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6.

Explicar cómo se manifestó la conciencia en los siguientes casos:

6.1 Adán y Eva después del pecado original: Gn 3, 7-13.

Ver. 7 — En ese momento, se les abrieron los ojos, y de pronto sintieron vergüenza por su
desnudez. Entonces cosieron hojas de higuera para cubrirse.

Como vimos en nuestro último estudio, cuando Adán y la mujer comen del fruto prohibido una
serie de eventos se desencadenan. Inmediatamente, la conciencia de culpabilidad apareció
denotando que ellos habían quebrantando el Mandamiento de Dios. El conocimiento adquirido
no fue el de la felicidad, la sabiduría, o el poder que esperaban alcanzar; sino el de la
conciencia del pecado y de su conflicto con la voluntad de Dios. El resultado del pecado es la
vergüenza. La vergüenza fue un sentimiento completamente nuevo, que nunca antes habían
experimentado Adán y Eva.

6.2 Caín después de la muerte de Abel: Gn 4, 9-16.

Génesis 4:9-16

Y el Señor le dijo a Caín: «¿Dónde está tu hermano Abel?» Y él respondió: «No lo sé. ¿Acaso
soy yo el guardián de mi hermano?» Y el Señor le dijo: «¿Qué es lo que has hecho? Desde la
tierra, la voz de la sangre de tu hermano me pide que le haga justicia. Ahora, pues, ¡maldito
serás por parte de la tierra, que abrió su boca para recibir de tus manos la sangre de tu
hermano! Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza. Y andarás por la tierra errante y
extranjero.» Caín le dijo al Señor: «Mi castigo es muy grande para poder soportarlo. Tú me
echas hoy de la tierra, y tendré que esconderme de tu presencia. Errante y extranjero andaré
por la tierra, y sucederá que cualquiera que me encuentre, me matará.» Pero el Señor le
respondió: «Pues cualquiera que mate a Caín será castigado siete veces.» Y el Señor puso en
Caín una señal, para que cualquiera que lo encontrara no lo matara. Caín salió de la presencia
del Señor y habitó en la tierra de Nod, al oriente de Edén.

6.3 Los hermanos de José después de venderlo: Gn 42, 2lss.

(Génesis 42:1-4) Jacob envía a sus hijos a Egipto para comprar grano.

Viendo Jacob que en Egipto había alimentos, dijo a sus hijos: ¿Por qué os estáis ahí mirando?
Yo he oído que hay víveres en Egipto; descended allá y comprad de allí para nosotros, para que
podamos vivir y no muramos. Descendieron los diez hermanos de José a comprar trigo en
Egipto. Pero Jacob no envió a Benjamín, hermano de José, con sus hermanos, porque dijo: No
sea que le acontezca algún desastre.

a. ¿Por qué se miran el uno al otro? Jacob notó una extraña expresión entre los hermanos,
cuando Egipto es mencionado, ya que los hermanos sabían que era probable que José fue
vendido como esclavo allí. Su conciencia los hacía sentir terrible cada vez que Egipto era
mencionado.
I."El padre ha notado la mirada de perplejidad en el rostro de sus hijos"... literalmente, la frase
significa "mirar inquisitivamente uno en el otro."

II. "La palabra Egipto debió haber sonado en sus oídos, como la palabra cuerda en la casa de un
hombre que se ha ahorcado."

III. Los hermanos de José habían vivido con este terrible secreto durante 20 años. Nunca se
habló de ello pero nunca los dejó. Cualquier mención de José o de Egipto saca a relucir el
sentimiento de culpa. Tenían que ser liberados de la potencia de este terrible secreto.

b. No sea que le acontezca algún desastre: La impresión que tenemos de Jacob en este capítulo
es el de un hombre que esta amargado y pesimista acerca de todo. A causa de esta calamidad,
el cree que habrá otro desastre en el camino.

c. Jacob no envió a Benjamín hermano de José: Manteniendo esta actitud, exigió que Benjamín
se quedara con El. A pesar de que tuvo 11 hijos, sólo uno era el hijo de su amada esposa
Raquel y Jacob sentía que debía protegerlo.

I. Sin embargo, si Jacob supiera! ¡Si tan sólo pudiera confiar en la mano de Dios, que él no
podía ver! De hecho, la única razón por la que hay víveres en Egipto para satisfacer sus
necesidades es porque Dios envió a José por delante. Dios sabía lo que estaba haciendo.

II. El hambre no es algo bueno, pero Dios lo usó. Dios puede y hace uso del material necesario,
que hace falta en nuestra vida para lleguemos a hacer cosas que normalmente no haríamos.
Normalmente, los hermanos nunca irían a Egipto. Pero la necesidad los llevó a Egipto.

6.4 David ante la reprensión de Natán: 2 Re 12

Jehová envió a Natán a David; y viniendo a él, le dijo: Había dos hombres en una ciudad, el uno
rico, y el otro pobre. El rico tenía numerosas ovejas y vacas; pero el pobre no tenía más que
una sola corderito, que él había comprado y criado, y que había crecido con él y con sus hijos
juntamente, comiendo de su bocado y bebiendo de su vaso, y durmiendo en su seno; y la tenía
como a una hija. Y vino uno de camino al hombre rico; y éste no quiso tomar de sus ovejas y de
sus vacas, para guisar para el caminante que había venido a él, sino que tomó la oveja de aquel
hombre pobre, y la preparó para aquel que había venido a él.

a. Jehová envió a Natán a David: El pecado de David fue desagradable a Jehová pero David no
escuchaba la convicción del Espíritu Santo ni a su conciencia. Ahora Dios envió alguien más a
hablar a David. Dios misericordiosamente siguió hablando incluso cuando David no escuchaba.
I. Sin embargo nadie debe confiarse a que Dios hablará por siempre al pecador que no se
arrepiente. Dios dijo en Génesis 6:3, “No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre”
Cuando escuchamos a nuestro sentido de convicción del Espíritu Santo, debemos responder a
él inmediatamente, porque podría no estar ahí por siempre.

b. Había dos hombres en una ciudad: Con sabiduría y valor, Natán usó una historia para
entregarle el mensaje a David. Era común en esos días quedarse con un cordero como
mascota, y Natán usó esta historia de la corderito mascota para hablarle a su amigo David.

I. Anteriormente el profeta Natán había entregado un mensaje de gran bendición para David (2
de Samuel 7). David sabía que Natán no era un crítico negativo sino un amigo. Hizo a David
receptivo al mensaje de la historia.

c. Y éste no quiso tomar de sus ovejas... sino que tomó la oveja de aquel hombre pobre: El
pecado que describe Natán es robo. Hay un sentido en el que David robó algo de Urías. La
Biblia (en 1 de Corintios 7:3-5) dice que en un matrimonio el esposo tiene autoridad sobre el
cuerpo de su esposa (y viceversa). Evidentemente David no tenía autoridad sobre el cuerpo de
Betsabé y él lo robó de Urías. El adulterio y la inmoralidad sexual son robo – tomar algo que no
nos pertenece.

I. Este principio también es verdadero sobre la pornografía y la lujuria. Levítico 18 describe el


pecado de descubrir la desnudez de otros que no sean nuestro cónyuge. La idea es que la
desnudez de otros no nos pertenece, y es robo si la tomamos.

6.5 Zaqueo: Lc 19, 1-10 7.

Jesús llegó a Jericó y comenzó a cruzar la ciudad. Resulta que había allí un hombre llamado
Zaqueo, jefe de los recaudadores de impuestos, que era rico. Estaba tratando de ver quién era
Jesús, pero la multitud se lo impedía, pues era de baja estatura. Por eso se adelantó corriendo
y se subió a un árbol sicómoro para poder verlo, ya que Jesús iba a pasar por allí.

Llegando al lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo:

Zaqueo, baja enseguida. Tengo que quedarme hoy en tu casa.

Así que se apresuró a bajar y, muy contento, recibió a Jesús en su casa.

Al ver esto, todos empezaron a murmurar: «Ha ido a hospedarse con un pecador».

Pero Zaqueo dijo resueltamente: Mira, Señor, ahora mismo voy a dar a los pobres la mitad de
mis bienes y si en algo he defraudado a alguien, le devolveré cuatro veces la cantidad que sea.

Hoy ha llegado la salvación a esta casa —le dijo Jesús—, ya que este también es hijo de
Abraham. Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
6.6 Comentar las siguientes palabras de San Agustín:

¿Quiénes son los rectos de corazón? Los que quieren lo que Dios quiere, No quieras torcer la
voluntad de Dios para acomodarla a la tuya y corrige en cambio tu voluntad para acomodarla a
la Voluntad de Dios.

Indicar con qué tipo de conciencia -y por qué- actuaron el papá y el hijo en el siguiente relato
Jesús Urteaga, Dios y los hijos, Ed. Rialp, Madrid.

Padre e hijo se encuentran en la iglesia. Dentro de poco van a distribuir la sagrada comunión.
Al muchacho se le ve preocupado. ¡Papá, tengo un pecado! ¡No puedo comulgar!

El padre que conoce bien al chiquillo, pretende animarle. ¿Qué has hecho, hijo? Entre
lloriqueos y pucheros, el muchacho se explica: ¿Te acuerdas de aquella pluma que me
regalaste? ¡La he vendido! Y el padre, inteligente y cariñoso: -¿En cuánto? Sin dejar de mirar a
los ojos de su padre, arrepentido, aunque un poco tarde, susurra: En… cien pesetas. Y de nuevo
el padre, levantándole de la silla:

-Vamos a comulgar, hijo; eso no es un pecado: es un mal negocio.»

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