Está en la página 1de 2

Comentario sobre Diana

​El tema mitológico en general y el personaje de la diosa Diana en particular, fueron muy
frecuentes en la plástica europea desde el Renacimiento hasta fines del siglo XIX. En
escultura nos limitaremos a mencionar solamente los ejemplos más célebres como la Diana
de Fontainebleau, relieve de Benvenuto Cellini (siglo XVI), la Diana cazadora de Guillaume I
Coustou para el castillo de Marly (siglo XVII), copia de la estatua antigua ubicada en aquel
momento en Versalles, y la Diana de Houdon, de fines del siglo XVIII. En el ámbito de la
pintura citaremos solamente la Diana sorprendida de Jules Lefebvre (inv. 2730, MNBA),
contemporánea de esta obra.
El escultor y pintor Alexandre Falguière, amigo de Rodin, fue profesor de Bourdelle, quien
además trabajó como su asistente. Falguière está considerado como la figura central del
destacado grupo de escultores integrantes de la llamada “Escuela de Toulouse”. Estudió
dibujo con Carrier-Belleuse y, posteriormente, en el estudio del escultor François Jouffroy
recibió una formación de corte netamente clásico. Esta influencia muy perceptible en el
estilo de sus primeras obras, reaparece a lo largo de su carrera en la elección de algunos de
sus temas como por ejemplo en Ninfa cazadora, Poeta cabalgando sobre Pegaso, Calisto,
Joven centauro, Centauro niño, Circe, Diana desvistiéndose y por supuesto Diana cazadora, de
la que existen dos versiones.
Una de ellas, muy conocida en nuestro medio, es el mármol que pertenece al Jockey Club de
Buenos Aires y que quedó mutilado (sin brazos) como consecuencia del incendio de 1952
en la sede de la calle Florida. Esta pieza presenta a Diana, desnuda, en el momento
inmediatamente posterior al disparo de una flecha con su arco. En la otra versión, en
cambio, Diana aparece en una posición menos dinámica, pero también de pie y desnuda. Se
la ve sosteniendo su gran arco con ambas manos, la derecha alzada a la altura de la cabeza
y la otra dirigida hacia abajo. La diosa gira el rostro hacia la izquierda con gesto altivo y la
mirada baja. El arco y la pequeña luna en cuarto creciente que lleva sobre su cabeza son los
atributos que la identifican.
El busto del Museo reproduce fragmentariamente en bronce esta última versión, lo cual se
ve claramente por la posición de la cabeza y de los hombros. El yeso original, de tamaño
natural, se presentó en el Salón de París de 1882 y ejecutada en mármol la obra fue exhibida
en el Salón de 1887. Ambas piezas se conservan en el Museo de Bellas Artes de Toulouse.
No se ha podido dilucidar si el busto precedió como estudio a la figura completa o si se trata
de una edición posterior fragmentaria de la misma. Si tenemos en cuenta que el escultor
prefería trabajar piezas de mediano y pequeño tamaño a la realización de obras de tipo
monumental –que de todos modos ocupan un lugar importante en su producción–
podríamos pensar que el busto es anterior a la figura completa, quizás porque es el gesto y
la expresión del rostro el principal atractivo de la obra.
Esto se comprueba al observar la altivez de nuestra Diana, lograda por medio del giro de su
cabeza y de la mirada baja. En cuanto a los rasgos faciales podemos señalar que son el
ejemplo de la particular forma de trabajar de Falguière, quien recurría a modelos vivos que
reproducía con gran fidelidad. El joven rostro de Diana no está idealizado y sin embargo
posee la dignidad propia de una divinidad.
Este busto tuvo un considerable éxito de público por lo cual se reprodujo en una amplia
variedad de materiales como así también en distintos tamaños. Los ejemplares en bronce,
incluido el del Museo, fueron editados principalmente por Thiébaut.
por Marcelo Renard

También podría gustarte