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DAMlAN HUDSON Y LA HISTORIA DE CUYO

JORGE COMADRAN RUlZ

Sumario: 1. Introducción. 2. ¿Anales, crónica, memorias? 3. Las


ftlentes complementarias. 4 . El contenido histórico de los "recuer-
dos".

1. Introducción.

Damián Hudson, autor entre otros trabajos de unos Apuntes


cronoZógicospara sewir a la historia de la antigua Provincia de Cuyo,
publicados en 1852, y de los Recuerdos históricos sobre la Provincia
de Cuyo, que por primera vez aparecieron incompletos en varias
entregas delaRevista de BuenosAires hacia 1864,nació en Mendoza
el 19 de septiembre de 1808 y murió en Buenos Aires el 15 de mayo
de 1875 l . Hijo de don Manuel de los Santos Hudson y de doña
Felisa Ferreyra, vivió sus primeros años en Mendoza, residencia
ésta que alternó con la de San Juan, de donde creemos era oriunda
su madre y en donde debió residir la familia de ésta. Su niñez,
pubertad y juventud transcurrieron preferentemente en su ciudad
natal donde sus ojos de niño curioso vieron con asombro los pre-
parativos del Ejército que debía dar la Libertad a Chile y al Perú y
el desarrollo de otros muchos hechos para él medio incomprensi-
bles todavía.
'
Al promediar la década del 20 empezó a estudiar en el renom-
brado Colegio de la Santísima Trinidad, pero en 1828, apenas
cumplidos los 20 años, comenzó su carrera administrativa como
oficial primero del Ministerio de Gobierno de la administración
federal de Juan Corvalán. En esas y semejantes funciones prosiguió
durante los cambios políticos ocurridos entre 1829 y 183 1. Fue en-
tonces cuando adhirió para el resto de su vida a la facción liberal
o unitaria, a la cual defenderá a "capa y espada", si tal puede de-
cirse, en todos sus escritos históricos.
Negocios familiares lo llevaron a San Juan en 1837, donde
contrajo matrimonio con doña Paula de la Roza, hermana del go-

l VICENTE OSVALDO CUTOLO, Nuevo diccionario biográfico argentino (1750-


1930), t. 111, Buenos Aires, 1971, p. 616-617; CÉSAR
GUERRERO, Bosquejo histúrico-
crorwl6gico de la historiograffa sanjuanina, San Juan, 1946, p. 22-30; PEDRO 1.
CARAFFA, Hombres notables de Cuyo,La Plata, 1912, p. 287-297. Según,este autor,
Hudson nació 27 de setiembre de 1808.
bernador sanjuanino de la época sanmartiniana, don José Igna-
cio de la Roza. Las operaciones comerciales a que se dedicaba su
padre -compraventa de ganado, frutos del país, laboreo de minas,
etc.- fueron entonces también las suyas. En estas actividades lo
sorprendió el cambio unitario sanjuanino de 1841 -efímero por
cierto- y durante poco menos de un mes fue Ministro Secretario del
teniente coronel José Ainacleto Burgoa, a quien Lamadrid había
impuesto como gobernador de la provincia andina. La reconquista
de poder por los partidarios de Benavídez, legítimo gobernador
federal, trajo como consecuencia la prisión de nuestro personaje.
La influencia de los Ferre ra y de su propia esposa consiguieron de
i?
Benavídez la libertad de ."pícaro salvaje unitario", como éste lo
calificó entonces, y la autorización para pasar a Chile 2.
En La Serena vivió durante un año, aproximadamente, hasta
que nuevas gestiones de los Ferreyra y otros amigos permitieron el
regreso a su hogar. Alternando sus actividades comerciales con
algunas culturales fallidas -como el intento de fundar un colegio de
educación superior- continuó en San Juan hasta 1850, año en el
cual se trasladó con su familia a Mendoza. Aquí continuó sus
transacciones comerciales e inició su carrera pública como miem-
bro de la legislatura provincial hacia 1 85 1 . Será luego oficial mayor
del Ministerio de Gobierno, convencional constituyente en 1854, y
oficial mayor de aduanas en Paraná en 1856. Más tarde ocupará la
Subsecretaría del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública de la .
Confederación. Allí obtuvo entonces su diploma de abogado 3.
Desde 186 1 y hasta su muerte residió en Buenos Aires, donde
desempeñó diversos cargos públicos. Alternó esa actividad pública
con la redacción del diario El Nacional y con colaboraciones en la
Revista de Paraná. En 1868, como jefe de la Oficina Estadística
Nacional, publicó varios valiosos temas en el Registro Estadístico
Nacioaal, fuente importante para el estudio de esa época. Comple-
tan su labor historiográfica sus ya citados Apuntes cronológicos y
sus Recuerdos históricos, obra esta última de la cual nos ocupare-
mos especialmente más adelante.
Todos sus biógrafos, empezando por Caraffa, insisten en afir-
mar que los padres de Hudson eran de "distinguida posición so-
cial" 4. NO dudamos ocurriera así con los Ferreyra, de vieja rai-
gambre cuyana, pero no era ese el caso de don Manuel de los San-
tos Hudson, quien, como muchos inmigrantes de fines del XVIII y
principios del XIX, casó con una hija de familia distinguida del
lugar y entroncó así con la "aristocracia" cuyana. Don Manuel de
los Santos, natural de Cádiz, según consta en el censo de Mendoza
de 18 14, debía tener unos 22 o 23 años cuando, recién llegado de
la península en compañía de su hermano Francisco, un año menor

PEDRO op. cit., p. 29 1.


1. CARAFFA,
VICENTEOSVALDO,
CUTOLO, op. cit., p. 6 16.
op. cit., p. 287.
PEDRO1. CARAFFA,
que él, contrajo matrimonio con doña Felisa. El joven inmigrante,
como ocurrió con muchos otros en la época, había conquistado a la
criolla de la "aristocracia comercial" cuyana .
Curioso es destacar que el cronista no menciona para nada ni
a sus padres ni a sus familiares a lo largo de toda su obra. Sólo una
vez aparece el nombre de Manuel Hudson en los Recuerdos histó-
ricos, y ello ocurre al transcribir el acta del Cabildo Abierto
realizado en Mendoza el 2 1 de abril de 18 15 del cual resultó la
adhesión de la Provincia a la revolución que había iniciado el
coronel Ignacio Alvarez Thomas en contra de Alvear. Uno de los
numerosos firmantes de ese acta -la única en que lo veremos apa-
recer- es Manuel Hudson. En el ya citado censo de 1 8 14 aparece
como vecino del cuartel 5 O de la ciudad. Allí se dice que es natural
de Cádiz, que tiene entonces 30 años, y que es "empleado", al igual
que su hermano don Francisco, de 29 años y también aditano.
Todos fi uran como habitantes de una casa-pensión en a que to-
W
dos son ombres de 28 a 30 años, de diversas profesiones y tam-
f
bién de diverso origen. La casa de Hudson no aparece en el censo,
lo cual nos hace sospechar que su mujer vivía entonces fuera de la
ciudad -¿acaso en San Juan?- y que sus actividades comerciales
eran las que lo habían llevado a Mendoza. Sus compañeros de ha-
bitación eran un tendero, un dependiente, un hacendado gallego,
. dos sombrereros chilenos y dos zapateros

2. ¿Anales, crónica, memorias?


Si queremos centrarnos en el tema que da título a este trabajo,
debemos dirigir nuestra atención a los ya citados Apuntes crono-
lógicos y a los Recuerdos históricos. Los primeros vieron la luz en
Mendoza en 1852, impresos por la imprenta de El Constitucional,
periódico fundado ese año en la antigua capital cuyana. Ese
opúsculo de 120 páginas ha sido reproducido luego en el tomo X
(1 938) de la Revista de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza
y recientemente en el tomo 111de la reedición de los Recuerdos his-
tóricos sobre la Provincia de Cuyo que bajo el cuidado de Edrnundo
Correas hizo el gobierno de Mendoza 6. En rigor, dichos Apuntes
cronológicos no son, como podría suponerse, un catálogo ordena-
do de hechos salientes de la vida política, social y económica de Cu-
yo, sino solamente los apuntes para un esbozo geográfico y econó-
mico de la zona, desde sus orígenes hasta mediados del siglo. Serían
algo así como una introducción geográfica económica a los Re-
d;
cuerdos históricos que con seguridad ya ten ía en mente el autor.
Aparte de descripciones geográficas, desfilan noticias concretas a

ARCHIVOHIST~RICODE MENDOZA, E p c a Independiente,Censos, 1810-1814, car-


peta 13.
DAMIÁN HUDSON, Recuerdos históricos sobre la Provinciade Cuyo. 1810-1851.
Crónicas y datos complementarios por Edmundo Correas. Mendoza, 1966, 3 v.
la evolución de la agricultura, ganadería, industrias, minería, co-
mercio, etc. de Cuyo, con especial referencia a los intentos de di-
versificar esas actividades en vistas al progreso de la región, que se
realizan a partir de la segunda y, especialmente, tercera década del
siglo XIX. Así, Hudson se extenderá a lo largo de numerosas pági-
nas en explicar el intento, exitoso en un primer momento y duran-
te algunos años, que, a iniciativa de Tomás de Godo Cruz, se hizo
en Mendoza para aclimatar la morera y el gusano e seda; y la in- K
cipiente pero esperanzadora industria textil que surgió en su tor-
no hasta que una plaga que no pudo combatirse terminó con todas
esas ilusiones. El resto de la obrita se ocupa, como ya dijimos, y
salvo pocas y esporádicas refkrencias, a la vida política, a trazar un
cuadro de la producción económica cuyana en todos sus aspectos,
con sus problemas, bonanzas, desventuras, éxitos y fracasos.
En los Recuerdos históricos sí intentará Hudson recrear, sobre
la base de recuerdos, referencias de familiares y amigos, y el cons-
tante recurrir a documentos claves de la época, la vida política,
social y económica de Cuyo desde 18 10 hasta 185 1, con marcada
insistencia en la política. De la obra contamos con cuatro edicio-
nes. La primera de ellas, incompleta por cierto, ya que solo com-
prende el lapso 18 10 a 1825, vio la luz en La Revista de Buenos Ai-
res, en varias entregas, en 1864, y a partir del tomo 111de esa valio-
sa publicación '. La edición definitiva, hoy pieza de bibliófilos, apa-
reció en 1898, en Buenos Aires, en dos tomos ilustrados que publi-
có la Imprenta de Juan Alsina. Esta edición es la que aquí mane-
jamos. Recién en 1951 la Revista mendocina de ciencias hizo una re-
edición en un tomo bajo el cuidado de Juan Draghi Lucero 8 . Final-
mente, y cuando desde muchos años atrás era ya necesario, puesto
que las anteriores ediciones eran inhallables, la provincia de Men-
doza, en homenaje al sesquicentenario de la Declaración de la In-
dependencia, recogió la iniciativa de Edrnundo Correas, Presiden-
te de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza, y ordenó la edi-
ción de los Recuerdos históricos bajo la dirección de quien había
lanzado la idea. En los tres cuidados tomos que imprimió la Im-
prenta Oficial de la Provincia se incluyen, además de las ilustra-
ciones de la edición de 1898, otras de indudable valor histórico y,

DAMIAN HUDSON, Recuerdos históricos de la Provincia de Cuyo, en La Revista


de Buenos Aires, t. 111, Buenos Aires, 1864, p. [3]-30, [399]-426, [537]-559; t. IV,
1864, p. [337]-358; t. V, 1864, p. [16 11-186; t. VII, 1865, p. [161]-205; t. IX, 1866,
p. [42]-62, [172]-200, [325]-333, [Sol]-521; t. X, 1866, p. [36]-51, [338]-358; t. XI,
1866, p. [161]-192, 13751-385, [521]-531; t. XII, 1867, p. [216]-226, [356]-364,
[499]-506; t. XIII, 1867, p. [238]-244, [410]-422, [528]-549; t. XIV, 1867, p. [270]-
285, [377]-388; t. XV, 1868, p. [349]-361, [505]-520; t.XVI, 1868, p. [71]-86,[357]-
386; t. XVII, 1868, p. [205]-214, [340]-357, [481]-495; t. XVIII, 1869, p. [99]-112;
t. XIX, 1869, p. [76]-87, [200]-216; t. XX, 1869, p. [58]-65, [185]-193, [379]-390; t.
XXI, 1869, p. [353]-368; t. XXII, 1870, p. [82]-101, [238]-255, [535]-550; t. XXIII,
1870, p. [273]-301; t. XXIV, 1871, p. [481]-504.
DAMIAN HUDSON, Recuerdos histbricos sobre la Provincia de Cuyo, en Revista
mendocina de ciencias, Mendoza, 1951. Edición poco cuidada.

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en el último tomo, la reimpresión de los Apuntes cronológicos ya a-
ludidos, además de unas Crónicásy datos complementarios que de-
bemos a la pluma de Correas y que comprenden el período 1852-
1926.
En cinco períodos dividió Hudson sus Recuerdos históricos. El
primero va de 18 10 a 1814; el segundo de 18 15 a 1820; los restan-
tes, de 182 1 a 183 1, de 1832 a 1842 y, finalmente, de 1843 a 1850.
Todo ello en doce extensos capítulos a los cuales se agrega, al final
de cada tomo, un apéndice documental y una lista de gobernadores
de las tres provincias.
Sin ser un escritor de primer agua, ni mucho menos, el estilo
de Hudson es ágil, llano, y por lo tanto de fácil lectura. Retratos de
personajes, anécdotas, recuerdos personales, etc., amenizan la o-
bra que, por otro lado, a veces sufre en cuanto a esa amenidad se
refiere, mientras gana en valor de fuente histórica cuando se trans-
cribe en el texto, cosa que ocurre muy frecuentemente: extensos do-
cumentos extraídos de los archivos cuyanos hoy saqueados de mu-
cha de esa documentación que usó Hudson, periódicos y especial-
mente memorias de época.
La pluma de Hudson se ocupa alternativamente en cada época
de los acontecimientos fundamentales de la historia de Mendoza,
San Juan y San Luis, pero resulta evidente que el haber vivido par-
te de su vida en la primera de esas provincias y parte en la segunda,
mientras que al parecer no lo hizo nunca en San Luis, hace que sus
recuerdos -sin dejar del todo de lado la vida puntana- se proyecten
con más insistencia hacia las dos jurisdicciones nombradas en
primer término.
Ya volveremos en seguida sobre el contenido de los Recuerdos
históricos. Antes de introducirnos francamente en ellos nos intere-
sa aclarar su carácter, y referirnos brevemente al panorama histo-
riográfico complementario de los mismos.
Tanto Carbia en su Historia crítica de la historiografía argenti-
na 9, como el resto de los autores que se han referido a la obra de
Hudson, coinciden en calificar de crónica regional a sus Recuerdos
Izistóricos, mientras que el propio autor generalmente prefiere
calificarlos de "anales" en razón de su organización interna. Perso-
nalmente creemos que no solamente participa de las características
de ambos géneros literarios e históricos, sino que también lo hace
de la memoria. Es decir, que la obra es un fruto híbrido de los tres
géneros.
Una de las definiciones del término crónica que tenemos aho-
ra a mano, dice que es: "la'historia detallada de un país, de una
época, de un año, de un hombre, escrita por un testigo ocular o por
un contemporáneo que ha registrado, sin comentarios, todos los

R ~ M UD.
LO CARBIA,Historia critica de la historiograffaargentina, Buenos Ai-
res, 1940, p. 172-173. Para este autor, Hudson nació el 12 de febrero de 1808.
pormenores que havisto o que le han sido transmitidos". Anales, por
su parte, "es el nombre dado a los relatos de sucesos históricos de
día en día, mes en mes o año en año, su forma es semejante a la de
las efemérides, diarios y cronicas" y memorias, por fin, es la "com-
posicion histórica que tiene por objeto relatar los sucesos y descri-
bir las personas y cosas contemporáneas al autor. Se distingue de
la crónica en que el autor de las memorias narra únicamente lo que
vio y vivió, apostillando lo escrito con comentarios oportunos".
La lectura detenida de los Recuerdos históricos hace ver que
estos tres géneros o actitudes del escritor se dan a todo lo largo de
la obra, ya mezclados, ya alternados, según las épocas, los sucesos
o los personajes a quienes se refiera. Repetimos, pues, que en lo que
a la factura y la actitud se refiere, se da una hibridez casi constante
en la obra, sobre todo en los tres últimos períodos. Predomina en
éstos, en gran medida, el género de las memorias, aunque, en con-
tra de lo que generalmente ocurre en el mismo, se trate inútilmen-
te de dar al escrito un aire imp6rsonal e imparcial. La crónica, en
cambio, predomina netamente en el período que va de 18 10 a 18 14
y en el que se prolonga hasta 1820. Es decir, que las características
menos contaminadas de la crónica se mantienen mientras el autor
narra los sucesos que se desarrollaron durante su niñez y hasta
que de una forma u otra, a medida que los años se sumaban, fue
adquiriendo una opinión familiar rimero y familiar personal des-
8
pués. Empiezan entonces a abun ar los comentarios con toma de
posición sobre los sucesos, que no son propios de la obra de un
cronista y sí de un analista o, mejor aún, de un memorialista. En
relación con lo que acabamos de decir, y aunque no podamos ser
todo lo exhaustivos que sería conveniente con las obligadas refe-
rencias a textos del Hudson niño, joven y adulto de los Recuerdos
históricos, volveremos más adelante sobre un aspecto relacionado
con el tema: el de la imparcialidad de nuestro autor en su obra.

3 . Las ftcentes complementarias.

Tanto los Apuntes cronológicos como los Recuerdos históricos


son fuente de inevitable consulta para quien quiera hacer la historia
de cualquier tema y de cualquier momento del pasado de Cuyo
comprendidos en el lapso de que se ocupan esos vcritos. Si se com-
lementa el estudio, como corresponde, con la consulta de otras
Lentes, como las de los cronistas de la época de la dominación
hispánica que se refieren a la región, tal como Diego de Ronquillo,
fray Reginaldo de Lizárraga, Alonso González de Nájera, Alonso de
Ovalle, Nicolás del Techo, Gómez de Vidaurre y Juan Ignacio Mo-
lina, para sólo citar a los mas importante, o con los informes al Rey
del marqués Rafael de Sobremonte durante los 12 años largos que
a fines del XVIII gobernó con tanto acierto como espíritu de
progreso la Intendencia de Córdoba del Tucumán -dentro de la
cual, como es sabido, estaba integrado el antiguo Corregimiento de
Cuyo-, el panorama será tan completo que la bús,queda del mate-
rial complementario resultarArrelatiyamentefácil en los archivos,
pues sabremos qué es lo que hay que encontrar: Claro está, que la
mayor parte de las veces nuestro entusiasmo inicial se enfrentará
con la realidad indignante de la desidia de las autoridades corres-
pondientes que han permitido que los archivos hayan sido saquea-
dos y mucho material inutilizado por no haber sido resguardado
como es debido de la acción destructora del tiempo y los saqueos de
personas irresponsables.
Para el período que más concretamente trata Hudson en sus
Recuerdos históricos, será esclarecedora la consulta de las impre-
siones que numerosos viajeros de diversas nacionalidades nos han
dejado en obras que nuestro autor por lo general no llegó a conocer.
En ellas, a más de los datos fríos de caracter estadístico, encontra-
mos referencias muchas veces más valiosa a personajes, costum-
bres, caracteres, vida social, cultura, acontecimientos políticos y
militares, etc. Así, del lapso 18 10-185 1, son de im ortancia las im-
presiones de viajeros como Miers, Bond Head, HibY3ert, Caldcleugh,
Brand, Haig, Proctor, Basic Hall Danvin, entre otros, de origen
B
inglés; del alemán Schmidtmeyer, el ruso Alexandrovich Chijachev;
del francés Palliere, cuyas acuarelas y dibujos de enorme valor ar-
tístico e histórico han captado lugares y personajes de Cuyo, y de
otros muchos que sería largo de enumerar.
Sí también usó Hudson generalmente -y conviene que el es-
tudioso de la época los vuelva a consultar- escritos que ya en for-
ma de memorias, ya de defensa frente a ataques sufridos por los pro-
tagonistas d sus familiares, ya de justificación de actuaciones con-
trovertidas en momentos críticos de la historia de Cuyo, nos han
dejado personajes como Toribio Luzuriaga, José Luis Calle, Jacinto
Godoy, Rudencido Alvarado, y muchos otros.
Tronco vertebral de todo ese material historiográfico que aca-
bamos de citar, y de la documentación que se conserva en los ar-
chivos cuyanos, será siempre -con las correcciones de informa-
ción, de juicio y de valoración histórica que en cada caso corres-
ponda-la obra que nos dejó el espíritu inquieto y curioso del "pícaro
salvaje unitario ' Damián Hudson.

4. El contenido histórico de los "Rectierdos".

Motivo de un estudio de análisis más extenso y prolijo sería el


ver todos y cada uno de los momentos y aspectos a que se refiere
Hudson en su voluminosa obra. Como nuestro objetivo en este tra-
bajo es dar una visión y una valoración de conjunto de la obra del
complejo personaje a que nos referimos, nos limitaremos a hacer
una serie de incursiones, a modo de pinceladas, sobre algunos de
esos momentos y de esos hechos, y la forma como Hudson los en-
caró.
Ya hemos dicho que los períodos de la obra que van de 1810 a
los primeros años de la década del 20 -período que coincide con la
infancia, niñez, pubertad y juventud del futuro cronista- tienen, a 1

nuestro entender características propias y distintivas de las restan-


tes. Más frescas, ágiles y honestas -lo segundo a pesar de la perma-
nente cita y transcripción de documentos a que debe recurrir al au-
tor para suplir lo que vivió sin verlo o sin registrarlo, en razón de
su edad-, es también, creemos, la de mayor valor literario. Así, una
nota de antología es la que surge de la primera referencia seria a un
episodio que vivió en la niñez (contaba a la sazón solamente 9 años
en ese momento) el cual, al mismo tiempo, está relacionada con uno
de los períodos trágicos que tuvo por escenario a la Mendoza de
antaño. Se refiere a la impresión que causó al pequeño Damián la
prisión y muerte de los infortunados Juan José y Luis Carrera,
ajusticiados en Mendoza en 18 18. Dice así:
"Niños éramos entonces, o endo las conversaciones que sobre los
hechos de estos desgraciadós iijos de Chile, se tenían entre personas a
que podíamos allegarnos tuvimos la curiosidad de conocerlos personal-
mente. RecordamQs aún fos rasgos más notables de su fisonomía y de su
aspecto físico. Lo ramos un domingo la ocasión de verlos a la hora de
misa, con motivo $e estar su calabozo contiguo a la ca illa de la cárcel al
trav6s de una ancha reja embutida en la muralla que Sividía al uno de la
otra. Don Juan José era de elevada estatura, de una musculatura amplia-
mente desarrollada y rígida, un poco seco de cuerpo, su cabeza entera-
mente calva, la nariz remangada, un ceño fuerte muy ronunciado en la
unión de sus cejas, extendíase a toda su fisonomía págda y severa. Don
Luis, al contrario, tenía una talla reglar, un tanto grueso, tez blanca y
tersa, una hermosa cabeza con abun antes cabellos ondulados, negros y
relucientes, rostro afable y del más perfecto conjunto en sus líneas. Fi'ó
este su atencibn en la curiosa contem lación del niño, que había clavado
su vista en ambos personajes, y dirigi&dole con cariñoso tono la palabra,
preguntóle su nombre y cuestionándole sobre otras pequeñeces que no
recordamos. Esto nos dejó impresa una profunda simpatía por aquél
hombre que atrastrado por el torrente de las asiones políticas, iba, joven
todavía. a subir pronto al cadalso. abraza30 con su hermano mayor,
satisfaciendo, víctimas expiatorias, las crueles exigencias de una legisla-
ción bárbara, de prácticas brutales, y sobre todo, de la exacerbación de
sus mismas pasiones a que ellos resueltamente se habían lanzado" 'O.
Apenas dos meses más tarde del episodio que acabamos de
transcribir, otro penoso acontecimiento, de muy diversa índole por
cierto, altera el ánimo del pequeño. Es la noticia del desastre de
Cancha Rayada la que tal impresión produce. En tal circunstancia
el niño no puede sino abandonar losjuegos propios de la edad y par-
ticipar de la zozobra de sus familiares, amigos y de la población
toda de Cuyo que veía la posibilidad del fracaso de tantos sacrifi-
cios y aún entreveía los negros nubarrones de una no imposible in-
vasión enemiga. Es ésta la segunda vez que Hudson en este período
apela a sus propios recuerdos y ellos le dictaron lo siguiente:

'O D ~ I I A Recuerdoshist6ricossobre la Provincia de Cuyo, t. 1,Buenos


HUDSON,
N
Aires, 1898, p. 172-173.

78
"Ctun subit illius tristissima noctis imago.
"Sí...séanospermitido tomar estas sublimespalabras del poeta romano
ue, desterrado de Roma, escribió sus ele ías tristium para referir aque-
ifa tristísima noche en que fue sorprendida la ciudad de Mendoza con la
infausta noticia del desastre de nuestras armas en Cancha Rayada, 19 de
Marzo de 1818!!!...
"Cum subit!... cuando se nos representa esa noche de consternación, de
espanto, de zozobra en que, de súbito, había caído, la alegre, la animada
ciudad de Mendoza, siento vivas en mi imaginación las tristes impresio-
nes que, coino todos sus buenos habitantes, yo tambien sufrí.
"Era un viernes santo, 25 o 26 del mes de Marzo del año de 1818. La ciu-
dad ermanecía silenciosa y casi solitaria en sus calles, conmemorando
los {eles con su reverente recogimiento la muerte del Salvador del
Mundo. Terminados los últimos oficios y rezos de ese día en todos los
templos, las puertas de estos se habían cerrado. La luna, principiando su
decrecimiento, hablase levantado bastante sobre el horizonte y pardas
nubes, de cuando en cuanto la ocultaban, aumentando así el tinte tétrico
con que la cubría desde que apareció, aquella tristísima noche.
"Pocos momentos hacían que el reloj de Cabildo había dado las diez, de-
'ando oír la sonora campana sus golpes, uno tras otro, con pausa y tono
lúgubre: como si ella también, con sus ecos lañideros, quisiese anunciar
el gran desastre ue pronto iba a saber ePpueblo, sobrecogiéndose de
aflicción y cayenlo ostrado por la inmensidad y funesta trascendencia
de aquel, el Animo todos.
"Un grupo de cinco personas, venidas de distintos puntos y con paso
apresurado, vióse a esa hora en la plazuela de la casa de Correos que
ocupaba un ángulo de la plaza rincipal. Conversaban en voz baja,
expreszindose en la acción y dibu'fndose en el semblante de cada uno de
10s interiocutores la intranquilidad de sus espíritus y como si un pensa-
miento nacido de ra proximidad de una calamidad pública les preocupa-
se.
"Aquel sitio era en ese tiem o el punto de numerosa reunión de ciu-
dadanos que, con ocasión de fa llegada semanalmente de las balijas de
correspondencia de todas las carreras iban, unos a recibir la suya, otros
a saber noticias, de grande interés, en ia situación, para todos. Allí como
en un club, al aire libre, se hablaba de negocios mercantiles de la guerra,
de la política, de todo. Abundaban los mariscales, o elaboradores de
planes estratégicos, los tribunos y los corredores de noticias falsas,
inventadas, que, de boca en boca, corrían hasta llegar a conseguir cin-
cuenta, sesenta ediciones cada una, por de contado, con sus respectivas
correcciones aumentaciones y comentarios. No era extraño ver pues,
que dos hombres conversando de ie en aquel lugar, atra'esen por esa
circunstancia sola, dos, seis, que seyes reuniesen, veinte, ocienta, si algo
había de novedoso, que formasen otros grupos y a veces, muchedumbre
para la que era estrechísima la plazuela, teniendo entonces ue desbor-
darse a la laza principal y a las esquinas. Lle ado a ese estalo el rendez
vour del d r r e o , la agitación se producía en Tos corrillos, se absorbían
estos unos a otros y formaban una masa compacta y un rumor sordo se
de'aba oír entonces a la distancia salido de aquel no interrumpido pa-
i a k e o de tanta gente, con tan diversos tonos de voz gritaban y manotea-
ban, erorando, a laudían, re rochaban, se retiraban unos y les reem-
plaza%an nuevos, Rasta que la Eora avanzada de la noche, o la exigencia
en la mayor parte de las ocupaciones individuales si era de día, los hacía
dispersarse poco a poco.
"Aquella noche melancólica, que en su tétrico claro oscuro parecía
presagiar una gran catástrofe, una pública calamidad, cinco minutos
después de la reunión en la plazuela del Correo de esos cinco nombres que
conversaban en voz baja, se deslizaban como sombras desembocando or
las ocho calles, que se cortaban en la plaza principal, de a uno, de a fos,
de a tres juntos, hombres que iban con aire inquieto al lugar donde estaba
aquel primer grupo, y llegando aumentaban el circulo Y desde luego la
agitación de ánimo que se pintaba en todos 10s semblantes.
"Otros cinco minutos corridos, los grupos se habían aumentado consi-
derablemente, en el Correo, en las es uinas, en la laza, frente a la casa
del Gobernador Intendente, ~ e n e r a ~ % u z u r i aay
~ acostado
, sud de keta.
Los rumores corrían de uno en otro, de funestas noticias. Veíanse salir y
llegar a esa casa a caballo a gran galope el Comandante de Armas
Corvalsn, sus Ayudantes. dec canes
de aqu6f, ordenanzas, conduciendo
órdenes y ejecutando oportunas medidas de seguridad, disposiciones
p a u c i o n a l e s para todo evento des raciado que más o menos pr6xim0,
legara a comprometer el orden pubfico y aún la causa nacional.
"Al terror de un peligro inminente, que la generalidad de las gentes lo
sentía inmediato, se difundía rá idamente y se notaba ue con la cons-
ternaci6n marcada en el rostro, Pos ciudadanos se retirazan a sus casas,
no queriendo perder tiempo en hacer sus preparaciones para una emi-
y i 6 n . Las señoras en las ventanas o las puertas de sus casas detenien-
o a los transeuntes, les preguntaban llenas de ansiedad y aflicción, la
causa de aquella alarma tan a deshora y ue se presentaba con el aspec-
to de funestas desgracias para la c a u s a j e la patria. El transeunte sa-
tisfacía la pregunta en breves palabras, y en los mismos términos que le
había sido trasmitida la noticia, y pasaba, y aquellas se retiraban deso-
ladas al interior de sus habitaciones, o permanecían, dudando, ansiando
más detalles y aclaraciones, en su puesto para cuestionar a cuantos pasa-
sen.
"¿Yqué era, ués, al fin, lo que habíaoriginado aquella súbita, inespera-
da alarma en fa ciudad de Mendoza?
"¡A ...era la sorpresa hecha al ejército argentino-chileno que mandaba
en ' e 2 el General don Jos6 de San Martín, por el español ue mandaba
el deneral Osorio en Cancha Rayada, el 19 de Marzo de 1318!" l l .

Un recuerdo más amable lo asalta cuando hace referencia a su


aso por la entonces famosa escuela de primeras letras que había
Rndado y regenteaba don Francisco Javier Morales. Después de
describir cómo funcionaba, el método de enseñanza y el régimen
que imponía el famoso Maestro y Director, traza un bosquejo rá-
pido del personaje que denota admiración, a la par que un cierto
temor, y luego refiere un recuerdo de niño, de esos que jamás se
pueden olvidar. Las referencias aludidas son las siguientes,
"Morales era de regular estatura; de una constituci6n física bien de-
sarrollada y fuerte; de tez un poco morena; nariz aguileña; ojos pardos y
llenos de expresión; las líneas de su rostro en general, tenían una
acentuaci6n notable de severidad- su cabeza, bien oblada de cabe-110s
8
ne ros la llevaba siempre levantada, hasta el punto e tener una sensible
inJinaci6n hacia la es aida; el eco de su voz, sonoro, lleno y firme, sin
decaer jamss, siquiera%ablara durante muchas horas. Por lo que hace a
la arte moral ya hemos dado cuenta de sus aptitudes intelectuales. Por
lo z e m ~ ssu
, carácter, sin ser irascible por tem eramento, manifestsbase
%e
adusto, áspero, desempeñando sus funciones maestro. Sus costumbres
eran e'emplarmente morales. Buen esposo y amoroso padre. Hombre de
sociedad, su conversaci6n tenía mucho de instructiva y agradable. Buen
cristiano" 12.
De sí mismo, más adelante, cuenta:

II Ibidem, t. 1, p. 177-180.
l2 Ibidem, t. 1, p. 198-199.
"En las paradas de las fiestas cívicas, también concurrían a formar y
hacer descargas con carabinas cortas, tercerolas de caballería. Fue la
primera escuela de varones a que concurrí inmediatamente salido de una
mixta dirijida por dos preceptoras. Era yo uno de los más e uefios en la
escuela del maestro Morales y como tal se me dio el cargo Be a8anderado.
y no obstante llevar el ortabandera, muchas veces ésta me vencía. Más
tarde en la escuela defpadre Lamas, llegué hasta el grado de Ca itán,
usando en las ocasiones de formación el uniforme propio. Y recorBLnos
con este motivo que, elegido por el maestro para ir a solicitar del general
San Martín un día de asueto para la escuela, celebrándose un aniversario
de una memorable batalla, vestido de uniforme me presenté con soltura
y aire militar al heroe de Chacabuco y Maipú hacikndole el saludo de
ordenanza, díjele: 'Asttet?, por la patria, Exmo. Señor General, para la
escuela de San Francisco . -;Bien, joven, bien!... Salvador, (este era un
español en pobre situación llamado don Salvador Iglesias, su escribiente
particular, que más tarde fue hecho Sargento Mayor) dijo el General, una
drden de asueto a este joven. Volví con la orden a la escuela, lleno de orgu-
llo por haber cruzado estas alabras con el invicto General San Martín.
Pero volvamos al maestro doraies y a su escuela
"El castigo era allí cruel, bárbaro, a la antigua española: la letra con.
sangre entra" 13.
De sus retratos se destaca el que, con breves pinceladas, y tal
vez reuniendo sus propios e infantiles recuerdos -por lo tanto im-
precisos-, con las impresiones que sus mayores y amigos debieron
transmitirle, traza del Libertador. Dice Hudson:
"Residiendo en el campamento el general San Martín, no dejaba de ir
a la ciudad una o dos veces al día ara ocuparse del des acho de varios
asuntos y visitar la Maestranza, &misaría y otros estaglecimientos en
que se preparaban los demás del tren y los víveres para el ejército.
"Montaba un caballo negro, rabón, de trote lar o, vestía con sencillez,
con la rigidez del soldado veterano; pantalón f e unto de lana, azul
ajustado a la pierna, bota granadera, un largo sogretodo de pafio de!
mismo color en invierno, casaca lar a de igual tela en verano con
botones demetal dorado: corbatín desefao de cuero charolado, sombrero
militar forrado en hule Igual en la forma al que tiene la estatua ecuestre
que se le ha erijido en fa plaza del Retiro en Buenos Aires.
"Era parco en sus comidas y prefería para el almuerzo a los demas
platos, un asado ligero, medio crudo, que ustaba servirse de él en el
mismo asador. Paseábase en las tardes por l% hermosa /llameda que con
su incansable celo por el adelanto del aís, había hecho mejorar para
recreo de los habitantes de la capital de 8uYo.Trabajaba hasta muy tarde
de la noche, dictando o escribiendo él mismo, saliendo algunas veces a
recorrer la ciudad y visitar los cuarteles. No descansaba, infatigable
siempre en el trabajo, todo lo preveía, llevando a ejecución con una ra-
pidez asombrosa las inspiraciones de su genio creador y esencialmente
ordenador" 14.
Otros retratos de personajes históricos desfilan por su galería,
pero no es ahora el momento para gustar de su lectura.
Los episodios más sobresalientes de la historia de Mendoza,
San Juan y San Luis del período 18 10-18 14 reviven en su pluma
merced a los recuerdos que le transmiten familiares y amigos, y a
la consulta de documentos de la época. Otro tanto ocurre con los

l3 Ibidem, t. 1, p. 201.
l4 Ibidem, t. 1, p. 115-116.
que se prolongan hasta 1820, fin de la segunda etapa propuesta, y
aún hasta promediar el tercero. Si leemos con atención esas pá-
ginas veremos que Hudson parece afirmarse a medida que él
mismo va creciendo junto con el relato. Es lógico que así ocurra,
pues aunque sea en una forma borrosa, su memoria va también
progresivamente ubicando los acontecimientos por sí mismo, y
no depende exclusivamente del relato de los demás o del frío do-
cumento que, como Wudson no posee "oficio" de historiador, las
más de las veces aparece sin conexión con otros relacionados con
el mismo terna que trata y que nuestro personaje ignora. Así, su
relato de la Revolución de Mayo en Mendoza con el cual prácti-
camente inicia la obra, peca de infantil. Son los buenos contra los
malos y no hay matices. Es más, se empeña en demostrar el rápido
y fácil triunfo de los primeros sobre los segundos, representados
aquellos por el Pueblo -los patriotas- y éstos por los españoles
Ansay, Comandante de Armas, Domingo de Torres y Joaquín Gó-
mez de Liaño, Oficiales Reales. "Patriotas" y "godos" están ya en-
frentados y el triunfo será pronto de los primeros. Visión tan sim-
plista le hace olvidar que los "godos" no eran solamente espafioles-
peninsulares, sino que muchos de ellos, como Joaquín Godoy hijo
del alcalde de 2 O voto, eran criollos de varias generaciones que no
estaban de acuerdo con el cambio ocurrido en el Virreinato y que,
' por lo tanto, militan en este momento al lado de los tres peninsula-
res antes nombrados. Resta luego importancia a la toma del cuar-
tel y de las armas allí depositadas por parte de estos mismos y sus
partidarios, al punto de dar por terminado el problema con la paz
lograda al día siguiente de la toma del cuartel por los antes nom-
brados, cuando sin derramamiento de sangre se logra la paz. Sa-
bido es que, en contra de lo que Hudson afirma, tal paz no significó
la derrota de éstos, sino un triunfo, pues en el tratado firmado se
estableció -cosa que surge con claridad del acta firmada el 29 de
junio- la constitución de un gobierno provisorio integrado por el
Cabildo y por el comandante de armas Ansay, gobierno que se
mantuvo durante varios días en el poder 15. Distorsiones semejan-
tes, fruto del desconocimiento personal de los hechos por un lado,
y de la carencia del "oficio" de historiador que le hubiera permiti-
do, con un método adecuado, llenar los vacios de información, por
el otro, se repiten en la reconstrucción de muchos de los hechos a
que nuestro autor se refiere de la época que estamos analizando. El
estudioso contemporáneo que necesariamente debe recurrir a Hud-
son, deberá también estar alerta a estos vacíos y errores, a los efec-
tos de corregir lo que a él se le escapó o vio a través de un prisma
que muchas veces le impidió captar la realidad de conjunto.
La organización, partida, y primeros triunfos del Ejército de los
Andes; la tarea cumplida por el Congreso de Tucumán y la reper-

lS V6ase JORGECOMADRÁN RUIZ,hleizdoza en 181 0, en ACADEMIA NACIONAL DE LA


HISTORIA,Buenos Aires, Tmcer Collgreso Ilzterizacional de Historiade América, t. V I ,
Buenos Aires, 196 1, p. 287-374.
cusión en Cuyo de la declaración de la Independencia; la acción de
gobierno de Ignacio de la Rosa en San Juan, Toribio Luzuriaga en
Mendoza y Vicente Dupuy en San Luis hasta la crisis de 1820; el
desarrollo de ese proceso de desintegración en las tres Provincias
Cuyanas; la creación, organización funcionamiento del Colegio
d
de la Santísima Trinidad; la acción e gobierno en las tres provin-
cias durante el lapso 1820-1825; la aparición de los primeros pe-
riódicos mendocinos; la polarización política entre federales y uni-
tarios o "ilustrados " que empieza a dividir profundamente a men-
docinos, sanjuaninos y puntanos; la reacción contra la liberal y an-
titradicional "Carta de Ma o" de Salvador María del Carril de San
tY
Juan, cuyo gobierno ya de iende Hudson como buen "pícaro unita-
rio"; las conexiones de los liberales cuyanos con el grupo Riva-
daviano, etc., etc., son temas que originan extensas y sabrosas aun-
ue nada imparciales páginas en la crónica de Hudson. Este, a me-
%idaque avanza en este panorama ideológico, va tomando decidi-
damente partido a favor del llamado grupo ilustrado y demuestra /
en cada párrafo su profundo desprecio por el de los federales o
"anarquistas ".
Su entrada al Colegio de la Santísima Trinidad, en donde había
quedado la impronta y la prédica de Lafinur y de sus doctrinas
liberales disolventes de la tradición hispánica, van haciendo mella
también en nuestro cronista. Al cumplir sus 20 años e ingresar en
la administración pública de Mendoza, pese a hacerlo bajo el pa-
drinazgo de Gavino García y sus amigos federales, el liberal uni-
tario habrá conformado totalmente la personalidad del joven Da-
mián. En adelante su crónica pierde gran parte de la frescura e im-
parcialidad que antes habia tratado de dar a esos escritos.
Rómulo Carbia dice de la obra de Hudson que:
"Como no podía dejar de ser en su 6 oca y en nuestro medio, el trabajo
de Hudson no pasó de ser un rimero !?e datos tradicionales, de documen-
tos y de noticias sueltas, a las que falta arquitectónica historio ráfica.
La labor trasunta honestidad y no presenta mas flancos vulnerafies que
los que, por lo regular, ofrecen las producciones de esa especie" 16.
Coincidimos con el juicio de Carbia en razgos generales, pero
disentimos si por "honestidad" quiere darse a entender la existencia
en todo lo lar o de los Recuerdos históricos de una actitud de total
3
imparcialida al presentar los hechos que se comentan. La profe-
sora Hualde de Pérez Guilhou, en su Contribución a la bibliografía
histórica de Mendoza 17, valiosísimo trabajo por cierto, afirma de
nuestro autor que "como buen unitario es severo al juzgar el ré-
gimen federal, pero no podríamos atribuírle con ligereza el califi-
cativo de parcial". A pesar de que, como hace notar la autora cita-
da, Hudson reconoce algunas veces valores y virtudes en persona-

l6 R ~ M U LD.OCARBIA,
op. cit., p. 173.
l7 MARGARITA HUALDE
DE PÉREZ Contribución a una bibliograffa his-
CUILHOU,
tórica de Mendoza, Mendoza, 1962, p. 10-11.
jes aislados del grupo federal de Cuyo, nos permitimos disentir con
e\\uicio denuestra estimada amiga y colega. En nuestra opinión l a
crónica de Hudson se transforma, a partir de 1824, aproximada-
mente, -es decir, a partir del momento en que el joven futuro cro-
nista toma decididamente partido como hombre en su actuar po-
lítico y hasta el fin de la obra- en una especie de memoria apa-
sionada y por lo tanto parcial en la mayoría de sus juicios, de la
lucha entre unitarios y federales. Tal actitud no desmerece total-
mente el trabajo de Hudson, pero sí obliga a variar el criterio y la
tabla de valores a aplicarle. Por ello también distinta deberá ser la
actitud del historiador del presente al usar los datos, juicios y opi-
niones que el mismo vierte, referidos al lapso aludido.
Hay muchas formas de ser parcial al hablar de hombres y he-
chos de la historia de un pueblo. Por ejemplo, se puede serlo en un
tono amable, no chocante, con la introducción, de vez en cuando,
de alguna frase amable y hasta de alabanzas hacia el opositor, mé-
todo que usa casi contínuamente Hudson en los períodos antes
aludidos al hablar de la persona de los "anarquistas-federales",ca-
lificación ésta que ya significa toda una clara toma de partido. Se
puede serlo también, y en este caso la aptitud es bastante más cri-
ticable, por omisión. Método que también encontramos en los Re-
cuerdos históricos en forma permanente durante el período que

Así, si leemos con atención, todos los unitarios que actúan en la


época participan, para él, de una serie de virtudes, sino juntas, por
lo menos de dos o tres de ellas. En efecto, ellos son: inteligentes, es-
tudiosos, independientes, enérgicos, de firmesprincipiospor la cau-
sa de la libertad y la civilización, de gran moralidad, de gran de-
dicación, disciplinados,serios, ilustrados, "esclarecidosar entinos",
"célebres estadistas", patriotas, de reconocida capacidacf de gran-
des virtudes civicas, ilustres, etc. etc. Los federales, en cambio, co-
mo Juan Bautista Bustos, Ibarra, López, los Aldao, Corvalán, Qui-
roga, etc., y sus "secuaces", los "pelucones" cuyanos, como los Gu-
tiérrez, Gavino García y muchos otros, son sanguinarios, envidio-
sos, felónes, timoratos, señores feudales, de miras siniestras, retró-
grados, oscurantistas, fanáticos, inmorales, etc., etc, Como adjeti-
vos y epítetos son lanzados a vuela pluma, y al correr del relato, el
lector desprevenido los va aceptando sin mayor repugnancia y sin
darse cuenta de que paulatinamente va surgiendo en él la convic-
ción de que todos los federales son unos bandidos y todos los uni-
tarios unos caballeros de capa y espada, paladines de la libertad y
la justicia. Preciso será admitir que ni unos ni otros fueron exclu-

84
sivamente ni inmaculados ni monstruosos, ni dioses, ni demonios,
pese a lo que pueda opinar Hudson al respecto.
Pero más dignas aún de ser tenidas en cuenta al consultar al
Hudson que narra la lucha entre unitarios y federales, son las omi-
siones o, si se quiere, "faltas de información", en que frecuentemen-
'icasualmente",siem re van en detrimento de las opi-
niones y jueie,
te P
e las acciones del grupo ederal en el orden nacional y "pe-
lucón" en el cuyano.
Por ejemplo, se extiende durante varias páginas en describir y
alabar la constitución y el accionar del Congreso del 24 al 26, pero
se olvida decir que cuando decide que debe duplicarse la represen-
tación, se trata fundamentalmente de una maniobra política que le
permitiría de inmediato aumentar la mayoría unitaria de sus dipu-
tados, y realizar así rápidamente el plan de Rivadavia y su grupo
para tomar el poder. En efecto, tal maniobra hizo posible a ese gru-
po dominar al Congreso, ya que Buenos Aires duplicó de inmediato
su representación, mientras las provincias del interior solamente
pudieron hacerlo a lo largo de varios meses y, con 37 diputados so-
bre los 90 que entonces debía pasar a tener el Congreso, dejar sin
efecto la Ley Fundamental, dictar la Ley de Presidencia sin haber
dictado la Constitución, elegir a Bernardino Rivadavia presidente
con 34 votos, es decir una tercera parte de los que debieron haberse
emitido, etc. La trampa, el fraude, o como quiera llamársele, lo
habían cometido los "inteli entes"y "puros unitarios", representan-
%.
tes de la civilización y la emocracia, lo cual les daba patente de
"honestidad". Claro está, que las clases dirigentes provinciales no
opinaron lo mismo y por eso reaccionaron violentamente.
También le parece maravillosa toda la política económica del
grupo rivadaviano y sus repercusiones en Cuyo, pero en ningún
momento explica, ni porqué las provincias la repudiaron; ni las
conexiones rivadavianas con el capital inglés que en su época ya
fueron denunciadas por los caudillos; ni el mal uso que se hizo de
los empréstitos extranjeros; ni el abuso que significó la hipoteca de
toda la tierra pública por un poder que no tenía atribuciones para
hacerlo, etc. Cuando el autor dice que
al terminar el año 2 6 , el caudillo Quiroga,com lotado con los demás de
;u &nero, Bustos de C6rdoba. L6 ez de santa A, los ~ l d a de
o ~endoza,
levantaba 5 en la Rioja descarafamente la ominosa enseña de la anar-
ufa, rebe&ndose contra el Gobierno Nacional. Invadi6 las Provincias
ael norte y derrot6 en un combate a las fuerzas del ejercito de la naci6n
en aquel punto al mando del General La Madrid" l e .

Olvida mencionar que tal reacción de los caudillos del interior


tenía su razón de ser -entre otros hechos que rápidamente hemos
enumerado- en que Lamadrid, enviado por Rivadavia, había re-
clutado tropas en todas las provincias, las cuales se habían prestado
gustosamente a colaborar con la leva, en la creencia de que ellas
l8 DAM~AN
HUDSON,
op. cit., t. 11, p. 138.
estaban destinadas a formar un nuevo ejército para combatir en la
guerra contra el Brasil; mientras que Lamadrid, traicionando su
confianza, y obedeciendo a las instrucciones recibidas, las usaba
para someter una a una a las provincias federales, cometiendo de
paso mil abusos, mientras la guerra nacional contra el Brasil que-
daba estancada en el momento justo en que la llegada de tropas y
armas de refuerzo hubiesen asegurado una rotunda victoria que
posiblemente hubiese evitado la segregación posterior de la Banda
Oriental.
Fustiga a Dorrego, a quien califica de "déspota", porque recla-
ma ante el gobierno de Mendoza por los ataques que le lleva el pe-
riódico unitario La Abeja Mendocina, pero no tiene una palabra de
repudio para el vil asesinato de que fue objeto ese gobernador le-
gítimo de la provincia de Buenos Aires como consecuencia de los
manejos de la logia de los Cruz Varela, los Salvador María del Ca-
rril, y sus amigos, entre ellos el propio Lavalle. Posiblemente no co-
nocía las cartas que Juan Cruz Varela, Agüero y el progresista san-
juanino Salvador María del Carril escribieron en esos días para ase-
gurarse de que esa "espada sin cabeza" -al decir del general San
Martín- que era el valeroso Lavalle, diera el cobarde e inútil paso
que tendría como consecuencia la iniciación de la guerra a muerte
entre unitarios y federales en las Provincias Unidas. Claro está que
es muy posible que Hudson i norara entonces aquella carta autó-
d"
grafa del ilustrado y admira o Salvador María del Carril dirigida
a Lavalle, que en uno de sus párrafos dice textualmente:

Preferible es, pensamos, el bárbaro Aldao que pinta Hudson.


Por lo menos se hace responsable virilmente de todos sus actos, y
no pretende mentir ni a la Historia, ni a los vivos ni a los muertos ...
Una laguna inmensa y muy sospechosa tiene Hudson cuando
habla de las luchas entre unitarios y federales entre 1838 y 1840, y
luego entre 1844 y 1 850. Ignora la guerra con Bolivia, pese a que
consta en los archivos cuyanos la importante ayuda que estas pro-
vincias enviaron en apoyo de la política de Rosas. Ignora el bloqueo
francés de 1838-40 y sus consecuencias de todo orden. Ignora la
intervención anglo-francesa y el papel vergonzoso que en ella ju-

l9 Salvador María del Carril a Juan Lavalle, Buenos Aires, 20-XII-1828, cit.
por JULIO IRAZUSTA, Vidapolítica de Jtian Mantiel de Rosas a través de su correspon-
dencia, t. 1, primera parte, Buenos Aires, 1953, p. 157.
garon los unitarios y la Comision Argentina. Ignora las conexiones
de los unitarios con ingleses y franceses. Ignora, en fin, muchas
cosas. iO por lo menos las omite!
Dedica páginas y páginas a explicar con lujo de detalles las
luchas entre unitarios y federales en Cuyo entre 1828 y 1832,
cuando los generales Paz y Lamadrid, que tenían el predominio en
el centro y norte del país, enviaron expediciones para derrocar a los
gobiernos federales de las provincias cuyanas. Quiroga, que acude
en auxilio de las provincias invadidas, los Aldao, y los demás jefes
federales, son pintados con los más negros trazos. Crímenes, ro-
bos, asaltos, degüellos, son su especialidad. Las tropas de Lama-
drid, de Videla Castillo y otros jefes unitarios son caballeros de
guante blanco y corazón de oro. El juicio imparcial, que falta aquí
a Hudson, no creemos que favorezca ni una ni otra opinión. La-
madrid en sus Memorias relata cómo hizo lancear después de la
batalla de Oncativo a los derrotados soldados de Quiroga, "mien-
tras los perseguía". Cuando el mismo jefe entró con sus tropas en
La Rioja, las tierras de Quiroga, escribe a don Ignacio Videla: "es-
pero que dé Ud. orden a los oficiales que mandan sus fuerzas en
persecusión de esa chusma que quemen en una hoguera, si es po-
sible, a todo los montoneros que agarren". Lamadrid en persona
"acollara a doscientos federales que ha capturado en Los Llanos y
los hace lancear en su presencia; y, para lograr éxito en una con-
tribución que impone en la ciudad, fusila a 4 personas y deja el
banquillo para los que no paguen". En fin, no creemos que sea este
el momento de hacer una lista de los crímenes otras barbaridades
a'
que en la misma época cometieron los "ilustra os" y finos unitarios.
De ello se ha encargado, con abundante documentación, el historia-
dor Alberto Ezcurra Medrano en su obra Las otras Tablas de San-
gre 20yaún habría mucho material que agregar asu trabajo. Hudson
lo ignora todo ..., o no quiere recordarlo. Lo importante es tener
presente, cosa que no hizo el autor, que se trataba de una guerra a
muerte entre dos facciones, y que en ambas había hombres que
amaban y hombres que odiaban, buenos y malos. Eso deberá ca-
librarlo el historiador de hoy que necesariamente deberá consultar
los Recuerdos históricos si quiere conocer la época de que éste se
ocupa.
Deberá saber que se trata de una obra valiosa, de consulta inex-
cusable, pero parcial, escrita por un hombre de partido, que no es
historiador, y que defiende su propia posición política e ideológica
sin muchos escrúpulos de conciencia.
Las confiscaciones y las contribuciones forzosas están al orden
del día, especialmente para los enemigos del bando que triunfa,
desde el inicio de las guerras de independencia, y lo seguirán es-
tando, con más encono tal vez, durante el desarrollo de las guerras

ALBERTO Las otras tablas de sangre, Buenos Aires, 1952,


MEDRANO,
EZCURRA
p. 69 y SS.
civiles argentinas. Hudson se encarga -por ejemplo- de describir
con lujo de detalles los abusos que cometió Aldao en Mendoza en
1829, durante el gobierno federal de José Clemente Benegas, cuan-
do impuso una contribución forzosa de 100.000 pesos a pagar por
los que habían colaborado con el gobierno unitario que acababa de
ser derrotado. ¡Es cierto! Se cometieron entonces mil y una injus-
ticias. Pero Hudson no tiene una línea para hablar de las injusticias
similares que también se cometieron durante la administración de
Tomás Godoy Cruz, unavez que las tropas venidas de Córdoba usur-
paron nuevamente el poder y restauraron al unitario en Mendoza.
Para quienes quieran conocerlas, en el Archivo Histórico de Men-
doza se conservan los pedidos de clemencia, rechazados por To-
más Godoy Cruz, de muchos federales a los cuales se le impuso en-
tonces otra contribución forzosa por los nuevos vencedores. Por
ejemplo: Josefa Solanilla, esposa de Manuel Pleitel; Isabel Vargas,
esposa de José Aldao; Eustaquio García, hermana de Gavino Gar-
cía, todos ellos prófugos junto con el gobernador legítimo de la pro-
vincia, Juan Corvalán, deben pagar subidas sumas.
La mujer de José Aldao, muerto en el Chacay, dice en su nota:
"Paramantenerme con mi familia llenar otras cargas conque sin cesar
me rava la Policía; estoy valikniome de mis peinetas y de mi ropa,
venfiéndola por poco menos que nada"".
La humanitaria respuesta, firmada por Tomás ~ o d Cruz, o ~ es
que "si no paga de inmediato se le doblará la contribución".
Hemos querido mostrar, someramente, la cara y el reverso de
la obra de Hudson. Solo hemos deseado advertir, al destacar la in-
defendible parcialidad de Hudson al historiar las luchas entre uni-
tarios y federales y otros muchos aspectos de nuestro pasado que,
en esos aspectos al menos, Hudson es válido -en parte, pues no na-
rra sino lo que le favorece- para entender la actitud y el accionar de
una sola de las facciones en lucha, la llamada ilustrada o unitaria.
El "pícaro salyaje unitario Hudson", como le llamó Benavídez, go-
bernado &san Juan, cuando accedió a darle la libertad en l 84 l ,
&d mina netamente en esas páginas, que son parte principal de
Recuerdos históricos. Para tener una idea ecuánime de los he-
chos, habrá que recurrir a otros muchos testimonios, incluídos los
de los propios unitarios, como Lamadrid, Paz, Salvador María del
Carril y otyos. Y a los archivos, que mucho tienen que decirnos al
respecto.

21 ARCHIVO HIST~RICODE Epoca Indqendiente, Correspondencia,1829-


MENDOZA,
1831, carpeta 247.

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