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CURA, ANA.

HISTORIA ARGENTINA SXIX

UNIDAD III
Unidad III: la “consolidación del Estado Nacional” durante la República liberal-
oligárquica (1880-1916).

Acceso, permanencia y control del poder en manos del PAN: fórmula prescriptiva y
fórmula operativa (Botana, Oszlak y Rock).

Los presentes esquemas y explicaciones tienen como finalidad ilustrar los mecanismos
o fórmulas, mejor dicho, de acceso permanencia y control al poder por parte de la
dirigencia política durante el periodo de 1880-1912. Para ello, el primer esquema
constará de cómo está conformado el sistema legislativo actualmente para luego
contraponerlo con el del periodo en cuestión.

Botana en sus primeros capítulos centra su análisis en la fórmula prescriptiva del


sistema electoral sustentado en el proyecto político alberdiano y su institucionalización
en la Constitución del 1853 para poder contraponerlo a la fórmula operativa del control
de la sucesión presidencial. Su hipótesis central es que ambas coexisten y enhebraron un
viejo diálogo entre constitución y realidad. Se trató de un sistema de transferencia de
poder mediante el cual un reducido número de participantes logró establecer dos
procesos básicos: el de excluir a la oposición considerada peligrosa para el
mantenimiento del régimen y “cooptar” por el acuerdo a la oposición moderada, con la
que se podía transar sobre cargos y candidaturas (Botana, 1985).

Siguiendo a Oszlak, estamos ante un Estado que en su construcción y consolidación


institucionaliza su dominación, mediante diversos mecanismos de penetración estatal.
En el caso argentino, se hizo bajo la égida de la fórmula orden y progreso, de carácter
liberal-conservador, inspirado, a su vez, en la fórmula alberdiana y montesquiana.
Dichos mecanismos consistían en la represión- de cualquier revuelta o intento de alterar
el orden-, cooptación- de apoyos para las redes de patronazgo-, penetración material-
formas de avances del estado traducido como servicios y regulaciones para las
actividades económicas- e ideológica- creación y difusión de una identidad y
sentimiento nacional para legitimar la dominación, rol de la escuela primaria y de la
historia oficial (Mitre y V. F. López).

Más aún, la represión y las formas más consensuales de penetración fueron procesos
simultáneos y recíprocamente dependientes, por eso los sectores altos siempre eran
cooptados, estos se imponían sobre aquellos marginados y de ahí la intervención federal
en las provincias, era una penetración represiva y cooptaba a la vez. Las consecuencias
de estas modalidades de penetración pueden evidenciarse en la creciente apropiación del
Estado y nuevos ámbitos para involucrarse y operar ; la constitución de una burocracia y
normas para ejercer los distintos tipos de penetración; y la formación de la sociedad
argentina, gracias a la intervención estatal en la burocracia provincial, inversiones para
infraestructura y servicios, formación de un ejército nacional, incorporación de nuevas

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tierras tras la campaña al desierto que atrajo inmigrantes y capitales, políticas


inmigratorias, y al disciplinamiento y capacitación de la fuerza de trabajo (Oszlak,
1982).

Según lo estipula la Constitución Nacional de 1853, Argentina adopta un gobierno


representativo, republicano y federal. Esto quiere decir que es el pueblo quien elige a
sus representantes, que los poderes de hayan divididos en tres- ejecutivo, legislativo y
judicial-, y que las provincias conservan su autonomía pese a estar sujetos al gobierno
nacional. Para entender mejor cómo era esto durante 1880-1912, es preciso aclarar

Sistema electoral y formas de acceso al poder ejecutivo y legislativo en la actualidad.

PODER Sufragio directo


EJECUTIVO

PODER
LEGISLATIVO

Bicameral Diputados (cámara baja)

Representan al pueblo ante el gobierno nacional.

Se eligen de forma directa y la cantidad es


proporcional a la cantidad de población.

Reciben los proyectos de ley y tiene la potestad de


acusar a algún funcionario público ante el senado.

Senadores (cámara alta)

Representan a cada provincia ante el gobierno nacional.

Tienen la misma cantidad (son 72 en total) y van 3 por


cada provincia (dos por el partido ganador y el último el
que salió segundo).

Son elegidos de forma directa.

Se encarga de llevar a cabo los juicios políticos y puede


vetar cualquier proyecto de ley que se haya elevado en la
cámara de diputados.

Limita el poder del ejecutivo: autoriza el estado de sitio,


promueven leyes y prestan acuerdo para designar

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cómo está compuesto el poder legislativo1 y cómo se accede a los diferentes cargos
tanto del mismo, así como del ejecutivo. En cuanto a este último, hasta 1994 el
presidente era designado por un colegio electoral que era elegido por votación directa.

Volviendo al análisis de Botana, en la página 76 presenta el esquema de ambas


fórmulas. La primera alude al mecanismo de acceso al poder y la, en relación al control
de la sucesión entendido como un sistema de hegemonía gubernamental que se
mantenía gracias a dicho control, haciendo que perdure el poder por más del rasgo
esencialmente personalista del gobierno (pensemos en lo diferente que fueron el
mandato de Roca y el de su sucesor, Celman).

Fórmula prescriptiva (cómo se accede al poder según lo estipulaba la Constitución de


1853 que primaba en aquel entonces- es decir, sin sus posteriores modificaciones-).

Sistema electoral y formas de acceso al poder ejecutivo y legislativo desde 1853 y durante 1880-1912.

Colegio
Sufragio directo PODER
electoral
EJECUTIVO

PODER
BICAMERAL
LEGISLATIVO

DIPUTADOS SUFRAGIO DIRECTO


(CÁMARA BAJA)
Sufragio indirecto a través de la
Legislatura. Los legisladores sí eran
SENADORES (CÁMARA
ALTA)
elegidos por sufragio directo.

ESPÍRITU Para Botana era una institución


CONSERVADOR bisagra que buscaba nacionalizar a
los gobernadores e igualar el poder
entre cada provincia.

Servía como un instrumento para


controlar la calidad de los electores.

Se encargaba de los juicios políticos y


limitaba al ejecutivo al necesitar la
aprobación del senado para nombrar
cargos públicos en los diferentes
poderes.

Fórmula operativa: como realmente las élites gobernantes accedían al poder y


monopolizaban los cargos públicos.

1
En caso de que se nos vuelva a preguntar, esta vez sí vamos a saber qué responder.

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Esquemas de diferenciación electoral. Esquema A) fórmula prescriptiva nacional y provincial (como se supone que
tendría que haber sido en la práctica según lo estipulado en la Constitución). Esquema B) Fórmula operativa (como
era realmente en la práctica.
ESQUEMA A)
Ámbito nacional Ámbito provincial

PARA OBTENER UN EQUILIBRIO DE PODERES Y AUTONOMÍA

Senadores Presidente Diputados

Funcionaban como un filtro

Legislatura Colegio Electoral


Gobernador Legislatura

Por sufragio directo

PUEBLO ELECTOR PUEBLO ELECTOR

Fórmula alberdiana: ciudadano activo (el que tenía


libertad política) y ciudadano pasivo. Se consagra la
contradicción entre desigualdad social e igualdad política:
solo quien elige puede gobernar y gobierna quien es
razonable. (era una minoría, Botana lo define como pueblo chico
porque el elector dependía de la calidad moral, intelectual o económica
que disponía).

Presidente La banca del senado lo


catapultaba a la
presidencia

Diputados Senadores

Gobernador El gobernador terminaba su


mandato y tenía asegurado
una banca en el senado o la
banca del senado lo
catapultaba a la gobernación
Legislatura provincial

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Rock nos lo explica de forma ilustrativa al recuperar una descripción que hizo el diario
La Prensa. Según sostenía, el PAN en Buenos Aires primero decidían quiénes serían los
candidatos. Luego informaban a los dirigentes de los partidos políticos provinciales
sobre sus decisiones. Los líderes provinciales simulaban hacer sus elecciones de manera
independiente, pero invariablemente seguían las órdenes de Buenos Aires. Y si un grupo
opositor pretendía presentarse en una elección, el gobierno provincial denunciaba “sus
objetivos anárquicos y complots” conspirativos”. Armaba a la policía con rifles y pedía
a las autoridades de Buenos Aires que enviaran tropas alegando que el orden público
estaba amenazado. En línea con Sábato, el voto era más un acto colectivo que una
acción individual dentro de las facciones políticas.

Rock recupera a Botana cuando afirma que “una campaña exitosa para un cargo
público en la Argentina no requería apelar al voto del electorado sino mantener la buena
voluntad del gobernador. Las elecciones, por tanto, eran opciones de los gobernadores,
no de los votantes” (Rock, 2006, p. 257). Botana, continuando con esta línea, afirma que
la fórmula prescriptiva que habían consagrado Alberdi y la Constitución de 1853,
pretendía traducir en instituciones un conjunto de valores e intereses socioeconómicos
que las élites dominantes estaban dispuestas a defender contra hipotéticas resistencias,
pero la fórmula operativa (o real) evidenciaba que dicha élite utilizó tales instituciones
para acceder, controlar y perpetuarse en el poder, actuando en base a sus intereses. Lo
que estas instituciones vendrían a hacer es legitimar a través de los hechos su lugar en el
gobierno- provincial o nacional-, y la regla de sucesión.

Así, las élites construyeron un régimen en donde edificaron un sistema institucional que
logró trascender la incertidumbre que traía consigo el ejercicio personal de un gobierno,
concentrando el poder y garantizando la continuidad del régimen. Pensemos, tal como
se dijo antes, cuán de diferentes resultaron los mandatos de Roca y de Celman, y sin
embargo veremos que ambos habían accedido a la silla presidencial de la misma forma
y habían logrado mantener su poder una vez finalizado su mandato gracias a algún
cargo público (en el caso de Roca que terminó como senador).

En cuanto a los gobernadores, Botana se pregunta si gozaban de autonomía federal.


Resulta que no, que todo lo contrario ya que en la práctica se daba lo que el autor
denomina un “intercambio de protecciones recíprocas” entre nación y las provincias.
Esto significa que no había un predominio personal (al gobernador no lo reelegían)
porque había otros cargos más importantes para perpetuarse en el poder. Para estas
élites, ser gobernador era un punto de partida de una carrera nacional para terminar
como senador e intervenir el sistema de decisiones nacionales. Y si bien había otros
caminos, estos eran muy acotados (acceder a la presidencia o vicepresidencia, por
ejemplo).

Y una vez más, Rock lo explica de forma más clara. Nos dice que desde 1880, “por
debajo de Roca los gobernadores provinciales controlaban sus propios imperios de
patronazgo” (Rock, 2006, p. 173). Teniendo presente las diferentes formas de
penetración estatal desarrolladas por Oszlak, Rock ilustra los modos de operar durante

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el funcionamiento de la Liga de los Gobernadores previo a 1880, donde el presidente


dispensaba patronazgo por medio de subsidios y puestos de trabajo. Los gobernadores
provinciales y sus subordinados procuraban que se eligieran senadores y diputados que
apoyaran al presidente en Buenos Aires. Así, los gobernadores llegaban al poder debido
al patronazgo del gobierno central o gracias a la intervención militar. Y una vez siendo
gobernador, el mandatario podía controlar los subsidios del Estado y entretejer sus redes
utilizando parte de ese dinero para construir, fortalecer y conservar sus redes,
acumulando legisladores. Al terminar el mandato, este negociaba su ingreso al senado
nacional (ya que las legislaturas elegían a los senadores) y se aseguraban un buen
sueldo, cargo político, privilegios y nuevos poderes.

Los gobernadores tenían muchas redes de influencia pese a que su mandato no era
vitalicio. En la época se usaba el término “gobernador elector” porque su principal
función era arreglar elecciones. Cada seis años estos se reunían en esta liga para decidir
quién sería el próximo presidente. Su principal función de esta era reforzar el poder de
los gobernadores. Así, ellos controlaban las elecciones en sus provincias y hasta
controlaban el ejército para apoyar los fraudes. Los senadores y los ministros con acceso
al patronazgo creaban nexos entre el gobierno nacional y provincial. El ejército era
central, sobre todo para las elecciones (también estaban incluidos los jefes de policía y
jueces de paz entre otros).

ROCK, David. La construcción del Estado y los movimientos políticos en


Argentina, 1860-1916. Buenos Aires, Prometeo, 2006. Cap. 3, 4 y 5.

Capítulo 3: Orden, progreso y rebelión.

Introducción.

Cuando roca asumió la presidencia, su posición en las provincias se hizo más fuerte,
asumió un compromiso para lograr el crecimiento económico e imponer la autoridad y
la estabilidad en todo el país, entre 1880 y 90, los liberales argentinos imitaron las
instituciones de los países angloparlantes y recortaron los poderes de la Iglesia, lo que
provocó la oposición de las mujeres de clase alta.

Dardo Rocha ex aliado, se convirtió en el principal adversario político de Roca y


construyó un movimiento, con el objetivo de triunfar en las elecciones del 86, aunque
no lo logró y su presión obligó a roca a tomar medidas económicas expansionistas a
favor de las provincias.

La administración de Roca:

[Rock hace un desarrollo sobre la situación de las provincias hacia 1880 y desarrolla
bastante la biografía de don Julio, por lo que se prescindirá de los mismos para priorizar
los rasgos centrales del capítulo. Cualquier duda, remitirse a las páginas 166-170].
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 Paz y administración era el lema de Roca, haciendo referencia a su


compromiso con la expansión económica y su determinación para reprimir
desordenes políticos, objetivos que se mantuvieron inalterables a lo largo de toda
su presidencia. Su administración en el 86 terminó sin ninguna denuncia de
guerra civil o rebelión. El roquismo unió a federalistas y liberales. En algunas
zonas los federalistas crecieron, como en Mendoza, en Catamarca roca ganó el
apoyo de Navarro, así como el de La Rioja y Entre Ríos.

 Algo central a tener en consideración es que, como presidente, controló como


nunca la nueva capital, con Rocha como gobernador, y reforzó las redes de
patronazgo en las provincias. Por debajo de él, los gobernadores controlaban sus
propios imperios de patronazgo; subsidios, créditos bancarios y otras formas de
patronazgo fluían hacia las provincias y lograron silenciar a la oposición, solo se
dio un hecho violento, pero no tuvo repercusión nacional: el asesinato del
gobernador de San Juan y senador Agustín Gómez.

 El aparato político se hacía más fuerte a medida que Roca se consolidaba como
nexo entre los empresarios políticos provinciales y los bancos de Buenos Aires 2.
En dicha provincia, no obstante, tenía problemas con la oposición encarnada en
la figura de Mitre, pero era débil ante su fuerte influencia.

 Miguel Juárez Celman gobernador de Córdoba desde 1879, era uno de sus
respaldos civiles.

 Tuvo un gran papel en la selección de los gobernadores, aunque no siempre


prevalecían sus preferencias, mantenía a la ciudad capital bajo un gran control, a
través del nombramiento del intendente, que le permitía la legislación de 1882.
En la década del 80 casi no había provincias cuyo gobernador no sea inmune a
su persuasión3.

 Roca se apoyaba de los comandantes militares con base en las provincias, de


hecho, 4 de ellos eran sus hermanos, además contaba con el respaldo de los
oficiales superiores que habían actuado bajo su mando en la conquista del
desierto.

 Además, utilizó a los militares para asegurar la victoria en las elecciones de


Santiago del Estero y sus partidarios inundaron la legislatura con empleados de
la administración provincial, mientras que en San Luis- muestra las tendencias
en las provincias menos desarrolladas-, la provincia cayó bajo el control de la
familia Mendoza, que controlaba la legislatura, el Colegio Nacional y la sucursal
local del Banco Nacional, y poseían tierras fiscales.

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Remitirse al texto de Castro, ahí el al inicio de su escrito argumentará que esto generó una adhesión por
parte de ciertos actores económicos (relacionados
3
No en vano le decían el zorro.

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 Los rivales de Roca eran incapaces de resistir su influencia, Mitre era el único
líder de cierta magnitud que quedaba, pero sus actividades políticas decaían, sin
embargo, era muy respetado en Buenos Aires y cuando murió Sarmiento en el
88, era el último de la época de la “Organización Nacional.”

Liberales, curas y mujeres:

La obsesión por el progreso, que tenía connotaciones de darwinismo social, era un


movimiento seudocientífico que colocaba a los pueblos en una lucha competitiva por la
supervivencia, dando como resultado la asimilación nociones como pueblos inferiores.
Tan fue la influencia de estas ideas que se empezó a buscar modelos en el exterior:
Francia había sido el principal, posteriormente Estados Unidos, Australia y Nueva
Zelanda, lo que profundizó el sentido de inferioridad de los argentinos frente a los
países europeos anglosajones.

Durante las décadas de 80-90 hubo un gran interés en las comparaciones y emulaciones
del exterior puesto que muchos pensadores y sociólogos hacían análisis comparativos
entre estos países y la Argentina para sacar a luz aquellas cualidades que los argentinos
carecían y que habían hecho a las otras naciones tan grandes y prósperas. Esto iba a
generar una gran influencia en los movimientos políticos tanto dentro del PAN, así
como por fuera de ella.

La legislación del 86 intentó revitalizar el Gobierno municipal en la provincia de


Buenos Aires, pero no logró democratizar los gobiernos locales, ni quebrar los vínculos
de patronazgo y la campaña para imitar a los modelos extranjeros quedó confinada al
entusiasmo por construir ferrocarriles. El movimiento anticlerical de la década del 80-
90 fue otro intento donde, inspirados en Francia, Chile y Uruguay, los liberales veían a
la Iglesia como una fuente de superstición, retraso y la herencia negativa de la
colonización española. La Iglesia tenía poco peso en Buenos Aires y era más fuerte en
las provincias, en especial en Córdoba y, además, el apoyo era mucho mayor entre las
mujeres. Al atacar a la Iglesia al romper las relaciones con el Vaticano, Roca consiguió
el apoyo de Buenos Aires.

Para tratar estos temas, en el 81 se formó el Club liberal en Buenos Aires. El conflicto
se da cuando la Iglesia decide realizar una misa para conmemorar a los muertos de la
insurrección del 80, culpada de involucrarse en política, se exigió una legislación que
impusiera la separación absoluta de la Iglesia del Estado y la supresión de la
educación religiosa. La Iglesia, por su parte, tenía pocos aliados, un pequeño grupo de
intelectuales, una minoría de miembros del Congreso y las mujeres de la clase alta, las
cuales presentaron al Senado una petición donde se oponían a la educación laica, pero
en 1884 se promulgó la ley 1420, que la garantizaba; lo que le brindaría al Gobierno el
apoyo popular en Buenos Aires. En Córdoba la campaña contra la Iglesia fue más
agresiva; una característica inusual del conflicto fue la participación de las mujeres.

La mujer ideal se mantenía fuera de la política y mostraba su sentido de responsabilidad


pública mediante trabajos de caridad. En el 81 de las mujeres participaron en el

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Congreso de educación, no siempre en apoyo de la Iglesia, a fines del 80 se hicieron


intentos de abrir áreas de empleo para las mujeres, una ordenanza municipal ofrecía
exenciones impositivas a los empleadores que estuvieran dispuestos a incorporar
mujeres. Comenzaron a surgir profesionales, como Cecilia Grierson, que fue la primera
médica mujer en Argentina y especialista en ginecología, aunque persisten actitudes
conservadoras: se sostenía la idea de que la tarea de las mujeres consistía en inculcar
lecciones a sus hijos de libertad moral y política, formando así el carácter de un hijo de
repúblicas.

Ascenso y caída de Juárez Celman:

Ante el rumor de que Roca quería promover una reforma constitucional que le
permitiera su propia reelección, la oposición- la prensa incluida- manifestó sus rechazos
al considerar que, si pasaba, Argentina pasaría a estar bajo una dictadura porque Roca
controlaba las provincias, el Ejército y el Banco Nacional. Ante los temores de otro
levantamiento de Buenos Aires en su contra, decidió apoyar a su cuñado, Juárez
Celman, al ser un candidato de su misma línea, al hacer énfasis en el desarrollo
económico y una autoridad fuerte, capaz de agrupar a los gobernadores contra otro
estallido del localismo Buenos Aires.

Las elecciones serían similares a las tres anteriores, el candidato que triunfe ganaría la
elección solo con el apoyo de las provincias del interior, que poseían la mayoría de los
votos en el colegio electoral, pero la elección favorecería la estabilidad política si el
candidato victorioso lograba el apoyo de Buenos Aires.

La rivalidad entre Buenos Aires y las provincias se hizo manifiesta en el duelo por
la primacía entre el Banco Nacional y el Banco de la provincia de Buenos Aires,
Roca quería fortalecer el Banco Nacional para aumentar el poder de la nación frente a la
provincia, y para eso extendían los poderes del BN para que emitiera papel moneda y
trató, a su vez, de nacionalizar el Banco de la provincia. Por otro lado, además existía
una rivalidad personal entre roca y Rocha, el gobernador de Buenos Aires desde
1880: la cual se debía a que Rocha se posicionó como defensor de la provincia y gastó
grandes sumas de dinero para construir la nueva capital provincial, La Plata.

Después de tres años como gobernador, Rocha ingresó al Senado y se convirtió en


candidato presidencial para las elecciones del 86, cuando comenzó a hacer campaña
para la presidencia, intentó usar la fortaleza financiera del banco provincial para ganar
apoyo en las otras provincias. El conflicto entre Roca y Rocha afectó la política
monetaria puesto que a fines del 1881 una legislación promovida por el Gobierno
instituyó un sistema de convertibilidad monetaria, el patrón oro, qué haría que el
valor de papel moneda no fluctúe y sea convertible por un precio fijo, a Roca esto
le serviría para imponer una moneda común en todo el país, lo que consolidaría sus
vínculos con los gobernadores. Por otro lado, la federalización de Buenos Aires le
permitiría avanzar en su política de fortalecimiento del Gobierno nacional. Sin embargo,

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el plan no se pudo mantener ya que cuando la prosperidad propiciara el ingreso de oro al


país, la emisión monetaria subiría, pero caería cuando el oro saliera del país. Y si bien
quería mantener la convertibilidad, la presión de Rocha lo empujaba a incrementar la
emisión a niveles fuera de proporción con las reservas de oro. Solo un préstamo externó
que aumente las reservas de oro permitía emitir sin abandonar la convertibilidad, el
banco prestamista creyó que Roca utilizaría ese préstamo para su campaña contra Rocha
y se negó a aceptarlo. Entonces, a principios del 85 la administración de Roca
suspendió la convertibilidad; por debajo de la cuestión financiera, se encontraba aún la
agitación de los antagonismos entre el Gobierno nacional y la provincia de Buenos
Aires, se creía que Roca destruiría el partido provincial dirigido por Rocha, incluso si
para esto tuviera que forzar la quiebra del banco provincial, a su vez Rocha usaba el
Banco de la provincia con el mismo propósito.

Las hostilidades entre los gobiernos nacional y provincial se fueron acercando hasta el
enfrentamiento militar. Mientras se aproximaba a la elección presidencial, Juárez
Celman ex gobernador de Córdoba, se instaló como candidato de Roca y los
gobernadores. Roca prefería a Celman antes que a cualquier líder político de Buenos
Aires, cosa que en el 84 logró el apoyo público de Córdoba para su futura presidencia.
Además de él, se presentaron dos candidatos, Bernardo de Irigoyen, anterior ministro
de Relaciones Exteriores de Roca, por lo que esperaba que lo apoyara, pero sus
antecedentes porteños no se lo permitieron. Por otro lado, José Gorostiaga fue el
candidato de los grupos clericales, que formaron una breve alianza con los mitristas.
Juárez Celman y Rocha eran anticlericales, Gorostiaga era partidario de la Iglesia, e
Irigoyen era un pro clerical moderado. Rocha tenía un fuerte liderazgo en la provincia
de Buenos Aires y la Capital Federal, pero no pudo avanzar en las demás provincias,
porque el Gobierno nacional continúa distribuyendo fondos en todas ellas, cualquier
funcionario local que apoyará a Rocha podía encontrarse con grandes penalidades,
como el despido o hasta el arresto, incluso el asesinato. Por ejemplo, en San Luis el
Gobierno provincial suspendió el derecho de reunión, en las demás provincias ejercía
una estricta vigilancia, en Córdoba hombres armados y alcoholizados se reunían en las
comisarías para interrumpir la inscripción de los votantes. Los funcionarios provinciales
respaldaron a Juárez Celman, pero en la Capital Federal, la prensa, criticaba las tácticas
usadas para lograr el control de la elección.

Hacia el cierre de la campaña Rocha, Irigoyen y Gorostiaga retiraron sus candidaturas y


en Buenos Aires la oposición hizo un intento de unirse alrededor de la candidatura de
Manuel Ocampo, pero nunca fue un verdadero desafío para Juárez Celman. Excepto
Buenos Aires y Tucumán, el resto del país incluida la Capital Federal, voto a favor de
Celman, en la capital el triunfo fue gracias a los jueces de paz que inventaron la mitad
de los nombres de los padrones electorales. Si bien Celman no era la elección del
pueblo, había logrado el apoyo de todos los jefes políticos. El fraude fue atacado
por los opositores de Roca como expresión de la profunda corrupción del sistema
que se había apropiado durante su presidencia.

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Era abogado y nunca había actuado en el Ejército, como gobernador de Córdoba


encabezó la campaña contra la Iglesia, era liberal pero no demócrata, sostenía que el
voto popular producía opiniones turbias y entendía la política como una cuestión de
compartir recursos.

Su política estuvo orientada hacia el desarrollo de las provincias, lo que despertó la


oposición de Buenos Aires: los líderes de los llamados viejos partidos, los antiguos
autonomistas y los mitristas, miraban con desprecio al presidente. Se denunciaba que
Celman era el verdadero localista, y que había llenado de cordobeses las reparticiones
públicas dándole preferencia a esa provincia.

Había exagerado el potencial económico del país y subestimado a la hostilidad que le


tenían en Buenos Aires; en 1890 sus partidarios declaraban que en solo 3 años se habían
duplicado en las vías férreas, se construyeron dos nuevos puertos y se atrajeron a 700
000 inmigrantes, se mantuvo lo implementado por Roca antes, priorizando el
crecimiento y la modernización

La principal crítica era que se gastaba demasiado, el mayor vicio de la administración


de Roca había sido la extravagancia, la diferencia residía en la voluntad de Celman de
vender activos públicos rentables a inversionistas privados del extranjero, según él, el
estado era el peor administrador, lo que reflejaba un gran compromiso con el
liberalismo económico; para él, el estado renunciaría al papel de propietario y
empresario y apostaría la inversión extranjera, se lo veía como el catalizador de la
expansión económica, lo que permitiría reducir la deuda nacional y aumentar los
recursos del Banco Nacional para financiar obras públicas, además, vendiendo estos
activos, el Gobierno podría incrementar sus reservas en oro.

En el 85 Carlos Pellegrini logró un préstamo externo, el cual disipó con rapidez los
problemas económicos que habían llevado a la suspensión de la convertibilidad y
aunque podría haberla restaurado, este plan ya no tenía apoyo, por lo que se mantendría
la inconvertibilidad. Como premio Pellegrini fue el vicepresidente de Celman.

El crédito fácil puso en riesgo la balanza de pagos al promover el exceso de


importaciones y el endeudamiento externo, que a su vez provocaron el colapso
económico. La crisis financiera del 85 subrayaba la fragilidad de las reservas de
oro. La inconvertibilidad seguía siendo la opción elegida porque ayudaba el
crecimiento económico mediante el incremento del crédito que la economía podía
emplear productivamente, y por qué era funcional a los objetivos de Roca ya que
permitía mantener al Banco Nacional los subsidios a las provincias en su competencia
con el banco provincia.

En el 86 Juárez Celman apoyó la idea de una moneda convertible, sostuvo que la


inconvertibilidad era indeseable porque estimulaba la especulación monetaria y
favorecía la inflación, pero creía que la convertibilidad solo sería posible cuando la
economía este madura, por entonces el papel moneda inconvertible era necesario. El
Senado votó prolongar por un tiempo indefinido la suspensión de la convertibilidad, y

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algunos objetaban esta decisión diciendo que le estaba dando un poder excesivo al
Gobierno sobre la economía. Fuera del Senado muy pocos expresaron preocupación
porque, como hizo Roca, siempre se podía recurrir a una inversión extranjera para
proteger a la economía.

A fines del 86, los partidarios del Gobierno nacional obtuvieron el control de
Buenos Aires, en una violenta elección, Máximo Paz, sobrino de Roca, derrocó al
candidato apoyado por Rocha, concluyendo así, las hostilidades del Gobierno
nacional y el de la provincia de Buenos Aires. En 1892 Paz aspiraba a ser
vicepresidente y retribuía favores a Celman como muestras de obediencia.

Aparte de Buenos Aires, en Tucumán se había votado contra Juárez Celman en las
elecciones del 86; la enemistad aumentó cuando el Gobierno nacional apoyó la
insurrección de los empleados jerárquicos del Gobierno nacional en contra del
gobernador. El presidente no cumplió con la promesa de respetar la autonomía de las
provincias, y con el dominio absoluto, derrocando a los gobernantes que no estén de su
lado. El hermano de Juárez Celman llevó a cabo una operación que logró remover al
gobernador cordobés Olmos, y fue candidato a gobernador de la provincia; lo que
confirmaba rumores de una fractura en la relación entre Celman y Roca, ya que
Olmos apoyaba a este último. varios gobernadores provinciales realinearán su lealtad de
Roca a Juárez Celman: su régimen se convirtió en el “únicato” que implicaba
monopolio y tiranía: todo el poder, el Ejército, la policía, estaba en sus manos4.

CRISIS DE 1990.

La expansión económica tomo impulso, y las medidas para estimular el crecimiento


económico se sucedían unas a otras, en el 87 el presidente anunció la venta de activos
públicos empezando por los ferrocarriles, y se autorizó al Banco Nacional a duplicar su
capital, para obtener estos recursos el Gobierno vendió el ferrocarril andino que unía
San Luis, Mendoza y San Juan: la propuesta de vender los ferrocarriles provocó una ola
de especulación en tierras, las dependencias del Gobierno aumentaban los gastos de
manera indiscriminada, los bancos de Buenos Aires emitían gran cantidad de papel
moneda y nadie conocía el volumen de la deuda flotante. El Congreso no cuestionaba
las políticas de Gobierno y en las provincias los gobernadores empleaban los fondos de
los bancos locales para aumentar su clientela.

A fines del 87 el Gobierno propuso el Proyecto de la Ley De Bancos Garantidos: la


medida proponía relocalizar el oro en manos de los bancos provinciales y privados, en
el Banco Nacional, el oro acumulado reduciría de la deuda externa, tras entregar su
metal, los bancos recibirán un bono y la autorización para emitir papel moneda
garantizado en proporción a sus tenencias de bonos. La medida fortalecería los vínculos
financieros entre el Gobierno central y las provincias y cumpliría la aspiración de una
moneda nacional, lo cual ayudaría a las provincias a pagar sus deudas con Buenos
Aires.

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Matizar…

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Con la Ley de Bancos Garantidos, se predecía que las provincias abusarían de la ley e
imprimirían su propio dinero y la cantidad de papel moneda se depreciaría frente al oro,
estas posiciones demostraron ser las correctas, porque después de que se aprobara la
ley, los bancos provinciales emitieron papel moneda ignorando las reglas sobre los
depósitos en oro. El banco provincial de Córdoba por ejemplo recibió los bonos del
banco y emitió papel moneda, pero no depositó el oro, y las que sí lo hicieron habían
comprometido sus rentas para obtenerlo, porque el metálico era extranjero, y así
pidieron dinero, que jamás podrían pagar. De hecho, en Buenos Aires se tuvo que
vender el ferrocarril provincial para financiar una emisión de papel moneda.

Celman, aseguraba que la estabilidad financiera se mantendría porque las exportaciones,


importaciones y rentas del Gobierno estaban creciendo, y responsabilizaba a los
especuladores de la bolsa por las fluctuaciones en el valor del patrón oro, pero para
marzo del 88, los financistas conservadores empezaron a preocuparse por la rápida
acumulación de deuda externa y veían un gran problema en la cantidad de papel
moneda emitido en la Argentina, aunque muchos creían que la economía crecería a una
tasa lo suficientemente alta como para neutralizar cualquier efecto adverso causados por
las políticas expansionistas.

En el 88 las quejas de las provincias por falta de dinero impulsaron a los bancos a emitir
papel moneda, mientras que el Gobierno nacional hacía nuevas concesiones ferroviarias
ofreciendo ganancias garantizadas pagaderas en oro, con la absoluta confianza de poder
pagar esos dividendos porque las rentas seguirían creciendo.

En julio se produjo la quiebra de un banco importante, pero en agosto con la venta de


más activos se logró una mayor estabilidad. Sin embargo, en Buenos Aires comenzaron
a aparecer los primeros síntomas de tensión social y económica, en octubre los
trabajadores fueron a la huelga, exigían salarios en oro para compensar la caída del
poder de compra del papel moneda, en agosto y septiembre del año siguiente alcanzaron
su máxima intensidad, como paros de los marineros y el personal del alumbrado que se
sumaron. Los inmigrantes que llegaban no podían encontrar alojamientos y dependían
de las casas de caridad que las comunidades extranjeras debieron improvisar, pero que
no llegaba a atender, ni darles de comer a todos, por lo que, algunos tuvieron que volver
a sus países y criticaron el alto precio de los alquileres y el bajo salario en Buenos Aires.
Los periodistas expresaron su simpatía con los trabajadores, pero atacaban a los
agitadores extranjeros.

El Gobierno había prometido usar el oro de las provincias para pagar la deuda pública,
pero este oro se lo pedía el exterior y así las viejas deudas que se pagaban en papel
moneda fueron convertidas en nueva deuda que se pagaban en oro. La inconvertibilidad
era un gran peligro; si se depreciaba el papel moneda, las rentas caían y la deuda crecía
sin control, para protegerse el Gobierno necesitaba recaudar en oro los aranceles de
importación, la principal fuente de recursos, pero ese plan fue descartado porque al
reducir las importaciones reduciría la tasa de crecimiento económico.

13
CURA, ANA.

El Gobierno priorizaba el desarrollo, pero no tomaba recaudos ante la posibilidad


de un crecimiento menor al esperado. A pesar de esto, los opositores de Juárez
Celman no mostraron signos de vida. Varela, el nuevo ministro de Finanzas, proponía
frenar la especulación, que hacía subir el precio del dólar, prohibiendo que en la bolsa
se hicieran transacciones en oro, pero se formó un mercado negro que lo único que hizo
es aumentar la especulación y el oro subió a un ritmo más acelerado.

Por otro lado, intentaban controlar la prima de oro mediante la venta de las reservas
metálicas del Banco Nacional, que incluían fondos obtenidos por la privatización de
activos gubernamentales y préstamos del exterior, pero esto desaceleraría el aumento de
la prima solo mientras duran las reservas en oro.

Nunca se trató de restringir los préstamos externos, ni que los bancos dejaron de
emitir papel moneda. Para agosto del 89 las reservas habían desaparecido y la prima
del oro dio un salto, la deuda externa implicaba un flujo constante de oro hacia el
exterior.

A fines del 89 la economía colapsó, los bancos europeos dejaron de dar préstamos y la
prima del oro se disparó, las quiebras se multiplicaron y las ventas de tierra quedaron
suspendidas. Así, la confianza en el Gobierno cayó.

Del Valle intensificó la crisis política, acusando al Gobierno de emitir billetes en


secreto. Paralelamente en Europa occidental la demanda de oro crecía y los bancos
centrales europeos aumentaron las tasas de interés. Uriburu, nuevo ministro de Finanzas
renunció cuando Juárez Celman se niega a despedir a Pacheco como cabeza del Banco
Nacional, y así se perjudicó la imagen del presidente que había despreciado a un asesor
que podía restringir los gastos, para apoyar a otro que era percibido como un
funcionario corrupto.

CONSECUENCIAS DE LA CRISIS: LA UNIÓN CÍVICA Y LA REVOLUCIÓN


DEL PARQUE.

El descontento político hizo su aparición, un abogado opositor a Juárez Celman,


Barroetaveña publicó un artículo donde acusaba al Gobierno de la destrucción del
principio de autogobierno en las provincias y los municipios y junto a unos amigos,
proclamó la creación de la Unión cívica de la Juventud, pronto conocida como la
Unión cívica: la asociación tenía semejanzas con el programa presentado por los
clubes del partido autonomista de Buenos Aires, proponía luchar por las libertades
básicas, el libre ejercicio del voto y las elecciones municipales y resaltaron la
necesidad de que existieran partidos políticos activos, porque donde no hay partidos,
hay tiranía. La campaña atrajo a una audiencia amplia y entusiasta, la juventud
universitaria de la capital y la juventud de las provincias, abogados, médicos,
ingenieros, etc.

Juárez Celman se enfermó y los periódicos insinuaron que sus enemigos intentaban
envenenarlo, frente a esto la Unión cívica se fortaleció y se hizo más activa, mientras la

14
CURA, ANA.

situación económica empeoraba, en abril una segunda manifestación de la Unión cívica


produjo la renuncia de todo el gabinete; la concurrencia fue más importante que la
anterior y se encontraban en ella hombres de gran fortuna y algunos ex gobernadores y
ex ministros. Después de una década de ausencia, Mitre buscó extender el radio de
acción de la Unión cívica más allá de Buenos Aires, y negó que la Unión representará
una coalición de viejos partidos como la malograda coalición, después de la
concentración, algunos líderes de la Unión lanzaron una campaña para denominar a
Mitre como candidato a la presidencia en 1892, pero a fines de marzo partió rumbo a
Europa.

Leandro Alem tuvo un gran impacto en la muchedumbre, estaba listo para posar a los
jóvenes de la Unión cívica; Aristóbulo del Valle también declaró su oposición al
Gobierno, pero en las elecciones de febrero Alem no pudo lograr una banca en el
Congreso. En septiembre Alem y del Valle se incorporaron a la Unión cívica y se
convirtieron en sus líderes, al principio tropezó con la oposición de los gobernadores y
quedó detenida por un tiempo.

En julio estalló la revuelta, Alem decía qué el Gobierno nunca iba a respetar el sufragio
y que la única opción era la revolución. paralelamente En Brasil se había dado la
destrucción del poder imperial en Río de Janeiro y los movimientos revolucionarios se
propagaron por todo el país, Argentina podría seguir ese mismo camino una vez que
Juárez Celman fuera depuesto.

Mientras Alem decía que la revuelta comenzó cuando la policía atacó a la Unión en la
boca (el primer encuentro de la Unión), Del Valle decía que se dio porque no
lograban apoyo popular, por lo que, a diferencia de Alem, consideraba al
movimiento predominantemente militar y no popular o civil. Los hechos de la
revolución de julio del 90 sustentan la visión de del Valle, ya que el movimiento fue
conducido por soldados. Los líderes rebeldes también diferían en quién debería ocupar
el poder una vez derrocado Juárez Celman. Después de la demostración de septiembre
en el 89, Alem se convirtió en el titular de la Unión cívica.

Revolución del Parque: Los contactos y las negociaciones clandestinas no lograron


impedir la rebelión, el Gobierno planeaba retirar de Buenos Aires a las fuerzas militares
sospechosas, y esto provocó el movimiento que se había estado postergando; más de la
cuarta parte del total del Ejército argentino ingresó al parque y se apoderó del arsenal y
denunciaron la corrupción del Gobierno, además de que la deuda externa se había
triplicado desde la Asunción de Juárez Celman y criticaban la caída de los salarios
reales, además declararon que vender la red de agua, las obras de salubridad a una
empresa inglesa dañaría a los intereses de la población, y ataría el país al yugo de una
compañía extranjera, que vendería salud a cambio de oro.

Cuando comenzó la revuelta, Campos que había sido detenido, escapó de prisión
cuando sus guardianes se retiran, y se hizo cargo de la Comandancia militar. Pero no
ejecutó el plan de atacar las posiciones de las tropas gubernamentales fuera del parque y
se mantuvo en una línea defensiva. Esta decisión se podría explicar por su contacto con

15
CURA, ANA.

Roca mientras estaba en prisión, donde este último podía haberle dejado la impresión de
que esperaba que Juárez caiga sin necesidad de acciones militares, o por el hecho de que
fuera un hombre de negocios, o porque sintiera que tenía pocas razones para llevarla
adelante, ya que colocaría como nuevo presidente a Alem, a quien las mitritas,
consideraban tosco y plebeyo.

Finalmente el derrocamiento del Gobierno podía producir una revuelta de gobernadores


y otra guerra civil entre Buenos Aires y las provincias. Campos entonces. envió un
ultimátum al Gobierno para que se rindiera, pero cuando éste expiro y quiso atacar, el
Gobierno había reunido ya sus fuerzas. Celman dejó Buenos Aires para reclutar tropas
en las provincias y así el Gobierno rodeó el parque con la policía y tropas leales. Ambos
lados se enfrentaron en duras refriegas callejeras, a la noche se apilaban los cadáveres
de las tropas de Celman. En una tregua por recoger cadáveres, ambos bandos intentaron
reclutar fuerzas nuevas, el Gobierno lo utilizó para traer refuerzos de las provincias y
los rebeldes recorrieron Buenos Aires y obtuvieron suministros de municiones; pero al
retomar después de un día, la resistencia rebelde se desplomó por falta de municiones.

El apoyo provenía de los activistas de la Unión cívica, eran los más jóvenes, de las
universidades o profesiones liberales, lo que desmentía la afirmación de Alem de que el
movimiento era un levantamiento popular. No fue una revolución popular, porque
los soldados regulares lideraron las acciones, y además porque las clases altas de
Buenos Aires también le dieron cierto respaldo. Sin embargo, la mayoría hubiera
preferido el derrocamiento lacífico de Juárez Celman, por lo que las clases altas, a pesar
del descontento que tenían con el Gobierno, dieron pocas muestras de interés en el
programa de los rebeldes, ninguno hablaba de democracia. Varios de los sectores más
afectados por la depresión no formaron parte del levantamiento, De hecho, los
inmigrantes que se comprometieron con la lucha eran escasos, tampoco encontró apoyo
a los trabajadores a los sindicatos.

La revuelta en Buenos Aires fue un movimiento contra un presidente neo


federalista, y el 90 por lo tanto, se mantenía dentro de la tradición de
confrontaciones regionales. El liderazgo político del movimiento incluyó a mitristas y
autonomistas, los cuales en el pasado habían sido rivales. La rebelión fracasó por las
divisiones entre ellos, que generaban objetivos incompatibles, división la cual, reflejaba
las diferencias de clase social, como hombre de la plebeya Balvanera, Alem quería una
revolución popular y democrática, el cual era impracticable porque no tenía respaldo
popular. Los patricios, mitristas, hubiesen preferido una negociación con los líderes del
PAN, y llegar a un acuerdo para eliminar a Juárez Celman.

La revolución de julio provocó la caída del presidente, pero no de toda la


administración, y si bien Celman se retiró, regresó a Buenos Aires tres días después
con aire de triunfo. Sin embargo, una amnistía forzó a Juárez a realizar con sanciones a
los rebeldes y dejó al descubierto su falta de autoridad, le tuvo que permitir a los
rebeldes regresar a sus ocupaciones civiles. El 4 de agosto renunció el gabinete, y el

16
CURA, ANA.

presidente hizo proposiciones a Rocha e Yrigoyen, le ofreció posiciones en aquella


insititución a los partidarios de Mitre, pero eran inútiles y envió la renuncia al Congreso.

GOBIERNO DE PELLEGRINI 1890-1992.

Pellegrini fue su sucesor, el cual nombró a un gabinete de coalición, incluyó a Roca


como ministro del Interior, a Vicente López como ministro de Finanzas y a varios
mitristas.

Tuvo que afrontar la crisis y para ello tomó una serie de medidas. Se recortan los gastos,
los bancos fundados por ley 1887 desaparecieron, se cancelaron nuevas emisiones de
papel moneda y bonos y las garantías ferroviarias. Los impuestos aduaneros fueron
tasados en oro y las investigaciones iniciadas por López revelaron la anarquía reinante
en las finanzas provinciales. Córdoba por ejemplo, tenía 1/4 de las rentas que necesitaba
para pagar sus deudas; los gobernadores y otros funcionarios, usaban sus cargos para
obtener préstamos de los bancos provinciales.

A pesar de estas medidas las condiciones se deterioraron durante el segundo semestre de


1890 y para octubre la prima del oro subió abruptamente, Pellegrini se embarcó en la
búsqueda de fondos para pagar la deuda externa, y si bien evitó la quiebra, provocó
muchas protestas cuando trató de imponer impuestos a los depósitos en bancos
extranjeros. Un consorcio de bancos británicos concedió un préstamo de emergencia y
a cambio el Gobierno limitaría de manera progresiva la emisión de moneda perdida, y
todas las semanas debería remitir a Londres una parte de los ingresos de la aduana, lo
que era necesario para salvar la reputación del país y no perder los mercados
extranjeros. Con la crisis miles de inmigrantes se fueron del país.

Epilogo:

Algunos consideran que la Unión fue la precursora de los movimientos


populares del siglo XX en la Argentina. Muchas de las ideas propuestas por la Unión
cívica para democratizar la política así originaron en la década de 1008 60-70 y
adquirieron visibilidad durante los conflictos entre crudo y cocidos.

Como Unión temporánea entre mitristras y autonomistas, La Unión cívica se parecía


al Partido Liberal de Buenos Aires de comienzo de la década de los 70 y a la
conciliación de fines de los 80, pero como sus predecesores la unión fracasó por sus
divisiones internas y la falta de apoyo de las provincias.

En 1890 Pellegrini argumentaba que el colapso se originó por la búsqueda del


desarrollo económico impulsado por Juárez Celman, sus medidas habían provocado un
ingreso excesivo de importaciones y préstamos extranjeros, las inversiones extranjeras
habían sostenido de la balanza de pagos, pero cuando cesaron, el déficit de la balanza de
pagos secó las reservas de oro del país y la deuda externa agobió al Gobierno. Por el
contrario de Celman negaba que la especulación en la bolsa causará el aumento de la
prima de oro. Además, criticó la excesiva emisión monetaria, pero afirmaba que esta no
era el principal determinante del precio del metal, una prima elevada ayudaba a las

17
CURA, ANA.

exportaciones porque las abarataba y obstaculizaba las importaciones porque les hacía
más cara, cuando las exportaciones llegaron al mismo valor de las importaciones el
precio del oro caería, desde su punto de vista la depreciación reflejaba cuestiones de
Comercio Exterior y no problemas monetarios; para él la producción, la inversión
extranjera y el comercio exterior, factores que estaban fuera del control inmediato del
Gobierno, provocaron el colapso. Aunque no faltaban quienes culpaban al Gobierno y
sus políticas, de hecho, la evidencia apoya esta interpretación, sus políticas estimularon
fuertes endeudamientos externos y el aumento de las importaciones.

CAPÍTULO 4: LA RESTAURACIÓN DE ROCA Y SUS RETADORES.

Entre 1980 y 1900, roca y Pellegrini, con el apoyo intermitente de Mitre, intentaron
recrear el pan, enfrentaron un prolongado desafío de la Unión cívica radical, que era un
grupo disidente que se escindió de la Unión cívica en 1891. Los conflictos entre
partidarios del pan y radicales llegaron al pico máximo en octubre del 93, cuando los
radicales lanzaron revueltas en las provincias, las más importantes fueron en Buenos
Aires y Santa Fe: en Buenos Aires el líder local, Hipólito Yrigoyen, creó una
organización fuerte y en Santa Fe fueron los colonos inmigrantes quienes apoyaron a los
radicales contra el Gobierno provincial. El Ejército regular y las milicias provinciales
fueron derrotando a los radicales provincias tras provincia y, con este regreso de la
estabilidad, roca rearmó el pan, como una red de vínculos entre dirigentes nacionales y
provinciales. A comienzos de 1895 desplazó al presidente Luis Sainz Peña, a quien
había colocado en la presidencia como barrera contra los radicales, gobernó el país
desde su banca del Senado hasta su reelección en 1898. Roca estaba en la cumbre de su
poder, enfrío los conflictos políticos y se concentró en restaurar el crecimiento
económico. Mientras él ejercía autoridades de Buenos Aires un tejido de redes
familiares y lograba su influencia en cada provincia.

El desafío de los radicales: a comienzos de la década del 90-1900 una multitud de


indigentes y desamparados vagaba por la ciudad de Buenos Aires y se tomaron medidas
para solucionar el problema. A fines del 89 comenzaron las bancarrotas de bancos y
firmas y las quiebras continuaron durante varios años, el consulado estadounidense
desbordaba de gente y muchos de ellos eran americanos que buscaban alojamiento, los
préstamos de emergencia de Europa no lograron revertir la subida del precio del oro, las
deudas domésticas obligaron a Pellegrini y a recurrir a nuevas emisiones de papel
moneda y la inflación combinada con la depresión comercial, socavó su popularidad.
Los senadores y diputados respaldaron a Pellegrini y en su mayoría se aliaron a roca
cuando fue nombrado ministro del Interior, El Congreso se transformó en una fuerza
estabilizadora, aunque no fuera ejemplo de respetabilidad. En el 93 los miembros del
Congreso estuvieron listos para votar cualquier concesión en la que algunos de sus
miembros tuvieran un interés personal. En las provincias, los gobernadores se
comportaban igual que bajo el régimen de Celman. Roca dedicó su tiempo a restablecer
los contactos personales con los operadores locales, y afirmaba que tenía como objetivo

18
CURA, ANA.

unir a los restos dispersos del partido autonomista nacional, en medio de esta depresión
solo podía ofrecer promesas, por lo que no fue fácil tener el apoyo de los líderes
provinciales. El conflicto por recursos escasos llegó a producir violentas disputas,
implicar una intervención de las tropas nacionales, y Por otro lado los impuestos locales
produjeron gran descontento.

En el decenio anterior en las provincias se han desarrollado vínculos entre negocios y


política, pero comienzos del decenio de los 90 parecía que la política tenía escasa
conexión con el comercio. (Acá empieza a hablar de salta, de que era una sociedad
abierta que supuestamente todos en la provincia esperaban que el Gobierno les provea
los medios subsistencia, pero no parece importante desarrollarlo, y un financiero
británico decía que había fuertes vínculos dentro de la política y el comercio) Santiago
del Estero ofrece un ejemplo de cómo las familias prominentes formaban alianzas
políticas y de negocios.

Con su formación en el 89 la Unión cívica intentó acabar con la corrupción y el


nepotismo gubernamental, Alem decía que el país nunca tendría finanzas estables hasta
que no logrará una buena política y respeto por los derechos, La Unión cívica quería
lograr una organización permanente y un programa que siguiera el estilo de los partidos
políticos de los Estados Unidos, sería un despegue de todos sus predecesores porque los
partidos preexistentes incluían solo a las clientelas de los magnates políticos, y la Unión
venía a encarnar todas las fuerzas no absorbidas por el oficialismo. Aunque la Unión
tuvo fuertes conexiones con movimientos políticos previos y quedaba confinada dentro
de la ciudad de Buenos Aires. En 1890 se hicieron visibles las divisiones internas de la
Unión y se empezó a hablar de enfrentamientos entre moderados o conservadores y
exaltados o radicales, partidarios de Mitre y Alem respectivamente; esto estallará en
marzo de 1891, cuando Mitre regresó de Europa para ser el candidato de las elecciones
del 92, con intentos de apoyar un acuerdo político con Roca, el cual marginó a Alem y
sus partidarios, porque protegería a las camarillas gobernantes en las provincias
controladas por Roca, en julio los delegados se dividieron entre partidarios y opositores
del acuerdo y cuando la Unión se desintegró los radicales fundaron la Unión cívica
radical como un nuevo partido político.

El radicalismo se formó como un movimiento que buscaría apoyo popular, pero


mantuvo orientaciones conservadoras, se veían en su compromiso con la reducción de
los gastos gubernamentales. Este grupo heredó los ideales democráticos de la Unión
cívica, y prometieron promover los derechos populares, para atraer a los reformistas,
prometía fomentar una distribución democrática de la tierra y reducir los aranceles de
las importaciones de consumo popular, sin embargo, predominarían las tendencias
conservadoras. En 1891 el partido rechazó la postulación de Alem como candidato a
presidente y nominó a Bernardo de Irigoyen, ex colaborador de Roca: improbable
revolucionario y reformista, desestimó las reformas agrarias e impositiva pero buscó
movilizar una nueva base política e hizo una campaña para obtener el apoyo de los
inmigrantes, sosteniendo que éstos debían votar después de 2 años de residencia y
obtener la ciudadanía de manera automática una vez que se registran para votar. La

19
CURA, ANA.

debilidad del acuerdo residía en la incompatibilidad entre los intereses de Mitre y de


Roca, al primero el acuerdo le ofrecía la oportunidad de extender su influencia hacia las
provincias y volver a la presidencia, a Roca le permitía reintegrar a Buenos Aires para el
sistema de alianzas interprovinciales; la adhesión de Buenos Aires restablecería la
legitimidad y la estabilidad del sistema político. Luego de la división de la Unión cívica,
los partidarios de roca, quienes estaban afiliados al Partido Nacional, dieron su apoyo a
la candidatura de Mitre. Pero el acuerdo, sobrevivió solo dos meses, en octubre Mitre
renunció la candidatura, especulaciones sobre este hecho dicen que lo hizo por miedo a
la impopularidad que le daría ser presidente durante la depresión, como Pellegrini.
Aunque también entraba en juego, su eterno problema, la debilidad política fuera de
Buenos Aires. La renuncia se dio en un pico de enfrentamientos en las provincias, que
recordaban los choques entre partidarios de roca y la conciliación, los conflictos de
1891 se originaron en las maniobras para repartir el poder entre las dos facciones: en
varias provincias el Partido Nacional se rehusaba a ceder posiciones a los partidarios de
Mitre, tal como estipulaba el acuerdo, De hecho, en corrientes amigos del gobernador
asesinaron a varios mitritas; en San Luis, los dirigentes del Partido Nacional, la familia
Mendoza, se rehusaba a entregar a las mitritas el cargo que les habían prometido en el
Senado nacional. Solo aceptarían a Mitre si acordaba ser un presidente nominal que
garantizará el estatus quo en las provincias, pero no podía asumir ese papel sin perder el
apoyo de sus propios partidarios y por eso decidió abandonar la candidatura.

además de la hostilidad de los radicales, a fines del 91 Roca debió enfrentar a otro
opositores en la provincia de Buenos Aires, que provenían de una facción del Partido
Nacional ligada a julio costa, quien había sucedido a paz como gobernador en el 90; se
los conocía como modernistas, por qué eran admiradores de una visión positivista,
doctrinaria del progreso y porque declaraban que debía hacerse una política de partido
levantando hombres nuevos y modernos; el jefe era Roque Sáenz Peña, quién había
apoyado a Juárez Celman. A comienzos del 92 hicieron la apuesta al proponer Sáenz
Peña para la presidencia, lograron apoyo en Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires.
Enseguida roca propuso la candidatura de Luis Sáenz Peña, el padre de roque, y el hijo
lealmente retiró su candidatura, lo que resolvió el dilema de roca tras la renuncia de
Mitre, su candidato tenía una reputación de integridad que respondía a la demanda de
los radicales de normas éticas para la vida política y el apoyo de su hijo también le dio
el respaldo de los modernistas lo cual frenó temporalmente el sistema del Partido
Nacional en la provincia de Buenos Aires. Sáenz peña además contaba con el apoyo de
la Iglesia, por ser católico devoto y así descabezaría la oposición católica contra roca
que se mantenía desde la campaña anticlerical.

Pellegrini era el responsable de forzar la elección a favor de Sáenz Peña como


presidente y de José Evaristo Uriburu, de salta, como vicepresidente; acusó a los
radicales de complotar para hacer otra rebelión, impuso el estado de sitio y encarceló a
sus líderes, el Gobierno detuvo a Alem y de esa manera Pellegrini, Roca y los
gobernadores decidieron los resultados de la elección. El colegio electoral eligió a
Saenz peña como una votación casi unánime, su tarea era equilibrar las facciones de
Mitre y roca, debía lograr la estabilidad y la reconciliación que el acuerdo no había
20
CURA, ANA.

alcanzado, sin embargo ambas partes entraron en conflicto por el dominio del gabinete,
el presidente tuvo que nombrar un nuevo gabinete compuesto por partidarios de Roca,
lo cual provocó pánico en Buenos Aires, el bastión de los modernistas y costa, que
temía ser depuesto por una intervención federal, comenzó a importar armas y organizar
una milicia provincial, los gobernadores de Santa fe y Entre Ríos se unieron para
planificar La “Liga del litoral”, y para protegerse del Gobierno central.

En Santa Fe se había practicado el autogobierno, se cobraban sus propios impuestos y


manejaban sus propias escuelas y servicios públicos, pero cuando esté terminó, el
Gobierno impuso un impuesto a los granos en 1891, lo que produjo una revuelta y los
colonos empezaron a linchar a los recolectores de impuestos, sostenían que las
autoridades imponían el gravamen sobre los extranjeros, aunque mientras los suizos
alemanes oponían resistencia, la comunidad católica italiana parecía estar dispuesta a
pagar. Para 1893 Sáenz Peña abandonado por los seguidores de rRoca, quedó sumergido
en otra crisis y se comunicó con Mitre, Roca y Pellegrini, este último planteó un
gabinete de coalición entre mitristras y radicales, para resucitar a la Unión cívica y
entregar el poder al partido que él mismo había contribuido a derrotar, aunque más tarde
explicó que lo que quería era incorporar radicales al Gobierno para exponer su
incapacidad y desacreditarlos. En ese momento se pensaba que el objetivo era usar la
coalición para desplazar el régimen modernista en Buenos Aires y luego se quebraría.
Persuadió a Sáenz Peña de que la propuesta le permitiría deshacerse de su dependencia
con Roca, ganando apoyo de los dos mayores partidos de la capital y de los grupos más
importantes en las provincias. Mitre aceptó la estrategia a pesar de sus dudas, porque era
su mejor oportunidad para ampliar su influencia personal, Aristóbulo del Valle, notorio
reformista político y ex camarada de Alem, se erigió como la figura principal del nuevo
gabinete; armó un gabinete casi totalmente mitrista, los dirigentes radicales rechazaron
la invitación, aquí después de la experiencia del 90-91 no se volverían a unir a una
coalición. Pero carecía de apoyo en el Congreso y en las provincias, para tomar por la
fuerza el control de la provincia de Buenos Aires, alrededor de 4000 milicianos
radicales se reunieron en Temperley comenzaron a marchar hacia la plata.

En agosto del 93 apareció la figura de Hipólito Yrigoyen, líder del movimiento militar
en la provincia de Buenos Aires, quien había dependido de Alem, su tío. En 1880
intentó ganar una elección de diputados nacionales como candidato del PAN, pero no
tuvo suerte, una década después había acumulado una importante fortuna en tierras,
pero no había logrado entrar en el sistema político de Roca y así se unió a la Unión
cívica. Se había opuesto al acuerdo entre Mitre y roca y se comprometió mantener su
partido separado de todos los demás, postura conocida como “intransigencia”. Se
propuso encontrar una base popular y en el 93 dono su salario de maestro, a la sociedad
de beneficencia. Según él, los presidentes no debían involucrarse en las elecciones, por
eso le informó a Pellegrini que debía ceñirse a asegurar la libertad del voto. Los signos
de tirantes con Alem no fueron infrecuentes, él evitaba la postura anticlerical de
criticaba su negligencia como organizador del partido. En el 93 la corrupción electoral y
la opresión oficial fueron las justificaciones de dirigirse para la revuelta en Buenos
Aires, la cual tuvo una coordinación sin precedentes. Sus seguidores eran un ejemplo
21
CURA, ANA.

del movimiento popular al que en vano Alem había aspirado, las fuerzas militares de
Irigoyen incluyen comerciantes, artesanos y pequeños chacareros perjudicados por la
depresión, así como miembros de la burguesía. Caído el Gobierno de costa, sus
seguidores le insistían para que tomara el poder como gobernador provisional, pero se
negó porque había prometido nunca ocupar un cargo público.

En Rosario los radicales rodearon las fuerzas gubernamentales en la principal estación


de policía, los enfrentamientos callejeros se extendieron hasta que las tropas
provinciales se rindieron, la revuelta tuvo el apoyo de los colonos suizos alemanes. Una
tercera revuelta exitosa estallo en San Luis. Intentos menores y fallidos ocurrieron en
otros sitios; en salta las autoridades mantuvieron el control con facilidad. Después de la
rebelión radical Buenos Aires, El Congreso aprobó una ley de intervención federal, y
del valle trató de persuadir al presidente para que lo nombrara interventor federal, pero
esto despertaría una revuelta, ya que se interpretaría como un ataque contra los
jugadores realistas; consecuencia del Valle renunció y se formó un nuevo gabinete en el
que Manuel Quintana, opositor de los radicales, ocupó el Ministerio del interior y la
política del Gobierno central tomó un nuevo rumbo, en la plata, bosch ordenó el
desarme de la milicia radical. En San Luis donde la revuelta había fracasado, los
mitristras, también fueron los primeros beneficiarios de la caída de los radicales.

En Buenos Aires, sus partidarios y los de Mitre formaron una coalición electoral.
Habían derrocado A Costa y luego los radicales, pero, un inesperado foco de oposición
comenzó a atacarlos, provenía de La Unión provincial, organizada por los principales
terratenientes de la provincia: se encontraban en ella Anchorena, Lavalle, Martínez de
Hoz; quienes experimentaron un breve despertar político como resultado de la
depresión, estos se habían opuesto a la política impositiva, bancaria y municipal de
Costa, se quejaban del despotismo de los jefes de policía locales y de la falta de
autonomía municipal. A comienzos del 93 la Liga agraria, el grupo de presión de los
hacendados, solicitó la intervención federal de Buenos Aires. A comienzos del 93
crearon la Unión provincial para competir en las elecciones, pero rápidamente
abandonaron el esfuerzo por la falta de vínculos serios con los jefes locales, jueces de
paz y de policía, cómo los terratenientes vivían en la ciudad, no sentía los efectos de los
actores arbitrarios de las autoridades provinciales; por lo que, la política había caído en
las manos de gente con menor poder económico y situación social. La oligarquía
terrateniente era la estructura de poder en las provincias del interior, así los grandes
estancieros controlaban los cargos públicos, pero en Buenos Aires las relaciones entre el
poder político y el económico eran complejas: así el poder de los estancieros había sido
más débil desde la época de rosas, y más tarde con los jueces consolidados como la
columna vertebral del poder rural, no pudieron ampliar su influencia era un poco los
vínculos que conectaban a los terratenientes con la población local y la Liga agraria
tuvo una eficacia muy limitada como grupo de presión político.

Santa Fe, San Luis y otras 3 provincias sucumbieron a la intervención federal tras el
nombramiento de Quintana como ministro de Interior, las intervenciones barrieron a los
gobiernos radicales creados por las rebeliones, las medidas de Quintana solo reforzaron

22
CURA, ANA.

a las facciones que apoyaban a Roca y la principal resistencia contra él se dieron en


Rosario en septiembre cuando Alem encabezó otra revuelta, 2000 radicales marcharon
sobre Rosario y tomaron una ciudad y 5 días después las fuerzas gubernamentales
derrotaron, los radicales se rindieran. Un segundo levantamiento se dio en la capital de
la provincia, pero fue sofocado rápidamente, las actitudes hacia Alem se agriaron,
cuando se empezó a notar que la revuelta no tenía organización y determinación, y que
por eso fue un fracaso desastroso; aunque los radicales tenían una base social amplia
eran escasos en número para sostener rebeliones largas y el resultado mostró una vez
más el poder del trío: Pellegrini, roca y Mitre. Durante el segundo levantamiento de
Rosario, Pellegrini coordinó desde Buenos Aires las fuerzas militares, y roca desde
Córdoba aseguraba la lealtad de los dos ejércitos en las provincias del interior, los
mitristas, si bien al comienzo parecieron apoyar la reforma, terminaron empleando a
Bosch para eliminar la rebelión radical en Buenos Aires.

En Santa Fe los radicales ganaron el apoyo de grupos de colonos con promesas de


construir nuevas escuelas y restaurar el Gobierno local, así los inmigrantes fueron la
principal fuente de apoyo de los radicales, pero no tenían utilidad a la hora de votar.
Después del levantamiento los colonos sufrieron fuertes represalias en una campaña del
terror que se prolongó por un mes, el gabinete de Quintana arrestó o deportó a
prominentes radicales en todo el país, Irigoyen se exilió en Montevideo y Alem fue
encarcelado por segunda vez en un barco de la Armada fuera de Buenos Aires. A pesar
de la persecución, los radicales se presentaron en las elecciones del 94 y cuando las
elecciones fueron limpias lograron cierto éxito, sin embargo, En Buenos Aires el
interventor federal, López organizó una elección imparcial y no lograron derrotar la
coalición de los partidarios de Mitre y Pellegrini. Aunque sí obtuvieron el mayor
número de escaños en la legislatura.

Hipólito Yrigoyen combinaba una prédica moral noble y elevada con excepcionales
dotes organizativas, De hecho si algún jefe de policía los favoreciera en las elecciones,
afirmaba que los radicales renunciarían. Su base de apoyo era heterogénea e incluye a
miembros de la pujante clase trabajadora, los obreros, miembros de la pequeña
burguesía, comerciantes minoristas y maestros artesanos, en el campo; casi todos los
chacareros, colonos y pequeños estancieros. En los 90 trataron de acercarse a las
asociaciones de inmigrantes en Buenos Aires, Por otro lado, también tenían fuertes
lazos con las clases altas rurales.

En las otras provincias cultivaron relaciones con antiguas familias federalistas, como los
Saa en san Luis, y López Jordán en entre ríos. Alem sostenía que todos apoyaban a los
radicales en Córdoba.

Los radicales buscaron apoyo en grupos que carecían de representación; según ellos, en
el pueblo entero, e n su coalición se podían encontrar librepensadores y católicos,
proteccionistas y promotores del libre mercado, y ex miembros de casi todas las
facciones partidarias preexistentes. A mediados de la década de 1890-1900, con la
salida de la depresión económica y el reagrupamiento de las antiguas facciones, las

23
CURA, ANA.

victorias radicales fueron aplazadas para el futuro. Para el 94 las demandas de los
radicales perdieron ímpetu y la opinión pública se oponía a una reforma profunda, las
condiciones favorecían así a grupos conservadores, como los mitristas.

Se estaba llegando a la estabilidad, en el 93 el ministro de Finanzas Romero, cerró un


acuerdo con los bancos británicos que le daba una moratoria de los pagos del capital y
los intereses de la deuda externa, los salarios mejoraron. La Argentina había superado la
depresión.

La política a fines de la década de 1890 y 1900:

A fines de julio Sáenz Peña intentó crear su propio partido en las provincias
intervenidas, pero los seguidores de Roca movilizaron la oposición de los gobernadores
y destruyeron la maniobra, en noviembre cayó el gabinete de Quintana por la fuerte
oposición del congreso. Una vez más, Sáenz peña se enfrentó a la tarea de hallar un
sucesor, el trio (mitre, Pellegrini, roca) había usado a Sáenz peña para superar el periodo
crítico, una vez cumplido el objetivo, lo dejaron de lado. En 1985 renunció.

El cambio de Gobierno tuvo efectos en las provincias y lo muestra el destino de Balfour


(estuvo en el centro de un escándalo por la quiebra de una serie de empresas de Gran
Bretaña que estableció y controló, dejando a miles de inversores sin un centavo.
Después de que se descubrió la estafa, Balfour huyó del país, hacia Argentina). Cuando
huyó a Argentina a fines de 1892, las autoridades británicas comenzaron a tramitar su
extradición, la deportación tardó dos años lo que refleja la desorganización política en
Argentina, el Congreso pudo aprobar el tratado de extradición recién en 1895 y así se
obtuvo el arresto de Balfour firmado por Sáenz Peña. En salta las autoridades locales
fueron extremadamente obstructivas, ya que el acusado sobornó a funcionarios para
postergar los procedimientos, y esto reflejaba la debilidad que tenía la administración de
Sáenz Peña en las provincias. Los funcionarios británicos persuadieron al gobernador de
Salta para que sometiera a la jurisdicción federal y procediera a su traslado a Buenos
Aires. El cambio de decisión del gobernador, que al principio había accedido frente a
los allegados de Balfour, muestra cómo cambió la política nacional que imponía el
nuevo Gobierno En Buenos Aires y tuvo que someterse a las presiones de la capital.

En 1896 los radicales se dividieron entre, quienes estaban a favor de la participación en


elecciones, conducida por Bernardo de Irigoyen, y, los “intransigentes”, que rechazaban
las elecciones con el argumento de que el fraude hacían imposible la victoria, liderados
por Alem e Hipólito Yrigoyen.

Después del fracaso de Rosario, y de que Alem saliera de la cárcel, en el 94 fue electo
senador por la Capital Federal, pero sus enemigos le impidieron asumir el cargo,
Pellegrini lo acusó de no haber pagado deudas que había contraído a fines de la década
anterior, Alem perdía así su prestigio. En el 96 se da una fractura entre H.Yrigoyen y
Alem, cuando el primero lo acusó de negligencia como presidente del comité nacional
del partido, Alem cansado ofreció su renuncia al cargo de presidente y dos meses
después se suicidó, su muerte no causó demasiada reflexión ni compasión y la breve era

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CURA, ANA.

de acción turbulenta quedaba en el pasado, Alem quedaba así como una reliquia del
periodo de inscripciones y motines insignificantes. Su muerte parecía presagiar el fin
del radicalismo, en las elecciones de la provincia de Buenos Aires del 96 Bernardo de
Irigoyen recibió menos votos que en las anteriores.

En el 97 los conflictos entre los intransigentes volvieron a estallar y alcanzaron su pico


en septiembre, cuando Hipólito Yrigoyen se batió a duelo con Lisandro de la torre, uno
de los jóvenes radicales de Santa fe, quien había acusado a Yrigoyen de una larga
secuencia de maniobras en contra de Alem, las cuales causaron su suicidio. Se
consideraba a los radicales como hombres excelentes, pero con falta de experiencia en
el Gobierno. En el 98 los intransigentes que quedaban entraron en abierto conflicto con
Bernardo de Irigoyen, quien con el apoyo de Pellegrini llegó a ganar Buenos Aires, el
partido radical se había disuelto.

A finales de la década de 1890 1900 el Partido Nacional de Roca retomó su nombre


original, partido autonomista nacional o PAN, este controlaba todas las provincias
excepto Buenos Aires y la Capital Federal, donde eran Mitre y Pellegrini quién tenían el
predominio. El movimiento funcionaba como una red de alianzas entre gobernadores
provinciales, pero como no poseía un programa, posición ideológica, ni organización
formal, la prensa se resistía a llamarlo partido, lo consideraba una clientela, sometida a
las órdenes del presidente de la República. Bajo el control de roca, El Senado era un
nexo importante entre el presidente y las provincias, pero el Ejército era el árbitro final.
Los gobernadores provinciales seguían dominando las elecciones. Roca y sus
seguidores se eximían del fraude electoral y decían que era culpa de los votantes más
que del gobernador elector y los abusos estaban demasiado arraigados en el país como
para poder eliminarlos en un día, años más tarde argumentó que el fraude era una
necesidad porque las elecciones controladas protegerán al estado contra los conflictos
regionales y partidarios y proveían los medios para sostener la Unión nacional frente a
la anarquía. No solo el PAN practicaba fraude, también lo hacían sus rivales, tanto
mitristas, como radicales. La prensa parodiaba los rituales con que se rodeaba a las
elecciones en las provincias; los operadores del PAN, En Buenos Aires decidían quiénes
serían los candidatos y luego informaban a los dirigentes de los partidos políticos
provinciales, y los líderes provinciales simulaban hacer sus elecciones de manera
independiente, pero seguían las órdenes de Buenos Aires. Sí un grupo opositor
pretendía presentarse a una elección, el Gobierno provincial denunciaba complot
conspirativo y pedía a las autoridades que enviará tropas alegando que el orden público
estaba amenazado. Por otro lado, en las provincias los votantes debían viajar para llegar
a los centros de votación y esto les daba a los gobernadores otras ventajas porque
monopolizaban los medios de transporte con frecuencia y el viaje terminado haciendo
un verdadero sacrificio. Las elecciones, entonces, era unas opciones de los gobernadores
y no de los votantes. Una de las formas de fraude más frecuentes era impedir la
instalación de una mesa de votación con el fin de obstruir a los votantes o reducir la
cantidad de mesas a una cifra muy inferior a la necesaria para que los votantes
empadronados pudieran emitir su voto, en el 94 para minimizar el voto radical en Santa
Fe, los hombres de Leiva pusieron solo una mesa cada 4000 votantes, lo que disminuyó
25
CURA, ANA.

el voto. En Rosario donde los radicales tenían mayor apoyo los hombres de Leiva
hicieron arreglos para que los fiscales de mesa no aparecieran. A veces, los grupos
opositores como los radicales lograban reunir los fondos necesarios para transportar a
los votantes y, otras veces lograban el apoyo de los funcionarios locales; en estos casos
solía estallar la violencia y así el oficialismo triunfaba.

Las provincias se volvieron sinónimo de opresión, en corrientes entre el 80 y 90, el


cargo de gobernador pasó de mano en mano entre primos hermanos, en Catamarca dos
familias gobernaban en la provincia; Los Herrera y los castellano, La Rioja Estaba en
manos de la familia Carreño y este es un ejemplo claro de la oligarquía provincial
durante la época de roca; su primo era ministro de Gobierno y su cuñado, jefe de la
oficina de rentas, cuatro familiares de Carreño eran jueces y la familia de su esposa
controlaba la policía, hermanos y tíos ocupaban las oficinas administrativas. 6 de los 17
representantes eran familiares de Carreño. El control sobre el Gobierno provincial
también se hizo importante como fuente de acceso a mano de obra; la clase terrateniente
del interior utilizaba la libreta del conchabo: el empleador llevaba a su futuro peón a la
policía, quién es mi tía la libreta o licencia y era testigo del contrato, el empleador
adelantaba un salario al peón, del que deducía el costo de la libreta, una vez confirmado
solo el empleador podía rescindir lo antes de la fecha de expiración estipulada, la
opresión en este caso era muy grande y, De hecho, si cualquier trabajador se ausentaba
al trabajo sin una buena causa podría ser detenido por parte de la policía. Ningún
hombre podía contratar a un hombre que todavía tenía deuda con su anterior empleador,
por ende hasta que la deuda no sea saldada, el trabajador no puede buscar empleo en
otra parte. Este método se difundió desde las áreas más antiguas del interior hacia
algunas de las nuevas, como misiones. Los empleadores más pequeños se quejaban de
que las familias locales con conexiones políticas monopolizaban el método. un punto
importante para la oposición contra el conchabo fue la necesidad de mano de obra móvil
en las industrias del azúcar y del vino que se estaban desarrollando en Tucumán y
Mendoza.

En Mendoza fue menos prominente porque surgieron los contratistas, que asumieron la
tarea de controlar y organizar la mano de Argentina. Muchas veces la respuesta a los
intentos de abolición fue la reinstalación del conchabo bajo condiciones más duras. En
las provincias más desarrolladas del litoral era más difícil de montar o mantener
oligarquía familiares, porque los líderes tenían una oposición más fuerte.

En Buenos Aires, Pellegrini abandonó la alianza con Mitre en 1893 y apoyo a la


candidatura de Bernardo de Irigoyen, con la intención de dividir a los radicales e
incorporar el apóstol de los Bernardistas. Yrigoyen se había destacado como crítico del
sistema unipersonal encargado por Juárez Celman y roca. Al llegar la Gobernación de
Buenos Aires, empleó los mismos métodos que ellos y ordeno una Purga de los
funcionarios municipales mitristas, para asegurarse una legislatura cooperativa, tras el
fracaso envió guarda cárceles armados a ocupar la legislatura. Roca gobernaba de facto
el país desde la presidencia del Senado y su reelección como presidente del Ejecutivo
parecía inevitable. La elección del 98 se produjo en un clima tranquilo, en este caso el

26
CURA, ANA.

colegio electoral y le dio mayor cuota de votos a Buenos Aires y a otras provincias del
litoral, que reflejaba su crecimiento demográfico, pero esto no tuvo impacto porque no
surgió ningún otro candidato que desafiara roca.

La nueva administración era la continuación de la situación actual con otra cabeza.


Muchos comparaban a Roca con Porfirio Díaz en México.

Roca mantenía los mismos objetivos de crecimiento y estabilidad que caracterizaron a


su primera presidencia; ganó fuerte apoyo de los intereses comerciales financieros
británicos, esto lo apoyaban por qué para ellos roca significaba; Gobierno firme y
protección del capital extranjero. Roca quería lograr la confianza de Europa. Hizo la paz
con la Iglesia y restableció las relaciones diplomáticas con el Vaticano. Adoptó una
posición fuertemente probritánica y donó 800 caballos al Ejército británico que luchaba
contra los boers en Sudáfrica, este hecho era ilegal porque los caballos no le
pertenecían, sino al estado. La prensa de Milán veía a la República Argentina como un
esclavo financiero de los ingleses. En julio los comerciantes y tenderos de Buenos Aires
organizaron una marcha de protesta contra los impuestos. Comenzó a difundirse un
sentimiento de decepción hacia roca.

Política popular.

A pesar de la inercia durante las administraciones de Uriburu y Roca, los últimos años
se empezaron a dar cambios políticos:

Se expandió la sociedad urbana de Buenos Aires y liberó nuevas formas que cargaron
de presión el sistema político basado en los gobernadores provinciales. El crecimiento
de los sindicatos y la aparición del anarquismo y el socialismo fueron los ejemplos
mejor conocidos. Otras menos conocidas, fueron las nuevas asociaciones populares y el
surgimiento de otras formas de política popular,

La prensa adquirió un nuevo poder y apareció el nacionalismo popular. Militantes


universitarios salieron a protestar a las calles y la presión popular cubre la unidad de
élite gobernante.

La disputa fronteriza con Chile produjo la primera manifestación; la cuestión


comenzó a partir del tratado de 1881, que motivó interpretaciones encontradas por parte
de ambos países en cuanto a la localización de la frontera; el Gobierno argentino
sostenía que la línea seguía en las altas cumbres andinas y el Gobierno chileno decía
que el límite estaba dado por la divisoria de aguas continentales (o sea la cordillera). La
controversia estalló en Argentina en el momento en que perdieron fuerza los conflictos
internos provocados por la revuelta de 1890, muchos creían qué la disputa era una
maniobra de distracción para la política doméstica. Roca lo utilizó para su reelección,
decía que solo él podría impedir la guerra, la cual amenazaba a su programa económico;
logró el apoyo de Mitre que denunció la guerra con Chile como un delirio, y Pellegrini
también atacó a los belicistas, y así en septiembre del 98 los gobiernos de la Argentina y
de Chile sometieron la disputa al arbitraje británico.

27
CURA, ANA.

El esfuerzo por construir un estado nacional se desvió de la creación de un equilibrio


regional y se enfocó en lograr la lealtad de la población en general, los jefes militares
por primera vez buscaron lograr respaldo popular, comenzaron a adiestrar a la Guardia
Nacional y colocaron instructores de educación física en las escuelas.

Otra expresión del avance de la política popular fue la aparición de la prensa amarilla
en Buenos Aires, a pesar de que era “la prensa” la formal y conservadora. Las
campañas de la prensa y los militares tuvieron un impacto popular significativo, por
ejemplo, los estudiantes del Colegio Nacional de Buenos Aires marcharon por las calles
maldiciendo a Chile.

La disputa fronteriza propició la búsqueda de nuevas formas de control sobre una


sociedad urbana y plural en rápido crecimiento, la Liga patriótica tomó la
delantera en el entrenamiento y adoctrinamiento de los civiles, esta surgió en 1898,
se dispersaría para resucitar en 1901 bajo el nombre de la Liga patriótica nacional, se
extendió rápidamente por todo el país y logró apoyo popular gracias a que sus líderes
distribuyan armas en las provincias. Era un movimiento de masas iniciado por
miembros de la clase terrateniente conservadora, sus líderes eran: Zeballos, Sáenz Peña,
Tomás de Anchorena, habían sido modernistas o miembros de la Unión provincial de
Buenos Aires. Zeballos era el principal líder, pensaba que el entrenamiento militar era
un componente principal para controlar a las masas y quería que las mujeres de la clase
alta enseñaran virtudes cívicas, buscaba crear vínculos más estrechos entre los
argentinos y los extranjeros; si bien los italianos que estaban en Argentina evitaban
involucrarse en política, La Liga que tenía semejanzas con los imperialistas italianos,
consiguió el apoyo de estos contra Chile.

Pellegrini, por otro lado, buscó establecer vínculos con la comunidad española local.
Este intento de acercarse a los extranjeros formaba parte de un giro hacia Europa
occidental y se produjo un rechazo hacia los modelos previos, Australia y Nueva
Zelanda ya no llamaba la atención.

En este momento se intensificó el racismo hacia las poblaciones europeas y esto puede
verse en el hecho de que Roca auspició planes para traer colonos japoneses a Formosa,
pero la prensa se oponía porque decía que los japoneses tenían lepra.

La política de masas encontró otras expresiones en demostraciones callejeras en Buenos


Aires, la más importante fue una protesta contra los impuestos que se produjo en junio
de 1899.

LA RECONVERSIÓN DE LA DEUDA.

Después del conflicto fronterizo, otra cuestión a resolver era la deuda externa y en este
Pellegrini tenía un papel central, porque si bien había sido muy impopular como
presidente, luego construyó una amplia esfera de influencia en la provincia de Buenos
Aires y en el 95 de la legislatura provincial lo eligió senador. Al igual que Roca, decía
que los controles eran necesarios hasta que el electorado estuviera mejor educado y

28
CURA, ANA.

fuera capaz de tomar decisiones constructivas, la libertad puesta al servicio de la


ignorancia equivalía a un arma de fuego en manos de un niño.

Pellegrini le tenía temor a esta nueva política que se estaba dando a través de las
demostraciones populares y la propaganda militarista y empezó a discutir la reforma
política; tenía ideas, aunque vagas, sobre la necesidad de democracia para contener a las
masas y culpaba a las revueltas por los gobiernos que se daban a la fuerza y a través del
fraude, también a la falta de oposición formal, ni partidos políticos bien organizados,
que convertía a la república en una oligarquía.

Llevó a cabo conversión de la deuda externa, lo que se esperaba que libere recursos para
otros proyectos. En 1900 Roca autorizó negociaciones con los bancos europeos y a
comienzos del año siguiente se hizo público en Buenos Aires el borrador de los
términos del canje de deuda, las objeciones en los periódicos fueron inmediatas, pero
influyentes figuras públicas lo apoyaron: según la fórmula propuesta la conversión
había reducido los pagos por servicios de deuda, pero los críticos objetaron que la deuda
se incrementaría en más de un 15%.

La oposición popular, iniciada por los estudiantes de Medicina, estalló cuando la


medida fue aprobada en el Senado, sostenían que la medida amenazaba la soberanía
nacional y el tratado garantizaba a las potencias extranjeras el derecho a la intervención
militar, además el Gobierno necesitaba control absoluto de las rentas aduaneras para
protegerse durante una potencial guerra con Chile, y así alrededor de 4000
manifestantes marcharon hacia la residencia presidencial, lo que empezó como un
desorden terminó siendo una sublevación popular. Los estudiantes tenían otros
motivos de queja, buscaban revertir el sesgo de la educación superior hacia profesiones
como derecho y medicina, porque alentaba las carreras burocráticas y la empleomanía.
Como respuesta, el Gobierno implantó el estado de sitio y retiró del Congreso el
proyecto de conversión y en julio de 1901 abundaban rumores sobre planes para crear
un movimiento juvenil similar al de septiembre del 89, de hecho, los estudiantes del
movimiento coreaban el nombre de Alem. Como medida de distracción, Roca reavivó
las fricciones con Chile, táctica la cual tuvo éxito, las reservas militares se reunían y la
nación estaba entusiasmada, los radicales suspendería las actividades partidarias para
contribuir a la Defensa Nacional y los seguidores de Roca en el interior cerraron filas
detrás de su figura y lo ayudaron a superar la crisis.

Epilogo.

En este periodo, mientras en las provincias se intensificaba el dominio de la oligarquía,


en las ciudades lideradas por Buenos Aires, aparecieron movimientos reformistas,
populistas y democráticos. Cuando el Gobierno retiró del Congreso el proyecto de
conversión, Pellegrini anunció que quitaba su apoyo a Roca. Quedaba por delante el

29
CURA, ANA.

desmantelamiento de la Liga de gobernadores y el PAN y la instalación de la


democracia.

Capítulo 5: la caída de la oligarquía.


A pesar de la ruptura entre roca y Pellegrini el PAN sobrevivió un tiempo más gracias a
la red de vínculos entre el Gobierno central y las provincias. Al dejar la presidencia en
1904 Roca ya no podía vetar a los candidatos presidenciales de Buenos Aires, debía
revertir la fórmula clásica del PAN, permitir que un porteño fuera presidente y
conformarse con que un dirigente provisional ocupase la vicepresidencia. A comienzos
de 1908 Figueroa Alcorta afirmó su autoridad personal sobre el Congreso y los
gobernadores provinciales, logró control sobre los seguidores de Roca y destruyó su
poder. A partir de 1901 Pellegrini encontró aliados para apoyar la reforma entre
prestigiosos opositores de Roca como Sáenz Peña. La presión a favor de la reforma
electoral creció luego de una revuelta de los radicales encabezada por Yrigoyen a
comienzos de 1905. El movimiento persuadió a Figueroa Alcorta de apoyar la reforma
electoral. Cuando murió Pellegrini en 1906, Sáenz Peña lo sucedió como el principal
partidario de la reforma electoral, para ellos la democracia era el modo de impedir la
insurrección y además protegería los intereses de las clases altas al ofrecer la
representación a sus opositores. Cuando en 1912 se aprobó la ley Sáenz Peña, el sistema
político vinculado con las provincias y los gobernadores quedó debilitado.

La estructura de poder oligárquica:

A comienzos de 1900 varios comentaristas, entreviendo una amenaza permanente de


revolución, denunciaron corrupción y mala administración. Roca inspiraba mayor
respeto que cualquiera de sus sucesores y recibía pocas críticas personales, al contrario
de Sáenz Peña o de la Plaza. Mientras fue presidente, se decía, las provincias estuvieron
ordenadas y las intervenciones federales fueron escasas. Pero si se criticaba su rechazo a
la democracia popular y su rol en la instauración de la oligarquía.

En 1903 la Convención de notables se reunió en Buenos Aires para nominar a sucesor


de Roca, aunque solo algunos decidieron participar, los representantes eran altos
funcionarios, miembros del Congreso y gobernadores de la provincia, en ejercicio o
anteriores, obispos y altos oficiales militares, empresas comerciales y asociaciones
rurales. La convención era una imitación de las elecciones primarias norteamericanas,
los opositores decían que solo era una maniobra para obtener apoyo a favor de un
candidato que el presidente ya había seleccionado y así Manuel Quintana obtuvo la
candidatura a la presidencia.

Como resultado del censo de 1895, a partir de 1898 la composición de la Cámara de


Diputados cambio a favor de las provincias más pobladas del este, sin embargo, no hubo
una transformación similar en el Senado. En 1906 se denunciaba a la cámara alta donde
ancianos rutinarios anulaban las pocas iniciativas progresistas de la otra cámara. En

30
CURA, ANA.

1908, 13 de los 30 senadores habían sido gobernadores provinciales y varios de los


restantes eran parientes de los gobernadores en ejercicio. Otro ejemplo de nepotismo
provincial fue cuando el gobernador De Santa fe, Freyre, forzó la legislatura para que
eligiera a su padre, pero el Senado anuló la elección. En las primeras décadas del siglo
XX, El Senado era el nexo crucial entre el Gobierno nacional y las provincias, por lo
que si controlará el Senado y los gobernadores provinciales, roca podía ignorar a la
ciudad de Buenos Aires.

En algunas provincias los diputados llegaban a las legislaturas sin cumplir las
formalidades de una elección. En las provincias del norte, los candidatos eran elegidos
antes de las elecciones, según la “review”. Marcelino Ugarte fue gobernador de la
provincia de Buenos Aires, a partir de 1902 y luego senador nacional hasta 1913,
cuándo fue reelecto como gobernador, desde estos cargos ejerció más autoridad que
cualquier otro. En muchas jurisdicciones sólo los seguidores del gobernador
podrían votar. Sin embargo, comienzos del año 1900, se fue haciendo más difícil el
uso de la coerción abierta en las elecciones a raíz del aumento de la población y la
cantidad de votantes. Patrones, clientelismo, ambiciones personales y fortunas
privadas dominaron el periodo. Y aparecían ahora en mayor escala, lo que reflejaba la
expansión de la riqueza nacional.

Fuera de Buenos Aires, era más importante el linaje como determinante de poder,
que la riqueza5: Salta era el bastión de las familias de clase alta famosas por su
exclusividad. En 1910, 16 de los 18 diputados provinciales de La Rioja pertenecían a la
misma familia. A San Luis, se lo consideraba la provincia más retrógrada del país, pues
tenía el menor número de terratenientes y la mayor concentración de la propiedad, el
poder de los Mendoza era casi exclusivamente rural. En 1904 se dio un intento por
desplazarlos lo que motivó la intervención federal y el llamado a elecciones, finalmente
perdieron el control y viejos rivales (los Saa) los reemplazaron, pero establecieron una
estructura de poder similar. En San Juan fue la familia Godoy, la que gobernó por más
de 30 años, hasta que en 1907 grupos rebeldes destruyeron el régimen. Y la protesta por
los abusos eran inútiles porque la familia gobernante controlaba la justicia, la legislatura
y los miembros del Congreso, por lo que, la revolución era la única opción para quebrar
el monopolio.

El control sobre el agua fue una herramienta política de gran importancia en las
provincias del oeste, se usaba como técnica el bloqueo del acceso al agua de riego. Fue
en Corrientes, donde se consiguió cierta estabilidad, el ejemplo de los arreglos entre
blancos y colorados en Uruguay, hizo posible que las élites compartieron los cargos
públicos y rotarán en el poder.

La caída de Roca.

En 1902 Joaquín v. González, persuadió a Roca para que formara un nuevo sistema de
votación en la Capital Federal, con el objetivo de estimular la participación de los
votantes a nivel de barrios y jurisdicciones policiales mediante la subdivisión de la
5
Matizar con Sábato.

31
CURA, ANA.

ciudad en distritos electorales menores, la reforma aumentó la cantidad de votantes.


Estas elecciones le dieron la victoria a Alfredo Palacios quien se convirtió en el primer
diputado socialista, pero algunos abusos, en particular el soborno, desacreditaron la
legislación. La reforma reapareció a comienzos de 1905, después de la rebelión
radical encabezada por Hipólito Irigoyen, el objetivo de esta era destruir el “régimen
oprobioso que dominó el país desde hacía 30 años”, buscando la restauración
institucional, la libertad de sufragio y la honradez institucional. La revolución fue más
débil porque se dio en un momento de prosperidad y mínimo descontento, cosa que
no logró apoyo popular y el Gobierno de Quintana pudo aplastar los levantamientos.
Aunque duró más en Córdoba, donde los rebeldes pudieron capturar el vicepresidente
José Figueroa Alcorta, pero terminó con una rendición negociada y la liberación del
vicemandatario. Se la describía como una sedición militar encubierta detrás del
paraguas de una revolución liderada por el partido radical, y qué la causa principal
fueron las disputas generadas por las promociones militares que había decidido roca al
dejar la presidencia. La revuelta puso al descubierto la cualidad más destacada del
radicalismo: era a un movimiento subterráneo más que un partido político
convencional.

Quedó de manifiesto que la nación necesita transformarse en un ánimo sano y


fuerte y solo se alcanzaría con la creación de una opinión pública eficaz y un
Gobierno surgido de la mayoría. Además, la insurrección reinstalaba en el centro
de la escena a los radicales, casi olvidados. Según Irigoyen, los radicales no eran un
partido porque no eran parte de la comunidad, sino que eran una condensación de
la nación en su conjunto y afirmaban que la representaba. Esta idea tuvo una re-
persecución excepcional.

Quintana dio su apoyo a los partidarios de la reforma política, pero no como


reacción en la rebelión sino como una maniobra para humillar a Roca. Este eligió
en 1904 a Quintana, porque era políticamente débil, incapaz de quitarle el poder.
Quintana afirmó que no tenía cosas en común con Roca, porque habían nacido en
provincias totalmente distanciadas en todos los aspectos (Buenos Aires y Tucumán). En
su presentación en el Congreso apoyó la reforma electoral, que contradecía la
perspectiva asociada a Roca. Esto indicaría que la influencia de este último disminuía,
quien abandonó la Argentina y pasó dos años en Europa. Quintana no cumplió con las
expectativas y fue atacado por los gobernadores y el Congreso; por un lado, anunció una
política de no interferencia en las provincias, pero luego estímulo a las fuerzas
opositoras, y ante estas intenciones de lanzar movimientos opositores en sus provincias
hicieron que los gobernadores amenazan con levantar milicias locales. Al tiempo, cayó
enfermo y murió en marzo, su presidencia duró solo 15 meses. El gobernador de
Buenos Aires, Ugarte, empezaba a tener influencia, intentó formar una Liga de
gobernadores que estuviera bajo su control personal y cuando termina su Gobernación
intentó perpetuar su influencia a través de un bloque de diputados en el Congreso, pero
su ascenso se interrumpió cuando Pellegrini, en 1906 lo acusó de extremar todos los
abusos del régimen personal, y la influencia de Ugarte se desvaneció.

32
CURA, ANA.

Pellegrini murió en 1906, año en el que murieron además Mitre y Bernardo de Irigoyen.

En marzo de 1906, es Figueroa Alcorta quién asume la presidencia, como presidente


emuló a Quintana y se declaró reformista, en su discurso al Congreso prometió comicios
libres, controversias democráticas, actuación de los partidos, lo que hizo que se
distancié de los gobernadores y del Senado, pero que tenga apoyo de los reformistas
políticos, quienes abarcaban a dos grupos importantes: el partido autonomista, que
agrupaba a los antiguos seguidores de Pellegrini y el Partido Republicano, que
representaba algunos mitristas dirigidos por Emilio Mitre. Sin embargo, el presidente
debió enfrentar la oposición del Congreso, de los gobernadores y de los roquistas en su
propio gabinete, dirigidos por Joaquín v González. Existían rumores de que los
partidarios de roca estaban tramando un golpe para derrocarlo, sin embargo, se mantuvo
en su cargo durante todo 1907. Alcorta logró armar una coalición con fuerza suficiente
para sobrevivir, Ugarte y sus seguidores también respaldaron el presidente. A
comienzos de 1908 montó el ataque que terminó con la supremacía de roca e inclinó la
balanza del poder a favor de los reformistas; dio un golpe de Estado al cerrar el
Congreso por la fuerza y amenazó a los gobernadores con decretar la intervención
federal, esto fue una respuesta al intento del Congreso de afirmar su supremacía
rehusando la aprobación del presupuesto, el control irrestricto de los fondos le dio al
presidente dominio total sobre las fuentes de patronazgo y los subsidios de las
provincias. La intención de Alcorta al clausurar el Congreso fue para dar un golpe
contra Ugarte, porque sus seguidores ofrecieron su apoyo, pero a cambio solicitaban
concesiones que dejarían al presidente como solo un título. El hecho de controlar los
ingresos y los gastos gubernamentales le impidió a roca construir una alianza de
gobernadores provinciales, sin presupuestos en mano, nadie seguiría a roca.

Benito Villanueva (político conservador, perteneciente al Partido Autonomista


Nacional), había jugado un papel importante en la planificación del golpe presidencial,
para fortalecer su propia posición a expensas de la de Ugarte, pero una vez obtenía la
victoria Alcorta lo ignoro, aunque dice no tuvo los medios para vengarse. Poco antes de
las elecciones de 1908 alguien lanzó una bomba a la casa del presidente, pero no causó
daños por qué no estaba armada para explotar. Los observadores acusaron a Zeballos
(ministro de Relaciones Exteriores), ya que este quería influir en las elecciones. Alcorta,
que se había demostrado como empático anteriormente y falto de carácter, se había
convertido en un político eficaz y con el poder para destruir al misma Roca, pero se lo
acusaba de corrupto, y de haber tomado medidas represivas contra el movimiento
obrero. En 1910 se conocieron manejos misteriosos, antes de que terminara el mandato.
Con Alcorta, Córdoba, bastión del poder de roca, sucumbió a la intervención federal y
en las provincias del Este la aparición de grupos de presión independientes dominados
por hombres de negocios urbanos, manifestaba la declinación del poder del oficialismo
local. En 1908 se formó en Santa Fe la Liga del sur, que buscaba trasladar la capital
desde Santa Fe a Rosario y llevaron adelante una campaña contra los impuestos y
demandaron a la elección de consejos electorales y jueces de paz. Movimientos
similares se replegaron en varias ciudades de Buenos Aires, pidiendo pavimentación de

33
CURA, ANA.

las calles y un mayor presupuesto escolar (en Junín en 1910 se dio uno). Sin embargo,
tuvieron corta vida porque los funcionarios locales restablecían el control.

A mediados de 1909 se hizo fuerte el nombre de Roque Sáenz Peña para suceder a
Alcorta, Roca no se presentó y su carrera política había concluido.

La reforma y sus consecuencias.

Sáenz Peña tenía una larga trayectoria política y social, en la década del 70 condujo un
batallón del Ejército peruano en la guerra contra Chile y cayó prisionero del Ejército
adversario, desarrolló estrechos vínculos con Juárez Celman y por un breve lapso fue
ministro de Relaciones Exteriores. A fines del 91 era el líder de los modernistas, pero su
carrera recibió un duro revés cuando roca bloqueó su candidatura a presidente,
perteneció al grupo de dirigentes de Buenos Aires que, con Pellegrini en la cabeza,
manifestaban preocupación por la ingobernabilidad de las masas, fue uno de los
principales críticos de roca en el nuevo partido autonomista, se convirtió así en el
candidato de los grupos de élite de Buenos Aires que se oponían a roca y a su régimen,
eran hombres acaudalados, líderes de los intereses terratenientes provinciales, antiguos
partidarios de Pellegrini o ex modernistas. Lavalle era uno de los principales respaldos
de Sáenz Peña, era sobrino de Juan Lavalle el unitario; tenía mucha influencia, pero
nunca había ocupado un cargo público, 1909 fue la principal figura de la Unión
nacional, un movimiento formado para auspiciar la candidatura presidencial de Sáenz
Peña; pero murió en abril de 1911. En 1910 Sáenz Peña seleccionó a de la plaza como
candidato vicepresidencial, ya que había apoyado a Pellegrini en contra de roca unos
años antes. Enfrentando una oposición simbólica en las elecciones, que era la de unos
pocos mitristas, encabezados por Udaondo, La Unión nacional se alzó con una victoria
total en una ceremonia ritual, reputada como la campaña electoral más corrupta de la
historia Argentina, las libretas de votación se compraban y se vendían y se robaban así
las identidades. la participación fue muy baja, solo el 10% en la Capital Federal y el 5%
en Rosario. La Unión nacional era tan poco representativa de la opinión popular, como
el viejo PAN. La diferencia residía en que el apoyo de la primera estaba en Buenos
Aires, y el de la segunda en las provincias.

A fines de 1909 Sáenz Peña declaró que su llegaba a la presidencia arrancaría los vicios
del sistema político y crearía instituciones democráticas y populares. En lugar de posar
reformas progresistas, prefería adoctrinar a los sectores populares, sostenía que el
anarquismo era una ideología importada, que no tenía raíces en América y qué el
socialismo no podría triunfar en un país en que no se conocía la opresión del capital.
Durante sus primeros meses en la presidencia, con el respaldo de la ley de defensa
social aprobada por el Congreso, la policía seguía estando en la lista de sospechosos.
Sáenz Peña quería estimular la inmigración, pero no simplificar la naturalización,
porque generaba el riesgo de que los extranjeros dominaran el país. Puso interés en la
obligatoriedad del voto, como la piedra fundamental de la reforma, y no era suficiente
con el derecho al voto, sino que había que proteger a los votantes, antes de que asumiera
la presidencia comenzaron a circular rumores de otro levantamiento radical. el

34
CURA, ANA.

presidente electo (no se quien, me hice un pedo) se reunió con Irigoyen, pero no pudo
persuadirlo para que abandonara la rebelión.

A comienzos de 1911 Sáenz Peña habló de la reforma como la razón de su presidencia,


el mayor obstáculo era persuadir al Congreso, fuertemente conservador, para proteger
sus intereses nombró a Gómez, una figura importante de la conservadora clase
terrateniente salteña, como ministro del interior y encargado de promover la legislación
en el Congreso. La llamada ley Sáenz Peña contenía 3 normativas separadas: la primera
creaba un padrón electoral basado en las listas de la conscripción militar, medida que
sancionaba a quienes no se registraban para votar con penas previstas en el código
militar, un segundo componente establecía el voto secreto y obligatorio, que trataba de
corregir la indiferencia de los votantes, la tercera ley establecía la lista incompleta, un
sistema propuesto en Francia en la década de 1790, que aseguraba la representación de
las minorías; según está el partido que saliera segundo obtendría 1/3 de las bancas del
Congreso. El proyecto fue sancionado en febrero de 1912 luego de que el Congreso
aprobara la lista incompleta. Yrigoyen sostenía que la reforma electoral no era
suficiente para que los radicales abandonaron su estrategia abstencionista, el Gobierno
tenía que remover a los gobernadores en ejercicio por medio de la intervención federal,
pero una vez aprobada la ley las presiones de la militancia forzaron a Yrigoyen a
abandonar la demanda de intervención federal y a comprometer a los radicales con la
arena electoral.

El radicalismo se había diferenciado de sus adversarios por la abstención, la


intransigencia y la revolución. Yrigoyen tenía un talento para lograr la fascinación de la
gente que estaba preparada para escucharlo; su mayor fortaleza se encontraba en la
Capital Federal, Rosario y los enclaves urbanos de Entre Ríos y Córdoba, pero también
comenzaron a obtener apoyo entre las poderosas élites familiares del interior, cansados
de la abstención y hambrientos de cargos políticos, los radicales decidieron competir en
las elecciones de 1912. En Santa Fe y en la Capital Federal obtuvieron la mayoría de los
votos, los radicales hacían uso de viejas técnicas electorales, proveyeron alcohol, asalto
a mano armada en los atrios y robo o cambio de urnas, también contrataron trenes para
transportar a sus seguidores a los centros de votación y crearon nuevas formas de
propaganda. En las provincias los comicios fueron más libres en las ciudades, pero en
los distritos rurales la conversión se mantuvo. En Entre Ríos los radicales conquistaron
el voto urbano, pero en las áreas rurales el voto se mantuvo firmemente conservador.
Los radicales ganaron la elección porque estaban mejor organizados. en Córdoba
utilizaron los mismos métodos, incluido el financiamiento externo, pero los
conservadores ganaron la elección. Los radicales capturaron el apoyo del clero lo que
explicó el entusiasmo con que muchas mujeres de la clase alta recibían a sus dirigentes.
La reforma electoral propició la aparición de nuevos partidos, pero no se encontraba
diferencias entre sus programas (paz, prosperidad y austeridad gubernamental). Un
embajador francés llamó unitarios a los radicales y federales a los conservadores, el
anacronismo destacaba la forma en que los radicales avanzaban desde Buenos Aires
hacia el resto del país. en 1913 los socialistas ganaron las elecciones en la capital y los
radicales proclamaron que debían la victoria al apoyo de los inmigrantes naturalizados,
35
CURA, ANA.

pero no tenía fundamento porque era escasa la cantidad de inmigrantes que habían
adoptado la ciudadanía. En octubre de 1913 la salud del presidente empeoró y de la
plaza lo reemplazó, un año más tarde murió, y poco quedaba de la gran reputación que
había tenido antes, porque el Gobierno no había tenido idea cómo manejar los temas
económicos. A mediados de 1913 el país fue golpeado por la primera Gran Depresión
económica después de la de 1890, los precios de la tierra colapsaron, creación de
empleo, el comercio exterior caía y el déficit público aumentaba. En aquellas provincias
como Mendoza donde la industria vitivinícola sufrió una crisis de sobreproducción, la
influencia de los socialistas iba en aumento. En la mayoría de las provincias los
conservadores mantienen el control, pero su poder comenzó a ceder lentamente; en
Buenos Aires Ugarte ganó la reelección como gobernador, y dos años más tarde se le
denunciaba la deuda pública que había generado a través de costosas obras públicas
ejecutada ineficazmente. Las consecuencias políticas de la depresión fueron similares a
su predecesora, ambas produjeron una fractura entre el Gobierno y los intereses de los
hacendados, en 1915 la Liga agraria y la sociedad rural protestaron contra los impuestos
en la provincia de Buenos Aires.

Mientras las provincias más ricas vivían del crédito, las más pobres suplicaban
subsidios federales, ninguno de los gobernadores recibió ayuda del Gobierno central, de
la plaza consideraba que su máxima responsabilidad era mantener una política de
austeridad que protegerá las finanzas públicas, y así puso sus escasas energías en reducir
el gasto fiscal y se desentendió de la política. A medida que el control desde el centro
desaparecía, prominentes conservadores empezaron a cuestionar la “democracia”: “el
despotismo popular es mucho más peligroso que el frágil despotismo gubernativo”.

Los conservadores solo podían operar mediante la ingeniería electoral de la época de


roca, pero las leyes de Sáenz Peña la anulaban, intentaron capturar los poderes de
patronazgo a cargo del Gobierno para unir a las facciones en pugna, pero el Gobierno se
negó a colaborar y fracasaron, y Sáenz Peña afirmaba que si los conservadores no
ponían reorganizarse sin ayuda del Gobierno merecían perder las elecciones. La prensa
sostenía que, sin la complicidad federal, es decir el patronazgo la oligarquía tiene que
rendirse a la opinión pública. En septiembre de 1913, Cárcano propuso la creación de un
partido conservador nacional y logró el respaldo de Gómez, pero no de Sáenz Peña y de
la plaza, los esfuerzos terminaron un año después con la renuncia de Gómez; los
conservadores no lograban formar una organización que tuviera apoyo masivo. En
marzo de 1914, Beazley, un prominente miembro de la facción de Mitre, propuso un
conservadurismo progresista: entendía que los conservadores tenían que aceptar la ley y
competir por el apoyo popular, con estas ideas se reunieron los viejos conservadores y
los nuevos conservadores En Buenos Aires, en el primer grupo se encontraban Joaquín
V González, Indalecio Gómez, y en el segundo se destacaba Lisandro de la torre, que
había abandonado el partido radical luego de la muerte de Alem. Finalizada la reunión
de la torre sostenía que había logrado apoyo para un nuevo partido conservador llamado
Partido Demócrata progresista, grupo que en 1915 trató de organizarse, pero nunca
pudieron superar la oposición de los viejos conservadores, y el intento de sumar a
Ugarte fracasó porque quería que el partido lo nombra el candidato a presidente. Los
36
CURA, ANA.

viejos políticos preferían coaliciones de corto plazo, basadas en acuerdos. De la torre


argumentaba que el partido debía ser organizado y permanente y que debía rechazar el
apoyo por parte del Gobierno.

Un conflicto regional estalló entre los miembros del Partido Demócrata progresista,
porque los miembros de las provincias menos pobladas querían la misma representación
que la más populosa región litoral. De la torre se negaba hacer el presidente del partido
hasta no recibir un apoyo unánime. Por otro lado, las rivalidades personales desgastaron
a los conservadores, Villanueva por ejemplo expresaba que prefería un Gobierno radical
antes que uno encabezado por Ugarte, Ugarte decía que los radicales preferían hacer un
trato antes que intentar desplazarlo. En 1915 de la plaza ofreció apoyo, pero no encontró
un grupo conservador organizado y en condiciones de recibir su ayuda, las divisiones de
los conservadores le dieron a los radicales una oportunidad decisiva y en marzo de 1914
de la plaza a grupos radicales en lo que llamó a partidos de avanzada. Consideró que el
crecimiento de los radicales, junto a los demócratas progresistas y los socialistas,
amenazaban a los viejos partidos. En las provincias radicales dejaron de lado las
características de avanzada, querían mostrarse como los sucesores de los conservadores
roquistas. Los radicales habían fortalecido la estructura partidaria a lo largo de todo el
país, instalándose en áreas rurales y asegurándose el apoyo de jefes políticos y familias
notables locales. Sin embargo, la seducción de la élite era solo una faceta del
radicalismo. En Buenos Aires, Rosario y otras ciudades los radicales lograban más
apoyo de la clase media urbana y para reforzar la lealtad de los pobres ofrecían
alimentos básicos subsidiados, como el “pan radical”. En 1915 los radicales enfrentaron
solo una dificultad importante, en Santa Fe el partido se dividió entre una facción con
base en Rosario y otra controlada por el comité nacional del partido en Buenos Aires, la
facción disidente local prevaleció en las elecciones de gobernador. En 1915 los
radicales ganaron otra elección crucial en Córdoba. Una corriente subterránea de
violencia marcó la campaña. En enero de 1916 Villanueva renunció al Partido
Demócrata progresista, y la base de De La Torre, se debilitó aún más.

Yrigoyen siempre había rechazado la posibilidad de un cargo público, no quería


gobernar un país sino crear un plan fundacional para lograr su regeneración política,
pero finalmente aceptó la nominación. Los radicales eran los favoritos para ganar las
elecciones, pero no tenían la mayoría en el colegio electoral, al cabo de la elección, las
victorias en Córdoba, Entre Ríos, Tucumán, Mendoza y San Luis permitieron a los
radicales 142 electores, pero faltaban 9 para asegurarse la victoria directa; Yrigoyen
persuadió a varios disidentes santafesinos para que le dieran su apoyo. Cuando el
colegio electoral se reunió a mediados de junio Irigoyen logró la mayoría y Villanueva,
como presidente del Senado, lo proclamó presidente electo.

Epilogo: La campaña de la reforma electoral que llevaron adelante Pellegrini y Sáenz


Peña, trató de superar el sistema electoral creado por acciones de roca, sus objetivos
eran romper el poder de las económicamente débiles provincias del interior y restaurar
la hegemonía de la región metropolitana, con Buenos Aires a la cabeza. Los
conservadores perdieron el poder en 1916 porque no tuvieron la capacidad de unirse sin

37
CURA, ANA.

la conducción del presidente, se dividieron por temas regionales y cuestiones de


organización partidaria.

Las técnicas empleadas por Roca e Yrigoyen reflejan las diferencias entre las épocas en
que florecieron sus respectivas carreras políticas. Roca trataba personalmente con los
gobernadores provinciales, y con su red de informantes en diferentes partes del país.
Yrigoyen se enfrentó a una sociedad más amplia y compleja, en 1916 Argentina
comprendía grupos que iban desde la poli clasista sociedad urbana de Buenos Aires
hasta las sociedades campesinas que aún sobrevivían en distintas partes del interior,
Yrigoyen se hizo experto en negociar con grupos heterogéneos y electorados
potencialmente discordantes. Con anterioridad a 1916 la fuerte representación de las
élites estaba en el corazón del movimiento radical, pero después de ese año se mostraría
que la principal novedad del radicalismo era el apoyo de la clase media.

38
CURA, ANA.

BOTANA: “EL ORDEN CONSERVADOR” Introducción, Cap. II, III, IV, VII y
IX.

CAPÍTULO 2: “LA REPÚBLICA POSIBLE”:

Resúmenes políticos y legitimidad: Un régimen político es una estructura institucional


de posiciones de poder, dispuestas en un orden jerárquico, desde donde se formulan
decisiones autoritarias que comprometen a toda la población perteneciente a una unidad
política. Un régimen político debe responder:

 Qué vínculo de subordinación estableciera el poder político con el resto de los


sectores de poder presentes en la sociedad;

 Qué reglas garantizarán el acceso y el ejercicio del poder político de los futuros
gobernantes.

La primera cuestión hace hincapié en la organización y en la distribución del poder; La


segunda en el modo de la acción de los gobernantes y en los límites que se tratan entre
éstos y los gobernados. La estructura institucional del régimen alberga una realidad más
profunda: la realidad del poder. La operación consiste en traducir aquella madeja de
intereses y de valores en una creencia compartida que haga las veces de norma habitual
para regular las relaciones de poder, a través de un camino histórico que bien podría
dividirse en dos tramos analíticos, atribuir valor preferente a una estructura institucional
en determinado de otro y a partir de este acto Determinadas concepciones acerca de la
organización y la distribución del poder, los modos de elección y las fronteras entre los
gobernantes y los gobernados, tendrán más peso valorativo que otras. Se tratará
entonces de consagrar una fórmula prescriptiva o principios de legitimidad que no solo
buscan satisfacer ciertas ideas acerca del régimen mejor adaptado. Pretende garantizar
intereses materiales reivindicados por grupos y clases sociales.

En esta segunda etapa, los actores procuran traducir las fórmulas prescriptivas en una
creencia compartida con respecto a la estructura institucional del régimen y en un
acuerdo acerca de las reglas de sucesión. Resulta una fórmula operativa o sistemas de
legitimidad que vinculan las expectativas como valores e intereses de los actores con las
instituciones del régimen y las reglas de sucesión. Un régimen puede ser analizado a
través de políticas específicas que permiten mediar los resultados de la acción de un
grupo gobernante, un conjunto de decisiones gubernamentales que definen metas,
selecciona al medio si alternativas, impone recompensas y sanciones el marco que
produce dichas decisiones, dentro del cual los actores se enfrentan para determinar
quiénes coma a la postre, ejercerán, en el poder político.

Alberdi y su fórmula prescriptiva: La fórmula que algunos llamaban republicana y


otros demócratas hacía residir el origen del poder en una entidad más vasta que las
antiguas aristocracias, al mismo tiempo que proponían una operación mucho más
complicada para elegir a los gobernantes que aquella definida por las viejas reglas
hereditarias y burocráticas. Pueblo y elección podían representar los términos de un

39
CURA, ANA.

proyecto de solución posible, en la medida en que no proyectarán una fractura


irremediable con costumbres políticas que gozaban del beneficio de la tradición.

Juan Bautista Alberdi fue el autor de una fórmula prescriptiva que goza del beneficio de
alcanzar una traducción institucional sancionada por el Congreso Constituyente de
1853. Lo significativo de esta fórmula consistió en su perdurabilidad sobre las
vicisitudes de la guerra interna entre Buenos Aires y la Confederación, las
impugnaciones posteriores y provenientes de muchas provincias del interior y la
resistencia a la misma, Buenos Aires a ceder parte de su capacidad de decisión al poder
central. La vinculación aquí propuesta entre, por una parte, Alberdi, autor de una
fórmula prescriptiva y, por lo tanto, su traducción institucional y posterior vigencia en el
80, no deriva de una comprobada relación, casualidad. Asume los siguientes: 1) que la
fórmula incluso significativamente en las deliberaciones del Congreso constituyente; 2)
que mediante elaboración ulterior se prolongó más allá de las deliberaciones del
Congreso; 3) que tradujo valores e intereses dominantes en la Argentina. Desde
entonces, pese a las oposiciones que puede sufrir la persona de Alberdi; 4) Que, No
obstante, eso, la fórmula perdura en el tiempo y otorgó a la postre un marco valorativo
que sirvió de guía de régimen político implantado en el 80.

Alberdi sostuvo que los argentinos debían darse una Constitución para realizar un
determinado proyecto, para tener población, para tener caminos de hierro, para ver
navegados nuestros ríos, para ver opulentos y ricos nuestros Estados. Este programa
constituye un conjunto de metas; los campos específicos sobre los cuales se proyectan
son: inmigración; la construcción de ferrocarriles y canales navegables; la colonización
de tierras de propiedad nacional; la introducción y establecimiento de nuevas industrias;
la importancia de capitales extranjeros; y, por último, la exploración de los ríos
interiores.

Alberdi rechazaba una cultura tradicional, la cultura hispánica, que impide el cambio y
la innovación, y opta por otro modelo, El de los países europeos. La población es el
agente privilegiado del cambio cultural, pero no es el único, el ferrocarril y el vapor, las
industrias y los capitales, que se han desarrollado y acumulado en nuestras naciones,
son los agentes complementarios e imprescindibles.

La figura del legislador va delineando una concepción acerca de la organización y


distribución del poder, del modo de elección de los gobernantes y de las garantías
otorgadas a los gobernados, que procura conciliar los valores igualitarios de una
República abierta a todos, con los valores jerárquicos de una República restrictiva,
circunscripta en unos pocos. Funda una capacidad de decisión dominante para el poder
político central; Otorga el ejercicio del Gobierno a una minoría privilegiada; Limita la
participación política del resto de la población; Y asegura a todos los habitantes coma
sin distinción de nacionalidad, el máximo de garantías en orden a su actividad civil. La
cuestión de que preocupaba a Alberdi era la de organizar un poder central,
necesariamente fuerte para controlar los poderes locales y suficientemente flexibles para
incorporar a los antiguos gobernantes de provincia.

40
CURA, ANA.

Este Gobierno mixto, que expresa el término Federación, retoma rasgos esenciales de
los hábitos de obediencia atrasados por las costumbres en las culturas de América del
Sur no hay, pues, ruptura definitiva con una orden tradicional; Esa ruptura vendrá
después, cuando la población nueva, la industria y la riqueza, den por tierra con la
cultura antigua. Este papel privilegiado, apenas perfilado en tiempos de Rivadavia,
puesto entre paréntesis en la época de rosas y creando por la Constitución de 1853 es el
papel del Presidente. La figura monárquica reaparece bajo la faz republicana. La
fórmula del alberdiana, El Presidente materializa el poder central, pero no detenta todo
el poder, ni tampoco ejerce un dominio irresponsables sobre la sociedad. El dominio
responsable proviene del despotismo de 1 solo; El Gobierno responsable deriva de la
legitimidad del Presidente investido por una Constitución. El Presidente adquiere
legitimidad no por su calidad intrínseca de gobernante.

Impedir la tiranía es la finalidad básica del Gobierno republicano y esa finalidad se


deduce la teoría normativa de las limitaciones del poder: si el poder puede generar un
despotismo, es preciso prevenir esas tendencias a la corrupción y para prevenir es
necesario encuadrar el ejercicio gubernamental dentro de límites temporales precisos,
otorgando a magistraturas diferentes la tarea de legislar como ejecutar y sancionar la no
reelección del Presidente y la distribución de la actividad legislativa y judicial en
Cámaras y tribunales donde el poder central y el de las provincias estén debidamente
incorporados, serán como entonces, dos limitaciones fundamentales concordantes con el
argumento de republicano.

Libertad política para pocos y libertad civil para todos: El problema que
inevitablemente surge en el horizonte, una fórmula republicana es el de saber quiénes y
bajo qué reglas podrán ejercer el Gobierno de la sociedad. Alberdi optó por la oposición
democrática. La oposición democrática hace derivar el título de legitimidad del
gobernante de la elección realizada por el pueblo. Los riesgos pueden emerger de los
conflictos entre facciones adversas o de la demagogia del actor con vocación de
representantes. Para prevenirlos, es preciso mediatizar los modos de elección de los
representantes. El diputado será directamente elegido por el pueblo. El pueblo es
siempre la fuente de la cual deriva la legitimación del gobernante. La cuestión reside en
saber cuáles son las fronteras que encuadran esa entidad llamada pueblo, quiénes lo
componen y quienes permanecen marginados más allá de sus límites. El Gobierno
democrático es obra de un grupo reducido de personas y solo ella se integra en el pueblo
donde reside el poder electoral, o bien, ese conjunto es más abundante en términos
cuantitativos, de forma que tiende a universalizarse, abarcando un número cada vez
mayor de miembros participantes.

La cuestión que preocupa Alberdi es cómo hacer de un pueblo sumergido en la miseria


y a la ignorancia, una colectividad federativa apta para el ejercicio del Gobierno
republicano. Esta minoría es la única calificada para ejercer la libertad política. La
libertad civil abre entonces la ruta para implementar la nueva cultura, porque estas
garantías traerán inmigración, industrias y riquezas. La fórmula alberdiana prescribe la

41
CURA, ANA.

coexistencia de 2 tipos de República Federativa: la República Abierta y la República


Restrictiva.

 La República Abierta estaría regida por la libertad civil; En ella tiene cabida a
todos los ciudadanos, nacionales y extranjeros coma que hagan eso de las
garantías consagradas por el texto constitucional. Esta República es, una
contradicción en los términos, pues no controla sus actos de Gobierno: los
miembros que la integran no intervienen en la designación de los gobernantes;
No son electores ni representantes;

 La República Restrictiva. Construida sobre el ejercicio de la libertad política: un


ámbito donde la participación en el Gobierno se circunscriben en un pequeño
número de los ciudadanos. En la República restrictiva, prima la voluntad
reflexiva de los hombres públicos naturalmente preparados para tomar sobre sí
el manejo de la suerte de todos.

Alberdi y Tocqueville: La libertad frente al riesgo de la igualdad: Después de los


acontecimientos revolucionarios que tuvieron lugar en la América del Norte y en
Francia, advertían, no siempre perplejidad, que el Reino de la libertad política y
económica podía sufrir la erosión de un movimiento súbito e irresistible, el movimiento
de la igualdad. Igualdad aparece entonces como la regla social a la que, inevitablemente,
deberán someterse las relaciones políticas del futuro.

La perspectiva de una sociedad igualitaria de señores y súbditos, la libertad aparece


como una realidad negativa: algo protegido por un estancamiento poderoso ante el cual
el Estado se detiene. Una sociedad igualitaria coma la libertad, corre grave riesgo de
desaparecer con la realidad que se impone. Es la de un Estado que tiene que lidiar con
individuos o grupos, pocos residentes y demás más uniformes. Tocqueville descubre 3
medidas de la acción política que, correctamente practicadas, pueden preservar la
libertad en una sociedad igualitaria. Estas son: 1) la primera medida es de
descentralización, que se expresa en la fórmula federal; 2) La segunda medida es de
asociación, que se manifiesta mediante una organización voluntaria; 3) La tercera
medida, en fin, es una medida de moderación electoral que se expresa a través del voto
indirecto.

La fórmula federal, presentará un peculiar sistema de soberanía fragmentada entre, el


poder nacional y, el poder reservado en las provincias o Estados federales: habrá, pues
como reservas constitucionales de autonomía ante un Estado naturalmente centralizador,
una cantidad creciente de asociaciones voluntarias permitirá. Reagrupar los intereses
aislados de un sinnúmero de ciudadanos desamparado frente a ese mismo Estado. Una
prudente mediatización del sufragio será el factor que mejor controla el peligro de la
demagogia y las pasiones irresponsables, propias de una multitud desarraigada. Sobre
este trípode, Tocqueville desplegó su teoría del pluralismo político.

Para Alberdi, los mediadores de la razón en la vida política eran las leyes y los notables
porque de acuerdo con su punto de vista, como la desigualdad en el sufragio aparecía

42
CURA, ANA.

como la condición necesaria para efectiva la igualdad en la República. Alberdi admitía


como premisa indiscutible que los papeles del elector y elegido deberían ser
intercambiables; Entonces la ley debía operar una rígida distinción entre ciudadanos y
habitantes, entre el pueblo político y pueblo civil, porque unos y otros. Eran
cualitativamente diferentes para ejercer la máxima obligación republicana, que consiste
en elegir y ser elegido.

Alberdi permanece aferrado a esta concepción de las cosas; Tocqueville transporta el


umbral de la República restrictiva: Los notables ya no están protegidos por un derecho
de ciudadanía exclusivo, pero todavía las leyes y las instituciones podrán gastar el
milagro de media. Con éxito entre la cantidad de los electores y la calidad de los
elegidos no quedaba, al fin de cuentas coma alternativa. Tocqueville, dice, descubre que
las instituciones políticas y la sociedad igualitaria permanecerían, una frente a otra, en
una crítica confrontación, Alberdi no niega la bondad de las instituciones; Hasta
incorpora un proyecto, todos los recaudados que estas proponen, pero a las instala sobre
un suelo en cuya superficie reinará una severa distinción de rangos. Votarán los de
arriba: los educados y los ricos; No podrán y deberán elegir los ignorantes y los pobres.
El acto de representación, al exigir prudencia y sabiduría para su ejercicio, coma plantea
un serio dilema: O se universaliza la ciencia y el arte del Gobierno, o bien, mientras
tanto, la responsabilidad de manejar la suerte de todos de asumir los públicos desde la
particular perspectiva de lo privado, debe quedar en manos de un pequeño núcleo de
privilegiados.

CAPÍTULO 3: “LA OLIGARQUÍA POLÍTICA”:

La República restrictiva no definía ningún medio práctico para hacer efectiva la


representación comprobada, la firmeza con la cual Alberdi expone su Consejo para
Mediatizar y circunscribir el ejercicio del sufragio a unos pocos, pero no es fácil
percibir un reconocimiento más explícito del conflicto que pueda sobrevenir. Con
motivos de la división de los notables en facciones electorales antagónicas. El actor de
seleccionar los medios prácticos que habría regular las acciones políticas dentro de los
límites de la República restrictiva, ya no correspondía al legislador, la respuesta debía
trazarla al hombre político o, si se requiere, debía resultar de una relación entre los
individuos y las clases que. Intentaban posiciones de poder, y los que pretendían
acceder a ellas.

Ante una propuesta prescriptiva, había que limitar a través de los hechos, una estructura
de papeles políticos dominantes y una regla de sucesión entre estas fronteras, nuevas y
endebles, era necesario diseñar una fórmula operativa que permitiera a los actores
construir una base de dominación efectiva. Esta fórmula operativa no tiene actas de
nacimiento, precisa. Y perduró hasta la reforma política sancionada por Roque Sáenz
Peña en 1912.

El control de la sucesión: en 1879, Alberdi inicia su primera experiencia de política


práctica en su país natal, en circunstancias en que impera un clima de violencia; Teme
las consecuencias irreparables que podría acarrear en un enfrentamiento armado y

43
CURA, ANA.

adopta una actitud conciliadora entre roca y Tejedor; Permanece en Buenos Aires
cuando Avellaneda traslada al Congreso a Belgrano y, por una extraña paradoja, las
tribulaciones del intelectual condicionarán de tal modo la voluntad de decisiones del
hombre político. Como que Alberdi no votar a esa ley de federalización de Buenos
Aires, que preconizaba como indispensable de 1859.

La República distingue entre la esfera pública y la esfera privada; Ambos órdenes de


actividad permanecen protegidos por toda una red de derechos y garantías que se
estipulan de modo explícito, si la República rechaza la Herencia o la designación
burocrática, como medios de selección de su magistrado más importante, si opta, en su
reemplazo, por la elección proveniente de una realidad llamada pueblo. Una segunda
distinción se sumará a la primera: el soberano, o entidad donde reside el poder de
designar a los gobernantes, es causa y no efecto de la de la elección de los magistrados.
El elector, por consiguiente, coma tiene una naturaleza política diferente de la
representante; Este último depende del elector, el cual coma por una delegación que va
de abajo hacia arriba. Coma controla el gobernante que él mismo ha designado.

Habrá siempre electores como poder electoral, elecciones y control, pero los electores
serán los gobernantes y los gobernados, el poder electoral recibirá los recursos
coercitivos o económicos de los gobiernos y no en el soberano que delega de abajo
hacia arriba, las elecciones consistirán en la designación del sucesor por el funcionario.
Ante el control ejercerá el gobernante sobre los gobernados antes que el ciudadano
sobre el magistrado. Alberdi establece una escala de prioridades: no le preocupa
asegurar, en primer término, un régimen normal de delegación del poder, sino alcanzar
un Gobierno efectivo que centralice la capacidad electoral en toda la nación. Este acto
de centralización, consagrado, merced a los sucesos del 80, está en el origen del control
gubernamental que, de allí en más, ejercerá sobre todos los habitantes y a escala
nacional.

Si la capacidad electoral está concentrada en los cargos gubernamentales, el acceso a los


mismos permanece clausurado para otros pretendientes que no sean aquellos designados
por el funcionario saliente. Hay en esto la voluntad explícita de mantener la estructura
de papeles dominantes, más allá de la incertidumbre que podría escapar una contienda
abierta entre 2 o más candidatos.

La fórmula operativa del régimen, inaugurado en el 80, adquiere, como hace un


albergue y, un significado particular, si se la entiende como un sistema de hegemonías
gubernamentales que se mantiene gracias al control de la sucesión. Este control
constituye el punto central del cual depende la persistencia a un sistema hegemónico. La
sucesión o, si se quiere, la transferencia de poder de una persona a otra, permite
comprobar si las estructuras institucionales de un régimen prevalecen sobre las
trayectorias personales de un gobernante. Argentina había gobernadores y presidentes.
Ni el carisma de las tradiciones religiosas coma ni la herencia consagrada por las
antiguas casas gobernantes podían constituir una regla de sucesión adaptada a las
circunstancias. Solo restaba la elección y la fuerza, ambos métodos, observa cómo

44
CURA, ANA.

fueron, singularmente racionalizados: La elección se trastornó en designación del


gobernante por su antecesor y las fuerzas se concentró en los titulares de los papeles
dominantes, como a revestidos con la autoridad de grandes electores.

La hegemonía gubernamental: Si las elecciones eran oficiales, el poder electoral


recibían los gobiernos y el control se ejercía sobre los gobernados, quien tenía la
capacidad necesaria para intervenir en ese proceso. La fórmula prescriptiva del régimen,
tal como lo hemos señalado, ofreció una respuesta satisfactoria pero no suficiente,
coincida con la fórmula operativa tan solo en su punto de partida: los únicos que podían
participar en el Gobierno eran aquellos habilitados por la riqueza, la educación y el
prestigio. La observación es importante, pues a partir del 80, el extraordinario
incremento de la riqueza consolidó el poder económico de un grupo social cuyos
miembros fueron naturalmente aptos para ser designados gobernantes: la oligarquía.
Para los historiadores de oligarquía puede considerarse como una categoría social.

Oligarquía en la Argentina: Liberia es una clase social determinada por su capacidad de


control económico; La oligarquía es un grupo político, en su origen representativo, que
se corresponde por motivos diversos: la oligarquía es una clase gobernante, con espíritu
de cuerpo y con conciencia de pertenecer a un estrato político superior, integrado por un
tipo específico de hombre político: el notable. Para los que reaccionaban contra este
estado de cosas, el prerroquismo se recortaba en el pasado como un signo de moral
política. Muchos coincidían en afirmar la conciencia cívica y el estilo sencillo que
caracterizaron los primeros gobiernos de la Organización Nacional.

Las dimensiones políticas del fenómeno oligárquico en la Argentina, desde entonces,


admitiendo, como supuestos, dos cosas sobre las cuales parecen derivarse un acuerdo:

 que hay oligarquía cuando un pequeño número de actores se apropia de los


resortes fundamentales del poder;

 que ese grupo está localizado en una posición privilegiada, en la escala de la


estratificación social.

Hegemonía no es percibida como tal por los miembros de la minoría oligárquica, la


segunda circunstancia, el dominio gubernamental se despliega tanto sobre la gran
mayoría de la población, pasiva y no interviniente, como sobre los miembros
pertenecientes al estrato superior que emprende una actividad. Opositora.

Lo oligarquía puede ser entendida como un concepto que calificó un sistema de


hegemonía gubernamental, cuyo imperio, en la Argentina observó Alberdi antes y
después de 1880. El sistema hegemónico se organizaría sobre las bases de una
unificación del origen electoral. De los cargos gubernamentales que, según la doctrina,
deberían tener origen distinto. Este proceso unitario se manifestaría según modalidades
diferentes: primero por la intervención que le cabría el Gobierno nacional para nombrar
sucesores; después, por el control que aquél ejercen, el nombramiento de los
gobernantes de provincia. La escala de subordinación que imaginaba Alberdi alcanzaría

45
CURA, ANA.

la cúspide de un papel dominante, el de Presidente, para descender en orden de


importancia hacia el Gobernador de la provincia, el cual, a su vez, intervendría en la
designación de los diputados y senadores nacionales y en la de los miembros integrantes
de la legislatura provincial.

Control de boca una acción de poder como una voluntad de potencia ejercida sobre
otros desde un determinado punto del espacio político como tal. Esta acción traduce un
acto que se extiende entre 2 términos: 1, que hace referencia a quién controla, y el otro,
que califica a quienes controlado; Ambos configuran una relación política a la cual se le
podría añadir un tercer elemento: el porqué y el para qué del control. La fórmula
prescriptiva, que había consagrado el verde y el Congreso constituyente, pretendía
traducir e instituciones un conjunto de valores e intereses socioeconómicos que los
actores dominantes estaban dispuestos a defender contra hipoteca hipotéticas
resistencias. Resulta bastante claro que los mecanismos de control intra oligárquicos
poco tienen que ver con una imagen de designación burocrática trasladada sin sentido
crítico desde otros contextos históricos, según la cual el de arriba nombra el que le
sucede y este, a su vez coma ataca su mandato.

Nuestra hipótesis defiende la coexistencia de 2 fórmulas: la prescriptiva y la operativa;


Ambos enhebraron un viejo diálogo entre Constitución y realidad. La Constitución
establecía modalidades precisas para elegir a los presidentes y a los miembros del
Senado nacional; Consagraba el voto directo de la cámara baja; Reforzaba los rasgos
unitarios del sistema federativo mediante la intervención federal. ¿Qué distancia se trazó
entre teoría y práctica? ¿Cómo entender los movimientos de impugnación que coma
bajo la crítica acerca de la corrupción del sufragio, pusieron en jaque a una clase
gobernante de múltiples oportunidades? ¿Cómo, en fin, coma advertirte a las formas
institucionales la incipiente acción que supone mantener las posiciones de poder
adquiridas?

CAPÍTULO 4: “ELECTORES, GOBERNADORES Y SENADORES”:

Origen y propósito de las juntas de electores: Alberdi permanecieron fieles a las


fórmulas norteamericanas en lo que se refiere a la elección del Presidente. El artículo 81
de la Constitución señalaba como para elegir presidente y vicepresidente, la capital y
cada una de las provincias nombrará por votación directa una Junta de electores, igual al
duplo del total de diputados y senadores que envía al Congreso, con las mismas
calidades y con las mismas formas prescriptas para la elección de diputados. 4 meses
antes que concluya el término del presidente cesante, procederá a elegir Presidente y
vicepresidente de la nación por células firmadas, expresando en una de las personas por
quién votan para Presidente y otra distinta, la que eligen para vicepresidente. En
presencia de las dos cámaras, los candidatos que reúnen en ambos casos la mayoría
absoluta de todos los votos, serán proclamados inmediatamente Presidente y
vicepresidente y en el caso de que por división de votos no hubiera esa mayoría
absoluta, elegirá el Congreso entre las dos personas. Que hubiesen obtenido mayor
número de sufragios.

46
CURA, ANA.

La institución de las juntas electorales tenía un doble propósito: por un lado, mediatizar
el ejercicio de la soberanía popular, transfiriendo en un grupo de ciudadanos, escogidos
al efecto, el derecho de elegir al Presidente; Mantener un delicado equilibrio entre
nación y provincia, pues si bien los electores serían elegidos del mismo modo que los
diputados, debían, deliberar y elegir aisladamente, una pequeña Junta que se instalará en
la Capital Federal y en cada y en cada provincia.

La autoridad electoral es concebida a unos pocos ciudadanos dispuestos a obrar una


estricta independencia en el terreno tan riesgoso, y su vida que diseñar. La clave de
bóveda de esta institución coma es muy probable que estuviese perfilada por las
nociones de autonomía y el elitismo, pues allí se asume que la libertad para deliberar y
decidir Fructífera mejore la circulación en los círculos cuestionados con el celo de la
demagogia popular. Los electores son libres de elegir; No dependen de un mandato
imperativo del pueblo para designar a 1 y otro candidato y son competido, vale,
precisamente, porque los ciudadanos le han otorgado ese derecho y esa libertad en las
circunstancias, una República restrictiva cubre importancia el sistema de negociaciones,
de recompensas y de sanciones que se establecen entre un puñado de notables
naturalmente habilitados para ejercer coma la libertad política, y una institución como
las juntas, bien puede ser una de las instancias que mejor proveería estilo electoral.

Entre 1880 y 1910, el colegio estuvo compuesto por 228,232 y 300 electores,
designados mediante el sistema de lista completa sin representación de las minorías en
cada distrito. Los ciudadanos votaban por una lista de electores, y a la que obtenía el
mayor número de votos. Se le asignaba la totalidad de los electores correspondiente al
distrito. Las elecciones celebradas en 1904, que estuvieron regidas por la Ley 4161, la
ley establecía la división de cada distrito en tantas circunscripciones como legisladores
correspondía elegir; Desde una unidad electoral. Cada ciudadano votaba por dos
electores y, en conjunto con los demás circunscripciones del distrito coma por 4 más.

El carácter federal de la fórmula prescriptiva aconsejaría mantener una relación de


equilibrio en la composición de las juntas que asegure una suerte de reciprocidad entre
provincias con fuerzas electores en algunas mediante equivalente. El equilibrio entre
distritos se acentúa en las elecciones presidenciales posteriores al 80 y desaparece
después, de forma paulatina cuando el censo de 1895 reflejó una creciente
concentración de demografía en el litoral, que se afirmara en las décadas posteriores.

La federalización de la ciudad capital, partió el número de electores pertenecientes a la


provincia de Buenos Aires, que de 54 pasaron a 36, mientras el resto quedó en manos de
un nuevo distrito: la Capital Federal, Jujuy y La Rioja correspondían a los distritos
chicos. Córdoba, Entre Ríos y Santiago del Estero eran considerados distritos medianos.
En las elecciones de 1886 y 1892 se reforzó la posición de los distritos medianos,
merced a la amputación que sufrió Buenos Aires, Córdoba, que mantuvo sus 26
electores, ocupó el lugar de distrito grande y la capital quedó como distrito mediano.
Junto con Entre Ríos y Santiago del Estero, que permanecería en sus puestos, coma y

47
CURA, ANA.

Catamarca, corrientes, con más alta, Santa Fe y Tucumán que ingresaron a esa
categoría.

En las elecciones de 1898, 1904 y 1910, los bloques de lectores comenzaron a


distribuirse, de acuerdo con una pauta que de allí en más se mantendría y se
simplificaría Buenos Aires. Casi duplicó sus electores y lo mismo ocurrió, con más
exactitud, en la Capital Federal. El sector de distinguir de distritos medianos disminuyó
en grado significativo. La diferencia entre distritos grandes y chicos no sufrió un alto
brusco. Buenos Aires marcó una brecha de 52 electores con respecto a jujuy y La Rioja.
Buenos Aires, de tanto desde el 801 bloque de lectores predominantes, al que se le sumó
en 1898 en la Capital Federal el peso de los distritos grandes marcó una línea
ascendente a partir de 1880. Los distritos medianos, como alcanzaron un pico
importante en las elecciones de 1886 y 1892. El conjunto más numeroso de distritos
chicos no logró superar la barrera del 50% del total de electores en ninguna
oportunidad.

La federalización del 80, produjo una redistribución en los bloques de electores que
trajo como resultado de la composición más equilibrada de las juntas. A partir de 1898,
Buenos Aires retomó y acentuó su predominio. Un observador apresurado podría
adelantar una consecuencia no menor significativa: quien controle Buenos Aires y la
capital en votos y en electores adquiera peso político en Córdoba y Santa Fe, tendrá en
sus manos la clave de la victoria presidencial.

El comportamiento de las juntas electorales: La intención del legislador, como al


institucionalizarla hipotética autonomía de los electores, procuraba favorecer las
divisiones horizontales dentro de cada Junta y coma, más aún, alentar el desarrollo de
posibles coaliciones entre grupos de electores pertenecientes a distintos distritos. La
lectura de los resultados registrados en las juntas entre 1880 y 1910 permite advertir la
ausencia de divisiones dentro de cada 1 de los bloques de electores asignados a los
distritos. Si se presenta la eventualidad de una división, dicho enfrentamiento tenía lugar
entre bloques, o sea coma. Entre distritos que se oponían a otros, cuyos electores
votaban como por lo general, sin fisuras internas.

En 1880, roca obtuvo el 69% de los electores; Buenos Aires y corrientes, como
provincias opositoras, volcaron sus bloques a favor de Carlos Tejedor. De allí en más, la
situación cambiaría sustancialmente en 1886. Alcanzó el 79%. Luis Peña logró el 95%
de los electores; Frente a este resultado, coma se comprueba, solicitaría coma la
disidencia de Bernardo de Irigoyen, a quien acompañó la mitad del bloque de 10
electores de Mendoza. En 1898, roca tuvo resultados del 85% de los electores. En 1904,
Manuel Quintana rozó el 81% por fin en 1910 marca el apogeo la candidatura de Roque
Sáenz Peña Arañó el 100% Y apenas un solitario electo rompió la unanimidad de los
265 que sufragaron en las juntas.

En la principal categoría, provincia de oposición circunstancial, coma se inscribieron


Mendoza las elecciones de 1892 y Entre Ríos en la de 1904 provincias de oposición
repetidas se situaron Buenos Aires en 1880, y 1898; Tucumán en 1886, 1892 y 1904. La

48
CURA, ANA.

Capital Federal en 1898 y 1904 y corrientes en 1880 y 1898. Las oposiciones


circunstanciales y repetidas no siempre expresaron su voluntad opositora con la
totalidad de los electores que componían cada 1 de sus bloques. En el caso de las
provincias de oposición repetida coma, el comportamiento más insistente fue el de
Buenos Aires, que en dos oportunidades enfrentó con todos sus electores a roca y Juárez
en la otra desvío, 18 electores a favor de Bartolomé Mitre. La coalición de provincias de
apoyo permanente no sumaba a la mitad más 1 de los electores; Estaba compuesta coma
en efecto coma por distritos medianos y chicos, con la excepción de Córdoba. Las 9
provincias casi alcanzaron la mayoría en las 3 primeras elecciones, pero en las
subsiguientes esa proporción descendió al 42%. En la disciplina de que hacía gala los
electores de la provincia de oposición circunstancial y repetida coma estaba el plus
necesario para atrapar hacia mayoría, siempre superiores al 69%.

Las juntas de electores tradujeron coma un propósito de control que se encarnaba de


negociaciones que tenía lugar afuera de su recinto. A través de los bloques de lectores,
las provincias protagonizaron el momento decisivo en el que se jugaba el destino del
poder presidencial en otros recintos a las presidencias de las provincias tenían carácter
permanente la Constitución dividida del proceso del legislativo en dos cámaras.
Mientras que una acogida de los diputados nacionales mediante el voto directo coma la
otra, garantizaba la representación igualitaria de la provincia.

El senado nacional: El sistema federal adoptó por la Constitución hacía del Senado una
suerte de institución bisagra que, instalada en el lugar del encuentro del poder nacional
con el poder provincial, contará con el prestigio necesario para salvar varias
contradicciones, cuyas soluciones variaban, según fuese la óptica formal o sustantiva, en
la cual se situaba el legislador. El Senado constituía un recinto adecuado para preservar
la igualdad de los Estados intervinientes en el Pacto Federal. Cualquier fuese su
dimensión geográfica o demográfica. La igualdad debería ser aceptable en los Estados
más extensos, como a los más pequeños, ya que han de tener el mismo empeño. De
precaverse en todos los medios posibles contra la indebida consolidación de los Estados
en una República Unitaria.

Si se desciende hacia un umbral de análisis más profundo, a pocas dudas caben de que
el Senado estaba pensado como un eficaz vehículo de comunicación, cuyo propósito
básico consistía en nacionalizar a los gobernantes locales la designación de los
senadores por las legislaturas de los Estados. Era considerada, en este sentido, como
método útil y positivo. En un terreno umbral que, no cierra la marcha descendente hacia
dimensiones más profundas de esta relación de poder, el Senado podría ser entendido
como un original instrumento. De control al servicio de una prudente élite, amparada
por la edad y la distancia electoral sobre tumultuosas o esquivas multitudes. Estos
umbrales tenían importancia equivalente, ninguno alcanzará más gravitación que el
último para definir el otro gran propósito de la Cámara de Senadores; Más allá del
problema federal, el Senado también daba respuesta a dos cuestiones decisivas que
estaban implícitas en un régimen republicano. De rígidas separaciones de poderes.

49
CURA, ANA.

Una de las diferencias más notables entre este régimen y el parlamentario consiste, en
efecto, en la confusión que existe en 1 y en la distinción que se establece en el otro,
entre el Jefe de Estado y el Jefe de Gobierno, mientras el Jefe de Estado ocupa una
posición. Movible, protegida por la tradición aún persistente de la legitimidad
hereditaria, coma el parlamentario nombraba al Jefe de Gobierno, en un primer
momento gracias a un acuerdo pactado con la corona y después se una voluntad de
predominio que el monarca acataba. En la situación parlamentaria, el Jefe de Estado no
hacía figura de Caballero solitario: su Jefe de Gobierno y sus ministros lo vinculaban
con la representación popular, que se radicaba en el Parlamento.

Se trazaba dos caminos de solución diferente. Si un galgo en las últimas etapas de la


monarquía constitucional, cuando la corona ya no gobernaba y solo simbolizaba la
unidad del Estado. El segundo camino era, más sencillo de recorrer, aunque encerraba el
riesgo que, derivada de la ausencia de puentes institucionales entre la representación
popular y la autoridad presidencial. En el régimen presidencial la fragmentación de la
soberanía como propuesta por el sistema federal se encaminaba con una rígida
separación de poderes, por la cual el Presidente no podía disolver el Congreso, ni éste
podía, según métodos ordinarios, hacer obligatoria de la renuncia del primer magistrado
y de su gabinete.

La fórmula alberdiana salvaba la dificultad: El Presidente era un notable designado


merced a una severa jerarquía electoral; Los senadores también y el origen de ambos,
edad y elección indirecta, los hacía naturalmente aptos para integrar una colegialidad
conservadora. El Senado era un auténtico Consejo Ejecutivo Tratado de las atribuciones
para ejercer control sobre el Poder Judicial, el religioso y los niveles más altos de
entonces embrionario del sistema burocrático: según la Constitución, el Presidente
necesitaba el acuerdo del Senado para nombrar los magistrados de la Corte Suprema. Y
en los tribunales inferiores; Para designar y remover los miembros plenipotenciarios y
los encargados de negociar; Para proveer los empleos militares superiores del Ejército y
la Armada; Para presentar o proponer los obispos correspondientes a las iglesias,
catedrales y para declarar el estado de sitio. Esto es lo que exigía la Constitución.

Las relaciones entre los gobernadores y el Senado: la sesión de la Cámara de


Diputados del 8 de mayo de 1906, Carlos Pellegrini sostenía que el artículo primero de
la Constitución dice que la República adopta la forma de Gobierno representativa como
republicana y federal; Nuestro régimen, en el hecho, lo representativo, como así no es
republicano, ni es federal y luego señalaba: no es federal, por que presenciamos a diario
como la autonomía de las provincias han quedado suprimidas, para recordar, de
inmediato, un caso contemporáneo. Surgían candidatos un día y eran vetados al día
siguiente para ser reemplazados por nuevos.

La hipótesis de la dependencia se traduce en su expresión de fe unitaria: la República


Unitaria podrá, de acuerdo con la Constitución formal, con el hecho real; El Presidente
de la República Nombrará Oficial y públicamente a los gobernadores de provincia, en
lugar de nombrarlos, subrepticiamente como se ha hecho. Pero la designación impondrá

50
CURA, ANA.

al Presidente otras responsabilidades más que las históricas o Morales que surgen de la
designación oculta e ilegal.

Matienzo, sin fin a favor de la ortodoxia del 53. Después de la reforma constitucional de
1860 coma que tradujo las pretensiones autonomistas de la provincia de Buenos Aires,
los gobernadores adquirieron más impunidad dentro de los límites de su provincia e
hicieron o deshicieron cargos locales, confirmando de aquella voluntad ya presente en el
acuerdo de San Nicolás. Como ha de emplear toda su influencia legítima a fin de que
fuera elegido de los ciudadanos de más propiedad y de una patriotismo más sano e
inteligente. Como remedio a esos males de olivar quizá Matienzo recomendaba el
retorno al régimen constitucional originario de 1853, que otorgaba al Senado la
atribución de juzgar políticamente a los gobernadores.

Según los mismos publicistas, el Gobernador ejercía control Electoral sobre el personal
político de su provincia: intervenía la designación de los legisladores provinciales y
nacionales, reservaba para sí una banca en el Senado nacional y prestaba particular
empeño. En la confección de la lista de electores para Presidente y vice de la nación.
Durante los años 20 que transcurrieron entre la reforma constitucional de 1860 y la
primera Presidencia de Roca coma, el gobernador de provincia tenía poder de veto en
las elecciones presidenciales a partir del 80, el Gobernador perdió estatura, política y, de
algún modo, comenzó a obrar como agente del Presidente para realizar su concepción
positiva del Gobierno.

Entre 1880 y 1916 las provincias argentinas fueron presididas por 195 gobernadores, los
gobernadores de provincia que desempeñaron este cargo de acuerdo con la secuencia de
sucesión prevista con los textos constitucionales que comenzaba con el gobernador
elegido, culminaba al término de su período y, sí, en el intervalo había fallecido,
renuncia o juicio político coma la autoridad ejecutiva pensaba ser ejercida, según los
casos, por el Vicegobernador y luego por los Presidentes del Senado provincial, de la
Cámara de Diputados o del superior Tribunal de Justicia; No se incluyen, por lo tanto,
los interventores designados por el Gobierno nacional y los gobernadores de facto o las
juntas que asumieron el poder las provincias cuando se produjeron movimientos
revolucionarios.

El ritmo de renovación de los gobernadores correspondía a periodos cocinaban entre los


3 y los 4 años. Sobre la cifra antes mencionada, cómo fueron reelectos 13 gobernadores.
Las circunstancias de la reelección no se presentó en todas las provincias: en Córdoba,
Entre Ríos, Santa Fe, San Luis y salta. No hay gobernadores electos, el retorno, el
ejercicio de la Gobernación se observó, por consiguiente: en Buenos Aires, Catamarca,
Tucumán, San Juan, corrientes, Santiago del Estero, Mendoza como Jujuy y La Rioja.

Se sumaba a las restricciones que impedían los gobernadores, como a los presidentes
coma la reelección inmediata y exigía, para ello coma el intervalo de un período. ¿Hacia
dónde marchaban, entonces, los gobernadores? Antes de ejercer la Presidencia y
después desempañar la Gobernación, ocupará una banca en el Senado nacional. el
Senado, fue presentado como una institución conservadora: su composición coma entre

51
CURA, ANA.

1880 y 1916, confirmó este propósito, en primer lugar, porque el Senado acogió un
conjunto no desdeñable. De expresidentes. El Senado se había transformado en un
recinto que acogía al Gobernador saliente, quien, de esta suerte coma velaba sobre los
asuntos de su provincia. Desde ese sitio de permanencia sobre los 143 senadores que
registra el período 1080 y 1916,62 habían desempeñado previamente al cargo de
Gobernador. Otros itinerarios transitaban caminos más originales, de ida y vuelta de un
cargo a otro, que revelaba un minucioso resguardo, no menos eficaz, del papel, que se
abandonaba. Y que pronto habría de recuperarse.

El Senado jugado un papel semejante al que le asignaba legislador, era coma lo


sustancial, como una institución que agrupaba a quienes habían concentrado el poder y
prestigio, una circunstancia provisional., volcaba esa experiencia y esa capacidad de
control en el ámbito nacional. El Senado comunicaba oligarquías coma las hacía
partícipes en el manejo de los asuntos nacionales y las cobijadas con las garantías de un
mandato ascenso y renovable. El mandato duraba 9 años; Una reelección, los llevaba a
18 años y 1/3. Designación por la legislatura le hacía rondar el umbral del cuarto de
siglo.

El Senado puede presentar la imagen quizás ilusoria, de un pacto federal que defendía
con celo la autonomía Provinciales consagradas por la Constitución. Este cuadro de
estabilidad se superpone sobre una serie de conflictos que tuvieron lugar entre el poder
político nacional y las provincias. Regreso entonces sobre la escena un instrumento de
control, conocido décadas atrás, cuya persistencia en aquel tiempo y después lo
concede, en nuestro país, el rabo. Privilegiado de conservar una revista. Salud
institucional. Ese momento como a, pues, interrogarse acerca de los avatares del sistema
federativo y del destino que tuvo la intervención federal.

CAPÍTULO 7: “DEL ORDEN OLIGÁRQUICO A LA DEMOCRATIZACIÓN”:

El control institucional, se desenvolvió durante 3 décadas, cubrió una superficie bajo la


cual se hacían relaciones de poder más profundas. Control institucional de doblado en
múltiples sistemas que calificaban modalidades específicas, más jerarquizadas en su
significado, de acuerdo con la importancia atribuida a cada aspecto del régimen: control
de la sucesión a propósito del poder presidencial; Control del Senado por los
gobernadores que se insertaban en el ámbito de las decisiones nacionales; Control del
poder central sobre las provincias mediante la intervención federal y el predominio de
Buenos Aires en el Gobierno de Ministros, Control electoral, sobre el ciudadano a
través del fraude coma la manipulación del sufragio y la escala de los gobiernos
electores. Relaciones de mando y obediencia que tocaron la Constitución de una clase
gobernante; Movimientos de impugnación de carácter revolucionario y conflictos intra
oligárquicos; Apertura de la postre. Coma hacia un horizonte reformista que se
desplegará, pletórico de optimismo, antes los gobiernos del centenario.

La contradicción de una fórmula política: La oligarquía, tenía raíces económicas y


sociales y una traducción política que se expresaba mediante el control institucional.
Antes de que el plan constituyente se expresara en el Congreso de 1853, los hombres

52
CURA, ANA.

que partieron al exilio en la época de rosas descubrieron, sobre la vertiente occidental de


los Andes, un país gobernado por una República fuerte, consolidada sobre principios
institucionales y rigurosos frentes legales. La comparación de estas estas experiencias
son las que se propuso al comenzar la fórmula alberdiana puede alumbrar el núcleo de
una contradicción, voluntaria perseguida, que podría explicar el ocaso de una clase
gobernante. El resultado que se busca era legitimar un poder fuerte, no despótico y
arbitrario, custodiado de todas las grandes intereses de la sociedad que reposa en la
sumisión y el respeto de los mismos intereses que defendían.

La República por portaliana era conservadora en su en su esencia, tanto por los medios
políticos que propugnaba como por el programa que sustentaba la clase gubernamental.
Ese orden institucional, que controlaba un espacio ocupado sobre todo en el Valle
central, poco concedía con la realidad de un régimen popular: Su principio fundamental
no era la igualdad, sino la jerarquía; Su propósito no consistía en alentar el cambio
social, si no era consolidar como mediante el imperio de la ley, los intereses
establecidos. Cuando Alberdi diseñó su plan, no hizo obra de imitación servil. De la
República portaliana, adoptó los medios políticos e instituciones: orden, jerarquía y
disciplina; Y con respecto sacral por el principio de autoridad.

Este pacto fundamental, no agotaba los contenidos de la fórmula. El principio de


legitimidad era más ambicioso, pues no sólo se contentaba con dar respuestas al porqué
del mando y de la obediencia. La fórmula avanzaba sobre argumentos complementarios
y afirmaba, también, la necesidad de alcanzar un proyecto de sociedad. Al marco de su
capucha el programa, acosada por la restricción casi insalvable de la extensión, por el
peso inerte del espacio vacío; Por el desierto y la ausencia de comunicaciones. Entonces
se puso en marcha la respuesta: al desierto resolvieron inyectarles población; al espacio,
incomunicado, transporte. Y todo ello vendría desde fuera, con capitales e inmigración,
trasplantando una cultura y cambiando de raíz una sociedad.

República restrictiva y República Abierta, implantadas, ambas en un territorio común,


no tanto como resultado de un proceso acumulativo. Que la historia haya gestado,
Asimismo, cuanto por la obra de voluntad del legislador que incitaba el cambio a los
futuros gobernantes como Alberdi le dio por misión dos cosas: conservar las murallas
que protegían al servicio de la libertad política y, al mismo tiempo, transformar la vieja
sociedad. La tradición y el orden quedaban reservados a la política; El progreso y la
democratización social, a los cambios que debían sobrevenir en la sociedad civil.
Defendieron un orden político conservador; Alentaron el desarrollo de una sociedad
igualitaria, materia todavía reforzaron este y pusieron en práctica y una ley de educación
común, de formidable ambición para su época, que creaba nuevas oportunidades de
ascenso social, afirmaron. El poder del Estado, al mismo tiempo que no establecieron la
legitimidad de las instituciones. Montaron una máquina productora de decisiones
públicas para transformar el contorno y él mismo se volvió, luego, en contra de aquella,
portadora de una amenaza de desorden.

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CURA, ANA.

Nuevos conflictos en la clase gobernante: A medida que la sociedad creciente tamaño y


complejidad, el orden político permanecía para lo de afuera como un sistema
cristalizado y poco flexible. Durante 20 años fueron jefes de Estado y conductores,
como sugiere una crítica, poco benevolente, de esa vasta asociación sin contrato ni
Reglamento, sin Estatuto y sin programas de todos los gobernantes, como legisladores,
como jueces y demás funcionarios nacionales y provinciales, que se denominó Partido
Autonomista Nacional. Se llamaban julio argentino roca y Carlos Pellegrini.

Proyecto en 1898, roca retomó el control de la Presidencia. El defensor público del


candidato y eficaz colaborador desde el Congreso durante los primeros años de la
Presidencia fue Carlos Pellegrini. Pellegrini afrontó una gestión que despertaría
relaciones inesperadas y asumió su defensa en el Senado. Roca, para remediar una
súbita crisis, retiró el proyecto. Pellegrini quedó aislado y trocó su papel por el opositor,
que no abandonará hasta su muerte. A las elecciones legislativas que tuvieron lugar un
año después, despuntó en la capital la oposición antiterrorista. La resistencia interna ya
se había puesto en marcha y presagiaba nuevas divisiones que se cristalizarían en la
Confederación de Notables, convocada para designar la fórmula que en 1904 habría de
suceder al General Roca.

En aquella circunstancia, denotaba como el peso del Presidente, cuando defendía el


control de la sucesión imponía su capacidad de veto ante candidaturas que no quería.
Expuso sus ideas y dictó acta de Fundación Autonomista. Seamos, autonomistas de
verdad, defendiendo la autonomía de los Estados, articulando lealmente nuestro régimen
republicano federal; Autonomía en los poderes, cuya división se ha confundido bajo la
mano centralizadora del Jefe de Estado; Autonomía en el sufragio, para que la voluntad
nacional designe sus gobernantes. Y no sean los gobernantes quienes se designen
sucesor. El nuevo partido Autonomista levantó la candidatura de Pellegrini como
senador por la capital que, el marzo de 1904 cayó derrotado por Villanueva.

Quintana acordó con roca, Ugarte y Villanueva la designación de Figueroa Alcorta


como Vicepresidente. Entonces comenzó la revancha pelegrinista que culminará dos
años más tarde. Pellegrini presentó la batalla en las elecciones legislativas de 1906. Los
votos opositores en la capital estaban dispersos entre republicanos y autonómicas.
Cuando socio del escrutinio con el que, correspondió a la coalición pelegrinista y
Retornaba al Congreso; Por el cruel coincidencia, el Presidente Quintana moría el
mismo día de la Victoria opositora. Los pelegrinista volvieron a la Presidencia y
prestaron concurso al Ministerio de Figueroa Alcorta.

El vacío que dejaba Pellegrini pronto sería ocupado por una coalición cambiante que
haría uso del control institucional para desmantelar la posición roquista. Figueroa
Alcorta. Gobierno agobiado por recurrentes crisis ministeriales, claras señales de la
fragilidad que aquejaba a la coalición de 1906, el Presidente rompió con los
republicanos con motivos de una intervención a corrientes en 1907. La oposición se
afirmó con el Congreso: el inevitable distanciamiento entre ambos poderes hizo
explosión a fines de ese mismo año. Figueroa Alcorta respondió con una decisión

54
CURA, ANA.

inédita, de cuya audacia y rapidez parecía depender el destino de la fuerza política que
procuraba reemplazar al roquismo por decreto. Se clausuraron las sesiones
extraordinarias, se declaró en vigencia el presupuesto de 1907 y se procedió a ocupar el
Congreso por efectivos comandantes por la Policía Federal.

Producido el golpe de Estado, le restaba Figueroa Alcorta afrontar las elecciones


legislativas de 1908. Logró en autorizar la provincia de Buenos Aires, colocando a su
favor el sucesor de Ugarte, el Gobernador Irigoyen. La oposición vaciló, los
republicanos mitristas se apuntaron del bloque roquista-ugartista. La composición de la
lista de diputados nacionales por la capital, adicta a Figueroa Alcorta que conquistó un
triunfo canónico en abril de 1908.

Figueroa Alcorta controlaba la sede del poder presidencial antes, como había hecho
valer su influencia sobre las provincias. Para Melo, el triunfo del Presidente tiene una
explicación clara, sus adversarios, roca y Ugarte, carecía de apoyo popular, y su poder
político residía. Los Gobiernos de las provincias, carentes también de arraigo político,
de manera que bastó que el Presidente subordinará a estos, para que el poder de aquello
se derrumbase. ¿Qué hacer con la oposición revolucionaria? Hipólito Yrigoyen
Aglutinaba las energías de un movimiento cuya popularidad pretendía no había
disputado, aún contienda electoral. Una sin éxito el Poder Ejecutivo había enviado al
Congreso un proyecto de modificación del registro electoral, sobre la base del padrón
militar obligatorio.

El centenario: optimismo y amenazas: El centenario representó el ascenso de una


creencia política que vinieron cenando las viejas convicciones y que, a la postre,
terminaría encarnada en una nueva forma de carácter reformista. No es extrañar, que el
espíritu del centenario resulte del enfrentamiento entre quienes consideraban legítima y
quienes consideraban ilegítimos de la situación de predominio de la vieja oligarquía. La
plataforma optimista se había construido sobre los resultados de la acción política. El
futuro, la prolongación de un pasado próximo, dijo en realizaciones y conquistas
materiales. No es frecuente que el ciclo de vida de un gobernante coincida con un ciclo
histórico que haya gestado cambios de notable magnitud.

El medio siglo las exportaciones habían crecido más de 10 veces, alcanzando una tasa
de incremento del orden de 1187%. En 1888, el área cultivada era de 2 millones. Y en
1914, de 14000 millones. La población se había duplicado en 20 años: 3 millones de
habitantes en 1995; 7 millones de habitantes en 1914. La red ferroviaria alcanzaba, en
1880, las 2300 km en 1913. El ferrocarril se extendía desde Buenos Aires hacia todo el
país, una red de 33000 km. Se sumaba el formidable esfuerzo para educar a una
población, que crecía vertiginosamente, mediante la instrucción pública, lo cual trajo
como consecuencia que la tasa de analfabetismo por 100 habitantes de 14 años, hombres
como ayer redujera al 77,9% en 1869. Y al 35% en 1914.

En el terreno abonado por las realizaciones de un programa, la clase gobernante apenas


disentía, casi con la arrogancia que deparaba la fiel reproducción de los modos de un de
un mundo exterior digno de imitar, se y aún de superarse. Y todo esto, con un fervor

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CURA, ANA.

compartido por porteños y provincianos, se cristianizaba en Buenos Aires, la ciudad que


proyectaba el país, hacia afuera, sedes del poder, puerto de inmigrantes, mosaico de
formas de vida, que crecía y se extendía como si se dé mensura dimensiones. Hiciera de
testigo por robustecer la verdad de un éxito colectivo.

Entre el 900 y el centenario de la clase gobernante y proyecto político; la sociedad, Por


su parte, descubrí a otro conflicto de carácter bien diferente durante el periodo que se
prolongó desde principios del siglo hasta el año 10, estallaron más de 100 huelgas
principales, 6 huelgas generales, se decretó 5 veces el estado de sitio, se sancionó la ley
de residencia, se levantaron a cabo 5 matanzas Obreras, se perpetúa, el asesinato del jefe
de policía Falcón y de su Secretario Lartigua. Movimientos tributarios de una
conciencia de clase en germen, que buscaba a expresarse a través de la organización
sindical y las sociedades de resistencia, corrupción obedecía a los cambios que
modificaba la estructura de la población activa, o bien corría paralela con la recepción
de ideologías revolucionarias y con el rápido descenso del viejo anarquismo libertario y
Robusteció su aparato de control con la función de la ley llamada residencia, calificado
en 1903 por el presidente Roca como una legislación de seguridad y defensa de la
sociedad Argentina que no está obligada a aceptar en su seno elementos de desorden
que repudia a las demás naciones.

Las luchas sociales no eran, la única fuente de amenaza derrotados en 1905, los
Radicales mantenían una peligrosidad que no decrecía la estrategia del partido
abstencionista, combinaba la reivindicación política con un estilo comparativo no
desmentido, menos a través de actos aparentes, cubrieron con un manto de
incertidumbre y la transmisión del mando en el mes de octubre de 1910. Entre el
optimismo y las amenazas, fue tomando cuerpo en las respuestas reformistas, la clase
gobernante del centenario conservó una tenaz fidelidad hacia los aspectos programáticos
de la vieja fórmula y la combinó con una doctrina de reparación moral que procuraba
redimir el vicio de la oligarquía. Y marzo en este clima como a Roque Sáenz Peña
ascenderá a la primera magistratura.

Roque Sáenz Peña en la presidencia: Roque Sáenz Peña encabezó el movimiento


modernista, impulsado desde la provincia de Buenos Aires por el Gobernador Julio
Costa, que lo hizo candidato firme en las elecciones presidenciales de 1892 y que sólo
pudo desbaratar roca, logrando la adhesión del pan y del mitraísmo a la candidatura de
su padre. Peña encabezó la lista demócrata de 1902; Acompañó a Pellegrini en la
Convención de Notables de 1904 y en 1906 fue electo diputado por la coalición popular.
Sáenz Peña Programó su candidatura desde Europa. El movimiento reformista del
centenario cobra cuerpo, enroque, Sans, Peña e Indalecio Gómez: junto a la ciudad de
Lucerna. El futuro Presidente y su ministro del Interior Trazaron los lineamientos de la
reforma política de 1912.

El clima en la campaña, los discursos y las propuestas que se desgranaron en los actos
públicos, poco disintieron del sesgo optimista del centenario la candidatura de Sáenz
Peña nacía como un intento, de cuyo éxito nadie dudaba, que tenía el subjetivo. Poder

56
CURA, ANA.

de borrar las líneas divisorias que nos habían dejado las antiguas luchas. El candidato
arrastraba consigo el apoyo de los que desde hace largos años concentran a su alrededor
los prestigios de la intelectualidad coma de la fortuna y el trabajo; Su figura, como
empezaba, con una larga tradición en tanto prolongada la obra de Rivadavia, Mitre,
Sarmiento y Avellaneda, venía a redimir de males de una peculiar o época oscura, hecha
a la medida de personajes reprochables como el General Roca, ha sido precisamente
después de la realizada la Unión nacional, el más ilustre enemigo de la democracia
Argentina.

La propaganda electoral proponía a Sáenz Peña como un conciliador de tendencias,


cobijaba bajo la percepción de una Argentina favorecida por un clima privilegiado, con
los frutos optimistas de todas las zonas, regidas por las leyes sabias y con una
construcción admirable, dirigida por gobernantes mancomunados en un solo propósito
patriótico. La campaña afrontaba la oposición de importantes diarios porteños y no
aludía advertencias para preverse de enemigos amenazantes.

La lectura de los discursos electorales y las formas de organización y el reclutamiento,


califican a la Unión nacional con el signo de una fuerza política de carácter tradicional
como el pan, la Unión nacional constituía un eficaz vehículo para comunicar oligarquías
locales y Gobiernos provinciales bajo la protección de una Presidencia, que no
escatimaba recursos para hacer efectivo el poder y su influencia electoral. La Unión
nacional reorientó, con un brusco golpe de timón, ese mensaje ideología y contradijo el
sistema electoral vigente mediante un proyecto reformista, que sea España, proclamó en
su discurso. Programa pronunciado en la plaza de retiro en el mes de agosto de 1909.
Así manifestado sus propósitos institucionales. Y los tradujo en un lenguaje que muchos
recuerdan, la profesión de la fe de un creyente.

Sáenz Peña regresó a Europa desde donde impulsó la candidatura de Victorino de la


Plaza para la Vicepresidencia a fin de año tuvo lugar la proclamación oficial. El resto de
los cargos, en el orden nacional y las provincias cómo se adjudicaron sin consultar a las
Asambleas o las convenciones de la agrupación de distritos en abril de 1910, las listas
de la Unión Nacional se impusieron en todo el país sin atisbo alguno de resistencia
electoral, pese a la participación del Partido Socialista y de la fracción cívica
republicana, que apoyó la candidatura de Udondo. Los radicales permanecieron en la
abstención.

Yrigoyen, se rechazó la propuesta de integrar un gabinete de coalición en el próximo


Gobierno y mantuvo invariables su existencia acerca de la modificación del registro y
de la ley electoral, decisiones, ambas, que debían implementarse con intervenciones
federales en todas las provincias para garantizar los nuevos comicios. Juró el cargo de
Presidente del 2 de octubre de 1910. Asume la legitimidad de origen, Sans Peña
justificó el proceso electoral que lo llevó a la primera magistratura, magnificando la
participación de votantes en la Capital Federal.

Leyes imperfectas e impugnadas. Los reformadores emprendían un plan que poco


desmentiría al ritmo vertiginoso, o la velocidad de los cambios a los cuales estaba

57
CURA, ANA.

habituada a la Argentina de ese momento. Y marzo a una sociedad distinta, aquejados


por la mala conciencia derivada de una política distinta de los valores que hacía suyo, es
la crítica moral, los nuevos gobernantes asumirá la tarea de reparar una fórmula y un
régimen, la reforma deliberada; Quizás coma definieron una meta: la conservación del
poder y su posición social., ambas cosas reconciliadas, esta vez coma con una práctica
institucional menos imperfecta o más coherente como los principios proclamados. Se
apresuraron a meter, materializar las intenciones y emprendieron los estudios para
reformar la ley electoral.

CAPÍTULO 9: “¿PLAN ESTRATÉGICO O SALTO EN EL VACÍO?”:

La ley de reforma electoral fue finalmente sancionada el largo debate, no logró perfilar
una real autonomía del Congreso, frente al Poder Ejecutivo. Nada torció la voluntad
reformadora. Es posible diseñar el esbozo de un plan estratégico basado en el uso de
todos los resguardos institucionales que el ordenamiento constitucional ponía a
disposición de los reformistas.

Los resguardos institucionales: La ley regulaba exclusivamente en la elección de


diputados nacionales, electores de Presidente y vice, y electores de senadores para el
distrito de la capital, el Senado nacional, la representación igualitaria de las 14
provincias quedaba, pues, fuera del circuito reformista. Durante el período que
transcurre entre 1912 y 1916, precisamente en aquel distrito donde no había legislatura
y si designación de lectores de acuerdo con la ley nacional de elección. El Poder
Ejecutivo discriminaba el modo de elección para los diputados del procedimiento
aplicable para designar los electores de Presidente y vice. Mientras para los primeros se
consagraba el principio de los dos tercios como a la elección de los electores conservaba
el método tradicional, es decir, la lista completa.

Al término del debate, en general se generó un complicado cambio de opinión, es de


carácter reglamentario que concluyó con un peculiar método de decisión: Los diputados
se pronunciaron a favor o en contra de la lista incompleta por votación nominal, lo que
dio como resultado 49 votos afirmativos. Y 32 negativos no se votó, en rigor, por
ningún despacho concreto. La lista incompleta fue aprobada durante la discusión en
particular, con el agregado de un cuadro donde se establecía tácitamente la proporción
que cada ciudadano debía votar sobre el número total de diputados correspondientes a
los diferentes distritos.

Otras defensas hacían referencia al carácter universal y obligatorio del sufragio.


Rivarola marcaba su preocupación ante la inestabilidad del Gobierno, que no prestaba
suficiente atención a las opiniones desinteresadas de hombres en general sustraídos a los
estímulos de la política, ha predominado el dictamen de la calificación del voto como
esencial para el mejoramiento de las costumbres electorales. Cuando se discutió el
carácter universal del sufragio, fueron los legisladores que se manejaron los riesgos de
Estados de tal decisión. Estuvieron a punto de hacer naufragar el proyecto reformista
cuando la Cámara de Diputados desechó todos los artículos referidos al voto obligatorio

58
CURA, ANA.

por 32 a 34 votos. Esta tesitura prevaleció en diputados y fue aceptada por una mayoría
de 40 votos. El sufragio universal y obligatorio era ley definitiva de la nación.

El modo como Gómez se representó la incorporación de las maniobras a través del


tercio, fue, un presupuesto estratégico compartido por los legisladores favorables a la
lista incompleta y por aquello proclive al sistema tradicional o el sufragio uninominal.
Nadie dudaba que la mayoría pudiera recaer en algún sector no pertenecientes a los
grupos gobernantes, ni que la reforma electoral tuviera la virtualidad suficiente para
modificar una relación de fuerzas, los dos tercios para los viejos como el tercio
representantes para los nuevos. Algunos legisladores, como Avellaneda, no admitía,
siquiera, una minoría, fuera capaz de arrancarle una franja de legisladores al
conservadurismo bonaerense mediante el artificial legislación.

El tercio se constituía, de este modo, en un vehículo de incorporación de las viejas y


nuevas oposiciones transfiguradas, para bien de la retórica parlamentaria, en minorías
legítimas y participantes, el tercio de la lista incompleta no acordaba con la suma
aritmética de diputados en el Congreso la renovación por mitades de la Cámara de
Diputados. Cada dos años, se combinaba, por consiguiente, con la lista completa y en
algunos casos, con el sufragio uninominal por distritos. Si la Cámara de Diputados
hubiera renovado en su totalidad, la lista incompleta habría sido un procedimiento
aplicable a los 15 distritos, la renovación parcial, modificada de raíz. Esta hipótesis
había 3 conjuntos de distritos:

 el primero, que incluía las provincias más populares y la capital, votaba de


acuerdo con la lista incompleta.

 El segundo, con el método tradicional de la lista completa, ya que, en ellos se


sufragaban por dos representantes indivisos.

 En un tercer conjunto, el voto se emitía mediante una suerte de sufragio


uninominal final por distritos, pues cada una de estas provincias elegía un solo
diputado.

Esta distribución se buscaba en manos de la lista incompleta la clave del resultado


electoral. Los distritos donde se le aplicaba reunía en total 47 diputados en 1912; 54 en
1914 y 50 en 1916. Pero quedaba siempre un número de diputados de reserva, que
oscilaba entre 12 y 9, por lo cual se sufragaba de acuerdo con métodos tradicionales en
provincias que luego manifestarán una notable estabilidad con respecto al apoyo hacia
las agrupaciones conservadoras. Las minorías eran los nuevos partidos, los defensores
del proyecto y sus opositores coincidieron en este punto, desplegando el mapa
institucional sobre el cual se asentaba la estrategia, salvado, sin excesiva extensión,
algunos resguardos que hubiera merecido un interés más atento, los actores conservaron
un optimismo persistente. Juegos anticipatorios, cifras probables, confianza en los
resultados. El debate se cerraba 3 meses después, él lo votaba.

59
CURA, ANA.

La prueba electoral: En abril de 1912 tuvieron lugar las primeras elecciones


legislativas, reguladas por la nueva ley, con la participación de radicales y socialistas. El
Presidente asumía el papel de consejero, como un magistrado distante, que no tomaba
parte en la contienda. Parecía convencido de muchas cosas: de la muerte de la
Venalidad, de la elaboración intensa que vencidos tinieblas y abriendo horizontes, hace
venido operando con la conscripción y con la escuela, de su revocable decisión de no
tomar partido, del poder que había declinado aspirando a gobernar y no a mandar.

El 7 de abril votaron los argentinos mayores de 18 años, alcanzando un nivel de


participación electoral menos espectacular de lo que muchos suponían, al menos en lo
que se refiere a la composición de registro en la Capital Federal. Los partidos
tradicionales buscaron adaptarse a la nueva ley electoral, organizando lo que se podría
denominarse lista de apoyo.

En la capital el triunfo correspondió a los radicales, lo que reto, para algunos es 1, inesperado,
una demostración de la sorpresa que el hecho produjo entre las fuerzas tradicionales.

Había perdido, pero apenas en dos distritos. Aquellos como precisamente donde modo
directo el Presidente ejerció su autoridad. En el resto de las provincias los medios para
garantizar el sufragio se limitaron al momento electoral, y es esto muy poca cosa, como
sugerida del voto libre de toda opresión, influencia oficialista. Los partidos que se
presentaron fueron 3: 1) La Unión Cívica Radical; 2) El Partido Socialista; 3) La Liga
del Sur.

Los resultados no fueron amenazantes, lo cual permitió que se mantuvieran las


predicciones de los legisladores, pese al desconcierto de los viejos caudillos de la
capital. Algo, había cambiado el sistema de la compra de votos perdió a su razón de ser
en algunos distritos claves; La autonomía electoral del ciudadano, protegido por el
secreto del cuarto oscuro, se abría camino y apoyaba a los recién llegados. Los
resultados en provincia, para elegir gobernantes y representantes en las legislaturas, no
modificaron las tendencias favorables al conservadurismo en 1912, el radicalismo
disputó la batalla electoral en Salta, Córdoba y Tucumán, en las 3 provincias fueron
derrotados por los candidatos conservadores.

El materia de participación electoral, el país se situaba en igual rango que Francia, pero
un puesto superior a Italia y España coma a Suiza y los Estados Unidos. Hacia el mes de
septiembre de 1913, Sáenz Peña solicitó dos meses de licencia, la que se prorrogó hasta
su muerte, se extinguirá su vida, mientras alentaba la reforma electoral, disponía a
cambios decorativos en la Casa Rosada, buscaba apartarse con ansiedad del estrecho
límite del despacho oficial para tomar aire en Palermo como, a recogerse en alguna
quinta de San Isidro en una estancia de la provincia. Había gobernado como una suerte
de monarca republicano, distante de las contiendas, cuya preocupación dominante
fueron los problemas institucionales correlativos con la poca importancia concebida de

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CURA, ANA.

la gestión cotidiana de los asuntos públicos. Durante aquellos meses comenzaba a


gestarse un drástico cambio de enfoque en las filas oficiales, es probable que Sáenz
Peña no alcanzará a percibirlo ni entenderlo. Murió el 9 de agosto de 1914.

Durante 1914, la Argentina política estaba atravesada por preocupaciones menos


apocalípticas. La guerra recién comenzaba y se desarrollaba un espacio geográfico
todavía distante. En todo caso, los temores que se hicieron carne en los meses de marzo
y abril no mejoraron el clima de incertidumbre dentro del conservadurismo. Por
segunda vez, Después de la sanción de la ley y, los argentinos Concurrieron a las urnas
para renovar la Cámara de Diputados. En 1912, los partidos nuevos obtuvieron la
mayoría y la minoría de la Capital Federal y en Santa Fe; La mayoría en Entre Ríos, que
por el procedimiento de las elecciones parciales elegía, esta vez, 8 diputados, y
avanzaron vigorosamente sobre otras provincias, conquistando la minoría en Buenos
Aires, Córdoba, Corrientes y Mendoza. 30 diputados para los partidos nuevos y 33 para
las agrupaciones tradicionales. La brecha se acorta peligrosamente.

El partido político ausente: En 1914, los nuevos partidos ganaban y volcaban su


aparato organizativo a la competencia pacífica. Los nuevos partidos mendigaban, entre
el pueblo elector y el Estado, como proponían liderazgos fuertes, abarcaban con su
propia estructura, la atención del territorio, hacían presentes su organización en
ciudades o en provincias y aunque en muchos casos no hicieran del programa electoral
una cuestión decisiva, los comités y los centros electorales, las convicciones. Y los
congresos partidarios, emergían como centros de poder frente al régimen establecido.

Se manifestaban un liderazgo popular; Algo en su esencia distintivo de la reivindicación


de autoridad de los fundadores del régimen del 80, para quienes el problema del orden
pasado por encima de todos los argumentos. El agua se adhería a los cargos del control
electoral, que manipulaba el sufragio; Más arriba como a los cargos institucionales de
provincia que sin brincaban con las decisiones nacionales en ambas cámaras, sobre todo
en el Senado; En el vértice esta jerarquía de rangos: el poder presidencial, de doblando
en su papel de gran elector, dispuesto a negociar el proceso sucesorio con los
gobernadores cuya influencia dependía de la magnitud de los bloques de lectores y, por
lo tanto, de cada provincia la intervención federal y el estado de sitio, reforzado, según
circunstancias ordinarias y extraordinarias como a las modalidades de esta fórmula de
dominación nacional.

En 1914 el viejo orden no encontraba su rumbo tradicional, quizás porque faltaba el


timonel Sáenz Peña había quebrado el ordenamiento de su nervio más sensible. Sáenz
Peña había sido definitivamente reemplazado por victoria de la plaza. El nuevo
Presidente se resistía a jugar un papel pasivo, defendía una hipotética intervención en la
lucha electoral, con ejemplos a la mano y pese a entender, con justa y necesaria, la
abstención en cualquier sentido que pudiera incluir en el ejercicio de la libertad
individual, consideraba inconveniente es confundir la Presidencia con la indiferencia.

Hacia fines de 1914 se constituyó en Buenos Aires el Partido Demócrata Progresista. El


partido nacía como una respuesta para unos significados. Un acto negativo que

61
CURA, ANA.

intentaba bloquear el camino de la victoria a la Unión cívica radical. La Liga del Sur
respondía con un programa que reclamaba el régimen comunal autónomo mediante la
elección de intendente municipal, la concesión del voto a los extranjeros, el equilibrio
de representación entre las distintas regiones, la calificación de los electores dentro de
las categorías de contribuyentes, como la supresión de los departamentos
administrativos como el establecimiento de la policía local, la justicia de paz selectiva
como la incorporación del Registro Civil a las funciones municipales y la organización
del Consejo Escolar electivos y autónomos en cada provincia.

Frente a este proyecto, como a la provincia de Buenos Aires representada la


contrapartida más clara. Ugarte fue el blanco preferido del reformismo moralizante del
centenario. El Partido Demócrata Progresista, nació gracias a la iniciativa de Mariano
Demaría, un viejo seguidor de Aristóbulo del Valle. El radicalismo había avanzado
sobre Santa Fe y Entre Ríos. Ahora les llegaba el turno a Córdoba, donde la fórmula
radical, integrada por los aborda, se impuso sobre el Partido Demócrata de Carcano y
julio argentino Roca hijo, Que llevaba como candidato a Cafferata Igarzabal. El bloque
parlamentario tenía la finalidad implícita de promover la candidatura presidencial de
Ugarte, pese a la intervención de la plaza que impuso un doble veto para neutralizar, a la
postre, los dos candidatos emergentes, sin ofrecer ninguna fórmula de transacción.

La gente del bloque conservador obedecía a reglas de prácticas políticas aprobadas a


través del tiempo, un reconocimiento progresivo: a tientas y por aproximaciones
sucesivas, con la certeza de que no quedaba mucho inédito por descubrir. Los hombres
llegados desde la Liga del Sur introdujeron en el campo de fuerza una visión
racionalista de la acción política, un programa ordenado, una anticipación de lo que
debía hacer para hacer, así como el contraste con el desorden establecido. La Liga del
Sur, no debería el principio del sufragio universal, pero mientras en la provincia de
Buenos Aires se proclamaba el sufragio universal y se lo negaba, los hechos, los
hombres de Santa fe querían reconciliar la realidad con el plan de reforma y proclamaba
la virtud del voto censitario.

La derrota: El primero de enero de 1916, la prensa sostenía en su página editorial que el


PDP había perturbado de las fuerzas conservadoras y recordaba, de modo subjetivo,
como que, como en el 90, el partido Situacionista defiende su posición contra la protesta
cívica del parque, pero no con las armas, sino los comicios. En donde mide sus fuerzas
la revolución representada por radicalismo Pacífico. La UCR era foco de atracción y de
dispersión. Las viejas agrupaciones cívicas del norte se volcaron también hacia el
Partido de Yrigoyen.

Recién hacia el mes de marzo de 1916, el radicalismo deja de lado su mutismo y


proclama de la fórmula Yrigoyen Pelagio luna. Quebrado el acuerdo que hubo de
sostener al PDP coma los grupos conservadores hicieron acto de reserva, confinando
que las elecciones primarias no decidirían por sí misma. La victoria o la derrota quedaba
una segunda instancia que postergaba el último acto hasta el 12 de junio, momento en el
cual debía constituirse el colegio electoral. Días antes del 2 de abril, de la Plaza

62
CURA, ANA.

Censuraba la combinación tendiente a que la elección de electores se haga sin mandato


imperativo. Pienso que jamás se propuso un procedimiento más incorrecto y poco leal
para la opinión pública por medio de la elección sin mandato, quedaría sustituida la
voluntad nacional por la de 300 personas. El 2 de abril, un número de ciudadanos, que
los distritos más importantes no superó el 9,1% de la población total y el 30,2% del
conjunto de habitantes masculinos mayores de 18 años, concurrieron a las urnas para
elegir Presidente y vice

El radicalismo ganaba la Capital Federal, Entre Ríos, Córdoba, Tucumán y Mendoza y


obtenía la minoría en Buenos Aires, corriente y, Santiago del Estero, San Juan, La
Rioja, Catamarca, salta y Jujuy. En total 127 electores consigna 64 electores para el
PDP. Las divisiones que aquejaban el radicalismo en Santa Fe, dieron el triunfo a los
radicales disidentes que arrastraron consigo los 19 electores de la mayoría. Los
socialistas, por su parte, controlaron a los 14 electores de la minoría de la Capital
Federal. El radicalismo no había alcanzado la mayoría de 151 electores, hasta que una
sorpresa de último momento le permitió aumentar la distancia con respecto a sus
seguidores. 18 días después del 2 de abril, la Junta Electoral de Santiago del Estero
comunicaba al Ministro de Interior que, contrariamente a los registrados por los
primeros cómputos, el radicalismo había superado a la Unión Demócrata. Este cambio
de último momento elevó el número de electores radicales a 133.

Se le ofreció la candidatura a un dirigente de filiación radical con la esperanza de rosar,


acaso los fatídicos 171 electores las expectativas perduraron hasta la noche del 9 de
junio, cuando la convención de los radicales Disidentes de Santa fe resolvieron cortar el
cuajo los cabildeos al pronunciarse, casi por unanimidad coma a favor de la fórmula,
Hipólito Yrigoyen Pelagio luna. La decisión de los radicales disidentes otorgaba la
mayoría a Hipólito Yrigoyen. Hipólito Yrigoyen Colegio Presidente con una mayoría de
152 electores. En aquel 12 de junio de 1916, las instituciones se constituían en
mediadoras de un cambio político de insospechadas consecuencias.

Todo régimen político tiene una lógica implícita, la clave del sistema oligárquico residía
en el control, subordinado a la Presidencia, de los cargos ejecutivos en las provincias,
Sáenz Peña alentó la reforma desde arriba; Cuando sobrevino su muerte de los hombres
que lo acompañaron, perdieron. Los resortes de la Presidencia se despeña, pudo llegar
nuevas reglas de juegos, pero no tuvo tiempo para favorecer el desarrollo de un nuevo
programa conservador.

En una Presidencia identificada con el proceso y, sobre todo, en el partido presidido por
las ilusiones de los reformadores, que no vio la luz, otros resguardos, menos
significativos, permanecieron en pie: un Senado sin fuertes presencia radical y una
Cámara de Diputados donde, por el sistema de renovaciones periódicas, la UCR obtuvo,
en 1916 26 representantes que adicionados a los 21 elegidos en 1914 no le otorgaba, por
cierto, una mayoría.

No es conveniente adelantar la marcha de la historia para sostener, desde una colina


privilegiada por la teoría, el carácter inevitable de los acontecimientos. Los

63
CURA, ANA.

reformadores creyeron legislar con ayuda de la vieja virtud como media. Óptima de las
cosas otros hombres provenientes de los nuevos partidos como menos proclives al
exclusivo juicio moral, afirmaron que si se asiente a una nueva era política en el país, es
precisamente porque han aparecido fuerzas sociales nuevas como materiales, y no
porque haya aparecido virtudes nuevas; es porque hay una nueva clase social, numerosa
y pujante, que se impone a la atención de los poderes públicos, y porque es más cómodo
hacer una nueva ley de elecciones que reprimir en huelga general cada 6 meses.

ALONSO, Paula. “La política y sus laberintos: el Partido Autonomista Nacional


entre 1880 y 1886” en SÁBATO, Hilda y LETTIERI, Alberto (comps). La vida
política en la Argentina del siglo XIX. Armas, votos y voces. Buenos Aires, Fondo
de Cultura Económica, 2003. (entero)

Durante su primera presidencia, Julio Argentino Roca utilizó el Partido Autonomista


Nacional como acceso a la silla de Rivadavia. En el presente escrito se sostendrá que el
PAN constituye una puerta de entrada a la naturaleza de la política nacional,
permitiendo arrojar una mayor luz sobre: 1) las relaciones políticas entre los Gobiernos
provinciales y el Gobierno nacional; y 2) las políticas e instrumentos del presidente
utilizados en dichas relaciones.

Las rivalidades:

El sistema federal y la elección indirecta del presidente otorga un rol fundamental a los
gobernadores, quienes, por lo general, van contra la política en su provincia,
garantizando la representación en el colegio electoral. Con sus recursos institucionales
como administrativos y militares, el presidente se encontraba en posición de ejercer una
gran influencia sobre quienes digitaba la política provincial, y de quienes a su vez
necesitaba para controlar la política nacional, como la representación en el Congreso y
la sucesión presidencial. Mientras se albergaba la esperanza de eventualmente ser
favorecido por la elección del presidente, cada aspirante se encargaba de montar su
propia base de poder nacional.

Los aspirantes a la presidencia no comenzaban su carrera electoral con la organización


formal de un partido y una campaña pública, donde se incitaba al pueblo a votar por
ellos, sino como una campaña sigilosa y secreta donde, a través del trato personal y la
correspondencia privada, se formaba un pacto de adhesión mutua entre los que
controlaban o deseaban controlar las políticas provinciales y los pretendientes al poder
presidencial. Estos pactos de adhesión mutua eran conocidos como ligas. Sus
protagonistas eran ocupantes de puestos electivos significativos y de lugares claves en la
administración pública nacional. Las ligas eran puestas a prueba en cada elección, ya
que eran los momentos en que éstas se forjaban, se rompían, confirmaban, midiéndose
en cada ocasión al poder, influencia de las distintas ligas en pugna, aun cuando durante
estos años la mayoría de las selecciones nacionales no fueron competitivas en los
puestos, se disputaron dentro del PAN la formación de listas, la elección de sucesores y

64
CURA, ANA.

contantes seguidilla de elecciones provinciales y nacionales mantuvo en la


incertidumbre a todo el sistema de alianzas, injurias y tradiciones, entre ligas rivales.

El PAN consistió inicialmente en la Liga de Gobernadores que llevó a Avellaneda a la


presidencia en 1874 y a Roca en en 1880. Con respecto a ésta última elección, dicha liga
estaba compuesta por todos los gobernadores provinciales en la excepción de corrientes
y Buenos Aires, que apoyaron la candidatura de Carlos Tejedor. Era una alianza
integrada principalmente por dirigentes del viejo Partido Federal de Urquiza y de
Autonomista. Después de la Revolución de julio de 1880, el PAN pudo contar con la
gobernación de los 14 distritos provinciales.

Entre 1881 y 1885 existieron 4 ligas principales, que se redujeron en dos en las
postrimerías de la elección presidencial.

 La principal era la Liga roquista, conformada por los leales al presidente.

 La segunda Liga era la del gobernador de Buenos Aires, Dardo Rocha que ni
bien accedió al cargo, comenzó a construir su propia Liga contando para ello con
el Banco de la provincia, el más importante del país. El poder económico y
financiero de Buenos Aires la hacía menos penetrable y necesitada de fondos
nacionales que otras provincias. Buenos Aires siempre había tenido un liderazgo
histórico cuya demostración más cercana había tenido lugar en junio de 1880, un
evento que marcó el punto inflexión en las relaciones de un Estado nacional que
se independiza de aquella provincia. Por debajo del fastidio de Roca por la
independencia del Gobernador, existía para el presidente razones de mayor peso
para evitar la llegada de Rocha al Poder Ejecutivo nacional. Si la construcción
del Estado era objetivo principal de Roca, dicho objetivo presentaba un gran
inconveniente si un porteño ganaba a la presidencia porque, según él,
representaba una amenaza para el afianzamiento de la organización y autonomía
conquistada a costa de tantos esfuerzos.

 La tercer Liga era la de Juárez Celman, cuñado de Roca, Gobernador de


Córdoba y Senador Nacional, Juárez había sido uno de los pilares en la campaña
presidencial de Roca, pero en 1882 ambos se encontraban distanciados. Hasta
bien entrado en 1885, Juárez permaneció con el seguro del apoyo de Roca, este
último se encontraba abierto a distintas combinaciones para la futura
presidencia, manteniendo en vilo al joven cordobés sobre sus aspiraciones
presidenciales. Juárez procura afianzar e incrementar sus propios vínculos
provinciales tratando de que hombres de su confianza lo ayudasen a ganar a
posiciones de influencia de las provincias, pero evitando enfrentar abiertamente
al a su cuñado. Roca, por su parte, procuró que sus propios leales se mantuvieran
a los gobernadores provinciales, aceptando que cayeran en manos juristas, solo
como el menor de los males.

 La menor de las ligas era el del ministro de Relaciones Exteriores y del Interior
de Roca, Bernardo Irigoyen, hombre de extensa carrera pública, durante sus

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CURA, ANA.

años en el Gobierno roquista mantuvo la esperanza de que el presidente lo


designara como su sucesor. Su poder radicaba en que forzaba en algunos casos a
los políticos provinciales a entrar en transacciones, ya que siempre estaba la
posibilidad de que las influencias de Irigoyen se analicen con facciones
opositoras, desestabilizando la balanza política local incluso en algunas
provincias. Los irigoyenistas se encontraron aliados con los rochistas,
presentando un desafío para las dos ligas.

La competencia.

La interacción de estas ligas dentro del PAN provocó una serie de conflictos
nacionales, algunos solucionados en el ámbito político y otros que se solucionaron a
través de negociaciones privadas.

En Buenos Aires el poder del racismo resultó inalterable no solamente durante la


Gobernación d Rocha, sino también la de la de su sucesor, Carlos D´Amico. Buenos
Aires votará en contra de Juárez Celman en las elecciones de 1886.

Mendoza y San Luis se mantuvieron dentro de la Liga roquista desde el principio a fin
de ese año. En 1880, el Gobernador Elías Villanueva prestó apoyo decidido a la
candidatura de Roca, y también envió batallones a luchar a favor del gobierno nacional
durante la Revolución de junio. La provincia se mantendrá en estos años
incondicionalmente leal al presidente y los diversos intentos de Rocha de extender sus
redes en Mendoza no tendrá resultado alguno, mientras que Juárez Celman y Bernardo
de Irigoyen no posean vínculos en la provincia ni intentaron tejerlos. Llegado el
momento de la campaña presidencial de 1886, Mendoza guardó las indicaciones de
Roca sobre candidaturas y las obedeció sin inconveniente. Gobernaba la provincia
Rufino Ortega quien durante la administración roquista se mantuvo leal, llevando a cabo
sus indicaciones en la provincia. Desde 1874, Roca ejerció una influencia personal y
directa sobre los destinos políticos de San Luis y se encargó de que ocupase la
gobernación hombres de su entera confianza. Rocha intentó disputarle la influencia de
San Luis a las elecciones a Gobernador en 1884, apoyando y financiando una facción
disidente liderada por Víctor Lucero, que fue fácilmente derrotada. San Luis seguirá sin
mayores inconvenientes las directivas roquista sobre candidaturas presidenciales, donde
destinará sus votos a Juárez Celman.

Santiago del Estero fue la única provincia donde los conflictos locales desembocaron
en una intervención federal y mantuvieron inquieta la política provincial y nacional por
más de tres años. El gobernador Pedro Gallo, quien, hecho volcó los votos de su
provincia por la candidatura de Roca en 1880, no se había comportado desde entonces
como un incondicional al presidente y no le había permitido incluirse en los asuntos
políticos de la provincia. El gobernador se había pasado al bando rochista y ahora
pretendía imponer como sucesor a su yerno, Juan Pinto, lo que para Roca significaba
perder indefinidamente a Santiago del Estero quien ahora estaba bajo la influencia del
gobernador porteño. La oposición en los planes de Gallo no tardó en organizarse a nivel

66
CURA, ANA.

provincial, quienes estaban agrupados principalmente en la legislatura y, a nivel


nacional, las intenciones de Gallo eran resistidas por roca y por Juárez Celman.

Cuando en junio de 1882 se dan las elecciones para renovar la mitad de la legislatura, lo
que a su vez elegiría al Gobernador, que le otorgó la victoria a los partidarios de Gallo,
sus opositores se atrincheraron en la legislatura, declararon nulas las elecciones,
suspendieron a Gallo, y nombraron com gobernador provisorio al presidente de la
legislatura, Pedro Lamí. Gallo por su parte, pidió la intervención federal al Congreso. El
pedido de intervención fue aprobada por el Senado en septiembre, donde se resolvió la
restitución de Gallo como gobernador, pasando luego a la Cámara de Diputados para su
tratamiento.

Mientras, el pedido de intervención aguardaba el tratamiento de la Cámara de


Diputados, los sucesos continuaron desenvolviéndose en la provincia. Numerosos
conflictos se desarrollaron con motivos de nuevas elecciones convocadas para renovar
la legislatura, las cuales dieron lugar a mesas dobles y a la formación de 2 legislaturas
paralelas. La elección de Luis Pinto les dio la victoria a los juristas, aunque pronto se
vio que esta victoria era pasajera. En junio de 1883, siete meses después de haber sido
elegido gobernador, Luis Pinto era destituido por una intervención federal promovida
por Absalón Rojas en la Cámara de Diputados.

Pinto había demostrado una tozuda rebeldía a seguir las indicaciones de Roca sobre los
nombramientos en el gobierno provincial y senaduría nacional, lo que ayudó a mantener
la desconfianza que el presidente siempre le había profesado. Bajo intervención federal,
la política santiagueña pasó a la órbita de la influencia de Roca, quien eligió interventor
a un hombre de su confianza que, bajo la tarea de reorganizar los poderes públicos a la
provincia, llamó a elecciones legislativas para septiembre. En octubre, la legislatura
renovada eligió gobernador a Pedro Unzaga, apoyado por Rojas y Gorostiaga, quien en
el orden nacional se comprometía a responder al presidente

Luego una serie de conflictos surgieron en 1884, cuando a raíz de la alianza entre Rojas
y Gorostiaga comenzaron a correr rumores de que este último había entrado en alianza
con Rocha y contaba con el apoyo del gobernador Unzaga. Unzaga se atrincheró la casa
de su ministro de Gobierno, José Nicolás Matienzo, pidió la intervención federal al
Gobierno nacional. Fuerzas policiales intentaron irrumpir en la Casa de Matienzo para
apresar al gobernador, produciendo un enfrentamiento armado del que resultaron 5
muertos. Durante 1885, una vez que la candidatura presidencial de Juárez se perfiló con
fuerza, Santiago del Estero apoyó al candidato cordobés, pero, cómo se lo hicieron saber
claramente, la provincia solo aceptaría las indicaciones que viniesen de Roca.

Los conflictos santiagueños fueron complejos, ya que se mezclaron los intereses


contrapuestos de las tres ligas principales del PAN: la roquista, la rochistas y la jurista.
La caída del vaso fue producto de la resistencia de Roca y Juárez a que Santiago
quedará bajo la influencia de Rocha. Cuando comprendió que no podía controlar a
Pinto, Roca promovió su caída, aunque esta le trajera un alto costo político a su cuñado,
y promovió la unión entre las fuerzas mayoritarias de Rojas y las minoritarias de

67
CURA, ANA.

Gorostiaga, que culminó con la elección de un saga como gobernador, pero luego Roca
permitió que los rojitas promovieran la caída de Unzaga, dejando a Santiago bajo la
exclusión dominio de Rojas a nivel provincial y nacional.

Corrientes también experimentó la injerencia personal y directa del presidente. Junto


con Buenos Aires, Corrientes fue la única provincia en votar contra Roca en el colegio
electoral y en apoyar la Revolución de junio durante la campaña por la Gobernación de
1880, el partido Autonomista Correntino se dividió en dos facciones lideradas
respectivamente por Antonio Gallindo y Manuel Derqui. La victoria electoral fue para
el primero. La noche del primero de abril de 1882, el Gobernador Gallindo, dos de sus
ministros, el presidente y el vicepresidente de la legislatura, y cuatro diputados
provinciales fueron apresados. Se forzó a Gallindo a firmar su renuncia, la cual fue
inmediatamente aceptada por la legislatura, donde los revolucionarios contaban ahora
con mayoría gracias al encarcelamiento de los diputados. Los revolucionarios
respondían a Manuel Derqui, quien se apresuró a informar el Gobierno nacional que
luego de la renuncia de Gallino, la provincia se hallaba pacífica y en manos del
Vicegobernador Soto. Galindo, gestionaba la intervención federal a la provincia, la cual,
estando en receso, el Congreso recayó en el Poder Ejecutivo.

Gallindo renunciaría a la gobernación, obteniendo a cambio una diputación nacional, y


la provincia quedaría en manos del vicegobernador hasta las próximas elecciones, y
Derqui pasaría a ocupar el Ministerio de Gobierno de la provincia, dejando vacante su
banca de diputado nacional para que se ocupara Gallindo. El apoyo público de roca
Derqui, se robusteció aún más ante los rumores de un acuerdo entre Gallindo y Rocha.
Derqui fue elegido gobernador en noviembre de 1883. Temeroso del poder creciente de
Toledo y basándose en el decreto de 1880 que prohibía las provincias tener batallones
propios como de alquilo, ordenó a Toledo disolver su batallón al mismo tiempo que
pedía el auxilio del gobierno nacional para asegurarse de que éste cumplirá sus órdenes.
Toledo informó al presidente de la renuncia de Derqui, garantizándole que la provincia
se hallaba pacífica y de que él era obediente al Gobierno de la nación.

Derqui pidió la ayuda de Roca para recuperar su gobierno y la acción de este fue rápida
y enérgica: desconoció la autoridad de Toledo y lo intimó a rendirse y le ordenó a
Derqui volver a su provincia y enfrentar a los insurrectos. Frente a la inminente llegada
a la sala y de las tropas nacionales como a Toledo, se refugió y pidió asilo en Paraguay.
Al igual que en 1882, Roca, a través de su intervención directa y personal, logró la
caída de Galindo en 1882, imponer a Derqui en 1883 y sostenerlo en 1885. Los
eventos de 1885 tuvieron lugar en las postrimerías de la campaña presidencial de 1886 y
la acción del presidente le confirmó su influencia en la provincia. Y qué corrientes le
diera sus votos a Juárez Celman en las elecciones presidenciales.

En Entre Ríos el nuevo conflicto fue la elección a la gobernación en 1882 para las
elecciones presidenciales de 1880. La provincia había dado sus votos a Roca. Ramón
Febre espera volver al gobierno de la provincia las elecciones de octubre de 1882, para
lo cual contaba con el apoyo del gobernador Antelo y del presidente. Las condiciones de

68
CURA, ANA.

Juárez Celman de que Febvre había entrado en la Liga de Rocha y que, por lo tanto, su
candidatura debía ser reemplazada por la de Eduardo Racedo. Pero Roca no confiaba en
él, ignorando los trabajos de los juristas para imponer su candidatura, continúa
apoyando la candidatura de Febvre. No obstante, Entre Ríos daría un giro inesperado
poco tiempo antes de las elecciones a gobernador. Lo que se escondía detrás de la
decisión presidencial de desplazar el apoyo oficial de Febre hacia Racedo era el
convencimiento de Roca de que los rumores de que Febre estaba liado secretamente con
Rocha eran ciertos. Roca perdió el control directo sobre la provincia, que pasó a
depender directamente de su concuñado.

En Catamarca el conflicto adoptó características violentas y dieron lugar a una


intervención federal en 1884 en el gobierno de Joaquín Acuña, que se presumía fiel al
presidente, cuando comenzaron a surgir rumores de que el gobernador y los Molina-
familia que lo apoyaba- hacían arreglos con Rocha. La caída en desgracia del favor
presidencial de Catamarca se mezcló con eventos de la política local en 1883. La
provincia se había dado una nueva Constitución estableciendo, entre otras
modificaciones, la libertad de culto la reacción católica no se hizo esperar y del seno de
la asociación católica, fundada en 1882, pronto fue creado el Partido Católico, listo en
1884 para participar en las próximas contiendas electorales.

Ambos bandos se disputaron el poder de la provincia las elecciones del 24 de febrero de


1884, donde debía elegirse la totalidad de la legislatura. La elección era todo o nada, ya
que la nueva Constitución investía a la legislatura con el poder de llevar a cabo el
escrutinio en las elecciones, de elegir al gobernador y de organizar el Poder Judicial y
las fuerzas de campaña. Llegado el momento de realizar el escrutinio, situacionistas y
opositores formaron dos legislaturas paralelas. La legislatura de los opositores pidió la
intervención federal al Gobierno nacional.

La situación política de Catamarca era complicada, ya que se mezclaban, como se dijo


entonces, el hambre de empleos, la ambición del Gobierno y el fanatismo. Para Roca,
una solución favorable del conflicto provincial, era particularmente compleja. Para
cumplir aún más el panorama, el Congreso Nacional en oposición a los planes de Roca
(que apoyaba a los situacionistas), aprobó la intervención federal en Catamarca
solicitado por la legislatura opositora a la cual era reconocida ahora como la única
legitima.

El sargento mayor José Silvano Daza, catamarqueño fue elegido gobernador en 1885,
afrontando la difícil tarea de conciliar las distintas facciones que lo llevaron al poder y
de gobernar bajo la supervisión constante de Roca. Catamarca dio sus votos a Juárez
Celman en 1885, pero esto solo fue posible sobre la base inestable de permanentes
transacciones entre las distintas facciones provinciales.

El conflicto político de Catamarca fue principalmente el resultado de la puja entre


Rocha y Roca y de la determinación del presidente de romper la alianza entre
Catamarca y Buenos Aires. La política nacional se vio mezclada con cuestiones locales
de conflicto religioso y la faccionalización de la política provincial. Roca logró

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CURA, ANA.

contrarrestar la revolución adversa en el Congreso con la elección de un interventor de


su confianza que obedeció sus órdenes y logró la solución final que terminó en la
elección de Daza. Pero si bien esto colocaba al frente de la provincia a un hombre de
confianza del presidente, pronto resultó claro que esta imposición no fue suficiente para
aplacar las divisiones políticas en la provincia.

En San Juan los conflictos iniciaron a raíz del asesinato de Doncel y Mallea que
habían sido reelectos gobernador y vicegobernador respectivamente, y que en pocos
meses harían cargo de la administración de la provincia. En 1874 a San Juan estaba en
manos de los nacionales, agrupados bajo el club del Pueblo, liderado por Agustín
Gómez. Gómez, quien apoyó Avellaneda en 1874 y, como gobernador de su provincia,
a Roca en 1880- formando parte de la Liga de Gobernadores en 1880-, pasó a ocupar
una banca en el Senado nacional, dejando como sucesor en la provincia Anacleto Gil.

A mediados de 1882, Gómez entró en negociaciones Dardo Rocha y se declaró hostil al


presidente, lo cual significaba para Roca la pérdida de San Juan, ya que Gómez digitaba
sus destinos. Todo empeoró al año siguiente cuando se comenzó a preparar las
elecciones para la gobernación de 1884. El presidente se dispuso a minar la base política
de Gómez en San Juan y a disputarle la futura Gobernación, para lo cual volcó su
protección sobre el senador Rafael Igarzabal, que inmediatamente partió de su provincia
natal para hacer trabajos electorales bajo el amparo del poder presidencial y con el
poder de distribuir puestos nacionales. Las facciones de Burgoa e Igarzabal, pero bien,
conjuntamente, la candidatura de Manuel María Moreno a la gobernación.

Cuando Gómez viajó a Buenos Aires para incorporarse al Senado nacional, cambió de
bando, rompió con Rocha y restableció su alianza con el presidente, ambos acordaron
que Carlos Doncel, del círculo de Gómez, sería el próximo gobernador y Roca impartió
las órdenes permanentes a San Juan de abandonar los trabajos contra Gómez. Luego de
haber sido alentado a obtener la dirección política de la provincia, el restablecimiento de
la alianza entre Gómez y Roca, había dejado este grupo sin futuro político y en su
desaparición, calcularon que, con la muerte del gobernador, su sucesor y la de Gómez,
la provincia quedaría en sus manos.

Los entrecruzamientos entre la política provincial y nacional, tuvieron en San Juan


consecuencias trágicas e inesperadas, la causa del conflicto se hallaba en la competencia
entre roca y Rocha por el control del mapa político del país, que dio lugar, alianzas y
traiciones. Entre las fuerzas en pugna. Si bien Roca logró destruir la influencia de Rocha
en San Juan, con la muerte de Gómez y la debilidad de Doncel, la provincia pasó a la
esfera de influencia de Juárez y Roca había perdido su control político directo.

En Tucumán la política partidaria cesaba, dividida en dos grandes bandos: liberales y


federales, cada uno de los que encontraban divididas una serie de clubes y facciones
compuesta por distintos clanes familiares cuyos líderes mantenían su propia
correspondencia y pactaban sus propias alianzas a nivel nacional. En 1880, al
gobernador Domingo Martínez Muñecas, de tracción federal, había dado en Roca los
votos de Tucumán y durante su administración, Muñecas probó ser un gran aliado de

70
CURA, ANA.

Roca, un valioso informante sobre la política de las provincias del norte y también
demostró gran docilidad en ejecutar la voluntad del mandatario los asuntos de la política
provincial. La voluntad de Roca terminó junto con la administración de Muñecas, unos
días antes de que el primero asumiera a la presidencia. El nuevo Gobernador, Miguel
Nogués tenía una mayor afinidad con Juárez Celman, a quien apoyaba desde 1879.

Las tensiones entre el presidente y el gobernador aumentaron con motivo de la elección


del sucesor de Nogués 1882. Roca promovía la candidatura de Emidio Posse mientras
que Nogués Cobijaba, la de Sixto Terán. Ambos candidatos eran de la facción federal,
pero se sospechaba que a nivel nacional Terán respondía a Bernardo de Irigoyen y el
círculo rival del ex presidente Nicolás Avellaneda. Frente a estas presiones, Nogués
decidió llegar a un acuerdo con Roca y entre ambos acordaron la elección de Benjamín
paz, quien se recibió de gobernador en octubre de 1882.

Hacia fines de 1884, y a medida que avanzaba la carrera por las elecciones
presidenciales, se fueron perfilando más nítidamente las facciones tucumanas y sus
alianzas a nivel nacional. Cada una de los dos grupos partidarios provinciales se
dividieron en dos grupos, los federales de la facción de José Padilla se adhirieron a la
candidatura de Juárez Celman y el gobernador Santiago Gallo, junto con el Grupo
liderado por Juan Posse, ayudaron a Bernardo de Irigoyen. Los liberales se dividieron
entre facciones lideradas por Tiburcio Benegas y José Posse, que apoyaba a dardo
Rocha, y la facción de Próspero García que seguían las directivas del mitristas porteños.
Ya sea porque ya contaba con el número suficiente de provincias o porque creyera que
el vínculo entre gallos y los yrigoyenistas esta será muy fuerte como para ser roto por
expresiones como roca decidió interceder a favor de semana en Tucumán. En 1886,
Gallo volcó los votos de su provincia a favor de la fórmula Bernardo de Irigoyen,
Carlos Pellegrini.

En Córdoba las principales tensiones tuvieron lugar entre los círculos juristas y
roquistas, a pesar de las intenciones de Rocha de liderar las facciones opositoras de la
provincia como Córdoba, estuvo durante la década de 1880 dominada por los grupos de
Juárez y Roca. La provincia había pasado a manos de los autonomistas en 1877 con la
repentina muerte del recién electo Gobernador Climaco Peña. Entre Juárez Celman y
Roca era el primer, el más cercano al nuevo gobierno, ya que Roca había ayudado a
Felipe Díaz para que integrara la fórmula con Peña. Una vez llegado aviso a la
Gobernación, Juárez pasó a ocupar el ministro de Gobierno. A nivel nacional como
Córdoba, un rol primordial en las jornadas de 1880, siendo el cuartel general desde
donde se forjó la Liga de Gobernadores que llevó a la presidencia a Roca y el principal
sostén del gobierno nacional en la revolución de Buenos Aires. A nivel provincial, con
la llegada de aviso al Gobierno, como a la provincia, quedó bajo la influencia directa de
roca, Juárez y su círculo, quienes tejieron un entramado de relaciones que no dio cabida
a la oposición en la provincia.

Cuando el término de Viso llegó a su fin, en 1880, Juárez Celman fue elegido
gobernador, Viso pasó al Senado nacional primero y al gabinete nacional después. Roca

71
CURA, ANA.

tenía la última palabra en nombramientos nacionales y Juárez Celman ejercía su propio


criterio, los asuntos de política provincial. Detrás de sí dejó en el Gobierno de Córdoba
a Gregorio Gabriel, un hombre leal y débil, en que todo momento siguió sus
indicaciones tanto en cuestiones de política partidaria provincial, como las mismas
funciones de Gobierno.

Las tensiones entre juristas y roquitas, siempre latentes, crisparon con motivo de la
sucesión de Gavier. Los trabajos comenzaron temprano, como a mediados de 1884 y
tendrían lugar en noviembre de 1885. Dardo Rocha intentó hacer pie en la política
cordobesa con escasos resultados y era sabido que la elección del nuevo gobernador
sería una pulseada entre Roca y Juárez Celman, quienes no coincidían en el tema de
candidaturas.

La elección de Olmos pareció darle la victoria a Roca, para muchos una victoria doble,
ya que, con la imposición de Olmo, se obstaculizaba las intenciones de Marcos Juárez
de hacerse gobernador. Olmos se mantuvo fiel a Roca durante su Gobernación, pero
quedó rodeado de juristas que pronto miraron su poder en la provincia hasta hacerlo
caer en 1889.

En La Rioja, en 1880 el gobernador Almonacid logró volcar los votos la candidatura de


Roca, pero la provincia todavía se encontraba convulsionada por los eventos del año
anterior. Roca apoyaba la candidatura de Nicolás Barros contra las preferencias de
Juárez, como del gobernador y su círculo que sostenía a Francisco Bustos. Los acuerdos
realizados le dieron a Bustos la gobernación y senaduría nacional. Roca logró tener un
mejor control sobre la sucesión de Bustos en 1883 y por sobre las preferencias de Juárez
y su círculo en la provincia, impuso a Baltazar Jaramillo como gobernador. La elección
de Jaramillo fue el resultado de un acuerdo directo entre Bustos y Roca, el cual le
garantizaba el primero elecciones tranquilas y al segundo, un hombre de su confianza en
el gobierno de La Rioja. Los firmantes eran los líderes de las dos grandes facciones
rivales en la provincia, Jaramillo campo y Francisco Bustos, a quienes se comprometían
a cumplir las indicaciones de roca para las elecciones presidenciales, para senador y
diputado nacional y para el Ministerio de Gobierno, Ocampo ocuparía la Gobernación y,
a su término, en 1886 le tocaría el turno de Busto.

Bustos nunca logró gozar de la confianza de Roca, quien constantemente temió que le
entregara la provincia de la oposición. El senador Barros, quedó marginado del acuerdo
entre Ocampo y Rocha. Y si bien La Rioja quedó finalmente en manos de Juárez, ya que
este logró que hombres de su confianza compartieran el gobierno de Ocampo, mientras
que la siguiente elección de Francisco Bustos, le garantizaba el retorno, su nombre a la
gobernación.

La política llevada a cabo por Roca en La Rioja se caracterizó por la transacción.


Cuando su candidato, Barros, fue resistido, aceptó que otros ocuparan la gobernación
volviendo a intentar con más éxito controlar la siguiente elección provincial. Roca
oficializó como garante del acuerdo Ocampo-Busto. El costo de mantener a la política

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CURA, ANA.

de La Rioja alejada de las convulsiones de antaño y de una posible cuña rochistas fue
que la provincia pasará a la órbita de influencia de Juárez Celman.

En Santa Fe los años 70, la provincia se hallaba bajo el control político de Simón de
Iriondo como líder indiscutido del Club del Pueblo, quien en 1880 hizo que los votos de
Santa fe fuesen para Roca. El peso de Iriondo en su provincia y su gravitación en el
orden nacional le dejaba poco margen al nuevo presidente para intentar interferir en los
asuntos partidarios santafesinos, coma los cuales el caudillo provincial manejaba con
total autonomía. Iriondo accedió a la elección de Bayo como senador para garantizar la
elección pacífica a la Gobernación en 1882 de su cuñado, el clérigo Manuel María
Zavalla.

Dos acontecimientos inesperados, alterarían la fisonomía política de la provincia: a los


pocos días de asumir, una enfermedad obligó a Zevallos a dejar el gobierno en las
manos de su vice, Cándido Pujato, un hombre apoyado por los círculos de Rosario y en
noviembre de 1883 Simón de Iriondo fallecía repentinamente. Estos sucesos generaron
una crisis en el Partido Oficial y agitó a los aspirantes al poder. Bayo moría
inesperadamente en mayo de 1884, desapareciendo en un lapso de 6 meses los dos
hombres claves de la política santafesina. Ambos acontecimientos significaron un serio
contratiempo para los intereses de Roca, no solo por la pérdida repentina de su hombre
de confianza en la provincia, sino porque el grupo irá aún dista del Club del Pueblo y el
Gobernador Zevallos apoyaba a nivel nacional la candidatura presidencial de Bernardo
de Irigoyen. Roca Encomendó a Estanislao Zeballos completar la tarea iniciada por
Bayo de minar al iriondismo en la provincia y disputarle las próximas elecciones a
gobernador que debía tener lugar en febrero de 1886.

Zeballos tuvo escaso éxito en su empresa y para mediados de 1885 el mismo se


mostraba recompuesto y vigoroso después de las crisis experimentadas luego de la
muerte de su líder. Para Roca, Gálvez era la mejor opción, ya que Iriondo se mostraba
más hostil hacia el Gobierno nacional y estaba más comprometido con las fuerzas de
Irigoyen y Rocha. A principios de julio de 1885, Galvani y Roca se pusieron de
acuerdo: Roca ordenaría a Zeballos a abandonar sus actividades partidarias y apoyaría la
candidatura de Gálvez a la gobernación y, a cambio, Gálvez se comprometía a apoyar a
Juárez Celman en las elecciones presidenciales. El acuerdo entre Gálvez y Roca se
cumplió en la forma prevista.

Como conclusión se puede decir que Roca logró neutralizar a sus rivales en la política
nacional y hacer que la provincia diera sus votos a Juárez Celman mediante la
transacción antes que la imposición. El acuerdo entre Gálvez y Roca tuvo sus costos,
uno de ellos fuese Bayo mismo quien fue sacrificado la transacción, aunque contaba con
pocas chances de obtener la Gobernación, su reputación política de la provincia fue
puesta en juego y sus aspiraciones personales, en principio adelantadas por el
presidente, se vinieron frustradas por el mismo autor.

En Salta la fuerte presencia de mitristas salteños en los sucesivos gabinetes nacionales y


el hecho de que entre 1880 y 1916 no experimenta ninguna intervención federal, llegó a

73
CURA, ANA.

concluir que la provincia de disfrutó de la protección del Gobierno nacional y que la


oligarquía salteña componía un grupo excepcionalmente homogéneo, sin fisuras
internas, que le permitía adaptarse mejor que otras provincias a las reglas del juego.
Estas premisas, han sido recientemente revisadas en el primer quinquenio del 80, la
llamada homogeneidad salteña comprendía una realidad mucho más compleja y la
llamada protección del Gobierno nacional, con su implicancia de docilidad y
subordinación, esconde la autonomía política de la que gozó la provincia durante estos
años para manejar sus asuntos a ignorar el abierto enfrentamiento que tuvo lugar entre el
Gobernador y el presidente con motivo de las elecciones presidenciales de 1886.

La autonomía de la política salteña responde en gran parte a la consolidación del club de


la Juventud durante la década anterior, el cual agrupa a los antiguos constitucionalistas
como federales o autonomistas y llevó a Juan Manuel Sola a la Gobernación,
inaugurando un período de dominio de dicha agrupación sobre la política provincial que
se extendería hasta 1885. Cuando el mismo Sola ha vuelto a ser gobernador de la
provincia. Para las elecciones presidenciales de 1880, el club de la Juventud sostuvo la
candidatura de Roca. La política provincial se vio sacudida por la política nacional. Las
primeras inserciones del rochismo comenzaron a sentirse a mediados de 1882 hasta
mediados de 1885, cuando los lineamientos entre rochitas, yrigoyenistas y juristas se
perfilaron más abiertamente, tanto la política nacional como la provincial.

En enero de 1886 Juaristas, rochistas y yrigoyenistas se pusieron de acuerdo: Martín


Gabriel Güemes sería elegido gobernador y, a cambio, los irigoyenistas obtendrían una
diputación nacional para José María Sola y los rochistas se quedarían con la otra
diputación, el ministerio de gobierno y todos los electores de presidente y vice. Las
elecciones a gobernador fueron llevadas a cabo sin inconveniente alguno para las
tensiones que provocaban las elecciones nacionales despertaba un alto grado de
incertidumbre si el pacto sería cumplido en su totalidad.

Las elecciones para electores de presidente y vice, teniendo su resultado, los juaristas
apelaron a una última y desesperada táctica, decidiendo evitar la elección en 8 o 10
departamentos de los 21 en que se divide la provincia., o sea, que la ley indicaba que de
no efectuarse elecciones en al menos dos tercios de los distritos, las elecciones se
declaraban nulas, el plan tuvo éxito: Un informe enviado por la Junta electoral al
Congreso Nacional, comunicó que las elecciones presidenciales de la provincia
debieron ser declaradas nulas por no contar con el mínimo suficiente de actas
electorales. Los votos de salta, por lo tanto, no tuvieron cómputos en las elecciones
presidenciales de 1886.

Puede confirmarse la autonomía de la política provincial de la injerencia de Roca


durante su administración. Dicha autonomía se evidencia la ausencia de
intromisiones directas del presente para candidaturas provinciales o nacionales.
Salta quedó en manos de Güemes a nivel provincial y de Juárez a nivel nacional,
aunque la victoria fue el principalmente parcial, ya que Güemes debió compartir el
poder con su opositor.

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CURA, ANA.

En Jujuy tradicionalmente emparentada con la política de salta, se desenvolverá con


una independencia de esa durante el primer quinquenio del 80, permanecerá
mayormente aliada a Roca y, eventualmente, dará sus votos por Juárez Celman. El
accionar del interventor, Vicente y Saravia había logrado convertir en gobernador al
prestigioso Plácido Sánchez de Bustamante justo a tiempo para volcar los votos Jujeños
por roca las elecciones presidenciales. A pesar de los pedidos de Roca de resistir,
renunció en marzo de 1882. La expresión, resultado ahora complicada para el
presidente, saca el Poder Ejecutivo jujeño. Quedaba en manos del presidente de la
legislatura, Pablo Blas, y su ministro de Gobierno, Joaquín Carrillo, apoyado por el
comandante de frontera, Napoleón Uriburu, todos ellos respondían a dardo Rocha.

Roca entró en negociaciones con domingo Pérez, líder del club del pueblo, para revertir
la situación jujeña y entre ambos lograron convencer al Gobernador Blas para que
renuncie a cambio de ser nombrado juez federal. De hecho, fue elegido gobernador en
1883 y domingo Pérez fue por un año su ministro de gobierno, renunciando para ocupar
una Diputación nacional hasta 1886, y luego una banca en el Senado nacional hasta
1895. El Gobierno jujeño se mantuvo fiel al presidente, por lo que debió ser protegido
por el Ejército Nacional de potenciales revueltas orquestadas desde salta. A diferencia
de Salta, Jujuy y decidió seguir la línea roquista a nivel nacional y los intentos rochitas
fueron minados por el acuerdo logrado entre viejos grupos opositores en la provincia, el
cual tuvo como garantía el Presidente Roca no solo se aseguró la lealtad de la provincia
a nivel nacional, sino también una dirección personal sobre los asuntos de política
interna de la provincia, ya que cada candidatura nacional fue de ahora en más
consultada al Presidente.

Conclusiones.

El PAN distó de ser una organización con una estructura jerárquica y centralizada o un
sistema de contrataciones de poder en el que el presidente ejercía una inobjetable
imposición. La dinámica política que tuvo lugar dentro del PAN fue de aguada
competencia interna entre las distintas ligas rivales que lo conformaron, principalmente
entre las de Roca y Rocha, una competencia que definió la naturaleza El PAN y, por lo
tanto, también la de la política nacional de esos años.

La autora prefiere fijarse en la explicación del por qué y cómo fue la dinámica política
nacional de esos años y aboga por un análisis donde prima la complejidad y
heterogeneidad en cuanto a su relación con las provincias. Anteriormente se tendía a
hacer muchas generalizaciones. Una de ellas trata sobre nepotismo provincial. Dichos
sistemas de Gobierno de familia tuvieron fuerte presencia en algunas provincias en
algunos momentos, pero no en otras y los clanes familiares no fueron inmunes a los
entrecruzamientos de la política. Una segunda y persistente generalización describe al
roquismo como una conformada oligarquía terrateniente representante de los intereses
del litoral y Córdoba. Encuentra el roquismo menos imperturbablemente asentado en el
litoral y Córdoba que en otras provincias.

75
CURA, ANA.

En tres de las catorce provincias no tuvieron lugar grandes desafíos y cada Liga
mantuvo su dominio comandante durante todo el período. En algunas provincias donde
la competencia fue más intensa, esta se definió pacíficamente, resolviéndose a través de
acuerdos protagonizados por el presidente o través de elecciones o de combinaciones
entre ambas. En cuatro provincias, Santiago del Estero, Corrientes, Catamarca y San
Juan la competencia Inter lingüista desató intervenciones federales, revoluciones,
juicios políticos y asesinatos. En dicha competencia el presidente demostró tener
algunos objetivos principales. El primero y fundamental fue el de mantener unido al
partido a pesar de sus rivalidades internas, objetivo con él fue éxito hasta fines de 1885.

Los modos de injerencia del presidente de la política provincial y nacional fueron


variados y sus resultados diversos. Roca desplegó distintas modalidades en los medios
empleados para manipular las situaciones provinciales y mantener el equilibrio de
fuerzas a su favor. En la gran mayoría de los casos optó por la cooptación y la
negociación por sobre otros instrumentos. Y, a diferencia de su sucesor, coma Miguel
Juárez Celman, Roca restringió el uso de la violencia en la gestación de revoluciones
para cambiar la situación política de las provincias. Los casos analizados también
muestran que los resultados de la competencia interna partidaria no siempre eran
los esperados o lo que más pudieran beneficiar al presidente.

Sería un error evaluar el éxito de la política de Roca en las provincias como resultado de
la suma de distintas situaciones provinciales. Fue la política nacional del nuevo
gobierno, sus fines y sus medios, como la que en gran medida dictó el curso de acción
del presidente en relación con la política provincial y, el éxito de esta última debe
medirse en relación con los objetivos establecidos en la primera.

El Gobierno de Roca se presentaba en el país como la administración de paz y orden


que finalmente había logrado dejar atrás las épocas de anarquía y revoluciones y
comenzar una nueva era de la Argentina moderna. Dentro de esta política nacional, uno
de los principales roles del PAN era el de mantener la paz. El PAN era laberinto a través
del cual las ligas rivalizaban y las transacciones serán acordadas, mantenidas o
traicionadas. Solo especialmente, utilizaron mecanismos extremos como la intervención
federal o el amparo de una revolución. Los objetivos de la política nacional, limitada el
accionar del presidente. Pero, esos mismos límites los que hicieron posible su éxito. El
PAN, con su dinámica de rivalidades internas, fue el principal instrumento a
través del cual un presidente que ansiaba paz, confrontó un desorden,
asegurándose las bases políticas del asentamiento del Estado nacional.

76
CURA, ANA.

ALONSO, Paula. Jardines secretos, legitimaciones públicas. El Partido


Autonomista Nacional y la política argentina a fines del siglo XIX, Buenos Aires,
Edhasa, 2010. Introducción, Cap. I y conclusiones. ( leer solo intro)

Introducción

Julio A. Roca arribó a la presidencia en octubre de 1880, apoyado por una frágil
coalición de alianzas provinciales que pronto se transformó en un partido hegemónico.
Hasta 1916, el Partido Autonomista Nacional (PAN) ganó todas las elecciones
presidenciales, la mayoría de las bancas en el Senado y en la Cámara de Diputados, y
casi la totalidad de los gobernadores provinciales pertenecían al partido. ¿Qué tipo de
dinámica se generó dentro del PAN entre los líderes de las catorce provincias y el
presidente de turno?, ¿Cuál fue el impacto de dicha dinámica sobre el sistema
representativo?, ¿Cuáles fueron las principales estrategias para legitimar su
poder?

Tanto el objeto de estudio como el enfoque y la periodización escogidos requieren cierta


justificación. Varias razones pueden esgrimirse para explicar la usencia de estudios
sobre el PAN. Una de ellas radica en su propia naturaleza. Por lo general, los estudios
sobre partidos políticos versan sobre objeto que gozan de contornos definidos y de
algún grado de organización. El partido no contó con estructura u organización interna
alguna, y hasta 1891, no adoptó reglas formales o informales para designar candidatos a
puestos electivos, ni siquiera para el puesto del presidente. Por el contrario, la falta de
institucionalización constituyó su primordial característica, convirtiéndolo en un
escurridizo objeto de análisis. También responde a que, como concepto, el partido ha
quedado analíticamente aplanado bajo otros rótulos interpretativos. El término
“oligarquía” ha sido una de las opciones más comunes de los historiadores marxistas
para identificar al PAN con el Estado o con la clase dominante. Así, la clase
hegemónica o la oligarquía se confundían en estas vertientes con el partido en el
gobierno, de forma tal que el PAN quedaba amalgamado dentro de la categoría más
amplia de clase dominante. Otras vertientes, en cambio, abordaron el tema desde una
óptica político-institucional. Natalio Botana ha utilizado el término “oligarquía” en su
definición de “gobierno de unos pocos”, centrando la mirada en los mecanismos
institucionales del ejercicio del poder y definiendo al partido en el gobierno como la
“Liga de Gobernadores”. Desde una perspectiva más estricta de la historia política, y
bajo el título de “roquismo”, Ezequiel Gallo ha ofrecido importantes aportes, señalando
la necesidad de adentrarnos en la naturaleza de un sistema clientelar para comprender la
formación de coaliciones de partidos provinciales. Otros conceptos también han sido
frecuentemente utilizados para referirse a la política del periodo y a aquellos a cargo de
su conducción. Uno de ellos ha sido el de “Generación del Ochenta” utilizado como
sinónimo de “casta dominante”:

“Oligarquía” (en sus diversas acepciones), “Liga de Gobernadores”, “roquismo”,


“Generación del Ochenta” son términos que representan diversos ejes interpretativos de

77
CURA, ANA.

la política nacional de esos años. Por lo tanto, escoger al PAN como panóptico de la
política nacional significa ofrecer una explicación alternativa. El término “PAN”
simbolizaba, al fin del siglo XIX, a quienes apoyaban públicamente a un candidato
presidencial que había sido confirmado por medio de un proceso previo. Una vez
finalizada la elección, el PAN se desdibujaba para hacer referencia a una borrosa
constelación de hombres vinculados con los gobiernos provinciales y el gobierno
nacional, hasta que, en vistas a la elección siguiente, dicha constelación y sus
componentes adquirían una mayor nitidez.

Hasta 1891 el “partido” no contó con una estructura interna alguna, ni con
institucionalización. Tampoco sus líderes delimitaron pautas informales para elegir
candidatos de puestos electivos. “Política Nacional”, por su parte, podría en algún otro
contexto ser definida como política “partidaria” nacional. Pero en una situación en la
que el “partido” y el gobierno muchas veces se confundían en una sola ecuación, en la
que el partido no contaba con institucionalidad alguna y el ejercicio del gobierno
nacional estaba dictaminado en gran parte por cuestiones partidarias, el partido en el
gobierno y la política nacional difícilmente podrían abordarse analíticamente en forma
separada.

El foco de análisis propone, entonces, pensar en un aspecto de la política implícita en


los estudios del periodo cuya pregunta central no ha sido abordada: ¿Cuál fue el tipo de
dinámica que se generó dentro de las esferas del partido hegemónico? La pregunta
nos remite directamente a la medula del sistema político e institucional de estos años, ya
que de dicha dinámica dependerá el control de la sucesión presidencial, el ejercicio del
poder nacional, la tensión centralización-descentralización del sistema federal y la
política económica.

El epicentro de la política nacional es la elección presidencial. Y en un sistema de


partido hegemónico, en el que la oposición no tenía posibilidad alguna de alcanzar la
presidencia, la selección del candidato presidencial dentro del PAN adquiría mayor
relevancia que la elección presidencial misma. El tema de la selección de candidatos
no ha recibido mucha atención. En nuestra historiografía, dicho proceso quedó
desdibujado con la versión predominante de que, entre 1880 y 1916, la presidente
saliente elegia a su sucesor (esto es re simplista dice la autora). Entre 1880 y 1892, la
selección del candidato presidencial fue resultado de una compleja gama de interaccione
en las que diferentes actores ejercieron distintos grados de influencia, pero ninguno
gozó de un completo control.

Los aspirantes a la presidencia no comenzaban su carrera electoral con la organización


formal de un partido y una campaña pública donde se incitaba al pueblo a votar por
ellos, sino como una campaña sigilosa y secreta donde a través del trato personal y la
correspondencia privada se formaban pactos de adhesión mutua entre los que
controlaban o decían controlar las políticas provinciales y los pretendientes al poder
presidencial. Estos pactos de adhesión mutua eran conocidos como las ligas6. La

6
Lo que para Rock equivale a “patronazgo”.

78
CURA, ANA.

competencia interpartidaria fue reemplazada por otra intrapartidaria entre las distintas
ligas en constante formación que se dibujaban dentro del PAN. Sus protagonistas eran
gobernadores provinciales en ejercicio, senadores y diputados nacionales, en
general, aquellos que ocupaban puestos electivos significativos y lugares claves en la
administración pública nacional. El sistema generado fue el de competitividad entre
las diversas ligas que se disputaban el control de la política nacional. El PAN, por lo
tanto, no es interpretado en estas páginas como un partido con una “estructura jerárquica
fuertemente disciplinada que penetro en las provincias, ciudades, pueblos y partidos”, ni
tampoco como el marco en el que las elites construían acuerdos en un sistema de
rotación pacifica el poder. No se trataba de una Liga de Gobernadores que en forma
coercitiva o consensual acordaban sostener un candidato, sino de diversas ligas en
constante reedición y en furiosa competencia por la presidencia.

En las provincias se encontraba la llave de la elección presidencial. El faccionalismo


interno que caracterizó esta lucha tenía como fuente la fragmentación y la dispersión
entre los diversos centros de poder, propia del sistema federal. El foco de este análisis se
coloca en el punto de intersección entre el deseo, la voluntad y el poder del presidente
de elegir a su sucesor y el deseo, la voluntad y el poder de quienes aspiraban a la
presidencia. Dicha intersección se puede comprender como la lucha del presidente por
controlar el partido o como el proceso de redefinición de la relación centralización-
descentralización en el sistema federal, pues ésta depende de la dinámica partidaria.

Referida como “el jardín secreto de la política”, la selección de candidatos es por lo


general un proceso furtivo, resistente al escrutinio público. En el particular caso del
PAN, sin grado de institucionalización alguno y sin patrones acordados, la
totalidad del proceso fue llevado a cabo por medio de acuerdos privados. En un
sistema político e institucional en el que el poder se encontraba disperso en diversos
centros, los acuerdos se llevaban a cabo en innumerables “jardines secretos”. Esos
“jardines secretos” de la política constituyen uno de los focos centrales de este análisis.
Eran las transacciones privadas las que motorizaban la política nacional; eran los
“Jardines secretos” donde se cultivaban los acuerdos y se tejían las alianzas con las
que los líderes del PAN aspiraban controlar la sucesión presidencial.

En Argentina la historia nacional ha sido producida, por lo general, sin tener demasiado
en cuenta las situaciones provinciales. Una de las principales debilidades de los análisis
del periodo ha sido la persistente tendencia a la reducción de una compleja gama de
relaciones bajo el rotulo de “Oligarquía”, con el que se ha pretendido ofrecer una
respuesta simple a un complejo proceso de construcción hegemónica. Una de las
principales premisas de estas páginas es que las dinámicas políticas generadas dentro de
los partidos condicionan los sistemas institucionales, es decir, que los procesos políticos
modifican aspectos clave del sistema institucional aun cuando sus normativas
permanezcan inmutables. El arco temporal escogido se extiende entre 1880 y 1892.
Centrarnos en la etapa de consolidación del PAN en el gobierno nos permite analizar la
especificidad de un proceso en el cual el partido irá mutando, si no en su esencia, si en
sus manifestaciones. Finalizar nuestro análisis en 1892 ha sido necesario por varias

79
CURA, ANA.

razones. Una de ellas se refiere a “las posibilidades”. La metodología adoptada exigió


limitar su expansión temporal, ya que debemos dar. Este tiempo fue suficiente para
subrayar la relevancia de analizar la política como un proceso que, si bien es pautado
por el sistema institucional, también lo transforma.

La construcción de un poder hegemónico mediante un proceso de infinita negociación


que protagonizó el PAN en esos años, tuvo lugar dentro de un sistema republicano y
liberal en el que los demás partidos políticos también se inscribían. La inherente tensión
ente una política que se dirimía principalmente en la trastienda y la existencia de una
vigorosa prensa partidaria que no permitiría ignorar la exigencia republicana de
publicidad y deliberación en la construcción de la soberanía. El contexto republicano
exigía a sus líderes justificar y legitimar su accionar. Dicha prensa fue un
instrumento crucial con el cual los diferentes partidos debatieron, entre otras
cosas, el impacto de un partido hegemónico sobre el sistema institucional. La
existencia de ese ámbito republicano obligo al PAN a legitimarse públicamente, a
construir su imagen como partido en el gobierno y a justificarse como partido
hegemónico.

CAPÍTULO 1: JARDINES SECRETOS, LEGITIMACIONES PÚBLICAS.

El partido consistió en una serie de coaliciones internas construidas mediante pactos


secretos destinados a controlar la política nacional y la sucesión presidencial. El PAN
conformó un partido hegemónico cuya competitividad interna tuvo una serie de
impactos significativos sobre la forma en que se definió la sucesión presidencial, afectó
el ejercicio del poder del presidente, tensionó el sistema federal y puso bajo cuestión el
principio de la representación política. La prensa política fue responsable de
“republicanizar” una política nacional tendiente a asentarse en las trastiendas, en
esos “jardines secretos” en lo que florecían los cuerdos haciendo de la política una
cosa (relativamente más) pública y forzando sus protagonistas a justificar su accionar, a
definir sus objetivos y a defender sus métodos, es decir, a intentar legitimarse
públicamente.

La hegemonía ejercida por el PAN ha sido bordada desde diversos ángulos


interpretativos. Para el revisionismo histórico y las lecturas desde la izquierda, el poder
fue ejercido en esos años por una oligarquía forjada por diferentes combinaciones de
intereses. A su vez ofrece diversas vertientes. La más común denuncia a una oligarquía
que se enquistó en el Estado y lo utilizó para su beneficio exclusivo. Han interpretado al
PAN como el verdadero representante de la Nación en antagonismo con un porteñísimo
elitista. Estas lecturas suponen un férreo, excluyente y exclusivo control de una
oligarquía basada en la riqueza que, con pocas fisuras dentro de su bloque, ejercicio
inmunemente el poder.

Los principales desafíos a estas interpretaciones han provenido de enfoques político-


institucionales. Botana despojó a la oligarquía de connotaciones sociales para definirla
estrictamente en términos de hegemonía gubernamental. Botana propone un esquema
institucional que apunta a comprender la relación trazada entre el espíritu de la

80
CURA, ANA.

Constitución nacional y su práctica. Era un régimen político basado en el control de los


cargos electivos por medio de un sistema de dominación apoyado en recursos
institucionales e informales que el presidente dispondrá para doblegar el dualismo
federal y controlar la política nacional mediante un sistema jerárquico de premios y
castigos. Gallo, por su parte, ha destacado que el éxito del PAN obedeció a la
disponibilidad de recursos para sostener una coalición nacional. Gallo realizó así
importantes indicaciones sobre las clientelas políticas que unían a caudillos barriales o
rurales con el régimen político, para señalar la complejidad de un proceso. El PAN, a
sus ojos, resultaba caracterizada por una coalición de partidos provinciales al que no le
resultó fácil timonear una dirección nacional unificada. En los últimos años, la idea de
una oligarquía homogénea ha dado lugar a la comprensión de un periodo y de un
grupo gobernante atravesados por tensiones ideológicas y políticas, en el que una elite
social mostró tener una base porosa, y la relación entre las elites económicas y el poder
político fue complejo. Sin embargo, el sistema político nacional, esa arena de
interconexión entre líderes provinciales y nacionales y las dinámicas generadas dentro
del partido en el gobierno, ha recibido escasa atención. Es en la lucha por la
presidencia que tuvo lugar dentro del PAN donde se ubicaba el locus de la política
nacional. Para comprenderla debemos entender tanto las intenciones y los poderes
del presidente como los aspirantes a sucederlo.

El punto de partida para el análisis de la dinámica política entre 1880 y 1892 lo


constituye el clásico concepto de “gobiernos electores”. Botana señaló que el sistema
de “gobernadores electores” se fue gestando en las presidencias anteriores para
consolidarse a partir de la llegada de Julio Roca al poder. Consistió en un sistema de
representación invertida en el cual el poder de la elección se asentaba en los gobiernos y
no en el pueblo. Esta capacidad de control del sistema representativo fue ejercida en
forma muy diversa en cada una de las provincias. Nuestro análisis se articulaba sobre la
base de que los gobernadores, con mayor o menor dificultad según el caso, podían
disponer de los votos locales para las elecciones a la presidencia y al Congreso. Este
poder se nutría de las dinámicas políticas generada en cada provincia, de aspectos
estructurales, y de una constitución nacional que designaba a cada una de ellas como un
distrito único bajo un sistema electoral plural. La combinación de dichos factores fue
decisiva. El poder de los gobiernos electores resultaba indispensable al momento de las
elecciones presidencial ya que la Constitución Nacional había sentado las bases de la
elección indirecta del presidente mediante juntas electorales conformadas por el doble
de senadores y diputados nacionales que le correspondía a cada provincia y, a partir de
1880, a la Capital Federal.

El sistema de elección del presidente por medio de juntas electorales había sido pensado
como un mecanismo de mediación entre los votantes y la conformación de una formula
ganadora, y como una forma de mantener el equilibrio entre la nación y las provincias.
Como ha sido señalado por Botana, la distribución de votos en el Colegio Electoral para
las elecciones de 1886 y 1892 fue la más equilibrada en nuestra historia. La constitución
Nacional dividió el poder legislativo en dos Cámaras. El Senado representaba a las
provincias y se componía de dos senadores elegidos por cada legislatura provincial y, en
81
CURA, ANA.

el caso de la Capital Federal, por un Colegio Electoral. La Cámara de Diputaos


representaba al pueblo; sus miembros eran elegidos por periodos de cuatro años y sus
bancas se renovaban parcialmente cada dos años. El poder judicial debía interpretar y
custodiar el cumplimiento de las leyes.

Las constituciones provinciales varían de provincia en provincia, pero compartían


ciertas características. Por lo general, el gobernador era elegido en forma indirecta por
la legislatura que actuaba como asamblea electoral. Los gobernantes estaban al mando
entre dos y cuatro años y no podían ser reelegidos consecutivamente. El centro de la
política nacional es la elección presidencial y, en un sistema de partido
hegemónico, la selección del candidato oficial dentro del partido adquiría más
relevancia que la elección misma7. El presidente aspiraba a imponer su sucesor. En
una república federal, la política nacional es, principalmente, una política de
coaliciones. En lugar de un sistema piramidal de relaciones dentro de un sistema
político centralizado, como nos sugieren las versiones heredas, proponemos leer el
sistema político de estos años como un sistema de competitividad entre distintas
coaliciones o ligas rivales, donde el poder se encontraba fragmentado entre
distintos centros y el grado de competitividad estaba dado por el balance de las
coaliciones en pugna8.

El PAN fue un partido fragmentado, cuyas divisiones internas tenían como fuente la
disputa por el control de la selección del candidato presidencial, ya que el elegido
gozaba de alta posibilidad de convertirse en presidente. Esta fragmentación derivada
del sistema institucional y de la naturaleza misma del PAN, específicamente, de su
ausencia de organización interna. La cláusula de no reelección es una herida mortal
para el presidente en ejercicio, ya que la carrera presidencial para la siguiente elección
comenzaba apenas el nuevo presiente iniciaba su mandato. México ofrece, en este caso,
un buen punto de comparación. Cuando la reelección consecutiva fue posible, alcanzó
un inusual grado de estabilidad al establecerse una dinámica partidaria en la que el
presidente gozaba del control en cuestiones federales y dejaba en manos de los
gobernadores cuestiones provinciales. Esta dinámica favoreció tanto la consolidación
del poder del presidente como de los gobernadores en una estructura de acuerdos tácitos
sobre los parámetros de interacción de unos y otro 9. Pero cuando este sistema dio paso a
uno de no reelección del presidente, rápidamente emergieron con fuerza las luchas
facciosas. Hasta que la consolidación del porfiriato y el retorno de la posibilidad de
reelección consecutiva dio lugar a la conformación de nuevas pautas cada vez más
rígidas, en la relación entre el ejecutivo y los Estados, disminuyendo las luchas
facciosas.

7
Porque al ser un sistema de partido hegemónico, la elección estaba ganada.
8
Según se vio en la cátedra, el PAN no tendría una base institucional y estructural sino una de tipo horizontal, lo que
explicaría las internas entre las diferentes ligas para imponer un candidato al que luego era necesario legitimar
públicamente. En este sentido, le discute a Botana y a Rock cuyo análisis es desde una mirada institucionalista.
9
También si se lo piensa como una posibilidad de planificar a largo plazo, lo que generaría cierta estabilidad en
cuanto al programa de políticas que el presidente decida implementar y cómo decida llevarlo a cabo.

82
CURA, ANA.

El PAN, en cambio, no desarrolló pautas semejantes u arreglos informales, y el


presidente de turno nunca logró imponer reglas o acuerdos informales sobre la
distribución de poderes y funciones que trascendieran su mandato. La naturaleza
inorgánica del PAN derivaba, además, de la holgada situación que gozó durante la
década del ochenta, ya que los grupos opositores decidieron abstenerse participar de las
elecciones. Cuando el partido se halló en crisis en 1891, recurrió a la
institucionalización partidaria. Los partidos se reformaban así mismos o modificaban
aspectos del sistema representativo únicamente bajo presión. Si el PAN no gozó de
grado alguno de institucionalización interna (hasta 1891) fue porque un número
suficiente de sus miembros decidió que no era necesaria, o porque no se sintió lo
suficientemente presionado para adoptarla10.

Dichas características del PAN encontraron su fundamentación en la ideología de sus


líderes. Primó en ellos un sentimiento “antipartidario” basado en una concepción
negativa de la política, lo que los llevó a sostener la necesidad de reducirla a su más
mínima expresión. El principio de no reelección consecutiva en una república
federal, la elección del presidente en manos de juntas electorales y un partido
hegemónico sin institucionalización interna sentaron las bases de la dinámica
política en las dos últimas décadas del siglo XIX. El PAN consistió en un sistema
informal de vinculación de distintos líderes provinciales y nacionales que los proveyó
de una red de relaciones de gran flexibilidad y también de perdurabilidad. Pero si bien
el PAN vinculó a sus miembros dentro de un marco fluido de interrelación, no
supuso la construcción de un orden político. Por el contrario, sus características
hicieron de la política interna una área vertiginosa, volátil e impredecible, al mismo
tiempo que su flexibilidad y adaptabilidad le brindaron las bases de su supervivencia, al
menos hasta 1916. La selección del candidato a presidente quedó librada a la
victoria entre fuerzas cruzadas; de un lado, el presidente saliente, que utilizaba los
recursos a su alcance para intentar imponer a su sucesor y, del otro, los aspirantes
la presidencia, que apelaban a los diversos centros geográfico en cuyas manos se
encontraba la llave de la elección: las provincias. Por un lado, las fuerzas
“centralizadores” el presidente, que aspiraba a controlar el partido; del otro, las
fuerzas “descentralizadoras” propias de una república federal y de un partido en
el que el poder se encontraba aun geográficamente disperso.

La dinámica política estuvo motorizada por las negociaciones privadas en el ámbito


nacional. Los acuerdos que forjaban las ligas tenían como base cálculos numéricos de
suma de poder, es decir, con cuantas provincias (y por lo tanto con cuantos electores),
con cuántas bancas en el Congreso, con cuántos y cuáles recursos para aunar voluntades
contaba el líder de cada liga y, por lo tanto, cuáles eran sus chances de convertirse en el
próximo presidente. La ausencia de mecanismos consensuados para la selección de
candidatos agudizó la existencia y la rivalidad de las ligas internas dentro del PAN, ya
que la definición de la carrera presidencial quedaba librada, sin mediaciones, a los
resultados de la misma. A su vez, esta competencia alimentó el carácter faccioso y

10
Muy buen punto.

83
CURA, ANA.

personalista de la política argentina, ya que las ligas no se forjaban alrededor de


programas o políticas a seguir sino de liderazgos, lo que contribuía a su fragilidad e
inestabilidad.

Las ligas eran puestas a pruebas en cada elección nacional o provincial, uno de los
principales momentos en los que los acuerdos se rompían o confirmaban. Los
momentos más álgidos de la competencia comenzaban dos años ante de la elección
presidencial. Había tantas ligas como candidatos con posibilidades de éxito a la
presidencia. Durante la presidencia de Roca (1880-1886), la carrera presidencial
comenzó con la competencia y cuatro ligas para reducirse a dos cerca de la elección;
durante la administración de Juárez Celman (1886-1890) compitieron dos ligas rivales,
la roquista y la juarista, y durante la corta presidencia de Pellegrini (1890-1892), la
carrera presidencial volvió a pelearse entre dos ligas en pugna, la roquista (aliada con
mitristas) y la modernista.

El presente análisis procura, entre toras cosas, jerarquizar la política nacional como
objeto de estudio. La política nacional definida como la arena de interrelación entre
líderes provinciales y nacionales, constituye un objeto central, y durante el periodo
analizado adquirió una serie de características particulares. Principalmente, esa arena de
interconexión fue más nacional que en periodos anteriores, y al mismo tiempo, menos
centralizada que en años posteriores. Pensar en la selección de candidatos a la
presidencia y en las elecciones para presidente como una red de coaliciones provinciales
no era una idea nueva. Este sistema se venía perfilando dese la elección de Sarmiento en
1868, y definió aún más sus rasgos en vistas a la elección de Avellaneda en 1874 11. En
ambas elecciones se fue trazando una dinámica política nacional de conformación de
alianzas. Por lo tanto, podría decirse que la competencia previa entre liberales, federales
y autonomistas se vio reemplazada a partir de 1880 por la competencia que se dibujó
dentro del PAN. Las causas de los cambios operados a lo largo de la década de 1880
pueden encontrarse en factores políticos, estructurales e institucionales. En un sistema
de colisiones que se forjaban y quebraban con gran fluidez, fue fundamental que los
dirigentes de las catorce provincias pudieran comunicarse con rapidez, para lo cual la
extensión del telégrafo y de las vías férreas resulto fundamental12.

Las diferencias entre las provincias aumentaron aún más, según fueran afectadas o
ignoradas por los procesos de inversión, exportación e inmigración. En conjunto se
puede observar que en las provincias contenidas de antaño fueron reemplazadas por
sistemas en los que cada vez resultó más difícil para los grupos opositores acceder al
poder provincial. A partir de los ochenta, la violencia y la lucha facciosa dentro de cada
provincia fueron dando lugar a otras formas de disputa. Por esta dificultad en disputar
violenta o electoralmente el poder a los situacionistas, cada vez más las facciones
opositoras intentaron vincularse y formar alianzas extraprovinciales, ya sea con el
presidente o con otros líderes nacionales. Esta transformación, a la que testimonios

11
Ya que Avellaneda fundó la Liga de los Gobernadores, destinada a robustecer su candidatura, lo que con Roca se
haría mucho más fuerte e importante (Rock, 2006).
12
Re interesante si se lo piensa desde la óptica de Oszlak.

84
CURA, ANA.

como los de José Nicolas Matienzo y Rodolfo Rivarola señalaron como la


“oligarquización de la política en las provincias”, se fue perfilando con mayor fuerza a
lo largo de 1880. Dicha oligarquización no significa reducir la política a “gobiernos de
familia13” o circunscribirla a un determinado grupo social. Sugiere que la formación de
coaliciones gubernamentales, forjadas de distinta forma según los diversos contextos,
logró mediante una serie de recursos, entronizar a sus miembros en el poder. El
impacto de este proceso no supuso el fin de la lucha facciosa en las provincias,
aunque sí provocó que la brecha entre los que se encontraban en el poder y los que
estaban fuera de él se hiciera cada vez más amplia.

Los efectos de estos cambios fueron dispares. Su complejidad se puede ejemplificar con
las distintas lecturas que Matienzo y Rivarola hicieron del tema: mientras que para el
primero dicha oligarquización se tradujo en una mayor autonomía de las provincias en
relación con el poder central, para Rivarola resultó en una mayor sumisión de los
poderes provinciales hacia el ejecutivo nacional14.

El proceso de oligarquización en las provincias afianzó el sistema de gobiernos


electores y acentuó los rasgos de la sucesión presidencial como una competencia
entre ligas rivales, ya que los gobiernos gozaban de mayor garantía para disponer
de los votos en su provincia.

La naturaleza de la relación entre el presidente y los poderes provinciales fue también


afectada por los cambios en el Estado nacional. La tradicional periodización de la
historia política ha señalado a 1880 como el momento de su consolidación. La
federalización de Buenos Aires, el monopolio de la violencia legitima en manos del
Estado y el establecimiento de la moneda nacional fueron los principales símbolos del
doble proceso de construcción estatal y de centralización del poder en manos del
presidente. En parte, este análisis le exige una mayor historicidad ya que la lectura de
una mayor consolidación del Estado nacional ha sido generalmente de la mano de
interpretaciones que ponen el acento en el poder coercitivo del gobierno nacional para
explicar la política de estos años. Las clásica visiones sobre la consolidación del Estado
tienden a señalar que fue posible, principalmente una vez que Buenos Aires fue
doblegada. Sin embargo, la visión tradicional de que 1880, con la victoria del Estado
Nacional sobre la provincia de Buenos Aires significó el debilitamiento definitivo de
esta última requiere ser reexaminada. La provincia continuó siendo un importante polo
geopolítico a lo largo de estos años, como lo evidenció la campaña presidencial de
1886 y la organización del modernismo en 1891-189215.

13
No concuerda con Rock entonces.
14
Botana retoma los mismos ejemplos.
15
Y en lo económico también. Buenos Aires le disputaba al poder central las inversiones extranjeras que se
concentraban en su provincia debido al gran potencial que tenían las tierras. En este sentido, según lo exponen
Rocchi y Gerchunoff, sobre todo Rocchi, el gobierno nacional se vio obligado a competir mediante la creación de un
Banco Nacional con el Banco de la Provincia de Buenos Aires y del Banco Hipotecario que era el mediador en la
cadena de créditos con los ahorristas británicos interesados por la riqueza de la región. Más aún, la política
centralista económica durante la primera presidencia de Roca se vio dificultado por la ventaja que tenía el gobierno
porteño de emitir papel moneda, colocar empréstitos fuera del país y otorgar cédulas hipotecarias fronteras
adentro, dentro de otras cosas que la autora profundizará enseguida.

85
CURA, ANA.

Aunque amorotonado, el poder político de la provincia de Buenos Aires continuó


sintiéndose con fuerza durante la década del ochenta. Esta fortaleza tenía como fuente
su tradicional poder y liderazgo económico que, aunque eventualmente no lograría
traducirlo en una hegemonía política nacional, siguió rivalizando con el del Estado
Nacional. Este último debió entablar a lo largo de la década difíciles batallas por el
monopolio de la emisión de dinero, el control del presupuesto y por la emisión de la
deuda, entre otros instrumentos. Esta lucha evidenció la debilidad del Estado
nacional en relación con el poder bonaerense, una debilidad que contribuye a explicar
las crisis económicas de 1885 y de 1890. A partir de esta última crisis, el Estado
nacional lograría aumentar significativamente si dominio no solo sobre la provincia de
Buenos Aires, sino sobre las restantes.

Esa posibilidad de perseguir objetivos propios estuvo fomentada por las


transformaciones de los años ochenta, particularmente en provincias que vieron crecer
sus economías con rapidez, lo que posibilitó dotar a sus administraciones de recursos y
construir relaciones de mayor autonomía con el gobierno nacional. Contextualizar y
redimensionar el poder del Estado nacional también requiere depurar el peso del
presidente en el sistema político. La naturaleza omnipotente que la historiografía le ha
adjudicado tiene como base una sobrevaloración de los recuro a su alcance para hacer
política, en particular, los mecanismos de coerción como la intervención federal y el
monopolio legítimo de la violencia.

En los ochenta encontramos un ejército nacional en proceso de vigorización, pero en


coexistencia con recursos militares provinciales que no desaparecieron como producto
de la nueva normativa sobre la disolución de las milicias provinciales. Si bien la década
evidenciaría una reducción en el número de levantamientos, las armas y la amenaza del
recurso revolucionario continuaron ejerciendo un papel predominante en la vida
política, en particular durante los momentos electorales. La situación ha sido redefinida
como de “hegemonía no monopólica”, es decir, si bien el poder del ejército nacional se
iría crecentando con el tiempo, durante estos años compartía el uso de la violencia con
otros actores. Más estudiado que el rol del ejército ha sido el de la intervención
federal. Esta ha sido interpretada como el instrumento privilegiado del gobierno
nacional para disciplinar a las provincias y poner fin al dualismo federal en la República
Argentina. La Constitución le permitía al gobierno nacional intervenir a requerimiento
de las provincias y si bien en el esquema clásico sobre el periodo la intervención federal
fue presentada como una de las principales herramientas de disciplinamiento y control
del presidente sobre los gobernadores en los años ochenta, es trato de un recurso
extremo. Más aun, durante la década del 1880 su relevancia fue menor que en otros
años y también la naturaleza de la herramienta fue distinta que en los años sucesivos.
Solo dos intervenciones federales tuvieron lugar durante la administración de Roca
(ambas por ley), y una de ellas fue auspiciada por un aliado del presidente, la otra fue
votada en el Congreso por una liga rival. Sólo durante el momento de mayor crisis en
los dos años del gobierno de Pellegrini comenzó a perfilarse un uso más directo de
la intervención para proteger a los aliados del gobierno nacional. La intervención
no solo fue un recurso excepcional, sino que fue un recurso factible de ser utilizado
86
CURA, ANA.

por varios actores, ya que constituía una herramienta a disposición en el recinto del
Congreso de miembros de ligas rivales para alterar o sostener una situación local.

Analizar la política nacional de los años ochenta exige, por lo tanto, revaluar los
poderes coercitivos en manos del presidente para hacer política y, también, los
incentivo a su alcance. En el sistema de construcción de coaliciones el clientelismo fue
central. Negociar [para cooptar] fue el dictum de la política de esos años. La
constitución de alianzas tenía como base principal el poder distributivo del presidente y
de los aspirantes a sucederlo. Dado que el clientelismo era el componente que mantenía
aceitada la política, los líderes de las fracciones vieron con ansias la búsqueda de
alianzas fuera de los límites geográficos de sus provincias para garantizar el acceso a los
recuros e influencias, provenientes del gobierno nación, de otros. En la medida en que el
Estado nacional de vio robustecido desde finales de los años setenta y expandió su
influencia en áreas críticas como el crédito y las obras de infraestructura, una buena
relación con el presidente se fue convirtiendo cada vez más en pieza clave de la política
provincial. La propuesta de estas páginas implica cuestionar tres temas recurrentes en
la historiografía del periodo: i) la relación del Estado nacional-Bueno Aires-Interior,
II) nepotismo o gobiernos de familia, y III) la relación entre clase social y política.

I) La construcción del Estado nacional y su relación con Bueno Aires es un


tema complejo. La idea de que la consolidación del Estado nacional tuvo su
fecha clave en la victoria de 1880 necesita ser matizada, ya que ensombrece
el poder político y económico de Buenos Aires (al menos hasta 1891) y
minimiza sus chances en la intensa competencia con el gobierno nacional.
En parte, el poder de la provincia de Buenos Aires se sostenía en su
capacidad de gozar de elementos clave para hacer política, principalmente, el
poder distributivo de su banco y un liderazgo político. Con el tiempo y
dentro de un proceso acelerado a partir de la crisis de 1890, la capacidad
distributiva del presidente y lo recursos disponibles del Estado nacional no
tendrían rivales. Se insiste, sin embargo, que, durante la década de 1880,
cuando los medios fundamentales para hacer política eran las armas y las
finanzas, los recursos con que contaba el presidente competían con los que
podían ofrecer otros líderes, en particular, con los de la provincia de Buenos
Aires. No solamente señalan la rivalidad entre Buenos Aires y el gobierno
nacional como una de las causas de las crisis económicas de 1885 y 1890,
sino que advierten que los conflictos regionales en materia de política
económica durante estos años aumentaron en lugar de disminuir. Hay
quienes han analizado la construcción el Estado nacional como la
redefinición de la relación Buenos Aires-Interior. En esta línea, 1880
significa la victoria de las provincias pobres sobre la provincia
económicamente líder e interpreta al Estado nacional como el instrumento
utilizado por esta coalición de provincias del interior para crear un
determinado tipo de pacto federal que llevara la riqueza a estas, balanceando
el desequilibrio hasta entonces existente entre Buenos Aires y el resto. Las
coaliciones que fueron formándose y reeditándose en estos años no
87
CURA, ANA.

tuvieron como base divisiones regionales. Las provincias mostraron una


gran heterogeneidad y se concertaron en su situación particular al
momento de fijar sus políticas económicas, sus objetivos y sus reclamos
materiales al gobierno nacional. Aunque las tradicionales tensiones
entre Buenos Aires y el interior persistieron, estas no se tradujeron en
coaliciones políticas con base regional.

II) Nepotismo o gobiernos de familia: el tipo de dinámica que se generó


dentro del PAN también pone en duda las interpretaciones que articulan las
bases del poder en las provincias bajo la noción del nepotismo o gobiernos
de familia. Dichas interpretaciones ven en los clanes familiares la base social
del control político en el ámbito provincial. Lo que a simple vista se puede
observar es un mosaico sumamente heterogéneo. En algunas provincias, el
clan familiar era crucial para la construcción del poder político local, en
otras, la política cruzaba los clanes familiares.

III) La relación entre clase social y política: el presente trabajo también aborda
la relación entre clase social y clase política, es decir, las bases económicas
del poder político. En algunas provincias, el poder político de sus líderes
derivaba claramente de su poder económico, en otras, la política era el canal
que proveía poder económico o brindaba el acceso a créditos indispensables
para ciertas industrias. En el caso de la provincia de Buenos Aires, las
familias más pudientes del agro y la ganadería no mostraron mayor
intereses o éxito en la política partidaria. Algunos de nuestros protagonistas
provinciales provenían de la carrera militar, otros de actividades
comerciales, de profesión liberales y de las finanzas, tal como sostiene Roy
Hora. La mayoría de las veces, estos hombres ejercían varias actividades
simultaneas. El gobierno de las provincias estaba en manos de algunos
grupos relativamente pequeños, cuya composición y origen variaba de
provincia en provincia y, en algunos casos, de gobernación en gobernación.
Lo fundamental para el análisis es que los lideres provinciales controlaban o
decían controlas las elecciones en su provincia, lo que los convierte en
actores privilegiados de nuestra historia.

Legitimaciones públicas.

Los diarios políticos eran el principal medio a través del cual cada facción o partido
político de relevancia lanzaba sus ideas, combatía al adversario y se defendía de los
ataques de la oposición. El rol predominante de la prensa política era el de legitimar
las políticas de sus dueños. En el caso del PAN, sus principales diarios (la Tribuna
Nacional LTN, Sud América y Tribuna) formaron parte esencial de su proceso de
legitimación. Lo que interesa analizar de esta cuestión es que LTN y Sudamérica fueron
componentes esenciales de las estrategias empleadas por Roca y Juárez Celman para
crear una identidad durante sus respectivas administraciones, que justificara su reclamo
a gobernar y diera sentido a sus políticas. Las revoluciones de 1880 (Tejedor) y 1890

88
CURA, ANA.

(Revolución del Parque) fueron evidencia de que las elecciones aun entonces
conservaban su dualidad decimonónica: legitimaban y deslegitimizaban a la vez, eran
condición necesaria pero no suficiente para alcanzar y mantenerse en el poder. La
legitimidad debía construirse por otros medios que fuesen más allá de hacer
alcanzado el poder mediante una elección.

El proceso de legitimación por medio de los diarios partidarios, aunque distinto, no fue
menos relevante para los partidos opositores. Para el mitrismo, La Nación resultó
fundamental. El autonomismo porteño, de forma similar, hizo de El Nacional su
principal instrumento. La prensa política tuvo un efecto particular a fines del siglo XIX.
En su ejercicio de la difusión del chimento y el anuncio de reuniones, los diarios
políticos “republicanizaban” la política, convirtiéndola en una cosa “más” publica. La
“republicanización” de la política era, sin embargo, una moneda con dos caras, ya
que, al hacer de la política una cosa pública, integraba al mismo tiempo al público
a la política. La importancia de este público no radicaba en su número, sino en que
introducía un elemento de disputa entre los actores políticos ya que la integración de
un público a la vida política imponía ciertas restricciones a los partidos. Por un
lado, los obligaba a formular con cuidado sus discursos, dándole al lenguaje un carácter
principista, altruista, de búsqueda del bien público. Por otro lado, el estilo batallador,
agudo e irónico empleado en las columnas de prensa, hacía difícil la modificación.

La publicidad de la política encasillaba al partido en posiciones que resultaban


embarazosas cuando un cambio en la situación requería un cambio en el discurso. La
prensa política estaba compuesta por un pequeño número del enorme caudal de
periódicos que circulaban en Buenos Aires desde fin de siglo, geográficamente se
concentraba en Buenos Aires, y por sus objetivos, estilo y contenido, era un hibrido en
transición entre el panfleto político y el diario moderno. La prensa política que se
imprimía en la Capital Federal era distribuida en las demás provincias. Algunos de los
requisitos para formar parte de la minoritaria prensa política eran: En primer lugar, se
debe tener en cuenta el objetivo de los diarios. Este distaba de ser el de informar al
lector sobre los eventos del día a día, ocales e internacionales, reclamando mantener
cierta independencia u objetividad. Tampoco era éste el caso de una prensa
semindependiente. La LNT explicaba sobre si misma: “No somos simples espectadores
que, en el teatro del mundo político, juzguemos tranquilamente los hechos que pasan,
como el sabio los fenómenos sometidos a su observación”. Los miembros de la prensa
política eran actores importantes del mundo político, y por lo tanto la parcialidad en los
juicios y la arbitrariedad en los comentarios constituían un aspecto esencial de su
naturaleza. La prensa política era un hibrido en transición entre el panfleto político y el
diario moderno. Había nacido como tal después de la caída de Rosas, durante los
primeros años del periodo y constituía la cara publica de una política esencialmente
facciosa. Figuras como Alberdi decían que dicha prensa guerrera representaba un
obstáculo en la construcción de un orden político estable, para Sarmiento, por otro lado,
su existencia era erguida con orgullo como símbolo de los avances logrados en materia
de libertades. “La Prensa”, fundada en 1869 por José C. Paz, era probablemente el
mejor ejemplo de un periódico político que lideraba la transición a la modernidad. Si
89
CURA, ANA.

bien, La Prensa, no disimulaba sus preferencias policías, el contenido del diario distaba
de agotarse en apoyar una causa partidaria y ofrecía variedad de información sobre
acontecimientos nacionales e internacionales. El segundo diario en importancia era La
Nación, propiedad de Mitre. Se lo podría definir como un diario político moderno, con
mayo acento en “político” que en “moderno”.

¿Cuáles eran entonces los mejores ejemplares de la más pura prensa política?
Durante las décadas del ochenta y el noventa, fueron La Tribuna Nacional, Sud-
América, La Unión, La Voz de la Iglesia, El Nacional, El Argentino y La Nación y
hacia final del siglo se les sumaron los diarios socialistas liderados por La Vanguardia.
Estos diarios eran portavoces de una causa, ya sea de una facción dentro de un
partido o de todo un partido político. Sus columnas estaban casi exclusivamente
dedicadas a difundir las opiniones de la organización a la que representaban y a
atacar a la oposición mediante el ridículo. Con la excepción de La Nación, los demás
periódicos de la prensa política no se autofinanciaban y no podían subsistir
independientemente de los aportes partidarios.

La relevancia de la prensa política, por lo tanto, no radica mayormente en ser la


promotora y representante de una opinión publica resultante de cambios sociales.
Sería ilusorio pensar en la opinión pública como una entidad que emergió
espontáneamente de la sociedad para dirigir los asuntos del Estado y que tenía a la
prensa política como su principal portavoz. Es indudable que, eventualmente, algunas
comunidades o grupos de personas hicieron oír su voz a través de estos órganos. La
opinión pública es un concepto político más que sociológico. Con el nombre más
genérico de opinión publica se apunta, ante todo, a un concepto abstracto que invocan
las distintas fuerzas políticas para atribuirse legitimidad; el termino se refiere a una
construcción ideológica de “tribunal público” cuya representatividad es disputada por
todos los contendientes del espectro político. Todos dicen hablar en su nombre, y como
decía la LTN, la opinión pública es “esa reina sin cetro el mundo moderno, que
invocamos tantas veces sin darnos cuenta de los resortes misteriosos de su poder”. Cada
miembro de la prensa política porteña se autodefinía como representante de la opinión
pública. Ellos eran los portavoces oficiales de su partido, el cual, cada uno argumentaba,
era el mejor, el más auténtico reflejo de dicha opinión.

La importancia de la prensa política más pura, por tanto, no dependía de las


características sociológicas de los lectores ni radicaba significativamente en su
capacidad circunstancial de movilizar a la población, sino en ser la herramienta a
través de la cual cada partido político competía por la legitimidad. La prensa política
cumplía también otros roles. El diario político forjaba una identidad del partido
unificando las distintas miradas en una sola pluma, uniendo la diversidad en una sola
voz. Cada integrante de la prensa política construía imágenes de homogeneidad en
organizaciones que distaban de poseerla. El diario político, además ofrecía a los
partidarios activos un fórum de reunión, un lugar donde sociabilizar. Después de todo,
los redactores de la prensa política distaban mucho del reportero independiente que
cumple estrictamente con su labor. En su gran mayoría eran miembros activos de sus

90
CURA, ANA.

partidos, y la actividad periodística la ejercían exclusivamente en el periódico del


partido. Existían fuertes relaciones entre la prensa política y la dinámica política
generada en estos años. Mientras que los diarios del partido en el gobierno evadieron
ventilar los detalles y las implicancias de la rivalidad existente dentro de sus filas
presentando a los electores un frente común, la prensa opositora se ocupó de publicitar,
exagerar, incentivar y contabilizar la naturaleza de la competencia entre las ligas rivales.
Al mismo tiempo, fue en el diálogo con los opositores que las administraciones del
PAN dieron a conocer sus objetivos, sus justificaciones e hicieron política activa de
alianza y de confrontación. Y fue en el debate con los diarios donde definieron,
defendieron y reeditaron sus conceptos sobre la política, la república y las
instituciones. Mientras que este accionar los mostró en disidencia con los
opositores, también señaló tensiones entre las distintas formas de ver y hacer
política entre los principales actores del PAN.

Conclusiones

Adentrarnos en la política nacional de fines del siglo XIX por medio del PAN ha
permitido conocer mejor su dinámica. Ésta fue constituida por la permanente y fluida
conformación de alianzas intraprovinciales para controlar la sucesión presidencial. La
construcción de pactos de apoyo mutuo y la rivalidad entre las distintas ligas que se
desató entre 1880 y 1892, conformaron el locus de la política nacional. Este proceso no
se reducía un sistema vertical desde la presidencia hacia las provincias, sino que estaba
cruzado por un sistema horizontal de interrelación entre ligas que presentaron intensas
batallas. En este sistema, el poder del presidente por imponer su voluntad en las
provincias era desafiado por otros actores. Fue la lucha entre las ligas rivales dentro
del PAN por el control de la sucesión lo que le imprimió a la política nacional su
dinámica y su ritmo, provocando una serie de conflictos, algunos de los cuales se
resolvieron en forma privada por medio de negociaciones y otros en una lucha
pública.

El presente análisis del PAN cuestiona la clásica visión de la política nacional de esos
años, reducida al control de una oligarquía, supone un férreo control del presidente
sobre el partido sustentado en su poder sobre los gobernadores provinciales y
presupone, además, la existencia de centralización en manos del presidente, cuyos
recursos (intervención federal y el patronazgo estatal) le permitió romper el dualismo
federal (la coexistencia del poder nacional y los poderes locales). Esta visión, sin
embargo, desconoce el laberinto de facciones que conformó el partido, minimiza las
limitaciones que la maraña de grupos impuso a sus líderes, ignora la exigencia de
negociaciones constantes y simplifica el impacto que la dinámica generada dentro del
partido hegemónico ejerció sobre las instituciones y sobre el ejercicio del gobierno.
Dicha visión del sistema político-institucional desconoce el sistema de competitividad
interna generado dentro del partido por el control de la sucesión, sobredimensiona el
poder del presidente.

91
CURA, ANA.

La alternativa propuesta, por lo tanto, complementa, problematiza y disiente, según sea


el caso, diversos aspectos de esta versión. Además de ser un procedimiento dinámico y
fluido, la dinámica de la política nacional fue un proceso cambiante, pautado tanto por
las posibilidades, preferencias y estilos de los gobernadores como por los de los
presidentes de turno y los aspirantes a sucederlo.

El roquismo conformó un sistema de mayor centralización e injerencia del presidente en


los asuntos provinciales dentro de un estilo más centralizado de conducción. Roca
utilizó la influencia de su mando para disuadir a los viejos aliados de que una traición
no era conveniente, y siempre que le fue posible impuso sus preferencias frente a las de
los políticos locales. Roca incluso apeló a las alianzas fuera del partido. En 1885 llevó
a cabo negociaciones infructuosas con Mitre, recurrió nuevamente a él en plena crisis
en 1891 y, en enero de 1892, volvió a reanudar el acuerdo ante la embestida del
modernismo. Y aunque no siempre lograra sus objetivos de máxima, la política de Roca
durante su mandato fue exitosa en varios sentidos. Logró vencer a su principal rival,
Dardo Rocha. Logró mantener el partido unido hasta unos meses antes de la elección
presidencial y eventualmente pudo vencer a sus adversarios sin acudir a medios
violentos. En su accionar como presidente, Roca desplegó un claro estilo de mantener
la paz y consolidad el Estado nacional, poniendo al PAN al servicio de dichos objetivos.
El PAN era en sus manos un instrumento de cooptación y negociación preferible.
Controlar la sucesión presidencial por medio del PAN le significaba afirmar el liderazgo
del presidente. En sus manos, el PAN era sólo instrumento un más. No sólo se colocó a
la cabeza del mismo aunando las decisiones, sino que evitó que su partido fuese dotado
de una mayor estructuración.

La votación de 1886 marcó dos hitos importantes. El primero fue que, una vez
decapitada de sus 56 electores originales luego de la federalización, la provincia de
Buenos Aires quedó irremediablemente debilitada para pautar la contienda, incluso a
pesar del poder de su banco para hacer política. El segundo hito fue que la
impresionante organización partidaria desplegada por el Gran Comité Argentino y los
recursos distribuidos en las provincias no pudieron contrarrestar una política
presidencial destinada con particular ahínco a imponer su voluntad en las provincias.
Así, una posible evolución hacia la construcción de partidos políticos modernos con
mayor estructuración interna, y que posibilitaran la alternancia en el poder, fue
derrotada, y la lucha por la sucesión siguió basándose en una competencia entre ligas
dentro del partido hegemónico.

La dinámica desarrollada en la administración de Juárez fue marcadamente distinta de la


que tuvo lugar durante el primer sexenio del ochenta. El presidente llegó a su puesto con
una experiencia en política provincial, que le había enseñado que los gobernadores
ansiaban libertad para controlar la política en sus provincias y autonomía económica
para emprender grandes transformaciones. Se dio a sí mismo un rol muy distinto al de
Roca: dejó en manos del partido los temas de política partidaria sin bendecir o frenar las
ambiciones de los diferentes sectores; dejó en libertad a las provincias para mantener

92
CURA, ANA.

sus asuntos, dejó en manos del Congreso los temas centrales de la política nacional, y
dejó en manos de las provincias la distribución de créditos y la impresión de moneda.

La libertad que gozaron las provincias para disponer de sus asuntos económicos y
políticos, luego de la experiencia de la administración anterior, fue
particularmente bienvenida. Estos grupos expresaron su gratitud declarándose leales
al presidente, y Juárez calculó que este estilo de conducción le garantizaba apoyo, sin
necesidad de un control personalizado de la política nacional como lo había hecho Roca.
A los victimizados por el juarismo, la crisis de 1890 les brindó su oportunidad, y
mitristas, autonomistas, católicos y roquistas movieron sus piezas hasta que el
presidente cayó. Los dos estilos de conducción, el roquismo y el juarismo, se
enfrentaron en un gran duelo durante esos intensos dieciocho meses, entra la renuncia
de Juárez en agosto de 1890 y la dimisión de Roque Sáenz Peña como candidato del
modernismo en febrero de 1892.

Roca intentó llevar a cabo un acuerdo con Mitre sustentado ahora. El pacto con Mitre,
en su forma y contenido, respondía al ya conocido estilo de Roca para conducir la
política nacional. Y solo ante un partido en crisis estimó oportuno dotarlo de una
organización interna. Pero las provincias degustaron otro tipo de relación posible entre
ellas y el gobierno central y, a pesar del llamado a la convención y a una mayor
estructuración del partido, el pacto era percibido como una imposición del centro a las
partes. Acuerdos secretos, cerrados e impuestos del centro a las partes contradecían
marcadamente la libertad con la que las provincias se habían manejado durante los
cuatros años previos. El acuerdo, si bien aprobado en la convención, fue resistido en la
práctica hasta hacerlo morir. En su lugar, un grupo de líderes provinciales apostaron a
un modelo diferente. Con una bandera de autonomía provincial, el modernismo se alzó
a fines de 1891 como una coalición que proponía otras formas de relación provincia-
nación, y un modo distinto de resolver el sistema de la sucesión presidencial que el de
aceptar el candidato del gobierno de turno, seleccionado en salones privados, que
proponía el roquismo.

El candidato sería elegido en una convención partidaria en febrero, en la que


desestimaban que Roque Sáenz Peña vencería. Su potencial victoria motorizó un nuevo
acuerdo entre el mitrismo y el roquismo para cerrarles el paso. Lo que estaba en juego
en esta competencia interliguista era el control de la sucesión presidencial. Para Roca, la
centralización de las decisiones en sus manos era equivalente al proceso de construcción
del Estado nacional centralizado, un camino necesario para la consecución de la
República posible. Para Juárez, la descentralización política y económica en las
provincias era una forma de acercarles el progreso material y de dirimir el poder con
Roca. Las dos opciones, quedaron más crudamente develadas en la lucha para las
elecciones de 1892. La centralización o descentralización del sistema político e
institucional, por lo tanto, dependió en gran medida del tipo de dinámica que se generó
dentro del partido hegemónico.

93
CURA, ANA.

El PAN no contó con una organización interna hasta 1891, tampoco con acuerdos
formales o informales sobre la forma de elegir candidatos a los puestos electivos. La
selección del candidato presidencial, por lo tanto, quedaba librada sin mediaciones a la
competencia entre las distintas ligas. El hecho de que el PAN no gozara de
institucionalidad alguna hasta ese año no fue circunstancial. Durante los primeros años
de la administración de Roca, LTN lanzó una campaña para mostrar a sus electores que
el país había comenzado una nueva etapa en la que las luchas políticas debían dejarse
atrás. En la segunda mitad de su administración, el diario del presidente evolucionó en
su doctrina destacando que, si bien las luchas políticas debían disminuir y dar lugar a la
construcción institucional y los avances materiales, los partidos políticos no debían
desaparecer. Ellos eran necesarios para la vida republicana siempre y cuando su
accionar se encontrara dentro de los límites de la Constitución. El diario reducía a los
partidos políticos a su función más básica; una estructura más sólida podía llevar a los
partidos a sobredimensionar su rol y (aunque callaba sobre esto) poner la sucesión en
manos de una convención también conspiraba contra el liderazgo del presidente.

En 1889, en medio de la crisis económica y política, y luego de las renuncias de


Cárcano, Pellegrini y Roca a sus potenciales candidaturas, el gobierno anunció que los
candidatos serían elegidos por una convención partidaria. El desenlace de la crisis dio
por terminado dicho auspicio y este proyecto no volvió a mencionarse hasta 1891. Para
entonces, la Unión Cívica ya la había adoptado como estandarte de modernización
partidaria y deliberación y celebrado una convención en Rosario para consagrar su
fórmula. Luego del acuerdo, Roca y Mitre también sellaron la fórmula en las asambleas
respectivas. Finalmente, fueron los modernistas quienes avanzaron con mayor
fuerza en la idea de una convención con representación de las provincias para
confirmar la fórmula Sáenz Peña-Pizarro. Mediante ella esgrimían un modelo de
decisión desde las provincias, arrebatándolo al gobierno nacional.

Tanto en su accionar como en su ideología, el PAN resultó un sistema cuya


característica más significativa fue la flexibilidad. Dentro del partido no había reglas,
estructura interna, tradición a respetar ni doctrinas dogmáticas y, como lo evidencia la
comparación entre Roca y Juárez, era flexible incluso en sus prácticas. La experiencia
mexicana ofrece en este sentido un válido punto de comparación con otros partidos
hegemónicos. Porfirio Díaz, seleccionaba a la mayoría de los representantes al
Congreso, dejando algunos espacios en blanco (generalmente para los suplentes) para
que estos pudieran ser elegidos por los gobernadores. El PAN, en cambio, no desarrolló
estas pautas o arreglos informales. Parcialmente, esta ausencia fue resultado de la
cláusula de no recolección consecutiva que no daba oportunidad a que un líder se
instalara en el poder o voluntad suficientes para que partido adoptara un sistema de
organización interna, y porque las provincias tenían un rol protagónico en un proceso
cuya participación variaba según los grupos de turno en el poder.

El sistema de competencia entre distintas ligas no permitió la imposición de normas o


reglas informales sobre la distribución del poder, como sucedió en el porfiriato. Por el
contrario, cada presidente forjaba su estilo y sus preferencias políticas eran

94
CURA, ANA.

constantemente desafiadas y rivalizadas por otro centro de poder. El PAN y su dinámica


tensionaron elementos constitutivos fundamentales de una república representativa y
federal. El sufragio, los partidos políticos y el federalismo fueron los temas clave del
debate de esos años.

Durante el primer sexenio del ochenta, las principales objeciones de los opositores al
PAN se centraron en dos temas: el sufragio y el federalismo. Inicialmente, el mitrismo
basó la legitimación del recurso revolucionario y justificó la política de la abstención en
la falta de condiciones para la expresión soberana del pueblo. La ausencia de sufragio
libre fue la principal lanza con la que La Nación batalló contra la doctrina roquista que
basaba el orden en la desmovilización política. En su discurso, el mitrismo apañó
además a una construcción de la historia nacional en la que sus raíces se unían al partido
unitario en un intento por fundar su accionar en una larga trayectoria que los convertía
en los campeones de la libertad.

En el debate entablado entre los diarios opositores y LTN durante la administración de


Roca, cabe distinguir algunos aspectos. Uno de ellos fue la compartimentación de los
temas entre los dos diarios opositores. Mientras que La Nación agitó su discurso
opositor sobre el pilar de la representación, El Nacional lo hizo sobre la bandera federal.
Aunque similares en varios aspectos, los discursos del roquismo y del juarismo
presentaron importantes tensiones entre ellos. Menos reflexivo en su contenido y más
agresivo en su estilo que LTN, Sud América llevó algunos conceptos del roquismo a sus
extremos. El diario invitó a la oposición a mirar en silencio la obra del gobierno y atacó
al roquismo bajo el grito de guerra de “jefe único del partido único”. Mientras que el
roquismo le daba un rol, aunque sea mínimo, a los partidos político en la Republica,
Sud-América no veía más allá de los límites del partido oficial. El agresivo proceso por
el cual Sud-América se apresuró a construir la legitimidad de Juárez sobre la base de la
prosperidad tenía como trasfondo compensar el escaso poder con el que el presidente
asumió el cargo. El progreso material no era así solo un objetivo nacional, era un
proyecto partidario con el fin de construir una base de poder para el presidente en forma
rápida. Irónicamente, el proyecto se conociera como “el unicato”, el poder del “único”
no se basaba en el liderazgo centralista del Presiente sino en el ejercicio
descentralizado el poder en manos de grupos que se declaraban leales a él.

El error de atar la legitimización de una administración a los vaivenes de las cifras


económicas le costó a Juárez la presidencia, pero esta renuncia fue provocada después
de una victoria militar; es decir, no fue resultado del accionar de los adversarios fuera
del partido sino, principalmente, de los grupos desilusionados dentro de él. Su renuncia
evidenció la precariedad de la autoridad de Juárez dentro del partido y dentro del
gobierno. Mientras que Roca jugó a mirar la autonomía provincial con el objetivo de
consolidar el Estado-nación y el poder del presidente, Juárez había puesto al Estado-
Nación y a sus poderes al servicio de las provincias que, en retribución, le respondían
con lealtad. En ambos casos, la construcción del poder erosionaba el ejército de
controlador sobre el gobierno nacional que la teoría federal le adjudicaba a las
provincias.

95
CURA, ANA.

Las transformaciones durante los cuatro años de gobierno juarista darían pie al
lanzamiento de la ventura modernista bajo la bandera de una ideología federal
redefinida, en la que El Nacional se convirtió en portavoz. Aunque insistió en
distanciarse de Juárez, el modernismo era producto de los cambios económicos y
políticos ocurridos durante su administración. La crisis de 1890 minó decisivamente la
autonomía económica que las provincias habían gozado con el juarismo. Pellegrini se
ocupó de desmantelar los bancos garantidos y de centralizar la política monetaria y
financiera en manos del gobierno nacional. Roca, por su parte, procuró poner fin a su
autonomía política. El acuerdo con Mitre implicaba no sólo la imposición de candidatos
a la presidencia, sino que forzaba a las provincias a compartir el poder con viejos
rivales. Ahora el federalismo no expresaba la autonomía porteña sino la de todas las
provincias contra acuerdos del gobierno nacional celebrados en la metrópoli.

El federalismo significaba la autonomía electoral de las provincias para protagonizar la


selección el candidato a la presidencia. El federalismo que proponía El Nacional se
reducía, principalmente, al federalismo electoral, es decir, a demandar el protagonismo
de las provincias en la selección de candidato presidencial. El foco de su discurso se
centraba en la necesidad de construir fuertes partidos provinciales para asegurar la
autonomía política de las provincias. Pero se reducía a eso. El llamado a la autonomía
electoral de las provincias no era acompañado de reflexiones más profundas sobre la
necesidad de limitar el poder central, sobre el federalismo económico, sobre el efecto de
la centralización en la división funcional del poder. El discurso modernista apuntaba a la
medula del sistema partidario en disputa entre dos modelos. El primero, el gobierno
nacional les dictaba a las provincias sus políticas económicas y les impartía sus
directivas en materia política; la sucesión presidencial se resolvía entre unos pocos
entro de un sistema partidario centralizado en un líder fuerte; y la nación les marcaba
a las provincias que estaban por encima de ellas. En el segundo, el modernismo
contraatacaba esta visión con un intento de construcción de un sistema partidario
descentralizado basado en los gobiernos provinciales, en el que se le recordaba al
Estado nacional que las provincias eran la fuente de su riqueza, y exigían un mayor
protagonismo en el control de la sucesión por medio de conversiones partidarias que
ofrecieran el marco para la deliberación y garantizaran la democracia interna.

La serie de eventos que ocurrieron a partir de la crisis económica de 1890 hicieron


torcer una y otra vez las diferentes voces al mismo tiempo que provocaron la aparición
de otras nuevas. La Nación trasformó varias veces su retórica. De bandera del sufragio,
defensora de la revolución y el llamado a no perder una tradición republicana
amenazada por el materialismo de los años ochenta, pasaba a la esperanza de un nuevo
Pavón con un acuerdo sobre el cual se podría reconstruir un nuevo proyecto político en
1891, para finalizar con un discurso a favor del orden y de la paz que se asemejaba cada
vez más a aquella visión de la republica que había atacado con fuerza durante la
presidencia de Roca. Pero su postura en 1891 y 1892 no era del todo incongruente con
su pasado.

96
CURA, ANA.

La Nación no veía en estas construcciones hegemónicas una amenaza al sistema federal


sino una oportunidad para construir un Estado Nacional sólido. El mitrismo tampoco
veía en ella una amenaza al principio de la representación ya que, a sus ojos, ésta no
dependía de la existencia de la competencia electoral sino de un proceso en el cual la
opinión pública y el gobierno se fusionarán. En esta línea, el acuerdo de 1891 podría ser
percibido como una segunda oportunidad para llevar a cabo el proyecto político de
Mitre, truncado durante su gobierno. La fuerza del PAN en las provincias fusionada
con el mitrismo de la Capital podría lograr ahora lo que en su momento no pudo
conseguir el Partido de la Libertad. El acuerdo representaba un renovado pacto entre
Buenos Aires y las provincias y un nuevo punto de partida para la construcción
nacional. Pero cuando dicho proyecto encontró sus vallas en las provincias y en grupos
de la Capital, el convenio reanudado a las apuradas para frenar el modernismo fue
rodeado de palabra tales como “sacrificio”, “paz” y “orden”, que poco se diferenciaban
del discurso de LTN, su viejo rival.

Los discursos porteños de la década de 1880 no murieron a pesar de perder sus


tradicionales portavoces, sino que fueron retomados por la Unión Cívica Radical, la
cual, en los años noventa, unió en una sola voz la defensa del sufragio, el derecho a la
revolución armada, la defensa de la modernidad administrativa contra la corrupción, la
organización interna de los partidos políticos en comités y convenciones como garantía
de democracia en la deliberación y la selección de candidatos partidarios a los puestos
electivos, el federalismo como forma de limitar el poder central y un claro discurso
antiproteccionista en materia tarifaria. La Unión Cívica Radical tomaba así las banderas
y tradicionales de los años ochenta. Los enfrentamientos teóricos generalmente se
desvanecen y resultan poco apropiados para analizar contextos históricos en los cuales
los actores utilizaban lenguajes entrecruzados, sin advertir las tensiones lógicas entre
éstos.

En el contexto histórico que se analizó, los protagonistas no se identificaron a sí mismos


o a sus contrincantes con ninguno de los rótulos que un análisis retrospectivo de las
ideas que expresaron podría intentar adjudicarles. Los actores de esta trama se definían
como liberales o conservadores en términos que usaban de forma intercambiada. Los
partidos recurrieron una y otra vez al liberalismo constitucional como ideología
legitimante y el lenguaje institucional primó en los debates partidarios, en los cuales
todos proclamaban la defensa de la Constitución, nunca su cambio. Un liberalismo
destinado a crear un poder estatal, más que a limitarlo; un liberalismo que no solo por su
propia esencia permitía diversas interpretaciones, sino que, por su condición de
ideología hegemónica, sin grandes rivales, era apropiado y redefinido por los distintos
actores.

Así el PAN y sus opositores podían apropiarse de diversos aspectos el credo liberal
para legitimarse a sí mismos poniendo el acento en un liberalismo pensado como
constructor del Estado. La lucha se desplegaba, por tanto, sobre divergentes énfasis y
visiones encuadradas dentro de una constitución liberal, pero no sobre la Constitución
misma o sobre su ideología fundante. El más obvio y mayormente recorrido en la

97
CURA, ANA.

historiografía fue el de la victoria de la centralización sobre otras opciones. Esto no fue


solo resultado del proceso de construcción del Estado-Nación sino de un liderazgo
presidencial que se construía a expensas de la autonomía provincial. Esta centralización
partidaria no era necesariamente producto del sistema de gobiernos electores.

Bajo el mismo sistema de gobiernos electores Roca y Juárez desplegaron dinámicos


contrastantes. Un sistema de gobiernos electores, por tanto, podía ser centralizada o
descentralizada y tener diversos grados de institucionalización. Pero finalmente se
impuso el modelo roquita de conducción presidencial y de liderazgo partidario. La
flexibilidad que caracterizó al PAN fue la principal razón de su supervivencia en el
poder. La ausencia de reglas, normas, estructuras pautas internas y doctrinas
dogmáticas, permitió que sus integrantes pudieran desafiarse internamente y a la vez
convivir. En su mayor parte, la competencia interna se produjo dentro de esa
heterogeneidad que caracterizó al PAN. Su flexibilidad hizo posibles sus adaptaciones,
su supervivencia a la crisis del 1890, a la serie de acuerdos con la oposición y también
al desafío modernista. El partido sobreviviría a nuevos retos en los años siguientes,
pero cuando sus líderes optaron por doctrinas más dogmáticas y un programa más
definido, las exigencias de un proyecto de reforma política dentro de un partido que
absorba distintas tendencias en su seno conspiró contra la fluida construcción de
colaciones ganadoras; provocando su eventual colapso.

ALONSO, Paula. “La Unión Cívica Radical: fundación, oposición y triunfo (1890 -
1916)” en LOBATO, Mirta Zaida (Dir.) El progreso, la modernización y sus
límites (1880-1916) Tomo 5 de SURIANO, Juan (Coord. General) Nueva Historia
Argentina. Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 2000. (optativo)

La UCR tuvo un rol protagónico en la política nacional, ya que desafió el orden


ideológico y político acuñado desde 1880, la UCR se formó en 1891 y se organizó con
el objetivo de revertir los cambios introducidos por las administraciones del ochenta en
la vida política, social, económica e institucional del país. Su principal enemigo a lo
largo de estos años fue el Partido Autonomista Nacional (PAN), la coalición nacional
que dominó la política del período.

GOBIERNO Y OPOSICIÓN DURANTE LA CRISIS DE 1890:

Entre julio y agosto de 1889 una serie de reuniones tuvo lugar regularmente en la casa
de Aristóbulo del Valle en la avenida Alvear, donde se discutió la posibilidad de
organizar un partido de oposición que le hiciera frente al PAN. Los participantes de
estas charlas eran los mismos que habían unido sus debilitadas fuerzas políticas en una
coalición denominada Partidos Unidos en 1886, compuesta por mitristas, católicos, ex
republicanos y bernardistas, pero solo fueron una oposición simbólica a Celman. Desde
1880, el PAN era prácticamente invencible en las contiendas electorales y era seguro
que también se alzaría con el
triunfo en la próxima elección presidencial para el período 1892-1898.

98
CURA, ANA.

La Argentina se arrimaba al borde de la más aguda crisis económica que el país


experimentaría en la segunda mitad del siglo XIX.

Francisco Barroetabeña unir a la oposición universitaria en una organización llamada


Unión Cívica de la Juventud (UCJ), cuya primera medida fue convocar a un acto
público de oposición a Juárez Celman en el Jardín Florida el 1 de septiembre de 1889.
Francisco Barroetaveña fue el vínculo entre la UCJ y los políticos de más trayectoria
que participaban en las reuniones de la avenida Alvear. para el acto del 1 de septiembre
en el Jardín Florida, la UCJ había recibido, entre otras, las adhesiones de Mitre,
Irigoyen, Vicente Fidel López y Leandro Alem. Alem había participado en su juventud
en el Partido Autonomista de Adolfo Alsina y luego, junto con Del Valle, en el Partido
Republicano. Su intervención política más notable había sido su largo discurso en 1880
contra la federalización de Buenos Aires, luego del cual renunció a su banca en la
Legislatura y prácticamente se apartó de la política. Para diciembre, las reticencias de
unos fueron vencidas por el entusiasmo de otros y se acordó formalmente poner en
marcha una organización política basada en la iniciativa de la UCJ. Se evitó hablar de
candidaturas, se decidió que Alem presidiría la nueva organización, ahora rebautizada
Unión Cívica (UC), se abrieron comités para recibir adhesiones y se planificó un acto
inaugural de la agrupación para el 13 de abril de 1890. No obstante, aplicarle a la UC el
rótulo de partido político podría llevar a equívocos ya que no fue una organización
política
con fines electorales. Su objetivo fue agitar a la opinión pública contra el gobierno. La
UC fue una cortina de humo para la preparación de una revolución para derrocar al
presidente. El acto fue un éxito tal que al día siguiente renunció todo el gabinete y,
pocos días después, Ramón J. Cárcano (candidato de Celman) retiraba su candidatura.

Después del acto del 13 de abril, Bartolomé Mitre, la figura de más renombre dentro de
la nueva oposición, partió rumbo a Europa dejando la organización de la revolución en
manos de Alem y Manuel J. Campos, y de una Junta Revolucionaria compuesta por
Alem, Del Valle, Mariano Demaría, Miguel Goyena, Juan José Romero, Lucio V.
López, José María Cantilo, Hipólito Yrigoyen, Manuel A. Ocampo, el general Domingo
Viejobueno, y los coroneles Julio Figueroa y Martín Irigoyen. El 17 de julio tuvo lugar
una reunión final de los revolucionarios en la que se evaluaron los elementos
comprometidos y se discutieron estrategias y aunque los soldados del gobierno de la
ciudad eran 3 veces más, estaban seguros de que los civiles se unirían a la rebelión.
Aunque Alem había entablado contactos con grupos opositores del interior, se acordó
desde el comienzo que la revolución se limitaría a Buenos Aires ya que las provincias
estaban severamente controladas por los juaristas, los potenciales insurrectos
provinciales estaban mal equipados y eran numéricamente poco significantes. A pesar
de los avisos, Juárez Celman subestimaba a la oposición, confiaba en el poder de su
coalición política y en el apoyo del Ejército, y no era el único en creer que los tiempos
de los levantamientos armados contra la autoridad nacional habían terminado en la
Argentina.

99
CURA, ANA.

Sólo a mediados de julio una filtración convenció finalmente al presidente de la


existencia del peligro, y en una reunión de gabinete se tomaron algunas medidas: el
general Campos fue arrestado y una cantidad de efectivos del Ejército, sospechosos de
estar comprometidos en la conspiración, fueron trasladados al norte del país, pero el
líder saldría en libertad el 26 de julio, día de la revolución. La revolución de julio
consistió en cuatro días de combate donde los rebeldes fueron vencidos.

En comparación con la revolución de 1880 (tejedor contra mitre), cuando unos veinte
mil hombres se lanzaron a la batalla y se contaron dos mil muertos o heridos, fue
pequeña. A pesar del triunfo del gobierno nacional, Juárez Celman se vio obligado a
renunciar el 6 de agosto. Esta demostró la falta de disciplina en el ejército. Además,
Juárez Celman cometió una serie de errores tácticos en el curso del conflicto. Partió de
la Capital el primer día, dejando a Roca, al vicepresidente Pellegrini y al ministro de
Guerra general Levalle al mando de la represión. Al hacerlo, Juárez Celman les
devolvió a Roca y Pellegrini el poder que tanto había maniobrado para quitarles durante
sus cuatro años en el gobierno. Después de la revolución, el presidente intentó organizar
un nuevo gabinete pidiéndoles apoyo sucesivamente a Roca, a los mitristas y a Dardo
Rocha. Sin embargo, no sólo nadie respondió al llamado, sino que Roca y Pellegrini le
pidieron la renuncia. Luego de la dimisión, el vicepresidente Pellegrini asumió el
gobierno y Juárez Celman se retiró de la vida pública.

La revolución de julio de 1890 y la renuncia de Juárez Celman abrieron un período de


incertidumbre en el panorama político, porque después de una década de dominación
por parte del PAN, la escena política se fragmentaba. La renuncia de Juárez Celman
convirtió la derrota militar de la UC en un triunfo político. Sin embargo, la UC estaba
formada por la unión de distintas facciones, cada una de las cuales tenía dirigentes y
adherentes propios y motivaciones diferentes y luego de la revolución, las distintas
facciones comenzaron a expresar distintas lecturas sobre la situación política
posjuarista, por lo que se generaron disputas internas. Los mitristas tuvieron algunos
beneficios concretos de la nueva prominencia que la UC alcanzó luego de la renuncia de
Juárez Celman. El presidente Pellegrini había nombrado a tres mitristas en su gabinete
como uno entre los muchos gestos conciliadores que el gobierno ofreció a la nueva
oposición.

Mientras los mitristas estaban dispuestos a aceptar los ofrecimientos del nuevo
gobierno, pronto quedó claro que el resto de la UC tomaba actitudes distintas.
Aristóbulo del Valle, representante de otra facción de la coalición, opinaba que la UC
debía mantener su papel opositor, él no quería otra revolución, pero la oposición tenía
que continuar firme. El buscaba convertir a la UC en un partido político que pueda
competir contra el PAN y para eso tenía que aprovechar la popularidad que les daba la
caída de Celman. Alem, el presidente de la UC se mostró profundamente insatisfecho
con el resultado de la revolución; no había llevado a la UC al gobierno ni había acabado
con el PAN. Por el contrario, dos de los hombres responsables de suprimir la
revolución, Levalle y Roca, estaban en el poder y frente a esto, realizó manifestaciones
contra el gobierno.

100
CURA, ANA.

Dentro de la UC las discrepancias se tradujeron tanto en luchas internas por apoderarse


de su dirección, como en una fervorosa competencia entre sus facciones por apropiarse
de espacios de poder en la vida pública. Los mitristas intentaron sin éxito desbancar a
Alem de la presidencia del partido, y mitristas, alemnistas y partidarios de Bernardo de
Irigoyen se agolparon a formar alianzas en nombre de la UC con grupos provinciales
que emergieron con gran rapidez y reclamaban unirse a la nueva agrupación para formar
una organización nacional.

El problema de la UC era que no tenía un líder, sino varios. Bartolomé Mitre, Leandro
Alem, Aristóbulo del Valle, Bernardo de Irigoyen, todos creían poseer credenciales
suficientes como para aspirar a la dirigencia del partido. el precario equilibrio de las
facciones dentro del partido indicaba que cualquier intento de imponer un liderazgo
amenazaría con la unidad de la coalición. Cuando luego de la revolución de julio la UC
se aprestaba a reorganizar sus filas, se decidió copiar el modelo norteamericano de
organización partidaria de comités y convenciones. El modelo no sólo ofrecía una
solución para elegir candidatos partidarios
dentro de una organización con grietas internas y con una variedad de liderazgos, sino
que además respondía a la creencia ampliamente compartida de que era tiempo de
legitimar las prácticas políticas en la Argentina y de romper con la tradición de partidos
personalizados. El estilo del "unicato", como se llamaba a la conducción juarista, era
ahora tan impopular como el mismo Juárez Celman ya que se lo culpaba de la reciente
crisis política y económica del país. En septiembre de 1890 la UC aprobó una Carta
Orgánica que establecía que la selección de los candidatos partidarios comenzaría en
convenciones seccionales, para pasar luego por convenciones por circunscripción y por
provincia hasta llegar a una Convención Nacional. A s vez, la nueva estructura contaría
también con un sistema de comités, nacionales, provinciales, encargados de la
administración del partido.

Luego de vencer fuertes resistencias internas fue aprobada la fórmula Mitre e Irigoyen.
Sin embargo, al mismo tiempo que era elegido candidato de la UC, Mitre, todavía en
Europa, contemplaba otras opciones. Retornó al país el 18 de marzo de 1891 y, dos días
después de su arribo, anunció públicamente que él y Roca habían celebrado un acuerdo
por el cual el PAN y la UC se presentarían juntos en la próxima elección presidencial.
La iniciativa de una coalición entre la UC y el PAN había provenido de Roca. Además
de reflejar su reconocida preferencia por cooptar a la oposición en lugar de competir con
ella, Roca tenía ahora fuertes motivos para evitar una competencia electoral con la UC.
Por un lado, por qué; Los gobernadores juaristas seguían en sus puestos y no mostraban
inclinación alguna a aceptar el retorno de Roca en el liderazgo del PAN. Por el
contrario, los gobernadores de Entre Ríos, Tucumán, Mendoza, Corrientes y La Rioja y
la facción iriondista en Santa Fe ya habían dado señas inequívocas de su preferencia de
unirse a la UC antes de convertirse en roquistas. Para noviembre de 1890, no contaba
más que con el apoyo de Santiago del Estero, el apoyo parcial de Córdoba y el de unas
pocas facciones roquistas dispersas por todo el país, lo que distaba de ser suficiente para
controlar el Colegio Electoral. La delicada situación financiera por la que atravesaba el
país constituía el segundo motivo por el que Roca buscó un acuerdo con Mitre.
101
CURA, ANA.

La Argentina estaba en un caos financiero, se estaba negociando con Londres la forma


de pago de la deuda que se acreditaba, y Roca estimaba que la delicada situación
económica demandaba evitar la agitación política que implicaría una elección
presidencial reñida. Y Mitre, por otro lado, dudaba de las posibilidades de éxito que
tenía la UC para competir con el PAN y, aun si ganaba las elecciones, de su capacidad
para actuar como un partido de gobierno. En mayo, un mes después de que el acuerdo
fue anunciado públicamente, Alem rompió con Mitre y la UC se dividió definitivamente
en dos grupos distintos: los "antiacuerdistas", pronto conocidos como radicales, y los
"acuerdistas" que formaron la Unión Cívica Nacional. La ruptura fue definitiva. Los
radicales, liderados por Alem y Bernardo de Irigoyen, organizaron su propia convención
partidaria en agosto y eligieron la fórmula presidencial Irigoyen-Garro. la mayoría de
los comités locales en la ciudad y provincia de Buenos Aires se unió a la UCN. En el
interior del país, los radicales tenían el apoyo de importantes facciones en Mendoza,
Catamarca y Córdoba, y de grupos menores en Tucumán, San Luis y Santa Fe. Además,
dentro del PAN, los roquistas se resistían a compartir puestos en las administraciones
públicas locales con sus antiguos rivales; en las filas del ejército tampoco estaba de
acuerdo con la unión. Frente a esto, en octubre, Roca y Mitre tuvieron que abandonar el
acuerdo.

“Un grupo de ex juaristas llamados modernistas", lanzó la fórmula Roque Sáenz Peña-
Manuel Pizarra para la próxima elección presidencial. Entre sus miembros estaban; Paul
Groussac, Roque Sáenz Peña, Miguel Cañé y el ex mitrista Lucio V. López, y contaban
con el apoyo de las provincias de Buenos aires, nos Aires, Santa Fe, Entre Ríos,
Corrientes, Córdoba, Santiago del Estero, Catamarca, Jujuy y Salta, es decir, con
mayoría en el Colegio Electoral. Mitre y roca reaccionaron, retomando el acuerdo, los
radicales fueron invitados a participar de la alianza, pero la rechazaron. Sin embargo, al
no poder detener a los modernitas, Roca y Pellegrini jugaron una última y desesperada
carta: a menos de dos meses de las elecciones, le ofrecieron a Luis Sáenz Peña, el padre
del candidato modernista, la candidatura presidencial, así; roque tuvo que retirar su
candidatura (arranco al toque roque). Luis Sáenz Peña fue elegido presidente en abril de
1892. Las elecciones fueron llevadas a cabo en una atmósfera de gran tensión. Pocos
días antes de la fecha de los comicios, el presidente Pellegrini declaró el estado de sitio
y ordenó el arresto de varios miembros de la UCR de la Capital y de las provincias,
incluyendo a Alem. Los radicales se declararon inocentes y, ante las medidas de
represión adoptadas por el gobierno, se abstuvieron de participar en las elecciones
presidenciales. El accionar contra los radicales fue criticado generalizadamente y le
proporcionó a la UCR sólidas bases para cuestionar la legitimidad del presidente Luis
Sáenz Peña.

LOS DIRIGENTES:

Cuando luego de la elección de Sáenz Peña se levantó el estado de sitio, los líderes
radicales comenzaron a reorganizar sus filas. (Radicales los llamaban los opositores

102
CURA, ANA.

porque era extremistas e intransigentes según ellos). La UCR argumentaba que su único
propósito era pedir lo elemental en materia de libertad y garantías electorales, pero, en
los tiempos que corrían, un objetivo tan sencillo y limitado era tildado de impertinente y
extremo.

Durante la etapa fundacional 1891-97, sus principales líderes fueron los presidentes del
partido Leandro Alem (1842-1896) y Bernardo de Irigoyen (1822-1906). La
personalidad de Alem marcó profundamente al radicalismo de los años noventa; era el
hombre que iba a dirigir la “salvación de la patria”. Su misión era la restauración de la
república. Sus primeros pasos en la política habían sido en el autonomismo de Adolfo
Alsina y, en 1878, en el Partido Republicano. En 1880, luego de su renombrado
discurso en la Legislatura en oposición a la federalización de Buenos Aires, Alem se
retiró de la vida pública para retornar en 1889 al frente de la UC.

Alem e Irigoyen mantuvieron una relación cordial, pero de poca intimidad. Eran muy
diferentes, Alem gozaba de los actos públicos multitudinarios, le gustaban la
confrontación, su obsesión por la política consumía su vida, y su mundo estaba dividido
entre amigos y enemigos. Irigoyen, en cambio, era de modales aprendidos, tenía un
aspecto conservador, mantenía relaciones de amistad o diálogo fluido con miembros de
todo el espectro político, y se había mostrado igualmente cómodo en el Partido
Autonomista, en las administraciones de Avellaneda y Roca, en el PAN, en los Partidos
Unidos, en la UC y ahora en la UCR.

Sin embargo, en su propio estilo, Irigoyen se convirtió durante los noventa en un


opositor al PAN tan peligroso como los más encendidos discursos de Alem. Su fortuna
personal financiaba el diario de la UCR, El Argentino, compró muchas de las armas que
empuñaron los partidarios en las revoluciones de 1893, y fomentó la organización de
ramificaciones del partido en las provincias. Su defensa de la lucha armada y su crítica
al gobierno desde el Senado nacional, si bien no tan implacables como las de Alem,
fueron igualmente enérgicas y desestabilizantes.

En cuanto a los demás dirigentes, todos eran profesionales, en su mayoría abogados,


terratenientes o periodistas. Tenía una composición poco heterogénea, aunque sus
miembros si habían tenido trayectorias políticas distintas, habían pertenecido al Partido
Autonomista, a Partidos Unidos, al PAN, al juarismo y a la Unión Católica. Además,
existía una diferencia generacional importante (20, 30, 40). Uno de los rasgos más
sobresalientes del Comité Nacional de la UCR era la falta de experiencia política de la
mayoría de sus miembros. Casi todas las figuras sobresalientes de la UC original se
habían alineado con Mitre, mientras que los miembros más jóvenes y los recién llegados
a la política se habían convertido en radicales. Solo 5 habían participado en las bancas
del gobierno, la mayoría no había jugado hasta entonces ningún rol significativo en la
vida pública.

Cuando estos políticos rechazaron el acuerdo Roca-Mitre en 1891 y fundaron la UCR,


uno de los motivos principales de la ruptura fue, indudablemente, la conveniencia
política. El acuerdo para las elecciones presidenciales de 1892 había sido negociado

103
CURA, ANA.

directamente entre Mitre y Roca, lo que relegaba al resto de la dirigencia de la UCR a


un papel secundario. Esto significaba que las gobernaciones, las bancas en el Congreso
y en las legislaturas, los puestos en la policía y en los directorios de los bancos
provinciales, así como los nombramientos en escuelas públicas y en la administración,
serían distribuidas primordialmente entre mitristas y roquistas, aunque esto solo no
explica su fundación.

LAS PALABRAS:

En el argentino (el periódico) los radicales decían que el PAN, se había adueñado de la
autoridad como si fuera propiedad exclusiva y de los dineros públicos y la palabra
corrupción fue una constante en su retórica. Esta tradición había sido fundada con la
Constitución de 1853 y consolidada durante las décadas del sesenta y setenta cuando,
según los radicales, el país había disfrutado de una sana competencia de los partidos
políticos y los ciudadanos participaban activamente en la vida pública, interrumpida en
el 80 cuando el PAN llegó al poder. El PAN era acusado de imponer en el país "nuevas
teorías y doctrinas malsanas". Una de ellas era la concepción "pragmática" de la
política. Esta concepción reducía a la política a una serie de transacciones destinadas a
evitar conflictos y confrontaciones abiertas.

Según los radicales, la priorización del orden y del progreso económico de la retórica
oficial incitaba a la desmovilización política ya que se aconsejaba al habitante que no se
inmiscuyera en los asuntos públicos y que se concentrara en su empresa privada. Para
los radicales, en cambio, sólo la competencia sana de los partidos políticos podía
mantener la vida cívica de los ciudadanos, y sólo a través del ejercicio de la virtud
cívica los hombres podían gozar de libertad. El PAN había ampliado las facultades del
presidente y esto debilitaba el poder legislativo, por las elecciones manipuladas y la
intervención del ejecutivo en las situaciones provinciales.

Los gobernadores, al no ser elegidos por el pueblo, necesitaban para mantenerse al


poder el apoyo, moral y material, del presidente. Así, el sistema federal definido por la
constitución se veía desvirtuado. Según la UCR, los gobernadores eran agentes políticos
del presidente. los radicales creían firmemente que su diagnóstico de la situación del
país justificaba el uso de la revolución para derrocar al gobierno, aunque su significado
de revolución era diferente al que consideramos hoy en día; el concepto era empleado
para designar restauración, es decir, el legítimo uso de la violencia para retornar al viejo
orden, la restauración de las costumbres y de la constitución (esto lo vimos con Daniela
espero que se acuerden, después de la revolución francesa empieza a significar cambios
profundos). Entonces el objetivo de los radicales no era llevar a cabo reformas dentro de
las instituciones existentes. Su objetivo se reducía a restringir aquellas áreas que podían
ser empleadas por el gobierno para sus propios fines políticos.

El PAN se defendía destacando los beneficios de la paz y el orden, en atemorizar al


lector con las perspectivas de los efectos de una guerra civil, y en declarar ilegítimo
todo acto revolucionario y, como tal, merecedor de la más enérgica represión del
gobierno, a través de su diario “la tribuna”. Para la UCR, los principios de orden y

104
CURA, ANA.

progreso que enorgullecían tanto al oficialismo eran una muestra más del decaimiento
que el país había sufrido durante los gobiernos del PAN. El dinero y el lujo
denunciaban, habían sido utilizados para corromper el sistema político y adormecer el
sentido de virtud cívica de los argentinos.

LAS ARMAS:

La Tribuna definió a la elección el 10 de enero de 1892 (la de Luis saenz peña)


como "el triunfo de las ideas conservadoras sobre el espíritu anárquico que cundía en la
opinión, y evitó los trastornos de la guerra civil y su cortejo de temibles males”, sin
embargo, no dio fin a la incertidumbre política como se esperaba, fue de hecho, la más
inestable del s XIX. La inestabilidad se debió en parte, al colapso del acuerdo Roca-
Mitre, el cual lo dejó sin base política. El carácter impredecible de Sáenz Peña alentó
una intensa competencia entre los partidos ya que todos se mostraban ansiosos por una
oportunidad de ejercer el poder.

En julio de 1893, durante uno de los frecuentes cambios ministeriales, y cuando se


estimaba que el presidente estaba a punto de renunciar, Sáenz Peña volvió a sorprender
cuando le pidió a Aristóbulo del Valle que formara un nuevo gabinete. Del valle, como
ministro de guerra, decidido a poner fin al uso de guardias provinciales con propósitos
políticos, ordenó el desarme de las provincias de Buenos Aires y de Corrientes,
anunciando que medidas similares se tomarían sucesivamente en las demás provincias.
Al mismo tiempo, su amigo y ministro de Finanzas Mariano Demaría, ordenó una
investigación en el Banco Hipotecario Provincial de Buenos Aires, y dejó conocer que
los otros bancos provinciales también serían investigados.

En noviembre de 1892, la UCR había llamado a una Convención Nacional en el teatro


Politeama de Buenos Aires, con la presencia de representantes de las provincias, para
discutir futuras estrategias. Al fin de la jornada Bernardo de Irigoyen dio a conocer que
la Convención de la UCR había decidido no reconocer la legitimidad del presidente
Sáenz Peña; que el partido mantenía los mismos principios enunciados en el acto
fundacional del Jardín Florida de septiembre de 1889; y que seguía defendiendo la
legitimidad de la acción revolucionaria. El anuncio significaba una declaración de
guerra al actual gobierno. Los planes revolucionarios de los radicales se aceleraron con
el nombramiento de Del Valle. Habiendo sido miembro de la vieja UC y conocido
antirroquista, los radicales estimaban que Del Valle simpatizaría con su causa.

El mes de julio fue de intensa actividad política en Buenos Aires, con una campaña para
elecciones en el Senado el 23 y una gran manifestación para celebrar el aniversario de la
revolución de 1890 a fin de mes. En medio de esta agitación, revoluciones radicales
estallaron simultáneamente en las provincias de Santa Fe, San Luis y Buenos Aires, en
los últimos días de julio. Cada una se diferenció de la otra; en santa fe, a falta de una
buena organización, los radicales aprovecharon el descontento contra el gobernador
Cafferata para conseguir rebeldes aliados. En buenos aires, el levantamiento fue dirigido
por Yrigoyen y desplego una organización notable; en lugar de concentrar sus fuerzas,
se dispersaron por toda la provincia dando ataques locales en casi todos los parlamentos.

105
CURA, ANA.

Las 3 fueron exitosas y los gobiernos radicales reemplazaron las viejas autoridades y
reorganizar el poder judicial y confeccionar padrones nuevos. En santa fe, además, se
investigaron políticas bancarias y ventas de tierras públicas que había hecho el
gobernador derrocado.

Mientras tanto, el gobierno nacional no tardó en reaccionar. Del Valle se vio obligado a
abandonar el gabinete luego de que, en el Congreso, el PAN, los modernistas y los
mitristas se unieron en su contra, y de que el presidente, en otro de sus giros
inesperados, también le retiró su apoyo. Además, el Congreso aprobó intervenciones
federales en las tres provincias convulsionadas. Luis Sáenz peña puso a Quintana en el
gabinete como reemplazo de del Valle, este ejecutó las intervenciones y convocó a la
guardia nacional, coloco al país bajo Estado de Sitio, prohibió la prensa proveniente de
la oposición. Si bien esto, no calmo los planes de una revolución de alcance nacional,
solo estallaron en las provincias de Corrientes (dividida entre un Norte autonomista y un
Sur mitrista, si bien se obtuvo apoyo de un ex miembro correntino de la UCN, la
intervención federal lo detuvo), Tucumán (lograron derrocar al gobernador, pero
Quintaba mandó un batallón hombres, que los hizo rendirse) y Santa Fe (fue liderada
por dirigentes porteños, entre ellos Alem. En este caso se nombró a Roca comandante
en jefe del ejército y le dio carta blanca para acabar con los levantamientos). Los
levantamientos de agosto y septiembre no fueron acompañados por tormentosas
proclamas, ni por una defensa pública de la legitimidad de la revolución, ni por la
virulenta retórica de El Argentino; por la censura a la prensa, la necesidad de actuar por
sorpresa y el hecho de que los altos mandos de la UCR estuvieran divididos sobre la
conveniencia de llevar a cabo esta segunda serie de alzamientos.

Las revoluciones de 1893 tuvieron consecuencias significativas. En el plano de la


política nacional, aceleraron la restauración del poder de Roca ya que los temores de un
colapso total del orden constitucional hicieron que roquistas y modernistas se
reunificaran para recuperar la supremacía política en cuestiones de Estado. El estallido
también sirvió para tranquilizar al gobierno sobre el nivel de disciplina interna en el
Ejército; las revoluciones habían demostrado que el descontento en el Ejército y la
Armada era mucho menor de lo que se había supuesto. La popularidad del partido en la
ciudad y provincia de Buenos Aires, lejos de verse disminuida como resultado de las
derrotas militares, se vio incrementada. La firme política que el ministro Quintana
desplegó contra los revolucionarios los dejó como víctimas de una persecución del
gobierno que tuvo el resultado de aumentar el número de simpatizantes del partido. La
UCR ganó las elecciones legislativas de 1894 en la ciudad de Buenos Aires en febrero
de ese año, y las de febrero y marzo de 1894 en la provincia de Buenos Aires. En
consecuencia, el partido radical logró por primera vez una significativa representación
en el Congreso.

LOS VOTOS

Considerando que era un partido nuevo y de oposición, sin el acceso a los recursos de
la administración pública y la policía, y que el sistema electoral de distrito único y de

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CURA, ANA.

lista completa discriminaba contra los partidos minoritarios, puede decirse que la
trayectoria electoral del partido fue significativamente exitosa. La UCR se convirtió en
una fuerza rival en las elecciones y el PAN y la UCN se vieron regularmente obligados
a formar coaliciones electorales en la ciudad de Buenos Aires, ya que de no hacerlo eran
derrotados por el partido radical. 1894 la UCR se llevó el 50% de los votos y se
mantuvo en esos porcentajes hasta 1898, desde allí declinó. En 1898, sólo una pequeña
fracción conducida por Bernardo de Irigoyen participó en las elecciones presidenciales
de ese año. La base del partido provino de los sectores sociales medios y altos; en ese
momento el estatus social no era un factor crucial en la determinación de las
preferencias políticas de los votantes porteños, solo en las décadas 1910-20 la relación
se volverá más acentuada, confirmando a la UCR como un partido que representaba
principalmente a los sectores medios.

La oposición parlamentaria

Si bien a lo largo de la década del noventa la UCR estuvo representada en el Congreso,


las sucesivas victorias electorales de 1894 y 1895 aumentaron a dieciséis el número de
bancas en la Cámara de Diputados, mientras que en el Senado Bernardo de Irigoyen era
el único representante del partido. Los representantes del partido radical introdujeron
seis de un total de 45 proyectos iniciados por miembros de la Cámara de Diputados en
1894, y doce de un total de 58 en 1895. El contenido de los proyectos radicales revela
un tema recurrente: apuntaban a restringir los instrumentos institucionales que podían
ser empleados por el gobierno nacional con fines políticos. Este era el objetivo detrás de
las propuestas para una mayor regulación de las intervenciones federales; para remover
al ejército nacional de las provincias y estacionarlo en las fronteras en épocas de paz;
para retirar los procesos a soldados implicados en levantamientos de la jurisdicción de
las cortes militares y colocarlos bajo jurisdicción civil; para mejorar el control de las
inscripciones en los padrones electorales; y para impedir que los miembros del
Congreso ocuparan simultáneamente algún otro cargo dentro del Poder Ejecutivo
nacional.

La única propuesta introducida por los radicales que recibió la aprobación final del
Congreso fue un proyecto de Leandro Alem para enmendar la Ley electoral vigente, el
cual se trataba de una reforma temporal para agilizar el procedimiento de la votación
durante los comicios y para facilitar el control de registros fraudulentos reduciendo la
cantidad de inscripciones en los padrones de 500 a 250 nombres por página. El gobierno
ya había introducido una Ley de reforma electoral más profunda, pero al ser postergado
su tratamiento para el año siguiente, se aprobó el proyecto de Alem como enmienda
temporal. El proyecto de Alem no obtuvo mucha repercusión pública. La que si la tuvo
fue la campaña de la UCR a favor del libre comercio que tuvo lugar a lo largo de 1894.

El fracaso de la experiencia revolucionaria, las políticas represivas del ministro


Quintana y el proceso de realineamiento interno que experimentaba el partido explican
el cambio de foco de su propaganda partidaria del ámbito institucional y político para
centrarse en lo económico. El partido radical había atacado el sistema bancario vigente

107
CURA, ANA.

y la intervención del Estado en la economía. En 1894 se debatiría en el congreso una


nueva ley de aduana. El PAN y los radicales defendieron sus respectivas posiciones
apelando a las mismas fuentes: la Constitución Nacional, la tradición económica del
país, principios generales de economía política, los ejemplos de países más
desarrollados y el sentido común.

Según los representantes radicales, la Constitución Nacional establecía que las tarifas
aduaneras cumplían exclusivamente la función de proveer ingresos para el Estado, pero
no podían aplicarse con el fin de proteger la industria nacional. El PAN, en cambio,
sostenía que la Constitución Nacional explícitamente incluía entre los fines del Estado
la promoción de la industria nacional y, por lo tanto, los impuestos aduaneros podían
emplearse para cubrir dicho objetivo. Los radicales señalaban que, desde la
independencia, el país había gozado de una tradición de liberalismo económico y que
los aranceles aduaneros introducidos por gobiernos precedentes habían sido medidas
excepcionales para proveer de fondos al Estado. El PAN, por su lado, apuntaba que el
reciente crecimiento económico experimentado en las regiones agrícolas había sido
posible gracias a las medidas proteccionistas adoptadas. Y mientras los radicales
señalaban los ejemplos de Inglaterra, Estados Unidos y Francia como potencias que
habían crecido al amparo de políticas de libre comercio, los representantes del PAN
argumentaban que estos países habían reducido sus barreras aduaneras sólo después de
muchos años de proteger sus industrias nacionales.

Mientras los contendientes se enfrentaban en las Cámaras del Congreso, los diarios se
ocupaban no sólo de transmitir al público los discursos de los diputados, sino también
de traducirlos en sus editoriales a un lenguaje más llano. Después de las largas y
tediosas sesiones de la cámara de diputados, donde se discutieron los aranceles de cada
producto, la atención del público se vio disminuida.

En la primavera de 1894, el Congreso fue escenario de un incidente entre el PAN y la


UCR: Irigoyen solicitó una interpelación al ministro Quintana para que explicase a la
Cámara las políticas de seguridad nacional impuestas en octubre de 1893 y mantenidas
a todo lo largo de 1894, cuando el país ya había recuperado la paz, la opinión pública se
inclinó en contra del ministro y su imagen pública quedó deteriorada. En enero de 1895,
se vio obligado a renunciar a su cargo con motivo de nuevos enfrentamientos en el
Congreso, esta vez protagonizados por el PAN. Arrastrado por la crisis resultante, el
presidente Sáenz Peña también presentó su renuncia. Esto afirmó el liderazgo de Roca
en el PAN y lo confirmó como el más probable candidato para 1898.

Las alianzas:

A fines del 94 la UCR entro en decadencia, producto del dilema entre sus dirigentes; el
partido se dividió entre los que privilegiaban un cambio, aspirando a que se abocara a la
competencia electoral y terminara con la retórica virulenta y el uso de armas y los que
se resistían a modificar sus principios. Se abandonó la defensa pública de la revolución
como medio legitimo para derrocar al gobierno; Ni en el Congreso ni a través de El
Argentino los radicales volvieron a defender el uso de la violencia y desviaron el

108
CURA, ANA.

discurso público de temas institucionales al ámbito económico. Estos conflictos


derivaron en un pobre desempeño electoral durante 1895-96, muchos radicales de las
provincias se sentían traicionados por el giro que había tomado el partido, porque se
había formado como un partido intransigente que no pactaba acuerdos.

Mientras que ganar espacios públicos a través de la competencia electoral era una
estrategia factible en la Capital y en la provincia de Buenos Aires, en el resto del país
las revoluciones seguían siendo el camino. Pero no se podía continuar una línea
revolucionaria sin el apoyo, militar, financiero y logístico de la capital o del comité
nacional. La UCR seguía sosteniendo el principio de no negociar, lo que en la práctica
implicaba que las ramas provinciales del partido no tenían acceso a los puestos públicos.

Decepcionados por la nueva política adoptada, muchos grupos provinciales de la UCR


fueron gradualmente abandonando las viejas banderas y pactaron acuerdos con los
partidos rivales. Para 1896, la UCR era prácticamente inexistente en La Rioja, Córdoba
y Corrientes; en Tucumán, Mendoza y Entre Ríos se encontraba profundamente dividida
(en las dos últimas provincias algunas de sus facciones se unieron al PAN); y en San
Luis y Santa Fe los radicales formaron coaliciones con la UCN. Solo continúo siendo
fuerte en Buenos Aires y en la capital, en las que empezaron a surgir grietas en 1895, y
aparecieron problemas de rebeldía desde los comités de base hacia las autoridades
partidarias. Esto repercutió negativamente sobre el desempeño electoral de la UCR en
la Capital, que perdió las elecciones de 1895 y 1896.

La UCR porteña experimentaba además fuertes dificultades financieras. Alem, que


había vivido una vida austera a base de contribuciones del Comité Nacional, se vio
obligado a ejercer su profesión de abogado, “el argentino” fue cerrado, porque el partido
no pudo financiar su impresión. Sin embargo, la UCR de la provincia de buenos aires,
bajo la conducción de Yrigoyen, quien había tomado la dirección del partido en la
provincia en 1892, después de la división de la UC, presentaba un cuadro diferente.
Yrigoyen manejaba los asuntos partidarios en la provincia con completa independencia
del Comité Nacional y del mismo Alem. Su popularidad y relevancia a nivel nacional se
acrecentó.

El 1° de julio Alem se quitó la vida, los motivos estipulados eran varios: su precaria
situación financiera, problemas de salud, su difícil relación con Hipólito Yrigoyen, un
asunto amoroso, el tumultuoso intercambio de cartas con Pellegrini por deudas de Alem
al Banco de la Provincia, la declinación de la UCR, la depresión por la muerte de su
amigo Aristóbulo del Valle a comienzos de ese año, etcétera. Otros vieron en este acto
una declaración política, ya que lo hizo públicamente. Su muerte acentuó las rivalidades
entre radicales de la capital y de la provincia de Bs As y esto hizo que se retrase el
llamado a una convención para designar a un nuevo presidente de la UCR. Luego de
vencer fuertes resistencias, una convención partidaria designó a Bernardo de Irigoyen
presidente de la UCR, y en su primer día, anunció la celebración de un acuerdo con la
UCN para que ambos concurrieran a las elecciones presidenciales y para gobernador de
la provincia de buenos aires.

109
CURA, ANA.

En la provincia los yrigoyenistas quedaban ubicados detrás de los mitristas en la


fórmula UCN-UCR y, en las negociaciones a nivel nacional, también quedaban
delegados a una posición secundaria ya que éstas se llevaban a cabo por Bernardo de
Irigoyen y el Comité Nacional, donde los yrigoyenistas contaban con escasa influencia.
Yrigoyen entonces, reaccionó y disolvió la estructura partidaria de la UCR de la
provincia de Buenos Aires, los representantes radicales en la Legislatura provincial
renunciaron a sus bancas, los comités locales fueron cerrados y se anunció que la UCR
no se presentaría a las próximas elecciones provinciales. En septiembre tuvo lugar una
acalorada reunión de la Convención radical en la cual Yrigoyen defendió su oposición
al pacto con la UCN, alegando que no se podía hacer un acuerdo porque anteriormente
se había opuesto. Aun así, el acuerdo se aprobó y los Yrigoyenistas fueron expulsados
del partido. Yrigoyen creía que sin el apoyo de la UCR de la provincia de BS AS, la
UCN abandonaría el pacto. Cuando el 5 de diciembre de 1897 finalmente tuvieron
lugar las reñidas elecciones para gobernador y vice de la provincia de Buenos Aires,
todas las facciones en pugna se presentaron por separado: la UCN, la UCR de Hipólito
Yrigoyen, la UCR de Bernardo de Irigoyen y dos facciones del PAN, una pellegrinista y
la otra roquista. Ninguno de los partidos obtuvo la mayoría y, luego de largas e intensas
negociaciones, Bernardo de Irigoyen asumió la gobernación secundada por los
pellegrinistas. Las dos facciones de la UCR nunca se reunificaron y la ruptura marca en
1897, el fin del periodo fundacional del partido.

REORGANIZACION, ABSTENCIÓN Y TRIUNFO:

La vida política estaba fragmentada, la victoria de Roca en reconstruir la coalición


nacional que lo llevo por 2da vez a la presidencia fue breve; en 1903 Carlos Pellegrini
abandonó el partido, por un conflicto con Roca un tiempo antes. En 1906 muere el
presidente, Quintana y lo sucede Figueroa Alcorta, quien buscó desmantelar los últimos
bastiones roquistas, principalmente la intervención federal y el fraude electoral,

La dirigencia radical original se dispersó en 1898 y la estructura partidaria se derrumbó.


Bernardo de Irigoyen ocupó la gobernación de la provincia de Buenos Aires (1898-
1902) y, durante su administración, los hipolistas fueron sus más enérgicos opositores.
La administración de Irigoyen sobrevivió gracias al apoyo de los pellegrinistas y del
gobierno nacional que en dos ocasiones recurrió a la intervención federal en la
provincia.

Hacia 1900, la mayoría de quienes habían sido los más cercanos amigos de Alem, y que
ahora apoyaban a Bernardo de Irigoyen, se encontró informalmente unida al Partido
Autonomista de la provincia de Buenos Aires. De la fusión entre el autonomismo y el
bernardismo o ex alemnismo resultó la formación de los Partidos Unidos en la provincia
bonaerense, que llevaron a Marcelino Ugarte a la gobernación (1902-1906). Otros
miembros de la UCR, como Pedro C. Molina, se unieron al Partido Republicano de
Emilio Mitre. Por su parte, Lisandro de la Torre, el joven líder de la revolución
santafecina de julio de 1893, después de abandonar el partido en 1897, fundó la Liga del
Sur, una organización política regional en la provincia de Santa Fe, este último se

110
CURA, ANA.

convirtió en uno de los protagonistas del partido demócrata progresista, el último


intento del PAN de organizar un frente político unificado.

El único sector que mantuvo su nombre fuero el e Yrigoyen y su círculo. La


reorganización partidaria comenzó el 26 de julio de 1903 con un acto conmemorativo de
la revolución de 1890, y se organizaron un comité en la capital y uno nacional en
febrero de 1904; Este último se conformó con representantes provinciales y logró atraer
al seno del partido a figuras de importancia, como Pedro C. Molina. Para la
reorganización Yrigoyen acudió a la simbología partidaria de la UCR original (Alem, la
revolución de 1890, para disimulando las tensiones que habían existido), en su lenguaje
se reiteraban las demandas por el retorno de los derechos y libertades garantizados por
la Constitución, y por la reconquista de la vida cívica y la austeridad democrática.
Además, invocaban el nombre de Alem y se construyeron monumentos a su figura.

Las nuevas revoluciones radicales estallaron finalmente el 4 de febrero de 1905 en


Buenos Aires, Rosario (los rebeldes se rindieron y sus jefes fueron apresados), Córdoba
(fue militar, con poco apoyo civil, los rebeldes derrotaron las fuerzas leales, formaron
un gobierno provisional, intentaron apresar a Roca, pero fallaron, el gobierno nacional
reaccionó y para evitar la lucha los rebeldes decidieron rendirse, además ya sabían de
los fracasos en rosario y BS AS.) y Mendoza (a diferencia de los demás lugares, el
gobierno no sospechaba de los planes revolucionarios, y si bien fue exitosa al principio,
el desenlace fue igual que en Córdoba). En la capital federal, los radicales se rindieron
porque el gobierno frustró su estrategia de conseguir apoyo rebelde de Bahía Blanca.

Las revoluciones de febrero de 1905, si bien derrotadas, dieron nueva fuerza a la


reorganización del partido. La UCR no participó activamente en la vida política hasta
1912, pero sus dirigentes construyeron una estructura partidaria organizada en comités
provinciales, capitalinos y nacionales.

A pesar de querer mantener la continuidad con la vieja UCR, hubo ciertos cambios en
esta reorganización, Yrigoyen a diferencia de Alem, evitaba el acto público los
discursos, y el evento multitudinario, por otro lado, creo una organización más estricta
que si tío. (A Yrigoyen le decían el general o el peludo jeje). Además, la UCR comenzó
a transitar un nuevo camino ideológico, a las acusaciones de corrupción, se sumaban
recriminaciones sobre un progreso insuficiente, acusaba al gobierno de haber
derrochado la riqueza del país y de someterlo a una gran deuda, al estancamiento
demográfico y a la ocupación no importante de Argentina en el concierto internacional.
Este cambio produjo gritas internas e incluso renuncias, como la de Pedro Molina. Otro
punto que la diferenció de su antecesora fue la abstención electoral; la cual argumentaba
la ausencia de garantías para una competencia limpia. Solo participaron después de que
Roque Sáenz Peña prometiera una reforma electoral. Las revoluciones de febrero de
1905, si bien derrotadas, dieron nueva fuerza a la reorganización del partido. La UCR
no participó activamente en la vida política hasta 1912, pero sus dirigentes construyeron
una estructura partidaria organizada en comités provinciales, capitalinos y nacionales.
Una vez aprobada la ley, participó en las elecciones presidenciales de 1916, y así se da

111
CURA, ANA.

el triunfo de Hipólito Yrigoyen y la UCR pasa de ser un partido opositor a ser el partido
en el gobierno.

CASTRO, MARTÍN. El ocaso de la república oligárquica. Poder, política y


reforma electoral 1898-1912. Buenos Aires, Edhasa, 2012. Introducción, Cap 6 y
conclusiones.

INTRODUCCIÓN:

La primera década del siglo 20 se caracterizó por un impulso reformista entre miembros
de los sectores dirigentes que, si bien dirigida principalmente a su atención a resolver
problemáticas propias de la llamada cuestión social, también se aventuraban asuntos del
área político electoral que descubrían un núcleo común en el debate del antiguo
problema de la representación ciudadana. Sectores de la élite política, miembros de la
burocracia estatal e intelectuales compartido, preocupaciones comunes en torno a cómo
proveer a la puesta para total de las herramientas institucionales necesarias para que les
restituyan el dinamismo perdido a expensas de una creciente oligarquización de la vida
política en manos de la profesión de la política. La dinámica interna del régimen
oligárquico durante la primera década del siglo 20 estaba lejos de estar sostenida por el
conflicto en torno al discurso reformista y mantendría, por el contrario, sus tradicionales
rangos basados en la permanencia de las lealtades con más facciosas que habían
acompañado de la Constitución de la máquina política.

En lo que concierne a los fundamentos de las reformas electorales, estos se sostenían


sobre las creencias en que una alternación en las reglas formales conlleva ejercicios de
ingeniería social y política diseñados para impactar sobre los patrones de competencia
partidaria, las lealtades partidarias, con el procesamiento de los clivajes sociales y la
representación política. La reforma de los sistemas electorales propone además un
campo de acción que no se reduce simplemente a la producción de votos en cargos
ejecutivos y parlamentarios y a concretar de manera efectiva la representación política,
sino que también en circunstancias determinadas procuraron cumplir el rol de remedio
político universal que la respuesta a cuestiones sociales más amplias, como la supresión
de la corrupción o la concreción del bien común.

El doble que en ciertos procesos de reforma la preocupación por la cuestión de la


nación, los debates intelectuales y parlamentarios en torno a las propuestas de reforma,
agregan una tensión persistente en la necesidad de liberar a los actos electorales de las
influencias del Ejecutivo, procurando aportar soluciones a los conflictos relacionados
con la definición de las reglas del juegos político.

El punto de partida de este libro es como la reconstrucción de las relaciones de poder y


de los cambios observados en las redes de amigos políticos establecidas entre 1898 y
1912 en el contexto de un proceso de fragmentación de los grupos dirigentes, buscando
apreciar: 1) Hasta qué punto el faccionalismo interno de la élite favoreció o

112
CURA, ANA.

comprometió a los intentos de democratizar el régimen político desde arriba; 2) Como


la oposición ejercida desde sectores de la élite política, conspiró contra la propuesta de
introducir cambios en la legislación electoral.

La historia de la extensión del derecho del sufragio es interpretada a la luz de un cierto


modelo europeo considerado como tipo ideal, caracterizado por una evolución gradual
sostenida por una serie de etapas de crecimiento que incluyen la ampliación paulatina de
los cuerpos electorales, la estandarización de las reglas que establecen las formas de
sufragio, el alcance de la ciudadanía política, la extensión del sufragio en toda la
población adulta como para culminar finalmente en la introducción de la representación
proporcional. La interpretación tradicional del proceso que llevaría a la adquisición de
un sistema de democratización política plena sostenía que el sistema político argentino
había experimentado una secuencia también progresiva: un régimen político restrictivo,
controlado por una oligarquía terrateniente sobre las bases de la corrupción electoral y
un fraude generalizado, no habría podido resistir la presión ejercida desde las fuerzas
sociales emergentes que habría forzado de los notables abrir las puertas del sistema
político con la sanción de la ley Sáenz Peña en 1912. Los sistemas políticos del siglo 19
aceptaron un concepto relativamente amplio de la ciudadanía política y se construyeron
sobre procedimientos electorales que no nacieron de una naturaleza necesariamente
restrictiva. En el caso argentino, la sanción de la ley electoral 8871 de 1912, que
establecía el sistema de lista incompleta, agregaba el carácter secreto y obligatorio, el
voto al ya existente sufragio universal masculino. Interpretaciones de la Ley Sáenz
Peña, que proporcionaba una perspectiva sociológica del proceso de reforma del
ordenamiento político conservador, describía estrategias de defensa adaptadas por una
élite ascendida por nuevos grupos sociales, que demandaba transformaciones en un
sistema político que no había mantenido al mismo ritmo de las adecuaciones al proceso
de modernización social experimentado en las décadas precedentes. Burócratas y
políticos que expresaba la voluntad reformista, una élite política progresista habrían
adoptado políticas inclusivas como parte del programa más amplio de modernización de
la sociedad Argentina. En años posteriores se han ofrecido lecturas alternativas que,
mientras tienen en cuenta ambas variables, también examina la dinámica interna del
régimen político y las estrategias adoptadas por los grupos reformistas que perseguía la
transformación de las reglas del juegos político y la modernización de las fuerzas
políticas conservadoras con el objetivo de mantener el control de las riendas del poder.

Se buscaba desentrañar los cambios en el alineamiento de las lealtades facciosas y la


incidencia de la fragmentación del partido dominante en el proceso de ampliación de los
contornos del de la competencia partidaria, poniendo en particular atención en aquellas
circunstancias en que la solidaridad de facciosas se resquebrajaban al golpe de
crecimiento de la intensidad de los conflictos. Intra élite coma y daba lugar a procesos
ambivalentes de apertura política como en 1902 y 1912. Se utiliza aquí el concepto de
élite política para referirnos a aquellos grupos e individuos que, en posiciones de capital
racional y político que los colocaban en condiciones de ejercer el poder, coma o que
estaban directamente involucrados en las luchas por el liderazgo político.
Investigaciones recientes han mostrado que un amplio espectro de sectores sociales
113
CURA, ANA.

participaban de la política electoral en el cambio de siglo y que la participación de la


sociedad civil también involucraba otras formas de expresión colectiva de las demandas
y opiniones políticas. Este trabajo argumenta que el conflicto político y la lucha de
facciones a finales del régimen. Conservador se articulaban, trabajosa y
contradictoriamente, con la práctica de las movilizaciones en las calles y con el proceso
de formación de la opinión pública coma, pero que estas prácticas se encontraban sus
límites en los conflictos facciosos en torno al Gobierno central y en la diversidad de las
modalidades políticas regionales.

Definido como una coalición de partidos provinciales débilmente estructurada, el PAN


constituía una poderosa máquina política que reunía a los partidos políticos provinciales
y que estimulaba la generación de vínculos estrechos entre el aparato estatal y el mismo
partido. Las transformaciones políticas de la década de 1880 introdujeron cambios en
los contornos de los grupos dirigentes al potenciar la conformación de una élite política
con bases de apoyo, principalmente en el interior del país, y da lugar a configuraciones
de poder que a la vez que canalizaba las tensiones provinciales y regionales, incentivan
el proceso de oligarquización de la vida política de las provincias. La participación de
grupos dominantes provinciales en las instituciones de la élite también contribuya a
superar su fragmentación regional y a potenciar las denominadas comunes que
colaboraban en la definición de los rangos nacionales de una élite.

La existencia de una clase terrateniente que había dominado los resortes de la política
Argentina del período. Estos estudios han asegurado que la posición predominante de
los estancieros en la sociedad no dependía de su relación con el Estado y han
cuestionado los análisis que retratan una permanente relación de armonía entre la clase
terrateniente y la élite política, dirigiendo la atención hacia las relaciones conflictivas
mantenidas entre los terratenientes pampeanos y el PAN. El PAN regule los conflictos
entre las élites provinciales, no constituyó un partido estructurado y bien organizado, y
el faccionalismo político fue una de las principales características definitorias. Este
faccionalismo político también se deriva de la ausencia de un sistema de partidos
competitivos, dando que la política facciosa funcionaba como un sustituto parcial de la
competencia partidaria.

La historia del pensamiento político como el término facción, ha estado habitualmente


asociado a una cierta connotación peyorativa. La política personalista fue ciertamente
una de las características de la política Argentina durante la República Oligárquica,
desde que los alineamientos políticos. Se encontraban en 1º importante, basado en la
lealtad de individuos ligados por incentivos y premios de carácter individual. El
concepto de facciones útil para explicar la dinámica interna de los grupos dirigentes,
dada la importancia de las camarillas en las redes personales de carácter clientelar que
se conformaban durante la competencia intra élite.

Que analiza como una creciente fragmentación de la élite política Argentina durante la
primera década del siglo 20, se entrelazó con la introducción de un discurso político
reformista al cual líderes políticos opositores recurrieron a fin de confrontar la máquina

114
CURA, ANA.

política roquista. Se argumenta que los alineamientos fundamentales y las rivalidades


facciosas durante el llamado régimen franquista no respondieron a la presencia de
conflictos ideológicos definitorios que funcionaban como ejes articuladores y que aún
miembros de la facción que expresaba su apoyo a favor del desmantelamiento de las
maquinarias políticas dominantes. Podía no necesariamente manifestarse favorables a la
introducción de una política de reforma electoral. Sostiene que el liderazgo ejercido por
julio argentino roca en la política nacional y la construcción de la máquina política
roquista contribuyeron a esbozar los contornos de las rivalidades facciosas y que
miembros de la élite provincial y políticas nacionales que se encontraban amenazados
por la marginación política y con dificultades en el acceso a la representación de los
cuerpos legislativos o las redes de patronazgo se encontraba en, de manera poco
sorprendente, entre los grupos con mayor probabilidad de unirse a las coaliciones
antiterroristas del 900. Explica las estrategias de los notables nacionales y provinciales
como concernidos por las redes en las que ellos se venían insertos y que proveía el
escenario y los recursos para sus síntomas de poder. Se intenta ofrecer una descripción
equilibrada la política que nos posibilite adentrarnos en el proceso de construcción del
poder en las provincias y de conformación de las coaliciones que aceptaba vinculación
entre los diferentes niveles, evitando la inclinación tradicional en la historiografía
política Argentina a priorizar casi exclusivamente a Buenos Aires y el litoral del país,
sin que por ello se pretenda perseguir la búsqueda de una reconstrucción completa de la
totalidad del universo faccioso de cada provincia.

Al examinar el faccionalismo de la élite durante la primera década del siglo pasado, se


busca aquí evaluar: 1) Hasta qué punto del proceso de apertura del régimen político fue
el resultado de compromisos y acuerdos en un complejo proceso de negociación entre
grupos de la élite; 2) La significancia de la resistencia de los políticos reformistas a la
reforma electoral y a cualquier redefinición de las reglas de juegos que habían recogido
las formas de la negociación política notabilidad en el cambio del siglo.

Examinar en qué medida intelectuales y políticos reformistas tomaron ventaja de las


divisiones facciosas que dividieron a la élite política desde 1910 para sancionar a un
proceso de reforma electoral, y cómo facciones de la élite se nutrieron de reformismo
político y social para enfrentar las consecuencias no deseadas del proceso de
modernización que, acompañado del crecimiento económico, empujando por las
economías exportadoras. Sí intenta explorar aquí como la reforma política y la
denominada cuestión nacional se entrelazaron en el Programa saenzpeñista de reforma
política, desde el momento en que, para algunos miembros de la élite política, la
reforma electoral podía adquirir un rol significativo en la construcción de una identidad
nacional y construir aportar elementos de coerción a una sociedad fragmentada.

Los contornos de un nuevo escenario de competencia partidaria, abierto un proceso de


institucionalización de la incertidumbre, necesariamente iban a dar lugar a un desafío
para la posición de los productores del sufragio en el sistema político, a la incorporación
de nuevos actores al juegos político y a una revisión de mecanismos de representación.
Esta última etiqueta encontrará un uso despreocupado entre aquellos políticos

115
CURA, ANA.

nacionales y provinciales que intentaban adaptarse a la declinación del poder roquista y


aceptar, al menos en el plano discursivo, la validez del programa reformista y la
necesidad de inclinarse entre las nuevas formas de producir representantes en los
cuerpos políticos.

CAPÍTULO 6: “REFORMA ELECTORAL Y FRAGMENTACIÓN DE LA


ELITE POLÍTICA A FINALES DEL ORDEN ROQUISTA: CATÓLICOS E
INTELECTUALES EN LA FORMACIÓN DE LA UNIÓN NACIONAL, 1909-
1912”:

La candidatura de Sáenz Peña logrará consagrar un vasto abanico de facciones que


competían sus críticas al ordenamiento político del país, encarnado en la figura del
general roca.

Reformismo, católicos y la Unión nacional: En 1910, las élites gobernantes subrayaban


la transformación positiva aportadas por el crecimiento económico basado en la
fertilidad de las pampas. En contraposición a la relativa calma de la campaña, durante la
primera década del siglo 20, las tensiones que cruzaban el mundo urbano provocaría en
cambio las preocupaciones del empresario manufacturero urbano. Los estancieros de la
provincia de Buenos Aires no pusieron en riesgo el control del Estado por parte de
políticos profesionales, creó una situación en el cual los gobiernos nacionales desde la
década de 1880 adoptaron políticas económicas que favorecían en general los intereses
de los terratenientes, sin por eso, renunciar a su relativa autonomía. En un contexto de
prosperidad, y sin amenazas en el interior para el desarrollo de la economía rural, un
papel menos dinámico de parte del Estado como responsable del cimiento daba marco a
los experimentos del ruralismo político, el cual, no consiguió captar el apoyo amplio y
sostenido de los terratenientes a las críticas dirigidas al universo político oligárquico

Miembros de la burocracia estatal y de la élite política argumentaban a favor de la


construcción de una identidad nacional común forjada a través de la difusión de mitos
nacionales y símbolos. Los logros del proceso de modernización, con los temores frente
a los efectos de la inmigración masiva como el denominado como político, y una
percepción de amenazas de desintegración social, reflejo de esta particular coyuntura,
era la ley de defensa social de 1910, represiva respuesta dirigida a tener el conflicto
social, pero también la sanción de una ley electoral en 1912 que se encontraba en la
línea del optimismo reformista de Roque Sáenz Peña.

Los legisladores nacionales habían comenzado a demostrar su interés por problemáticas


tales como la cuestión social y la reforma política. La reforma política saenzpeñista no
parecía diseñada como una respuesta al conflicto social, sino más bien como una forma
de responder a una sociedad profundamente transformada por la inmigración masiva y
como parte de un programa más amplio que incluya la educación patriótica y la
conscripción militar. La reforma política también buscaba terminar con la regresión
oligárquica representada en el régimen político establecido en 1890, en el cual el Estado
parecía ser más un parásito que un instrumento político de la sociedad. Sáenz Peña

116
CURA, ANA.

insistía en que su objetivo no constituía simplemente en terminar con el roquismo, sino


también en transformar las prácticas políticas.

Existía así un consenso en que cualquier transformación futura en el sistema político


debía provocar el fin de la llamada política del acuerdo, dado que este enfoque
conciliatorio había favorecido la formación de un sistema partidario es virtualmente
inexistente, y exacerbando las prácticas personalistas. Sáenz Peña también consideraba
que era el tiempo indicado para llevar adelante una reforma electoral al interpretar que
no existía riesgo alguno de que las clases subalternas dieran lugar a disturbios sociales
extendidos. De acuerdo con esto Peña, quien seguía en buena medida las líneas
fundamentales de la opinión de Pellegrini después del cambio de siglo, no existe otra
solución frente a los Gobiernos electores que las elecciones libres.

La coalición saenzpeñista, se conformaba como una alianza, una variada grupos


antiterroristas y en parte representaba el regreso a la vida política de dirigentes que
habían quedado marginados durante la era del predominio Roquita. La presión del
Gobierno nacional sobre los gobernadores del interior fue decisivo a la hora de asegurar
el triunfo de la candidatura de Sáenz Peña en la elección presidencial del 13 de marzo
de 1910.

La formación de la Unión nacional como la Presidencia Figueroa Alcorta representaron


para muchos una oportunidad de un regreso a la política bajo el resguardo de la manta
protectora de un amplio ante roquismo. Antiguo juristas se unieron al partido
Autonomista y apoyaron la candidatura de Sáenz Peña. Entre los grupos que sean, Peña
creyó, debía ser incorporado una amplia coalición antiterrorista se encontraba en los
políticos católicos, junto a otros grupos como los estudiantes universitarios y los
representantes de la industria y el comercio nacional será esta apertura samperista hacia
sectores no tradicionales del juegos político conservador y la conformación de la Unión
nacional en 1909, las que brindaría a los notables católicos la opinión de acceder a una
cierta influencia política y, posteriormente, a posiciones de relevancia durante el breve
período de Sáenz Peña al frente de la Presidencia.

Argentina en los conflictos que enfrentaría a la Iglesia católica y al Estado,


especialmente durante la década de 1880, se manifestaría como signo de un proceso de
progresiva separación de esferas de influencia en un contexto, observado en ambos
actores, descentralización de la autoridad y de racionalización administrativa. La
sanción de una serie de reformas legislativas entre 1881 y 1888, entre ellas la ley de
enseñanza laica, y la ley de matrimonio civil, también constituye una forma de
consolidar la supremacía del Estado nacional, el cual, de acuerdo con Delfino Gallo, no
podía acceder ante el poder de los papas. La separación de la esfera civil y religiosa y la
laicización del Estado permanecería encabada, lo que lleva, lo que lleva necesaria a
reconsiderar la imagen simplista, homogénea, élite, liberal, anticlerical, poniendo sitio a
la oposición de la Iglesia católica.

La Unión católica fue fundada en 1884, constituida con el fin de combatir el liberalismo
anticlerical, como consecuencia directa del deliberaciones del Congreso católico de

117
CURA, ANA.

1884 y que reflejaría los esfuerzos militantes de la dirigencia católica por unificar las
participaciones políticas de los católicos dispersos en diversas facciones. La Unión
católica no podrá consolidar su posición como partido católico, no lograron unificar a
los notables católicos dispersos en las diversas facciones y se verá perjudicada por la
paulatina disminución en importancia de la cuestión religiosa. El ingreso de los notables
católicos, una coalición electoral opositora, el predominio roquista los acercaba a los
sectores liberales de la élite política opositora, introducida a tensiones y conflictos en el
mismo campo católico. Las formas que asume la participación de los católicos en la
política facciosa del orden conservador de la década de 1880 y 1890, ya pronunciaron
problemas persistentes de largo alcance.

A partir de 1902, en parte como consecuencia de los debates parlamentarios sobre un


proyecto de ley de divorcio y de separación de la Iglesia y el Estado, la prensa y
dirigencia católica expresaría una creciente preocupación acerca de las consecuencias
negativas de la dispersión de los católicos en diferentes facciones políticas, en particular
frente al peligro de la cohesión organizativa del socialismo en el campo político. El
proceso de la formación de la UP se da dentro del marco referencial de un creciente
debate sobre la vida política que venía ganando espacio en los círculos católicos, debate
que asumía las formas de crítica a las maquinarias políticas partidarias, una
interpretación del favorable de las consecuencias generadas por la intervención de los
denominados políticos profesionales y un rechazo hacia la práctica de abstención
electoral aun cuando no se buscará de manera explícita constituir un partido político de
naturaleza católica, la UP surgió fundar por miembro de la Asociación católica de
Buenos Aires, su red política está basada en las parroquias porteñas y se beneficiaban
del aporte de miembros de los círculos católicos de obreros. En 1909, el Comité de la
Unión Patriótica había decidido posar la candidatura de Sáenz Peña y construir, con el
apoyo de los católicos, a sus planes de llegar a la primera magistratura.

La decisión de Sáenz Peña de incorporar a Victorino de la Plaza en la Fórmula


presidencial generaría resistencias en un arco diversos actores, no solo entre la élite del
interior, preocupados por mantener políticas proteccionistas o políticos bonaerenses que
postulaban al político católico Manuel De Iriondo como candidato a vicepresidente, sino
también entre los mismos notables católicos preocupados por las credenciales liberales
De la Plaza, considerado por el diario católico el pueblo como un enemigo sistemático
de los católicos.

Los católicos participaron de la Unión nacional como un instrumento para terminar con
un sistema político dominado por el roquista PAN, el cual había dejado poco espacio de
maniobra a aquellos grupos que habían rechazado el predominio de roca y que, además,
no tenía una fuerte presencia en el interior del país. Los católicos apoyará la reforma
electoral, porque esperaban que cambios en la legislación electoral pudieran erosionar el
control electoral ejercido por las oligarquías provinciales, y provocar una apertura del
sistema político y destruir el caudillaje y el espíritu de la facción.

118
CURA, ANA.

Intelectuales coma la cuestión nacional y el programa Samperista: En la concepción


de Sáenz Peña, el establecimiento del voto obligatorio debía darse como parte del único
programa, el cual también incluiría la educación pública y el servicio militar obligatorio,
que Argentinizaría a la sociedad. Durante los debates en el Congreso en 1896 iba a
quedar expuesta no solo la confrontación entre diversas concepciones de identidad
nacional, sino también las preocupaciones de los grupos de intelectuales y políticos que
buscaban reforzar el control de la escuela como herramienta legítima para argentinizar a
los alumnos. La cuestión de cómo integrar al masivo número de inmigrantes dentro de
la sociedad Argentina y de cómo reducir el impacto del cosmopolitismo constituyó el
centro del debate político e intelectual del cambio de siglo. Aunque había un cierto
consenso, en las elites argentinas de que una heterogénea sociedad requería de políticas
activas para construir una identidad nacional, algunos intelectuales se encontraban
temerosos de avances del igualitarismo y la participación de las clases bajas en la
política.

Desde este punto de vista, el discurso racial y las preocupaciones acerca del rol de las
masas en la sociedad Argentina impulsaron la sanción de la legislación social, por
ejemplo, el descanso dominical, la regulación de las condiciones en trabajo de mujeres y
niños y el seguro contra accidentes de trabajo en la industria, y permearon el discurso
político.

Aunque sea rechazado, una política exterior nacionalista, y, todavía se manifestó a favor
de una política de Defensa Nacional y expresaba su preocupación por la debilidad
interna que las compañías extranjeras. Inmigración masiva podría provocar la situación
relativa a Argentina. La reforma electoral y la cuestión nacional formada claramente un
único entramado en el programa político de Sáenz Peña, presentando en agosto de 1909,
en el cual éste proponía 3 principales herramientas para solucionar la cuestión nacional:
la educación pública, la conscripción militar y el voto obligatorio. Sáenz Peña
buscaba reforzar la identidad nacional y defender a la población Argentina nativa contra
la influencia negativa de la inmigración, el problema saenzpeñista intentaba argentinizar
a los hijos de inmigrantes y fortalecer la posición de la población nativa en la sociedad.
Para Sáenz Peña, una élite política renovada se encontraría en condiciones de impulsar
iniciativas encaminadas a la construcción del Estado y de la nación a través de una
firme política exterior, una educación nacionalista, al servicio militar obligatorio y el
voto obligatorio. El Fomento de la educación pública y el servicio militar obligatorio,
como parte de un único programa de argentinizar a la sociedad, contribuía a dar
consistencia a los vínculos entre los intelectuales nacionalistas y el saenzpeñismo.

Sáenz Peña creía que las campañas patrióticas en las escuelas podrían ser armas
decisivas contra el cosmopolitismo, y podían eventualmente ayudar a forjar a los
argentinos. El candidato presidencial expresado su preocupación ante una situación en
la que los ciudadanos extranjeros poseían el 70% de las industrias y de las compañías
comerciales y la población nativa asumía las formas de un Ejército de empleados sin
aspiración y energía más que cualquier proteccionismo económico, el candidato
antiroquista proporcionaba la inclusión de empresarios nacionales en la coalición y

119
CURA, ANA.

promovería su participación en la política nacional, entendida como un puente entre la


sociedad y el Estado. Además de lo que este involucramiento podía significar en
términos de la cuestión nacional, Sáenz Peña también implicaba una disminución de la
influencia de aquellos a los que describía como los profesionales de la política. Lejos de
criticar el sufragio universal, Sáenz Peña lo concebía como una herramienta útil para
demoler el régimen franquista y disminuir la influencia electoral de los políticos
profesionales.

Para Sáenz Peña la reforma electoral tenía, por un lado, que contribuir a resolver la
cuestión nacional y, por el otro, conducirá fundamentales transformaciones en el
sistema político: el final de las prácticas políticas fraudulentas, la creación de un
electorado y, finalmente, la conformación de una nueva élite política, o al menos coma
la transformación de la vieja élite política a través de la inclusión de aquellos que habían
sido marginados durante la era roquista temores de conflicto social fueron raramente
expresados durante el debate del proyecto de reforma a la ley electoral elevado por el
Gobierno de Sáenz Peña. Para Sáenz Peña, el Estado debía intervenir para prevenir que
el socialismo se extendiera y la élite política tenía que asumir como propias algunas de
las metas socialistas e incluir en algunos programas de legislación social. Para Sáenz
Peña no había contradicción entre sus políticas, definidas como conservadoras, y la
reforma social.

La influencia del Positivismo y los intentos de reforzar los ejecutivos nacionales habría
debilitado las creencias liberales clásicas y provocado la emergencia de nuevos liberales
o liberales conservadores. La preocupación de saenzpeñista acerca de la defensa del
orden social estaba claramente ilustrada por su apoyo a la ley de residencia. Sáenz Peña
Creía que las elecciones libres y la terminación de las prácticas electorales fraudulentas
representaría el final de la política personalista y el clientelismo, y se llevaría la
formación de partidos políticos orgánicos. Las expectativas, que rondaron las posibles
consecuencias de la llamada ley Sáenz Peña de 1912, no fueron diferentes de aquella
inducidos en otros contextos en los cuales sufragio universal había pasado, encarnar y
representar mucho más que un simple técnica de Poder Popular.

La ley Sáenz Peña busca provocar tanto una redistribución de poder dentro de la élite
política como la caída de las redes de caudillismo políticos locales, y, por ende, la caída
del roquismo. La reforma electoral no perseguía una fundamental de redistribución del
poder, si este concepto se definía como una redistribución del poder político en
beneficio de una nueva y ascendente clase social, pero si se perseguía una nueva
distribución del poder dentro de la élite política, dado que se proponía provocar el fin
del predominio político de la facción roquista y de sus políticos profesionales.

El realineamiento de las fuerzas conservadoras y la sanción de la nueva ley electoral:


1910 presenta un nuevo pico de activismo en los sectores obreros, con un aumento en el
número de huelgas e intensificación de las organizaciones de los sindicatos. En 1909,
anarquistas y socialistas habían llamado a una huelga general en repudio de la muerte de
obreros anarquistas a manos de la policía en mayo de ese año. En mayo de 1910, los

120
CURA, ANA.

anarquistas decidieron convocar a una huelga general contra la ley de residencia, esto
dio como coincidencia con las celebraciones del centenario. La secuencia general fue: el
asesinato del jefe de la policía de la Capital Federal, una explosión en el teatro Colón,
dio forma a los contornos de un escenario que condujo a una directa represión,
deportación, y, finalmente a la sanción de la ley de defensa social en 1910.

Presencia de un fuerte liderazgo ejercido por el Presidente y ante la dispersión de la


estructura del PAN, que había dado alguna forma de organización en los diferentes
partidos provinciales, entre 1910 y 1912. El universo de facciones y grupos políticos
apareció más fragmentado. Sáenz Peña anunció su decisión de evitar cualquier
involucramiento en la política partidaria, fundamentando esta posición en el principio de
que la oficina presidencial debía estar por encima de la política partidaria. Esta
resolución ocasionó diferentes consecuencias:

 provocó una profunda crisis en la Unión nacional, cuyos políticos tenían la


esperanza de transformar esta coalición en el nuevo partido oficial;

 Implica una completa ruptura con la política tradicional basada en los acuerdos
entre máquinas políticas provinciales y el Presidente;

 el rechazo presidencial de confiaren, el tradicional apoyo de las máquinas


políticas, potenció una inicial de una inicial debilidad del Gobierno nacional en
su relación con la oposición en el Congreso y con los Gobiernos provinciales
adversos.

Para finales de 1910, solamente el Partido Radical había establecido una estructura
nacional y una red de comités a nivel local en cada provincia. Parece evidente que el
partido que dominó el país durante 30 años y se llamó PAN y roquita se demostrada
incapacidad de mantener su organización flexible, una situación que eventualmente
debilitaría la resistencia del programa electoral saenzpeñista. Para el Ministro británico
en Buenos Aires, 1909 había sido el año de la desaparición del partido roquista y, según
observaba como los partidos políticos, habían convergido en 3 estructuras partidarias:
La Unión Cívica coma la Unión Nacional y el Partido Radical.

Prefería jugar la carta de la reforma electoral y asumir la bandera de un liderazgo


nacional sobre la política partidaria antes de asumir el rol de líder partidario. Para los
caudillos locales y máquinas políticas cuya razón de ser era la obtención del Patronato a
través del control de los cargos políticos como la reforma electoral, podría significar una
seria amenaza. Sáenz Peña había prometido poner fin al predominio de los políticos
profesionales y permitir el regreso de miembros de la élite social a la política electoral.

La elección de Sáenz Peña como presidente provocaría, recomienda rendimientos de


variada importancia en los que los gobernadores provinciales y van a procurar producir
la estrategia tradicional de solicitar el poder presidencial de árbitro a fin de solucionar
las disputas entre los grupos dominantes locales. La decisión de Sáenz Peña de evitar

121
CURA, ANA.

cualquier intervención en la política partidaria había provocado una extendida


perplejidad entre los políticos provinciales en el interior del país.

El Ministro de Interior, Indalecio Gómez, Viajaría a la plata para negociar el apoyo de


los diputados bonaerenses al proyecto de reforma electoral que propone relacionar el
nuevo censo electoral con la lista de inscripción militar. La estrategia de Sáenz Peña
también significaba que las facciones conservadoras no podían esperar, ayuda alguna de
parte del Gobierno central en el Gobierno de construir un Partido Nacional, carencia
esta que revelará toda su importancia una vez sancionada la nueva ley.

El Gobierno nacional elevaría, en este sentido, 3 proyectos de Legislación a


consideración del Congreso:

 en diciembre de 1910 envió un proyecto que proponía el establecimiento de un


nuevo registro local basado en los listados de la conscripción militar. Una vez
aprobado este primer proyecto, en julio de 1911, el nuevo registro sería
establecido.

 En la segunda mitad de 1911, el Ejecutivo nacional elevaría al Congreso otro


proyecto que buscaba la instauración del voto secreto y obligatorio, acompañado
por otro que proponía establecer la lista incompleta como sistema electoral que
asegurará la representación de los grupos políticos minoritarios. De esta manera,
de acuerdo con la Ley 8871, el partido que ganaba una elección se llevaba dos
tercios de la banca, en tanto que el segundo partido más votado se quedaba con
el tercio restante.

Los legisladores que componían la oposición, figueroista y Autonomista en el


Congreso, buscarían hacer descarrilar el programa político reformista a través de la
implementación de 2 estrategias diferentes:

 Primero, diputados y senadores opositores al proyecto, procuran impedir la


sanción de la reforma electoral, o, al menos, intentarían retrasar su sanción a fin
de que las elecciones nacionales de marzo de 1912 se llevarán adelante bajo la
antigua legislación electoral.

 En segundo lugar, buscaría sancionar una ley que regulará la autoridad del Poder
Ejecutivo nacional, decretar intervenciones federales cuando el Congreso se
encontrará en receso, como una forma de impedir la caída de gobernadores
provinciales y la elección del Gobierno saenzpeñista.

La participación del Ministro de Interiores en los debates parlamentarios y la propia


presión de Sáenz Peña sobre los legisladores sería decisiva para la atención del proyecto
de ley electoral, en un proceso enrarecido por la decisión de la Cámara de Diputados de
rechazar la cláusula que establecía al voto obligatorio.

De acuerdo con el Ministro de Obras Públicas, estas elecciones revelaban el escaso


favor popular tradicionales en la política y dejaban evidencia que la oposición política

122
CURA, ANA.

contaba con chances de alcanzar el éxito electoral si se garantizaba elecciones


transparentes. Las elecciones de 1913 y 1914, que confirmaba una tendencia a favor de
los nuevos partidos políticos como el socialismo y el radical, no hicieron más que
incrementar los temores y la incertidumbre entre las facciones conservadoras. Los éxitos
electorales de los radicales se varían, los políticos conservadores a perseguir la
conformación de un Partido Nacional único. Algunos intelectuales y miembros de la
élite política dudaban sobre las reales beneficios de una ley electoral cuyo cumplimiento
depende de la fe electoral que mostrarán los gobiernos y facciones electorales.

La salud de Sáenz Peña se deterioró rápidamente, situación que llevó a que Victorino de
la plaza ocupará la Presidencia de manera permanente a partir de octubre de 1913. Las
facciones conservadoras sabían tradicionalmente confiando en la dirección y asistencia
del Gobierno central. Sáenz Peña se mostraría renuente a ejercer semejante rol de la
Presidencia. Esta actitud desde el Gobierno central y la instauración de un nuevo
sistema electoral iba a introducir cambios fundamentales en la forma en que las
facciones conservadoras concurrían a conformar agrupaciones y provocaría un mayor
fragmentación en el universo conservador y una proporción a discutir el alcance de los
beneficios del nuevo sistema electoral y la aplicación del sufragio universal. La
denominada Ley Sáenz Peña había contribuido de manera decisiva a la destrucción de
un sistema político basado en la existencia de un partido dominante, que incorporaba
partidos provinciales en un Partido Nacional, gracias en parte a la influencia del
patronazgo ejercido por el Gobierno central especialmente el Partido Radical,
demostraría su habilidad para penetrar en las provincias del interior, vinculando grupos
políticos regionales con la estructura de un Partido Nacional que respondería a un
liderazgo nacional unificado. En diciembre de 1914, la Liga del Sur y una variedad de
diferentes facciones conservadoras convinieron conformar un partido político que puede
ir a prevenir un posible triunfo radical en las elecciones presidenciales. De esta manera
se dio la formación de un nuevo partido político que recibiría el nombre de Partido
Demócrata Progresista. Pronto quedaría en evidencia las dificultades que encontraría en
estos políticos conservadores en alcanzar un consenso en torno a las características
principales de la estructura partidaria: Algunos favorecía la conformación de un partido
estructurado y disciplinado que contará con un programa político definido; Otros se
mostraban partidarios de una perspectiva más pragmática, prefiriendo un partido basado
en la capacidad tradicional de los Gobiernos provinciales que, suponían, controlaban un
número decisivo de representantes en los colegios electorales.

A comienzos de 1916, Benito Villanueva y un grupo de senadores abandonarían el PDP


debilitando con ella la campaña presidencial del partido. Lisandro de la torre, ex líder de
la Liga del Sur y candidato presidencial del PDP, Denunciaría el Plan Pergeñado por De
la Plaza con el objeto de erosionar la estructura organizativa del PDP y desestabilizar
aquellos Gobiernos provinciales que apoyaban la candidatura del político rosarino.
Entre 1904 y 1916 había podido seguir controlando las riendas del poder, porque se
había encontrado enfrentadas a un partido político revolucionario que adoptará una
política de abstención electoral. En 1916, por el contrario, este partido político coma la

123
CURA, ANA.

UCR organizaba sus fuerzas para disputar la Presidencia en las urnas con posibilidades
de éxito.

CONCLUSIÓN:

El faccionalismo político observado en la élite política en la primera década del siglo 20


estaba lejos de ser un fenómeno nuevo o específico del cambio del siglo, sino que más
bien constituye una característica estructural y, como tal, permanente de la política
Argentina, ciertamente, desde el establecimiento de las bases del ordenamiento político
de la República Oligárquica en la década de 1880. El establecimiento de una máquina
política roquista y el rol central del liderazgo de julio argentino roca en la política
nacional dado formas y contiendas a las disputas facciosas al general alineamientos que
tendían a expresar la aceptación o resistencia liderados croquistas y conducir
crecientemente en la primera década del siglo a la conformación de coaliciones de
grupos o facciones opositor construidas sobre el sustento de la lealtades antiroquistas. El
comienzo del nuevo siglo, el surgimiento de nuevas coaliciones de poder se daría sobre
el telón de fondo de la decadencia del PAN, que se advertirá, por diversas
circunstancias, en el impedimento de los ejecutivos nacionales en constituir ligas de
gobernadores que, dentro de la manta protectora del PAN, sostuvieran la candidatura
favorecida los mecanismos de reclutamiento y los apoyos provinciales a los candidatos
presidenciales parecía diferenciarse del período anterior. Si se presta atención al papel
desempeñado por los gobernadores durante la Convención, o si se observa la
Constitución de configuraciones de poder en las que la influencia política del Presidente
es clave en la sucesión presidencial, cómo tiene lugar al final de la Presidencia Figueroa
Alcorta.

Sería la crisis política de 1901 la que abriría las compuertas del cambio político, dando
origen a una coyuntura más favorable para el debate sobre la necesidad de introducir
modificaciones a la legislación electoral y sobre los alcances de la representación de los
opositores políticos. Aunque la crisis política de 1901 1902 debilitó la influencia de roca
en la política nacional, la endeble naturaleza de las redes pelegrinista de amigos
políticos en las provincias del interior beneficio a roca, quién puede mantener un
relativo control sobre el Partido Nacional sectores de los círculos intelectuales y
miembros de la élite política y social advertían sobre lo que percibía como signo de una
oligarquización del sistema político desde la década de 1890 y enfatizaba la necesidad
de encarar un proceso de regeneración o reacción que, originándose, favoreciendo desde
el seno de la élite gobernante, puedes llevar adelante la renovación del ordenamiento
político, la conclusión de las prácticas oligárquicas y el regreso de la competencia
partidaria, que habría existido, de acuerdo a diversos relatos de publicistas y
formadores, con anterioridad a la década de 1880. Sería las políticas de realineamiento
facciosa y la presión del Ejecutivo sobre las parlamentos los que funcionaban como
catalizadores en el corto plazo y darían el marco a la modificación de la legislación
electoral, a pesar de la ausencia de un compromiso extendido entre los grupos dirigentes
que acompañe la sanción de la propuesta de la reforma.

124
CURA, ANA.

Es indudable que el reformismo electoral y la cuestión social figuraba de manera


relevante entre los principales temas del debate político y parlamentario, y una rápida
mirada de la correspondencia entre amigos políticos que en el 900 nos advierte de la
importancia de la acumulación de capital político, recursos relacionales y de patronazgo
en las formas de hacer política de finales del orden conservador y subraya las
preocupaciones inmediatas de la construcción del poder de parte de los políticos
profesionales.

La ley electoral de 1905 no hacía más que reflejar la incapacidad del Gobierno de
Manuel Quintana de introducir descripciones en los mecanismos de los Gobiernos
electores y demostraban las interacciones de los grupos dirigentes provinciales de
mantener las líneas fundamentales del funcionamiento de la vida política de las
provincias. La Presidencia a Manuel Quintana y, en particular, de Figueroa Alcorta
significaron no solo el fin de una era en la cual la competencia partidaria había sido
controlada por el PAN, sino también una redefinición de las relaciones entre las élites
provinciales y el Gobierno central, dado que el partido dominante dejaba regular los
conflictos entre la élite provincial y la unidad consensual de las facciones de la élite
sobre las reglas del juegos, aparecía seriamente debilitada. El fracaso de Figueroa
Alcorta en cumplir con su propuesta de reforma electoral se encontraba relacionado con
los problemas de liderazgo que se advertía entre los miembros de la coalición y con la
capacidad de alcanzar apoyos parlamentarios suficientes como para sancionar
iniciativas legislativas que significará cambios en el ordenamiento político tradicional.
Si el Gobierno de Figueroa Alcorta mostraba un mayor determinismo, en asegurar
representación para las facciones de la oposición y en oración a la influencia de roca, la
política provincial, que no insistiera en un programa que estableciera elecciones libres y
competitivas.

Si bien Figueroa Alcorta expresó su preocupación sobre la ausencia de partidos políticos


orgánicos en la política Argentina, el Gobierno central no alentó sin ningún intento serio
de construcción de un partido político presidencial y, en todo caso, procuró beneficiarse
de las divisiones entre las diversas facciones roquista han buscado activamente de gastar
la influencia de aquellos notables antiterroristas que contaron con un capital político
relevante.

El programa político de Roque Sáenz Peña perseguía una renovación y recirculación de


la élite política; Asimismo, su misma candidatura, ofrecía un regreso político para
aquellos políticos y miembros de la élite social porteña que habían sufrido alguna forma
de ostracismo durante el roquismo. En esta apertura saenzpeñista hacia sectores no
tradicionales del ordenamiento político conservador, los notables católicos se
beneficiarán de la manta protectora del antirracismo y participarán de la coalición
saenzpeñista, si bien su presencia a la alianza iba a provocar conflictos entre políticos
secularizador, es que celosamente resguardaban la tradición política Argentina un
liberalismo que proporcionaba la diferenciación de esferas de acción y la laicización del
Estado.

125
CURA, ANA.

La concepción de Sáenz Peña, una política exterior Defensa Nacional y la formación de


la conciencia nacional expresada respuestas a la cuestión nacional y sentaba las bases
para el fortalecimiento de la máquina estatal Argentina. La consultora de 1910-1912
contribuye a explicar la cuestión de la reforma electoral de estas particulares
circunstancias aquellos políticos y facciones conservadoras, contrarias a la reforma
electoral, no podrán superar sus propias divisiones internas y no presentaron una
posición unificada del programa político y, contribuyendo indirectamente de esta
manera a la sanción de la reforma electoral. La decisión de Sáenz Peña de perseguir una
reforma electoral también dejó al descubierto de la carencia de una unidad consensual
entre los políticos antiterroristas en relación a la necesidad de avanzar con un programa
que introdujeran modificaciones a la legislación electoral.

El proceso de reforma electoral se lleva adelante en una coyuntura de debilidad y


desorganización de las facciones conservadoras cuando el Partido de los Oficialistas
provinciales afecto por el desmantelamiento de una maquinaria política roquista llevada
adelante de manera brutalmente efectiva por Figueroa Alcorta deba convivir con la
carencia de un liderazgo nacional durante los breves años desempeña la Presidencia.

La ley electoral de 1912 imprimir una nueva dinámica la vida política y abrió una nueva
etapa marcada por una movilización considerablemente más amplia de la que había
experimentado la Argentina, del orden conservador, aún si se consideraba la exclusión
de los extranjeros del universo de votantes. Y la reducción en el nivel de participación
electoral que se observaría en años posteriores. La sanción de la ley no había significado
una uniformización de los instrumentos que regían los sistemas electorales en la
Argentina, los Gobiernos y legislaturas provinciales habían demostrado una morosidad
apreciable en la adecuación de las nuevas reglas del juegos, lo que sin duda contribuye a
explicar la variedad de situaciones locales diferenciadas más allá de las formas
regionales de hacer política. Sería como el radicalismo liderado por Hipólito Yrigoyen,
quien mejor se adaptaría a las peculiaridades de las nuevas reglas de juegos, capaz de
dar el salto cualitativo que transformará a una organización que por años había
mantenido apartada de la arena electoral en una estructura partidaria nacional preparada
para movilizar masas electorales y no sabes pequeñas clientelas.

El dominio ejercido por el radicalismo sobre la vida política nacional iba a aportar
nuevas formas de relación entre el Estado y una sociedad cruzada por el proceso de
democratización política, pero el resultado no iba a coincidir con las expectativas e
incertidumbres abiertas con la emergencia del saenzpeñista.

CASTRO, Martín. Liberados de su ‘bastilla’: saenzpeñismo, reformismo electoral


y fragmentación de la elite política en torno al Centenario. (artículo).

126
CURA, ANA.

Este trabajo aspira a contribuir a la comprensión de los años finales del orden
conservador a partir de un análisis del proceso de constitución de la coalición
antirroquista diseñada para instalar la candidatura reformista de Roque Sáenz Peña. En
un escenario político caracterizado por una gran fluidez y volatilidad de los
alineamientos políticos, la candidatura saenzpeñista lograría congregar a un vasto
abanico de facciones que competían en sus críticas al ordenamiento político del país
encarnado en la figura del General Roca. En un régimen en el cual sectores importantes
de las elites provinciales y de los representantes en los cuerpos legislativos nacionales
expresarían sus temores frente a la apertura de un ‘proceso de institucionalización de la
incertidumbre’ y a una renovación del sistema político que diera forma a un acceso a
posiciones de poder a facciones marginadas de la elite política, las posibilidades de un
acuerdo intra-elite que condujera a una apertura consensuada del régimen político se
reducían y la irreductibilidad de los conflictos facciosos podían brindar,
paradójicamente, una coyuntura favorable al proceso de reforma electoral.

La correspondencia de Roque Sáenz Peña con sus amigos personales y políticos


testimonia la importancia que la campaña electoral de 1909-1910 asumiría para sectores
de la elite porteña, situación que se articularía con diversos proyectos políticos que
desde diferentes sectores del espectro faccioso o desde las clases propietarias
propugnaban por una reformulación de las relaciones entre estado y sociedad y por una
erosión de la autonomía de las máquinas electorales.

De los márgenes al centro: la Unión Nacional y el reformismo saenzpeñista:

Para aquellos publicistas y miembros de los elencos dirigentes que, abrevabando en las
fuentes de un cierto regeneracionismo político, dejaban expuestos los signos de una
oligarquización de la vida política, la ‘restauración’ de los principios de la
representación política debía darse en consonancia con una ruptura del aislacionismo de
las instituciones estatales que restableciera la relación armónica entre la sociedad civil y
las instituciones políticas.2 En 1910, el desmantelamiento de la maquinaria política
roquista y los mecanismos de control de la sucesión presidencial ejercidos por el
gobierno central colaborarían en encolumnar a una clase política vacilante detrás de la
candidatura reformista de Roque Sáenz Peña.

Desde la perspectiva de Sáenz Peña, la reforma electoral no constituía una respuesta


directa a una presión desde la sociedad sino un instrumento de superación de las
prácticas políticas roquistas.

El impulsor de la reforma electoral de 1912 enfatizaba el rol de las elecciones libres en


la terminación de un sistema de hegemonía gubernamental basado en el control de la
sucesión.

El programa saenzpeñista de reforma política buscaba erosionar la base del sistema


político roquista y recapturar esos mecanismos de gobierno (tales como las elecciones y

127
CURA, ANA.

el sistema burocrático) que habían sido ‘canibalizados’ por la figura central de tal
sistema –el caudillo- y sus seguidores.

Y en el contexto de una sociedad que había pasado por profundas transformaciones (que
incluían la inmigración masiva), algunos exponentes de la elite política consideraban
que una reforma de la legislación electoral podía también jugar un papel central en un
proceso de “nacionalización de las masas” que buscara forjar una conciencia nacional
que diera coherencia a una sociedad fragmentada. Puede argumentarse que para Sáenz
Peña la reforma electoral debía apuntar, por un lado, a contribuir a resolver la cuestión
nacional y, por el otro, a llevar adelante fundamentales transformaciones en el sistema
político: el fin de las prácticas políticas fraudulentas, la construcción de un electorado y
la conformación de una nueva elite política, o al menos, la transformación de la vieja
elite política a través de la inclusión de aquellos que habían sido marginados durante la
era roquista.

Un éxito electoral de Sáenz Peña en las elecciones presidenciales de 1910 podía adquirir
las formas de un regreso a los primeros planos de la vida política nacional para aquellos
miembros de las elites políticas y sociales que habían permanecido alejados de los
mecanismos de gobierno desde la década de 1890.

En la interpretación de Sáenz Peña, la lucha contra el roquismo era comprendida como


una lucha política contra un régimen que había provocado que “la jerarquía política y
social se [confundiera] bajo una mano torpe que plasmó su capricho sobre una masa
informe.

La carrera pública de Sáenz Peña construiría una trayectoria política desigual con
posterioridad al fracaso de la candidatura ‘modernista’ de 1892 marcada
fundamentalmente por su antirroquismo y la cercanía al autonomismo pellegrinista,
trayectoria que se vería favorecida por la crisis interna del PAN y el crecimiento de la
Coalición Popular posterior a las elecciones de 1906.

La fragmentación del Partido Nacional y las dificultades en conformar ‘ligas de


gobernadores’ que sustentaran las aspiraciones de candidatos ‘alternativos’ a la figura
del diplomático antirroquista abonarían un escenario político en el cual la influencia del
gobierno central (ejercida a través de delegados como Vicente Peña y Justiniano Posse)
sería decisiva a la hora de garantizar el control de la sucesión. Los gobernadores
provinciales se reservarían un rol decisivo al ejercer un control sobre el voto de los
colegios electorales necesarios para asegurar la elección de Sáenz Peña. Como Natalio
Botana ha señalado, la Unión Nacional, de manera similar al PAN, se convertiría en un
vehículo eficaz para conectar las elites locales y los gobiernos provinciales bajo la
protección del gobierno nacional, aun cuando esta vez, la coalición saenzpeñista se
presentara como exponente de un proyecto reformista.

La naturaleza y estructura de la coalición formada para apoyar la candidatura de Sáenz


Peña era considerablemente diferente de lo que Sáenz Peña había caracterizado como
partidos políticos “orgánicos” e “impersonales”. La Unión Nacional se presentaba como

128
CURA, ANA.

una laxa coalición que comprendía a notables de la ciudad y provincia de Buenos Aires,
partidos políticos provinciales en el gobierno y de oposición, y caudillos políticos
porteños. Heterogénea alianza de una variedad de grupos antirroquistas, en parte
representaba el regreso al escenario político de figuras que habían quedado marginadas
durante la era del predominio roquista. Por otra parte, sectores de la elite social
representados en el Jockey Club y el Club del Progreso también parecían simpatizar con
la candidatura de Sáenz Peña.

Se ha señalado en un trabajo reciente que, en los años finales del siglo XIX y comienzos
del XX, estos clubes (Jockey Club o del Círculo de Armas) se estructurarían
principalmente en torno a “criterios más propiamente privados” y “definitorios de una
determinada posición social”. Con todo, estos ámbitos de sociabilidad de la clase alta
porteña también podían verse cruzados por conflictos provenientes del fragor
preelectoral o, por el contrario, los ejes del conflicto recorrer el camino inverso, es decir
de los clubes hacia el escenario político.

La misma trayectoria de Sáenz Peña, sus relaciones personales y políticas (miembro


expectable del autonomismo pellegrinista y figura reconocida en los cenáculos del
diario La Prensa) y el tiempo transcurrido al frente de un club de fuerte impronta
porteña como el del Progreso, contribuían a reforzar el argumento saenzpeñista de la
cercanía entre el proyecto encarnado por aquel y los “hombres representativos” de la
sociedad porteña.

El modelo de funcionamiento que Sáenz Peña preveía para la Unión Nacional reconocía
un rol de liderazgo para los llamados “independientes” o miembros del “gremio
conservador”, aquellos que constituían una “jerarquía social y política”.

Sáenz Peña argumentaba, era claro quiénes debían estar en el nuevo partido: aquellos
que habían sido excluidos de la arena política por el predominio político de Roca,
aquellos “hombres de valor y carácter que se han acostumbrado a la obscuridad y a
quienes hay que sacarlos de su bastilla…”.

Si bien Sáenz Peña creía que la formación de partidos políticos “orgánicos” era esencial,
consideraba con todo que los diversos partidos provinciales y facciones que apoyaban
su candidatura debían adoptar una, paradójicamente, estructura no-partidista.

Sáenz Peña claramente buscaba evitar depender de los partidos establecidos como su
principal sostén para la campaña electoral y sumar a aquellas “personalidades
respetables” a los equipos de campaña. Esta estrategia naturalmente dejaba perplejos a
los caudillos autonomistas y figueroistas.

La Unión Nacional establecería una red de comités y juntas a lo largo del país en un
intento por conciliar las diferencias y rivalidades existentes entre los grupos
heterogéneos que apoyaban la candidatura de Sáenz Peña. El proceso de construcción
de esta coalición no se haría sin encontrar resistencias entre políticos provinciales que se
resistían a confirmar la desaparición del antiguo Partido Nacional (y favorecían en

129
CURA, ANA.

cambio la formación de un partido depurado de su tradición roquista) e interpretaban


que una Unión Nacional basada en Buenos Aires bajo el liderazgo de notables porteños
alejados de “las agitaciones de la política ardiente” solo contribuiría a exacerbar las
tensiones regionales y a “…destruir un elemento de gobierno tan eficiente como fue…el
partido nacional, para sustituirlo con qué?”.

Tanto la formación de la Unión Nacional como la presidencia de Figueroa Alcorta


representaron para muchos una oportunidad de un regreso a la política bajo la
protección de la etiqueta de un amplio antirroquismo.

La decisión de Sáenz Peña de incluir en la Unión Nacional a otro de los grupos que
aquel consideraba debían ser liberados de su “bastilla” (concretamente los católicos)
daría lugar a una polémica dentro y fuera de la coalición que tendría como eje
articulador a la validez de la permanencia de la tradición liberal y secular de la elite
política argentina puesta en discusión, se argumentaba, con la presencia de los notables
católicos en posiciones relevantes del equipo de campaña.

Los notables católicos buscarían en la Unión Nacional un instrumento para terminar con
un sistema político que había conducido al ostracismo político de aquellos opuestos al
predominio de Roca. Los católicos apoyarían el programa saenzpeñista, con la
esperanza de que cambios en la legislación electoral podrían erosionar el control
electoral ejercido por las oligarquías provinciales y destruir, en palabras de quien sería
Ministro del Interior de Sáenz Peña y arquitecto de la reforma electoral, el “caudillaje y
el espíritu de facción.”.

Intelectuales, la cuestión nacional y el programa saenzpeñista:

En los discursos y la correspondencia de Sáenz Peña entre 1908 y 1909 se percibe una
preocupación constante por lo que entendía eran las consecuencias negativas del
“cosmopolitismo” sobre la sociedad argentina, como una búsqueda de respuesta a los
problemas planteados por la supuesta existencia de un frágil ‘carácter’ nacional. Las
cuestiones de la “defensa nacional” habían atraído el interés de Sáenz Peña.

La centralidad de la cuestión nacional en el programa político saenzpeñista y el interés


de Sáenz Peña en la política exterior argentina se encontraban estrechamente
conectados.

Había manifestado su apoyo a campañas a favor de una política exterior más agresiva en
el espacio sudamericano argumentando que el progreso constante de la sociedad
argentina requería de un mejoramiento constante de las defensas de la nación.

Sin embargo, como candidato presidencial, Sáenz Peña se esforzaría en disipar los
temores surgidos entre sectores de la elite política argentina y en los países vecinos
sobre la posibilidad de que el diplomático argentino apoyara una política exterior
belicosa en caso de resultar electo.

130
CURA, ANA.

En la concepción de Sáenz Peña, tanto la política exterior como una política dirigida a
formar ciudadanos argentinos podían contribuir a fortalecer al estado argentino. Como
Tulio Halperin Donghi ha señalado, un estado con mayor capacidad para llevar adelante
sus políticas en el escenario nacional e internacional, requería una base política más
amplia que la provista por pequeñas clientelas manipuladas por maquinas políticas en
manos de una variedad de facciones. Una reforma electoral podría traer nueva vida a la
política oligárquica y transformar una variedad de grupos conservadores envueltos en
una lucha facciosa en un único partido político organizado y moderno requerido para
esta “regeneración del estado”.

Sáenz Peña buscaba, de esta manera, “reforzar” la identidad nacional y “defender” a la


población argentina nativa contra la influencia negativa de la inmigración. Antes que
integrar los inmigrantes a la sociedad y el estado argentino, el programa saenzpeñista
intentaba “argentinizar” a los hijos de los inmigrantes y fortalecer la posición de la
población nativa en la sociedad.

Para Sáenz Peña una elite política renovada se encontraría en condiciones de impulsar
iniciativas encaminadas a la construcción del estado y de la nación a través de una firme
política exterior, una educación nacionalista, el servicio militar obligatorio y el voto
obligatorio.

A comienzos de la década de 1880, algunos miembros de la elite política habían


comenzado a observar cómo la sociedad urbana deferente se constituía en una reliquia
del pasado. Por otra parte, se advierte cómo en el cambio de siglo sectores de esa elite
pasaban a percibir a la clase obrera como una amenaza potencial hacia el orden social.
Este análisis también implicaba una nueva percepción sobre el rol que los inmigrantes
jugaban en la sociedad argentina, según la cual la influencia corruptora de la
inmigración era responsable de una supuesta carencia de disciplina social y promovía el
conflicto social y el materialismo que minaba las viejas tradiciones de la sociedad
argentina.

La cuestión de cómo integrar al masivo número de inmigrantes dentro de la sociedad


argentina y de cómo reducir el impacto del “cosmopolitismo” constituyó el centro del
debate político e intelectual del cambio de siglo.

Intelectual positivista, pionero en medicina (especialmente en psiquiatría), fundador de


la Asistencia Pública, el Departamento de Higiene y de la cátedra de neuropatología,61
Ramos Mejía tomaría parte activa en la coalición saenzpeñista.

Sáenz Peña y Ramos Mejía compartían similares opiniones sobre la importancia de un


sistema nacional de educación en la formación de la identidad nacional. También
compartían un decidido antirroquismo. Como Sáenz Peña, Ramos Mejía creía que una
campaña contra la influencia de Roca en la política argentina no podía ser solamente un
ataque personal contra el ex presidente. Para Ramos Mejía, Roca era –como otros
caudillos nacionales latinoamericanos tales como Antonio Guzmán Blanco y Mariano
Melgarejo- la personificación de un sistema político. Ramos Mejía consideraba que los

131
CURA, ANA.

caudillos sudamericanos eran “personificaciones inferiores” que tenían “…la


peculiaridad psicológica de no representar sino sistemas propios de nutrición, sensuales
aspiraciones de bienestar sin un ideal en el fondo…”

Ramos Mejía subrayaba la virtud de un sistema político diseñado para “republicas


adolescentes”- la Constitución nacional constituía el fundamento de este programa- y
caracterizado por el rol central del presidente. Sáenz Peña debía buscar “…el
restablecimiento del ideal civilizador de antaño,… porque así lo imponen...los sucesos y
la mala educación de estas repúblicas,…pero constitucional,…hasta donde lo consiente
la institución presidencial que es un providencial despotismo, consagrado por la misma
ley fundamental...”

Lejos de una crítica al sufragio universal, Sáenz Peña concebía a éste como una
herramienta útil para demoler al régimen roquista y disminuir la influencia electoral de
los políticos profesionales. En definitiva, para Sáenz la “reacción” política no tenía solo
que buscar garantizar el sufragio libre sino también “crear al sufragante” y “empujar a
los ciudadanos al sufragio” de manera tal que su participación electoral contribuyera a
provocar la necesaria renovación política y a introducir cambios en los elencos
dirigentes de la república que evitaran el monopolio de los mecanismos de gobierno en
manos de las máquinas políticas.

Antirroquismo y reformismo:

La decisión de Sáenz Peña una vez en la presidencia de distanciarse de la tradición


política pellegrinista (que había representado una transacción entre la modernización de
las prácticas políticas y la construcción del consenso político a través de las maquinas
electorales) provocaría una crisis interna en la Unión Nacional y el realineamiento de
las facciones conservadoras que buscarían responder de esta manera al compromiso del
gobierno nacional de introducir cambios en la legislación electoral.

La decisión de Sáenz Peña de mantenerse por encima de la lucha partidaria produciría


escisiones dentro de la coalición antirroquista y contribuiría a erosionar la fortaleza
política del gobierno. El prestigio de Sáenz Peña (y su consecuente fortaleza) provenían
en buena medida de su trayectoria antirroquista.

La Unión Nacional y el saenzpeñismo constituyeron criaturas políticas cuya breve


existencia aparece poblada de ambigüedades. En primer lugar, la candidatura de Roque
Sáenz Peña y la constitución de la Unión Nacional significaron el momento culminante
de lo que Ezequiel Ramos Mexía había definido en sus memorias como el
“antirroquismo como programa”76, la oposición - ejemplificada en la adhesión de
grupos tan diversos como católicos y ex juaristas- al ordenamiento político encarnado
en la figura de Julio A. Roca. Por otra parte, la candidatura saenzpeñista –construida
sobre la base de los apoyos de los gobiernos provinciales- que buscaba construir una
relación privilegiada con el “gremio conservador” daba lugar a intentos de revancha

132
CURA, ANA.

política de sectores de la elite social y política porteños que dejaba entrever la


persistencia de tradicionales rivalidades regionales. Finalmente, los núcleos centrales de
la propuesta de regeneración política saenzpeñista contribuían a colocar al problema del
valor de las políticas públicas en la “construcción” de los argentinos en el centro del
debate político.

El tradicional antirroquismo que había servido de elemento aglutinante a una amplia


alianza de facciones perdería su significación durante la presidencia de Sáenz Peña

ROCCHI, Fernando. “El péndulo de la riqueza, la economía argentina en el


período 1880-1916”

En 1908, mientras la Argentina vivía uno de sus momentos de mayor esplendor


económico, el escritor Octavio Batolla miraba al pasado con nostalgia. No era el
esplendor en sí lo que movía la queja del escritor, sino la forma en que el éxito iba
modelando los valores de una nueva sociedad. Batolla, en verdad, pensaba que la
economía había ido demasiado lejos; más allá de los ferrocarriles, puertos, estancias y
chacras, que se mostraban como los logros de un país pujante, lamentaba que el
crecimiento económico hubiera producido un cambio de tal profundidad en las
costumbres como para barrer con los rasgos virtuosos de un pasado que no era
completamente negativo.

A fines del siglo XIX, un grupo de escritores nostálgicos había producido una serie de
obras con el fin de recordar la sociedad de la independencia. Uno de ellos (Santiago de
Calzadilla) publicó en 1891 una lacrimosa colección de recuerdos en la que se quejaba
de la superficialidad y ostentación producidas por la expansión económica. Calzadilla
imaginaba un pasado demasiado armonioso frente a un presente excesivamente
conflictivo.

Los elementos del confort que tanto despertaban la atención (y la indignación) de los
nostálgicos eran, en verdad, parte del despliegue de elementos materiales y simbólicos
que no hacían más que mostrar los alcances de un proceso iniciado mucho antes, pero
que sólo por entonces mostró que había llegado para quedarse y en el que la economía
ocupó un papel crucial como fuerza dinamizadora de la modernidad.

Crecimiento económico y exportaciones:

En el período 1880-1916, la economía argentina experimentó un crecimiento tal que la


llevó desde una posición marginal a convertirse en una promesa destinada a ocupar en
América del Sur el lugar que los Estados Unidos tenían en América del Norte. Y la
realidad parecía demostrarlo; en los treinta y seis años que siguieron a 1880, mientras la

133
CURA, ANA.

población se triplicaba, la economía se multiplicó nueve veces. El producto bruto


interno creció. Un dato todavía más revelador dada la cantidad de inmigrantes que
llegaron, por entonces, al país. Estas cifras resultaban inusuales para esa época, en que
la economía mundial crecía a un ritmo más modesto. El crecimiento del producto per
cápita en la Argentina superaba, aunque levemente, al de los Estados Unidos y
holgadamente al de Francia, Gran Bretaña y Japón.

El motor del crecimiento económico fueron las exportaciones de productos primarios.


Desde mediados del siglo XIX, las ventas al exterior de lana habían crecido de manera
sostenida y convertido a este producto en el principal bien exportable del país,
desplazando al cuero y otros derivados del vacuno. Entre las décadas de 1840 y 1880, la
“fiebre del lanar” pobló de ovejas refinadas de raza Merino los campos de la región
pampeana y sentó las bases de su crecimiento económico. A fines del siglo XIX, la
estructura de las exportaciones comenzó a diversificarse con la producción de nuevas
mercancías para vender en el exterior, como cereales, lino, carnes congeladas ovinas y
animales en pie. A principios del siglo XX, la carne refrigerada vacuna se transformó en
una nueva estrella, mientras los cereales ampliaban su presencia. Cultivos y vacas de
raza desplazaron a las ovejas hacia el sur y cambiaron el paisaje de las pampas hasta
modelarlo con las características que aún hoy continúan prevaleciendo. Los cambios,
por otro lado, no sólo implicaron un aumento en la diversidad sino en el volumen físico
y el valor de las exportaciones.

El auge exportador argentino fue parte de un proceso de internacionalización del


intercambio comercial que se aceleró a fines del siglo XIX con el desarrollo del
capitalismo internacional. Las economías más avanzadas estaban, por entonces,
viviendo un proceso de industrialización, algunas como continuación de la revolución
industrial iniciada años atrás y otras como el comienzo de una nueva etapa.

Así como se comerciaban los bienes y servicios de un lugar a otro, también los factores
de producción móviles (como el trabajo y el capital) fluyeron en el marco de esta
internacionalización económica. El movimiento, como resulta fácil de esperar, se dio
desde aquellos lugares en que estos factores eran abundantes hacia donde resultaban
escasos. La industrialización en las economías más dinámicas, por otro lado, produjo
excedentes de capital que, ante la disminución en la tasa de rentabilidad que la
saturación productiva generaba en sus propios mercados, estaban ansiosos por migrar
hacia donde se le ofreciera una ganancia mayor. La migración de trabajo y de capital
requería un cierto marco de orden político y jurídico en los lugares de recepción, que
protegiera vidas, propiedades y emprendimientos. En el caso de los países
independientes de América Latina, la formación de los Estados centrales (que puso fin a
las guerras civiles que siguieron a la independencia) brindó este contexto.

A mediados del siglo XIX, la inserción de la Argentina en el mercado capitalista


mundial era débil, estaban ausentes las condiciones para lograrla. No tenía ni capitales
ni población suficiente como para producir bienes exportables. Ni siquiera había un
Estado central que pudiera ofrecer el orden político necesario para recibir estos factores

134
CURA, ANA.

escasos. Este orden finalmente llegó después de un largo proceso que comenzó a
gestarse con la batalla de Caseros, en 1852, y culminó en 1880, cuando las tropas del
gobierno central vencieron a la última rebelión provincial. En este proceso, el Estado en
formación comenzó a garantizar la seguridad jurídica, la propiedad privada y el
movimiento libre de capitales, con lo que llegaron las inversiones extranjeras y los
inmigrantes.

La Argentina contaba con un factor de producción abundante sobre el que se basó (a


partir de la combinación con los que eran escasos) el crecimiento exportador: la tierra.
El tipo de tierras y el clima de las pampas permitieron la producción de bienes que
contaban con una demanda creciente en el mercado mundial.

La ocupación del espacio pampeano por parte de los blancos se fue desplegando en el
tiempo a partir de una frontera que se desplazaba esporádica pero irreversiblemente
sobre el territorio indígena. El salto final se produjo con la Campaña del Desierto,
liderada por el general Julio A. Roca en 1879. En la década de 1880, con las campañas
en el Chaco y en la Patagonia, esta frontera terminó por desaparecer. La expulsión de
los indígenas, sin embargo, no significaba que las tierras entraran de inmediato en la
producción. A partir de la conquista se dio otro proceso más lento, el del avance de la
frontera productiva, que se desplegó durante varias décadas y alcanzó recién en la de
1920 el límite de su expansión.

Este doble movimiento de fronteras, la política y la productiva, resulta peculiar de la


Argentina pues, a diferencia de otros lugares del mundo, no era la presión de una masa
de población ávida de tierras la que impulsaba la conquista militar. En nuestro país, por
el contrario, fue esta conquista la que atrajo a los pobladores ofreciéndoles una vasta
extensión de tierras vírgenes. Su apropiación, por otro lado, precedió al poblamiento y
aun a la propia conquista. Las tierras se destinaron a la producción y, paralelamente, una
parte de ellas comenzó a comprarse y venderse en un mercado cada vez más dinámico.
Por su abundancia, el precio de la tierra fue, en un principio, muy bajo. A partir del
avance de la frontera productiva, sin embargo, su valor comenzó a subir y, entre 1880 y
1913, el precio promedio de la tierra pampeana se multiplicó por diez.

El trabajo necesario para el proceso productivo fue provisto por la acción conjunta del
crecimiento demográfico, de las migraciones internas y, sobre todo, de la inmigración.
Para que esta última tuviera lugar operaron las malas condiciones de los superpoblados
países europeos y los incentivos que ofrecía la Argentina, básicamente una favorable
diferencia de salarios y las posibilidades de movilidad social que ofrecía un país nuevo.

Las inversiones extranjeras se desplegaron siguiendo dos elementos: la seguridad (que


fue crucial al principio del proceso) y la rentabilidad (que fue cobrando, a medida que
aumentaba la confianza en el país, cada vez más atractivo como factor independiente).

La Constitución de 1853 fue la base para lograrlo, al establecer el carácter sagrado de la


propiedad privada y prohibir expresamente la confiscación. La seguridad que brindaba
la ley, sin embargo, no eliminaba los riesgos del mercado. Fue el naciente Estado el que,

135
CURA, ANA.

con el objetivo de atraer inversiones, los disminuyó ofreciendo garantías de rentabilidad


a los inversores. Mientras tanto, se iba generando la garantía final del movimiento de
capitales: la confianza (que llevaría a la disminución del riesgo-país), un valor que sólo
pudo ser construido en el largo plazo.

El Estado impulsó la primera ola de inversiones a través de la emisión de bonos del


gobierno sobre los que se pagaba un interés mayor que el que brindaba un banco
europeo. La mejor muestra de seguridad estaba en el propio Estado, que ofreció sus
ingresos como garantía y que, a la vez, pudo afianzarse gracias a esos préstamos que
fortalecieron su aparato militar y burocrático.

La gran mayoría de los capitales provenía de Gran Bretaña. Así como compraron los
primeros bonos del Estado, los ingleses también iban a invertir su capital en las vías de
transporte que la producción necesitaba para poder comercializarse y exportarse: los
ferrocarriles. La rentabilidad de las primeras inversiones ferroviarias extranjeras estuvo
garantizada (como los bonos) por el Estado que, durante la mayor parte del siglo XIX,
les aseguró una ganancia sobre el capital invertido. Como premio adicional, a algunas
empresas se les cedió una amplia extensión de tierra al costado de las vías, que éstas
transformaban en un negocio inmobiliario a partir de su venta. La garantía estatal tenía
como contrapartida su injerencia en la fijación de tarifas.

Si bien el grueso de la inversión ferroviaria fue realizada por los británicos, la primera
vía de tren la construyó el estado de Buenos Aires en 1857. Esta compañía, que fue
extendiendo sus ramales por la provincia, continuó siendo de propiedad estatal hasta
1890, año en que fue vendida después de un largo y controversial debate público y
legislativo. El debate dividió a quienes querían mantenerla dentro de la órbita del Estado
(y que esgrimían el argumento de su eficiencia y rentabilidad) frente a los que la veían
como un elemento disruptor de la iniciativa privada y estaban a favor de su venta. La
última posición, liderada por el presidente Miguel Juárez Celman, ganó y la empresa
terminó vendiéndose a los ingleses.

En la década del ochenta las inversiones ferroviarias se multiplicaron y, hacia el fin de


ella, la fiebre generada por ese tipo de actividad hizo que la red ferrocarrilera pasara.
Esta red posibilitó la puesta en producción de nuevas tierras, así como la explotación de
nuevos productos exportables. Capitales franceses invirtieron principalmente en dos
ramales, uno que iba de Rosario a Bahía Blanca y otro en la región central y norte de la
provincia de Santa Fe. El Estado nacional, por otro lado, continuó construyendo
ferrocarriles en las zonas donde el capital privado no quería aventurarse. Estos
ferrocarriles se construían con la más económica trocha angosta, que hacía los viajes
más lentos y fatigosos, pero cuya extensión.

Desde entonces, la expansión ferroviaria se desaceleró y entró en el estancamiento. Sólo


la concreción parcial de algunos proyectos gubernamentales (como el ferrocarril que
cruzaba los Andes en Salta) posibilitó la construcción de nuevas vías. El capital privado
no se aventuró más, pues el fin de la expansión ferrocarrilera mostraba que se había
llegado a los límites de la frontera productiva rentable.

136
CURA, ANA.

Los británicos invirtieron, a la vez, en tierras, comercio y hasta industria. Pero fueron
los bonos del Estado y los ferrocarriles los que acapararon su atención. También
invirtieron otros países europeos, como Francia, Alemania, Bélgica e Italia. A principios
de siglo comenzaron a llegar capitales norteamericanos. En un principio, el grueso de
ellos se concentró en bonos estatales. A la vez, los norteamericanos invirtieron en una
operación más riesgosa: los frigoríficos. Estas empresas permitían el procesamiento de
vacunos con destino a la exportación, pero de unos animales que eran muy distintos de
los que habían poblado las pampas desde la época colonial.

A fines del siglo XIX comenzó a exportarse ganado vacuno en pie para su faena en el
lugar de consumo. Esta línea de exportación se desvaneció ante la invención del buque
frigorífico que, por la acción del frío, permitía transportar la carne conservada hasta los
mercados europeos. El principal comprador de carne argentina era Gran Bretaña. Esta
orientación hacia la venta externa transformó las razas bovinas utilizadas por los
productores. El vacuno criollo, flaco y con cuernos, fue reemplazado por animales
refinados, más apta para el consumo europeo. En un principio la carne se enviaba
refrigerada, resultado de un proceso con mucho nivel de frío que conservaba la frescura
del producto pero que, al descongelarse, le quitaba parte de su sabor y poder nutritivo.
El perfeccionamiento de las técnicas llevó al enfriado, por el cual la carne se mantenía a
un frío menor, pero lo suficiente como para cruzar el Atlántico y mantenerse más cerca
del sabor y las virtudes originales.

Los ferrocarriles fueron fundamentales para hacer que la Argentina se convirtiera en un


exportador de cereales en gran escala. En otros casos fue su propia construcción la que
impulsó, como efecto multiplicador, la producción.

Las colonias, formadas por inmigrantes y dedicadas preferentemente a la agricultura, se


caracterizaban por la alta presencia de propietarios de la tierra entre sus pobladores. El
cambio que éstas produjeron fue de tal magnitud que transformó a la Argentina de país
importador en exportador de cereales. La producción de las colonias encontró rápida
aceptación en el mercado interno, al que logró abastecer y, en 1876, inició una nueva
tendencia al permitir el primer embarque de cereales. De allí en más, nuevas colonias se
fueron desplegando en el cinturón de la frontera productiva de la región pampeana que
iba desde Entre Ríos hasta el territorio de La Pampa. Siendo importantes, las colonias
no llegaron a representar el grueso de la actividad agropecuaria pampeana, en la que la
estancia iba a ocupar la mayor parte de la tierra productiva.

En los primeros años del siglo XX, la Argentina ya había delineado un perfil productivo
y exportador que continuaría por muchos años: cereales y carne con destino a los
mercados europeos. El número de productos que formaban el grueso de la exportación
(trigo, maíz, lino, carne vacuna y lana) no era alto. Pero la cantidad exportada era tal
que los ingresos provenientes del exterior diluían los efectos de la falta de
diversificación. Fueron las épocas en que la Argentina comenzó a ser llamada “el
granero del mundo” y en que su carne se convirtió, junto con su fama, en una verdadera
marca del país.

137
CURA, ANA.

La economía pampeana:

La producción de cereales con destino a la exportación comenzó, en las colonias


agrícolas. Allí, la regla era que los agricultores fueran propietarios de una parcela de
tierra que, alcanzaba unas 50 hectáreas. Los colonos trabajaban junto con sus familias,
pero se veían en la necesidad de emplear mano de obra adicional para las tareas que,
como la cosecha, eran trabajo-intensivas. El costo de la contratación de peones era
significativo para estos colonos que no tenían mucho más capital que su tierra. Por ello,
no resulta casual que la primera “fábrica” de maquinaria agrícola (abonadora de mano
de obra) del país fuera un pequeño establecimiento en la colonia de Esperanza.

A principios del siglo XX, el escenario microeconómico del agro pampeano cambió
cuando buena parte de la producción cerealera comenzó a originarse en estancias,
establecimientos bien diferentes de las colonias. La estancia, gran extensión de tierra,
había caracterizado el paisaje pampeano desde la época colonial. Los cereales se
produjeron, sin embargo, en la “estancia mixta” (así llamada porque combinaba la
agricultura con la ganadería), un tipo de unidad productiva nueva, con una serie de
instalaciones y un manejo empresarial que la volvían diferente de la vieja estancia.

En las “estancias mixtas”, el estanciero se dedicaba al engorde (o invernada) de este


ganado. El negocio de la invernada era muy lucrativo, siempre que se asegurara que el
forraje para los animales tuviera costos bajos. La forma que estos estancieros
encontraron para abaratar esos costos fue la asociación económica con un grupo de gran
importancia, en el agro pampeano: el de los chacareros. Los chacareros explotaban una
fracción de tierra, generalmente para producir cereales, pero no eran dueños de la
propiedad sino que la arrendaban. Su beneficio estaba en vender sus cultivos, pagarle un
arriendo al propietario y obtener una diferencia.

Los chacareros arrendaban la tierra por uno o dos años y, después de dejarla lista para el
engorde, se desplazaban a otra parcela que podía ser (o no) del mismo dueño. Este
sistema originaba un movimiento sobre el cual se ha discutido mucho. Para unos, era
una espada de Damocles que pesaba sobre las cabezas de estos arrendatarios, pues
dependían de la buena voluntad de los estancieros o de las compañías para poder
continuar cultivando. Para otros, era una estrategia que le permitía al chacarero con
escaso capital trabajar una mayor porción de tierra (que rondaba, en promedio, las 200
hectáreas), frente a la opción de ser dueño de sólo 50, como ocurría en las colonias.

Aunque sin ser propietarios de la tierra, los chacareros no eran el eslabón más bajo de la
estructura social del agro pampeano. Eran empresarios capitalistas en pequeña escala así
como empleadores de mano de obra que (como los colonos) necesitaban para tareas
agrícolas estacionales. Esta mano de obra era provista por peones. Esta descripción
somera, sin embargo, no puede llevar a pensar en un agro pampeano con grupo sociales
homogéneos; mientras algunos chacareros eran empresarios capitalistas en ascenso,

138
CURA, ANA.

otros llevaban un nivel de vida poco holgado, que no era tan diferente del de los
braceros.

El mundo de los estancieros mostraba su propia complejidad. Los invernadores estaban


al tope de la estructura económica de la región pampeana, aunque no eran ellos los
únicos miembros del universo de los dueños de grandes porciones de tierra. Una buena
parte de los estancieros eran “criadores”, que se ocupaban de la primera etapa de la vida
de los terneros, la previa al engorde. Los campos de cría eran de peor calidad que los de
invernada por lo que, generalmente, los criadores eran menos ricos y prósperos que los
invernadores. La relación entre invernadores y criadores estuvo, teñida por el conflicto.
Se debía a los espacios de diferente jerarquía que ambos grupos ocupaban en la cadena
de producción y comercialización del agro pampeano; mientras que los criadores
quedaban (comercialmente) presos de los invernadores que les compraban sus novillos,
los segundos tenían vinculaciones directas y fluidas con los frigoríficos, que constituían
el lugar donde se concentraba la parte más rentable del negocio de la carne y con
quienes podían negociar precios. Esta división ni siquiera termina por describir las
diferentes actividades realizadas por los estancieros.

Si bien las colonias impulsaron la primera producción agrícola en gran escala, la


estancia mixta la hizo llegar a los niveles que convirtieron a la Argentina en uno de los
graneros del mundo. La combinación entre agricultura y ganadería se mostraba,
entonces, como una asociación altamente eficiente.

El agro pampeano se caracterizó por la ausencia de grandes conflictos sociales durante


buena parte del período de auge exportador. El entramado que unía a estancieros,
arrendatarios y braceros, sin embargo, no siempre era tan calmo. Cuando estallaba una
crisis, como ocurrió en 1912 durante el llamado Grito de Alcorta (por la localidad del
sur de Santa Fe donde comenzó el conflicto), las complejidades y tensiones del tejido
social pampeano salían a flor de piel. Su fama se debió, en gran medida, a que fue el
primer conflicto agrario de este siglo en el corazón de la región pampeana, en la que
sólo el levantamiento de colonos en la provincia de Santa Fe en 1893 aparecía como un
antecedente (algo remoto) de choque rural. Las razones de ambos enfrentamientos
fueron, sin embargo, diferentes, tal como se verá más adelante. En los primeros años del
siglo XX, el conflicto social se desarrolló más en las ciudades que en el agro, y tuvo a
los obreros de las fábricas como sus principales actores.

La industria se desarrolló en torno a la producción de una serie de artículos de consumo


y creció como resultado de un doble movimiento de protección arancelaria y aumento
de la demanda agregada. La actividad manufacturera había comenzado a desplegarse
tímidamente en la década de 1870 (a partir de la aplicación de tarifas aduaneras) y se
había afianzado un poco más durante la expansiva década del ochenta. El crecimiento
industrial, sólo logró cifras significativas en la década de 1890, cuando una crisis en el
sector financiero fue seguida por nuevas tarifas y por una abrupta caída en el valor del
peso. Por entonces surgieron una serie de grandes fábricas dedicadas a producir bienes
de consumo que iban desde los alimentos y bebidas hasta la vestimenta y artículos de

139
CURA, ANA.

ferretería. Finalmente, a principios del siglo XX, la industria se desplegó con mayor
fuerza a partir de un nuevo aumento de la demanda, logrando (en algunos casos) la
producción estandarizada mediante el uso de máquinas modernas y aprovechando las
economías de escala. La expansión manufacturera pronto encontró serios límites para su
expansión en las dimensiones del mercado que demandaba sus productos.

La producción de esta industria, tenía como principal destino el mercado interno. Ni


siquiera las actividades agroindustriales, con excepción de los frigoríficos, tuvieron
éxito en el negocio de la exportación.

Una situación diferente vivía la industria de la carne, no sólo por las ventajas de
exportar los artículos procesados frente a la de enviar ganado en pie, sino también por la
existencia de un mercado, sobre todo en Gran Bretaña, abierto para recibir el producto
de los frigoríficos.

Dada la complejidad del entramado social del agro pampeano, resulta sorprendente que
el conflicto social que tenía lugar en las ciudades no tuviera su correlato en el campo
(influido por el dinamismo y el furor capitalistas) y que el Grito de Alcorta haya sido
casi una excepción.

El comercio y las finanzas:

Los intermediarios en la cadena de comercialización eran otras tantas piezas del


entramado económico pampeano, así como la fuente de eventuales conflictos. Los
almacenes de ramos generales proveían a los chacareros de mercaderías y créditos,
generalmente prendando la futura cosecha. Para levantarla, los agricultores requerían
(además de peones) de máquinas agrícolas que, dada su escasez de capital, alquilaban a
alguna de las empresas dedicadas a esta actividad. Una vez levantada la cosecha, era
necesario enviarla rápidamente al puerto. Al carecerse de un sistema de elevadores de
granos que permitiera almacenar el producto cosechado, los agricultores necesitaban
cubrirlo con bolsas de yute provistas por un puñado de fábricas porteñas que, habiendo
establecido un oligopolio, mantenían un precio artificialmente alto para sus artículos.
Este sistema ponía al productor en una situación especialmente frágil, pues quería
deshacerse de su cereal tan pronto como fuera posible, ante el riesgo de un temporal, e
impedía que guardase lo cosechado hasta que los precios estuvieran a su favor. El
transporte se realizaba a través del ferrocarril, cuyas empresas cobraban altos fletes y,
frecuentemente, se aprovechaban de la premura del productor (y de la congestión en las
cargas que implicaba que todos quisieran enviar la cosecha al mismo tiempo) para
negarse a la negociación sus tarifas. Las casas exportadoras de cereales, que se
ocupaban de la etapa final de la cadena de comercialización, tenían una actitud similar,
por lo que los productores tendían a verlas como adversarios en el complejo proceso de
exportación.

140
CURA, ANA.

Los mecanismos de financiamiento eran, asimismo, uno de los cuellos de botella a los
que se enfrentaba la producción agropecuaria. El sistema de créditos se basaba en la
prenda hipotecaria. El crédito hipotecario estaba, difundido a través de una serie de
bancos, potencialidad y los límites de la economía exportadora. A principios de la
década de 1880, el escenario bancario estaba largamente ocupado por el Banco de la
Provincia de Buenos Aires, de propiedad estatal, y caracterizado por una liberalidad
creciente en la concesión de créditos. Los beneficiarios eran tanto el sector ganadero
cuanto el comercial. El crecimiento económico de la década parecía justificar esta
estrategia liberal y llevó a la mayoría de los bancos privados a compartirla, haciendo
que la institución provincial estuviera lejos de la excepcionalidad.

En esta década otro banco de la provincia de Buenos Aires (el Hipotecario) ocupó un
papel destacado en el circuito de financiamiento agrario al oficiar de intermediario en la
cadena de crédito que tenía como inversores finales a los ahorristas británicos. Esta
cadena poseía como instrumento a las cédulas hipotecarias emitidas por el banco sobre
la garantía que ofrecía la propiedad de la tierra. A cambio del dinero, el deudor se
comprometía a pagar la amortización de capital más los intereses. La deuda estaba
contraída en pesos moneda nacional, un detalle que los inversores no tuvieron en cuenta
y que iban a lamentar; en efecto, las sucesivas devaluaciones de la moneda hacían que
su pago en pesos papel representara cada vez menos libras esterlinas. Los inversores
británicos terminaron perdiendo dinero. A partir de allí, esta emisión se haría en pesos
oro.

La pérdida de dinero por parte de los inversores británicos era posible porque en la
economía argentina se utilizaban dos monedas. Por un lado, los pesos papel o moneda
nacional, que variaban con la emisión local. Por el otro, se usaban los pesos oro, atados
a este metal que cambiaba por pautas internacionales. En la década del ochenta, los
pesos moneda nacional eran emitidos por el Estado. De esta manera se producía una
constante inflación.

Para fijar una relación estable entre ambas monedas se implantó, en 1881, un patrón
bimetálico, por el cual se respaldaba en oro y plata cada peso emitido localmente. Las
posibilidades de mantener este sistema (que exigía un alto nivel de reservas) no eran
muchas, por lo que en 1884, ante una pequeña crisis, se volvió a la “inconvertibilidad” o
“curso forzoso”, que obligaba a aceptar la moneda según su denominación pero sin
poder cambiarla libremente por oro (o plata). La relación inestable entre las dos
monedas favorecía a los exportadores, que obtenían sus ingresos en divisas extranjeras
(equivalentes a los pesos oro) mientras que solventaban sus costos en pesos papel que
se iban depreciando.

1887 Celman lanzó el proyecto de creación de los bancos garantidos cualquier banco
tendría la facultad de emitir moneda siempre que comprara bonos del gobierno nacional
que servirían como respaldo a esa emisión. La novedad estaba, en la extensión del
mismo como parte de un proyecto político de amplio alcance. Juárez Celman pretendía
quitarle poder a Buenos Aires y uno de los instrumentos que intentó utilizar fue el de

141
CURA, ANA.

concederle al resto de las provincias las mismas ventajas financieras. La ley de llevó a la
emisión descontrolada de dinero; unida a la concesión liberal de créditos que se estaba
produciendo, sentaron el terreno para que se desarrollara la crisis de 1890, que impactó
desfavorablemente sobre la actividad bancaria.

La crisis terminó con él. Muchos bancos privados y estatales, incluido el de la Provincia
de Buenos Aires, fueron a la quiebra. La reorganización de la red bancaria se llevó a
cabo a partir de las entidades privadas más conservadoras (que por ello habían podido
capear el temporal) y, sobre todo, del Banco de la Nación Argentina, y del Banco de la
Nación Argentina, institución creada en 1891. La creación de la nueva entidad implicó
un fenómeno de profundas consecuencias para un Estado central que ganaba poder al
llegar a manejar el sistema a través de la nacionalización de la oferta monetaria; el
control de la moneda resultó así una de las fibras que tejieron su entramado de poder a
costa del de las provincias.

El Banco de la Nación, según la idea del presidente Carlos Pellegrini, tendría una
política diferente de la del Banco Provincia, conservadora en cuanto a la concesión de
créditos y despolitizada a partir de una cláusula que impedía realizar adelantos al
Tesoro. El terror que infundió la crisis permitió que esta política se mantuviera. En la
década de 1890, el Banco de la Nación fue continuamente acusado de conservadurismo
por su renuencia a conceder créditos.

El renovado crecimiento económico que se produjo a principios del siglo XX cambió el


panorama. Tanto la banca oficial cuanto la privada se volvieron más generosas a medida
que aumentaban los depósitos; los del Banco de la Nación. Crecieron a la par de la
apertura de sucursales en todo el país. Se consolidaron algunos bancos privados y se
abrieron otros nuevos. Buena parte ligada al fenómeno de la inmigración, por los
ahorros y el manejo de las remesas. Un acontecimiento significativo fue la reapertura,
en 1906, del Banco de la Provincia de Buenos Aires como el resultado de la iniciativa
del gobernador y líder político de la provincia, Marcelino Ugarte, un caudillo político.
Sin embargo, el renovado banco estuvo lejos de quedar atado a la política del gobierno
de turno.

Siendo algo más liberal que el de la Nación en cuanto a la concesión de créditos, el


Banco de la Provincia de Buenos Aires también mantuvo la usual restricción aunque se
convirtió (por su nivel de depósitos y créditos) en la segunda entidad del país.

En la década de 1910, la Argentina contaba con una serie de sólidas instituciones


estatales y privadas que, sin embargo, no llegaban a formar un sistema bancario
desarrollado; no tenían conexión entre sí. La falta de una red bancaria llevaba a
restricciones en un mercado de capitales ya limitado por su extrema prudencia. En 1913,
cuando una nueva crisis anotó al país, los bancos sintieron el golpe. Sus grandes
reservas, que resultaban de los encajes, hicieron posible mantenerse en pie y recuperar
posteriormente su nivel de actividad, ofreciendo un panorama muy distinto del tendal de
heridos que siguió a la crisis de 1890.

142
CURA, ANA.

El grueso de la demanda bancaria estaba en el comercio, aunque los sectores


productivos (tanto la industria cuanto el agro) recibieron una importante proporción de
los créditos otorgados. La agricultura era la menos beneficiada.

El Banco de la Provincia de Buenos Aires muestra que esta crítica no dejaba de ser
cierta; su objetivo declarado era ayudar al campo, por lo que llenó la provincia de
sucursales que tenían que cumplir con este deseo. La ganadería, sin embargo, terminó
acaparando este activismo crediticio y dejó a la agricultura en una situación más
precaria.

En 1899, durante el segundo gobierno de Julio A. Roca, se adoptó una ley de


convertibilidad monetaria que iba a tener una vida más larga que la de los intentos
anteriores. Esta ley fijaba la conversión entre pesos papel y pesos oro bajo el sistema de
patrón-oro, en el que la moneda emitida localmente contaba con el respaldo de reservas
en este metal. A la vez, establecía una institución —la Caja de Conversión— que se
encargaría de mantener la convertibilidad.

El Estado puso en vigencia la ley cuando, en 1901, contó con las reservas suficientes
para hacerlo, inaugurando una década de estabilidad monetaria que duró hasta la
Primera Guerra Mundial, en que fue reimplantado el curso forzoso. La convertibilidad
quedó, entonces, como una aspiración para tiempos mejores; volvió por unos años en la
década del veinte, pero sólo para caer nuevamente frente a la crisis de 1929/1930.

Uno de los sectores que más pujaba por esta estabilidad era el comercio. Por un lado, la
moneda devaluada desfavorecía las importaciones, que se veían así afectadas frente a la
producción local. Por el otro, la inestabilidad afectaba el comercio interno, que incluía
la actividad minorista y la mayorista. El comercio minorista ejercía una influencia
considerable en la economía y en la sociedad; empleaba un gran número de personas,
mientras se desplegaba en cualquier sitio que contara con una cierta demanda. No
ocurrió lo mismo con el comercio mayorista que comenzó a cambiar con el surgimiento
de la producción local. Los mayoristas tendieron, entonces, a diversificar sus ofertas con
productos importados y nacionales, e incluso surgieron empresas solamente dedicadas a
los últimos. Aparecían nuevas especialidades.

A principios del siglo XX se consolidaron las grandes tiendas, empresas que contaban
con secciones especiales de venta y que combinaban el comercio con la producción.
Empleaban a varios centenares de empleados y obreros, y desarrollaban su actividad en
edificios de a varios pisos y en talleres donde confeccionaban sus propios productos,
especialmente los relacionados con la vestimenta y el mobiliario. Tenían una
comercialización dividida por secciones: calzado, juguetes, artículos de bazar, ropa
infantil, de señoras, masculina, de novias, de luto y así hasta abarcar un amplio universo
de bienes de consumo.

El fenómeno de este tipo de empresas no se restringió, sin embargo, a Buenos Aires.


Las ciudades más pobladas de las provincias, con consumidores de mayor poder
adquisitivo, tuvieron sus propias grandes tiendas que eran una réplica. Rosario fue la

143
CURA, ANA.

que pudo emular con mayor éxito esta práctica comercial: las lujosas y espaciosas
“Tiendas La Favorita” estaban allí para mostrarlo. El resto de las ciudades contó con
establecimientos menores.

Mercado Interno y Mercado Nacional

El crecimiento económico que originó el boom exportador se desplegó de manera


desigual en la geografía argentina. La región pampeana, de donde salía el grueso de la
producción exportable, fue la que experimentó las mayores transformaciones y cosechó
los mayores beneficios. El resto del país tuvo una evolución económica no sólo menos
impresionante que la pampeana sino también más heterogénea, de acuerdo con la
profundidad y la modalidad en que se integraba al mercado mundial. Ciertas áreas
lograron una ligazón directa con este mercado a través de un producto específico. Otras
zonas, ubicadas en las fronteras políticas recientemente definidas, se conectaron con los
espacios comerciales de los países limítrofes donde comercializaban parte de sus bienes,
aunque con resultados limitados. La posibilidad de vender algún producto a la
expansiva región pampeana se transformó en la alternativa más provechosa y en la llave
del éxito para un par de economías regionales. Los casos más sobresalientes fueron los
del azúcar, Tucumán y Jujuy menor medida y del vino Mendoza y San Juan. Varias
provincias, sin embargo, no lograron producir en gran escala bienes que fueran
atractivos ni para el mercado interno ni para el externo.

El crecimiento del mercado interno fue paralelo al de la economía exportadora. Es que,


a diferencia de las economías de enclave donde predominaba el proceso extractivo, el
desarrollo agrario pampeano generó efectos multiplicadores sobre el resto de las
actividades. De cada divisa ingresada vía exportaciones, una proporción más o menos
importante iba a algún sector o a alguna persona fuera de las “industrias madres”, que
era como entonces se llamaba a la agricultura y la ganadería. El peso de las actividades
secundarias y terciarias fue de una magnitud que no puede dejarse de lado al analizar la
economía argentina del período. Buena parte de esas actividades estaban íntima y
directamente relacionadas con la actividad exportadora; el transporte y el comercio
crecieron, vinculados con el movimiento de mercancías hacia el puerto. La economía
interna llegó a generar su propio dinamismo.

El mercado argentino se abastecía parcialmente de importaciones, que crecieron a la par


del conjunto de la economía. Una buena parte de la demanda interna, sin embargo, fue
provista por la oferta local.

Parte de este mercado interno estaba en la zona rural, donde el crecimiento de la


agricultura, más que el de la ganadería, proveyó los grandes números de la demanda; la
producción agrícola, en efecto, requería una cantidad mayor de mano de obra integrada
por trabajadores que eran, a la vez, consumidores. En este mercado rural sobresalían los

144
CURA, ANA.

colonos de la provincia de Santa Fe, que comenzaron a ser objeto de la seducción por
parte de las fábricas de Buenos Aires; más aún que los arrendatarios y aparceros del
corazón de la zona pampeana, cuya capacidad de ahorro parecía ser (por lo menos si
atendemos al fenómeno del consumo) menor. Siendo alta en las zonas agrícolas, la
demanda se hacía más visible y dinámica en las ciudades.

La urbanización fue un fenómeno paralelo al del crecimiento exportador. Las ciudades


que crecían como hongos demandaban cada vez más bienes y servicios. La actividad de
la construcción se desarrolló a ese mismo ritmo y llegó, a principios del siglo XX, a
ocupar un lugar significativo dentro del producto total. Movilizaba capital y mano de
obra. Viejas casas chatas eran demolidas para dar paso a edificios más altos,
ornamentados y sofisticados, mientras las ciudades extendían sus brazos con una
rapidez que sorprendía a quienes visitaban estos lugares de manera espasmódica. La
demanda para la construcción (desde los clavos hasta los tirantes) se convirtió en uno de
los mercados más atractivos para la naciente industria. Las fábricas se concentraban en
la ciudad de Buenos Aires, donde llegaron a emplear (en conjunto con los pequeños
talleres) un tercio de su población económicamente activa.

La formación de un mercado nacional fue una trabajosa construcción tanto para el


Estado cuanto para el sector privado. Sobre el primero, sin embargo, recaía la tarea de
proveer el contexto legal necesario para que el segundo pudiera desplegar sus
estrategias. La Constitución había prohibido la existencia de aduanas internas. A pesar
de ello, las obstrucciones provinciales al comercio continuaron existiendo. De aprobada
la Constitución Nacional, sin embargo, varias provincias continuaron con sus viejas
tarifas al comercio interior o implantaron otras nuevas. La Suprema Corte de la Nación
intervino en la cuestión e interpretó la existencia de tales trabas como
anticonstitucionales, obligando a dar marcha atrás a las provincias que habían hecho uso
de esta medida. No obstante, siempre existía algún instrumento para perturbar al
comercio.

Si se hubieran sostenido en el tiempo, las tarifas provinciales podrían haber impedido


que llegara la marea de productos salidos de las recientes industrias de la capital del país
y que terminaron por reemplazar (salvo contados casos) las manufacturas provinciales
que habían logrado competir con las importaciones. La entrada de productos importados
a partir del libre comercio había significado un primer golpe para estas industrias
locales, mientras la construcción de una red ferroviaria profundizó el peligro al reducir
los costos de transporte de las importaciones.

El toque de muerte para una gran parte de la rudimentaria manufactura del interior llegó
de la mano de las estrategias específicas que las fábricas de Buenos Aires realizaron
para conquistar el mercado nacional. A principios del siglo XX muchos productos
todavía enfrentaban mercados regionalmente segmentados. Una de las razones de la
segmentación era que ciertas áreas del interior tenían pautas de comercialización y de
consumo diferentes de las de la región pampeana. Este problema podía ser enfrentado
por las industrias porteñas a través de una estrategia comercial de empaquetamiento

145
CURA, ANA.

diferenciado que no implicara costos adicionales desmesurados. Más difícil fue vencer
las barreras de las calidades; el interior consumía (en términos generales) productos más
baratos y de tipo inferior a aquellos que demandaba la región pampeana. La industria de
Buenos Aires terminó por conquistarlo, creando productos de calidades más bajas y
comprando fábricas más pequeñas en el interior para convertirlas en sucursales o para
que salieran del mercado.

El dominio industrial de Buenos Aires encontraba un muro de resistencia en las


producciones regionales que el Estado protegía abiertamente, como el azúcar y el vino.

De una manera u otra, hacia la década de 1910, la mayor parte del país terminó por
formar parte de un mercado unificado de productos. Sólo quedaron fuera de tal mercado
algunas áreas por entonces marginales (como ocurría con ciertos espacios de la
Patagonia) que terminarían integrándose en las décadas siguientes. Mientras se formaba
como nacional, el mercado interno experimentó cambios paralelos relacionados con la
propia esfera del consumo.

La Revolución en el consumo:

El crecimiento del mercado interno fue tan meteórico como el de las exportaciones.
Considerado como producto total, en 1916 era nueve veces mayor que el de 1881, un
crecimiento excepcional para la época. Las cifras del aumento tenían que ver, en parte,
con la pequeñez de la economía argentina en 1880; si su tamaño en este año no llegaba
a la mitad de la brasileña, en 1916 la duplicaba. El crecimiento del producto total, era el
resultado de la confluencia, en proporciones similares, de dos fenómenos que se
potenciaron para aumentar la demanda: el crecimiento poblacional y del ingreso per
cápita (el primero explicaba un 55% y el segundo un 45% de la ampliación del
mercado).

La Argentina ofrecía una característica adicional en su demanda: su alto ingreso per


cápita, que la distanciaba del resto de América Latina. Estas cifras, de todas maneras,
encubren realidades muy diferentes. La distribución del ingreso. El grueso del producto
se concentraba en la región pampeana, cuyas ciudades contaban con una demanda
potencial significativa.

La alta movilidad social de la Argentina, así como los continuos movimientos físicos de
la población, vuelve complicada la definición de grupos sociales, si el objetivo es
mostrarlos como estáticos y permanentes. Si la idea es describirlos como grupos
transitorios, heterogéneos y con límites difusos, en cambio, es posible y útil definirlos y
analizar sus comportamientos. Las clases altas desplegaban un consumo conspicuo que
incluía mayormente artículos importados; pero su número y su incidencia en el mercado
eran pequeños por lo que las clases medias y bajas conformaron el grueso de la
demanda nacional. Si bien consumían bienes importados, también demandaban muchos

146
CURA, ANA.

de origen local, por lo que se convirtieron en la base sobre la que se sustentaba la


producción industrial argentina.

La clase media aumentó en número y en presencia a medida que crecían una economía
con efectos multiplicadores sobre las actividades secundarias y terciarias y un Estado
cada vez más dispendioso en sus gastos y sus capacidades de empleo. Fue creando un
espacio de consumo donde lo masivo. La clase baja entró de manera similar en la esfera
del consumo. La participación en el consumo de vastos sectores de la población, con la
jerarquización de una determinada distribución del ingreso, fue también una
característica de esta etapa.

A la vuelta del siglo pasado, el mercado experimentó cambios cuantitativos y


cualitativos que llevaron a la formación de una sociedad de consumo masivo que
terminó por plasmarse con mayor definición en los primeros años del siglo XX. El
concepto de tradición, entendido como una relación determinada con el espacio y el
tiempo, tomó un significado diferente, que fue de la mano de la victoria de la
masificación y la secularización que los nuevos tiempos imponían.

La masificación del espacio encontró su mejor ejemplo en el papel cada vez más
importante que los lugares públicos ofrecían como sitios de convivencia simétrica,
donde asistían no sólo individuos de distintas clases sino que lo hacían de manera
indiferenciada.

La masificación del tiempo, por su parte, se desplegó en la concesión de créditos por las
empresas comerciales, desde las grandes tiendas (que abrieron carteras especiales a sus
clientes) hasta los pequeños negocios que vendieron sus mercancías en cuotas. A través
del crédito, el acceso a los productos se volvió más flexible e incluso logró que ciertos
bienes antes inalcanzables para la mayoría dejaran de serlo. La secularización del
espacio se tradujo en el surgimiento de lugares comerciales como suerte de versiones
del cielo en la tierra, una ilusión que había sido en los viejos tiempos uno de los
mayores encantos (y a la vez monopolio) de las iglesias. Las grandes tiendas se
volvieron el mejor ejemplo de la nueva tendencia.

Con la llegada de la sociedad de consumo masiva, todo terminó siendo un engranaje del
mercado. Quizás una de las mejores medidas para observar la profundidad de este
fenómeno sea el hecho de que las ceremonias más íntimas y privadas de la vida, como
los casamientos y los entierros, pasaron a ser realizadas por empresas comerciales.

La masificación del mercado iba acompañada de cambios en la esfera de la


comercialización que exigían conocimientos expertos y especializados. La vieja
concepción de una tienda a la que sus clientes recurrían con la idea preconcebida de lo
que querían comprar dejó lugar a la vidriera, un instrumento por el cual el vendedor
tentaba al potencial comprador con artículos que no necesariamente tenía en mente
adquirir. Los productos se acercaban, de esta manera, hasta el consumidor. Los
aburridos avisos clasificados de los años anteriores, que sólo eran leídos por quienes

147
CURA, ANA.

intentaban buscar algo en especial, fueron reemplazados por atractivas propagandas que
tenían la finalidad de captar la atención del lector general.

La moda se transformó de una expresión de la elite a una de masas. La vestimenta había


sido durante la época colonial un elemento de distinción social. A medida que fue
avanzando el siglo XIX, la indumentaria perdió sólo lentamente su dramatismo como
instrumento de diferenciación. En la mitad del siglo, sin embargo, Buenos Aires
mostraba algunos rasgos que presagiaban cambios de largo alcance; un Domingo
Faustino Sarmiento recién llegado de Chile notaba que los habitantes de la ciudad donde
hacía poco había gobernado Juan Manuel de Rosas mostraban un efecto igualitario en la
vestimenta que contrastaba con la jerarquización indumentaria de Santiago.

Los vaivenes de la economía:

La incorporación de la Argentina al capitalismo mundial, que permitió un acelerado


crecimiento, también le dio a su economía la vulnerabilidad de ese universo integrado.
El capitalismo de entonces se caracterizaba (como el actual) por ciclos de auge y
depresión que se propagaban en espacios cada vez más amplios en la medida en que se
iban integrando nuevos países y regiones al sistema económico mundial. La primera
crisis internacional sufrida por la economía argentina ocurrió en 1866 y afectó a las
exportaciones de lana. En 1873, el país se vio nuevamente envuelto en una crisis
mundial que inició una etapa depresiva e impactó sobre toda la economía; la forma que
tomó la llevó a convertirse en un modelo tan novedoso como casi permanente de “crisis
de balanza de pagos”, que caracterizaría la economía nacional por el resto de su
existencia.

En los años previos, la Argentina había recibido una cantidad de capitales en forma de
préstamos al gobierno que, sumada a las divisas ingresadas por la creciente exportación
de lanas, llevaron a un aumento del consumo interno y de las importaciones que
entonces lo proveían. En esos años, las importaciones superaron largamente a las
exportaciones, con lo que se produjo un déficit en el balance comercial; pero esto no
implicaba un problema a corto plazo, porque había un superávit en la cuenta capital del
balance de pagos (los capitales que entraban, en efecto, eran mayores que los que
salían). Ante los primeros síntomas de desorden económico, las inversiones se
retrotrajeron, volvieron a sus lugares de origen (como sucede en todas las crisis) y
cambiaron el signo positivo de la cuenta capital. El problema, entonces, se tornó
insostenible porque ambas cuentas del balance de pagos se volvieron negativas. El
gobierno de Nicolás Avellaneda decidió enfrentar la crisis sin dejar de pagar la deuda
externa, el objetivo era mantener el buen nombre del país en el mercado financiero
internacional.

La idea era borrar de la mente de los inversores la imagen de una Argentina que no
pagaba sus deudas, para así lograr que el capital extranjero volviera (y se incrementara)
cuando la situación retornara a la normalidad. Avellaneda impuso un plan que incluía el

148
CURA, ANA.

aumento de los impuestos a las importaciones y un ajuste en los gastos del gobierno. La
caída en el consumo —por la interrupción en la llegada de capitales— se unió a las
tarifas más altas y al menor gasto público para producir un abrupto descenso en las
importaciones (que generó un superávit en el balance comercial) y un aumento en la
posibilidad del Estado (que recaudaba más y gastaba menos) para pagar la deuda.

A fines de la década de 1870, la crisis había pasado a ser un recuerdo, mientras el


crecimiento económico de los ochenta llevó a la repetición (en escala aumentada) de
algunos elementos que la habían precedido. Una nueva crisis llevó a interrumpir el
optimismo en 1884; si bien su alcance fue mucho menor que la de 1873.

Pero el país salió de ella sin esfuerzos profundos, y en la segunda mitad de la década
volvió el crecimiento económico. De nuevo se incrementaron el consumo y las
importaciones, lo cual llevó a un balance comercial desfavorable que se compensaba
con una cuenta capital de nuevo positiva por la llegada de préstamos extranjeros. La
Argentina se convirtió en el principal receptor de las inversiones de Gran Bretaña. En
medio de la política monetaria expansiva emprendida por Juárez Celman, a fines de la
década surgieron bancos sin respaldo a partir de la mencionada ley de bancos
garantidos. El veloz crecimiento económico pronto se conjugó con una especulación.

De pronto, todo se derrumbó. Las inversiones especulativas pasaron a ser el blanco de la


desconfianza y el público encontró en el oro la única inversión segura. Como resultado,
el peso moneda nacional cayó. Este malestar económico, iniciado en 1889, se acentuó al
año siguiente, cuando se desencadenó la crisis.

La salida de la crisis fue capitaneada por el presidente Carlos Pellegrini a partir de un


plan que era una versión más profunda y extendida del implementado por Avellaneda
casi veinte años atrás. Las tarifas a la importación se elevaron, mientras se renegoció el
pago de la deuda externa (que era imposible de cumplir), acordando posponerlo hasta
fines de la década. Las importaciones se desplomaron ante las altas tarifas, la
desvalorización del peso y la caída del consumo, con lo que se logró un balance
comercial favorable. Por otro lado, el sistema bancario se reorganizó de cuajo, como se
ha explicado anteriormente.

La maduración de las inversiones en ferrocarriles realizadas antes de la crisis, más las


que se seguían haciendo en este rubro que (a diferencia de otros) continuaba recibiendo
capital, originaron un incremento en las exportaciones. Fue gracias al ferrocarril que, en
esos años, los cereales pudieron convertirse en un producto de exportación masiva. A
mediados de la década de 1890 se comenzaron a ver los síntomas de la recuperación.
Una nueva crisis, sin embargo, volvió a azotar a la economía argentina antes que el
siglo terminara. En 1897 por un lado, las altas tarifas habían llevado a la apertura de una
cantidad de fábricas que la demanda argentina no podía sostener, llevando a una
sobreproducción industrial que se traducía en una competencia salvaje y una reducción
de precios (y beneficios) que ponían a varias empresas el borde de la quiebra. A esto se
unió el agravamiento del conflicto fronterizo con Chile. El temor a este desenlace llevó
a una desaceleración en la concesión de créditos.

149
CURA, ANA.

El país, por entonces, parecía haber encontrado la fórmula mágica para el crecimiento
perpetuo: la coexistencia de saldos externos favorables en el balance comercial y la
cuenta capital. Una crisis internacional ocurrida en 1907 afectó poco a esta economía
pujante. Parte del crecimiento económico de la primera década del siglo XX se debió al
optimismo que la Argentina generaba en el largo plazo, más allá de la situación
coyuntural que vivían las exportaciones.

El ciclo dorado se vio interrumpido en 1913. Una crisis internacional, ocurrida a raíz de
la inseguridad que la guerra de los Balcanes despertaba entre los inversores, llevó
nuevamente a la Argentina a vivir los problemas del ciclo capitalista mundial. La caída
en las inversiones condujo a un efecto de rebote en la economía interna que afectó con
especial dureza a la construcción, uno de los sectores más dinámicos. La estructura que
el sector externo había adquirido llevó a que las soluciones encontradas fueran distintas
de las que habían tenido lugar para hacer frente a las tempestades de 1873 y 1890. No
fue necesario aplicar tarifas para disminuir las importaciones. De la Plaza se vio
obligado a declarar la inconvertibilidad de la moneda, ante el malestar mostrado en el
afectado sector financiero. La crisis puso a la banca privada en serios problemas, que se
agravaban porque los depositantes tendían a sacar sus ahorros y a dejarlos en algún
banco oficial.

El Estado frente a la Economía:

Hay una creencia generalizada que considera que el papel del Estado en la economía
durante el período de auge exportador fue casi inexistente. Esta creencia, sin embargo,
está lejos de la realidad; si bien no existió un Estado intervencionista a la manera en que
la Argentina lo conoció más avanzado el siglo XX, la presencia estatal en la economía
fue tan significativa cuanto compleja.

El Estado promovió las primeras inversiones garantizando sus bonos y las ganancias de
las empresas ferroviarias privadas. Se involucró directamente a partir de la construcción
de la primera red de trenes. La intervención estatal se continuaba en el mercado
bancario. El papel clave que tuvo el Banco de la Provincia de Buenos Aires en los
orígenes del sistema continuó con el funcionamiento del Banco de la Nación Argentina
en la década del noventa.

La complejidad de la relación entre Estado y economía también se desplegaba en la


política fiscal. El grueso de los ingresos estatales estuvo compuesto, durante este
período, por impuestos a las importaciones.

Una fuente de ingreso adicional fue la aplicación de impuestos internos a artículos,


como las bebidas alcohólicas y el tabaco, a los que se consideraba legítimo gravar por el
efecto perjudicial sobre la salud de la población. Estos impuestos, implementados en la
década de 1890, terminaron convirtiéndose en un 10% de los ingresos a las arcas
fiscales.

150
CURA, ANA.

Los proyectos alternativos para imponer tributos a la riqueza, sin embargo, nunca fueron
seriamente considerados por el Estado. Detrás de esta elección puede verse (la presión
de los más ricos.

Uno de los resultados de la política fiscal argentina fue una inevitable protección a la
industria local. Esta protección, sin embargo, era selectiva y compleja. El porqué de que
ciertas industrias se protegían y otras no se debía a razones económicas, políticas,
ideológicas y hasta fortuitas.

La política industrial de protección selectiva fue redondeada por el mismo Estado a


través de quien fue uno de sus constructores, Julio A. Roca. En 1899, el entonces
presidente definió (en un discurso público) a la Argentina como un país que no tenía
una evolución económica exitosa lo suficientemente vieja (como Gran Bretaña) para
lanzarse al librecambismo, pero tampoco había alcanzado aún la potencialidad de los
Estados Unidos, con lo que el proteccionismo resultaba igualmente desventajoso.

Los ingresos del Estado nunca llegaban a cubrir sus gastos, por lo que el déficit fiscal
era moneda corriente. E1 agujero fiscal se cubría a partir de la emisión de deuda
pública. La emisión de deuda pública para solventar el creciente gasto público llevaba
con aumento en la tasa de interés del sistema y a una eventual caída en la tasa de
inversión del sector privado, generando el efecto de crowding-out (o expulsión).

El período en que el crecimiento económico hacia fuera se consolidó estuvo lejos,


entonces, de ser homogéneo, no sólo porque se desarrollaron etapas diferenciadas
dentro de lo que se supuso como una evolución lineal sino también por la
heterogeneidad en las propias características de cada una de estas etapas.

La política económica, por otro lado, no podía llegar a definirse ni como librecambista
ni como intervencionista sino como una mezcla de pragmatismo y flexibilidad. Es que
fue en esa posición intermedia, con referencia a los rígidos modelos de las
interpretaciones sobre el desarrollo, donde la economía argentina encontró su difícil
equilibrio: entre el dinamismo externo y el interno, entre la pujanza de una región y el
estancamiento de la otra, entre la indefinición de políticas y el dogmatismo. Esta
característica, que llevaría a la Argentina de entonces a alejarse tanto de la evolución
que tenían otros países de América Latina así como de los Estados Unidos, fue la que
plasmó los éxitos y los límites de una etapa que los argentinos tienden a asociar con el
mejor momento de su vida económica.

ROCHI, Fernando: “En busca del empresariado perdido: los industriales


argentinos y la tesis de Jorge Federico Sábato”:

Una especie en vías de extinción: Un tiempo en que la vida económica Argentina fue
liderada por los capitanes de la industria, un grupo de empresarios nacionales al que el
futuro parecía pertenecerle. El plan de convertibilidad y la apertura económica,
cambiaron radicalmente ese escenario y llevaron a un empequeñecimiento del

151
CURA, ANA.

empresariado industrial argentino como resultado de la venta de numerosas firmas de


capitales nacional a compañías extranjeras gira en torno al estudio del comportamiento
de la élite que lideró el proceso de auge económico que la Argentina experimentó entre
1880-1914. Este grupo se caracterizó por su diversificación o multiplicación, una
amplia gama de actividades económicas que concluía tanto la productividad como la de
los servicios.

El autor se concentra en dos hipótesis acerca del empresariado: 1) la que postula su


implantación en múltiples actividades económicas; 2) la que sostiene que desplegar una
estrategia que evita la inversión en capital fijo.

El rescate de un debate moribundo: la dificultad de lograr el desarrollo no radicaba en


la ausencia de un empresariado dinámico, como en realidad existía, sino las
características del mercado. Un mercado imperfecto hacía que el espíritu innovador
desperdiciara sus energías, que en otro contexto hubiera servido para producir más y
mejor, el lidiar con tales imperfecciones. La élite económica colonial no suelo era
dinámica, sino que buscaba la clave de su éxito en el comercio y no, como
tradicionalmente se había pensado, en la Hacienda o en la minería.

Oscar Cornblit Presentaba a los industriales del período del auge agroexportador como
un grupo débil, en gran medida por estar compuesto por extranjeros, carente de poder
político que nada podía hacer contra los poderosos terratenientes que le controlaban. La
economía y el Estado Peña rechazó la búsqueda de una burguesía nacional
modernizada, por lo que otras corrientes de izquierdas obsesionaban. Se lanzó a un
desafiante de trabajo empírico y reflexivo, mostrando el funcionamiento de una
burguesía que se diversificaba en el agro, la industria, el comercio y las finanzas, tanto
como se ligaba al capital extranjero. La burguesía industrial Argentina no habría
evolucionado desde el siglo 19 al estilo de los países centrales, pasando de pequeños
talleres a la gran fábrica, creciendo autónomamente y oponiéndose a los intereses
agrarios. Peña sostenía que la burguesía industrial y la clase terrateniente habían
compartido sus intereses. Sábato avanzó, donde Peña se había detenido y mostró a una
clase dominante unificada desde los mismos comienzos de la Argentina moderna,
llevando el desafío de una perspectiva tan novedosa al límite todavía más amplio.

Los industriales, importadores: una confirmación de la tesis de Jorge Sábato: La


identidad entre industriales e importadores fenómeno lo suficientemente extendido
como para suscitar comentarios en la misma época en que ocurría industriales e
importadores eran más que primos, hermanos; en muchos casos eran la misma persona.
Un gran número de industriales, entre los que se encontraban muchos de los más
importantes, realizaban tareas de producción y de importación del mismo tipo de
mercadería.

La figura del industrial importador es un caso particular del empresariado diversificado


de Sábato:

152
CURA, ANA.

 en primer lugar, aquellos que tan solo fabricantes e importadores seguía la lógica
de los que estaban multiplicando sus, esfera de negocio, se redujera a dos
sectores. El industrial importador, que tenía un ojo puesto en la producción y el
otro en el comercio, procuraba el éxito de su empresa en un conjunto y no el de
un solo sector en particular.

 En segundo lugar, coma los casos de ampliación de intereses a otras actividades


económicas. No faltaron, aún entre quienes no pertenecían a la élite, lo que
indicaría cierta limitación a los grupos económicamente menos poderosos del
comportamiento de la clase dominante.

La Argentina introducía del extranjero un largo camino que alcanzará en las décadas del
30 y 40 su transitoria culminación. En la Argentina el mercado parecía que solo podía
controlarse desde el propio comercio, por lo que los industriales amenazaban sobre el
mismo no para vender más de su propia producción, sino para iniciarse en un negocio
alternativo y complementario, como era el de la importación; En otras palabras, cómo se
diversificadas, pero no se integraba en la Argentina. El comercio avanzaba sobre la
producción. Otra asociaciones de importadores el Centro de Comercio, que ha sido
tradicionalmente considerada como la antítesis de la UIA en las luchas sobre
proteccionismo y librecambismo a fines del siglo, mostraba matices que no han sido
señaladas. El centro, estaba dirigido en el momento culminante. El aludió conflicto por
una comisión Directiva donde configuraban notorios industriales.

Esta altura, alguien podría preguntarse por qué existían asociaciones diferenciadas de
industriales e importadores. El medio de un contexto donde los intereses se
entremezclaban de tal manera. Su existencia, se debía a varias razones, de las cuales dos
me parecen especialmente relevantes:

 en primer lugar, a no todos los industriales eran importadores, ni todos los


importadores eran industriales, lo que hacía necesario para observar un espacio
para los que se movían en un solo sector.

 En segundo lugar, la diferencia sectorial entre fabricación e importación se


mantuvo siempre vigente. la Unión de actividades se daba solo a nivel de la
empresa, donde confluían los distintos sectores, y del empresario, que podía ser
a la vez miembro de una asociación de importadores y otra de industriales.

La falta de inversiones: una hipótesis reñida con la evidencia: Según el análisis


económico, los empresarios cumplen con 3 roles: 1) El primero, el de entrepreneurs que
inician el proceso de producción; 2) El segundo, el de capitalistas que proveen y
arriesgan su capital; 3) El tercero, es de más nacer, que busca la eficiencia de los
negocios.

Para Sábato, las 3 funciones empresariales se concentraron en un mismo grupo en la


Argentina de 1880 a 1914, lo que no es sorprendente, pues así ocurriría
contemporáneamente en casi todo el mundo. Para la clase dominante no parecía ser una

153
CURA, ANA.

mala estrategia invertir parcialmente en, y no controlar totalmente como una de las
actividades económicas a las que se dedicaban.

Altas ganancias y alto nivel de reservas son las condiciones sine qua non para el
autofinanciamiento de una empresa, práctica que era moneda corriente en la industria
Argentina de la época. Las inversiones, Por otro lado, no escaseaban cuando era
necesaria para aumentar la capacidad productiva o reducir los costos. Por otro lado, la
política Empresaria respecto de la acumulación de reservas, era especialmente
conservadora. Años de ganancias excepcionales eran aprovechados para aumentar estos
fondos, mientras que cuando los beneficios eran malos, nos hacía uso de ellos para
compensar a los socios. Es que la industria tenía características propias que hacían a su
producción y que volvía muy difícil la aplicación del principio de máxima liquidez. La
alta rentabilidad industrial nos lleva a plantearnos porque la industria no trajo un más
capital y posibilitó que la Argentina tomará otro rumbo económico. La respuesta está,
en gran medida en un aspecto que Sábato no trató de profundizar: la demanda.

El mercado se amplió de manera Impresionante la Argentina de 1880-1914 sustentando


en las fuertes inversiones del período. Las dimensiones del mercado no eran entonces
suficientes como para sostener una industria en la escala de los países más
desarrollados. La Argentina no tuvo ni mercado interno ni externo donde vender a
escala masiva sus productos industriales. La Argentina se sumergió en una estrategia
unilateral de sustitución de importaciones con los resultados poco felices que están a la
vista.

ROY HORA: "Los terratenientes de la pampa argentina. Una historia social y


política 1860-1945"

Como bien señala Hora, la trayectoria y evolución de los terratenientes, en tanto grupo
social, no se ha convertido, sino muy al pasar, en objeto de estudio, para una
historiografía que en los últimos tiempos, ha crecido en sofisticación y densidad. Más
allá de los tradicionales trabajos de Jacinto Oddone (La burguesía terrateniente
argentina; Buenos Aires, 1930), James Scobie (Revolución en las pampas. Historia
social del trigo argentino, 1860-1910, Buenos Aires, 1968), y Horacio Giberti (Historia
económica de la ganadería argentina, Buenos Aires, 1982), el tratamiento de esta
problemática, ha permanecido en la columna del debe, dentro de lo que podríamos
denominar, como una suerte de registro historiográfico. Será en esta dirección, que, Roy
Hora, intentará saldar esta cuestión, avanzando en la construcción de una historia de los
terratenientes pampeanos entre los años 1860 a 1945.

El autor de esta historia de los terratenientes (que dicho sea de paso, es una versión que
se basa en la tesis doctoral que el mismo presento en la Universidad de Oxford), se
propone enfatizar en el transcurso de su obra, aquellos aspectos que señalan la
mutabilidad del mundo de los grandes señores de la pampa, en oposición a la visión que
sostiene la inmutabilidad de dicho entorno a lo largo de casi un siglo de existencia.

154
CURA, ANA.

La obra de Roy Hora intenta tomar distancia de las concepciones que tienden a ver, en
los terratenientes, una clase poderosa y reaccionaria, que habría dominado los destinos
del país desde los tiempos coloniales hasta la emergencia del peronismo, como así
también, busca alejarse de las posiciones más recientes, que desestiman el papel central
desempeñado por los terratenientes en la historia argentina (Jorge Sábato, La clase
dominante en la Argentina moderna. Formación y características, Buenos Aires, 1991;
Jorge Schvarzer, Empresarios del pasado. La Unión Industrial Argentina, Buenos Aires,
1991).

En este sentido, señala Hora, y ciertamente logra persuadirnos de su afirmación en el


desarrollo de su obra, que, a lo largo del período de apogeo de la Argentina
agroexportadora, la tierra constituyó la principal y más segura base económica de la
clase terrateniente, más allá de las inversiones que, algunos miembros de esta clase,
realizaron en otras actividades económicas.

Del mismo modo, apunta el autor, aunque de una manera menos convincente, serán los
emprendimientos vinculados a la tierra, los que resultarán ser centrales a la
autopercepción de esta elite como un grupo superior y privilegiado. De aquí en más, el
problema toma otra dimensión, introduciéndonos en una serie de interrogantes que,
consideramos, el autor no logra despejar satisfactoriamente. El hecho de plantear su
oposición, a la visión historiográfica que observa en los terratenientes, la imagen de un
grupo estable, hace que, ante la presencia de un pequeño grupo de terratenientes, en los
que, efectivamente, se observa una actitud un tanto más emprendedora que la del resto
de sus colegas, el autor tienda a ser extensiva dicha actitud al conjunto de la clase
propietaria, adoptando una posición tan o más controversial que la sostenida por la
historiografía tradicional. De este modo, los atributos de algunos de los miembros de la
clase terrateniente, que Hora describe en su trabajo, y que, por cierto nos remiten a la
caracterización schumpeteriana del empresario innovador, son confusamente adquiridos
por el resto de los terratenientes. Este subgrupo, que Roy Hora nos presenta, en un tono
menos ideológico, si se quiere, como los estancieros progresistas, estaría conformado
por aquellos miembros que hicieron posible la emergencia de una conciencia
terrateniente y que a su vez habrían hallado expresión en torno a la Sociedad Rural
Argentina. Si bien, es innegable que durante esos años se produjeron grandes cambios
en el país, el modo en que emerge la denominada conciencia terrateniente que el autor
describe, no deja de aparecer como un tanto abstraída de lo que podríamos denominar
como, elementos imprescindibles para la materialización de aquella conciencia. Es
decir, para Hora, la conciencia terrateniente, surge como una respuesta necesaria ante
los cambios que se estaban produciendo en el espacio pampeano, y más aún, aquella
conciencia tendría una fecha exacta de nacimiento, señalada por la conformación de la
S.R.A, en el invierno de 1866.

Sin intención de detenernos en esta discusión, que en mucho superaría los términos en
que esta reseña ha sido pensada, el autor define en un sentido positivo la conciencia
terrateniente, como la expresión de un grupo de hombres - los estancieros progresistas-
que, además de poseer grandes extensiones de tierra, buscan la modernización de las

155
CURA, ANA.

prácticas agronómicas, impulsando más allá de toda división partidaria o de otra índole,
la construcción de una conciencia de clase entre el empresariado rural, en síntesis, su
ambicioso proyecto tenía por norte la creación de una organización política e ideológica
capaz de representar los intereses terratenientes, incrementar el poder del empresariado
rural y, al mismo tiempo, transformar a los estancieros en sujetos económicamente
dinámicos y políticamente más activos. Esta definición, positiva, que nos brinda Hora,
se opone a lo que podríamos denominar como una definición de tipo negativa,
construida en función de intereses contradictorios u opuestos entre distintos grupos
sociales. Sin embargo, Hora, nos pone al tanto de otra especificidad pampeana, a saber,
el espacio pampeano de aquellos años, se hallaba libre de conflictos sociales. Por lo
tanto, estos "estancieros progresistas", surgen como tales, a partir de una oposición intra
grupal y no entre grupos al modo del capitalismo clasista, ya que la diferencia intra
grupal radica en la forma, según la perspectiva de Hora, en que debe administrarse una
estancia y en la posesión o no, de destrezas intelectuales y empresariales que serían
poco comunes entre sus colegas, diríamos entonces, toda una suerte de intelectuales
orgánicos y/o vanguardia intelectual autóctona.

Este punto se nos presenta como central, ya que, de la definición del mismo, el trabajo
comienza a tomar forma, incorporando al análisis de los terratenientes otros rasgos y
elementos, como el surgimiento en las últimas décadas del siglo XIX, en Argentina, de
formas de acción política clasista, que se expresan en la aparición de dos partidos
organizados sobre la base de principios de clase (la Unión Provincial y Defensa Rural),
y más en general, la relación entre clase terrateniente y orden político oligárquico.

Es interesante, la estructura argumental y analítica, que nos propone Hora en su trabajo,


aunque se muestre en algunos casos un tanto ambivalente. Hora se sirve de una
definición de estricta objetividad, cuando la discusión se presenta ante los denominados
historiadores revisionistas, apelando al registro catastral sobre la magnitud de las
extensiones que poseen los terratenientes en un período de tiempo determinado,
mientras que, al momento de enfrentarse a las posturas tradicionales, elabora, bajo la
denominación del concepto de "estancieros progresistas", toda una argumentación que
tiende a elevar a un rango de análisis mucho más subjetivo, ya que se funda en el
concepto de conciencia de clase, la discusión sobre los avatares de este grupo social.

En efecto, esta denominación le permite a Hora, el empleo de un concepto mucho más


versátil al momento de explorar las diferentes experiencias de este grupo social, que el
concepto de terrateniente, que indudablemente, es percibido por Roy Hora, con una gran
carga ideológica. Este grupo de terratenientes será el que participará, según nos
demuestra el autor, más activamente en el llano político y del cual Hora nos hablará.
Evidentemente, son estos individuos y no la totalidad de la clase terrateniente la que se
embarca en la aventura política partidaria. Serán estos individuos los que adquirirán la
más plena conciencia sobre su posición social, y quienes se verán del mismo modo, más
expuestos a las críticas de la sociedad, cuando los años de bonanza hayan finalizado.

156
CURA, ANA.

En resumidas cuentas, la obra de Hora se divide en cinco capítulos. En el primero de


ellos, el autor ofrece una breve descripción en el tercer cuarto del siglo XIX y de la
posición de los terratenientes en la sociedad rural, argumentando que la aceleración del
desarrollo capitalista que se produjo en esos años creo las condiciones que hicieron
posible la emergencia de una conciencia terrateniente.

En el capítulo dos, el autor, considera la metamorfosis sufrida por los señores de la


pampa en las décadas finales del siglo y explora con cierto detenimiento la relación
entre el papel desempeñado por los estancieros en los procesos de transformación
agraria, que entonces alcanzaron gran dinamismo y la adquisición de una posición de
prestigio y poder que no reconocía antecedentes en el pasado. Afirmando que en esos
años, los estancieros de las pampas lograron recrear aspectos significativos de su
imagen pública, presentándose como un agente económico especialmente dinámico,
contribuyendo a definirlos como un grupo dotado de mayor unidad de acción y
conciencia de sí mismos.

En el tercer capítulo, Hora estudia algunos desarrollos políticos que indican el nuevo
estatus alcanzado por la clase terrateniente. Para el cambio de siglo, por primera vez en
Argentina, afirma el autor, encontramos formas de acción política clasista entre los
grandes propietarios. En este apartado analiza la aparición de dos partidos organizados
sobre la base de principios de clase, y más en general, la relación entre clase
terrateniente y orden político oligárquico. También examina la reacción de los
terratenientes frente a la emergencia de la industria doméstica y de la política
proteccionista, de la que algún segmento de la actividad manufacturera dependía.

En el cuarto capítulo, Hora analiza la actitud de los estancieros en relación a las


principales novedades de las décadas de 1910 y 1920: el proceso de democratización, el
aumento de la tensión social y política y el debilitamiento para la demanda externa para
la producción de la pampa. Allí se afirma que la respuesta inicial de los terratenientes
hacia la creación de un sistema político más transparente no fue hostil, pero que la
creciente hostilidad que alcanzó el conflicto social en esos años, así como la frustración
de las promesas de regeneración política que estaba en la base de la reforma política de
1912, hicieron que la reacción de muchos estancieros fuera cada vez menos entusiasta.
Hora sugiere que el ascendiente de los grandes estancieros propietarios sobre el resto de
los productores ganaderos resulto erosionado como consecuencia de la pérdida de
dinamismo del mercado de carnes y que para el fin de la década de 1920 había pasado a
ser una elite asediada.

Por último, en el capítulo quinto, el autor estudia las reacciones de los terratenientes al
nuevo clima surgido tras el desencadenamiento de la gran depresión. Sugiere que los
grandes estancieros (como en general todos los productores rurales), se vieron
hondamente afectados por la crisis. En esos años, por otra parte, las críticas a la gran
propiedad terrateniente alcanzaron una intensidad inusitada. Durante la década que
precedió al peronismo, la crisis agraria y el proceso de expansión industrial, se
combinaron para impulsar cambios fundamentales en la estructura de clases de la

157
CURA, ANA.

República, que hicieron que para comienzo de la década de 1940, los magnates
territoriales de la pampa, ya no se encontraran en la cúspide de la elite económica.

En síntesis, el trabajo de Roy Hora, nos invita de una manera erudita, a interesarnos en
la problemática de un grupo social de indudable trascendencia para la comprensión de
un capítulo decisivo de nuestra historia nacional. Fundamentado sobre una amplia base
empírica que reconoce un atento examen, la obra de este historiador, viene a saldar una
vieja deuda pendiente por nuestra historiografía vernácula.

HORA ROY: “Terratenientes, empresarios y crecimiento industriales en la


Argentina: los estancieros y el debate sobre el proteccionismo 1890-1914”:

Distintos autores han sostenido que los grandes terratenientes pampeanos, el Grupo
Social de mayor poder e influencia en la Argentina de los portadora, sistemáticamente
demostrar un escaso interés coma sin hostilidad, hacia el desarrollo de la industria. La
política económica en el período anterior a la década de 1930 habría resultado
indiferente o declaradamente hostil al desarrollo humano facturó, salvo en aquellos
casos en que éste se vincula a la exportación de bienes de origen rural. Como sugeriría
Adolfo Dorfman en su estudio pionero sobre la industria Argentina, las décadas del
cambio del siglo dieron lugar a las más enconadas luchas entre los defensores y
detractores del proteccionismo de todo el período de expansión agrario. Los industriales
del cambio de siglo no carecían de poder político. No fueron los industriales sino los
terratenientes quienes reaccionaron con mayor demencia contra el orden político
finisecular, a punto tal que diversos voceros de este sector invitaron a sus padres a crear
partidos librecambistas.

La crisis del 90: crecimiento industrial y el avance del proteccionismo: durante la


década de 1880, el capitalismo argentino experimentó un marcado proceso expansivo.
La consolidación del orden político estimuló el ingreso de un sostenido flujo de capital e
inmigrantes. La construcción de una densa red de puertos, habría obtenido el control de
todos los sectores de la economía: agricultura, industria, comercio y finanzas. Desde la
década de 1880, el sector manufacturero argentino experimentó un crecimiento
sostenido. En este periodo se verificó la aparición de las primeras grandes fábricas que,
desplazando a las pequeñas manufacturas que caracterizaban el paisaje industrial
argentino, comenzó a concentrar una parte significativa de la producción industrial.
Asimismo, la década de 1890 dio lugar a la aspiración de un clima pro industrial, que
Telégrafos y ferrocarriles creó condiciones propicias para la expansión productiva y a lo
largo de la década de 1880 la economía Argentina creció a un ritmo febril. La crisis del
90 comenzó en el mercado financiero, pero pronto afectó a todos los sectores de la
economía. El Presidente Carlos Pellegrini lanzó un programa de reforma fiscal
destinado a contrarrestar los efectos de la depresión económica. El Gobierno impulsó la
elevación de las tarifas aduaneras en 1891,1 nueva ley de aranceles entró en vigencia en
1894-1896, otra vez el Gobierno favoreció el aumento de los derechos aduaneros. En

158
CURA, ANA.

1898,1 ley de compre nacional dio prioridad a las industriales locales en la adquisición
de pertrechos militares.

Las condiciones económicas como las políticas gubernamentales, contribuyeron a crear


un ambiente más favorable para el crecimiento industrial. Hasta la década de 1870, la
industria local, denominada por pequeños talleres manufactureros, había realizado
avances discretos, en gran medida porque los mercados eran demasiado pequeños y los
costos de transporte demasiados altos como para permitir la aparición de unidad de
producción a gran escala. La industria dio su primer gran paso adelante en la década
siguiente. Los grandes propietarios rurales mostraron su entusiasmo por la
transformación asociada al crecimiento industrial. Sus objeciones no comprendían a la
totalidad del sector manufacturero. Los empresarios rurales alentaron la expansión de
este sector que generaba eslabonamientos hacia adelante que valorizaba la producción
primaria, que reforzaba la orientación exportadora de la economía Argentina.

Un segundo grupo de industriales producida para el mercado doméstico. Dentro del


mismo conviene distinguir dos sectores: el que manufactura bienes no transables y el
que producía bienes transables.

 El que manufacturaba bienes no transables, el emplazamiento geográfico


resultaba un factor crítico, elaboraba, por ejemplo, coma alimentos y bebidas
que no soportaban altos costos de transporte desde el extranjero.

 El que manufacturaba bienes transables, competía con la producción importada.


Este sector evidenció falta de competitividad, y se vio obligado a refugiarse
detrás de barreras arancelarias.

Aun cuando los obstáculos a la libre circulación de mercaderías entonces menos severas
que después de 1930, la economía internacional no carecía de barreras al intercambio,
que Por otra parte se encontraba en avance. La lana como principal producto de
exportación de la República, iba dirigida fundamentalmente a los mercados de Francia,
Alemania y Bélgica. Al tratarse la ley de aduanas, tanto la sociedad rural como la Liga
agraria volvieron hacer sentir su presión como reclamando una reducción de las tarifas.

La denuncia del proteccionismo encontró gran eco. Fue porque entonces la economía
rural atravesaba un período difícil, que volvió a los propietarios rurales más sensibles a
los problemas del sector. La cotización de la lana cayeron a la mitad entre 1890-1893, y
los precios de los granos también bajaron y no se recuperaron hasta mediados de la
década, a pesar de la crisis, la expansión del mercado urbano del litoral, que se verificó
en estas décadas, contribuyó a sostener la demanda de productos agroindustriales del
interior como el azúcar y el vino. Por si todo esto fuera poco, la crisis del 90 contrajo el
crédito y una gran sequía, la más severa en 30 años, desato la campaña Buenos Aires y
en 1893-1894. En este contexto de crisis, la inquietud de los hacendados ante la
amenaza del impuesto al tasajo, y, de modo más general, a los temores frente a la
posibilidad de represalias comerciales, dieron impulso a una campaña de librecambista
que encontró eco en diversos medios de prensa. En la década de 1890 dio lugar a la

159
CURA, ANA.

Constitución de un clima favorable para la emergencia de una fuerza librecambista


liderada por productores rurales.

Estancieros, política y proteccionismo durante el régimen oligárquico: En los años 80,


los grandes propietarios o Buenos Aires reforzaron su posición económica y su prestigio
social gracias al papel que desempeñaron la transformación de la ganadería pampeana.
La crisis política con la que se abrió la década del 90 encontró una clase terrateniente y
más poderosa y consciente de su propia fuerza. Hasta la segunda década del siglo 20,
cuando estalló el movimiento de Alcorta, la expansión de las fronteras funcionó como
válvula de escape de muchas tensiones rurales, por lo que nunca se produjeron
enfrentamientos abiertos entre terratenientes y pequeños agricultores. En la década de
1890,1, clima proteccionista, predominaba en el Congreso, mientras que la mayoría de
los representantes radicales y mi tristeza se inclinaban por el libre cambio, los
autonomistas, favorecían cierto grado de protección industrial. En el litoral, los grandes
estancieros no eran los únicos que defendían una economía abierta, los terratenientes
conformaban la cumbre, visible y cohesionado, un sector agrario complejo y diverso,
que también incluía numerosos tratos intermedios y que estaban formados por una base
de pequeños agricultores. Las agrupaciones de izquierda no fueron las únicas que
intentaron ganarse el apoyo del mundo del trabajo, los empresarios industriales lograron
movilizar con éxito una gran parte significativa de sus trabajadores. La población
trabajadora se vio sometida a una marcada tensión entre su papel como consumidores y
su papel como productora, y no pare cerradas errado concluir que este último constituyó
el pueblo dominante.

Las provincias del interior mostraban un paisaje político y productivo bien distinto. Ni
siquiera cuando el poder del radicalismo y el mismo se encontraba en su cenit, la
política logró conmover el dominio que el PAN ejercía sobre la vida política de esta otra
Argentina. En el interior como a las ventajas derivadas de la gran expansión
exportadora, que estaba rehaciendo el litoral, resultaba más tenue. Las élites del interior
nunca rechazaron la expansión de la economía exportadora. Lo que las oligarquías del
interior reclamaban era asociarse a la prosperidad de la economía de exportación.
Impulsaron la construcción de una red de transporte que conectará el interior con el
litoral cuando los trazos gruesos de esta red estuvieron teñidos en la década del 1890, lo
que restaba por hacer era garantizar el desemboque de sus productos regionales en los
prósperos mercados litorales, el instrumento privilegiado para lograr tal fin era la
protección aduanera.

Los representantes de las provincias, cuyas de San Juan y Mendoza, donde se


encontraba esta actividad, y Tucumán, que había encontrado un esperado dinamismo
gracias a la producción azucarera, conformaban el corazón de la coalición
proteccionista. La Argentina no poseía ningún centro manufacturero de envergadura,
aparte de Buenos Aires. Los industriales del litoral, un gran extremadamente
heterogéneo, se encontraba menos estrechamente conectados al poder político de sus
colegas del interior. Con todo, poseen recursos como para ejercer influencia sobre el
Parlamento y el Gobierno, entre los que destacaba el que se deriva de su papel como

160
CURA, ANA.

empleadores, y sus presiones sobre legisladores y funcionarios. Los terratenientes


advertían con claridad que el PAN, como la fuerza política dominante de la República
Oligárquica, ofrecía el principal canal a través del cual los industriales hacían sentir sus
demandas.

El PAN fue más representativo de la productividad Argentina de lo que habitualmente


se supone. Eso contribuyó a ampliar las bases del partido gobernante, haciendo confluir
a los defensores de la industria dentro de una coalición política de cuya amplitud.
Fortaleza da testimonio el dominio que el PAN ejerció sobre la vida Argentina entre
1880-1916. A fines de 1897, aumento de los derechos que afectaba a la lana y el cuero
argentino, que había permanecido libre de derechos desde 1894 en Estados Unidos.
Simultáneamente se anunciaron nuevos impuestos a la carne Argentina en Brasil.

La tarifa arancelaria: un espacio de compromiso antes que el conflicto: aunque el


cambio de siglo, los estancieros comenzaron a percibir tanto el crecimiento de la
producción industrial como el proteccionismo moderado como un inconveniente antes
que como una amenaza de consideración. Para los estancieros, como el proteccionismo
comenzaba a convertirse en un tema de discusión intelectual y un motivo de queja
incesante, y dejaba de ser un problema que causará profunda inquietud o que amenace
impulsar un activismo político.

Varias son las razones que explican por qué los temores que los terratenientes
manifestaron hacia fines de los años 90 dieron lugar a una evaluación menos hostil
acerca de lo que el desarrollo industrial implicaba para la producción exportable. El
primero, y más importante, se vincula a la gradual de atenuación de las amenazas de una
guerra de tarifas con el paso de los años, La Argentina es el torno menos vulnerable a
las presiones externas. En los últimos años del siglo 19, las pampas asistieron a un
formidable boom exportador que se prolongó hasta comienzos de la década de 1910,
impulsado por nuevos productores que ampliaron la lista de los bienes de exportación
tradicionales, entre los que destacan los granos y las carnes refinadas. Los nuevos
bienes exportados se orientaban crecientemente, no sé, los mercados protegidos de
Europa continental, sino hacia la librecambista Gran Bretaña. Para comienzos del siglo
20 las exportaciones argentinas se convirtieron, junto con las mexicanas, en las más
diversificadas, América Latina, tanto por la variedad de bienes exportados como por su
destino final.

Es cierto que el aumento del costo de los bienes de consumo popular determinados por
las tarifas aduaneras iniciadas sobre los niveles salariales, rurales y urbanos, y afectaba
al precio de los productos de exportación. En 1894, cuando la campaña de
librecambistas estaba en su apogeo, el órgano vocero de los industriales señalaba que
todavía ninguno de estos aficionados al cambio y a lo novedoso, ha descendido el
terreno práctico y examinado por donde ha de prorrumpir el fisco nacional para sacar a
la renta inmersa, colosal, que exige las deudas acumuladas, ni se puede acudir al terreno
escabroso de los impuestos directos sin destruir el sistema federal.

161
CURA, ANA.

Para fines de la década, advirtió con claridad que no existen amenazas a un pan que se
mostraba renovado y fortalecido en las elecciones presidenciales de 1898. El
autonomismo solo debió enfrentar una oposición nominal. Roca volvió a ocupar la
primera magistratura. Es necesario enfatizar que no se trataba solo de que los
propietarios rurales habían cambiado su visión sobre el líder del PAN. El propio roca
también se mostró dispuesto a ganarse el favor y el apoyo de este grupo social. El nuevo
Presidente impulsó una reforma de la Constitución que aumentó el número de ministros
y otorgó al Departamento de Agricultura rango ministerial. Al inaugurar las sesiones
parlamentarias de 1899, roca se comprometió a no impulsar la política proteccionista.
Los argumentos de dirimidos para sostener esta postura seguramente sonarán bien en los
oídos de los estancieros, pues coincidían con lo que los voceros ruralistas habían estado
sostenidos en años anteriores.

La diferencia de roca hacia los grupos terratenientes culminó en la ley de


convertibilidad de 1899, la misma, Por otra parte, pone de manifiesto la compatibilidad
entre algunas demandas del empresariado rural y el industrial. En la segunda mitad de la
década de 1880 la Argentina se benefició gracias a un aumento sostenido en el valor de
sus exportaciones, como que fue impulsado tanto por un crecimiento de los saldos
exportables como por el alza de los precios de los productores agropecuarios. La ley de
Convertibilidad de 1899 indica puntos de compatibilidad entre los intereses del
estanciero e industriales. Sí vio a la Argentina era para entonces el país más
industrializado de América Latina, el sector manufacturero no solo resultaba modesto en
términos comparativos, sino también fuertemente vinculado al procesamiento de
productos primarios de exportación. Si bien Argentina era el país más rico
industrializado de América Latina, el nivel de la producción manufacturera per cápita
era más baja que el de muchos países europeos de menor población e ingreso per cápita.

Los productores rurales finalmente desearon a la conclusión de que el desarrollo


industrial resultaba compatible con la expansión agraria, los conflictos entre
industriales, como a productores rurales y Estados, encontrar una fuerza moderada a las
en la sostenida expansión agraria, que trajo una década de Inusitada, prosperidad para el
sector rural, pero también para los sectores empresarios en su conjunto, para la década
de 1900, el proteccionismo ya no provocaba temor alguno en los terratenientes. La
aprobación de una ley de aduanas a mediados de la década de 1900 ofrece un claro
testimonio del consenso al que había arribado productores rurales y empresarios
industriales. La tarifa de 1905 permaneció en vigencia, con modificaciones de tasa de
taxi coma hasta la década de 1930. Los cambios introducidos en 1905 con respecto al
pasado no eran grandes; En todo caso, la nueva ley tenía por intención realizar la
estructura de tarifas y aforos, pero en otros aspectos continúa una política arancelaria
que estaba lejos del libre cambio.

Conclusiones: durante las últimas dos décadas del siglo 19, la Argentina asistió a la
emergencia de un sector industrial moderno de ciertas proporciones, y de políticas que,
además de atender problemas fiscales, estaba orientada a favorecer su crecimiento. En el
atraso interior del país, el mismo encontraba defensores decididos entre las oligarquías

162
CURA, ANA.

provinciales, que aspiraban a proveer el gran mercado del litoral con su producción
regional, vinculándose de este modo a los beneficios que la economía de exportación
volcaba sobre las áreas más prósperas del país. Sí, algo faltó la Argentina
Agroexportadora no fue un partido industrialista, sino, En todo caso, un partido
librecambista.

Durante el largo periodo de expansión agropecuaria que se extendió entre la segunda


mitad del siglo pasado y la década de 1930, y aún después, el sector rural siempre
requirió menos apoyo estatal que el sector industrial. El conflicto en torno al
proteccionismo y el libre cambio, aunque morigerando, encontró su principal expresión
dentro mismo de la fuerza gobernante, y su árbitro Supremo en el cambio de siglo, en la
figura de roca. El control que el radicalismo ejerció sobre la vida política desde 1916
llevó a que, al igual que sus antecesores, el PAN, esta fuerza se convirtiera en el
principal vehículo de la discusión sobre política arancelaria, cuyos principales episodios
tuvieron lugar durante los primeros años de la Presidencia de Alvear.

A pesar de sus encendidas críticas al proteccionismo, como lo estará teniente, nunca


presentaron ningún proyecto digno de consideración para transformar el sistema
impositivo. Es por eso que, en definitiva, una vez superada la década del 90,1, Tarifa
aduanera moderada creó condiciones propicias para articular los intereses de la industria
doméstica y de la actividad. Es portadora. No sorprende entonces que la recuperación de
la prosperidad del sector exportador y la desaparición de las amenazas que cernían sobre
el comercio exterior en el cambio de siglo pusieran fin a la agitación de los
terratenientes.

La consolidación y expansión de la economía agroexportadora. El


debate proteccionismo/librecambismo (ROCCHI, HORA Y
GERCHUNOFF).
Ensayo de elaboración personal intercalando los análisis de los autores a continuación:

 ROCCHI, Fernando. “El péndulo de la riqueza, la economía argentina en el período


1880- 1916” en LOBATO, Mirta Zaida (Dir.) El progreso, la modernización y sus
límites (1880-1916) Tomo 5 de SURIANO, Juan (Coord. General) Nueva Historia
Argentina. Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 2000.
 ROCCHI, Fernando. “En busca del empresariado perdido: los industriales
argentinos y la tesis de Jorge Federico Sábato”, en Entrepasados N° 10, 1996.
 HORA, Roy. “Terratenientes, empresarios industriales y crecimiento industrial en
la Argentina: los estancieros y el debate sobre el proteccionismo (1890-1914)” en
Desarrollo Económico, Vol. 40 N° 159 (octubre-diciembre de 2000)
 GERCHUNOFF, P; ROCCHI, F y ROSSI, G. Desorden y progreso. Las crisis
económicas argentinas 1870-1905, Buenos Aires, Edhasa, 2008. Introducción, Cap.
1 Y 2.

163
CURA, ANA.

En el presente trabajo se tiene como finalidad hacer un análisis sobre la consolidación y


la expansión de la economía argentina y el debate proteccionismo/librecambio durante
el periodo comprendido entre 1880 y 1816. Adrede de que es un tema harto extenso y
complejo, se partirá de la pregunta: «¿Argentina, fue el granero del mundo?» Esta nos
permitirá desdoblar los aspectos más pertinentes en lo referente al modelo económico
propiamente dicho; la política tanto monetaria, fiscal y económica- haciendo hincapié
sobre todo en las presidencias de J.A. Roca y M.J. Celman-; para luego remitirnos al
sector productivo, sus características principales y su relación con la economía
internacional, así como fronteras adentro. Esto último nos permitirá adentrarnos en el
debate de proteccionismo/librecambio que impregnó el periodo analizado y que hoy en
día sigue siendo objeto de análisis en la historiografía argentina. Finalmente, se
procederá a hacer un balance intentando responder, en base a los autores analizados, la
pregunta planteada al inicio. Esto es con la intención de desmitificar o no aquellas
algunas concepciones que siguen estando vigentes sobre la historia argentina
propiamente dicha y que se siguen reproduciendo en instituciones como la escuela.

Los autores que nos permitirán arribar este análisis desarrollan aportes sumamente
interesantes. Tendientes a la problematización, indagan en este periodo sobre diferentes
cuestiones que, o bien tuvo un tratamiento superfluo por la historiografía heredera, o
que, como ya se mencionó más arriba, son objeto de discusión. De todas formas, queda
más que claro que con Fernando Rocchi (1996; 2000; 2008); Pablo Gerchunoff, Gastón
Rossi (2008) y Roy Hora (2000) nos adentramos a un periodo mucho más complejo, así
como interesante.

(Des)orden y progreso: el modelo agroexportador.

A la hora de pensar siquiera en la historia de nuestro país y específicamente durante el


periodo de consolidación y expansión de la economía agroexportadora, seguramente nos
remitimos a una premisa muy popular que, si bien se muestra como un hecho afirmativo
e incuestionable, en este presente trabajo se planteará a modo de pregunta: ¿Argentina
fue el granero del mundo? Y si lo fue ¿qué implicaba? ¿En qué sentido? ¿En el que la
historiografía tradicional y revisionista retrataba? ¿Fue todo orden y progreso? De esta
última pregunta podemos rescatar dos palabras que, si de lejos parecen inofensivas, de
cerca contienen una carga teórica muy significativa. Orden y progreso. Ese fue el lema
con el que se condecoraron la élite gobernante que manejó el timón durante ese periodo.
Orden y progreso eran las palabras clave a la hora de hablar de la joven Argentina. La
única vía posible que vieron los constructores del Estado Nacional tras la caída de Rosas
en Caseros para consolidar la economía, expandirla y así poder insertarse en la
economía mundo, era bajo un modelo agroexportador. Con este, Argentina se iba a
posicionar como uno de los países más ricos y prometedores, o eso creían las élites
gobernantes. Pero para que el progreso sea posible, era necesario establecer cierto orden
social, político y económico. Consolidar las instituciones y acentuar las bases legales

164
CURA, ANA.

para que el país resultase un gran polo de atracción para el capital extranjero era lo
primero en la agenda política. Pero vayamos por partes.

Es tras la Campaña del Desierto en 1878 donde avanza la frontera de la civilización-


hecho que catapultó a Roca a la silla de Rivadavia- Rocchi (2000) dice que se dio un
doble movimiento de fronteras: la política y la productiva. El modelo económico
consistiría en la exportación de materias primas puesto que, siguiendo a este autor,
Argentina tenía la gran ventaja de tener abundantes tierras para producir aquellas
materias primas que tenían una gran demanda en el mercado mundial. En este sentido,
que el sector donde se concentró este modelo fue en el pampeano al ser un clima
propicio y sumamente rentable.

Es entre 1880 y 1916 que se da el auge exportador argentino. El mismo “fue parte
de un proceso de internacionalización del intercambio comercial que se aceleró a
fines del siglo XIX con el desarrollo del capitalismo industrial” (Rocchi, 2000, p.20).

Ahora, para que toda esta maquinaria productiva se pusiera en marcha era necesario
dos cosas: inversión de capital extranjero y un sistema de comunicación y de transporte.
En efecto, el gran problema que enfrentaron los dirigentes en ese entonces era la escasa
inversión de capital extranjero puesto que, a ojos externos, no había confianza en el país
ni en la rentabilidad del sistema. Lo que explicaría por qué hacia vísperas de la crisis de
1885 hubiera tanto optimismo en el progreso y que los inversores extranjeros
percibieran más rico al país a tal punto de seguir apostando por él pese a que el
rendimiento de los bonos argentinos cayeran y que la oferta de crédito superara la
demanda (Gerchunoff, et.al., 2000).

Como se dijo, se necesitaba de cierto marco de orden político y jurídico que garantizara
a los migrantes seguridad y ganancias, Rocchi (2000) nos va a decir que el que brindó
ese contexto fue el Estado. La venta de las tierras conquistadas fue un negocio
importante16 puesto que las medidas optadas por el gobierno para atraer inversores
fueron mediante la venta de bonos de gobierno con alta tasa de interés y con garantía de
pago. Esta medida dotó al gobierno de seguridad y le permitió financiar(se) en lo
referido al aparato militar, burocrático; la construcción de obras públicas y sistema de
transportes y comunicación, y hasta para subsidiar a aliados provinciales 17. En este
sentido, el principal inversor fue Gran Bretaña, pero no el único18.

16
De hecho, como bien se había visto, fue así como se había financiado la Campaña de la Conquista del Desierto de
Roca, que según Valko, respondía a intereses netamente económicos y nada tenía que ver con el discurso de la
época sobre una “amenaza a la propiedad privada y a la integridad nacional misma”.
17
Se puede traer a Oszlak y profundizar esta cuestión puesto que el Estado en construcción, logró, a partir del doble
movimiento de fronteras, sortear las dificultades que presentaba para su conformación mediante uno de los
mecanismos de penetración estatal importantes: el material. En este sentido, mediante la construcción de la
infraestructura necesaria para llevar a cabo su empresa agroexportadora, acentuó las bases materiales para su
dominio efectivo dentro de un territorio delimitado, al mismo tiempo que fijaba su soberanía estatal (Oszlak, 1982).
18
En el mismo texto Rocchi habla de la importancia del capital estadounidense para el rubro de los frigoríficos
porque fue con sus innovaciones que ese rubro se catapultó a primer plano en las exportaciones a Gran Bretaña. Y
que no fue casualidad, nos dirá Valko, que uno de los primeros buques frigoríficos llegase el mismo año que se inició
esta campaña.

165
CURA, ANA.

Los ingleses tenían el monopolio de los ferrocarriles. Su rentabilidad sobre los mismos
estaba asegurada puesto que el Estado prometía a estos inversores una ganancia del siete
por ciento sobre el capital invertido más un plus, que era la venta de tierras a los
costados de dónde se construirían las vías ferroviarias. Otros inversores en este sector
provenían de Francia. No obstante, el Estado mismo construyó vías en aquellos lugares
donde el sector privado no pisaba, hablamos del noroeste del país, en la región chaqueña
y la Patagonia. Este proceso de construcción lo podemos situar entre la década de 1880
que fue cuando hubo un crecimiento sostenido de las inversiones ferroviarias, hasta
1916 que fue cuando la expansión de este sector se desaceleró y se estancó debido a que
se había llegado a los límites de la frontera productiva rentable.

Esta política tuvo sus frutos, pero hasta cierto punto puesto que, como argumenta
Rocchi “cuando resultó evidente que esas condiciones [de seguridad suficientemente
firmes] existían (y que, además, permitían altas ganancias), las compañías británicas
prefirieron desestimar la garantía con el fin de quitarse de encima la intrusión estatal y
afrontar los riesgos del mercado” (Rocchi, 2000, p.24). Los ferrocarriles fueron
fundamentales para hacer que el país se convirtiera en un exportador de cereales y
carnes a gran escala. Su construcción impulsó, como efecto multiplicador, la producción
de cereales. Esto era así porque la empresa al obtener tierras como “premios” a los
bordes de sus ferrocarriles, las parcelaban y las vendían entre los colonos. Esto llevó a
que se formaron las colonias de inmigrantes, del cual se profundizará más adelante.

Tras el crecimiento económico generado por el boom exportador, la región


pampeana fue la que más cambió y la que más se benefició. En el resto del país los
cambios y los beneficios variaron porque dependía de la integración al mercado
mundial. Pero a rasgos generales, el crecimiento exportador trajo una mayor
demanda en las zonas agrícolas, una urbanización en las ciudades que produjo una
demanda mayor y dinámica, de eslabonamientos hacia adelante, y el crecimiento
en el rubro de la construcción. La demanda de este último hizo crecer la naciente
industria cuyas fábricas se concentraban en Buenos Aires.

En lo referido al mercado interno, este crecía paralelamente a la economía


exportadora. El desarrollo del agro generó un efecto multiplicador sobre el resto de las
actividades secundarias y terciarias, que dependían de las “industrias madres”. Este
mercado se abastecía parcialmente de las importaciones puesto que la oferta local
abastecía la demanda interna centrada en la zona rural.

La formación de un mercado nacional fue un trabajo arduo para el Estado y para


el sector privado. El gobierno proveía el contexto legal para que el sector privado
hiciera lo suyo. Las provincias (con sus tarifas aduaneras) representaban una traba para
el comercio interior. Las provincias salían perdiendo ante el libre comercio interno y el
mercado porteño.

Los cambios en las unidades productivas permitieron transformaciones en la esfera


macroeconómica. En las colonias agrícolas y, como se necesitaban mano de obra que no
podían costear, utilizaban máquinas que eran más baratas alquilarlas. Todo cambió

166
CURA, ANA.

cuando la producción cerealera comenzó a producirse en estancias mixtas: unidad con


instalaciones y manejo empresarial que combinaba la agricultura con la ganadería.
La construcción de ferrocarriles impulsó como efecto multiplicador la producción
de cereales tras la adquisición de tierras que el estado otorgaba a las empresas de
ferrocarriles. Estas las parcelaban y las vendían entre colonos, por lo que se formaron
colonias de inmigrantes dedicadas a la agricultura con alta presencia de propietarios,
que fueron muy importantes para las exportaciones de cereales y para abastecer el
mercado interno. Pero la estancia iba a ocupar la mayor parte de la tierra productiva.

A la hora de hablar de la sociedad agropampeana, Rocchi (2000) la caracteriza como


compleja. De corte sui generis, los inversores estaban al frente como grupo económico;
le seguían los estancieros y criadores con menos fortunas, que dependían de los
primeros. Los cabañeros se diferenciaban porque se encargaban de abastecer a las
estancias y colonias de ganados. Para abaratar los costos los estancieros se asociaron
con los chacareros, grupo heterogéneo donde algunos eran empresarios capitalistas en
ascenso que arrendaban una fracción de tierra para producir cereales. Además,
empleaban peones llamados braceros. Su negocio consistía en alquilar, producir y
vender sus cultivos, pagar el arriendo y obtener una diferencia.

Este crecimiento a nivel general se tiene que enmarcar dentro de la configuración


estatal y la política de Estado tendiente a elaborar proyectos y medidas
económicas, fiscales y monetarias. Estas fueron la que interpelaron a cada sector
productivo, además de las disputas de intereses en las que el gobierno se veía
inmerso para lanzarlas19. Siguiendo a los autores de “Desorden y progreso”, podemos
considerar dos etapas significativas durante este periodo, la primera dada en la primera
presidencia de Roca cuya política es de corte “centralista”; y la segunda caracterizada
de “provincialista” durante la presidencia de Juárez Celman. Además, tenemos que
tener presente la coyuntura económica que se vivía tanto a nivel internacional como
nacional en lo referido a las crisis económicas que los diferentes gobiernos tuvieron que
sortear para que aquel progreso no se resquebrajara.

La inserción de Argentina en el mercado mundial, decíamos, se hizo mucho más


fuerte y real tras Caseros gracias a un Estado central que supo garantizar
seguridad jurídica, propiedad privada y movilidad libre de capital, lo que propició
la llegada de inmigrantes e inversiones extranjeras. En este sentido Roca fue el
orquestó este escenario con sus políticas centralizadoras en detrimento de las provincias,
sobre todo Buenos Aires que se alzaba como su “competidora” más fuerte y peligrosa.
En este contexto, “la consolidación del Estado Nacional sobre el poder
fragmentado de las provincias no sólo implicaba imponerles el monopolio del uso
de la violencia sino también el monopolio de la emisión de dinero (la cuestión
monetaria) y el control del presupuesto y de la emisión de la deuda (cuestión
fiscal)” (Gerchunoff, et.al. p.41)20.

19
OSZLAK.
20
Oszlak.

167
CURA, ANA.

Tanto en la cuestión financiera y monetaria, la provincia de Buenos Aires tenía un


fuerte peso gracias al Banco de la Provincia de Buenos Aires, antigua Casa de la
Moneda. Este ocupó un lugar destacado con su sistema de créditos beneficiarios eran el
sector ganadero, comercial y amigos del gobierno. Otra institución importante era el
Banco Hipotecario de la provincia. Este era el intermediario oficial en la cadena de
crédito con los ahorristas británicos; operaban con cédulas hipotecarias que negociaban
en el mercado de Buenos Aires y luego en el de Londres. Es importante resaltar el
hecho de que las deudas se contraían en pesos argentinos, algo perjudicial para los
británicos porque, como se verá más adelante, perdían dinero debido a las sucesivas
devaluaciones de la moneda nacional21.

Roca, ante la hegemonía del Banco Provincia, intentó establecer una autoridad nacional
sobre este. Sería luego de la Crisis del Progreso, últimos años del siglo XIX, que se
lograría con la creación de un nuevo Banco Nación en 189122 durante la breve
presidencia de Pellegrini (Rocchi, 2000). Esto le daría al Estado un mayor poder al ser
la principal institución financiera y por nacionalizar la oferta monetaria con el control
de la moneda. Esto haría, también, que ganara más poder a costa de las provincias. Las
políticas de esta entidad, luego de ser sumamente liberales en cuanto a la gran cantidad
de concesiones- se tornarían conservadoras al casi no dar créditos.

Otra de las cuestiones que tenía que resolver Roca si quería consolidar su política
centralista era imponer una moneda nacional. Roca como presidente pretendía tener el
monopolio de la emisión monetaria en manos de un banco del Estado. En esta línea se
estableció, a fines de noviembre, el Peso Oro Sellado con el objetivo de unificar el
sistema monetario en el país, reemplazando el Peso Fuerte.

Pero para alcanzar del todo su objetivo, en su afán por capitalizar y estatizar el Banco
Nación, lanzó una serie de ofensivas a la provincia que terminaron por socavarla. Una
de ellas, sostienen los autores de Desorden y progreso, fue la de cancelar la deuda que
había contraído con la Provincia de Buenos Aires durante el gobierno de Sarmiento 23
que tuvo como consecuencia que el peso papel del Banco Provincia se convirtiera en
moneda de curso legal y que el Banco Nación no pudiera emitir dinero hasta devolver lo
que debía. Pero si en algo Buenos Aires le sacaba ventaja al gobierno nacional, era su
posición privilegiada en cuanto al fisco y los mercados de capital. En efecto, “mientras
Roca había avanzado con su Banco Naciónal hasta empantanarse en la crisis, la
provincia de Buenos Aires contraatacaba no sólo con empréstitos colocados fuera del
país sino con cédulas hipotecarias colocadas fronteras adentro…” (Gerchunoff, et.al.
p.66-67). Esto se entiende porque las cédulas hipotecarias fueron la carta fuerte de
Buenos Aires. El Banco Hipotecario era el mediador en la cadena de créditos con los
ahorristas británicos que veían la riqueza geográfica de Buenos Aires con muy buenos
ojos. Esto explica por qué pese, a la “apuñalada trapera” lanzada por el gobierno para
correrlo del ámbito capitalino tras una ley que establecía la creación del Banco

21
Rock, 2006, cap. 3.
22
Ya que el primero sucumbió ante la crisis de 1890
23
En donde el primero lo ayudase con una deuda que había contraído con la Casa Murrieta.

168
CURA, ANA.

Hipotecario Nacional, y que lo ponía como el único capaz de conceder cédulas sobre
propiedades situadas en la capital y en los territorios nacionales; Buenos Aires
concentrara la mayor parte de cédulas otorgadas por el gobierno. Tenía que ver
justamente con que, al ser una región sumamente rica, lo volvía sumamente rentable.
Por lo que, “el magnetismo de la riqueza atraía el crédito” (Gerchunoff, et.al. p.90).

Pero por más ataques y contraataques que pudieran desarrollarse a nivel político y
jurídico, todo se encrudecía en épocas de crisis. En efecto, la Argentina asistió a crisis
económicas a lo largo del periodo. Y si bien creció con su inserción en el
capitalismo mundial, también quedaría sujeta a los vaivenes de esta. Es así que a
las crisis de 1866 (caída de las exportaciones de lana) y tras la Gran Depresión de
1973, le siguieron crisis como las de 1885, 1890, 1897 y 1913. Dos de ellas resultan
de gran importancia para los fines de este trabajo: la crisis de 1885 y la de 1890.

Para los autores de “Desorden y progreso”, la crisis de 1885 se debió al


sobreendeudamiento por la excesiva emisión de empréstitos que no habían podido ser
encajados debido al déficit de la balanza comercial y a la caída de la productividad.
Algo interesante que dicen estos autores es que hasta la provincia de Buenos Aires
contribuyó a la deuda porque tenía la posibilidad de emitir sus propios empréstitos. Los
empréstitos se emitían en papel moneda (curso forzoso), algo que solo podían hacer el
Banco Nación y el Provincia, pero ante la inflación y la devaluación, generó que los
acreedores ingleses perdieran dinero. Esta crisis, no obstante, se pudo sortear
satisfactoriamente, unificando los empréstitos estatales y de provincia, prometiendo la
no emisión de empréstitos durante un año, y devolverle la posibilidad de emitir
préstamos a las provincias.

Con la crisis de 1885, Roca perdió popularidad y consigo las elecciones. Su sucesor,
Juárez Celman, con su política de desarrollismo provinciano, agravaría el
panorama político y económico del país hasta conducirlo al Pánico de 1890.

Para los autores “Desorden y progreso”, Juárez no fue un liberal-privatista, como su


antecesor, sino que “fue un desarrollista que trabajó sobre las ruinas del centralismo
roquista (Gerchunoff, et. al., p.81). Su política fue descentralizadora, tendiente a invertir
en vías ferreas para beneficiar a las provincias, ya que creía que el Banco Nación no lo
había hecho, y canjear la descentralización por favores políticos provinciales. En sus
inicios como presidente se presentaba como la encarnación del optimismo. Los autores
hablan de que para la época en la que asumió Celman, reinaba un “espíritu
panglossiano” puesto que había un optimismo en el progreso tal, que le brindó el
escenario para que lanzara sin problemas su “Ley de Bancos Garantidos”.

Así mismo, la coyuntura internacional se hallaba favorable debido en parte a la


finalización de la Gran Depresión (1873-1896). Países como Gran Bretaña, Alemania y
los Estados Unidos experimentaban un crecimiento económico producto de la segunda
revolución industrial y a sus medidas proteccionistas. Gran Bretaña como principal
inversor en Argentina, cambió notablemente debido a que el aparato industrial recobró
su pérdida con el nuevo boom ferroviario de los Estados Unidos. Este boom hizo que

169
CURA, ANA.

aumentara la demanda de productos metalúrgicos y el efecto multiplicador se extendió a


otros sectores. Como consecuencia, la demanda aumentó a partir de 1887 y consigo los
precios, haciendo que la economía británica prosperara.

Tal era el optimismo que reinaba aquella época que se seguía creyendo que todo iba a
estar bien pese a que el rendimiento de los bonos argentinos cayera y pese a que la
oferta de crédito superara la demanda. Esto se evidencia en 1885 cuando el país
participaba con un 35 por ciento del capital británico invertido en América Latina. En
otras palabras, “Argentina se estaba convirtiendo en un destino más confiable para las
inversiones porque se la percibía más rica” (Gerchunoff, et. al., p. 81). En este sentido,
Rocchi sostiene lo mismo en su otro libro, sobre que era necesario la confianza y la
rentabilidad del país para atraer a los inversores de capital. Esto estaba en falta desde
hacía décadas.

Es con la ley de los Bancos Garantidos de 1877 que se termina el monopolio monetario
roquista. Esta se hizo con el fin de nivelar la circulación monetaria que sufría un
desconcierto por las emisiones locales de las provincias estableciendo que cualquier
banco emitiera billetes con la condición de realizar un depósito en oro en el tesoro
nacional, por el cual recibiera una determinada cantidad de bonos públicos. O, en otros
términos, se creía que iba a servir para “debilitar el concubinato entre el gobierno
nacional y el Banco Nacional”. Esto último es lo que hizo que los legisladores
provinciales estuvieran a favor de la ley, sobre todo los de Buenos Aires, porque con
esto tenían la esperanza de que el Provincia volviera a las carreras (Gerchunnof, et. al.
2008).

Los autores de “Desorden y progreso” sostienen que las provincias con potencial de
progreso (Santa Fe y Córdoba, por ejemplo) podían salir bien paradas del experimento,
“pero no las provincias sumidas en la pobreza. Ellas no emergían de su postración
ancestral con emisión de moneda, porque era la riqueza que llamaba a la moneda y
riqueza era lo que les faltaba” (Gerchunoff, et.al., 2008, p.83).

En la práctica, esta ley tuvo como consecuencia el desvío y emisiones no autorizadas,


tras el declarado curso forzoso de 1885. Algo que es muy importante es que, para estos
autores, esta ley no fue la causa de la crisis de 1890 porque desde que asumió Juárez
hasta 1889, la creación de dinero había disminuido- a diferencia que en el gobierno de
Roca que se había más que triplicado- y circulaba mayormente por todo el país. Según
calculaba el ministro argentino de Londres, los empréstitos provincianos representan
menos del veinte por ciento de la deuda externa generado durante el gobierno de Juárez.
Para los autores, las causas de la crisis poco tuvieron que ver con esto.

En este sentido, Rocchi en su otro trabajo resume que se debió al elevado espíritu
especulativo conforme crecía la economía y que dio como resultado en una
desconfianza a nivel general. Pero como se desarrolla en el libro que hace con los otros
dos autores, esa desconfianza originada en Gran Bretaña, devino después de que se
recobrara y que adoptara una postura más conservadora, que, a su vez, también
acrecentó las dudas que Argentina comenzaba a despertar ante la inflación de bienes,

170
CURA, ANA.

activos financieros y reales, y el desequilibrio de cuenta corriente. A esto se le sumaba


la especulación sobre la posible depreciación de la moneda nacional y sobre el valor de
las tierras que habían estado por encima de lo que realmente valían. Es decir, no era por
el hecho de que las provincias estuviesen recibiendo fondos en exceso, sino que los
autores creen que se trata de una soobrestimación de riqueza que estaba afectando a las
regiones de Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos (las prometedoras). También se le adjudica
en parte la culpa al ministro de Hacienda, Pacheco, por implementar una medida que le
terminaría costando su puesto: la de anticipar que pagaría anticipadamente en pesos
papel una deuda externa nominada en pesos fuertes. Y ni hablar de la decisión del
presidente sobre no tomar las medidas ortodoxas que habían condecorado a Avellaneda
en el 85, por no querer dañar la relación con las provincias.

Rock apunta en esta línea, pero da a entender que el abuso de la ley por parte de las
provincias fue uno de los causantes de la crisis, al ignorar las reglas sobre los depósitos
en oro. También argumenta que dicha especulación y optimismo se debía a se creía que
era cuestión de tiempo para que la economía creciera por lo que se invertía, se gastaba y
se endeudaba con unas esperanzas falsas. Para este autor, es hacia mediados de 1888
que comienzan a verse las primeras señales de la crisis debido a la creciente
especulación, falta de dinero, quiebre de algún que otro banco y depreciación de la
moneda frente a la prima de oro y la creciente emisión del papel moneda. Continúa
diciendo que para el año siguiente ya era evidente los abusos de la ley bancaria y la
riesgosa situación que enfrentaba el gobierno: las gobernaciones provinciales obtenían
bonos del poder central para crear bancos y emitir más papel moneda, pero solicitaban
oro a Europa para pagarle, generando un incremento de la deuda externa. Afirma que el
gobierno se arriesgaba constantemente para sanear la deuda pública y externa, lo que
resolvía con un incremento de la emisión que a su vez ocasionaba la depreciación de la
moneda, aumentando los alquileres e insumos, pero no los salarios reales de los
trabajadores. El papel moneda se convertía en deudas en oro y se recaudaba las rentas
en moneda corriente, hasta se llegó a emitir sin respaldo en oro. Para 1899, las reservas
se habían terminado. Es en diciembre de dicho año que colapsa la economía.

Como consecuencia de esta crisis, tenemos la quiebra de bancos- el Provincia y el


Nacional, por ejemplo-; la reorganización de la red bancaria en manos de bancos
privados y del Banco Nacional. Con la creación del Banco de la Nación Argentina en
1891, este le dio un mayor poder al estado al ser la principal institución financiera y por
nacionalizar la oferta monetaria. Es por ello que el Estado ganó más poder a costa de las
provincias. Este tenía una política muy conservadora: casi no concedía créditos (Rocchi,
2000).

Los síntomas de la recuperación se comienzan a ver a mediados de década tras un


aumento de las exportaciones, donde los cereales fueron producto de exportación
masiva. Pero en 1897 otra crisis se desencadenó debido al exceso de oferta, producto de
la cantidad de fábricas que abrieron tras la suba de tarifas a la importación, y a la
desaceleración en la concesión de créditos, pero que, pese a todo, en los últimos años
del siglo XIX e inicios del siglo XX, debido a la fortaleza de las exportaciones, la

171
CURA, ANA.

balanza comercial se hallaba favorable, además porque el consumo se abastecía del


mercado interno lo que generaba ahorro de divisas. Se renovaron las inversiones
extranjeras.

Proteccionismo vs. librecambio: ¿Y el sector industrial?

A la hora de pensar en los impactos que tuvieron en los actores de los diferentes
sectores productivos, Roy Hora nos invita a un análisis interesante sobre la posición que
tuvieron los productores rurales, estancieros y terratenientes sobre el proteccionismo
como medida económica para fomentar el sector industrial. Para él la relación que
tenían estos con el sector ligado a la agroexportación no era ni armoniosa ni conflictiva.
Catalogarla de una forma u otra, nos da a entender a lo largo de sus páginas, es
simplificar algo que por esencia es complejo.

Es con las medidas tomadas por Pellegrini- tras la renuncia de Celman- para afrontar la
crisis del progreso que se generó un gran descontento por parte del sector rural. Entre
estas medidas estaba la elevación de las tarifas aduaneras que eran con el fin de
incrementar el ingreso en el fisco, así como generar un saldo positivo en la balanza
fiscal. Es con esta crisis que se despertó una reacción librecambista, o
antiproteccionista, suscitada [sobre todo] dentro de la misma fuerza gobernante.

Es con esta crisis, también, que se dieron las condiciones favorables para el crecimiento
industrial, al fomentar la industria doméstica ante la disminución de las importaciones.
También la expansión agraria creó condiciones favorables.

Roy Hora sostiene que durante esta crisis los empresarios rurales no creían que se
trataba por la competencia que las industrias que tenían con las extranjeras, sino que el
temor radicaba en las posibles medidas proteccionistas de los países a los que
destinaban sus exportaciones. Es por eso que pedían la reducción de tarifas aduaneras.
En otras palabras, “si la denuncia del proteccionismo encontró gran eco fue porque
entonces la economía rural atravesaba un periodo difícil, que volvió a los
propietarios rurales más sensibles a los problemas del sector” (Hora, 2000, p. 474).
El miedo no era hacia el sector industrial, sino que radicaba en la crisis económica
general- la Gran Depresión de 1873- que obligaba a los principales mercados de
argentina a adoptar políticas proteccionistas. Y mucho peor iba a hacer si el propio
gobierno las adoptaba también, porque le temían a una “guerra de tarifas”.

Dicho en términos diferentes a los del autor, era evidente que el empresariado rural se
hallaba embobado por el mercado externo, principal fruto de sus ganancias, por lo que
eran los que más sufrían sus vaivenes.

Otra de las cuestiones claves que desarrolla el autor es que, como en el caso de Rocchi
(2000), el Estado lejos estuvo de tener un papel de laissez-faire puesto que protegía
selectivamente al sector industrial. Esto se debía, no por ser industrialista, sino porque

172
CURA, ANA.

en su afán de atrapar a todos los sectores, los favorecía protegiendo ciertos productos
regionales: el azúcar y el vino.

Rocchi a la hora de hablarnos sobre la tesis de Jorge. F Sábato nos acerca a una idea de
cómo era la relación de los empresarios industriales con los diferentes sectores, así
como su papel en el desarrollo económico. No se trató de un antagonismo de
terratenientes enfrentados a empresarios industriales débiles (Rocchi, 1996) porque que
la industria estuviera desarticulada no era sinónimo de que estuviera subordinada. Es ahí
que retoma la figura del empresario industrial-importador como un contraejemplo.
Adhiere a la tesis de Sábato en este sentido. Es más, si nos retrotraemos al trabajo que
estuvo presente a lo largo y ancho de este trabajo, Rocchi (2000) nos dice que

“la complicada política tarifaria se explica tanto por las complejidades del Estado
cuanto de los mismos empresarios industriales […]. En realidad, la mayoría de estos
también eran importadores […] estos empresarios industriales no iban a presionar por
una política librecambrista general (porque afectaba lo que producían), pero tampoco
por una completamente proteccionista (que dañaba lo que importaban)” (p.63).

Y es por eso que esta política fiscal a la que hacía referencia era de “protección
selectiva”. El objetivo era la diversificación de la industria para afrontar mejor el riesgo
puesto que “el mercado parecía que solo podía controlarse desde el propio comercio por
lo que los industriales avanzaban sobre el mismo no para vender más de su propia
producción sino para iniciarse en un negocio alternativo y complementario como lo era
el de la importación [donde] se diversificaban, pero no se integraban” (Rocchi, 1996, p.
8).

Otra de las cuestiones en las que concuerda con Sábato es en la ausencia de conflictos
sectoriales por la influencia que estos empresarios ejercían en la Unión Industrial
Argentina, además porque a esta tampoco le presentaba algún problema. Pero sobre
todo porque no todos los industriales eran importadores ni viceversa, por lo que era
necesario mantener un espacio para que se movieran en un sector.

Es por eso que este sector no se mostraba reacio ante las políticas estatales puesto que
siempre sus demandas eran escuchadas. Pero a la hora de hablar de la reacción
suscitada, este sector era el amortiguador de la movilización popular contra la
protección aduanera en el que la población trabajadora en su papel de productora,
buscaba proteger su trabajo. En este sentido, siguiendo a este autor, el mercado regional
estaba segmentado porque sus pautas de consumo eran diferentes a la de la región
pampeana (se consumía menos y más barato). El único freno que tenía Buenos Aires, en
su intento por monopolizar el mercado nacional, en este sentido, eran estas
producciones protegidas por el Estado. Pero eso no la detuvo, porque fue conquistando
al interior produciendo y vendiendo productos más baratos y de menor calidad. Mas
aún, para 1910, el mercado se unificó bajo su hegemonía.

Roy Hora también expone la postura de la Sociedad Rural Argentina ante esta cuestión
y dice que, si no tomó la dirección de esta “reacción” librecambista, fue por el simple

173
CURA, ANA.

hecho de que el PAN, recuperado de la crisis, volvía a acaparar y a dominar toda la


esfera política, económica y social. Es en sus conclusiones que nos dirá que “si algo le
faltó en la Argentina Agroexportadora no fue un partido industrialista sino, en todo
caso, un partido librecambrista” (Hora, 2000, p. 489).

En cuanto a la industria, tanto Rocchi como Hora sostienen que esta era de producción
limitada porque su principal freno era el mercado interno que sus bienes de consumo
doméstico no eran competitivos a escala internacional, es más, ni siquiera podían
competir con el porteño. Esta se desarrolló como un doble movimiento de protección
arancelaria y aumento de la demanda agregada. Siguiendo esta línea, Rocchi se aleja de
la tesis de Sábato cuando este sostiene que estos ocasionaron una política inestable. La
raíz del problema estuvo en la estrategia de la clase dominante de evitar inversiones a
largo plazo, lo que reducía las posibilidades de desarrollo porque se apropiaban del
capital líquido. Rocchi le discutirá argumentando que la política empresaria respecto de
la acumulación de reservas era especialmente conservadora porque ante la inestabilidad,
tendían a guardar la ganancia como una garantía de seguro. Es por eso que “la
inestabilidad no solo no llevaba a la liquidez, sino que incentivaba este
conservadurismo” (Rocchi, 1996, p.13). Y agrega que si la industria no atrajo más
capital esto es, como se había advertido antes, porque el mercado interno era su
principal freno.

Roy Hora concluye que tras la recuperación del sector agroexportador y su prosperidad
para inicios de siglo, con las amenazas de algún impuesto aduanero desaparecidas, tanto
el sector terrateniente como el de los estancieros habían llegado a la conclusión de que
un cierto grado de protección y de desarrollo industrial no era una amenaza para ellos
porque los productos protegidos escapaban de su esfera de producción.

¿Argentina, el granero del mundo?

A la hora de aproximarnos a una respuesta, algunos datos resultan reveladores.


Argentina durante este periodo la economía creció nueve veces; el PBI creció un seis
por ciento anual y el PBI un tres por ciento. Esto es debido, nos dirá Rocchi (2000) a
que las exportaciones de productos primarios, principalmente lana y cuero (más sus
derivados), pero que a inicios del siglo XX la estructura se transforma diversificándose,
en cereales, carne congelada ovina y animales en pie. Y si bien no es una diversificación
amplia, se entiende que, en estos términos, resultó importante porque, aunque no
hablemos de diversificación propiamente dicho, su valor y volumen crecieron
significativamente.

Si nos centramos en el consumo interno, durante esta época se produjo una revolución
en el consumo masivo. El crecimiento del mercado interno fue tan rápido como el de las
exportaciones, se multiplicó nueve veces desde 1880. El crecimiento del producto total
se debía al aumento poblacional- que se triplicó- y al crecimiento del ingreso per cápita.
Esto hizo que la sociedad se volviera consumidora masiva. Con ello cambiaron las

174
CURA, ANA.

pautas de consumo, así como de compra debido al desarrollo de nuevas estrategias de


venta (como, por ejemplo, la vidriera).

Había una alta movilidad social y física, donde los grupos eran heterogéneos,
transitorios y con límites difusos. En ella se consolidaron las clases medias y bajas, que
eran el grueso de la demanda nacional. La clase media estaba ligada a las actividades
secundarias y primarias.

Lo que hay que tener en cuenta que esto se hizo visible en las grandes ciudades
pampeanas y más ligadas a la economía agroexportadora. ¿Y en aquellas zonas que no
lo estaban? Argentina no estaba conformada únicamente por la región pampeana ni toda
la población se hallaba concentrada en Buenos Aires y la Campaña. A lo largo de todo
el trabajo se pudo ver que, a la hora de hablar de economía y de política económica es
evidente que en ningún momento se mencionó a los sectores medios y bajos como
sujetos que tenían poder de decisión política. En esta línea y en base a lo visto en la
cátedra, podríamos agregar las preguntas ¿qué costos tuvo el progreso? ¿a quiénes les
costó el progreso? Escenario de disputas en un gobierno que concentraba todo el poder
político y económico, enfocando la vista a Europa, se quedaron ciegos ante el país que
tanto se jactaban de amar y defender. Porque al fin y al cabo ¿no era más importante la
imagen de Argentina ante el mundo y el no deber nada a nadie? En este sentido, como
ya se vio en la cátedra, el costo del progreso lo pagaron los sectores populares, aquellas
que mientras más alejadas estuviesen del centro del progreso, más lo iban a sufrir.

A la hora de pensar en este periodo y en cómo se plantea en el diseño curricular, los


autores analizados dan cuenta de esto mismo y su perspectiva de análisis invita a
repensar cómo este periodo se enseña en la escuela secundaria. Se hace menester tener
presente que Argentina no es solo Buenos Aires y que no se puede extrapolar lo que esta
vivía al resto de las provincias que bien heterogéneas y diferentes son de ésta. Si
Argentina fue o no el granero del mundo poco importa si no se puede fomentar un
análisis crítico que tienda a problematizar el hecho de que crecimiento económico no
equivale a una repartición de las riquezas equitativas que garanticen el bienestar de las
personas.

ZIMMERMANN, Fernando: “Los liberales reformistas. La cuestión social en la


Argentina 1890-1916”:

Introducción:

En Argentina las condiciones de vida de la población, esta cuestión social fue


interpretada como una parte integrante de un desafío más amplio a los fundamentos del
orden político, como económico y social de comienzos del siglo. Los orígenes de la
llamada cuestión social Argentina se remonta a la última década del siglo 19. Este
término describe el conjunto de consecuencias sociales del proceso de inmigración,
urbanización e industrialización que transformó el país, entre las que se contaron

175
CURA, ANA.

problemas en áreas de vivienda, sanidad y salud pública, el aumento de la criminalidad


urbana, la protesta obrera y el surgimiento de nuevas corrientes ideológicas que
desafiaban la validez de las instituciones políticas y económicas vigentes.

Los orígenes de la cuestión social deben conectarse con la inmigración masiva llegada
al país durante este período entre 1870-1914 llegaron a la Argentina alrededor de 6
millones de personas, de las cuales aproximadamente la mitad se asentó en forma
permanente. La ciudad de Buenos Aires se convirtió en el escenario de la cuestión
social: entre 1895-1914 donde la ciudad de Buenos Aires creció de 600000 habitantes a
1500000 habitantes. De acuerdo con el censo de la ciudad de Buenos Aires, de 1909, la
tasa anual de crecimiento demográfico de la ciudad entre 1904-1909 era de 5,8%. La
alta concentración urbana promovió una serie de problemas comunes a las grandes
ciudades del mundo occidental: por una parte, la urgencia en solucionar la necesidad
básica de los inmigrantes en materia de vivienda y salud; Por otra, los aumentos
registrados en las estadísticas oficiales en áreas de alta sensibilidad, como la
criminalidad, la prostitución, la mendicidad y el alcoholismo, agregaron una dimisión
moral y el debate sobre la cuestión social.

La estructura institucional montada por el liberalismo, que actuaba como principio


unificador en el debate político en la segunda mitad del siglo 19, comenzó a recibir en el
cambio del siglo fuertes embates en 3 frentes principales: en el plano filosófico, la
asociación del liberalismo con el positivismo científico hasta lo hacía posible, la crítica
idealista que condenaba a la declinación espiritual de las nuevas naciones en su
búsqueda del desarrollo material; en el plano político institucional, la insatisfacción con
las prácticas políticas usufructuadas por los gobiernos liberales, originando fuertes
demandas de parte de los grupos excluidos y de quienes aspiraban a una mejora
institucional a través de la reforma del sistema el surgimiento de esta cuestión social
originaba un debate sobre la capacidad de las instituciones liberales clásicas para
proveer soluciones a los nuevos problemas.

Esta corriente puede caracterizarse a través de la identificación de ciertos rasgos


distintivos:

 En cuanto a su base social, puede identificarse como profesionales, con fuerte


vocación por la vida intelectual y vinculación o activa participación en el mundo
académico.

 Ideológicamente, fueron liberales de firmes convicciones progresistas,


frecuentemente anticlericales; Sus posturas frente a la solución de la cuestión
social se dirigieron a la búsqueda de un camino intermedio entre laissez faire
ortodoxo y el socialismo de Estado.

 Sus posturas reformistas en lo social se basaron en legalismo, o la convicción de


que la política parlamentaria era el ámbito propio para la búsqueda de las
soluciones al conflicto social; En un cientifismo que se acentuaría la importancia
de las Ciencias Sociales como guía de la política estatal en la materia.

176
CURA, ANA.

 Un enfoque internacionalista que procuraba adaptar a las condiciones locales los


numerosos procedentes extranjeros sobre un tema a insertar al reformismo
argentino en las instituciones internas dedicadas al tema.

Lejos de constituir un orden homogéneo y cerrado, el sistema político permitió el


surgimiento de corrientes renovadoras impulsadas por principios progresista, que en el
campo social se identificaría con los valores del nuevo liberalismo de comienzos del
siglo.

Capítulo 1: “La política en el orden liberal-conservador”:

Las bases del orden político: Un diplomático británico concluyó en 1906 que la gente
en la República Argentina está tan ocupada en hacer dinero que en general no tiene
tiempo para retornar a las viejas prácticas sudamericanas a la política. Hubo durante el
período una proporción muy baja de inmigrantes que obtuvieron la naturalización para
ejercer sus derechos electorales. Esta imagen de una población en la cual tanto nativos
como inmigrantes demostraba un marcado desinterés por el proceso político debe ser
matizada por el reconocimiento de las particularidades propias de distintos momentos,
dentro del período, y, sobre todo, por las variaciones regionales. En Buenos Aires, el
Gobierno ejercía en grado el control sobre el sistema económico y relativamente bajo, y
ciertamente menor que en otras provincias, había entonces poca vinculación entre las
condiciones socioeconómicas y las preferencias electorales.

El oficialismo, organizado por el Partido Autonomista Nacional y provinciales,


frecuentemente familias que controlaban sus respectivas provincias., importantes
propietarios rurales de la provincia de Buenos Aires, que se habían beneficiado con el
proceso de expropiación territorial de la provincia. La UCR se reencontró su apoyo más
firme en los centros urbanos de la provincia litoral, particularmente Córdoba, Santa Fe y
Entre Ríos; y en Buenos Aires en grupos urbanos que habían quedado fuera del Grupo
político del oficialismo. En la provincia de Buenos Aires como el apoyo de los
conservadores disminuye a medida que el tamaño de los centros urbanos aumentaba,
reflejando una vez más la relación entre modernización y apoyo electoral del
radicalismo. El PAN representaba los intereses agrarios los grupos de oposición
asentados en Buenos Aires representaban los intereses comerciales e industriales,
mientras que el proletariado evolucionaba tímidamente hacia el socialismo. Los partidos
que se definían como democráticos de izquierda estaban basados en las regiones más
europeizadas del país, mientras que los partidos oligárquicos de derechas se consolidan
en las regiones donde la influencia europea era menor, recreando la clásica distinción
entre civilización y barbarie. Ingenieros concluyen entonces que la creciente
predominación de la población blanca civilizada determinaría eventualmente la victoria
de los partidos progresistas.

Organización de partidos: Hasta el 90 no existirán organizaciones partidarias con una


definida estructura institucional, los distintos grupos confiaban en un líder, una fuerte
personalidad política. El PAN fue la estructura partidaria básica del roquismo. Estas
formas de relacionar el poder central y la organización política a nivel nacional con las
177
CURA, ANA.

instituciones provinciales, se completó con la utilización de diversos canales de


reclutamiento de Buenos Aires, y de mecanismos más adecuados a la vida política
urbana. Las universidades también cumplieron este papel de canales de reclutamiento de
líderes políticos. En términos similares, operó el extraordinario desarrollo de la prensa
política, y el peso que estos diarios tenían en la vida política del periodo.

Los caudillos electorales componía una pieza indispensable del andamiaje político del
período, y algunos de ellos llegaban a considerarse más importante que los líderes
políticos más conocidos. El funcionamiento del sistema político basado en todos estos
elementos fue seriamente afectado por la reforma electoral de 1912, que estableció el
voto universal como obligatorio y secreto, y por el otorgamiento de la responsabilidad
por los padrones electorales a la autoridad militar. La UCR conto con una estructura
dual:

 mecanismos informales de reclutamiento de dirigentes partidarios, similares a


los utilizados por los grupos conservadores;

 Una organización partidaria moderna, orientada a movilizar los nuevos sectores


sociales y económicos que buscaba incorporarse a la vida política.

En los grandes centros urbanos la organización partidaria funcionaba alrededor de 2


pilares: los caudillos y los comités de barrio, que conformaba una eficaz maquinaria de
reclutamiento de nuevos adherentes, y un adecuado vehículo de comunicación entre la
dirigente partidaria y los afiliados.

Una improbable aristocracia: Peter Smith definió la aristocracia alrededor del concepto
de prestigio social, expresado en: 1) pertenencia a ciertos clubes sociales; 2) la opinión
de jueces calificados

En 1904 y 1915 más del 60% de los miembros de la Cámara de Diputados de la nación
quedaban cubiertos por la definición de Smith de aristocracia. La aristocracia aparece
identificada como una élite rural, dice Remmer, y sin embargo, la información sobre la
estructura ocupacional muestra que una alta proporción de los individuos identificados
como aristócratas, según los criterios dados por Smith, no posee y ni poseían, tierras.
Matienzo comenzado afirmando que ambas Cámaras del Congreso estaban formados
por ciudadanos de la misma clase social, esto es, las familias tradicionales de Buenos
Aires que componían el núcleo social, algo engrosado por la incorporación de
elementos advenedizo a quienes la fortuna ha sonreído y ayudado.

La transformación institucional ocurrida en el país desde finales del siglo pasado


obedeció más a los oficios de una inteligencia administrativa liberal y progresista que
las reacciones de una aristocracia sitiada que buscaba proteger sus intereses. Fue
particularmente en estos grupos de profesionales, y en un creciente núcleo intelectuales
académicos, surgidos en un marco de gran movilidad y fluidez social, económica y
política, donde los movimientos reformistas en lo político y social reclutaron sus
adeptos.

178
CURA, ANA.

Capítulo 2: “El trasfondo ideológico del reformismo liberal”:

Los fundamentos de un orden liberal conservador: El liberalismo y el conservadurismo,


influencias presentes en alguna forma u otra en prácticamente todas las fuerzas políticas
organizadas, sirvieron como una ideológico común sobre el cual las diversas y el
disenso se levantaron con frecuencia. El positivismo influyó en la historia política
latinoamericana de manera decisivo al brindar un canal de la reconciliación entre el
liberalismo y la tradición del Gobierno fuerte, reconciliación justificada por la
aproximación científica a los problemas políticos que las distintas variantes del
positivismo ofrecían. En la Argentina, tanto en la Constitución nacional de 1853 como
las reformas institucionales de la década de 1880 reflejaron la coexistencia de fuertes
principios liberales y una aceptación del espíritu conservador, como el reaseguro contra
la peligrosa tendencia a las luchas internas y la anarquía.

En el plano doctrinario, los católicos basaron su oposición al liberalismo en las


negativas consecuencias que el proceso de secularización tendría en términos de
concentración del poder en el Estado y la consecuencia eliminación de instituciones
sociales intermedias. De entrada, argumentaba que la centralización del poder efectuada
por el Estado liberal sobre otras instituciones sociales culminaría también con la muerte
de los derechos municipales y del localismo, y, en definitiva, en la extinción de toda la
protección de derechos y libertades que no fueran las del Estado central. Así resulta,
literal el saneamiento cierto que el liberalismo promulgó la rebelión de Dios Estado.

En el caso de los católicos, esta crítica se extendía al debate sobre la cuestión social: el
Estado liberal era responsable tanto por el predominio del laissez faire, que abandonaba
a su suerte a los más necesitados, por el ataque a instituciones intermedias que
tradicionalmente habían servido como refugio para tales emergencias. El catolicismo
social no fue la única voz que cuestionó en los principios del liberalismo económico,
que inspiraban buena parte de la acción oficial; Numerosas otras vertientes, que corrían
tanto por el oficialismo como por la oposición, ofrecieron divergentes puntos de vista en
la materia.

Liberalismo, intervencionismo económico: Una de las áreas en las que la intervención o


abstención del Estado provocó mayores discusiones fuera de la protección arancelaria a
la industria nacional. Similares desacuerdo surgieron en torno al papel que debía
cumplir el Estado en otras áreas de la economía. En 1887, el Presidente Juárez Celman
afirmaba en su mensaje anual al Congreso que era conveniente para la nación el
entregar a la industria privada de la construcción y explotación de las Obras Públicas
que por su índole no serían inherentes a la soberanía. Al mismo tiempo, se abogaba por
una política estatal más firme contra los latifundios y a favor de una mejor distribución
de la tierra, y se introducía la dependencia económica como un serio peligro, dada la
participación del capital extranjero de los servicios públicos argentinos. Finalmente, se
reclamaba expresamente la nacionalización de los servicios públicos, lo que se describía
como un anhelo que se difunde cada vez más.

179
CURA, ANA.

Para otros, la intervención estatal en la economía estaba fundada en la cláusula


constitucional que encarnaba el Congreso de la promoción y el establecimiento de la
inmigración, de ciertas industrias y Obras Públicas, lo que además resultaba
comprensible en un país joven. Importancia de esta evolución en la opinión pública del
período reside en la delineación del contexto intelectual, dentro del cual aparecieron las
intervenciones sociales propuestas por los reformistas.

El Partido Radical merece más subtitulo por los procedimientos que les son favoritos que por su programa representa un simple
movimiento de indignación contra la existente, antes que Partido doctrinas revolucionarias. Sus aspiraciones se basaban en la reforma
moral del país más que en una reforma política.

El radicalismo: Hasta 1916 la Unión Cívica Radical no difería demasiado del


oficialismo en cuanto a la visión del papel que le correspondía jugar al Estado dentro de
la prevaleciente clima del liberalismo económico.

Radicalismo anterior a 1916 se involucró en el debate de la cuestión social. Lo hizo más


que consideraciones prácticas que ideológicas. Tras la sanción de la ley, seas Peña, los
radicales montaron una eficaz maquinaria política. Proyecto de legislación social como
la regulación de las condiciones laborales para mujeres y niños coma o el
establecimiento de seguros obligatorios contra accidentes de trabajo, coma fueron
promovidos YO apoyados entusiastamente por los diputados radicales.

El movimiento social católico: los dirigentes políticos católicos que se enfrentaron a las
reformas liberales del roquismo no dudaban en responsabilizar el proceso de
secularización desatado por el liberalismo, por los emergentes conflictos sociales.
Existían además un buen número de agrupaciones católicas, diferencias de los círculos
de obreros en 1902, con un programa orientado en la organización de gremios y
corporaciones profesionales, se fundó la Liga Democrática Cristiana. En 1909,
siguiendo una recomendación del tercer Congreso Nacional católico de 1908, se fundó
la Liga Social Argentina, que tenía como propósito alentar la organización social bajo
los principios cristianos, la lucha contra las tendencias subversivas en la sociedad, y el
advenimiento moral e intelectual en todas las profesiones y clases sociales.

En 1914 se reproduce un detalle programa de acción elaborado por la Unión


democrática cristiana, que incluya entre sus propuestas de política social el
reconocimiento legal de los sindicatos como el cumplimiento de la legislación laboral
existente, como la jornada laboral de 8 horas, un salario mínimo legal, la
responsabilidad de los empleadores por los accidentes de trabajo, de organización de
fondos de pensiones y bolsas de empleo y la creación de un Ministerio de Trabajo y
Consejo profesional que facilitará su gestión. La influencia ideológica del movimiento
social católico sobre el debate de la cuestión social, en consecuencia, adquirió mayor
peso a través de la acción de determinados individuos en posiciones de cierto poder, que
participaron en el desarrollo de un programa moderado de forma social, que por su peso
dentro del movimiento obrero o las organizaciones profesionales de signo católico, un

180
CURA, ANA.

fenómeno similar se dio con la participación de dirigentes socialistas en algunos de los


programas e instituciones diseñados por reformistas liberales.

El socialismo y la burguesía inteligente: De su primer Congreso Nacional y en sus


primeros documentos oficiales, el partido manifestó su adhesión a una aproximación
legalista o parlamentaria del socialismo: la participación activa de los trabajadores en la
política oficial era el camino para conseguir las mejoras buscadas. Las relaciones entre
Asociación Obrera y partido, sin embargo, estuvieron lejos de ser armónicas y se
convirtieron en un permanente fuente de conflictos y divisiones entre internas, siendo el
surgimiento del llamado sindicalismo puro dentro del partido lo más importante.

Durante los picos de violencia anarquista, los socialistas fueron vistos por buena parte
de la opinión pública como parte del mismo fenómeno conflictivo, y debieron enfrentar
las negativas consecuencias de tal asimilación, entre los liberales como preocupaciones
por la cuestión social, se simpatizaba con las intenciones de los socialistas y se
diferenciaba claramente de los grupos.

Capítulo 3: “Los intelectuales y la reforma social”:

Reforma moral, reforma política y reforma social: Uno de los factores que impulsaron
el surgimiento de la corriente reformista liberal fue el legado de la crisis política y
económica de 1890. La corrupción administrativa, la especulación financiera, el fraude
electoral, el materialismo y la acelerada opulencia en las costumbres sociales,
aparecieron entonces a los ojos de algunos síntomas de una declinación moral
generalizada. El espíritu reformista se centró en la necesidad de transformar las
instituciones y hábitos políticos del país e introducir lo que se llamó una política de
principios. José Nicolás Matienzo, el primer Presidente del Departamento Nacional del
Trabajo, creado en 1907, estableció numerosos puntos de contacto entre la reforma
moral, social y política. Matienzo, culpa del sentimiento oligárquico por el deterioro de
la moral política ejemplificado por las pensiones, subsidios y otras formas de ayuda
pecuniarias con que se recargaba los presupuestos.

El papel de los intelectuales: Una característica de esta corriente académica del


reformismo social fue la preocupación por la incipiente ciencia social Argentina hacia el
estudio de problemas prácticos. De este modo, veremos que los académicos e
intelectuales no se limitaron al estudio puramente científico de la cuestión social.
Muchos interpretaron como parte de su deber el llevar sus ideas a la práctica a través de
la creación y dirección de nuevas instituciones estatales dedicadas a distintas áreas de la
reforma social.

Las universidades y las nuevas instituciones estatales, sin embargo, no fueron los únicos
centros de atracción para los intelectuales con inclinación reformista, ni en la Argentina
ni en los países europeos, que los reformistas argentinos buscaban imitar. En el caso de
Argentina, otra institución con raíces europeas, el Museo Social argentino, proveyó otro
marco institucional en el cual las nuevas corrientes intelectuales orientadas hacia la
reforma social expresaron sus inquietudes.

181
CURA, ANA.

El Museo Social argentino: La Argentina había alcanzado un estadio de desarrollo


similar al de las naciones más avanzadas, como ir a, por lo tanto, inevitable encontrar
similares problemas en materia social y económica. La creación de una institución como
el MSA, en consecuencia, se justificaba por el mismo desarrollo social y económico del
país.

Mabilleau también colaboró con Carlos Ibarguren, quién reemplazará a Juan Garro
como ministro de Justicia, en la redacción de un proyecto de ley sobre la organización y
reconocimiento legal de las asociaciones mutuales, según él mismo Ibarguen el
Presidente Sáenz Peña, sería el primer paso hacia la organización de un sistema
universal de Seguro Social y una forma de completar la democracia política con la
democracia social fundada en la Unión de los hombres, solidarizado para su
reciprocidad, asistencia y ayuda eficazmente por el Estado.

TERÁN, Oscar. “El pensamiento finisecular (1880-1916)” en LOBATO, Mirta


Zaida (Dir.) El progreso, la modernización y sus límites (1880-1916) Tomo 5 de
SURIANO, Juan (Coord. General) Nueva Historia Argentina. Buenos Aires, Ed.
Sudamericana, 2000.

Hace 1880 las representaciones intelectuales se constituyen sobre un contacto redefinido


por la nueva problemática política social. Estas preocupaciones que la crisis del 90
potencian fueron respondidas de matrices ideológicas diversas y algunas de ellas
también renovadas, dentro de un periodo cultural y caracterizado por una superposición
de teorías y estéticas, donde convivían romanticismo tardío en concepciones católicas y
las renovadas del socialismo y el anarquismo. La fe en que la ciencia constituía el nuevo
fundamento sobre el cual asentaron saber sólido como fuente a su vez, de un buen orden
social y un relativo historiográfico objetivo.

En aquel fin de siglo se organizó así una problemática centrada en la emergencia de una
sociedad de masas, en cuyo interior se recortaban el problema inmigratorio y las
consiguientes preocupaciones por la nacionalización de las masas, así como la cuestión
obrera, como el desafío democrático y el fanatismo de decadencia el fenómeno de las
masas recorría como un problema acuciante todo el arco de la modernización
occidental, más el caso argentino resultó especificado por la presencia mayoritaria de
componente migratorio en su seno. El hecho de que los extranjeros se ubicarán sobre
todo en el sector de los trabajadores manuales y de servicios, y la influencia ejercida
sobre muchos de ellos por el socialismo y el anarquismo, como potenciaron la
configuración y visibilidad de la llamada cuestión social.

Desde el Gobierno, ante esta situación político social se respondió, alternándolas las
clásicas actitudes de represión y la integración, según las alas internas de la élite y las
distintas coyunturas políticas. La estructura posible Argentina hereda Asimismo un
esquema con marcadas prevenciones hacia una ampliación sin condiciones de la
ciudadanía; Prevenciones que habían consumado un régimen elitista en los Marcos de

182
CURA, ANA.

un sistema político excluyente. La presencia de las nuevas multitudes venían a


Complejizar Este panorama y a replantear la cuestión de la democracia. La desigualdad
entre los hombres no recibe únicamente en el sistema de leyes que regulan la vida de
una sociedad, dicen las entrañas mismas de la realidad, debido a lo cual es la
concepción de la democracia a la que debe ser impugnada por apoyarse en una serie de
hipótesis anticientíficas, como la del contrato Social, el individualismo originado o la
soberanía popular.

Los sujetos habilitados para decir la sociedad y sus males deberán ser científicos, y es a
partir de esas minorías del saber cómo se podrá imaginar, una intervención eficaz de los
intelectuales sobre la feria estatal a estas impugnaciones a la democracia como criterio
de legitimidad, como que por ende traslucía otro fundado en una meritocracia de la
virtud y el saber cómo iban a sumar les algunas sospechas hacia la propia legitimidad de
esa presunta aristocracia, especialmente después de los sucesos del 90 y de las fracturas
internas que la clase dirigente no dejaría de experimentar.

Esta elaboración de otra genealogía opera en Ramos Mejía, un rescate del fondo criollo,
y por eso sostiene que las multitudes gauchas podían contribuir a vigorizar con sus
contingentes de sangre, acepta las poblaciones urbanas al modo como las descargas
eléctricas de la atmósfera ejercen una acción purificada en los imponentes trastornos del
mundo primitivo. El problema recién entonces en destacar los métodos más adecuados
para que estos estímulos estéticos penetren en el ánimo de las multitudes argentinas. Es
en Carlos Pellegrini en quien coloca su paradigma de política necesaria para la relación
estado, sociedad que considera recomendable para ese momento argentino. Para la
construcción del consenso, esta propuesta recurriría a las mismas productivas instaladas
por el legado liberal Iluminista, centrada en la educación pública y ahora animada de un
núcleo fuertemente patriótico. Ante la crisis entonces de creencias de un republicanismo
decadente y una religión debilitada, el arco simbólico de revelo para aquellas
convicciones, como en tantos otros casos, en la última instancia remite para a una
constelación de ideas, de ideas fuertes y sentimientos nacionalistas.

Será así en el hundimiento de la definición de una ciudadanía y de la construcción de


una noción donde surgirá la problemática de la nacionalización de las masas, sobre
determinada por el fenómeno inmigratorio como cristalización final de todo este
Movimiento discursivo se destaca una jerarquización moralista y tripartita de los actores
sociales que muestran la cúspide a las minorías idealistas y sapientes motorizadas del
cambio; Luego, a las multitudes productivas que encarnan auténticas bastiones del
orden y, por fin coma a las minorías.

Para Ramos, Mejía coma el carácter larval de la inmigración y, por ende, su gran
permeabilidad a los mensajes estatales, conforman el signo positivo de un aporte
sustancial para nacionalidad argentina información, Hasta el punto de concebir a la
primera generación de inmigrantes como la depositaria de sentimientos futuros en la
nacionalidad en su concepción moderna. Es así, a estos niños, hijos de extranjeros a
donde la educación primaria debe dirigirse para consumar el proceso de argentinización

183
CURA, ANA.

con obligada insistencia se les habla de la patria, de la bandera, de las glorias nacionales
y de los episodios heroicos de la historia; Oyen el himno y lo cantan y lo recitan con
sueño y ardor de cómica epopeya, ella, lo comentan a su modo como hechicera.
Ingenuidad, y su barba accionada demuestra cómo se propicia la edad para echar la
semilla de tan notable sentimiento.

Se trata de integrar en una justa medida aquel materialismo sin alma en el en el


espiritualizado universo en latinoamericano. Desde esas miradas, modulaciones
espirituales y modernistas, se produjo una intervención destinada a elaborar una
identidad que ya no será continental, sino nacional, y que consumirá la propuesta de un
nacionalismo, esencialmente en el diario de Gabriel Quiroga, publicado por Manuel
Gálvez en el año emblemático de 1910. Gálvez ha controlado la contrapartida de esa
decadencia allí donde subsiste, Esto es, en las provincias del interior, en las cuales el
viaje de esta alma inviértela, hispanofobia del liberalismo decimonónico, cuando aspira
así el incienso venerable de la tradición colonial, reforzando aquel sentimiento que
conmovió su corazón ante el paisaje de Castilla la vieja y que le hizo comprender que
los argentinos no hemos dejado de ser españoles. Heredadas, no contaminadas de ese
legado, las provincias con su amor a las tradiciones, su culto a la patria, su odio al
extranjero, su sentimiento de la nacionalidad, su espíritu americano, encarna la mejor
expresión posible actualmente de la resistencia a la desnacionalización. Con ello, un
tópico nacional populista seguía las vías de formación: una Buenos Aires materialista,
poblada por quienes por esta cerca de los libros europeos están lejos de la Argentina.
Profunda, frente al reservorio espiritual de un interior donde se asientan las verdades
esenciales nacionales y poblado por los poseedores de una docta ignorancia.

Diversas variables inducidas por el acelerado proceso de modernización. Abrieron


situaciones representadas por numerosos intelectuales como vacío y Lancer acciones
dentro del cuerpo social y el destino nacional, y esas fallas pretendieron ser suturadas
por una redefinición de la identidad nacional. La nación empieza a ser pensada como un
fenómeno antropológico, es decir, como el espacio donde imperan reglas fundadas en
costumbres que no pueden ser modificadas por la política, desembocando en la
enunciación de un nacionalismo cultural. Esencialista.

La fecha precisa del 25/05/1910, El alma de Quiroga he encontrado una nueva


esperanza que torna innecesaria aquellas estrategias, puesto que las violencias realizadas
por los estudiantes incendiaron, incendiando las imprentas anarquistas coma mientras
echaba abuelo las notas del himno patrio, demuestra la energía nacional y enseñan que
la inmigración no ha concluido todavía con nuestro espíritu americano, pues
conservamos aún lo indio que había en nosotros. La invención del alma nativa
alcanzaría por fin un momento definitorio con la entronización del Gaucho como
prototipo de la nacionalidad, y será en la célebre conferencia en el teatro Odeón, en
1913, donde Leopoldo Lugones Cristalizará un módulo de larga duración en la
definición de la nacionalidad. El Martín Fierro es considerado allí, como el poema
Nacional Fundante de una épica Argentina, y, al instalarlo en una sitial que antes. Muy

184
CURA, ANA.

pocos habían imaginado coma luego, en estos tu volaba un modelo de nacionalidad


basado en valores tradicionales locales.

El trasfondo ideológico de buena parte de la intervención lugoniana esta modelado por


la venta anti materialista del modernismo cultural, y la legitimidad de quien emite el
mensaje, emanado igualmente de la destreza y artículos del poeta, o sea, que el artista,
como en virtud de leyes desconocidas. Hasta hoy, nace con la Facultad superior de
descubrir la belleza de las cosas. La ley de la vida justamente en materia es la palabra
que Lugones utiliza para decir barbarie, Ya que la inercia y Opacidad de la materia, se
transfiere a las masas como en las cuales impera el automatismo de la Grey. Pero una
nación puede albergar sin conflictos a este sector pasivo y mecánico en la medida en
que se instaure una gobernabilidad hegemonizada por una élite de poder y de la
inteligencia. El pasado se presta la confianza en que ese Pilar popular de la nacionalidad
resulta funcional con la oligarquía gobernante, gracias a que los gauchos aceptaron el
patrocinio del blanco puro, con quien nunca pensaron igualarse política o socialmente,
reconociéndole una especie de poder dinástico que reside en su capacidad de urbana
para el Gobierno.

Básicamente, la incapacidad del radicalismo para conformarse según las pautas de un


partido orgánico, y lo que percibe como el carácter regresivo de un nuevo elenco
gobernante, que a su entender, amenaza de destruir todo el legado civilizatorio
trabajosamente construido, pero es evidente que ese malestar en la cultura no pretende
esconder el malestar en la política generada por el ascenso del yrigoyenismo al
Gobierno, a cuya luz es el proceso global de democratización el que ingresa en el
terreno de la duda.

Nueva Historia Argentina, Tomo 5:

ADELMAN Jeremy: Capítulo 6: “El Partido socialista argentino”:

En el momento en que el Partido Socialista argentino surgió como una fuerza electoral
importante, la República Había modificado el régimen político, Había aparecido nuevas
formas populares y el Estado había comenzado a implementar nuevas políticas sociales
que definirían el preludio en un vigoroso estado de bienestar hacia mediados del siglo.
El Partido Socialista no se convirtió en el galvanizador de las políticas populares. Los
orígenes del Partido Socialista están estrechamente relacionados con el contexto
internacional, así como las ideas que inspiraron a sus dirigentes y tipo de programa que
propuso el partido impulsor, diversos emprendimientos colectivos, sindicatos,
cooperativas como movimientos agrarios y como por supuesto, actividades vinculadas
al campo electoral.

El escenario internacional: para llevar a cabo esta tarea, muchos coincidieron en que
los sectores populares, que hasta el momento habían sido excluidos política y
socialmente, bien, sin incorporados a la esfera pública. La Argentina se modernizaba,

185
CURA, ANA.

pero no necesariamente se industrializaba y nadie ignoraba que la estructura agraria


Pampeana contribuía al desarrollo del país. Hacia 1880, sin embargo, después de la
muerte de Marx, las cosas empezaron a cambiar. Y en la medida en que las sociedades
evolucionan por sí solas, coma no era necesario y la acción violenta para liberarse de las
fuerzas represivas; Las leyes de la evolución natural disolverían las instituciones y
prácticas arcaicas y derribaría los obstáculos que se oponían al progreso.

La variante Argentina: los argentinos debían concebir sus planes socialistas a partir de
las realidades locales. La figura principal de este proceso fue Juan B justo. La Argentina
era una sociedad en desarrollo, pero aún inmadura justo tras un enfoque biológico de la
historia, según el cual la Argentina podría ser comparada con una entidad en
crecimiento que todavía necesitaba sustento. Justo y los socialistas argentinos se veían a
sí mismos como los constructores de una tradición de reforma del país, pero, al mismo
tiempo, como protagonistas de una gran ruptura histórica con el pasado argentino. Si
bien la Argentina estaba preparada para incorporarse al flujo de otras sociedades en
acelerado desarrollo, algunos resabios, en particular los caudillos locales, contaminaban
las instituciones republicanas. De modo que la Argentina desarrolló instituciones
republicanas competitivas, aunque no la forjó adecuadamente, y nos llevó a cabo la
necesaria distribución de la tierra para una pequeña clase productora. Argentina no era
entonces Nueva Zelanda.

De manera que la misión del Partido Socialista tenía múltiples facetas, primero debía
contribuir al financiamiento de las instituciones republicanas con el fin de que éstas se
transforman en instrumentos representativos adecuados para la implementación de las
políticas racionales y fueran capaces de librarse de la acción nociva de los sectores
incultos y atrasados, especial, de los viejos caciques políticos. Segunda, la Tierra debía
ser distributiva, de manera de romper el dominio de la oligarquía. Tercero, era necesario
fomentar las prácticas culturales y las asociaciones colectivas, a fin de sacar de su apatía
a los sectores populares que debían convertirse en agentes históricos y operantes, y no
meros instrumentos de los gobernantes. Los socialistas no eran los primeros en articular
estos problemas. Los socialistas se consideraban portadores de un propósito más
universal y estaban mucho más convencidos acerca del carácter inevitable de su exito:
al fin y al cabo, todas las leyes científicas estaban de su lado. En este sentido, los
socialistas se veían a sí mismos como los salvadores naturales de la República, como un
factor de consolidación final de la promesa revolucionaria lanzada en 1810. El ideal
democrático se convirtió en el ideal del socialismo y éste a su vez en el instrumento a
través del cual se llevaría a cabo la transición al socialismo.

Por un lado, como a los socialistas debían promover el cambio por el otro, no podían
promover transformaciones alguna que no tuviera en cuenta el curso material de la
Argentina. Para gestionar esta transición, los socialistas confiaban en una doble
plataforma, el primer campo de acción en el frente económico. Esto era necesario para
promover el desarrollo de la base social y económica y amplia, de este modo, las
fronteras de las posibilidades políticas. La plataforma electoral definida y aprobada en
el primer Congreso del partido en junio de 1896, involucraba esta primacía: reclamaba

186
CURA, ANA.

la estabilidad monetaria y la extinción gradual del papel moneda para proteger los
ingresos de la clase trabajadora, vulnerables de las corrientes evaluadoras, y exigía
Asimismo un impuesto directo a la renta de la tierra para liberar los recursos fiscales y
castigar a los latifundistas que no usaban sus propiedades Con eficiencia.

El partido podía también eliminar las medidas y prácticas Que deteriorará los salarios y
el bienestar: abolir la Inmigración subsidiada; igualdad de la redistribución para
hombres y mujeres que realizarán los mismos trabajos, así como reivindicaba la jornada
de 8 horas, los socialistas no se proponían, en modo alguno obstaculizar el curso natural
de las operaciones del mercado. En cuanto al comercio y libre inmigración, ya que esto
era mecanismo de desarrollo de la economía local. El socialismo solo podía realizarse
una vez que el capitalismo hubiera agotado su potencial productivo.

Los socialistas debían comprometerse en una transformación de la esfera cultural,


ayudando a los sujetos políticos de la República a reconocer sus verdaderos intereses
para convertirse en actores racionales de la esfera pública. Para Justo, el objetivo era
vigorizar la política y enseñar al pueblo trabajador a pedir las reformas que han de
aumentar su bienestar. Muchos socialistas argentinos apoyan la inmigración porque ella
contribuía al progreso del país, pero les disgustaba comprobar la Propensión de los
inmigrantes a mantener Unidos y negarse a la asimilación. Si los inmigrantes no se
integran al flujo de la vida republicana y se negaban a aprender el español, simplemente
agravado las figuras y divisiones que durante tanto tiempo habían imperado en el país.
Identificarse como argentino mejoraría la argentinidad a la vez que contribuiría a la
incorporación de la República al flujo universal.

Los canales del socialismo: El partido propuso cuatro medios para libres para
incorporar a los sectores populares a la esfera pública. Los cuatro fueron pensados como
ámbitos que pudieran ayudar a convertir a los trabajadores en protagonistas racionales y
en puntos de partida para socavar la soberanía del capital.

El programa del Partido solicitaba la creación de sindicatos en tanto agentes


representativos de negociación, pero en cuanto a la organización de los lugares de
trabajo, era limitado y en cuanto al Partido Socialista, formuló su posición ante el
cambio social, los sindicatos argentinos a unir a organizadores embrionarios. Aunque
los líderes del partido pensaban sin duda que los sindicatos era necesario, el hecho de
que estos fueran tan escasos, que se concentrarán en ciertos sectores y se limitará
especialmente a la Capital Federal, así como la ausencia de un cuerpo dirigente
centralizado, no favoreció que los sindicatos. Actuarán como los forjados de las
entidades de clases modernas. Solo había un signo alentador, era la creciente evidencia
de la actividad huelguista. La huelga era la primera y más elemental forma de lucha de
clases y su objetivo era mejorar la suerte del trabajador. La creciente inquietud obrera
que caracterizó el comienzo del siglo estimulaba a los socialistas.

Los sindicatos aceptaban en forma mayoritaria en las relaciones de propiedad y


defendían las modificaciones en las relaciones contractuales; Tampoco instruían a los
trabajadores para que se convirtieran en protagonistas de una técnica superior y de los

187
CURA, ANA.

profesiones económicas, ni estaban interesados en la defensa de la propiedad colectiva.


Una cosa era hacer huelga contra los empleadores individuales y otra era una huelga
masiva o la huelga general que remita al viejo estilo de los modelos de cambio
voluntaristas insurreccionalista. En líneas generales, los socialistas tenían una
perspectiva negativa acerca de este tipo de acción, por su carácter a menudo coercitivo,
sangriento y destructivo. Para los socialistas, las huelgas generales eran fueran fuertes y
no contribuyen al cambio: Ellos exigían negociaciones graduales y calibradas, que
podían realizarse en forma pacífica y legal.

El partido impulsaba la Constitución de ligas agrarias de los arrendatarios rurales para


presionar a los terratenientes, en el sentido de reducir el monto de su pago en dinero, en
efectivo o en proporción a las ganancias, prolongar sus contratos y compensar a los
trabajadores por la inversión en la tierra. Los socialistas querían que estos arrendatarios
se convirtieran en pequeños propietarios por derecho propio, pero no querían que los
arrendatarios ocuparán los terrenos en forma unilateral. La ilusión socialista de los
trabajadores serían los héroes de su propia reconstitución, como una triple diferente del
sujeto se vio frustrada cuando tuvieron que admitir que estos atacaban el conjunto de los
preceptos propios de las relaciones capitalistas.

Si los sindicatos y las federaciones de arrendatarios rurales comprendían dos formas de


organización que abordan los problemas que surgían de las relaciones entre los sectores
propietarios y los desposeídos, el Partido Socialista propone un conjunto de empresas
paralelas que iban más allá de las relaciones entre empleador y empleado para
abordarlo. La dependencia de los trabajadores respecto de los mercados o en su
conjunto. He aquí la forma favorita de asociación colectiva no parlamentaria del
partido: la cooperación libre. Los socialistas querían impulsar el mutualismo para
introducir en vasto espectro de temas vinculados al consumidor a través de las
cooperativas. Las cooperativas complementaban a los sindicatos, instruyendo a los
trabajadores en una dimensión diferente de la lucha de clases y liberándolas de una
estrecha confianza en el enfoque contestatario de los sindicatos.

En cuanto a estos 3 empeños, se esperaba que la movilización colectiva transformar el


panorama de los actores históricos e industria de la clase trabajadora a ocuparse de los
asuntos públicos, permitiéndole, paulatinamente, obtener una mayor soberanía sobre su
destino. Los trabajadores eran los agentes de cambio que debía asignar una nueva
definición al significado de la ciudadanía. Al mismo tiempo, el ejercicio de los nuevos
derechos profundizaría la conciencia y prepararía los trabajadores para convertirse en el
sujeto histórico verdaderamente universal, pero los socialistas no podían eludir una
cierta circularidad en la posición de los trabajadores: Por un lado, debían ser los
heraldos de un nuevo orden en virtud de su calidad de productores, pero al mismo
tiempo su opresión les impedía concebir los instrumentos necesarios para ver más allá
de sus intereses inmediatos.

El campo electoral: el campo más importante decisivo de la lucha colectiva en relación


con el partido era el campo electoral. La participación en las luchas parlamentarias

188
CURA, ANA.

estaban dirigidas a utilizar las leyes para pavimentar el camino del socialismo. Así como
la economía determinaba la política, la ubicación del votante en el proceso de
producción, determinaba las preferencias electorales. Vale decir que el partido insistía
ruidosamente en el sufragio femenino; Esta conciencia proletaria y de votantes
socialistas no tenía por qué ser exclusiva de los hombres.

Mientras tanto, quedaba en manos del Partido Socialista la decisión de preservar en la


causa del liberalismo político contra la política criolla, porque en el ámbito de la política
era solo relativo y la democracia real implicaba un cierto nivel de conciencia pasiva.
Las reformas no podían promoverse con demasiada claridad, de modo que las
elecciones debían ser instauradas antes de que pudiera transferir un poder político
efectivo a las masas. Su actividad se limitaba desde el comienzo de la Capital Federal y
solo después a otros centros urbanos. Parte del problema residía en la estructura de la
organización del partido. Sin compromiso, más serio con la reforma electoral como el
sistema político argentino seguía dependiendo de un régimen corrupto y fraude,
Palacios perdió su cargo cuando se presentó para la elección.

En 1910, el viejo régimen estaba agotado y muchos miembros de la élite reconocía la


necesidad de la reforma para evitar mayores antagonismos. El Congreso aprobó un
proyecto para establecer el voto libre como secreto y obligatorio para los hombres a
comienzos de 1912. Una vez que se promulgó la nueva ley y, el partido se encontró ante
una nueva constelación de fuerza. De pronto, se vio obligado a competir con la UCR en
las mismas circunstancias electorales. Aquellos que hasta 1902 se habían respetado las
leyes del juegos, es decir, las había legitimado, debieron pagar el precio del nuevo
acuerdo esto le ocurrió sobre todos los acontecimientos, pero cierto punto también a los
socialistas.

A los socialistas la reforma los tomó por sorpresa, no habiendo asumido posición alguna
de las negociaciones previas e ignorando los debates del Congreso sobre la legislación
propuesta, a los socialistas se vieron obligados a aceptar lo que se les ofrecía. El partido
decidió concentrar sus esfuerzos en la ciudad de Buenos Aires y Rosario, donde se
encontraba la gran mayoría de sus afiliados fuera de la ciudad, llevaría tiempo
consolidar una base de apoyo. Los candidatos comenzaban a obtener bancas, en
principio con Juan B Justo y Alfredo Palacios, seguido luego por un conjunto de
veteranos bienintencionados y dirigentes que había qué harían carrera distinguida,
aunque minoritaria, en el Congreso argentino, pero solo en Buenos Aires, el Partido
Socialista hizo una buena elección. Los socialistas se enfrentaban en una lucha estrecha
con los radicales para ganar la voluntad política y la lealtad electoral de lo que ellos
consideraban su clientela natural. Fuera de la capital coma los resultados electorales y
los socialistas eran minoría. El partido seguía siendo fiel a su programa de reforma
económica y de participación constante en el campo electoral, esperando que algún día
el electorado de la República pudiera ver por fin la luz.

El Partido Socialista: Sus límites: el Partido Socialista Argentino ejemplifica muchas de


las dificultades con los que suele enfrentarse a los partidos de la reforma gradual que se

189
CURA, ANA.

niegan a atacar las reglas formales de la representación colectiva. La transformación


tendría lugar una vez que el electorado contará con la preparación suficiente para
conocer sus verdaderos intereses.

A pesar de sus esfuerzos, el partido no logró convertirse en la guía de la transformación


de la clase obrera Argentina. Los trabajadores optaron por diferentes tipos de expresión
colectiva y de ideas políticas, desde las sindicales hasta las del estilo electoral, como la
que proponían radicales y anarquistas. Los socialistas dirigieron entonces sus críticas a
la sociedad Argentina. La elasticidad de la política criolla del personalismo significaba
que los votantes, como en verdad, no actuaban libremente porque no eran conscientes
para muchos socialistas, como a la conclusión inevitable era que los trabajadores
estaban atrapados por la cultura heredada. Muchos socialistas se encontraron, sí una
explicación convincente de porque la democracia ilimitada no abrió el camino al
socialismo.

SURIANO, Juan: capítulo 7: “El anarquismo”:

Pero los trabajadores argentinos conformaron a comienzos del siglo un incipiente


interés de clase y ocuparon un espacio significativo en la sociedad Argentina
finisecular. La irrupción de este nuevo sector social, planteó los límites del régimen
político e hizo emerger la cuestión social. La emergencia de estos actores sociales
implica la aparición de nuevas formas de organización y sociabilidad política y cultural,
desconocidas en Argentina. De esta forma se desarrolló una infinidad de asociaciones
de carácter político, gremial y cultural en la construcción de las cuales el anarquismo
desempeñaría en un rol central.

Las características del anarquismo: heterodoxia clasista y militancia de urgencia: los


anarquistas habían logrado cierto éxito en el mundo del trabajo: controlaban la
participación organizacional sindical. Tenían varias decenas de círculos en
funcionamiento, una buena cantidad de periódicos, así como estaban en condiciones de
movilizar masivamente a los trabajadores durante la conmemoración del Primero de
Mayo o las frecuentes manifestaciones de protesta. La mayor parte de estos individuos
llegaba a las urbes con la premura de concretar ilusiones de ascenso que, muchas veces,
tardaban más de lo deseado de materializarse.

En buena medida de los trabajadores, contaban solo con su capacidad de trabajo, sus
ilusiones y su voluntad de superación. El gremio podría ofrecer la posibilidad de
plantear sus reivindicaciones económicas más acuciantes, como los círculos y centros
actuaban como lugares de encuentro y sociabilidad, como espacio de pertenencia y
participación en donde se diluía el individuo y se perfilaba la acción colectiva. El
anarquismo encontró serias dificultades para incluirlos, de manera Orgánica en el
entramado de una cultura política alternativa debido a las dificultades, hallar la
construcción de un sistema eficiente de intercambios simbólicos con los trabajadores. El
anarquismo pretendía educarlos y concientizarlos para arribar a una indefinida

190
CURA, ANA.

emancipación universal, pero se encontraba con miles de obreros dispuestos a seguirlos


y luchar por mejoras que orientaban sus esfuerzos al ascenso social y el bienestar más
que la emancipación.

La doctrina anarquista era vagamente anti clasista y negaba la idea de la conciencia de


clase marxista al sustentar su tesis de la participación política de la voluntad de cada
individuo en la base de esa idea se hallaba fuertemente arraigada la idea de libertad
absoluta coma una libertad que tenía como objeto excluyente hacer feliz al individuo.
En tanto ella, un derecho natural del hombre. Para la Constitución del sujeto social,
ponía énfasis en las formas de opresión y no en las relaciones con los medios de
producción. Era populista en tanto aspiraba a unir a todos los sectores sociales
oprimidos para liberarlos de la explotación económica.

La falta de una mirada clásica a la sociedad actual, anarquismo de una aspiración de


representatividad universal de los explotados en términos generales, aproximándose a la
idea del hombre desarraigado. El hombre era, antes que nada, individuo, y esta
condición adquiría mayor relevancia que la perteneciera a una clase social determinada,
y cuando asumía el ideal libertario, se identificaba con el universalismo del anarquismo
y no con la particularismo de la clase obrera, aunque no llegaba al extremo de negar
absolutamente en la lucha de clases, la instalada en un segundo plano.

El posible atractivo esta cosmovisión en una sociedad como la Argentina parecía residir
en que la doctrina libertaria no solo brinda una salida al obrero alienado al intelectual
desplazado, marginado de las élites culturales, sino también aquellos sectores que,
aspirantes a integrarse en la clase media, habían estado excluidos o relegados del
proceso del desarrollo. Parece evidente que el anarquismo supo interpretar con su
lenguaje político la miseria y el descontento popular, así como brindar respuestas para el
malestar y los Estados de ánimo insatisfechos.

Cualquier manifestación de protesta actuaba como una chispa, a lo que los libertarios
aportaban el combustible para encender la hoguera: Por eso dirigieron y alentaron la
huelga de inquilinos en los conventillos porteños. Durante 1907; Reclamaron la libertad
de los presos políticos y sociales; apoyaron conflictos casi listas como la lucha de los
obreros cigarreros contra la incorporación de máquinas modernas; Denunciaron en sus
periódicos el maltrato a los que eran sometidos los conscriptos en el Ejército, en,
incluso, intentaron organizar los; criticaron con dureza la persecución de las prostitutas,
así como también efectuaron llamado sin éxito a la policía para abandonar la institución.
Las prácticas anarquistas de este periodo asumieron características de una militancia de
urgencia, por un lado, porque representaba la respuesta a un proceso socioeconómico de
cambios bruscos y acelerados, signado por el carácter aluvial de una sociedad con altos
niveles de movilidad horizontal y vertical.

La militancia de urgencia se explica por la misma concepción libertaria implicado


subordinar el pensamiento a la acción y la planificación a largo plazo del proceso
revolucionario, al inmediato y a la aceleración de los tiempos políticos. Los anarquistas
tenía la convicción de que era el movimiento espontáneo el que cargaba las condiciones

191
CURA, ANA.

para el progreso del ideal. Durante la primera década del siglo actual se convirtió en un
importante actor político y a la tendencia que mejor representó al nuevo sector social
representado por los trabajadores, a quienes otorgó voz y presencia tanto en el plano
político y cultural como lo social y sindical.

Organización y la difusión de las ideas anarquistas: el anarquismo ha sido vinculado


tradicionalmente casi con exclusividad al movimiento obrero. Los centros y círculos se
convirtieron en las instituciones equivalentes, pero diferentes, a la estructura
organizativa del Partido Socialista. El círculo era como un ámbito solidario en donde se
organizaba la ayuda de las camaradas, presos enfermos y a sus familias, a los
deportados, como a los trabajadores en huelga, a las víctimas de catástrofes naturales;
Así mismo era el verdadero motor de ayuda económica a las escuelas libres y a los
periódicos a través de la organización de veladas benéficas y suscripciones. La
excepcional larga vida del periódico la protesta no hubiera sido posible sin la ayuda
solidaria de los círculos.

A la vez, era un espacio de educación y un adoctrinamiento integral que alcanzaba no


solo al trabajador individual, sino también a su familia. Los círculos anarquistas
comenzaron su actividad hacia fines de la década de 1880. Su principal objetivo
consistía en difundir la doctrina libertaria a través de la edición de folletos y periódicos
y, más tarde, Incorporaron la conferencia a sus actividades para ampliar el marco de
adhesión y simpatizantes.

Recién a mediados de la década del 90, volverán a formarse centros de cierta


importancia. El grupo pionero fue LOS ACRATAS, con sede en el barrio obrero de
barracas, que encaró una prolífica actividad editorial e instaló una biblioteca. A partir de
este momento, los grupos comenzaron a preocuparse por la propaganda y la difusión de
las ideas anarquistas, así como también por la organización de los trabajadores después
que buena parte del movimiento libertario moderó su individualismo y aceptó la
organización como una herramienta importante en el largo camino de liberación del
individuo. En este momento, activistas, grupos de publicaciones comenzaron a
entretejer una significa destinada a brindar una alternativa política como social y
cultural a los trabajadores o, al menos a un sector de ellos.

Una vez atenuada la línea represiva de fines de 1902, las actividades de los grupos y
círculos se expandieron de manera notable, ingresando al movimiento en su etapa de
madurez. En este momento las veladas ocuparon un lugar central en la actividad de los
círculos, las veladas serán funciones culturales y recreativas, con un claro mensaje
ideológico. Se realizaban en amplios salones o teatros y llegaban a convocar a más de
1000 espectadores.

La actividad de los círculos siguió en aumento hasta que el Gobierno nacional


implementó la dura represión de 1910 en prevención del incidente durante los festejos
del centenario. La nueva ley de defensa social y la aplicación del Estado de sitio
brindaron el marco legal para amordazar a la prensa, cerrar los locales, así como
encarcelar y deportar a activistas. En este contexto, la actividad de los círculos se hizo

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CURA, ANA.

casi por completo durante un par de años y cuando comenzó a normalizarse, a


comienzos de 1912, su dinámica estaba muy lejos de exhibir antes del centenario.

El anarquismo los sindicatos: El anarquismo como un movimiento obrero local puede


distinguirse con claridad en dos etapas:

 una fase protoorganizativa que llega hasta el viraje del siglo, caracterizada por el
predominio de las tendencias individualistas como contrarias a la organización.
Durante estos años, el acercamiento de los militares libertarios al mundo laboral
fue esporádico y desordenado.

 La segunda etapa abarca la primera década del siglo y es la del anarquismo


Maduro. Ello fue posible por el predominio de las organizaciones sobre los
individuos. Luego de una larga y dura polémica que involucró a todo el
movimiento libertario local. A partir de allí, sus militantes se lanzaron a
organizar sociedades de resistencia y fueron los artífices de la creación de la
primera gran Federación Obrera en 1901.

La protoorganizacion sindical: los primeros pasos organizativos del anarquismo


argentino entre los trabajadores, al despuntar los años 80, se limitaron a la acción de
pequeños grupos que se nuclean por afinidades nacionales y doctrinarias, reflejando en
la mayoría de estos nucleamientos las polémicas de sus camaradas europeos. Debido a
su acción y el contexto de las primeras huelgas en reclamar aumento de salario, el bajo
liderazgo de mattei, se conformó la sociedad de obreros panaderos. Este fue el primer
Gremio influenciado por anarquismo y su estatus, se convirtió en el modelo adoptado
por las futuras organizaciones gremiales impulsada por los libertarios.

La partida de Malatesta en 1889 dejó a los anarquistas locales y una figura aglutinadora
y, casi como reflejo de lo que ocurriría en el anarquismo europeo, los individualistas
volvieron a imponer su voluntad de no trabajar en los gremios e incluso militaron
activamente en sentido contrario a los intentos organizativos de los socialistas. No
obstante, el claro predominio ante organizador en las filas libertarias al comienzo de la
década de 1890, algunos gremios hallaban influenciados por ellos: carpintero, Siguero
y, especialmente, panaderos, cuya sociedad de obreros panaderos siguió siendo el
gremio libertario por excelencia. Los organizadores, a la vez que fundamentaba
filosóficamente la pertinencia del núcleo de grandes masas de trabajadores, como
sostenía que estos eran la mayoría de los desheredados y ello y a sus problemas se le
debía prestar la atención. Los trabajadores argentinos estaban cruzados por la
desocupación, malas condiciones de trabajo, bajos salarios, malos tratos y
hacinamientos habituales, la pobreza y la explotación no eran elementos suficientes para
provocar la rebelión de los oprimidos, había que organizarlo y ayudarlas a tomar
conciencia de su opresión y explotación. Este predominio se hizo más evidente después
de la aplicación de la ley de conversión, que repercutió negativamente en los salarios
obreros debido al encarecimiento de los artículos de primera necesidad. Los libertarios,
junto con los socialistas impulsaron e implementaron huelgas y movilizaciones Obreras
contra la política monetaria oficial.
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El Anarquismo Maduro: las malas condiciones de vida y de trabajo de una buena parte
de la masa trabajadora, obviamente provocaron en esta un profundo malestar que se
traduzca en un marcado aumento de los conflictos laborales. Sin pedir, la importancia
individualista como la mayoría del movimiento libertario aceptado de la organización
gremial, e impulsaba la huelga como principal herramienta de lucha de los trabajadores.

Pero el hecho más relevante en su acción en 1901 fue la activa participación en la


creación durante el mes de mayo de ese año de la Federación Obrera Argentina, que
nuclean un comienzo alrededor de 30 organizaciones Obreras de diversas regiones del
país. La FOA estableció que la huelga general sería la principal arma de lucha contra la
patronal y entre sus principales reivindicaciones figuraba la lucha contra las agencias de
colocación y el establecimiento de bolsas de trabajo, como la abolición del trabajo
nocturno, del trabajo de Tajo, el antimilitarismo y la educación obrera. La unidad del
movimiento obrero duraría poco, pues durante la segunda Congreso de la FOA, los
socialistas, que eran minoría y mantenían fuertes diferencias con los libertarios,
abandonaron la Federación y organizaron otra bajo su influencia. De aquí a 1910, los
anarquistas hegemonizaban la FOA. Durante la segunda mitad de 1901 y comienzos del
siguiente año se agudizó el conflicto social y la anarquismo con un rol determinante en
esta huelga los trabajadores reivindicaban aumentos salariales como reconocimiento
sindical, reducción de la jornada laboral y la eliminación de los cuerpos de
Rompehuelgas. A mediados de 1902 se sumaron los conductores de carros al conflicto y
se profundizó la organización gremial al conformarse de la Federación Nacional de
obreros portuarios bajo el influjo de los militantes libertarios, precisamente, este bien
mantuvo un largo conflicto por el mejoramiento de las condiciones de trabajo.

La eficaz represión a parada por estas medidas hago el movimiento huelguista y debilitó
la capacidad movilizadora del movimiento anarquista. A pesar de la represión, durante
estos años de influencia libertaria entre los trabajadores aumentó, gozando de mayor
predicamento que el socialismo. Si bien durante el cuarto Congreso de la FOA se
aprobó el Pacto de Solidaridad, determinada a la organización gremial como paso
previo a la emancipación de los trabajadores y que fortaleció la lucha gremial, los
libertarios, guiados por la nación que negaba la división política y la existencia de los
Estados y las naciones, logrando agregar el aditamento regional a nombre de la
organización que, a partir de aquí, pasó a denominarse Federación Obrera Regional
Argentina. Año después, en el Séptimo Congreso de La FORA, realizado en abril de
1910, se modificó el artículo 15 del Pacto de Solidaridad, prohibió ejercer cargos
gremiales a cualquier individuo, que tuviera cargo político.

El paso más importante de la sectorización anarquista se produjo en el quinto Congreso


de La FORA, al dotar a la Federación de una clara orientación ideológica a propuesta de
la federación obrera rosarina, se aprobó la necesidad de propagar el comunismo
anárquico como base de la Organización Obrera. Más allá de la obstinada decisión de
marchar solo, de la represión y de la peligrosa competencia de la tendencia sindicalista,
puede afirmarse que el anarquismo fue la corriente ideológica con mayor predicamento
entre los trabajadores, al menos hasta el centenario de 1910.

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Este predominio se derrumbó a partir de mayo de 1910. La fuerte represión desatada por
el Gobierno para prevenir incidentes durante las celebraciones del centenario de la
revolución de mayo golpeó duramente al anarquismo en su conjunto y a su acción
gremial en particular, decenas de dirigentes extranjeros y nativos fueron deportados
fuera del país o desterrados a Tierra del Fuego, la prensa fue silenciada, los locales
obreros clausurados y las reuniones prohibidas. Durante dos años debieron funcionar, de
hecho, en la clandestinidad y cuando la situación se normalizó coma hacia 1912, el peso
del anarquismo en el movimiento obrero ya no era el de antaño.

La conducción anarquista de la FORA decidió mantener el purismo ideológico y


rechazó en diciembre de ese año una nueva propuesta de la fusión hecha por la
Confederación Obrera controlada por el sindicalismo. En 1914 se retiró la propuesta
sindicalista unidad y también la negativa del anarquismo. Finalmente, en 1915 y la
fusión se produjo en el noveno Congreso de la FORA, cuando el Congreso Federal
aceptó la incorporación de sindicatos, autónomos y los gremios adheridos a la CORA.
En estas circunstancias, como en los anarquistas, perdieron la mayoría de los y los
sindicatos lograron derogar la declaración del quinto Congreso que imponía la adhesión
al comunismo anárquico como condición de pertenencia a la Federación.

El anarquismo y la política representativa: los anarquistas, junto con los socialistas,


intervinieron de manera activa en la construcción de un espacio de sociabilidad pública
para que los trabajadores pudieran expresarse y construir su identidad. Estos ámbitos se
transformaron a través de la dinámica de la fusión de la prensa de estos espacios de los
grupos libertarios generaron sus prácticas discursivas y políticas con objeto de atraer a
los trabajadores y alejarlos de la influencia de la Iglesia, como la escuela pública y la
prensa burguesa. Los anarquistas se opusieron a nuclearse orgánicamente en partidos,
pues los consideraba autoritarios y restrictivos de la libertad y la autonomía individual
de las personas.

El anarquismo percibía el Estado como un instrumento al servicio de los Grupos


pudientes y como el marxismo, símbolo de la autoridad, pues mandato y obediencia
constituía su naturaleza profunda. Éste era 1 de los pocos puntos en donde todos los
grupos libertarios estaban de acuerdo individualistas y colectivistas, organizadores y
anti organizadores, compartían ciertas visiones básicas sobre la cuestión del hombre que
podía vivir sin la existencia del Estado y que este destruya la tendencia de los
individuos a la cooperación voluntaria y violaban la naturaleza de la sociedad en tanto
implicaba mandato y autoridad. Durante la primera década del siglo 20 se enfrentaron a
los primeros pasos de la acción parlamentaria referida a la cuestión obrera y se pusieron
con igual energía tanto a la sanción de las leyes integradoras como represoras. La
negación tajante de la ley implicada, problemas irresolubles para sus prácticas políticas,
especialmente en aquellos aspectos de su estrategia que involucraba a las
reivindicaciones del movimiento obrero. Los anarquistas, que había luchado por la
obtención de la jornada de 8 horas o el mejoramiento de las condiciones de trabajo, no
aceptaban su cristalización en forma de ley.

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Aun cuando la acción antimilitarista del ANARQUISMO no haya afectado directamente


al reclutamiento militar, su acción parece haber tenido el mérito de la originalidad, en
tanto que fue parte central de las escasas voces discordantes con la importancia de
asignar al Ejército a una sociedad donde la patria o las patrias tenían cada vez mayor
arraigo. También perduraron sus convicciones anti electoralistas y anti parlamentaristas.
El anarquismo se caracterizaban así mismo como anti político, pero es importante
marcar una distinción: no renegaba de la acción política, sino de las prácticas políticas
representativas vinculadas con el parlamentarismo y el electoralismo. Su acción política
está orientada a destruir al Estado e imponer un orden diferente, basado en una
Federación de comunas independientes y autónomas.

En este acto de representación política, el representado perdió a su libertad política, en


tanto su representante adquirió una autoridad y un poder automático al actuar en su
lugar y sustituir su voluntad por la propia. Criticaban, la noción de la ciudadanía,
surgida a partir de la Revolución francesa, pues el individuo, al convertirse en
ciudadano, había desnaturalizado su condición y, legalizado el privilegio convertido en
la representación de una ficción legal. Para los anarquistas la libertad era una condición
absolutamente indelegable.

Sí, hasta 1904 prestaron escasa atención a las elecciones, en 1906 revirtieron esta
actitud y publicaron una cantidad poco habitual de notas que atacaba el sistema electoral
y llamaban los trabajadores de Buenos Aires a la abstención. Este súbito interés por los
comicios se debió, seguramente, a la elección del socialismo del socialista Alfredo
Palacios por la circunscripción de la boca y el incremento del 50% de electores en 1904
con respecto a los comicios realizados dos años antes.

La ampliación del régimen electoral mediante la Ley Sáenz Peña en 1912 marcaría
importantes cambios en el movimiento libertario no podía superar la ampliación del
sistema electoral convertiría, aunque de manera lenta y paulatina, en ciudadanos a buena
parte de los trabajadores y con ello empezó a cambiar el tipo de demandas de estos, así
como los propios estilos de interpretación de los partidos políticos. A pesar de esta
significativa transformación política, el anarquismo local no modificó el absoluto a su
postura ante el régimen electoral y el sistema representativo, y años después de la
elección de Irigoyen, seguían descartando las formas de hacer política electoral con los
mismos argumentos utilizados durante la primera década del siglo.

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