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Diccionario de filosofía Ferrater Mora

TRASCENDENCIA, TRASCENDENTE, TRASCENDER. Los términos


‘trascendencia’, ‘trascendente’ y ‘trascender’ han sido usados con varios significados y
dentro de diversos contextos. Trataremos en el presente artículo de los significados
principales en filosofía, pero excluiremos uno de los más importantes de ‘trascendente’ y
‘trascendentes’: el que se da a estos vocablos cuando se habla del ente en cuanto
trascendente (transcendens), de los trascendentes (transcendentes), de las propiedades
trascendentales del ente, de las pasiones del ente, etc. La razón de excluir aquí este
significado capital es la siguiente: aunque los escolásticos medievales, hasta el siglo xiv
aproximadamente, usaron los términos transcendens y transcendentes para referirse a las
citadas propiedades o pasiones del ente, se ha acostumbrado luego a emplear a tal efecto
los vocablos ‘trascendental’ (transcendentale) y ‘trascendentales’ (transcendentalia). El
significado en cuestión será tratado, pues, en el artículo TRASCENDENTAL,
TRASCENDENTALES.
Uno de los significados de ‘trascender’ es el espacial, o fundado en una imagen de ca-
rácter espacial. Según ello, ‘trascender’ significa «ir de un lugar a otro, atravesando o tras-
pasando cierto límite». La realidad que traspasa el límite es llamada «trascendente» y la
acción y efecto de traspasar, o simplemente de estar más allá de un límite dado, es la
«trascendencia». Este significado espacial no es, sin embargo, muy corriente en la
literatura filosófica. Más frecuente es el significado de ‘trascender’ aplicado a una acción u
operación. En el artículo ACTO, ACTUALIDAD nos hemos referido a dos tipos de actos
descritos
por Aristóteles. Por un lado, hay actos (o acciones) como el cortar o el disparar. Por otro
lado, hay actos (o acciones) como el sentir o el pensar. Los primeros no son propiamente
actos, sino movimientos; en efecto, hay diferencia entre el acto y el resultado del acto,
como se ve en el ejemplo «no es lo mismo cortar que haber cortado». Los segundos son
actos en sentido propio, y actos completos; en efecto, es lo mismo el acto y el resultado
del acto, como se ve en el ejemplo «es lo mismo el pensar y el haber pensado» (en el
sentido por lo menos de que no hay «pensar» sin estar «ya pensado»). Ahora bien, los
actos o acciones de la primera especie son de carácter «transeúnte»; la acción de que se
habla en ellos es una actio transiens, que sale del «sujeto». Los actos o acciones de la
segunda especie son, en cambio, formas de la actio manens o permanens; se trata de
una acción inmanente (immanens), porque permanece en el mismo «sujeto» que la
ejecuta. Se dice también que la primera acción es «transitiva» y la segunda es
«intransitiva».
En este sentido, lo inmanente (VÉASE) es más «completo» y «perfecto» que lo trascen-
dente. Sin embargo, se ha admitido con frecuencia que algo «trascendente» es superior a
algo «inmanente», hasta el punto de que cuando se ha querido destacar la superioridad
infinita de Dios respecto a lo creado se ha dicho que Dios trasciende lo creado e inclusive
que Dios es «trascendencia». La razón de este último significado es que se ha entendido
'trascendente' en el sentido de «estar más allá» de algo; ‘trascender’ es en este caso «so-
bre-salir», y lo que sobre-sale es obviamente superior a lo que no «sobre-sale», lo que es
«limitado» y está «confinado». Por eso también se ha dicho que el ente es «trascendente»
y se ha hablado de las «propiedades trascendentes del ente». Éste es el significado que,
según apuntamos antes, se da a los vocablos luego más usados ‘trascendental’ y
‘trascendentales’. La «superioridad» e «importancia» de lo trascendente y trascendental
se advierte en el uso corriente, donde algo «trascendental» es algo realmente importante
y capital.
Debe distinguirse, pues, entre el significado de ‘trascendente’ en el sentido de la actio
transiens de que hemos hablado supra y el significado de ‘trascendente’ como el «sobre-
salir», «sobre-pasar», etc. Este último significado es el que se da comúnmente a ‘trascen-
dente', y especialmente a 'trascendencia' cuando se habla de la trascendencia de Dios
respecto al mundo, y cuando se habla en general
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de la trascendencia metafísica. En lo que toca a la cuestión de la trascendencia de Dios,


se han propuesto varias tesis que aquí nos limitaremos a bosquejar. Según ciertos
autores, Dios es absolutamente trascendente al mundo, habiendo como un abismo entre
Dios y el mundo que solamente Dios puede, si quiere, franquear. Según otros autores, la
tesis de la absoluta trascendencia de Dios con respecto al mundo pone en peligro la
relación entre Dios y el mundo (o, en general, entre un principio supremo: lo Absoluto, lo
Uno, etc., y las demás realidades). Por este motivo se ha tratado de tender un puente
entre Dios (o el Absoluto, o lo Uno) y el mundo. Este «puente» es de carácter distinto
según que la relación en cuestión se entienda como relación entre el Creador y lo creado
o se entienda como relación entre el Principio primero y lo supuestamente emanado de él.
Pero dentro de cada uno de estos dos modos de entender la relación entre Dios (o el
Absoluto, o lo Uno) y el mundo se han ofrecido diversas concepciones de acuerdo con el
grado mayor o menor de trascendencia de «lo Trascendente», y también de acuerdo con
el modo como «lo Trascendente» se vuelca hacia aquello de lo cual trasciende. Hay un
grupo de tesis al respecto que pueden calificarse de «moderadas» y que consisten en
sostener que «lo Trascendente» es, en efecto, trascendente y lo es de un modo absoluto,
por tratarse de una realidad absoluta e infinita, pero que no por ello hay un abismo entre lo
Trascendente y aquello de que trasciende, pues lo último se orienta hacia lo primero, o
participa de él en una serie de grados de menor a mayor perfección, etc. Según otros
autores, Dios no es trascendente al mundo, sino que es, como decía Spinoza, «causa
inmanente de todas las cosas», de modo que se llega de este modo a una identificación
de Dios con el mundo, tal como es sostenida en el panteísmo (VÉASE) en sus varias
formas.
La noción de trascendencia a que acabamos de referirnos puede ser llamada
«teológica» y a la vez «metafísica». Hay otros modos de entender la trascendencia
(aparte la trascendencia de los trascendentales de que hablamos en TRASCENDENTAL,
TRASCENDENTALES). Por ejemplo, se usa el término ‘trascendentes’ para expresar un
concepto matemático en expresiones tales como ‘cantidades trascendentes’ y ‘funciones
trascendentes’. Según indica Wundt, «el punto de partida [del concepto matemático] de
trascendencia está relacionado con el hecho de que los precursores de Leibniz llamaban
‘trascendentes' a las entidades y funciones que no pueden expresarse mediante las
usuales operaciones aritméticas»; «toda magnitud trascendente -sigue diciendo Wundt
(System der Philosophie, I §l4)- puede considerarse engendrada por un número infinito de
operaciones aritméticas». Ahora bien, aunque históricamente el concepto matemático de
trascendencia no es ajeno a ciertas consideraciones filosóficas de carácter más general,
nos referiremos a continuación principalmente a dos concepciones de trascendencia por
lo demás a menudo íntimamente relacionadas entre sí; la concepción «gnoseológica» (o
primariamente gnoseológica) y la concepción «metafísica» (o primariamente metafísica).
Desde el punto de vista primariamente gnoseológico el concepto de trascendencia de-
sempeña un papel importante en cierto modo de concebir la relación sujeto-objeto. En la
concepción del alma como «intimidad», en el sentido, por ejemplo, de San Agustín, se ha-
bla de que el alma «se trasciende a sí misma». Este modo de trascender se refiere
también de algún modo al conocimiento, pero se trata del conocimiento de Dios que se
obtiene cuando el alma deja de estar exclusivamente «en sí misma». Según la concepción
gnoseológica de la trascendencia, hay también un trascender del sujeto, pero es hacia el
objeto en tanto que objeto «exterior» cognoscible. Se dice entonces que el objeto es
trascendente al sujeto y que el sujeto puede alcanzarlo sólo cuando va «hacia el objeto».
Así, la trascendencia gnoseológica del objeto presupone el trascender del sujeto hacia el
objeto. Cuando la trascendencia en cuestión del objeto es completa se mantiene una
concepción realista del conocimiento. En cambio, cuando se niega que hay trascendencia
del objeto se mantiene una concepción idealista del conocimiento. Cuando se supone que
el objeto no es completamente trascendente, se mantiene una concepción realista
(moderada) del conocimiento. Hay muy variadas formas de esta última concepción.
Algunos autores mantienen que el objeto sigue siendo (parcialmente) trascendente en la
medida en que no hay ninguna «similaridad» posible entre sujeto y la parte
supuestamente trascendente del objeto. Otros autores, como Nicolai Hartmann, no usan
la noción de «similaridad», pero indican que puede haber en el objeto, o cuando menos en
ciertos objetos, una «parte» que escapa necesariamente al sujeto: es lo trascendente puro
y simple, lo trasinteligible y acaso lo irracional.
Las diversas concepciones gnoseológicas de la trascendencia -incluyendo las que nie-
gan que la haya- están ligadas con frecuencia a concepciones metafísicas, casi siempre
relativas a la función y poder de la razón. Se ha indicado que la razón es esencialmente
«inmanentizadora» en el sentido de que consiste en reducir la realidad -«el objeto»- a
condiciones racionales. Si estas condiciones se hallan en el sujeto -sea el sujeto individual
cognoscente, sea un sujeto racional universal-, la racionalización de la realidad consistirá
entonces en reducir el objeto al sujeto, o explicar lo objetivo por lo subjetivo. Parece, pues,
que toda metafísica inmanentista sea al mismo tiempo necesariamente racionalista. Sin
embargo, no ocurre así. Reducir el objeto a su «ser pensado», a «ser contenido de
conciencia», etc., equivale en la mayor parte de los casos a hacer de lo inmanente algo
«absoluto»: ser es entonces «ser pensado», «ser contenido de de conciencia», «ser
percibido», etc. Pero la metafísica inmanentista es racionalista solamente cuando concibe
el sujeto como razón, o como actividad racional, categorizante, etc. Se puede concebir el
sujeto como realidad «percipiente» y no categorizante. Por otro lado, el sujeto puede ser
«mediador» sin ser pura inmanencia. En efecto, cuando se concibe el sujeto como rea-
lidad que se trasciende a sí misma, se propone una idea del sujeto que es capaz a la vez
de «mediar» en el proceso del conocimiento y de ser trascendente.

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