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Editores
Juan Pablo Gonella
Andrés Palavecino
Diseño
www.ichi-d.com.ar
Maquetación
Tomás Banegas
Diseño de tapa
Estudio Valija
La turbación en el saludo
La turbación en el saludo
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turban, no tanto por el hecho de si
deben saludar o no a la otra perso-
na, sino por ignorar cómo hacerlo.
Un enfermo cavilaba constante-
mente acerca de la altura que de-
bía levantar su sombrero y cuánto
debía inclinarse para no resultar ni
demasiado familiar ni demasiado
humilde. La incertidumbre sobre el
saludo mismo es una manifestación
de ambivalencia, sobre todo en la
neurosis obsesiva. El enfermo antes
mencionado, en un saludo común
tenía dificultades para hallar mi
mano; la buscaba a tientas, tocando
la manga de mi chaqueta y come-
tiendo parecidas equivocaciones.
Nuestras manos estaban en el di-
lema de los amantes que no podían
coincidir en el canto.
El contenido y la forma del saludo
son las causas de múltiples dificul-
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La turbación en el saludo
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dado, para luego darse vuelta como
si acabara de reconocerla reciente-
mente: acto análogo al que sucede
de vez en cuando. Si en el saludo te-
nía que hablar a alguien, sentía una
ligera turbación, como si tuviera al-
guna razón para avergonzarse. Este
sentimiento lo expresaba a menudo
en un tartamudeo. Claramente se
veía que por regresión había llegado
a dar al saludo su significado sexual
primitivo. Muchas veces prolonga-
ba ansiosamente una conversación
con una persona extraña porque
temía las dificultades que tendría
para despedirse.
Todo esto indica que el saludo debe
tener inconscientemente un signi-
ficado mayor del que estamos dis-
puestos a admitir. Cuando alguien
nos saluda de una manera descuida-
da o grosera, nos ofendemos, aun-
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el tímido muchacho que, ruboriza-
do, la sigue a “ella” y de pronto des-
cubre que debe saludar a su amada;
o en la muchacha que tiene que
contestar al saludo de su admira-
dor. Cuando los impulsos agresivos
son los que provocan la turbación,
conducen a numerosas inhibiciones
y alteraciones del saludo, así como
también a cometer equivocaciones
al efectuarlo. Finalmente, pueden
exigir la total supresión del saludo.
Percibimos fácilmente que, si bien
el saludo es un detalle trivial en la
vida social, tiene un valor afectivo
inconsciente que no alcanzamos
a percibir conscientemente. Pero,
¿cómo se fijó este afecto incons-
ciente sobre un detalle trivial? Tal
desplazamiento sería imposible si
el saludo no hubiera tenido alguna
vez una importancia vital. Una vez
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y represión de impulsos agresivos
y sexuales, vemos claramente por
qué, en los casos de regresión, el
saludo se torna complicado por tan-
tas incertidumbres y turbaciones.
Las emociones y deseos reprimidos
en el saludo todavía no han sido to-
talmente destruidas. En el saludo
indiferente o en el arrogante estos
elementos se manifiestan. Nestroy
hace decir a uno de sus personajes:
“Qué agradable es que usted deje su
mano en la de alguien, cuando tanto
le gustaría cruzársela por la cara”.
La hostilidad y la desconfianza in-
consciente ocupan otro lugar junto
al saludo; constituyen otro secreto
oculto en el fondo de las ceremo-
nias iniciales de las relaciones so-
ciales, pues éstas fueron una vez
equivalentes a medidas defensivas,
seguridades contra los peligros que
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sienten la angustia e impotencia del
neurótico obsesivo a quien la pre-
sión de las circunstancias exterio-
res lo ha obligado a abandonar su
ritual. Podemos citar la anécdota
tan conocida del primer encuentro
de Livingston y Stanley. Después
de vencer múltiples dificultades y
siguiendo más de cien pistas falsas,
Stanley encontró finalmente al tan-
to tiempo perdido Livingston, en
medio de una primitiva selva africa-
na. Cuando los dos ingleses estuvie-
ron frente a frente en tan románti-
cas circunstancias, permanecieron
paralizados durante un momento
como encantados. Fue un instante
lleno de duda y embarazo. Ellos no
habían sido presentados.
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