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1. Introducción.
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en el último tomo, la reimpresión de los Apuntes cronológicos ya a-
ludidos, además de unas Crónicásy datos complementarios que de-
bemos a la pluma de Correas y que comprenden el período 1852-
1926.
En cinco períodos dividió Hudson sus Recuerdos históricos. El
primero va de 18 10 a 1814; el segundo de 18 15 a 1820; los restan-
tes, de 182 1 a 183 1, de 1832 a 1842 y, finalmente, de 1843 a 1850.
Todo ello en doce extensos capítulos a los cuales se agrega, al final
de cada tomo, un apéndice documental y una lista de gobernadores
de las tres provincias.
Sin ser un escritor de primer agua, ni mucho menos, el estilo
de Hudson es ágil, llano, y por lo tanto de fácil lectura. Retratos de
personajes, anécdotas, recuerdos personales, etc., amenizan la o-
bra que, por otro lado, a veces sufre en cuanto a esa amenidad se
refiere, mientras gana en valor de fuente histórica cuando se trans-
cribe en el texto, cosa que ocurre muy frecuentemente: extensos do-
cumentos extraídos de los archivos cuyanos hoy saqueados de mu-
cha de esa documentación que usó Hudson, periódicos y especial-
mente memorias de época.
La pluma de Hudson se ocupa alternativamente en cada época
de los acontecimientos fundamentales de la historia de Mendoza,
San Juan y San Luis, pero resulta evidente que el haber vivido par-
te de su vida en la primera de esas provincias y parte en la segunda,
mientras que al parecer no lo hizo nunca en San Luis, hace que sus
recuerdos -sin dejar del todo de lado la vida puntana- se proyecten
con más insistencia hacia las dos jurisdicciones nombradas en
primer término.
Ya volveremos en seguida sobre el contenido de los Recuerdos
históricos. Antes de introducirnos francamente en ellos nos intere-
sa aclarar su carácter, y referirnos brevemente al panorama histo-
riográfico complementario de los mismos.
Tanto Carbia en su Historia crítica de la historiografía argenti-
na 9, como el resto de los autores que se han referido a la obra de
Hudson, coinciden en calificar de crónica regional a sus Recuerdos
Izistóricos, mientras que el propio autor generalmente prefiere
calificarlos de "anales" en razón de su organización interna. Perso-
nalmente creemos que no solamente participa de las características
de ambos géneros literarios e históricos, sino que también lo hace
de la memoria. Es decir, que la obra es un fruto híbrido de los tres
géneros.
Una de las definiciones del término crónica que tenemos aho-
ra a mano, dice que es: "la'historia detallada de un país, de una
época, de un año, de un hombre, escrita por un testigo ocular o por
un contemporáneo que ha registrado, sin comentarios, todos los
R ~ M UD.
LO CARBIA,Historia critica de la historiograffaargentina, Buenos Ai-
res, 1940, p. 172-173. Para este autor, Hudson nació el 12 de febrero de 1808.
pormenores que havisto o que le han sido transmitidos". Anales, por
su parte, "es el nombre dado a los relatos de sucesos históricos de
día en día, mes en mes o año en año, su forma es semejante a la de
las efemérides, diarios y cronicas" y memorias, por fin, es la "com-
posicion histórica que tiene por objeto relatar los sucesos y descri-
bir las personas y cosas contemporáneas al autor. Se distingue de
la crónica en que el autor de las memorias narra únicamente lo que
vio y vivió, apostillando lo escrito con comentarios oportunos".
La lectura detenida de los Recuerdos históricos hace ver que
estos tres géneros o actitudes del escritor se dan a todo lo largo de
la obra, ya mezclados, ya alternados, según las épocas, los sucesos
o los personajes a quienes se refiera. Repetimos, pues, que en lo que
a la factura y la actitud se refiere, se da una hibridez casi constante
en la obra, sobre todo en los tres últimos períodos. Predomina en
éstos, en gran medida, el género de las memorias, aunque, en con-
tra de lo que generalmente ocurre en el mismo, se trate inútilmen-
te de dar al escrito un aire imp6rsonal e imparcial. La crónica, en
cambio, predomina netamente en el período que va de 18 10 a 18 14
y en el que se prolonga hasta 1820. Es decir, que las características
menos contaminadas de la crónica se mantienen mientras el autor
narra los sucesos que se desarrollaron durante su niñez y hasta
que de una forma u otra, a medida que los años se sumaban, fue
adquiriendo una opinión familiar rimero y familiar personal des-
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pués. Empiezan entonces a abun ar los comentarios con toma de
posición sobre los sucesos, que no son propios de la obra de un
cronista y sí de un analista o, mejor aún, de un memorialista. En
relación con lo que acabamos de decir, y aunque no podamos ser
todo lo exhaustivos que sería conveniente con las obligadas refe-
rencias a textos del Hudson niño, joven y adulto de los Recuerdos
históricos, volveremos más adelante sobre un aspecto relacionado
con el tema: el de la imparcialidad de nuestro autor en su obra.
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"Ctun subit illius tristissima noctis imago.
"Sí...séanospermitido tomar estas sublimespalabras del poeta romano
ue, desterrado de Roma, escribió sus ele ías tristium para referir aque-
ifa tristísima noche en que fue sorprendida la ciudad de Mendoza con la
infausta noticia del desastre de nuestras armas en Cancha Rayada, 19 de
Marzo de 1818!!!...
"Cum subit!... cuando se nos representa esa noche de consternación, de
espanto, de zozobra en que, de súbito, había caído, la alegre, la animada
ciudad de Mendoza, siento vivas en mi imaginación las tristes impresio-
nes que, coino todos sus buenos habitantes, yo tambien sufrí.
"Era un viernes santo, 25 o 26 del mes de Marzo del año de 1818. La ciu-
dad ermanecía silenciosa y casi solitaria en sus calles, conmemorando
los {eles con su reverente recogimiento la muerte del Salvador del
Mundo. Terminados los últimos oficios y rezos de ese día en todos los
templos, las puertas de estos se habían cerrado. La luna, principiando su
decrecimiento, hablase levantado bastante sobre el horizonte y pardas
nubes, de cuando en cuanto la ocultaban, aumentando así el tinte tétrico
con que la cubría desde que apareció, aquella tristísima noche.
"Pocos momentos hacían que el reloj de Cabildo había dado las diez, de-
'ando oír la sonora campana sus golpes, uno tras otro, con pausa y tono
lúgubre: como si ella también, con sus ecos lañideros, quisiese anunciar
el gran desastre ue pronto iba a saber ePpueblo, sobrecogiéndose de
aflicción y cayenlo ostrado por la inmensidad y funesta trascendencia
de aquel, el Animo todos.
"Un grupo de cinco personas, venidas de distintos puntos y con paso
apresurado, vióse a esa hora en la plazuela de la casa de Correos que
ocupaba un ángulo de la plaza rincipal. Conversaban en voz baja,
expreszindose en la acción y dibu'fndose en el semblante de cada uno de
10s interiocutores la intranquilidad de sus espíritus y como si un pensa-
miento nacido de ra proximidad de una calamidad pública les preocupa-
se.
"Aquel sitio era en ese tiem o el punto de numerosa reunión de ciu-
dadanos que, con ocasión de fa llegada semanalmente de las balijas de
correspondencia de todas las carreras iban, unos a recibir la suya, otros
a saber noticias, de grande interés, en ia situación, para todos. Allí como
en un club, al aire libre, se hablaba de negocios mercantiles de la guerra,
de la política, de todo. Abundaban los mariscales, o elaboradores de
planes estratégicos, los tribunos y los corredores de noticias falsas,
inventadas, que, de boca en boca, corrían hasta llegar a conseguir cin-
cuenta, sesenta ediciones cada una, por de contado, con sus respectivas
correcciones aumentaciones y comentarios. No era extraño ver pues,
que dos hombres conversando de ie en aquel lugar, atra'esen por esa
circunstancia sola, dos, seis, que seyes reuniesen, veinte, ocienta, si algo
había de novedoso, que formasen otros grupos y a veces, muchedumbre
para la que era estrechísima la plazuela, teniendo entonces ue desbor-
darse a la laza principal y a las esquinas. Lle ado a ese estalo el rendez
vour del d r r e o , la agitación se producía en Tos corrillos, se absorbían
estos unos a otros y formaban una masa compacta y un rumor sordo se
de'aba oír entonces a la distancia salido de aquel no interrumpido pa-
i a k e o de tanta gente, con tan diversos tonos de voz gritaban y manotea-
ban, erorando, a laudían, re rochaban, se retiraban unos y les reem-
plaza%an nuevos, Rasta que la Eora avanzada de la noche, o la exigencia
en la mayor parte de las ocupaciones individuales si era de día, los hacía
dispersarse poco a poco.
"Aquella noche melancólica, que en su tétrico claro oscuro parecía
presagiar una gran catástrofe, una pública calamidad, cinco minutos
después de la reunión en la plazuela del Correo de esos cinco nombres que
conversaban en voz baja, se deslizaban como sombras desembocando or
las ocho calles, que se cortaban en la plaza principal, de a uno, de a fos,
de a tres juntos, hombres que iban con aire inquieto al lugar donde estaba
aquel primer grupo, y llegando aumentaban el circulo Y desde luego la
agitación de ánimo que se pintaba en todos 10s semblantes.
"Otros cinco minutos corridos, los grupos se habían aumentado consi-
derablemente, en el Correo, en las es uinas, en la laza, frente a la casa
del Gobernador Intendente, ~ e n e r a ~ % u z u r i aay
~ acostado
, sud de keta.
Los rumores corrían de uno en otro, de funestas noticias. Veíanse salir y
llegar a esa casa a caballo a gran galope el Comandante de Armas
Corvalsn, sus Ayudantes. dec canes
de aqu6f, ordenanzas, conduciendo
órdenes y ejecutando oportunas medidas de seguridad, disposiciones
p a u c i o n a l e s para todo evento des raciado que más o menos pr6xim0,
legara a comprometer el orden pubfico y aún la causa nacional.
"Al terror de un peligro inminente, que la generalidad de las gentes lo
sentía inmediato, se difundía rá idamente y se notaba ue con la cons-
ternaci6n marcada en el rostro, Pos ciudadanos se retirazan a sus casas,
no queriendo perder tiempo en hacer sus preparaciones para una emi-
y i 6 n . Las señoras en las ventanas o las puertas de sus casas detenien-
o a los transeuntes, les preguntaban llenas de ansiedad y aflicción, la
causa de aquella alarma tan a deshora y ue se presentaba con el aspec-
to de funestas desgracias para la c a u s a j e la patria. El transeunte sa-
tisfacía la pregunta en breves palabras, y en los mismos términos que le
había sido trasmitida la noticia, y pasaba, y aquellas se retiraban deso-
ladas al interior de sus habitaciones, o permanecían, dudando, ansiando
más detalles y aclaraciones, en su puesto para cuestionar a cuantos pasa-
sen.
"¿Yqué era, ués, al fin, lo que habíaoriginado aquella súbita, inespera-
da alarma en fa ciudad de Mendoza?
"¡A ...era la sorpresa hecha al ejército argentino-chileno que mandaba
en ' e 2 el General don Jos6 de San Martín, por el español ue mandaba
el deneral Osorio en Cancha Rayada, el 19 de Marzo de 1318!" l l .
II Ibidem, t. 1, p. 177-180.
l2 Ibidem, t. 1, p. 198-199.
"En las paradas de las fiestas cívicas, también concurrían a formar y
hacer descargas con carabinas cortas, tercerolas de caballería. Fue la
primera escuela de varones a que concurrí inmediatamente salido de una
mixta dirijida por dos preceptoras. Era yo uno de los más e uefios en la
escuela del maestro Morales y como tal se me dio el cargo Be a8anderado.
y no obstante llevar el ortabandera, muchas veces ésta me vencía. Más
tarde en la escuela defpadre Lamas, llegué hasta el grado de Ca itán,
usando en las ocasiones de formación el uniforme propio. Y recorBLnos
con este motivo que, elegido por el maestro para ir a solicitar del general
San Martín un día de asueto para la escuela, celebrándose un aniversario
de una memorable batalla, vestido de uniforme me presenté con soltura
y aire militar al heroe de Chacabuco y Maipú hacikndole el saludo de
ordenanza, díjele: 'Asttet?, por la patria, Exmo. Señor General, para la
escuela de San Francisco . -;Bien, joven, bien!... Salvador, (este era un
español en pobre situación llamado don Salvador Iglesias, su escribiente
particular, que más tarde fue hecho Sargento Mayor) dijo el General, una
drden de asueto a este joven. Volví con la orden a la escuela, lleno de orgu-
llo por haber cruzado estas alabras con el invicto General San Martín.
Pero volvamos al maestro doraies y a su escuela
"El castigo era allí cruel, bárbaro, a la antigua española: la letra con.
sangre entra" 13.
De sus retratos se destaca el que, con breves pinceladas, y tal
vez reuniendo sus propios e infantiles recuerdos -por lo tanto im-
precisos-, con las impresiones que sus mayores y amigos debieron
transmitirle, traza del Libertador. Dice Hudson:
"Residiendo en el campamento el general San Martín, no dejaba de ir
a la ciudad una o dos veces al día ara ocuparse del des acho de varios
asuntos y visitar la Maestranza, &misaría y otros estaglecimientos en
que se preparaban los demás del tren y los víveres para el ejército.
"Montaba un caballo negro, rabón, de trote lar o, vestía con sencillez,
con la rigidez del soldado veterano; pantalón f e unto de lana, azul
ajustado a la pierna, bota granadera, un largo sogretodo de pafio de!
mismo color en invierno, casaca lar a de igual tela en verano con
botones demetal dorado: corbatín desefao de cuero charolado, sombrero
militar forrado en hule Igual en la forma al que tiene la estatua ecuestre
que se le ha erijido en fa plaza del Retiro en Buenos Aires.
"Era parco en sus comidas y prefería para el almuerzo a los demas
platos, un asado ligero, medio crudo, que ustaba servirse de él en el
mismo asador. Paseábase en las tardes por l% hermosa /llameda que con
su incansable celo por el adelanto del aís, había hecho mejorar para
recreo de los habitantes de la capital de 8uYo.Trabajaba hasta muy tarde
de la noche, dictando o escribiendo él mismo, saliendo algunas veces a
recorrer la ciudad y visitar los cuarteles. No descansaba, infatigable
siempre en el trabajo, todo lo preveía, llevando a ejecución con una ra-
pidez asombrosa las inspiraciones de su genio creador y esencialmente
ordenador" 14.
Otros retratos de personajes históricos desfilan por su galería,
pero no es ahora el momento para gustar de su lectura.
Los episodios más sobresalientes de la historia de Mendoza,
San Juan y San Luis del período 18 10-18 14 reviven en su pluma
merced a los recuerdos que le transmiten familiares y amigos, y a
la consulta de documentos de la época. Otro tanto ocurre con los
l3 Ibidem, t. 1, p. 201.
l4 Ibidem, t. 1, p. 115-116.
que se prolongan hasta 1820, fin de la segunda etapa propuesta, y
aún hasta promediar el tercero. Si leemos con atención esas pá-
ginas veremos que Hudson parece afirmarse a medida que él
mismo va creciendo junto con el relato. Es lógico que así ocurra,
pues aunque sea en una forma borrosa, su memoria va también
progresivamente ubicando los acontecimientos por sí mismo, y
no depende exclusivamente del relato de los demás o del frío do-
cumento que, como Wudson no posee "oficio" de historiador, las
más de las veces aparece sin conexión con otros relacionados con
el mismo terna que trata y que nuestro personaje ignora. Así, su
relato de la Revolución de Mayo en Mendoza con el cual prácti-
camente inicia la obra, peca de infantil. Son los buenos contra los
malos y no hay matices. Es más, se empeña en demostrar el rápido
y fácil triunfo de los primeros sobre los segundos, representados
aquellos por el Pueblo -los patriotas- y éstos por los españoles
Ansay, Comandante de Armas, Domingo de Torres y Joaquín Gó-
mez de Liaño, Oficiales Reales. "Patriotas" y "godos" están ya en-
frentados y el triunfo será pronto de los primeros. Visión tan sim-
plista le hace olvidar que los "godos" no eran solamente espafioles-
peninsulares, sino que muchos de ellos, como Joaquín Godoy hijo
del alcalde de 2 O voto, eran criollos de varias generaciones que no
estaban de acuerdo con el cambio ocurrido en el Virreinato y que,
' por lo tanto, militan en este momento al lado de los tres peninsula-
res antes nombrados. Resta luego importancia a la toma del cuar-
tel y de las armas allí depositadas por parte de estos mismos y sus
partidarios, al punto de dar por terminado el problema con la paz
lograda al día siguiente de la toma del cuartel por los antes nom-
brados, cuando sin derramamiento de sangre se logra la paz. Sa-
bido es que, en contra de lo que Hudson afirma, tal paz no significó
la derrota de éstos, sino un triunfo, pues en el tratado firmado se
estableció -cosa que surge con claridad del acta firmada el 29 de
junio- la constitución de un gobierno provisorio integrado por el
Cabildo y por el comandante de armas Ansay, gobierno que se
mantuvo durante varios días en el poder 15. Distorsiones semejan-
tes, fruto del desconocimiento personal de los hechos por un lado,
y de la carencia del "oficio" de historiador que le hubiera permiti-
do, con un método adecuado, llenar los vacios de información, por
el otro, se repiten en la reconstrucción de muchos de los hechos a
que nuestro autor se refiere de la época que estamos analizando. El
estudioso contemporáneo que necesariamente debe recurrir a Hud-
son, deberá también estar alerta a estos vacíos y errores, a los efec-
tos de corregir lo que a él se le escapó o vio a través de un prisma
que muchas veces le impidió captar la realidad de conjunto.
La organización, partida, y primeros triunfos del Ejército de los
Andes; la tarea cumplida por el Congreso de Tucumán y la reper-
l6 R ~ M U LD.OCARBIA,
op. cit., p. 173.
l7 MARGARITA HUALDE
DE PÉREZ Contribución a una bibliograffa his-
CUILHOU,
tórica de Mendoza, Mendoza, 1962, p. 10-11.
jes aislados del grupo federal de Cuyo, nos permitimos disentir con
e\\uicio denuestra estimada amiga y colega. En nuestra opinión l a
crónica de Hudson se transforma, a partir de 1824, aproximada-
mente, -es decir, a partir del momento en que el joven futuro cro-
nista toma decididamente partido como hombre en su actuar po-
lítico y hasta el fin de la obra- en una especie de memoria apa-
sionada y por lo tanto parcial en la mayoría de sus juicios, de la
lucha entre unitarios y federales. Tal actitud no desmerece total-
mente el trabajo de Hudson, pero sí obliga a variar el criterio y la
tabla de valores a aplicarle. Por ello también distinta deberá ser la
actitud del historiador del presente al usar los datos, juicios y opi-
niones que el mismo vierte, referidos al lapso aludido.
Hay muchas formas de ser parcial al hablar de hombres y he-
chos de la historia de un pueblo. Por ejemplo, se puede serlo en un
tono amable, no chocante, con la introducción, de vez en cuando,
de alguna frase amable y hasta de alabanzas hacia el opositor, mé-
todo que usa casi contínuamente Hudson en los períodos antes
aludidos al hablar de la persona de los "anarquistas-federales",ca-
lificación ésta que ya significa toda una clara toma de partido. Se
puede serlo también, y en este caso la aptitud es bastante más cri-
ticable, por omisión. Método que también encontramos en los Re-
cuerdos históricos en forma permanente durante el período que
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sivamente ni inmaculados ni monstruosos, ni dioses, ni demonios,
pese a lo que pueda opinar Hudson al respecto.
Pero más dignas aún de ser tenidas en cuenta al consultar al
Hudson que narra la lucha entre unitarios y federales, son las omi-
siones o, si se quiere, "faltas de información", en que frecuentemen-
'icasualmente",siem re van en detrimento de las opi-
niones y jueie,
te P
e las acciones del grupo ederal en el orden nacional y "pe-
lucón" en el cuyano.
Por ejemplo, se extiende durante varias páginas en describir y
alabar la constitución y el accionar del Congreso del 24 al 26, pero
se olvida decir que cuando decide que debe duplicarse la represen-
tación, se trata fundamentalmente de una maniobra política que le
permitiría de inmediato aumentar la mayoría unitaria de sus dipu-
tados, y realizar así rápidamente el plan de Rivadavia y su grupo
para tomar el poder. En efecto, tal maniobra hizo posible a ese gru-
po dominar al Congreso, ya que Buenos Aires duplicó de inmediato
su representación, mientras las provincias del interior solamente
pudieron hacerlo a lo largo de varios meses y, con 37 diputados so-
bre los 90 que entonces debía pasar a tener el Congreso, dejar sin
efecto la Ley Fundamental, dictar la Ley de Presidencia sin haber
dictado la Constitución, elegir a Bernardino Rivadavia presidente
con 34 votos, es decir una tercera parte de los que debieron haberse
emitido, etc. La trampa, el fraude, o como quiera llamársele, lo
habían cometido los "inteli entes"y "puros unitarios", representan-
%.
tes de la civilización y la emocracia, lo cual les daba patente de
"honestidad". Claro está, que las clases dirigentes provinciales no
opinaron lo mismo y por eso reaccionaron violentamente.
También le parece maravillosa toda la política económica del
grupo rivadaviano y sus repercusiones en Cuyo, pero en ningún
momento explica, ni porqué las provincias la repudiaron; ni las
conexiones rivadavianas con el capital inglés que en su época ya
fueron denunciadas por los caudillos; ni el mal uso que se hizo de
los empréstitos extranjeros; ni el abuso que significó la hipoteca de
toda la tierra pública por un poder que no tenía atribuciones para
hacerlo, etc. Cuando el autor dice que
al terminar el año 2 6 , el caudillo Quiroga,com lotado con los demás de
;u &nero, Bustos de C6rdoba. L6 ez de santa A, los ~ l d a de
o ~endoza,
levantaba 5 en la Rioja descarafamente la ominosa enseña de la anar-
ufa, rebe&ndose contra el Gobierno Nacional. Invadi6 las Provincias
ael norte y derrot6 en un combate a las fuerzas del ejercito de la naci6n
en aquel punto al mando del General La Madrid" l e .
l9 Salvador María del Carril a Juan Lavalle, Buenos Aires, 20-XII-1828, cit.
por JULIO IRAZUSTA, Vidapolítica de Jtian Mantiel de Rosas a través de su correspon-
dencia, t. 1, primera parte, Buenos Aires, 1953, p. 157.
garon los unitarios y la Comision Argentina. Ignora las conexiones
de los unitarios con ingleses y franceses. Ignora, en fin, muchas
cosas. iO por lo menos las omite!
Dedica páginas y páginas a explicar con lujo de detalles las
luchas entre unitarios y federales en Cuyo entre 1828 y 1832,
cuando los generales Paz y Lamadrid, que tenían el predominio en
el centro y norte del país, enviaron expediciones para derrocar a los
gobiernos federales de las provincias cuyanas. Quiroga, que acude
en auxilio de las provincias invadidas, los Aldao, y los demás jefes
federales, son pintados con los más negros trazos. Crímenes, ro-
bos, asaltos, degüellos, son su especialidad. Las tropas de Lama-
drid, de Videla Castillo y otros jefes unitarios son caballeros de
guante blanco y corazón de oro. El juicio imparcial, que falta aquí
a Hudson, no creemos que favorezca ni una ni otra opinión. La-
madrid en sus Memorias relata cómo hizo lancear después de la
batalla de Oncativo a los derrotados soldados de Quiroga, "mien-
tras los perseguía". Cuando el mismo jefe entró con sus tropas en
La Rioja, las tierras de Quiroga, escribe a don Ignacio Videla: "es-
pero que dé Ud. orden a los oficiales que mandan sus fuerzas en
persecusión de esa chusma que quemen en una hoguera, si es po-
sible, a todo los montoneros que agarren". Lamadrid en persona
"acollara a doscientos federales que ha capturado en Los Llanos y
los hace lancear en su presencia; y, para lograr éxito en una con-
tribución que impone en la ciudad, fusila a 4 personas y deja el
banquillo para los que no paguen". En fin, no creemos que sea este
el momento de hacer una lista de los crímenes otras barbaridades
a'
que en la misma época cometieron los "ilustra os" y finos unitarios.
De ello se ha encargado, con abundante documentación, el historia-
dor Alberto Ezcurra Medrano en su obra Las otras Tablas de San-
gre 20yaún habría mucho material que agregar asu trabajo. Hudson
lo ignora todo ..., o no quiere recordarlo. Lo importante es tener
presente, cosa que no hizo el autor, que se trataba de una guerra a
muerte entre dos facciones, y que en ambas había hombres que
amaban y hombres que odiaban, buenos y malos. Eso deberá ca-
librarlo el historiador de hoy que necesariamente deberá consultar
los Recuerdos históricos si quiere conocer la época de que éste se
ocupa.
Deberá saber que se trata de una obra valiosa, de consulta inex-
cusable, pero parcial, escrita por un hombre de partido, que no es
historiador, y que defiende su propia posición política e ideológica
sin muchos escrúpulos de conciencia.
Las confiscaciones y las contribuciones forzosas están al orden
del día, especialmente para los enemigos del bando que triunfa,
desde el inicio de las guerras de independencia, y lo seguirán es-
tando, con más encono tal vez, durante el desarrollo de las guerras
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