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TEMA 3: OBRA DRAMÁTICA CERVANTINA

1. Panorama global del teatro cervantino

Se considera un género menor en el cultivo de la producción cervantina; aunque sus


entremeses han sido muy bien valorados. Se trata de obras muy breves, que se solían insertar
entre obra y obra.

Dramáticamente, la situación de Cervantes es un poco compleja, probablemente por su


carácter intermedio entre dos realidades: no se suma a la renovación lopesca, pero tampoco
llega a adaptarse del todo a la forma teatral anterior. El teatro está, sin embargo, muy presente
en toda la obra cervantina y se remite a él en numerosas ocasiones (en el prólogo a las Ocho
comedias, la adjunta en prosa al Viaje del Parnaso, en el Licenciado Vidriera, El coloquio de los
perros, en el capítulo 48 de la primera parte del Quijote…). Está muy interesado en él tanto
desde el punto de vista de la creación como el de la teoría.

Su desfavorable coyuntura dramática en la que Lope inunda el panorama teatral del momento
ha propiciado que no haya sido muy valorado. Independientemente de su éxito o fracaso,
siempre mantiene una constante relación con el mundo teatral incluso en Italia donde conoció
las obras de Giraldi Cinthio y la Comedia del arte italiana; es, por ejemplo, el primer historiador
del teatro del momento, algo que recoge en el prólogo a las Ocho comedias.

En el prólogo a las Novelas Ejemplares alude a la escritura de Seis comedias sevillanas para ser
representadas por la compañía de Rodrigo Osorio, aunque no sabemos si se conservaron o si
se incluyeron en las Ocho comedias.

En Madrid conoce el modelo de Lope y admite que los representantes no quieren obras que no
sean de este, pues son garantía de éxito; en la relación con ello escribe, en el capítulo 48 de la
primera parte del Quijote, en un diálogo metaliterario entre el canónigo y el barbero sobre la
literatura y el teatro, una crítica hacia el modo de hacer comedias de Lope y hacia este
directamente.

A partir de 1615 decide dejar de intentar vender sus obras para que sean representadas, para,
en cambio, publicarlas a causa del poco éxito de las obras cervantinas, pero también por la
deturbación a la que estaban sometidas una vez se encontraban en manos de las compañías.

Respecto al teatro de la época, Cervantes incluye en numerosas de sus obras, una serie de
afirmaciones en referencia al mismo, las cuales han dado pie a todo el aparato crítico de su
teatro; de ellas se deduce que Cervantes escribe pensando en el lector, rechaza las
representaciones comerciales que, en la época, están en auge. Ello, en parte, se debe a su
formación mucho más clásica, lo que hará que no se adapte a las innovaciones lopescas en el
ámbito teatral, respecto a las cuales, debido también a la diferencia de edad entre Lope y
Cervantes, se siente desplazado; de esta manera que Cervantes terminará escribiendo para
unos pocos, una élite que lee su restringida producción, mientras que Lope escribía
para la gran masa.

Del análisis de las afirmaciones mencionadas, la crítica ha formulado varias hipótesis sobre la
posición Cervantes acerca del teatro de su época. Cabe destacar que, anteriormente,
coetáneos de Cervantes como Juan de la Cueva, Rey de Artieda, Cristobal Virues o Lupercio
Leonardo de Argensola, se muestran como autores preocupados por la renovación teatral
insertándose en el inicio de la misma; van, por ejemplo, preparando la mezcla de tragedia y
comedia y la variación respecto a la regla de las 3 unidades, a la vez que introducen novedades
de las cuales se muestran orgullosos. En el caso de Cervantes, a diferencia de Lope, el asunto
no va a ser lo más importante, de manera que en ocasiones lo que nos encontramos son
distintas formas de tratar un mismo tema.

Hay en sus ideas algunas incoherencias y contradicciones que apuntan a una cierta evolución
respecto a sus opiniones sobre el teatro, de manera que parece que progresivamente aceptará
alguna de las innovaciones lopescas anteriormente criticadas por él, por lo que puede ser que
la ferviente crítica que le hace en el quijote se debiera a un enfado pasajero contra Lope. No
obstante, hay quien defiende que Cervantes es constante en sus ideas.

Florencio Sevilla rechaza una acérrima pertenencia a la preceptiva clásica por Cervantes, de
hecho, en el prólogo a las 8 comedias se jacta de ser un renovador, por lo que su actitud
puramente conservadora queda descarta; además, puede ser que la preceptiva dramática por
la que opta Cervantes es una fusión entre la clásica y la novedad moderada, sin llegar al
radicalismo lopesco. El propio Cervantes se salta los preceptos clásicos en muchas ocasiones,
aunque lo justifique con argumentos de verosimilitud, coherencia y desarrollo lógico; hay obras
muy novedosas, que incluso son anteriores a la renovación de Lope.

Hacia la década de los 70 empieza a cambiar la forma de producción, aunque las novedades
son en ocasiones anteriores. Siguiendo esta línea, las obras dramáticas cervantinas que se nos
han conservado son obras de madurez. Los dos períodos se pueden percibir claramente en su
obra: cuando vuelve de Argel y cuando vuelve a escribir teatro tras el éxito de Lope. Otra
posibilidad de la que ha hablado la crítica es que las primeras obras que escribe Cervantes se
pueden catalogar como “prelopistas” y habría que contemplar, La Numancia, el Trato de Argel y
la Conquista de Jerusalén y en la segunda época se plantea otras opciones y trata de hacer
alguna innovación. Dice que ha propuesto como novedad el pasar los actos de cinco a tres,
pero lo cierto es que esto ya se estaba haciendo. Para Lope lo fundamental era la acción que
mantenía continuamente entretenido al autor, pero para Cervantes lo más importante es la
verosimilitud y cierta profundidad psicológica de los personajes. No utiliza la intriga ni las
peripecias anudadas para buscar el éxito de las comedias. Sus entremeses son muy buenos,
pero son una obra popular, cómica...

1.1 Obras principales

o Trato de Argel, que tiene un gran interés autobiográfico porque está basado en su
experiencia en el cautiverio, tiene además valor político porque es una obra que se dedica al
rey.

o La Numancia, otra de las obras de la primera época; se han conservado dos versiones
manuscritas, además una de ellas era una copia del actor, pues no se imprimió en el siglo XVIII.
Es una tragedia que está basada en la historia española que ofrece una visión distinta de la
guerra, donde Cervantes presenta la guerra como una tragedia, como un sufrimiento enorme
pero que de algún modo trata de presentar a los españoles como herederos de los numantinos
heroicos.

Entre sus comedias aplicó novedades como: la novedad es que

- Aborda muchos temas de calado como la política, a veces se critica la política africana
de Felipe II.

- Utiliza el perspectivismo, de manera que permiten muchas lecturas, frente a la obra de


Lope que ofrecía una lectura única.
- Hay también análisis psicológicos. Lo mejor son los entremeses pues despliega un gran
muestrario de ingenio. Cervantes no se limita a poner en escena a personajes de la
más ínfima condición. El caso del Retablo de las maravillas es impresionante. Está
basado en un cuento tradicional, el del traje del rey. Hay un par de cómicos que llegan
a un pueblo pequeño a representar una obra en la que se dice que se van a
representar unas maravillas que solo pueden ver los que no sean de bastardos y los
cristianos viejos, la importancia del tema de la pureza de la sangre. Ninguno de los
espectadores dice que lo ve.

- Utiliza el teatro dentro del teatro, como podemos ver en la obra anterior.

La crítica presenta que los dos personajes protagonistas pueden representar a Cervantes y que
está planteando la ficción y la función de la literatura. Son personajes que son muy lejanos a
los de Lope y los temas mucho más profundos.

Toda la obra cervantina tiene algo de teatral, hasta en el Quijote. Lo que hace Cervantes es
representar la sociedad de su tiempo. Con respecto a la crítica contemporánea, la obra de
Cervantes fue condenada al menosprecio. En El rufián dichoso, Cervantes habla de su opinión
sobre la literatura, igual que en otras obras.

2. Ocho comedias y ocho entremeses

2.1 Rufián el dichoso

El rufián dichoso es una comedia escrita por Cervantes, impresa por vez primera en sus Ocho
comedias y ocho entremeses nunca representados (1615) y compuesta muy probablemente
entre 1605 y ese año. Su asunto es la conversión del rufián sevillano Cristóbal de Lugo, criado
del inquisidor Tello de Sandoval. Está dividida en tres actos correspondientes a la vida disoluta,
la penitente y la muerte piadosa del fraile protagonista:

1º acto: tras describir su vida de pícaro y rufián en compañía de su criado, el gracioso Lagartija,
empieza a experimentar dudas de conciencia que lo llevan a avisar del rapto de su mujer a su
marido.

2º acto: tras el diálogo entre Comedia y Curiosidad, encontramos al Inquisidor y a Lugo en


México, donde por desesperación al contemplar a una pecadora, doña Ana de Treviño, que
desdeña confesarse a la hora de la muerte tentada por diversos diablos, logra convertirla e
inicia una vida piadosa de penitencia y arrepentimiento convirtiéndose en fray Cristóbal de la
Cruz y su criado Lagartija en fray Antonio.

3º acto: el protagonista sufre la lepra como símbolo del pecado y del castigo. Se le hacen
numerosos honores por su extraordinaria caridad y humildad demostradas, pero él se niega a
aceptarlos, pues no deja de proclamar la bajeza de su linaje. Muere como santo, aplaudido por
los cristianos y lamentado por los demonios, entre ellos el mismo Lucifer.

El segundo acto resulta especialmente relevante si atendemos al diálogo entre Comedia y


Curiosidad sobre las innovaciones de esta obra contradice las opiniones vertidas en el Quijote
(I, 48) acerca de la comedia lopista; Cervantes se justifica por seguir un género particular
(comedia de santos) y porque la novedad, eje de su teatro, obliga a modificar los
planteamientos.
Concretamente, se trata de una comedia hagiográfica que sigue el esquema propio de las
mismas: presenta la figura de un pecador que se arrepiente, va superando las tentaciones y
alcanza la santidad. Cervantes hace que su personaje sea contemporáneo, introduce la realidad
histórica y una tradición literaria que linda con la picaresca. Mezcla varios asuntos; es un pícaro
a lo divino, de manera que el contenido pícaro desaparece casi completamente en las últimas
partes. El toque de santidad se encuentra ya en otras obras picarescas como el Guzmán de
Alfarache, quien no deja de rezar a lo largo de su vida y cuenta su obra desde la vejez a modo
de exemplum ad contrarium. En el caso del Rufián, su conversión no se produce en la
ancianidad sino en plena juventud, cuando además no podemos encontrar ninguna finalidad,
como podría ser el medro en el caso anterior. Cervantes, contrario a la picaresca, parece
enfrentarse al género con su obra; por ejemplo, frente al origen innoble que comparten la
mayoría de los pícaros, su rufián está protegido por un inquisidor y no es hijo de un hombre
deshonroso. Este desde el principio intenta ser autónomo, quiere conseguir fama, pero por sus
propios medios, una defensa del libre albedrío frente a la determinación genealógica y el
providencialismo defiende la libertad del individuo, orgulloso y rebelde. Posee unas
cualidades innatas que no son negativas, no es un delincuente, sino más bien un gamberro; es
moderado en aspectos como la comida y el sexo, reza todos los días, da limosnas a un ciego
para que rece por las almas del purgatorio… Cervantes se explaya en sus episodios de juventud
para demostrar que el hombre puede cambiar.

Está muy preocupado por la verosimilitud, por lo que la introducción de los milagros, algo
inverosímil, dice basarse en un escrito hagiográfico anterior. La lagartija, el gracioso, sostiene la
comicidad, y en el final aporta la variedad, la diversión y el entretenimiento, contrastando la
vida devota con las aventuras del pasado.

2.2 Los entremeses

Siguiendo con las Ocho comedias, destacan dos de sus entremeses, El retablo de las maravillas
y La elección de los alcaldes de Deanazgo. Cervantes es muy virtuoso en sus entremeses
(únicamente comparable a otros autores como Quiñones de Benavente y los Sainetes de don
Ramón de la Cruz); es un género menor, por su función, cubrir los entre actos, su corta
extensión y sus temas, personajes y formas populares. Cervantes les concede gran importancia
hasta el punto de incluirlos en la publicación de sus comedias.

- Los personajes suelen ser tipos fijos (el sacristán, el soldado, el estudiante, el fraile, el
fanfarrón, el cortés, el rústico…) con una serie de características fijadas, pero
personajes ingeniosos, de condición popular, y por tanto como poco poder económico,
que provocan la risa mediante su ingenuidad, su lenguaje tosco…
- Su clase baja además permite el tratamiento de temas muy serios como la honra
conyugal o la limpieza de sangre. Suele terminar con un apaleamiento; hay muchos
episodios entremesiles en las obras de Cervantes, como podría ser toda la primera
parte del Rufián según la crítica; también hay episodios de este tipo en Rinconete y
cortadillo…
- La mayoría están escritos en prosa, salvo la elección de los alcaldes y el rufián viudo;
normalmente se escribían en prosa para que contratasen con la atención del teatro en
verso, también era indicio de un género llano y popular, no culto. Además, los
entremeses que están en verso, en endecasílabo blanco, sin rima, también contrastan
con la sonoridad de la comedia, produciendo un efecto cómico que los espectadores
captaban.

No sabemos cuando los compone (dec 80, escritura contemporánea a la 1 parte del Q) en
cualquier caso si se trata de una escritura antigua puede que intente recuperarlos con la
publicación. Son muy ingeniosos, tanto que incluyen en ocasiones técnicas de la novela (EL
viejo celoso tiene el mismo tema que el celoso extremeño, hay elementos narrativos) lo bien
que maneja los recursos dramáticos y la habilidad para tratar temas muy conocidos. Muchos
ocultan reflexiones de hondo calado.

El Retablo de las maravillas

Trata de la trama que urden dos pícaros que, mediante un cajón que parece imitar a los
titiriteros con inexistentes marionetas, engañan a un grupo de personas haciendo creer que
aparecen diversos personajes, cuando en realidad no existen nada más que en la voz de uno de
ellos y la música de otro. Los asistentes están advertidos previamente de que solamente los
verdaderos cristianos puros y los hijos legítimos son los únicos que son capaces de ver las
escenas, a lo que todo el público hace creer que ven lo que no existe para evitar ser acusados
de malos cristianos. La escena se produce en casa del gobernador del pueblo que aprovecha el
espectáculo para celebrar la boda de una de las hijas del regidor, donde todos fingen ver al
en realidad, inexistente por guardar las apariencias. Al final aparece un furrier que solicita
estancia para unas tropas y que, al ver la escena y ser insultado por no ver nada, se lía a
espadazos con todos los presentes, por lo que finalmente termina el engaño.

Como podemos observar, la historia, una crítica a la honra y el honor basado en la limpieza de
sangre, no tiene respaldo teórico, remite a una tradición popular y no religiosa, por lo que
cervantes no se basa en el sistema de valores de la época, sino el sistema de valores del teatro
de la época, ampliando el alcance que se le daba al entremés: no se limita a campesinos si no
que lo extiende al resto de clases (gobernador, alcalde…).

Destaca el recurso del teatro dentro del teatro, una metáfora genial del teatro que es un
engaño a los ojos que se basa en el uso de la palabra, de manera que Chanfalla con su palabra
hace que los demás entren en la ficción, convierte a los espectadores en títeres de un teatro
mental (cuento del traje del emperador); el gaño se monta sobre la palabrería descalificando
los valores que a cervantes le parecen pernicioso. Transcurre en un patio de butacas, donde le
furriel, ajeno a la manipulación verbal, encarna al propio Cervantes porque propone cual
tienen que ser la ficción de una novela; todo vale para la ficción si se considera ficción, lo que
no se puede tomar como realidad; ello es contrario al teatro de lope quien solo introduce una
realidad, mientras que en el retablo se ofrecen varias.

La elección de los alcaldes de Daganzo

Trata de mostrar la ineptitud de los gobernantes de su tiempo. La obra comienza con la reunión
de cuatro hombres: el bachiller Pesuña, el escribano Pedro Estornudo y los regidores Panduro y
Algarroba, que discuten sobre quién debe gobernar Daganzo, una villa, para el próximo año.
Hay cuatro aspirantes: Juan Berrocal, Francisco de Humillos, Miguel Jarrete y Pedro de la Rana,
a diferencia de los cuatro primeros, todos son labradores. Pezuña, Estornudo, Panduro y
Algarroba describen las cualidades de Berrocal, Humillos, Jarrete y de la Rana para decidir
quién será el mejor alcalde. Para los cuatro hombres, los aspirantes deben pertenecer al
pueblo llano, es decir, campesinos, labradores, artesanos, etc., y de esta manera, sabrán lo que
es más conveniente para la villa. Los cuatro hombres creen que, al pertenecer a un sector
social distinto, no tienen idea de lo que la villa necesita y creen que cualquier labrador que
posea cualquier habilidad puede ser alcalde. Lo más terrible es que, en cierta forma, tienen
razón: no saben nada sobre la villa.

Existen varios ejemplos que muestran la incompetencia y estupidez, tanto de los que tienen
poca educación como de los más estudiados. El primer ejemplo citado es el del regidor
Algarroba, que asegura que el mejor de los aspirantes es, en su opinión, Berrocal, por su
habilidad como “catador de vinos”. Luego el mismo Algarroba nos habla de Miguel Jarrete y su
puntería. También hace mención tanto de Humillos como de la Rana, siendo zapatero y
poseyendo una gran memoria, respectivamente. Panduro y Estornudo están de acuerdo en
votar por Pedro de la Rana y Algarroba por Juan Berrocal, pero Pezuña no lo hace por ninguno
ya que no los considera idóneos para el puesto de alcalde. Así que Algarroba decide hacer
pasar a los cuatro postulantes para que el bachiller Pesuña dé su veredicto. A medida que
transcurre la trama del entremés nos damos cuenta de que las habilidades de los cuatro
aspirantes no son para nada adecuadas ni buenas para un puesto tan importante como el del
alcalde. Uno de ellos incluso promete mano dura, algo que irrita a Estornudo, el otro escribano.
Ante la falta de consenso, aparece un grupo de gitanos músicos que estorban el proceso y el
ruido también molesta al sacristán, que llega a criticar a Pesuña por no mantener el orden. Por
todo lo que ha pasado, al final Pesuña suspende la votación de alcalde.

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