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La palabra proyecto es usada en ámbitos educativos para hacer referencia a una multiplicidad de
objetos y situaciones. Todas las expresiones normativas y organizativas de las escuelas, como así
también las pedagógico-didácticas, se encabezan en la mayoría de los casos con la palabra
“proyecto” (El PEI, el PCI, el proyecto áulico, etc.)
Ante el desafío de construir un espacio curricular nuevo y novedoso, se planteará una definición
diferente para proyecto, dentro de la cual se incluirán, por una lado cuestiones organizativas de la
práctica educativa (ejemplificadas a través de las preguntas proyectivas qué, cómo, cuándo, con
qué, etc.), vinculadas a la elaboración de un proyecto en el sentido tradicional; por otro lado, el
proyecto para el espacio “Construcción de Ciudadanía” implicará recrear la relación pedagógica.
En este sentido, este proyecto deberá definir un tipo de trabajo en el aula, incluyendo tanto
contenidos, como acciones, relaciones y recursos didácticos.
Por lo anterior, el planeo del nuevo espacio definirá no sólo intenciones y expectativas del docente
a cargo, sino un tipo de práctica pedagógica en la cual los jóvenes se incluyan como protagonistas
genuinos, desde las primeras definiciones y elaboración de la propuesta e trabajo. Se promoverá
otorgar un nuevo sentido al trabajo en el aula: un sentido socialmente real, accesible para los
jóvenes y fundamentalmente compartido por docentes y estudiantes.
No obstante, es necesario tener presente que un proyecto en la escuela es ante todo una
propuesta de enseñanza, desarrollada a través de acciones, relaciones y con ciertos recursos.
Estos proyectos deben tener objetivos educativos claros, que deberían ser explícitos para todos
quienes participan de ellos, sean docentes o estudiantes.
En este espacio en particular se propone que los proyectos apunten a resolver una problemas de
ejercicio de ciudadanía, o bien a lograr producciones finales que sirvan para ser compartidas y
comunicadas, y que puedan fundamentalmente trascender el ámbito escolar.
Dado que se pide que los proyectos incluyan desde su origen la voz, los intereses, preocupaciones
y debates de los jóvenes, cada propuesta deberá adecuarse a las particulares realidades y
contextos en que se desarrollen. Por lo tanto, no es posible que un mismo esquema general de
proyecto sea aplicable a cualquier situación de enseñanza. La idea del proyecto “formulario” no es
aplicable en el marco en que implementará el espacio “Construcción de Ciudadanía”.
Se trata en principio de brindar los espacios reales y concretos de participación y expresión de los
jóvenes, tal que los contenidos del proyecto puedan ser recuperados y sistematizados por el
docente en este proyecto, no intentando imponer a priori temas de su propio interés. La intención
es que en este espacio contemos con estudiantes interesados y motivados por el objeto (tema o
problema) de estudio.
Así, los alumnos se verán involucrados activamente en el proceso de construcción del
conocimiento, y reconocerán, en los aprendizajes que logran, las respuestas a las preguntas que
circularon en el aula y de las cuales ellos se apropiaron, a través de la recuperación,
sistematización y acompañamiento del docente.
Como se ha dicho, no podemos pensar en un esquema “tipo” de proyecto, válido para todas las
situaciones, grupos y condiciones educativas. Sin embargo hay ciertos rasgos generales que sí se
pueden considerar fundamentales como característicos del tipo de proyecto para este espacio
curricular:
B- El desarrollo:
es el momento o etapa en que se pondrán en acción las propuestas planificadas
conjuntamente. Las acciones se desarrollan en relación con los ejes y contenidos propuestos, los
cuales cobrarán sentido en este momento y en esta relación. Será el momento del “hacer”, pero
también el de construir conocimiento, sistematizarlo y ponerlo en acción.
Esta etapa se desarrollará en un tiempo y un espacio, pero sin las restricciones formales de los
tiempos “curriculares” tradicionales: no tendrán la obligación de una “terminalidad”, ni de una
nota, ni de una gradualidad artificial (donde un contenido es “artificialmente consecutivo” con
otro). En este espacio la relación de progresión e integración de los contenidos la irá definiendo
el trabajo dentro del marco del propio proyecto, que impondrá los ritmos, las necesidades de
bibliografía o información, la necesidad de profundización de temáticas, de integrar con los otros
espacios curriculares, de acciones extraescolares, de participación en eventos comunitarios, etc.
C- La evaluación:
En principio es necesario caracterizar brevemente qué llamaríamos EVALUACION en este
espacio curricular. En este tipo de espacios no podría considerarse la posibilidad de un examen
tradicional, ya que éste siempre tiene una connotación jerarquizadora, y se realiza para
comparar la adecuación y el manejo de cierto corpus de conocimiento “consagrado”. Siendo
que en “Construcción de Ciudadanía” se busca tanto el trabajo sobre lo conocido como la
construcción de nuevos conocimientos, es necesario resignificar la evaluación tal como se la
reconoce en los ámbitos escolares.
Uno de los fines prioritarios de este espacio es lograr prácticas efectivas y concretas de
ciudadanía, por lo cual es muy importante erradicar la idea de que se estudia “para el examen”,
lamentablemente muy instalada en la cultura escolar. En esta concepción, el examen se
convierte en un fin en si mismo y conspira contra el aprendizaje verdadero, que sirve para la
vida fuera de la escuela, que es justamente el aprendizaje relacionado con los intereses.
Evaluamos para mejorar como ciudadanos, y en tanto comunidad social. Evaluamos para
desarrollar y aprender a utilizar prácticas concretas de participación ciudadana, desarrollo que
no tiene un fin exclusivamente escolar ni acotado, como sí lo tiene un examen y/o una nota.
La propuesta es que no se evalúen personas ni acciones individuales, para que la evaluación
no tenga resultados calificativos ni clasificatorios. No examinar a los estudiantes como
“personas” (en un sentido psicológico de personalidad) porque se generarán jerarquías dentro
del grupo, que conspirarían contra la participación de todos (por ejemplo, se establecería como
“más legítimas” las intervenciones de los que tienen mejores calificaciones, los que están peor
calificados no se animarían a hablar, etc.). Se propone no ponderar ni positiva ni
negativamente atributos o defectos como sujetos individuales, sino como parte de una
sociedad, como ciudadanos. Por lo tanto, todos evalúan y son al mismo tiempo evaluados,
comprometiéndose con el proceso general.
Es muy importante que los estudiantes (y porqué no, los docentes) se acostumbren a
explicitar (argumentar) el resultado de su evaluación, el sentido o criterio que han establecido.
Es una forma de ir comprendiendo que todos participamos responsablemente en el desarrollo
del espacio curricular, que incluye como parte fundamental una evaluación constante como
parte del proceso. De esta forma también asume un rol activo en su propio proceso de
aprendizaje.