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En el siglo XVIII, la sociedad occidental alcanzó su punto álgido con el surgimiento del
absolutismo y el mercantilismo. Mientras, la ilustración marcaba el advenimiento de la sociedad
contemporánea. El absolutismo, encabezado por Luis XIV en Francia, justificaba la
concentración total del poder en el monarca en base a la creencia en un único Dios, lo que
implicaba un estado y un rey como únicos depositarios del poder. Aunque los monarcas
buscaban consolidar su dominio sobre la sociedad, aún oponían resistencia, especialmente en
el ámbito popular.
La colonización se convirtió en una estrategia vital para asegurar el control de materias primas
y mantener una balanza comercial positiva. No obstante, a pesar de los avances en el control
político y económico, el control sobre la población seguía siendo un desafío. El ejercicio del
poder se volvía más complicado a medida que los territorios se extendían. Como expone B.
Sordi, "Las monarquías de la Edad moderna se vieron obligadas a aumentar progresivamente
su radio de acción hacia nuevas competencias". Es aquí cuando se comienza a vislumbrar una
evolución hacia una monarquía administrativa debido a la consolidación del poder regio, que va
más allá de la mera administración de justicia. Este cambio refleja una nueva lógica del poder,
en la que el monarca participa activamente en actividades gubernamentales, económicas y
sociales para adaptarse a una sociedad en transformación.
Esta doctrina sentó las bases para el desarrollo del derecho administrativo y la regulación
gubernamental moderna, influenciando la forma en que se gestionan las funciones del Estado
en relación con la sociedad. Reflejaba el esfuerzo por estructurar un gobierno capaz de
manejar eficazmente la vida de la población en todos sus aspectos, desde la seguridad hasta la
economía. Aunque inicialmente se creía que el poder no podía dividirse, pensadores como
Montesquieu propusieron la posibilidad de una división del poder en diferentes esferas. En un
período marcado por el surgimiento del mercantilismo y la transición hacia una economía
monetaria, la ciencia de la policía se vuelve un instrumento crucial.
Como B. González Alonso señala que, a lo largo del siglo XVIII, tiene lugar un proceso en el
cual se reduce estrictamente a los asuntos de seguridad interior y orden público, convirtiéndose
en administración. El gobierno se expande hacia el fomento de actividades económicas como
la industria, la ganadería y la agricultura. Esta participación gubernamental activa contribuye a
transformar el ámbito tradicional del gobierno y a impulsar cambios significativos en la
sociedad.
Como conclusión, se puede afirmar que la ciencia de la policía en el siglo XVIII fue un elemento
clave en la transformación del poder y la estructura organizativa del Estado, reflejando la
evolución hacia una monarquía administrativa y sentando las bases para la regulación
gubernamental moderna. Su enfoque integral en la gestión de la sociedad por parte del Estado
contribuyó significativamente a la configuración del mundo político y social de la época.
“Las espigadoras” de Jean Francois Millet, 1857, Museo d’Orsay, París (Francia).
La presente imagen tiene como idea principal la agricultura. El subtítulo de la obra es “Oda a la
dignidad del trabajo campesino” donde se manifiesta el punto de vista del artista con respecto a
la importancia de la agricultura.
La escena de las espigadoras refleja una realidad social difícil en la que los pobres tenían que
conformarse con las sobras de la cosecha, mientras que los propietarios de las tierras se
quedaban con la mayor parte de los beneficios. Esta desigualdad económica y social estaba
arraigada en la estructura misma de la sociedad rural de la época, donde las oportunidades y
los recursos estaban fuertemente sesgados a favor de los terratenientes y en detrimento de los
trabajadores más pobres. La relación entre esta imagen y la fisiocracia se establece a través de
la representación visual de la importancia asignada a la tierra y el esfuerzo que conlleva, como
el principio básico del avance económico, en línea con las ideas fisiocráticas.
Por lo tanto, se puede afirmar que la imagen captura la esencia de la fisiocracia al enfocarse en
la centralidad de la tierra y su conexión con el derecho natural racionalista, subrayando la
búsqueda de principios lógicos y universales para guiar la organización económica y social.