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Damaso-Alonso.

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Literatura Contemporánea

2º Grado en Español: Lengua y Literatura

Facultad de Humanidades
Universidad de La Laguna

Reservados todos los derechos.


No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
Pertenece cronológicamente a los poetas del 27, y participa con los demás
componentes del grupo en los actos hacia Góngora. Fue discípulo de Menéndez Pidal y de
Américo Castro en el centro de estudios históricos, por lo que es el discípulo de dos de los
mayores estudiosos de la etapa contemporánea. Fue docente en varias universidades, y dirigió
la revista de filología española, que recuperó a muchos de los autores españoles. También
dirige la biblioteca “románica hispánica”, que es una revisión de las ediciones de los clásicos
españoles.
Convergen la figura del creador poético con la del crítico literario, y la segunda
dimensión tiene más incidencia que su trayectoria poética. Poemas puros, poemillas de la
ciudad es su primer libro.

Sus temas predilectos son la muerte, la noche, la vida, la eternidad, el amor o la


memoria, y hay un claro influjo de la poesía machadiana acerca de una actitud de
melancolía. En ocasiones se persigue el contraste entre un ideal poético de belleza y la dura
realidad cotidiana.
En sus poemas critica la realidad de la posguerra, como en Los contadores de
estrellas, donde el niño cuenta estrellas inútilmente, que es un símbolo de la utopía.

Mañana lenta,
cielo azul,
campo verde,
tierra vinariega.
Y tú, mañana, que me llevas.
Carreta
demasiado lenta,
carreta demasiado llena
de mi hierba nueva,
temblorosa y fresca,
que ha de llegar —sin darme cuenta—
seca.

También habla del tiempo que se arrastra inútilmente en Mañana lenta, y que, a pesar
de la lluvia, la hierba debe llegar seca; todos los versos riman entre sí, aunque sea una poesía
libre. No se somete al isosilabismo, es decir, que no todos los versos miden lo mismo. Aun
así, el poeta conserva parte del ritmo, porque era un gran conocedor de la poesía tradicional.

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La puerta, franca.
Vino queda y suave.
Ni materia ni espíritu. Traía
una ligera inclinación de nave
y una luz matinal de claro día.
***
No era de ritmo, no era de armonía

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ni de color. El corazón la sabe,
pero decir cómo era no podría
porque no es forma, ni en la forma cabe.
***
Lengua, barro mortal, cincel inepto,
deja la flor intacta del concepto
en esta clara noche de mi boda,
***
y canta mansamente, humildemente,
la sensación, la sombra, el accidente,
mientras ella me llena el alma toda.

Cómo era es un soneto, y utiliza a una interlocutora, la poesía (metatextual). Se


influenció mucho por Juan Ramón Jiménez en el ideal de pureza. Su poesía es aún serena y
sosegada, e intenta transcribir el concepto de lo inefable.

Su próximo libro es Oscura noticia, que es un título tomado de un verso de San Juan
de la Cruz, relación del hombre con Dios. La lucha de elementos vitales y mortales mantiene
al hombre en plena tensión, son versos atormentados por el peso de la soledad del ser
humano, y una de las obsesiones de Dámaso Alonso, que fue el diálogo con Dios, adquiere
tintes desgarradores. El poeta se mueve en el terreno de la confusión y protesta contra lo
inexplicable del ser, contra la vida y contra la muerte.

1
¡Oh terso claroscuro del durmiente!
Derribadas las lindes, fluyó el sueño.
Sólo el espacio.
***
Luz y sombra, dos ciervas velocísimas,
huyen hacia la fontana de aguas frescas,
centro de todo.
***
¿Vivir no es más que el roce de su viento?
Fuga del viento, angustia, luz y sombra:
forma de todo.
***
Y las ciervas, las ciervas incansables,

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Literatura Contemporánea

Banco de apuntes de la
flechas emparejadas hacia el hito,
huyen y huyen.
***
El árbol del espacio. (Duerme el hombre)
Al fin de cada rama hay una estrella.
Noche: los siglos.

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2
…El árbol del espacio. Duerme el hombre.
Al fin de cada rama hay una estrella.
Noche: los siglos.
***
Duerme y se agita con terror: comprende.
Ha comprendido, y se le eriza el alma.
¡Gélido sueño!
***
Huye el gran árbol que florece estrellas,
huyen las ciervas de los pies veloces,
huye la fuente.
***
¿Por qué nos huyes, Dios, por qué nos huyes?
Tu veste en rastro, tu cabello en cauda,
¿dónde se anegan?
***
¿Hay un hondón, bocana del espacio,
negra rotura hacia la nada, donde
viertes tu aliento?
***
Ay, nunca formas llegarán a esencia,
nunca ciervas a fuente fugitiva.
¡Ay, nunca, nunca!

En Sueño de las dos ciervas, insiste en las ideas barrocas de la fugacidad y la


caducidad del tiempo, y vuelven las ideas de la filosofía nihilista, que interrogan sobre el
sentido que tiene la existencia. Las dos ciervas son el símbolo del hombre deseoso de
conocimiento, y la fuente como el centro del conocimiento es un símbolo de la poesía
mística, pero todo cuanto existe no es más que una sombra fugaz.
Hay una identificación de la eternidad con el instante, y en el primer verso, el hombre
sueña que existe, y se ve la imagen de la vida como un sueño, el hombre como imagen del
sueño de Dios.

Tú le diste esa ardiente simetría


de los labios, con brasa de tu hondura,
y en dos enormes cauces de negrura,
simas de infinitud, luz de tu día;
***
esos bultos de nieve, que bullía

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al soliviar del lino la tersura,
y, prodigios de exacta arquitectura,
dos columnas que cantan tu armonía.
***
Ay, tú, Señor, le diste esa ladera
que en un álabe dulce se derrama,
miel secreta en el humo entredorado.

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***
¿A qué tu poderosa mano espera?
Mortal belleza eternidad reclama.
¡Dale la eternidad que le has negado!

Oración por la belleza de una muchacha recupera la preocupación existencialista


barroca, con el elogio de la hermosura, ya que describe el físico de la dama. Además, utiliza
como referente un soneto de Góngora, que describe a la dama como a un templo
arquitectónico, método de la tradición petrarquista. Dámaso Alonso lee a Petrarca a través de
Góngora y va más allá, ya que plantea la sin razón de esa hermosura, y se ve el reproche a
Dios. Por un lado, tenemos la tradición barroca, que insiste en la materialización de la
belleza, y por otro, al yo poético, que se refiere a Dios como interlocutor, es un diálogo con
este.

Hijos de la ira es un libro revolucionario, de protesta, y se plantearon dos cosas,


rebelarse y despertar a la poesía de su letargo. Es un libro que apuesta por la renovación de la
lírica, un libro desnudo y sin ornamentos, sin procedimientos estilísticos, con sencillez
retórica. Nos presenta un mundo tomado de la realidad, pero cargado de un profundo
simbolismo. Protesta contra tres características predecesoras:
- El garcilasismo: equilibrio, mesura y contención mediante el verso libre.
- La poesía pura: hace convivir en el poema todo tipo de léxico, incluso el más
desgastado por el habla común. Hay impureza, sentimentalidad, romanticismo…
- Irracionalismo de las vanguardias, sobre todo contra el surrealista. Ahora combate el
irracionalismo con la racionalidad. Eso no impide que algunos de los poemas tengan
rasgos oníricos.
Este libro presenta una doble angustia. Por un lado, la permanente, que es esencial a
todo ser humano (la existencial y metafísica), y, por otro lado, la angustia relativa a los años
de la catástrofe de la guerra. Esta doble angustia condiciona o motiva una protesta universal
en el libro, e incluye todas las iras, parciales y completas. Se enmarca en una tendencia
rehumanizadora.

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El poeta se siente como un cadáver entre cadáveres, una célebre expresión de uno de
sus versos. Es una criatura repulsiva entre otros que tienen su misma situación, adopta una
actitud de desesperanza y pesimismo que anida en la vida y en la naturaleza humana.
Mantiene las preocupaciones de Oscura Noticia, y todo lo existente le parece extraño,
inexplicable, monstruoso y absurdo. Para él, en Hijos de la ira el hombre ha llegado a su
última etapa de degradación.
Aun así, recurre una y otra vez a Dios, y se produce una lucha violenta en su poesía,
porque a veces se siente abandonado cruelmente, y otras veces, arropado. Esta lucha se
resuelve en una entrega incondicional a Dios, en una rendi da declaración de amor. Junto a
estas preocupaciones existenciales, también encontramos el grito de dolor, que es una forma
de protesta frente a la injusticia de un mundo hostil y al desamparo de muchos seres
humanos. En medio de esto surgen dos fuerzas positivas, que son el amor y la afirmación del
impulso vital, es decir, las excelencias del ser humano, que nadie puede anular. Los versos de
este libro expresan desesperación, pero también piedad y ternura hacia el ser humano, y un
aviso a la redención a través del amor.

¿Adónde va esa mujer,


arrastrándose por la acera,
ahora que ya es casi de noche,
con la alcuza en la mano?
***
Acercaos: no nos ve.
Yo no sé qué es más gris,
si el acero frío de sus ojos,
si el gris desvaído de ese chal
con el que se envuelve el cuello y la cabeza,
o si el paisaje desolado de su alma.
***
Va despacio, arrastrando los pies,
desgastando suela, desgastando losa,
pero llevada
por un terror
oscuro,
por una voluntad
de esquivar algo horrible.
***
Sí, estamos equivocados.
Esta mujer no avanza por la acera
de esta ciudad,
esta mujer va por un campo yerto,
entre zanjas abiertas, zanjas antiguas, zanjas recientes,

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Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
y tristes caballones,
de humana dimensión, de tierra removida,
de tierra
que ya no cabe en el hoyo de donde se sacó,
entre abismales pozos sombríos,
y turbias simas súbitas,
llenas de barro y agua fangosa y sudarios harapientos del color de la desesperanza.

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***
Oh sí, la conozco.
Esta mujer yo la conozco: ha venido en un tren,
en un tren muy largo;
ha viajado durante muchos días
y durante muchas noches:
unas veces nevaba y hacía mucho frío,
otras veces lucía el sol y sacudía el viento
arbustos juveniles
en los campos en donde incesantemente estallan extrañas flores encendidas.
***
Y ella ha viajado y ha viajado,
mareada por el ruido de la conversación,
por el traqueteo de las ruedas
y por el humo, por el olor a nicotina rancia.
¡Oh!:
noches y días,
días y noches,
noches y días,
días y noches,
y muchos, muchos días,
y muchas, muchas noches.
***
Pero el horrible tren ha ido parando
en tantas estaciones diferentes,
que ella no sabe con exactitud ni cómo se llamaban,
ni los sitios,
ni las épocas.
***
Ella
recuerda sólo
que en todas hacía frío,
que en todas estaba oscuro,
y que al partir, al arrancar el tren
ha comprendido siempre
cuán bestial es el topetazo de la injusticia absoluta,
ha sentido siempre
una tristeza que era como un ciempiés monstruoso que le colgarade la mejilla,
como si con el arrancar del tren le arrancaran el alma,
como si con el arrancar del tren le arrancaran innumerables margaritas, blancas cual su alegría
infantil en la fiesta del pueblo,
como si le arrancaran los días azules, el gozo de amar a Dios y esa voluntad de minutos en
sucesión que llamamos vivir.
Pero las lúgubres estaciones se alejaban,
y ella se asomaba frenética a las ventanillas,
gritando y retorciéndose,
solo
para ver alejarse en la infinita llanura

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eso, una solitaria estación,
un lugar
señalado en las tres dimensiones del gran espacio cósmico
por una cruz
bajo las estrellas.
***
Y por fin se ha dormido,

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sí, ha dormitado en la sombra,
arrullada por un fondo de lejanas conversaciones,
por gritos ahogados y empañadas risas,
como de gentes que hablaran a través de mantas bien espesas,
sólo rasgadas de improviso
por lloros de niños que se despiertan mojados a la media noche,
o por cortantes chillidos de mozas a las que en los túneles les pellizcan las nalgas,
...aún mareada por el humo del tabaco.
***
Y ha viajado noches y días,
sí, muchos días,
y muchas noches.
Siempre parando en estaciones diferentes,
siempre con una ansia turbia, de bajar ella también, de quedarse ella también,
ay,
para siempre partir de nuevo con el alma desgarrada,
para siempre dormitar de nuevo en trayectos inacabables.
***
...No ha sabido cómo.
Su sueño era cada vez más profundo,
iban cesando,
casi habían cesado por fin los ruidos a su alrededor:
sólo alguna vez una risa como un puñal que brilla un instante en las sombras,
algún cuchillo como un limón agrio que pone amarilla un momento la noche.
Y luego nada.
Solo la velocidad,
solo el traqueteo de maderas y hierro
del tren,
solo el ruido del tren.
***
Y esta mujer se ha despertado en la noche,
y estaba sola,
y ha mirado a su alrededor,
y estaba sola,
y ha comenzado a correr por los pasillos del tren,
de un vagón a otro,
y estaba sola,
y ha buscado al revisor, a los mozos del tren,
a algún empleado,
a algún mendigo que viajara oculto bajo un asiento,
y estaba sola,
y ha gritado en la oscuridad,
y estaba sola,
y ha preguntado en la oscuridad,
y estaba sola,
y ha preguntado
quién conducía,
quién movía aquel horrible tren.

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Y no le ha contestado nadie,
porque estaba sola,
porque estaba sola.
Y ha seguido días y días,
loca, frenética,
en el enorme tren vacío,
donde no va nadie,

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que no conduce nadie.
***
...Y esa es la terrible,
la estúpida fuerza sin pupilas,
que aún hace que esa mujer
avance y avance por la acera,
desgastando la suela de sus viejos zapatones,
desgastando las losas,
entre zanjas abiertas a un lado y otro,
entre caballones de tierra,
de dos metros de longitud,
con ese tamaño preciso
de nuestra ternura de cuerpos humanos.
Ah, por eso esa mujer avanza (en la mano, como el atributo de una semidiosa, su alcuza),
abriendo con amor el aire, abriéndolo con delicadeza exquisita,
como si caminara surcando un trigal en granazón,
sí, como si fuera surcando un mar de cruces, o un bosque de cruces, o una nebulosa de cruces,
de cercanas cruces,
de cruces lejanas.
***
Ella,
en este crepúsculo que cada vez se ensombrece más,
se inclina,
va curvada como un signo de interrogación,
con la espina dorsal arqueada
sobre el suelo.
¿Es que se asoma por el marco de su propio cuerpo de madera,
como si se asomara por la ventanilla
de un tren,
al ver alejarse la estación anónima
en que se debía haber quedado?
¿Es que le pesan, es que le cuelgan del cerebro
sus recuerdos de tierra en putrefacción,
y se le tensan tirantes cables invisibles
desde sus tumbas diseminadas?
¿O es que como esos almendros
que en el verano estuvieron cargados de demasiada fruta,
conserva aún en el invierno el tierno vicio,
guarda aún el dulce álabe
de la cargazón y de la compañía,
en sus tristes ramas desnudas, donde ya ni se posan los pájaros?

En Mujer con alcuza, el yo poético se mete en la mujer, que camina sin un destino
concreto, pero hay unos versos que nos distancian del cuadro de esta, en la que el miedo y el
terror expresan el miedo a la muerte.

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La mujer no avanza por la acera de esa ciudad, sino que se ha convertido en tierra
removida, que ya no cabe en el hoyo. Hace referencia a la realidad de la guerra, a la
destrucción de los seres humanos. El cementerio solo son zanjas ávidas en las que queda
sepultada toda la vida de la mujer, además de todas las causadas por la guerra. Intenta
representar con el ritmo al traqueteo del tren, aunque en los últimos versos se disminuye la
velocidad hasta detenerse, y el tren se ha detenido tanto hasta llegar a la muerte, que ella no
sabe ni por donde ha pasado. Solo recuerda que siempre estaba oscuro, y que con el arrancar
del tren le arrancaban el alma, los días azules, el gozo de amar a Dios. La composición tiene
tintes neobarrocos por esta concepción del tiempo que nos conduce a la muerte.
Hay anáforas, paralelismos, y, sobre todo, polisíndeton, que marca el ritmo incesante
del tren que conduce a la muerte, dónde está el ser humano solo. También impresiona la
sinestesia, que llena el poema de tristeza, y esta sección del poema expresa el terror de la
muerte, de llegar a donde el tren nos conduce. Son los versos de mayor importancia del
poema. Esta sensación de angustia es seguida por una de abatimiento: nadie le ha respondido
por qué estaba sola.
‘Donde no va nadie, que no conduce nada’, significa que nadie guía la vida del
hombre, es una rotunda afirmación de la no existencia de Dios. La naturaleza y el paisaje
natural se convierten en un cementerio otra vez, con muertos del pasado y del presente. Ella
va curvada, como un signo de interrogación, que también identifica al ser humano, porque la
vida es una interrogación.
La conclusión del poema tiene la justificación de la existencia humana, que es el
espíritu creador del hombre, la capacidad productiva que tiene, vinculada a los almendros y a
los frutos.

En cuanto a la forma y el estilo de Hijos de la ira, el conjunto puede entenderse como


si fuera un solo poema, y el libro tiene diálogos y monólogos. Por un lado, tenemos el flujo
de la conciencia en soledad, y por otro lado, en el poema aparece Dios como destinatario de
sus meditaciones. Se adopta el verso libre y con una gran oscilación silábica. Esta
irregularidad métrica está relacionada con la apariencia caótica del mundo, y ofrece un nexo
entre el ritmo y la realidad. Destaca, en concreto, el uso de los versos de 7 y 11 sílabas.
Rompe las barreras entre el lenguaje poético y el lenguaje no poético. Esto aparece
reflejado en el uso de palabras y expresiones vulgares, o cuando el poeta se recrea en lo

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nauseabundo y miserable. Las imágenes adquieren todos sórdidos, y destaca la presencia del
símbolo, el tren como metáfora de la existencia de la vida humana.
Hay abundantes reiteraciones y estructuras paralelísticas, que persiguen dos efectos:
dar al poema un aire de salmodia con ecos bíblicos, como si el poema fuera una oración que

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se reza, y que estas estructuras paralelísticas den fuerza a las llamadas de atención al lector y
a los improperios.
Este libro se concibe como un diario íntimo, tiene cierto aire de confesión, y está
escrito con absoluta libertad: rítmica, léxica, retórica…

Hombre y Dios es otro libro, que escribe once años más tarde, por lo que está más
tranquilo con la guerra. Vemos la relación entre el hombre y Dios, y también la inquietud
existencial, que ahora se inclina hacia el optimismo, la ternura y la dulzura. Esta serenidad se
refleja también en las formas, ya que es un libro de regularidad métrica, veinte poemas de
diferentes dimensiones.
La parte central del libro tiene las ideas fundamentales, que son el hecho de que Dios
y el hombre son dos realidades independientes, y el hecho de que el poeta anuncia con júbilo
la certeza de esa unión. Hay cuatro sonetos sobre la libertad humana, donde se exalta el don
del libre albedrío, cuyo máximo exponente es la poesía.
En el prólogo de este libro, permiten al hombre, siendo miope, acceder a un universo
de belleza poética. Ya no buscan a Dios, sino que hablan de su presencia, reconocen su poder
y es una deuda del poeta a este. El yo poético insiste en el hombre como obra de creación
divina, y, sobre todo, se resuelve en la idea de que Dios y el ser humano colaboran en la
creación. El libro acaba con un epílogo llamado Hombre sólo, donde se exalta la vida y el
gozo de sus sentidos.

Yo me senté en la orilla;
quería preguntarte, preguntarme tu secreto;
convencerme de que los ríos resbalan
hacia un anhelo y viven;
y que cada uno nace y muere distinto
(lo mismo que a ti te llaman Carlos).
***
Quería preguntarte, mi alma quería preguntarte
por qué anhelas, hacia qué resbalas, para qué vives.
Dímelo, río,

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y dime, di, por qué te llaman Carlos.
***
Ah, loco, yo, loco, quería saber qué eras, quién eras
(genero, especie...)
y qué eran, qué significaban «fluir», «fluido», «fluente»;
qué instante era tu instante
cuál de tus mil reflejos, tú; reflejo absoluto

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yo quería indagar el último recinto de tu vida
tu unicidad, esa alma de agua única,
por la que te conocen por Carlos.
***
Carlos es una tristeza, muy mansa y gris,
que fluye entre edificios nobles,
a Minerva sagrados y entre hangares
que anuncios y consignas coronan.
Y el río fluye y fluye, indiferente.
A veces, suburbana, verde, una sonrisilla
de hierba se distiende, pegada a la ribera.
Yo me he sentado allí, sobre la hierba quemada
del invierno para pensar por qué los ríos
siempre anhelan futuro, como tú lento y gris.
Y para preguntarte por qué te llaman Carlos.
***
Y tu fluías, fluías, sin cesar, indiferente
y no escuchabas a tu amante extático
que te miraba preguntándote
como miramos a nuestra primera enamorada para saber si le fluye
un alma por los ojos,
y si en su sima el mundo será todo luz blanca
o si acaso su sonreír es sólo eso: una boca amarga que besa.
Así te preguntaba: como le preguntamos a Dios en la sombra
de los quince años,
entre fiebres oscuras y los días -qué verano- tan lentos.
Yo quería que me revelaras el secreto de la vida
y de tu vida, y por qué te llamaban Carlos.
***
Yo no sé por qué me he puesto tan triste,
contemplando el fluir de este río...
Un río es agua, lágrimas: mas no sé quién las llora.
El río Carlos es una tristeza gris, mas no sé quién la llora.
Pero sé que la tristeza es gris y fluye.
Porque sólo fluye en el mundo la tristeza.
Todo lo que fluye es lágrimas.
Todo lo que fluye es tristeza, y no sabemos de dónde viene la tristeza.
Como yo no sé quién te llora, río Carlos,
como yo no sé por qué eres una tristeza
ni por qué te llaman Carlos.
***
Era bien de mañana cuando yo me he sentado
a contemplar el misterio fluyente de este río,
y he pasado muchas horas preguntándome, preguntándote.
Preguntando a este río, gris lo mismo que un dios;
preguntándome, como se le pregunta a un dios triste:
¿qué buscan los ríos? ¿qué es un río?
Dime, dime qué eres, qué buscas,

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río, y por qué te llaman Carlos.
***
Y ahora me fluye dentro una tristeza,
un río de tristeza gris,
con lentos puentes grises,
como estructuras funerales grises.
Tengo frío en el alma y en los pies.

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Y el sol se pone.
Ha debido pasar mucho tiempo.
Ha debido pasar el tiempo lento, lento,
minutos, siglos, eras.
Ha debido pasar toda la pena del mundo,
como un tiempo lentísimo.
Han debido pasar todas las lágrimas del mundo,
como un río indiferente.
Ha debido pasar mucho tiempo, amigos míos,
mucho tiempo
desde que yo me senté aquí en la orilla,
a orillas de esta tristeza, de este
río al que le llamaban Dámaso, digo, Carlos.

En el poema A un río le llamaban Carlos, el poeta, al ver fluir la corriente, se


pregunta sobre el sentido que tiene su propia existencia, es él mismo, él transformado en río,
y al verse fluir a sí mismo, se pregunta qué sentido tiene su existencia.

Su siguiente libro fue Gozos de la vista, en 1981. En este libro aparece una tendencia,
que trata del hecho de que su poesía habla de dos cosas, él mismo y el horrible mundo.

Quince almendros en flor, tus quince años.


¡Qué blancura el paisaje de tu alma!
Blanca como la nieve, cual la hoja
de papel en que escribo: toda blanca.
***
Todo es blanco: año nuevo y álbum nuevo;
yo escribo para ti blancas palabras.
Me rodea lo blanco, todo en blanco
como si fuera en una gran nevada.
***
¡Quince arbolillos tienes, Rosalía!
Y el viento viene, y los acariciaba...
Ya nieva el mundo flores, flores, flores;
ya nieva flores, blancas, blancas, blancas.

En Rosalía tiene quince años, riman los versos pares con rima asonante, y son de arte
mayor. Por tanto, es un romance. Esta composición adopta un tono jubiloso, que celebra la

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dicha de la vista y el don de la visión, la plenitud biológica del ser humano. Rosalía se
identifica con el blanco, que es símbolo de pureza, término que mueve la composición.
Para esta belleza, se inspira en el petrarquismo y el dolce stilnovo, es una descriptio
puellae. El último verso es una recopilación, un pleonasmo, porque hay varias formas de
expresar esa visión de la pureza: nieve, flores y color blanco. Es un epifonema, es decir,
concentrar a modo de resumen gran parte de los contenidos de la composición.

En Gozos de la vista aparecen otras secciones, entre las que hay tres sonetos sobre la
lengua castellana, que es un homenaje de Dámaso Alonso al lenguaje natural de la poesía. El
primero se titula Una voz de España, que está referido a la capacidad que tiene el lenguaje de
crear el mundo. El siguiente es Nuestra heredad, un repaso a la literatura, y, por último, está
Hermanos. Los tres son un homenaje a la lengua castellana desde tres ópticas distintas: La
primera, la capacidad que tiene la lengua de bautizar a todo lo que existe en la realidad, desde
la descripción de las sensaciones como los colores, hasta el presentimiento de la muerte en
“cae la tarde”. La segunda se mete más en la óptica literaria, ya que nombra a algunos
escritores que son las filiaciones de su poesía. En el verso “hermanos en mi lengua” se une a
ellos, se siente parte de ellos. Esos autores son:
- Góngora: innovación.
- Lope de Vega: Caudal de vida, poeta jubiloso, que reafirma la fe en la vida.
- Quevedo: escritor lacónico, juega exprimiendo el pensamiento, dice mucho con poco.
- Calderón de la Barca: sistemático, todo lo lleva a esquemas.
- León: deseo de comunión espiritual.
- Juan Ruíz: vida en estado puro.
- Teresa: condición popular de su poesía, pero cuidada elaboración.
- Garcilaso de la Vega: fluir y melancolía.
- Cervantes: todo, esencia de la literatura española.
En la tercera, vemos la necesidad que tiene el poeta de expresar que la existencia
humana depende de Dios, que nos ha creado.

Otro libro es Duda y amor sobre el Ser Supremo, en el que Dámaso Alonso se
desnuda de una forma escalofriante, un intento de dar el salto definitivo hacia Dios a través
del amor, que es el vínculo con la divinidad.

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Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
En este libro se aprecia una alternancia entre la duda de Dios y el único sentimiento
que prevalece sobre esa duda, que es el amor. El yo poético siente la necesidad de
prolongarse más allá de la vida, y este libro es fronterizo con la muerte del poeta. Vuelven sus
ansias y necesidad de creer en algo, que en este caso es en Dios. Desea hacerlo, y solo la

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poesía y el amor le permiten conocer la creación absoluta. La necesidad de creer en Dios no
puede someterse a los límites de la razón, no puede explicarla a través de esta.

En Pedida al Señor, se lee el poema como si fuera una oración, vuelve el aire de
plegaria bíblica e incluso repite una estrofa dos veces. Es poesía apoética, es decir, que es casi
prosa, aunque con ciertos elementos de ritmo. Lo único que salva al ser humano es la
vocación de creer en Dios, en algo trascendente que está por encima del hombre. Se ven
también sus dudas sobre la inmortalidad del alma, y su miedo porque no sabe qué pasará tras
la muerte.

En Lo que escribí, se compara con un animal, es decir, con alguien de conciencia


inferior. Compara a los hombres con los gatos, usa el verbo “morir” de forma transitiva, ya
que se refiere a que “morimos la vida”, y vuelve la incertidumbre del ser humano por la
muerte y lo que pasará tras esta. Tiene la esperanza de que el alma persista. Lo que trasluce la
composición son las dudas, el terror y las interrogaciones a Dios, buscando una respuesta que
sabe que no obtendrá.

Esto es cierto: total. Muertos ya, cuerpo y alma


nada sufren: ya están plenamente acabados.
Nosotros, al vivir, sí que tenemos
una inmensa tristeza
pensando que una vez nos llegará la muerte.
Los vivos están tristes; sienten nada los muertos.
***
Tenemos hoy dolor inmenso, equivocado.
La muerte para el muerto es «Nada», cero.
«Nada» no duele, a nadie da tristeza.
No hay sufrimiento en «Nada».
Los muertos «Nada», «Nada»: ni alegría, ni pena.

En Lo que creo verdad. Lo que desearía, expresa que con la muerte se acaba el dolor
y el sufrimiento, y los versos tienen carácter prosaico. Habla de la terrible certeza del
nihilismo, de forma pesimista, el ser humano regresa a la nada.

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Yo creo exactamente
que el alma muere cuando muere el cuerpo,
pero enorme me ocurre una tristeza
de esa horrible verdad.

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***
Yo quisiera que el alma
se eternizara cuando acaba el cuerpo,
se juntara con cuerpos muertos antes,
y animada esperanza a los que vengan,
reconociera todo el universo
terrestre y celestial,
se aunara con el «Ser» omnipotente
(si cierto el tal es cierto)
y viviera con Él todo el futuro.
Alma, todo el futuro.
***
Esto quisieran los deseos míos.
(Yo creo lo contrario.)
Pero desearía -¡mi Alma!- esos portentos.

En Lo creído. Lo deseado, hay una contradicción entre el deseo y la realidad.

Yo creo -ya lo he dicho- que la muerte


del cuerpo mata al alma al tiempo mismo:
alma y cuerpo se mueren a la par.
Mi idea es eso.
Pero puede ser falsa. ¡Ojalá sea!
***
Dudas hay, muchas dudas.
Otro deseo tengo,
y me pongo a pedir al gran «Ser» único,
al «Ser» que creo eterno, omnipotente,
que no sé dónde (no sé cierto si existe).
Yo le busco y le adoro,
quiero hallarle y servirle, astro santísimo;
yo le pido mi alivio y mi deseo:
que haga vivir las almas, que no mueran
cuando se muera el cuerpo.
***
Te pedí muchas veces que existieras.
Hoy te pido otra vez que existas; ¿dónde existes?
Mi amor te ama: ¡que existas!
Te lo pido con toda tu inmensa intensidad.
Deseo esto de ti: que el alma quede eterna
cuando se muere el cuerpo.
Casualidad inmensa sorprende algunas veces:
saltan periodos tersos de ideas de «alma eterna».
Creo que ahora me viene -grande encanto- eso mismo.

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Versos voy a escribir de alma viva sin muerte.
Hablaré de mi vida, de mi padre y mi madre,
de mis amigos muertos, de famosos poetas,
del enorme Universo. ¡Muchas gracias! Mas sé
que otra vez volverá la idea resurgente:
volverá el alma muerta cuando se muere el cuerpo.
Mas ahora, sí, ¡gracias!, viva el alma inmortal

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cuando se muere el cuerpo: la tendré varias horas.
¡Feliz tiempo dichoso!

En Petición del alma eterna, sigue con la obsesión de la relación entre el cuerpo y el
alma y de saber si hay algo más allá de la existencia. Hay un estribillo musical que se va
repitiendo, y surge el placebo de creerse inmortal: sabe que no va a pasar, pero se consuela
con ello. Es una poesía confesional, porque el ser humano se desnuda y cuenta todo lo que
siente.

¡Sí, oh, así, qué gloria!: eterna el alma.


¡Oh, tú, gran «Ser»,
tú y las almas humanas, inmensos para siempre,
siempre eternos los dos!
¡Oh, tú el inmenso-eterno,
así pondrás las almas tan cercanas
a tí,
que serán como partes de tu espíritu mismo!
***
Gracias, de ti me llega sutil idea magna:
alma y tú, eternidad, los dos, ya un solo «Ser»,
¿único? ¿casi único?
Así, cuando mi muerte, mi alma será eterna:
yo, amor; yo, tuyo. ¿Iguales? ¿casi iguales,
tú y yo?
Eternidad, lo mismo para ti y para mí.
Eternidad: los dos.

En El alma eterna y el gran Ser, se ve el deseo último de este ciclo de poemas que
desnudan al yo poético. No hay muchos elementos retóricos, es simplemente confesional.

Este último libro, donde el poeta necesita prolongarse más allá de la vida, es el último
testimonio poético de Dámaso Alonso, donde se desnuda y vuelve a sí mismo, a sus temores
y a sus sentimientos íntimos, buscando la eternidad, donde el hombre y Dios se confunden en
una misma esencia.
A parte de su poesía, Dámaso Alonso fue filólogo, y le debemos un enorme
conocimiento de la literatura española en general y sobre diferentes ámbitos. Fue el

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rehabilitador de Góngora en la poesía contemporánea, traductor, pasó por una etapa de
formalismo y destacan sus estudios de lingüística y de estilística. Nos interesa por sus
estudios sobre literatura española, desde la medieval hasta el Siglo de Oro: la obra de
Góngora (especialmente las Soledades y el Polifemo), a Garcilaso, a Lope de Vega, a
Quevedo, a la poesía de los cancioneros, a la poesía ascética y mística, y a otros poetas
menores de la tradición áurea, como Luis Carrillo o Francisco de Medrano.

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