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Theodor Reik

Editores
Juan Pablo Gonella
Andrés Palavecino

Diseño
www.ichi-d.com.ar

Maquetación
Tomás Banegas

Diseño de tapa
Estudio Valija
La turbación en el saludo
La turbación en el saludo

No tardará mucho tiempo sin que


algún analista de nuestro grupo
emprenda una investigación sobre
la psicología del saludo. Pero hay
tanto material interesante desde el
punto de vista etnológico y psico-
lógico que este futuro investigador
tendrá bastante en que ocuparse.
Tal vez no repare en algún aspecto
que tiene su importancia: la turba-
ción en el saludo.
Freud ha señalado ya las dificulta-
des de los neuróticos obsesivos en
lo que se refiere al saludo, llamán-
dole particularmente la atención
aquellas relacionadas con la acción
de sacarse el sombrero. Pero la tur-
bación en el saludo es un fenómeno
más general. Por tal entendemos
el embarazo que muchas personas
sienten cuando se encuentran con
alguien a quien deben saludar. Se

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turban, no tanto por el hecho de si
deben saludar o no a la otra perso-
na, sino por ignorar cómo hacerlo.
Un enfermo cavilaba constante-
mente acerca de la altura que de-
bía levantar su sombrero y cuánto
debía inclinarse para no resultar ni
demasiado familiar ni demasiado
humilde. La incertidumbre sobre el
saludo mismo es una manifestación
de ambivalencia, sobre todo en la
neurosis obsesiva. El enfermo antes
mencionado, en un saludo común
tenía dificultades para hallar mi
mano; la buscaba a tientas, tocando
la manga de mi chaqueta y come-
tiendo parecidas equivocaciones.
Nuestras manos estaban en el di-
lema de los amantes que no podían
coincidir en el canto.
El contenido y la forma del saludo
son las causas de múltiples dificul-

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La turbación en el saludo

tades e incertidumbres, aún cuando


las relaciones entre las personas
sean superficialmente armoniosas.
Es como si los impulsos inconscien-
tes se hubieran concentrado sobre
este aislado detalle de la relación
entre las personas y como si ésta
fuera la única salida para los ele-
mentos reprimidos. Uno de mis en-
fermos tenía la costumbre de igno-
rar inconscientemente a personas
hacia las cuales conscientemente
no tenía ningún rencor. Después las
saludaba cordialmente. Era como
si ellas hubieran caído en desgracia
por un corto período y recibieran
luego nuevamente su favor. Fue ne-
cesario recurrir al análisis para ex-
plicar este aparentemente inmoti-
vado desprecio a la gente. El mismo
enfermo tenía un ritual que consis-
tía primero en simular que no había
visto a la persona que lo había salu-

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dado, para luego darse vuelta como
si acabara de reconocerla reciente-
mente: acto análogo al que sucede
de vez en cuando. Si en el saludo te-
nía que hablar a alguien, sentía una
ligera turbación, como si tuviera al-
guna razón para avergonzarse. Este
sentimiento lo expresaba a menudo
en un tartamudeo. Claramente se
veía que por regresión había llegado
a dar al saludo su significado sexual
primitivo. Muchas veces prolonga-
ba ansiosamente una conversación
con una persona extraña porque
temía las dificultades que tendría
para despedirse.
Todo esto indica que el saludo debe
tener inconscientemente un signi-
ficado mayor del que estamos dis-
puestos a admitir. Cuando alguien
nos saluda de una manera descuida-
da o grosera, nos ofendemos, aun-

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La turbación en el saludo

que pensemos que no nos importa.


¿Y no sentimos un vivo sentimiento
de vergüenza cuando, como ocurre
a veces, una persona mayor a quien
tenemos un especial respeto, es la
primera en saludar?
Es como si hubiéramos cometido
un imperdonable error, aunque es-
temos dispuestos a jurar que no la
habíamos visto a tiempo.
Pero dejando a un lado el carácter
forzado y grosero, de naturaleza pa-
tológica, es cierto que la turbación
en el saludo ataca también, aunque
con menor intensidad, a las perso-
nas normales. Nada perdemos si
intentamos una explicación. Lo que
ocurre es que las tendencias sexua-
les y agresivas, obrando inconscien-
temente, traban las convenciones
sociales. El significado sexual se ve
con facilidad cuando pensamos en

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el tímido muchacho que, ruboriza-
do, la sigue a “ella” y de pronto des-
cubre que debe saludar a su amada;
o en la muchacha que tiene que
contestar al saludo de su admira-
dor. Cuando los impulsos agresivos
son los que provocan la turbación,
conducen a numerosas inhibiciones
y alteraciones del saludo, así como
también a cometer equivocaciones
al efectuarlo. Finalmente, pueden
exigir la total supresión del saludo.
Percibimos fácilmente que, si bien
el saludo es un detalle trivial en la
vida social, tiene un valor afectivo
inconsciente que no alcanzamos
a percibir conscientemente. Pero,
¿cómo se fijó este afecto incons-
ciente sobre un detalle trivial? Tal
desplazamiento sería imposible si
el saludo no hubiera tenido alguna
vez una importancia vital. Una vez

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La turbación en el saludo

comprendido esto, lo vemos bajo


una luz distinta; parecería haberse
desarrollado desde la primitiva, in-
diferenciada e instintiva forma de
aproximación que era expresión de
hostilidad o amor. De esto evolucio-
nó lentamente hasta su significado
actual más amistoso. Gradualmente
asumió la función de asegurar a otra
persona que la voluntad más pode-
rosa renunciará a la satisfacción de
sus deseos agresivos. Finalmente
se cristalizó en un gesto convencio-
nal. Homo homini lupus -la primitiva
etapa del saludo, que practican los
perros cuando se aproximan uno al
otro y cautelosamente se olfatean,
ha sobrevivido aún en la costumbre
de muchos pueblos que se saludan
con la nariz.
Recordando la forma en que se origi-
nó el saludo, o sea, por la inhibición

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y represión de impulsos agresivos
y sexuales, vemos claramente por
qué, en los casos de regresión, el
saludo se torna complicado por tan-
tas incertidumbres y turbaciones.
Las emociones y deseos reprimidos
en el saludo todavía no han sido to-
talmente destruidas. En el saludo
indiferente o en el arrogante estos
elementos se manifiestan. Nestroy
hace decir a uno de sus personajes:
“Qué agradable es que usted deje su
mano en la de alguien, cuando tanto
le gustaría cruzársela por la cara”.
La hostilidad y la desconfianza in-
consciente ocupan otro lugar junto
al saludo; constituyen otro secreto
oculto en el fondo de las ceremo-
nias iniciales de las relaciones so-
ciales, pues éstas fueron una vez
equivalentes a medidas defensivas,
seguridades contra los peligros que

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La turbación en el saludo

surgían de todas partes, contra la


hostilidad universal existente en-
tre los hombres. La presentación,
que se ha convertido en un método
admitido en nuestra sociedad para
relacionar a las personas, es segu-
ramente uno de tales pactos incons-
cientes, que por desgracia es con
frecuencia insuficiente. Aquí, tam-
bién, el embarazo revela las inhibi-
ciones e incertidumbres que brotan
de la misma fuente.
La sociedad ha creado estas medi-
das necesarias de defensa, que son
análogas a las de los neuróticos ob-
sesivos, similares en estructura e
igualmente aplicables a muchas si-
tuaciones equívocas. Algunas veces
un accidente revela que los hom-
bres se quedan totalmente perple-
jos cuando deben renunciar a estas
ceremonias. Privados de su garantía

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sienten la angustia e impotencia del
neurótico obsesivo a quien la pre-
sión de las circunstancias exterio-
res lo ha obligado a abandonar su
ritual. Podemos citar la anécdota
tan conocida del primer encuentro
de Livingston y Stanley. Después
de vencer múltiples dificultades y
siguiendo más de cien pistas falsas,
Stanley encontró finalmente al tan-
to tiempo perdido Livingston, en
medio de una primitiva selva africa-
na. Cuando los dos ingleses estuvie-
ron frente a frente en tan románti-
cas circunstancias, permanecieron
paralizados durante un momento
como encantados. Fue un instante
lleno de duda y embarazo. Ellos no
habían sido presentados.

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