El proceso revolucionario en el Rio de la Plata observamos cambios y
transformaciones de las reformas borbónicas en América eso genero un
descontento en todo el mundo, por otra parte cabe mencionar a las invasiones inglesas en Buenos Aires. En diciembre de 1810, cuando los diputados elegidos en el interior del Virreinato arribaron a Buenos Aires, se produjo un conflicto abierto derivado del gobierno en el que se exhibieron las diferencias respecto a los rumbos que debía adoptar el curso de acción emprendido en mayo. Las circulares enviadas en mayo de 1810, por las cuales se convocaba a elegir diputados en las ciudades, eran lo suficientemente ambiguas para dar lugar a este debate. La confusión era producto de la incertidumbre jurídica de la coyuntura y de la escasa -o casi nula- experiencia de los nuevos líderes políticos en asuntos de esta naturaleza. Lo cierto es que tal ambigüedad fue utilizada como instrumento de disputa política entre dos grupos que, dentro de la Junta, ya habían comenzado a distinguirse. El secretario Mariano Moreno lideró uno de esos grupos, con la posición de que los diputados debían formar un congreso destinado a dictar una constitución y a establecer una forma de gobierno. Por su parte, el presidente, Cornelio Saavedra, junto a los nueve representantes del interior, apoyaron la moción de formar una junta ampliada. La primera posición planteaba una estrategia más radicalizada, en la medida en que un congreso con función constituyente implicaba abandonar el simple depósito de la soberanía para transformar el orden vigente. Con la historiografía tradicional marco una catarata de acontecimientos que derivó del literal vacío de poder. Esta situación se inició cuando los vencedores de Cepeda exigieron que el cuerpo capitular se encargara de formar un nuevo gobierno a través de algún mecanismo que, además de conferirle legitimidad, les garantizara una negociación favorable a sus intereses. A ¡al efecto, el Ayuntamiento convocó a un cabildo abierto que, reunido el 16 de febrero de 1820, con la asistencia de menos de dos centenares de vecinos, decidió la creación de la primera Sala de Representantes de Buenos Aires, llamada también Junta de Representantes, cuyo único mandato era designar gobernador de la provincia de Buenos Aires. Dado que dicha Sala se conformó sólo con representantes de la ciudad, la designación de Manuel de Sarratea como gobernador asumió un carácter provisorio, hasta tanto se completara la representación con diputados elegidos por la campaña concretada el 23 de febrero al firmarse el Tratado del Pilar. El tratado estableció como principio la futura organización federal para el país y estipuló la convocatoria a una pronta reunión en San Lorenzo para discutirla. Buenos Aires debió aceptar la libre navegación de los ríos y someter a juicio ante un tribunal a los miembros de la caída administración. Por otra parte, Ramírez y López se comprometían al retiro inmediato de sus tropas, pactando una amnistía general la firma del tratado no fue bien recibida por algunos grupos porteños, que la vieron como una humillación al honor de la ex capital virreinal dada la concesión de prerrogativas que, como el principio de organización federal, representaban una rendición incondicional frente a los vencedores de Cepeda. Como consecuencia de ese clima de oposición, se produjo la primera crisis de gobierno. El ex directorio Juan Ramón Balcarce, capitalizando el descontento existente, convocó a una asamblea popular el 6 de marzo, que depuso al gobernador Sarratea. Nombrado gobernador por la "pueblada" como la prensa de la época denominó a aquella asamblea. El 6 de febrero de 1826, el Congreso dictó la Ley de Presidencia, que tenía un ejecutivo permanente. Bernardino Rivadavia, recién desembarcado de su viaje a Europa, quien fue nombrado presidente. A esa altura de los acontecimientos, las tensiones en el interior del Congreso eran evidentes. El vocero de la oposición al grupo Rivadavia no en el debate de la Ley de Presidencia fue Moreno, quien esgrimió que ésta violaba la Ley Fundamental por la cual se habían limitado las atribuciones del Congreso. La presidencia nacía como una magistratura destinada a perdurar en el futuro ordenamiento constitucional, tergiversando de esta manera el propósito original de consenso. Rivadavia debió asumir su cargo en un clima cargado de tensiones internas y conflicto externo. Brasil había declarado la guerra en diciembre de 1825, cuando el Congreso aceptó a incorporación de la provincia oriental a las Provincias Unidas del Río de la Plata. Por otro lado, la Asamblea replicaba las divisiones de antaño al constituirse ahora dos partidos con nombre propio: quienes pretendían instaurar una forma de gobierno de unidad y centralizada pasaron a ser denominados "unitarios", y quienes buscaban organizar una forma de gobierno que respetara las soberanías de las provincias continuaban bajo el nombre de La unidad imposible 153 "federales". Cabe destacar que, a diferencia de la década precedente. El modelo de referencia de estos últimos era más claramente el de Estados Unidos y que las autonomías eran reclamadas ya no para las ciudades, sino para nuevos sujetos políticos, constituidos en provincias. Si bien esta escisión no se tradujo en la identificación de porteños- unitarios ver sus provincianos federales ambas tendencias tenían defensores· y detractores en cada territorio ni en la existencia de una organización en polos de agregación partidarios que fuera más allá del debate en torno a la forma de gobierno (de hecho, los debates del Congreso muestran un complejo mapa de adhesiones y lealtades en el que la independencia de opinión de muchos diputados frente a determinados proyectos puntuales era frecuente), lo cierto es que estas divisiones revelaban la creciente polarización del espacio político. En ese contexto, el hecho de que la elite dirigente de la provincia de Buenos Aires abandonase definitivamente la precaria unidad que había alcanzado con el Partido del Orden -escindiéndose entre quienes apoyaban la política Rivadavia y unitaria y quienes se replegaban en la provincia, bajo el liderazgo del gobernador y veían con malos ojos la empresa nacionalizadora de sus antiguos aliados- complicaba aún más las cosas.