quiere, condenamos el mañana: cuidemos nuestros actos porque el mundo es muchas veces confuso, pero pocas veces ingrato.
PAULA ANDREA HINCAPIE
2004. I
Isabela deslizaba su mirada entre las cortinas
de la ventana que vislumbraba el parque central del pueblo, para ella, este era un ritual que se repetía días tras día, a la misma hora, cuando el sol ya cansado de la tarde se dormía entre la cordillera.
Aquella joven de mirada bonita, de ojos
grandes, mirada triste y contextura delgada, tenía una cita con su destino cada tarde, y aunque ella ignoraba lo que la vida le tenía preparado, su corazón no era ciego ante lo que pasaba a su alrededor; y es que ese corazón frágil no podía darse el lujo de ignorar ese hombre que cada tarde pasaba por el parque, que cada tarde sorprendía a Isabela por tu temple, madurez y esencia.
Ella no creía en las almas gemelas ni en las
coincidencias del destino, ¿pero entonces porque no podía evitar mirarlo? ¿Por qué cada atardecer su mirada profunda y melancólica buscaba a aquel hombre que le sonreía y se sonrojaba cuando veía la silueta de esa joven bonita?
Isabela tan solo recordaba fugazmente las
fiestas del pueblo a las cuales había asistido desde niña, y podía traer a su memoria las veces en que aquel hombre jugaba con ella, la sentaba en sus piernas y la colmaba de besos. Que absurdo suena, pero ella podía jurar que desde aquellos momentos ya creía que algún día los besos ya no serian tan inocentes. Aquellos pensamientos la hacían sentir un poco sucia, pero no podía dejar de pensar en lo que siempre había significado aquel hombre extraño para ella, aquella figura masculina que solo conocía de fiestas y miradas ocultas a través de su ventana.
Cada tarde, cada sol extinguido marcaba una y
otra vez el mismo capítulo. Pero existió una tarde en la cual ya no había una joven de ojitos tristes mirando hacia el parque; Isabela por motivos familiares tuvo que olvidarse de su fantasía, de su quimera, de lo que no sabía si era amor o deseo. Los problemas familiares de la joven, su madre enferma, y su padre desempleado, habían logrado acabar con los ahorros de la familia, estaban a punto de perder la casa por una hipoteca, e Isabela ya no era la chiquita de juegos fantásticos e irreales fantasías, ahora era una mujer y tenía la obligación de apoyar a su familia. Su madre, había logrado conseguirle un trabajo humilde pero honrado, debería dedicarse a las labores domesticas en las tierras de un matrimonio ni muy pobre ni muy rico.
Cuando Isabela llego a la finca de aquellos que
ahora serian sus patrones, estaba sorprendida, era un lugar hermoso, con pocos lujos pero tenía una calidez única, unas veraneras hermosas acariciaban la entrada al lugar; toco algo tímida la puerta para anunciar su llegada, en ese momento, la recibió una señora de aproximadamente unos 34 años de edad, de cabello oscuro, figura robusta y con la mirada algo endurecida; le indico que siguiera y paso seguido le mostro la casa: una sala, un salón de estar, tres habitaciones y afuera en la parte trasera de la casa había un patio enorme y allí una casita de madera, y una pequeña cabaña la cual le serviría de habitación a la nueva empleada.
La señora de nombre Valeria, le ordeno que
descansara esa noche y comenzara al siguiente día bien temprano sus labores, de esta manera Isabela se encerró en su cuarto, tan solo escucho algunas voces, las cuales supuso serias de la señora Valeria y su marido, pero en un instante próximo se alejo de aquellas voces, de la casa, del pueblo y de su propio cuerpo, se sumergió en sus pensamientos profundos y se fue hasta su ventana junto al parque, la aspiro, la saboreo, le hizo el amor a aquel instante ya lejano e imposible. Como extrañaba aquellas tardes y aquella sonrisa de ese hombre que ha hace días no veía; y así, pensando en el ayer sus ojos llenos de pasado y recuerdos se durmieron con la bendición de la luna.
Ya era un nuevo día, muy temprano a eso de
las cinco de la mañana salió la joven ya bañada y dispuesta a realizar sus oficios, se interno en la sala de la casa central, allí estaba Valeria que acababa de despedir a su esposo y se disponía a organizarle los oficios que tenía que realizar ese día.
Así durante la tarde, la joven se encargo de
limpiar, servir, agradar a la señora de la casa, la cual la miraba con algo de desdén, se podía decir que quizá era envidia, porque Valeria pese a ser una mujer elegante de mirada firmemente perturbadora, sabía bien que no era tan encantadora como aquella joven de mirada triste o como cada una de las jóvenes existentes del pueblo; y es que para la señora el momento de vivir ya había terminado, había obtenido una casa un esposo; aunque tal vez su dolor era no haber podido conseguir una sola cosa en la vida: hijos. Y no era culpable Valeria, ni su esposos, ella se encargaba de culpar a Dios de su desdicha y a los médicos de su incapacidad de solucionar su problema de infertilidad. Pero ya no podía pensar en eso, su vida se quemaba rápidamente como se queman las hojas de un árbol ante el sol, cuando lleva semanas sin llover.
El único apoyo que encontró Isabela en la
casa, fue una mujer unos cuatro o cinco años mayor que ella, una joven mirada confusa y casi perdida, con la sombra de una sonrisa fingida y manipulada; Mary Anne, como se llamaba la chica, tenía un corazón humilde, y por alguna extraña razón le abrió su alma a Isabela.
Valeria prohibió a ambas jóvenes que salieran
de sus cuartos a las siete de la noche, hora en la cual llegaba su esposo, y aunque ambas muchachas se incomodaron ante tal petición, se retiraron y guardaron silencio. Cada una se retiro a su cuarto, Mary Anne en la casita de madera, a unos cuatro metros de Isabela que se encontraba en la pequeña cabaña. Ambas escucharon un saludo y una pequeña conversación proveniente de la casa.
Y así cayo otra noche de vacío, de
incertidumbre, y aunque Isabela lo ignoraba esa noche seria el comienzo del destino que Dios había predispuesto para ella, y para todos los de aquella casa.
Al día siguiente, como a eso de las cuatro de la
mañana, Isabela escucho que tocaban su puerta, abrió los ojos aun llenos de sueño y atendió al llamado, eran la señora Valeria y Mary Anne. La dueña de la casa se veía algo desesperada y angustiada, dio algunas instrucciones a ambas jóvenes y se marcho de prisa, pues su madre estaba enferma y se encontraba recluida en el hospital de la ciudad.
Isabela y Mary Anne tan solo escucharon el
adiós afligido de la señora a su esposo, y por esas cosas de la vida, Isabela percibió el nombre de aquel hombre, por un instante le permitió a su mente juguetear con ese nombre –Juan José-. No sabía el por que, pero ese nombre le causaba algo más que curiosidad.
Después de irse Valeria, ambas jóvenes, la de
mirada confusa y la de ojos tristes, se dispusieron a realizar los quehaceres domésticos. Mary se encargaría de los oficios de la casa e Isabela de atender al patrón que estaba en casa por ser fin de semana.
Era temprano cuando Isabela tomo con sus
frágiles manos la bandeja del desayuno de Juan José, y se encamino hasta la habitación, toco la puerta y escucho una voz cautivadora que le autorizo a entrar; después de eso, tan solo se escucho un estruendo, toda la bandeja con el desayuno se derramo por el suelo, Isabela no podía creer lo que veían sus ojos, ese hombre estaba allí, el señor Juan José era aquel hombre extraño con el que ella sonaba cada noche, con el que ella intercambiaba miradas desde la ventana de su habitación junto al parque.
Pero Juan José estaba igual o aun mas
asustado que ella, no entendía que hacia esa mujer en su casa; en ese instante se le pasaron muchas cosas por la cabeza, pensó que quizá la joven había ido a buscarlo y se había encontrado con su esposa, pero no, imposible Valeria había salido desde muy temprano, Juan José pensaba rápido mientras Isabela seguía allí, parada junto a la puerta con la mirada perdida y con el rostro completamente sonrojado; pero en ese instante inefable, saco fuerzas desde su alma y pronuncio en tono muy bajo. -señor, disculpe por lo de su desayuno, es que…soy la muchacha nueva- -la nueva?- contesto Juan José. -si- respondió Isabela y volteo el rostro y simulo limpiar el desorden, mientras él se limitaba a observarla y cuando Juan José pretendió tomar de nuevo la palabra subió Mary Anne y algo ofuscada dijo – que paso? Isabela recoge eso rápido y vámonos- -que hacemos con el desayuno del patrón- contesto Isabela aun abrumada -luego lo subes- respondió Mary Anne. Isabela se puso a un más nerviosa, ya que tendría que volver a ver a aquel hombre, tenía que cumplir con su trabajo no podía renunciar porque su familia necesitaba el dinero, además, no quería renunciar, pensaba en aquel encuentro y ahora tan solo se conformaría con mirarlo. Así, luego de limpiar el desorden se desplazo hasta la cocina y dispuso todo nuevamente, y con bandeja en mano se dirigió de nuevo al cuarto y noto que la puerta de la habitación estaba abierta; por un instante pensó que quizá el la esperaba y aunque en realidad era así, no quiso pensar más en eso. Entro a la habitación sin mirara a Juan José, solo observaba la bandeja. -señor aquí está el desayuno- dijo con voz entrecortada, luego prosiguió, -disculpe por el accidente anterior, yo no…- En ese instante la interrumpió Juan José, -cómo te llamas?- dijo él con voz suave. Isabela quedo aun mas perpleja, no sabía que decir, luego, el le pidió que lo mirara a los ojos y le dijo -cual es tu nombre?- Isabela con la mirada triste, alzo el rostro y logro estremecerlo. -Isabela- dijo la chica.
Existió un enorme silencio, hasta que Juan
José le dijo -tienes un nombre hermoso, puedes retirarte-
Isabela se marcho feliz, la mirada triste de sus
ojos se había transformado en cautivadora y algo confusa, sintió todo su cuerpo temblar, como la luna en el reflejo del mar. Pero no podía permitirle a su corazón pensar ni siquiera en el nombre de aquel hombre.
Cuando estuvo en la cocina la esperaba Mary,
la cual se dirigió a ella con una mirada dura. -te demoraste en el cuarto del patrón- le dijo. Isabela algo nerviosa le contesto –no, tan solo me pregunto si era la nueva- -bueno- susurro Mary, luego agrego – debo ir de compras al pueblo, faltan algunas cosas en la cocina, demorare un poco-
Pero Isabela no presto atención a las palabras
que le dijo la otra joven, tan solo lo comprendió cuando la vio marcharse. Su corazón comenzó a palpitar mucho más rápido, estaba sola con aquel hombre, pero tenía mucho que hacer, de modo que despejo su mente y ocupo su tiempo en regar las plantas que estaban en la parte trasera de la casa. En ese momento sintió que alguien se le acerco por la espalda y le susurró al oído un saludo tierno. Volteo nerviosa y sus ojos se encontraron con los ojos del hombre que sería su tormento; estaban tan cerca, ella quería abrazarlo, besarlo. Pero no!, que estaba pasando?, y se alejo bruscamente. De repente Juan José le pidió que lo excusara, diciendo que no era su intensión asustarla, que simplemente buscaba algo de tomar. Entonces, Isabela tomo un vaso entre sus manos y se dispuso a atenderlo, cuando él le pregunto cómo había llegado allí; ella le explico la situación por la cual atravesaban en su casa; mientras él la escuchaba atentamente, iba poco a poco prestando más atención al movimiento de sus labios, a su cabello, a sus ojos, sus senos, su cuerpo. Es realmente hermosa pensó. Nada parecida a su esposa, las cosas no habían marchado bien con ella últimamente, pero ante la sociedad eran el matrimonio perfecto, era la mujer que cualquier hombre desearía. En ese momento sus pensamientos se vieron interrumpidos por la llegada de Mary Anne, la cual observo la escena algo confundida, pero se limito a saludar y a guardar todo aquello que había comprado.
En ese instante Isabela se retiro y se encerró
en su cuarto, pues debería esperar a que lo demás estuviese listo para seguir con sus obligaciones. En su habitación recreo aquel instante en el cual casi pudo estrecharse al cuerpo de aquel hombre, lo deseaba tanto, sus pensamientos divagaban enloquecidos por él, detallo una y otra vez esas imágenes, saboreo sus recuerdos, esos ojos profundos, esos labios cerezas que lograban erizar su cuerpo por completo. Y así transcurrió la tarde, con miradas que decían lo que no podían decir las palabras y con la mirada vigilante de Mary. Al llegar la noche, cada uno de los habitantes de la casa estaba en su cuarto. Eran como las dos de la mañana cuando Isabela escucho que tocaron a su puerta; su corazón comenzó a latir rápidamente, pensó que quizá era Juan José. Se coloco de pie, estaba nerviosa, confundida, pero ansiosa. Al abrir la puerta se encontró con el rostro de Mary, la cual entro de inmediato en la pequeña cabaña, y con voz dulce y melancólica le pidió a Isabela que tuviese mucho cuidado con el señor de la casa, que no fuera a cometer una locura y que siempre mantuviera la puerta de su cuarto con llave. Después de los consejos, algo extraños para Isabela, la otra chica se despidió y marcho a su habitación.
Aunque a Isabela le inquieto la petición de su
compañera, no tuvo tiempo para ocupar su mente en ese pensamiento, ya que su mirada aun se encontraba perdida en los ojos de aquel hombre que lograba enloquecerla, y así con el deseo y las ansias acariciando cara rincón de su cuerpo, la joven se quedo dormida.
Ya eran las cinco de la mañana cuando
Isabela despertó, tomo su ropa, una toalla y un trozo de jabón. Se dirigió a una pequeña ducha que se encontraba atrás de ambas habitaciones.
Esta ducha era algo peculiar, era angosta, sin
paredes; la recubrían unas cuantas guaduas no muy largas, que se encontraban separadas unas de otras formando un círculo. La llave era pequeña, pero el tubo que iba desde la tubería hasta esta, era largo. La joven se despojo suavemente de su pijama, tomo el jabón en la mano y entro a la ducha por un espacio entre las guaduas. Abrió la llave y sintió como el agua helada golpeaba su cuerpo y entraba por cada uno de sus poros. Estaba fascinada con la delicia de que miles de gotitas de agua besaran su cuerpo, que no percibió una sombra que la observaba, alguien la estaba espiando. Pero ni siquiera cuando salió ya vestida se percató de los ojos extraños que la miraban. Y la sombra desapareció ocultándose entre los arboles cuando la joven se dirigió nuevamente a su cuarto.
Eran las seis de la mañana cuando ambos
jóvenes estaban realizando los oficios de la casa. Luego, 3 horas más tarde, el patrón pidió el desayuno, entonces Isabela se dispuso a llevar la bandeja ya lista al cuarto de Juan José, el cual, de inmediato al entrar la joven, cerró la puerta. En la mirada del hombre había algo de satisfacción, y sonrió al ver el rostro de la muchacha sonrojarse. -a que le tienes miedo?- pregunto Juan José -miedo…- alcanzo a susurrar Isabela. Y es que esta joven no quería ni pensar en lo que ella sería capaz de hacer en ese momento, pero no podía arriesgarse a ser vista por alguien, no podía darse el lujo de perder su empleo. Entonces, bajo la mirada. -disculpe, pero creo que cada uno debe mantenerse en el lugar que le corresponde- dijo la joven -lugar?- respondió le hombre algo confundido, -para mí no existen pretextos, solo este momento y nosotros dos- prosiguió. Isabela se puso a un más nerviosa, sentía que su corazón quería salirse del pecho, deseaba que Juan se le acercara tanto como para escuchar su respiración agitada, y como si cada palpitar hubiese llegado al oído de aquel hombre, el se puso tan cerca que cada uno respiraba el aire del otro, y en ese momento, justo ahí, las palabras no existieron, bastaron unas cuantas miradas para que los labios de Juan José buscaran delicadamente los labios de la joven. El beso que al principio fue un aperitivo de anhelo, se fue convirtiendo en un beso lleno de placer y cuando sintieron acabar el aire, se abrió la puerta. Ambos sobresaltados se alejaron bruscamente. -el viento- murmuro Juan. Pero cuando busco la mirada de Isabela, vio que la joven ya salía con la bandeja en la mano. Aquella chica de ojos grandes estaba radiante; para ella no había sido un simple beso, al contrario, lo veía como un nuevo camino. Como podía ese hombre besarla de aquella manera sin quererla?. Absurdo. Quizá el la amaba desde antes como ella a él.. Quizá. -Isabela- escucho su nombre en medio del letargo. -Isabela- grito nuevamente Mary. La joven asustada volteo el rostro y se encontró con la cara disgustada de Mary Anne. -donde estabas?, llevo horas llamándote- grito nuevamente Mary. Isabela sorprendida se quedo en silencio, sintió el tiempo detenerse y un frio recorrer su cuerpo. Acaso la otra joven sabía algo?, no, no podría ser, porque si fuera cierto que ella conocía ese nuevo romance no tendría la necesidad de preguntarle donde estaba. Entonces Isabela tomo aire. -estaba haciendo un favor al patrón- contesto la joven y de inmediato bajo la mirada y se marcho al salón de estar a organizar algunos libros, pues no debía dar tiempo a que su compañera preguntara de nuevo. Isabela no sabía si era producto de sus nervios, pero sintió que la otra joven la vigilaba, trato de ignorar esos ojos que la juzgaban y simulo hacer su trabajo. Tan solo logro tomar un respiro cuando Mary Anne desapareció por 20 minutos. La joven enamorada no volvió a ver a su amor durante la tarde, quizá se había marchado al pueblo a realizar alguna diligencia. Llegada la noche y por boca de Mary, Isabela se entero que el patrón había decidido trabajar en casa, y en unas tierras cercana a la misma. Se dedicaría a entrenar algunos caballos para la feria del pueblo y además a la ganadería. Ese mismo día, alrededor de las ocho de la noche ambas jóvenes se marcharon a sus cuartos. Isabela se estaba quedando profunda cuando desde la casita de al lado, la de Mary Anne, escucho unos sollozos. Se levanto confundida, pues el llanto que estaba segura era de la su compañera, estaba lleno de agonía y decepción. No quiso salir de su cabaña e ir en busca de la joven, pues temía que le preguntara algo de lo sucedido en la tarde, por allí dicen que el pecado es cobarde. Isabela se acostó de nuevo en la cama y arrullada con el llanto vecino se quedo dormida. -el patrón no está- dijo Mary Anne. –se marcho a las tierras del lado a organizar lo del ganado- agrego la joven. Ese día se hizo eterno para Isabela. Al llegar la noche se sentía vacía, tanto que no podía conciliar el sueño. Estaba inquieta pensando en ese hombre, en lo que la hacía sentir, en como lograba estremecerla, humedecerla, transportarla. Se encontraba sumergida en su delirio cuando sintió que forzaban la chapa de su puerta. -Mary?- pregunto la joven en voz baja. De inmediato se puso de pie, tomo las llaves en su mano y abrió la puerta; en ese instante sus ojos asustados se perdieron en la imagen de quien estaba enfrente suyo, no pudo realizar ningún movimiento, solo sintió unos brazos fuertes que la empujaron adentro de la habitación. -me enloqueció no verte- dijo agitado Juan José. La joven todavía no podía moverse y mucho menos pronunciar palabra alguna, estaba estupefacta. -no sé que has hecho con mi alma, con mi corazón, con mi cuerpo, pero cada parte de mi te extraña y te desea- añadió el hombre. Esas palabras fueron como un puñal para Isabela, nadie le había dicho algo semejante. Pero estaba confundida, le dolía saber que no podía poseerlo de la manera en la cual ella quería, así que tendría que aprovechar cada instante. Después de un respiro profundo, recobro el movimiento y con paso lento se dirigió a la puerta, observo el negro cielo, vio como liles de luciérnagas en el aire le cantaban a la luna y le querían hacer el amor. Recordó que alguna vez escucho que las luciérnagas le brillaban a la luna, porque esa era su danza de apareamiento, esa luz, era un canto de amor. Luego, de despejar su mente de pensamientos absurdos, cerró la puerta y se poso justo detrás de la misma, y con manos frágiles y delicadamente desprendió su ropa, nunca antes había permitido que un hombre observara su cuerpo desnudo, pero él no era cualquier hombre, era la persona que con unas cuantas palabras lograba estremecerla.
Juan se acerco lentamente, beso cada
centímetro de la piel virgen de la chica, deslizo su lengua por cada rincón, la toco, la saboreo, la aspiro, sintió su humedad y se perdió en el cuerpo de esa muchacha bonita. Se adentro en ella y la amo con deseo, con euforia, dibujo su senos perfectos con sus manos, se deslizo sobre el sudor de la joven. La noche se esfumo entre gemidos, entre jadeos, entre besos sin control y entre cabalgadas eternas de un cuerpo sobre un alma.
Al otro día, Isabela se despertó algo
confundida, pensó que quizá todo había sido un sueno pero encontró una rosa en su cama. En ese instante, la confusión de su ser se torno en felicidad, nunca antes había estado tan feliz.
A las cinco de la mañana, se puso de pie, se
baño como de costumbre y se dirigió a la cocina, Mary la observo con cariño y le sonrió, noto algo distinto en Isabela pero no dijo nada.
-el desayuno del señor?- pregunto Isabela.
-ya se lo llevo la señora Valeria- respondió Mary -ya llego?- pregunto la joven consternada, como si no hubiera entendido las palabras de Mary Anne. -si- escucho que respondió una voz a sus espaldas. -buenos días señora- dijo Isabela. -mi madre está mejor, aunque debo viajar a visitarla cada tarde para mirar cómo evoluciona su salud; me alegra mucho ver el trabajo que hicieron durante mi ausencia- dijo la señora de la casa, y agrego –Isabela, hace cuanto que no ves a tu madre?- - desde que llegue aquí señora- respondió la chica con la mirada fija en el suelo, sentía vergüenza de mirara a Valeria a los ojos, quizá con su mirada podría delatarse. -bien, tienes mi autorización para ir hoy y volver mañana, ve y visita a tu madre- dijo finalmente la señora de la casa. Isabela se sintió muy feliz, agradeció a Valeria, fue por algunas cosas a su cuarto y partió donde su madre. Quería contarle que estaba enamorada, que nunca antes hasta ahora había conocido la dicha.
En el camino hacia su casa recreo en la mente
la noche que había vivido junto a Juan, sonrió y luego pensó en la señora Valeria y sintió vergüenza. Como podría mirarla a los ojos?. Debería hablar con Juan José y pedirle que aclararan las cosas, porque para ella, el la amaba y tarde o temprano todo se iba a saber. Era mejor hablar ahora, porque la vida aunque confusa muchas veces, no solía ser ingrata, y no daba tiempo de corregir los errores que se posponen.
Cuando llego a su pequeña casa junto al
parque central del pueblo, sintió una alegría increíble, la primera imagen que se le vino a la mente fue la última tarde en la que vio a Juan José pasar junto a la ventana de su habitación, donde la mirada melancólica de ella se tropezaba con la mirada profunda del amor.
Toco la puerta de su casa, y cuando esta se
abrió, abrazo fuertemente a su padre, sintió las lagrimas bañar sus ojos, aunque no era largo el tiempo que llevaba fuera, extrañaba a su familia ya que siempre había vivido con ellos. Entro al cuarto donde se encontraba su madre y se lanzo en sus brazos, se acostó en su regazo y lloro repitiéndole una y otra vez cuanto la amaba.
Durante la cena le conto a su madre como era
la casa donde estaba trabajando, le hablo de Mary Anne y de lo extraña que le parecía esta joven; le hablo igualmente de la señora Valeria, del problema de salud de la madre de la señora y en ese instante hizo una pausa y se sumergió en un silencio confuso; no sabía si sería correcto que su madre se enterara del romance que estaba viviendo en su sitio de trabajo. No quería que su madre perdiera el concepto que tenia de ella, quizá si esta se enteraba la obligaría a renunciar, y por ningún motivo quería alejarse, al menos no sola, si se va de su trabajo, seria para huir con Juan. La madre de Isabela noto algo diferente en su hija, sentía dentro de sí misma que algo no estaba bien, quizá lo que llaman sexto sentido, entonces le pregunto que si existía algo mas que la incomodara, y le cuestiono por el dueño de la casa. -es amable- se limito a contestar la joven. La madre se percato de lo absurda que había sido la respuesta, pero no dijo nada, lo menos que quería era discutir con su hija. En el corto tiempo que la joven paso junto a su familia ayudo con las labores de la casa.
El día que Isabela tenía que irse, vio un auto
parqueado en las afueras de la casa, junto al parque, pensando que era Juan José salió de inmediato, pero se encontró con el cuerpo delgado de Mary. -hola- le dijo Mary. -que haces aquí, ocurrió algo?- dijo con angustia Isabela. -no, que pena no quería asustarte, vine porque me mandaron por ti, el chofer nos va acompañar mientras hacemos algunas compras en el pueblo, aunque la verdad, yo creo que los patrones quieren estar solos- dijo Mary Anne en tono burlesco.
Isabela no pudo ocultar su rostro de enfado, no
podía ser cierto lo que decía esa chica, pero quizá se habrían quedado solos para aclarar las cosas. Pero como le angustiaba saber que estaban solos. No, lo mejor sería esperar que Juan hablara con ella, al menos eso pensaba la joven.
No demoraron nada despidiéndose de los
padres de Isabela, de inmediato, partieron a la plaza del pueblo para comprar lo encargado por los patrones.
En el camino Mary hacia bromas acerca de la
cara de disgusto de Isabela. Pero ella prestaba caso omiso a las risas de su compañera, ya que tenis su pensamiento fijo en Juan y en lo que pudiera estar sucediendo en estos momentos, no veía la hora de regresar a la casa. Entonces le pregunto a Mary Anne por la hora de regreso. -más tarde, cuando la señora Valeria se marche a visitar a su madre podemos regresar a la casa- contesto Mary con algo de desdén.
Isabela se sentía algo angustiada, no se
imaginaba llegar a casa y encontrarse a Valeria o Juan en alguna escena amorosa. Porque quería pasar un rato a solas?. Pero por nada del mundo dejaría que otra persona le arrebatara el amor.
Después de un viaje por el pueblo llegaron a la
casa de las lindas veraneras colgando en la puerta, Mary tenía llaves, así que entraron y encontraron al señor de la casa sentado en la sala. Isabela recordó que la señora había ido a visitar a su madre.
La joven no pudo ocultar sus celos y miro
disgustada al hombre frente a ella; total, era normal que sintiera celos, después de todo ese era el hombre que había recorrido por primera vez su cuerpo. A Juan le basto ver la mirada disgustada de Isabela, para comprender lo que le pasaba a la chica. Entonces se levanto y le pidió que le llevara una bebida al cuarto de estar. -si señor- contesto Isabela algo disgustada, pero con satisfacción; él quería hablar con ella, al menos era algo. Isabela fue a la cocina, no encontró a la otra joven, entonces tomo un vaso y se dispuso a servir refresco, lo llevo al salón de estar. Toco la puerta y escucho una voz que la autorizo a seguir, la joven pensó que debería entrar mostrando inconformidad para ver la reacción de Juan, entonces con el ceño fruncido entro al salón. -aquí tiene su bebida señor- dijo con ironía. -gracias señorita- contesto él en tono burlesco. –Comprendo que estés disgustada, quizá te enteraste que mi esposa pidió dejarnos a solas, pero realmente las cosas no son como puedes creer- agrego. -entonces como son?- pregunto Isabela con más calma. -Isabela, quiero que entiendas que mi esposa está pasando por un momento difícil y necesita de toda mi colaboración, tu no quisieras que ella sufra por culpa nuestra?, debes ser paciente, te amo, entre ella y yo no sucede nada, pero debes saber esperar- dijo con voz suave el hombre de mirada profunda.
La muchacha de ojos tristes, algo confundida
se sumergió en silencio; hasta que pensó que aquel hombre era realmente un gran ser humano, nadie se sacrificaría como él hace, estar con alguien que no ama solo por evitarle sufrimiento. Entonces, Isabela dejo el vaso en una pequeña mesa, y se acerco a Juan, lo beso tan tiernamente que el entendió que ella había comprendido y aceptado sus palabras. -me siento tan feliz de sentir que me apoyas, te amo Isabela; sabes, quiero invitarte a una finca hermosa, con una cascada divina y muchos jardines, queda a poco kilómetros de aquí. Mañana cuando mi esposa no este, vale- dijo Juan.
Isabela acepto y se dirigió a la sala para
terminar con algunos oficios domésticos. Desde aquel lugar escucho algunos gritos, se asusto mucho, pero se asusto mucho más cuando escucho algo romperse; de inmediato dejo lo que estaba haciendo y salió corriendo hasta el lugar del cual provenía aquel estruendo. Se encontró con el rostro de su amiga lleno de lágrimas. -lo siento, resbale y se me rompió un jarrón- dijo en medio de lagrimas Mary. -pero…los gritos; que fue eso Mary?- dijo algo angustiada Isabela. -no fue nada, es que me golpee, no prestes atención yo recojo en desorden- dijo finalmente Mary Anne. Isabela se marcho nuevamente a la sala, vio a Juan abrir la puerta para irse a las nuevas tierras; se notaba algo disgustado, “seguramente se había enojado por el accidente del jarrón”, pensó Isabela. Además, si que estaba loca Mary Anne, era muy extraño que llorara cada noche en su habitación, y que gritara sola. Tendría que tener cuidado con la vecina de cuarto, no fuera que un día de estos se le metiera a la habitación y la degollara. Se sonrió Isabela de sus pensamientos absurdos. Después de algunas horas llego la señora de la casa, y mando a ambas jóvenes a encerrarse en sus cuartos, no quería que estuvieran presentes cuando llegara su esposo. Así, ambas jóvenes se internaron en sus habitaciones. Cuando llego Juan José, Valeria lo esperaba en la sala, ambos se abrazaron y se dieron un profundo beso; era cierto que la señora carecía de cierta gracia, pero con el todo era diferente puesto que lo amaba, y se sentía aceptada por si misma cuando este hombre era capaz de amarla, de besarla, de acariciarla. Era la manera en la cual ella sacaba sus fantasmas y huía de la amargura de su ser, al menos por unos instantes. Los problemas que habían tenido no eran tan graves como para que ella dejara libre a su esposo, y además para perder la única fuente de afecto que ella tenía en este momento, el único hombre que era capaz de ver ella mucho más que una apariencia social. Cenaron juntos, y luego se marcharon a la alcoba; en medio de la complicidad que regala la noche, ambos de convirtieron en un solo ser. Tan solo se escucharon palabras de amor y el gemir de la pasión que se perdía en la oscuridad del aposento. Cada noche de entrega Valeria trataba de saldar la deuda de no poder tener hijos, sentía que le debía algo a Juan José, y aunque presentía que su vida se escapaba con los años, lo único que le quedaba era la pasión y el amor, del cual ella estaba convencida sentía su esposo hacia ella. En la parte trasera de la casa, la joven de ojitos tristes, asomada en su ventana con la mirada perdida en el firmamento, se limitaba a observar las luciérnagas, las mismas que habían sido testigo del derroche de amor entre ella y aquel hombre que ahora poseía su alma. Y así se extinguió una noche mas, entre la pasión y el deseo de poseer. Cada uno de los habitantes de la casa tenía su propia historia, lo que no se podía cambiar eran los lazos que entrelazaban a cada una de ellas.
II
A la mañana siguiente, ambas jóvenes hicieron
las labores como de costumbre; Mientras Valeria se dedicaba a la costura en una de las habitaciones del recinto, donde tenía una vieja máquina de coser. La costura, era un pasatiempo para esta mujer que tan solo poseía a su esposo. A las diez de la mañana, la señora de la casa recibió una llamada del hospital donde se encontraba interna su madre, se le avisaba que sería trasladada al único hospital del pueblo, ya que el peligro había pasado. Valeria se alegro mucho, ya que por fin sus viajes serian más cortos y podría visitar a su madre sin ningún contratiempo. De inmediato partió donde su esposo a comunicarle la noticia. Las empleadas de la casa, ignoraban lo que pasaba a su alrededor, ya que la señora era muy discreta con sus asuntos. Isabela, de igual manera no pensó nada malo, estaba segura del amor que Juan sentía hacia ella, sentía un poco de pena por la señora, pero era mejor que ese matrimonio se acabara y no que siguieran viviendo juntos sin amor. Al medio día Mary estaba en las tierras vecinas llevando el almuerzo a los patrones, que comerían juntos; después de almorzar, la señora partiría al hospital del pueblo. No acababa de irse Valeria, cuando Isabela ya estaba lista para verse con el patrón. La noche anterior había soñado con aquellas flores que disfrutaría el día de hoy, se recreo pensando en cómo sus cuerpos se deslizarían sobre el prado, y en como Juan José adentraría en ella. Todo estaba planeado, Juan llego a la casa ordenando a la joven que lo acompañara a comprar un abono para la tierra, y envió a Mary a la veterinaria a conseguir medicinas para un potro que tenía enfermo. Los amantes se dirigieron a las tierras que quedaban a unos 10 KM de la casa. -veras que te gustara mucho el momento que vamos a vivir hoy- dijo Juan. Isabela sonrió, estaba ansiosa por llegar a ese sitio, quería tener nuevamente el alma de Juan en sus manos. El lugar al que llegaron era realmente hermoso, había muchas flores y un rio de agua cristalina con una hermosa cascada. La joven bajo del auto y corrió hasta el rio, noto que el nivel del agua no era profundo; se despojo de su vestido y se sumergió en el. Estaba feliz, se sonreía. Hasta que se percato que Juan no estaba, alzo la mirada tratando de buscarlo, pero vio el auto vacio, comenzó a sentir desesperación. -donde estas?- grito la joven. Quizá se trataba solo de un juego de Juan José. -donde estas?- volvió a gritar Isabela. Sintió que alguien tomo su brazo fuertemente por detrás, y la sumergió en el agua, no podía respirar, sentía mucho miedo, trataba de sacar su cabeza del agua, pero alguien se lo impedía. De repente, la halaron hacia fuera con fuerza y se encontró con el rostro de Juan. -me asustaste mucho- dijo Isabela aun algo nerviosa. -lo siento amor, estaba jugand0- dijo el hombre en tono de burla. Abrazo a Isabela y le dio un beso. En un instante ella olvido el incidente pasado. Fue un beso largo, lleno de pasión. Rodaron por la hierba, el pasaba sus manos por todo su cuerpo desnudo y húmedo, la apretaba, la mordía, la saboreaba, ella se dejaba consumir. -te gusta?- pregunto Juan en un tono diferente. -si!- contesto la joven con la voz entrecortada. Luego sintió un empujón fuerte y aquel hombre en esos instantes desconocido, estaba encima suyo, sujetándole las manos de una manera tan fuerte que logro lastimarla. Isabela trato de levantarse, pero el hombre extraño azoto su cabeza contra la hierba. -te gusta?- volvió a preguntar Juan José, pero esta vez con furia. Isabela estaba asustada, no sabía que responder. En ese momento Juan la comenzó a besar, a morder, arrancaba la carne de sus labios, con tan apetito que se deslizaban las gotas de sangre por el rostro pálido de aquella muchacha. Le besaba el cuello, los senos, pero ya no con amor, ni con la pasión de aquella noche de luciérnagas, sino con rabia, con desdén. Isabela comenzó a llorar, pero no servía de nada, sus lágrimas se confundían con la tierra, con la sangre con el sudor, con la angustia. El la penetro con fuerza, se movía una y otra vez hacia ella, la tomaba con fuerza por los muslos; la volteo boca abajo, la joven saboreo el pasto, no podía gritar, apenas si respiraba. El la penetro por detrás, con tanta ira, que tan solo se sentía el gemir del dolor de aquella joven sumida en la desesperación. El acabo, Isabela se volteo. -no llores, yo te amo. Tú lo sabes Isabela?-dijo Juan José con la voz gruesa y en tono irónico. -me estas lastimando-dijo la joven sollozando. Pero aquel hombre hizo caso omiso a los gritos y al llanto de Isabela, la tomo fuerte y golpeo su cabeza contra la hierba húmeda se sexo. La joven lloraba desconsolada, pero el dolor no era más grande que el miedo que sentía, no comprendía que pasaba, no sabía quién era el hombre que descansaba a su costado. La joven se levanto, fue hacia el rio, y cuando estaba dentro del agua, comenzó a llorar de nuevo, sentía asco de sí misma, del mundo. Observo su cuerpo lleno de tierra, se sangre, de semen. Quería lavar su dolor. De repente, sintió la presencia de Juan, iba a arrancar a correr, cuando la tomo suavemente por el brazo. -te amo Isabela- dijo Juan llorando, -perdóname- termino la frase. La joven estaba aun mas confundida, no sabía que hacer, amaba tanto a ese hombre, pero le había hecho tanto daño. -amor perdóname- siguió el hombre, - ayer mi esposa me chantajeo cuando intente decirle que la dejaría, estaba con tanta ira, no quería lastimarte, todo es por ti. Me negué hacer el amor con ella, y allí empezó el problema.- termino de decir Juan con la voz entrecortada. Isabela en ese momento se sintió culpable, estaba realmente confundida. Entonces, abrazo a Juan, y le pidió que se marcharan. En el camino a casa, el hombre de mirada profunda le pidió a la joven que no lo delatara, que dijera que resbalo al intentar cruzar una cerca. Juan no dejo a Isabela en casa, ya que debería hacer una diligencia antes, así que la aproximo y ella siguió un trayecto a pie. Cuando llego a su sitio de trabajo, Mary le abrió la puerta. Esta no pudo ocultar su cara de disgusto ante la recién llegada. No le hizo ningún reclamo y pese a su molestia se ofreció a limpiarla. Luego le pidió que se encerrara en su cuarto, que ella haría todas las labores de la casa. Cayendo la noche, llego Valeria, al cual al no ver a la otra joven pregunto por su paradero. -disculpe señora, Isabela no se siente bien- dijo Mary. -está bien, ahora retírese a su habitación, no demora en llegar mi marido- dijo cortante la señora de la casa.
Así pasaron los días, Isabela recuperándose
de los golpes, Mary como siempre callada y distante; Valeria visitando a su madre, y Juan trabajando y regalándole pedacitos de pasión a la joven cada vez que podía. Ya había pasado un mes desde aquel día en la cascada y para suerte de Isabela, no se había vuelto a repetir aquel instante doloroso, todo parecía marchar de maravilla, todo estaba bien, tanto, que ella ya sonaba con vivir muy pronto junto al hombre que amaba. La joven no se imaginaba que esa noche traería consigo el final de un camino y el comienzo de una desgracia. Pero bueno, nadie sabe que viene mañana, si se supiera, el hombre ya habría inventado la forma de evitar el dolor. A las seis de la tarde, Valeria recibió una llamada del hospital, avisando que su madre había empeorado, y además el médico no le daba muchas esperanzas. La señora con el rostro lleno de angustia, le aviso a su esposo y ambos partieron al pueblo. Ya casi llegando la media noche, llego Juan a la casa, diciendo que su esposa se quedaría esa noche en el hospital. Envió a ambas jóvenes a retirarse a sus habitaciones. En el camino a sus cuartos, las muchachas intercambiaron algunas palabras sobre la salud de la madre de Valeria. La relación entre las empleadas no era la mejor, Isabela siempre guardo algo de distancia, pensaba que Mary ocultaba algo, aunque en el fondo la creía inofensiva. De esta manera, Isabela y Mary se encerraron en sus habitaciones. Entrada ya la media noche, Isabela escucho que tocaron a su puerta, no se asusto, era normal que fuera Juan, ya que su esposa no estaba, era lógico que el buscara refugio en ella. Cuando la joven abrió la puerta, un empujón la tiro sobre la cama; en medio de la oscuridad logro distinguir el rostro de Juan José. Trato de ponerse de pie, pero nuevamente fue empujada sobre la cama. Entonces sintió miedo, porque escucho la misma voz de ese día en el rio. -hola mi amor- dijo Juan. Isabela no pudo modular palabra alguna, ya que el hombre le sello los labios con cinta adhesiva gruesa. Y esa noche en medio de golpes, la mujer bebió un trago más de aquel hombre que creía conocer. Mientras del otro lado, Mary escuchaba los golpes, el romper de una lámpara, golpes contra la puerta, las paredes de la cabaña vecina, pero no dijo nada, no hizo nada. Se sumergió en sus pensamientos y se propuso a no existir durante ese instante. Antes de que saliera el sol, Juan estaba regresando ya a su habitación, mientras Isabela quedaba deshecha, con el alma rota. “Por que otra vez?”, pensaba aquella joven. No podía entender que ese hombre, el del parque junto a su ventana y el del rio, eran la misma persona. Cuantas veces nos cegamos y catalogamos a las personas por instantes, sin entender que cuando se es, se es siempre; la vida no admite matices, todo lo que damos es parte de nosotros. En la mañana, antes de las siete, Mary fue a la cabaña vecina, y sin decir palabra alguna ayudo a Isabela con sus heridas. Luego, ambas jóvenes ya estaban en la cocina, y el señor, había ido a recoger a su esposa al hospital. Como al medio llegaron los dueños de la casa. Valeria tenía el rostro pálido y estaba hecha un manojo de nervios. Entonces la joven de mirada triste, pensó que quizá por el problema de salud de la madre de la señora, Juan había reaccionado así. Finalmente se regano a sí misma, y se dijo “no más excusas”. En ese momento sus pensamientos se vieron interrumpidos por la vos de Mary. -Isabela nos hablo el patrón, no escuchas?- dijo su compañera algo disgustada. -disculpe señor- contesto Isabela. -la madre de mi esposa acaba de fallecer, por favor estén atentas para atender la gente en el velorio y colaborarle a mi esposa en lo que más puedan- dijo de nuevo el patrón. Durante la tarde y los últimos tres días, las jóvenes estuvieron atareadas con el servicio a las personas que llegaban a dar el pésame. Mientras que Isabela no resistía ver como su hombre abrazaba, consolaba y besaba a su dolida esposa. Sentía celos cada vez que el la tocaba. Quizá se estaba volviendo igual de cruel que él, porque no le importaba el dolor de aquella señora. Después de quince días de haber muerto la madre de Valeria, las cosas no estaban saliendo bien para Isabela, no había vuelto a tener contacto con Juan José. Las ordenes que el daba eran casi siempre para Mary. Isabela se desespero, y aprovecho un día de compras de la señora de la casa para visitar a su hombre. La joven le dijo a Mary que iría a visitar a su familia. Salió a la calle y llego hasta las tierras donde trabaja Juan José, entro por una alambrada y lo vio peinando la cola de un enorme caballo. -hola- dijo Isabela Juan con cara de asombro se sonrió algo nervioso, miro a su alrededor y luego contesto con un simple hola. La joven se lanzo en sus brazos y lo beso. Fueron uno solo, no importo el pasado, ni el dolor. En ese instante eran dos cuerpos colmándose de placer. Después de deslizarse la pasión e irse entre la hierba, quedaron nuevamente Isabela y Juan. -quiero que hables con tu esposa y le digas que me amas- dijo con voz firme Isabela. Juan se quedo meditabundo por unos instantes. -ahora no puedo, está muy reciente la muerte de su madre esperemos- dijo el hombre con algo de incordia. Y así, ambos se marcharon a sus deberes. Pero la joven no se rendiría, ella no iba a perder a su hombre, si tendría que matar lo haría. Cuando la joven llego a casa, al entrar en la sala perdió el conocimiento. Se despertó después de cinco minutos, se encontraba en un cuarto que no era el suyo. Cuando estuvo completamente consciente vio el rostro de Mary y supo que estaba en el cuarto de la joven. -te desmayaste- dijo Mary, creo de debemos ir al médico ahora mismo- concluyo. A lo cual Isabela se negó, ahora mismo no tenía tiempo para pensar en eso, lo único que le interesaba era la manera de separar a Valeria de Juan. Llegada la noche, ambas muchachas cenaron y cuando llego el señor de la casa, se disponían a encerrarse en sus cuartos. Ya estaba Mary entrando a su pequeña casita, cuando escucho un ruido extraño, volteo la mirada y alzando a observar a Isabela de rodillas en el piso vomitando, de inmediato corrió hacia ella y le ofreció agua. -Isabela mañana quieras o no, iremos al médico. No has pensado que puedes estar embarazada?- dijo Mary Anne. En ese momento, la joven supo que Mary sabia de su romance con el patrón, por eso nunca pregunto nada. A la mañana siguiente, Mary Anne se levanto más temprano que de costumbre, para pedir permiso a la señora de acompañar a Isabela al médico, ella accedió, y mientras Juan permaneció en silencio. Isabela aprovecho la visita al pueblo para pasar primero a la casa de su madre, no se quedo mucho tiempo, pero si el suficiente para que su madre le preguntara si estaba embarazada, esta inquietud la hizo salir más rápido de la casa de sus padres. No sabía si era cierto el mito de que las madres saben esa clase de cosas, y tuvo miedo de los juzgamientos. Por eso huyo. Pese al miedo que le generaba la impresión que pudiera dar a su familia, la joven no estaba nerviosa del resultado que le pudiera dar el doctor, ya que un bebe seria la forma de atar a Juan José. Tenía más cara de pánico Mary, como si le afectara el posible embarazo de su compañera. Llegaron al hospital, pero le dijeron que la prueba se la entregarían mañana, por lo cual, Isabela decidió ir a la farmacia y comprar una prueba casera. -me la hare en casa, si quieres me ayudas- dijo la joven burlándose de Mary. En el camino de regreso, la joven de ojos tristes iba pensado en lo grandioso que sería estar embarazada, ya que con esa noticia, destruiría el matrimonio de Valeria. Ella le daría a Juan lo que Valeria ni con todo su dinero era capaz de dar. -ojala no estés embarazada- dijo Mary Anne. A lo cual Isabela contesto con un gesto de desprecio, la joven comenzó a pensar que Mary le tenía envidia, pero si tenía que sacarla a ella del juego también lo haría. Cuando llegaron a casa, aprovecharon que la señora estaba en las otras tierras con el patrón, y ambas jóvenes se dirigieron a la pequeña cabaña de Isabela. Con nervios y mucha ansiedad esperaban el resultado de la prueba, pero cuando Isabela tomo la prueba en la mano, para ver que decía, sintió que Mary se la arrebato bruscamente. -que te pasa?- grito Isabela con rabia. -acaso no sabes lo que significa esto Isabela, crees que dejara todo lo que tiene por ti!, no seas ingenua, el no va a abandonar su fortuna por una niña estúpida- dijo Mary con la voz entrecortada. En ese momento Isabela levanto la mano y le dio una cachetada a la otra joven. -no sabes lo que dices, el me ama- digo Isabela queriendo convencerse a sí misma, más que a la otra joven. -Isabela, todo lo que ves en esta casa es de la señorita Valeria, si es verdad que se aman de que vivirán?; él nunca dejara el dinero- dijo entre llanto Mary. - lárgate!- grito finalmente Isabela, sacando a Mary del cuarto. - lo siento por ti, estas embarazada- dijo Mary alejándose de Isabela. Isabela cerró la puerta y recogió la prueba del suelo. Se sonrió, no podía creerlo, estaba embarazada, ahora si Juan tendría que dejar a esa señora Pero tenía que planear muy bien cómo iba decirle a Juan la verdad en frente de la esposa, no podía dar paso a que el negara todo; lo haría esta noche, primero hablaría con la señora y lloraría hasta hacerle creer que ella era una víctima, le mostraría a Valeria las cicatrices de los golpes que le había dado su querido esposo. Y así fue, una hora antes de que llegara Juan José, Isabela se dirigió al cuarto de costura de la señora de la casa, había repasado una y mil veces lo que iba a decir, cada gesto, cada lágrima, todo fría y cruelmente calculado; ahora Isabela era un monstruo de las pasiones y el egoísmo, ahora era la sombra de la rabia. De esa niña triste no queda ni un vestigio. -señora necesito hablar con usted- dijo Isabela con el rostro lleno de lagrimas. Y durante la conversación Isabela lloro, mostro un sufrimiento tal, que casi logra conmover a la señora. La joven creía que tenía todo ganado, hasta que escucho a Valeria muy disgustada decir: -muchachita, tú no eres la primera amante que tiene mi esposo; siento mucho por ti lo que te ha pasado, pero eso lo tienes bien ganado por meterte con un hombre casado; no podía esperar menos de una cualquiera como tú, te metes a mi casa, te abro las puertas, te doy posada y te revuelcas en la cama con mi esposo-. Isabela no podría creer lo que estaba escuchando. -usted está completamente loca, porque cree que su marido se acostó conmigo?, usted es una vieja, que le puede ofrecer ah?, va a ver cuando el sepa que estoy embarazada, la va a dejar!-dijo Isabela furibunda. -ya veremos- dijo Valeria con tono firme, para luego ordenar a Mary, que encerrara a Isabela en cuarto que estaba vacío. La joven puso resistencia, pero basto un golpe en la cabeza para adormecerla un poco y que fuera fácil tirarla en el cuarto oscuro. -allí esperas hasta que llegue mi esposo- dijo Valeria alejándose con Mary Anne. Mientras llegaba Juan, tan solo se escucharon gritos provenientes desde el cuarto frio en el cual se hallaba tiraba Isabela, se oía también el ruido de las ratas que eran la única compañía de la joven. Isabela estaba desesperada, quería matar a todos los de la casa, maldecía la hora en que había conocido a Mary, a esa traidora. Pero esperaría a Juan José, ese hombre la amaba, se lo había dicho cantidad de noches. La joven se estaba quedando dormida, cuando sintió que abrieron la puerta del cuarto. -ya hable con mi esposa y me conto todo- dijo Juan algo molesto, -hasta dónde has llegado Isabela, tú misma te dañaste tu vida- agrego finalmente el hombre. -yo?, no mi amor, dile a tu esposa que nos iremos, que tendremos nuestro bebe- dijo Isabela con lagrimas en los ojos. -estás loca, como se te ocurrió pensar que yo me iría contigo, eres una cualquiera, así como te acostaste conmigo, te pudiste haber acostado con otro- dijo Juan tomándole la mano a su esposa. – yo amo a Valeria, siempre te lo dije- termino fríamente. -eres un maldito!, te odio!, muchas veces me dijiste que le tenias asco; tú me amas!, yo sé, díselo!- grito la joven con las mejillas llenas de lagrimas. La fiera que unos instantes atrás juraba matar a cada uno de los habitantes de la casa, estaba convertida en un despojo; era angustioso para Mary ver a Isabela tan mal, lloraba con tanta agonía, que se podía escuchar como se desgarraba su corazón con cada palabra. -tendremos un hijo, nuestro hijo, te amo- dijo Isabela ya al borde de la locura. -no te preocupes por eso, hemos decidido que tendrás ese hijo, pero no será tuyo; te alimentaremos y velaremos por ti durante el embarazo, pero luego me lo darás, será mío- dijo Valeria triunfante. Y finalmente dijo Juan José: -tú crees niña estúpida que has sido la primera mujer con la que me acuesto, que ingenua eres, me gusto mientras duro, pero ya sabes, debilidad de hombre.- Y se alejo con su esposa, ordenando a Mary que la mantuviera bajo llave en el cuarto oscuro. Fue la noche más oscura y triste para Isabela, deseaba con todas las fuerzas de su corazón morirse. Recordaba con nostalgia todos aquellos momentos donde creyó cada una de las palabras de ese hombre. Se deslizo hasta un rincón del cuarto y se acurruco casi hasta quedar invisible, mientras se arrullaba entre sollozos recordó como había sido su vida antes de conocer a Juan, extraño las tardes cálidas en su casa, imagino como hubieran sido los días junto a la ventana del parque, ignorando que se hombre que la miraba acabaría con su vida. Lloro tanto, que sintió que un pedazo del alama de arranco de lo más profundo de su ser y desapareció entre los recuerdos de lo que era antes. En que estaba convertida?, se pregunto una y otra vez. Y se odio, se odio tanto que lamento su propia existencia. Y ahora, perdería a su hijo, lo único que era de ella tendría que entregarlo. Quiso morir, pero ni siquiera la muerte fue capaz de acompañar su desgracia. Isabela no pudo dormir durante toda la noche, pero no fue la única, Mary no logro conciliar el sueño; mientras que los señores de la casa discutieron toda la noche, Valeria le recordó a Juan que ella le había prohibido tener romances con las empleadas habiendo tantas mujeres en la calle. Ya ella se había enterado de uno anterior y tuvo que despedir a la anterior empleada que ocupada el cuarto que era de Isabela. Pero a la final como hace quince años, todo se olvido y fueron marido y mujer. A la mañana siguiente, Mary abrió el cuarto de la joven embarazada y le dejo un plato de comida, esta escena se repitió durante los primeros meses, tan solo se abría la puerta de la habitación para entrar alimentos, o una tinaja con agua para el aseo de la futura madre. Isabela ya se había acostumbrado a la locura, al llanto, a la oscuridad. Un ser sin alma ya no extraña la vida, y ella, ya no tenía alma. III
Después del cuarto mes, también se abría la
puerta para recibir al doctor de confianza, que estaba siendo muy bien remunerado para guardar el secreto y entregar el bebe a sus futuros padres. Valeria se encargo de decir a los padres de la joven, que ella se encontraba bien, pero que se había ido de la casa en búsqueda de mejores oportunidades, y que sabían poco de ella. Hecho que enfermo aun mas a la madre de Isabela, quien sospechaba desde un principio que algo no andaba bien. Cierta mañana, los patrones se habían ido, entonces Mary abrió la puerta del cuarto donde estaba Isabela. Se asusto al ver la joven postrada en el piso, estaba delgada, con la mirada ida, y las mejillas bañadas en lágrimas. Isabela la miro, pero en medio de su locura no logro reconocer la otra joven. Entonces Mary se le acerco, le tomo las manos. -mírame bien, la cosas van a mejorar- dijo Mary, luego la abrazo y saco de su bolsillo un lazo de color rojo que amarro en la muñeca de Isabela. Cuando llego la noche, Juan llego solo a casa, su esposa se encontraba de compras, ya que debían tener todo listo para cuando naciera el bebe. Isabela sintió que abrían la puerta del cuarto, alzo la mirada y se encontró con el rostro de aquel hombre; inmediatamente lo reconoció, se arrastro hacia el rincón más lejano de la habitación, cubrió con sus manos su abdomen. Estaba muerta de miedo, no podía olvidar esa mirada, era lo único que recordaba. Pese a estar casi en aquel rincón no pudo huir, sintió que Juan le halo las piernas hasta tirarla en el piso boca arriba. Isabela comenzó a gritar desesperada. Tomo un plato de comida que tenía en la habitación y lo estrello contra la cabeza de aquel sujeto, arranco a correr, pero Juan la siguió detrás. Ella corría cada vez más rápido, aunque sentía su cuerpo adormecido, pero cada vez que volteaba la mirada ahí estaba ese hombre, cada vez más cerca. Hasta que logro tomarla por el cabello, y golpear su cabeza contra el borde de una mesa. Isabela comenzó a pedir auxilio desesperada, empezó a llorar, a gritar, a gemir, pero no llegaba nadie. Juan comenzó a bajarse los pantalones y empezó a rasgarle el vestido a la joven. Parecía nunca acabarse el sufrimiento de aquella pobre mujer; hasta que sintió el cuerpo de Juan caer bruscamente sobre ella, no entendió lo que pasaba. Pero al querer liberarse del peso del cuerpo de aquel hombre, sintió las manos húmedas, las alzo para mirarlas y las vio manchadas de sangre. Isabela quedo pasmada, estaba inmóvil, no comprendía nada. Mary se le acerco y la ayudo a levantarse. Al estar de pie, la joven embarazada observo el cuerpo del hombre inerte en el piso, cubierto de sangre y con un cuchillo clavado en la espalda. En ese momento, Isabela se acerco al cuerpo, toco el cuchillo, aun no lo asimilaba, no podía creer que todo cuanto estaba viendo era real. Se tiro al suelo de rodillas y comenzó a llorar, volteo el rostro en busca de la otra joven, pero no encontró a nadie. Y se quedo allí posada junto al cadáver, con las manos ensangrentadas, con una culpa ajena. La cálida sangre ya comenzaba a besar su vestido. Cuando se abrió la puerta y entro Valeria, la joven aun seguía allí junto al cuerpo sin vida de Juan, pero esta vez, tenía sus labios junto a los labios fríos de aquel hombre que pese a todo aun amaba. Valeria consternada se lanzo al piso y quito a Isabela del lado de su esposo, ya frio por el beso de la muerte. Comenzó a llorar y a pedir auxilio. Ya ha pasado un mes desde que Isabela está en la cárcel; conto su verdad, pero quien le va a creer a una mujer bañada en la sangre de la víctima, y que además fue su amante y juro acabarlo. Es incierto el futuro de la criatura, su madre no podrá tenerlo por la incapacidad mental para educar un hijo; pero a ella ya no le importaba, estaba ausente, todavía seguía sentada junto a la puerta de la pequeña cabaña observando las luciérnagas revolotear, como queriendo comerse la luna. Alguien llamo a la celda, interrumpiendo su pasado. Una señora le entrego una carta amarrada con un lazo rojo, Isabela la abrió. Querida Isabela: Cada uno de nosotros tarde o temprano paga una condena que no es la suya, simplemente porque hizo parte de ti alguna persona que estaba en deuda con su pasado; no entiendo cómo o cuando, o que juego del destino llego a unirnos. Igual que tu, algún día hice al amor en una noche de luciérnagas. Si supieras cuanto ame a ese hombre que mis manos mataron por ti. Lo ame como nunca he amado a nadie, y escuche sus palabras deslizarse en mi alma y manipular mi corazón. Al igual que tu, alguna vez pensé que sería feliz, pero nadie puede construir su felicidad encima de la vida de alguien, cuando está ocupada. Tú, tuviste el valor de enfrentar tu embarazo y decírselo a Valeria, yo no tuve el coraje y fui obligada a perder mi hijo para cubrir la verdad. Pero el destino no perdona. Lamento mucho que estés en la cárcel por mí; tal vez te suene cruel, pero es el precio que debes pagar por la libertad de tu alma. La vida cobra caro, no? No espero que me liberes de la culpa conociendo mis motivos; algún día pasaría, siempre el mundo pone todo en su sitio. Yo perdí un hijo y toda una vida de oportunidades. Para cuando leas esta carta, mi cuerpo estará reposando en el rio en que alguna vez fui feliz junto al hombre que amamos, esperando reunirme en el infierno con él. Tú, aun puedes seguir adelante, te darán muchos años de condena, pero creo que será mejor para ti vivir lejos del mundo que te oprime y te condena. Tal vez no comprendas nada, pero acaso el mundo se comprende?. Si quieres vive en el pasado, y sueña con instantes lejanos que te dan un poco de tranquilidad, o puedes vivir el hoy y aceptar que la vida no es como quisiéramos, porque hacemos lo que queremos. Quizá hacer el bien es abstenernos de muchas cosas que anhelamos, por vivir tranquilamente. No hay certeza del mañana, pero puedes elegir el dolor o el placer, teniendo en cuenta que no todo lo que causa dolor es malo, y no todo lo que causa placer nos llena de gloria. Quizá algún día nos veamos junto a la luna revoloteando como luciérnagas. Finalmente, le avise a tu madre para que te visite, quizá aun la recuerdes, si tienes todavía algo de cordura. Quien no existió nunca, Mary Anne.