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“El pino”

Hace un Eón... en el principio de los tiempos, mientras fuerzas titánicas luchaban entre sí para

moldear la Tierra, ellos se establecieron en un remoto y oscuro lugar del planeta; lugar que luego

de muchas transformaciones sería conocido como Río de la Plata, más precisamente en su

margen sur(en un sitio, hoy llamado Berisso). Allí comenzaron una nueva vida plena de armonía

y felicidad, casi idílica. Sus costumbres, aunque extrañas a nosotros, denotaban una cultura

exquisita y refinada, sinónimo de una civilización avanzada.

Su libertad era su bien más preciado y, por ende, el más celosamente cultivado, sólo debían

permanecer dentro del vasto territorio que les fuera designado por el omnisciente, sin intentar

salir jamás de allí, pero la sierpe ubicua metió su rastrera existencia entre ellos, instigándolos a la

obediencia. Él, que era el más arriesgado de todos, fue el único que transgredió aquella norma,

alejándose para contemplar las maravillas que lo aguardaban más allá.

Así fue que por este acto unilateral, todos fueron condenados a permanecer en adelante

aferrados a la tierra, en el mismo lugar por siempre. Ellos entonces lo sentenciaron al destierro-

pero al más vil”- implantándolo a una distancia tal que pudiera verlos u oírlos, pero jamás volver

a estar a su lado.

Desde ese momento su voluntad fue puesta al servicio de la ira, así, todo aquel que se acercara

desde la orilla, era visto como uno de los suyos y, por lo tanto, pasible de la más cruel de las

venganzas.

Hoy el paso del tiempo ha borrado toda huella, todo vestigio de ese relato extraordinario.

Quien llega a este paraje costero, sólo observa a la izquierda del camino que allí lo conduce, un

grupo de casuarinas y, a unos doscientos metros a la derecha del mismo y treinta río adentro...,

sólo él, enclavado en su islote de plintes dimensiones, aguardando...

Esta noche, como tantas otras, una quietud rielante se deslíe en el piélago marrón, mientras la

luna, surgida por levante comienza su ancestral danza cósmica.


Él...observa ahíto cómo pasan las olas con sus flavas melenas en perenne viaje hacia la costa

de Palo Blanco; hierático, imperturbable...un paria entre los de su especie, su enhiesta figura se

recorta contra la sepulcral luz, desafiante, casi amenazadora...casi.

Nadie sabe con certeza desde cuándo está allí, pero a él no parece importarle en lo absoluto,

sólo mira de soslayo a los suyos, quizás en forma un tanto displicente, mientras cavila su

venganza; en tanto, desde la orilla, con la cálida brisa nocturna, le llega el murmurio de voces y

risas que no hacen sino aumentar el amargo sabor de su impuesta soledad.

Algunos pescadores lugareños que frecuentan ese paraje del litoral, lo ven como algo muy

natural y, por lo tanto, no le dedican demasiada atención; para otros es solamente una mera

curiosidad. Sin embargo, no se puede negar el extraño influjo que ejerce en todos los que se

acercan a él, prefiriendo mantenerse a buena distancia; a pesar de ello, nadie vislumbra el

verdadero drama que se esconde debajo de ese fenómeno de la naturaleza local.

¡Che, Juan...no te acerques tanto al pino!se oye una voz en forma perentoria.

¡Acordáte!...el río se vuelve traicionero a su alrededor.

Juan hace caso omiso de la advertencia y continúa internándose en el agua.

Él ve acercarse a su posible víctima y comienza a extender lentamente bajo el agua, sus

correosas raíces.

La agitación en Jorge-el amigo de Juan-, es cada vez mayor.

Ensimismado en su empeño, Juan no se da cuenta de que el fondo ha comenzado a tomar

mayor inclinación y que la profundidad de las aguas ha aumentado considerablemente.

¡Ya casi alcanzo el espinel, Jorge!grita a su amigo.

¡Dejalo, Juan, lo revisamos por la mañana!le contesta Jorge al borde del colapso.

¡No...,creo que hay algo enganchado!

Faltando unos pocos metros para llegar a la primera boya, Juan resbala en el barro del fondo

del banco y cae hacia delante sumergiéndose en las oscuras aguas. En ese instante, una nube
salida vaya uno a saber de dónde, oculta la luna, sumiendo momentáneamente al paisaje en una

total oscuridad.

Juan lucha denodadamente por salir a flote, pero siente que algo lo aferra por los tobillos

enterrándolo en el fango viscoso...,algo que parecen ser dedos.

Eso lo está arrastrando hacia la base del islote, donde se halla anclado el pino; Juan, en un

último y agónico esfuerzo, logra salir a la superficie.

¡Socorro,...socorro!grita con inconfundible terror.

La preocupación de Jorge, se convierte en locura, cuando de la nada oye la voz de su amigo...

¡Ya voy...ya voy!responde Jorge, introduciéndose a los saltos en el agua.

La agitación producida en las aguas, cesa tan súbitamente como había comenzado y la noche

indiferente, presta un marco cómplice de serenidad.

En vano Jorge busca desesperadamente a su amigo perdido. El día lo sorprende deambulando,

sin rumbo, por los bajíos que la marea deja al retirarse.

Ya despuntada la mañana, otras personas comienzan a acercarse; también llegan los equipos

de rescate y el lugar crece en animación. La vorágine de actividad durará hasta la noche,

momento en que todos se retirarán y el lugar volverá a recobrar su habitual serenidad.

Él, mientras tanto, descansa apaciblemente. Su venganza está concluida: otro de los suyos ha

sido atraído hacia su seno y yace con los demás debajo de sus raíces. Nunca será encontrado, al

igual que los anteriores. Ya que no puede acercárseles a ellos, los trae junto a él, como lo viene

haciendo desde antiguo.

La edición matutina del periódico local dirá en uno de sus titulares:


Berisso, lunes 22 de septiembre de 2003

POLICIALES LAVOZ/15

“El Río, se cobra otra vida inocente”.

“En el día de ayer, otro pescador desprevenido, desapareció en aguas del Río de La Plata, en

las costas de Palo Blanco, cerca de un paraje conocido como “El Pino...”.

Svengali 45

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