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“Discurso sobre la infancia” en Fernández, Nancy y Duchesne Winter, Juan (eds.).

La poesía
de Arturo Carrera [ISBN 1-930744-35-8]. Pittsburgh, Instituto Internacional de Literatura
Iberoamericana, 2010, págs. 379-382

Discurso sobre la infancia

Por Daniel Link


UBA/ UNTREF

“Siempre que hablo ante mucha gente me parece que me he equivocado de


puerta. Unas manos amigas”, las de Arturito Carrera, las de Alfredo Prior, en
este caso, “me han empujado y me encuentro aquí. La mitad de la gente va
perdida entre telones, árboles pintados y fuentes de hojalata y, cuando creen
encontrar su cuarto o círculo de tibio sol, se encuentran con un caimán que los
traga o… con el público como yo en este momento”1.
No es la primera vez que me encuentro ante el público empujado por las
mismas manos, y sé que no será tampoco la última. En el fondo, la débil
comprensión que de Carrera y Prior tengo como artistas me alcanza para
entrever la felicidad de las caravanas conjuntas, el compartido anhelo de hacer
circo ambulante: ayer en Buenos Aires, hoy en La Plata y en México, mañana
en Pringles… después, donde quisiera el viento mezclar sus secretitos con
nuestras aventuras de infancia podríamos estar. “¡Compórtense,
compórtense!”, susurran ciertas hadas, o no los sacaremos más a pasear a la
intemperie.
Arturo Carrera y Alfredo Prior han urdido un libro, Niños que nacieron
peinados, que a simple vista (la pereza es lo que caracteriza nuestra
actualidad) parece sencillo: fragmentos de poemas y retratos de niños. Una
antología a cuatro manos de lo ya hecho, supone el fatigado paseante perdido
entre árboles pintados y fuentes de hojalata.
Pero lo que Arturo Carrera y Alfredo Prior nos ofrecen en Niños que
nacieron peinados es precisamente un tratado (filosófico, nos atreveríamos a
decir, si la palabra no hubiera sido secuestrada por los hombres de la bolsa del
concepto) sobre el surco de ese ya, es decir: un tratado sobre lo viviente y
sobre el arte (¿acaso se trata de cosas separadas?) que hace de la infancia, la
infancia como déjà fait, su piedra de toque y, al mismo tiempo, su punto de

1
Federico García Lorca: Poeta en Nueva York
“Discurso sobre la infancia” en Fernández, Nancy y Duchesne Winter, Juan (eds.). La poesía
de Arturo Carrera [ISBN 1-930744-35-8]. Pittsburgh, Instituto Internacional de Literatura
Iberoamericana, 2010, págs. 379-382

aniquilamiento: sabemos que toda filosofía verdadera sueña con su propia


desaparición, y este libro majestuoso que nos entregan Arturo Carrera y Alfredo
Prior no es ajeno a esa corriente.
Se trata, en efecto, de un dejarse llevar de un lado al otro. Y es tan
cautivante el ritmo de ese ritornello, de ese estribillo, de esa cancioncilla, que a
los dos los transforma en todos y en ninguno. La pereza de nuestro tiempo
querría que decidiéramos si los poemas de Artedo ilustran o explican los
retratos de Alfruro, pero ese pasatiempo aburre al instante: entre los dos (y la
clave de todo sería definir el alcance de ese entre) han definido un concepto
que crece y se hace más denso a cada vuelta de la cancioncilla.
Sabemos, sobre todo por la obra de Artedo y Alfruro… -se me disculpará
que me comporte como un niño con los nombres ajenos: he vuelto a los
autores figuritas de mi propia mitología, autorizado por palabras de Carrera,
quien se pregunta (en este libro, en todos sus libros) si “el arte no es tan solo la
entrega de esa figura huidiza de la sensación”, si no es sólo “«la figurita» de lo
sentido, la que se escapa de las obras como un ímpetu que hace esplendor”2, y
las de Prior, que incluso pone en el lugar de la figurita de lo sentido al curioso
impertinente que se asoma a su universo, cuando dice: “El espectador de mis
obras de arte es un hombre con cara de oso y la sonrisa de mi madre”3.
Sabemos, decía, gracias a Alfruro y Artedo (y no podríamos saberlo sino
gracias a la gracia de esos duendecillos un poco endemoniados) que todo
pensamiento sobre la infancia escapa a la razón; es lo que los antiguos
retóricos llamaban una contradictio in adjectio: ¿es el niño libre o no?, ¿es el
niño un ser humano o no? En el pensamiento sobre la infancia hay algo que
desborda el concepto: la «animalidad» de sus inclinaciones, lo «virtual» de su
libertad. Así, no son unos niños los que nos regalan los artistas (aún cuando, a
veces, esos niños tengan nombres propios) sino un pensamiento sobre la
infancia como posibilidad misma del pensamiento: “Un niño me sostiene, un
niño es mi pensamiento, un niño es el desposeimiento puro de mi cuerpo de

2
Arturo Carrera: Niños… que nacieron peinados
3
Afredo Prior: Alfredo Prior
“Discurso sobre la infancia” en Fernández, Nancy y Duchesne Winter, Juan (eds.). La poesía
de Arturo Carrera [ISBN 1-930744-35-8]. Pittsburgh, Instituto Internacional de Literatura
Iberoamericana, 2010, págs. 379-382

amor”4 canta uno (adivinen cuál) y hace coro el otro, recordando cómo se le
aparecieron unos “niños vacíos”, vacíos porque “cuando los pintaba tenía la
certeza de que esas formas coloreadas me atormentaban, incluso me impedían
seguir pintando”5.
Esa mezcla en el niño de responsabilidad e irresponsabilidad, de
desposeimiento y tormento, de insistencia y vacío, de humanidad e
inhumanidad, es una idea sobre lo viviente de la misma naturaleza que la idea
estética.
Los impresionantes retratos de Artedo y la encantatoria cancioncilla de
Alfruro son dos ríos de sin-sentido que confluyen en una laguna de “Venecia
donde pulpa y reflejo son rozados por la ascensión del cuarzo traspasado por
flechas”6, cuya palinodia alcanza para advertirnos de que, como el viajero y
como el niño, viviremos atados a las cadenas de la determinación, desde que
aceptemos que lo único que existe en el horizonte es la aniquilación (de la
infancia).
Vean ese retrato de ese pequeño Onán fascista con anteojos. Vean ese
retrato de abuela severa de los Países Bajos. Al pintarlos como “niños vacíos”,
al retrotraerlos a la infancia (lo callado) de lo que serán, el pintor no quiere decir
que el adulto que somos estaba prefigurado en el niño que éramos, sino todo lo
contrario: que en el adulto que somos, determinado por el triste teatro de la
historia, persiste un otro agazapado, un moriturum que, como El Principito,
sabe que va a morir (en tanto infans, en tanto forma sin sustancia), pero que
sin embargo, persiste.
¡Pero claro, replica haciendo coro Artedo! Si “el niño es la insistencia de
la materia vocabular de esa risa”, si “hay un niño insistente que no existe que
persiste percutiendo y simulando en los ojillos de la noche”, si “no hay drama
en la infancia: sólo la variación indiferente de una música de insectos y
vivísimas alas”7. ¿Cómo podía ser de otro modo?

4
Arturo Carrera: Niños… que nacieron peinados
5
Alfredo Prior: Alfredo Prior
6
Laura Buccellato: Alfredo Prior
7
Arturo Carrera: Niños… que nacieron peinados
“Discurso sobre la infancia” en Fernández, Nancy y Duchesne Winter, Juan (eds.). La poesía
de Arturo Carrera [ISBN 1-930744-35-8]. Pittsburgh, Instituto Internacional de Literatura
Iberoamericana, 2010, págs. 379-382

La infancia no es sólo lo previo al lenguaje, es también lo previo a la


historia, la pre-historia de la humanidad, cuando no había teatrillos del yo y el
arte se limitaba al rumor de los insectos, las bandadas de pájaros, la canción
de la tierra.
¿Será verdad que “el sueño existencial de la infancia (…) consiste en
amurallarse e instalarse”8? Si lo fuera, habría que agregar que la infancia se
instala, amurallándose contra las intemperies de la historia, y no del tiempo. La
infancia es lo indeterminado en lo determinado, la oscilación entre lo animal y lo
humano, una oscilación, digamos, natural. Por eso Sarduy asimila los niños de
Prior a un banco de pececillos dominado por el pánico9. La infancia es ese
pánico: eso que ya ha sido, sin llegar a ser la muerte. Y es el juego: mimesis de
la naturaleza y por eso: convertirse en oso, conversión en niño del artista,
metamorfosis del espectador en madre, devenir juego del arte.
El arte, para Alfredo Prior y Arturo Carrera, es el rastro de una ausencia
(lo infans como moriturum), que sin embargo nos manda. Uno no canta ni pinta
ni traza ni llena las formas con sustancias. Sencillamente oye el ritornello, y
baila la canción dichosa de lo previo.
El arte es un geomorfismo y no un atropomorfismo. El arte anuncia lo
que nace. El arte es la partera. Y la partera, canta.

“Discurso sobre la infancia”, presentación de Daniel Link


a Niños que nacieron peinados (Buenos Aires, ArteBA, 21 de mayo de 2007)

8
Roland Barthes. Mitologías
9
Severo Sarduy: Niños… que nacieron peinados

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