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La puesta en acto de la realidad del inconsciente en la institucion (Xavier Esqué).

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La puesta en acto de la realidad del inconsciente en la institucion


Xavier Esqué
La subjetividad de la época

La práctica de un psicoanalista, según Lacan, debe estar unida a la subjetividad de su época (1).

El ámbito institucional es un lugar privilegiado para leer la subjetividad de una época, allí se reciben una gran y variada muestra de demandas de sujetos portadores de nuevas formas
de malestar que produce la civilización. En la clínica que se elabora en una institución de salud mental se pueden leer y descifrar los efectos del discurso de la ciencia y del discurso
capitalista sobre el sujeto, obteniendo una perspectiva de nuestra época caracterizada por la inexistencia del Otro. Los efectos de la globalización, los fenómenos y patologías del
consumo, la extensión de los efectos de banalización de una sociedad basada en el espectáculo, la creciente judicialización de los conflictos, las nuevas formas de segregación, etc.,
aparecen en el ámbito de la clínica institucional de forma manifiesta.

Por otra parte, estas nuevas configuraciones significantes que el discurso de la ciencia produce no tardan en desbordar los medios y recursos que la institución dispone para hacer frente
al malestar, obligándola a replantearse nuevas acciones.

La presencia del psicoanálisis en estas instituciones es crucial tanto por el trabajo que los analistas pueden desarrollar en ella -desde el punto de vista clínico, de elucidación de las
prácticas y la transmisión de la teoría y la clínica psicoanalítica- como para su propia formación.

En la era de la globalización, época del Otro que no existe (2), ya nada está en el lugar que estaba antes, señala Miller, y eso hace que la categoría de falta sea problemática hasta el
punto de poder llegar a convertirse en obsoleta (3).

El psicoanálisis, al ser una práctica basada en la palabra y en el principio de decir todo hasta encontrar lo imposible, se sitúa a contracorriente del discurso capitalista que precisamente
no quiere saber nada de ese imposible.

La política del psicoanálisis es la del síntoma, es una política contraria a la identificación, que hace caer los ideales de normalidad al uso hasta encontrar la fórmula del síntoma en tanto
tratamiento de lo real del goce.

De ahí que institución y psicoanálisis no vayan a la par, puesto que la institución se rige por el discurso del amo mientras que el discurso del analista es su reverso.

El psicoanálisis en las instituciones de salud mental

(en los intersticios del discurso del amo)

Los analistas trabajan en instituciones: de salud mental, médico-educativas, psico-sociales, etc. Instituciones terapeútico-asistenciales que, como toda institución, tienen como fin el
tratamiento del goce por el discurso del amo.

Los analistas se encuentran obligados a preguntarse sobre qué instituciones pueden ser más favorables para introducir el discurso analítico o cuáles se pueden dejar orientar por él, o en
qué condiciones un analista puede hacerse un lugar incluso en un ámbito que de entrada pueda parecer poco propicio a su discurso. Es decir, donde y en qué condiciones el analista
puede hacerse un lugar como síntoma de la institución.

El lugar posible del psicoanálisis en la institución depende de la instalación de la transferencia, es decir, de la puesta en acto de la realidad del inconsciente, según la define Lacan en el
Seminario XI (4). Ya sea al comienzo de todo proyecto institucional donde el psicoanálisis tenga cabida, ya sea al comienzo de la experiencia psicoanalítica, ya sea en la transmisión de
su teoría y su praxis, precisamos siempre de la transferencia. El saber analítico, al no transmitirse como conocimiento sino como verdad, es un saber que se extrae de la experiencia
analítica, un saber que adviene al lugar de la verdad según la estructura de los cuatro discursos planteada por Lacan (5).

En un centro de salud mental se recibe una amplia y variada gama de demandas que exigen de entrada un importante trabajo preliminar de diagnóstico y orientación. Es una demanda
que cubre prácticamente todo el vasto campo de la psicopatología general así como las nuevas formas de presentación del síntoma:

- Desde las psicosis desencadenadas, aquellos cuadros más clásicos de la clínica estructural que en la red asistencial fácilmente cursan hacia una nueva cronificación cuando
paradójicamente todo el sistema está organizado para evitarla con poderosos antipsicóticos de nueva generación, nuevos programas de rehabilitación, variados recursos y dispositivos
socio-terapéuticos, etc.

- Pasando por los casos raros: los inclasificables de la clínica (6), que son por lo general psicosis sin desencadenar, sujetos que pueden presentarse totalmente desenchufados del Otro
o con un lazo absolutamente precario, son sujetos que circulan buscando un lugar donde ser escuchados a partir del cual, tal vez, encontrarán la manera de inventar un pequeño artificio
que les servirá de punto de detención para la deriva de su vida.

- Siguiendo con las denominadas personalidades narcisistas, que en un mundo donde la línea de transgresión está cada vez más desdibujada cuestionan la frontera entre neurosis y
perversión, sujetos cuya voluntad de goce aparece en primer plano de forma clara y manifiesta. Sujetos modernos que no se orientan por el ideal, siendo su representación significante
muy débil frente la pragmática de su goce.

- Hasta las patologías mono y micro sintomáticas, son los efectos de la fragmentación del significante amo lo que aquí está en juego, son sujetos identificados a una unidad sintomática
de goce determinada que les procura cierto borramiento de su división subjetiva o que les permite establecer un lazo de identidad con sus iguales de goce.

- Por último, está la nueva demanda social de psicoterapia que se recibe en los centros de salud mental como efecto de la psicologización general de las masas, demanda que está
creciendo de una forma exponencial.

Ante esta rápida panorámica de la clínica que se puede presentar en un centro de salud mental, trataremos de resaltar algunas orientaciones que los analistas deberán tener en cuenta:
1.- El diagnóstico diferencial es crucial. Aquí la solidez de la clínica psicoanalítica es indiscutible. Los psicoanalistas deben hacer valer la eficacia de su clínica, de sus conceptos y su
alcance ético en el campo de la salud mental frente la desorientación que embarga a otros profesionales producida por la disolución de la clínica estructural psiquiátrica y la
fragmentación causada por el manual diagnóstico DSM con su interminable letanía de trastornos.

2.- La clínica del sujeto es competencia del analista. Introducir la dimensión subjetiva implica que más allá del empuje a objetivar con que toda institución tiende a proceder, aparezca
la dimensión singular del sujeto. Se trata de introducir en cada paciente el interés por su singularidad frente la norma de adaptación que los ideales sociales y la institución promueven.
Se trata de separar al sujeto de las soluciones que el otro social le brinda para acompañarlo a elaborar y a inventar sus propias soluciones en el punto de encuentro con un imposible de
decir. La clínica del sujeto conduce a soluciones inéditas.

3.- El psicoanálisis aplicado es una praxis realista. El psicoanálisis aplicado a la terapéutica, es decir, aplicado al síntoma, es una praxis realista, no idealista. El psicoanalista no se
orienta en función de los ideales terapeúticos sociales sino que se orienta en la perspectiva del síntoma, sabiendo que el síntoma es lo más real del parlêtre y una exigencia ética. El
síntoma en tanto imposible de eliminar es un incurable y ello es así por el hecho de que no hay saber en lo real de la relación sexual.

4.- El real que el psicoanálisis cierne es insoportable para la institución. Por eso ésta suele generar inercias y burocracias diversas en forma de programas, protocolos,
reglamentaciones, etc., para mantenerse a la mayor distancia posible de ese real. Son formas de estandarización y ritualización de la clínica que hacen perder la orientación de los
profesionales hasta que éstos terminan haciendo las cosas sin saber porqué. Es algo de lo que nadie debería considerarse a salvo pero que se suele presentar de forma bastante
manifiesta en los profesionales que trabajan en las instituciones.

5.- La posición del analista en la institución es subversiva. La posición del analista en la institución, entonces, siempre resultará subversiva puesto que su incidencia política se
encuentra, precisamente, en la juntura del saber y lo real (7). La política del analista es la del síntoma, eso le permite situarse más allá del ideal y de la norma porque sabe que lo
definitivo es el goce y no el sentido, es decir, sabe que con el ideal y la norma no es posible alcanzar lo real.

6.- El lugar del analista como más-uno. El lugar del analista en la institución no depende de que sea reconocido o no como analista. Un lugar posible para el analista en la institución es
el de más-uno, ocupar la función de más-uno le permite agregarse a las distintas funciones, programas o proyectos que la institución promueve propiciando con su deseo una
elaboración provocada en el equipo asistencial que, de alguna manera, transforma ya la actividad considerada. La presencia del analista en posición de más-uno incide por el hecho de
que el analista, al estar atravesado por el deseo de saber, no puede dejar de introducir la inconsistencia del Otro, como tampoco puede dejar de hacer presente el registro de lo
imposible, manifestando en acto que el deseo siempre se encontrará en el más allá de la norma. No se trata de rechazar la institución ni de situarse al margen de la responsabilidad en el
funcionamiento de la misma, esto tan solo produciría rechazo y exclusión, quedando el analista sin posibilidad real de incidir en la clínica y en la práctica institucional.

Ahora bien, uno de los problemas con que actualmente se encuentran los analistas en las instituciones es que, junto a la regulación de las prácticas psicoterapéuticas por parte de la
Administración, se imponen también mayores controles y restricciones en función de patrones utilitarios basados en criterios económicos de eficacia y rentabilidad que van a incidir y,
seguramente, restringir el campo institucional en el que los analistas podrán operar.

7.- La institución que conviene al discurso analítico siempre está por inventar. Por lo dicho anteriormente se hace necesario, también, pensar aquellas instituciones que aún no existen
y que los analistas deberán inventar. Porque, de hecho, la institución clínica que conviene al discurso analítico siempre está por inventar. La institución clínica que conviene al
psicoanálisis no se puede concebir como las otras, no se puede concebir en la perspectiva del Uno universal, desde el para todos producto del discurso de la ciencia, sino desde el Uno
de la serie, acorde con el discurso analítico: una por una, a inventar.

Clínica de los encuentros

La clínica psicoanalítica es una clínica bajo transferencia y precisa de la suposición de saber. En una institución esta operación se encuentra, de entrada, obstaculizada por los
significantes de la institución que vehiculan la transferencia inicial. En el caso de una institución de salud mental la transferencia inicial de un sujeto se depositará en los significantes
ideales de salud y en los patrones adaptativos sociales que la institución representa. El analista deberá tener en cuenta que el lugar desde el que uno escucha también interpreta. Por eso
ahí es imprescindible la operación del analista, la transformación, la subversión, a la que nos referíamos antes, para salirse del lugar estrictamente terapéutico que la institución
representa de forma radical. Es decir, que en una institución es preciso subvertir desde el interior el lugar que se ofrece. Por esta razón, señala Miller, la posición real del analista es un
no, se trata de no responder (8).

El analista en la institución no debe sustraerse a la demanda social y sin embargo debe responder a las finalidades del discurso analítico y a la ética del bien decir. Se trata para el
analista de situarse más allá de la demanda social para que un sujeto pueda encontrarse con la sorpresa creacionista del inconsciente, con la puesta en acto de la realidad libidinal del
inconsciente, para que pueda encontrarse con los efectos del acto analítico más allá de una oferta de palabra como tantas otras que pueblan las instituciones. El analista está habitado
por un deseo más fuerte que el de hacer de amo, no puede ponerse al servicio de que la cosa funcione sin tener en cuenta la ética que toda clínica conlleva. El deseo del analista
contraría la identificación y permite la operación analítica que consiste en separar la falta y el goce.

Este más allá de la identificación implica un deseo de saber sobre el goce alejado del confort del sentido. Lacan en la última parte de su enseñanza sostiene que nada de lo que hace
sentido entra en lo real excepto el síntoma.

El psicoanálisis aplicado al síntoma debe ser la brújula que oriente al analista en la institución para no perder de vista lo real. Seguir la vía de lo real del síntoma permite no embrollarse
en las redes imaginarias del sentido que caracterizan a las diversas prácticas psicoterapéuticas.

El psicoanálisis aplicado al síntoma hay que producirlo uno por uno, hacer del malestar un síntoma para cada sujeto, mientras que la psicoterapia se produce en el para todos del
síntoma auspiciado por el significante amo.

La enseñanaza de Lacan traza un arco que va de la clínica freudiana en tanto clínica estructural ligada al nombre del padre -según la estructura de la sexuación masculina- hasta la
última parte de su enseñanza en la que se encuentran las claves de la clínica contemporánea, una clínica del no-todo que no desdeña el recurso al significante amo, cuyo valor estará en
función del uso que se haga de él.

¿Cómo hacer con el significante amo en la institución? ¿Qué uso del significante amo en la institución teniendo en cuenta la época actual que se caracteriza por la inexistencia del
Otro?

El psicoanalista en la institución deberá estar disponible para una clínica de los encuentros que en su mayor parte serán seguramente breves, intervenciones cortas en el tiempo pero
capaces de producir rectificaciones subjetivas, cambios en la relación con el Otro, soluciones particulares a impasses subjetivos, nuevos usos del síntoma, etc. Una clínica basada en el
encuentro y en el acto analítico, lejos del planteamiento de otras orientaciones psicoanalíticas que apuestan por las terapias breves y focales, en las que plantean un tiempo anticipado
de antemano destinado a enmarcar una solución terapéutica adaptada a la realidad colectiva. La intervención del analista de orientación lacaniana no está marcada por el estándar sino
que es a medida del sujeto y sujeta a la contingencia.

Hablando del peligro de dilución del psicoanálisis en las psicoterapias, Miller señalaba en Italia, en su intervención en el Colegio Nazareno, que a los analistas lacanianos les
correspondía ahora la responsabilidad de demostrar que un analista es otra cosa que un psicoterapeuta. El psicoanálisis aplicado al síntoma en la institución puede ser un lugar
privilegiado para ese fin.

Bibliografía:

(1) J. Lacan, "Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis", Escritos, Siglo XXI editores.
(2) J.A. Miller et E. Laurent, Cours L'orientation lacanienne, "L'Autre qui n'existe pas et ses Comites d'Éthique", 1997-98, inédito.

(3) J.A. Miller, "Intuitions milanaises", Mental nº 11, Revue international de psychanalyse appliquée, décembre 2002.

(4) J. Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Seminario XI, ed. Paidós.

(5) J. Lacan, El reverso del psicoanálisis, Seminario XVII, ed. Paidós.

(6) Varios, IRMA, La Conversation d'Arcachon, Le Paon, Colection publiée par J.A: Miller, Agalma éditeur, diffusion Le Seuil

(7) J. Lacan, Autres Écrits, p.443, Ed. Seuil.

(8) J.A. Miller, Cours L'orientation lacanienne, "L'experience du réel dans la cure psychanalytique", 1998-99, inédito.

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