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MEDIOS.

Ambiental Emocional Facilitador

MODELOS DE HOMBRE.
El modelo matemático es el modelo conceptual de la Psicología Factorial, que apunta a relaciones
factoriales abstractas y utiliza símbolos matemáticos para obtener coeficientes de relación entre las
diversas habilidades del sujeto.
El análisis factorial del ser psíquico es un método que lleva a algunos “factoristas” a construir teorías
psicológicas en base a relaciones funcionales abstractas entre respuestas concretas, disposiciones,
rasgos y tipos de personalidad.
Así, la “teoría de la información” (o informática), la “teoría de la comunicación” y la “teoría del aprendizaje”,
permitieron perfeccionar los conceptos cibernéticos y la creación de modelos para el estudio de la
integración funcional del Sistema Nervioso.

El modelo biológico ha sido adoptado como arquetipo de la Medicina Científica, al considerar al Hombre
como un “animal evolucionado” (hombre-organismo) y centrar la investigación de lo patológico en el
organismo.
De esta manera se constituyó en el modelo médico tradicional.
Para la Medicina tradicional la enfermedad es una respuesta biológica que se concibe como “mera
respuesta” (sin una finalidad), o como ”respuesta adaptativa” (y creadora de una finalidad global).
Cabe señalar la precariedad de esta concepción respecto de su capacidad de captar a la “persona” (es
decir, al individuo que “tiene” un organismo y que “es” mucho más: es íntimo, racional, libre, proyectivo,
responsable e interpretativo).

El modelo psicológico (que surge como resultante de una idea de Hombre que no se limita al hombre-
organismo, sino que se abre a la intimidad biográfica) permite el nacimiento de la ”etapa personalista
moderna” de la Medicina, de la mano del “modelo psicoanalítico” de Freud.
El modelo psicológico de la personalidad implica una íntima conexión con lo biológico y atribuye la
realización de los actos humanos al “ser psíquico” (conciente e inconsciente), explorando sentimientos y
recuerdos de la infancia y poniendo el acento en la valoración de los hechos psicológicos presentes y
pasados. Se hace necesaria, así, la interpretación de los “síntomas” a través del diálogo con el enfermo,
inaugurando, de esta manera, la psicoterapia verbal.
La teoría implicada en este modelo es constructivista y entiende la vida humana como Naturaleza y
Cultura entrelazadas.
El Hombre es “persona profunda” y no un mero organismo.

El modelo psicológico-social desborda la temática de lo intra-psíquico. El objeto del que se ocupa es la


“convivencia humana” y destaca que el Hombre no puede existir sin Sociedad.
Establece que los procesos psicológicos individuales determinan la vida social pero, a su vez, se hallan
determinados por los grupos sociales dentro de los cuales tienen lugar.
La Psicología Social observa las relaciones interpersonales (e inter-psicológicas) en grupos sociales tales
como la familia, la escuela, las agrupaciones profesionales, religiosas, etc., así como en el grupo humano
denominado “masa”.
La idea de Hombre que subyace a este modelo es “naturalista” entendiendo al Hombre como “persona
profunda en relación interpersonal con los otros”.
El modelo social centra su reflexión en lo que llamaremos “fuerzas supra-individuales” (la tradición, las
costumbres, los mitos, las religiones, el lenguaje, las formas en que se instituyen los gobiernos, etc.)
componentes de la sociedad humana en su totalidad.
El modelo social da sentido a los fenómenos psicológicos y psico-sociales tomando en cuenta el contexto
social.
La teoría en la que se apoya este modelo (científico-naturalista social) exige el uso de la razón dialéctica y
una comprometida comprensión histórico-social.
Así mismo, el modelo de Hombre que de aquí se desprende es el de “animal evolucionado”, que desborda
al hombre-organismo por su situación socio-cultural, que lo transforma en una “persona social”.

El modelo existencial no se basa en una teoría constructivista, sino en una teoría especular.
La principal diferencia respecto de los modelos anteriores es su referencia antropológica al “Hombre
Libre”.
La reflexión se ha centrado en su proyecto de existencia, enfrentando la muerte y viviendo en constante
ocupación con la Naturaleza, con los otros existentes y consigo mismo.

El modelo lingüístico (basado en la moderna lingüística estructural) aporta a la Psicología un nuevo


esquema conceptual válido para la interpretación de la enfermedad y la salud.
La Semiología (como ciencia más amplia que la lingüística) estudia los signos respecto de su capacidad
de permitir un intercambio de información y una comunicación social.
En la comunicación el sujeto genera símbolos inconscientemente. Así, el lenguaje tiene primacía sobre el
sujeto.
Sigmund FREUD.
Teoria: Psicoanalítica
Yo: Instancia psíquica que se encuentra siempre en pugna con las pulsiones y en contacto con la realidad. El yo
siempre en conflicto, el cual busca defensas.
Medio: No requiere de medio para que se estructure el yo, ya que es un sistema cerrado en si mismo donde la
energía la envía el propio yo.
Modelo: El modelo es el psicológico que ya plantea al hombre como una criatura natural movida por instintos y
fuerzas incontrolables, que las denomina libido.

Freud es el pionero, quien da el punta pie inicial en la psicología. Aparece en un escenario donde comenzaba la
psicológica científica con Pavlov, es decir el estudio de la conducta observable. A esta circunstancia se le sumaba que
Europa se había dividido, los imperios en decadencia tanto política, social y económicamente. Freud aparece usando
términos físicos con el fin de crear una ciencia que perdure en el tiempo.

No concibió el psicoanálisis como corriente terapéutica exclusivamente. Su concepto abarcaba, al menos, tres
campos:

. Una teoría psicológica general de la vivencia y la acción humanas, a la cual pertenecen la Doctrina de las
Pulsiones, la Teoría de la Personalidad, la Psicología del Desarrollo y la Doctrina de las Neurosis.

. Un método de investigación de procesos psíquicos, integrado principalmente por la “asociación libre” y la


interpretación de los sueños.

. Un procedimiento para tratar perturbaciones psíquicas, cuyo núcleo está constituido por los fenómenos de
“transferencia” y “contra-transferencia”, el análisis de las resistencias y las técnicas de interpretación.

La concepción teórica del psicoanálisis se liga íntimamente a la actividad práctica de Freud y a sus experiencias
personales. Trabajó, entre otras cosas, con estimulación eléctrica, cura de aguas, cura de reposo, masajes e
hipnosis.
Finalmente, algunas observaciones lo llevaron a aplicar el método de la “asociación libre” prescindiendo de la
hipnosis.
Este método desempeñó un papel considerable en el auto-análisis de Freud, mediante el cual se libró él mismo de
síntomas histéricos y descubrió sus deseos sexuales hacia su madre, lo que sin duda influyó mucho en el valor
central que su teoría habría de atribuir al Complejo de Edipo.
En 1900 expuso su primer “modelo tópico” (una diferenciación del Aparato Psíquico en sistemas parciales),
explicando que lo pre-conciente puede ser traído a la conciencia en cualquier momento, y lo inconsciente,
comúnmente, no (lograrlo es la tarea de la técnica psicoanalítica).
En relación con este modelo se dilucidaron otros conceptos fundamentales: la “resistencia” de un paciente a hacer
conciente lo inconsciente (y tramitarlo en el proceso de la cura), la “transferencia” de vivencias afectivas y pautas de
conducta del paciente sobre el terapeuta (instrumento nuclear del trabajo psicoanalítico) y la “contra-transferencia”
(reacción afectiva del terapeuta a la transferencia que el paciente hace sobre él).
De esta forma, Freud puso de manifiesto el íntimo nexo existente entre la enfermedad psíquica y cierta energía
afectiva.
En sus trabajos posteriores demostró, de manera cada vez más clara, el origen sexual de esa energía y la llamó
“libido”
Freud entendió la vida sexual como la función global de la ganancia de placer desde distintas zonas del cuerpo
(función que sólo después se pone al servicio de la reproducción). La “sexualidad” abarca, así, la organización total
de la libido.
Para Freud, la libido pasa por fases muy determinadas en el desarrollo infantil y supuso que las causas de las
neurosis se hallaban en conflictos que no habían sido superados en esas fases.
La “fase oral” (cuya zona erógena es la boca y donde la satisfacción se liga principalmente a la toma de alimento
mediante la lactación y el chupeteo del pecho materno) se extiende más o menos por todo el primer año de vida.
La “fase anal” (que rige el segundo y tercer año de vida) implica la función excretoria y la satisfacción de las
agresiones.
La “fase fálica” (que va desde el cuarto al sexto año de vida) centra su función en el genital masculino (el falo).
En la medida en que ambos sexos aceptan la universalidad del pene, la niña vive su “falta” del mismo y desarrolla
una “envidia del pene”.
El varón , en cambio, desarrolla ”angustias de castración”: inicia el quehacer manual con el pene hasta que una
amenaza de castración y la visión de la falta de pene en la mujer le hacen experimentar el máximo trauma de su
vida.
En esta línea se sitúa el Complejo de Edipo, que se desarrolla por el refuerzo de los deseos sexuales dirigidos a la
madre y el conocimiento de que el padre los contraria. Así, la identificación con el padre adquiere una tonalidad
hostil.
A causa de las angustias de castración y de la inviabilidad de los deseos edípicos, el Complejo de Edipo sucumbe,
para reanimarse en la pubertad.
El “autoerotismo” relacionado con las diferentes fases que constituyen la libido, se transforma cada vez más en un
“amor de objeto” volcado progresivamente sobre determinados objetos (por regla general es primero la madre, y
finalmente el compañero heterosexual).
Entre “autoerotismo” y “amor de objeto” Freud interpuso la fase de desarrollo del “Narcisismo”. En esta fase, la libido
está enteramente dirigida a la propia persona (y al propio “Yo”).
Más tarde, con la elaboración de un modelo estructural de la personalidad (su segundo “modelo tópico”), hizo que el
“Yo” se situara en el centro de la consideración psicoanalítica, quedando las neurosis de angustia, referidas al
conflicto entre “instancias psíquicas” del Aparato Anímico: el “Ello”, el “Yo” y el “Super-yo”.
En conexión con las tres instancias psíquicas, Freud distinguió los tres ámbitos de la conciencia (conciente, pre-
conciente e inconsciente) e intentó armonizar ambos modelos.
Así, la angustia ya no será considerada resultado de la represión, sino causa de la misma. El “Yo”, que debe mediar
entre los deseos pulsionales del “Ello” y las exigencias del “Super-yo” y lograr una adaptación a la Realidad, es ahora
decisivo respecto de la angustia.
Recordemos que al hablar de deseos pulsionales, Freud se refiere a las fuerzas supuestas tras las tensiones de
necesidad del “Ello”. Al respecto, Freud sostiene que, si bien es cierto que pueden distinguirse muy variadas
pulsiones, todas se reconducen a dos pulsiones fundamentales: Eros (o pulsión de Amor o de auto-conservación)
que corporiza el Principio de Placer y contribuye también a la reproducción, y Tánatos (o pulsión de Muerte o de
destrucción) que persigue la meta de disolver conexiones y destruir, así, las cosas.
Este viraje a la “Psicología del Yo” (que implica el abandono de la anterior Teoría de la Angustia) fue blanco de
variadas especulaciones. Lo cierto es que como resultado de elaboraciones posteriores, la atención pasó
fundamentalmente a las funciones del “Yo” (conciencia, percepción, pensamiento, lenguaje, mecanismos de defensa,
etc.).
Esta línea prosiguió, tras la muerte de Freud, con una nueva modificación (o ampliación) del abordaje psicoanalítico:
se atendió más bien a las deformaciones estructurales en el interior de las funciones yoicas (deformaciones que ya
en la infancia impidieron un desarrollo adecuado del “Yo”).
El psicoanalista toma sobre sí, en el caso de estas perturbaciones, una función adicional, protectora, que ofrece al
“Yo” deformado la oportunidad de crecer, rebasando considerablemente lo que el psicoanálisis proponía
originalmente, con su trabajo de interpretar y hasta combatir las resistencias del paciente.
Las fases de desarrollo de las funciones sexuales no se relevan unas a otras limpiamente y sin tropiezos, sino que se
superponen y coexisten.
El núcleo de todo conflicto está formado en principio por dos o más demandas opuestas, originadas en distintos
ámbitos de la interioridad del individuo. Si el conflicto es demasiado grande o si la dinámica defensiva se malogra,
aquello que fue objeto de la defensa se manifiesta desfiguradamente como “síntoma neurótico”.
Las formas de la defensa guardan relación directa con el desarrollo psico-sexual: las inhibiciones que tengan lugar a
lo largo de este desarrollo, devendrán después en fijaciones de la libido a estados de fases anteriores, determinando
esto la estructura general de la personalidad.
Pero un conflicto mal resuelto en una fase determinada puede generar (ante una dificultad real posterior) un
retroceso (o regresión) hasta investiduras pre-genitales tempranas.
Por medio de estas “fijaciones” y “regresiones” se explica toda una serie de perturbaciones psíquicas: la histeria y la
neurosis de angustia como una regresión a la fase fálica, la neurosis obsesiva y de persecución como una regresión
a la fase anal, la represión como una regresión a la fase oral tardía, y la esquizofrenia como una regresión a la fase
oral temprana.
Los conflictos infantiles son, entonces, los que llevan a un debilitamiento del “Yo”, a las posturas defensivas y
represiones características, y son ellos los que se reactivan en la formación del “síntoma neurótico”.
Por esa razón, es lógico que en el psicoanálisis como técnica de tratamiento, se coloque en el centro de la terapia el
trabajo defensivo del “Yo”, lo reprimido y la resistencia frente al recuerdo de lo reprimido.
En este proceso es de particular importancia el material que proveen los sueños, por tratarse de un material
inconsciente.
Freud suponía que las demandas provenientes del “Ello” (que permanecieron reprimidas durante el estado de vigilia)
son satisfechas durante el sueño, de un modo desfigurado. Así, el “Yo” consigue preservar el dormir.
Los mecanismos mediante los cuales logran satisfacerse estas demandas son el “desplazamiento” (gracias al cual,
determinado elemento de una situación es sustituido por otro, usualmente más “neutro”) y la “condensación” (gracias
a la cual, un elemento del sueño manifiesto suele absorber a varios elementos oníricos latentes).
Melanie Klein.
Teoria: Teoria de las relaciones objétales
Yo: yo - objeto
Medio: Se requiere de un medio Emocional para que se estructure el yo.
Modelo: Psicológico – Social

Surge luego de un cambio rotundo, el CULTURALISMO. Klein postula que las primeras experiencias del
lactante inicial una relación objetal, lo cual inaugura una dialéctica de proyecciones e introyecciones.
Utiliza un término en su obra: posiciones, en la cual destaca que el fenómeno que esta describiendo no
era simplemente una etapa o fase como planteaba Freud. Sino que las posiciones implican un conjunto de
relaciones objétales, ansiedades y mecanismos de defensa, donde características derivadas de estas
relaciones se mantienen a lo largo de toda al vida (vale destacar que estructuran al aparato).

DOS POSICIONES: Esquizo – Paranoide y Depresiva.


La relación con la alimentación y la presencia de la madre es el inicio de las relaciones de objeto parcial,
parcial ya que las pulsiones orales libidinales y destructivas están dirigidas hacia el pecho de la madre en
particular. La primer defensa del yo es la escisión, por lo cual el objeto de escinde, pecho bueno y pecho
malo. Pecho bueno es gratificador y es amado. Pecho malo es frustrado y es odiado. En el pecho bueno se
proyectan pulsiones de amor y en el pecho malo se proyectan pulsiones destructivas. Esta es la segunda
defensa del yo, la proyección y la introyeccion. El bebe introyecta el objeto en forma de imagen, y se
distorsiona en la mente del niño por sus fantasías. Al objeto malo lo destruye en la fantasía, muerde, lo
devora, lo desgarra. Como tercera y cuarta defensa la idealización del pecho bueno y la negación del
pecho malo.
En la posición depresiva hay una integración del yo, y el objeto se une. Es esto lo que da pie a la relación
con la madre como persona total, por lo cual da cuenta de que ha dañado, queda expuesto a la vivencia
de perdida. Dicha experiencia lo conduce a la reparación, ante la culpa de haber dañado con las pulsiones
agresivas al objeto amado.

Klein sostiene que desde el vamos el bebe posee un yo constitutito que se va consolidando, es decir un yo
desde el inicio. El yo es débil, rudimentario, temprano y no integrado. El yo es estructurado por las
posiciones, las fantasías y el juego. Las fantasías son creaciones del yo, expresiones mentales de los
instintos que existen desde el nacimiento. Las fantasías son defensas ante una realidad externa que puede
ser frustrante, entonces rescinde la realidad externa para satisfacer los instintos (gratificación alucinatoria).

Desarrolló la “Teoría de las Relaciones Objetales”, situándose en la Fase Oral que dejó Freud y pronto
dejó de hablar de fases, para hablar de “posiciones” (concretamente, de la “posición esquizo-paranoide” y
la “posición depresiva”).
La primera de ellas abarca aproximadamente los tres o cuatro primeros meses de vida, y da paso al
desarrollo de la segunda, que abarca (incluso) la segunda mitad del primer año, para terminar con el
Complejo de Edipo Temprano antes de alcanzar la genitalidad.
Klein eligió el término “posición” para destacar que el fenómeno que estaba describiendo no consistía en
una etapa o fase transitoria, sino en una situación que implica una configuración de relaciones objetales,
ansiedades y defensas persistentes a lo largo de la vida.
Pero la posición depresiva nunca llega a reemplazar por completo a la posición esquizo-paranoide.
Así, la integración lograda, nunca es total.
Al mismo tiempo, las defensas contra el conflicto depresivo producen regresión a fenómenos esquizo-
paranoides, de modo que el individuo puede oscilar siempre entre ambas posiciones.
Esta oscilación constante y la forma en que se integran las relaciones objetales, constituyen la base de la
Personalidad.
Klein plantea que un bebé, al nacer, lo hace con un mundo interno caótico, muy rudimentario y frágil. Su
“yo” está desorganizado y será con el crecimiento fisiológico y psicológico (a lo largo de la relación objetal)
que tenderá lentamente a integrarse. El “yo” inmaduro del bebé está expuesto desde el nacimiento a la
ansiedad provocada por el impacto de la realidad externa. Lo que el niño hace, entonces, es “escindir”
(dividir) el objeto (el pecho materno).
De esta manera, pasamos a hablar de un “pecho bueno” y un “pecho malo”: en uno depositará sus
pulsiones de Amor y en otro, sus pulsiones de Muerte.
El pecho llega, de esta manera, a experimentarse como “malo” y amenazador para el “yo”, dando origen a
un “sentimiento de persecución”. Al mismo tiempo, se establece una relación con el objeto ideal al cual el
niño proyecta la libido con el fin de satisfacer el impulso instintivo del “yo” y conservar la vida.
Así, el “yo” tiene una relación con dos objetos. El pecho está disociado: hay un pecho “ideal” y un pecho
“persecutorio”.
El instinto o pulsión de Muerte actúa en el interior del sujeto y desde el nacimiento, como un ataque
imposible de resistir que suscita un peligro de destrucción del que el bebé se protege expulsándolo al
exterior sobre objetos que se convertirán en “malos”.
Sostiene que ese instinto de Muerte es el verdadero “motor” de la Evolución, ya que la angustia que
provoca su elaboración interior sobre ciertos objetos externos, hace que estos sean temidos por el niño. E
indirectamente provoca un interés hacia estos objetos (producto de la necesidad de protegerse de ellos)
que lentamente va sacándolo de su indiferencia inicial y le permite avanzar en su relación con el mundo
exterior.
Tendríamos que decir, en realidad, que se trata de una “posición paranoide-esquizoide” y no al revés,
porque el bebé proyecta primero sus pulsiones de Muerte en el pecho, promoviendo una situación
paranoide, frente a la cual aparecen defensas esquizoides.
Lo paranoide implica falsas percepciones y la sensación de que el Mundo está contra sí mismo.
Lo esquizoide implica la alteración de la unidad de la persona.
Melanie Klein definió la “posición depresiva” como la fase del desarrollo en que el bebé reconoce un objeto
total y se relaciona con él. Comienza a relacionarse no sólo con el pecho, manos, ojos, rostro de la madre,
sino con ella, como persona total que puede ser, a veces buena y a veces mala, que puede estar presente
o ausente y que puede amar u odiar al mismo tiempo. En tanto se va dando esta identificación y
discriminación de objeto, el bebé reconoce que aquel pecho malo es el mismo que lo alimentaba.
Descubre así, cuán desamparado está, cuánto depende de su madre y cuántos celos le provocan los
demás. Se enfrenta con conflictos vinculados a su propia ambivalencia y surge la “ansiedad depresiva”.
Estando en esta posición, el bebé tiende a reparar: La representación mental que tenemos luego de una
agresión, y el miedo a perder ese vínculo tan necesario, nos lleva a la depresión y a la ansiedad de
reparar el daño dispensado.
El fracaso en la reparación, conduce a la desesperación. El éxito, a renovadas esperanzas.
Lo depresivo, para M. Klein no refiere tanto al hecho de estar en posición depresiva, sino al de salir de ella
“reparando”. Podríamos hablar, en realidad, de una “posición de responsabilidad y preocupación objetal”.
El Super-yo existe desde el comienzo y nos acompaña durante toda la vida. Tiene, además, una
connotación negativa.
En la posición “esquizo-paranoide” (o paranoide-esquizoide) el “objeto” ocupa un “lugar
fantaseado”, parcial. Es “parcial” porque las pulsiones libidinales y agresivas (pulsiones de
Muerte) están dirigidas particularmente al pecho de la madre.
En la “posición depresiva” hay una integración. El pecho “bueno” y el pecho “malo” son el mismo.
Ya hay una “mamá” que lo gratifica y que lo frustra. Es un “objeto total”. Y hay un “yo” capaz de
darse cuenta de que existe una Realidad a la que ahora proyecta y de la cual introyecta.
Heinz Hartman.
Teoria: Teoria de la Adaptación
Yo: Self como área fuera de conflicto
Medio: Requiere de un medio Ambiental para que se estructure el Yo.
Modelo: Psicológico - Social
Self: El self es sinónimo de persona, es contenido del aparato.

Surge luego del cambio rotundo que genero, la Psicología del Yo. Hartman postula que al sujeto no se lo
puede aislar, es decir un sujeto que va a ser objeto, se lo debe tener en cuenta en su medio, a diferencia
de Freud. Ante esto plantea la Teoria de la Adaptación, por medio de la psicología del yo, la cual da
cuenta de que lo esperable es la salud y el desvío es la patología. La teoría de la adaptación ubica al sujeto
con la capacidad de adaptarse, obedeciendo a lo social, lo filogenético (lo innato, el bagaje que se trae) y
a la naturaleza.

Hartman realiza una distinción entre yo y Self. El yo es una instancia donde no todo es conflicto. Ante
esto postula el Self, como área fuera de conflicto. Lo define como contenido del aparato psíquico y
sinónimo de persona, el cual se desarrolla (no se estructura). El self se encuentra conformado por:
aparatos de autonomía primaria y aparatos de autonomía secundaria. A través del conflicto, el
cual es el motor que favorece que el Self se desarrolle (constitutivo, sano e inherente al ser humano), se
genera experiencia que es lo que lleva al pasaje de A.A.P. a A.A.S.

La publicación de la obra de Hartmann marcó un hito en el desarrollo de la Psicología del “Yo”. Su


propósito era hacer del Psicoanálisis una psicología “general” de los procesos mentales, que pudiera dar
cuenta no sólo del desarrollo de la patología, sino también del desarrollo de la vida mental normal.
Hartmann introdujo el concepto de “adaptación” (que es la relación recíproca del organismo con su medio)
como elemento central para el Psicoanálisis.
Este proceso de “adaptación” es garantizado por un previo estado de “adaptabilidad” y supone una
interrelación entre el individuo y su realidad biológico-social.
Para Hartmann, la función de Adaptación y las funciones de Auto-preservación son exclusivo mérito del
“Yo”, ya que ningún impulso instintivo garantiza por sí mismo la adaptación del ser humano.
El proceso de adaptación está presente desde el comienzo mismo de la vida. Pero dado que el equipo
instintivo del Hombre es pobre e insuficiente para garantizar la supervivencia y la adaptación, el infante
humano (en su prolongado desvalimiento) depende fundamentalmente de su entorno social.
Su relación con el Medio está garantizada (más allá de los factores hereditarios) por la influencia de la
Tradición y la supervivencia de las obras del Hombre. Estas obras objetivizan los métodos que el Hombre
ha descubierto para resolver problemas y, por lo tanto, se convierten en factores de continuidad,
permitiendo al Hombre vivir, paralelamente, en generaciones pasadas así como en la propia. Se forman,
así, los ideales y las redes de identificaciones, sumamente útiles para la constitución de los modos de la
“adaptación”.
Dicho de otra manera, el proceso de adaptación reviste tanto un aspecto biológico como social. Está
influido tanto por factores constitucionales como por el mundo externo.
Hablamos, entonces, de “adaptación alo-plástica” (cuando el individuo produce cambios en su medio), de
“adaptación auto-plástica” (como resultado de los cambios que se producen en su propio sistema
psicológico) y de un tercer tipo de adaptación que implica la elección de un nuevo entorno.
No toda adaptación al Medio, o aprendizaje, o proceso madurativo implica un conflicto. Si bien el “Yo”
surge de conflictos, no son estos las únicas raíces del desarrollo del “Yo”.
Las vicisitudes propias de las actividades infantiles juegan un rol importante en el desarrollo de los
conflictos individuales típicos, así como la habilidad individual para dominarlos o no. Pero no toda
adaptación ni todo aprendizaje es conflictivo.
Tampoco podemos decir que todas las funciones yoicas están relacionadas con un conflicto o que son
producto de una modificación de las pulsiones.
Es importante aclarar la postura que tomó aquí Hartmann, respecto de que el ser humano no está libre ni
de problemas, ni de conflictos. Los conflictos son, para él, parte de la condición humana y eje del trabajo
psicoanalítico, pero no pueden, por sí solos, dar cuenta del funcionamiento de la personalidad.
Aquellas funciones cuyo origen no está en el conflicto, conforman lo que Hartmann denominó “Aparatos de
Autonomía Primaria” y ocupan, dentro del “Yo”, lo que él mismo llamó “Área Libre de Conflictos”.
Es posible, aún así, que puedan verse involucrados en conflictos (sufriendo deterioro o inhibiciones) en
casos de patología. Estas funciones del “Yo” pueden inhibirse total o parcialmente, de modo temporal o
duradero. La incidencia pulsional sobre alguna de ellas puede ser masiva en casos de severa patología
(provocando, por ejemplo, alteraciones en la percepción), o parcial y transitoria (generando olvidos
transitorios, actos fallidos o lapsus).
Tengamos en cuenta, también, que ciertas funciones del “Yo” que surgieron de un conflicto o estuvieron
involucradas en conflictos pueden “cambiar su función” (desviándose las pulsiones, de sus objetos y
metas originales, a través de la “Sublimación” y pasar a actuar en el “Área del Yo Libre de Conflictos”
cumpliendo una nueva función para el “Yo”.
Estas funciones transformadas, que han ingresado al “Área Libre de Conflictos” conforman lo que
Hartmann llamó “Aparatos de Autonomía Secundaria”. Estos, a diferencia de los “Aparatos de Autonomía
Primaria”, no son innatos, sino producto de la Experiencia.
La estabilidad de la Autonomía Secundaria puede observarse en función de su capacidad de resistencia a
la regresión. Es decir, en la solidez que le permitirá no sucumbir al Conflicto. La noción de “Regresión al
servicio del Yo” alude a la capacidad de regresión transitoria y reversible del “Yo”. Es sumamente
necesaria. Está presente en el dormir, el fantasear y en las relaciones sexuales y su buen funcionamiento
da cuenta de un “Yo” fuerte y flexible.
El grado de “fortaleza” o “debilidad” yoica de cada individuo está en íntima relación con el nivel que haya
alcanzado su Autonomía Secundaria.
Este cambio de función supone la formación de nuevas estructuras yoicas y la fijación de metas y
motivaciones nuevas.
Para Hartmann, la Autonomía es siempre relativa. No existe en Psicoanálisis, una independencia absoluta.
El “Yo” fue caracterizado por Hartmann como una sub-estructura de la Personalidad y está definida por
sus funciones adaptativas.
No se desarrolla a partir del “Ello”, sino que ambos (“Yo” y “Ello”) van diferenciándose progresivamente a
partir de una matriz común, a la que denominó “Fase Indiferenciada”.
Durante la “Fase Indiferenciada” se produce la maduración de los aparatos que luego estarán bajo el
control del “Yo”. Hablamos de los “Aparatos de Autonomía Primaria” que sirven a la motilidad, la
percepción y algunos procesos de pensamiento. Así, el “Yo” que se va diferenciando, se convierte en el
órgano de la Adaptación.
Los primeros pasos en el desarrollo del “Yo” están vinculados a la habilidad del bebé para ir
progresivamente diferenciándose a sí mismo del mundo externo. La privación (parcial) y la indulgencia por
parte de la madre constituyen las condiciones esenciales para que el niño aprenda a diferenciar entre sí
mismo y los objetos y adquiera las nociones de “Yo” y “No Yo”.
Hartmann consideró que el “Desarrollo del Yo” es simultáneo con el “Desarrollo de las Relaciones
Objetales” y que la progresión de ambos está co-determinada.
Cuando este autor habla de “desarrollo” se refiere a la interacción entre “maduración” de las funciones
autónomas (proceso básicamente biológico) y la estimulación externa.
El “Desarrollo del Yo” es, para Hartmann, el resultado de tres factores: las características constitucionales,
las influencias pulsionales y la influencia de la Realidad Exterior.
Al mismo tiempo, cuando se refiere al “Desarrollo de las Relaciones Objetales” plantea la existencia de
dos estadíos:
El primero (llamado “estadío del objeto de satisfacción de las necesidades”) implica una relación objetal
intermitente. En este estadío, el objeto está presente cuando se siente la necesidad. La urgencia de la
demanda exige del objeto una satisfacción inmediata.
El que este desarrollo progrese nos lleva al estadío siguiente (llamado “estadío de la constancia de
objeto”) definido por la representación mental constante del objeto, independiente del estado de
necesidad. Esto significa que el individuo ha madurado de tal manera, que le es posible retener la imagen
constante de un objeto y mantener, así, una relación constante con él. Desde este punto de vista, el niño
es cada vez menos dependiente del mundo exterior.
Adaptación implica determinado grado de estabilidad y eficiencia de la organización psicológica,
relacionadas con la estabilidad y flexibilidad de las funciones yoicas y la organización del mundo externo
(ese medio típicamente esperable).
La adaptación está garantizada por la existencia y maduración de los propios “Aparatos de Autonomía
Primaria” y por aquellas acciones controladas por el propio “Yo”, que se oponen a los trastornos y
posibilitan la relación con el Ambiente,
a través de lo que Hartmann llamó una “acción subjetivamente realista” (que implica una evaluación de la
Realidad) y una “acción racional” (que implica pensamiento).
El pensamiento (que posibilita un pasaje de ensayos y actos motrices, a ensayos y actos internos,
permitiendo la elaboración de posibles respuestas, la solución de problemas y la anticipación de
situaciones) supone una creciente independencia del individuo en desarrollo, respecto del impacto de los
estímulos externos.
Estos procesos implicados en el acto de pensar forman parte de la función “organizadora” del “Yo”. De
hecho, Hartmann otorga a esta función organizadora un lugar hegemónico entre las funciones yoicas.
El proceso caracterizado por la integración (o internalización) de ciertos actos, a través de una creciente
ejercitación (automática e inconsciente) de los pasos intermedios para su realización, es denominado
“automatización”.
Tanto los actos que forman parte de la conducta motora (caminar, hablar, escribir, etc.) como los procesos
de pensamiento, percepción o resolución de problemas, entrañan una “automatización”.
Para hablar de las implicaciones propias de esta noción de Adaptación, respecto del concepto de Salud
Mental, debemos decir que Hartmann, ante todo, hizo una diferenciación entre “conocer (o reconocer) la
Realidad” y “adaptarse a la Realidad”. Aclaró que es imposible equiparar ambas ideas ya que la
Adaptación es más abarcativa que el mero conocimiento. Adaptarse a la Realidad implica la capacidad de
auto-preservarse y esto es definible sólo en relación a situaciones ambientales específicas.
Luego, tras recurrentes observaciones, planteó que “los mismos mecanismos que conducen a ciertas
patologías evidentes pueden, bajo diferentes condiciones, servir a la Adaptación. Lo que puede ser normal
en determinada situación, puede ser patológico en otra. A partir de allí, todo criterio que se fundamente en
la mera ausencia de síntomas, debe ser considerado simplista.”
Hartmann planteó que los valores sobre Salud Mental son elaborados precisamente por la Sociedad, en
función de su cosmovisión, y remarcó la distinción que muchas veces se hace entre “Personalidad Sana” y
“Personalidad Socialmente Necesaria”.
Una persona sana debe tener la capacidad de sufrir y deprimirse. Los conflictos son parte y estímulo
necesarios del desarrollo humano. La acción del ser humano sano incluye no sólo elementos racionales,
sino irracionales, emocionales e impulsivos, concientes e inconscientes.
La adecuación de una conducta está dada, quizás, por la relación entre medios y fines, posible desde una
actitud yoica flexible, en la que el “Yo” debe ser capaz de ejercer control, pero también debe ser capaz de
acceder a las demandas de las otras instancias y suspender temporalmente su función de control. Esto es
observable, por ejemplo, durante el orgasmo o el dormir.
Conflicto no es sinónimo de Patología, del mismo modo en que “Conocimiento de la Realidad” no es
sinónimo de “Adaptación”.
Hartmann consideró necesario diferenciar al “Yo” (instancia del Aparato Psíquico) del “Self”, diciendo que
al utilizar el término “Narcisismo” dos conjuntos diferentes de opuestos parecen usualmente fusionarse en
uno. Uno se refiere a la propia persona (el “Self”) como opuesto al objeto. El otro, a una estructura
psíquica (el “Yo”) como opuesto a otras sub-estructuras de la personalidad.
Sin embargo, lo opuesto a catexis (o investidura) de objeto, no es catexis del “Yo”, sino catexis del “Self”
(es decir, catexis de la propia persona). Pero al hablar de catexis del “Self” nos planteamos: esta catexis
está situada en el “Ello”, en el “Yo” o en el “Super-yo”? En efecto, encontramos “narcisismo” (o “Self”) en
las tres estructuras psíquicas. Entonces definiremos al “narcisismo” como la catexis libidinal del “Self” y no
del “Yo” y diremos, además, que el “Self” es contenido del Aparato Psíquico. El “Self” es, para Hartmann,
lo que él mismo define como “Area Libre de Conflicto”. Es sinónimo de “la propia persona”.
Desde la formulación de la Segunda Teoría de la Angustia de Freud, el “Yo” aparece como sede de la
angustia frente a los peligros, que lo mueve a operar defensivamente, utilizando diferentes recursos con
los que se enfrentará al mundo externo, a las pulsiones y al “Super-yo”.
Hartmann considera que el término “defensa” no debe remitirnos a algo negativo o patológico. En realidad,
estos mecanismos sirven, en la vida del niño, a la función adaptativa.
Algunos mecanismos de defensa dejan regularmente su huella modificando permanentemente la
estructura de la personalidad. La “represión” y la “identificación” son ejemplos de ello.
Al referirnos al concepto de “neutralización” diremos primero que, al desaparecer del psicoanálisis la
noción de “instinto de auto-preservación”, la tarea de auto-preservación pasa a ser tarea del “Yo”.
El término “neutralización” refiere al proceso mediante el cual, tanto la energía libidinal como la agresiva
son desviadas de su modo pulsional. Son “neutralizadas”. Esta energía neutralizada es la energía con la
que básicamente cuenta el “Yo” (tanto autónomo como defensivo) para funcionar.
La neutralización de la agresión, por ejemplo, tiene particular importancia desde el punto de vista de que
proporciona al Hombre una salida al espantoso dilema de destruir los objetos o destruirse a sí mismo.
Hartmann explica que, además de utilizar energía neutralizada, utiliza energía propia, originada en los
precursores innatos del “Yo”. Denomina a esta energía “Energía Primaria del Yo”.
Por último, al referirnos a las relaciones con la Realidad, podemos decir que el aspecto central de la
prueba de Realidad recae en la diferenciación “Yo - No Yo”. Hay dos formas en que la prueba de
Realidad puede verse afectada:

La aglutinación de valores remite al hecho de que cuando una conducta es positiva o negativamente
valorada, existe una tendencia a asociar otras conductas o situaciones valoradas del mismo modo con la
anterior, incidiendo este factor negativamente en la discriminación.

La irradiación de valores describe la relación opuesta entre situaciones y valores: cuando un elemento
es positivamente valorado, otros elementos asociados con él, son positivamente valorados también.
El individuo, con sus aparatos de autonomía primaria garantiza una coordinación con la Realidad. Así, la
Realidad aparece como la que provee el alimento de estímulos para la estructuración psíquica.
El aprendizaje sobre la Realidad supone identificación y relaciones de objeto. La constitución de objetos
constantes y el desarrollo de las funciones del “Yo” posibilitan la diferenciación “Yo – No Yo” y,
consiguientemente, el aprendizaje sobre la Realidad.
Donald Winnicott.
Teoria: Desarrollo Emocional Evolutivo
Yo: Yo – Self – Falso Self
Medio: Requiere de un medio facilitador para que el yo se estructure.
Modelo: Psicológico – Social
Self: sinónimo de subjetividad.

Winnicott postula el desarrollo emociona evolutivo como base para la posibilidad de ser persona. Vale
destacar que no posee una teoría, sino que realiza una crítica a la importancia a que pose este ultimo.
Desde que nacemos poseemos la capacidad de desarrollarnos, es decir que poseemos un potencial,
denominamos bagaje hereditario. Dicho bagaje hereditario requiere de un medio, un medio facilitador que
condiciona en desarrollo pero no lo determina.

Entre la madre y el hijo hay una unidad, es decir que el niño se alimenta de un pecho que es el mismo y la
madre alimenta a un niño que es ella misma. Es aquí donde Winnicott desarrolla la enfermedad esquizo
paranoide. Corresponde al gradual desapego de los estímulos y problemas de la realidad externa y un
gradual apego hacia las necesidades del bebe que son en un 100%. Esta adaptación de la madre (lo
suficientemente buena o devota) a las necesidades de niño nos conduce a la experiencia de ilusión. Es
ella la que proporciona todos los cuidados necesarios como son el holding, el handing y la presentación de
objeto en el lugar y momento adecuado. El holding es el sostén, la mirada la actitud, el handling es el
manipuleo, mientras que la presentación de objeto es la presentación de la realidad. SI realiza la
presentación de objeto en el momento adecuado, sustenta a la experiencia de ilusión. En esta experiencia
el bebe crea el objeto, el cual se adecua a las necesidades omnipotentes. El objeto lo satisface y luego lo
aniquila en relación a su necesidad.

Verdadero self y Falso self: El self no es el yo, es la parte de la persona que tiene una totalidad basada
en el funcionamiento del proceso de maduración. Ayudado por el medio ambiente humano, aquel que
sostiene, maneja y ejerce una función facilitadora y vital. El self es lo único que da sentido a la acción p al
vivir del individuo que ha crecido y continuara creciendo desde la fase de dependencia hacia la
independencia. El gesto espontáneo representa al verdadero self en acción, emerge con la experiencia de
ilusión más el gesto espontáneo (espontaneidad vinculada con la creatividad espontánea). A diferencia del
verdadero self, el falso self es el fracaso precoz y excesivo del medio, el cual produce una interrupción del
desarrollo espontáneo. El fracaso es vivido como ataque. El falso self esta presente en todas las
estructuras, sirve para adaptarnos a situaciones que pueden ser conflictivas para el yo, por lo cual no es
patológico. Ahora bien cuando el falso self prima o se evidencia por sobre el verdadero self se da la
patología.

Introdujo algunos conceptos nuevos, tales como el de “función materna”, que alude a aquella persona que
cumple con la posibilidad de maternizar, independientemente del sexo o parentesco con el niño (si lo
tuviera).
Maternizar es responder a las necesidades del bebé.
También destaca que cuando habla de “persona”, se refiere a un “siendo” (being), que va construyendo su
“proceso de personalización”. A este concepto de “persona” le atribuye tres características: es original,
única e irrepetible.
De aquí se desprende la idea de que, con cada hijo, existe una relación única, diferente a las demás.
El desarrollo, para Winnicott, implica un componente genético (hereditario), un componente congénito
(relacionado al embarazo y al momento del parto) y una serie de expectativas, deseos, temores y
fantasías (que han sido elaborados y desarrollados desde la gestación). También debemos contemplar el
hecho de que la Realidad impone sus pautas.
Winnicott introdujo, además, el concepto de “ambiente facilitador” que permite al bebé desarrollar todo ese
potencial que ha heredado y con el que vino a este mundo.
El “ambiente facilitador” está representado por la figura materna. Esta madre “suficientemente buena”
interpreta (o se esfuerza por interpretar) las necesidades del niño, trabajo que será la clave para la
construcción de su “self”.
El trabajo de interpretación que lleva a cabo la madre es lo que Winnicott denomina “preocupación
maternal primaria” (PMP) y nace de un episodio esquizoide que toda mujer atraviesa desde el noveno mes
de embarazo. Este estado esquizoide le permite desprenderse (desentenderse) de la Realidad y
acercarse, así, a su bebé, al punto de sumergirse casi completamente en el universo de sus necesidades.
Esta función materna se ejerce a través de tres procesos:

Sostenimiento (holding): traducido en la forma en que la madre “sostiene” a ese bebé. Esto permite que
vaya imprimiéndose en él, un sentimiento de seguridad (o no). Es de vital importancia, porque el bebé
nace con sus funciones físicas y psíquicas “no integradas”. En un principio, tiene que aprender todo. Por
eso se dice que el holding apunta a la integración.

Manipulación (handling): al bañarlo, acariciarlo, secarlo, etc. Esto genera en el bebé una idea de su
constancia corporal. El cuerpo se convierte en “morada” del self. El bebé adquiere mediante esta
manipulación, un esquema corporal propio donde su psique habita dentro de su soma. Este proceso
apunta a la personalización (permitiendo la diferenciación entre “yo” y “no yo”).

Presentación del Objeto: a través de los cuidados y el juego, la mamá va presentándole paulatinamente
el Mundo. Como el bebé no diferencia, en un principio, entre el adentro y el afuera, no entiende la
existencia de un proveedor externo y atribuye a él mismo ese abastecimiento. A medida que va creciendo,
el bebé va percibiendo indicios de la existencia de una Realidad.
Al respecto, Winnicott llama “área transicional” al espacio que media entre la incapacidad y la capacidad
del bebé para aceptar esta Realidad.
Esto es percibido a través de diferentes “fallas” por parte de la madre, que generan un lugar entre la
fantasía y la realidad. Entre otras cosas, la negación es, para Winnicott, parte de ese conjunto de fallas
tan necesarias y positivas.
Así mismo, es también a través de la fantasía constituida por el juego (como si...), que va conformándose
el objeto de transición hacia la Realidad. Es el niño quien elige el objeto o los objetos que más representen
para él la presencia de su madre.
El objeto transicional funciona como un puente durante el proceso de separación de la madre. El objeto
ocupa ese espacio desde el “yo” al “no yo”. Representa a la madre en el momento en que está ausente.
La reemplaza. Es ella y, al mismo tiempo, no lo es. El objeto transicional se constituye cuando la madre
está presente internamente.
El bebé siente que ese objeto es un objeto creado por él y experimenta un momento de omnipotencia
mágica. No es tan importante el objeto, sino el haberlo creado.
El bebé adquiere derechos sobre el objeto. Es su primera posesión. Lo manipula, lo tira, lo agarra, lo
muerde, etc.
Este objeto transicional ha de ser, también, receptor del amor y el odio del bebé. Generalmente, el primer
objeto transicional es blando y puede prestarse al contacto amoroso y al agresivo.
No es intercambiable con otros objetos. El bebé no acepta el cambio y atribuye la cualidad de único sólo a
ese objeto.
Tiene que sobrevivir a los ataques de amor instintivo y de agresión pura.
El bebé le otorga una vitalidad que ese objeto no posee. Así, habla, responde y siente como si fuese real.
Para el observador, el objeto proviene de afuera. Para el bebé no pertenece al afuera, sino que ha sido
creado por él. Tiene algo de ilusorio y algo de real.
El bebé no pierde el objeto transicional. Lo abandona, porque pierde significación para él.
El objeto será reemplazado, más tarde, por otros objetos, otros proveedores externos que, sucesivamente
reemplazarán a la madre.

A partir de la lectura que la madre hace respecto de las necesidades de su hijo, podemos decir que el
bebé atraviesa tres fases bastante claras:

Dependencia Absoluta: en la que el bebé no reconoce la existencia de la madre, ni la de sus


capacidades.

Dependencia Relativa: en la que el bebé (en cierta medida) empieza a comprender y valorar la
importancia de los cuidados que le proporciona su madre. Ejemplo: puede esperar.

Hacia la Independencia: a lo largo de la cual crea los medios que le permiten prescindir del cuidado
ajeno.

Tenemos, de esta manera, a un niño que ha desarrollado su subjetividad, con un esquema corporal
definido, y capaz de vivir en una Realidad.
Winnicott no tiene una “teoría” pero podríamos decir que, si la tuviera, sería la del “desarrollo emocional
primitivo”.
Heinz Kohut
Teoría: Psicología del Self
Yo: Self
Medio: Requiere de un medio Emocional
Modelo: Psicológico - Social

Kohut retoma el concepto de Self de Hartman, donde a diferencia de el sostiene que es Self es sinónimo
de personalidad, además es continente del aparato y no contenido. Postula una teoría denominada
“Psicología del Self”. Para caer dicha teoría, toma conceptos de varios autores. Por un lado toma de
Freud su teoría, no la niega sino que la amplia. De Miller toma el proceso de separación individualización. A
esto se le suma la importancia del desarrollo parental que postulo Winnicott y por ultimo el Self de
Hartman.

El bebe viene al mundo con un mundo emocional que es su madre, ya desde antes de ser concebido. Se
encuentra con fantasías e ilusiones de los padres, que Kohut lo denomina precursores del Self. El bebe
nace con estos precursores que permiten que se desarrolle el Self. Los precursores del Self se convierten
luego en los objetos del Self, la conversión se da por la empatia. Vale destacar la diferencia entre empatia
y simpatía. La empatia es ponerse en el lugar del otro, respuesta desde su lugar y no desde el mío. Por
ende es la capacidad de ponerse en el lugar del otro y comprender lo que le pasa. Dicho estado no supone
un estado favorable hacia quien se empatiza, puede ser un instrumento de destrucción, de descubrimiento
del punto débil. Ahora bien la simpatía si es un estado de animo favorable. Los objetos del self son el
mirroring y la Imago parental; el Imago parental esta muy relacionado con el mirroring, el cual es el
reflejo de la madre, lo que ella le trasmite. Es de aquí donde se desprende la autoestima.

Kohut plantea que la madre debe fallar, pero para fallar antes debe gratificar para saber que es frustrar. A
este proceso lo denomina, internalización transmutadora. Podemos decir que la madre primero
gratifica idealizando, luego frustra cuando el Self este preparado para recibir la frustración y puede
tolerarlo (la madre sabe cual es el momento por le empatia) y por ultimo frustra.

Su enfoque es un aporte a la comprensión del “Narcisismo” como elemento normal en la vida de niños y
adultos. Contribuye al desarrollo del “Narcisismo” como esencial para el desarrollo humano y lo considera
como el combustible normal de formación de estructuras.
Este autor propone la idea de un “desarrollo bi-axial de la libido”, que implica que uno de los ejes recorra el
camino del “Amor Objetal” descrito por el Psicoanálisis y el otro transite el desarrollo del “Narcisismo”, que
continuará a lo largo de toda la vida.
Agrega, además, que no hay una desaparición del Narcisismo cuando se establecen las cargas de objeto,
sino un proceso evolutivo del Narcisismo Primario, que provoca una serie de “transformaciones” del
Narcisismo. El Narcisismo arcaico evoluciona a formas más maduras, independientemente de la
movilización edípica.
Recordemos que, según Freud, el “Super-yo” es el vehículo del “Ideal del Yo”, mediante el cual el “Yo” se
mide a sí mismo, al que emula y cuyas exigencias de creciente perfección se esfuerza por satisfacer.
Siempre hubo, desde lo clínico, una connotación peyorativa respecto de las funciones narcisistas. Se las
ha considerado opuestas y excluyentes a las cargas del objeto. Pues son opuestas, pero no excluyentes.
De acuerdo al enfoque de Kohut, el Narcisismo debe sufrir una transformación para no desaparecer o
conformarse con cargar el “Ideal del Yo”.
Las formas que adopta el Narcisismo a lo largo de dicho proceso evolutivo son:
La empatía, que implica suspender deliberadamente el modo predominante de funcionamiento del “Yo” y
apunta a percibir los datos no psicológicos del Medio. La empatía es, entonces, la capacidad de pensar y
sentir la vida interior de otra persona, como si fuera la propia.

El sentido del humor, que se constituye en una de las formas en que un individuo puede superar el temor
a la muerte, sin recurrir a la negación. Tiene algo de liberador y representa un triunfo sobre el “Self”
narcisista.

La aceptación de la propia transitoriedad, que implica un esfuerzo por parte de “Yo” que permite
alcanzar, además, una concepción válida del Tiempo, de los límites y de la no permanencia de las cargas
objetales. Los hombres que han alcanzado esa visión de la Vida, no exhiben resignación y desesperanza,
sino un sereno orgullo acompañado, a menudo, de cierto desdén frente a la muchedumbre que, sin poder
gozar de la variedad de experiencias que la Vida le ofrece, teme a la Muerte y tiembla ante ella. Esta
actitud final frente a la Vida es gracias a un Narcisismo transformado, nuevo y más amplio (un “narcisismo
cósmico”) que ha trascendido los límites del individuo.

La sabiduría, que se logra gracias a la capacidad del Hombre para aceptar sus limitaciones físicas,
intelectuales y emocionales. Se define como una actitud estable de la Personalidad frente a la Vida y al
Mundo, Una actitud integrada por el conocimiento, el sentido del humor, la aceptación de la propia
transitoriedad y un sistema firme de valores. Así, el logro de la sabiduría queda, generalmente, reservado
a las fases posteriores de la Vida, en los que el Hombre puede transformar el humor de sus años de
madurez en un sentido de la proporción, dando lugar al dominio final del “Yo” sobre el “Self” narcisista o,
como expresa nuestro autor, al control final del jinete sobre su montura, en un caballo que se encuentra
ya, por cierto, bastante agotado.

La teoría de Kohut aportó elementos necesarios para comprender y tratar lo que se conoce como
“Trastornos Narcisistas de la Personalidad”, que son patologías caracterizadas por una marcada
vulnerabilidad de la autoestima y que permite observar síntomas tales como un gran déficit de energía,
extrema sensibilidad a los fracasos y desilusiones, dificultades en la comunicación social, etc.
Su interés por la Teoría Psicoanalítica y una importante formación cultural, le permiten expresar la
diferencia entre el enfoque clásico y los desarrollos de la Psicología del Self, acerca de la concepción y la
dimensión del Hombre.
Digamos que, debido a que la Teoría Psicoanalítica (como Psicología del Conflicto) ve sólo al “Hombre
Culpable”, se hace, entonces, necesario el enfoque de Kohut (como Psicología del Self) para observar,
entender y explicar las experiencias del “Hombre Trágico”.
Partiendo de los conceptos de Hartmann, define el Narcisismo como “las catexias del Self”, pero sostiene
que es posible una segunda explicación, acaso como un complemento. A partir de esa explicación, el
“Self” deja de ser un “contenido” del Aparato Psíquico, y pasa a ser “continente” del mismo.
Para Kohut, el Aparato Psíquico es un procesador de pulsiones. Pero no todo es pulsional. Dentro de un
individuo suceden muchas más cosas de las que se adscriben a los fenómenos pulsionales. Esto es
observable en casos en los que el sujeto logra alcanzar una vida plena, de acuerdo a los estándares de
Salud del Psicoanálisis, mientras que su propia evaluación es diferente pues no siente felicidad, plenitud o
satisfacción. Lo mismo queda evidenciado en casos en los que el sujeto no logra tener éxito, o vivir otras
realizaciones, o conseguir una pareja estable, o gozar de buena salud y, sin embargo, experimenta un
estado de satisfacción interior.
Para Kohut puede haber una o varias representaciones del “Self” en cada una de las instancias del
Aparato Psíquico.
El “Self” pertenece, de esta manera, al Aparato Psíquico, sin ser, por ello, parte de él.
Cómo se forma y desarrolla el “Self”?
El neonato carece de un “Self”. Sin embargo, habría dos elementos que determinan el futuro “Self”:
Una carga hereditaria, que determinará la mayor o menor propensión a la fragmentación del “Self” ya
constituido.
Los precursores del Self, que estarán determinados por las expectativas, ilusiones y fantasías
específicas de los progenitores (en especial de la madre).

Para Kohut, el Narcisismo no de define por el “objetivo” de la investidura instintual, sino por la “naturaleza”
de la carga instintual. El niño pequeño, por ejemplo, inviste otras personas con catexias narcisistas y las
experimenta como “objetos del Self”. Las vive como parte de sí. Un “objeto del Self” es algo que es “parte
de sí mismo”.
Los “objetos del Self” se clasifican en dos grupos:

Los que dan respuesta al niño y confirman su sentido innato de vigor, grandeza y perfección , a
través del “mirroring”. Están representados por los pares.

La Imago Parental Idealizada, conformada por aquellos hacia los cuales el niño puede mirar y con los
cuales pueda fusionarse, ya que le brindan una imagen de calma, infalibilidad y omnipotencia.

Respecto de la separación y el destino posterior de las correspondientes cargas, Kohut elabora una
hipótesis acerca de un proceso al que ha denominado Proceso de Internalización Transmutativa,
conformado por tres pasos sucesivos e indispensables:

..Haber experimentado la satisfacción de la necesidad que se corresponda con la fase del


desarrollo que se está atravesando.

..Que se produzca una frustración tolerable con ese objeto, que lleve al sujeto a considerar la
posibilidad de retirar la carga.

..Que dicha frustración se produzca en un momento apropiado respecto de la fase del desarrollo
que está atravesando el sujeto.

Dicho de otra forma: si un niño necesita que su padre sea alguien infalible y en cuya fuerza todopoderosa
pueda confiar para remediar su propia impotencia y, en un momento dado este padre lo frustra (es decir
que no responde como el niño espera), se produce el retiro de la carga. Si esto sucede a los 5 o 6 años
(es decir, luego de innumerables experiencias satisfactorias anteriores dentro de la declinación del Edipo),
se cumplen los tres requisitos enunciados y el niño abandona ese aspecto parcial del “objeto del Self”, lo
internaliza y construye con esas representaciones y esas mismas cargas, un trozo de su estructura
interna, que será el residuo despersonalizado de un aspecto parcial de la relación narcisista con un “objeto
del Self”.
El sistema de estructuras que se forma con el Proceso de Internalización Transmutativa es la reubicación
de las cargas narcisistas y dará lugar a aspectos tales como los que cumplieron esos “objetos del Self”
previamente cargados con esas catexias. Tales estructuras producirán reconocimiento, protección,
confort, aprobación, estimulación, valoración, etc.
Kohut afirma que durante el segundo año de vida del niño, se establece el núcleo de su “Self” como
consecuencia de la interacción con sus “objetos del Self”. En este sentido, destaca la importancia de lo
que los padres realmente “son”, por encima de lo que “hacen”. Son realmente calmos y firmes o sólo se
hacen?
Para Kohut, las “relaciones de objeto” son una de las tres variantes a las que recurre el bebé ante el
fracaso del Narcisismo Primario. Las otras dos son “la constitución del Self Grandioso” (que se hace
depositario de la Omnipotencia Primitiva) y la “constitución del Objeto Omnipotente” (que recibe los
residuos del Narcisismo Primitivo) al que también llama “Imago Parental Idealizada”.
La relación con “objetos del Self” (la necesidad de verse reflejado, de tener objetos idealizados a quienes
dirigirse) no desaparece con la maduración: Aún el adulto normal establece este tipo de vínculos, pero
como un aspecto parcial de su relación objetal madura con sus seres queridos.
La interrelación entre el “Self Grandioso” y su objeto reflejante con las características de éste, se produce
a través de una conducta de exhibición y búsqueda de aprobación. Constituye lo que Kohut denomina “el
polo de las ambiciones”.
Por otro lado, la interrelación entre el niño y su “Imago Parental Idealizada” (que le brinda la imagen de
calma, infalibilidad y omnipotencia con la cual fusionarse para calmar sus ansiedades) conformará “el polo
de los ideales”, en un conjunto al que designa como “Estructura Bipolar del Self Normal”.
Entre estos dos polos se crea una serie de tensiones a la que Kohut llama “arco de Tensiones”. En este
arco se activa o desactiva selectivamente la dotación de talentos y habilidades del individuo. Es, de esta
manera, un motor de la actividad de un individuo, al tiempo en que orienta dicha actividad en algún sentido
específico, en función de la tensión que se crea entre sus ambiciones o ideales.
Lejos del carácter peyorativo que otras teorías psicológicas asignan a los términos de “ambiciones” e
“ideales” (carácter incluso patológico), en la concepción de Kohut ambos conceptos conforman los
mecanismos de funcionamiento normal, sin los cuales, incluso, puede darse una patología muy severa.
También es positiva la introducción de nociones tales como “talentos”, “habilidades”, “potencialidades”,
etc. Implica, de alguna manera, ocuparse de “lo bueno” y favorecer, así, el desarrollo y los logros de un
individuo.

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