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Uno de los prisioneros sale de la caverna, contempla el mundo inteligible, cuando vuelve dentro

de ella y explica la situación a los otros prisioneros, estos la toman a modo de burla, incluso pueden
matarlo; partiendo de aquí podríamos realizar una relación con suceso de Juego de tronos: Jon
Snow está en la guardia nocturna, quienes están encargados de proteger el muro desde hace
generaciones de los salvajes. Han pasado muchísimo tiempo peleando entre ellos, pero surge un
enemigo más poderoso, los caminantes blancos, quienes amenazan con destruir toda la humanidad,
a estos claramente, no les importa si eres salvaje o cuidador del muro. Tendrían, por tanto, que
aliarse para vencerlos, representan un peligro inconmensurable e inminente y esto es de lo que se
dio cuenta Jon, pero las personas de la guardia nocturna se muestran reacias a cambiar su arraigada
tradición, ya que atenta contra lo que ellos consideran que es verdad. Aunque Jon pretendía hacer
algo sumamente noble, proteger y salvar a todos, lo consideran como un traidor y por eso lo matan.

Podría pensarse que esto es una nimiedad, sin embargo desde la obra de George R.R Martin se
pueden rastrear elementos de la tragedia: el personaje deberá de estar en el medio de la virtud y el
vicio, esto está conectado con la catarsis ya que la empatía que llegamos a sentir con el
protagonista es en dos aspectos: temor y compasión, el primero porque nos podría pasar, al ser
semejante a nosotros y el segundo porque no es malvado como para sufrir tales desdichas, esto
según lo explica Aristóteles en Poética. En el libro ya mencionado de Aristóteles también introduce
un concepto muy interesante el cual es el de Hamartía, refiere a un error o fallo pero, este es debido
al desconocimiento, la ignorancia, denominado como el yerro, aun así este por ser trágico acaece
eventos sumamente desafortunados. Albin Lesky en su obra La tragedia griega ahonda en la
cuestión del fallo del que habla Aristóteles, como un peligro latente, que precipita a la desgracia y
el cual no obedece a una falta moral si no, lo que habíamos explicado antes, la Hamartía. El yerro
trágico corresponde por tanto a un error intelectual de lo que es propicio, como diríamos
coloquialmente, algo que se nos escapa de las manos “un fallo de la inteligencia humana en el
embrollo en que se encuentra nuestra vida” (Lesky, 1966, p.35). Las intenciones de Jon eran
buenas, pero podríamos decir que el fallo, el yerro trágico, fue no hacer previsible las
consecuencias de sus decisiones, muy difícil de por si sabiendo el paso vertiginoso de todos los
sucesos y la propia contingencia.

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