.C
Si bien el análisis que realiza M. Foucault (2008) refiere fundamentalmente a la
gubernamentalidad estatal, en la actualidad el motor de la medicalización es la incorporación de la
vida y la salud al proceso mercantil, lo que se denomina “mercantilización de la salud” (Laurell
A.C., 1994). Dos grandes fuerzas corporativas globales son actores mundiales de este proceso:
DD
las aseguradoras que forman parte de la acumulación financiera de capitales sociales y las
industrias de aparatología y farmacología médica.

Las aseguradoras aumentan su ganancia en la medida en que el uso, o sea el gasto en salud,
disminuya, por ello son propugnadoras de “prácticas masivas preventivas” y abonan una cultura
LA

en la cual la salud se transforma en la nueva moral de la época, su nueva utopía, una cultura de
búsqueda de la salud perfecta el mito de la Gran Salud-- en la que se estructuran prácticas
cotidianas y “estilos de vida”. (Sfez, L, 2008). En función de ello, ya no se recurre a la medicina y a
los medicamentos solamente ante una situación vivida como enfermedad sino para “prevenir”
riesgos, ampliar los límites corporales y reducir cualquier forma de malestar. La medicación
FI

tampoco es necesariamente propuesta por un médico tratante sino que forma parte de las
“elecciones” vitales de los sujetos

La naturaleza misma de las industrias de aparatología y farmacología requiere que el consumo




aumente3. La expansión de este mercado se acompaña de un discurso neo-biologista que se


construye ideologizando los notables avances de la biología, la farmacología y la genética
(Stolkiner A., 2012) y opera reduciendo la complejidad del proceso de salud–enfermedad- cuidado
a una sola de sus dimensiones , a eso se suma la utilización clínica del concepto epidemiológico
de riesgo (por lo cual se basa el diagnóstico del caso singular en la probabilidad estadística
poblacional) , para finalizar en un proceso que ha sido denominado “disease mongering” o
“creación de enfermedades.

La “creación de enfermedades” involucra a actores diversos, entre ellos los centros de


investigación e investigadores cuya dependencia de la financiación suele determinar que la
elección de problemas y la búsqueda de productos sea determinada por sectores privados, o
estatales con los cuales los privados tienen capacidad de influencia. Al respecto dice Ana María
Vara (2008): “ Este fenómeno puede considerarse una de las consecuencias indeseables de un
cambio en las reglas de juego de la actividad científica, marcado por una creciente

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mercantilización, que puso en tensión el tradicional “ethos académico” que guiaba la investigación,
con un nuevo “ethos corporativo”. Algunos autores atribuyen este cambio a la nueva legislación
aplicada en los Estados Unidos para promover la transferencia de tecnología y al reconocimiento
de la propiedad intelectual a través del otorgamiento de patentes, que se impuso al resto del
mundo a través de la Organización Mundial de Comercio”.

La complejidad de actores, como vemos, implica además de las corporaciones a unidades de


investigación, médicos y especialistas, empresas de marketing, periodismo científico de
divulgación general y la promoción de organizaciones de usuarios, apoyadas financieramente por
la industria correspondiente. Así, se aísla o define un problema, se lo nomina como “enfermedad”
o “síndrome” y se lo reduce a su dimensión individual biológica, a la par que se seleccionan
algunas de sus características como “sintomatología”, a la cual se ofrece respuesta específica

OM
preferentemente medicamentosa y, eventualmente, acciones preventivas ( algunas de ellas en la
línea de la nueva “eugenesia” basada en las innovaciones de la genética) . Al hacerlo,
simultáneamente se generan prácticas e identidades.

Una vez instalada la “enfermedad” se apela a los estados y/o a los sistemas de seguro para que
sea incluida dentro de las coberturas. Lo paradójico, es que el pedido de inclusión se apoya

.C
generalmente en una reivindicación de derechos, por lo cual resulta difícil diferenciar los
“legítimos”, entre ellos el derecho a la no medicalización de la vida (Stolkiner A, 2010).

Como en otros campos, en el de la salud el mercado no demuestra ser el mejor distribuidor de


DD
servicios y bienes. Tampoco lo demuestra el hecho de que mientras el gasto en salud se
incrementa exponencialmente y algunos sectores padecen un exceso de aplicación de tecnologías
médicas, una parte importante de la humanidad no tiene acceso a servicios médicos y
medicamentos, aunque no queda exenta de conocer su existencia y por lo tanto saber de qué
carece.
LA

Es de destacar, que esta forma de medicalización directamente ligada a la mercantilización no


reemplaza a la anterior (la que Foucault analiza en relación a la gubernamentalidad), sino que la
incorpora. Históricamente el discurso médico-científico coadyuvó a la normalización social
colocando las diversidades y anomalías bajo la categorización de enfermedades, tal el caso de las
FI

diversidades de género o identidades sexuales que no se adecuan a la heteronormatividad, o


buena parte de las conductas atípicas que se incluyeron como “enfermedades mentales”. El modo
y motor actual de la medicalización es co-extensivo al anterior. Esta combinación lleva a algunos
autores a denominar este proceso como biomedicalización. Según Iriart y Ríos (2012) “La


medicalización implica la expansión del diagnóstico y tratamiento médico de situaciones


previamente no consideradas problemas de salud, como por ejemplo, la reproducción humana. La
biomedicalización, por su parte, supone la internalización de la necesidad de autocontrol y
vigilancia por parte de los individuos mismos, no requiriendo necesariamente la intervención
médica. No se trata, solamente, de definir, detectar y tratar procesos mórbidos, sino de estar alerta
de potenciales riesgos e indicios que pueden derivar en una patología”

Una de las características del DSMV es la forma en que amplía la gama de procesos mórbidos por
medio de dos recursos centrales: la “patologización de procesos vitales” y la utilización del
concepto de “riesgo” como elemento diagnóstico de intervención.

Sucede que el proceso de medicalización es el modo en que se manifiesta en este campo el


antagonismo central de nuestra época, la tensión indialectizable entre la tendencia hegemónica a
la objetivación y la tendencia a la subjetivación, esta última sostenida por actores y sujetos que

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desarrollan prácticas de ampliación de derechos, que ponen en escena lo irreductible de la vida
(Stolkiner A., 2001). En esta fase histórica, el paradigma mercantil, en tanto restauración cultural,
se ha impuesto como vector civilizatorio de la modernización neoliberal (Altamira C., 2006, p.44).
Como núcleo está el fenómeno de fetichización propio de lo mercantil: hacer aparecer como
relaciones entre cosas lo que son relaciones entre personas (K. Marx, 1975), concomitante al
proceso de objetivación.

El discurso medicalizante es un componente habilitador del proceso por el cual todos los aspectos
relevantes para la vida, e inclusive la vida misma adquieren condición mercantil, o sea condición
de “cosa”. Ya no se trata sólo de “gobernar” los cuerpos sino de incorporarlos definitivamente en la
producción de valor. Andrea Fumagalli (2007) señala que en el nuevo capitalismo “la vida misma
es puesta en valor porque la producción de valor ya no se basa sólo en la producción material sino

OM
que, cada vez más, incorpora ‘materias primas intangibles’ que devienen del uso de las facultades
relacionales, sentimentales y cerebrales del trabajador”, lo que genera “una de las características
esenciales del capitalismo cognitivo, que es la desmaterialización del capital fijo y la transferencia
de sus funciones productivas y organizativas en el cuerpo vivo de la fuerza-trabajo.”.

Comencemos aclarando que las categorías sujeto y subjetividad han sido importadas al

.C
psicoanálisis y las ciencias sociales desde la filosofía, así como también que el debate y la
reflexión gira alrededor del sujeto de la modernidad y su crítica. Éste se trata de un constructo que
considera esencialmente separado al hombre de la naturaleza, a la cual estaría llamado a
dominar, y lo extraña también de su propia “naturaleza”, relegando el cuerpo a una dimensión de
DD
lo natural regido por las leyes de causalidad y diferenciado de lo “esencialmente” humano que
sería una conciencia pura, razón y libertad, en base a la moral. Así, la medicina moderna
occidental pudo reducir el cuerpo a su dimensión biológica y en algunos casos, como el de las
enfermedades psiquiátricas, incorporar simultáneamente la “falla moral” como enfermedad. Esta
idea, es el sustrato de todas las reducciones biologistas y genetistas que se hacen hoy en el
LA

campo de la salud, que conllevan necesariamente un proceso de objetivación. Georges


Canguilehm (Canguilhem, G,2004, pág. 63) nos recuerda que …“la definición de la salud que
incluye la referencia a la vida orgánica, al placer y al dolor experimentados como tales, introduce
subrepticiamente el concepto de cuerpo subjetivo en la definición de un estado que el discurso
médico cree poder describir en tercera persona”.
FI

Es posible situar a Emmanuel Kant como el enunciador teórico de este advenimiento, pero no ha
sido él su creador sino el mundo naciente en ese período.
Se trata de un sujeto ahistórico, separado de todo contexto, donde se homologa lo humano al


modelo del individuo burgués moderno, el ciudadano (Marcelo Raffin-2006). Forma parte de la
instauración de un nuevo modo social y económico, y del nacimiento de la idea de derechos
inherentes al hombre en cuanto tal, idea cuyo origen fue simultáneo a la delimitación de sus
excepciones. Sucede que al definirse un solo modo ontológico de “lo humano” se excluían de sus
derechos todos aquellos que no entraban en la definició

La medicina moderna ha sido uno de los dispositivos de construcción disciplinar del individuo y, a
su vez, lo ha incluido en su propia construcción al reconocerlo como su objeto. En él se fundan
sus prácticas aún las preventivas y poblacionales, inclusive la epidemiología clásica que hace sus
estudios poblacionales tomando como objeto al conjunto de “individuos”.

Hay modos de pensar y lenguajes que permiten definir el sujeto y la subjetividad renunciando a la
idea de individuo pero no a la de singularidad. Al hacerlo, se deja de lado los dualismos como
mente-cuerpo, individuo-sociedad, que acompañan este concepto. Sucede que lo singular no hace

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dupla con lo genérico sino que lo particulariza, lo concreta, y que el cuerpo aparece
necesariamente como social y subjetivo aún en su dimensión biológica.

Veamos dos definiciones que hemos citado reiteradamente en otros textos. Definiciones en las
cuales la subjetividad se constituye como singularidad de lo genérico. Toni Negri (1992, pág. 36)
define al sujeto como:
…“Un ser común y potente que se forma en el proceso histórico. Ser común, porque está
compuesto de las necesidades comunes de la producción y de la reproducción de la vida. Ser
potente, puesto que rompe continuamente estas necesidades para determinar innovación, para
producir lo nuevo y el excedente de vida. El sujeto es un proceso de composición y recomposición
continua de deseos y actos cognoscitivos que constituyen la potencia de la reapropiación de la
vida”...

OM
Dejando pendiente un interrogante sobre las diferencias conceptuales y etimológicas entre sujeto
y subjetividad que señala Marcelo Raffin ( 2006, pag. 70), podemos agregar un párrafo de
Agamben (2005, pag.92,93):
….”El sujeto …no es algo que pueda ser alcanzado directamente como una realidad sustancial
presente en alguna parte; por el contrario, es aquello que resulta del encuentro cuerpo a cuerpo
con los dispositivos en los cuales ha sido puesto –si lo fue—en juego ...la historia de los hombres

.C
no es quizás otra cosa que el incesante cuerpo a cuerpo con los dispositivos que ellos mismos
han producido: antes que ninguno el lenguaje….la subjetividad se muestra y resiste con más
fuerza en el punto en que los dispositivos la capturan y la ponen en juego. Una subjetividad se
produce cuando el viviente, encontrando en el lenguaje y poniéndose en juego en él sin reservas,
DD
exhibe en un gesto su irreductibilidad a él”.
Si bien hay diferencias entre ambas definiciones, apuntan en común a desontologizar el concepto
de sujeto y a diferenciarlo radicalmente del de individuo. En ellas el sujeto y la subjetividad
adquieren condición de proceso o devenir constante, y se abre a una gama de diversidades.
Señalemos también que, en ambas definiciones, está contenida una idea de potencia e
LA

innovación, que se aleja de la idea del sujeto como predeterminación o repetición absoluta
(sujeción), y de anteriores definiciones estructuralistas.

En nuestra época la medicalización es un subrogado de la mercantilización indefinida de la vida.


Así Foucualt nos propone ... “determinar los vínculos entre la medicina, la economía, el poder y la
FI

sociedad para ver en qué medida se puede rectificar o aplicar el modelo” (Foucalt, ,2008, p.84) ….
Allí donde el texto dice medicina podríamos colocar cualquier otro saber incorporado al campo de
la salud, inclusive el psicoanálisis, dado que todos son factibles de quedar subordinados a la
lógica medicalizante. Se trata entonces, de no medicalizar sin renunciar por ello a herramientas y


conocimientos producidos por el hombre y la cultura, que pueden formar parte de una intervención
eficaz sobre el padecimiento. Eso formaría parte, siguiendo a Walter Bejamin (1996), de “una
reconstrucción teórica de la modernidad que al mismo tiempo dé cabida al ideal de reconciliación
entre el ser humano y el mundo” (Stolkiner,A; 2011)

En las prácticas cotidianas, en los episodios microsociales del campo de la salud, es posible
encontrar las formas más extremas de objetivación, dentro de ellas una de las más
paradigmáticas es la de las prácticas en salud mental, aunque no difiere sustancialmente de las
de salud en general, salvo por su habilitación jurídica para privar de libertad, para generar una
excepción.

Veamos las formas en que se da: una de ellas es, como ya lo explicamos, la expropiación de
momentos vitales por las prácticas médicas, aún de aquellos que

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no son claramente definidos como enfermedades. Quizás los ejemplos más elocuentes sean los
de los extremos de la vida: el nacimiento y la muerte. En su diálogo con Derrida sobre la
hospitalidad, escribe Anne Dufourmantelle (2008, 104-106, resaltado nuestro):
“Quiero hablar del nacimiento y de la ‘hora de la muerte’ tal como la significaba Blanchot. La
seducción (y la validez científica) de las tecnologías que se dedican a eliminar el sufrimiento, a
mejorar la existencia, son las mismas que ahora acompañan de cerca, por ejemplo, todas las
etapas de un embarazo, a riesgo de hacer del útero un espacio enteramente ‘divulgado’, abierto a
todos los exámenes, un ‘lugar común’ que la medicina toma a su cargo. Y con la muerte ocurre lo
mismo; morir en la propia casa llega a ser tan poco admitido que es preciso incurrir en graves
infracciones a la responsabilidad médica si se quiere permanecer a solas con el moribundo, sin
otros ‘testigos’ que sus allegados. No me sitúo desde el punto de vista ético, sino desde el de una
extraña topología o topografía que expulsa del ‘lugar-propio’ los instantes más íntimos, más

OM
secretos de la existencia”

Así, la introducción del concepto de sufrimiento subjetivo –no sin reconocer sus límites-- permite
ampliar el campo de comprensión de las problemáticas, descentrándolas de la ontologización
psicopatologizante. Al proponer el concepto de “sufrimiento” psíquico como categoría clave de la
epidemiología en Salud Mental, Cecilia Ausburger (2002) nos recuerda que ….“la emergencia del

.C
sufrimiento psíquico no conduce necesariamente a la enfermedad, puede tanto precederla como
ser divergente de ella”… (p. 66).
Una muestra de que este viraje de introducir la dimensión “psíquica” del sufrimiento vital es un
acto político discursivo con efectos en las prácticas, es el debate corporativo con respecto a la Ley
DD
Nacional de Salud Mental 26657 (2011). Una de las críticas que se le hace a la ley es que define
sus sujetos como “personas con padecimiento mental” (p.12) y no como enfermos.
Sucede que la objetivación es probablemente un determinante fundamental en todas las formas
de producción de sufrimiento psíquico de la época y es, simultáneamente, un componente de las
prácticas en salud. Todo acto en salud invoca una intervención disciplinaria o técnica,
LA

potencialmente objetivante. En los modelos hegemónicos de atención, es ésta prácticamente la


única que su
organización y producción permite. No obstante, en la perspectiva del pensamiento médico
social/salud colectiva, se señala la relevancia de su otra dimensión: la del cuidado, que implica,
entre otras características, una “relación intercesora con el mundo subjetivo del usuario y el modo
FI

en que construye sus necesidades en salud” (Mehry E.E., 2006 p. 105). Requiere de prácticas en
salud integrales que incorporen la dimensión subjetiva, histórica y social tanto en el abordaje de
poblaciones como de sujetos singulares. Prácticas que se desplazan de la “ontología de la
enfermedad” al sujeto, produciendo una “clínica ampliada” (De Souza Campos GW, 2001) y que


requieren de nuevos modos de gestión del trabajo en salud: horizontalización y articulación entre
especialización e interdisciplinareidad (Stolkiner y Ardila, 2012). Se trata de prácticas en las cuales
el componente de objetivación inherente a toda intervención disciplinar queda subordinado al
reconocimiento del otro como sujeto con capacidad de innovación y como sujeto de derechos.

Como vemos, el proceso de medicalización-mercantilización-objetivación no sólo se manifiesta en


el nivel macrosocial sino que se plantea en cada acto en salud, en una tensión irreductible. Es en
función de ello que hemos propuesto reiteradamente que el éxito del campo de la salud mental
sería su desaparición, en cuanto campo específico, en el marco de prácticas integrales. Lejos de
tratarse de una subordinación a la dimensión biológica de la enfermedad, se dirige a la
reincorporación de la dimensión subjetiva en todas las prácticas en salud.

Quedan abiertas muchas preguntas sobre cómo poner a trabajar el psicoanálisis en estos
momentos. Se trata de un cuerpo teórico y de una práctica que contienen un fuerte potencial

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subjetivante, que ha traspasado eventualmente los límites de “lo pensable” pero que resultan
permanentemente recapturados por la hegemonía discursiva y eventualmente por la pregnancia
del modelo medicalizante.
Esto sucede porque el psicoanálisis no está al margen de la historia de las ideas en general, y por
lo tanto sus actores y productores son sujetos comunes que, como todos, se mueven en el marco
de discursos hegemónicos y en los límites de “lo pensable y lo decible” (Angenot, 2010). También
porque sus prácticas suceden en campos cuyas determinaciones y fuerzas contienen. Lo mismo
puede decirse de sus formas institucionales, que muchas veces adquieren carácter corporativo.
Sin entrar en el debate de los aspectos intra-teóricos, es posible señalar algunos componentes
objetivantes en tales prácticas.
Si la objetivación se concreta por un triple movimiento: individualizar el proceso de
salud-enfermedad-cuidado, reducir el padecimiento psíquico a la psicopatología y ontologizar

OM
luego el cuadro psicopatológico, es posible preguntarse cómo operan estos movimientos en una
práctica que tiene potenciales subjetivantes y se plantea la subjetividad como uno de sus nudos
teóricos centrales.

El reduccionismo en este caso no suele hacerse sobre conceptos biológicos sino sobre el
constructo de “estructura” o directamente tomando prestada de la psiquiatría la nosografía

.C
tradicional, remozada con lenguaje psicoanalítico. La “estructura” pese a ser solamente una
herramienta teórica es ontologizada , quizás porque se anhela encontrar un punto de anclaje
inamovible en procesos de transformación constante, de tal manera que obtura la escucha del
acontecimiento y de la narrativa, núcleo de los procesos vitales y del sufrimiento psíquico.
DD
El hecho de que la clínica psicoanalítica haya sido una práctica desarrollada fundamentalmente
bajo el modo del “ejercicio profesional liberal” ha producido algunos fenómenos aparienciales. Uno
de ellos es la confusión entre sujeto e individuo. Esto se manifiesta en el lenguaje coloquial del
campo, al referirse al “psicoanálisis individual” término que encubre el hecho de que no habría
nada menos “individual” que el sujeto del psicoanálisis, pero al superponerle el individuo se opera
LA

en una abstracción que habilita dejar fuera el cuerpo y lo social. El dispositivo psicoanalítico en el
cual dos sujetos singulares ocupan posiciones que hacen marco a una forma particular de
discurso y emergencia de la palabra, no puede ser homologado a un contacto entre dos
“individuos”. Por lo menos están presentes allí, además de las corporeidades, un referencial
teórico disciplinario, los componentes sociales y culturales de una práctica (no la hay que no sea
FI

construida con ellos) y la incertidumbre que ello produce en cuanto acontecimiento.

Otro efecto apariencial es la suposición de que el consultorio privado no es un ámbito


“institucional”, aunque se trata de una ejercicio profesional que se rige por las leyes del mercado,


una de las formas institucionales más pregnantes en la época. La muestra discursiva de esto es la
frecuencia de los debates sobre “el psicoanálisis en la institución” donde tal institución es siempre
el hospital o un dispositivo de salud, generalmente estatal, y donde el ámbito de ejercicio liberal se
considera, ingenuamente, “más libre” o como el ámbito “natural” de la práctica psicoanalítica.

Por último corresponde revisar las condiciones de posibilidad de tal práctica. Refiero
fundamentalmente a que las instituciones de salud mental tienen todavía en su núcleo el modelo
asilar-manicomial (no referido exclusivamente al establecimiento sino a la lógica en que se funda),
que potencia permanentemente las tendencias más marcadas a la objetivación. De hecho es un
instituido que conforma paradigmáticamente la posibilidad de excepción, permite colocar al otro en
un lugar social de “no palabra”, de “hiposuficiencia jurídica” (Kraut A, 1991, p.27). Si la dignidad ,
sustento básico de los derechos, consiste en que el otro no sea colocado en el lugar de objeto, de
medio o de mercancía; este modelo de práctica configura violación básica de derechos .

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MODULO 4
Nociones preliminares:
1- Institución_ lo instituido y lo instituyente. Movimientos o acciones que instituyen sentido. Todas
cubren una necesidad.

2- La creación de sentidos colectivos o el imaginario social. Es lo que permite y mantiene unido el


universo simbólico que conforma una institución, la función que viene a cumplir y la red social que
la sostiene. No es lo que pensamos, si no lo que nos permite pensar de determinada manera.

3- El grupo como espacio de comprensión y de producción. La autogestión y el lugar del analista


institucional. Es a través del grupo que vemos las instituciones.

OM
4- Campo de análisis - campo de intervención. Investigación e intervención.

De Barros, H., y Batista, V. (1989) El análisis institucional y la profesionalización del


Psicólogo. En: Lo grupal 7 (pp. 121- 143). Buenos Aires: Búsqueda

Actualmente el término institución parece ser omnipresente en los discursos "psi". Hace cerca de

.C
6 ó 7 años se viene tornando cada vez más común en el lenguaje del psicólogo debido,
inicialmente a la influencia de los argentinos —Bleger, Malffé, Ulloa, etc.— y más tarde a la de les
franceses —básicamente Lourau y Lapassad. Hay en estos discursos de moda, algunos que se
destacan por la complejidad. Las instituciones se tornan vagas, parecen fluctuar o estar en todos
DD
los lugares, poseer dimensiones, momentos, fuerzas... Infelizmente en este caso la impresión es
que no hay mucho para hacer porque ¿cómo trabajar lo que no se ve, oír no se sabe qué o a
quién? Si hasta el sujeto —antes supuestamente tan concreto y visible— se tornó una
"institución"...De pronto no estamos más en una institución, no tratamos más a la institución pero
somos, por ejemplo, atravesados por la institución.
LA

Desprofesionalizados, dislocados de nuestro campo discursivo habitual, cuestionados en cuanto a


nuestro referencial teórico, mezclados con otros trabajadores de especialidades diferentes... ¿será
que no perderíamos demasiado por ganar apenas un discurso bonito? El tono irónico de las
descripciones anteriores pretende ser provocador de una necesidad: la de investigar y explicitar la
FI

historia del término institución en su articulación necesaria con las prácticas concretas que a cada
momento le son asociadas. Esto porque nuestra "moda" actual parece condensar, en el presente,
momentos y prácticas diferentes, con presupuestos diferentes y consecuencias distintas para la
acción del profesional.


Según Lapassade, podemos remontar el énfasis actual del término institución a la noción de
Psicoterapia Institucional. Esta, aunque elaborada desde la década del 40, aparece "oficialmente"
en 1952 en una comunicación de Daumezon y Koechlin. En el mismo año, Maxwell Jones define a
las Comunidades Terapéuticas y no resulta difícil percibir las analogías entre los dos movimientos
dado que, en este primer momento, institución es pensada como ESTABLECIMIENTO de
cuidados, en un sentido doble: un establecimiento que merece ser cuidado (terapeutizado) y que,
de este modo, puede ser movilizado al servicio de la acción terapéutica —los enfermos serían
curados por la institucionalización o mejor, por la participación activa en las transformaciones
institucionales.

La ampliación del sentido de esta primera concepción, originaria del movimiento de Psicoterapia
Institucional, responde por la mayor parte de los usos que hacemos actualmente del término. Son

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instituciones, entonces, todos los ESTABLECIMIENTOS u ORGANIZACIONES, con existencia
material y/o jurídica: escuelas, hospitales, empresas, asociaciones, etc. Dicho sentido se
encuentra presente en afirmaciones tales como: "trabajo en una institución"; "es* tamos en una
institución" o, en nuestro contexto universitario particular, "el SPA es una institución" (afirmación
que más adelante discutiremos). En un segundo momento, aún según Lapassade, se llegó a la
idea de que las instituciones serían DISPOSITIVOS instalados en el interior de los
establecimientos, y no más los propios establecimientos. El trabajo institucional consistiría en este
caso, en una actuación que hiciera uso de tales dispositivos. Como ejemplo, podríamos pensar en
instituciones tales como grupos operativos, grupos de discusión, asambleas, equipos de trabajo,
consejos de clase, etc.,instaladas en el interior de establecimientos como escuelas, hospitales,
empresas, etc.

OM
A primera vista no parece que dicho uso del término haya tenido reflejos evidentes entre nosotros,
al menos en cuanto al hecho de llamar tales dispositivos de instituciones. Esto raramente ocurre.
Sin embargo, el sentido de institución-dispositivo está presente, transformado en "técnicas de
trabajo institucional". Aprender a trabajar en instituciones Restablecimientos) sería, así, adquirir
informaciones y prácticas en cuanto a tales dispositivos. Las técnicas grupales, en sus diferentes
modalidades, acostumbran surgir aquí como "ideales para el trabajo institucional". O mejor, en

.C
nuestra "babel terminológica", conocer tales técnicas y saber manejarlas calificaría, al menos
parcialmente, al "trabajador institucional", el "perito" o "especialista" en instituciones. En nuestro
contexto universitario específico, por ejemplo, tal concepción surge en afirmaciones como: "la
terapia de grupo es ideal porque estamos en el SPA, una institución", "trabajo en una escuela (u
DD
hospital) y hago por lo tanto grupos". El trabajador es aquí un "técnico en dispositivos", y la
institución permanece identificada con el establecimiento o la organización. Este simple hecho
demandaría el uso de ciertas técnicas en detrimento de otras.

Pero el tercer momento citado por Lapassade nos trae sorpresas; son los movimientos
LA

antiinstitucionales (antipsiquiatría, anti-escuela, etc.), en su opinión, los que introducen en la


actualidad, un sentido conceptual y no meramente empírico del término institución. Por ello
considera que son esos movimientos los primeros que podrían reivindicar, en un sentido estricto,
la práctica (conceptual y concreta) de un Análisis Institucional. Acompañemos la argumentación
del autor.
FI

Dentro de esta concepción, las corrientes anti-institucionales serían institucionalistas (en sentido
conceptual) porque revelan que la institución no es una NATURALEZA. Ciertas prácticas tomadas
como universales (por ejemplo en el campo de la psiquiatría y de la educación) instrumentalizan


determinadas hipótesis de base (separación enfermos mentales-normales, maestro-alumno, por


ejemplo) que precisan ser interrogadas en primer lugar, a propósito de las condiciones históricas
de su producción y reproducción. En un intento personal de definición, diríamos que institución es
producción, es actividad. Esto se torna rápidamente algo problemático debido a que tal producción
no es algo localizable empíricamente. Dentro de esta línea de pensamiento, podría ser concebida
como una especie de inconciente político que instituye nuevas realidades, siempre separando,
siempre dividiendo.

En este movimiento, transforma relaciones y prácticas que se presentan como forma general y
natural, en otras relaciones y prácticas que se presentarán (se mostrarán) de la misma manera, y
a través de las cuales la institución se instrumentaliza. El objetivo del Análisis Institucional sería
traer a luz esa dialéctica instituyente-instituido, de manera generalizada (en todos los ámbitos y
realizada por todos). Para conseguirlo, puede intervenir EN establecimientos y CON dispositivos,
pero siempre intentando entender a la institución como algo activo.

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"El SPA es una institución". En un primer sentido, la afirmación indicaría que el SPA es una
organización que ocupa un espacio físico determinado, tiene sus normas y sus leyes, y reúne a un
grupo de personas que trabajan en él con un objetivo determinado (institución=establecimiento).
En un segundo sentido, el SPA aparece como organización (o establecimiento) que
INSTRUMENTALIZA una serie de instituciones, entre las cuales se destaca la institución
formación profesional. A su vez aparecen en esta instrumentalización, una serie de dispositivos y
de prácticas como por ejemplo la evaluación y la supervisión.
Si abordásemos una escuela, un hospital o una empresa determinada, podríamos hacer
consideraciones semejantes. Mediante esta reflexión se torna claro, por ejemplo, que la clásica
división de las "áreas" de la psicología (clínica, escolar e industrial), remite al primer sentido del
término (institución=establecimiento), y puede o no implicar un abordaje institucional (institución

OM
como concepto, según como es pensada por el Análisis Institucional). Esto porque, si hablamos
de Análisis Institucional, en todos los casos se impone una reflexión sobre la demanda y sobre el
cliente.

Lapassade- "Se puede decir entonces, que si el análisis institucional toma al pie de la letra
demandas de intervención que son análisis de establecimientos, se convierte en un análisis

.C
organizacional en el sentido más trivial del término, o mejor dicho en un sentido que ni siquiera
tiene en cuenta la organización como proceso captándola solamente como producto, sistema y
disposición instrumental, como conjunto práctico organizado para determinados fines. Para que
exista un análisis institucional distinto de las otras operaciones de intervención, es necesario que
DD
el albo sea la institución que se instrumentaliza en una organización social determinada, en un
establecimiento-cliente".

O sea que en este sentido, para el Análisis Institucional no hay institución-cliente, dado que el
cliente (aquel que demanda) siempre es un grupo, un establecimiento, una organización.
LA

Paradojalmente, por otro lado, no hay Análisis Institucional cuando se atiende a la demanda del
cliente, lo que hay en este caso es un trabajo de Desarrollo Organizacional, Psicología
Institucional, Psicosociología o como sea que se llame. Y ello, sea cuales fueran las técnicas o
dispositivos —por más grupales que sean— que se utilice en el trábajo. Estas reflexiones sugieren
que se coloque en discusión la posibiliad del analista institucional en cuanto profesional, y la
FI

especificidad de su práctica.

Como hipótesis podemos decir que el cliente demandaría: mejoría o cambio en las relaciones
organizacionales, mayor eficacia en la obtención de los objetivos propuestos, mayor flexibilidad en


las orientaciones teóricas, alteración en las relaciones supervisores-estudiantes practicantes,


modificaciones en los criterios de selección y de evaluación. A su vez el analista institucional
tendería a intervenir no a nivel de la organización-producto (dispositivos y objetivos naturalizados),
sino a nivel de la (s) institución (es) que se instrumentaliza (n) en la misma. En este caso
específico, problematizando la formación profesional, la supervisión, la evaluación y la selección.
Es por esto que Lapassade, al levantar los problemas del Análisis Institucional, afirma:
"En su punto límite, en su principio mismo, la intervención institucionalista es un emprendimiento
imposible; en efecto, contrariamente al trabajo de los psicosociólogos intervencionistas y
consejeros en organización, su objetivo no es una terapia social, un mejoramiento, sino por el
contrario una subversión de lo instituido. Gracias a estas nuevas preguntas y respuestas,
podemos percibir que en las primeras preguntas y respuestas se instrumentalizan algunos
instituidos resistentes, a saber: que la profesionalización de todo saber y de toda práctica es una
especie de hecho natural (luego, el Análisis Institucional debe y sólo puede ser una profesión);
que según esta línea de pensamiento, lo que no es profesionalizable o profesión atizador debe ser

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inmediatamente criticado y abandonado; que solamente se puede levantar una pregunta si da
origen, inmediatamente, a la implementación pragmática de su solución, o mejor, que su valor
como pregunta sólo es mensurable por la eficacia inmediata de tal respuesta.

Retomando la consideración realizada anteriormente, o sea de que son los anti-institucionalistas


los más claros analistas institucionales, podemos, por analogía, decir: la pregunta formulada al
Análisis Institucional no es respondida solamente por intervenciones concretas relativamente bien
sucedidas, sino por el hecho de que engendran entre los psicólogos, indagaciones necesarias
sobre nuestra profesión en tanto que institución, sobre su aparecimiento histórico en un momento
determinado, sobre nuestro lugar de pericia en el contexto social, en suma, sobre nuestra
implicación en la práctica y en la investigación

OM
"Aceptar ser especialista de Análisis Institucional, significa aceptar su lugar en la división del
trabajo..." ¿Por qué aceptamos, en cuanto psicólogos? El hecho de ser psicólogos define,
aparentemente, como PSICOLOGICAS las demandas que atendemos, pero como bien sabemos,
el Análisis Institucional tiene un contenido casi exclusivamente POLITICO.

Pensamos que la mayor dificultad consiste —como el Análisis Institucional lo propone— en llevar

.C
este tipo de cuestionamiento al cliente, en realizar CON él el análisis de nuestra implicación, en
cuestionar EN NUESTRA PRACTICA nuestro rol de peritos. Y esto, porque el problema
fundamental que de inmediato se colocará, será el siguiente: ¿seremos capaces de soportar el
riesgo de la desprofesionalización a la cual este cuestionamiento nos conduce? Como conclusión
DD
parcial, podemos decir que si el Análisis Institucional no profesionaliza, éste no es un DEFECTO
sino su EFECTO: al exigir un permanente análisis de la implicación del psicólogo en la
intervención que realiza, provoca el cuestionamiento de la "naturalidad", tanto de su lugar de
perito como también de su supuesto "objeto natural" (ya que, "lo psíquico" o "el individuo", no
podrían también ser considerados instituciones?).
LA

"Profesión imposible" en su límite último lo es. Pero también es, por definición y propuesta,
PROFESION PERMANENTEMENTE EN CRISIS o LUGAR DE LA DESPROFESIONALIZACION
INMINENTE. Y esto en los más variados ámbitos organizativos: de la investigación, de la práctica,
de la formación. Una óptica, un desafío, una propuesta. Y no simplemente un lugar, algunas
FI

técnicas o un conjunto de términos teóricos.

En nuestra opinión, nos decimos institucionalistas no tanto por claridad conceptual (como este
artículo lo demuestra...) sino por un cierto grado de acuerdo respecto a ciertos puntos, llamados


por ello "puntos de convergencia". Lo que desarrollaremos a continuación constituye una tentativa
de sistematizar algo que, en la práctica cotidiana de cada uno de nosotros, en realidad es
asistemático y que es vivido más como "clima de acuerdo" que como profundización realizada
efectivamente y de manera colectiva por los "institucionalistas". ¿Qué nos une entonces? Quizás
—solo en tanto que hipótesis provocadora— sea una cierta convergencia respecto a los cuatro
puntos que siguen.

No nos parece, al contrario de lo que piensan ciertos autores, que la cuestión principal pueda
resumirse a la necesidad de analizar la manera de relacionarse de aquel que interviene, con los
individuos, grupos y organizaciones con los que trabaja. Nos encontramos aquí en el nivel de las
identificaciones, de las rivalidades o, como máximo, de las alianzas y conflitos políticos dentro, por
ejemplo, de cierta organización. Esto constituye lo que acostumbra llamarse contratransferencia
del analista que, llevada a un nivel más político se denomina contratransferencia institucional
(nosotros la llamaríamos organizacional). Cuando hablamos de análisis de implicación no nos

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referimos apenas, y ni siquiera principalmente, a esto. Nos referimos al análisis de los vínculos
(afectivos, profesionales y políticos) con las instituciones en análisis en aquella intervención, en
una u otra organización y, de un modo más general, al análisis de los vínculos (afectivos,
profesionales y políticos) con todo el sistema institucional. Ejemplificando: si un grupo de
practicantes en Psicología de una universidad particular realiza una intervención en una escuela
pública determinada, ¿qué se incluiría en el análisis de la implicación? Sin duda que las
identificaciones, rivalidades, etc. entre los analistas y los alumnos, los profesores, la dirección, etc.
Pero, según nuestro punto de vista, fundamentalmente los vínculos con las instituciones en
análisis (la institución universidad y la institución escuela, de manera más evidente) y los vínculos
con todo el sistema institucional (el público y el privado, el dinero, la comunidad científica, el
Estado... e, inclusive, la propia institución del análisis institucional!!!) Cuando esta idea de
implicación es generalizada a todos los agentes y grupos sociales envueltos —y no se limita

OM
solamente a los llamados "analistas"— ella deriva en la idea de transversalidad. Individuos, grupos
y organizaciones se vinculan de un modo u otro, tanto con las instituciones en análisis como con
todo el sistema institucional. De este modo se rompe la ilusión de la totalidad cerrada. Nadie es
más, solamente lo que aparenta ser ("miembro" de "un" grupo, por ejemplo). Quizás ésta sea una
manera de entender la enigmática afirmación de que "estamos atravesados por las instituciones",
como también de pensar el "coeficiente de transversalidad" alcanzado en nuestras intervenciones
y análisis.

.C
Rechazados los análisis totalizadores y apriorísticos, percibimos que los conceptos que podamos
llegar a producir teóricamente sobre este punto, son inseparables de su origen social. Ellos piden
DD
análisis de nuestra implicación en tanto que profesionales "psi" llamados "institucionalistas", en los
cuales podamos poner en práctica cierta capacidad de interrogación social, en vez de adherirnos
a formas determinadas de corporativismo o de "defensa de intereses profesionales comunes". Ya
que, si el Análisis Institucional a veces aparece como una valiosa "propiedad" de los psicólogos, el
análisis de esta institucionalización constituye el. Más nuevo desafío con el que nos confrontamos.
LA
FI


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Manero, R. (1990). Introducción al análisis institucional. Tramas. Subjetividad y Procesos
Sociales. Nº 1: 121-157.
El problema de la enseñanza del Análisis Institucional es complejo y ha dado lugar a interminables
discusiones. La imposibilidad de comunicat el Análisis institucional a través de los canales más o
menos tradicionales (cátedra, conferencias, etc) ha dado lugar a posiciones tales como que no se
puede enseñar, experimentaciones diversas pasando por el entrenamiento a la intervención.
Lourau decía que el problema de la formación cae en falsos dilemas: enseñanza teórica vs
aprendizaje por intervención, aprendizacje por intervención interna vs externa. Decía que la
problemática real se encuentra en la oposición entre estas vías institucionales y las vías no
institucionales de aprendizaje del Análisis Institucional. Los movimientos anti institucionales o
eventualmente las experienias contra institucionales son los que podrían dar sentido a su
proyecto.

OM
Los tres terrenos profesionales de Análisis Institucional
La psicoterapia institucional
Es un movimiento de cuestionamiento y de análisis de la institución psiquiátrica. Se dividió en dos
corrientes: sociológica con inserciones políticas; y psicoanálistica constituida fundamentalmente
por jóvenes.

Tres fases:

.C
- 1era se constituyó a partir del eje de cambiar la relación médico paciente. Dejar los
aspectos propiamente terapéuticos en función de las necesidades de supervivencia de los
DD
pacientes. Los médicos tenían que establecer junto con los pacientes los mecanismos
necesaarios para hacerse de los satisfactores básicos.
- 2da. Fase de socialización mediante el grupo. No era al paciente sino a la institución a
quién debían curar. Era la actividad instituyente de los pacientes el elemento propiamente
terapéutico. Descentraba la posición del médico inserto en un cuestionamiento permanente
LA

de su lugar de poder. La autogestión de los pacientes y hospital tenía una eficacia


terapéutica.
- 3era. fase psicoanalítica. Convertía la autogestión y posibilidades instituyentes en soporte
de otro análisis. El agente terapéutico ya no es la actividad misma del paciente, sino el
análisis realizado sobre dichas actividades.
FI

La pedagogía institucional
Tuvo influencia por un lado de la psicoterapia institucional y la de una corriente psicosociológica
marcada por la autogestión y la pedagogía libertaria.


Todos los practicantes de la pedagogía institucional están de acuerdo en tre spuntos:


a) considerar la institución escolar como objeto de análisis
b) establecer las formas de regulación (autogestión, instituciones de clases) sobre la base de
un funcionamiento lo más democrático posible del conjunto maestro - alumnos.
c) crear las condiciones de este funcionamiento y consecuentemente de un análisis colectivo
de la institución escolar a partir de relaciones no - directivas entre maestros y alumnos.

Al poco tiempo orillaron al movimiento en dos tendencias: psicoanalítica y autogestiva. El


problema de la autogestión pedagógica desembocaba necesariamente sobre el de autogestión
social. Se analizaron intensamente las relaciones entre el no directivismo y la autogestión.

Otro elemento importante fue la colectivización del análisis.


Quizás la aportación más importante de la pedagogía institucional fue el análisis de la dinámica de
la institución por lo pronto centrado en la institución escolar. Des de allí fue posible observar como

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las transformaciones de la institución tenían relación con diversos modos de acción, que van
desde la apatía, la deserción, acciones no - institucionales; el rechazo más o menos expresado a
los exámenes, a las instrucciones oficiales, acciones anti anti - institucionales; o acciones
pedagógicasque ponían en cuestión los fundamentos mismos de la institución escolar, tales como
las pedagogías autogestivas, acciones contra institucionales. Estos modos de acción se
convertirían pronto en los referentes básicos tanto de la psicoterapia como de la pedagogía
institucionales.

La pedagogía institucional descubrió kque el análisis de la institución escolar, desemboca


necesariamente en el análisis generalizado de las instituciones.

Socioanálisis

OM
Se situa en la prolongación de la psicoterapia y pedagogía institucional, en particular en lo que
concierne a los conceptos de autogestión, implicación (el cual reemplaza con los conceptos de
transferencia y contratransferencia institucional) de transversalidad y de analizador.

Es en el preciso momento en el que Lapassade, con sus primeros "clientes, analizan lo instituido
de la práctica psicosociologica, es decir, las condiciones sobre las cuales esta práctica es posible,

.C
la serie de reglas sin las cuales resultaría imposible realizar dicha practica, es en este momento
en el que se origina el Análisis Institucional.

Importancia de la Crítica de la Razón Dialéctica de Sarte.


DD
A) el dispositivo de intervención. Durante años fue muy similar al de las intervenciones
grupales. Muy pronto las fronteras del grupo estallaron por la introducción de la dimensión
institución del análisis. Pueden participar en la experiencia socioanalítica todos aquellos
que de cerca o lejos tengan que ver con la encomienda o encargo de intervención.
LA

El socioanálisis se estructura a partir de tres polos principales:


a) staff análitico: constituido por los expartos
b) staff cliente: la persona o personas que son portadoras del encargo de intervención, quien
realiza directamente la demanda a los analistas
FI

c) grupo cliente, el conjunto de personas que participan en la intervención

La base del dispositivo socioanalítico consiste en trastornar, descomponer el recorte espacio -


temporal de los intercambios y del trabajo instituidos, la desestructuración provisoria del


organigrama, la desintitucionalización de acuerdo a las posibilidades establecimiento y del grupo


cliente.

Algunas técnicas que van en este sentido de des-institucionalización:


- la socialización del proceso de contratación de la intervención, es decir de la forma en que
se efectuó la encomienda y su respuesta, lo cual permite elaborar colectivamente una
relación que podría leerse como una alianza de poder
- desaparición de las cajas negras, es decir de las reuniones exclusivas del staff analítico,
del staff cliente o cualquier otro subgrupo de presión
- restitución de toda información obtenida fuera de la asamblea general al interior de esta.
- si el origen de la demanda es poco claro, puede ser necesario para el staff analítico,
trabajar en el sentido de la constitución de un staff cliente, que de cualquier manera existe,
aunque tenga interés en disimularse.

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- Al contrario, si el "staff" cliente aplasta con su presencia todo intento de socializacion del
analisis, de emergencia de demandas distintas a las suyas propias, el "staft" analitico
intentara trabajar en el sentido de la constitucion de un grupo-cliente, obteniendo, por
ejemplo, a traves de diversos medios, la presencia de los "ausentes" terriblemente
"presentes" simbolicamente en la sesion.

B) el campo de análisis
El campo de anpalisis no son las personas, ni las interacciones, ni el grupo como objeto o
instancia de conocimiento. La agrupación que constituye al grupo-cliente se entiende como la
resultante de una cantidad infinita de determinaciones sociales que adquieren formas y sentidos
específicos, determinaciones políticas cuya piedra de toque es el estado y que atraviesan

OM
transversalmente al conjunto del grupo - cliente.

Estas determinaciones transversales actúan unas sobre otras y su elucidación de estas


determinaciones es necesariamente colectiva, puesto que no puede existir un saber especializado
propio del analista que iluminara el no - saber social. A lo más, el especialista puede dar los
medios para inyectar o restituir en el grupo-cliente los datos o informaciones sobre las

.C
características de la población o la situación que va a enfrentar. En otras ocasiones, el analista
escucha y aprende del analisis efectuado por el grupo-cliente. No es el saber especializado del
interviniente un saber privilegiado, que le permita situarse por encima de los saberes y no-saberes
del grupo-cliente.
DD
c) El campo de intervención
Si lo que sucede antes, exteriormente y después de la intervención constituye el campo de
análisis de la intervención socioanalítica, estas dimensiones constituyen también elementos del
campo de intervención.
LA

- Antes, la negociacion del contrato de intervencion con el "staff" cliente, que puede haberse
realizado mucho tiempo antes de la primera sesion socioanalitica, es lo que traera, durante la
intervencion, un analisis de la encomienda diferente al de la demanda (cuestion que
profundizaremos despues). El Socioanalisis, a diferencia de muchas corrientes de analisis grupal,
insiste mucho sobre la restitucion de tal negociacion durante las sesiones.
FI

- El exterior: personas, grupos, elementos materiales exteriores a las fronteras originales del
grupocliente pueden entrar en el campo de intervencion. Asi por ejemplo, en ciertas instituciones
las secretarias, el personal de limpieza, etcetera., pueden jugar un papel importante en la
realizacion de ciertas tareas de la institucion, en la produccion de ciertos conflictos, en la


elucidacion de algunas problematicas.


- Despues: El "seguimiento" es un principio bastante conocido en la consulta o las intervenciones
psicosociologicas. El dispositivo de intervencion esta necesariamente delimitado en el tiempo. Sin
embargo, no es raro que el mismo proceso de la intervención haga estallar el límite de tiempo
establecido para la intervencion. Se trata de un momento privilegiado de análisis colectivo, y
tienen tanta importancia como el contrato de intervención o los proyectos de un grupo-cliente que
discute calmadamente en una Asamblea General. Las condiciones de este desbordamiento del
tiempo originalmente establecido, asi como los efectos de intervencion que se desarrollan
despues de las sesiones socioanaliticas constituyen tambien al campo de intervención.

D. El nivel conceptual del analisis.


Podriamos partir de la hipótesis de que el nivel conceptual del Socioanalisis, es la resultante de la
transposicion de un campo de analisis macro-social ("institucionalista": entre la ultra-izquierda y el

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anarquismo), y un campo de intervencion microsocial, delimitado en el tiempo y el espacio, y esto
determina la utilizacion y la transformacion de ciertos conceptos, la construccion de ciertos
metodos, etcetera. De esta manera, no podemos considerar el nivel conceptual del Analisis
Institucional como una teoria acabada, como una concep cion homogenea de los hechos sociales.
Al contrario, los conceptos del Analisis Institucional han sido importados o construidos en
momentos distintos de su historia, frente a problematicas disimiles.

El campo conceptual se constituye no como una teoria, sino como una encrucijada de nociones y
conceptos de disciplinas multiples y prácticas diversas. Quizas, si alguna unidad pudiera
encontrarse, seria en el sentido de la posicion anti-institucional de las practicas que estan en el
origen de los conceptos constituyentes del Analisis Institucional.

OM
- Analisis de la encomienda y de la demanda. Este analisis encuentra, a cada momento, el lugar
ocupado por el "staff" analitico (la oferta), y el lugar del "staff' cliente. Entre los dos, una
complicidad politica, de cualquier orden, se establece, para que exista encomienda. La diferencia,
la oposicion o el conflicto entre aquellos que dirigen y aquellos que son dirigidos, entre los
"responsables" y la "base", entre líderes y lidereados, exige una diferenciacion entre encomienda y
demanda. Y aqui se hace necesaria una distincion. La diferencia entre encomienda y demanda de

demanda latente.

.C
ninguna manera puede confundirse con el procedimiento de analisis de la demanda manifiesta y la

En el caso de los conceptos de encomienda y demanda en Socioanalisis, la referencia es distinta.


DD
Podriamos decir, de una manera muy simplista, que la encomienda es la demanda del "staff'
cliente, ¿Cómo se constituye esta demanda? Suponer que el "staff' cliente es el portavoz de una
demanda del conjunto de la institucion seria caer en una vision romantica de las estructuras
sociales. Al interior de un establecimiento surgen una serie de demandas multiples y
contradictorias, de acuerdo a los diferentes lugares que ocupa la base social, los integrantes de
LA

dicho establecimiento.
La encomienda de intervencion, el encargo, surge en el momento en que una o un grupo de
demandas es privilegiada respecto de las otras, que son negadas, curvadas, desplazadas o
resignificadas. Al "staff" analitico llega, entonces, una demanda procesada ya por diversas fuerzas
al interior de la institucion. Es una demanda que recubre otras tantas, y que aparece privilegiada,
FI

importante, respecto de las demas. El proceso analitico sera el camino inverso de la constitucion
de la encomienda. El o los analistas intentaran desconstruir el encargo hacia las multiples
demandas contradictorias que le dieron origen. Sin embargo, la encomienda de intervencion no
seria posible si no existe una oferta especifica de ciertos servicios. Se acude a un especialista de


las instituciones, porque la creencia en este saber especializado permite esperar la resolucion o
esclarecimiento de ciertas problematicas. La encomienda de intervencion juega, entonces, con
lugares sociales que rebasan con mucho los limites de un grupo o establecimiento.

El papel social del conocimiento, del saber, esta en el origen mismo de toda encomienda. Y en
tanto saber socialmente legitimado, el saber socioanalitico no esta exento de todo aquello que
Basaglia analizaba respecto del mandato social. Por ello es no solo encargo, sino encomienda.
Encomienda,porque se espera que el socioanalista actue en cierto sentido, mantenga la
significacion dominante de los vinculos sociales, se sostenga como especialista, que pronto se
transforma un juez.

En resumen, esta dimension de la encomienda supone que el socioanalista actue en cierto


sentido, mantenga la significacion dominante de los vinculos sociales, se sostenga como
especialista, que pronto se transforma en juez. En resumen, esta dimension de la encomienda

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supone que el socioanalista, respondiendo al encargo, legitime en su totalizacion al sistema social
vigente. Pronto veremos que, en la esencia de todo socioanalisis, esta el rechazo de este
mandato social. Asi, la encomienda inicial debe ser no solo ampliada, sino tambien desviada de
sus objetivos originales. Deciamos que el encargo o encomienda debe ser entendidos como una
de las multiples demandas que aparecen en la base social de la institucion. Sin embargo, no
siempre es facil la emergencia de las diversas demandas del grupo-cliente.

La emergencia de las demandas del grupo-cliente se constituye a partir de los lugares especificos
de los actores del establecimiento, es decir, de la manera en la que se encuentran implicados en
la institucion. Sin embargo, la definicion mas simplista, pero a su vez la mas ilustrativa, seria
aquella en la cual la demanda se refiere a la expresion del deseo en situacion institucional.
Representada de esta manera la demanda, el Socioanalisis adquieren sentido. Este sentido se

OM
centra en la creacion o estructuracion de situaciones que permitan la emergencia de tales deseos.
El dispositivo se centra en esta posibilidad.

-La implicacibn. El modelo de intervencion socioanalitico pone en cuestion el saber y el no saber


del especialista en la situacion misma de la intervencion. Si bien no es primera vez en la historia
de las ciencias sociales que este cuestionamiento aparece, lo que si es cierto es que la corriente

.C
socioanalitica del Analisis Institucional es la que mas ha profundizado esta perspectiva. El analisis
de la implicacion es lo que nos permite relativizar historicamente nuestras "verdades", abriendo,
en el terreno mismo, la posibilidad de reflexion sobre nuestro propio entendimiento. Este
cuestionamiento aparecio, por primera vez en el movimiento institucionalista, en el periodo
DD
psicoanalitico de la Psicoterapia institucional.

En este sentido, la constratransferencia institucional aparecia como un concepto que no podia


restringirse a la respuesta del medico ante la posicion transferencial del paciente. La respuesta del
medico era una respuesta a la posicion del paciente, a su lugar en el hospital, a su posicion en la
LA

jerarquia, a la ideologia hospitalaria. La contratransferencia institucional permite pensar la


respuesta del terapeuta como una totalizacion ue involucra toda su existencia. Esto mismo
permitio a Pontalis analizar como el medico, mas que establecer un contrato con el paciente, pasa
contrato con la comunidad, no solo del hospital, sino en la cual este se inserta, comunidad
geografica y comunidad cultural.
FI

Podemos observar, con esto, que los referentes teoricos del concepto de contratransferencia
dejan de estar centrados en el Psicoanalisis, y empiezan a ampliarse hacia la Sociologia. Desde
las experiencias de la Pedagogia institucional al Socioanalisis, el concepto de contratransferencia


institucional se amplio, y se prefirio, en este sentido, la denominacion de implicacion. Implicación,


asi, contiene y rebasa los limites del concepto de contratransferencia institucional. Lourau habla
de diferentes niveles de analisis de la implicacion, partiendo de la nocion de "distancia practica" (a
su vez elaborada en referencia a Weber), e inspirado en un modelo sociolinguistico elaborado por
Henri Lefebvre:
a) implicacion institucional, como el conjunto de relaciones que existen, conscientemente o no,
entre el actor y el sistema institucional;
b) implicacion practica, que indica las relaciones reales que el actor mantiene con lo que se
denomina la base material de las
instituciones;
c) implicacion sintagmatica, implicacion inmediata propia a la practica de los grupos, al
agenciamiento de los datos disponibles para la accion;
d) implicacion paradigmatica, implicacion mediatizada por el saber y por el no saber sobre lo que
es posible o lo que no es posible hacer, pensar, etcetera.;

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e) implicacion simbolica, es decir, el lugar en el cual todos los materiales gracias a los cuales se
articula la sociabilidad hablan de su funcion y, ademas, de otra cosa: sociabilidad misma, el
vinculo social, el hecho de vivir iuntos, de oirse y de confrontarse, etcetera.

Esta comprension del problema de-la implicacion contenia, ya en germen, desarrollos posteriores
que la irian verificando, fuera de las complejidades dem unico modelo linguistico. Durante el
periodo de 1978 a 1984, el problema de la implicacion fue el paradigma central del Analisis
Institucional. La retraccion de las encomiendas de intervencion, resultado de las crisis economicas
y politicas en Francia y en el extranjero podria explicar, al menos parcialmente, este mirar ahora
"hacia adentro", este aspecto de volverse hacia si para analizar lo que realmente se esta
haciendo.
La sistematizacion del concepto de implicacion trajo consigo la necesidad de volverlo mas

OM
operativo, un poco mas esquematico para las situaciones de intervencion.

Modelo de analisis de las implicaciones, de la siguiente manera:


Implicaciones Primarias:
a) implicaciones del investigador-practicante en su objeto de investigacion/intervencion;
b) implicacion en la institucion de investigacion u otra institucion de pertenencia, y en primera

.C
instancia en el equipo de investigacionlintervencion;
c) implicacion en el mandato o encomienda social y en las demandas sociales.
Implicaciones Secundarias:
a) implicaciones sociales, historicas, de los modelos utilizados (implicaciones epistemologicas);
DD
b) implicaciones en la escritura o en cualquier otro medio utilizado para la exposicion de la
investigacion.
Este modelo de analisis de las implicaciones supone una serie de reflexiones, estudios e
investigaciones que, desde diversas teorias y puntos de vista, han reflexionado sobre el lugar del
saber en los procesos sociales.
LA

Asi, en mi tesis, intente sistematizar estos aportes en cuatro dominios o dimensiones


fundamentales de la implicacion:
a) dimension psicologica o contratransferencial, en donde los aportes de la corriente del
Etnopsicoanalisis complementarista, creada por George Devereux, ha realizado avances
FI

sorprendentes. La posibilidad de objetivar los procesos contratransferenciales a partir de la


observacion complementaria que realiza el "objeto" de investigacion, la evidencia de que el
investigador es tambien observado por el sujeto analizado, permite sentar las bases de una "teoria
del deslinden. Devereux, en su famoso libro, permite analizar los elementos propiamente


psicologicos de este campo de relaciones tan especial que se organiza a partir de la situacion de
investigacion o intervencion.
b) dimension sociologica, en donde el campo de relaciones que establece el intelectual con el fin
de producir conocimientos, aparece ya atravesado por variables de orden sociologico, lo cual
explica, a su vez, el lugar social del conocimiento. La pregunta podria plantearse de la siguiente
manera. En Ciencias Sociales, donde las diferentes investigaciones sobre el cambio social
intentan acercarse cada vez mas a planteamientos sobre las condiciones de las revoluciones
sociales, etcetera., en este discurso sobre el cambio y como realizarlo, que los intelectuales
cooperamos para el mantenimiento del orden social existente? Frente a los planteamientos del
intelectual organico de Gramsci, del intelectual comprometido de Sartre, aparece asi un intelectual
implicado, a quien no le salen alas de angel; pero que no rechaza los analizadores de su propia
práctica cotidiana en tanto intelectual.

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c) dimension epistemologica, muy asociada al efecto Heisenberg (que explicaremos mas
adelante), en la cual el analisis de los diferentes dispositivos de investigncion determinan los
alcances y los resultados mismos de la investigacion.
En Psicoanalisis, el dispositivo produce una neurosis transferencial, desde la cual es posible el
analisis del paciente y consiguientemente los efectos terapeuticos. Ampliada a la dimension de las
Ciencias Sociales, la dimension epistemologica de la implicacion nos remite al estudio de como
los dispositivos de investigacion o de intervencion producen los fenomenos que quieren observar.

d) campo de implicacion, en donde todas estas dimensiones anteriores se formulan como un


campo de fuerzas que atraviesa las totalizaciones de los dispositivos estructurados para producir
conocimientos, dando sentido y relatividad historica a conocimientos que, queriendose
universales, en realidad se constituyen como conceptos situados y fechados, sometidos, como

OM
todo concepto, a un proceso de envejecimiento y caducidad. - La autogestion de la sesion. El
problema de la autogestion atraviesa de inicio a fin la historia del Analisis Institucional.
Recordamos que en el segundo momento de la Psicoterapia Institucional, el momento de la
socializacion mediante la psicoterapia de grupo, el elemento propiamente terapeutico podria
entenderse como una autogestion en ciernes del hospital. De la misma manera, la escision en la
Pedagogia Institucional estuvo fuertemente marcada por las experimentaciones de caracter
autogestivo.

.C
Desde su creacion, el Analisis Institucional estuvo en contacto con corrientes y momentos
historicos en los cuales la autogestion jugo un papel protagonico. En el origen del Analisis
DD
Institucional, se encuentra precisamente una demanda de formacion a la dinamica de grupos, pero
una demanda que habia sido vehiculizada por un sindicato estudiantil (la UNEF, Union Nationale
d'Etudiants de France), Es asi que la autogestion, siendo un concepto cuya referencia es
fundamentalmente politica, se integra en el mismo origen de la constitucion de un Corpus de
nociones que constituiria al Analisis Institucional.
LA

El proyecto autogestivo ataco de inicio esa situacion. Con los estudiantes de la UNEF, en este
caso el cliente, fue posible organizar conjuntamente el curso, una especie de cogestion, que
permitia mostrar las posibilidades de trabajo. Si era posible trabajar sin que el coordinador o
animador fijara desde su propia voluntad las condiciones del curso. En el origen de la Pedagogia
FI

Institucional al estilo del GPI (Grupo de Pedagogia Institucional) se encuentra precisamente esta
discusion. En el momento de la creacion del Socioanalisis como metodo de intervencion, el
problema de la autogestion se generaliza. Recordemos tambien que este momento es muy
especial en la historia francesa. La primera intervencion socioanalitica se realiza a finales del ano


1967, cuando ya empiezan a manifestarse algunos elementos de la efervescencia que tendria


lugar el siguiente Mayo. En cierto momento, la autogestion de la sesion comenzo a cuestionar
tambien el pago al staff analitico. Existe tambien una autogestion del pago, que se constituira en el
analizador privilegiado de la base material oculta de la institucion. Como podemos observar, la
autogestion se constituye como un disparador de una serie de procesos al interior del grupo
clientey, en general, de todos los Participantes en la intervencion socioanalitica. Sin embargo, en
los procesos sociales la suerte de la problematica autogestiva corrio por distintos caminos. Los
planteamientos autogestivos, que de alguna manera eran bandera de grupos sociales bastante
radicales, que habian tenido experiencias de este tipo en sus propias organizaciones, fueron
pronto absorbidos por el Estado. Se constituyen asi "autogestiones dirigidas" o lo que Lourau
denomino "la autogestion de los gerentes".

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Lapassade analiza con una claridad sorprendente como, en el movimiento universitario y juvenil
de 1968, la cogestion en instancias colegiadas fue el arma mas eficaz del Estado contra el
fantasma de la autogestión. En lo que respecta la intervencion socioanalitica, la autogestion es
una especie de mito movilizador, la escenificacion de una fuerza que trabaja en favor de una
desinstitucionalizacion necesaria para el proceso de Analisis Institucional. - La transversalidad.
Este concepto ha sido central para la crítica de las diferentes metodologias para abordar al grupo.
Tosquelles decia, en una historia de la Psicoterapia Institucional, que todos ellos, respecto del
trabajo grupal, se habian iniciado a partir de la teoria de la Gestalt. Esta afirmacion continua
siendo valida. En terminos de manejo de grupos y analisis grupal, es necesario ver el grupo como
una totalidad, como una unidad que nos permite pensar las determinaciones psiquicas y sociales
de su proceso.

OM
Guattari desarrollo con más profundidad este concepto. Esto lo realizo desde dos marcos
referenciales en momentos distintos. De inicio con una referencia psicoanalitica, y posteriormente
con una referencia mas filosofica y sociologica. En Guattari, existen dos puntos de partida para
trabajar el problema de la transversalidad del grupo: por un lado, el problema de la
contratransferencia institucional, que nos remitia, como vimos mas arriba, a una serie de
elementos en la cual el medico reaccionaba a partir de la totalizacion de vectores sociales que

.C
aparecian, mas o menos ocultos, en la situacion del hospital. Pero la transversalidad no se detiene
alli. Los grupos de pacientes, y cualquier otro grupo, eran tambien objeto de estos vectores. De
esta manera, Guattari realiza una especie de taxonomia, una clasificacion dinamica de los grupos
a partir de la manera como se situan en el contexto social, de inicio el más inmediato: la
DD
institucion.

Surge asi la aproximacion a las nociones de grupo objeto y grupo sujeto. Grupo objeto y grupo
sujeto son denominaciones que Sartre Pero estas denominaciones no tienen sentido sino en
relacion con dos problemas: el de la verticalidad y la horizontalidad. Adiferencia de la teoria de los
LA

Grupos Operativos, la nocion de verticalidad no nos refiere a la verticalidad historica, procesal, de


los sujetos. No es la historia de los sujetos que constituyen al grupo. Podriamos decir, de manera
muy grosera, que la verticalidad designa las relaciones sociales institucionalizadas, jerarquizadas,
mediatizadas en funcion de un tipo de sociedad, de sistema economico, etcetera. De igual
manera, la horizontalidad no es solamente un aqui y ahora que articula las historias individuales.
FI

La horizontalidad designa las relaciones inmediatas, no mediatizadas por la institucion o


intentando huir de tal mediatizacion a traves de la transparencia intervenciones- individual. Asi, la
autonomizacion de la dimension vertical del grupo nos conduce a un nivel ideologico, a una vision


de grupo alienado, reificado (palabra que se deriva del latin res, cosa: cosificado) de las relaciones
sociales reales: vivas, contradictorias, en movimiento perpetuo. La autonomizacion de la
dimension horizontal nos conduce a un nivel libidinal, en donde no existe nada mas que las
relaciones inmediatas, correspondiente a una ideologia "libidinalista" que hace abstraccion de
otras dimensiones.

Los grupos objeto son aquellos que caen en cualquiera de estas dos autonomizaciones: el grupo
fuertemente burocratizado, que no se reconoce sino en funcion de la jerarquia que aparentemente
los funda; o la pequena secta o banda, que no puede reconocer sus atravesamientos verticales,
en funcion de una horizontalidad de sus relaciones que se constituye como ley. Guattari dice que
el pasaje al grupo sujeto se da en la elaboracion de estas dos formas de alienacion. La
elaboracion de la verticalidad y la horizontalidad del grupo lo remite a su estar en el mundo, a su
situacion y, en ultima instancia, al sin sentido, en ese proceso de totalizacion y destotaluacion que
constituye a toda forma colectiva. Esta elucidacion de la relacion entre verticalidad y horizontalidad

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que atraviesa al grupo es su coeficiente de transversalidad. La elucidacion de la transversalidad
del grupo es un objeto fundamental en la intervencion socioanalitica. Desconstruccion de las
relaciones marcadas por el signo de la verticalidad pura o la pura horizontalidad. v elaboracion de
las relaciones transversales. inconscientes, ignoradas o desconocidas, que revelan el analisis de
la encomienda y de la demanda, el analisis de la implicacion de cada participante y del
socioanalista, la alteracion de lo instituido por efecto de la autogestion de la base material, sin
olvidar la accion subterranea o espectacular de los analizadores.
Sin embargo, entre la concepcion de Guattari sobre la transversalidad y la concepcion
socioanalitica hay un salto, que se refiere a la referencia teorica, al nivel conceptual del analisis.
Porque la verticalidad en Guattari nos refiere a verticalidades inmediatas, que solo en un segundo
analisis se ligan con el conjunto de las instituciones sociales. En el Socioanalisis, esta verticalidad
totalizadora es inmediata, en la multiplicidad de instituciones sociales que atraviesan

OM
segmentariamente al grupo cliente.

Guattari tiene enfrente un grupo en proceso, con cierta historia, buscando, quizas sin mucho
desearlo, porque lo teme, su lugar en el mundo, cuestionado su propia actividad cotidiana. El
Socioanalisis tiene enfrente un colectivo que presenta, en su propia constitución, los
atravesamientos del sistema social completo, que constituyen, de inicio, su propio objeto de

.C
elucidacion. No hay mas proyecto fuera de esto. Esto tiene repercusiones a nivel de la concepción
de la institucion. Tratando de elucidar este coeficiente de transversalidad, nos damos cuenta de
que no es analizable desde esa concepción en la cual el establecimiento es sinonimo de
institución.
DD
El problema de la transversalidad hace aparecer al grupo, entonces, como un grupo abierto,
permanentemente atravesado por fuerzas cuyo origen es muchas veces desconocido, y articulado
por el no-saber de estos mismos atravesamientos. De aqui la critica socioanalitica a los diversos
metodos grupales que, en su mayoria desconocen esta dimension. Aparece un grupo determinado
LA

por y desde lo social, pero que al mismo tiempo es capaz de dar formas específicas y de curvar,
desde su propio proyecto, dichas determinaciones.

El interjuego entre el adentro y el afuera grupa1 resulta cada vez mas dificil de determinar: no se
saben exactamente las fronteras de dicho grupo. En la elucidacion de la transversalidad no
FI

buscamos un "equilibrio" entre la verticalidad y la horizontalidad, que seria el de la ausencia de la


Historia, sino una confrontacion, un conflicto, una contradiccrbn por resolver o resuelta a nuestro
pesar en la accion, primer y ultimo analizador.


– El analuador. es un concepto basico del Analisis Institucional, y su validacion es la validacion


misma del metodo. Hablar del analizador es hablar del principio mismo del analisis, que en esta
corriente de pensamiento tiene significados distintos al significado comun, significados que ponen
en juego el proyecto mismo del Analisis Institucional. A grandes rasgos, podemos decir que el
analizador es toda aquella persona, situacion, accion, que descontruye lo instituido de la
institucion.

Y en esta definicion encontramos ya una serie de elementos interesantes. El primer elemento en


el que podriamos situar la atencion es precisamente el que nos senala que lo que realiza el
analisis es el analizador.

Mas alla de las teorias o conceptualizaciones, el analisis es aqui entendido como el efecto
analizador, el analisis es una accion de desconstruccion que tiene efectos mediatos e inmediatos,
en funcion de las relaciones de poder, de autoridad, del saber de los participantes de toda la

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estructura oculta de la institucion, revelada de manera mas o menos virulenta por los
analizadores. Asi, el proyecto de Analisis Institucional revela dos cuestiones: una concepcion del
analisis que critica la concepcion tradicional, en donde, a traves del saber de los especialistas, es
posible develar dimensiones no percibidas por el sentido comun de los participantes (esto sera
profundizado mas adelante, en la exposicion del efecto Weber y del efecto Luckacs); la segunda
cuestion se precisamente la colectivizacion del analisis, puesto que la significacion y el efecto de
los analizadores no puede existir sino en relacion a las diferentes posiciones y jerarquias
presentes en el grupo cliente. De esta manera, el concepto de analizador es un concepto que
tiene que ver mas con una accion especifica, una accion de denuncia o de develar las situaciones
que conforman el no saber de los miembros respecto de la institucion a la que pertenecen.

La accion del analizador se opone a las fuerzas institucionales, que pueden tener origen en

OM
diferentes momentos de la institucion, que pugnan por mantener un secreto, un no-saber, incluso
de ellas mismas, que constituye la base del funcionamiento y la funcionalidad institucional. El
análisis deja de ser un mero ejercicio intelectual, con posibles aplicaciones practicas, y se
constituye como un trabajo, una accion de desconstruccion en la accion de lo instituido, de las
formas de funcionamiento ya establecidas y naturalizadas, ya integradas en la institucion.

.C
Podemos reconocer tres tivos fundamentales de analizadores:
a) El analizador construido, dispositivos de intervención diversos que tienden a poner de
manifiesto, durante su operacion, dimensiones y elementos diversos que normalmente se
constituyen como un no-saber colectivo sobre la institucion.
DD
b) El analizador natural, que al interior de los dispositivos de intervencion construidos irrumpe
generando consigo un saber sobre los fundamentos mismos d e la institucion. La irrupción de lo
inesperado, la manifestacion de todos aquellos elementos que se encontraban ocultos y cuya
invisibilidad sostenia una forma de funcionamiento, se constituyen como analizadores naturales.
Estos son los más virulentos, revelando todas aquellas alianzas y relaciones que mantienen una
LA

forma específica de implicacion del grupo cliente y del staff analitico con- la institucion.-
c) El analizador historico. No podemos confundir el concepto de analizador con el de emergente.
Las referencias teoricas y de proyecto son enormes.
-mientras que el primero nos remite a la emergencia de las estructuras latentes de un grupo, el
segundo nos remite a la transversalidad institucional del grupo. El emergente tiene que ver con las
FI

estructuras imaginarias del grupo, y el analizador es fundamentalmente un concepto politico, que


devela las relaciones de poder al interior del mismo, o entre el grupo y su medio institucional. Esto
no obsta para que un emergente se pueda constituir en analizador, lo cual sucede en momentos
limite, en los momentos agonisticos del propio grupo: por ejemplo, su disolucion.


Lapassade se da cuenta de que el analista, capaz en un momento de proponer un analizador


construido, obtura, obstaculiza la accion de los analizadores que surgen en la situacion. El
analista, que en un momento dado puede funcionar como analizador, se opone a su misma
accion. Asi, se constituye una oposicion: analizador-analista. Los efectos y las significaciones de
la accion de los analizadores son multiples y se efectuan en muy diversas dimensiones de lo real.
Sin embargo, es desde el saber del analista (saber sobre el inconsciente, sobre el grupo, sobre las
instituciones, sobre la sociedad) donde estas multiples significaciones quedan reducidas al
significado privilegiado desde el saber del analista. El analisis de la implicacion sociologica del
analista se constituye, asi como condicion necesaria para que exista un Analisis Institucional.

El interes de Lourau es el de encontrar una forma de ver al grupo, de situarlo en funcion de la


dinamica institucional que lo contiene y determina. El grupo no se constituye, ni se puede
constituir como objeto propio del Analisis Institucional, sino a condicion de estallar sus fronteras,

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tanto en el campo de analisis como en el de intervencion. Esta tipologia estuvo formulada a partir
del concepto de valencia en Bion, pero valencia que se resignificaba a partir de la ampliacion de la
exploracion de la dinamica grupal fuera de sus fronteras. En Bion, el concepto o la nocion de
valencia se refiere a una cuestion que, como el decia, es un elemento proto-mental, la posibilidad
de combinacion o sociabilidad que existe entre los miembros de un grupo. Este concepto no deja
de recordarnos el instinto gregario tan criticado por Freud. Sin embargo, para Lourau la valencia
se refiere más bien a una tendencia del grupo, tendencia para constituirse de acuerdo a ciertas
caracteristicas: grupo de base de trabajo o grupo de accion.

Grupo de base, grupo que privilegia la horizontalidad, las relaciones afectivas inmediatas, grupos
centrados en si mismos y sus relaciones. Lourau lo llama instancia GB (grupo de base) siguiendo
la logica de Bion, que decia que a todo grupo de trabajo subyacia una instancia de base, que

OM
podria formularse a partir de sus ahora ya famosas hipotesis de base o hipotesis basicas. Pero
Lourau no intenta elucidar la relacion dinamica existente entre lo manifiesto del grupo de trabajo y
la latencia cxpresada como hipotesis basica, sino mas bien como esta hipotesis basica, o esta
instancia GB se representa en el grupo, a traves de un subgrupo o en la forma de la praxis grupal.

Grupo de trabajo, grupo que se centra estrictamente en su tarea, como forma de obediencia al

.C
encargo institucional, grupo cuya unica referencia es la jerarquia institucional, situado dentro del
momento instituido de la institucion. Nuevamente, este concepto, extraido de Bion, es sacado de
su sistema de referencia.
La instancia GT (grupo de trabajo) es tambien representada en el grupo, es el grupo que trabaja,
DD
que funciona alrededor de las tareas encomendadas. Estas dos instancias (GT y GB)
corresponden perfectamente a los grupos objeto que Guattari analiza tan brillantemente en su
formulación.

Grupo de acción, Directamente inspirado en el grupo sujeto de Guattari, nuevamente encontramos


LA

el cambio de referencia. Mientras que en Guattari la referencia es la de un grupo que, a partir de


su propio analisis y practica, ha podido discernir un maximo coeficiente de transversalidad, lo que
le permite enunciar su propia ley, su propio proyecto, el grupo de accion, tomando este punto de
partida, se constituye como un grupo que actua su propio proyecto, lo cual le permite salir de la
horizontalidad absoluta de la instancia GB o la verticalidad absoluta de la instancia GT. El grupo
FI

de accion presenta un trabajo determinado desde sus propios deseos, sus propias demandas,
elaborando su distancia y su identificacion institucional.
Nuevamente, la instancia GA (grupo de accion) se representa en el grupo, generalmente a traves
de la constitución de una fraccion.


Como podemos ver, a traves de esta formulacion de una tipología de los grupos, lo que Lourau
intentaba era comprender la distancia que los diferentes subgrupos, al interior del Seminario de
Analisis Institucional, establecian con la institucion universitaria.

Las condiciones sociales en las cuales se realizaba el seminario eran bastantes peculiares: en
medio del movimiento del 68. Era necesario preguntarse por que algunas gentes preferian el juego
afectivista de la dinamica de grupos, por que otras se planteaban estudiar los curricula
establecidos, en plena negacion de lo que estaba sucediendo afuera, por que otros se planteaban,
como tarea propia del seminario, botear, boletinar, articularse y hacer propaganda con los obreros,
etc.

Algunos años mas tarde, después de las experiencias fallidas de un Análisis Institucional que
tuviera como eje la experiencia corporal, la critica al palabrismo, y sustentada por la

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bio-energetica,se vuelve a trabajar el problema de la relacion grupo -institucion. En La Imaginacion
Socioanalitica, libro inedito de Lourau (1985), hay un capitulo que actualmente me encuentro
traduciendo, sobre esta difícil relacion, en donde plantea el fenomeno de la interferencia como un
eje desde el cual pensar esta problematica. Remitiria a esta proxima traduccion.

La conceptualizacion desde el Analisis Institucional de los aspectos microsociales no se agota en


la relacion grupo-institucion. Apartir de la reflexion sobre los diferentes momentos del concepto de
institucion, de una caracterizacion de los analizadores que se presentan en la situacion de
intervencion, asi como de la observación de los fenomenos que tienen lugar en las intervenciones,
ha sido posible tambien abordar el problema de la desviacion.

Lo que resultaria importante mencionar alrededor del concepto de desviacion es precisamente una

OM
descolocacion frente a lo instituido, de alli su caracter eminentemente analizador.

A lo largo de la experiencia socioanalitica, las desviaciones se han categorizado en tres tipos:


1) Desviacion ideologica, que se constituye en el mismo plano de universalidad que su
propio objeto, la ideologia que sustenta la institucion.

2)

.C
Desviacion libidinal, que se manifiesta en-el plano de las relaciones humanas al interior de
la institucidn. La desviación libidinal tiene un impacto sorpresivo, y podriamos decir que es
portador de una funcion poetica.
DD
3) Desviacion organizacional. Este tipo de desviacion resulta la mas dificilmente asimilable
por la institucion, y es la que devela de manera mas clara la violencia sobre la que esta se
monta. La desviación organizacional ya no se manifiesta a traves de desacuerdos teoricos,
como en el caso de la desviacion ideologica, o de conductas fisicas ansiogenas, como el
desviante libidinal. La desviacion organizacional interpela las cuestiones mas concretas,
LA

los canales de comunicacion instituidos. que son formas mas bien de mantener una cierta
incomunicacion, los sistemas de poder disfrazados, los funcionamientos falsamente
democraticos. Pone en cuestion un elemento teorico fundamental: la organizacion y sus
supuestos conceptuales.
FI

La institucion. Como podremos haber observado a lo largo de toda esta exposicion, todos los
conceptos del Analisis Institucional estan atravesados por una concepcion peculiar de la
institucion.


Cuando desde el lenguaje corriente hablamos de la institucion, lo podemos hacer desde dos
perspectivas: en primer lugar, desde una perspectiva o lenguaje politico. Asi, cuando el presidente
o el ejercito de un pais se propone como el representante y el defensor de las instituciones de la
nacion, hace referencia a una forma de organizar la vida social, politica y economica. Hace
referencia a un sistema politico partidista, a una organizacion politicae los Poderes (ejecutivo,
legislativo, etcetera.) En segundo lugar, hablar de institucion nos remite a establecimientos
especificos, con su base material, su existencia visible: una asociacion, una universidad, etcetera.

Estas dos formas de concebir la institucion han permanecido a lo largo de la historia, en


problematicas teoricas diversas. Sin embargo, lo que tenemos que senalar es que para designar
la institucion, permanentemente hacemos llamado a lo instituido. Tanto para Hegel como para los
sociologos modernos, y de acuerdo al tipo de lenguaje utilizado (sociologico, juridico, etcetera.), la
institución se presenta como un sistema de normas o reglas que estan ya ahi, con una existencia

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posiblemente transformada por la historia, pero de alguna manera con una estructura rigida que
las define. El concepto de institucion se constituye a partir de la critica a esta concepcion.

Castoriadis fue el primero que hablo de una sociedad instituyente y de una sociedad instituida. Es
desde esta polaridad desde donde toman sentido los conceptos de alienacion y de autonomia. En
periodos normales, la autonomizacion de esta sociedad instituida hace desaparecer a la vista la
sociedad instituyente, aunque la presupone. sin embargo, la distancia tan grande entre estas dos
"sociedades" manifiesta eso que Marx llamaba el "reino de los muertos sobre los vivos". Ayudado
por una simplificacion de la logica hegeliana, Lourau realizo un intento de mostrar a la institucion
en su dinamica, a traves de momentos de un proceso en el cual movimiento e institución aparecen
confundidos, en el sentido mas estricto del termino, en una forma social visible:
- Momento universal, positivo, instituido o ideologico de la institucion, que se constituye como lo

OM
que ya esta alli de la institucion, lo ya instituido, el sistema de normas y objetivos universales que
sostiene y que la sostienen. La "carta de la institucion", como esta se presenta, su razon de ser,
constituyen este momento.

- Momento particular, negativo, instituyente o libidinal de la institucion, que es el momento de la


institucion que nos habla de la negatividad actuante, de como toda verdad universal deja de serlo

.C
cuando se particulariza, que expresa la multiplicidad de demandas de la base social de la
institucion, que manifiesta como esta no se encuentra unida por el consenso, sino por una
multiplicidad infinita de factores que rebasan la mera ideologia.
DD
-Momento singular, de unidad negativa, de institucionalización u organizacional de la institucion,
que nos habla del movimiento necesario para absorber, al interior de las practicas dominantes, la
accion de lo negativo, de los desviantes que manifiestan otros posibles; momento en que la
institucion, a traves de la organizacion, mantiene el predominio de un proyecto o de un movimiento
sobre todos los otros posibles. Es importante mencionar que desde este concepto la institución no
LA

puede confundirse con el establecimiento.


FI


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Manero, R. (2012) El devenir del socioanálisis. Tramas, 37, pp. 215-240

El análisis institucional en situación de intervención ha sido denominado socioanálisis.


Podremos situar una doble génesis social de la problemática de la intervención institucional,
especialmente la socioanalítica. Por un lado, la emergencia de las ciencias sociales y los saberes
especializados sobre el hombre. Foucault sitúa claramente la evolución de los saberes en relación
con los dispositivos del poder. Saber-poder es una unidad productora no sólo de sentido, sino
también de diferentes formas y dinámicas sociales. La emergencia del saber sobre los hombres y
sobre la sociedad es inseparable de la emergencia de nuevas formas sociales. El saber se crea
en este ámbito, y es desde ahí desde donde produce su significación.

Por su parte, la idea de dispositivo también juega con la producción misma de la sociedad. El

OM
dispositivo es toda esa construcción a partir de la cual la dinámica del poder va creando formas y
figuras sociales, instituciones, podríamos decir. Efectivamente, el concepto de institución no era
especialmente interesante para Foucault. Era un concepto que no podría expresar en su propia
construcción la dinámica del poder que quería describir. Al contrario, hablar de los dispositivos
sociales permitiría señalar las formas que se construyen para dar visibilidad, para crear
subjetividades, para generar saberes.El dispositivo, desde esta perspectiva, es capaz de construir

.C
formas y dinámicas a partir de elementos completamente heterogéneos, y hacerlos jugar en
sentidos específicos.
El dispositivo, sin embargo, puede ser significado también desde su aspecto heurístico y
metodológico. Ahí la problemática no está del todo desvinculada de la anterior, pero tiene sus
DD
propias especificidades.

El proyecto y el dispositivo de intervención socioanalítica


El dispositivo socioanalítico se generó tomando sus distancias de la consultoría sociológica
tradicional, así como de las prácticas grupales tradicionales, derivadas de la dinámica de grupos,
LA

de los grupos “T” y del psicoanálisis. Surge así un método de intervención que establecía críticas
severas y puntuales a sus antecedentes. Frente a la consultoría sociológica, el socioanálisis
respondía con la distinción entre la demanda y el encargo de intervención.

En relación con la práctica psicosociológica de los grupos, el socioanálisis también se planteaba


FI

de forma crítica, y se consideraba como un rebasamiento de esas metodologías. En síntesis, a la


psicosociología se le criticaba tanto su “grupismo” como su “grupalismo”. En relación con el
grupismo, la crítica socioanalítica seguía de cerca la crítica que Sartre había dirigido a Lewin, en el
sentido de totalizar de manera equivocada y arbitraria al grupo. El grupo, como proceso, nunca


podría ser visto como una unidad cerrada en sí misma, sino que siempre debía estar abierto al
devenir, a la transformación, así como al exogrupo, a lo exterior a sí mismo, de donde el grupo
mismo toma su sentido. En lo que se refiere al grupalismo, la crítica que dirige el socioanálisis a la
psicosociología tenía que ver con la monorreferencialidad y el reduccionismo en su campo de
análisis. Dicho de otra manera, el grupo sólo podría ver con la lente grupal los fenómenos que se
dan en su propio seno, así como lo que sucede afuera del grupo.
Reduccionismo metodológico que se articulaba con la clausura del grupo como unidad de análisis.
El resultado de ello era la supresión de las dimensiones transversales del grupo.

Rebasamiento de la consulta sociológica y de la práctica grupal psicosociológica, el socioanálisis,


no obstante, enfrentaría sus propias contradicciones e insuficiencias. Si bien debía distinguirse del
análisis grupal, tuvo problemas en incorporar tanto en su corpus teórico como en su dispositivo de
intervención2 las dimensiones imaginarias que las teorías grupales, el psicoanálisis, los
planteamientos castoridianos y algunas corrientes filosóficas habían incorporado a las teorías

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sobre la institución. Asimismo, como también lo reconocería Lourau, la problemática grupal
seguiría siendo una cuestión no resuelta en el socioanálisis, toda vez que en su dispositivo clásico
el soporte grupal de la intervención seguía siendo un elemento presente.
Desde otro punto de vista, la estructuración del dispositivo socioanalítico respondía también a
elementos que tuvieron presencia determinante durante el periodo contracultural. Cuestionamiento
permanente de las instituciones, experiencias y experimentaciones de toda índole en el campo
social, creatividad exacerbada en la puesta a punto de métodos novedosos en el conocimiento
social. Pero sobre todo, la vigencia de una negatividad que expresaba tanto la negación del orden
social vigente como la expansión asombrosa de lo imaginable y lo posible en la acción social.

Las condiciones de posibilidad de la intervención socioanalítica

OM
Remi Hess, desde la creación misma del socioanálisis, oponía el análisis institucional como
actividad profesional especializada al análisis institucional producto de la militancia en alguna
causa.
A partir de entonces, el estilo socioanalítico de Remi Hess se distinguió precisamente por la
incorporación de acciones y elementos diversos al socioanálisis, que se introducían por su
capacidad de provocar, de hacer hablar a las formas instituidas. Lapassade, por su parte, desde

.C
un principio fue fuertemente heterodoxo en relación con el socioanálisis. Intentó reunir diversas
técnicas y métodos de observación y provocación al interior del dispositivo. Así, desde la
bioenergía y el encuentro institucional hasta la incorporación de perspectivas etnometodológicas,
Lapassade nunca se limitó a seguir paso a paso los elementos del dispositivo.
DD
Desde el análisis institucional, existen ciertos momentos en la historia en los que la base social, la
sociedad en general, critica sus propias instituciones. Esto mismo ya había sido enunciado por
Castoriadis. Los momentos previos y posteriores a las grandes crisis sociales, desemboquen o no
en procesos revolucionarios, están caracterizados por un cuestionamiento generalizado a las
LA

instituciones. Para Castoriadis, este acercamiento entre la sociedad instituyente y sus instituciones
representa una posibilidad de romper con las formas alienadas y abren una rendija al proyecto
social de autonomía.

En el análisis institucional, la negatividad actuante, los procesos y las fuerzas instituyentes,


FI

producen con cierta frecuencia crisis institucionales que tienen la característica de ser fuertemente
analizadoras. Dicho de otra manera, la sociedad se cuestiona a sí misma y cuestiona sus
instituciones a través de sus analizadores.


La institucionalización de las modalidades introducidas por los analizadores, de los efectos del
análisis institucional producido en la base social por las crisis institucionales, tiende a estabilizarse
nuevamente, en general, en nuevas formas también alienadas. Es el proceso de la reforma, que
va produciendo transformaciones graduales y evolutivas en el sistema institucional.

Desde la perspectiva del análisis institucional, hay un periodo más o menos largo en el que se
fueron acumulando reformas importantes a instituciones centrales de la sociedad: la familia, la
sexualidad, el papel de los jóvenes, la lógica del trabajo, el lugar de las mujeres, etcétera. Desde
fines de la década de 1950 y a lo largo de la de 1960, las sociedades occidentales, especialmente
las más desarrolladas, vivieron un fuerte cuestionamiento de estas instituciones, y en 1968 estos
movimientos confluyeron y constituyeron una crisis generalizada de la sociedad. El ambiente
social permitió el cuestionamiento generalizado de las instituciones, y en el contexto de ese
ambiente fueron creados múltiples métodos de intervención, que a su vez fueron utilizados en

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momentos y circunstancias diversas para promover las transformaciones de sociedades que
querían reapropiarse de su propio proyecto.

Durante la década de 1970 y buena parte de la de 1980, lo que llamamos el periodo


contracultural, se llevó a cabo la experimentación con las nuevas formas que habían surgido a
partir de la crisis de la década de 1960. Evidentemente, subtendiendo a esta experimentación,
estaba un ambiente, una idea que prevalecía en el sentido de que las cosas podían ser
transformadas, una especie de apertura o, en términos más castoridianos, la ruptura de una
clausura imaginaria e ideológica, en la cual la sociedad instituyente aparentemente podía haber
dejado de existir. Durante este periodo, la sociedad instituyente, el imaginario social, fue capaz de
crear nuevas instituciones y transformar las instituciones existentes: el trabajo femenino visible y
remunerado dejó de ser una virtualidad, se cuestionaron virulentamente las instituciones de

OM
encierro (cárceles, psiquiátricos), la familia sufrió profundas transformaciones, resultado tanto del
nuevo estatuto femenino, las crisis económicas y los avances tecnológicos (educación a través de
medios televisivos y a distancia, transformaciones en el medio educativo de los hijos, etcétera).

De acuerdo con planteamientos etnológicos y antropológicos, los movimientos sociales generan


una temática, un espacio imaginario (en el sentido antropológico) que en adelante acompañará al

.C
mismo y que se constituirá como su mito. Estos mitos podrían ser estudiados y agrupados de
diferente manera, pero todos ellos tienen en común la negación del orden existente y su
sustitución por otro tipo de orden, al que hay que hacer llegar. Así, la perspectiva utópica
construye una ruptura de la continuidad del tiempo instituido, y en ese quiebre construye al futuro
DD
como negación del presente. Es a esta dimensión la que denomino perspectiva o dimensión
utópica.
La utopía de los movimientos o de las sociedades no puede ser realizada. Toda figura imaginaria
se niega en el momento de materializarse. Siempre hay algo de este deseo colectivo, de ese
impulso de negación (negatividad), que se subsume y se desplaza en las nuevas formas sociales.
LA

Por ello, la institucionalización supone siempre un éxito y un fracaso: lo que Lourau


conceptualizaría posteriormente, en la paráfrasis del trabajo de Mühlmann, como el fracaso de la
profecía del fracaso.

Es desde esta perspectiva que los diferentes tipos de intervención no estuvieron a la altura de las
FI

esperanzas que concitaron. El lugar social del intelectual, así como sus recursos prácticos, se
constituyeron como el lugar de una esperanza que no podría ser cumplida, y que
consecuentemente correrían la suerte de todo aquello que rompe la esperanza. El tipo de profecía
social en la que anclaban estos métodos (incluido el socioanálisis) era demasiado amplia para las


posibilidades de cualquier operación puntual.


Cuando, en el mismo libro, Lourau analiza las condiciones de posibilidad del análisis institucional,
dice: Pero lo que cierra el sistema de relaciones de fuerza más globales, más determinantes, y al
mismo tiempo añade la fuerza propia de la legitimación suprema, es la forma estatal nacional e
internacional (constituida por las relaciones de fuerza entre estados): las condiciones de
posibilidad de un modo de intervención se encuentra en todo momento sobredeterminadas por el
grado de fluidez o de rigidez que emana de una forma estatal dada (Lourau, 1980:122).

Creo que en este sentido deberíamos agregar el lugar del intelectual en el imaginario social de
una sociedad específica. La significación que cobra el trabajo intelectual no únicamente depende
de la “fluidez que emana de una forma estatal dada”. También es importante conocer el prestigio
de esa capa social, y más específicamente los profesionales de tales o cuales disciplinas.
ituado en el contexto de movimientos sociales importantes, el socioanálisis se enfrentó a una
demanda que desafiaba las cuestiones imaginables: era la demanda de cambiar al mundo. El

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socioanálisis no pudo hacerlo. No pudo cumplir con la expectativa de suplir lo que el movimiento
no había logrado. El fracaso no sólo era un fracaso anunciado: era necesario, era un fracaso
necesario ante una misión imposible.

Si el socioanálisis y el análisis institucional tuvieron su caución ideológica y sus mejores días


impulsados por el movimiento de 1968, del cual indudablemente formaron parte, si su desarrollo y
su institucionalización relativa tuvieron lugar al abrigo del ambiente contracultural de la década de
1970, el reflujo y el desprestigio posterior del movimiento también alcanzaron a esta teoría y este
método.
Efectivamente, desde principios de la década de 1970 se veía ya el reflujo del movimiento. El
momento más álgido e intenso iba cediendo, y aparecieron los intentos de institucionalización.
Hacia 1979, Lourau publica El Estado y el inconsciente,8 en el que conceptualiza el proceso de

OM
institucionalización desde dos aspectos: el principio de equivalencia ampliado y el efecto
Mühlmann. De acuerdo con este último elemento, la institucionalización juega necesariamente con
el fracaso de la profecía del movimiento que le da origen. Así, la institucionalización de las
diferentes creaciones y modernizaciones institucionales que tuvieron lugar en la década de 1960,
supondría el fracaso de una dimensión (dimensión deseante desde el planteamiento guattariano, y
también fracaso de las finalidades planteadas por la temática del movimiento, por su mito).

.C
A principios de la década de 1980, varios autores explicitan el final del periodo de cuestionamiento
y experimentación que se inició en la década de 1960. Así, no sólo fue la “fluidez que emana de la
forma estatal”. Se trata de un fenómeno que fue percibido claramente por los institucionalistas: el
DD
socioanálisis estaba en condiciones de posibilidad en la medida en la que se encontraba en una
sociedad que estaba interesada en cuestionarse, en reinventar, desconstruir y crear nuevas
formas institucionales. Cuando esa sociedad se transforma, cuando ese impulso de
cuestionamiento y negación del orden establecido desaparece o es menos explícito, el
socioanálisis en su forma clásica u original también desapareció prácticamente.
LA

Análisis interno, socioanálisis participante, imaginación socioanalítica..

Desde los inicios del socioanálisis como análisis institucional en situación de intervención puntual
estuvo acompañado de otras formas de intervención sociológica o psicosociológica, inspiradas no
FI

sólo en el proyecto de transformación enarbolado por esta corriente, sino también por hallazgos
desarrollados por su propio corpus teórico.

En un principio, como enunciamos más arriba, se presentó el socioanálisis bajo encargo con su


doble o su sombra, que fue el socioanálisis militante. Éste partía de la idea de una provocación, de
generar los analizadores que permitieran el análisis y transformación de las instituciones.
En esta figura, el analista se transformaba en analizador, a través de comportamientos desviantes
en diferentes niveles: ideológico, libidinal, organizacional. El socioanálisis, en este momento,
coqueteaba fuertemente con las tesis situacionistas, así como con sus modos de acción más
radicales. El análisis generalizado de las instituciones suponía, en este caso, asumir diferentes
formas de desviación, constituirse en un lugar intermedio entre el analizador construido y el
analizador natural en el contexto institucional.

Las discusiones en ese entonces reproducían de alguna manera el ambiente de la crisis de 1968,
que no se había generado por una multiplicación de socioanálisis o socioanalistas. El análisis
institucional más o menos generalizado que se dio en esa época suponía una serie de
condiciones de posibilidad. Fue necesario romper con la intolerancia, limitar la represión, permitir
la expresión de los desviantes. El ambiente social se plasmó en las dos consignas: “prohibido

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prohibir”, y “seamos realistas: exijamos lo imposible”. El modo de acción supuso también la
intervención (no especializada) en todos los ámbitos: en las calles, en las familias, en las escuelas
y universidades...
La desviación confrontaba entonces a las estructuras instituidas, y lo hacía activamente,
denunciando en los lugares cotidianos la alienación y la insatisfacción del mundo heredado. La
sociedad se había distanciado de sus instituciones y podía realizar su crítica. Por ello, el análisis
institucional incorporó su consigna: “¡Analicemos nuestras instituciones!”.
En varios lugares, Lourau planteaba cómo estos modos de acción hacían completamente
innecesario al método de intervención socioanalítico: si la sociedad tenía posibilidades de analizar
y criticar sus instituciones, entonces no tenía sentido generar crisis en frío que analizara las
instituciones. La intervención entonces tenía que plantearse desde el lugar de la vida cotidiana, o
a partir de la generación de un espacio especial, distanciado de la cotidianidad. Más adelante,

OM
esta característica de la intervención socioanalítica bajo encargo haría reconocer a Lourau que los
resultados de dicha forma de intervención deberían considerarse como una representación de la
realidad institucional, que debería contrastarse con la realidad tal cual es percibida en el
continuum social-histórico.

Así, podemos observar que en este primer momento, con la crisis generalizada de las

.C
instituciones en 1968, el socioanálisis se acompañó, como su sombra, de esta otra forma de
intervención en las instituciones, que no era exclusiva de los socioanalistas, que fue calificada de
entrismo. Modificar desde adentro las instituciones, funcionar como analizador, podría ser la
consigna. Estrategia desesperada, al fin, en la medida en la que el movimiento de 1968 fracasó. El
DD
mundo fue parcialmente transformado, pero tampoco se satisfizo la esperanza como elemento
movilizador.

Lapassade, paralelamente a la proliferación de intervenciones socioanalíticas de principios de la


década de 1970, introduciría al socioanálisis la idea del trabajo con el potencial humano. En este
LA

periodo, Lapassade incorporaría a una versión para él muy sociologista del análisis institucional
elementos procedentes de psicologías y psicoanálisis críticos, como la perspectiva de W. Reich.
Había una intención: liberar las fuerzas instituyentes, de manera que se desligaran de la
organización burocrática. Esto sería posible trabajando desde el cuerpo, permitiendo posibilidades
que no podrían ser imaginadas en el ámbito de la alienación burocrática.
FI

Sin embargo, un momento crucial en el desarrollo de estas dos dimensiones del socioanálisis
resultó la idea del encuentro institucional. Esta idea también la desarrolló Lapassade a partir de
los grupos de encuentro rogersianos. Estas formas de grupismo, ampliamente criticadas por
Lourau, tenían una virtud: en la medida en la que se abstraían, aunque sea imaginariamente, de


las determinaciones institucionales y burocráticas, estos grupos permitían hacer visibles las ligas
con lo instituido y, eventualmente, generar posibilidades de articulación con fuerzas instituyentes.

En aquel momento, frente a la crítica de la burocracia no sólo del aparato estatal, sino también de
los partidos y del movimiento obrero, la autogestión se convirtió no sólo en un concepto político
emanado de las perspectivas anarquistas, sino también en una temática, en un mito que
expresaba las alternativas derivadas del movimiento de 1968 en torno a un proyecto de sociedad.
Lourau intentaría por todos los medios distinguir entre el proyecto político de la autogestión,10 y
las ensoñaciones derivadas del imaginario y las prácticas grupistas. Para ello, el concepto de
transversalidad sería de gran ayuda.
Sin embargo, la idea del encuentro institucional haría su camino. Este tipo de intervención fue
evolucionando, desde una importación de elementos técnicos que deberían enriquecer la panoplia
socioanalítica, hasta formas de encuentro que permitirían dar la vuelta a una serie de

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inconvenientes que se empezaban a manifestar en la intervención socioanalítica. Lapassade
definiría de la siguiente manera el encuentro institucional:
Llamo encuentro institucional a una intervención de corta duración en la que el “plenario cliente”
es una organización social conducida a partir de las hipótesis y conceptos institucionalistas, sobre
una base de autogestión y que apunta, por medio de cierta cantidad de técnicas, a poner de
manifiesto a la institución en una situación de reproducción analítica (1977:218).

Cuando se refiere a la “reproducción analítica”, Lapassade plantea los diferentes niveles en los
que puede ser analizado un encuentro: individual, grupal, organizacional... La dimensión
institucional atraviesa todos estos niveles, y está oculta en los actos instituyentes del encuentro. El
encuentro, como lo plantearía Lourau, en la medida en la que desplaza el tiempo y espacio
cotidiano de la institución, produce una representación de la realidad. Esa es la reproducción

OM
analítica.

Para Lapassade, el encuentro institucional debería proporcionar al socioanálisis herramientas


técnicas que le permitieran manejar las crisis que induce en los establecimientos:
Hasta ahora, las técnicas utilizadas en nuestros encuentros institucionales son, sin que esto sea
siempre dicho o siempre consciente, ampliamente inspiradas en las de la psicosociología de los
grupos.

.C
Pero por la otra parte, el efecto de la provocación institucional, la implicación ideológico-polémica
fuerte de los intervinientes en estos encuentros crean generalmente un clima, ya habitual, de
enfrentamientos verbales intensos, de tensiones fuertes sin que haya un manejo técnico y una
DD
evolución de esos conflictos (1977:220-221).

El encuentro institucional evolucionó desde la temprana década de 1970 hasta la de 1980, y en


esta evolución se fue transformando, convirtiéndose en una expresión más de ese doble del
socioanálisis, derivado del socioanálisis militante.
LA

Efectivamente, con el paso del tiempo diferentes tipos de demanda fueron respondidos con
dispositivos de encuentro institucional.

Durante el periodo de experimentación de la autogestión pedagógica, en la década de 1960, y


cuando se estaba iniciando el trabajo sobre el dispositivo socioanalítico, Lapassade distinguía la
FI

demanda burocrática. Llamó de esta manera un tipo de demanda de intervención oculta tras una
demanda de tipo pedagógico.El estudio de este tipo de demanda dio caución para el trabajo de
conversión de demandas de corte pedagógico en demandas de intervención. La pedagogía y la
intervención, finalmente, son vecinas. Podríamos incluso pensar que la pedagogía es una forma


de intervención.

En el método de encuentro institucional Lapassade retomaría esta dinámica. Una característica de


estos encuentros era el tipo de demanda: se trataba de demandas de corte pedagógico, o
demandas en las que se solicitaba la intervención de especialistas en procesos de animación
sociocultural, por ejemplo. Estas demandas eran respondidas con dispositivos de encuentro
institucional, que derivaban necesariamente en procesos de análisis institucional. Dicho de otra
manera, el encuentro institucional permitía al análisis institucional abarcar un rango mucho más
amplio de demandas, que aquellas que se dirigían específicamente a la realización de un
socioanálisis. Esto se debe a una cuestión que Lapassade plantea en torno a la intervención
socioanalítica:
En su punto límite, en su principio mismo, la intervención institucionalista es una empresa
imposible: en efecto, contrariamente al trabajo de los psicosociólogos intervencionistas y

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consejeros en organización, su objetivo no es una terapia social, un mejoramiento, sino por el
contrario una subversión de lo instituido. ¿Quién puede pedirla? (Lapassade, 1977:206).

Este planteamiento es un cuestionamiento fundamental para cualquier forma de intervención


especializada. Las formas de inter-vención, finalmente, estarán inmersas siempre en un proyecto
que va más allá de las finalidades inmediatas y explícitas de la intervención. La intervención es
instrumento, es método, y sus significaciones y sentido debemos encontrarlas en el proyecto en el
que se encuentran inmersas. En el caso del análisis institucional, ese proyecto se explicitó como
un análisis institucional generalizado, una sociedad que es capaz de transformar sus instituciones,
la vigencia de la negatividad planteada como fuerza instituyente. El proyecto de autogestión tenía
esta marca, y el socioanálisis era tributario de dicho proyecto.

OM
También al finalizar la década de 1970 apareció una forma de intervención asociada al
socioanálisis, que manifestaba el agotamiento de sus condiciones de posibilidad, y que en su
momento pretendía llevar adelante el proyecto de promover el análisis institucional generalizado.
Se trató del socioanálisis interno. Este modelo intentaba replicar los planteamientos
socioanalíticos, con la diferencia de que sería en el contexto del mismo grupo-cliente de donde se
formaría el staff analítico. Dicho de otra manera, se evitaba el llamado a un analista exterior, y se

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establecía un método que recuperaba en lo fundamental los elementos planteados por el
socioanálisis: análisis de la demanda y del encargo, elucidación de la transversalidad, autogestión
del análisis, regla de decirlo todo, elucidación de las implicaciones del staff interviniente y del
grupo cliente, y la construcción y elucidación de los analizadores. Esta forma de intervención,
DD
finalmente, hacía un llamado a los mismos elementos que estarían planteados por la forma clásica
de la intervención socioanalítica. Se trataba, ante todo, de generar condiciones de posibilidad para
el análisis institucional o, como lo planteaba Lapassade, para la subversión de la institución.
La discusión entre la intervención interna y la externa fue bastante intensa en aquellos tiempos.
En el fondo, estaba presente la problemática del quehacer profesional, el proyecto de militancia,
LA

los métodos de investigación-acción, la clínica colectiva y, como resultado, el debate en relación al


practicante-investigador. El cuestionamiento radical del proyecto de intervención especializada
generó poco a poco una deslegitimación de la intervención como método de transformación en la
sociedad.
FI

Las contrainstituciones que derivaron de la psiquiatría democrática planteada por Basaglia forjaron
formas de intervención –interna y externa– que indudablemente influyeron en los cambios que
dicha institución sufrió desde la década de 1970 hasta la fecha. Desde este punto de vista, podría
plantearse claramente el trabajo de Basaglia como un proceso de análisis institucional de la


institución psiquiátrica. Tiempo después, los dispositivos especializados, la intervención externa


como promotor del cambio o la transformación social fueron duramente cuestionados, y se intentó
deslegitimarlos. En el reflujo del movimiento de 1968, la sociedad ya no sólo no deseaba continuar
analizando sus instituciones, sino que evitaba a toda costa que dicho análisis se desarrollara,
incluso de manera espontánea.
Así, el socioanálisis interno se constituyó en un recurso que permitió dar visibilidad a la
negatividad institucional actuante. Puso de manifiesto que, más allá de la subversión operada por
el socioanálisis, el proceso de análisis institucional se desarrolla continuamente a partir del efecto
de los analizadores, recuperados así por la intervención interna.

Con el tiempo, las diferentes formas de intervención inspiradas en el análisis institucional se


fueron multiplicando. Mencionaremos únicamente los trabajos de Yves Etienne, sobre una
pedagogía socioanalítica, así como los de Jean François Marchat, en relación a la
experimentación institucional de procesos autogestivos.

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A partir de estos desarrollos, Remi Hess y Antoine Savoye plantean que se ha generado un
socioanálisis participante, que sería una denominación más precisa que la de socioanálisis interno

La perspectiva sobre este socioanálisis participante lo aproximaría al método de observación


participante. Este método de investigación etnológica había sido retomado y desarrollado durante
la década de 1980 por Ruth Canter Kohn, y resultaba sumamente interesante desde el punto de
vista del análisis institucional, toda vez que una de las problemáticas centrales de este método era
la colocación del observador en el sistema observador-observado. Los trabajos de Canter Kohn
fueron especialmente importantes en el proceso de creación de la teoría de las implicaciones.

Hess y Savoye, además, retoman los planteamientos de los sociólogos americanos Peter y
Patricia Adler, trabajados en algunos textos de Lapassade (1991), sobre la observación

OM
participante. Ahí distinguen tres tipos de observación participante (OP):
• La periférica.
• La activa.
• La completa.
Así, Hess y Savoye hablarían de un socioanálisis participante periférico, activo o completo. En
relación con el socioanálisis interno, el socioanálisis participante permitiría una mayor

.C
discriminación de las características de la práctica socioanalítica:
La tipología de los Adler puede ser traspuesta con provecho al AI para clarificar sus modos de
análisis. Así, en la intervención socioanalítica, se acostumbra oponer el AI “interno”, efectuado por
miembros de una unidad social (por ejemplo, un establecimiento escolar), sin hacer llamado a un
DD
interviniente externo. Ahora bien, este modo de análisis (que también fue calificado de
“autárquico”), no constituye una práctica homogénea. Presenta variantes que la tipología de los
Adler ayuda a distinguir. La denominación “análisis institucional interno” recubre, en efecto,
prácticas socioanalíticas que se pueden diferenciar según el lugar que ocupa el socioanalista en
relación con la realidad que analiza (Hess y Savoye, 1991:113).
LA

Así, inspirados en el método de la observación participante, esbozan un socioanálisis participante


que tendría una serie de elementos específicos que estos autores enuncian:
• En relación a la intervención socioanalítica clásica, el socioanálisis participante no exige las
mismas condiciones de acceso al terreno. Si en la primera hay un fuerte compromiso del staff
FI

cliente, que debe desembocar en el planteamiento de un encargo de intervención, en el segundo,


el proceso se puede desencadenar a partir de la iniciativa de algunos individuos, o incluso de uno
solo. Basta con que la acción del socioanalista sea tolerada.
• La duración del socioanálisis participante puede ser de un largo periodo, a diferencia de la


intervención socioanalítica, que su duración es breve, debido a la movilización y compromiso


intensivos que supone.
• La diferencia en el tiempo tiene consecuencias en relación con los métodos y técnicas de
análisis: si la intervención socioanalítica utiliza un dispositivo de enunciación colectiva (asamblea
general) instituido de manera extraordinaria, el socioanálisis participante permite aproximaciones
de tipo etnográfico, u otras (observación participante, por ejemplo), que permiten analizar la vida
institucional en la cotidianidad (Hess y Savoye, 1991:116-117)

Por su parte, el socioanálisis participante plantea problemas teóricos específicos. La cuestión


principal tiene que ver con el estatuto del socioanalista. En la intervención socioanalítica clásica,
dicho estatuto está determinado por el encargo y está parcialmente elucidado por el análisis de tal
encargo. En el socioanálisis participante, el encargo es bastante menos explícito, incluso se
invisibiliza, y su análisis supone dificultades particulares.

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desempeñado por el socioanalista participante.
Por ello, el análisis de las implicaciones es de importancia primordial, y podría plantearse que es
esencial para discriminar, en la acción, los aspectos que tienen que ver con su perspectiva
analítica de aquellos que se determinan por su posición institucional:
En el analista participante, debido a sus estrechos vínculos con la unidad social analizada, tanto lo
analítico y lo funcional, por una parte, como el proyecto de conocimiento y las cuestiones
prácticas, por la otra, están efectivamente más íntimamente mezcladas que en el socioanalista
interviniente. Y. Etienne, consciente de este vínculo problemático, habla de una necesaria
“subversión de función” para instituir el análisis (Hess y Savoye, 1991:118)

Más allá de la intervención socioanalítica

OM
En los tiempos actuales, los encargos de intervención son generalmente bastante raros y escasos.
No solamente jugarían un desprestigio y un descrédito. También han cambiado los lugares del
intelectual interviniente, así como las formas del desarrollo de los propios movimientos sociales
que pretenden cambiar la sociedad. La misma idea de cambio y transformación social ha sufrido
giros que en ocasiones la vuelven irreconocible. La falta de un proyecto de sociedad, así como de
un sustituto a la idea de revolución ha dejado huérfana la representación de los cambios sociales

.C
y, como lo plantaba Carlos Pérez, esto impacta en la forma de una orfandad de la teoría.
Este movimiento no sólo ha impactado al análisis institucional o a las ciencias sociales. En
general, todo el saber especializado se encuentra en una crisis.
DD
En medio de este panorama, los proyectos sociales de autogestión, de autonomía, van
significando el oasis en el desierto, la negatividad que asoma, como decía Guattari, la punta de
una falsa nariz.
Si bien la intervención socioanalítica es cada vez menos demandada, la reflexión iniciada por el
análisis institucional y su puesta al día a través de diversos dispositivos nos permite evidenciar la
LA

presencia y la acción de esta corriente en el contexto de las ciencias sociales.


En 1985, Lourau escribía:
En grados diversos (sin que haya evolución coherente de nuestra corriente, y por tanto
contradicciones internas que a veces van hasta el cisma), nos acomodamos sea a la escasez de
demandas, sea a la débil disponibilidad socioanalítica de encargos oficiales e incluso de
FI

demandas de la base. Prácticas más “adaptadas”, si no más “adaptativas”, interrogan nuestra


supuesta “pureza” (por ejemplo el sociopsicoanálisis de Mendel y su grupo), mientras que los
imperativos del empleo en ciencias humanas y sociales llevan a muchos de nosotros a la
formación, la cursillificación, la investigación bajo contrato, a muchos acomodos. El balance de


todas estas experiencias queda por hacer (Lourau, 1985:256).

Así se daba un doble movimiento: al socioanalista –que además rechazaba el proyecto de


profesionalización, cosa que lo enfrentaba directamente con otras corrientes de intervención, que
sí planteaban una profesionalización aunque sea relativa– se le indujo a incorporarse a otros
terrenos sociales, y con esto se le obligaba a adaptar sus métodos y sus perspectivas teóricas a
las posibilidades institucionales que se le presentaban. Dicho de otra manera, hubo cada vez
menos tolerancia a la intervención socioanalítica. No obstante, al mismo tiempo, la intervención
cotidiana, el trabajo cotidiano del analista institucional disfrazado de pedagogo, de animador de
cursillos de formación, de investigador bajo contrato, de profesor universitario, introducía en la
perspectiva institucional saberes antagónicos, agonísticos. El análisis institucional funcionó, de
esta manera, como crisol que permitió la invención y generación de nuevos métodos y teorías, de
prácticas nuevas en diversos dominios de las ciencias sociales. Lourau reconoce este fenómeno:

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En ciertas corrientes de la psicosociología de los grupos, en particular la de los “grupos
operativos” argentinos (Pichon-Rivière), fuertemente desconocida en Francia, el paradigma
original, psicoanalítico, integra la dimensión institucional. El campo de análisis se vuelve el
conjunto de las relaciones del grupo con la institución. Esto no va sin perturbar, en el sentido
socioanalítico, los esquemas de la vieja “psicología de los grupos”. Otras tentativas van en el
mismo sentido. Por ejemplo, el “análisis multirreferencial” de Ardoino, o la “observación
cuestionante” de Ruth Canter Kohn [...] Lo que aporta sobre todo la antropología, es un conjunto
de técnicas, de dispositivos de investigación reflexiva, cuyo horizonte es claramente la crítica
activa (y no solamente ideológica) de la institución científica: su socioanálisis en vivo
(1985:256-257).

No obstante, estos espacios críticos, de la misma manera que el socioanálisis, también han

OM
sufrido sus propios procesos de institucionalización

En el caso de la antropología, las diferentes etnologías y etnografías tienden a convertirse en


técnicas cada vez más despojadas de su potencial crítico en torno a la institución científica e
incluso otras instituciones, y a ser incorporadas en la misma lógica cientificista que criticaron en
las metodologías cuantitativas. Lourau decía:

.C
La imaginación socioanalítica, es también un cierto tipo de intervención (en un sentido muy amplio
del término, y no en el sentido instrumental de intervención socioanalítica). ¿Intervención que
produce un efecto Atila o un efecto Placebo? La alternativa está planteada menos en el cielo
deontológico o epistemológico que en el contexto político. No todo periodo es favorable al
DD
despliegue de dispositivos analizadores. 1968 ya está lejos. Razón de más para, esperando
mejores días, hacer trabajar como se pueda la imaginación, lo que no significa un juego
puramente estético y no evacúa del todo los riesgos de incomprensión y de conflicto (1985:264).
LA
FI


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Acevedo, M. (2001). La implicación: Luces y sombras del concepto lourauniano.
Universidad de Buenos Aires – Facultad de Ciencias Sociales. Equipo de Cátedras del Prof.
Ferrarós.

El extra texto
Este extra-texto –como Lourau lo llamaría- tiene la apariencia de un homenaje, y en gran medida
lo es. Pero ante todo se trata de una producción autobiográfica “como investigación
progresiva-regresiva de los momentos claves de un itinerario personal”1.
Se trata de esta psicóloga institucional que soy, y del lugar en el que se sitúa frente a su objeto de
conocimiento. Extra-texto, entonces, del texto constituido por los conceptos de implicación y
sobreimplicación acuñado precisamente por ese institucionalista que fue R. Lourau con quien tuve
un breve, demasiado breve, encuentro.

OM
El origen de esta disciplina se remonta a Francia, a partir de los médicos de los internados
psiquiátricos cuando toman conciencia del funcionamiento de esos hospitales, y su forma de
relacionarse con los pacientes. Proponen transformar las relaciones sociales dentro de los
hospitales para convertirla en una ―comunidad terapéuticaǁ, para ello recurren a psicoterapia de
grupos.

.C
Habiendo cumplido con lo que Laourau llamara ―fase empíricaǁ de la modificación de la relación
médico/paciente, llego el tiempo para comenzar a interrogarse sobre que estaban instituyendo a
través de nuevas formas de práctica. Se inaugura así la ―fase teóricaǁ en la que se
DD
definirá el concepto de institución, llegando a la conclusión de que se pueden definir dos tipos de
instituciones: las internas que los miembros de la organización pueden modificar a su voluntad, y
las externas, organismos estatales y movimientos sociales sobre los que no se tiene ningún poder.
El hospital psiquiátrico es una articulación entre ambos tipos de instituciones. En esta fase teórica
se desarrollar conceptos clave como grupo-objeto, grupo-sujeto, transferencia y
LA

contratransferencia institucional, transversalidad y analizador.

A fines de los 50 nace el movimiento de Pedagogía Institucional de la mano de Fonvieille y F.


Oury. F Oury impulsa una pedagogía entendida como un conjunto de dispositivos y técnicas que
enfrenten a los alumnos y docentes en situaciones en las que deban asumir mayor compromiso e
FI

iniciativa. La crítica que se le hará a esta corriente es que no logra ir más alla de la fase
ideológica, y que es incapaz de analizar instituciones internas que pone en funcionamiento y sus
efectos institucionales.


Existe un segundo grupo que en verdad introduce el análisis institucional. R Fonvieille y


Lapassade, junto con sus discípulos, se consagran al análisis de las instituciones externas y su
influencia en las instituciones externas creadas por la pedagogía institucional. Es el nacimiento de
la autogestión pedagógica como análisis institucional.

Lapassade se aboca al estudio de los fenómenos de la burocracia. Afirma que dicha organización
burocrática tiene originariamente la función de organizar el trabajo de manera que las prácticas
institucionales sean más eficaces y coordinadas. Pero poco a poco quienes las organizan se van
autonomizando y transformando en una casta aislada que imparte ordenes sin escuchar los
mensajes de base. Esto produce disfuciones y conflictos a los que se responde mediante la
multiplicación de las normativas y reforzamiento de controles. Los fines se van perdiendo y la
organización acaba siendo el burocratismo.

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Lapassade define la concepción de análisis institucional acerca de la intervención: método por el
cual el grupo de analistas, respondiendo a la demanda de una organización social, instituye en
esa organización un proceso colectivo de autoanálisis.

Paralelamente, Lourau estudiaba las distintas acepciones del termino institución en las diferentes
disciplinas, y designa dos posibles significados de esta noción para el análisis institucional: las
formas sociales establecidas o los procesos a través de los cuales se organiza una sociedad.
En este último sentido retoma la definición de institución de Castoriadis para el cual la institución
de la sociedad es un proceso dialéctico en el que se oponen constantemente lo instituido y lo
instituyente, produciendo como resultado la institucionalización.

Lourau acuña el término de implicación para referirse al fenómeno designado como transferencia

OM
y contratransferencia institucional. Estos aluden a la comunicación inconsciente se establece entre
el paciente y el analista (a nivel de psicoanálisis).

Origen y especificación del término-


La implicación del concepto de contratransferencia llevó a pensarla como ―la repuesta a todas
las realidadesǁ tanto del analizado como del analista, como así también de las significaciones

.C
socioculturales y económicas de la institución psicoanalítica. Los signos que permiten descubrir la
contratransferencia son del orden de la percepción. Los psicoterapeutas institucionales requirieron
de la creación de dispositivos aptos para analizar la transferencia y contratransferencia en ámbitos
institucionales.
DD
Hasta ese momento, la implicación de Lourau lo lleva a coincidir con ciertas premisas de la
investigación-acción como metodología etnológica: rechazo a la objetividad como fin en si misma,
a la separación entre investigador y objeto, investigación al servicio del cambio, interés en que el
proceso investigativo forma parte de la propia investigación, etc. Su implicación con la práctica
LA

socio analítica le permitió generar nuevos conceptos: otorgar atención a las autoridades que
presentan consulta y a las demandas del conjunto de los miembros de la organización.

La implicación es de los observados/analizados pero ante todo del investigador/analista con:


• Su objeto de investigación o intervención
FI

• Las instituciones de pertenencia y referencia del investigador/analista (empezando por el


propio equipo)
• El encargo y la demandas sociales
• La epistemología del propio campo disciplinario


• La escritura o cualquier otro medio que sirva para exponer los resultados de la
investigación.

Un discípulo de Lourau propone distinguir en el análisis de cada uno de esos niveles, las
dimensiones organizacional/material, libidinal/afectiva e ideológica/política. El análisis de estas
implicaciones, en el aquí y ahora, deviene una tarea clave para los analistas institucionales. La
explicitación de sus implicaciones en el marco de la asamblea general, facilitará la emergencia de
las implicaciones de los miembros de la organización con las instituciones que los atraviesan. La
puesta en palabras de dichas implicaciones producirá el efecto buscado por el dispositivo
socioanalitico: el develamiento de las contradicciones encarnadas en los individuos y
escenificadas en los grupos y las organizaciones.

En el terreno de la investigación ese mismo análisis permitirá al propio investigador y a los


destinatarios de sus descubrimientos, comprenden los condicionamientos que han actuado en el

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antes, durante y después del proceso investigativo, dando cuenta de la singularidad de su
producción. Es ese individuo el que decide cuál será su objeto de investigación, el que elige el
marco teórico y la metodología con las que abordará dicho objeto, el que determinará a quien
comunicar sus resultados y la forma de hacerlo. Y lo hará desde el lugar social en el que se ubica,

VParalelamente, Lourau estudiaba las distintas acepciones del termino institución en las diferentes
disciplinas, y designa dos posibles significados de esta noción para el análisis institucional: las
formas sociales establecidas o los procesos a través de los cuales se organiza una sociedad.
En este último sentido retoma la definición de institución de Castoriadis para el cual la institución
de la sociedad es un proceso dialéctico en el que se oponen constantemente lo instituido y lo
instituyente, produciendo como resultado la institucionalización.

OM
Lourau acuña el término de implicación para referirse al fenómeno designado como transferencia
y contratransferencia institucional. Estos aluden a la comunicación inconsciente se establece entre
el paciente y el analista (a nivel de psicoanálisis).

Origen y especificación del término-


La implicación del concepto de contratransferencia llevó a pensarla como ―la repuesta a todas

.C
las realidadesǁ tanto del analizado como del analista, como así también de las significaciones
socioculturales y económicas de la institución psicoanalítica. Los signos que permiten descubrir la
contratransferencia son del orden de la percepción. Los psicoterapeutas institucionales requirieron
de la creación de dispositivos aptos para analizar la transferencia y contratransferencia en ámbitos
DD
institucionales.

Hasta ese momento, la implicación de Lourau lo lleva a coincidir con ciertas premisas de la
investigación-acción como metodología etnológica: rechazo a la objetividad como fin en si misma,
a la separación entre investigador y objeto, investigación al servicio del cambio, interés en que el
LA

proceso investigativo forma parte de la propia investigación, etc. Su implicación con la práctica
socio analítica le permitió generar nuevos conceptos: otorgar atención a las autoridades que
presentan consulta y a las demandas del conjunto de los miembros de la organización.

La implicación es de los observados/analizados pero ante todo del investigador/analista con:


FI

• Su objeto de investigación o intervención


• Las instituciones de pertenencia y referencia del investigador/analista (empezando por el
propio equipo)
• El encargo y la demandas sociales


• La epistemología del propio campo disciplinario


• La escritura o cualquier otro medio que sirva para exponer los resultados de la
investigación.

Un discípulo de Lourau propone distinguir en el análisis de cada uno de esos niveles, las
dimensiones organizacional/material, libidinal/afectiva e ideológica/política. El análisis de estas
implicaciones, en el aquí y ahora, deviene una tarea clave para los analistas institucionales. La
explicitación de sus implicaciones en el marco de la asamblea general, facilitará la emergencia de
las implicaciones de los miembros de la organización con las instituciones que los atraviesan. La
puesta en palabras de dichas implicaciones producirá el efecto buscado por el dispositivo
socioanalitico: el develamiento de las contradicciones encarnadas en los individuos y
escenificadas en los grupos y las organizaciones.

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En el terreno de la investigación ese mismo análisis permitirá al propio investigador y a los
destinatarios de sus descubrimientos, comprenden los condicionamientos que han actuado en el
antes, durante y después del proceso investigativo, dando cuenta de la singularidad de su
producción. Es ese individuo el que decide cuál será su objeto de investigación, el que elige el
marco teórico y la metodología con las que abordará dicho objeto, el que determinará a quien
comunicar sus resultados y la forma de hacerlo. Y lo hará desde el lugar social en el que se ubica,

y también desde el lugar que le es adjudicado por la institución.

La implicación – según Lourau – no es buena ni mala, simplemente existe. No se trata de


eliminarla sino de analizarla. El intelectual implicado se define al mismo tiempo por la voluntad
subjetiva de analizar a fondo las implicaciones de sus pertenencias y referencias institucionales, y

OM
por el carácter objetivo de ese conjunto de determinaciones. Estar implicado es admitir finalmente
que soy objetivado por lo que pretendo objetivar: fenómenos, acontecimientos, grupos, ideales,
etc.

Advertencia sobre la trampa del implicacionismo- Implicación no es compromiso. La implicación


viene con nosotros en tanto sujetos socio históricos y políticos, y es activado por el encuentro con

.C
el objeto: el otro, los grupos, las instituciones, todo aquello que involucre un pronunciamiento o
una acción de nuestra parte. Lo deseemos o no, estamos involucrados intelectual y afectivamente,
sujetos a una particular manera de percibir, pensar y sentir en razón a la pertenencia a una
determinada familia, clase social, comunidad religiosa, política, etc. Estas implicaciones
DD
condicionaran nuestros juicios.

La implicación no nos determina. Gracias a la capacidad imaginante de la sociedad, las fuerzas


instituyentes trabajan constantemente lo instituido y lo transforman. Nuestro objeto va cambiando,
y como tiene el poder de objetivarnos, nos reinstituye permanentemente de nuevas maneras.
LA

Implicados sí, pero no sobreimplicados.

Acepciones de la noción de implicación- La implicación no es un concepto que tiene un sentido fijo


y único, es una noción. Las nociones se caracterizan porque existen de ellas diferentes
acepciones según el campo que provengan, y su significación varía a lo largo de las épocas.
FI

El desprendernos de nuestras implicaciones primarias, aquellas que se constituyeron en las


distintas etapas del proceso de socialización, encuentro con otros, y que han devenido en nuestra
singular identidad, no es algo que dependa de nuestra voluntad. El acto voluntario es el tomar
conciencia de esas implicaciones. Esto lo logra el investigador confrontándose con otros,


exponiendo su perspectiva respecto del objeto que lo ocupa frente a otro. Esto puede conducir a
un cambio de posición subjetiva, pero no a un ―cambio de pielǁ.

Lourau distingue dos grandes categorías de implicaciones:


1. La institucional: definida como el conjunto de relaciones, conscientes o no, que existen
entre el actor y el sistema institucional
2. La práctica: indica las relaciones reales que este actor mantiene con lo que antes se
denominó la base material de las instituciones.

Ardonino, por otro lado, nos habla de implicación libidinal y social o institucional.
1. Libidinal: dada por la estructura psicológica del individuo, racional e inconsciente, que
determina su forma de observar al mundo y a otros, sus comportamientos en base a la realidad y
su singular manera de ejercer una práctica

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2. Social o institucional: ubica aquí los determinantes culturales en general, y en particular, la
clase social de origen.

La sobre implicación-
Aparece como un efecto, como la fatal consecuencia de la incapacidad de analizar las propias
implicaciones. Es la ceguera que lleva al sujeto a una identificación institucional en la que queda
alienado a la voluntad de un poder que desconoce en su particularidad. El individuo sobre
implicado es un individuo sobre-explotado, explotado en su subjetividad ya que no tiene
conciencia del punto en que sus interés resultan irreductiblemente opuestos a los del sistema para
lo cual trabaja (como puede ser la política del sobretrabajo que el neoliberalismo impone)

OM
.C
DD
LA
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Borakievich, S., Cabrera, C., Ortiz, S. y Fernández, AM. (2014). La indagación de las
implicaciones y el pensar-en-situación: una contribución de la metodología de
problematización recursiva. Revista Sujeto, Subjetividad y Cultura. 8, pp. 21-28
Muy brevemente recordamos aquí que la MPR (Metodología de problematización recursiva)
concibe sus procedimientos desde la noción de campo de problemas (Fernández, 1989;
Fernández, 2007). Sus herramientas conceptuales y metodológicas se inscriben en un estilo de
trabajo que, en el desdibujamiento de las categorías modernas clásicas de individuo/sociedad,
sujeto/objeto y los binarismos desde donde se instalan, enfatizan la tensión epistemológica entre
las territorialidades disciplinarias y el desdisciplinamiento de saberes y prácticas.

Recorrer esta tensión requiere habilitar condiciones para modalidades de indagación y recaudos
metodológicos que configuren un pensar-hacer en situación, que no describe ni descubre sino que

OM
se despliega como un modo de experiencia. Entender el pensamiento como un modo de
experiencia supone pensar en el límite de lo que sabe (Fernández, 2007).

Si pensamos que la recursividad opera construyendo su caja de herramientas al compás del


avance del programa de trabajo entonces el método no precede a las prácticas sino que se va
construyendo en el hacer.

.C
II. Elucidación crítica e indagación de las implicaciones
Tal como expresamos líneas arriba, la metodología con la que indagamos el campo de problemas
de la subjetividad contempla la posibilidad de la recursividad. Específicamente planteamos que la
DD
composición de la caja de herramientas se realiza gradualmente a medida que la indagación
avanza, habilitando circuitos de ida y vuelta entre herramientas conceptuales, elucidación de
experiencias y reformulaciones conceptuales (Fernández, 2007).

De esta forma los criterios de lectura no se sostienen en operaciones de traducciones


LA

interpretativas de los materiales que arroja un investigación o intervención, sino que pretenden
habilitar un modo de lectura que se produce más allá de lo manifiesto-argumental. Se trata de
incluir diferentes registros para evitar homogeneizar las diversidades que puedan desplegarse.
Junto al recaudo metodológico de suspender la inmediatez en la atribución de sentidos, situamos
la importancia de la permanente interrogación, aun de aquello que se presenta como obvio. Las
FI

operatorias de distinción y puntuación irán estableciendo conexiones, desconexiones, insistencias


en y entre los distintos materiales relevados.
Aquí el acto de trazar una distinción es productivo. Puntúa un pliegue que al desplegarse abre un
campo de posibles (Montenegro, 2004, Fernández, 2007, Fernández, 2013-a).


Asimismo, en el trazado de circuitos de problematización recursiva, la noción de elucidación crítica


de Cornelius Castoriadis (Castoriadis, 1983) es tomada por A. M. Fernández como una de las
herramientas centrales de la MPR (Fernández, 2007). Se transforma así en nuestros equipos en
un instrumento conceptual que permite delinear coordenadas relativas a un modo de situarnos en
el despliegue de las dimensiones sociohistóricas, institucionales, políticas, epistemológicas,
teóricas, que atraviesan un programa de indagación. En tanto procedimiento genera condiciones
de enunciabilidad que, en los pliegues de visibles e invisibles de múltiples atravesamientos, habrá
de abrir a la problematización de aquello que fue posible pensar y de sus impensables
(Fernández, 2007).

La indagación de las implicaciones (Lourau, 1975; Fernández, López, Borakievich, Rivera, y


Bokser, 2008; Fernández, 2013-a) es otro de los procedimientos elucidatorios en nuestros modos
de trabajo: aquel por el cual es posible ubicar desde qué posiciones cada una/o y como equipo,

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enuncia algo. En el marco de la MPR la indagación de las implicaciones permite la interrogación
continua de las naturalizaciones o invisibilizaciones de la expresión de criterios de vida, de
posicionamientos de género, de opción sexual, de clase etaria, etc.

En el marco de la MPR, los procedimientos de indagación de las implicaciones habilitan las


condiciones de un pensar hacer con-entreotros donde poder desnaturalizar las cristalizaciones del
sentido común, lo instituido, las operatorias naturalizadas de la diferencia. Siempre desde la
caución de un pensar incómodo (Fernández, 2007) respecto a eso que se enuncia, el
pensamiento como experiencia supone acompañar las operatorias de lectura -distinguir y puntuar-
con la indagación de las implicaciones. De esta forma, está ahí a disposición el derrotero de
sentidos posibles que un material, una situación, una afectación puedan desplegar.

OM
Aquello que se produce en el entre del trabajo de indagación de las visibilidades e invisibilidades
de nuestras implicaciones, habilita las condiciones de posibilidad para el despliegue de las
multiplicidades.

III. Tres situaciones y sus recursividades


No se trata meramente de la decisión básica pero volitiva de no tomar partido, sino de un trabajo

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permanente de indagación de la propia diferencia (Fernández, 2013-a). Es decir, implica visibilizar
también los modos y las operatorias de eventuales aprioris, prejuicios o extrañamientos frente a
las desigualaciones sociales que ineludiblemente se producirán en el propio equipo respecto de la
población con que esta investigación trabaja.
DD
Visibilizar en una situación minimal tal operatoria implica no sólo desnaturalizar, sino que se torna
sintónico con una metodología que en tanto problematiza evita clausurar precipitadamente el
campo que indaga. Pone una vez más de manifiesto la persistencia de lo instituido más allá de
nuestras claridades conceptuales.
LA

La indagación de las implicaciones funciona como recaudo metodológico contra el cierre de


sentidos que producen nuestros a prioris conceptuales, epistemológicos, políticos, morales etc. En
tanto se crean las condiciones de posibilidad de un juego elucidativo sobre las implicaciones de
las/os investigadoras/es en el proceso de indagación, se habilita la revisión permanente de las
FI

categorías de pensamiento con las que llegamos no sólo al trabajo de campo sino también cuando
efectuamos las inferencias conceptuales.
Las operatorias de recursividad permiten volver tanto sobre las preguntas que guían el trabajo
como sobre las respuestas que se van construyendo. A su vez, estas aperturas generarán


condiciones para alojar y producir nuevos interrogantes, pasibles de reconfigurar el campo de


problemas que se está indagando. En otras palabras, se trata de una modalidad de trabajo que
busca crear condiciones para el registro y elucidación del desborde de los instituidos, de las
naturalizaciones, de aquello que se presenta como cristalizaciones de sentido.

Pero la cuestión no queda allí. En ambas situaciones es necesario destacar el efecto de grupo que
se produce en el equipo.

Entendemos que cuando en el pensar con-entre-otros algo con-mueve -una afectación acontece-
es porque algo se produjo. No se trata de dejar de lado, en pos de cierta objetividad de las/os
investigadoras/es, eso que al modo de un indicio se produjo, sino de demorar allí (Fernández,
2013-a). Esto posibilita que en el despliegue de prácticas de indagación por momentos pueda
acontecer algo -se trata de instantes- que opera al modo de un agenciamiento.

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Quienes investigan están implicados en el campo de problemas que indagan. Están ahí.
Corporalidades sensibles que resuenan; materialidades sensibles que están en un campo,
desplegando sus estrategias de indagación. Lo sensible aquí no refiere a los sentimientos sino a
la capacidad de los cuerpos de ser afectados. Las corporalidades sensibles son aquellas
susceptibles de ser apropiadas (Coccia, 2011) por un agenciamiento, al entrar en conexiones
maquínicas con elementos que componen ese campo. Cuando eso acontece hablamos de una
afectación. No es la afectación de nadie en particular; no es mí o tu afectación.

En un agenciamiento lo implicado de los/as investigadores/as, aquella materialidad sensible en un


campo, puede entrar en conexiones maquínicas con otros elementos (Fernández, 2013-b). Ahí,
sólo podemos decir que algo acontece al modo del agenciamiento, y que en tanto tal no se trata
de una determinación atribuible a un sujeto. “Sujeto” aquí refiere al sustrato metafísico de la

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modernidad, aquel que mira al mundo como una imagen buscando el ser de lo ente en su
capacidad para ser representado (Heidegger, 1998; Ortiz Molinuevo, 2012). No es la voluntad
reflexiva del/a investigador/a “el sujeto” de esa afectación. Una afectación acontece, y en ella
investigadoras/es y campo son apropiados mutuamente por un mismo proceso que configura un
nuevo territorio.

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Pensamos las afectaciones como inesperadas desconexiones y nuevas conexiones que se
producen, que algunas veces abren a producciones de sentido y que la elucidación de esas
experiencias recursivamente reconfiguran el campo de problemas que se indaga. En la MPR se
trata de hacer método de esta recursividad. Estas reconfiguraciones mueven las categorías con
DD
las que se piensa. De esta forma, las/os investigadoras/es ahí no sólo indagan sus pertenencias
de género, opción sexual, etc., sino que además en situación ellos mismos resuenan y son
transformados por lo que “ven” en el trabajo de campo, en las reuniones de equipo, en el trabajo
elaborativo de la escritura.
LA

Ahí, cuando se produce lo inesperado, se hace experiencia a partir de eso que conmueve. El
pasaje de lo que con-mueve a la experiencia es posibilitado por el trabajo colectivo de la
indagación de la implicación. Es decir, se hace experiencia de eso que con-mueve.

Algo nuevo y bien real se produce que relanza una pregunta. Es cuestión de darle el lugar y
FI

seguir la pista, ya que tal vez se trate de un indicio. Se trata de un pensar en los bordes de
lo que se sabe, incómodo, disruptivo. Jovialidad, decía Nietzsche (2007). Esa potencia con la que
puede darse -a veces- un pensar que inventa, que innova, que abre nuevos senderos, casi
siempre en los bordes. Algo de esto decimos cuando hablamos del pensamiento como un modo


de experiencia.

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