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jean lafrance
MI VOCACION ES EL AMOR
Santa Teresa de Lisieux
LOGOS-27
INTRODUCCION

“A MÍ ME HA DADO SU MISERICORDIA INFINITA”

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Si Jesucristo resucitado está vivo, debe habitar flü al­
guna parte y se debe poder encontrar su dirección, para
encontrarle y tomar contacto con él, si no afirmar la
resurrección de Jesús significaría logomaquia. Cierta­
mente, hay lugares privilegiados donde se le puede en­
contrar, estoy pensando en particular en la Eucaristía y
en el Evangelio: pero me pregunto si daría en seguida
estas dos direcciones a uno que me preguntase y me con­
fesase su deseo de “ver” a Cristo. Leer el evangelio no es
tal vez lo primero que hay que hacer, ¡pero tampoco es
lo último!
Creo que si Jesús está vivo hoy, se le puede encontrar
en ciertos hombres a los que se llama los Santos, que
pueden decir como san Pablo: “No vivo yo, sino que es
MI VOCACION ES EL AMOR Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20)*. Es a esos hombres
SANTA TERESA DE LISIEUX a quienes hay que encontrar primero, verlos vivir y, des­
© by Editorial de Espiritualidad
Madrid, 1992 pués, leer el evangelio para darse cuenta de cómo fun­
ciona un Santo, es decir, un hombre que vive a Cristo
I.S.B.N.: 84-7068-168-0
Depósito legal: M. 31.028-1992 resucitado.
Impreso en España - Printed in Spain
Imprenta FARESO, S. A. Paseo de la Dirección, 5 * Las citas bíblicas están tomadas de la Biblia de Jerusalén, Bilbao
1980.
28039 Madrid
8 Jean Lafrance
Introducción 9
Si Teresa de Lisieux viviera todavía, aconsejería a to­
dos los que quieren encontrar un tal Santo el ir a buscar
por allí. Su existencia no nos resulta prehistoria, puesto Su Presencia y-su Misión
que hace unos años (1959), una de sus hermanas, Celina,
vivía todavía y la había conocido muy bien puesto que No la veréis tal vez físicamente, como algunos solda­
había sido novicia suya. Sólo que hay que prestar mucha dos tuvieron el privilegio de verla en el frente, pero os
atención, como dice el P. Molinié, hay “que tener vista”, puedo garantizar que los que comienzan a descubrir la
si no se puede pasar al lado de un Santo, sin darse presencia de Teresa en su vida y>.en su corazón no tienen
cuenta. Es por otra parte lo que sucedió con Teresa: la ninguna dificultad para amarla, orarle y presentir su
mayoría de las hermanas que vivían con ella no sospe­ presencia espiritual: alimenta tan sólo un gran deseo de
chaban que vivían al lado de una Santa, y una de ellas se ver a Jesús vivo en ella y este mismo deseo intensifica el
llegó a preguntar qué se podría escribir de ella después amoi|
de su muerte. Por eso no hay que esperar a que los san­ Y lo que me permite decir esto, no es sólo la experien­
tos sean canonizados para encontrarlos. Hay también cia de los que la surcan, sino la convicción que Teresa
multitud de santos anónimos y “sin grado”, que viven tuvo antes de morir. Tuvo muy pronto la certeza de que
tanto en pleno mundo como en los conventos, pero es­ “su prematura muerte no sería un retiro anticipado” (P.
tán muy ocultos y se esconden ellos mismos para que su Descouvemont. Sur les pas de Thérèse). Tuvo conciencia
hermosura sea conocida solamente por Dios. Y os pue­ de que volvería a la tierra porque “no moriría, sino que
do asegurar que si el Espíritu Santo vive en vosotros, os entraba en la vida”.
dará “vista” para verlos y reconocerlos, no os resultará Escribía al P. Roulland, misionero en China:
difícil descubrirlos, pues tienen el aire de Jesucristo, tan
dulces y tan humildes como él. "Si vov pronto al cielo, pediré a Jesús el permiso
para ir a visitaros a Su-Tchuen, y continuaremos
Ahora, si queréis una dirección muy concreta y fácil
juntos nuestro apostolado" (30-7-1896). Y el 24-2-
de encontrar, puedo indicaros una: la de Teresa del Niño 97 escribió al Abbé Belliéres, su otro hermano es­
Jesús. Llamadla, oradla, pedidle una gracia o decidle piritual: "No conozco el futuro, pero si Jesús reali­
que quisiérais entablar conocimiento con ella. Importa za mis presentimientos, os prometo seguir siendo
poco la manera como la abordéis —puede venir de algo vuestra hermana allá arriba. Nuestra unión, lejos
que no marcha en vuestra vida— lo esencial es que tra­ de romperse, se hará más íntima: allí no habrá ni
téis con ella. En cuanto sacerdote, puedo dar testimonio clausura, ni rejas, y mi alma podrá volar con vos a
las lejanas misiones".
de que nunca se le pide en vano, y que muy pronto se
siente su presencia, sobre todo si nuestra súplica es hu­
Más aún, tuvo una conciencia muy aguda de su mi­
milde, confiada y perseverante.
sión postuma: no sólo tuvo la certeza de volver a la tierra,
sino que presintió que pasaría su cielo haciendo amar al
10 Jean Lafrance Introducción 11

Amor. En la noche del 16 al 17 de julio de 1897, a las dos rosa sobre su crucifijo, como los pétalos resbalaran de
de la mañana, después de una nueva hemoptisis, dice: su cama al suelo de la enfermería, dijo con mucha
seriedad:
Presiento que voy a entrar en el descanso...
"Recoged con cuidado esos pétalos, hermanitas
Pero presiento, sobre todo, que mi misión va a
mías; un día os servirán para hacer obsequios...
empezar: mi misión de hacer amar a Dios como
No perdáis ni uno... (Cuaderno Amarillo).
yo le amo, de dar a las almas mi caminito. Si Dios
escucha mis deseos, pasaré mi cielo en la tierra
hasta el fin del mundo. Sí, quiero pasar mi cielo
haciendo el bien en la tierra. Esto no es imposible, Haceros amar (Acto de ofrenda)
pues desde el seno mismo de la visión beatífica
los ángeles velan por nosotros" (Cuaderno Ama­
rillo). Y ahora, si alguno pregunta cuál es esta misión de
Tereát, yo tomaría las palabras mismas del acto de
Fue todavía más lejos en el presentimiento de su mi­ ofrenda:
sión, puesto que tuvo bastante rápidamente la certeza de “¡Oh, Dios mío^ Trinidad Bienaventurada! Deseo
que escucharía a los que le suplicasen, haciéndoles expe­ amaros y haceros amar”.
rimentar el poder de su intercesión ante el Padre. Algún Como hemos dicho más arriba, ella misma ha precisa­
tiempo antes de su muerte, se leía en el refectorio del do esta misión: “Hacer amar a Dios”. Se podría decir
Carmelo la vida de san Luis Gonzaga, que había inter­ que la pasión de Teresa ha sido “hacer amar al amor”,
venido en favor de un sacerdote para curarle in extremis, si no temiésemos parafrasear a san Agustín: “He amado
desparramando sobre su lecho una lluvia de rosas. Al al Amor antes de amar cualquier cosa” (Conf. III, I, I
salir del comedor, Teresa estaba apoyada en un mueble BAC). El 9 de junio:
y dijo a sor María del Sagrado Corazón: “Recibí la gracia de comprender más que nunca cuán­
“¡Oh, no, ya lo veréis! ¡Será como una lluvia de ro­ to desea Jesús ser amado” (Ms.A, F84ro).
sas” (Cuaderno Amarillo, 9-6). Teresa fya creído en el amor y se ha entregado a él,
con una confianza absoluta.
Tal afirmación roza la paradoja, pues, en el límite po­
dría parecer un sueño delirante. No es así en Teresa, que Pero no se trata de un amor cualquiera:
tiene los pies sobre la tierra, pero su realismo le hace "A mí me ha dado su misericordia infinita, ¡y a
adivinar que Dios es todopoderoso, que nada le es im­ través de ella contemplo y adoro las demás per­
posible. Más aún, no habiéndole negado nada en la tie­ fecciones divinas! Entonces todas se me presentan
rra, Teresa está segura de que Dios no le negará nada en radiantes de amor. Hasta la justicia (y tal vez ella
el cielo. Por eso todo el mundo la amará. El 14 de sep­ más que ninguna otra) me parece revestida de
tiembre, cuando acababa de deshojar los pétalos de una amor" (Ms.A, F84r0).
12 Jean Lafrance Introducción 13

Para Teresa, el Amor es primero la misericordia, es amar a Dios y al prójimo con un amor que es una
decir, la locura del Amor del Padre que busca al hijo respuesta infinitamente pobre, temerosa e insufi­
pródigo porque está herido, enfermo y pecador. ciente, al Amor infinito que rodea nuestro cora­
Habitualmente, cuando hablamos del amor, evocamos zón de piedra” (M. D. Molinié, Adoration ou déses­
poir. C.L.D., 1980).
primero la actitud del hombre: “Aunque repartiera to­
dos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si Este ha sido el secreto de Teresa al descubrir el Amor
no tengo caridad, nada me aprovecha” (1 Cor 13,3). misericordioso. Nos admiramos siempre a qué cima de
Hay, pues, que tener, recibir, acoger el amor y no sólo amor ha llegado, pero apenas sospechamos a qué pro­
producirlo. Por eso Teresa ha comprendido maravillosa­ fundidad de miseria ha descendido para poder elevarse a
mente que el “amor consiste no en que nosotros haya­ esta altura de amor, realizando así la Palabra de su Pa­
mos amado a Dios (1 Jn 4,10). Es seguramente el ver­ dre san Juan de la Cruz:
sículo central del Nuevo Testamento que explica el “Bajé tan bajo, tan bajo... que fui tan alto tan alto” *.
Amor Trinitario y la Encarnación del Verbo. E& la carta a su madrina, sor María del Sagrado Co­
No es, sin embargo, banal, dice el P. Molinié: el amor razón, describe muy bien esa gimnasia que consiste en
consiste en que no amamos. Mientras no hayamos asi­ rebotar de lo profundo de su miseria a las alturas del
milado esta palabra, experimentando nuestra incapaci­ Amor misericordioso:
dad de amar, mientras estas palabras no se sientan a
gusto en nuestro corazón, tampoco la caridad se sentirá "¡Oh madrina querida!..., si todas las almas débi­
a gusto en nuestro corazón y no circulará en nosotros, se les e imperfectrfsintieran lo que siente la más pîj
queña de todÉs las almas, el alma de vuestra pe­
debatirá en medio de innumerables agitaciones.
queña Teresa, ni una sola perdería la espefaníá
Tenemos que hacer la experiencia de que no amamos, de llegar a la cumbre de la montaña del amor,
de que somos incapaces de romper el círculo que nos pues Jesús no pide grandes obras, sino solamente
encierra sobre nosotros y aceptar esta evidencia, deján­ abandono y agradecimiento” (Ms.B, Flvo).
donos vencer enteramente por ella. De lo contrario, la
caridad será, en nosotros, como un buen deseo, un gér- Algunos días estaríamos tentados de decir: ¡Ah!, si yo
men estéril incapaz de producir frutos auténticos. tuviese ehtercio de la cuarta parte de la voluntad de Te­
Felizmente, continúan las palabras de san Juan:.“El resa, realizaría los mismos actos de amor. Y Teresa nos
nos amó primero y nos envió a su Hijo como propicia­ respondería como a sus hermanas, que admiraban su pa­
ción por nuestros pecados” (1 Jn 4,10). ciencia heroica durante su última enfermedad. “¡Oh!
¡No es eso!” La música no era buena, pues Teresa sabía
“Para ser consolados por la segunda parte de la
frase, hav que haber digerido la primera: pero re­ 1 Teresa ha citado ella misma este texto, en su carta a sor María del
conozco que para digerir la primera ¡hay que ser Sagrado Corazón: “Así, abajándome hasta lo profundo de mi nada,
ayudado por la segunda! Uno se pone entonces a me elevé tan alto tanto, que le di a la caza alcance.”
14 Jean Lafrance
Introducción 15

muy bien que era tan débil como nosotros y tan pobre
"Era necesario que Dios obrase un pequeño mi­
como sus hermanas, pero estaba investida de una fuerza
lagro para hacerme crecer en un momento: y este
que no venía de ella misma, sino que era el poder mismo milagro lo realizó el día inolvidable de Navidad.
de la resurrección o el poder del Amor misericordioso En esta noche luminosa, que esclarece las deli­
(lo que es lo mismo y se funde en poder del Espíritu cias de la Santísima Trinidad, el dulce niñito de
Santo), derramado en nuestros corazones por el Espíritu una hora cambió la noche de mi alma en torren­
de Jesús. Hubiera podido decir como san Miguel Garri- tes de luz.
En esta noche, en la que él se hizo débil y pa­
coits a quien le reprochaban el que cayese en éxtasis:
ciente por mi amor, a mí me hizo fuerte y valero-v
“¿Qué puedo hacer yo?” sa. Me revistió de sus armas, y desde aquella no­
che bendita nunca más fui vencida en ningún
combate, sino que marché, por el contrario, de »
Una carrera de gigante victoria en victoria, y comenzó por decirlo así,
\ ¡una carrera de gigantes!" (Ms.A, F44vo).
Teresa ha comprendido maravillosamente que Dios
no podía dar el remedio del amor más que a los que Había pensado titular esta introducción “una carrera
tenían conciencia de estar enfermos. Porque ha experi­ de gigantes”, pues la palabra del salmo (18,6) describe
mentado hasta la desesperación su impotencia para muy bien el itinerario de Teresa en el descubrimiento del
átoiar, ha podido recibir la curación del Salvador. Los Amor misericordioso que ha provocado en ella la con­
Jfhe quieren amar sin conocer la humillación de ser po­ fianza y el abandono2. Para comprender bien “cuánta
bres y mendigos del amor experimentarán amargas de­ confianza tenía en la Misericordia infinita de Jesús”, hay
cepciones, pues creerán que aman y que hacen las obras que comprender también hasta qué punto tenía necesi­
del Amor, mientras están en la ilusión y no pueden ha­ dad de curación, y que el trabajo que ella no había podi­
berlas, pues son incapaces. do hacer en diez años, Jesús lo hizo al instante, conten­
Para ilustrar nuestro propósito, habría que tomar, en tándose con su buena voluntad que nunca le había
la vida de Teresa, algunos “milagros” —es la palabra faltado.
que ella misma emplea— (Ms.A, F30ro y 44v0)— que "Entonces sentí en una palabra, que entraba en
operarán en ella curaciones sucesivas de sus heridas. Así mi corazón la caridad, la necesidad de olvidarme
es en la “encantadora sonrisa de la Virgen”, donde se de mí misma por complacer a los demás. ¡Desde
desvanecen todas las penas causadas por la muerte de su entonces fui dichosa! (Ms.A, F45vo).
madre. Es una verdadera curación lo que experimenta
2 Este libro recoge trece artículos aparecidos en Vie Thérèsienne, de
entonces. Pero había todavía otras heridas que la mante­ enero 1978 a abril 1984, en torno a dos palabras de Teresa, que consti­
nían en “los pañales de la infancia” y le hacían llorar tuyen las dos partes del trabajo: “Cantaré las Misericordias del Señor”
por nada. y “Ahora es sólo el abandono lo que me guía”. Hemos dado un título
a los capítulos.
16 Jean Lafrance Introducción 17

Es el preludio de la última invasion del Amor miseri­ lo que lleva al Amor, sigue diciendo Teresa— hay una
cordioso, después del Acto de ofrenda de 9 de junio de palabra que no hay que decirles, es “valor”, porque es
1895: precisamente lo. que no tienen, es como si se dijese a uno
“¡Ah! Desde aquél día feliz, me parece que el que no tiene dinero: “¡Pagad!, ¡pagad!” Hay que decirle
amor me penetra y rodea, me parece que ese más bien: “Id a la fuente en la que recibiréis el pan y el
amor misericordioso me renueva a cada instante, agua sin pagar, gratuitamente. Id a consolaros y alimen­
purifica mi alma y no deja en ella huella alguna taros. Venid y comprad de balde”, dirá el profeta Isaías.
de pecado" (Ms.A, F84r0). Hay una fuente que es gratuita, la del Amor miseri­
cordioso.
Es este Amor el que hace resonar en su corazón el
grito de Jesús en la Cruz: “¡Tengo sed!”, y le empuja a
pedir por los pecadores. Concesión... Suplicar a la Misericordia...
No podemos extendemos sobre lo que Teresa dice de
los efectos del Amor en su corazón, pero sabemos que Al acabar esta introducción centrada en la Misericor­
algunos meses antes de su muerte, mientras hacía el Via- dia y antes de penetrar en la contemplación de este
crucis en el coro, el 9 de julio 1897, fue atravesada por Amor misericordioso propuesto a lo largo de estas pági­
un rayo de amor y que si hubiera durado unos segundos nas, siento ganas de invitaros a la oración de súplica. Y
más, hubiera muerto... Al menos hay que dar la clave no puedo hacerlo mejor que tomando las palabras del
que permita comprender por qué el Amor misericordio­ Papa Juan Pablo II, al final de su Encíclica: “Dios rico
so ha podido precipitarse en ella y esta llave abre siem­ en Misericordia”. Dice que toda su enseñanza debe
pre la puerta de la herida del costado de Jesús o la asti­ transformarse en un grito de oración para “implorar la
lla en la came de san Pablo. Misericordia de Dios”.
Y por eso hay que tener mucha paciencia y piedad "Es, pues, necesario que todo cuanto he dicho
para los que desearían amar y experimentan su incapaci­ en el presente documento sobre la misericordia se
dad a causa de las heridas de sus pecados y a causa de transforme continuamente en una ferviente ple­
las contusiones hechas por la mano de hombres o senci­ garia: en un grito que implore la misericordia en
llamente por causa de la herencia recibida al nacer. No conformidad con las necesidades del hombre en el
mundo contemporáneo. Que este grito condense
hay que desanimarles y antes de invitarles como Teresa
toda la verdad sobre la misericordia, que ha halla­
a entrar en esta “carrera de gigante”, es preciso decir­ do tan rica expresión en la Sagrada Escritura y en
les: “Id al hospital para que os cuiden, antes de empren­ la Tradición, así como en la auténtica vida de fe
der la carrera del Amor”. de tantas generaciones del Pueblo de Dios. Con tal
Para los que sufren de esta falta de confianza —por­ grito nos volvemos, como todos los escritores sa­
que es siempre la confianza y nada más que la confianza grados, al Dios que no puede despreciar nada de
Jean Lafrance Introducción 19
18

lo que ha creado, el Dios que es fiel a sí mismo, a ción de nuestros hermanos cristianos orientales. Que Te­
su paternidad y a su amor" (Ediciones Paulinas). . resa nos obtenga el corazón quebrantado por el arrepen­
timiento —única actitud capaz de ablandar el corazón
Frente a la Misericordia de Dios, el hombre no tiene del Dios de la'Misericordia— aunque Dios nos haya
para presentar más grito que el de la “miseria orante”, preservado del pecado...; entonces el verdadero Amor
¡ única capaz de conmover las entrañas de la Misericordia trinitario, humanizado en el corazón de Cristo y conver­
i dél Padre. “Implorar la Misericordia” (es la expresión tido para nosotros en el Amor misericordioso, podrá cir­
del Santo Padre) por nosotros y por todos los hombres cular libremente en nosotros:
debería constituir el telón de fondo de cada una de nues­
tras oraciones, que es, según Teresa, el punto de apoyo "No me lanzo al primer puesto, sino al último.
En vez de adelantarme con el. fariseo, repito, llena
de la palanca que levanta el mundo al Amor. En el Acto
de confianza, la humilde oración del publicano.
de ofrenda, Teresa nos deja presentir que el fondo de su Pero, sobre todo, imito la conducta de Magdalena.
oración estaba constituido por la alabanza, el abandono ^ Su asombrosa, o mejor, su amorosa audacia, que
y la súplica. encanta el corazón de Jesús, seduce el mío.
Y en la cima donde ella ha contemplado el Amor mi­ Sí, estoy segura de que aunque tuviera sobre la
sericordioso inclinado sobre cada una de sus criaturas conciencia tOTÓs los pecados que pueden comer-
suplicando el querer acogerla, Teresa se pone ella misma terse, iría, con el corazón roto por el arrepenti­
miento, a arrojarme en los brazos de Jesús, por­
a suplicar a este Amor que se digne derramarse e'n su que sé muy bien cuánto ama al hijo pródigo que
corazón. Estamos ante un asalto de súplicas: la súplica vuelve a él.
de Dios que mendiga el consentimiento del hombre y la Dios en su misericordia preveniente, ha preser­
súplica de Teresa que no hace más que responder a la de vado a mi alma del pecado mortal; pero no es eso
Dios: lo que me eleva a él por la confianza v el amor”
, (Ms.C, F36v0).
“A fin de vivir en un acto de perfecto amor, YO
ME OFREZCO COMO VICTIMA DE HOLOCAUS­
TO A VUESTRO AMOR MISERICORDIOSO, su­
plicándoos que me consumáis sin cesar, dejando
que se desborden en mi alma las olas de ternura
infinita que están encerradas en vos, para que así
llegue yo a ser mártir de vuestro amor, ¡oh Dios
mío!... (Acto de ofrenda al amor misericordioso).

Por eso los Manuscritos Autobiográficos terminan con


la humilde oración del publicano, que es con el buen
ladrón y María Magdalena, el gran maestro de la ora-
PRIMERA PARTE

CANTARE LAS MISERICORDIAS


DEL SEÑOR
Capítulo I

MUESTRANOS TU ROSTRO DE MISERICORDIA

No e| sin una cierta resistencia como Teresa ha res­


pondido al deseo de su hermana Paulina que le pedía
escribiese la historia de su alma. Y la razón de esta resis­
tencia es muy sencilla: Teresa teme que al historiarse, se
ponga en el centro del cuadro ocupándose de sí misma,
cuando es Dios el que debe estar siempre en el primer
lugar, y que el hombre encuentra su verdadera grandeza
cuando está de rodillas, en el segundo puesto. En la lite­
ratura y correspondencia espirituales hay muchos hom­
bres que se cuentan a sí mismos en lugar de volverse
únicamente hacia Dios. Lo mismo sucede en la oración,
que es para muchos una degustación de su “yo” más
que una mirada posada únicamente en Dios y su amor
misericordioso.
Como siempre, Teresa interioriza el deseo de su her­
mana Paulina, y Jesús le hará “sentir” en la oración
cuán agradable le es el que obedezca simplemente. Note­
mos de paso cómo Teresa no se deja imponer por nada
del exterior; la voluntad de Dios le viene de fuera, es
cierto, pero está siempre inscrita en lo más profundo de
nuestro ser, “sobre las tablas de carne de nuestro cora-
Muéstranos tu misericordia 25
24 Jean Lafrance

misterio. Frente al misterio de la Misericordia, tenemos


zón”. En la oración, Teresa “sentirá” que el obedecer a
a menudo la impresión de estar ante unas puertas frente
su hermana es agradable a Jesús.
a las cuales nos quedamos mudos. Entonces ensayamos
"El día en que me pedísteis que lo hiciera, creí sencillamente de permanecer en silencio ante estas puer­
que mi corazón iría a disiparse ocupándolo de sí tas detrás de las cuales hay uno que llama (Ap 3,20) y
mismo, pero luego Jesús me dio a entender que dejamos que el Espíritu las entreabra para nosotros.
obedeciendo sencillamente, le agradaría; además, Hay que dejar actuar a esta presencia de Dios en nos­
no voy a hacer otra cosa sino: comenzar a cantar otros y dejamos guiar de la mano hasta el umbral del
lo que he de repetir eternamente: ¡Las Misericor­
misterio.
dias del Señor!... (Ms.A, F2ro).
El fin de la teología espiritual es lateral con respecto
al de la experiencia cristiana, lo que equivale a decir que
la teología es provechosa para aquellos que ya han recibi­
1. Vocación y misión
do el choque del flechazo de la Misericordia. Mientras el
rostro de la Misericordi^po se haya impuesto a nosotros
Así, la situación de partida es clara. Importa poco ale­
desde dentro, como un fuego devorador, las reflexiones
grarse o dramatizar a propósito de nuestra persona; lo de la teología sobre este misterio corren peligro de dejar
que es importante es Dios, su Santidad y, sobre todo, su en nosotros como un sabor de ceniza. Por eso tenemos
Amor misericordioso. Teresa sabe muy bien que su vo­ siempre una aprehensión a hablar de ello fuera del clima
cación profunda en la tierra y en el otro lado será repetir de oración de un retiro. Como dice Karl Rahner: “Nues­
eternamente las misericordias del Señor. En este sentido, tra teología será una teología de rodillas o no lo será”.
su misión continuará en el más allá y por eso “pasar su Por eso consagraremos este primer capítulo a un acer­
cielo haciendo bien en la tierra”, es decir, ayudando a camiento al clima de oración que ha permitido a Teresa
los hombres a confiar únicamente en la Misericordia de cantar las misericordias del Señor. En los capítulos si­
Dios. No habrá terminado de aplicar su mirada a escru­ guientes, nos atendremos a su percepción del Rostro de
tar la misericordia, lo mismo que nosotros usamos nues­ Misericordia que ella ha entrevisto en la oración, pero al
tros ojos y nuestra inteligencia en la tierra para tratar de mismo tiempo miraremos cómo ha percibido su propio
comprender ese rostro más profundo de Dios, a saber, el rostro en relación con el de Dios. En efecto, no es posi­
de su ternura y su misericordia. ble descubrir la misericordia de Dios si no se tiene una
Precisando así el propósito de Teresa al principio de conciencia aguda del propio rostro de miseria y de la
los Manuscritos, limitamos también nuestro trabajo. No necesidad que uno tiene de ser salvado.
se trata de hacer un estudio exhaustivo sobre la Miseri­
cordia de Dios o sobre la manera que tiene Teresa de
cantar, modulándolas, las misericordias del Señor, sino
más sencillamente de entreabrir algunas puertas de este
26 Jean Lafrance Muéstranos tu misericordia 27

De este modo, Teresa contempla los privilegios de Je­


2. Teresa escribe para orar sús en ella, los caminos misteriosos que abre en su cria­
tura para llevarla consigo. El libro de los Manuscritos
Inmediatamente de haber dicho que quiere únicamen­
nos hace comprejnder, en un ejemplo privilegiado, en
te cantar las Misericordias del Señor, sin ocuparse de sí
qué sentido el hecho de escribir nos puede ayudar a
misma, Teresa indica el clima de oración en el cual quie­
orar. Examinando los caminos de Dios en ella, Teresa
re redactar estas páginas. Es para nosotros una indica­
no se vuelve jamás sobre sí misma, sino que descubre
ción muy práctica de la manera como debemos abordar
en la oración el sentido de la acción de Dios en ella.
estos artículos. Si no lo hacemos en un clima de oración,
tenemos peligro de no comprender nada del pensamien­ Por tal oración, semejante al incesante brotar de una
to de Teresa: fuente que se alimenta en las profuhdidades misteriosas
del corazón, Teresa alcanza la Presencia y la acción de
"Antes de tomar la pluma, me he arrodillado a
Dios en ella y todos los instantes de su destino humano
los pies de la imagen de Maria (de esta estatua
que tantas pruebas nos ha dado de las predilec­ son ti^nsfigurados por la Misericordia de Dios. Los Ma­
ciones maternales de la Reina del cielo por nues­ nuscritos Autobiográficos de Teresa nos |egan como uno
tra familia), le he suplicado que guíe mi mano, de estos testigos providenciales gracias a los cuales des­
para que no trace vo ni una sola línea que no sea cubrimos que la oración puede ser una vida interior a
de su agrado” (Ms.A, F2'°). nuestra propia vida.
Así en un clima de súplica y de intercesión Teresa Se habla a menudo hoy de orar en toda la vida o de
quiere escribir lo que el Espíritu Santo le sugiera. No orar en la acción, sin saber demasiado bien lo que se
escribe solamente por el hecho de escribir o de ser leída, pone bajo estas palabras. Teresa es por eso un testigo
sino para orar. Se trata entonces de la oración por la cual privilegiado de esta forma de oración que está destinada
se sitúa delaqte de Dios, fijando los movimientos de la ante todo a los apóstoles. Su oración penetra toda su
gracia en ella para guardar espiritualmente el recuerdo y vida, como el ritmo de su respiración y los latidos de su
dar por ello gracias a Dios. corazón animan su cuerpo. Se toca ahí la gran idea de
Por eso continúa: los orientales, que es acompasar la oración con los dos
grandes ritmos deTa vida humana: el de la respiración y
"Luego, abriendo el Evangelio, mis ojos han to­
el del corazón. Se trata de hacer bajar la oración del
pado estas palabras: 'Habiendo subido Jesús a un
monte, llamó a sí a los que quiso; y ellos acudieron espíritu al corazón. Para Teresa, es una oración al ras de
a él’ (Me 3,13). He aquí, en verdad, el misterio de mi su misma existencia, y es ahí donde se sitúa la verdadera
vocación, de toda mi vida, y el misterio, sobre todo, unión con Dios en la acción. Es algo interior al minuto
de los privilegios que Jesús ha dispensado a mi que vivimos para experimentar la presencia y la acción
alma..." (Ms.A, F2ro). de Dios en la trama concreta de nuestra historia.
28 Jean Lafrance Muéstranos tu misericordia 29

Por eso Teresa no escribe para mirarse, sino para con­ almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt
templar los privilegios de Jesús sobre su alma: 11,29-30).
La oración es esencialmente un encuentro personal,
"El no llama a los que son dignos, sino a los que
le place o, como dice san Pablo: ‘Dios tiene compa­ un encuentro entre un hombre y Dios, pero para ser ver­
sión de quien quiere y usa de misericordia con dadero, un encuentro exige dos personas que sean de
quien quiere ser misericordioso. No es, pues, obra verdad ellas mismas. Muy a menudo faltamos de verdad
ni del que quiere ni del que corre, sino de Dios, que en la oración, pues en lugar de volvemos hacia Dios nos
usa de misericordia"’ (Rm 9,15-16) (Ms.A, F2r0). dirigimos a algo que imaginamos que es Dios. Teresa ha
buscado de verdad el verdadero rostro de Dios y por eso
su relación con El es real. i
3. El rostro de misericordia de Dios
Si nos preguntamos, pues, qué rostro de Dios ha en­
“No es.pues, mi vida propiamente dicha lo que contrado, Teresa en la oración al comiedo de los ma­
voy a escribir, sino mis pensamientos acerca de las nuscritos, hay que reconocer que es un rratro de dulzu­
gracias que Dios se ha dignado concederme. ra, de ternura y de misericordia. Hubiera podido retener
Me encuentro en una época de mi existencia en otros rostros, en particular el de la justicia, pues había
que puedo echar una mirada sobre el pasado; mi estado en contacto con muchas carmelitas que se habían
alma se ha madurado en el crisol de las pruebas
exteriores e interiores. Ahora, como la flor fortale­ ofrecido a la justicia de Dios. Bajo la acción del Espíritu
cida por la tormenta levanto la cabeza y veo que se Santo comprenderá que Jesucristo no es la encarnación
realizan en mí las palabras del Salmo XXIII... de cualquier rostro, sino la encamación de su rostro más
Siempre se me ha mostrado el Señor compasivo profundo y más misterioso, a saber, su rostro de Miseri­
y lleno de dulzura... Lento en castigar y abundante cordia. Para revelar la ternura de Dios para los que es­
en misericordia... (Sal 103,8). tán lejos y son miserables es para lo que Jesús ha venido
Por eso, madre mía, gustosa vengo a cantar a
a la tierra: “No necesitan médico los que están fuertes,
vuestro lado las Misericordias del Señor (Ms.A, F3).
sino lo que están mal. Id, pues, a aprender qué significa
Así, cuando Teresa echa una ojeada sobre su vida, aquello de Misericordia quiero y no sacrificio. Porque
reconoce que Dios la ha llevado siempre con dulzura: no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Mt
“Me conduce suavemente a lo largo de las aguas. Lle­ 9,12-13).
va mi alma sin cansarla. Es compasivo y lleno de dulzu­ Si queremos aprender a orar en la escuela de Teresa
ra...” (Ms.A, F3). tenemos aquí un índice importante sobre la manera de
Y esta Misericordia de Dios la lee primero sobre el hacerlo. Lo primero que tenemos que hacer, al comienzo
rostro de Cristo: “Aprended de mí, que soy manso y de la oración, es buscar el verdadero rostro de Dios, el
humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras único que se revela a nosotros. Muy a menudo, una muí-
Muéstranos tu misericordia 31
30 Jean Lafrance
No hay que olvidar nunca que Teresa ha conocido la
titud de imágenes mentales y visuales nos impiden en­
sequedad como el pan de cada día: “Debería haberme
contrar el verdadero rostro de Dios.
entristecido por dormirme (desde hace siete años) duran­
Hemos sacado estas imágenes en nuestros contactos, te mis oraciones-y mi acción de gracias”. Fue una gran
nuestras lecturas y aun de nuestra experiencia personal; prueba para la joven carmelita llamada a consagrar cada
no son del todo falsas, pero son inadecuadas a la reali­ día varias horas a la oración. Va aún más lejos, y confie­
dad de Dios. Si queremos encontrar a Dios tal como es sa que Jesús se ausenta en la oración, empleando para
en verdad, debemos ir a él con toda nuestra experiencia ello la misma imagen humorística del sueño: “Jesús dor­
y nuestros conocimientos, pero abandonarlos para man­ mía como siempre en la barquilla”. A propósito de esto,
tenemos ante Dios, conocido y desconocido a la vez. La Mons. Combes definirá, con humon, la oración de santa
única verdadera oración que debe entonces subir, no Teresa de Lisieux como “el encuentro de dos sueños; el
sólo de la superficie de los labios, sino sobre todo del de Jesús y el de Teresa”.
fondo del corazón es ésta: ¡Muéstranos, Señor, tu verda­
Así^ Teresa experimenta la ausencia aparece de Dios
dero rostro de Misericordia y seremos salvos!”
en la oración y esta experiencia es tan importante como
la otra, porque en los dos casos, toca la realidad de Dios
para responder o para callarse. Lo que cuenta para Te­
4. Dios es libre para revelarse tal como es resa es hacer, ante todo, la voluntad de Dios:
“Hoy, más que ayer, dice, si esto es posible, he sido
¿Qué sucederá entonces? Una cosa muy sencilla. Dios, privada de todo consuelo. Doy gracias a Jesús que en­
que es libre de venir a nosotros y de manifestarse, de cuentra esto bueno para mi alma, y tal vez si me conso­
responder o no a nuestra oración, lo hará tal vez, y per­ lase, me detendría en estas dulzuras, pero El quiere que
cibiremos entonces su presencia y su dulzura, pero pue­ sea toda para él... Pues bien, todo será para él, todo, aun
de elegir también no hacerlo. Vivimos veintitrés horas de cuando no sienta nada que poder ofrecerle; entonces,
nuestra jornada sin pensar en él; sería un poco inconve­ como esta tarde, le daré esta nada... Si supiérais qué
niente intimarle a que se manifestase a nosotros durante grande es mi alegría de no tener ninguna para dar gusto
el corto rato que consagramos a la oración. a Jesús... Es la alegría refinada (pero no sentida). (Carta
Y es ahí donde encontramos a Teresa y su manera de a la M. Inés de Jesús, 2-1-89.)
obrar en la oración cuando Dios se ausenta. Viene a la Por eso en su oración, como en las relaciones con los
oración como ha escrito, no para buscarse, sino única­ demás, Teresa distingue el amor verdadero de la pura
mente para dar gozo a Dios. Va a la oración sencilla­ emotividad, en la cual tenemos peligro de encerrar muy
mente para estar con Jesús y cantar de nuevo su amor; si a menudo la oración y la caridad fraterna. Son las mise­
El se manifiesta, se alegra, pero no se turba si le hace ricordias del Señor las que ella quiere cantar eternamen-
sentir su ausencia.
32 Jean Lafrance

te y no contar su vida. En el próximo capítulo volvere­


mos sobre este aspecto de la oración de Teresa, a
propósito de su aridísimo retiro de profesión, y com­
prenderemos mejor su percepción aguda de la Misericor­
dia de Dios y de su propia miseria.

Capítulo II

TERESA DESCUBRE LA MISERICORDIA

En el capítulo precedente hemos dejado a Teresa en­


frentada con una oración ardua en la que apr^ide pro­
gresivamente a amar a Dios por él y sólo por él. Hoy la
encontramos en la víspera de su profesión después de
dos años y medio de vida religiosa. Nos cuenta cómo ha
pasado su retiro de profesión. Y primero precisa el fin,
antes de describir la geografía de su itinerario espiritual.

1. En la cima de la montaña del amor

"Pero es necesario que la pequeña solitaria os comu­


nique el itinerario de su viaje. Helo aquí:
Antes de partir, parece haberle preguntado su Prome­
tido a qué pais quena ir y qué ruta quena seguir. La
pequeña prometida le contestó que no tenía más que un
deseo, el de alcanzar la cumbre de la montaña del
amor" (Carta a sor Inés de Jesús durante el retiro de su
profesión. 23 septiembre 1890).

No hay ningún equívoco sobre el deseo de Teresa;


apunta a la cima del amor, es decir, al don de sí misma
incondicionado al Amor misericordioso que se ha desve-
34 Jean Lafrance Teresa descubre la misericordia 35

lado en ella. Pero los caminos que llevan a esta cumbre La ruta que sigo no es de ningún consuelo para
son numerosos. Jesús sabe muy bien que quiere alcanzar mí, y no obstante, me trae todos los consuelos,
la cima, pero Teresa le deja el cuidado de elegir él mis­ puesto que Jesús es quien la ha escogido y a quien
mo el camino. Puesto que emprende el camino para él desfeo consolar. ¡Sólo a él, sólo a él! (Carta a la M.
Inés 2? septiembre 1890).
solo, se dejará llevar por los caminos que Jesús gusta
recorrer, "¡con tal de que él esté contento, yo estaré col­
Siempre Cristo en el centro de la oración de Teresa;
mada de felicidad!”
importa poco lo que sienta o el túnel sombrío que atra­
Por eso, para Teresa el colmo de la alegría es colmar
viesa, lo esencial es amar. Un poco al mismo tiempo,
el deseo de Jesús. Se ama de verdad a una persona a
Teresa se abandona y marcha de la mano de Jesús, sin
partir del momento en que uno no existe ya para sí, sino saber bien adonde va. No ve claramente el camino, pero
que se está todo entero volcado en él. Es una especie de está guiada por la brújula de Jesús. Sabe en quién ha
disolución de la voluntad del hombre en la voluntad de puesto^su confianza (2 Tim 1,12). Las expansiones em­
Dios. Y pienso que aquí está la única definición de la pleada! por Teresa lo indican suficientemente: “Yo le
oración, de la conversación con Dios: estar-volcado-en- amo más que a mí..., deseo consolarle a él solo..., solo”.
otro. Es la imagen del diálogo trinitario en el que Jesús
Pero en el fondo de su corazón siente que es la ruta que
está totalmente volcado en su Padre. Uno de los criterios
Jesús quiere para ella: "Siento en el fondo de mi cora­
fundamentales de la oración verdadera es buscar a Dios
zón que es verdad, pues soy más suya que mía”.
antes de buscarse a sí mismo. Teresa se expresa de esta
manera:

"Entonces Jesús me tomó de la mano y me hizo 2. Cantaré...


entrar en un subterráneo donde no hace ni frío ni
calor, donde no luce el sol, al que no llegan ni la
Desprendida de sí misma, de sus impresiones y de sus
lluvia ni el viento. Un subterráneo donde no veo
nada más que una claridad semivelada, la claridad asuntos, Teresa puede cantar las Misericordias del Se­
que derraman a su alrededor los ojos bajos de la ñor. Es verdaderamente humilde porque está fascinada
Faz de mi Prometido. por el rostro de ternura de Dios. Se dice de Moisés que
Ni mi Prometido me dice nada, ni yo le digo tam­ después de haber contemplado la zarza ardiendo era el
poco nada a él, sino que le amo más que a mí hombre más humilde de la tierra (Nu 12,3). No es de
misma. ¡Y siento en el fondo de mi corazón que extrañar: el que ha visto a Dios no puede ya ocuparse de
esto es verdad, pues soy más de él que mía!
otra cosa que de cantar su santidad y su misericordia.
No veo que avancemos hacia la cumbre de la
montaña, pues nuestro viaje se hace bajo tierra: Más arriba, Teresa decía que no veía "más que una
pero, sin embargo, me parece que nos acercamos a claridad semivelada, la claridad que derraman a su alre­
ella sin saber cómo. dedor los ojos bajos de la Faz de su Prometido”. Teresa
36 Jean Lafrance Teresa descubre la misericordia 37

había escrito un día a Celina: “Cuando Jesús lanza su "Creo que si una florecilla pudiera hablar, conta­
mirada sobre un alma, ésta no puede olvidarse de ella, ría con sencillez, lo que Dios ha hecho por ella, sin
sino que es preciso que no deje ni un solo instante de pretender ocultar sus dones. No diría, so pretexto
mirarle”. Teresa será fiel en conservar su mirada fija en de falsa humildad, que carece de gracia y de aro­
ma, que el sol le ha robado su brillo y que las tor­
Jesús. Hacia los seis o siete años dijo: “tomé la resolu­
mentas le han tronchado su tallo, cuando está ínti­
ción de no alejar jamás mi alma de la mirada de Jesús”. mamente convencida de lo contrario.
Escribe a propósito de su primera comunión: La flor que va a contar su historia se complace
en hacer públicas las delicadezas, enteramente
"Desde hacía mucho tiempo Jesús y la pobre Te- gratuitas, de Jesús. Reconoce que nada había en
resita se habían mirado y se habían comprendido... ella capaz de atraer sobre sí sus divinas miradas, y
Aquel día no era ya una mirada, sino una fusión. que sólo su misericordia ha obrado todo lo bueno
Ya no eran dos. Teresa había desaparecido, como que hay en ella" (Ms.A, F3V0).
la gota de agua que se pierde en el seno del océa­
no. Sólo quedaba Jesús, él era el dueño, el rev En este sentido, Teresa es la hermana déHa Santísima
(Ms.A, F35ro). Virgen. Tiene una conciencia aguda de los dones que el
Señor le ha hecho, pero lo proclama en un Magnificat
Si queremos comprender la oración de alabanza de eterno: “El Señor hizo en mí maravillas. Santo es su
Teresa debemos detenernos en la oración en torno a es­ Nombre... Su misericordia alcanza de edad en edad a los
tos momentos en los que dice haber entrevisto la mirada que le temen”. Teresa, como la Virgen, proclama que
misericordiosa de Dios que brilla sobre la santa Faz de sólo Dios es importante, que sus dones son gratuitos y
Jesús; volveremos sobre ello en el párrafo siguiente. Tie­ que la única actitud que conviene al hombre es cantar
ne conciencia de que Dios le ha hecho muchos dones, las maravillas del Señor.
pero en lugar de apropiárselos, los devuelve al autor de En esto realiza de verdad la definición que Pablo da
todo don. Pienso que esto es “dar gracias y cantar las de la vida cristiana: “Estad siempre alegres. Orad cons­
misericordias del Señor”. tantemente. En todo dad gracias” (1 Tes 5,16-17). En la
El verdadero humilde de corazón es aquel que tiene vida espiritual, la oración continua a la que todos esta­
conciencia de haber recibido mucho de Dios, pero que mos llamados está vinculada a la acción de gracias con­
en seguida es fascinado por El. No se detiene sobre sí, se tinua. La esencia de la vida cristiana —y con mayor ra­
despega fácilmente de su yo y no pierde su tiempo en zón la vida carmelitana— es cantar las misericordias del
rumiar sus miserias como sus alegrías. Y por ello, se li­ Señor; en una palabra, nuestra vida es una liturgia de
bera de todas las complicaciones de la vida. Estamos acción de gracias. El hombre derrama sus fuerzas en li­
lejos aquí de un complejo de superioridad o de inferiori­ bación para dar alegría a Dios y le proclama con todas
dad que proceden de la misma raíz: poner la mirada en sus fue’rzas.
sí. Teresa se expresa así: Teresa está muy en la línea de la liturgia judía que
38 Jean Lafrance Teresa descubre la misericordia 39

coloca la oración de bendición en el centro del culto: que acabamos de citar y Teresa definirá así el amor que
hemos perdido un poco este sentido de la oración de quiere cantar; “¡Lo propio del amor es abajarse!”
bendición, reduciéndola a las “bendiciones” dadas a las No sucede así siempre en las relaciones humanas.
personas y a las cosas. Bendecir a Dios es decir bien de Cuando amamos a un amigo, por ejemplo, no es inferior
El (bene = bien; dicere = decir), es alegrarse pura y senci­ a nosotros; muy al contrario, le amamos a causa de las
llamente de que El existe. Bendecir a Dios es también calidades que encontramos en él. Sabemos muy bien que
darle gracias por todo el bien que nos ha hecho (oración la condescendencia, que es a veces el amor de piedad de
de acción de gracias), es también alabarle por todos los aquel que se inclina sobre los miserables, es a menudo
dones que está presto a hacernos, con tal de que nos­ peligroso, pues abre la puerta a todas las desviaciones:
otros le hagamos el obsequio de nuestra súplica (es la patemalismo, maternalismo, etc.
oración de intercesión). Me impresiona cómo hoy los Pero cuando Dios ama al hombre, es esencialmente
cristianos vuelven a encontrar por instinto esta forma de “un amor entre seres desiguales en el que el mayor tien­
oración, sobre todo en los grupos de renovación, y todos de la maño al más pequeño. Es Dios quien ^vincula al
unánimemente dicen que experimentan el poder de la hombre y hace posible la reciprocidad del amor” (Con­
alabanza. rad de Meester, Les Mains vidés). Y aquí Teresa alcanza
una intuición esencialmente bíblica que es la de la mise­
ricordia y la ternura de Dios. Yavé es el Dios de ternura
3. ¿Qué es la misericordia? y de piedad, lento a la cólera y lleno de amor. En hebreo
no hay palabras abstractas para designar este amor, es
Por eso Teresa relata los “beneficios” del Señor, “pu­ una expresión muy concreta, la del seno maternal: las
blica las atenciones totalmente gratuitas de Jesús” para entrañas de misericordia.
con ella. En Teresa no hay el menor reflejo de tener en En términos bíblicos, este amor se convertirá en la
cuenta sus propios méritos. En otras palabras, juega en “Hesed” que pide por parte del hombre reconocimiento,
la banca del amor donde no hay registro de cuentas. acogida y reciprocidad. En el vocabulario neo-testamen­
"Reconoce que nada había en ella capaz de tario, y más especialmente en san Pablo, se tratará de la
atraer sobre sí sus divinas miradas, y que sólo su gracia (charis). Por eso el ángel Gabriel saluda a María:
misericordia ha obrado todo lo bueno que hav en “Alégrate, llena de gracia”; lo que equivale a decir:
ella" (Ms.A, F3V0). “Dios te ha mirado con una intensidad de ternura y de
misericordia tal, que su amor te ha hecho amable y gra­
Antes de continuar nuestro estudio, es bueno pregun­ ciosa a sus ojos”.
tarse qué género de amor quiere cantar Teresa. Para ella Y por eso me permito decir que María tenía el “caris-
no se trata de un amor cualquiera, sino de la “sola mise­ ma del Magnificat”, es el carisma de los humildes que
ricordia de Dios”. Se dice con todas las letras en el texto cantan las misericordias de Dios con los pequeños y los
40 Jean Lqfrance Teresa descubre la misericordia 41

pobres. Y en este sentido, la oración de Maria —como la la intuición de ser una perdonada antes de haber con­
de Teresa— se opone totalmente a la del fariseo del traído el pecado y por eso, ellas dos, tienen lo que llamo
evangelio. Da gracias a Dios porque no es como los de­ “carisma del Magnificat”. Por eso se puede decir que
más hombres. María da gracias también porque es dife­ Teresa es la hermana de la Virgen, porque es el eco de su
rente de los demás, pero por la sencilla razón de que es voz para los hombres de nuestro tiempo.
pobre y pequeña, y en esto alcanza de golpe la oración Teresa no escribe para instruir, sino pqra contar las
del publicano. maravillas de Dios y ha comprendido muy pronto que
La única oración capaz de ablandar el corazón de escribía para los pequeños, los pobres y los débiles que
Dios es siempre la del publicano del evangelio. Hay un no se atreven a tener confianza en Dios. Por eso, como
texto de la liturgia que dice muy bien esto, es la antífo­ estaba poseída por la» locura de la confianza de la Vir­
na del Magnificat de las segundas vísperas del Común de gen, ha sentido que debía cantar las misericordias del
la Virgen: “Alegráos conmigo, vosotros todos los que Señor en el tono del Magnificat.
amáis al Señor, pues en mi pequeñez he agradado al Al­ %
tísimo”. En latín, el texto es todavía más vigoroso: “ego
placui Altissimo cum essem párvula”, “he agradado al 4. He agradado al Altísimo porque era pequeñita
Altísimo porque era pequeñita”. Volveremos sobre ello.
María da gracias por haber sido preservada antes de ha­ Y aquí somos llevados a los últimos baluartes de la
ber contraído el pecado, lo que en palabras de Teresa, es Misericordia. Lo que constituye la tela de fondo, el bar­
el colmo del perdón. Teresa dirá: niz de base, diríamos, del Amor misericordioso de Dios,
es que Dios es seducido por la pobreza y la desnudez del
"Si el Señor me hubiera faltado, reconozco que hombre, pero hay que añadir inmediatamente que el
habría podido caer tan bajo como santa Magdale­
hombre es fascinado por la belleza y el esplendor de
na, y las profundas palabras de nuestro Señor a
Simón resuenan con gran dulzura en mi alma... Dios. La Biblia nos canta en todos los tonos este amor
Lo sé: "Aquel a quien menos se le perdona, menos de Dios por lo que es pequeño y débil: “No porque seáis
ama". Pero sé también que Jesús me ha perdona­ el más numeroso de todos los pueblos se ha prendado
do a mí más que a santa Magdalena, puesto que Yavé de vosotros y os ha elegido, pues sois el menos
me ha perdonado prevenientemente, impidiéndo­ numeroso de todos los pueblos; sino por el amor que os
me caer. tiene y por guardar el juramento hecho a vuestros pa­
¡Ah, cuánto me gustaría saber explicar mi pen­
dres” (Dt 7,7-8). Todo el Antiguo Testamento es una
samiento..." (Ms.A, F38vo).
escena de celos entre Dios y su pueblo, que no responde
Y luego Teresa relata la parábola del médico que qui­ a su amor. Y, sin embargo, Dios tiene piedad de su es­
ta la piedra del camino por donde tiene que pasar su posa adúltera que encuentra en el borde del camino, ba­
hijo, sin que éste le vea. Teresa, como María, ha tenido ñándose en su sangre.
42 Jean Lafrance Teresa descubre la misericordia 43

Hablando de la misericordia, Paul Claudel dirá: “No que se pierden. Como lo repetirá a menudo la Biblia, es
es un don difuso de algo que se tiene de sobra, es una la conmoción de las entrañas de la misericordia: “Bien
pasión” (Cinco grandes odas: La maison fermée). En este vista tengo la aflicción de mi pueblo en Egipto, y he
sentido, se puede decir que el corazón de Dios está de­ escuchado su clamor en presencia de sus opresores; pues
vastado por la pasión de la misericordia, es el sufrimien­ ya conozco sus sufrimientos. He bajado para librarlo de
to de Dios ante los que se pierden y desconocen su las manos de los egipcios” (Ex 3,7-8).
amor. Cuando la Biblia habla de la cólera de Dios, evo­ Y cuando Moisés pedirá a Dios que le manifieste su
ca de otra manera esta pasión de amor que da media Gloria (Ex 3,7-8), se revelará como “Yavé, Yavé, Dios
vuelta ante el que se endurece. Pero en definitiva, Dios de ternura y de piedad, lento a la cólera y rico en amor y
acaba siempre por ablandarse pues su cólera no dura. fidelidad, que mantiene su amor por millares, que per­
En su homilía sobre Ezequiel (6,6), Orígenes evoca esta dona la iniquidad, la rebeldía y el pecado, pero no los
pasión de amor de Dios que va al encuentro de la timidez deja impunes” (Ex 34,6-8). Cuando Pablo evoque este
razonable de los sabios de este mundo. Por eso Orígenes misterio oculto desde siempre, dirá: “Misterio q^p en las
afirma que “en su amor por el hombre, el Impasible ha generaciones pasadas no fue dado a conocer a los hom­
sufrido una pasión de misericordia: bres, como ha sido ahora revelado a sus santos apóstoles
y profetas” (Ef 5,5). Para comprender esta pasión de
"¿Cuál es esta pasión que ha sufrido primero
Dios, hay que leer el relato del hijo pródigo, de la drac-
por nosotros? La pasión del amor.
Pero el mismo Padre, Dios del universo, él que ma y de la oveja perdida, donde se dice que Dios se llena
está lleno de longanimidad, de misericordia y de de alegría cuando vuelve a encontrar a su hijo.
piedad, es que no sufre en cierta manera? O, ¿aca­ Es en virtud de este principio, que empuja a Dios a
so ignoras que, cuando se ocupa de las cosas hu­ tener debilidad por lo que es pequeño y pobre, como se
manas, sufre una pasión humana? ‘Porque el Se­ comprende por qué María ha agradado al Altísimo y
ñor tu Dios te llevaba como un hombre lleva a su por qué la ha colmado de sus dones: inmaculada concep­
hijo’ (Dt 1,31).
ción, maternidad divina, asunción, etc. Dios ha amado
Dios toma, pues, sobre él nuestros hábitos, como
el Hijo de Dios toma nuestras pasiones. ¡El mismo gratuitamente a María, pero como dice justamente un
Padre no es impasible! Si se le pide, tiene piedad y teólogo, el P. Molinié, si el amor es gratuito, no es arbi­
compasión. Sufre una pasión de amor”. trario, es decir, que ha habido en María algo que ha
seducido el corazón dé Dios y a lo que él no ha podido
Por eso nuestra miseria y nuestros sufrimientos ejer­ resistir. En otras palabras, María ha ofrecido a Dios un
cen sobre el corazón de Dios un atractivo que le empuja corazón pobre, humilde y sobre todo confiado hasta el
a encamarse en Jesucristo para revelamos su rostro más infinito —un espacio de libertad absoluta— en el que su
misterioso, el de su Misericordia. El misterio de la mise­ Palabra ha podido hacerse carne. Por su pobreza, su hu­
ricordia es el de la herida del corazón de Dios ante los mildad y su confianza María ha agradado al Altísimo.
44 Jean Lafran ce Teresa descubre la misericordia 45

alma le ve, se transforma en él, se hace todo amor para


5. Teresa ha tenido el instinto de la misericordia con el prójimo, se hace humilde y dulce también ella”
(Espiritualidad rusa, Madrid, p. 130).
La intuición genial de Teresa fue comprender la pro­ La única salida para comprender la misericordia de
fundidad del corazón de Dios, a propósito de la Miseri­ Dios es tener con él una cierta connaturalidad, una cier­
cordia. Teresa tuvo entendimiento del corazón miseri­ ta afinidad que nos hace cómplices de sus deseos y de
cordioso de Dios, como Pablo tuvo conocimiento del sus costumbres. Cuando nos parecemos a alguien, adivi­
misterio de Cristo. Y ambos han llegado a la misma con­ namos fácilmente lo que va a pensar y hacer. Si Teresa
templación de Dios que hace misericordia. Teresa cita ha tenido el instinto de la misericordia de Dios, es por­
explícitamente este texto en los manuscritos: “No se tra­ que el amor misericordioso de Dios ha invadido su cora­
ta de querer o de correr, sino de que Dios tenga miseri­ zón por el fondo. Desde que la caridad de Dios se ha
cordia” (Rm 9,16). hecho un poco ardiente en ella y la ha consumido, ha
Y este descubrimiento genial tendrá por resultado sus­ saboreado la misericordia que le ha hecho presentir esta
citar en el corazón del hombre un puro movimiento de locura de la Cruz.
confianza para con Jesús, el único Salvador. “El hombre Tenemos que terminar, pero sobre este tema de la mi­
no se justifica por las obras de la ley, sino por la fe en sericordia, que es inagotable, se podría decir lo que Te­
Jesucristo” (Ga 2,16). Se comprende bien que nuestros resa dice en sus deseos:
hermanos protestantes se hayan de golpe puesto de
“¡Jesús, Jesús! Si fuese a escribir todos mis deseos
acuerdo con la confianza en la misericordia propia de
tendrías que prestarme tu libro de la vida; en él están
Teresa de Lisieux.
consignadas las acciones de todos los santos, y ésas son
Me pregunto a menudo cómo Teresa pudo compren­
las acciones que yo quisiera realizar por ti... (Ms.B, F3r0).
der con tal agudeza el corazón de Dios y fascinarse por
Lo esencial es ciertamente orar a Teresa con un tal
su misericordia. Me parece que la respuesta es sencilla:
fervor que nos dé a presentir un poco en el fondo de
Dios le hizo comprender hasta qué punto la amaba y
nuestro corazón el poder, la dulzura y la locura de la
cómo deseaba ser amado de ella. Jesús le ha dado la
misericordia.
gracia de comprender más que nunca cómo desea ser
amado. En el próximo capítulo volveremos de nuevo sobre su
Esta luz fue para Teresa de una intensidad deslumbra­ percepción de la misericordia, pero insistiendo más en la
dora. En otras palabras, ha visto el rostro de misericor­ percepción de su miseria. Finalmente, intentaremos
dia de Dios. Pienso a menudo en ella cuando leo las acercamos a este movimiento de confianza que es la ca­
palabras de Silvano del monte Athos: “El Señor es mise­ racterística propia de la espiritualidad teresiana. Acabo
ricordioso; mi alma lo sabe, pero no es posible describir­ estas líneas el 1 de octubre, fiesta de santa Teresa de
lo con palabras. Es infinitamente dulce y humilde, y si el Lisieux, y he leído en silencio y oración sus últimas pala-
46 Jean Lafrance

bras. Confirman realmente su descubrimiento del amor


misericordioso y su intuición de la humildad:

"Sí, me parece que nunca he buscado más que


la verdad. Sí, he comprendido la humildad de co­
razón... Me parece que soy humilde.
Todo lo que he escrito sobre mis deseos de su­
frir, ¡oh, es, sin embargo, muy verdadero!
... Y no me arrepiento de haberme entregado al Capítulo III
Amor. ¡Oh, no! ¡No me arrepiento, al contrario!
(Cuaderno Amarillo 30.9). TERESA DESCUBRE SU “MISERIA”

Para comprender a Teresa, digámoslo de antemano,


hay que tener una cierta afinidad con élla. Cuando nos
parecemos a alguien —lo he dicho antes— se comprende
lo que piensa, lo que dice y lo que hace. Desde que la
misericordia se hace un poco ardiente en el corazón de
un hombre, está amenazado de hacerse hermano de Tere­
sa. No fue siempre comprendida en su Carmelo y más de
una hermana pensaba que en el orden divino, la Justicia
prevalecía sobre la Misericordia. Teresa no se acobarda­
ba y sabía ser firme. Por eso decía a una de sus herma­
nas: “Hermana, queréis justicia, ¡pues bien!, ¡tendréis
justicia! Yo, por mi parte, escojo la Misericordia”.

1. Una afinidad con Teresa

Por eso, para comprender a Teresa, hay que haber


recibido un mar de fondo que haga tambalearse a nues­
tra barca y este mar de fondo es la misericordia. No es
una cosa que se puede fabricar o se puede producir por
sí misma, es la invasión en nosotros del sentimiento más
48 Jean Lafrance Teresa descubre su miseria 49

profundo del corazón de Dios. Como dice tan bien el P. A mí me ha dado su misericordia infinita, ¡y a
Molinié, es la mirada lanzada por uno que está en el través de ella contemplo y adoro las demás per­
cielo sobre otro que no lo está. Es la actitud de Jesús fecciones divinas! Entonces, todas se me presen­
tan radiantes de amor. Hasta la justicia (v, tal vez,
para con el buen ladrón: “Hoy mismo estarás conmigo
ella más que ninguna otra) me parece revestida
en el paraíso”. A este propósito, digamos que Celina de amor” (Ms.A, F83v0).
habla a veces, a propósito de su hermana Teresa, del
“camino del buen ladrón”. Cuanto más avanzo más creo que las espiritualidades
Y comprendo por qué los hombres del siglo XX tienen se parecen y se encuentran sobre todo a partir del mo­
una cierta afinidad con Teresa. Si hay una toma de con­ mento en que se remonta uno a su fuente. En el fondo,
ciencia que vive en el corazón de nuestros contemporá­ san Juan de la Cruz, como san Ignacio y san Francisco
neos, es el descubrimiento de su finitud y su pobreza. de Asís, han bebido su espiritualidad en la fuente viva del
Cuanto más avanza el hombre en sus descubrimientos, evangelio. En el punto de partida se trata de encontrar el
mas comprende cómo está en el segundo lugar, al hacer rostro de Jesucristo, de convertirse a él y de adoptar las
la experiencia de su soledad. Y por eso aparece entre los costumbres de los hijos de Dios. Lo que equivaled decir
jóvenes un deseo de ternura y de dulzura. Mirad la pren­ que las bienaventuranzas, el espíritu de infancia, el se­
sa y veréis cómo estas palabras: ternura y dulzura, apa­ guir a Cristo llevando su cruz y la humildad se encuen­
recen en todas las líneas de los artículos, porque ator­ tran como telón de fondo en todas las espiritualidades.
mentan el corazón de los jóvenes. Se diría que nuestros Bastaría mirar la Regla de san Benito para comprender
contemporáneos descubren a través de este mundo frío y cómo la humildad está en el centro de la experiencia del
solitario que el hombre está hecho para la mirada, el monje, aunque esté en uno de los doce grados que puede
rostro y la comunión (cf núm. 100 de la revue “Promes­ ocurrir muy bien que no se comprendan.
ses”. Un nouveau Regard). Por el contrario, si no creo en las espiritualidades par­
En este sentido, creo que Teresa responde al deseo y a ticulares, creo con mucha fuerza en las familias de alma
la espera de los hombres de hoy y más especialmente de y entre las afinidades espirituales entre un sánto y un
los jóvenes, que están hambrientos de ternura. Entre hombre que peregrina todavía sobre la tierra. Si pregun­
ellos y Teresa hay una afinidad, aunque su vocabulario y tase a un amigo de Teresa o a un hijo de san Juan de la
su modo de pensar no son los mismos. Teresa ha pensa­ Cruz por qué les aman, no podrían seguramente respon­
do explícitamente en ellos cuando habla de familias de derme de una manera racional.
almas que son atraídas por una perfección de Dios: A este propósito, pienso en la expresión de Montaig­
ne, interrogado sobre las razones de su amistad con La
"Comprendo, sin embargo, que no todas las al­
mas pueden parecerse; es necesario que haya di­ Boétie, respondió sencillamente: “¡Porque él era él y yo
ferentes tipos, a fin de honrar especialmente cada era yo!”
una de las perfecciones de Dios. Ahí, todo está claro y cada uno está en su lugar. Sin
50 Jean Lafrance Teresa descubre su miseria 51

duda hay que haber caminado largamente a la búsqueda hay que tomar sus palabras a la letra. Teresa ha podido
de un ideal de santidad, entrevisto en los años de la ado­ muy bien ser preservada del pecado —lo dice ella
lescencia, siempre perseguido y nunca alcanzado, para misma—, pero esto no le ha impedido descubrir una mi­
comprender cómo se era hermano de Teresa en semejan­ seria más profunda que la miseria moral, lo que yo lla­
te aventura espiritual. Vayamos aún más lejos y confese­ maría su “miseria” ontológica, que es su carencia de ser.
mos que cuanto más avanzamos en edad, más nos ve­ En una palabra, ha comprendido que estaba en el segun­
mos obligados a confesar que es superior a nuestras do lugar y que el humilde arrodillarse le era moralmente
fuerzas. Digamos que está a nuestro alcance el desearlo, necesario.
pero que no está a nuestro alcance el realizarlo. Se podría comparar el descubrimiento de Teresa a la
Y ahí es donde Teresa nos espera para decirnos: experiencia del Cura de Ars. Había pedido un día al Se­
¡Ahora estás preparado para comprender la Misericor­ ñor el descubrir y comprender su miseria. Dios le escu­
dia! Por eso prosigue el texto que hemos citado más chó y había recibido una luz tal sobre la confllhgencia de
arriba: su ser, enteramente colgado de la misericordia de Dios,
"¡Qué alegría más dulce pensar que Dios es jus­ que dijo: “Si Dios no me hubiera sostenido, hubiera caí­
to, es decir, que tiene en cuenta nuestras debilida­ do en la tentación de desesperación”. Y nunca aconsejó
des, que conoce perfectamente la fragilidad de a sus penitentes que hicieran tal súplica.
nuestra naturaleza! ¿De qué, pues, tendría vo mie­ “Soy el que soy, decía un día Cristo a Catalina de
do? ¡Ah!, el Dios infinitamente justo que se dignó
Siena, tú eres la que no eres”. Todos los santos han teni­
perdonar con tanta bondad todos los pecados del
hijo pródigo, ¿no se mostrará también justo para do que pasar por esta experiencia que les ha sumergido
conmigo que "estov siempre a su lado?" (Ms.A, en la humildad más radical, la de Job hundido en el
F83-84). polvo. Pienso que ahí está el primer grado de humildad,
que es reconocer que Dios está en el primer lugar y que
nosotros estamos en el segundo, lo que coloca en su jus­
2. La montaña o el grano de arena to lugar, en nuestra vida, la necesidad de la oración y de
la súplica. “¡Conocerse, conocer a Dios! He aquí la per­
Bernanos decía: “¡A menudo es un sobresalto de des­ fección del hombre. Aquí, toda inmensidad, toda perfec­
esperación lo que nos lanza a la esperanza y a la con­ ción y el bien absoluto; y allí nada; saber esto, he aquí el
fianza!” Tales palabras se aplican a la letra a Teresa. Ha fin del hombre. Estar eternamente inclinado sobre el do­
comprendido verdaderamente la misericordia de Dios y ble abismo; he aquí mi secreto”, decía santa Angela de
la ha cantado alcanzando la dimensión más profunda de Foligno (Trad. Helio, cap 57).
su miseria y de su pobreza. Sea lo que sea del descubri­ En esta perspectiva es como hay que comprender este
miento de esta miseria —puesto que Teresa confiesa que texto que vamos a citar ahora entero. Pero antes hay
no ha negado nada a Dios desde la edad de tres años— que situarlo un poco en su contexto histórico y sobre
52 Jean Lafrance Teresa descubre su miseria 53

todo en el caminar espiritual de Teresa hacia la santi­ muerte y que por eso está enriquecido por la experiencia
dad. El 14 de septiembre 1894, después de haber cuidado de los dos últimos años. Citémosle entero, merecería ser
a su padre, Celina entra en el Carmelo de Lisieux en el aprendido de memoria:
momento en que Teresa está verificando la experiencia
dolorosa de su miseria; digamos mejor el desgarramien­ "Sabéis, Madre mía, que siempre he desado ser
to interior entre su real deseo de santidad y el constante santa. Pero, ¡ay!, cuantas veces me he comparado
con los santos, siempre he comprobado que entre
de su impotencia. Hubiera podido decir, como san Pa­
ellos y yo existe la misma diferencia que entre
blo: “Quisiera, pero no puedo” (Rm 7,15 y ss.). una montaña cuya cima se pierde en los cielos y
Se trata de un momento crucial en la vida de un hom­ el oscuro grano de arena que a su paso pisan los
bre que busca a Dios y que va a decidir el sí o no de su caminantes.
partida hacia la santidad real y no soñada. Dos solucio­ Pero en vez de desanimarme, me he dicho a mí
nes se le pueden presentar: o bien declara imposible la misma: Dios no podría inspirar deseos h realiza­
santidad e invierte todas sus energías en lo inmediato o bles: por lo tanto, a pesar de mi pequeñez.^ucdo
lo concreto, o bien acepta radicalmente la humildad de aspirar a la santidad. Acrecerme es imposible; he
de soportarme a mí misma tal y como soy, con
su condición humana y se hunde únicamente en Dios
todas mis imperfecciones. Pero quiero hallar el
por la confianza. Pero para esto es preciso que una pala­ modo de ir al cielo por un caminito muv recto,
bra de Dios venga a iluminarle sobre el misterio de la muv corto; por un caminito del todo nuevo”
Misericordia de Dios frente a la miseria del hombre. (Ms.C, F2V0).
Para Teresa, esta Palabra de Dios vendrá de parte de
su hermana Celina, que entra en el Carmelo con una
libreta que va a jugar un gran papel, dice el P. Conrad
3. Debo soportarme tal como soy
De Meester. Celina ha copiado en una libreta una serie
de textos que giran en torno a la humildad y al espíritu
de infancia (Is 66,12-13: Mt 18,1, etc.). Citemos, sencilla­ En primer lugar, Teresa reafirma su deseo de ser una
mente, el más significativo: “Si alguno es simple véngase santa. Sobre este punto no hay ningún equívoco; desde
acá” (Pr 9,4). Teresa conocerá estos textos al final de su más tierna infancia apunta a la santidad. Notemos de
1894 o en 1895. Comprendemos entonces en qué contex­ paso que esta santidad es realista, es decir, que debe re­
to ha pronunciado el 9 de junio de 1895 el Acto de alizarse en la trama misma de su existencia y en el medio
ofrenda al Amor misericordioso. Ha necesitado toda pobre del Carmelo:
esta larga preparación para comprender que Dios estaba
"¡Las ilusiones! Dios me concedió la gracia de
mucho más interesado por su pobreza que por las gran­
no llevar NINGUNA al entrar en el Carmelo. Hallé
des virtudes que hubiera podido ofrecerle. No olvidemos la vida religiosa tal y como me la había imagina­
que Teresa redacta este texto pocos meses antes de su do. Ningún sacrificio me extrañó” (Ms.A, F69vo).
54 Jean Lafrance Teresa descubre su miseria 55

Nuestro deseo de santidad se embota al contacto con


la dura realidad, y el peligro de bajar los brazos dicien­ 4. El ascensor o la ruda escalera de la perfección
do: “es imposible” nos acecha siempre. Teresa se enfren­
tará con esta impotencia personal, situada entre su deseo Y, sin embargo, no sacrificará jamás su deseo de ir al
(la montaña cuya cima se pierde en los cielos) y la reali­ cielo a la dura realidad de su miseria, y ahí aparece el
dad (el grano de arena pisado por los caminantes). Pero descubrimiento genial del ascensor:
es ahí donde va a reaccionar de una manera diferente, y
en lugar de sacrificar su ideal a la realidad, va a buscar "Estamos en el siglo de los inventos. Ahora no
la santidad a partir de su condición humana de criatura hay que tomarse ya el trabajo de subir los pelda­
ños de una escalera: en las casas de los ricos el
y de su vida concreta. Cuanto más pobre y desamparada
ascensor la suple ventajosamente. Pues bien, vo
se enfrente con los acontecimientos más se abandonará a quisiera encontrar también un ascensor para ele­
Jesucristo, encamación de la Misericordia de Dios. varme hasta Jesús, ya que sov demasía» peque­
Por eso, en lugar de desanimarse, va a mantener jun­ ña para subir la ruda escalera de' la perfección”
tos, cueste lo que cueste, su pequeñez y su aspiración a (Ms.C, F2-3).
la santidad. Y la palabra clave aparece bien en esta fra­
se: “Debo soportarme tal como soy, con todas mis im­ Llegado a este punto, no temo decir que este descubri­
perfecciones”. Es en la medida que acepte plenamente su miento del ascensor es genial, pero para esto hay que
ser de criatura indigente y profundamente insuficiente comprender el otro miembro de la antítesis, es decir, la
como va a descubrir simultáneamente la evidencia de la “ruda escalera de la perfección”. Teresa vivía en una
Misericordia, hecha para colmarla. La Misericordia no época en la que se le proponían “esquemas de perfec­
es para ella un atributo de Dios, sino su mismo ser. ción” (Dom André Louf). Para muchos autores espiri­
A partir de su pobreza y de su vida real ofrecida a tuales hay un punto de partida: arriba, el cielo y la per­
Dios podrá establecerse un diálogo entre El que es y la fección y abajo la escalera del hombre frágil y débil.
que no es. Y ahí es donde Teresa se alegra del Ser de Entre los dos hay que lanzar un puente o, como dice
Dios cantando sus misericordias y se alegra al mismo Teresa, una escalera. Por eso la perfección ha sido a me­
tiempo de su nada aceptándola con alegría. Más aún, nudo pensada y descrita bajo los rasgos de una progre­
aprende, como dirá más tarde a Celina, a descubrir su sión continua o de una ascensión más o menos ardua,
pobreza como una perla preciosa, amable y digna de fruto del esfuerzo del hombre. En este caso, toda la téc­
todas las búsquedas: “Debes amar dulcemente tu mi­ nica de la ascesis está basada en la generosidad. Al final
seria!” de la ascensión, su esfuerzo se desarrolla por sí mismo
en libertad.
Y es aquí donde Teresa ha comprendido hasta qué
punto la “ruda escalera de la nerfección” sigue un traza­
56 Jean La/rance Teresa descubre su miseria 57

do exactamente opuesto al de la santidad evangélica. El lleva en sus brazos: “Como uno a quien su madre con­
mismo Jesús ha expresado esta oposición con laconismo suela, así yo os consolaré; en brazos seréis llevados, y
y fuerza en una frase que se repite constantemente en el sobre las rodillas seréis acariciados” (Is 66,12-13). No se
evangelio: “El que se ensalce será humillado; el que se trata ya para Teresa de apoyarse en su generosidad o en
humilla será ensalzado” (Mt 23,12; Le 14,11; 18,14). Es­ sus esfuerzos de ascesis, sino de apoyarse únicamente en
tos dos tipos del caminar espiritual están personificados la misericordia de Dios, simbolizada por el ascensor.
en las figuras del fariseo y del publicano, en la parábola Por eso ella dice a propósito de las palabras de Isaías:
que los presenta en el Templo.
El primero representa la “ruda escalera de la perfec­ "¡Ah, nunca palabras más tiernas, más melodio­
sas, me alegraron el alma! ¡El ascensor que ha de
ción”, que es finalmente una perfección natural, huma­
elevarme al cielo son vuestros brazos, oh, Jesús!
nista y secular. El segundo, figurado por el “ascensor”, Por eso no necesito crecer, al contrario, he de per­
representa la marcha profundamente cristiana que es la manecer pequeña, empequeñecerme cada vez
del arrepentimiento. Esta nunca está al alcance del hom­ más. *
bre, pero es siempre fruto de una elección gratuita y una ¡Oh, Dios mío!, habéis rebasado mi esperanza, y
maravilla de la misericordia de la gracia. quiero contar vuestras misericordias: "Me habéis
A fuerza de mirar al cielo y de escrutar los secretos de instruido desde mi juventud, y hasta el presente
he anunciado vuestras maravillas. Continuaré pu­
la misericordia, Teresa ha comprendido que no hay es­
blicándolas hasta la más avanzada edad” (Sal
calera que la lleve arriba, pero que hay un ascensor que 70,17-18) (Ms.C, F3ro).
Dios sólo puede hacer bajar hasta el hombre. Y para
esto hay que velar, esperar y acechar la llegada del Es verdaderamente en el contexto del ascensor, y por
ascensor. lo tanto en el de la Misericordia, donde Teresa canta sus
Simone Weil escribía en L’Attente de Dieu: “No pode­ maravillas, como lo indica el leitmotiv de nuestro tema.
mos ni siquiera dar un paso hacia el cielo. La dirección Teresa sólo tiene un deseo: dar gusto a Jesús:
vertical nos está prohibida. Pero si miramos largo tiem­
po al cielo, Dios baja y nos levanta. Nos levanta fácil­ “Desde hace mucho tiempo he comprendido
que Dios no necesita de nadie (menos aún de ella
mente. Como dice Esquilo: “Lo que es divino no exige
que de los demás) para hacer el bien en la tierra”
esfuerzo”. En las parábolas del evangelio es Dios el que (Ms.C, F3V0).
busca al hombre: “Quaerens me sedisti lassus”. En nin­
guna parte del evangelio se trata de una empresa del
hombre. El hombre no da un solo paso, a menos que sea 5. Dar sin tenerlo en cuenta.... pero es muy poco...
empujado, o bien expresamente llamado.
Por eso Teresa busca en los libros santos y recoge to­ No hay que creer sin embargo que Teresa anime a un
das las palabras donde se trata de los pequeños que Dios cierto quietismo por parte del hombre. Nunca descuida­
58 Jean Lafrance Teresa descubre su miseria 59

rá la cooperación personal de éste, pero la pone en su En este terreno, hay que reconocer que Teresa alcanza
justo sitio, al servicio de la confianza y del abandono. la intuición más pura de los antiguos monjes del desier­
El hombre hace esfuerzos, no para echar mano de Dios o to. Se les ha presentado a menudo como campeones de
apoderarse de él a fuerza de puños, sino para experimen­ grandes hazañas y de ascesis concebidas como fin de la
tar cuán pobre y débil es. Una vez que ha realizado to­ vida espiritual. Para ellos, la ascesis lleva al monje al
das las buenas obras que están en su mano, descubrirá punto muerto en el que sólo se puede uno fiar de Dios.
pronto que es un siervo inútil. Es el momento en el que “¿Qué valen los ayunos y las vigilias?”, preguntaba un
está fatigado y agotado cuando puede escuchar la pala­ anciano al abad Moisés. Este le respondió: “No tienen
bra de Jesús y experimentar su dulzura y su misericor­ más efecto que abatir al hombre en toda humildad. Si el
dia: “Venid a mí todos los que estáis cansados (de tratar alma produce este fruto, las entrañas de Dios (las entra­
de llevar el peso de la Ley), y os enseñaré la mansedum­ ñas de la Misericordia) se conmoverán an^| él”.
bre y la humildad”. Teresa se lo dice así a su hermana Uno de los testigos más antiguos de esta experiencia
Celina. es, sin ninguna duda, Macario el Grande. Es uno de los
primeros de la tradición monástica que trató explícita­
"Es preciso, me dice, hacer todo lo que está en
mente la experiencia espiritual. En su Pequeña Carta di­
sí, dar sin tenerlo en cuenta, renunciarse constan­
temente, en una palabra, probar su amor por to­ rigida “Ad filios Dei”, explota abundantemente este
das las buenas obras en su poder. Pero en verdad, tema. Cuando el corazón está como “marchito”, cuando
como todo esto es tan poca cosa..., es necesario, ha huido de casi todas las tentaciones es cuando Dios
cuando creamos haber hecho todo lo que cree­ interviene para enviarle la “fuerza santa”:
mos que debemos hacer, confesarnos “siervos
inútiles'' (Le 17.10), esperando sin embargo que "El bienaventurado Dios le abre al fin los ojos
Dios nos dará, por gracia, todo lo que deseamos... del corazón, para que comprenda que sólo él per­
Esto es lo que esperan las almas pequeñas que mite el mantenerse. El hombre puede entonces
"corren” en el camino de la infancia: Digo "co­ dar de verdad gloria a Dios (es decir, cantar las
rren” y no "descansan” (C y R II, 46). misericordias del Señor) con toda humildad y
quebranto de corazón... De la dificultad de la lu­
cha nacen la humildad, el quebrantamiento del
Por eso, el valor, la generosidad y las fuerzas persona­
corazón, la mansedumbre y la dulzura".
les del hombre se ponen en su justo sitio. Como dice
Teresa, “todo esto es poco”, lo que equivale a decir son
una débil ayuda. Todo esfuerzo ascético conducirá al 6. Son vuestros brazos, ¡oh, Jesús!
hombre, en plazo muy breve, a un punto muerto en el
que el hombre viejo rehúsa su concurso y se derrumba Por eso, haga lo que haga el hombre, es el mismo
ante lo que dolorosamente siente como imposible y ab­ Dios el que le va a hacer sant(^¿on tal de que él quiera
solutamente por encima de sus fuerzas. venir a Jesús ofreciéndole su pobreza. El ascensor es la
60 Jean Lafrance Teresa descubre su miseria 61

misericordia de Dios que se inclina sobre la impotencia hombre pobre e impotente. Teresa confiesa su indigencia
del hombre. Es Dios infinitamente tierno que contempla y reconoce a Dios como el que viene en su ayuda con
el sufrimiento del hombre, a través del rostro desfigura­ misericordia. Son los brazos de Jesús que la atraen hacia
do de su Hijo Jesús en la cruz. el Padre, fuente de toda santidad. Esto va a suscitar en
Por su parte, el hombre debe aceptar a fondo su mise­ ella una doble actitud: la ofrenda al Amor misericordio­
ria, lo que implica una profunda humildad. Lo que equi­ so y la confianza ciega en este mismo amor. Será el tema
vale a decir que antes de hacerse uno humilde y pequeñi- de los capítulos siguientes. Esta actitud desemboca cier­
to, debe aceptar el llevar lamentablemente su cruz. Y tamente en el amoroso abandono en Jésús. Pero para
esto repugna al hombre que quisiera llevar su cruz gene­ comprender esto hay que realizar a la letra el consejo de
rosa y gloriosamente, lo que es contrario al hecho de Jesús:
llevar su cruz humilde y pobremente. Sobre este tema
"Venid a mí todos los que estáis fatigados y so­
tenemos dos hermosos textos de Teresa a su hermana
brecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre
Celina: vosotros mi yugo y aprended de mi, que ^>y man­
"¿Por qué asustarte de no poder llevar esa cruz so y humilde de corazón, y hallaréis œscanso
sin desfallecer? Jesús, camino del Calvario cavó para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y
hasta tres veces, y tú, pobre niñita, ¿no te parece­ mi carga ligera" (Mt 11,28-30).
rás a tu Esposo, no querrás caer cien veces, si es
necesario, para probarle tu amor levantándote
con más fuerza que antes de la caída?... (Cartas,
enero 1889).
"Y nosotras quisiéramos sufrir generosamente,
grandiosamente!... ¡Celina, qué ilusión! ¿Quisiéra­
mos no caer nunca? ¿Qué importa, Jesús mío, que
yo caiga a cada instante? Veo en ello mi debilidad,
y esto es para mí una ganancia grande. Vos véis
en ello lo que puedo hacer, y por eso os sentiréis
más inclinado a llevarme en vuestros brazos... Si
no lo hacéis, es que os gusta verme por los sue­
los... Si es así, no me inquietaré, sino que seguiré
tendiéndoos mis brazos suplicantes y llenos de
amor. ¡No puedo creer que me abandonéis!” (Car­
tas, 26.4.89).

Por eso la santidad aparece siempre como una tensión


entre dos polos: Dios, infinitamente misericordioso, y el
Capitulo IV

EL ACTO DE OFRENDA AL AMOR


MISERICORDIOSO ,

%
En el capítulo precedente habíamos dejado a Teresa a
finales de 1894, en el momento en que se enfrenta con el
espectáculo de su pobreza, pero en el que descubre, al
mismo tiempo, el misterio de la Misericordia. Este des­
cubrimiento es también el fruto de un espectáculo, como
dice san Pablo a los Gálatas: “ante cuyos ojos os presen­
té a Cristo crucificado’’ (Gál 3,1). Hasta el 9 de junio de
1895, día en que pronunciará el acto de ofrenda, el Espí­
ritu Santo va a trabajar en la oración para llevarla a este
acto decisivo de la espiritualidad.
Tal vez no es inútil señalar aquí un estudio de Mons.
Combes titulado: ¿Mi vocación es el amor? Se trata de un
retiro dado el 30 de mayo de 1965 en el Cenáculo de
Betreuil. Se encontrará este texto en “Andrés Combes’’
II a III (Bulletin des amis de Mons. Combes). En el mar­
co de este libro, sería demasiado largo e imposible de
resumir este texto, digamos que el autor utiliza el méto­
do de crítica histórica y muestra, a partir de los textos,
“el misterio de este momento supremo en el progreso
espiritual realizado por santa Teresa de Lisieux que está
64 Jean Lafrance El acto de ofrenda 65

inscrito en un texto famoso, muy conocido, capital, pero


cosa extraordinaria, un texto que nadie ha explicado”. 1. ... Como si me hubiese sumergido toda entera en el
El autor pide a nuestro entendimiento un esfuerzo fuego...
considerable para tratar de escrutar este verdadero mis­
terio. Desarrolla una tesis que no ha dejado de defender Si ha habido una existencia aparentemente sin fenó­
y que pone el acto de ofrenda al Amor misericordioso en menos exteriores, es la de Teresa. Y, sin embargo, hay
el centro de la espiritualidad teresiana. Para él, la expre­ que decir que Teresa ha vivido una auténtica experiencia
sión “camino de infancia” no ha aparecido bajo la plu­ mística; que no se ha contentado solamente con vivir el
ma de Teresa y ha sido desarrollada por el ambiente en Amor misericordioso de una manera oculta y subterrá­
el que ha vivido. Desde que el P. Conrad de Meester nos nea, sino que ha experimentado el poder de este Amor
ha dado su magistral estudio Dinámica de la confianza, en ella. Ha tenido una conciencia mqy viva de ello y ha
vulgarizado en su libro Les mains vides, se comprende conocido estos estados descritos por santa Teresa de
mejor que estos dos puntos de vista no se excluyen, sino Avila y por muchos santos (ella misma lo anota).
que se articulan como hemos tratado de mostrarlo antes. Pienso que su muerte de amor el 30 de septiembre de
El estudio de André Combes es muy iluminador para 1897 es el acabamiento de esta toma de conciencia, a
nuestro propósito de hoy y lo recomendamos vivamente nivel del “sentir espiritual”, de esta invasión del Amor
a nuestros lectores. misericordioso en ella. Ha tenido la percepción muy
Pero volvamos a 1895, a la época en que Teresa se aguda de ser traspasada de parte a parte por una espada
prepara a pronunciar su acto de ofrenda. Y para mejor de amor. He aquí cómo se lo cuenta a la Madre Inés de
comprender el impacto y las consecuencias de este paso, Jesús el 7 de julio 1897. Esta le había pedido que le con­
en la vida de Teresa, demos un salto a 1897, en el mo­ tase lo que le había sucedido después de su ofrenda al
mento en que su hermana recoge sus últimas palabras amor. Y Teresa le responde con humor: “Madrecita, os
(Novissima Verba). Estas palabras de Teresa me parecen lo confié el mismo día; pero no habéis prestado aten­
muy importantes, pues nos ponen en contacto con lo ción” (Cuaderno Amarillo 7,7). Y he aquí las palabras
que ha sucedido después del 9 de junio de 1895. En otras mismas de Teresa, es probable que el acontecimiento su­
palabras, tocamos con el dedo los efectos del Acto de cediera en los primeros días de septiembre de 1895:
ofrenda a la Misericordia, lo que pasa en el corazón de
un hombre que está amenazado por el Amor miseri­ 'Tues bien: comenzaba mi Viacrucis, cuando de
repente me sentí presa de un amor tan violento
cordioso.
hacia Dios, que no lo puedo explicar, sino dicien­
do que parecía que me hubieran hundido toda en­
tera en el fuego. ¡Oh, qué fuego y qué dulzura al
mismo tiempo! Me abrasaba de amor, y sentí que
un minuto más, un segundo más, y no podría so-
66 Jean Lafrance El acto de ofrenda 67

portar aquel ardor sin morir. Comprendí entonces frenta con la dureza del corazón del hombre, entonces
lo que dicen los santos sobre estos estados que quiere destruir al hombre viejo con su caparazón de
tan frecuentemente experimentaron. Yo no lo mármol. Pero es dulzura y Misericordia en el caso de Te­
probé más que una vez y sólo un instante; luego resa, que no le opone ninguna resistencia. Ella misma
volví a caer, enseguida, en mi sequedad habitual”
dirá empleando el simbolismo del agua, que después del
(Cuaderno Amarillo 7-7-2).
Acto de ofrenda, ha sido invadida por ríos de gracia que
En un relámpago, Teresa ha estado en contacto con el han venido a inundar su alma (Ms.A; F84). El agua sim­
cielo, es decir, con la Gloria de Dios o el fuego de la boliza ciertamente la dulzura del Espíritu.
zarza ardiendo. Ha comprendido que este fuego era infi­ En su libro II y a un autre monde, André Frossard nos
nitamente deseable, pero al mismo tiempo que era temi­ hace captar este misterio:
ble porque no se puede ver a Dios sin morir (Ex 33,20).
Ha sentido esta presencia de Dios en torno a ella, como "He aprendido, dice, que ET(Dios) es dulce, de
los judíos presintieron la presencia de la Gloria de Dios, una dulzura no semejante a nada, que no es la
cualidad pasiva que se designa a veces con este
bajo la forma de una nube durante el día y de una co­
nombre, sino una dulzura activa, rompedora, que
lumna de fuego durante la noche. Esta experiencia es sobrepasa toda violencia, capaz de hacer explotar
atrayente, pero da miedo al mismo tiempo porque pone la piedra más dura, y más duro que la piedra, el
al hombre en contacto con la “alta tensión” de la Gloria corazón humano”.
de Dios. Teresa se expresa así: “Era como si me hubie­
sen sumergido toda entera en el fuego”. Afrontamos aquí una verdadera paradoja. Cuando la
Y, al mismo tiempo, este fuego es todo dulzura: Gloria de Dios empieza a investir nuestro corazón, o
“¡Oh!, qué fuego y qué dulzura al mismo tiempo”, dirá bien esta Gloria aparece como el fuego del cielo que
Teresa. Hay que comprender bien la naturaleza de este amenaza a los israelitas en Horeb; “baja y conjura al
fuego que es en sí mismo fuerza y dulzura. En el mundo pueblo que no traspase las lindes para ver a Yavé, por­
de las cosas de Dios los contrarios se juntan cuando son que morirían muchos de ellos” (Ex 19,21), o que exter­
llevados a su paroxismo. Así, el sufrimiento de Cristo en mina a los profetas de Baal en el Monte Carmelo (I R.
la cruz era un abismo de desamparo, pero en el fondo 18; 18); o bien entonces el hombre no se da cuenta y
era también un abismo de Gloria y, por tanto, de ale­ pasa al lado de la dulzura de Dios, como los judíos no
gría. Basta mirar la Virgen de ternura de Wladimir para han sabido discernir, en la humildad y la dulzura de Je­
comprender que en María se da al mismo tiempo el Cal­ sús, la encamación del Hijo de Dios: “¿No es éste el hijo
vario y el Tabor; Viernes Santo y Pascua. del carpintero?” (Mt 13,53):
Si queremos comprender a Teresa, tenemos que dete­
nemos en torno a este misterio de Dios que es fuerza y “No es todo el poder de Dios lo que nos amena­
dulzura. Dios es temible como un fuego cuando se en­ za, continúa André Frossard, ni lo que se llama su
68 Jean La/rance EI acto de ofrenda 69

Gloria, con una palabra que ha perdido su verda­ diente que todos los fuegos de la tierra. Pero los que
dero sentido para sobrecargarse de énfasis orna­ tienen de ello una pequeña experiencia, por mínima que
mental y de atributos devastadores. Lo que es te­ sea, como san Pablo, Claudel o Frossard, comprenderán
mible en Dios es su dulzura. Lo que su caridad
instintivamente lo que dice Teresa. San Agustín —otro
oculta a nuestra vista, es la fulguración nuclear
del Infinito que se contracta en una inconcebible gran convertido— decía: “Dame un corazón que ame y
humildad. Es la eterna y límpida inocencia de comprenderá lo que digo”.
Dios que rompe los corazones. No puede aparecer Desde la edad de catorce años, Teresa conocía muy
sin que hagamos sobre nosotros mismos un juicio bien “los asaltos del amor”, lo que equivale a decir que
y una condenación sin recurso ni remisión. Y esto el amor trinitario corría en ella y que, en ciertos momen­
es lo que él no puede. Todo tiene en él su razón de tos, brotaba con más fuerza. Pero después del Acto de
caridad’’. ofrenda, la gracia se ha hecho gloria en ella, es decir,
que el amor trinitario ha alcanzado en ella un grado de
incandescencia en que se ha hecho luminoso y ardiente,
2. Antes... “No era una verdadera llama" capaz de transformar su vida. En ella, la columna de
nube se ha convertido en columna de fuego.
¿Qué ha sucedido en la vida de Teresa después de su Dostoyevski decía: “Toda mi idea está en el calenta­
acto de ofrenda al Amor? Para captarlo bien, hay que miento al rojo”. Teresa dirá antes “no era una verdade­
distinguir tres momentos: antes, en y después. Y aquí no ra llama que me quemaba”. Por eso, en ella, la santidad
creáis que hacemos una distinción de escuela o un artifi­ es el calentamiento al rojo de lo que constituye el fondo
cio de lenguaje, pues Teresa ha tenido cuidado de distin­ de toda vida cristiana, es decir, el amor trinitario:
guir estas etapas. Después de haber descrito lo sucedido “Ardía de amor y sentía que un minuto, un segundo
durante el Viacrucis, añade: más, no hubiera podido soportar ese ardor sin morir”.
Al escuchar estas palabras se presiente que hay otra
"A partir de los catorce años experimenté tam­ muerte que la muerte natural, y es la muerte de amor
bién ímpetus de amor. ¡Ah, cómo amaba a Dios! que han conocido numerosos santos. Es la muerte en la
¡Pero no era en manera alguna como después de
oración. Gregorio de Nissa, relatando la vida de santa
mi ofrenda al Amor, no era verdaderamente una
llama que me quemase (Cuaderno Amarillo 7.7.2). Macrina, su hermana, afirma que murió haciendo “euca­
ristía”:
Ciertamente, los que no han presentido la locura del "Cuando hubo acabado la eucaristía e indicado,
Amor misericordioso reciben estas expresiones como llevando la mano a su rostro con la señal de la
imágenes o metáforas. Las cargan a una afectividad muy cruz, que había terminado su oración, dio un gran
viva y encuentran esto más admirable que imitable. No y profundo suspiro y cesó a la vez su oración y su
comprenden que el fuego del amor de Dios es más ar­ vida” (Gregorio de Nissa. Vie de Macrine).
70 Jean Lafrance El acto de ofrenda 71

Teresa precisa que ha comprendido entonces lo que pero la diferencia aparece en el momento en que Tere­
los santos dicen de estos estados, pero añade en seguida: sa va a interiorizar ese amor trinitario en el curso de sus
“No lo he experimentado más que una vez y un solo años de infancia y de adolescencia para alcanzar su pun­
instante, pues he vuelto en seguida a mi sequedad habi­ to culminante en el momento en que se ofrece al Amor
tual”. Dios respeta demasiado al hombre para hacerle misericordioso, el 9 de junio de 1895. Por eso, la diferen­
vivir en este estado de alta tensión que no podría sopor­ cia entre ella y nosotros no es una diferencia de natura­
tar sin gran daño para su vida natural. Por eso Dios leza —es la misma vida la que circula en ella y en
procede por toques delicados y fuertes para hacer pre­ nosotros—, sino una diferencia de intensidad. En ella, el
sentir al hombre la fuerza de su amor. Y, luego, hay que Espíritu Santo, al hacer irrupción desde fuera, por los
comprender la naturaleza de esta experiencia que modi­ sacramentos de la Iglesia y la oración, encenderá el bra­
fica un ser en profundidad y en sus raíces. Se olvida muy sero del amor trinitario y lo llevará a un grado de incan­
a menudo, hoy, que una tal experiencia deja huellas y descencia tal que consumirá todo su ser. Por eso tene­
que hay que asumir los resultados. No se echan los des­ mos que detenernos ahora en torno de este momento
echos al cubo de la basura como en un laboratorio. No crucial en el que ella va a ofrecerse al amor misericor­
sucede lo mismo con las experiencias de menor intensi­ dioso; después de haber mirado el “después”, volvemos
dad, por ejemplo, las semanas de oración, las escuelas de al“antes”. Nos queda examinar el “durante”.
oración que se ven florecer hoy en día. Algunos las mul­
tiplican sin darse cuenta de que viven más la moda del 3. ¡Oh. Dios mío! ¿Vuestro amor despreciado va a per­
consumo que la de la asimilación. manecer en vuestro corazón?
¿Qué sucede entonces? Miremos las cosas concreta­
mente y comparemos a Teresa con el cristiano medio que Si fuese posible hacer una radioscopia espiritual del
somos nosotros. Entre nosotros y Teresa no hay más corazón de Teresa la víspera del 9 de junio de 1895, ¿qué
que una diferencia de grado que separa el calor oscuro se vería? Una joven de veintidós años, habitada por una
del calor luminoso, en el momento preciso en que los humildad extraordinaria y por un deseo de amar a Dios
cuerpos arden, o los sólidos se licúan: “El corazón de los todavía mayor. Pero he aquí que descubre que su deseo
santos es líquido”, decía el cura de Ars. Yo pensé mucho de amar a Dios es ridículo frente al amor desorbitante
en ello en 1973, en el momento en que celebrábamos el de Dios para cada hombre. En otras palabras, ve a Dios
centenario del nacimiento de Teresa. Cuando recibió el inclinado sobre cada una de sus criaturas, ofreciéndole
bautismo, el 4 de enero de 1873, en la iglesia de Nuestra compartir su Amor infinito; en una palabra, su amistad
Señora de Alençon, su situación de base era la misma trinitaria, el secreto que comparte con su Hijo. Dios
que la nuestra. La misma vida trinitaria corría en sus mendiga nuestra respuesta. No olvidemos que Teresa
venas, podríamos decir, si no temiéramos utilizar una hace su descubrimiento el domingo de la Trinidad, el 9
comparación tan material. de junio 1895.
72 Jean Lafrance
El acto de ofrenda 73

Es un amor devorador que desea al otro con todas sus


En todas partes es desconocido, rechazado. Los
fuerzas, pero que es, al mismo tiempo, infinitamente res­
corazones a los que deseaba prodigárselo se vuel­
petuoso con él. Sí, el amor de Dios es devorador, devora ven hacia las criaturas, mendigando en su misera­
primero al que ama y no al que es amado. Teresa alcan­ ble afecto la felicidad, en lugar de arrojarse en
za aquí la gran intuición de los Padres de Oriente (pien­ vuestros brazos v aceptar vuestro amor infinito...
so también en Nicolás Cabasilas), para quien Dios es el (Ms.A, F84).
mendigo de amor que llama a la puerta de nuestro co­
Si me atreviese a hablar como el P. Varillon en su
razón (Ap 3,20). No piensa primero en amar a Dios,
maravilloso libro La souffrance de Dieu, diría que Dios
sino en comprender la profundidad de su amor por ella.
sufre, no porque se sienta frustrado en algo, sino a causa
Notemos de paso las características del clima de esta
de una plenitud de amor que no llega a derramarse.
ofrenda. Primero su carácter trinitario: es un amor que
Cuando un hombre comienza a considerar el Amor de
viene de la Trinidad y que vuelve a ella. Luego, su carác­
Dios bajo este ángulo, no es ya cuestión para él de ofre­
ter sacramental. Teresa no “vuela” directamente en el
cer su pobre amor humano, sino “poner la mala cara
misterio de la Santísima Trinidad, sabe muy bien que
que puede” al ofrecerle su pobreza y su miseria, para que
hay que pasar por Cristo y, por tanto, por la Iglesia,
Dios le colme en plenitud. Dios sólo es capaz de colmar
para alcanzar a la Trinidad. En el fondo, comprende de
el corazón humano con una sobreabundancia de amor
dónde viene este amor y a dónde va. Como dice tan bien
misericordioso. No olvidemos cuando nos enfrentamos
el cardenal Ratzinger, cada vez que abordamos a Cristo con la miseria de los demás, que no hay que tener “com­
tenemos que hacernos esta doble pregunta: “¿De dónde plejo” de la Misericordia, sólo Dios vivo en nosotros
viene y adonde va?” Si descuidamos el situarle así, sepa­ puede ser misericordioso y colmar la miseria de nuestros
ramos a Cristo de su fuente y hacemos de él un “huma­ hermanos.
nista”. Y si descuidamos su intencionalidad, es decir, la Sigamos escuchando a Teresa:
salvación que trae a los hombres, hacemos del evangelio
un falso esplritualismo. "¡Oh, Dios mío! ¿Deberá vuestro amor despre­
Me ha impresionado siempre el carácter trágico de las ciado quedarse encerrado en vuestro corazón?
Creo que si encontráseis almas que se ofrecieran
palabras de Teresa cuando evoca el amor de Dios que
como víctimas de holocausto a vuestro amor, las
quiere a los hombres y que es desconocido y rechazado consumiríais rápidamente. Creo que os sentiríais
por ellos. Escuchemos sus palabras en el silencio de la dichoso de no veros obligado a reprimir las olea­
oración: das de infinita ternura que hay en vos...
Si a vuestra justicia, que sólo se derrama sobre
"¡Oh, Dios mío!, exclamé desde el fondo de mi la tierra, le gusta descargarse, ¿cuánto más desea­
corazón, ¿sólo vuestra justicia recibirá almas que rá vuestro amor misericordioso abrasar a las al­
se inmolan como víctimas?... ¿No tiene también mas, puesto que vuestra misericordia se eleva
vuestro amor misericordioso necesidad de ellas?... hasta los cielos?... (Ms.A, F84).
74 Jean Lafrance £1 acto de ofrenda 75

A propósito de este Acto de ofrenda al Amor, hay que tro holocausto con el fuego de vuestro divino amor!...”
notar cómo Teresa va a cortar con su ambiente, donde (Ms.A, F84).
se tenía sobre todo la costumbre de ofrecerse a la Justi­ Le toca al hombre ofrecerse a Dios y es el misterio de
cia de Dios. Se podrá creer que va a seguir el paso de sus la oblación. Pero hay otra cosa en el holocausto, tal
hermanas. En absoluto. Teresa, hablando de este acto de como lo ha comprendido Teresa de Lisieux. En el miste­
ofrenda a la Justicia, dice: “yo estaba muy lejos de sen­ rio del holocausto, el fuego de la zarza ardiendo viene de
tirme llevada a hacerlo”. Esto habla en favor de una fuera y lleva al rojo la vida trinitaria en un estado de alta
muy elevada madurez, puesto que rompe con las cos­ incandescencia. Dios es un fuego devorador, consumi­
tumbres del ambiente para afirmar su vocación propia, dor y transforma en él todo lo que toca.
que es ofrecerse al Amor. Es también importante notar que la mística de Teresa
se vive en un contexto eclesial y sacramental. Es en y por
la Eucaristía como ella se ofrece al Amor misericor­
4. ¡Jesús! Que yo sea esta feliz víctima... dioso:

Cuando Jesús declara: “He venido a arrojar un fuego "El domingo 9 de junio 1895 —en la fiesta de la
Santísima Trinidad— a lo largo de la misa fue ins­
sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviese encen­
pirada a ofrecerse como víctima de holocausto al
dido! (Le 12,49), nos revela sencillamente lo que con­ Amor misericordioso de Dios para recibir en su
templa en el corazón del Padre, es decir, el amor infinito corazón, todo el amor despreciado por las criatu­
de Dios para con los hombres. Según las palabras de ras a las cuales quisiera prodigarlo” (C y R III, 15).
Juan, Jesús es el “exegeta” del Padre (Jn 1,18). Ha veni­
do a gritamos la ansiedad del Padre que busca adorado­ Cuando invitaba a los cristianos a acercarse al cuerpo
res en espíritu y en verdad con los que podrá compartir de Cristo, san Juan Crisóstomo decía: “¡Váis a comul­
su ternura. Es otra manera de decir: “¡Oh, Dios mío!, gar con fuego!”. Más allá de las palabras de Teresa,
¿vuestro Amor despreciado va a permanecer en vuestro marcadas por su época, es bueno ver que se une, en el
corazón?” Acto de ofrenda, a toda la tradición oriental para la que
Jesús es el que ha “humanizado” en su cuerpo el fue­ la eucaristía está ligada al fuego de la zarza ardiendo.
go de la zarza ardiendo y la ha puesto a nuestro alcance No citaré como testigo más que a san Simeón el Meta-
en la eucaristía, para que podamos recibirlo en nuestros frasta en una oración compuesta por él para los cristia­
“vasos de arcilla” que son nuestras pobres humanida­ nos antes de la comunión:
des. Este es el sentido mismo de la ofrenda de Teresa, “Espero en ti temblando. Comulgo con fuego. Por mí
ofrece a Dios su humanidad, para recibir las olas de ter­ mismo, no soy más que paja, pero, ¡oh, milagro!, me
nura infinita encerradas en el corazón de Dios: “¡Oh, Je* siento de pronto como, en otro tiempo, la zarza ardien­
sús mío, que sea yo esa víctima feliz, consumad vues­ do de Moisés. Señor, todo tu cuerpo brilla con el fuego
76 Jean Lafrance £/ acto de ofrenda 77

de tu divinidad, inefablemente unida a ella. Y tú me con­ la dulzura de Dios que hemos evocado al hablar del
cedes que el templo corruptible de mi carne se una a tu acontecimiento del Viacrucis (7 de julio 1897). En vez de
carne santa, que mi sangre se mezcle a la tuya y en ade­ quemar, esta agua viva refresca, calma y pacifica. Es la
lante soy tu miembro transparente y luminoso. paz total del hombre devorada enteramente por la gloria
“Tú, que me has dado tu carne en alimento. Tú, que trinitaria.
eres un fuego que consume a los indignos, no me que­ Y hénos aquí conducidos para terminar en lo que ha
mes, ¡oh, mi Creador!, sino más bien deslízate en mis sucedido después del Acto de ofrenda. Está ciertamente
miembros, en mis riñones y en mi corazón. Consume las el acontecimiento del Viacrucis pero también un estado
espinas de todos mis pecados, purifica mi alma, santifica de alma que Teresa describe así:
mi corazón, fortifica mis músculos y mis huesos, ilumina
mis cinco sentidos y establéceme todo entero en tu “Madre mía querida, vos, que me permitisteis
ofrecerme de este modo a Dios, conocéis los ríos,
amor”.
o mejor, los océanos de gracias que h'an venido a
inundar mi alma... ¡Ah! Desde aquél día feliz me
parece que el amor me penetra y rodea, me pare­
5. La viva llama se convierte en agua viva ce que ese amor misericordioso me renueva a
cada instante, purifica mi alma y no deja en ella
Es aquí donde viene a colocarse el acto de ofrenda al huella alguna de pecado, por eso no puedo temer
amor misericordioso: el purgatorio...’’ (Ms.A, F84).

"A fin de vivir en un acto de perfecto amor. YO Teresa no se arrepentirá jamás de haberse entregado
ME OFREZCO COMO VICTIMA DE HOLOCAUS­ al Amor (son sus últimas palabras); al contrario, invita­
TO A VUESTRO AMOR MISERICORDIOSO, su­ rá a todos sus amigos a entrar en esta ofrenda al Amor
plicándoos que me consumáis sin cesar, dejando misericordioso, pero precisará en seguida que esta ofren­
que se desborden en mi alma las olas de ternura da exige vivir en la confianza y el abandono:
infinita que están encerradas en vos”.
"¡Cómo deseo aplicarme con el más absoluto
Se trata aquí del Amor misericordioso que colma la abandono a cumplir siempre la voluntad de Dios!”
niseria del hombre consumiéndola, sin que deje de ser (Ms.A, F84).
ma debilidad.
“¡La confianza y nada más que la confianza!” Es el
Como afirma san Juan de la Cruz, la Viva Llama que­
único camino que lleva al Amor. Estas palabras de Tere­
na y destruye todos los obstáculos. Pero, según otro
sa resumen todos sus Manuscritos. Volveremos sobre
ímbolo de la Escritura, para designar al Espíritu Santo,
ellas en el siguiente capítulo, pero no esperemos esta eta­
a Viva Llama se convierte en Agua viva desde el mo-
pa para entregamos al Amor. Los que leéis estas líneas,
nento que no encuentra ya obstáculo. Es el misterio de
78 Jean Lafrance

deteneos, haced callar todas las ideas que trotan en vues­


tra cabeza y ofreced vuestra miseria a este Amor que no
deja de llamaros. Esto supone que no tengamos otro de­
seo que el de Dios y de su amor: “Señor, oraba Teilhard
de Chardin, os deseo como al fuego”. Y continuaba en
una carta a un amigo: “Orad para que en ningún caso
me deje llevar a querer otra cosa que el fuego”.
Capítulo V

LA CONFIANZA Y NADA MAS


QUE LA CONFIANZA

La intuición genial de Teresa ha sido descubrir y com­


prender el rostro más profundo y más misterioso de
Dios, el de su Misericordia, que Jesús ha venido a reve­
larnos en la tierra. Por eso ella no tiene ya ninguna vaci­
lación, se entrega sin reserva y Dios la invade con su
Amor misericordioso. Es lo que hemos tratado de decir
en el capítulo precedente. Pero Teresa reconoce que hay
pocas personas que comprendan este rostro:

"El (Jesús) encuentra, ¡ay!, pocos corazones que


se entreguen a él sin reservas, que comprendan
toda la ternura de su Amor infinito (Cartas, a sor
María del Sagrado Corazón, 13(?)-9-1896).

Pero hay todavía mucho más en Teresa, y es lo que


hace de ella una “adoradora” en espíritu y en verdad, tal
como los busca el Padre (Jn 4,23). No sólo ha descubier­
to este rostro de Misericordia, sino que ha cantado esta
evidencia con alegría y júbilo, pues tenía el carisma del
Magnificat. Y me impresiona, al leer los Manuscritos,
80 Jean Lafrance La confianza 81

cómo estas palabras vienen sin cesar a su pluma, no sólo "No soy más que una niña, impotente y débil.
al comienzo, sino también hacia el final. Así, en el Ma­ No obstante, es esta mi misma debilidad la que
nuscrito C repite a María de Gonzaga: “Habéis querido me inspira la audacia de ofrecerme como víctima
que cante con vos las misericordias del Señor”. a tu amor, ¡oh, Jesús! Antiguamente, sólo las hos­
tias puras y sin defecto eran aceptadas con agra­
Y para cantar así es preciso algo más que la evidencia,
do por el Dios fuerte y poderoso. Para satisfacer a
hace falta el amor. En otras palabras, hay que estar to­ la justicia divina eran necesarias víctimas per­
talmente descentrado de sí y sobrecentrado en Dios. Si fectas.
encontramos tantas dificultades para orar, adorar y ala­ Pero a la ley del temor ha sucedido la ley del
bar a Dios, no es tanto por las circunstancias exteriores amor, y el Amor me ha escogido a mí, débil e im­
de nuestra vida (falta de tiempo, ruido del siquismo, ac­ perfecta criatura... ¿No es, acaso, digna del Amor
tividad), cuanto por causa de nuestro corazón de piedra esta elección?...
Sí. Para que el amor quede plenamente satisfe­
endurecido y encerrado en sí mismo. Es la “natura cur­
cho, es necesario que se abaje hasta la nada y que
va” de la que habla san Bernardo a propósito de la cura­ transforme en fuego esta nada...” (Ms.B, F3V0).
ción de la mujer encorvada del evangelio, “era incapaz
de mirar al cielo” (Le 13,10), es decir, de orar y de can­
tar las misericordias del Señor. 1. Es necesario que El se abaje hasta la nada
Teresa bendice a Dios, es decir, vuelve su rostro (ad-
= hacia; os-oris = boca) hacia el rostro de Dios para Y aquí hay que calcular el derroche oneroso, si quere­
adorarle, y así realiza su verdadera naturaleza de hom­ mos seguir a Teresa hasta dentro de su Acto de ofrenda
bre y de mujer que es la adoración y la alabanza. Este al Amor. No se trata de “escalar la ruda escalera del
deseo de alabar a Dios es lo que la empuja a ofrecerse al temor, sino de elevarse a Dios por el ascensor del
Amor misericordioso. El amor la empuja a ir hasta el amor”. El amor del que habla Teresa no es el que nues­
extremo de esta abertura, a la alegría de Dios. tra generosidad produce o nuestra voluntad ejerce, es un
La oblación es el soplo del sacrificio de Teresa, pero amor que viene de Arriba, del corazón de los Tres y se
hay otra cosa en su ofrenda, pues se entrega al Amor precipita en nuestra nada. Si esta nada no es descubier­
misericordioso como víctima de holocausto. Es la res­ ta, desplegada y ofrecida a Dios, no puede llenarla.
puesta de Dios, el fuego que viene a consumir la víctima. Y aquí nos encontramos con sor María del Sagrado
El amor oblático la empuja a ofrecerse, pero no es ver­ Corazón, la hermana de Teresa. Cuando Teresa se reti­
dadera víctima antes de ser consumida por el fuego de la ró, en septiembre 1896, y había realizado su vocación:
zarza ardiendo. Teresa se explica así en el Manuscrito B. “En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el Amor;
Notemos de paso la última frase que apunta al Amor así lo seré todo”, su hermana María le había pedido el
misericordioso, es decir, al amor de Dios que se inclina secreto de su camino de infancia. Y Teresa le había res­
sobre la nada del hombre y su miseria: pondido con la primera parte del Manuscrito B. En él se
82 Jean Lafrance La confianza 83

había dejado llevar a cantar sus deseos de martirio y de hermana no están todavía suficientemente afinados para
todas las vocaciones, sobre la gama de los ultrasonidos, escuchar esta melodía.
como dice el P. Molinié, en un vuelo extraordinario que Teresa se apresura en seguida a poner las cosas en su
es una de las cumbres de la literatura universal: sitio, y esta puesta a punto enérgica no es menos notable
e intrépida en su lucidez que sus deseos de martirio en su
"¡El martirio! He aquí el sueño de mi juventud. locura. Notemos de paso que Teresa comienza su carta a
Este sueño ha ido creciendo conmigo bajo los
partir de las palabras mismas de su hermana que le ha­
claustros del Carmelo. Pero siento que también
este sueño es una locura mía, pues no podría limi­ bía dicho: “Estás poseída por el amor de Dios, como
tarme a desear un solo género de martirio... Para otros lo están por el demonio”. Entonces Teresa le
satisfacerme, necesitaría padecerlos todos..." responde:
(Ms.B, F3ro).
"¿Cómo podéis preguntarme si os es posible
amar a Dios como vo le amo? Si hubiéseis com­
Y entonces, viene la descripción de todos los géneros prendido la historia de mi pajarillo, no me harías
de martirio... San Bartolomé, san Juan, santa Inés, santa esta pregunta. Mis deseos de martirio no son
Cecilia... nada, no son ellos los que me dan la confianza
ilimitada que siento en mi corazón. A decir ver­
"¡Jesús, Jesús! Si fuese a escribir todos mis de­ dad, son las riquezas espirituales las que hacen a
seos, tendrías que prestarme el libro de tu vida" uno injusto cuando se descansa en ellas con com­
(Ms.B, F3ro). placencia y cuando se cree que son algo grande".
"¿Cómo podéis decir, después de esto, que mis
deseos son la señal de mi amor? ¡Ah!, sé que no es
Cuando María recibe la carta de Teresa la encuentra esto, en manera alguna, lo que agrada a Dios en
más admirable que imitable. Y ante el espectáculo de tal mi pequeña alma. Lo que le agrada es verme
fuego, dice a su hermana: “¡Estás poseída por el amor amar mi pequeñez y mi pobreza, es la esperanza
de Dios, como otros están poseídos por el demonio!” ciega que tengo en su misericordia... He aquí mi
Tiene la impresión de que los grandes deseos de su her­ único tesoro, madrina querida. ¿Por qué este teso­
ro no habría de ser también el vuestro?” (Cartas
mana están lejos de las perspectivas alentadoras del ca­
17.9.96).
mino de la infancia. Y se atreve a decir: “Todo esto es
hermoso, pero no es para mí”. Nos ocurre a veces el
decir: “La santidad no es para todo el mundo, no es 2. Amar mi pequeñez y mi pobreza...
ciertamente para mí”. Es una falta de fe y de esperanza.
Con su finura intuitiva habitual, Teresa comprende que Sin despreciar sus deseos, Teresa sabe muy bien que
ha cometido un error dejándose llevar a cantar sus de­ vienen del Espíritu Santo, los considera, sin embargo,
seos en la gama de los ultrasonidos. Los oídos de su como riquezas injustas si se pone en ellos su confianza:
84 Jean Lafrance ' La confianza 85

“Lo que agrada a Dios es el ver mi pequeñez y mi po­ demasiado cargados para franquear la puerta estrecha.
breza”. No se trata solamente de descubrir y constatar Y, como decíamos antes, consideramos siempre la per­
su miseria, hay también que amarla y alegrarse en ella. fección bajo forma de una subida mientras que es una
Para comprender mejor esto, acudamos a otra hermana bajada en la humildad. “El que se ensalza será humilla­
de Teresa, Celina, que había entrado en el Carmelo en do, el que se humilla será ensalzado”.
1894 y que, como hemos visto, había llevado consigo un Cuaiido tratamos de elevamos, de crecer, cortamos
cuaderno donde estaban copiadas las palabras de la Es­ infaliblemente la sutil y dulce comunicación entre el
critura sobre el camino de la infancia. Amor y el no-amor, entre el ser y la nada. No estaremos
A pesar de haber comprendido todo ello intelectual­ unidos a Dios por modo de semejanza, sino por modo
mente, Celina tenía mucha dificultad para aceptar vital­ de distinción, es decir, ofreciéndole nuestra pobreza. La
mente y sobre todo para asumir su pobreza. En los Buis- única oración que es capaz de ablandar el corazón del
sonnets, Teresa y Celina habían estado muy unidas (los Padre, es la del publicano del evangelio: “¡Señor, ten
encuentros del Belvedere comparados a los coloquios de piedad de mí!” Es Teresa la que sigue diciendo a Celina:
Mónica y Agustín). Cuando entra en el Carmelo, Celina “Queréis subir una montaña y Dios quiere haceros bajar
se queda asombrada al ver a su hermana en las “estrellas al fondo de un valle estéril donde aprenderéis el despre­
fugaces”, mientras que ella asciende por la llanura. En­ cio de vos misma”.
tonces va a quejarse a su hermana y sobre todo se com­ Es el don de ciencia que nos da a saborear la eviden­
para con ella: “Cómo me gustaría ofrecer a Dios vuestra cia de nuestra nada de criatura frente a la santidad de
delicadeza”, dice, y Teresa le responde: “Dad gracias a Dios. En la vida espiritual, hay ciertamente un arte de
Dios de estar sin delicadeza”. amar su debilidad con dulzura. Así lo explica Teresa a
Teresa proponía a su hermana Celina unirse a Dios su hermana Celina:
sobre la base de su pobreza, y ésta rehusaba. Por eso le
dice un día: “Cuando pienso en todo lo que tengo que "Tengo debilidades, pero me alegro de ellas. No
estoy siempre tampoco por encima de las nadas
adquirir”. Y Teresa le responde: “¡Mejor dirías que per­
de la tierra: por ejemplo, me da rabia una tontería
der! Es Jesús el que llenará tu alma de esplendor a medi­ que haya dicho o hecho. Entonces entro en mí
da que la vaciéis de sus imperfecciones”. Es ciertamente misma y me digo: ¡Ay!, estoy en el mismo sitio que
la cuchilla de la guillotina que cae para cortar las últi­ antes. Me digo esto con gran dulzura y sin triste­
mas ilusiones de Celina. Uno piensa en el Pequeño Pláci­ za. Es tan dulce sentirse débil y pequeño" (Cua­
do que se queja y al que se le responde: “¡No estás sufi­ derno Amarillo 5-7).
cientemente esquilado!” Teresa trata de hacer compren­
der a su hermana que lo que seduce a Dios en ella, no Estamos aquí en el corazón de toda la espiritualidad
son sus virtudes o sus riquezas, sino su pobreza, yo diría teresiana. Cuando el Amor misericordioso instruye nues­
su “no-santidad”. Estamos siempre demasiado ricos y tro entendimiento de estas cosas, no descubrimos sola-
86 Jean Lafrance La confianza 87

mente la verdad de la nada de la criatura, sino el encan­ está en el evangelio: la humildad, la pobreza, la dulzura
to de esta pobreza y empezamos a saborear la dulzura y el espíritu de infancia. Pocos hombres aceptan el con­
de no ser nada: “Es tan dulce, dice Teresa, sentirse débil siderar su miseria como si fuese una perla preciosa difícil
y pequeño”. “Hazte capacidad y yo me haré torrente”. de encontrar y digna de la búsqueda más apasionada.
El vacío en nosotros es lo que es la capacidad de ser Nuestra tendencia natural es huir esta miseria o excusar­
invadido por el torrente del amor trinitario. la; esta huida no implica, por otra parte, el deseo de libe­
Es un lenguaje tradicional en la Iglesia, y sobre todo rarnos de ella, sino el rechazo oscuro y arisco de tomar
en san Pablo. Teresa se referirá a la segunda carta a los conciencia de ello y de enfrentarse con un tal espec­
Corintios (12,7 a 10) y hablará de la “ciencia que nos táculo.
enseña a gloriamos en nuestras enfermedades”. Añade Siguiendo a todos los espirituales, Teresa nos sugiere,
que es una gran gracia el descubrir esto. Y aquí se une a haciéndonoslo saborear, con qué ternura Jesús mira y
la gran corriente de la espiritualidad oriental; san Isaac ama su miseria, y sufre en ello más que nosotros, pues
Sirio no decía acaso: “El que llora sus pecados es mayor sólo El es humano. Es el Unico que tiene un corazón de
que el que resucita a un muerto”. Escuchemos a Teresa, carne mientras que nosotros tenemos un corazón de pie­
que escribe a su prima María Guerin: dra. Teresa nos invita a abrazar esta miseria, no en una
lucidez despiadada, sino en la lucidez más profunda que
"Te equivocas, querida mía, si crees que tu Te-
nos enseña a descubrir, bajo la acción del Espíritu, en
resita marcha siempre con ardor por el camino de
la virtud. Ella es débil, muy débil, todos los días esta pobreza el arma absoluta que nos da todo poder
adquiero una nueva experiencia de ello; pero Ma­ sobre el corazón misericordioso de Dios.
ría, Jesús se complace en enseñarle, como a san Jesús ha venido para los pobres, los enfermos y los
Pablo, la ciencia de gloriarse en sus enfermeda­ pecadores; en otras palabras, para todos “aquellos que
des. Es esta una gracia muy señalada, y pido a no se encuentran bien bajo su piel”. Si nos colocamos
Jesús que te la enseñe, porque solamente ahí se en la categoría de los justos, de los ricos o de la gente
halla la paz y el descanso del corazón. Cuando
“bien”, no tenemos ya necesidad de la Misericordia,
una se ve tan miserable, no quiere ya preocuparse
de sí misma, y sólo mira a su único Amado... (Car­ pues nuestra santidad depende de la fuerza de nuestros
las, julio de 1890). puños.
Dios desea encontrar corazones pobres: “cuanto más
débil es uno, dirá Teresa, más apropiado es para las ope­
3. ¿Dónde encontrar al verdadero pobre de espíritu? raciones de este amor que consume”. Está pronto a ha­
cernos todos los regalos que ha hecho a Teresa y a todos
Estamos también aquí en el corazón del mensaje evan­ los santos con tal que le ofrezcamos, como ella, nuestra
gélico de las Bienaventuranzas: “Dichosos los pobres de miseria. Nos ama como seres a llenar, y por eso Teresa
espíritu, pues el Reino de los cielos les pertenece”. Todo ama su miseria y la despliega humildemente ante Dios.
La confianza 89
88 Jean Lafrance

Comprende que es a esta profundidad donde Dios la


visita y la atiende. Allí y solamente allí se oculta su 4. Lo que ofende a Jesús..., es la falta de confianza...
Misericordia.
En este sentido, Teresa afirma que hay que ir más le­ En la vida espiritual, no hay más que una sola cosa
jos y más en profundidad para encontrar este pobre de que temer: la falta de confianza en Dios. Nos desalenta­
espíritu, que no está en las almas, sino en la nada. No mos a menudo a causa de nuestras debilidades que nos
hemos bajado bastante profundo en nuestra miseria humillan. Teresa había.comprendido muy bien que hay
para gritar hacia Dios. Una oración que viene de lo pro­ debilidades ante las que Dios sonríe y que no ofenden a
fundo es siempre escuchada. Se comprende también que Dios. Son miserias para la misericordia de Dios como el
esta nada puede ser fuente de desesperación si se la con­ grano está hecho para el molino:
sidera con una mirada humana debilitante, pero que es
"Pero creo que Jesús puede concederme la gra­
fuente de locas esperanzas, si se la mira con los ojos de
cia de no ofenderle ya, o bien de no cometer más
la Misericordia. que faltas que no le OFENDEN, faltas que sólo
Comprended que para amar a Jesús, para ser humillan y hacen más fuerte el amor” (Cartas. A
víctima de su amor, cuanto más débil se es, sin sor Inés de Jesús, Retiro de profesión, septiembre
deseos ni virtudes, tanto más cerca se está de las 1890).
operaciones de este amor consumidor y transfor­
mante. El solo deseo de ser víctima basta, pero es Un gran santo de Oriente, Isaac el Sirio, decía: “No
necesario consentir en permanecer siempre po­ hay más que un pecado: el no creer en Jesucristo resuci­
bres v sin fuerzas, y he ahí lo difícil, porque "¿dón­
tado. Todos los demás pecados no son nada, pues Dios
de encontrar al verdadero pobre de espíritu?".
"Hay que buscarlo muy lejos", dijo el salmista. No nos ha dado el arrepentimiento para expiarlos". Teresa
dijo que hay que buscarle entre las grandes al­ dirá prácticamente lo mismo: “Lo que ofende a Jesús, lo
mas, sino "muy lejos", es decir, en la bajeza de la que le hiere en el corazón, es la falta de confianza".
nada. ;Ah!, permanezcamos, pues, muv lejos de ¿Queremos saber cuánto vale nuestra confianza? Ha­
todo lo que brilla, amemos nuestra pequenez, de­ gámonos esta pregunta: si una mañana nos despertamos
seemos no sentir nada; entonces seremos pobres con el corazón cargado de todos los pecados posibles,
de espíritu, y Jesús irá a buscarnos, por lejos que tendríamos la suficiente confianza para ir a echamos a
estemos, y nos transformará en llamas de amor...
¡Oh. cómo quisiera haceros comprender lo que los pies de Jesús y pedirle humildemente perdón:
siento!... La confianza. y nada más que la confian­
za, es la que debe conducirnos al amor...” Canas. "Sí, estoy segura de que aunque tuviera sobre
A sor Maria del Sagrado Corazón, 17-9-1896). la conciencia todos los pecados que pueden co­
meterse, iría con el corazón roto por el arrepenti­
miento a arrojarme en los brazos de Jesús, por-
Jean Lafrance La confianza 91
90

que sé muy bien cuánto ama al hijo pródigo que que Pablo nos pinta en el capítulo 11 y 12 de la carta a
vuelve a él. los Hebreos; dejan una patria bien conocida para dirigir­
Dios, en su misericordia preveniente, ha preser­ se a una tierra desconocida, porque tienen los ojos siem­
vado a mi alma del pecado mortal; pero no es eso pre fijos en Jesús, el testigo de la fe (Hb 12,2). Su única
lo que me eleva a él por la confianza v el amor" brújula es la Palabra de Dios.
(Ms.C, F36vo).
La Virgen puede teneT la evidencia de que todas las
"Si hubiera cometido todos los crímenes posi­
bles, tendría siempre la misma confianza. Siento salidas humanas están cerradas, pero da una preferencia
que toda esta multitud de ofensas sería como una permanente a la “evidencia” de Dios que es el Dueño de
gota de agua echada en un brasero ardiendo” (Ul­ lo imposible. Tiene esta agilidad inenarrable del hombre
timas conversaciones). que prefiere el pensamiento de Dios al suyo. Por eso
puede avanzar allí donde el camino está bloqueado:
“Todo es posible al que cree”, dirá Jesús al padre del
5. Es la confianza y nada más que la confianza... poseso (Me 9,23).
Es la definición que Teresa da de la confianza y del
Todos los manuscritos de santa Teresa se resumen en abandono: “descentrarse totalmente de sí, para sobre­
estas últimas palabras: “Es la confianza y nada más que centrarse en Dios:
la confianza lo que nos conduce al amor”. ¡Esto es temi­ "Cuando una se ve tan miserable, no quiere ya
ble! Habitualmente tratamos de ir a Dios, buscarle y preocuparse de sí misma, y sólo mira a su único
amarle por la confianza y también por otra cosa. Busca­ Amado" (Cartas, a María Guerin, julio 1890).
mos apoyos, señales, garantías en nuestros méritos,
nuestras cualidades y nuestro ambiente. Lo propio de la Por eso nuestra confianza debe abandonar todos sus
confianza es no apoyarse en nada más que en el Amor y apoyos humanos para enraizarse en Jesús, nuestra única
la Misericordia. Mientras buscamos a Dios por algo dis­ Roca. Todas las impurezas espirituales vienen de que
tinto de la confianza, dejamos de poner en él nuestro nos apoyamos en algo. Y por eso el Espíritu Santo nos
único apoyo. Algunos días, en lugar de hacer actos de quita uno a uno todos nuestros apoyos humanos y nues­
confianza, haríamos mucho mejor en hacer actos de no- tras seguridades para enseñamos la verdadera confianza.
confianza y de no-amor: “Dios mío, no tengo en ti bas­ Instintivamente el hombre se apoya en lo que ve o sien­
tante confianza, no os amo. Aumenta mi fe y mi amor”. te, entonces Dios se pone a la obra para enseñarnos la
El hombre que se fía se parece a la Virgen. No com­ ciencia de la “Nada”. No teniendo ya nada donde aga­
prende (Le 1,34), pero sabe “que no hay nada imposible rramos, estamos obligados a sumergirnos en Dios solo.
para Dios” (Le 1,37). Entonces, no se mira en absoluto Esta doctina de la confianza vale sobre todo para
a sí misma, sino que fija su mirada en Dios solo. Perte­ nuestra búsqueda de Dios. Queremos probarle nuestro
nece en verdad a esta gran galería de los Testigos de la fe amor y entonces tomamos, como Pedro, resoluciones
92 Jean Lafrance La confianza 93

dictadas por la generosidad. Prometemos a Dios dar to, Francisco Javier, que había acariciado la muerte en
nuestra vida por él. Sin saberlo damos una ocasión a la travesía de la India al Japón. Escribía entonces a sus
Satanás que va a pasarnos por la criba (Le 22,31), pues hermanos de Goa:
contamos todavía demasiado sobre nuestras propias
fuerzas. Cuando Jesús dice a Pedro: “He rogado para "Oh, hermanos, ¿qué será de nosotros a la hora
que tu fe no desfallezca”, es justamente lo que le quiere de la muerte, si en la vida no nos aparejamos y
disponemos a saber esperar y confiar en Dios,
hacer comprender: no hacer promesas basadas única­
pues en aquella hora nos habernos de ver en ma­
mente en la generosidad. El día en que comprendemos yores tentaciones y trabajos y peligros que jamás
esto descubrimos la ciencia y el poder de la oración, y en nos vimos, así del espíritu como del cuerpo? Por
vez de tomar resoluciones, transformamos éstas en ora­ tanto, en las cosas pequeñas, los que viven con
ción. En vez de decir: “Dios mío, voy a hacer esto”, deseos de servir a Dios, deben trabajar a humi­
decimos: “¡Dios mío, enséñame a hacer esto!” llarse mucho, deshaciendo siempre en sí, hacien­
A este propósito, Teresa decía: “Si en lugar de decir do grandes y muchos fundamentos en Dios, para
que en los peligros y trabajos, así en la vida como
“yo daré mi vida por ti”, el pobre san Pedro hubiera
en la muerte, sepan esperar en la suma bondad y
dicho a Cristo: “Sabes muy bien que soy incapaz de dar misericordia de su Creador, por lo que aprendie­
mi vida, ven en mi ayuda”, hubiera seguramente supera­ ron venciendo las tentaciones, donde hallaban re­
do esta tentación”. Como Teresa, deberíamos poder de­ pugnancia, por pequeñas que fuesen, desconfian­
cir: “Es la confianza y nada más que la confianza lo que do de sí con mucha humildad y fortificando sus
debe llevarnos al Amor”. ánimos, confiando mucho en Dios, pues ninguno
Descubrimos aquí la importancia de la oración de sú­ es flaco cuando usa bien de la gracia que Dios
nuestro Señor le da” (Carlas y escritos de San
plica que está ligada a la humildad y a la confianza. Por
Francisco Javier, carta a sus compañeros residen­
nosotros mismos no podemos nada, entonces nuestra tes en Goa, 5.11.1549).
única posibilidad de salvación es gritar a Dios y supli­
carle: “¡Ten piedad de nosotros, ven en nuestra ayuda!” Todos los santos coinciden cuando se trata de la con­
Los que comprenden las palabras de Teresa piden soco­ fianza o, según la exposición de Javier, de “la ciencia de
rro, y a fuerza de suplicar son devorados por la oración la esperanza y de la confianza en Dios”.
continua. Es a menudo un sobresalto de desesperación “Todo se decide para nosotros”, dice el P. Molinié,
lo que nos lanza a la confianza ciega en la verdadera “en el juego entre la Misericordia y la confianza. No hay
oración. otros problemas, dificultades, errores en nuestra vida.
Por eso Teresa decía: “¡Cómo tenemos que orar por Repito: absolutamente ningún otro”. Como Teresa,
los agonizantes!” En el fondo, los agonizantes están en nemos que aprender a ejercitamos en el amor, o lo que
la verdad, no pueden ya apoyarse en otra cosa más que equivale a lo mismo, ejercitarnos en la confianza. No
en la misericordia, según la expresión de otro gran san- hay nada más sencillo que confiar, puesto que se trata
94 Jean Lafrance

de abandonarse a Dios como un niño (tener confianza es


tan fácil como respirar), pero es al mismo tiempo muy
complicado y difícil porque estamos muy poco acostum­
brados a ello. Nos falta agilidad para dar una adhesión
permanente al pensamiento de Dios sobre el nuestro.
Al terminar estos capítulos, en los que hemos cantado
con Teresa las misericordias del Señor, sentimos cuán
lejos estamos de “elevarnos a Dios por el ascensor del
amor y no a subir la ruda escalera del temor”. Pero no
podemos olvidarnos de la promesa que ella misma hacía
al abate Belliére unos meses antes de su muerte, ella que
le había prometido “pasar su cielo haciendo el bien en la
tierra”.
"No me extraña que la práctica de la familiari­
dad con Jesús os parezca un poco difícil de reali­
zar; no se puede llegar a ella en un día, pero estoy
segura de que os ayudaré mucho más a caminar
por este camino delicioso cuando me vea libre de
mi envoltura mortal, y pronto diréis, como san
Agustín: "El amor es el peso que me arrastra"
(Cartas, 18-7-1897).

SEGUNDA PARTE

AHORA, SOLO EL ABANDONO ME GUIA!


Capítulo VI

TERESA DESCUBRE EL CAMINO


DEL ABANDONO

Hemos escrutado, en la primera parte de este trabajo,


el misterio más profundo del cristianismo, el de la Mise­
ricordia, a saber, que Jesús “ha venido a llamar no a los
justos, sino a los pecadores” (Mt 9,13). Teresa ha com­
prendido maravillosamente que Dios esperaba de ella la
fe en la Misericordia y no el sacrificio. Y a lo largo de
los Manuscritos no hará más que cantar las Misericor­
dias del Señor para con ella.
Pero no hay que olvidar jamás que el Amor de Dios
es gratuito, es decir, que no podemos pagarle con la mis­
ma moneda, pero no es nunca arbitrario. Hay en el hom­
bre algo que puede seducir el corazón de Dios y que sólo
el hombre puede darle. Dios espera del hombre una acti­
tud que es la única que tiene en su poder y que es la
humildad y la confianza. Por eso el último capítulo ter­
minaba con estas palabras de Teresa: “Es la confianza^
nada más que la confianza lo que debe llevamos al
Amor”.
Quisiéramos ahora en los capítulos siguientes ver
cómo Teresa ha vivido esta confianza y esta humildad al
98 Jean Lafrance El camino del abandono 99

filo de los días, en una actitud concreta que llamaremos infancia espiritual', nunca descuidó la cooperación
el Abandono. Ella misma dirá a Madre Inés de Jesús al personal, dándole una importancia que llena toda
final del Manuscrito A: su vida de actos generosos v constantes" (C v R D,
46).
"¡Ahora, sólo el abandono me guía, no tengo
brújula...! Pero de momento quisiéramos dejar a un lado este
Ya no puedo pedir nada con ardor, excepto el
aspecto de la “cooperación personal”, prontos a volveren
cumplimiento perfecto de la voluntad de Dios so­
bre mi alma, sin que las criaturas puedan ponerle seguida para mostrar cómo el abandono teresiano enrai­
obstáculos" (Ms.A, F84r0). za en el evangelio y en la tradición espiritual. Estudian­
do las diferentes “escuelas de espiritualidad”, nos ha im­
La palabra “abandono”, en sí misma, no deja de tener presionado el hecho de que en este punto concreto del
ambigüedad y tiene peligro de engañarnos; por eso nece­ abandono coinciden todas. En el fondo, es normal, toda
sitamos hacerle un tratamiento de rayos X, para resti­ espiritualidad particular tiene su fuente en el evangelio y
tuirle su carácter activo, tal como Cristo lo entiende en en el origen hay un acontecimiento de fuego, la conver­
el evangelio y tal como ha sido comprendido en toda la sión, es decir, el encuentro conmovedor con Cristo. Se
tradición espiritual. Preferimos la expresión utilizada oponen cuando se enfrían y cada uno invoca “su” espiri­
por el P. Victor Sion 1 cuando habla del “movimiento de tualidad para oponerse a la del otro, en el origen hay
abandono”. Se trata de un movimiento que es pasivo y fuego. Pero hay un punto preciso en que coinciden, es el
activo al mismo tiempo, puesto que el hombre recibe de momento en que hay que encarnar la voluntad de Dios
Dios la impulsión de su amor, que reviste su inteligen­ en lo concreto de la existencia. Para la espiritualidad
cia, su voluntad y su actividad y que, finalmente, hace oriental será el filtrar los pensamientos en el Nombre del
que el hombre se entregue a este amor sin exclusivismos. Señor Jesús; para san Juan de la Cruz, el acto anagógi-
Recibir no es menos activo que hacer, pero es una co; para el P. de Caussade, el abandono a la Providen­
actividad de otro orden que a los ojos de la impaciencia cia; para san Ignacio, el examen de conciencia; para
humana, se parece lamentablemente a la pasividad. Te­ otros, el momento presente, y para Teresa, este camino
resa ha sostenido siempre, y lo enseña en el noviciado, será el abandono.
que su camino de infancia espiritual no tenía nada que
ver con el quietismo, pero hay que comprender, en qué
consiste la parte que corresponde al hombre. Su herma­ 1. Este camino es el abandono
na Celina se expresa así:
"Aunque caminaba por esta vía de confianza cie­ Miremos cómo Teresa ve el abandone^ no da una de­
ga y total que llama su caminito’, o 'camino de finición pero lo vive ante nuestros ojq^ Habla de ello
explícitamente a propósito de la ciencia del amor:
1 Réalisme spirituel de Sainte Thérèse de Lisieux.
100 Jean Lafrance £/ camino del abandono 101

"Esta es la única ciencia que deseo. Después de luntad del Padre. Cuando Jesús sale del Padre para ve­
haber dado por ella todas mis riquezas, estimo,
nir al mundo, toma a cuenta las palabras del salmo 39,
como la esposa de los Cantares, no haber dado
nada... según el autor de la carta a los Hebreos:
Comprendo tan perfectamente que no hay cosa "Por eso, al entrar en este mundo dice: Sacrifi­
que pueda hacernos gratos a Dios fuera del amor, cio y oblación *no quisiste; pero me has formado
que es este amor el único bien que ambiciono. un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado
Jesús se complace en enseñarme el único cami­ no te agradaron. Entonces dije: “¡He aquí que ven­
no que conduce a esta divina hoguera. Este cami­ go —pues de mí está escrito en el rollo del libro—
no es el abandono del niñito que se duerme sin a hacer, oh Dios, tu Voluntad” (Hb 10,5-7).
miedo en los brazos de su padre... (Ms.B, FIro).
Cristo entra en toda la descendencia de los grandes
Luego vienen dos citas de la Escritura (Pr 9,4 y Sb testigos de la fe de la que habla la carta a los hebreos en
6,7), la segunda ligada directamente con la Misericordia: los capítulos XI y XII. Todos estos hombres dan una
“La Misericordia se concede a los pequeños”. preferencia permanente al pensamiento de Dios sobre el
Es siempre Jesús el que enseña a Teresa desde dentro suyo. La Virgen dirá también: “¡Héme aquí”, pues ha
y le muestra el camino que debe seguir. Y, desde fuera, comprendido que “nada hay imposible para Dios”. Urs
la Escritura viene a confirmar esta palabra interior. Te­ Von Balthasar dirá que Cristo ha aprendido de la Vir­
nemos aquí una ley de la vida espiritual muy importan­ gen a pronunciar este “sí” a lo largo de toda su existen­
te. En cuanto un hombre ora verdaderamente con el co­ cia. Y es esto lo que constituye el parentesco verdadero
razón, Dios se compromete a hablarle al corazón. El de los discípulos de Cristo: “El que hace la voluntad de
gran espiritual Silvano de Athos escribía: Dios, ése es mi hermano, mi hermana, mi madre” (Me
3,35). Y cuando Cristo enseñe a orar a sus discípulos, les
"Cuando un alma se abandona enteramente a hará pedir al Padre: “Hágase tu voluntad, así en la tierra
la voluntad de Dios, el mismo Señor comienza a
como en el cielo”. Notemos de paso la forma pasiva de
guiarla, mientras antes lo era por los maestros y
por la Escritura”. esta oración: el hombre pide a Dios que se haga su vo­
luntad y se abandona en seguida a esta voluntad.
Y Cristo no puede enseñar a Teresa otra cosa que lo Es significativo que en el mismo pasaje en el que Tere­
que él mismo vivió a lo largo de su vida, cuyo alimento sa dice que Jesús le ha enseñado el camino del abando­
era el abandono a la voluntad del Padre (Jn 4,33-34). no, cita otro salmo en el que se dice que Dios no tiene
Cristo revela aquí lo que fue fundamental en toda su necesidad de nuestros sacrificios, sino de nuestra alaban­
za (Sal 50,9-13). /
existencia: “No busco mi propia voluntad, sino la volun­
tad del que me ha enviado". El abandono no es otra
cosa que una puesta total de nuestra voluntad en la vo­
102 Jean Lafrance El camino del abandono 103
/
muertos. Pero no se trata de una respuesta inmediata de
2. Jesús pide sólo el abandono Dios que hubiera liberado a Cristo de su Hora. Dios ha
"¡Ah! Si todas las almas débiles e imperfectas dado a Cristo la fuerza para aceptar, consentir y aban­
sintieran lo que siente la más pequeña de todas donarse para cumplir su obra de salvación. Con el mis­
las almas, el alma de vuestra pequeña Teresa, ni mo espíritu podemos pedir la intercesión de los santos;
una sola perdería la esperanza de llegar a la cum­ les presentamos nuetros deseos, pero les confiamos el
bre de la montaña del amor, pues Jesús no pide cuidado de hacerlos encajar en la voluntad de Dios que
grandes obras, sino solamente abandono y agra­ ellos conocen muy bien.
decimiento... He aquí todo lo que Jesús exige de
Así obraba Teresa “cuando expresaba su deseo de
nosotros. No tiene necesidad alguna de nuestras
obras, sino solamente de nuestro amor” (Ms.B, ‘hacer bien sobre la tierra’, ponía esta condición”:
F 1ro).
"Antes de escuchar a todos los que me supli­
Toda la vida de Cristo fue una adhesión amorosa y un quen, empezaré por mirar bien a los ojos de Dios
abandono total al beneplácito del Padre. Desde el mo­ para ver si no pido una cosa contraria a su
mento en que Jesús en el Bautismo ha escuchado la pa­ voluntad.
Nos hacía notar que este abandono imitaba la
labra del Padre: “Tú eres mi Hijo muy Amado, tienes
oración de la Santísima Virgen que, en Caná, se
todo mi amor”, hasta el momento en que dirá en la contenta con decir: "No tienen vino”. Del mismo
Cruz: “Padre, en tus manos pongo mi espíritu” (Le modo, Marta y María dicen juntas: "El que amas
23,46), Jesús interiorizará este amor y lo vivirá concreta­ está enfermo”. Exponen sencillamente sus deseos,
mente en un movimiento de abandono. dejando a Jesús libre para hacer su voluntad” (C v
Hay en la vida de Cristo un momento en que este R II, 45).
abandono culminará y brillará a los ojos de los tres
apóstoles, es la agonía en el huerto de Getsemaní. Ora Pero volvamos al texto del comienzo en el que Teresa
para que esta copa se aleje de él, pero añade en seguida: evoca el camino del abandono que le ha sido enseñado
“No se haga lo que yo quiero, sino lo que quieras tú”. por el mismo Jesús y precisa por qué hay que abando­
Cristo sabe muy bien que el Padre escucha toda oración, narse. La razón es sencilla: “somos niños en los brazos
él mismo lo ha enseñado a los suyos (Mt 7,7), pero sabe del Padre” (Ms.B, Flro). Cuando un niño está en los bra­
también por experiencia que el Padre escucha nuestras zos de su padre, no tiene necesidad de ponerse tenso y
oraciones de una manera totalmente distinta de como crisparse, puede descansar y abandonarse al amor del
nosotros lo esperábamos. que lo lleva pues experimenta su ternura.
En la carta a los Hebreos (5,7), se dice que la oración Es curioso que Teresa acude como por instinto a las
de Jesús en el huerto de los Olivos fue escuchada por su comparaciones utilizadas por la Biblia. Así, cuando
actitud reverente, y que Dios le resucitó de entre los Oseas quiere evocar la ternura que Yaié experimenta
104 Jean Lafrance El camino del abandono 105
i
por Israel, toma la imagen del padre que lleva en brazos Jesús hace aparecer esta mirada atenta del Padre porque
a sus hijos: él mismo ha experimentado la alegría permanente de vi­
vir bajo esta mirada: “Tú eres mi Hijo amado”. Y esta
"Cuando Israel era niño, yo le amé y de Egipto
certeza de ser mirado por un Padre atento e interesado,
llame a mi hijo. Cuanto más los llamaba, más se
alejaban de mí...; tomándole por los brazos, pero es la fe que Jesús pide y propone a los suyos. Fe difícil,
ellos no conocieron que yo cuidaba de ellos. Con porque no es evidente, porque el silencio de Dios es más
cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor, y sensible que su atenció,n. Esta es la fe que se fía de Dios
era para ellos como los que alzan a un niño con­ para no pedirle signos, que lo estima bastante grande
tra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de para atreverse a contar con su criatura.
comer” (Os 11,1-4). Habiendo experimentado por dentro la infancia espi­
ritual, Teresa coníprenderá instintivamente el camino
del abandono. No acabaríamos nunca de citar todos los
3. El niño en los brazos de su padre textos en los que ella evoca esta paternidad divina en
sentido estricto. Se llama “hija, objeto del amor prove­
El abandono a la voluntad de Dios sería una super­ niente de un Padre” (Ms.A, F39ro). Es “el niño que mira
chería si Dios no fuese un Padre atento al menor deseo los tesoros de su Padre” (Ms.A, F66vo). Puede dar “el
de sus hijos. Habría que leer Le 12,22 a 32, donde Jesús nombre de Padre a nuestro Padre que está en los cielos”
dice: “No os inquietéis por la comida o el vestido... (Ms.C, F19vo).
Todo esto lo buscan sin descanso los paganos de este Por eso el abandono vivido por Teresa es un compo­
mundo, pero vosotros, vuestro Padre, sabe que tenéis nente de su espíritu filial. Cuando sus hermanas hablen
necesidad”. Cuando se ha comprendido que Dios es un luego de su camino de infancia espiritual, hay que cui­
Padre que vela sobre cada instante de nuestra vida y que darse mucho de ver en ello un simple comportamiento
cuenta cada uno de nuestros cabellos, uno no puede me­ moral o una actitud piadosa que toma para parecer
nos que abandonarse a él y ya no se tiene miedo. A amable. Para Teresa, es la vida misma de Cristo o el
partir del momento en que uno se descrispa y pone las alma del Verbo. El primero que ha tenido el espíritu de
dificultades en las manos del Padre, se da en nosotros infancia y nos ha enseñado el abandono, es el Verbo.
una liberación que nos sitúa en la paz. Si hay que aban­ Más exactamente, el Verbo tiene el espíritu filial, prime­
donarse, es sencillamente porque Dios es un Padre tier­ ra componente del espíritu de infancia, dice el P. Moli­
nié y la criatura le añade un matiz de pequeñez que
no y atento a las necesidades de sus hijos. Del mismo
busca refugio.
modo, Jesús se abandonó a su Padre, porque estaba se­
guro de su amor indefectible. Para comprender el abandono teresiano, hay que
Cuando Jesús nos dice esto, dice lo que ha visto en creer que Dios nos engendra por adopci&i tan estricta­
casa de su Padre que ve y conoce nuestras dificultades. mente como engendra a su Verbo por naturaleza y por
106 Jean Lafrance

eso el camino de infancia no es una voz rebajada, es el


secreto mismo de Cristo que ha venido a revelar a los
suyos. En el fondo, la razón misma de la venida de Jesús
a la tierra fue comunicarnos, por medio de su Espíritu,
la experiencia del Padre que era suya eternamente y en­
señarnos el abandono.
No hay más que el espíritu de infancia que pueda es­
crutar las profundidades del Padre; ahora bien, tenemos Capítulo vil
el deber de escrutar estas profundidades y conocer los
dones que Dios nos ha hecho (1 Cor 2,12). Teresa dice EL MOVIMIENTO DE ABANDONO
que todo buen pensamiento pertenece al Espíritu Santo
y no a nosotros, “puesto que san Pablo dice que sin este
Espíritu de Amor no podemos dar el nombre de “pa­ Cuando uno se pasea por el interior de los escritos de
dre” a nuestro Padre que está en los cielos” (Ms.C, Teresa, se reconoce prácticamente su rostro en todas las
F19ro). Muchas inquietudes e indelicadezas con Dios se páginas y se podrían aplicar cada una de sus intuiciones
evitarían si se le considerase como a un Padre y se aban­ espirituales a una situación que vivimos concretamente.
donase a él. En un próximo capítulo consideraremos Por eso es difícil hacerla entrar en un sistema de espiri­
cómo la estructura del movimiento de abandono teresia- tualidad. Una vida difícilmente se traduce a fórmulas. Es
no se articula en el conjunto de la tradición espiritual, un poco como cuando se atraviesan las Landas en ferro­
alejando de nosotros el miedo y haciéndonos vivir en un carril y se pasa al lado de los bosques de pinos, no hay
clima de alegría y de paz. Luego nos detendremos en un solo momento preciso en el que la mirada pueda
torno a la oración de Teresa que baña este movimiento abrazar el conjunto con una nitidez en toda su longitud;
de abandono. Se considera allí como un débil pajarito antes o después, no se ve más que un enmarañado
que querría volar hacia el sol, pero no está en su “pe­ confuso.
queño poder”. Lo mismo sucede con la espiritualidad teresiana, no
hay más que un solo punto en el que la mirada pueda
"¿Qué será de él? ¿Morirá de pena al verse tan captar con nitidez la coherencia y la articulación de esta
impotente?... ¡O, no! El pajarillo ni siquiera se afli­ doctrina, y pensamos que este punto es el movimiento
girá. Con audaz abandono, quiere seguir mirando
de abandono. El abandono resume su doctrina porque
fijamente a su divino Sol...” (Ms.B, F4V0).
exige que se viva como un niño pobre y desprovisto,
Pienso que no hay una mejor definición de la oración pero seguro de ser amado por un Padre infinitamente
que estas últimas palabras. misericordioso. Podríamos decir las cosas de otra mane­
ra: el corazón del mensaje de Teresa es 1| fe en el Amor
108 Jean Lafrance El movimiento de abandono 109

misericordioso, y el camino que nos rteva a este corazón


es el camino de la infancia espiritual que se vive de una 1. Correr o descansar
manera privilegiada en el movimiento de abandono.
Es verdaderamente el abandono lo que abre mejor el Todos los autores espirituales que han hablado del
camino a las deferencias de Dios que nos ha amado el abandono han corrido el riesgo de ser sospechosos de un
primero, puesto que se trata menos de obrar que de en­ cierto quietismo. Pensemos en Fenelón, en los Jesuítas
tregarse, menos de dar que de acoger. En el capítulo místicos que han explicitado al P. Lallemant (Rigoleuc y
precedente hemos visto al discípulo de Cristo aceptando Surin), en el P. de Caussade y, más cercano a nosotros,
simplemente el ser un niño pobre, que vive en los brazos en Dom Vital Lehodèy. Y, sin embargo, estaban en la
de su Padre para poner en ellos todo su cuidado, toda pura tradición del evangelio. Del mismo modo, en el
ocupación y todo límite. Teresa se acurruca “en los bra­ momento de la muerte de Teresa, prioras del Carmelo
zos de Dios” (Ms.C, F21vo), afronta sin miedo las bo­ han vituperado La historia de un alma a causa de esto y
rrascas, pues' su Padre le da en “cada instante” aquello bajo pretexto de una doctrina de “agua de rosa”. Por
que necesita. eso hay que desligar esta noción de abandono de todas
Por eso, el discípulo de Teresa sabe que permanecien­ sus falsificaciones y desviaciones.
do pequeño y débil puede alimentar grandes aspiracio­ Lo mejor que podemos hacer es acercamos a Teresa
nes a la santidad. La gran revelación del evangelio, es con otro gran espiritual que no puede ser tildado de
que Dios ama a los pequeños porque son pequeños, po­ quietismo, ya que tiene una reputación de “voluntaris-
bres y sin valor. En una palabra, Dios ama la manos ta” de tomo y lomo, san Ignacio de Loyola. Veremos
vacías. Se llama esto el camino de la infancia espiritual, que palabra a palabra, Teresa utiliza las mismas expre­
pero no hay que engañarse, no es una actitud ingenua la siones que él. Se trata de la célebre sentencia de Ignacio,
que se adopta para ser amable y descuidado. Es mejor, que regula en la acción la parte del hombre y la parte de
tal vez, evocar al hijo que encuentra totalmente natural Dios:
acudir constantemente a su padre con la audacia tran­
quila dé la más completa confianza: he aquí el camino "Confiarme totalmente a Dios, pero hacerlo
todo como si el éxito dependiese totalmente de mí
de la santidad. Y aquí interviene el movimiento de aban­
y no de Dios. Por otra parte, poner todo mi cuida­
dono, pues esta actitud hay que vivirla, no de una ma­ do en lo que hago, como si no hiciese nada, y Dios
nera intelectual, sino en lo cotidiano de una vida muy solo hiciese todo” (Selectac sententiae, II)1.'
común. Vamos a intentar colocarla en el contexto de la
tradición espiritual. Este axioma no se encuentra en las obras de Ignacio,
pero es el resumen dado por sus discípulos.

A. Brou, Saint Ignace. Maître d'oraison. Spej 1925.


110 Jean Lafrance El movimiento de abandono 111

Se encontrarán estos dos polos en Teresa. Se hace pri­ bemos hacer”. En ningún momento, para Teresa “dejar­
mero todo lo que se puede como si dependiera de nos­ se hacer” por Dios corresponde a “dejarse vivir”. ¡Hay
otros y se espera todo como si dependiese de sólo Dios. que correr y no descansar!
Veremos más adelante lo que significa: “¡Hacer todo
como si dependiera de nosotros!”, pues el gran obstácu­ 2. Nos hacía mirar nuestros combates de frente
lo aquí es el desaliento que engendra una tentación con­
tra la esperanza. Pero citemos antes las palabras de Te­ Hay que considerar ahora cómo se las va a arreglar
resa en las que explica “con energía, dice su hermana consigo misma y cor* sus novicias para ayudarles a vivir
Celina, que el abandono y la confianza en Dios se ali­ lo que yo llamaría “armonía de los contrarios”. Note­
mentan con el sacrificio”. mos antes de nada que Teresa es realista, no se trata de
negar una dificultad o evadirse de ella o aturdirse en una
"Hay que hacer —me dijo— todo cuanto está actividad febril. Esto no serviría para nada y conduciría
en nosotras, dar sin medida, renunciarse conti­
a una catástrofe, esta actitud “provocaría un rechazo y
nuamente: en una palabra, probar nuestro amor
por medio de todas las buenas obras que están en un día, todo el bloque endurecido de las tendencias co­
nuestro poder... Pero, como al fin de cuentas, todo aligadas se levantarían ante el alma2.
esto es bien poca cosa..., es necesario, cuando ha­ Teresa no quiere que se evite una dificultad, aunque
yamos hecho todo lo que creemos deber hacer, haya que pasar por debajo:
confesarnos ‘siervos inútiles’, esperando, no obs­
tante, que Dios nos dé por gracia lo que deseamos. “Somos demasiado pequeñas para sobreponer­
He aquí lo que esperan las almas pequeñas que nos a las dificultades: es necesario que pasemos
‘corren’ por el camino de infancia: Digo ‘corren’ y por debajo de ellas” (C y R II, 37).
no ‘descansan’” (C y R, II, 46).
Pasar por debajo, es sentarse en la dificultad y vivirla
Creo que tenemos aquí una síntesis admirable de la desde dentro, es decir, sufrirla porque contiene el senti­
conjugación entre la acción de Dios y la acción del hom­ do oculto de nuestro porvenir. Pasar por encima consti­
bre, entre gracia y libertad. En ningún momento Teresa tuye siempre una salida falsa.
renuncia a pedir al hombre que vaya hasta el extremo de Miremos al vivo cómo Teresa va a actuar con su her­
su amor y podría decir, como san Ignacio, “el amor se mana Celina para hacerle vivir el movimiento de aban­
prueba más en las obras que en las palabras”, pero sabe dono. Celina viene a quejarse a su hermana Teresa de
también que el hombre es pobre y sin voluntad, y que un que su compañera de noviciado no ha llenado de leña el
día experimentará su impotencia para amar con todo su arcón, siendo así que ella se ocupa de este trabajo con
corazón. Entonces dice que “todo esto es bien poca 1 Invitamos al lector a leer el libro del P. Sion: Réalisme spirituel, a
cosa”, y que hay que esperarlo todo de Dios, pero a propósito de las desviaciones que hay que evitar. Desarrolla muy bien
lo que decimos aquí muy sucintamente.
condición de “haber hecho todo lo que creemos que de­
112 Jean Lafrance El movimiento de abandono 113

tanto cuidado. Nuestra reacción hifoiera sido: “¡Pasa “copa” que estamos invitados a beber. Teresa resume su
por encima de estas pequeñeces!” Teresa va a obrar de enseñanza con una imagen humorística, “no tenemos
otra manera, obligando a su hermana a mirar la dificul­ más remedio que soportar los chaparrones, qué le vamos
tad de frente: a hacer si nos mojamos un poco”. Hay que aceptar la
propia debilidad, pues sólo en ella puede desplegarse el
"Sin que intentase borrar el oscuro cuadro que
poder de Dios.
yo trazaba ante sus ojos, ni esclarecerlo, me obli­
gaba a contemplarlo de más cerca y parecía po­ En eso se ocupa Teresa con su hermana Celina, no
nerse de acuerdo conmigo: sólo ennegrece ef cuadro, sino que quiere enseñarle a
"¡Bien! Admitámoslo: convengo en que vuestra amar su situación:
compañera ha cometido la falta que le atribuis..."
En vez de evitarnos nuestros combates, destru- "Poco a poco, conseguía hacerme amar mi
vendo sus causas, nos los hacía mirar de frente (C suerte, hacerme desear que las hermanas me aho­
rrasen miramientos... En fin, me situaba en senti­
y R I. 10).
mientos más perfectos. Luego, cuando esta victo­
ria había sido lograda, me citaba ejemplos igno­
Teresa obra así porque quiere ayudar a su hermana a rados de virtud de la novicia acusada por mí.
ver la realidad de frente y a aceptarla. Es el primer tiem­ Pronto el resentimiento daba lugar a la admira­
po del movimiento de abandono. No se busca el evadir ción y pensaba que las demás eran mejores que
un trabajo, el huir de uno que tiene un carácter difícil, y vo" (C y R I, 10).
no se sueña en otra cosa si no en lo que hay que vivir.
Pero muy a menudo en nuestra vida las dificultades
Uno permanece sumergido en lo cotidiano tal como es,
y las inquietudes están más en la imaginación que en la
pues es ahí donde uno se hace santo. La vida divina se
realidad. Hacemos una montaña con preocupaciones
alimenta de la vida cotidiana más ordinaria. El abando­
imaginarias. Por eso, dicho sea de paso, hay que vivir en
no no es una manera de hacer la vida más fácil, sino de
el momento presente y no “amplificar sus problemas por
ayudamos en lo difícil con medios muy pequeños.
la imaginación”. Por eso Teresa procede con Celina con
cierta dosis de humor. Cuando sabe que el arcón está
lleno de leña sin que su hermana lo sepa, se cuida mu­
3. Conseguía hacerme amar mi suerte cho de decírselo para no aniquilar su combate:

“A veces nos dejaba para lo último la sorpresa


No basta con reconocer la dificultad, pues se puede
de semejante descubrimiento y aprovechaba esta
escapar de ella o tomarla a disgusto, hay que aceptarla y circunstancia para demostrarnos que muy fre­
adherirse a ella; en una palabra, amar la voluntad de cuentemente nos creamos combates a nosotras
Dios que se traduce en estas circunstancias contingentes. mismas que no existen y que son puras imagina­
Es en el sentido evangélico de la palabra la “hora” o la ciones" (C v R I, 10).
114 Jean Lafrance El movimiento de abandono 115

Si el combate es real, hay que aceptar el verse uno tal “Hay que lanzar ahora un puente por encima
como es y abandonarse a Dios por la confianza. Cuando de este abismo* Sobre las dos orillas se han cons­
surge una dificultad en nuestra vida, no hay que quedar­ truido sólidos cimientos, se levantan dos pilares.
se a su nivel, sino realizar un desprendimiento inmediato Sobre nuestra orilla, la humildad, por la que el
hombre finito acepta humildemente su imperfec­
a fin de mirarla con Dios. Por eso hay que desprender su
ción y su impotencia. Sobre la orilla de Dios infini­
corazón de la tarea para abandonarse en Dios: to, el pilar es la Misericordia en la que el hombre
cree. Lo mismo que la humildad, la fe en el amor
"Leí una vez que los israelitas levantaron los
misericordioso de Dios es una condición esencial
muros de Jerusalén trabajando con una mano y de la esperanza. No se puede esperar en uno en
sosteniendo la espada con la otra.Esta es la ima­ cuya bondad no se cree. Sobre estos pilares se
gen de lo que nosotras tenemos que hacer” (C v lanza entonces el puente de la confianza amorosa
R. III, 26). y el hombre puede llegar hasta Dios. O más exac­
tamente, Dios mismo se presenta sobre este puen­
Si se trata de una preocupación inútil, no hay que te­ te, toma al hombre y lo lleva a la otra orilla” (Les
ner miedo de mirarla: aparecerá así a la luz y caerá por mains vides. Cerf. Col. Foi vivante).
sí misma:
Y aquí interviene la oración. Teresa no habla de ella
"Creo que en las cosas muy importantes no se
explícitamente, pero en varias ocasiones se ve que reac­
superan los obstáculos. Se les mira fijamente,
todo el tiempo necesario, hasta que, en el caso ciona con un movimiento de ofrenda a Dios. Cada vez
que procedan de los poderes de la ilusión, desapa­ que experimenta su debilidad acude a los pies de Jesús
recen" (Simone Weil). para ofrecerle sus infidelidades momentáneas. Después
de haber tomado conciencia de sus limitaciones, después
de haberlas aceptado, se ofrece:
4. El puente de la confianza amorosa
“Me apresuro a decirle a Dios: Dios mío, sé que
he merecido este sentimiento de tristeza, pero de­
Hemos llegado al tercer tiempo del movimiento de
jadme, sin embargo, que os lo ofrezca, como una
abandono. Cuanto más el hombre avanza más descubre prueba que me enviáis amorosamente. Lamento
que tiene las manos vacías y que está lejos de Dios. Está mi pecado, pero me alegro de poder ofreceros
separado de Dios por un abismo infranqueable para sus este sufrimiento” (Cuaderno Amarillo, 3.7.2).
propias fuerzas. El P. Conrad de Meester ha forjado una
comparación notable para dar cuenta de esta situación, En el fondo, ¿qué dice Teresa? Cuando las cosas se
es la del puente de la esperanza. Yo diría que nos hace Ponen muy difíciles y que sois incapaces de levantar las
muy bien caer en la cuenta del tercer piso del cohete que montañas de orgullo y de egoísmo que hay en vosotros,
va a propulsar al hombre en los brazos de Dios: confesad sencillamente que sois “siervos inútiles”, espe-
116 Jean Lafrance El movimiento de abandono 117

rad todo de Dios y el os dará todo por gracia. Esto su­ Dios responde siempre a una oración tal si se hace
pone que se acude a Dios en la oración. Es la “ciencia además con fe y perseverancia.
de la esperanza y de la confianza en Dios” que san En un próximo capítulo preguntaremos a Teresa
Francisco Javier enseña a los jóvenes que van a partir a cómo oraba ella a partir de este movimiento de abando­
misiones. Habría que leer aquí un librito olvidado de no, y veremos que su*oración tenía como dos polos, la
san Alfonso de Ligorio: El gran medio de la oración. Su súplica de niño que espera todo de su Padre, pero que
enseñanza es sencilla: cuando el hombre se enfrenta con descansa también en sus brazos porque se siente amada
las exigencias del evangelio (perdonar a sus enemigos, y escuchada. Teresa gustaba especialmente de esta ora­
ser casto, ser pobre), se descubre radicalmente incapaz, ción de silencio y de abandono en la que estaba inmóvil
entonces queda una única solución, recurrir a Dios en bajo la mirada del Padre.
una súplica confiada, humilde y perseverante. Por eso su oración se une al gran movimiento de res­
Todos los maestros espirituales lo afirman después de piración de la oración de la Iglesia. Es primero un movi­
Cristo: “Lo que es imposible a los hombres es posible miento de súplica en el que se tiende a Dios por el deseo
para Dios” (Mt 19,26). Podemos tener numerosas excu­ (aspiración). Y luego se descansa en ese don dando gra­
sas para nuestras faltas de debilidad, pero no tendremos cias (expiración). Por eso el don de Dios se prepara en
nunca excusas de no rezar: “En efecto, la gracia de la nuestra súplica y termina en la alabanza:
oración se da a todos. Siempre está en nuestro poder
"Lo que atrae mayores gracias es el agradeci­
orar si queremos” (S. Alfonso de Ligorio). El hombre
miento, pues si le damos gracias por un beneficio,
ora porque sabe que no hay nada imposible para Dios: se conmueve y se apresura a hacernos otros diez,
por eso pide, busca y llama (Mt 7,7). Aquí convergen y si le damos gracias con la misma efusión, ¡qué
todas las espiritualidades, pues tienen su origen en la multiplicación incalculable de gracias! He hecho
palabra de Cristo en san Juan: “Sin mí, no podéis hacer la experiencia, probad y lo veréis” (C y R III, 22).
nada” (Jn 15,5), y sabemos también que Jesús está con
nosotros hasta el fin de los tiempos (Mt 28,28). Y por
eso recurrimos a él en la intercesión.
Una oración tal nace de la desesperación y de la espe­
ranza, dice el Cura de Ars:

"Pienso a menudo que, cuando venimos a ado­


rar a Nuestro Señor, obtendríamos todo lo que
quisiéramos, si se lo pidiésemos con una fe viva y
un corazón muy puro. Pero no tenemos fe, ni es­
peranza, ni deseo, ni amor” (Abbé A. Monin, Esprit
du Curé d'Ars).
Capítulo VIII

¡QUE GRANDE ES EL PODER DE LA ORACION!

En un capítulo precedente dijimos que la oración de


Teresa brotaba de dos fuentes: o bien nace en el seno de
la prueba y del sufrimiento y es un grito de amor o de
súplica; o nace en el seno de la alegría y es entonces una
mirada al cielo, un grito de gozo y de agradecimiento.
Es el ritmo mismo de la oración cristiana en que se aspi­
ra y expira el soplo del Espíritu en el corazón. Elmom-
bre suplica cuando se ve necesitado y da gracias cuando
siete alegria.
Quisiéramos, sencillamente, poner de manifiesto dos
textos que subrayan este ritmo de la oración cristiana. El
primero es de san Pablo a los Filipenses. Invita a los
cristianos a desechar toda inquietud y a abandonarse a
la súplica, pues el Señor está cerca. Notemos de paso
este movimiento ascendente y descendente de la oración:

"El Señor está cerca. No os inquietéis por cosa


alguna; antes bien, en toda ocasión presentad a
Dios vuestras peticiones, mediante la oración y la
súplica, acompañadas de la acción de gracias. Y la
paz de Dios, que supera todo conocimiento, custo­
diará vuestros corazones y vuestros pensamientos
en Cristo Jesús" (Fil 4,5-7). j
120 Jean Lafrance El poder de la oración 121

Encontramos poco más o menos el ríiismo ritmo en el


prefacio del Espíritu Santo, a propósito de la oración de 1. La oración y el sacrificio constituyen toda mi fuerza
la Iglesia:
En los combates y tentaciones, Teresa no pone su
"Es tu Espíritu el que la sostiene y conserva fiel,
para que no se olvide jamás de suplicarte en me­ fuerza en su propia voluntad, sino únicamente en la ora­
dio de las pruebas, ni de darte gracias cuando ción y el sacrificio. Sabe que le es “imposible crecer, y
vive en alegría". que debe soportarse tal como es, con todas sus imperfec­
ciones”, pero “sabe también que Dios no puede inspi­
El segundo texto procede de Teresa en el Manuscrito rarle deseos irrealizables”, y que puede, pues, aspirar a
C. Es la primera vez que nos ha impresionado lo que la santidad por medio de la oración.
dice del poder de la oración y se podía sacar de aquí Nos enfrentamos con el mismo dilema. Queremos
toda una enseñanza sobre la oración en Teresa. Como convertirnos, ser dulces, buenos y puros, y nos desalen­
siempre, habla de la oración a propósito de su experien­ tamos cada vez más, pues vemos que no lo conseguire­
cia personal, aquí a propósito de su libertad en la ora­ mos nunca. El peligro está entonces en entristecemos:
ción. No se deja encerrar en fórmulas, sino que habla “Qué desagradable es, dice Teresa, pasar el tiempo abu­
libremente a Dios como un niño. Va a insistir mucho rriéndose en vez de dormirse sobre el corazón de Jesús.
sobre el poder de la súplica: Sor Genoveva viene desconsolada: ¡nunca seré buena!
—Sí, sí, lo conseguiréis, le responde, Dios os lo hará con­
“¡Qué grande es, pues, el poder de la oración! Se
diría que es una reina que en todo momento tiene seguir”. Como Sor Genoveva tenemos peligro de decir:
entrada libre al rey y puede construir todo lo que “Es imposible. ¡Empiezo a conocerme!” No, el proble­
pide... r ma no está ahí. Lo esencial no es conocerse, sino cono­
cer el amor eficaz de Dios para con nosotros. Este amor
Luego va a dar una definición muy personal de la se experimenta, no en los libros, sino a golpe de llama­
oración: das a él. Entonces lo que es muy difícil, aun imposible,
se hace realizable por un recurso a Dios.
"Para mí, la oración es un impulso del corazón,
Para esto hay que adquirir un reflejo de recurso a
una simple mirada dirigida al cielo, un grito de
agradecimiento y de amor, tanto en medio de la Dios. No es una vez cuando hay que recurrir, sino en
tribulación como en medio de la alegría. En fin, es toda ocasión, dice san Pablo. Todo está en la fuerza de
algo grande, algo sobrenatural que me dilata el la petición, es decir, en la calidad del amor que empuja a
alma y me une con Jesús" (Ms.C, F25). pedir. Entonces hacemos jugar los tres dinamismos del
cristiano, a saber, la fe, la esperanza yvla caridad. Hay
que desarrollar, poco a poco, nuestra triple relación con
Dios por recursos a él. Son primero débÿes y numero­
122 Jean Lafrance El poder de la oración 123

sos, luego se hacen cada vez más poderosos, como todo "Había escrito al buen P. Pichón que me enco­
lo que se vive y ejercita. Son necesarias, pues, peticiones mendase a sus. oraciones”.
"Mis oraciones eran muy ardientes”.
fuertes, recursos a Dios que sean obstinaciones y asaltos
del amor. Por eso la oración nace de la vida misma y Teresa sabe también que su oración áerá escuchada si
puede hacerse continua. Pero son muy raros los hom­ se hace con fe, como Cristo lo pide en el evangelio (Me
bres que recurren sin cesar a Dios. 11,22-24):
Teresa dice que no hay que inquietarse por la debili­
"Sentí que mi oración era escuchada”.
dad de nuestros primeros recursos. Hay que hacer esta
"Jesús escuchó mi oración”.
oración: “Creo, Señor, que tú puedes en este momento "La oración y el sacrificio es lo que puede
darme las fuerzas para este combate, pues me amas”. ayudar”.
Por curiosidad he ido a leer las tablas de citas de Teresa He aquí mi oración: pido a Jesús que me atraiga
sobre la palabra “oración” y me ha impresionado la in­ a las llamas de su amor".
sistencia con la que anota el ardor y el fervor de su ora­
ción. Y la mayoría de las veces, añade que su oración
2. Conscientes de nuestra debilidad y confiando hasta la
fue escuchada. Tomemos algunas de estas citas, y pues­
audacia
tas una a continuación de otra son impresionantes. Co­
rresponden todas a situaciones en las que Teresa no pue­
Vamos a vivir la relación más extraordinaria con
de más que recurrir al cielo: j
Dios, pero también la más auténtica: pedirle lo imposi­
ble, es decir, la posibilidad de avanzar allí donde el ca­
"He estado largo tiempo orando con fervor”.
mino está humanamente bloqueado. De donde esta apa­
"Con qué ardor le he pedido que me guarde
siempre”. rente paradoja: “Vete a Dios con las manos vacías, pero
todo dependerá entonces de la fuerza de tu petición”.
Permaneciendo pequeños vamos a experimentar el poder
A la oración une también la caridad concreta:
de la palabra de Cristo: “Todo cuanto pidáis en la ora­
ción, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis”
“No me contentaba con orar mucho por la her­
mana... procuraba hacerle todos los servicios po­ (Me 11,24).
sibles”. He aquí el camino de la santidad, tal como nos lo
traza Teresa de Lisieux:
Teresa se encomienda también a la oración de las "La santidad no consiste en esta o aquella prác­
otras, es muy importante cuando la oración se hace difí­ tica, consiste en una disposición del corazón que
cil o imposible. Poco importa que el otro ore o no, la nos hace humildes y pequeños entre los brazos de
intención está ahí: Dios, conscientes de nuestra debilidad v confiados
124 Jean Lafrance El poder de la oración 125

hasta la audacia, en su bondad de Padre” (N.V. "La invocación facilita la guarda del corazón;
3-8-97). cuando un 'pensamiento', en el sentido evangéli­
co, aflora en el subconsciente, antes de que se
Hay que desarrollar una sencilla disposición para reci­ haga obsesivo hay que aplastar con el Nombre la
birlo todo de Dios sin poseer jamás ni virtud, ni fuerza. sugestión demoníaca y transfigurar la energía así
liberada revistiéndola del mismo Nombre” (O.
Caminar por un camino así no es confortable, pues es
Clement, Questions sur l'homme. Stock).
necesario, siendo conscientes de nuestra debilidad, con­
fiar hasta la audacia en Dios Padre. Y la tentación es
eliminar uno de los miembros de la alternativa para te­ 3. Este movimiento está inspirado por el amor (San Juan
ner tranquilidad. de la Cruz)
Es y no es sencillo. La doble dificultad es primero ver­
se muy débil hasta el final de nuestra vida y luego tener, Puesto que estamos en las convergencias del movi­
respecto de Dios, una confianza audaz. Pero no daremos miento de abandono y las demás corrientes espirituales,
razonamientos sobre ambas cosas. Hay que ensayar, en no es inútil anotar que Teresa permanece en la gran lí­
una palabra, “¡hay que hacerlo!” No os quejéis de no nea del Carmelo. Los devotos de san Juan de la Cruz
tener éxito. Si os contentáis con escuchar las palabras de habrán reconocido en el movimiento de abandono tere-
Teresa, sin hacer nada, entonces no tenéis derecho a siano el famoso acto anagógico que permite al hombre
quejaros. En cuanto a testimonios de éxitcypuedo pro­ elevarse por encima de lo creado. Se trata siempre de no
porcionároslos a miles: los de santa Teresa de Lisieux y detenerse en las causas segundas, sin despreciarlas, para
los de todos aquellos y aquellas que siguen su camino. adherirse a la voluntad de Dios. El hombre se lanza ha­
Pienso también en los monjes de Oriente. cia Dios desprendiéndose de todo lo contingente. Tal
Aquí volvemos a encontrar una actitud fundamental y movimiento, dice san Juan de la Cruz, está inspirado
tradicional de la espiritualidad oriental: el filtrar los pen­ por el amor. Lo define así:
samientos en el recuerdo frecuente del Nombre del Se­
ñor Jesús. En este punto preciso todas las espiritualida­ "Cuando sintiéramos el primer movimiento o
acometimiento de algún vicio... acudamos con un
des coinciden. Se da en nosotros como una ola de
acto o movimiento de amor anagógico contra el
deseos, impresiones y acontecimientos exteriores, que
tal vicio, levantando nuestro afecto a la unión de
nos meten en un torbellino y sin embargo somos bauti­ Dios” (san Juan de la Cruz, Dictámenes de espíri­
zados y el Señor Resucitado vive en nosotros. Entonces tu, 5).
desarrollamos el recuerdo de Jesús (la memoria viva y
activa) en el interior de estos pensamientos. Los dejamos El interés de Teresa fue el haber comprendido desde el
subir en nosotros sin rechazarlos, y los tomamos por el interior este movimiento y haberlo vivido en la vida de
cuerpo para asumirlos: cada día. Puede entonces dar de ello una traducción
126 Jean Lafrance El poder de ¡a oración 127

concreta a sus novicias, ayudándoles a Vvitar los penosos Un día que Teresa charlaba con Celina sobre la unión
tanteos. Pero su doctrina es de la misma vena sanjua- con Dios, esta última-le hizo una pregunta:
nista.
Se podría hacer también un paralelo con el examen de "Como yo le preguntase, si perdía alguna vez la
presencia de Dios, me contestó sencillamente: ¡Oh,
conciencia de san Ignacio. No se trata del ejercicio que
no, creo que no he estado nunca tres minutos sin
exponemos a veces con este nombre y que consistiría en pensar en Dios”. Le manifesté mi sorpresa de que
hacer, al final del día, o de cara a la confesión, una tal aplicación de la mente fuese posible. Ella repli­
cuenta exacta de las faltas, sino que es poner por obra lo có: "Se piensa naturalmente en quien se ama” (C
que hemos dicho más arriba. En este sentido, hay que y R m, 29).
enlazarlo más al discernimiento espiritual que a la vida
moral '. Se trata de ir a Dios, con las manos vacías, en Impresiona este hecho extraordinario de que “Teresa
acción de gracias, para reconocer lo que está realizando no haya estado jamás tres minutos sin pensar en Dios”.
en nosotros. Se puede definir como una puesta de todo Y, como Celina, uno podría sorprenderse de que una tal
el ser en la corriente del Espíritu Santo, para dar más aplicación sea posible. Y Teresa le responde que es nor­
ascendiente a su acción, después de los desfallecimientos mal pensar en uno a quien se ama. Es, pues, en el amor
inevitables. Es un abandono activo a la acción del Espí­ vivido al ras de la existencia, en el movimiento de aban­
ritu Santo en nosotros. Y este movimiento se sitúa sobre dono, donde hay que buscar la fuente de su unión con
el plano de una perfecta disponibilidad de^in ser a la Dios y de su oración continua.
acción, de Dios. Se trata de volver a Dios, aunque sólo En este movimiento de abandono es donde se sitúa
sea unos instantes, para desplegar ante él nuestras pre­ verdaderamente la verdadera unión con Dios en la ac­
ocupaciones y nuestros proyectos para que él sea el due­ ción. Y aquí es donde Teresa tiene un mensaje para los
ño de ellos. hombres de acción que aspiran a la oración continua,
¿Cuándo se hace? Desde este punto de vista, todo el permaneciendo sumergidos en una vida apostólica. Un
tiempo. Es como un ejercicio de presencia de Dios, pero profesor de seminario me escribía recientemente: “Me
no exterior a la acción que estamos realizando o a nues­ desconcierta el ver cómo los más “piadosos” son a veces
tras condiciones de vida. Se realiza en la acción del mo­ poco abiertos apostólicamente, y también cómo los más
mento para purificar en ella los motivos y dirigir nuestra abiertos tienen peligro de falta de profundidad y de caer
intención hacia Dios. Más que presencia de Dios, es co­ en la “mundanidad”. En el fondo, mucha gente, aun sa­
operación a la acción de Dios en nosotros. cerdotes y religiosos, tienen una idea falsa de la vida y
de la oración.
1 El que quiera ver una traducción moderna del examen de concien­
cia según san Ignacio, puede acudir a los tres artículos aparecidos en "Piensan que la vida consiste en moverse y que
“Vie Chrétienne", oct-dic. 1977, titulados La vigilancie spirituelle, del la oración consiste en retirarse en alguna parte y
P. Aschenbrenner, maestro de novicios de los jesuítas en USA. en olvidar todo lo de nuestro prójimo v de nues-
El poder de la oración 129
128 Jean Lafrance
de la Vigilancia del Corazón. San Benito dice que el
tra situación humana. Es una calumnia de la vida monje debe huir del olvido de Dios y aplastar todos los
y una calumnja de la misma oración" (Mons. An­ pensamientos sobre la roca de Cristo.
toine Bloom). Para terminar, quisiéramos evocar otro “lugar teoló­
gico” de la espiritualidad del “Instante presente” (P. de
Teresa acaba de decirnos que no hay qpe buscar con­ Caussade), pero volveremos sobre ello. Es con el movi­
ciliaciones imposibles, que la oración continua no con­ miento de abandono y el acto anagógico, el lugar privi­
siste en tener “pensamientos de acompañamiento”, co­ legiado donde se encuentra a Dios, pues es ahí donde se
mo si hubiera que espolvorear nuestra vida con ciertas revela su voluntad en el tejido de nuestra vida. Teresa lo
pizcas de oración. Lo que importa, nos dice Teresa, es dirá claramente a propósito de su retiro para la pro­
que estemos en lo más profundo de la vida de Dios con fesión:
todo nuestro ser de hombres (Ef 3,19). Teresa no se eva­
de jamás de su vida real, sino que pasa su existencia con "He observado con frecuencia que Jesús no
armas y bagajes a Dios. Como dice A. Bloom: quiere darme provisiones. Me sustenta a cada ins­
tante con un alimento enteramente nuevo, recién
"La oración nace de dos fuentes: es la admira­ hecho; lo _ncuentro en mí sin saber cómo ni de
ción de la alabanza y de la acción de gracias, o dónde viene... Creo, sencillamente, que es Jesús
bien es lo trágico de la súplica y de la intercesión”. mismo, escondido en el fondo de mi pobrecito co­
razón, el que me concede la gracia de obrar en
En este sentido preciso en que su oración se\ncarna mí, dándome a entender lo que quiere que vo
haga en el momento presente" (Ms.A, F76'°).
en su movimiento de abandono, se podría decir de Tere­
sa lo que se decía de Ignacio de Loyola, que era “un
Me ha gustado siempre esta frase de san Alfonso Ro­
contemplativo en la acción”. Oraba sin cesar en el cora­
dríguez, el portero de Mallorca, que resume muy bien el
zón mismo de su vida y de su acción junto a las novicias.
acto de abandono de Teresa:
La unión con Dios no se encuentra en una división sico­
lógica, pero si nuestro corazón está despegado de sí mis­ "Cuando experimento en mí una amargura, la
mo y enteramente abandonado a Dios, ora sin cesar. Así pongo entre Dios y vo y oro hasta que él la trans­
en la debilidad, Teresa experimenta la fuerza de la gra­ forma en dulzura".
cia; a condición de que objetive esta debilidad y la reco­
nozca, experimenta la presencia y el poder del Señor Je­
sús. De aquí la tradición de la oración de Jesús en
Se trata siempre de ver de frente este sentimiento de
amargura, de ponerlo entre sus manos y ofrecérselo al
/
Oriente para q'ue el Señor esté presente en medio de Señor que transforma el obstáculo- en medio. En la vida
todo nuestro ser de hombre: “Que mi humanidad, decía espiritual, se puede uno ver privado de la oración, de la
el P. Teilhard, se convierta en un campo de experimenta­ eucaristía, y de los otros medios espirituales, pero de lo
ción para el Espíritu Santo”. Se podría hablar también
130 Jean Lafrance

que uno no se puede jamás dispersar, es de que en el


interior de sí mismo, se entregue a Dios en la purifica­
ción del corazón. Teresa nos dice que es una fuente de
libertad profunda en la que se encuentra la verdadera
alegría.

Capítulo IX

LA ORACION DE ABANDONO

Decíamos anteriormente qu' la oración de Teresa te­


nía como dos polos: un movimiento ascendente de súpli­
ca que correspondía a la aspiración y un movimiento
descendente más centrado en la alabanza y el abandono.
Un texto ilustrará y resumirá bien el primer movimiento;
viene en los Manuscritos en el momento en que Teresa
habla de la oración:

"La Santísima Virgen me demuestra que no


está enfadada conmigo, nunca deja de proteger­
me en seguida que le invoco. Si me sobreviene
una inquietud cualquiera, un apuro, inmediata­
mente recurro a ella, y siempre se hace cargo de
mis intereses como la más tierna de las madres.
¡Cuántas veces, hablando a las novicias me ha
acontecido invocarla y sentir los beneficios de su
natural protección!... (Ms.C, F26ro).

Ahora quisiéramos detenernos en el segundo polo, el


más importante en la vida de Teresa, que definía la or^
ción como: /

"Una simple mirada dirigida al cielo, un grito de


agradecimiento y de amor, tanto en medio de la
132 Jean Lafrance
La oración de abandono 133

tribulación, como en rnedib de la alegría..., que me


dilata el aima y me une con Jesús” (Ms.C, F25). más allá de sus inquietudes, diciendo como Abraham:
“Dios proveerá”, se puede decir que se ha hecho místi­
La oración de Teresa está muy marcada por el movi­ ca, sin que tenga conciencia clara.
miento de abandono que practica y vive al filo d^ los
días. Se puede decir que es una oración mística en el
1. Una oración en la fe desnuda
sentido real de esta palabra, es decir, una oración en la
que la acción de Dios gana por la mano a la actividad
No hay que creer que Teresa nadaba en las consola­
del hombre. No olvidemos nunca que la oración es el
ciones y que tenía una conciencia siempre muy viva de
reflejo exacto de la vida espiritual. Y san Juan de la
esta presencia de Dios. Ha conocido, como cada uno de
Cruz ha notado muy bien que el paso de una vida espiri­
nosotros, estados confusos de sequedad y ha hecho una
tual de dominante activa a una vida de dominante pasi­
cierta experiencia de la ausencia de Dios. Por eso cuan­
va viene marcado por una simplificación de la oración y
do parte para su retiro de Profesión, confiesa que sabe
una imposibilidad de producir consideraciones.
lo que le espera y dice con humor: “Jesús se dormirá
No son las gracias extraordinarias lo que constituye la como de costumbre”, pero el hecho de que se queje de la
vida mística, como dice con humor el P. Molinié, “estas ausencia de Dios es la señal de que Dios la trabaja. Para
gracias forman parte del almacén de accesorios”. Hay sentir su ausencia, hay que saber lo que es su presencia.
que reconocer que en la vida de Teresa ha habido gra­ Para experimentar a Dios como lejano, es preciso que
cias místicas muy reales, pero puramente interiores: en esté presente en el corazón de una manera oculta.
un momento dado ha experimentado que el fuego del Pero hay que insistir sobre todo en la manera como
amor divino quemaba su propio corazón. Pero la esen­ ha reaccionado en sus periodos de oscuridad. Hubiera
cia de su vida mística fue esta pasividad activa y viva, podido ponerse tensa, querer a todo precio procurarse
que se desarrolla en una atmósfera de paz. Sentía que esta presencia de Dios por sentimientos fácticos de la
era llevada por el amor de Dios como un niño es llevado voluntad o de la imaginación; nunca reaccionará de esta
en los brazos de su padre. Estaba segura de que nada le manera. En su oración, como en su vida ordinaria, va ?f
podía acontecer porque “sabía en quien había puesto su hacer intervenir el resorte del abandono o más bien el
confianza” (2 Tim 1,12). dinamismo del abandono. Os invito a hacer la misma
Lo que aparece sobre todo en los escritos de Teresa, experiencia.
cuando evoca su oración, son oraciones de quietud, de Sois creyentes, seguros de que Dios os ama con ternu­
silencio y de paz. Está allí bajo la mirada del Padre, con ra. Llegáis a la oración y estáis como una bestia delante
una conciencia muy viva de ser amada por El, viviendo de Dios. En lugar de forzar la mano de Dios para que
de esta ternura que la colma y también la supera. A par­ venga a vosotros, decidle sencillamente: “Padre mío, me
tir del momento en que el corazón de Teresa es llevado abandono a ti, haz de mí lo que quieras. Cualquier cosa
134 Jean Lafrance La oración de abandono 135

que hagas de mí, yo te doy gracias. Estoy pronto a todo, prueba de Teresa de sufrir siete años de oración árida.
acepto todo”. Sin duda, habéis reconocido la hermosísij Pero es ahí donde vamos a captar al vivo el dinamismo
ma oración de abandono del P. Carlos de f oucauld. Haf del abandono:
cedía hasta el final y veréis cómo se desarrolla en voso­
“No obstante este estado de sequedad, era cada
tros una gran calma, que os invade, un sentimiento de vez más asidua a la oración, 'feliz por lo mismo de
paz y de dulzura, muy por encima de toda consolación dar más a Dios".'No sufría que se robase ni un
sensible. solo instante a este santo ejercicio y formaba a
Conozco a personas encerradas con candado en sus sus novicias en este sentido" (C y R III, 28).
i
dificultades, que experimentan en sí un sentimiento de
desbloqueo, a partir del momento en que han compro­ En la oración, Teresa busca, pues, a Dios por El mis­
bado que no eran los dueños de su vida y que Dios los mo. Desde este punto de vista, la sequedad es útil, por­
tenía en su mano. Esto no quita nada a su responsabili­ que le asegura que no va a la oración por las ideas y
dad personal, pero la sitúa en segundo lugar con respec­ sentimientos que encuentra en ella, sino por Dios solo,
to a la acción de Dios. cualesquiera que sean los sentimientos que la acompa­
Y viviréis la experiencia de Teresa de que una oración ñen. Por eso la oración más seca desarrolla en Teresa un
seca puede ser muy nutritiva y hacernos experimentar la “affectus fidei”, un amor de fe del que hablan los espiri­
verdadera alegría de Dios. Siempre me había impresio­ tuales. Celina dice que se la creía inundada de consola­
nado una frase de san Juan de la Cruz. “El alma no va a ciones, tanto en sus palabras como en sus obras, por la
la oración para fatigarse, sino para relajarse”. Y no se le unción que tenían, tan unida estaba con Dios.
tenía precisamente por uno que favoreciese la búsqueda Va a Dios sencillamente para estar con él y darse
de consolaciones sensibles en la oración. Hablando de “más” —es su expresión— a su amor. Por eso en sus
Teresa, su hermana Celina dirá: relaciones con Dios, como en sus relaciones con sus her­
manas, distingue el sentimiento verdadero de la pura
"Su vida entera se deslizó en la fe desnuda. No emotividad en la que encerramos a menudo la oración y
había alma menos consolada en la oración; me la vida fraterna. Es un verdadero discernimiento lo que
confió que había pasado siete años en una ora­ verifica la oración de Teresa y su amor por sus herma­
ción de las más áridas. Sus retiros anuales y men­ nas. Se produce por un apego cada vez mayor a Dios y a
suales eran para ella un suplicio. Y, sin embargo, los demás, amados y queridos por sí mismos. Cuando
se la hubiera creído inundada de consuelos espiri­
una persona acepta el atravesar este desierto, Dios pue­
tuales, tal era la unción de sus palabras y de sus
obras, y tan unida estaba con Dios" (C y R III, 28). de colmarle de su dulzura y experimenta la verdadera
consolación, la del Espíritu Santo: “Consolador sobera­
no, dulce huésped de nuestras álmas, suave frescor...
Para una carmelita, que debe pasar cada día cuatro o
Ven a llenar lo íntimo del corazón de tus fieles”.
cinco horas de oración, se mide lo que ha debido ser la
136 Jean Lafrance
m oración de abandono 137

bió en el seno del Hijo único lo que este había bebido en


2. Digo sencillamente a Dios lo que quiera decirle |
el seno de su Padre. Todo hombre puede así escuchar en
él al Espíritu del Hijo, llamando “¡Abba, Padre!” Si el
Se comprende entonces que Teresa haga la experiencia
matrimonio carnal une dos Seres en una sola carne, con
de la libertad en la oración. No está apegada a una for­
mayor razón la unión espiritual los une en un solo
ma de oración, no tiene necesidad de ir a buscar en los
espíritu”.
libros bellas fórmulas compuestas para las circunstan­
Es la esencia misma de la oración, pues es el tiempo
cias. Y añade con humor:
de los esponsales, en el que se lanza uno a -,'tro una
"No tengo valor para sujetarme a buscar en los mirada de plenitud y donde se goza el uno del otro. No
libros bellas oraciones, esto me causa dolor de ca­ es sin experimentar una culpable indiscreción como se
beza. ¡Hay tantas...! (Ms.C, F25r0). penetra a hurtadillas en la oración de Teresa y tenemos
siempre miedo de emplear el lenguaje burdo de nuestras
¡Qué cercana se nos hace esta santa que tiene dolor de
experiencias humanas para evocar algo indecible. Y, sin
cabeza ante tantas oraciones y, digámoslo, ¡tantas san­
embargo, Teresa nos da a entender, por algunas confi­
deces!
dencias, que fue admitida a experimentar esta palabra
Cuando se está en los brazos de uno, sería una tonte­
del Padre a Jesús. “Tú eres mi Hijo muy amado. Gozas
ría decirle: “Espera un poco que voy a buscar en un
de todo mi favor”.
manual lo que debo deciros”. Basta, sencillamente, dejar
Un día en que su hermana Celina entraba en su celda
que hable el corazón. Una vez establecido entre nosotros
—volveremos sobre este acontecimiento— encontró a su
el acorde de fondo, se pueden tocar todas las demás
hermana rezando el “Pater”, con un gran recogimiento.
cuerdas de nuestro instrumento, dice el P. Surin. Pero
Y en sus ojos brillaban las lágrimas. Y añade:
hace falta mucho tiempo para que el Espíritu Santo nos
haga penetrar en este abrazo del Padre y del Hijo. Los “Amó a Dios como un niño querido ama a su
enamorados permanecen largas horas en los brazos del padre, con demostraciones de ternura increíbles.
otro, sin hablarse. Una sola palabra podría romper esta Durante su enfermedad llegó a no hablar más
intimidad y quebrar el hilo tenso de esta relación de que de él, tomó una palabra por otra y le llamó
‘papá’. Nos echamos a reír, pero ella replicó toda
ternura.
emocionada: ¡Oh, sí, el es en verdad mi ‘papá’! ¡Y
San Bernardo dirá en el Comentario del Sermón VIII qué dulce es para mí darle ese nombre!” (C v R
(sobre el Cantar de los Cantares), “que este conocimien­ ni, 33).
to mutuo del Padre y del Hijo, este amor recíproco no es
otra cosa que el beso más dulce, pero también el más Se piensa naturalmente aquí en lo que dice san Pablo
secreto”. El hombre que recibe el Espíritu recibe este en la carta a los Romanos: “Recibisteis un espíritu de
beso y entra en el abrazo trinitario. Y añade: “Juan be­ hijos adoptivos que nos hace exclamar: “¡Abba, Padre!”
138 Jean Lafrance la oración de abandono 139

palabras. IPor eso el- fondo de la oración de Teresa está


(Rom 8,15). “Es la palabra familiar del niño, “Papá",
desconocido en el vocabulario religioso del judaismo, es constituido por un silencio de amor. Hace callar todos
la expresión de la intimidad filial, llena de familiaridad y sus circuitos personales para ponerse a la escucha de
de ternura de Jesús y de su Padre” (T.O.B. Nota Z). Dios. Y cuando se calla es cuándo Dios puede hablar.
En el fondo, en su oración, Teresa persigue el diálogo Además, Teresa es auténtica y le atrae poco lo “subli­
de Jesús con su Padre, a propósito de todos los hom­ me” de las oraciones hechas. Pero dice que le gustaba el
bres. Y el fondo de su oración lo constituye una sola j oficio divino.
palabra “Padre”, que aflora en su conciencia como en la Por otra parte, experimenta lo que nuestros hermanos
de Jesús, en toda ocasión: “Padre te doy gracias por de Oriente dicen de la oración de Jesús. Aconsejan al
haberme escuchado... Padre, te bendigo por haber ocul­ que se pone en oración que recite despacio la fórmula:
tado estas cosas a los sabios y a los hábiles... Padre, te “Señor Jesús, hijo de Dios Salvador, ten piedad de mí
alabo... pecador”, de tal manera que la oración de los labios
Pero en este diálogo muy sencillo hay lugar para una ilumine progresivamente la oración del corazón. La se­
gama de sentimientos e intercambios, como se hace con ñal de que esta oración ha bajado de la cabeza al cora­
un amigo que nos escucha y nos ama. Se le habla fami­ zón es que el hombre experimenta en sí mismo una cier­
liarmente para decirle todo lo que se tiene en el corazón ta dulzura, o mejor, un cierto calor, el del Espíritu
y afecta a nuestra propia vida: Santo. Teresa no conocía la oración de Jesús, pero en­
cuentra ahí una gran ley tradicional de la oración.
"Hago como los niños que no saben leer: digo a
Un hombre como Julien Green evoca este estado pro­
Dios con toda sencillez lo que quiero decirle, sin
ducido por la recitación de algunas oraciones. Por eso
componer bellas frases, v siempre me entiende...
(Ms.C, F25ro). escribe en su diario: '

"No se aprende a orar en los libros, como tam­


3. Rezo muy despacio un padrenuestro poco se aprende con libros a hablar inglés o ale­
mán. Se puede hacer notar esto que, sin embargo,
se escapa a muchos autores, y es que hay un mo­
En Teresa, se da un mutuo juego entre la oración del mento en que el que ora pierde pie de pronto. Aun
corazón y la de los labios. Se podía creer, después de las oraciones recitadas llevan a esto algunas ve­
todo lo que hemos dicho, que a Teresa no le gustaba la ces. ¿Qué significa pierde pie? Significa que no se
oración vocal. Hay que comprender bien el sentido de sabe lo que se hace pero que esto no tiene impor­
sus palabras. Como Cristo en el evangelio, no puede so­ tancia. Es un poco como el segundo en el que se
cae en el sueño. ¡Cuántas veces he acechado este
portar una cierta palabrería como si se tratase de hablar
instante de la caída en el sueño! Pero viene sin
mucho para hacerse oír mejor. El Padre sabe lo que ne­ que se sepa, y pienso que lo mismo sucede con la
cesitamos, no es útil recordárselo con una oleada de
140 Jean Lafrance I ¡j¡ oración de abandono 141

oración con o sin palabras” (J. Green, Vers l'invisi­ su Padre, decid lentamente: “Padre nuestro que estáis en
ble Livre de poche).
el cielo,

Teresa ha experimentado este hecho habituai en la "y esté en la consideración desta palabra tanto
vida de oración, según el principio que enunciábamos tiempo, quanto halla significaciones, comparacio­
más arriba, a saber, que se piensa en el Otro antes de nes, gusto y consolación en consideraciones perti­
nentes a la tal palabra" (San Ignacio, Ejercicios n.u
inquietarse por sí. Y experimenta esto sobre todo en los
252).
períodos de sequedad:
Luego se hará lo mismo con las demás frases del Pa­
“Algunas veces, cuando mi espíritu se encuen­ dre Nuestro. Sin duda no llegaréis a terminar el texto al
tra en una sequedad tan grande que me es impo­
cabo de la hora, no importa. Lo esencial no es meditar
sible formar un solo pensamiento para unirme a
sobre las palabras de Cristo, sino prensarlas en el cora­
Dios, rezo muy despacio un "padrenuestro”, y lue­
go la salutación evangélica. Estas oraciones, así zón y recitarlas con los labios. Así, cuando digáis: “San­
rezadas, me encantan, alimentan el alma mucho tificado tu nombre” volved esta frase y decir: “Santifica
más que si las recitara precipitadamente un cen­ tu nombre”, “Muéstrate Santo!” A lo largo de esta ora­
tenar de veces..." (Ms.C, F25vo). ción habrá que fijarse en Cristo y mantenerse en sus pa­
labras, rechazando toda otra imagen o idea. Tenéis que
¿Qué sucede cuando una persona dice lentamente las vencer el aburrimiento. Pero estad persuadidos de que
palabras del Padrenuestro? A fuerza de golpear su cora­ una vez salidos de la oración, sorprenderéis a vuestro
zón con las palabras mismas de Cristo, lo atraviesa y corazón “en flagrante delito de oración”. Esta manera
hace brotar el Espíritu oculto en el fondo de su corazón, de orar es muy nutritiva para la vida de unión con Dios.
del que ni él mismo tiene conciencia. Es poco más o Teresa comprende esto desde el interior y cuando co­
menos lo que dice san Pablo en Romanos (8,26): “Pues mienza a decir el Padrenuestro se detiene y no puede
nosotros no sabemos cómo pedir para orar como con­ avanzar. Comprende ya lo que veremos en là eternidad.
viene, mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con En una palabra, gusta ya el cielo en la tierra y no ve bien
gemidos inefabiles”. lo que tendrá de más en el cielo que no tenga ya en la
A los que trabajan duramente en la oración, quisiéra­ tierra. Comprueba plenamente el fin que Teresa de Avila
mos darles este sencillo consejo de Teresa. Tomad una ha señalado a sus hijas cuando les invita a hacer ora­
hora entera y el texto del “Padrenuestro”, pues hace fal­ ción. Un día en que se hablaba delante de Teresa de
ta mucho tiempo para recogerse y hacerse una persona Lisieux de los prestidigitadores e hipnotizadores, gritó:
atenta, capaz de permanecer en la oración con una sola “¡Cómo me gustaría ser hipnotizada por Cristo!”. En el
palabra. Cuando hayáis hecho silencio para que el espí­ fondo, hacer oración para la gran Teresa, como para la
ritu venga a vosotros para recitar la oración de Jesús a pequeña, es aceptar el ponerse durante una hora bajo la
142 Jean Lafrance la oración de abandono 143

irradiación fulgurante de la mirada de Dios, que pénétra. como a todos los pequeños a los que se les revelan los
hasta el fondo del corazón, como un laser. misterios del Reino. Ilustra bien lo que hemos intentado
Me maravilla hoy el ver a tantos religiosos y religiosas decir muy imperfectamente:
que corren detrás de todas las técnicas orientales —que
no desprecio— para aprender a orar. Me dan ganas de "La Madre, de Ponçonnas, fundadora de las
Bernardinas reformadas, en el Delfínado, estando
decirles: “¡No vayáis a buscar entre los hindúes, mirad a
en su infancia en Ponçonnas, cavó en manos de
vuestro perro que espera la vuelta de su dueño, y sabréis una vaquera que le pareció tan rústica que pensó
lo que es esperar la vuelta de Jesucristo y, por tanto, no tenía ningún conocimiento de Dios. La tomó
hacer oración!” No es gracioso el ser un pobre perro que aparte y comenzó con todo interés a trabajar en
no puede hacer nada para salir de la situación de esperar su instrucción. Esta maravillosa hija le pidió con
porque no tiene ninguna otra carta de recambio para abundantes lágrimas que le enseñase lo que tenía
que hacer para terminar su Pater, pues, decía en
distraerse esperando la venida de su dueño. Está obliga­
su lengua montañesa: "Yo no sé llegar hasta el fin.
do a aburrirse hasta el momento en que le vea. Desde hace casi cinco años, cuando pronuncio
Pienso aquí en Teresa de Avila, tiene sesenta y siete esta palabra ‘Padre’, y considero que el que está
años la víspera de su muerte, está sobre su jergón. El P.' allá arriba, decía levantando el dedo, que aquel es
Antonio de Jesús le lleva el Santísimo Sacramento. Se mi Padre, lloro y me quedo todo el día en este
esfuerza en enderezarse, y mirando a Cristo Eucaristía: estado cuidando mis vacas" (Brémond, Hist. du
“Tiempo es ya que nos veamos... Ya es tiempo de cami­ Sentiment réligieux, II).
nar”. Pero Teresa está en camino desde siempre, desde
que se puso a hacer oración.
Esta es la oración de abandono en Teresa:

"Un día entré en la celda de nuestra querida


hermanita y quedé sobrecogida ante su expresión
de gran recogimiento. Cosía con gran actividad y,
sin embargo, parecía perdida en una contempla­
ción profunda:
—¿En qué pensáis —le pregunté.
—Medito el Pater —me respondió—. ¡Es tan
dulce llamar a Dios: Padre nuestro.
Y las lágrimas brillaron en sus ojos" (C v R III,
33).

Para terminar, quisiera citar un texto lleno de humor


dado por Henri Brémond. Podría aplicarse a Teresa
Capítulo X

TERESA DESCUBRE UN CAMINO NUEVO

La vida de un santo está en continua evolución, y la


vida de Teresa no ha escapado de esta ley de crecimien­
to. No ha tratado nunca de saber dónde estaba en su
caminar, pues no quería acumular méritos. Le impprta
poco morir joven o anciana, “lo único que desea es dar
gusto a Jesús”. Pero al atardecer de su vida, en el mo­
mento en que canta las Misericordias del Señor para con
ella, escribiendo la Historia de 'su alma, lanza una mirada
sobre las diversas etapas recorridas. Al escribir, se sitúa
ante Dios fijando los movimientos de su acción en ella
para conservar espiritualmente el recuerdo d£ ella y juz­
gar de- la dirección que le imprime.
El encadenamiento de las grandes etapas de su vida,
las contempla por las cimas. Comprende con alegría que
todos los instantes de su destino humano han sido trans­
figurados por la acción de Dios y da gracias por ello.
Nuestro propósito aquí no es trazar la curva de su cami­
nar, que se realiza de manera distinta en cada santo;
otros lo han hecho muy bien para Teresa, estamos pen­
sando en el P. Conrad de Meester en su libro Les mains
vides. Quisiéramos sencillamente retener una sola etapa.
146 Jean Lafrance • Vn camino nuevo 147

que nos parece fundamental para el propósito de este’ pero aprovechando, sin embargo, su enseñanza. Lo me­
libro, a saber: el momento en que entra en lo que llama jor es comprender lo que ha querido decir para que po­
“su caminito nuevo”. Entonces inicia su movimiento de damos permanecer flexibles cuando Dios nos invite a
abandono. doblar el espinazo para entrar en .este camino del aban­
El descubrimiento del movimiento de abandono está dono.
ligado en ella a la toma de conciencia de su camino nue­
Teresa ha deseado siempre ser una gran santa y ha
vo, camino muy recto y muy corto. Lo que nos permite
venido al Carmelo para Jesús solo. Añade que el Señor
afirmar esta ligazón entre “camino nuevo” y “abando­
le ha dado la gracia de no tener ninguna ilusión y de
no”, es una expresión bisagra que aparece en los dos
encontrar en el Carmelo la vida tal como era: esto indica
textos en que habla del abandono y de su caminito. Alu­
un gran realismo, a los quince años. Desde que tuvo
de entonces “a los brazos de Dios o de Jesús”. Citemos
conciencia, Teresa se entregó a Dios sin reserva, pero no
de memoria estos dos textos.
podía evitar el querer esta perfección de una manera hu­
El primero en el que habla del abandono:
mana y demasiado activa. Todos soñamos con una san­
"Jesús se complace en enseñarme el único cá* tidad conseguida a fuerza de puños. Sabe por experien­
mino que conduce a esta divina hoguera. Este ca­ cia que no hay que apoyarse en nada, ni en sus méritos,
mino es el abandono del niñito que se duerme sin ni en su voluntad, ni en sus recursos humanos.
miedo en los brazos de su padre... (Ms.B, F 1ro).
Pero es normal hacer planes de santidad, mortificarse
para alcanzar el fin que uno^ se ha fijado y que es éste:
Y el segundo texto va a enriquecerse con dos nuevas
Dios mismo y su santidad. El hombre estará siempre
imágenes, las de la escalera y del ascensor, que serán los
tentado de querer adueñarse de Dios por medio de sus
brazos de Jesús:
obras, de su ascesis y de su oración: todas estas actitudes
“Yo quisiera encontrar también un ascensor son mcvimientos falsos. No debe levantar las manos
para elevarme hasta Jesús, ya que soy demasiado para apoderarse de Dios, sino que debe bajarlas en un
pequeña para subir la ruda escalera de la perfec­ movimiento de acogida y de deseo. Hay que desear a
ción... ¡El ascensor que ha de elevarme al cielo, Dios con todas las fuerzas de su ser, pero renunciando a
son tus brazos, oh Jesús!” (Ms.C, F3ro). conquistarlo.
Teresa ha puesto por obra todos sus recursos huma­
nos, pero se da pronto cuenta que esto es poca cosa.
1. No apoyarse en nada Hay en nuestra necesidad de actividad, llevada con vis­
tas a la santidad, mucho'amor propio, hay sobre todo
Pero volvamos a esta etapa del abandono en el cami­ un instinto de poseer y de realizar en el que se desliza
nar espiritual de Teresa. Olvidemos un poco el camino fácilmente el orgullo:
148 Jean Lafrance Vn camino nuevo 149

"¡Ah! ¿De modo que queréis poseer riquezas? • hacía todo, que ella no podía hacer nada, sino consentir
Apovarse en eso es apovarse en un hierro ardien­
a Dios:
te" (C y R II, 22).
"Porque era profundamente humilde, Sor Tere­
Y por eso en nuestras relaciones con Dios y en las sa del Niño Jesús se sentía incapaz de subir la ás­
relaciones con nuestros hermanos, nuestros mejores de­ pera escalera de la perfección: por eso se dedicó a
seos tienen necesidad de ser purificados. Diría: cuanto volverse cada vez más pequeña, a fin de que Dios
se hiciese completamente cargo de sus cosas y la
más apuntan a un fin más elevado, más limpias deben de
llevase en sus brazos, como acaece en las familias
ser nuestras intenciones, como el sarmiento de la viña. con los niñitos. Quería ser santa pero sin crecer”
Entonces, Dios se pone a trabajar en nosotros —por (C y R II, 40).
otra parte, no ha dejado nunca de actuar— para tratar
de hacernos comprender que hemos calculado mal el Aunque era muy humilde, Teresa no ha sido dispensa­
gasto. Tenemos que comprender que Dios no es sólo el da de experimentar su impotencia. Sus mejores deseos
fin hacia el cual tienden todos nuestros esfuerzos, sino han debido pasar por el crisol de la purificación. Ha
que el es también la fuente de donde nacen. comprendido vitalmente lo que decía un viejo trapense a
Para muchos de nosotros, es preciso un serio trabajo las monjas de las cuales era capellán:
de la gracia que nos haga comprender esto, es la obra de “Dios hace todo, pero depende de nosotros el que lo
las purificaciones pasivas descritas por san Juan de la haga todo”.
Cruz. Surgen en nuestra vida crisis más o menos agudas Cuando evoca la ruda escalera de la perfección, no
—sean tensiones de nuestra sicología o sucesos exterio­ puede olvidar que cuando era niña no podía subir la
res importa poco—, lo esencial es que descubramos ex­ escalera sola, sin gritar a cada escalón: ¡Mamá! ¡Mamá!
perimentalmente que Dios es todo y que nosotros no (Carta de Mme. Martin a Paulina, nov. 1875).
somos nada. De hecho. Dios ahonda en nosotros el sue­
lo de la humildad para poder hacer germinar en él el gra­
no de la santidad. Habría un medio de escapar de estas 2. A pesar de mi pequenez, puedo aspirar a la santidad
crisis: es estar por debajo de tierra para que Dios no
tenga nada que limar. En una palabra, los humildes no He aquí cómo se expresa sobre este tema a Madre
tienen nada que temer en este terreno. María de Gonzaga. Este texto es fundamental en el ca­
Porque Teresa era profundamente humilde, recorde­ minar d*Teresa; hemos citado trozos, pero hay que leer­
lo entero:
mos sus últimas palabras, sobre su lecho de muerte: “Sí,
me parece que nunca he buscado más que la verdad. Sí, "Sabéis, Madre mía, que siempre he deseado ser
he comprendido la humildad de corazón...” A causa de santa, pero, ¡av!, cuantas veces me he comparado
esta humildad ha comprendido muy pronto que Dios lo con los santos, siempre he comprobado que entre
150 Jean Lafrance
Un camino nuevo 151

ellos y yo existe la misma diferencia que entre


abandono, silencio, escuchar, mirar, prestar atención,
una montaña cuya cima se pierde en los cielos y
el oscuro grano de arena que a su paso pisan los dejarse hacer... ,Todo esto tiene precio a los ojos de Dios
caminantes. porque es solamente lo que nos permite recibir a Dios y
Pero en vez de desanimarme, me he dicho a mí reflejar lo infinito. San Ireneo decía: “Lo propio de Dios
misma: Dios no podría inspirar deseos irrealizables; es hacer, y lo del hombre dejarse hacer” (Advenus
por lo tanto, a pesar de mi pequéñez puedo aspi­ Haereses).
rar a la santidad. Acrecerme es imposible; he de Teresa traduce muy bien esta experiencia en una carta
soportarme a mí misma tal y como soy, con todas
a su hermana Celina:
mis imperfecciones. Pero quiero hallar el modo de
ir al cielo por un caminito muy recto, muy corto;
"Cuando Jesús mira a un alma, inmediatamente
por un caminito del todo nuevo" (Ms.C, F2vo).
le da su parecido divino, pero es necesario que
Una vez que ha tomado conciencia de su impotencia, esa alma no cese de fijar sólo en él sus miradas”
de sus imperfecciones, y sobre todo después de haberse (Cartas, 26.6.1892).
aceptado tal como es. Dios puede revelarse a Teresa
Teresa ha recibido en el curso de su vida algunas gra­
como Aquel que está pronto a hacer todo el trabajo. Al
cias místicas de este género. Pensemos en la de 9 de ju­
principio, trataba de ir hacia Dios y sobre todo de amar­
nio de 1895, en la que descubre el Amor misericordioso,
le; al final, comprende que basta con dejarse amar por
sin olvidar la de 7 de julio 1897, que está en la línea de la
El. Esto supone en ella una luz muy profunda sobre la
de junio. Comenzaba en el coro el Viacrucis:
dimensión totalmente loca del amor de Dios para con
ella. Teresa no ha decidido un buen día entrar en el “ca­ "Cuando de repente me sentí presa de un amor
minito” y abandonarse a Dios; pero el 9 de junio 1895, tan violento hacia Dios que no lo puedo explicar,
recibió la gracia de comprender más que nunca cuánto sino diciendo que parecía como si me hubieran
desea Jesús ser amado” (Ms.A, F84). hundido toda entera en el fuego. ¡Oh!, qué fuego y
Descubrir este Amor es todavía una conversión. El qué dulzura al mismo tiempo. Me abrasaba de
amor, y sentí que un minuto más, un segundo
hombre no se convierte a Dios, sino que es siempre Dios
más, y no podría soportar aquel ardor sin morir”
el que se convierte al hombre en Jesucristo y le pide (Cuaderno Amarillo 7-7-2).
acoger este amor abandonándose a él. Cuando un hom­
bre ha comprendido que Dios le había amado primero y Hay otra gracia de la cual se ha hablado muy poco,
que este amor estaba trabajando en su propia vida, no le porque se sitúa en el comienzo de su vida religiosa, en el
queda más que una cosa por hacer: dejarse amar por momento de su toma de hábito, en julio 1889. Sin em­
Dios. Desde que Teresa ha entrevisto este rostro de bargo, es interesante anotarla, pues Teresa dice al final
amor, ha habido un cierto número de palabras y de una frase que explica las locuras de amor que pueden
expresiones que han adquirido importancia para ella: realizar algunos santos. Es una gracia que se parece al
152 Jean Lafrance Un camino nuevo 153

“vuelo del espíritu” que arranca a un hombre de su vida No comprendéis nada... Estáis al otro lado de la placa...
normal: es en el momento en que va a orar al jardin en Pensáis que es heroísmo, debido a una “voluntad de hie­
la gruta de santa Magdalena, está sumergida en un gran rro”, como decía un día un predicador a propósito de
recogimiento: Teresa. ¡No, no es eso! Si me atreviera, diría que no
podía obrar de otra manera. Hay algo más en Teresa,
"Es como si me hubiesen echado un velo sobre
que no es ya de la tierra y que señala el Espíritu de
todas las cosas de la tierra... Estaba enteramente
Pentecostés. Desde el día en que el Amor le ha penetra­
escondida bajo el manto de la Santísima Virgen.
Por entonces, me habían encargado del refecto­ do por todas partes, ha estado rodeada y transformada
rio, y recuerdo que hacía las cosas como si no las por él.
hiciera, como si me hubieran prestado un cuerpo: Como dice el P. Molinié, O.P.: “Le ha caído el cielo
Permanecí así durante toda una semana. Era una sobre la cabeza”. Y a partir de ese día, Teresa, como
cosa sobrenatural muy difícil de explicar. Dios todos los demás santos, eran capaces de las mayores lo­
sólo puede colocarnos ahí y basta algunas veces curas por Dios; entregar su cuerpo a las llamas o, como
para desprender a un alma para siempre de la tie­
el P. Kolbe, ofrecer su vida a cambio de otro prisionero.
rra” (Cuaderno Amarillo, 11.7.2).
En otras palabras, es el poder de Dios, la “dynamis tou
théou” de la que habla san Pablo que les reviste. Cómo
3. ¡Oh!, ¡no es eso! explicar de otra manera la actitud de Teresa y la del P.
Kolbe. Con heroismo hubiera podido ofrecer su vida,
Se comprende después de tales gracias que esto baste pero no transformar ese búnker del hambre en un lugar
a despegar a uno de la tierra. Se cuenta que san Ignacio en el que todos esos muertos vivos cantaban cánticos. Es
de Loyola estaba atormentado por tentaciones contra la preciso que súbitamente estos hombres sean puestos en
castidad; un día, la Virgen se le apareció y ha confesado presencia del cielo, del Espíritu de Pentecostés para ha­
luego que no había vuelto a ser tentado en este terreno. cer cosas semejantes.
Decimos a \^eces: “No sería capaz de obrar como el P.
Cuando leemos la vida de Teresa de Lisieux, nos admi­
ramos al ver la calidad de su amor, su espíritu de renun­ Kolbe”. Y todos estamos ahí, si la fuerza de arriba y el
poder de Dios no se nos dan, pero el día en el que el
ciamiento y todo lo que ha hecho. Un día en que sufría
rostro de Cristo Resucitado se muestre a nosotros, sere­
moralmente (a causa de la prueba de la fe, al final de su
mos capaces de todo. Santa Perpetua sufría horrible­
vida) y también físicamente, alguien habló de heroísmo
mente en prisión, con los dolores de parto; y el verdugo
ante ella. Y respondió: “¡Oh!, ¡no, no es eso!”
le dijo: “¿Qué pasará mañana en la arena?” Y ella le
En esta respuesta, no hay tan sólo una rectificación, se
responde entonces: “Hoy sufro por mí misma, mañana
da el sufrimiento de uno que no es comprendido, un
otro sufrirá en mí”.
poco como Cristo sufría de la dureza de corazón de sus
Por tanto, no digamos: “Si tuviese la décima parte de
apóstoles que no comprendían nada. Es como si dijese:
154 Jean Lafrance Un camino nuevo 155

la voluntad de Teresa, lo conseguiría”. No está ahí el ción de sor María de la Trinidad. P. A. Baveux.
problema, y en este terreno, Teresa se daba perfecta Tomo III, F. 850).
cuenta de que era tan pobre como nosotros. Nuestra ad­
miración por el valor de los santos les haría sonreír, ¿Qué es abandonarse a Dios? Es algo distinto de subir
pues han sido movidos y empujados por el poder de Je­ a él, es mucho más profundo, es una disolución total de
sús resucitado que les comunicaba su espíritu. Teresa en la voluntad de Dios. Es lo que el P.de Caussa-
de, con todos los espirituales, llama abandono en la Pro­
videncia divina.

4. Abandonarse en los brazos del Padre Para hacernos comprender la diferencia entre el don
total y el abandono, Teresa ha contado la historia del
bienaventurado Suzo. Era un amante de la sabiduría y
Cuando se ha recibido esta revelación del amor de
se mortificaba de una manera'terrible para obtener esta
Dios se es capaz de todo y, en primer lugar, de abando­
sa^duría; un ángel !#le apareció un día y le dijo: “Has­
narse a su acción. Es como si Dios nos dijese: “Te amo
ta ahora eras un simple soldado, ahora te voy a hacer
muchísimo más de lo que tú sospechas, abandona entre
caballero. Abandona todas estas mortificaciones y no
mis manos todas las palancas de mando”. Es la situa­
decidas ya más por ti mismo. Yo lo arreglaré todo”. Al
ción del barco que atraviesa el canal de Suez: jLcapitán
leer esta historia, Teresa del Niño Jesús decía: “Yo he
debe abandonar el timón en manos del piloto. Es una de
sido desde el principio caballero”. Era tan humilde y por
las mejores imágenes de la fe y de la confianza que
eso tan purificada —lo hemos dicho más arriba— como
conozco.
para no conocer esos combates en los que el hombre
Es la comparación del ascensor utilizada por Teresa:
quiere rivalizar £n generosidad con Dios. En el fondo,
"Estamos en el siglo de los inventos. Ahora no nunca ha decidido por sí misma y cada vez que Dios la
hay que tomarse el trabajo de subir los peldaños tocaba no oponía ninguna resistencia, y por eso obtenía
. de una escalera; en las casas de los ricos el ascen­ todo lo que pedía. Dios resiste a nuestras peticiones por­
sor la suple ventajosamente" (Ms.C, F2-3). que discutimos con él. Henri Suzo ha recibido una luz
—tal vez a causa de su combate precedente— para com­
Veremos en el próximo capítulo, que dos o tres años prender algo sutil y más exigente, pero de otro orden.
antes, Teresa había dicho a sor María de la Trinidad que
Teresa ha sido puesta de entrada en el juego frente a este
se desanimaba precisamente frente a la escalera de la
misterio de luz, que no ha sido dado, sino tardíamente al
perfección.
bienaventurado Suzo.
“Pronto, vencido por vuestros inútiles esfuerzos Una conclusión para terminar este párrafo. Si quere­
(Dios) bajará él mismo y, tomándoos en sus bra­ mos entrar en la vía del abandono —algunos llegan a
zos, os llevará para siempre a su Reino" (Deposi- hacer de ello voto—, debemos desear esta luz y pedirla
156 Jean Lafrance Un camino nuevo 157

realmente Dios no nos la puede negar, si lo hacemos La fórmula varía según la decisión interior; lo mejor
con buenos modales: “Por favor, Señor, muéstrame tu sería componer cada uno su acto de abandono como lo
rostro de Misericordia. Desde ahora te agradezco el ha­ ha hecho Teresa a propósito del Acto de Amor. Se pue­
bérmelo concedido”. Podremos entonces, cómo san Pa­ de utilizar también la oración del P. de Foucauld o el
blo, llevar el verdadero combate, el buen combate, no la Acto de-Ofrenda al Amor Misericordioso de santa Tere­
lucha en la que pensamos tan a menudo. Será el tema de sa o una consagración a la Virgen. Algunos más acos­
nuestro párrafo siguiente. Podemos, como Teresa, ser en tumbrados a los ejercicios tomarán el “Suscipe”. Es
seguida caballeros, aunque hoy no seamos más que de siempre preferible que sea pronunciado al final de un
segunda clase. retiro y preparado por contemplaciones variadas que
nos orienten hacia el abandono.
Lo esencia|g&n este asunto es que demos a Dios “carta
5. El Acto de abandono
blanca” para que su voluntad se'cumpla en nosotros y
El acto por el cual el hombre deja de caminar hacia que consintamos en ello totalmente. La lectura de los
Dios para abandonarse a él es puramente interior. Es capítulos 11 y 12 de la carta a los Hebreos puede ayu­
una decisión de la libertad profunda de dar p^erencia damos a vivir esta actitud de fe:
al pensamiento de Dios y a su acción en nosotros. Por
"Por la fe, Abraham, al ser llamado por Dios,
eso el abandono proviene de “la obediencia de la fe” de obedeció y salió para el lugar que había de recibir
la que habla san Pablo dos veces en la carta a los Roma­ en herencia, v salió sin saber a dónde iba" (Hb
nos (1,5) y (16,26). El hombre alcanza en lo más profun­ 11,8).
do de su ser la actitud de Cristo y de todos los testigos
de la fe que dicen: “Héme aquí, oh Dios, para hacer tu Propiamente hablando, este Acto cuando se hace por
voluntad”. iniciativa de Dios, señala una entrada en la vía mística.
Pero porque el hombre es carne y espíritu, esta deci­ Lo que constituye la esencia de esta vida no son los fe­
sión interior debe tomar cuerpo en un acto que significa, nómenos extraordinarios, sino un predominio de la ac­
a los ojos de Dios y a sus propios ojos, la decisión del ción del Espíritu en nosotros. El hombre se siente lleva­
hombre de vivir en adelante abandonado. Importa poco do por la vida de Dios y su barca es guiada por el soplo
la fórmula que se utilice para hacer este acto, pero hay del Espíritu. No decide ya nada por sí mismo y espera
que ponerlo en los términos que corresponden a la deci­ que Dios le mueva por la acción de su gracia. Siente que
sión interior. Por otra parte, el hombre, al vivir en el toda su vida está como actuada y movida por el Espíritu
tiempo y en el espacio, tiene necesidad de renovar este Santo.
acto, pues su libertad es fluctuante. Algunos renovarán De aquí vienen las oraciones de quietud y de silencio.
este don cada día en la Eucaristía y otros en las grandes Como Agar, el hombre puede decir en la oración: “Eres
etapas de su vida (ejercicios, retiros, etc.). un Dios que ve” (Gén 16,13). Y tan pronto como en la
158 Jean Lafrahce

vida o en la oración surge una inquietud, dice como


Abraham: “Yavé proveerá” (Gén 22,24). Es difícil des­
cribir esta oración cuando uno no la vive. El P. Lalle-
mant dice sobre este tema que hay la misma diírencia
entre lo vivido y lo expresado, que entre un león pintado
y un león en la realidad.
No diría que esta oración no tiene dificultad, pues el
Capítulo XI
hombre tiene a menudo la impresión de perder su tiem­
po; pero me atrevo a decir que es fácil en el sentido de LA T^TACION CONTRA LA ESPERANZA Y EL
que es dada al hombre gratuitamente y que la encuentra
ABANDONO
en sí sin esfuerzo. Se dice de san Ignacio que, llegado al
final de su vida, “podía encontrar a Dios cuando quería
y a cualquier hora” (Autobiografía, n.s 99). Le bastaba
Quisiéramos responder ahora a una pregunta práctica
ponerse en oración para encontrar el sentimiento de la
presencia de Dios. Como Teresa, que noWabía estado que todo hombre, comprometido en el seguimiento de
Cristo, se plantea más o menos. Un día u otro, llegamos
nunca tres minutos sin pensar en Dios, porque le amaba.
a tope en nuestra marcha hacia Dios y experimentamos
Deseo y pido para que esta gracia, preparada para todos
que nuestras fuerzas nos traicionan:
los que hacen el acto de abandono, les sea concedida en
plenitud según su estado. "Queréis escalar una montaña, y Dios quiere
haceros descender al fondo de un valle fértil, don­
de aprenderéis el desprecio de vos misma” (C v R
II, 16).

Muchas peripecias nos obligan a plantear el problema


que resulta de una tensión entre estas dos actitudes: “es­
calar” o “bajar”. Es, pues, el problema fundamental de
la esperanza el que se nos va a plantear.

1. Escalar o bajar

La solución nos la da Teresa en los Manuscritos. Lo


que diré aquí será el comentario de su mensaje a través
160 Jean Lafrance Tentaciones 161

de sus luchas. Para aprovechar este mensaje hay que ser Dios. Una de las razones por las cuales la moral está en
tentado en el terreno de la esperanza y de la confianza. crisis, es que rechazamos el reconocernos pecadores y el
Diré que es poco más o menos la única tentación def. temer a Dios. Los que rechazan el temer y el gritar hacia
vida. No se trata de una tentación contra el abandono. Dios rechazan al mismo tiempo la tentación contra la
El P. Liberman, que fue uno de los más grandes maes­ esperanza, pues se dispensan de la confianza en el Amor
tros espirituales del siglo XIX. nos ha dejado muchas car­ misericordioso, como dice Teresa.
tas de dirección. Y dice poco más o menos esto: una de
Dios no es una especie de abuelo indulgente y bona­
las cosas que más paralizan a los hombres en sus relacio­
chón que pasa la esponja sobre nuestras majaderías. Tie­
nes con Dios y que les impide el avanzar más, es la falta
ne demasío respeto por nuestra voluntad para obrar
de confianza y de esperanza. Y añade que este es un
así. No se puede hablar de la misericordia si no se cree
punto en el que el director deberá trabajar lo más enér­
en su justicia y en su santidad. Y la misericordia es pre­
gicamente posible para saber la calidad de la confianza
cisamente este poder que Dios tiene de tomar un cora­
de su dirigido, sin detenerse en los “problemas y •*pes-
zón endurecido, tocarlo y arrancar un grito al que no
tades” que le inquietan.
puede resistir. Es la confianza lo que nos hace gritar ha­
¿Qué sabe el hombre que no ha sido tentado contra la
ya Dios. Es lo que justifica la confianza sin límites que
esperanza? Diría que en nuestra época es la tentación
nos predica Teresa del Niño Jesús.
que acecha sobre todo a los cristianos, no tanto una cri­
sis de fe cuanto una crisis de esperanza. Los militantes, Cuando un hombre no lanza este grito de confianza
los sacerdotes, los simples cristianos, se sienten tentados hacia Dios porque se duerme en la falsa seguridad del
de bajar los brazos y decir: “¿Qué podemos hacer ante sueño, está separado del Amor misericordioso por un
esta situación?” Es lo que explica el desinterés de los abismo. Hay hombres Nasí, que han llegado a una plena
militantes por la acción política o sindical y el interés tranquilidad de conciencia porque han suprimido en su
por los servicios concretos como lo hace la Madre vida las exigencias de Dios. Debo poneros en guardia
Teresa. contra toda doctrina que hiciese inútil el mensaje de Te­
El hombre mayor en la fe es el que ha conocido estas resa sobre la confianza. No se trata de asustaros, sino de
tentaciones contra la esperanza y las ha atravesado. El animaros entregándoos la verdadera seguridad de los
hombre pequeño no ha conocido estas tentaciones, las pobres.
que forjan un cristiano y le hacen pasar de la infancia a La doctrina de Teresa se dirige a los que querrían re­
la edad adulta. No se trata de buscar “trucos” —permi­ nunciarse y no lo consiguen. Si padecéis el estar sin
tidme la expresión— para esquivar estas tentaciones. amor de Dios y lo confesáis humildemente, entonces Te­
Pienso en todos los que dicen: “No hay pecado, no hay resa tiene una palabra para vosotros. Pienso aquí en la
infierno”. Hay que luchar contra todo sentimiento de hermosa oración de María-Noel que Teresa podría to­
culpabilidad, es cierto, pero no evacuar el temor real de mar a su cuenta:
Tentaciones 163
162 Jean Lafrance

“Dios mío, no os amo, ni siquiera lo deseo. Me que”. Pues bien, Dios ha dado a Teresa una fuerza ex­
aburro con vos. Tal vez ni siquiera creo en vos. i traordinaria, pero le ha dado también un instinto para
Pero mírame al pasar. Resguardaos un momento hacer comprender que lo que ella enseñaba no suponía
en mi alma, ponedla en orden de un soplo sin pa- la fuerza que tenía. En una confidencia, Madre Inés decía:
recerlo, sin decirme nada. Si tenéis ganas de que “Dios le ha dado muchos sufrimientos para autentificar
crea en vos, traedme la fe. Si tenéis ganas de que
su mensaje, pero esto no quiere decir que el sufrimiento
os ame, traedme el amor. Yo no lo tengo y no
puedo nada. Os doy lo que tengo: mi debilidad, mi forme parte integrante de su mensaje”. La parte quinta
dolor. Y esta ternura que me atormenta y que vos de “Consejos y Recuerdos” se titula “Fuerza en el sufri-
veis tan bien... Y esta desesperación... Y esta ver­ miento’J^Teresa ha dicho también claramente a Celina y
güenza enloquecida. Mi mal, nada más que mi a María ae la Trinidad, a propósito del Acto de ofrenda
mal... ¡Y mi esperanza! Es todo". al Amor misericordioso:
«
"en su intención, en efecto, no se trataba de
2. La esperanza en Teresa ofrecerse con todo un lujo de sufrimieiftos supe­
rerogatorios, sino de entregarse, de abandonarse
Si hacéis la oración de María-Noel desde el fondo del sin restricción a la Misericordia de Dios" (C v R
III, 16).
corazón y no de dientes afuera, estáis preparados para
entender el mensaje de Teresa sobre el Amor misericor­
El mensaje de Teresa se dirige a hombres débiles y no
dioso. Este mensaje ha sido muy traducido en lenguaje
a hombres fuertes, pero con la condición de que reco­
concreto por el P. Desbuquois, un especialista de Teresa nozcan su debilidad y se abandonen a Dios. En el fondo,
en los años 1900-1920, en un libro que acaba de ser re­ Teresa habla a los qúe como María-Noel no tienen ni
editado: L'Espérance '. El P. Desbuquois era un hombre su fe, ni su esperanza, ni su caridad. Secretamente reac­
de acción, muy comprometido, fundador de la Acción cionamos así cuando se nos habla de la santidad y del
Popular. Si este libro ha sido reeditado hoy, es porque amor de Dios, y lo malo es que nos resignamos a ello.
responde a una espera de nuestra época, marcada por Cuántas veces he cido esta reflexión: “La santidad no es
una crisis de esperanza. ¿Qué dice el P. Desbuquois? para todo el mundo”. Primera falta contra la fe. A veces
En primer lugar, precisa que Teresa se dirige a almas se añade: “La santidad no es para mí”. Y es entonces
menos templadas que la suya. Las hermanas de Teresa una segunda falta contra la esperanza.
han confesado siempre que era la fortaleza lo que le ca­ Teresa tiene la intención de hablar a esos hombres
racterizaba. Al leer sus escritos, algunos tendrían peligro cuya generosidad vacila: que querrían renunciarse, cu­
de engañarse sobre ella, creyéndola una “santa enclen- rarse y amar a Dios en la medida plena de su vocación y
que no lo consiguen. Normalmente, ¿qué es lo que se les
1 L'Espérance, por le P. G. Desbuquois. Nouvelle édition, par P. P.
Bigo S.J. Es. Beauchesne 1978. dice a estas personas? El P. Desbuquois responde él mis-
164J Jean Lafrance
Tentaciones

mo: “Sabed querer”. Son palabras escritas por un jesuí­


amor de Dios y de las almas, sino una cierta pleni­
ta cuya preocupación educativa en los colegios es ense­ tud en el renunciamiento, una cierta profundidad
ñar a querer. ¿No es así como se nos ha tratado cuando’ de abnegación y totalidad del olvido de sí, que les
manifestábamos nuestras dificultades? Se nos respondía: - hubiera entregado al trabajo de Dios en ellos.
“¡Esforzaos! ¡Renunciaos!” Amar a Dios, alabarle, cansarse, matarse inclu­
so en su servicio, son cosas que atraen a las almas
Parece ser el lenguaje del evangelio: “Renunciaos, llevad
religiosas; pero morir totalmente a sí mismas, os­
vuestra cruz”. Es lo que dirá Casiano y todos los maes­
curamente, en el silencio del alma, desprenderse,
tros espirituales. No hay santidad sin renunciamiento: dejarse despegar a fondo por la gracia de todo lo
hay que tomarlo o dejarlo. oue no es pura voluntad de Dios, he aquí el holo-
clusto secreto ante el que reculap la mayor parte
de las almas, el punto exacto en el que su camino
3. La verdadera santidad se bifurca entre una vida fervorosa y una vida de
elevada santidad". *
Es un lenguaje que tenemos peligro de olvidar hoy en
que se “amabilizan” todas las doctrinas y aun el evange­ Se da ahí toda la diferencia entere un “santo hombre”
lio, diciendo: “Dios no pide tanto”. Y esto es grave, por­ y un “santo” sencillamente: el hombre santo trata de
que de un solo golpe borramos todo el evangelio y no girar en tomo a Dios volando a baja altura, mientras
tenemos necesidad del mensaje de confianza de Teresa. que el santo ha superado la barrera del sonido; ha acep­
Quisiera citaros aquí un texto del P. de Guibert, antiguo tado seguir a Cristo y renunciar a todo. Notemos que no
Director de la “Revista de Ascética y Mística”, que se ha se trata de hacer proezas de ascesis, sino, como dice el P.
volcado mucho sobre lá vida de los santos. Cada vez que de Guibert, de “dejarse despegar a fondo por Dios”. Es
lo leo hace una profunda impresión en los oyentes: el lenguaje del evangelio y nadie puede tocarlo y decir lo
contrario: sería traicionar el evangelio. Teresa no dice lo
"El trabajo de la abnegación del yo es el trabajo
capital de la vida. Allí está la vida espiritual, el contrario: “No hay que buscarse jamás a sí mismo en
punto prácticamente decisivo, la posición estraté­ nada”. Conocemos el amor de Cristo en la medida en
gica dominante, cuya pérdida o ganancia decide que nos renunciamos. Lo mismo sucede con el amor a
de hecho la batalla de la santidad. nuestros hermanos: un hombre lleno del amor de sí no
La experiencia está ahí para probarlo. Que se puede amar a los demás.
examine la vida de los santos malogrados, quiero Si trampeamos esto, no tenemos ya necesidad del
decir sacerdotes, religiosos o simples fieles, exce­ mensaje de Teresa, pues su doctrina se dirige precisa­
lentes, fervorosos, celosos, piadosos y entregados, mente a los que no pueden llegar ahí, a los que Cristo se
pero que, sin embargo, no han sido sencillamente
refiere cuando dice: “Venid a mí todos los que estáis
santos.
Se constata que lo que les ha faltado, no es ni fatigados y sobrecargados” (Mt 11,28). Cristo se dirige a
una vida interior profunda, ni un sincero y vivo los que están fatigados y no pueden seguir tratando de
j
166 Jean Lafrance Tentaciones 167

practicar la ley sin conseguirlo, y no a los que descan­


con el espectáculo de su debilidad, se duermen en una
san. Pero hay que tratar de hacerlo, sin embargo, y que­
seguridad hipnótica: “¡Dios no pide tanto!”, dicen o.
rerlo. El mensaje de Teresa se dirige al que reconoce que
peor todavía, hacen morir en ellos todo sentido de
debería renunciarse y no lo consigue. He aquí el proble­
pecado.
ma práctico: “No hago el bien que debería hacer” (Rm
Los primeros van a conocer la tentación contra la es­
7,15). peranza, y esto será su salvación, pues se van a ver obli­
Frente a esta imposibilidad práctica, se da la tentación gados a gritar “socorro” y a recibir de Dios una respues­
de confesar: “No puedo” y esto encierra una doble ver­ ta magnífica; pero si se apartan de esta tentación, se
dad, dice el P. Molinié, que nos ha inspirado mucho en apartará^al mismo tiempo de lo que va a darles la sal­
este párrafo. Las dos verdades son: vación y la santidad. En cierto sentido, la tentación va a
1. No puedo. ser el medio de gritar hacia Dios y, por tanto, de estar
2. No quiero. unidos a él. Lo que les va a permitir comprobar las pala­
Y la astucia del demonio es mezclar estas dos verda­ bras de Jesús: “Es preciso orar siempre, sin desfallecer”
des con una especie de mezcolanza. (Le 18,1). Sobre este tema, san Juan Clímaco dice:
— Si no queremos, somos libres y nadie nos puede
1 "No digas, después de haber perseverado largo
obligar, ni siquiera nuestros determinismos. Si rehusa­
tiempo en la oración, que no has conseguido
mos, es el juicio de Dios y al final el castigo. nada; pues has obtenido un resultado. Qué mayor
— Si no podemos, Teresa nos responde: “Si las almas bien, en efecto, que unirse al Señor y perseverar
más imperfectas comprendieran esto, no tendrían mie­ sin descanso en esta unión con él” (Escala,
do”. Lo que es imposible a los hombres es posible para 28,32,295), Editions Bellefontaines, P. Deseille).
Dios. Es infinito, y para darnos la posibilidad. El nos
envía la Fuerza del Espíritu Santo. La astucia espiritual El peligro más grave que corremos aquí es esquivar
esta tentación o desanimarse o apartarse de ella, no la
está en no mezclar las dos.
tentación contra la generosidad, sino la tentación contra
Quisiera daros ahora la respuesta de Teresa interpre­
la esperanza y la confianza, de la que se trata en el “Pa­
tada por el P. Desbuquois. Cuando no conseguís renun­
drenuestro”, y por eso decimos a Dios. “No nos dejes
ciaros en un punto, por ejemplo, la cólera, la impureza
caer en la tentación”. ¿Cómo va a jugar esta tentación?
o la intemperancia, hay que intentarlo, sin embargo, sa­
Lo veremos en el capítulo siguiente.
biendo que no se trata de tener éxito. En Teresa, la fron­
tera está trazada entre los que lo intentan y los que no lo
intentan. Entre dos personas que obtienen los mismos
resultados, puede haber un abismo: están los que quie­
ren renunciar y no pueden, y están los que se las arre­
glan para quedarse tranquilos. A fuerza de enfrentarse
Capítulo XII
*

AL PIE DE LA ESCALERA
v
^ Nos hemos quedado aspirando a la sanfidad junto con

la tentación contra la esperanza y la confianza. Miremos


ahora cómo va a jugar esta tentación. He aquí cómo el
P. Desbuquois explicita la respuesta de Teresa: “Mante­
ned vuestro esfuerzo, no os desaniméis. Pero, cuidado,
cuanto más esfuerzo hagáis, más os desesperaréis”. La
primera solución es suprimir el esfuerzo y he ahí la
tranquilidad.
La segunda solución çs la del evangelio: “Volved a ser
niños que lo esperan todo de su Padre”. En el fondo, se
ha comprendido muy mal el evangelio, se ha interpreta­
do el sermón del monte como un código moral: perdo­
nar a sus enemigos, presentar la mejilla derecha al que
os golpeó en la izquierda, no desear una mujer en el
corazón... Cosas todas ellas que son imposibles al hom­
bre. Cristo nos las ha pedido precisamente para hacer­
nos comprender que éramos incapaces de ello, después
de haber tratado de realizarlas. Y sólo entonces nos pue­
de decir: “Hacéos como niños” (Mt 18,3). Y “lo que es
imposible a los hombres es posible para Dios” (Mt
19,26). Notad que esta palabra de Jesús viene a conti­
nuación de una reflexión de los apóstoles sobre la impo-
170 Jean Lafrance

I
Al pie de la escalera 17 n
sibilidad de la castidad perfecta. Sólo entonces puede
gestos muy graciosos: abatíme... (Sor María de la Trini­
darnos su Amor para amar al Padre y hacer su voluntad
dad, “Vie Thérésienne”, 73).
con su corazón: “Para amaros, dice Teresa, necesito pe­
diros vuestro propio corazón”.
1. Levantar su piececito
Teresa no hace más que repetir el evangelio al decir­
nos: “Mantened vuestro esfuerzo, hacéos pequeños y hu­ Es una gimnasia que Teresa ha descrito a través de
mildes como un niño, mirad el corazón de Dios y espe­ • una imagen%>rprendente y sugestiva de la que se sirvió
rad de su amor la gracia de amarle y, por consiguiente, sor María de la Trinidad que atravesaba una tentación
esperar contra viento y marea la gracia de renunciar a contra la esperanza, pues Teresa era exigente para con
todo lo que no es él”. El camino de Teresa no es un sus novicias y no les dejaba pasar na^a. La novicia se
camino de facilidad, pues no renuncia jamás a la ecua­ ^desanimaba a la vista de sus imperfecciones y de sus
ción, amar a Dios igual a renunciar a lo que no es Dios. esfuerzos aparentemente inútiles. Entonces Teresa le
San Agustín decía ya “que había que amar a Dios des­ decía:1
preciándose a sí, o amarse a sí mismo despreciando a "Me hacéis pensar en un niñito que empieza a
Dios”. f tenerse en pie, pero que todavía no puede andar.
Para entrar en esta perspectiva, hay que ser lo sufi­ Queriendo a todo trance llegar hasta lo alto de
cientemente loco para esperar alcanzar lo que no conse­ una escalera para unirse a su mamá, levanta su
piececito para subir el primer peldaño. ¡Esfuerzo
guimos realizar por nosotros mismos, pero para esto hay
inútil! Vuelve a caer una y otra vez sin adelantar
que permanecer pequeño. Teresa dirá a sor María de la un paso".
Trinidad: i
Teresa acepta la situación de partida: el niño no puede
"El único medio de hacer rápidos progresos en
subir ni un solo peldaño, pero levanta su pie.
el camino del amor es el de permanecer siempre
muy pequeña: así lo he hecho vo; también ahora "Pues bien: sed como ese pequeñito. Por la
puedo cantar con nuestro Padre san Juan de la práctica de todas las virtudes, levantad continua­
Cruz: mente vuestro piececito para subir la escalera de
Y abatíme tanto tanto , la santidad y, sin embargo, no os imaginéis poder
que fui tan alto tan alto subir ni siquiera el primer peldaño, no. Pero Dios
que le di a la caza alcance no os pide más que vuestra buena voluntad”.
(San Juan de la Cruz, Tras un amoroso lance)
Teresa tenía una hermosa expresión para designar esta
En realidad, el caminito de Teresa no es otro que el “buena voluntad”, decía que era “una perrita” que os
“camino estrecho” de san Juan de la Cruz, y hay q^e
hacerse muy pequeño para comprometerse en él: La totalidad de las palabras de Teresa en “Vie Thérésienne”, ene-
Un * a ' a . ro *979, n.° 73. D.C.L. Marie de la Trinité, l’amie d’une Sainte,
escucho todavía decirme con un acento inimitable, co»
172 Jean Lafrance
Al pie de la escalera 173

salvará de todos los peligros y a la que no se puede resis- g


tir (C y R II, 9). " Entonces Dios vendrá a buscarnos y nos llevará a lo
alto de la escalera.
A los ojos de un hombre realista es absurdo. No se
Es la doctrina de Teresa dirigida a los que son tenta­
trata de intentar subir, no hay que ocuparse de otra
dos contra la esperanza y no ensayan ninguna otra solu­
cosa, sino sobre todo de tratar de amar a Dios. Teresa
ción. Entonces la puerta se abre y Dios nos hace subir.
dice: “Si tenéis fe, sabed que en lo alto de la escalera. Sor María de la Trinidad dirá:
Dios os mira y os espera:
"D^lde ese día, no me he desolado ya al verme
“Desde lo alto de la escalera él os mira amoro­ siempre al pie de la escalera. Conociendo mi im­
samente. Muy pronto, ante vuestros inútiles es­ potencia para elevarme tan solo un grado, dejo a
fuerzos, él mismo bajará a buscaros, y tomándoos las demás que suban y me contento con levantar
en sus brazos, os llevará para siempre a su reino y | k sin cesar mi piececito con continuos esfuerzos.
nunca más le abandonaréis. Pero si dejáis de le­ " Espero así en paz el día feliz en q&e Jesús mismo
vantar vuestro piececito, él os dejará mucho tiem­ baje para llevarme en sus brazos”.
po en la tierra. "En ese momento, me decía Teresa, ¿estaréis
más adelantada al haber subido 5 o 6 peldaños
Sería absurdo tratar de subir la escalera si Dios no f por vuestras propias fuerzas? ¿Es más difícil a Je­
estuviese arriba, mirándonos y esperándonos. Y cuando sús tomaros desde abajo que a la mitad de la
estime que estamos bastante maduros, a punto —y esta escalera?
es la paradoja— pues este esfuerzo aparentemente estéril
Y Teresa va a dar la razón profunda de su consejo que
e inútil produce un resultado: el de ahogar nuestras pre­
está más allá del resultado y apunta sobre todo a hacer­
tensiones, nuestra dureza y nuestro orgullo, para hacer
nos humildes y ahogan nuestras pretensiones de apode­
nuestro corazón maleable y flexible... Es el sentido de las
ramos de Dios:
maceraciones de los santos (como se maduran los pepi­
nillos en vinagre). "El no poder subir tiene todavía una ventaja
para vos, es el permanecer toda la vida en la hu­
"¿Para qué sirven los ayunos y las vigilias, pre­
mildad, mientras que si vuestros esfuerzos fueran
guntaba un Anciano al Abad Moisés? El respon­
coronados de éxito, no alcanzaríais piedad de Je­
dió: "No tienen otro efecto que hundir al hombre sús, os dejaría subir sola y habría peligro de que
en toda humildad. Si el alma produce este fruto, cavéseis al complaceros en vos misma” (Vie Thé-
las entrañas de Dios se conmoverán respecto de resiénne, enero 1980, n.e 77. D.C.L., Marie de la
él”. Trinité, l'amie dune sainte).
"El corazón del hombre como que se “marchi­
ta” y cuando “casi ha cedido a todas las tentacio­ A nosotros nos toca hacer la aplicación a nuestra pro­
nes”, Dios puede intervenir para enviarle la "fuer*' pia vida. Tratamos de luchar contra una tentación y no
za santa” que necesita para vencer sus pasiones
conseguimos nada. ¿Qué nos queda por hacer? Conti-
(San Macario. Pequeña carta "ad Filios Dei”)-
174 Jean Lafrance
Al pie de la escalera 175
nuar sencillamente, tratando de creer y esperar que el
amor misericordioso nos espera al final de nuestros difí­ para discernir el buen combate del malo. Hay que desear
esta luz y pedirla para llevar a cabo la verdadera lucha.
ciles esfuerzos y que vendrá a buscarnos. Si hacemos
Teresa dirá al final de su vida a su hermana Celina:
esto. Dios nos dará la gracia del Amor y a medida que
éste crezca, crecerá en nosotros el espíritu de sacrificio. "Cuanto más avancéis, menos combates ten­
Y esta es todavía su doctrina: no se llega al amor por dréis, o mejor, con más facilidad los venceréis,
pues veréis el lado bueno de las cosas. Entonces
espíritu de sacrificio, sino que se llega al espíritu de sa­
, vuesttj^alma se elevará por encima de las criatu­
crificio por el amor. ¿Y cómo se llega al Amor? Sigue ras" (C y R VII. 20).
siendo Teresa la que nos responde: “La confianza y
nada más que la confianza es la que nos lleva al Amor”. San Benito dirá poco más o menos lo mismo en el
Prólogo de su Regla: v
^ "A medida que se^vanza en la vicia monástica y
2. Cuanto más avancéis, menos combates tendréis en la fe, el corazón se dilata y en la indecible dul­
zura del amor se corre el camino de las enseñan-
Teresa no da ninguna receta y no promete a sor María 4 zas divinas".
de la Trinidad que no tendrá ya combates, pero quiere
Teresa decía a menudo a sus hermanas que hay que
situar el esfuerzo allí donde debe ser puesto. Habrá que •
luchar contra esa filosofía que dice: “La vida es dura” y
seguir luchando, pero no en el sentido en que pensamos.
confiesa secretamente: “Dios es duro”. Cuántos hom­
Hay que evitar a todo precio lo que nosotros llamamos
bres se enfrentan con Dios y no le perdonan el haberlos
“lucha”. Es el combate malo inspirado por el orgullo. creado. Esto es una blasfemia, pues somos nosotros los
Al principio, la novicia lucha torpemente en un combate que somos duros. Se le decía a Teresa: “La vida es triste;
estéril, condenado al fracaso, como el combate de san no, respondía ella, el exilio es triste, pero la vida es
Pedro que quería seguir a Jesús hasta la muerte. Hay alegría:
una primera fase en la que Pedro quiere ser fiel a Jesu­
cristo por sus propias fuerzas. En un momento dado, "A Dios, decía ella, que tanto nos ama, bastante
le cuesta ya verse obligado a dejarnos en la tierra
cuando Jesús le mira después de la traición, se derrumba
para cumplir nuestro tiempo de prueba, sin que
en lágrimas y podrá entonces comenzar el verdadero
tengamos que ir constantemente a decirle que
combate: “He competido en la noble competición, he aquí estamos mal, es necesario hacer como que
llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe” (2 no nos damos cuenta" (C y R III, 4).
Tim 4,7). Pablo ha contado más con la gracia de Dios
que con sus propias fuerzas y sus obras (2 Tim 1,9). Es Hay que luchar diciendo: “Señor Jesús, ten piedad de
el ejemplo del bienaventurado Suzo contado por Teresa. mí. Reconozco que no puedo salir de mí mismo, que es a
Hace falta una luz muy profunda y muy desgarradora causa de mi orgullo y de mis faltas ocultas, pero no es
176 Jean Lafrance Al pie de la escalera 177

culpa vuestra”. Entonces, cuando aceptamos el juzgar- * siquismo, y puede ocurrir que si no somos directamente
nos ante él, Dios puede revestirnos de su Misericordia. responsables de esta debilidad, lo somos en otro terreno,
En ese momento nos envía una gracia como a Teresa el del que no tenemos conciencia. La liturgia nos hace pe­
9 de junio 1895 en que descubre el Amor misericordioso dir a menudo a Dios: “¡Purifícanos de nuestras faltas
y se ofrece a él. La vida de los santos fue un combate, ocultas!” Lo más sencillo es entonces no tratar de desen­
pero luchaban contra la dureza del corazón para tener redar uno mismo sus responsabilidades, sino confesar
confianza y pedir “socorro”. Es el único problema y la humildem^e nuestra miseria, sin conocerla y pidiendo
única dificultad de la vida: saber gritar a Dios. Es el a Dios que nos la quiera revelan
verdadero combate, el de los siervos inútiles que cantan
su amor y suplican a Dios: "Cuando no practicáis la virtud, no habéis de
creer nunca que es debido a una causa natural,
"Me lamentaba de que Dios parecía abandonar­ como la enfermedad, el tiempo*} el malhumor.
me... Sor Teresa replicó vivamente: Debéis buscar un gran motivo de humillación y
¡Oh, no digáis eso! Mirad: aunque no comprenda colocaros entre las almas pequeñas, puesto que
nada de lo que acontece, yo sonrío y digo: ¡gra­ no podéis practicar la virtud, sino de una manera
cias! Aparezco siempre contenta delante de Dios. 4 tan débil. Lo que ahora necesitáis no es practicar
No hay que dudar de él, eso es falta de delicadeza. las virtudes heroicas, sino adquirir la humildad.
No: imprecaciones contra la Providencia, nunca; Para ello será necesario que vuestras victorias va­
siempre gratitud” (C y R III, 23). yan siempre mezcladas con algunas derrotas, de
suerte que no podáis complaceros en ellas. Por el
Para terminar, digamos finalmente que la actitud re­ contrario, su recuerdo os humillará mostrándoos
comendada por Teresa a sor María de la Trinidad puede que no sois un alma grande. Hav algunas almas
también ayudarnos a ver claro en la discusión que opone que mientras eátán en este mundo no tienen nun­
ca alegría de verse apreciadas de las criaturas, lo
a veces vida moral o espiritual y siquismo. No es fácil de
cual les impide creer que tienen la virtud que ellas
desgajar siempre la parte de responsabilidad del hombre admiran en otras” (C y R II, 10.
en sus debilidades y caídas. Un siquismo deteriorado,
por no decir desequilibrado, puede hacer fracasar a un
hombre allí donde su libertad espiritual no está asenta­
da. A menudo, parece que fracasa ante Dios a nivel de CONCLUSION
su conciencia clara, mientras que, en lo más profundo de
su corazón, acepta a Dios. Teresa comprendió muy bien
esto: “Es una gran prueba el verlo todo negro, pero eso 3. Para qué atormentaros?
no depende totalmente de vos”.
Pero hay que tener cuidado, pues el plano de la liber­ Quisiera dejaros con una de estas frases, la más pro­
tad está a veces implicado, sin saberlo nosotros, en el del funda tal vez del evangelio, que viene sin cesar a los
178 . Jean Lafrance l Al pie de la escalera 179

labios de Cristo, cuando se dirige a los apóstoles y a los sigue el abandono: “¡Padre, en tus manos encomiendo
discípulos: ¡“No tengáis miedo!” “¡No temáis, pequeño mi espíritu!”
rebaño!” “¡Por qué atormentaros!” Y añade, en la tem- - Para esto, hay que vivir de la gracia, en el instante
pestad calmada, después de haber apaciguado su miedo, presente y sobre todo, dice Teresa, no hacer provisiones.
esta palabra que debería bastar para pacificamos: Hay que abandonar el pasado a la Misericordia de Dios
“¡Animo!, que soy yo, no temáis” (Me 6,50). y confiar el porvenir a su Providencia. San Juan de la
En el fondo tenemos miedo porque estamos solos, Cruz dice que esto supone una purificación de la memo­
pero el día en que descubrimos la mirada atenta y llena ria, yo diría de esta facultad que ex-tste en nosotros de
r de ternura del Padre, el abandono entre sus brazos suce­ suscitar temores y miedos, evocando recuerdos pasados.
de al miedo. No se trata aquí de un optimismo beato, Los sufrimientos imaginarios son siempre insorporta-
sino de una confianza fundada en el amor actuante de ^ bles y habitualmente no ocurren nunca.
Dios. Podéis imaginaros la prueba que tendréis dentro de
Teresa lo repite a menudo: no depende de nosotros el una hora o mañana, dice el P. Molinié, pero no podéis
ver la vida de rosa o de negro. El miedo y la inquietud - imaginar la gracia que se os dará en ese momento. Des­
encuentra lejos sus raíces y habría que remontarse a la graciados de vosotros si contáis con vuestras propias
primera infancia para comprender que hemos sido “tri- fuerzas más que con la gracia. San Benito dice a menu­
cotados” (según una hermosa expresión imaginada) en do que el monje cae a menudo porque presume de la
el miedo y la rigidez. Hay que ver bien esta situación-de gracia de Dios. Los sicólogos nos dicen que si se pudiera
partida y aceptarla, luego podremos asumirla y emerger. suprimir la memoria de un hombre, se suprimiría al mis­
Muy a menudo la huimos, pues esta toma de concien­ mo tiempo su sufrimiento. Frente a la prueba actual,
cia nos revelaría la verdad de nuestro ser de criatura hay que contar únicamente con la gracia del momento,
suspendida del amor del Padre. Entonces sentimos nece­ haciendo cada vez un acto de confianza.
sidad de tranquilizarnos escapando de ella. Es un gran Quisiéramos dejaros con una frase de Teresa. Resume
secreto el caer en el fondo del miedo, abandonarse a él todo lo que hemos tratado de decir, tanto sobre la espe­
gritando socorro. Conozco personas que viven con un ranza como sobre el abandono. Se trataba de una novi­
cia que le daba a conocer sus temores frente al porvenir
temperamento muy miedoso y que, dejándose caer al
y Teresa le decía poco más o menos esto: Ocuparse del
fondo de su miedo, caen al mismo tiempo en Dios. Tie­
porvenir es meterse a crear y es ocupar el lugar de Dios.
nen el valor de tener miedo y gritar: “¡Piedad, Dios
mío!”
Si tuviéramos el valor de tener miedo más profunda*
mente, encontraríamos a Dios más profundamente toda*
vía. Hubiéramos encontrado entonces la única actitud
valedera para encontrar a Dios: el grito hacia él, al Que
Capítulo XIII
V

AGRADAR A DIOS

' Hemos seguido a Teresa por “el único camino que


lleva al amor”, el del abandono. Hemos tratado de si­
tuar este camino en el conjunto de la geografía espiri­
tual, y sobre todo hemos trazado la topografía con las
curvas y las sinuosidades, para que el que se comprome­
ta en él sepa dónde pone, sus pasos. Es tiempo ahora
para terminar de volver a la intuición fundamental de
Teresa, pues el camino se hace para pasar por él y no
para quedarse en él. Y esta intuición es el amor. Me
diréis que no hay nada'nuevo ahí dentro, puesto que el
amor es el caudal del evangelio y por lo tanto de la
santidad.
Pero hay algo original en Teresa y que hemos anotado
en los últimos capítulos; es que en ella no se llega al
amor por el espíritu de sacrificio, sino que se llega al
espíritu de sacrificio por el amor. Y, ciertamente, se llega
al amor por la confianza y nada más que por la confian­
za. Y he aquí encerrado el camino del evangelio. Su her­
mana Celina ha calado bien la originalidad del mensaje
de Teresa, para la que el amor de Dios no está tan sólo
al final del camino, sino en su fuente. Es el amor lo que
le hace obrar:
182 Jean Lafrance
Agradar a Dios 183

"Al contrario de otros místicos que se ejercitan “alegrar a Dios”. Pienso en este niño de ocho años a
en la perfección para alcanzar el amor, sor Teresa
quien se hablaba de una religiosa, que festejaba sus vein­
del Niño Jesús tomaba como camino de la perfec­
ción el amor mismo. ticinco años de vida religiosa y que decía de ella: “Tiene
El amor fue el objetivo de toda su vida, el móvil la alegría de Dios”. Esta palabra “alegría” tiene una
de todas sus acciones" (C y R 111, 1). connotación más gratuita y más espiritual.
Pero volvamos a la expresión de Teresa para ver la
actitud espiritual que recubre, es siempre la misma:
v
1. “Trabajo por agradarle" “Durante su enfermedad me hizo esta confi­
dencia:
Y, en ella, el amor va a tomar una forma de gratuidad No he deseado otra cosa que agradar a Dios. Si
fc hubiese procurado amontonar méritos, en este
y de discreción cuyo único objeto es dar alegría a Dios. '
momento estaría desesperada" (C y R III, 3).
Por eso va a utilizar una expresión que aparecerá a me­
nudo en su pluma y también en los escritos de sus her- j Sabe que nuestras mejores acciones tienen manchas
manas: Agradar a Dios. Dirá a la madre María de ante Dios:
Gonzaga:
"En su humildad, tenía en nada las obras que
"Lo que (vuestra hija) estima, lo que únicamen­ había realizado, y sólo estimaba el amor que las
te desea es complacer a Jesús" (Ms.C, F3"’)- había inspirado” (C y R III, 3).

Vacilamos un poco al emplear esta expresión, pues ha Es un poco la actitud que deberíamos adoptar cuando
sido devaluada por el uso amanerado que se ha hecho de hacemos un regalo a uno, el único motivo de gestión
ella. A cada paso, algunos la tenían en los labios, sobre debería ser complacerle y darle alegría. Y si pudiese bro­
todo cuando querían obtener un sacrificio de otro, tar una sonrisa en sus labios, esto sería nuestra más her­
diciéndole: mosa recompensa. Jesús volverá a menudo en el Sermón
“¡Esfuérzate para complacer a Dios!” Se ha hecho del monte a este amor gratuito de los demás:
también de ella el resorte de una espiritualidad “de agua
de rosas”. La palabra “placer” se admite mal hoy en "Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito te­
día, pues las ciencias humanas la han asociado a satis­ néis? Pues también los pecadores aman a los que
les aman... Si prestáis a aquellos de quienes espe­
facciones inferiores y groseras, y por eso se habla de una
ráis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los peca­
moral del placer. Y, sin embargo, pienso que no debe­ dores prestan a los pecadores para recibir lo co­
mos renunciar a ella, porque la encontramos en Teresa V rrespondiente. Más bien amad a vuestros enemi­
corresponde en ella a una verdadera actitud espiritual- gos: haced el bien, y prestad sin esperar nada a
Tal vez sería más exacto decir en vez de “complacer” cambio” (Le 6,32-35).
184 Jean Lafrance

En el fondo, Teresa reacciona muy fuerte contra una


espiritualidad de tipo utilitario y mercantil que trata de
adquirir méritos en contrapartida de lo que se hace por
I Agradar a Dios

ante nuestra impotencia debemos ofrecer las


185

"No hay que apegar el corazón a esto... ¡Oh, no!,

obras de los otros; en eso consiste la ventaja de la


comunión de los santos. Y no hemos de estar pe­
Dios. El hombre no se justifica por sus buenas obras ni sarosos de esta impotencia, sino dedicarnos úni­
por la práctica de la Ley, sino por la fe en Jesucristo” camente al amor" (C y R III 11 ).
(Gál 2,16). Un día he encontrado a un joven cisterciense
que se había convertido después de una vida bastante
agitada y que me dijo poco más o menos lo mismo que 2. No desperdiciar ningún pequeño sacrificio
Teresa, ‘‘¿qué hay que hacer para amar a Dios sin que él
lo sepa?”
^ Teresa está toda entera en esta frase: “Hay que apli­
"Los grandes santos han trabajado por la gloria carse únicamente al amor”. Y otra vez dirá: “Lo que nos
de Dios, pero yo, que no soy más que un alma
importa es unirnos a Dios” (C y R III, 25). Pero el amor
pequeñita, trabajo por agradarle, por satisfacer
sus 'fantasías', y me sentiría dichosa de soportar en ella no tiene nada que ver con deseos piadosos, es un
los más grandes sufrimientos, aun sin que él lo amor que se traduce en obras. En una palabra, es un
supiera, si fuese posible, no para procurarle una amor efectivo, como lo pide Cristo en el evangelio: “No
gloria pasajera —aun esto sería demasiado her­ son los que dicen: Señor, Señor, los que entrarán en el
moso—, sino sólo para hacer florecer una sonrisa » Reino, sino los que hacen la voluntad de mi Padre, que
en sus labios... Hay ya bastantes que quieren ser está en los Cielos”. Ignacio de Loyola dirá lo mismo en
útiles. Mi sueño es el de ser un juguetito inútil en la Contemplación para alçanzar Amor, que se podría
las manos del Niño Jesús...; soy un capricho’ de
comparar al Acto de ofrenda al Amor misericordioso:
Jesusín..." (C y R III, 2).
“El amor se debe poner más en las obras que en las
El sueño de Teresa es deshojarse, es decir, proclamar palabras” (Ejercicios n.Q 23).
que Dios sólo es importante y que nosotros somos inúti­
Teresa vinculará siempre el amor al don efectivo de su
les: “Hay ya bastantes que quieren ser útiles”, dice. Es persona que se da a través de pequeñas obras. Tanto
lo que proclama también la Virgen en el Magnificat, cuanto está despegada de las grandes obras y trabajos de
porque sabe que todos los dones de Dios son gratuitos. penitencia deslumbradoras que llenan de orgullo, tanto
Teresa se alegra y da gracias a Dios por todos los dones se agarra a las pequeñas acciones realizadas con amor.
que le ha hecho. Da gracias por ser tan valiosa a los ojos En el fondo esto es obedecer a las sugerencias del Espíri­
de Dios siendo tan inútil. Por eso sueña en deshojarse y tu que nos conduce a la obediencia de Cristo y de la
derramar sus fuerzas en libación, es decir, para nada, Iglesia. Y Cristo nos dice que no nos servirá de nada
para complacer a Dios. Dirá a su hermana Celina Que haber obedecido todos los mandamientos si no hemos
envidiaba sus obras y a quien hubiera gustado compone* obedecido al Espíritu. Dirá al joven rico: “Una cosa te
sus poesías:
186 ) Jean Lafrance
Agradar a Dios 187

falta", precisamente el haber obedecido a su invitación


¿En qué sentido habla Teresa de “pequeños sacrifi­
gratuita de dejarlo todo. Para Teresa, deshojarse es con­
cios” para “complacer” a Dios? En el fondo, sabe muy
sumirse, arder en la llama de Dios, es probar su amor
bien qjifi.no se puede amar a Dios sin renunciarse, pero
por medio de pequeños sacrificios. La palabra está arro­
como no es capaz de hacer grandes cosas, se debe ale­
jada y tiene una gran importancia, aunque haya peligro grar de poder hacer cosas pequeñas y esto con el solo
hoy de sonreírse ante ella. objeto de proclamar su amor y sobre todo su obediencia
Una educadora me dijo un día: “Antes se hablaba a Cristo. Se sabe cómo Teresa había soñado en hacer
mucho de sacrificios y muy poco de amor. Hoy se habla grandes penitencias y he aquí que descubre que es inca­
de amor y muy poco de sacrificios". i Es cierto! Todos paz. Es humillante querer lo infinito en sus deseos y ser
hemos sido formados en esta concepción de que había limitado en la realidad física.
que hacer “pequeños sacrificios” para mostrar nuestro ^Por eso madre María de Gonzaga le había pedido uti-
amor al Señor. Hasta los contabilizábamos. Y esto no mar en invierno una estufilla para que no tuviese frío en
sucedía sin cierto riesgo de fariseísmo y, sobre todo, de los pies. Y Teresa decía con humor:
creer que la santidad era obra de nuestra propia indus­
. "Las demás se presentarán en el cielo con sus
tria. La vida se ha encargado luego de desengañarnos y
instrumentos de penitencia, y yo con un brasero,
de mostramos como a Teresa, que sólo Dios podía ha­ pero sólo cuenta el amor v la obediencia" (C v R
cernos santos, pero tendríamos que volver a examinar III, 12).
hoy nuestra concepción del sacrificio. Escuchemos lo
que dice Teresa: Consideraba la obediencia por encima de todo y acon­
sejaba a sus novicias que no obrasen a su gusto en este
"¡Oh, Amado mío. así es como se consumirá mi terreno, sobre todo cuando se trata de pequeños permi­
vida!... No tengo otro modo de probarte mi amor sos que hay que pedir, y confesaba que estas pequeñas
que arrojando flores, es decir, no desperdiciando naderías eran un martirio.
ningún pequeño sacrificio, ninguna mirada, nin­ Se siente uno tentado de sonreír ante “estos pequeños
guna palabra, aprovechando las más pequeñas
sacrificios” y, sin embargo, tienen un valor inestimable
cosas y haciéndolas por amor...
para los que caminan en el seguimiento de Cristo, en el
Quiero sufrir por amor, y hasta gozar por amor,
de esta manera arrojaré flores delante de tu tro­ camino de infancia. Sonreímos, pero seamos honrados:
no. No hallaré flor en mi camino que no deshoje- ¿Somos capaces de hacer los grandes? Entonces, si no os
para ti... Además, al arrojar mis flores, cantar*-’ sentís capaz de obedecer heroicamente en las cosas gran­
(¿se podría llorar al ejecutar una acción tan go/°' des —esto os será exigido más tarde por Dios, como
sa?), cantaré aun cuando tenga que coger mis U°‘ Jesús dijo a Pedro: otro te ceñirá, mientras que tú te
res de en medio de las espinas. Y tanto más mo!°’ ceñías tú mismo hasta ahora— y de imitar a Jesús en la
dioso será mi canto, cuanto más largas y pun'/-an
agonía, proclamad vuestro deseo por actos, que en su
tes sean las espinas” (Ms.B, F4).
188 Jean Lafrance Agradar a Dios 189

materialidad no cuestan más que esta proclamación. ma Virgen, dice, se ha cuidado mucho de guardar todo
Sonreír, ordenar asuntos que se retrasan, aceptar en para sí^no puedo avergonzarme de hacer otro tanto”.
silencio una humillación, cerrar una puerta, escribir una
carta desagradable, orar gratuitamente un cuarto de “La castidad, dice el P. Molinié, es la alegría de
ser el bien de Dios. Esta alegría nos inspira la ne­
hora, prestar un servicio..., actos que no tienen aparien­
cesidad de ocultarnos para pertenecerle, para que
cia ninguna y que, de suyo, no os hacen avanzar en la él sea el único que goce de nosotros; no revelarse
vida espiritual, pero que proclaman vuestra impotencia a los demás, sino en la medida en que él mismo
para caminar hacia Dios por vosotros mismos. Esta sen­ nos lo pide. El espíritu de castidad es, pues, el
cilla proclamación del hecho por obedecer a una inspira­ alma del silencio. Toda revelación inútil de nos­
ción del Espíritu es una obediencia pobre y fácil. Y es otros mismos es ya algo impuro” (Retiro a los do­
minicos de Monligeon, N.y 6).
precisamente lo que es fácil lo que se hace difícil, pues
nos gusta siempre realizar hazañas para procurarnos a ^Teresa vuelve incansablemente sobre estos pequeños
nosotros mismos una santidad a fuerza de puños. sacrificios de los que está tejida toda nuestra vida. Y
cuando uno experimenta su debilidad y su incapacidad
para hacer estas pequeñas cosas, hay que alegrarse de su
pobreza. Sor Genoveva le decía:
3. Sólo puedo ofrecer cosas muy pequeñas
"Vos sois'delicada con Dios y yo no lo sov, pero
¡cuánto desearía-serlo!... ¿Suple, acaso, mi deseo?
Teresa no cesa de repetir a Celina y a las novicias: no Precisamente, sobre todo si aceptáis esa humi­
os inquietéis por vuestras obras, no es esto lo que es llación. Y si llegáis a alegraros, eso agradará más
importante, sino el amor que anima vuestra vida: “Id a | a Jesús que si nunca hubléseis cometido falta de
vuestro deber, no a vuestro gusto” (C y R V, 4), dice a delicadeza; decir: ‘Dios mío, os doy gracias por no
su hermana. Gustad el hacer las cosas ocultas, con el tener nunca un sentimiento delicado y me alegro
de que las otras lo tengan... Me llenáis de alegría,
solo fin de dar alegría a Dios y salvar a las almas: “jQué
¡Oh, Señor!, con todo lo que hacéis"' (C y R III, 5).
misterio! Con nuestras pequeñas virtudes, con nuestra
caridad practicada en la sombra, nosotras convertimos El padre Bro dio por título a una de sus conferencias
de lejos a las almas... ayudamos a los misioneros” (C y de Cuaresma en Notre-Dame: ¡Dad gracias a Dios de no
R IV, 3). Ya ore, haga limosna o ayune, Teresa se oculta tener esperanza!”
de la mirada de los demás y obra únicamente bajo la Tendríamos que leer el libro Consejos y Recuerdos,
mirada del Padre que ve en lo secreto. Oculta lo que donde se ve concretamente cómo Teresa reacciona y vive
tiene de mejor, para que sólo Dios goce de ello y de est? el amor a través de las acciones más ordinarias de su
manera los demás se aprovechan más. v¡da. Lo expresa muy bien a la madre María de Gonza-
En este sentido, es verdaderamente casta: “LaSantís' ga en los manuscritos:
Agradar a Dios 191
Jean Lafrance

"Ya veis, Madre amadísima, que soy un aima cusas para nuestras faltas de debilidad: montar en cóle­
muy pequeña que sólo puede ofrecer a Dios cosas ra, por ejerflpk). Hay faltas que no podemos práctica­
muy pequeñas. Y aún me sucede muchas veces mente evitar. Pero, por el contrario, hay pecados para
dejar escapar algunos de estos pequeños sacrifi­ los que no tenemos ninguna excusa, si no sería orgullo
cios, que tanta paz llevan al alma. Pero no me des­ puro. Podemos siempre orar, por ejemplo, privamos de
animo por eso; me resigno a tener un poco meaos
algo a lo largo de una comida, evitar una palabra que
de paz v procuro estar más alerta en otra oca­
sión" (Ms.C, F3P). haga saltar el polvorín: es lo que Cristo busca, cosas
muy sencillas que están a nuestro alcance y que se pue­
Teresa realiza, pues, actos pobres, sin dificultad raate- den hacer sin excusa. Podríamos leer un libro de Karl
rial, pero que significan su voluntad y su alegría de no Rahner (Vivre et croire aujourd'hui, D.D.B.), las páginas
obrar por sí misma; sofl^ la experiencia de la gracia en la vida diaria. Mues­
tra cómo el cristiano experimenta en él la vida trinitaria
"Cuando una se renuncia a sí misma, se alcanza en la medida en que se entrega gratuitamente a Dios a
la recompensa en la tierra. Me preguntáis muchas
través de las realidades cotidianas de la existencia. Cita
veces el medio para llegar al amor; ese medio es
olvidaros de vos misma v no buscaros en nada" (C ejemplos muy sencillos: aceptar el permanecer solo en la
y R IV, 171. habitación únicamente para orar, perdonar a uno sin ser
obligado por otro motivo, sino el de obedecer a Cristo
Buscamos cosas difíciles porque nos buscamos un que manda perdonar a^ los enemigos.
cierto brillo, el de haber hecho un esfuerzo por nosotros
mismos. No se trata de esto. Cuanto más fácil es el acto,
más verdadero es desde el punto de vista de la 4. Despertarse de veras al ambr de Dios
obediencia;
Cuando nos despertamos de veras al amor de Dios,
"Me contestó sencillamente; comenzamos a darnos cuenta de cuántas cosas tienen
que en las cosas de poca importancia había co- I
que cambiar en nuestra vida y que tenemos que conver­
gido la costumbre de obedecer a todas y cada una J
tirnos. Tropezamos en muchos terrenos y tenemos que
por espíritu de fe, como si fuese Dios mismo
deshacernos de muchos defectos. Tenemos muy poca fe
quien le manifestase su voluntad" (C y R V, 7).
para arrancar estas montañas de egoísmo y transportar­
Hay que aceptar que una obra no tiene otro sentido las al mar. No tenemos la fe de la cananea que es tan
más que el de obedecer a Cristo y al Espíritu Santo. Bs poderosa, pero podemos pedir a Cristo la fe como un
el acto de amor más puro que podemos hacer, nos dio¿ grano de mostaza que ya, sin embargo, desplaza un
Teresa. Poco los montes. El drama es que queremos convertir­
En nuestra vida espiritual podemos tener muchas os de una sola vez, imaginándonos resoluciones es-
Agradar a Dios 193
192 Jean Lûfronce

truendosas de oración, de servicio o de ascesis, más ima­ vos, manque atacar arbitrariamente esta o aquella im­
ginarias que reales y que nos apresuramos a olvidar a\ perfección.
día siguiente a causa de nuestra debilidad, pero que Al mismo tiempo, captaremos a través de estos peque­
mantienen una buena conciencia en nosotros. El Señor ños actos una experiencia personal del amor que el Se­
no nos pide que emprendamos todo esto de un solo gol­ ñor tiene por nosotros y nos abandonaremos a él. El
pe, sino de acometer lo que podamos cumplir hoy, con abandono pasa también por esta forma concreta de re­
alegría y paz, porque sabemos que esto es bueno. nunciamiento. Interrogáos ahí, aceptando el no rehusar
He aquí el sentido de los pequeños sacrificios pedidos estos actos de puro amor, sin lustre, sin brillo, como
por Teresa en el movimiento de abandono. Habitu.al- Cristo no tenía otra gloria más que la de no hacer su
mente tenemos en el corazón una zona en la que, espe­ Noluntad. Así llegaréis a ser santos y seréis felices:
cialmente, Dios nos llama a la conversión, la cual es
siempre el comienzo de una vida nueva. Hay un rincón "No hay que buscarse a sí mismo en nada, pues
en cuanto uno comienza a buscarse, al instante
en nosotros en el que él nos da con el codo y nos recuer­
deja de amar” (Imit. L III, c, 5).
da que, si somos serios con él, eso debe cambiar. Es a "Al final de mi vida religiosa he llevado la exis­
menudo el punto que queremos olvidar, o tal vez acome­ tencia más feliz que se puede imaginar, porque no
ter más tarde. No queremos escuchar su palabra que nos me buscaba a mí misma” (C y R IV, 17).
condena a este propósito y, en consecuencia, tratamos
de olvidarla y distraernos trabajando en otro rincón más Y la última palabra con la que desearía dejaros al fi­
seguro, que nos pide conversión, pero no con el mismo nal de este capítulo es ésta: socamente la gente feliz pue­
aguijón de conciencia. de evitar el ser malos y enseñar a los demás a no hacerse
Es ahí donde Teresa nos invita a vivir el abandono. mal. Pero no olvidemos tampoco que sólo los que han
No es fácil reconocer en nosotros esta zona precisa en la alcanzado la intimidad con Cristo son verdaderamente
que Dios nos invita a la conversión, embotamos la per­ felices.
cepción de ello trabajando en otro punto que queremos
corregir, mientras que el Señor quiere precisamente otra
cosa. Teresa enseña a sus novicias a sentir y a reconocer
la llamada a la conversión que Dios les dirigea propósi­
to de tal zona de su vida. Lo hace de una manera muy
sencilla, cuando sus hermanas vienen a contarle sus diü'
cultades vividas en el instante presente. Si tropiezan efl
tal punto preciso, es que Dios las está trabajando en est*
terreno y les espera allí hoy. Deben, pues, colaborar 3
esta acción de Dios y favorecerla haciendo actos positi'
Conclusión

^ MI VOCACION ES EL AMOR (Ms.B. F3)

Al final de estas páginas tal vez hemos entrevisto algu­


nas luces sobre la misión de Teresa enunciada en la in­
troducción, y que consiste en hacer amar al Amor, o
más bien, como ella misma lo precisa en el Acto de la
Ofrenda:
“¡Oh, Dios mío, Trinidad bienaventurada, deseo ama­
ros y haceros amar”
Para terminar, os invito a leer o releer la Carta a sor
María del Sagrado Corazón, comúnmente llamado Ma­
nuscrito B, verdadero lugar teológico de la espiritualidad
teresiana, en la que Teresa entrega a su hermana María
“un recuerdo de su retiro” que había hecho al comienzo
de septiembre 1896, y del que ya hemos hablado (Cap.
V, La confianza y nada más que la confianza). Este retiro
le había aportado grandes luces sobre su vocación, por
eso el 13 de septiembre, sor María del Sagrado Corazón,
su hermana mayor, le pidió que las pusiera por escrito.
Teresa redactó esas páginas entre el 13 y el 16 de sep­
tiembre 1896.
No volveremos sobre la problemática de este texto
que ya hemos analizado, sino sobre su conclusión, allí
donde Teresa dice que ha descubierto su vocación, al
Mi vocación es el amor ( 197
196 Jean Lafrance

dad, la necesidad de olvidarme de mí misma, por


final de un largo caminar que ha sido trazado en aquel
complacer a los demás” (Ms AF 45).
capítulo:
“Entonces en el exceso de mi alegría delirante excla­
Hasta el 9 de junio 1895 en que habiéndose ofrecido al
mé: “¡Oh, Jesús, amor mío!... Por fin, he hallado mi vo­
Amor misericordioso siente que el Amor “la penetra y
cación, ¡MI VOCACION ES EL AMOR... (Ms.B, F3ro).
rodea, la renueva a cada instante, purifica su alma”
Y Teresa escribe con mayúsculas esta fórmula lapi­
(Ms.A, F84), tuvo en ella todo el descubrimiento de su
daria.
pobreza, de su nada, en una palabra, de su miseria para
Uno tiene ganas de decirle con humor: “Habéis nece­
hacerse “apta a las operaciones del Amor”.
sitado ocho años, desde vuestra entrada en el Carmelo,
Se dice habitualmente que descubrió su vocación al
para descubrir vuestra vocación...” No, no le bastaba ser 4^mor leyendo los capítulos XII y XIII de la primera
carmelita, ser esposa de Cristo y madre de las almas carta a los Corintios. Mirando de más cerca, hay que
para realizar verdaderamente el nombre propio que el reconocer que no es exacto, puesto que ella misma dice
Padre le había dado al crearla. Este nombre que todos que no tuvo paz:
llevamos “grabado en una piedrecita blanca, que nadie „ V

conoce, sino el que lo recibe” (Ap 2,17). Pasamos toda "Estos deseos constituían para mí, durante la
nuestra vida tratando de descubrir este nombre: no lo oración, un verdadero martirio, abrí un día las
epístolas de san Pablo, a fin de buscar en ellas
conocemos, conocemos tan sólo la necesidad de cono­
una respuesta. Mis ojos toparon con los capítulos
cerlo, como dice Lewis: no ha tomado jamás realmente XII y XIII de la primera epístola a los Corintios...
cuerpo en ninguna imagen, pensamiento o emoción- Leí, en el primero, que no todos pueden ser
Siempre nos llama fuera de nosotros mismos para que Ie apóstoles, profetas, doctores, etc.; que la Iglesia
sigamos, y si permanecemos sentados rumiando este de­ está compuesta de diferentes miembros, y que el
ojo no podía ser al mismo tiempo mano... La res­
seo, tratando de acariciarlo, el mismo deseo se nos ese»'
puesta era clara, pero no colmaba mis deseos, no
pa. (Lewis. Le problème de la souffrance. Foi vivante- me daba la paz...” (Ms.B, F3ro).
Seuil, N.Q 42).
Ocho años no eran demasiados para Teresa para de^' La respuesta es clara, pero no colma los deseos de
cubrir su vocación, pues ésta no le había caído sobfe ^ Teresa. San Pablo habrá sido un camino que le llevará
cabeza de un solo golpe. Mucho antes de su entrada ^ hacía el descubrimiento de su vocación, pero ésta no
Carmelo, el Amor de Dios había tomado asiento en puede ser revelada más que por la luz del Espíritu Santo.
Y al^Espíritu va a obrar en ella por el don de ciencia
corazón para penetrar en él:
cuyç misión es hacerle descubrir “el encanto de ser una
me criatura”, por la toma de conciencia de su “nada”, en el
‘‘Fue el 25 de diciembre de 1886 cuando se c'í1 sentido ontológico de la palabra, es decir, una criatura
concedió la gracia de salir de la infancia... ^cn^!arí‘
una palabra, que entraba en mi corazón Ia c
198 Jean Lafrance Mi vocación es el amor 199

que se recibe de Dios. Como decíamos más arriba, es padecer el martirio, sino de interiorizar el Amor en el
este descubrimiento el que cavará en Teresa la capacidad corazón de la Iglesia para santificarla desde dentro,
de acoger al Amor y de descubrir su nombre. He aquí como el corazón propulsa la sangre en el conjunto del
cómo continúa ella: cuerpo. No es ella la que santifica a la Iglesia, pues esta
misión le toca siempre al Espíritu, como la misión de
“Así como Magdalena, agachándose sin apartar­
se del sepulcro vacío, llegó por fin a encontrar lo evangelizar, profetizar o catequizar, pero su misión pro­
que buscaba, así también yo, agachándome hasta pia es ofrecerse al Amor para que la invada y la trans­
las profundidades de mi nada me elevé tan alto, forme. Ha encontrado por fin el descanso, aunque el
que conseguí mi intento" (Ms.B, F3). Amor la conservará en movimiento hasta el día de su
^muerte y aun después, pues continuará su misión en el
Entonces podrá entender la continuación de las pala­ cielo. Hay que acoger este texto-fuente de la vocación de
bras de san Pablo, pero era necesario antes que el Espíri­ Teresa, en la oración, pues puede liberar en nosotros
tu la ahondase suficientemente en profundidad para que una palabra interior que nos revele verdaderamente
pudiese ser colmada por la Palabra de Dios que venía de ¡ nuestra vocación, aunque tengamos una vocación más
fuera: cercana a la descrita por san Pablo en los miembros del
Cuerpo:
“Sin desanimarme, seguí leyendo, y esta frase
me reconfortó: Buscad con ardor los DONES "Había hallado, por fin, el descanso... Al consi­
MAS PERFECTOS; pero voy a mostraros un ca­ derar el Cuerpo místico de la Iglesia no me había
mino más excelente’. Y el Apóstol explica cómo reconocido en ninguno de los miembros descritos
todos los dones, aun los más PERFECTOS, nada por san' Pablo; o, mejor dicho, quería reconocer­
son sin el AMOR... Afirma que la carida es el CA­ me en todos.
MINO EXCELENTE que conduce con seguridad a La caridad me dio la clave de mi vocación.
Dios” (Ms.B, F3vo). Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo com­
puesto de diferentes miembros, no le faltaría el
Por eso es el Amor, el Espíritu Santo en persona, el más necesario, el más noble de todos. Comprendí
que la Iglesia tenía un corazón, v que ese corazón
que va a dar a Teresa la clave de su vocación, bajo la
estaba ARDIENDO DE AMOR.
influencia de la carta a los Corintios ciertamente, pero Comprendí que sólo el amor era el que ponía en
desmarcándose, del esquema tradicional de los miembros movimiento a los miembros de la Iglesia; que si el
descritos por san Pablo. Ahí es donde Teresa es verdade­ amor llegara a apagarse, los apóstoles no anuncia­
ramente original en su descubrimiento, pues integrándo­ rían va el evangelio, los mártires se negarían a de­
se en la doctrina de los miembros, va a ir mucho más rramar su sangre...
Comprendí que el AMOR ENCERRABA TODAS
lejos y a situarse verdaderamente en el corazón de Ia
LAS VOCACIONES, QUE EL AMOR LO ERA
Iglesia. Su papel no era evangelizar, ni enseñar, ni de
Jean Lafrance Mi vocación es el amor 201

TODO, QUE EL AMOR ABARCABA TODOS LOS quebrantado por el arrepentimiento, como dirá Teresa
TIEMPOS Y TODOS LOS LOGARES... EN UNA al final de su autobiografía. En el manuscrito B precisa
PALABRA iQUE EL AMOR ES ETERNO’. (Ms.B, su pensamiento:
F3V0).
"Comprendí que mis deseos de serlo todo, de
Y es ahí donde ella grita: Mi vocación es el Amor.
abarcar todas las vocaciones, eran las riquezas
Precisa enseguida que esta vocación le ha sido dada por que podrían hacerme injusta. Por eso las he em­
Dios, pero que él había depositado el deseo ardiente de pleado en granjearme amigos...
ella en su corazón. Dios no da nada que no haya hecho . Acordándome de la súplica de Elíseo a su Padre
desear primero y una vocación no cae del cielo como un Elias, cuando se atrevió a pedirle su DOBLE ES­
aerolito, sino que se inscribe en el interior de los deseos ♦ PIRITU, me presenté ante los ángeles y los santos,
y les dije: 'Soy la más pequeña de las criaturas.
de una persona:
Conozco mi miseria y mi debilidad. Pero sé tam­
"Sí, he hallado mi puesto en la Iglesia, y ese bién cuánto gustan los corazones nobles y genero­
puesto, ¡Oh, Dios mío’., vos mismo me lo habéifc sos de hacer el bien. Os suplico, pues, ¡Oh, biena­
dado...: en el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo venturados moradores del cielo!, os suplico que
seré el amor’.... ¡Así lo seré todo..., así mi sueño se me ADOPTEIS POR HIJA. Sólo vuestra será la
gloria que me hagáis adquirir, pero dignaros escu­
verá realizado!
char mi súplica. Es temeraria, lo sé; sin embargo,
me atrevo a pediros que me obtengáis: VUESTRO
Pero el Amor que Teresa encarnará en el corazón de DOBLE AMOR" (Ms.B, F 4ro).
la Iglesia no es un amor cualquiera, es el Amor Miseria
cordioso, no es un amor que se eleva a fuerza de puños y Si es gratuita, acogido y recibido, el Amor no es en
Teresa un puro sentimiento, es también efectivo y se
1 del cual uno puede adueñarse, es un amor que se abaja
prueba en las obras. Sólo que Teresa sabe que no pue­
hasta la nada de la criatura:
I de realizar obras brillantes que le merecerían obtener el
amor, pues su voluntad es débil y pobre a todos los nive­
"Si, para que el Amor quede plenamente satisfe­
cho, es necesario que se abaje hasta la nada y que les; entonces no le queda más solución que: responder a
transforme en fuego esta nada” (Ms.B, F3vo)- este Amor de Dios por actos pequeñitos —lo que llama
“pequeños sacrificios”— cuya única razón es confesar
En nuestra relación con Dios, todo puede ser ocasió11 Que es incapaz de hacerlos mayores, pero que no tendría
de enorgullecemos, aun nuestros deseos de santidad- ^ ninguna excusa para no realizar estos pequeños sacri­
ascesis y de oración. No hay más que una actitud P° ficios:
nuestra parte que no puede disimular ni imitar el Afl0*'
"Pero, ¿cómo demostrará este niño su amor, si
es el experimentar nuestra debilidad y nuestra el amor se prueba con obras? Pues bien, el niñito
“amarla con dulzura”, en una palabra, tener el cofjZ
202 Jean Lafrance

arrojará flores, perfumará con sus aromas el tro­


no real, cantará con su voz argentina el cántico
del amor...
¡Oh, amado mío, así es como se consumirá mi
vida! No tengo otro medio de probarte mi amor
que arrojando flores, es decir, no desperdiciando
ningún pequeño sacrificio, ninguna mirada, nin­
guna palabra, aprovechando las más pequeñas
cosas y haciéndolas por amor" (Ms.B, F4vo).

Por eso Teresa guarda siempre el equilibrio entre la


acción de Dios que opera en ella el querer y el hacer y su
colaboración personal que entrega los trasfondos de su
libertad, haciendo lo que está en su mano —y que es
poca cosa— para probar su amor. Y pensando en nfi-
otros, Teresa termina su carta pidiendo a Dios:

"¡Te suplico que escojas una legión de pequeñas


víctimas dignas de tu AMOR!"

Al terminar, en forma de oración, la lectura de este^


libro sobre el Amor Misericordioso, tal vez estemos ten­
tados de pensar que, a pesar de su debilidad, Teresa era
sin embargo una hija excepcional, y que nosotros esta­
mos a cien codos de su tobillo. Entonces ella nos
respondería:

"Siento que si, por un imposible, encontrases un


APENDICE
alma más débil, más pequeña que la mía, te com­
placerías en colmarla de favores mayores todavía,
con tal que ella se abandonara con entera con­
fianza a tu misericordia infinita" (Ms.B, F5vo).

París, 10 de enero de 1985


TERESA DE LIXIEUX Y LA DEVOCION AL SA-
fc GRADO CORAZON HOY

El año 1978, mi hermana Carmen, religiosa de la


Compañía de María, me envió desde su puesto de mi­
sión en el Zaire, el libro del P. Jean Lafrance PRIE TON
PERE DANS LE SECRET, del que se han vendido ya
150.000 ejemplares en lengua francesa.
El libro que hoy tienes en tus manos es el octavo de
los libros del P. Lafrance traducidos al castellano, y muy
pronto aparecerá el noveno. *
Junto con este grato trabajo y gracias a la amabilidad
del P. Jean, hemos mantenido a lo largo de estos años
una abundante correspondencia espiritual, de la que yo
he sido el gran beneñciario. El Padre, con su característi­
ca bondad y porque es un educador en la oración y
EDUCAR ES ANIMAR, me ha repetido en sus cartas
frases como estas: “Es usted el hombre que conozco más
entusiasmado por la oración continua”, hasta el nombre
me lo enseñó él, “es usted la persona con la que me
siento más en comunión”, “tenemos la misma fisonomía
espiritual”, etc.
Por todo ello es para mí una gran satisfacción y un
206 José Fernández de Retana Apéndice 207

lato honor publicar junto a este libro del que me escribía acabado y perfecto de esta devoción. Y especialmente
en Navidad “estoy trabajando para usted”, ya que el para nuestros días.
libro no ha aparecido todavía en Francia, este pequeño
trabajo.
Como dice el mismo Padre de Teresa en el cap. 1, 2, 1. Yo seré el Amor
y me decía a mí en una de sus cartas, él no escribe sus
libros, los ora, no puede escribir nada fuera de la ora­ Decir Sagrado Corazón es ante todo hablar de amor.
ción. Este es el secreto del P. Jean: que a las tres de la ¿Pero es que acáso antes había pedido Dios otra cosa a
mañana en Adoration, 39 Rue de Gay Lussac, PARIS, ya los hombres? ¿No está escrito en el primer mandamien­
está en oración. to: Amarás al Señor tu Dios con iodo tu corazón? Es
^%cierto que al término de nuestra vida sólo seremos exa­
minados del amor, y que los santos del yermo dieron
Fiada en la promesa de su Fundador, la Iglesia va con toda brillantez su examen. Pero nadie dirá de ellos
superando una tras otra todas las herejías. Sin embargo, que fueron devotos del Sagrado Corazón. Su ascética,
siempre quedan restos de ellas en la vida de los fieles. aunque presidida por el amor al crucificado, se dirige
Pasaron ya muchos siglos de la herejía pelagiana, pero más a la copia, a la práctica de las virtudes, en especial
son muchos los que siguen creyendo que la santidad es’ de la penitencia externa, que a la persona del Señor. Ca­
asunto de puños. Sólo cuando avanzan en la vida espiri­ recen de intimidad. Les falta acentuar el término de refe­
tual se persuaden que es, sobre todo, obra de rodillas. rencia capaz de provocar ese acercamiento: la humani­
En muchas de estas personas, sobre todo en la vida^ dad de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.
religiosa, la conversión gira sobre dos razones: el culto Y precisamente la devoción al Sagrado Corazón es la
al Sagrado Corazón y la devoción a Santa Teresa del forma más excelente de culto a la humanidad de Cristo
Niño Jesús. En ambos un denominador común: la Nuestro Señor.
Es San Francisco de Asís el iniciador de esta nueva
confianza.
corriente. Luego San Ignacio hará la síntesis de las dos,
Pero la confianza no podía ser más que un indicador.
y sus hijos, junto con los PP. de Santo Domingo, encau­
En frase de Pío X, Teresa es la mayor santa de los tiem­
zarán la oración de Teresa de Avila librándola de sus
pos modernos. Pío XI diría más tarde de la Devoción al
temores de tomar como punto de apoyo la humanidad
Sagrado Corazón que es la norma de vida más perfecta-
de Jesús.
¿Podrá la santa carmelita ignorar esta devoción? Lecto­
En el alma de Teresa Martín hay una disposición pri­
res superficiales, no sabemos con qué intención, no han
mitiva que será siempre fundamental: el amor. El amor
vacilado en afirmarlo. Fácil cosa es probar la falsedad
de Dios. Pero el Dios que ama Teresa con todo su cora­
de este enunciado. Nosotros vamos más lejos. Presenta­
zón no es un Dios abstracto, el dios de los filósofos y de
mos a Santa Teresa del Niño Jesús como un modela
208 jos¿ Fernández de Relana Apéndice 209

los sabios. Es el Dios hecho hombre: El Verbo Encar­ toria de Teresa, cuando la mano que temblaba con fuer­
nado. Contemplando su evangelio aprende la esencia del za destacó a lápiz en lo más alto de la última página del
amor. A nuestra generación pagada de sus progresos último cuaderno. “Por la confianza y el amor”, y luego
técnicos, pero que no sabe encontrar la paz, le sale al se detuvo.
paso y le dice: lo propio del amor es abajarse. Nadie Con sus escasas fuerzas siguió explicando oralmente
hasta ahora había dado una definición tan profunda. su lección. En el último instante mira al crucifijo y dice:
San Juan había dicho: “Dios es amor”. Teresa de la “Te amo... Dios mío os amo”. No habló más. Pero sus
conducta de Dios deduce: lo propio del amor es abajar­ ojos y su rostro en éxtasis, aquel éxtasis de amor que
se. Ella por eso será “un granito de arena”. había predicho, dictan su última lecciói) de amor. La más
sabrosa y expresiva de todas. Es difícil extraer de sus
Este amor no es en ella un sentimiento, una emoción,
peritos lo que es para ella el amor. Lo invade todo: la
una ternura de corazón compatible con todas las debili­
vida y la muerte. Es que es su vocación, nos dirá ella con
dades, todos los caprichos de la infancia. Es en ella algo
gozo:
del orden de la voluntad mucho más que del orden sen­
sible. Cristaliza en una docilidad pefecta a la voluntad "¡Oh Jesús mi amor! Por fin he comprobado mi
de Dios que le permitirá decir: vocación: mi vocación es el amor. Sí: he encontra­
do mi lugar en el seno de la Iglesia y este lugar,
"Desde los tres años no he negado nada a Dios". ¡oh Dios mío!, es el que Vos me habéis señalado:
en el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el
En esta fórmula negativa, pero de contenido positivo, Amor. Así lo seré todo... Así, mis sueños serán re­
alizados (Ms.B, F3).
se define una situación psicológica de esencia mística. Se
declara que toda la iniciativa de esta conducta pertenece
Y porque esa es su vocación en esta vida y en la otra,
a Dios. Así Teresa, desde el primer ejercicio de su amor a sus hermanas religiosas y a sus hermanos espirituales,
a Dios, ha sabido que su decisión no era más que una el P. Roulland y l’abbé Belliére, les dictará para que la
respuesta, pues ella había sido amada primero. recen todos los días esta oración: “Dios mío, permitid a
Al recorrer hoy sus cuadernos manuscritos descubri­ mi hermana haceros amar todavía”.
mos con emoción que una misma palabra los termina Pero ¿qué amor es éste que ha obsesionado a Teresa
los tres: el amor, “el cántico siempre nuevo del amor”’ durante su vida? Ella misma nos lo dice en carta de 21
“una legión de pequeñas víctimas de tu amor”, “por Ia de junio de 1897 al abbé Belliére:
confianza y el amor”. Teresa no había recibido otraleC'
ción, ni tenía otra cosa que dejarnos: el amor que cao*3 "¡Ah!, querido hermano, desde que se me ha
en el fondo de la noche, el amor cuyo único deseo &s dado comprender el amor del Corazón de Jesús,
confieso que he arrojado de mi corazón todo
salvar, el amor que no puede desesperar. Nadie escribí temor”.
jamás esta palabra como en esta última línea de la^,s
210 José Fernández de Retana Apéndice 211

2. Consagración al Amor = Abandono en el Corazón de "¡Oh, cómo desea (el grano de arena), ser redu­
cido a nada, desconocido de todas las criaturas,
Jesús
pobre, pequeño, no desea ya nada, nada más que
Teresa de Lisieux siente, pues, en ella esa llama de el OLVIDO...! ¡Nada de desprecios, ni injurias, se­
ría demasiado para un grano de arena! Sí, deseo
amor devorador. Mística profunda, sabe que todo cuan­
ser olvidada y no sólo de las criaturas, sino tam­
to es y cuanto tiene es un don de su divino Esposo. El bién de mí misma. Quisiera de tal manera ser re­
clima es indicado para el deseo espontáneo de entrega y ducida a la nada que no tenga va ningún deseo..."
de consagración. Una consagración que sólo puede ha­
cerse al Amor. Tal es su Acto de Ofrenda al Amor mise­ Nos resulta costoso interrumpir la aita, pero lo hace­
ricordioso, que llevará siempre sobre su pecho. En ella mos para seguir leyendo unos días después:
pide al Padre, apoyándose en que siendo Jesús su Espo­
so todos los méritos de El son suyos, que no le mire ya “Que el grano de arena esté siempre en su sitio,
sino a través del Corazón de Jesús ardiendo de amor. es decir, a los pies de todos. Que nadie piense en
más adelante insiste en que lo que le mueve a la consa­ él; que su existencia sea por decirlo así ignorada,
gración no es el reunir méritos para el Cielo, sino conso­ el grano de arena no desea ser humillado. Esto es
demasiado glorioso pues habría que ocuparse de
lar al Sagrado Corazón. La entrega total y la intención
él. No, desea otra cosa: SER OLVIDADA, TENIDA
reparadora hacen de ella una fórmula perfectísima. POR NADA. Pero desea ser vista por Jesús”.
La santa carmelita intuye como San Ignacio las mara­
villas que haría Dios en las almas si éstas no le pusieran ¿Pero dónde se esconderá Teresa para lograr sus de­
impedimentos. Y Teresa sabe que Dios le llama a una seos? Ella misma nos lo dice glosando la frase de San
gran santidad. Pronto pisotea el mundo y las criaturas. Agustín, en una poesía que titula “Abandono”:
Es cota fácil de superar en la vida religiosa. Pero hay
otro pedestal que derribar, el amor propio. Ella nos dirá El abandono me entrega
del suyo que lo tenia exagerado, sólo porque a la edad En tus brazos dulce Esposo
de tres años no quiso ganar cinco céntimos que su ma* Y el pan de los elegidos
dre le ofrecía por besar el suelo. A él atribuye en s" Me da y con él me conforto.
Gustándolo, ya otra cosa
humildad el no volver a caer en la misma falta. Mucha5
En el mundo no ambiciono,
veces, como los que preceden a su profesión, no pasa” Que una mirada divina
de ser primeros movimientos. No importa. Teresa ha & De los más divinos ojos.
tendido a la perfección el dicho de San Agustín: ‘, Y después de sonreírte
abandono es el fruto delicioso del amor”. Hasta & Me recuesto y me abandono
punto lo penetró Teresa nos lo dice con elocuencia*11 En tu Corazón, diciéndote
carta de fin de abril de 1890 a su hermana Sor Que aun dormida, vo te adoro" (N.e 42).
212 José Fernández de Re tan a Apéndice 213

Cuán perfecto fuese este abandono en el Sagrado Co­ Pero el hacer de su vida un continuo sacrificio, un
razón lo proclama a los cuatro vientos aquella paz inti­ martirio de amor, es para consolar a Jesús. Alma inmen­
ma que constituye como la herencia de Teresa y que es samente mística, siente como suyos los sufrimientos de
el fruto inmediato del alma que olvidada totalmente de Jesús y necesita expansionarse. Por eso el consolar a Je­
si no tiene ya nada que perder. sús será el tema preferido de sus cartas a Celina. Ade­
más para Teresa consolar a Jesús es salvarle almas. Sabe
que el cristianismo no es una idea muerta. Es vida que se
3. Reparación^ Salvar almas perpetúa en el cuerpo Místico que es la Iglesia. Y aun­
que en su oración y sacrificios ocupen un lugar eminente
Aunque encerrada en su convento desde los 15 años, lq^acerdotes por ser los pescadores de almas, sabe tam-
Teresa Martín sabe lo que algunos teólogos quieren ig­ biCTi que la Iglesia no son sólo los curas y que Dios con­
norar hoy. En el mundo existe el pecado. Y este pecado certó el cuerpo dando mayor honor a los que más lo
exige expiación. Por eso en ella junto al amor florece el necesitaban. Por eso sus predilectos serán los infieles y
sufrimiento. Es que —escribe a su hermana Celina— los descreídos. Y como en la actual providencia no hay
“existe un amor cuya única prenda son las lágrimas”. redención sin encamación, vivirá íntimamente la noche
Sus cartas son un tratado perfecto de la Cruz. Tan iden-, de la fe. Esta será su forma suprema de reparación:
tificada está su vida con el sufrimiento, que escribe al
abbé Belliére: “Vivir tras ese muro que se alza hasta los cielos
y que oculta el firmamento estrellado”.
“El sufrimiento unido al amor es lo único que
me parece deseable en el valle de lágrimas. Es Su inmolación es silenciosa. Sólo su Priora y su confe­
cierto que la cruz me ha seguido desde la cuna, sor conocen sus sufrimientos. Por eso no es una revela­
pero esta cruz, Jesús me la ha hecho amar con ción para su hermana Paulina oírle exclamar:
pasión”.
“Nunca hubiera creído que se pudiese sufrir
Y al día siguiente, 14 de julio de 1897, descubre inge­ tanto. ¡Nunca! ¡Nunca! No me lo puedo explicar
nuamente al P. Roulland el problema que el sufrimiento sino por los ardientes deseos que he tenido de sal­
le plantea: var almas” (Cuaderno Amarillo, 30-9-87).

"Desde hace tiempo el sufrimiento se ha hecho Sólo nos queda escuchar de ella misma cuál fue el al-
mi Cielo aquí abajo. Y me cuesta concebir cófli° kr de su sacrificio:
podré aclimatarme en un País en que reina la
gria sin ninguna mezcla de tristeza. Será preci^ Para contemplar tu gloria cara a cara y sin
que Jesús transforme mi alma y le dé capacidy cendales
de gozar. Si no, no podré soportar las delic'®5 Pasar debo por las llamas de un incendio
eternas". abrasador.
214 José Fernández de Reí ana vApéndice 215

Yo escogí por Purgatorio tus entrañas Sabiendo lo que en la vida de Teresa representa el
paternales Amor, y oyéndola en la poesía “A mis hermanitos del
Ese Corazón Sagrado, Volcán vivo del amor
Cielo”:
(N.« 23).
Oh capullos perfumados recogidos en la
aurora
4. El Corazón de Jesús en la vida de Teresa De la flor.
El sol bello que os despliega, que os matiza y
Al sorprender en Teresa el|Amor, la Consagración y os colora
Es el Corazón divino. Sol andiente del Amor
la Reparación, nos hemos topado frecuentemente con el
^ (N.9 39).
Corazón de Jesús. Es el tema preferido de sus poesías.
En ellas encontramos con sorpresa que lo es todo para
...no es necesario multiplicar las citas. Sólo añadire­
ella. Unas veces, como en “Mi cántico de hoy”, dirá:
mos que su poesía “Al Sagrado Corazón”, larga de 16
Ocúltame en tu pecho y allí no habrá temores estrofas de verso mayor, es una síntesis poética, medio­
Del Pérfido enemigo que ronda mi mansión cre de forma, profunda de inspiración mística, de su ma­
Que sea mi morada y hogar de mis amores nera original entonces de ver esta devoción. Pero de esta
Tu Santo Corazón (N.9 12). aportación personal extraordinaria de Teresa a la devo­
ción al Sagrado Corazón hablaremos más adelante.
Otras veces, como en “Vivir de Amor”, la imagen es
dinámica: Del examen de sus cartas se deduce que le eran muy
familiares la vida y las apariciones del Sagrado Corazón
En tu gran Corazón de dulzura a Santa Margarita María. Una de sus tías había sido
Navega el mío a velas desplegadas visitandina, y su hermana Leonia, tras varios intentos,
Ligera surco el mar con mi tesoro
profesó finalmente en la visitación de Caen.
Llevo de lastre amor, v amor de carga (N.9
17). Encontramos en ellas con frecuencia esta expresión de
despedida:
La misma imagen del mar, ahora agitado, se repite en
“Acuérdate mi Amor”. Pero nos interesa más en ella ver "Queda muy unida en el Corazón de Jesús...”
cómo Teresa, mística profunda, nos señala cómo ha de
realizarse nuestra respuesta al amor: Es natural que sean sus cartas más íntimas las que
aborden este tema que exige cierta temperatura espiri­
Mas si me das tu Corazón amado
tual. Se encuentra a menudo en la correspondencia con
Con El te podré amar cuanto yo quiera
Con El te sabré amar hasta que muera (K- sus tíos, la familia Guerin. A su prima María Guerin,
22). luego Sor María de la Eucaristía, escribe:
José Fernández de Retana Apéndice 217

“Estoy segura que mi pequeña María está muy "Jesús ha extendido su mano divina y tomando
adelantada en su Corazón”. a su prometida la ha colocado sobre su Corazón,
en el tabernáculo de su Amor".
Y cuando más tarde, aquejlda de escrúpulos, acuda
en demanda de auxilio a Teresa ésta le contestará: Más tarde le expone su “Caminito” como algo muy
del Corazón de Jesús:
"Lo que más ofende a Jesús, lo que le hiere en
el Corazón, es la falta de confianza”. "Cómo temer a Aquel que se deja encadenar
por un cabalo que vuela sobre nuestro cuello
(Cantar de los Cantares, 4, 9)r Sepamos pues rete­
A su tía escribe para su santo:
ner a este Dios que se hace mendigo por nuestro
Amor. Diciéndonos que es un cabello lo que pue­
"Es lo que pedía hace un momento (en la comu­
de obrar este' prodigio, nos enseña que las accio­
nión) a Aquel cuyo Corazón golpeaba al unísono
nes más pequeñas, hechas por amor, son las que
del mío”. encantan su Corazón".

Y al año siguiente, cuando la enfermedad de su padre No podía faltar este tema en las cartas más íntimas de
llega a la cima insiste en la felicitación de año nuevo: Teresa, las cartas a Celina.

"Considerando el tiempo que acaba de pasar “El que ama a Jesús encuentra en este Corazón
doy gracias a Dios, pues si su mano nos ha pre­ único, que ño tiene nada semejante, todo lo que
sentado un cáliz de amargura, su Corazón divino desea. Encuentra en El su cielo".
ha sabido sostenernos en la prueba y nos ha dado
la fuerza necesaria para beber su cáliz hasta las Su carta de 14 de octubre de 1890, cuando Celina pe­
heces". regrina' a Paray en el segundo centenario de Santa Mar­
garita, entreabre una rendija para penetrar el profundo
Y cuando quiere agradecerle sus cuidados maternales
misterio de Teresa:
desde la muerte de su madre:
"Ruega mucho al Sagrado Corazón. Sabes, YO
"Yo sé muy bien que Dios ha puesto algo del NO VEO EL SAGRADO CORAZÓN COMO LOS DEMÁS. Pien­
amor que desborda su Corazón en el corazón de so que el Corazón de mi esposo, es sólo mío, como
las madres...” el mío es de El, y yo le hablo entonces, en la sole­
dad de este delicioso corazón a corazón, esperan­
Es natural que el Sagrado Corazón centre toda su co­ do corrtemplarle un día cara a cara”.
rrespondencia con su hermana Leonia. Cuando el 23 de
Consciente también de la eficacia de esta devoción, la
junio de 1893 entra por segunda vez en la Visitación-
siembra oportuna e importuna a sus hermanos misione-
Teresa le felicita:
Apéndice 219
218 José Fernández de Re tan a

ros. Escribe a l’abbé Belliére: matizándole perfectísima-


mente su manera personal de ver esta devoción: 5. Concepción original de su devoción al Sagrado
Corazón ‘
"Cuando veo a Magdalena avanzar entre los nu­
merosos convidados, regar con sus lágrimas los Hay, sin embargo, una concepción personal de Teresa
pies de su Maestro adorado que toca por vez pri­
que ha pasado desapercibida para la mayor parte de los
mera. siento que su Corazón ha comprendido los
abismos de amor y de misericordia del Corazón historiadores ’. Algo que constituye sin duda la más va­
de Jesús, y que pecadora como es, este Corazón liosa aportación quejiá recibido la devoción al Sagrado
de amor, está no solamente dispuesto a perdonar­ Corazón, y que va a ser el eje sobre él que desplegará su
le, sino aun a prodigarle los beneficios de su inti­ arrollador avance de vórtice. \
midad divina, a elevarla hasta las más altas cum­ Entre los ambientes sociales, ninguno tan envolvente,
bres de la contemplación”. wn penetrante, tan asimilador como el religioso. Y
cuando éste está más apartado del mundo, más fervoro­
Más tarde, el 18 de julio de 1897, le anima:
so, más fiel a sus propias doctrinas, a sus tradiciones y
"Ah, cómo quisiera haceros comprender la ter­ costumbres, tanto más señala a sus miembros con una
nura del Corazón de Jesús, lo que El espera de marca uniforme. Este es el deseo, muy legítimo, de cada
usted". familia religiosa y una de las razones por la que se es­
fuerzan en atraer sujetos suficientemente jóvenes para
Y ocho días después insiste de nuevo:
que sean fácilmente moldeables.
"Hace tiempo olvidó El sus infidelidades. Sólo Cuando Teresa Martín se presentó como postulante,
vuestros deseos de perfección están presentes el Carmelo de Lisieux, como todos los de Francia, tiene
para regocijar su Corazón"... El Corazón divino se una doctrina muy precisa y muy firme sobre la vocación
entristece más por las mil pequeñas indelicadezas de la carmelita. Esta doctrina es esencialmente apostóli­
de sus amigos que de las faltas, aun graves, que ca. Teresa la asimila perfectamente y, como para su ma­
cometen las personas del mundo".
dre de Avila, su aspiración será dar gustosamente mil
vidas por una sola alma.
Acabamos de ver que lo mismo en sus cartas que en
Pero la doctrina apostólica del Carmelo francés des­
sus poesías, la expresión Sagrado Corazón representa
cansaba por completo en la sustitución de la carmelita
unas veces la persona total de Jesús, pero iluminada
por el pecador. Por su misma vocación, la carmelita era
siempre por la antorcha del amor. Otras veces, sobre
una víctima ofrecida a Dios para compensar la obstina­
todo en la comunión, ese Corazón golpea al unísono de‘
ción del pecador, y para calmar la justicia divina. To-
suyo. La cosa es, pues, tan evidente que es necesad3
mala voluntad o un desconocimiento total del epístola 1 En este razonamiento seguimos a Combes: St. Thérèse de Lisieux
et sa mission.
rio y de las poesías.
Apéndice 221
220 José Fernández de Retana

Teresa a la seducción de esta generosidad, suprema en


mando a la letra este programa, la fidelidad de la carme­
su ambiente, hay que reconocer uno de los elementos
lita se medía por la intensidad de su mortificación
más sobrenaturales de este itinerario espiritual. He aquí
espiritual y corporal. Mas siendo aquélla de difícil valo­
también uno de los méritos más desconocidos, pero más
ración, se insistía mucho en las mortificaciones
universalmente fecundos de esta reformadora extraordi­
corporales.
naria. Reacción viva, personal, incomparable, que hace
Tal era el ideal del Carmelo de Lisieux bajo el gobier­
que Teresa sea Teresac
no de la Madre María Gonzaga. Las cruces de hierro y
Hoy, a la luz de toda su .enseñanza,,no es difícil descu­
la disciplina de ortigas se tenían en gran estima. Y éstos
brir las lagunas de aquel ideal tan magnánimo que ella
eran también los mejores obsequios para ofrecer a los
no pudo resolverse a hacer suyo. Pero ¿cómo ha podido
misioneros.
^cidirse esta niña de quince años? Ella entra en el Car­
Con este ideal se había identificado la Devoción al
melo para alcanzar lo más rápidamente posible la santi­
Sagrado Corazón en Lisieux. Santa Margarita María se
dad. Para ella la santidad no puede consistir más que en
había ofrecido como víctima a la justicia. Para la consa­
la perfección de su estado. Cuanto mayor es su tensión,
gración, pero sobre todo para la reparación al Sagrado
más debe entregarse a ese ideal que nadie discute.
Corazón, este elemento de la Justicia se consideraba
¿Quién podrá ponerle al abrigo de esa seducción tan no­
esencial. Pero ya hemos visto que Teresa, en el segundo
ble? Nadie. Ninguna persona humana hubiera podido
centenario de Santa Margarita María, escribía a su her­
orientar a esta carmelita ávida de santidad hacia una
mana Celina en peregrinación a Paray le Monial'
meta diferente de la que le ofrecía su Carmelo.
"Yo no veo el Sagrado corazón como los Pero Jesús sí. Planteando el problema en esta escala
DEMÁS". de valores, que es la escala real, se comprende que Tere­
sa declarase que ella no debía su caminito a nadie, sino a
Esta identificación nos explica también que evitando Jesús.
Teresa en la Historia de un alma “la justicia de Di°s ’
corra la misma suerte “el Corazón de Jesús”.
Como nos lo dice la Historia de un alma, Teresa a° 6. La confianza
juzga aquel ideal de manera desfavorable. Pero si se ,
sido
biera dejado llevar de él, Teresa de Lisieux hubiera Guiada por El ha penetrado la esencia del problema.
una fervorosa carmelita, pero no hubiera llegado a s^na No se trata de ofrecer a la vara vengadora de un Dios de
la mayor santa de los tiempos modernos, ni la Patr Justicia un plinto que él pueda golpear con libertad. Hay
de todas las misiones. da Que saciar la sed de amor del crucificado que salva todas
En la resistencia humana, inexplicablemente, °^Qpio ks almas por la efusión de su propia Sangre. No es,
continuamente por esta religiosa al ideal de su P ¿e Pues, esencial a la consagración y a la reparación al Sa-
Carmelo, en esta impenetrabilidad absoluta del 2
X
222 José Fernández de Retana 223
ice

grado Corazón constituir victimas voluntarias ofrecidas Dioso, suplicándoos que me consumáis sin cesar,
espontáneamente a los golpes de la justicia divina, sino { dejando desbordar en mi alma, las olas de infinita
atraer las almas pecadoras hasta las olas de sangre re- | ternura que se encierran en Vos y que así me
dentora, que es lo único que puede salvarlas. haga Mártir de Vuestro Amor, ¡Oh, Dios mío!’'
¿Cómo lograrlo? Por el amor que crucifica y que espe­
ra contra toda esperanza. La prueba de ello Pranzini. Analicemos la maniobra de Teresa. El Corazón de Je­
Resuelta a salvar a este monstruo, Teresa no se ofrece sús es un océano de amor. Pero las almas no se dejan
como víctima en su lugar para ser golpeada por la justi­ invadir por este amor. Unos le rechazan, otros permane­
cia de Dios. Ofrece al Amor infinito del Redentor su cen indiferentes. Teresa se ofrecerá como víctima, no
para recibir l<js golpes de la Justicia, sino para sumergir­
confianza en su misericordia, su oración, su esperanza
se en el torrente de amor infinito represado en el Cora­
inquebrantable. Ha hecho ofrecer al Padre el Santo Sa­
zón di Cristo. Sabe que eso es el martirio. Pero todo eso
crificio. Ha creído que una confianza de esta naturaleza
es accesorio. Lo importante es que el Amor Misericor­
no podía resultar fallida.
dioso de Dios tenga al menos un alma donde pueda vol­
Después de la certeza de la fe, ha experimentado la
carse sin medida. Por eso ella no se inmola ni a la Justi­
respuesta de Dios. Los tres besos del asesino al crucifijo
cia ni a la Misericordia. Su ofrenda será al AMOR.
han grabado para siempre en el corazón de Teresa la
Queda bien claro que el tema del Amor misericordio­
seguridad inquebrantable de que la confianza en el
so es para» nosotros el principio supremo de inteligibili­
Amor misericordioso no es solamente el mejor homenaje
dad de los manuscritos autobiográficos, al mismo tiem­
que se puede rendir a la naturaleza de Dios, sino tam­
po que la llave de oro que nos abre el alma de Teresa. Es
bién el medio por excelencia de convertir a las almas.
también el eje en torno del cual girará la devoción al
Con este sello y la perfecta fidelidad a la gracia se de­
Sagrado Corazón en adelante y la puerta grande por la
fiende de toda contaminación espiritual. Y-en la atmós­
que entrarán en El todos los agobiados con trabajos y
fera de su Carmelo, su convicción se dilata. El 9 de junio cargas.
de 1895, en la fiesta de la Trinidad, Teresa se ofrece
Al terminar nuestro recorrido de los elementos esen­
como víctima de holocausto al Amor misericordioso.
ciales de la Devoción al Sagrado Corazón en Santa Te­
Ella misma nos dice en su fórmula el móvil de este acto
resa del Niño Jesús, nos encontramos de nuevo en el
de ofrenda:
punto de partida: la confianza. Su importancia en esta
"No quiero reunir méritos para el cielo, quiero devoción la ha comprendido muy bien el pueblo cristia­
trabajar por vuestro solo amor, con el único fin no al plasmarla en la jaculatoria milagrosa: “Sagrado
de agradaros, de consolar a vuestro Corazón Sa­ Corazón de Jesús, en Vos confío”.
grado y salvar almas que os amarán eternamente •
No sólo el pueblo. Santa Margarita María, el apóstol
A fin de vivir en un acto de perfecto Amor,
OFREZCO COMO VÍCTIMA A VUESTRO AMOR MISERlCOP-’ del Sagrado Corazón, es a la vez vocero infatigable de la
224 Apéndice 225
José Fernandez de Retana

confianza. De todos conocido es el Acto de Confianza al


7. Eucaristía y sacerdocio
Sagrado Corazón del Beato Claudio de la Colombière. j
¿Qtfé extraño, pues, que Teresa, la doctora de la con- 1
Nos queda por. comprobar en Teresa de Lisieux los
fianza, haya penetrado hasta lo más hondo del Corazón rasgos esenciales de este culto que se dan, como lógica
divino? Ya vimos que a su prima María Guérin le escri-^ consecuencia, en todbs los devotos del Sagrado Cora­
be para consolarla de sus escrúpulos: “Lo que más ofen­
zón. Ya hemos hablado de la confianza, de su amor a la
de a Jesús, lo que más le hiere en el Corazón es la falta
cruz y de su ardiente celo por la'S almas. Diremos algo
de confianza". de su devoción a la Eucaristía y al sacerdocio.
“La santidad —dice Teresa— no consiste en tal o cual Sus cuatro años de preparación para la primera comu­
ejercicio virtuoso, sino en una disposición del corazón nión, sus ansias de comulgar, la alegría pura que neutra­
que nos hace humildes y niños en brazos de Dios, cons­
liza y cura para siempre su tristeza de infancia, hacen
cientes de nuestra flaqueza y confiados hasta la audacia
prever que Teresa va a llevar una vida eucarística ex­
en su bondad de Padre". En esta confianza audaz pone traordinaria. Y así fue. Desde su segunda comunión es
Teresa uno de los fundamentos de la santidad y esta
colocada por Jesús-Hostia sobre la cumbre que San Pa­
nota de audacia, que es como el coronamiento de las
blo descubriera con euforia en el momento de su más
tres virtudes teologales, es también una de las cumbres
fecunda vida apostólica. Más tarde, en una acción de
más elevadas de la devoción al Sagrado Corazón. A él se gracias, adquiere la certeza de que el camino de su vida
refiere en aquellas atrevidas líneas, que su hermana Sor
estará jalonado de numerosas cruces.
Inés no se atrevió a publicar, pero que hoy el texto autó­
Otra promoción eucarística decisiva en la vida de la
grafo nos permite saborear plenamente: santa carmelita es la comunión de la noche de Navidad
"Querida hermana: comprended por favor a de 1886. que ella llama su conversión. Su fragilidad
vuestra hija, comprended que para amar a Jesús, emotiva que se traduce en lágrimas frecuentes y contra
para ser víctima de amor, cuanto más débil es la que Teresa lucha desde hace diez años desaparece en
uno, sin deseos ni virtudes, más cerca se está de un instante en esta comunión. Por una coincidencia de
las operaciones de ese Amor que consume y lo más curiosa, esta misma fiesta de Navidad de 1886 ha
transforma. El solo deseo de ser víctima basta,
visto dos conversiones de naturaleza muy diferente. En la
pero es preciso consentir en permanecer siempre
pobre y sin fuerza, y esto es lo difícil, pues ¿dónde misa de medianoche en la catedral de Lisieux, la de Te­
encontrar al verdadero pobre de espíritu? Es pre­ resa,niña de catorce años. En las vísperas de la basílica
ciso encontrarle muy lejos, dice el salmista. No metropolitana de Notre Dame de París, la de Paul Clau­
dice que hay que encontrarlo entre las almas del. Pero en tanto que el Niño del pesebre se contentaba
grandes, sino muy lejos, es decir, en la bajeza, e*n en París con servirse para siempre del alma y del presti­
la nada". gioso talento de un gran poeta, modelaba en Lisieux,
226 José Fernández de Retana Apéndice 227

con una manifiesta predilección, el alma de una esposa, nión de San Estanislao de Kostka que atribuía a Santa
que f^)r su fidelidad incomparable llegaría a ser la ma­ Bárbara el haberle llevado personalmente la comunión.
yor santa de los tiempos modernos. Pero en este punto como en tantos otros a Dios no le ha
Seis meses más tarde, una vez más la Eucaristía, lá bastado el colmar las esperanzas teresianas: las ha supe­
transporta a una nueva cima: el Calvario. Un domingo rado. Teresa, ha dicho Benedicto XV, ha recibido la gra­
de julio de 1887, mes de la preciosísima Sangre, al final cia de enseñar a los sacerdotes a amar a Jesucristo. Es
de la misa ve correr la sangre redentora. Escucha el gran reconocer que Dios ha escuchado el deseo de esta car­
grito de amor del crucificado: “Sitio”. Comprende al melita que nb había escogido el claustro sino con el fin
punto que esta sed es la sed de almas. La conclusión es de ser apóstol de apóstoles.
inmediata. Define para siempre su destino temporal y
eterno: Pasará su vida ayudando a salvar.
La profundidad de su doctrina eucarística provoca la ^ 8. Aportación de Teresa a la Devoción al Sagrado
admiración de Pío X, que emocionado y agradecido or­ Corazón.
dena inmediatamente la aceleración de su proceso de
beatificación. Tras esta síntesis de la Devoción al Sagrado Corazón
Ya hemos visto cómo el resonador más íntimo de los en Santa Teresa del Niño Jesús, señalemos brevemente
sentimientos de Teresa, su correspondencia con Celina, las aportaciones y matices con que ella la enriquece. Más
nos descubre su preocupación y desvelo por los sacerdo­ cerca de nosotros en el tiempo, su modo de expresión
tes. 14 de octubre de 1890. Celina va erç peregrinación a está libre de ese barroquismo que se manifiesta en los
Paray le Monial. ¿Cuál será el encargo de Teresa para el escritos de otros devotos y que alcanza su máxima ex­
Sagrado Corazón? presión en nuestro Padre Hoyos. Nada de esto se en­
cuentra en Teresa cuya prosa sencilla se lee con agrado.
"Siempre he de decirte lo mismo. Oremos por Aparece también su profundo humanismo y el lector se
los sacerdotes... cada día nos enseña qué raros consuela al ver en ella las mismas luchas y' la misma
son los amigos de Jesús. Me parece que lo que impotencia que él también experimenta. Por todo ello
debe serle más sensible es la ingratitud, sobre Santa Teresa se hace amable. Ya lo había predicho ella
lodo el ver a las almas que le están consagradas cuando, al releer sus cuadernos en el lecho de muerte,
dar a otros el corazón que le pertenece de una
decía a su hermana Paulina:
manera tan absoluta”.
“Estas páginas serán muy edificantes. Todo el
Nunca se consoló de no poder ser sacerdote. Confia­ mundo me amará”.
ba, sin embargo, gozar en el cielo de los privilegios del
Sabe penetrar a través del Corazón toda la vida inte­
sacerdocio, por sus deseos de serlo. Y su esperanza se
lectual y afectiva de Jesús, pero evita la imposición ma-
acentuó por una interpretación de la milagrosa comu-
228 José Fernández de Retana Apéndice 229

chacón» del símbolo y toda repetición innecesaria de la ta Margarita, sino de esposa, que supone mucha mayor
expresión Sagrado Corazón, que constituye para mu­ intimidad y confianza.
chos un obstáculo de esta devoción. Conocedora profun­ La reparación, el coco de la devoción, al ir precedida
da del Corazón de Dios, sabe que este culto es el tesoro por la confianza, la hace EL-y nosotros ayudados por El.
escondido del evangelio. Por eso al tratar de El exige un Así a la vez que se evita el peligro de propia suficiencia y
clima de fervor e intimidad que no se da en todas las de pelagianismo, se v^nce por el apoyo en El el temor de
ocasiones. Se sirve también, para llegar al Corazón, de nuestra carne flaca al sufrimiento. Esta reparación es
la Santa Faz. Si el rostro es el espejo del alma, la faz del ante todo para Teresa consolar a J^sús. Y esta mística
más hermoso de los hijos de los hombres será también eminentemente objetiva entiende que consolar a Jesús es
reflejo de un Corazón de belleza infinita. A través del salvarle almas. En primer lugar las de los sacerdotes,
rostro penetró hasta lo más íntimo del Corazón de Cris­ {lacadores de almas, atendiendo así a la eficiencia. Des­
to, como él mismo lo atestigua, el santo portero San pués las de los ateos y paganos que viven la noche de la
Alonso Rodríguez. fe. Todo ello muy conforme con el sentido religioso de
Teólogo profundo, alcanza por un lado la esencia últi­ nuestros días.
ma de la criatura, su contingencia. Y al encontrarse con Finalmente, Teresa, guiada única y exclusivamente
su nada comprende que todo ha de recibirlo. Por eso, el por el mismo Jesús, cuando el Amor pida una víctima,
trampolín para su salto de la nada hasta el Corazón de no se inmolará en el altar de la Justicia, como la santa
Dios es su confianza. Una confianza tanto más audaz de Paray le Monial, sino en el de la Misericordia. Pero
cuanto mayor es el profundo sentimiento de su miseria. ¿cómo concibe ella la Misericordia? Los grandes santos
Por otro lado llega a la definición misma del Dios de la manejan conceptos mucho más ricos que los nuestros. El
revelación: Dios es Amor. Y al examinar la conducta del estudio profundo de San Pablo nos enseña que el con­
Dios hecho hombre en el Evangelio, deduce por una in­ cepto de Justicia de Dios, que él ofrece en sus cartas,
ducción tan completa como puede desear, que lo propio está muy lejos del “suum cuique” que nosotros imagina­
del Amor es abajarse. Ya está justificada su audacia. mos. Lo mismo ocurre en Teresa. Su concepto de Mise­
Cuanto más deba abajarse Dios, más amor. Por eso ella ricordia no es ün concepto estrecho de comprensión, que
no aspira a otra cosa que a ser un grano de arena escon­ presupone miseria y acude a su remedio. Teresa habla de
dido en la Santa Faz. una misericordia identificada con el Amor, amplia, pre­
Las consecuencias de esta intuición teológica son fe­ veniente, que atiende no sólo la desgracia sino los míni­
cundísimas. El no tener nada que ofrecer, no es un obs­ mos deseos del alma, misericordia que se reconoce hasta
táculo, antes un estímulo, para una consagración que, en el gesto creador y en toda iniciativa divina.
hecha al Corazón de Jesús, es una consagración al La puerta, que es la herida de ese Corazón que tanto
Amor, que busca precisamente la nada. A este Amor ha amado a los hombre, no tiene ya las proporciones,
responde Teresa no con una entrega de sierva como San- enormes sí, pero limitadas que le señala la Justicia. La
230 José Fernandez de Ratona

Misericordia dilatará hasta el infinito, no sólo la altura


y la anchura del brocal, sino también la profundidad de
ese inmenso abismo de Amor. Así, con esta proyección
V.
de infinitud, Santa Teresa del Niño Jesús se nos brinda
hoy, aun a los más miserables pecadores, como guía ex­
perimentado y seguro, al par que atrayente “Ut possimus
comprehendere cum omnibus sanctis, quae sit latitudo, et
longitudo, et sublimitas et profundum: Scire etiam supere-
minentem scientiae caritatem Christi, ut implçamini in
omnem plenitudinem dei” (Ef 3,18-19).

José Fz. de Retan a. S. I.

INDICE
Pàgs.

Introducción.—“A mí me ha dado su misericor­


dia infinita”........................................................... 7

Primera parte: ,
“Cantaré las misericordias del Señor”

CAPITULO I.—Muéstranos tu rostro de mise­


ricordia ................................................................... 23
1. Vocación y misión............................... 24
2. Teresa escribe para orar..................... 26
3. El rostro de misericordia de Dios......... 28
4. Dios es libre para revelarse tal como es 30

CAPITULO II.—Teresa descubre la misericordia. 33


1. En la cima de la montaña delAmor.... 33
2. Cantaré..................................................... 35
3. ¿Qué es la misericordia?..................... 38
4. He agradado al Altísimo porque era pe-
queñita....................................................... 41
5. Teresa ha tenido el instinto de la mise­
ricordia ............................................................. 44
Indice 235
234 Indice
/
Págs.
Pdg-sr. ■
^Segunda parte:
CAPITULO III.-^Teresa descubre su miseria.. 47 ■
¡Ahora, sólo el abandono me guía!
1. Una afinidad con Teresa.......................... 47 I
2. La montaña o el grano de arena......... 50 j CAPITULO VI.—Teresa descubre el camino del
3. Debo soportarme tal como soy.............. 53 1 abandono..........................................".......................... 97
4. El ascensor o la ruda escalera de la per- . \
1. Este camino es el abandono......................... 99
fección............................................................ 55 |
2. Jesús pide sólo el abandono......................... 102
5. Dar sin tenerlo en cuenta..., pero es muy
3. El niño en los brazos de su padre......... 104
poco........................................... 57 i
6. Son vuestros brazos, ¡oh, Jesús!.............. 59
CAPITULO VÍI.—El movimiento de abandono. 107
CAPITULO IV.—El acto de ofrenda al amor 1. Correr o descansar....................................... 109
misericordioso........................................................ 63 i 2. Nos hacía mirar nuestros combates de
1. ...Como si me hubiese sumergido toda frente.......'............................................................. 111
entera en el fuego................ ........................ 65 3. Conseguía hacerme amar mi suerte........ 112
2. Antes... “No era una verdadera llama”. 68 4. El puente de la confianza amorosa........ 114
3. ¡Oh, Dios mío! ¿Vuestro amor desprecia­
do va a permanecer en vuestro corazón? CAPITULO VIII.—¡Qué grande es el poder de
4. ¡Jesús! Que yo sea esta feliz víctima... . la oración!.............................................................. 119
5. La viva llama se convierte en agua viva 76
1. La oración y el sacrificio constituyen toda
mi fuerza.............................................................. 121
CAPITULO V.—La confianza y nada más que 2. Conscientes de nuestra debilidad y con­
la confianza........................................................... fiando hasta la audacia................................. 123
1. Es necesario que El se abaje hasta la nada. 81 3. Este movimiento está inspirado en el amor. 125
2. Amar mi pequenez y mi pobreza........... **
3. ;Dónde encontrar al verdadero pobre de CAPITULO IX.—La oración de abandono... 131
espíritu?........................................................... 86 /
1. Una oración en la fe desnuda..................... 133
4. Lo que ofende a Jesús..., es la falta de
89 2. Digo sencillamente a Dios lo que quiero
confianza........................................................ decirle................................................................... 136
5. Es la confianza y nada más que la con­ 3. Rezo muy despacio un padrenuestro..... 138
fianza................................................................. 90
1
236 Indi ce Indice 237

Págs. * Págs.

CAPITULO X.—Teresa descubre un camipo Apéndice.—Teresa de Lisieux y la devoción al


nuevo .................................................................... Sagrado CoraiQp hoy."/.................................... 205
1. No apoyarse en nada................................ 1. Yo seré el Amor......................................... 207
2. A pesar de mi pequeñez, puedo aspirar a 2. Consagración al Amor =**Abandono en
la santidad.................................................... el Corazón de Jesús.................................. 210
3. ¡Oh!, ¡no es eso!......................................... 3. Reparación = Salvaralmas........................ 212
4. Abandonarse en los brazos del Padre.... 4. El Corazón de Jesús en la vida de Teresa. 214
5. El Acto de abandono................................ 5. Concepción original de su devoción al
Sagrado Corazón......................................... 219
6. Confianza....................................................... 221
CAPITULO XI.—La tentación contra la espe­
7. Eucaristía y sacerdocio.............................. 225
ranza y el abandono.......................................... 159
8. Aportación de Teresa a la Devoción al
1. Escalar o bajar......... !.................................. 159 Sagrado Corazón.......................................... 227
2. La esperanza en Teresa.................'............ 162
3. La verdadera santidad................................ 164

CAPITULO XII.—Al pie de la escalera.......... 169


1. Levantar su piececito.................................. 171
2. Cuanto más avancéis,menos combates
tendréis............................................................ 174
3. ¿Para qué atormentaros?............................ 177

CAPITULO XIIL—Agradar a Dios................. 181


1. “Trabajo por agradarle”........................... 182
2. No desperdiciar ningún pequeño sacrificio. 185
3. Sólo puedo ofrecer cosas muy pequeñas. 188
4. Despertarse de veras al amor de Dios.. 191

Conclusión.—Mi vocación es el amor................ 195


LOGOS

ESPIRITUALIDAD Y ESTADOS DE VIDA.


Albino Marchetti.
SACRAMENTOS Y VIDA.
Fedele Quadri.
VIRTUDES TEOLOGALES Y SANTIDAD.
Camilo Gennaro.
ESPIRITUALIDAD EN ALEMANIA. '
Gerda Brockhusen.
UNA ESPIRITUALIDAD EVANGELICA.
Liagre.
AUTOBIOGRAFIA.
Ana de San Bartolomé.
VIDA DE SAN JUAN DE LA CRUZ.
P. Crisógono.
VIE DE SAINT JEAN DE LA CROIX.
P. Crisógono. •
VIÔA DE SANTA TERESA.
P. Crisógono.
VIE DE SAINTE THERESE D’AVILA.
P. Crisógono.
VIVIR EN GRACIA.
P. Valentín.
SANTA TERESA POR DENTRO.
P. Efrén.
VIDA Y ENSEÑANZAS DE SANTA TERESITA.
P. Crisógono.
LA HERENCIA TERESIANA.
P. Efrén.
SELECCION EPISTOLAR.
Edith Stein. t
EL PEREGRINO RUSO.
Anónimo.
LIRA MISTICA.
Poesías de Santa Teresa y San Juan de la Cruz.
I

DE FONTIVEROS A SALAMANCA PASANDO POR


LA ORACION PERSONAL DEL CRISTIANO. MEDINA DEL CAMPO.
P. Isaías Rodríguez. ' Balbino Velasco Bayoi¿
CIEN SONETOS DE ETERNIDAD. LA VIDA INTERIOR?
Juan Alberto de los Cármenes. Francisca J. del Valle.
ELEVACIONES. NOCHE OSCURA.
Isabel de la Trinidad. San Juan de la Cruz.
APRENDER A ORAR CON ISABEL DE LA TR1NIO AD HISTORIA DE UN ALMA.
Jean Lafrance. Teresa de Lisieux.
MI VOCACION ES EL AMOR. CORAZON QUE ESCUCHA.
Jean Lafrance. F. K. Nemeck y M. T. Coombs.
RECUERDOS. SAN JUAN DE LA CRUZ EN LA REVOLUCION
Isabel de la Trinidad. COPERN1CANA
RECEPTIVIDAD. José Luis Sánchez Lora.
(De San Juan de la Cruz a Teilhard de Chardin) HACIA LA CONTEMPLACION.
Francis Kelly Nemeck. José Fdez. de Retana.
ITINERARIO DEL ALMA A DIOS.
Aniano Alvarez-Suárez.
LA SENCILLA VIDA DE LA VIRGEN MARIA. -
P. Ildefonso.
EL CAMINO DE LA DIRECCION ESPIRITUAL.
F. K. Nemeck y M. T. Coombs.
LOS CAMINOS DEL SILENCIO INTERIOR.
Edith Stein.
NUESTRA TRAYECTORIA ESPIRITUAL.
F. K. Nemeck y M. T. Coombs.
LAS MORADAS.
Santa Teresa.
VAMONOS A VER EN TU HERMOSURA.
San Juan de la Cruz (Antología).
CANTICO ESPIRITUAL.
San Juan de la Cruz.
ESCRITOS ESPIRITUALES.
Francisco de Yepes.
BIBLIA EN SAN JUAN DE LA CRUZ.
Francisco Brandie.
TU AMOR CRECIO CONMIGO. \
M.a Eugenio del N. J.
FUERA DE COLECCION
VIDA RIMADA DE SANTA TERMITA.
Florian del Carmelo.
MARIANA DE LOS ANGELES.
Un Carmelita Descalzo.
LAS MORADAS DE SANTA TERESA,
CAMINO DE AMOR.
Ildefonso de la Inmaculada.
LA PRESENCIA DE DIOS.
Anselmo Moynihan.
TU PRESENCIA ES MI ALEGRIA
Conrad de Meester.

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