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PROBLEMAS DE LA VIDA COTIDIANA: ALGUNAS REFLEXIONES

TEÓRICAS PARA UN ANÁLISIS SOCIAL EN ARQUEOLOGÍA DE LA


DOMESTICIDAD1

JORDI A. LÓPEZ LILLO


Universitat d’Alacant

En la biblioteca del Congreso, en Washington, comentaba el tema con José An-


tonio Arze, un colega boliviano que había publicado un artículo sobre los incas.
Estábamos de acuerdo en que la etiqueta de socialista no pegaba, pero ¿cuál
otra? En la serie limitada de la cual creíamos disponer en 1943, no nos quedaba
sino esclavitud o feudalismo [...]. En 1950-51, cuando regresé al tema, una clasi-
¿FDFLyQWDQOLJHUDPHUHVXOWyLQWROHUDEOH(QODWHVLVGHUHWLUpIRUPDOPHQWH
la etiqueta feudal. Lo que había pasado entre tanto fue que había empezado a
estudiar otros reinos preindustriales, investigados en el terreno por antropólogos
y no por historiadores en los archivos.
John V. Murra, introducción de 1977 a La organización económica del Estado inca

1. UN CONTEXTO PARA LA «CRÍTICA de determinados constructos culturales como herra-


CONTEXTUAL»: ARQUEOLOGÍA Y PLHQWDVDQDOtWLFDV\HQGH¿QLWLYDSHUGHUODSHUVSHFWLYD
ANTROPOLOGÍA y la capacidad de contextualización. Esta problemáti-
ca, por lo demás común a cualquier aproximación al
Hasta cierto punto, se podría decir que el estudio sis- estudio de grupos humanos, alcanza todas sus propor-
temático de las evidencias materiales generadas en el ciones a la hora de abordar el análisis de instituciones
ámbito de la vida cotidiana debería de ser, necesaria- no formalizadas –y, por lo general, sólo marginalmen-
mente, un punto de partida disciplinar para los arqueó- te gestionadas– en la esfera política de la sociedad,
logos. En este sentido, y parafraseando la expresión como efecto colateral del predominio de unas tradi-
acuñada por Eric R. Wolf (1987), la Arqueología está ciones interpretativas basculadas volens nolens hacia
bien situada para escribir la historia de la gente sin los discursos del poder, concretizados precisamente en
Historia. Sin embargo, la eventual ausencia de una re- dicha esfera y desde esta posición vertidos al resto del
ÀH[LyQHSLVWHPROyJLFDTXHHTXLSDUHHQFDODGRHOSR- entramado socio-cultural. Por tanto, la pertinencia de
tencial de tales evidencias juega el peligro constante, la oposición enfática entre la gente sin Historia y el
por un lado, de reducirla a una versión material, menos (VWDGRHQWDQWRVROLGL¿FDFLyQSURYHUELDOGHHVHSRGHU
FRORULGD\WDPELpQPHQRV¿DEOHGHORVFRPSHQGLRV como complemento necesario a lo apuntado por Wolf
SURWRHWQRJUi¿FRV GH FRVWXPEUHV H[yWLFDV GHO RWUR esta vez de la mano del antropólogo francés Pierre
de descontrolar, e incluso desconocer, la traspolación Clastres (2010 (1974)), no podía ser más absoluta: «la
historia de los pueblos sin Historia es la historia de su
lucha contra el Estado».
Pues bien, si existe una institución en los entrama-
1. El presente trabajo se encuadra en el marco de un proyecto
dos socio-culturales de los grupos humanos a la largo
de investigación doctoral en curso –con lo que conlleva de
cuarentena e inconclusión– dirigido por Sonia Gutiérrez e de su historia expuesta a esta situación, sin duda es la
Ignasi Grau, a quienes he de agradecer, entre otras muchas situación doméstica.
cosas, la lectura y revisión de una versión anterior de este De forma sumaria, y con el consabido –y, espe-
texto. Buena parte de las ideas que aquí se recogen fueron ramos, consentido– ejercicio de generalización más
presentadas por primera vez en la GAO Annual Conference o menos tosca que ello comporta, se podrían resumir
«The Archaeology of daily life», celebrada en la Universidad en tres las actitudes adoptadas a la hora de enfrentar
de Oxford (Reino Unido) entre los días 16 y 17 de marzo un contexto arqueológico doméstico. En primer lu-
de 2012. Dulcinea Tomás no sólo tuvo el valor de traducir gar quedaría la que desconoce activa o pasivamente
al inglés una sintaxis infame –«colorless green ideas sleep
OD H[LVWHQFLD GH XQ SUREOHPD GH UHÀH[LyQ WHyULFD HQ
furiously»–, sino de acompañarme hasta en las malas ideas.
También Isaac Sastre, Chema Tejado, Javier Martínez, Débo- la modelización de los instrumentos de análisis social
ra Kiss y Julián Salazar me dedicaron lecturas y valoraciones de la domesticidad, o bien, conociéndolo, autolimita
LQGLVSHQVDEOHVVLQHPEDUJRQDGLHVLQR\RHVUHVSRQVDEOH su interpretación. De cualquiera de las dos maneras es
de las opiniones y errores que sigan a continuación. harto probable incurrir en una proyección inmanente
326 -ඈඋൽං$/ඬඉൾඓ/ංඅඅඈ

que, en tanto oculta, maximiza los riesgos de perderle sin estructura familiar del esquema clásico propuesto
el control que convierte el conocimiento en académi- por el Grupo de Cambridge mayoritariamente dentro
co. Tal circunstancia se resuelve en interpretaciones de las sístoles, diástoles y arritmias del ciclo de desa-
más o menos presentistas y universalizadas únicamen- rrollo doméstico (Segalen, 2004, 37 y ss.)
WHDWUDYpVGHO¿OWURLQGLVFULPLQDGRGHQXHVWURSURSLR Otro tanto ocurre, desde un punto de partida muy
sistema socio-cultural, o bien en el deslizamiento par- distinto, con determinadas expresiones dentro de la
cial de características implícitas que van más allá de llamada «Arqueología de la práctica», donde la diso-
donde nos suponíamos detener. lución de los principios estructurales dialógicos del
Éste sería el caso de las aproximaciones que en- post-estructuralismo –en el cual, por otro lado, se fun-
cierran la domesticidad en la mera cohabitación como damentan abiertamente– alcanza el punto de cuestio-
un giro que imprima cierta asepsia materialista a la in- nar la (pre)existencia misma de las instituciones que
terpretación de lo material. Por ejemplo, si ya en las rastrean en el registro material. Así, en una reciente re-
SULPHUDVUHÀH[LRQHVGH/LQGD0DQ]DQLOODDOUHVSHFWR visión a la materia, el arqueólogo argentino José María
de su concepto de unidad habitacionalVHOH¿MDEDHO Vaquer (2007, 11-12) planteaba la intención de «dejar
cepo de la función económica en las actividades com- de lado la categoría de unidad doméstica como es en-
partidas de producción y consumo –que de hecho ver- tendida en Antropología y en Arqueología, para redu-
tebran su propuesta analítica en torno de las áreas de cirla a una serie de prácticas que son llevadas a cabo
actividad 0DQ]DQLOOD ±0DUWLQH6HJDOHQ en el espacio doméstico. A su vez, serían las prácticas
corroborará, desde un enfoque sociológico aplicado mismas las que estarían conformando una representa-
a grupos europeos modernos y contemporáneos, la ción particular de lo doméstico» como un mecanismo
inoperancia de los intentos por arriostrar los análisis para explicitar la idea por la cual la domesticidad es
sociales de lo doméstico a nociones limitadas estricta- una situación que ha de entenderse en los equilibrios
mente a la residencia. Para la autora francesa, que cier- VRFLRFXOWXUDOHV GH VX FRQWH[WR $ SHVDU GH FRQÀXLU
tamente lidia no sólo con unas evidencias de naturale- con los planteamientos de Vaquer sobre este último
za bien diferente a la arqueológica sino también desde punto, lo cierto es que la obliteración inicial de la es-
unas tradiciones académicas igualmente diferentes, tructuración social del grupo doméstico para regenerar
la relación entre el grupo doméstico y el grupo resi- WDOHVWUXFWXUDDO¿QDOGHOSURFHVRGHLQWHUSUHWDFLyQDU-
dente o habitacional es sinecdótica en su sentido más queológico nos resulta algo, al menos, controvertido,
HVWULFWRLQWURGXFLHQGRDGHPiVGHODGH¿QLFLyQGHOR especialmente en la medida en que las prácticas que
doméstico en lo económico, el casi tan elidido como SUHVXQWDPHQWHKDQGHGH¿QLUODex nihil se anudan, pre-
eludido en Arqueología factor de «familiaridad»2, al cisamente, en un espacio doméstico cuya resolución
punto de explicar la categoría de grupos domésticos conceptual seminal se mantendría ignota, si no fuera
precisamente por los procesos de estructuración social
que la retro-alimentan. Un enfoque tal aporta sin duda
2. Curiosamente, la carga semántica de este término guarda más una direccionalidad válida en el programa metodoló-
matices relacionales con el original latino familia, en lo que gico de interpretación en Arqueología, pero lo hace al
VH UH¿HUH DO FRQWDFWR KDELWXDO \ HO FRQRFLPLHQWR SURIXQGR
precio de obscurecer el funcionamiento y la estructu-
que con los usos de éste que se extendieron en las lenguas
romances sólo bien entrada la Edad Media, tal y como apunta
ración socio-cultural de los grupos humanos que inter-
HOFpOHEUHHWLPyORJR-RDQ&RURPLQHV ,, preta. Desde nuestro punto de vista, la formulación de
,,,   MXJDQGR HO HTXLOLEULR SRGUtD UHVROYHUVH HO la «práctica», aunque sea perceptible material y quizá
guiño de que no deja de ser sintomático el recelo a presu- sensorialmente antes que la institución que la pone en
poner abiertamente este tipo de relaciones en los contextos juego, ha de entenderla simultáneamente como causa
arqueológicos domésticos. En numerosas ocasiones, además, y efecto de esta institución en su proceso de replica-
la obviamente cierta incapacidad positiva de «desenterrar» ción dialógica, como defenderemos más adelante.
los lazos de parentesco no es óbice para que estos mismos Una segunda actitud en la aproximación arqueoló-
autores disciernan perfectamente, en factores propios de
gica a la domesticidad sí que utiliza en sus interpreta-
nuestra «familiaridad» –especialmente en las reproducciones
biológica y cultural–, las situaciones domésticas de las no
ciones modelos teóricos, pero los toma de las idealiza-
GRPpVWLFDVDXQTXHFRLQFLGDQHQHOUHVWRGHYDULDEOHVGH¿- FLRQHVSURSLDVDXQFRQWH[WRVRFLRFXOWXUDOFRQFUHWR
nitorias –cohabitación, economía autocentrada, etc.–. Otro obviamente, con ello nos referimos a uno diferente al
tanto ocurre, podríamos proseguir, con la obstinada negación nuestro, por más que no sea en todos los casos igual
a considerar la división sexual del trabajo un valor analítico de obvio –o al menos igual de explícito–, en otro or-
apriorístico hasta demostrar más que sobradamente en la ma- den de cosas, el tratamiento de idealización cultural.
terialidad esta condición, y no a la inversa, contradiciendo Sea como fuere, lo cierto es que un enfoque de este
QRVRODPHQWHWRGRHOUHJLVWURHWQRJUi¿FR±FRQOD~QLFDH[- WLSRQRGHMDGHFRPSRUWDUSUREOHPDVDQXHVWURPRGR
cepción, tal vez, de los grupos llamados post-industriales, y
de ver, concretamente dos. De un lado queda la falla
desgraciadamente aun en términos discutidos–, sino también
todos los escenarios evolutivos para el género Homo, que in-
ciden en el desarrollo de estrategias reproductivas basadas en
la estabilización de alianzas intersexuales íntimamente coo- de «familoides» que Toshisada Nishida no encontró en otros
perativas y complementarias, y la consiguiente formación homínidos vivos (vid.&KDSDLV:UDQJKDPHWF
3උඈൻඅൾආൺඌൽൾඅൺඏංൽൺർඈඍංൽංൺඇൺൺඅ඀ඎඇൺඌඋൾൿඅൾඑංඈඇൾඌඍൾඬඋංർൺඌඉൺඋൺඎඇൺඇගඅංඌංඌඌඈർංൺඅൾඇ$උඊඎൾඈඅඈ඀ටൺൽൾඅൺൽඈආൾඌඍංർංൽൺൽ 327

Fig. 1. Diagrama, generalista, de la problemática sobre la intervención de los discursos del poder en la interpretación
GHXQVLVWHPDVRFLRFXOWXUDOGDGRDSDUWLUGHVXPDWHULDOLGDGHODERUDFLyQSURSLD

correlacionada con el mismo origen del modelo: la de sido legados en la mayoría de los casos precisamente
la incapacidad para servirse de él más allá del contexto por la «cualidad histórica» de grupos humanos donde
que lo generó. Esto indefectiblemente acaba por subli- OD IUDFWXUD VRFLDO VH KD RVL¿FDGR \ ORV GLVFXUVRV \D
marse en la incapacidad para servirse de él también en no corresponden a la sociedad en el sentido comuni-
el contexto que lo generó, una vez que lo lanzamos al tario tönniesiano, sino al fragmento de ella que se ha
devenir histórico. En este sentido resultan paradójicas apoderado de la autoridad (Fig. 1). Buena cuenta de
las advertencias sobre los riesgos de «ahistoricidad» ello se da en casos como, por ejemplo, el del clásico
apuntadas desde determinados discursos arqueológi- gineceo griego, donde autores como Marina Picazo
cos formados en el ámbito de la Historia disciplinar a (2008, 86-89), con un somero repaso histórico, captan
otros más basados en las tradiciones interpretativas en ya la tendenciosidad de lo transmitido en las fuentes
Antropología3, en la medida en que la presunción im- escritas sobre el aislamiento femenino, inviable de ne-
plícita de estatismo –y aquí curiosamente la polisemia cesidad al punto que la arqueóloga catalana no duda
del término juega a favor de la realidad poliédrica– es HQ VXVFULELU VHQWHQFLDV WDQ VLJQL¿FDWLYDV FRPR TXH
sin lugar a dudas más patente en el abordaje del aná- «la contradicción se negociaba de diversas formas y
lisis social de un proceso pertrechados de herramien- seguramente mediante una compleja serie de normas
WDVFRQFHSWXDOHV¿UPHPHQWHVRODSDGDVDXQPRPHQWR y prohibiciones que permitiesen el funcionamiento
concreto que el hacerlo con otras reconstruidas desde de la ideología y la realidad viva», y vincular tales
una deconstrucción antropológica. «imágenes» e «ideales» a una práctica preferente en
Pero en cualquier caso, del otro lado, sucede que las «clases acomodadas». Aun sin descartar que los
el estudio de la realidad práctica suele hallar otra falla segmentos sociales sin acceso al discurso histórico
DXQ PiV VLJQL¿FDWLYD HQWUH pVWD \ ORV GLVFXUVRV FXO- de la elite pudieran no observar estos ideales en igual
turales históricos a partir de los cuales se generó el PDQHUD/LVD&1HYHWW  EDViQGRVHHQOD
modelo, incluso en su ámbito de aplicación inmediato, evidencia material recuperada en Olinto, fue más le-
a razón, en especial, de que tales discursos nos han jos al proponer una posible reformulación directa del
concepto de gineceo, no en un espacio físico concreto
y delimitado propio exclusivamente de la mujer, sino
3. Muchas de estas críticas repiten en buena medida parte del entretejiendo género y parentesco y diluyéndolo en
debate entre el estructuralismo lévi-straussiano y determina- aquellos espacios de la casa no destinados a la presen-
das reacciones especialmente encabezadas por la Antropolo- cia de hombres ajenos a la familia: todos a excepción
gía marxista francesa. En ello descuidan no sólo las propues- del androceo4.
tas de conciliación desde el propio marxismo –caso, entre
otros, de Maurice Godelier– o, sobre todo, el post-estructu-
ralismo, sino que las tradiciones teóricas en Antropología
H[FHGtDQ\H[FHGHQHOPDUFRGHGLFKDSROpPLFD\HVPiV 4. El punto de partida de Nevett es básicamente el mismo que
que las encontramos de facto en la mayoría de los grandes el que esbozábamos líneas arriba al sostener que los «con-
paradigmas que estructuran la interpretación arqueológica en juntos arqueológicos representan los residuos de patrones de
la actualidad, desde la Ecología cultural para Binford a la An- DFWLYLGDGUHDOHVVLQ¿OWUDUSRUHOWLSRGHHOHFFLRQHVTXHRSH-
tropología interpretativa para Hodder (vid. Gosden, 1999). ran en la producción de las evidencias escritas», no obstante,
328 -ඈඋൽං$/ඬඉൾඓ/ංඅඅඈ

Este fenómeno nos sitúa directamente en la base de punto, ésta es la actitud que defendemos, si bien cabe
la tercera actitud. La necesidad de un enfoque de cor- recordar, llegados a este punto, que una actitud no deja
te antropológico para comprender cualquier sociedad de ser la manifestación de una disposición anímica,
constituye parte del acervo programático de la discipli- y no cabe esperar de ella una formulación milagrosa
na desde que a mediados de la centuria pasada quebrara que aplicada indiscriminadamente al registro material
el cliché fundacional de la «otredad» colonial. Precisa- desgrane los entresijos contextuales de la situación
mente a propósito de la imprescindibilidad estructural domésticaFRPRVLQRH[LVWLHUDHOFRQWH[WRDTXpOHVVX
de las relaciones de parentesco en los niveles sociales objetivo, y no éste.
económico, político, etc., para los mismos grupos con- Para demostrar la pertinencia de tales considera-
temporáneos en los cuales la sociología parsoniana ha- ciones, en lo que sigue nos centraremos en algunos
bía encerrado lo familiar en la leve intrascendencia de aspectos del tratamiento interpretativo del plano eco-
lo afectivo, Wolf (1980, 19-20) escribía: nómico que afecta a la conceptuación genérica de la
GRPHVWLFLGDG&RQHVWH¿QSODQWHDUHPRVFRPR©FDVR
El estudio antropológico de las sociedades comple- práctico» teórico una crítica a la idea de actividades de
MDVVHMXVWL¿FDVREUHWRGRSRUHOKHFKRGHTXHGLFKDV mantenimiento desarrollada precisamente en España y
sociedades no están tan organizadas ni tan estructu- utilizada como instrumento analítico por algunos com-
radas como sus portavoces quieren a veces hacernos pañeros desde la llamada Arqueología del género en
creer [...].El sistema institucional de poderes econó-
sus aproximaciones a la situación doméstica, aunque
micos y políticos coexiste o se coordina con diversos
tipos de estructuras no institucionales, intersticiales, para ello vamos a tener que hablar en primer lugar de
suplementarias o paralelas a él [...]. A veces, estos economistas que no escriben de economía, de femi-
grupos se adhieren a la estructura institucional. Otras nistas que sí, de campesinos, de un ruso, de algunos
veces, las relaciones sociales informales producen el antropólogos más, y de Bourdieu.
proceso metabólico necesario para que funcionen las
LQVWLWXFLRQHVR¿FLDOHV
2. HAY ALGO MAL EN EL CÁLCULO DEL
La idea es clara: que la realidad de cualquier sistema TRABAJO: ECONOMÍA Y ANTROPOLOGÍA
socio-cultural es más compleja de lo que se entrevé
a partir del discurso histórico emanado de la forma- Una de las aproximaciones más destacadas a la pro-
lización política del poder, abocándonos, para com- blemática económica del grupo doméstico es la de la
prenderla en una dimensión holística, a un tratamiento UHVWLWXFLyQGHOD¿JXUDGHODPXMHUFRPRDJHQWHVRFLDO
análogo. En esencia, lo que vendría a sostenerse aquí al mismo nivel que el hombre. No en vano, a nadie
es la necesidad de contar con herramientas conceptua- escapa que la mayoría de las actividades entendidas
les que atraviesen esos discursos hegemónicos tanto culturalmente como «trabajo doméstico» venía sien-
sincrónica como diacrónicamente si lo que preten- do desempeñada tradicionalmente por el componen-
demos es llevar a cabo un análisis social de procesos te femenino del grupo doméstico y, de esta manera,
históricos en instituciones que mutan de una manera resulta lógico que la «recién» adquirida posición de
relativamente lenta y, sobre todo, no dentro de la es- centralidad de la mujer deviniera en un replanteamien-
fera política formal –la cual nos puede proporcionar to profundo de estas actividades. Sin embargo, ceñirse
eventualmente los modelos ideales de contextos con- D XQ REMHWR GH HVWXGLR FRQYHUWLGR HQ SULQFLSLR \ ¿Q
cretos, pero no nos habla de su replicación fenoménica de la preocupación analítica acaba siendo también un
en la «práctica»–. Como es evidente llegados a este escollo hacia una eventual reconceptuación global de
la lógica en la cual se inserta. Tomemos el caso de la
socióloga pionera Christine Delphy, cuyo análisis del
considerando las prácticas de culturas contemporáneas que «trabajo doméstico» es seguido en mayor o menor
presentan unos modelos ideales similares, como es el caso de medida por los feminismos de base materialista que,
los grupos mediterráneos islámicos, apunta que «la ausencia
DSHVDUGHODGHVHVSHFL¿GDGJpQHURLGHROyJLFDTXHVH
GH XQ HVSDFLR HVSHFt¿FR IHPHQLQR QR WLHQH SRUTXp FRQWUD-
decir totalmente la evidencia literaria. Es posible que exis-
reclama prácticamente desde los inicios de la concre-
tiera un área tal en el sentido literal de que jamás accedieran ción subdisciplinar en obras que le son tan representa-
hombres [...]. Parece posible que el término gineceo pueda tivas como por ejemplo el Invisible people and proces-
referirse a áreas en las cuales los visitantes varones no fue- ses editado por Jenny Moore y Eleanor Scott (1997)5,
ran admitidos en sus visitas, áreas utilizadas por las mujeres
de la casa –aunque no necesariamente en exclusión de los
miembros masculinos de la familia–. Si esta interpretación es 5. La propia Scott arrancaba su introducción al citado trabajo
correcta, entonces el movimiento de los hombres visitantes recordando que «debido a que las interpretaciones históricas
habría estado tan restringido o más que el movimiento de y arqueológicas –nuestras narrativas sobre el pasado– son
las mujeres cohabitantes, y el comportamiento habría estado construcciones culturales, resultan necesariamente incomple-
regido no sólo por el género, sino también por otros factores tas. Comprenden e incluyen aquellas facetas de la existencia
FRPRHOSDUHQWHVFRª 1HYHWW >&RQHO¿QGH humana consideradas importantes para el autor de la narra-
GDUOH ÀXLGH] D OD OHFWXUD GH DTXt HQ DGHODQWH SUHVHQWDPRV tiva en el momento de escribirla». En efecto, a este fenóme-
todas las citas en traducción propia al castellano]. no apelaba, aplicado con una intencionalidad muy diferente
3උඈൻඅൾආൺඌൽൾඅൺඏංൽൺർඈඍංൽංൺඇൺൺඅ඀ඎඇൺඌඋൾൿඅൾඑංඈඇൾඌඍൾඬඋංർൺඌඉൺඋൺඎඇൺඇගඅංඌංඌඌඈർංൺඅൾඇ$උඊඎൾඈඅඈ඀ටൺൽൾඅൺൽඈආൾඌඍංർංൽൺൽ 329

)LJ(VTXHPDGHUD]RQDPLHQWRVHJXLGRSRU'HOSK\HQVXFRQFHSWXDFLyQGHO©WUDEDMRGRPpVWLFRªHODERUDFLyQSURSLD

sustentan la práctica totalidad de la Arqueología del El razonamiento desde este punto va a resultar lógico:
género, incluidos varios textos de ese mismo volumen.
Delphy partirirá de la detección de ciertas irregula- El motivo de que no se considere productivo y no se
ULGDGHV\YDFtRVHQODGH¿QLFLyQGHO©WUDEDMRGRPpV- contabilice el trabajo doméstico es que éste se reali-
tico» en la Francia de la década de 1970, constatando za gratuitamente –en el marco de la familia–, que no
no sólo que la valoración social como productivo o está remunerado y en general tampoco se intercam-
bia. Y ello no es consecuencia de la naturaleza de
no productivo es aleatoria sino que, además, su con-
los servicios que lo integran –puesto que todos estos
ceptuación misma descansa sobre una base débil no servicios pueden encontrarse en el mercado– ni de
claramente centrada ni en el tipo de acción, ni en el la naturaleza de las personas que lo prestan –puesto
sujeto que la realiza, ni tampoco en la institución en el que la misma mujer que cocina gratuitamente [...]
marco de la cual se desarrolla. Utilizando los cómpu- en su casa recibe remuneración en cuanto lo hace en
tos del PIB sobre el «autoconsumo» en grupos rurales otra casa–, sino de la naturaleza particular del con-
demostró cabalmente que, en efecto y con tales datos, trato que vincula a la trabajadora –la esposa–, a la
~QLFDPHQWHHVSRVLEOHSUDFWLFDUXQDGH¿QLFLyQHQQH- familia. (Ibíd., 45)
gativo del «trabajo doméstico»:
Sin embargo, un razonamiento lógico no implica ne-
/DGH¿QLFLyQGHODXWRFRQVXPRFRQWDELOL]DGRSDUHFH cesariamente un razonamiento acertado, y desde nues-
ser [...] la de toda producción agrícola autoconsumi- tro punto de vista la socióloga francesa incurre en dos
da menos la producción que se autoconsume en to- errores de envergadura al postular desde aquí, y de la
das las familias, rurales y urbanas [...]. Según estos mano de una aplicación bastante rígida de las relacio-
criterios, la producción se efectúa fuera de la casa y
nes de producción en términos marxistas, una explo-
todo lo que se realiza en el interior de la casa se con-
sidera no-productivo. (Delphy, 1982b, 44) tación sistémica en un «modo familiar de producción»
en coexistencia con el «modo industrial» (Delphy,
DE 
El primer error es bastante obvio: nos referimos al
tan sólo unas páginas más tarde, Kurtis S. Lesick (1997, 31
\VV DOD¿UPDUTXH©ORTXHKHPRVHVWDGRH[SHULPHQWDQGR ¿OWURVH[LVWDTXHDSOLFDSDUDGH¿QLUHO©WUDEDMRGRPpV-
en los últimos diez años no ha sido una concentración en tico». Independientemente de que, en efecto, en las
el género, sino más bien el desarrollo de una Arqueología idealizaciones recurrentes de nuestro sistema socio-
feminista. Aunque existen asuntos compartidos entre las dos, cultural todavía hoy día el agente que lo desarrolla es
no son la misma cosa. Es más, si no promulgamos una se- mayoritariamente femenino, existen –y han existido en
paración teórica entre género y feminismo, la fusión tácita todas las sociedades humanas– actividades masculinas
de ambos términos ahogará el desarrollo de sendas agendas reiterativas que sin lugar a dudas se incardinarían en
GHLQYHVWLJDFLyQªSXHVELHQHOGHVDUUROORGHOSUHVHQWHWH[- ODPLVPDWLSRORJtDGHiPELWRGRPpVWLFRVLJQL¿FDFLyQ
to precisamente corroborará el enunciado de Lesick y con
social no productiva, etc., únicamente absteniéndonos
ello, opinamos, debería de redundar en la llamada de aten-
ción sobre los derroteros que siguen ocupando –tanto como de sexuarlas. El segundo error se nos podría haber des-
opacando– la aproximación a la comprensión de los factores OL]DGRPiVIiFLOPHQWHHO¿OWURVLJQL¿FDWLYRTXHVXE-
que entran y han entrado en juego en las relaciones sexuadas yace en sus conceptos (Fig. 2). Pero aparquemos la
y la construcción cultural del género en los grupos humanos. Teoría feminista en este punto, antes de que se vierta a
330 -ඈඋൽං$/ඬඉൾඓ/ංඅඅඈ

)LJ5HSUHVHQWDFLyQJUi¿FDGHODVIXQFLRQHVTXHSULQFLSLDQHODSDUDWRWHyULFRFKD\DQRYLDQRHODERUDFLyQSURSLD
DSDUWLUGHORULJLQDO &KD\iQRY*Ui¿FR\*Ui¿FR 

la Arqueología, para argumentar a qué nos referimos y irregularidades macroeconómicas que se daban en las
porqué consideramos que es un error. zonas agrícolas respecto del comportamiento «espera-
Hablemos del ruso. Otra aproximación que conver- EOHªIUHQWHODVÀXFWXDFLRQHVGHOPHUFDGR\FRQFOX\y
ge hacia la caracterización de la faceta económica de que los economistas no eran capaces de explicar sa-
la situación doméstica ha sido el estudio de las comu- tisfactoriamente fenómenos relacionados, en general,
nidades rurales y de la llamada lógica económica cam- con el mantenimiento de la producción en condicio-
pesina. A pesar de que como campo de acción antro- nes en las que la clásica «ley de los rendimientos de-
pológico se desarrolla relativamente tarde, y que tras crecientes» habría disuadido de continuar a cualquier
el trabajo de William I. Thomas y Florian Znaniecki explotación estrictamente capitalista, sencillamente
(2006 (1918-1920)) habrá que esperar más de dos dé- porque el mercado autorregulado funciona con una
cadas para que se normalicen y proliferen los Estudios lógica distinta a la lógica doméstica o familiar de los
FDPSHVLQRVORFLHUWRHVTXHHQORTXHVHUH¿HUHDVXV FDPSHVLQRV 1DGD PHQRV TXH D¿UPDU TXH OD 7HRUtD
aspectos económicos, concretamente, los textos fun- económica general no es general.
dacionales se los debemos a un agrónomo activo en el Para Chayánov, la unidad productiva familiar
primer cuarto del s. එඑ. Alexander V. Chayánov (1981 constituye una «máquina» diferente de la unidad pro-
   VHVLUYLyGHORVGDWRVHVWDGtVWLFRV ductiva capitalista. Mientras que ésta funciona segre-
recopilados en diferentes niveles de la administración gada institucionalmente de otros ámbitos sociales,
rural rusa desde 18646 para tratar de comprender las centrada sobre el mercado, con un intercambio mone-
tarizado e impelida por la idea de maximización de
ORVEHQH¿FLRVODXQLGDGGRPpVWLFDHVWiFHQWUDGDVREUH
(VSHFt¿FDPHQWH HO WUDEDMR GH &KD\iQRY \ GH OD (VFXHOD sí misma, atravesada por más de un sistema social y
de Organización y Producción rusa (Organizacionno-proi- condicionada en primera instancia por su propio ciclo
zvódstvennoye naplavlenie) de la cual se reconocía parte, fue
de desarrollo, el cual se resuelve en los índices de con-
posible por la concurrencia de dos instituciones de diferen-
te carácter: de un lado los zemstva, órganos administrativos sumidores y productores que son a la vez, a grandes
creados por el gobierno zarista tras el Decreto de emancipa- rasgos, las necesidades del grupo doméstico y los re-
ción de los siervos que concentraron enormes cantidades de cursos humanos que puede movilizar para satisfacer-
LQIRUPDFLyQVXVFHSWLEOHGHSURFHVDUVHHVWDGtVWLFDPHQWHGHO las. Asumiendo esto, el autor ruso pudo explicar que
otro, las comunas tradicionales de tipo mir, cuyas prácticas la lógica campesina no se rigiera por categorías for-
de repartición periódica de las tierras en función de las va- males, sino por una valoración subjetiva del equilibrio
riaciones cíclicas de los grupos domésticos «visibilizaron» la
lógica por la cual se regían éstos. Esto es así con independen-
cia del grado de implantación o de «bondad» que se le reco-
QR]FDDOVLVWHPD\VXVDJHQWHVUDPL¿FiQGRVHODVVDOYHGDGHV repartición de los medios de producción en función de las
matices, ejemplos y contraejemplos en una bibliografía in- ÀXFWXDFLRQHVHQODVQHFHVLGDGHV\FDSDFLGDGODERUDOGHORV
gente (vid.'HQQLVRQ6FRWW3RSNLQHWF  grupos domésticos como, por ejemplo, entre los mayas chi-
TXH HVFDSD DO SURSyVLWR GH HVWH WUDEDMR HQ FXDOTXLHU FDVR maltecos (Watanabe, 2006, 197) o el campesinado tradicio-
existen otros ejemplos conocidos de grupos con sistemas de nal andino (Murra, 1987, 62 y ss.).
3උඈൻඅൾආൺඌൽൾඅൺඏංൽൺർඈඍංൽංൺඇൺൺඅ඀ඎඇൺඌඋൾൿඅൾඑංඈඇൾඌඍൾඬඋංർൺඌඉൺඋൺඎඇൺඇගඅංඌංඌඌඈർංൺඅൾඇ$උඊඎൾඈඅඈ඀ටൺൽൾඅൺൽඈආൾඌඍංർංൽൺൽ 331

entre necesidades y fatigas (Fig. 3) donde la interac- HWQRJUi¿FRV6DKOLQV \VV VHSHUFDWDGHTXH


ción con el sistema de la económica política o social en la práctica los extremos de dicha curva tienden a
expresada –en este caso– en el mercado es subsidiara, estabilizarse deformándose hacia la horizontal, lo cual
y desarrollando todo un aparato teórico ad hoc más VLJQL¿FD TXH DXQ FRQ UDWLRV GHVIDYRUDEOHV HQ GLFKR
parsimonioso con la realidad observada del cual, sin balance, por lo general la MDP tiende a la subproduc-
HPEDUJR SRU DKRUD QRV HV VX¿FLHQWH FRQ FRQRFHU OR ción. Dentro de los márgenes usuales, esta tendencia
expuesto hasta aquí. no representaría una inviabilidad estructural, pero lo
El principal problema que hubo con la Teoría de determinante aquí no es poner en evidencia que existe
Chayánov fue que Chayánov no la escribió en inglés, un porcentaje de grupos domésticos que podrían co-
y tras su asesinato político en algún momento de la lapsar fruto de una mala conjunción de factores im-
década de 1930 y la damnatio memoriae a que fueron ponderables internos o externos –enfermedad, muerte,
sometidos subsiguientemente sus escritos por parte de catástrofes naturales, políticas, etc., o, sencillamente,
la ortodoxia bolchevique, no sería hasta que lo resca- mala suerte–, sino que este fenómeno y la integración
tara la Antropología francesa y anglo-americana, con supra-doméstica han de entenderse en relación conco-
la traducción del cuerpo teórico principal en 1966, que mitante. Es decir, que un grupo doméstico en ningún
sus ideas alcanzaran cierta difusión en Occidente. De caso funciona en el vacío, y cualquiera que sea el mo-
los numerosos autores que harán uso de ellas, son per- delo de sistema social, existirá una esfera de integra-
tinentes para el objeto del que aquí se trata dos: el ya ción política en la que se vincularán, entre otras cosas
citado Wolf, y Marshall Sahlins. económicamente, las esferas domésticas7. Si volvemos
5HVSHFWRGHOSULPHURTXLHQUHWRPDUDODGH¿QLFLyQ ahora sobre la sistematización presupuestaria de Wolf
del campesinado genérico para conceptuarlo como podremos dividir fácilmente los fondos según este fac-
una categoría económica partiendo de la fórmula tor: «mantenimiento» y «reemplazo» serían fondos de
«part society-part culture» de Kroeber, nos interesa subsistencia, destinados a asegurar la viabilidad inme-
llamar la atención sobre su sistematización del presu- diata de la producción y la reproducción del grupo do-
puesto familiar en cuatro categorías –fondos de man- méstico, mientras que «ceremonial» y «renta» serían
tenimiento, de reemplazo, de ceremonial y de renta fondos políticos, destinados a la representación del
:ROI   ± QRFLyQ TXH QRV YD D SHUPLWLU grupo doméstico en relaciones sociales horizontales
a su vez, ilustrar más claramente algo que se despren- \YHUWLFDOHVHQHVWRVPLVPRVWpUPLQRVORVHQWLHQGHQ
de del trabajo de Sahlins, independientemente de las sin ir más lejos, Allen Johnson y Timothy Earle (2003,
MXVWL¿FDGDV FUtWLFDV FRQWH[WXDOHV YHUWLGDV SRU DXWRUHV 59-60) en una ya clásica actualización de la escuela
como E. P. Durrenberger (1984) o el substantivista antropológica evolucionista multilineal de Steward y
George Dalton (1971) sobre la pertinencia universa-
lizante de aquel concepto seminal de campesinado
genérico (peasantry-in-general). Pero centrémonos 7. En sus propias palabras: «Dado un sistema de producción de
en la que quizá haya sido la obra de mayor impacto XQLGDGGRPpVWLFDSDUDHOFRQVXPRODWHRUtDD¿UPDTXHODLQ-
y trascendencia de las escritas por Sahlins, Economía tensidad laboral por trabajador aumentará en relación directa
con la proporción doméstica de consumidores por trabajador
de la Edad de Piedra (1977 (1974)), de la cual lo pri-
[...]. [Pero] la estructura social real y general de la comuni-
mero que hay que destacar es la ampliación del mar- dad no concibe por su parte la curva de intensidad de Chayá-
co de aplicación de las ideas de Chayánov. Y es que, nov, aunque no más sea porque las relaciones políticas y de
efectivamente, mientras el ruso aceptaba más o menos parentesco entre las unidades domésticas, y el interés por el
la misma secuencia evolutiva unilineal de modos de bienestar de los demás que implican estas relaciones, deben
producción de la escuela histórica alemana, de manera promover la producción más allá de lo normal en ciertas ca-
que consideraba su lógica familiar como un fenóme- sas que se encuentran en condiciones de hacerlo» (Sahlins,
no circunscrito al campesinado tradicional post-feudal    \ QXHYDPHQWH ©/D UHJOD GH &KD\iQRY QR
(Chayánov, 1981, 73), Sahlins la considera el leitmotiv expresa ni más ni menos que una relación inversa entre la
LQWHQVLGDG GRPpVWLFD \ HO Q~PHUR UHODWLYR GH SURGXFWRUHV
general de todas las sociedades indivisas en su «Mo-
es decir, cuanto menos productores haya por consumidores,
dalidad Doméstica de la Producción» (Sahlins, 1977, tanto más tendrá que trabajar cada uno. Desde el punto de
55 y ss.), y aun de ciertas instituciones de las divisas vista lógico, las dos proposiciones son simétricas, pero tal
como sería el campesinado de Chayánov. Rotos los vez no lo sean desde el punto de vista sociológico [...]. Es
límites originales, por nuestra parte no encontramos posible que algunas [unidades domésticas] no hayan trabaja-
demasiados problemas para sostener que, realmente, GRORVX¿FLHQWHSRUTXHGHDQWHPDQRHUDHYLGHQWHTXHSRGtDQ
es la lógica que subyace a cualquier situación domés- depender de las demás. E incluso la subproducción debida
tica independientemente del contexto cultural, social o a circunstancias imprevistas resulta aceptable a la sociedad,
HFRQyPLFRSHURYD\DPRVSRUSDUWHV con tolerancia hacia esas unidades domésticas vulnerables,
en virtud de un excedente de intensidad en otro sector que, en
El segundo punto fundamental es su corrección
cierto sentido, había anticipado en su propia dinámica cierta
empírica de la «Curva de Chayánov», la cual represen- incidencia social de tragedias domésticas», de manera que,
WDLGHDOPHQWHHQXQJUi¿FRODLQWHQVLGDGGHOWUDEDMRHQ HQ GH¿QLWLYD ©HVWH HVTXHPD GH SURGXFFLyQ HQ VX WRWDOLGDG
función del balance entre consumidores y productores debe considerarse como un sistema social integrado» (Ibíd.,
en una situación doméstica dada. Con nuevos datos 127-131, el primer énfasis es añadido, el segundo original).
332 -ඈඋൽං$/ඬඉൾඓ/ංඅඅඈ

)LJ'LDJUDPDFRQORVSXQWRVEiVLFRVHQODVHFXHQFLDDUJXPHQWDOVXEVWDQWLYLVWDHODERUDFLyQSURSLD

Service (vid. Gosden, 1999, 88 y ss.) de sobra cono- en Estados Unidos y, sobre todo, Malinowski (1976
cida, e incorporada, en la interpretación arqueológica.    HQHO5HLQR8QLGRQRVHUiKDVWD
Llegados a este punto se vuelve inevitable recalar la publicación en 1944 de La gran transformación de
en el que sin duda ha sido el debate principal de la .DUO3RODQ\LFXDQGRVHSRQJDVREUHODPHVDGH¿QLWLYD
Antropología económica, la controversia entre forma- y claramente la cuestión de la naturaleza «substancial»
listas y substantivistas8. A pesar de indicios como los de la economía y, con ella, de la concepción general
presentados por Chayánov, o la dirección que apun- de la teoría económica. En trazos gruesos, podríamos
taban autores como los citados Thomas y Znaniecki esquematizar el argumento central como sigue: primer
hecho, existe en todo grupo humano una integración
HFRQyPLFDYHUL¿FDGDHQODHVIHUDVRFLDOHVWRHVXQD
8. El uso del pretérito en este caso casi podría considerarse un ©HFRQRPtDSROtWLFDªVHJXQGRKHFKRHQQXHVWUDVRFLH-
convencionalismo. Desde nuestro punto de vista, quizá se- dad, tal integración se ha llevado a cabo mediante la
ría más ajustado hablar de un estado de latencia irresoluta universalización del sistema de mercado autorregula-
que de una obsolescencia o falta de relevancia actual, y ello do, teorizado por la Escuela Clásica de Smith y Ricar-
puede, quizá, estar relacionado con el agotamiento de las
do e implantado por el liberalismo entre los ss. එඏංංං
posturas en liza y un relevo generacional en buena medida
más preocupado en la casuística estrictamente «endocontex-
එංඑWHUFHUKHFKRODGLVFLSOLQDWHyULFDHFRQyPLFDTXH
tual» como noray ante la generalización virtual de la frag- se funda desde entonces, trabaja a partir de la lógica
mentación posmoderna. No es baladí que Michael Chibnik formal de esta situación de integración concreta (Fig.
en uno de los ensayos teóricos más recientes sobre la materia 4). El quid de la cuestión, entonces, es si esa lógica es
anudara, prácticamente de pasada, contexto y percepción al la substancial para la economía o no, y basándose en
apuntar que «hacia la década de 1980 la mayoría de los antro- los datos históricos y antropológicos los adherentes al
pólogos económicos consideraban el debate formalismo-sus- JUXSRGH3RODQ\LUHVSRQGHUiQTXHQR 3RODQ\L
tantivismo como un callejón sin salida. Además, la inmensa 3RODQ\L, et al.'DOWRQHWF 
mayoría estaba por entonces desarrollando investigaciones
Para lo que aquí nos ocupa, no es tan importante
HQVRFLHGDGHVGRQGHORVPHUFDGRVHUDQLPSRUWDQWHVªFRPR
tampoco lo es que prosiguiera: «no obstante, persistió una repasar los pormenores de la contra-propuesta teóri-
clara división dentro de la Antropología económica entre FDVXEVWDQWLYLVWDGHKHFKRDOPHQRVVXFODVL¿FDFLyQ
aquellos que propugnaban el uso de modelos formales ba- de las sociedades según la predominancia de siste-
sados en asunciones utilitaristas y aquellos que enfatizaban mas de integración –«reciprocidad», «redistribución»
la importancia de la historia y la cultura [...]. A pesar de esta e «intercambio»– es bien conocida en Arqueología
división, incluso los autores contemporáneos orientados ha- precisamente a razón de su papel sustentante para los
cia los modelos [formalistas] no suelen aceptar acríticamente modelos de estructuración social en las tipologías neo-
la teoría económica mainstream. Más bien, usualmente de- evolucionistas heredadas principalmente de Elman R.
¿HQGHQTXHWDOHVWHRUtDVQHFHVLWDQPRGL¿FDFLRQHVSDUDSRGHU
6HUYLFH    ±©EDQGDª ©WULEXª ©MHIDWXUDª
ser aplicables a muchas situaciones tanto en disposiciones
occidentales como no-occidentales. La gran mayoría de los y «Estado»–. Lo fundamental es su concepción de la
antropólogos económicos –sea cual fuere su posición teóri- economía, más allá del sistema de mercado autorre-
ca– se distancia, por tanto, de la teoría económica convencio- gulado, incrustada en el sistema social y cultural, es
nal» (Chibnik, 2011, 4-5). decir, no entendida como una estructura segregada que
3උඈൻඅൾආൺඌൽൾඅൺඏංൽൺർඈඍංൽංൺඇൺൺඅ඀ඎඇൺඌඋൾൿඅൾඑංඈඇൾඌඍൾඬඋංർൺඌඉൺඋൺඎඇൺඇගඅංඌංඌඌඈർංൺඅൾඇ$උඊඎൾඈඅඈ඀ටൺൽൾඅൺൽඈආൾඌඍංർංൽൺൽ 333

funciona en una lógica propia universal independiente posmodernidad, empezando por señalar acertadamente
GHVXFRQWH[WRKLVWyULFRPHQRVDXQSRUXQDTXHSRU el riesgo de que los enunciados etic se vieran condicio-
otro lado, es inherente a un contexto histórico, social nados de facto por los emic del observador occidental,
y cultural concreto: el nuestro. No en balde, con pos- y acabando en una cierta deriva kantiana por invalidar
terioridad autores de la trascendencia epistemológica la posibilidad misma de cualquier lectura estructural.
GHODQWURSyORJRHVWDGRXQLGHQVH&OLIIRUG*HHUW]  Realmente, esta ponderación de la semiosis cultural
1978) o el sociólogo francés Pierre Bourdieu (2006 como fenómeno central en el estudio de cualquier gru-
  KDQOODPDGRODDWHQFLyQVREUHORVFRQ- po humano no es algo novedoso, sino que lo novedoso
dicionantes culturales que retro-ajustan la situación de HVODDGRSFLyQGHXQVHVJRIXQGDPHQWDOLVWD¿ORVy¿FR
mercado también en nuestra sociedad, alejándola de que sólo puede acabar por desembocar «en la incohe-
un comportamiento sistemático según las así llamadas rencia de la materia, y en su incapacidad para cooperar
«leyes formales» de los economistas. con otras disciplinas que no están igualmente avergon-
zadas de estudiar el fenómeno Homo sapiens» (Bloch,
2005, 15). De hecho, no sería difícil trazar una cadena
3. LO EMIC Y LO ETIC, Y LA «PRÁCTICA»: argumental entre el «interaccionismo simbólico» de la
SEMIÓTICA Y ANTROPOLOGÍA primera Escuela Sociológica de Chicago, en el periodo
de entreguerras, y la Antropología interpretativa que
Pero Geertz y Bourdieu escribieron sobre cuestiones cuajará a partir de 1970 de la mano de autores como,
todavía más determinantes para la comprensión de precisamente, Geertz. De nuevo, al poner la carga
los grupos humanos, sus culturas, sus sociedades y su esencial del concepto cultura en la semiótica, esta ten-
historia. dencia construirá todo su programa teórico orbitando
Hacia mediados de la década de 1950, los antro- sobre el agente y su universo referencial: «el hombre
pólogos culturales estadounidenses comenzaron a pre- (sic, por –el humano–) es un animal inserto en tramas
ocuparse por la forma en la que estaban captando la GHVLJQL¿FDFLyQTXHpOPLVPRKDWHMLGRFRQVLGHURTXH
UHDOLGDG HWQRJUi¿FD \ D GLVWLQJXLU HQWUH XQ QLYHO GH la cultura es esa urdimbre y que el análisis de la cultu-
ordenación estructural de los hechos y un nivel de or- ra ha de ser por lo tanto, no una ciencia experimental
GHQDFLyQVLPEyOLFDGHORVDJHQWHVHQHOIRQGRSXHVWR en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en
en el marco más amplio del «giro lingüístico», se tra- EXVFDGHVLJQL¿FDFLRQHVª *HHUW]   
taba de una aplicación a su disciplina de la semiótica En cualquier caso, es evidente que la introducción
diádica de Saussure, la cual sería también la base del de variables semióticas en el análisis de todas las cul-
posterior estructuralismo francés. El par conceptual turas humanas que propugna la «crítica contextual» no
emic-eticIXHDSOLFDGRFRQHVWH¿QFDUDFWHUL]DGRUSRU tiene por qué suponer el derrumbamiento de cualquier
primera vez en el trabajo de Kenneth Pike, si bien des- tipo de discurso estructural, y aquí es donde viene a
de entonces ha habido diversas readaptaciones críticas insertarse el post-estructuralismo de Bourdieu con la
que han tratado de señalar y dar respuesta a problemas formulación de una Teoría de la «práctica» más en lí-
derivados de una traspolación original demasiado lite- nea con la semiótica triádicaGH3HLUFHHVGHFLUgros-
ral, empezando por la imposibilidad de establecer una so modo, colocando al agente y su contexto entre la
correlación directa entre el concepto de «estructura» – estructura y la práctica, en una situación, entendida en
HQIXQFLyQGHOFXDOORGH¿QtD3LNH±HQ/LQJtVWLFD\HQ términos de pragmalingüística. De esta manera, una
Antropología (Harris, 1987, 492-493). Desde nuestra «práctica» dada se explica por los sistemas y esque-
ySWLFDODGH¿QLFLyQPiVVLQWpWLFDHVODTXHDSRUWDUtD PDVGHFODVL¿FDFLyQ\SHUFHSFLyQGHODJHQWHDVXYH]
Marvin Harris, quien de hecho acabó por estabilizar y mediatizados por un habitus que engloba conceptual-
popularizar la dicotomía: mente el paquete de ideas que automatizamos como
resultado del contexto simbólico cultural en que nos
Los enunciados emics describen los sistemas socia- HGXFDPRV XQD HVSHFLH GH DKRUUR GH FiOFXORV SDUD
les de pensamiento y comportamiento cuyas dis- nuestro cerebro en tanto que está preprogramado para
tinciones, entidades o «hechos» fenoménicos están desenvolverse en un ambiente convencional. De aquí
constituidos por contrastes y discriminaciones per- la idea de «estructuras estructuradas con capacidad de
cibidos por los propios participantes como similares estructuras estructurantes» (vid.%RXUGLHX
RGLIHUHQWHVUHDOHVUHSUHVHQWDWLYRVVLJQL¿FDWLYRVR
DSURSLDGRV>PLHQWUDVTXH@ORVHQXQFLDGRVetics, por (1980)), lo cual supone que las estructuras sociales
su parte, dependen de las distinciones fenoménicas precondicionan sincrónicamente nuestra percepción y
consideradas apropiadas por una comunidad de ob- acciones, pero a la vez se ven condicionadas por ellas
VHUYDGRUHVFLHQWt¿FRV vid. Harris, 2004, 29 y ss.) diacrónicamente a través de una «práctica» que no está
determinada, sino solamente mediatizada. Es decir, las
Como no es difícil de imaginar teniendo en cuenta el estructuras sociales existen, sin duda, pero en un esta-
punto epistemológico en el que nos encontramos ac- do dialógico, «rizomático».
tualmente, y los debates inmediatos que nos han lleva- El debate, entonces, es cómo nuestro sistema
do hasta él, la idea de una aproximación etic fue fuerte- de percepción, que actúa sobre los restos materiales
mente criticada por los autores deconstructivistas de la de las prácticas generadas en el contexto de habitus
334 -ඈඋൽං$/ඬඉൾඓ/ංඅඅඈ

Fig. 5. Estructura, habitus\©SUiFWLFDªHODERUDFLyQSURSLDDSDUWLUGH3UHXFHO )LJ 


y éste de Bourdieu.

ajenos al nuestro, puede ser capaz de deshacer todo 5REHUW:3UHXFHO  R7LPRWK\3DXNHWDW 
el recorrido desde el registro arqueológico hasta la 3DXNHWDW\$OWHWF DWUDYpVGHODLQWUR-
estructura socio-cultural (Fig. 5), devolviéndolo a los ducción en sus trabajos de variables contextuales de
términos de una suerte de materialismo –aunque sea origen simbólico-cultural en relación estructural dia-
el de la Física cuántica y el «Principio de indetermi- lógica, contribuyen a presentar los restos materiales
nación» de Heisenberg–. En síntesis, la introducción generados en la acción histórica de los grupos huma-
de conceptos que enfatizan una mediación cultural nos en un cuadro holístico más acabado para la inter-
plástica en la fenomenología práctica rescatan para el SUHWDFLyQDUTXHROyJLFD\HVWRSLQ]DXQJUDQDEDQLFR
análisis social el núcleo de la herencia lévi-straussiana de cuestiones fundamentales que van desde el análisis
de una polémica que corre el riesgo de haberse conver- socio-cultural a los propios procesos de formación del
tido en buena medida en una «guerra de posiciones» registro.
entre tradiciones funcional-estructuralistas, marxistas
y marxianas, neo-evolucionistas, simbólico-culturalis-
tas, etc. Esto debería revitalizar, a su vez, la reevalua- 4. HACIA UN ANÁLISIS SOCIAL DE LA
ción de tales paradigmas y sus modelos de explicación SITUACIÓN DOMÉSTICA: ANTROPOLOGÍA Y
socio-histórica, planteando fórmulas de solidarización ARQUEOLOGÍA, DE VUELTA
sistémica –si no de abierta complementariedad– entre
las problemáticas sincronía/diacronía y estructura/sig- Retomemos ahora nuestro «caso-práctico» teórico
QL¿FDFLyQSUiFWLFD 3UREDEOHPHQWH VyOR HQ HVWD OtQHD donde lo habíamos dejado. Ya hemos señalado que
se podría abordar la profundización en el programa prácticamente la totalidad de la Arqueología de géne-
planteado en origen por la «critica contextual» posmo- ro –feminista– que se ocupa de la cuestión económica
derna, afrontando la urgencia de un proceso de rearti- construye su discurso desde una posición en mayor
culación del discurso analítico socio-cultural para una o menor medida heredera de la de Delphy y su plan-
«realidad no lineal». teamiento en torno de la conceptuación del «trabajo
En lo tocante a la Arqueología, su ligazón seminal GRPpVWLFRª RULJLQDGR HQ HO iPELWR GH OD$UTXHROR-
con lo material la ha balanceado frecuentemente entre gía española pero con una clara vocación internacio-
cierta impermeabilidad ante los elementos simbólicos nal, podríamos englobar también en esta tónica la
de la reacción posprocesual y una aceptación tan plena categoría de actividades de mantenimiento9 que viene
de la capacidad agente de la propia materialidad que
en ocasiones la ha colocado en el punto álgido de la
HQGRFXOWXUDFLyQ DOJR TXH HQ GH¿QLWLYD ELHQ SRGUtD 9. En efecto, esta equiparación no escapó al grupo de investiga-
entenderse como una vía de radicalización absoluta de dores de la Universitat Autònoma de Barcelona que formuló
la categoría: «En cierto sentido, las actividades de manteni-
ORVSRVWXODGRVGH$PRV5DSRSRUW  VREUH
PLHQWRVRQJHQHUDOPHQWHFRQFRUGDQWHVFRQODGH¿QLFLyQFRQ-
la producción y reproducción cultural en la Arquitec- vencional de trabajo doméstico en las sociedades modernas.
tura. Pero en cualquier caso, ni es ni puede ser ajena Pero como se ha señalado frecuentemente, el término –traba-
a la polémica. En este marco, las recientes aportacio- jo doméstico– está, por supuesto, lejos de ser neutral y tien-
nes de autores como, por ejemplo, los estadounidenses GHDDVRFLDUVHFRQODDFHSWDFLyQGHXQPRGHORHVSHFt¿FRGH
3උඈൻඅൾආൺඌൽൾඅൺඏංൽൺർඈඍංൽංൺඇൺൺඅ඀ඎඇൺඌඋൾൿඅൾඑංඈඇൾඌඍൾඬඋංർൺඌඉൺඋൺඎඇൺඇගඅංඌංඌඌඈർංൺඅൾඇ$උඊඎൾඈඅඈ඀ටൺൽൾඅൺൽඈආൾඌඍංർංൽൺൽ 335

utilizándose en los últimos años con una intención de mantener10, sino pervirtiendo también el total de
instrumental en aproximaciones estrechamente re- las actividades llevadas a cabo por agentes femeni-
lacionadas con la conceptuación de la domesticidad nos susceptibles de computarse económicamente al
%DUGDYLR \ *RQ]iOH] 0DUFpQ  3LFD]R  seccionarlas por el límite nebuloso de la proximidad
González Marcén et al.D*RQ]iOH]0DU- ItVLFDDO©KRJDUªRDOPHQRVVXIRFDOLGDGGH¿QLWRULD
FpQ\3LFD]RHWF  ~OWLPD 3LFD]R   *RQ]iOH] 0DUFpQ et al.,
Ciertamente «el estudio de lo cotidiano, como es- 2007b, 176, Fig. 171). La producción en los campos,
cala temporal y en situaciones y acciones históricas RHQFXDOTXLHURWURHVSDFLRGH¿QLGRSULPRUGLDOPHQWH
HVSHFt¿FDV HUD FRQVLGHUDGR XQ VXESURGXFWR GH OD de manera exocultural como «no doméstico», no for-
investigación histórica destinado, como mucho, a la ma parte del mantenimiento del grupo aunque el pro-
divulgación de baja exigencia» (González Marcén y cesado y preparación de los productos obtenidos sí,
Picazo Gurina, 2005, 144) debido a la ausencia de la y esto aun al precio de elidir –junto con buena parte
©HVFDOD FRWLGLDQDª HQ ORV GLVFXUVRV KLVWRULRJUi¿FRV GHO FRQRFLPLHQWR HWQRJUi¿FR± TXH OD PLVPD PXMHU
tradicionales que han «confundido inmovilidad con que muele y cocina el grano probablemente participó
resiliencia social y ubicuidad» (González Marcén et en la siembra y la cosecha junto con sus compañeros
al., 2007b, 177). Frente a una carencia que sin lugar a masculinos.
dudas falsea por formidable omisión el conocimiento Con ejemplos como el de Delphy o el de las ac-
de los grupos humanos en un sentido básico, se propo- tividades de mantenimiento, el feminismo de corte
ne el estudio sistemático de las actividades de mante- PDWHULDOLVWDHVWiVLQGXGDSRQLHQGRGHPDQL¿HVWRXQD
nimientoUHL¿FDGDVDXWRPiWLFDPHQWHFRPRFDWHJRUtD discriminación en la esfera económica y en relación
DQDOtWLFDHQDXVHQFLDHPSHURGHXQDGH¿QLFLyQUHDO- al «trabajo doméstico», pero incluso de sus propias
mente pormenorizada y crítica que las inserte en una argumentaciones es sencillo concluir que la concep-
verdadera sistematización social y económica. Así, si tuación de estas actividades recae en el campo de la
«las actividades humanas que con seguridad siempre VLJQL¿FDFLyQGHODFRQVWUXFFLyQVLPEyOLFD\QRHQHO
han sido y siempre serán cotidianas y que normalmen- de la estructuración económica funcional. Que se trata
te se han tendido a equiparar con lo doméstico son las de un problema profundo de valoración social más en
actividades de mantenimiento», éstas comprenderían la línea de un discurso emic que de una relación de ex-
lato sensu «las tareas que procuran el sostenimiento y plotación económica clasista de un género sobre otro
bienestar de los miembros del grupo social [...], cons- aprehensible mediante herramientas de análisis estruc-
tituyen el tejido temporal y de relación del ciclo de la tural. Desde nuestro punto de vista, cualquier herra-
vida cotidiana y comprenden las formas de cuidado PLHQWDTXHQRGHFRQVWUX\DPtQLPDPHQWHHOVLJQL¿FD-
que crean y conservan las estructuras sociales» (Gon- do contextual de los conceptos en que se fundamenta
zález Marcén y Picazo, 2005, 143-148). –empezando por el propio– corre el riesgo de no ser
Expresado de esta manera bien podría entenderse operativa, o al menos no para analizar la sociedad
que la agricultura, la construcción y reparación edili- que pretende estudiar. Así, el uso de la contabilidad
cia o las reuniones del mir practicadas por los campe-
VLQRVUXVRV±\QRVUHIHULPRVDTXtHVSHFt¿FDPHQWHDO
componente masculino, verdadero invisibilizado se- 10. «Abordar desde la arqueología el estudio de las experien-
mántico en el uso gramatical, al menos, romance– de cias históricas femeninas implica explorar las acciones que
Chayánov son actividades de mantenimiento de pleno hacen posible que los miembros de una comunidad (pre)
GHUHFKR6LQHPEDUJRHOGHVDUUROORGHODGH¿QLFLyQODV histórica se despierten cada mañana y continúen viviendo,
excluye al declarar abiertamente que «hemos propues- produciendo, tomando decisiones sobre el futuro y crean-
to el potencial conceptual y metodológico de la cate- GRª *RQ]iOH] 0DUFpQ \ 3LFD]R    QR KD\ RWUR
goría de actividades de mantenimiento, no sólo para sentido en que interpretar aseveraciones tan tajantes como
hacer visibles a las mujeres en los estudios arqueológi- intrascendentes –por su cuidada parcialidad sistémica– a
efectos de análisis social, cultural e histórico de aquellas
cos, sino también para ubicar y realzar a las mujeres en
comunidades. Compárese con aproximaciones tan quirúr-
la sociedad a través del su legado material» (González gicas como la de Wanda Minge-Klevana (1980) o concep-
Marcén et al.    HV GHFLU TXH HIHFWLYDPHQWH tualizaciones tan claras como la de Moni Nag, Benjamin
GHQXHYRODFRQFHSWXDFLyQVHUHPDFKD¿UPHPHQWHDO White y Robert C. Peet: «existen muchas actividades que
JpQHURSHUYLUWLHQGRQRVRODPHQWHHOVLJQL¿FDGRSOHQR son esenciales para la supervivencia del grupo doméstico
de la voz «mantenimiento» hacia un uso tendencioso pero no producen “ingresos” tangibles ni tienen un índice
que incita a la apropiación excluyente de la cualidad salarial reconocido. Estas características hacen que sea
razonable tratar cualquier unidad de tiempo trabajado con
un valor equivalente a otra, sin importar qué miembro del
grupo doméstico la lleva a cabo y sin importar cuál es su
domesticidad y grupo de parentesco. Además, este modelo retorno visible inmediato. Siendo así, la medida más im-
DVXPHTXHODVDFWLYLGDGHVGHPDQWHQLPLHQWRSXHGHQLGHQWL¿- portante para la contribución relativa de mujeres frente a
carse con un status social particular, por ejemplo uno el cual hombres o de niños frente a adultos quizá sencillamente
las sociedades contemporáneas generalmente consideran de debe de ser la cantidad relativa de tiempo invertido.» (Nag
una importancia social menor» (Picazo, 1997, 60). et al., 1978, 300)
336 -ඈඋൽං$/ඬඉൾඓ/ංඅඅඈ

)LJ&UtWLFDJUi¿FDDOFRQFHSWRGHactividades de mantenimiento enfatizando retóricamente que los tres pilares


HQTXHVHUHL¿FDHVWiQSURIXQGDPHQWHHQUDL]DGRVHQHOFRQWH[WRVRFLRFXOWXUDOGHSDUWLGDVLQHQWUDUDFRQVLGHUDURWURV
HQFRQWUDVWHFRQHOGLDJUDPDGHOD)LJHODERUDFLyQSURSLD

Fig. 7. Propuesta de mínimos.

estatal –esfera política, lógica formalista mercantil– cumplía una función económica, pero no decirnos cuál
VXPDGRDXQDGH¿QLFLyQGHO©WUDEDMRGRPpVWLFRªTXH ni de qué manera (Fig. 6). Sobre-enfatizar el papel de
se basa en el género del agente –femenino– y no en la la mujer aislándola, según nuestros propios criterios
substancia de la actividad –lógica doméstica–, puede culturales, del tejido social en el cual se desenvuelve
GHWHFWDU XQD LUUHJXODULGDG HQ OD FRQVWUXFFLyQ VLJQL¿- puede ser puntualmente una buena estrategia de pro-
cativa de lo que es productivo y lo que no, pero no paganda ideológica en nuestro sistema socio-cultural
postular un modo de producción. De la misma manera, –quizá una a veces necesaria, por desgracia–, pero no
una interpretación arqueológica que reconvierte nues- puede ser la base del análisis estructural de otro siste-
WUDV SURSLDV FRQVWUXFFLRQHV VLJQL¿FDWLYDV VREUH ©OR ma socio-cultural.
doméstico» y «lo económico» en actividades de man- ¿Cómo conceptuar, entonces, la situación do-
tenimiento para aplicarlo a las prácticas de un género méstica en su plano económico de forma que nos
FRQFUHWR SXHGH SRQHU GH PDQL¿HVWR TXH HVH JpQHUR permita aproximarnos a un análisis en su sistema
3උඈൻඅൾආൺඌൽൾඅൺඏංൽൺർඈඍංൽංൺඇൺൺඅ඀ඎඇൺඌඋൾൿඅൾඑංඈඇൾඌඍൾඬඋංർൺඌඉൺඋൺඎඇൺඇගඅංඌංඌඌඈർංൺඅൾඇ$උඊඎൾඈඅඈ඀ටൺൽൾඅൺൽඈආൾඌඍංർංൽൺൽ 337

socio-cultural? Consideramos que hay razones su- %ඈඎඋൽංൾඎ, P., 1972: Esquisse d’une théorie de la pratique,
¿FLHQWHV SDUD HQVD\DU XQD FRQFHSWXDFLyQ WHyULFD JH- précédé de Trois études d’ethnologie kabyle, Ginebra.
neralista –esto es: «multi-contextual»– sin que en la %ඈඎඋൽංൾඎ, P., 2003: Las estructuras sociales de la econo-
UHÀH[LyQSHUGDPRVWRGDDSOLFDELOLGDGFRQWH[WXDOVLQR mía, Barcelona.
que al contrario, dirija nuestra atención a las variables %ඈඎඋൽංൾඎ, P., 2006: Argelia 60: Estructuras económicas y
del registro arqueológico que permiten aislar la lógica estructuras temporales, Buenos Aires, (1ª ed. 1976).
de la estructura ideal de domesticidad que se ve re- %ඈඎඋൽංൾඎ, P., 2008: El sentido práctico, Madrid, (1ª ed.
plicada en la «práctica». Y es más, esto nos da herra- 1980).
mientas para rastrear su evolución histórica a través &ඁൺඉൺංඌ, B., 2008: Primeval kinship: How pair-bonding
de sistemas socio-culturales con estructuras ideales gave birth to human society, Cambridge
cambiantes o distintas. &ඁൺඒගඇඈඏ, A. V., 1981: «Sobre la teoría de los sistemas eco-
La aplicación genérica al ámbito doméstico de nómicos no capitalistas», $උංർඬ, J., (comp.), Chayanov
la lógica campesina TXH HPSH]DUD D GH¿QLU &KD\i- y la teoría de la economía campesina, 49-79, México,
nov permite explicar cabalmente los aparentes des- (1ª ed. 1924).
ajustes e incongruencias que tanto él como Delphy &ඁൺඒගඇඈඏ, A. V., 1985: La organización de la unidad eco-
detectaron en el funcionamiento de los grupos do- nómica campesina, Buenos Aires, (1ª ed. 1925).
mésticos que estudiaban. En el sentido económico, &ඁංൻඇං඄, M., 2011: Anthropology, economics, and choice,
el grupo doméstico es una «unidad auto-centrada» Austin.
que interactúa en el tejido social mediante los dife- &අൺඌඍඋൾඌ, P., 2010: La sociedad contra el Estado, Barcelo-
rentes modos de integración que construyen la eco- na, (1ª ed. 1974).
nomía política, creando un sistema. Ahora bien, cada &ඈඋඈආංඇൾඌ, J., 1954: Diccionario crítico etimológico de la
contexto socio-cultural constela en un determinado lengua castellana, Madrid
juego de equilibrios funcionales estas esferas, de mo- &ඈඋඈආංඇൾඌ, J., 1995: Diccionari etimològic i complementa-
dos de producir e integrar las economías en distintas ri de la llengua catalana, Barcelona.
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tación, transferencia social de funciones, etc.– que 'ൾඅඉඁඒ, C., 1982b: «Sobre el trabajo doméstico», 'ൾඅඉඁඒ,
remitan a dicha constelación contextual de prácticas C., (ed.), Por un feminismo materialista: El enemigo
e instituciones debe de ser, por consiguiente, uno de principal y otros textos, 37-48, Barcelona.
los objetivos principales (Fig. 7). Siendo así, nues- 'ൾඇඇංඌඈඇ, T., 2011: The institutional framework of Russian
tro particular planteamiento del estudio material de serfdom, Cambridge
la domesticidad nos ha llevado a asumir en sus pos- 'ඎඋඋൾඇൻൾඋ඀ൾඋ, E. P., (ed.), 1984: Chayanov, peasants, and
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sencillamente, «su sentido»– en el marco del sistema ඍඬඇ 6ඎൻටൺඌ, S., 3ංർൺඓඈ *ඎඋංඇൺ, M., 2007a: Interpreting
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