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DOMINGOS

DE LA

FAMILIA CRISTIANA
tí DOMINGOS
DE LA

FAMILIA CRISTIANA
EVANGELIOS, PRÁCTICAS Y CONVERSACIONES

SOBRE RELIGIÓN

POR

S O L E D A D A C O S T A D E SAMPER

Obra recomendada por los Ilustrisimos sonoros Arzobispo do Bogotá


y Obispos de Medellin, Antioquia, Cartagena y Panamá.

1896
AL QUE L E Y E R E

Honramos este libro precediéndolo de las cartas


que los ilustrísimos señores arzobispo de Bogotá y
obispos de Madellín, Antioquia, Cartagena y Panamá,
dirigieron á la autora, con motivo de la publicación
de los trabajos que lo componen, y otros, en la R e -
vista que fundó y dirigió en Bogotá con el título
El domingo de la familia cristiana : /<$¿* V

Hacienda do Acuatá, marzo 3 de 1889.

Señora doña Soledad Acotlu de Samper.

C o m o usted l o r e c o r d a r á , a p r o b ó el a ñ o anterior la i d e a de
u s t e d , de redactar, un S e m a n a r i o l l a m a d o El domingo de
la fámula cristiana, y que con satisfacción leí el primer nú-
m e r o , que me pareció responder en todo á su n o m b r e y a su
espíritu.
Veo que usted persiste en ese b u e n p r o p ó s i t o : llévelo á
c a b o en n o m b r e de D i o s y con mi b e n d i c i ó n y mis votos p o r
el Dien que h a de h a c e r .
S o y de usted a t e n t o , seguro s e r v i d o r ,

-¡- J O S É T E L I Í S F O H O ,

Arzobispo de Bogóla.
VI

Medclh'n, abril 8 rio 1889

Señora Doña Soledad Acosla de Samper. — Bogotá.

M u y respetarla s e ñ o r a :
R e c i b í por el c o r r e o p a s a d o la atenía c a r t a de u s t e d , y j u n -
to con ella el p r i m e r número del S e m a n a r i o que empieza á
p u b l i c a r con el Ululo de EL domingo de La familia cristiana.
A p l a u d o la e m p r e s a a c o m e t i d a por u s t e d , y c r e o que ella
será positivamente útil p a r a los lectores á quienes el S e m a -
nario se d i r i g e . B e n d i g o por lanío la o b r a de u s l e d , le d e s e o
éxito c o m p l e t o , y desde ahora la r e c o m i e n d o á las familias
cristianas de mi D i ó c e s i s .
S o y de usted m u y atonto, s e g u r o servidor,

y BERNARDO,
Obispo do M c v l c l l i n .

Stiñora i)." Soledad A. de Samper. — Bogotá.

Estimadísima señora:

C u a n d o recibí su estimable esquela en que m e h a b l a do la


aparición de su importante revista que l l e v a por titulo EL
domingo de la familia cristiana, y a tenía noticia de lan i m -
portante p r o d u c c i ó n por lo que b a dicho la p r e n s a , y m á s aún
por la honrosa contestación que usted obtuvo del I l u s l r í s i m o
S e ñ o r A r z o b i s p o , á c u y a a p r o b a c i ó n la sometió antes de d a r l a
á luz.
A d h i r i é n d o m e á los j u i c i o s o s conceptos del ilustre M e t r o p o -
litano, c u y o beneplácito es el m e j o r testimonio de l a g r a n
utilidad que la lectura de su p u b l i c a c i ó n debe p r o d u c i r entre
las familias c r i s t i a n a s , debo a g r e g a r que el servicio que u s t e d
hace al país es de un v a l o r i n c o m p a r a b l e , por c u y a razón la
r e c o m e n d a r é de un m o d o e s p e c i a l en m i D i ó c e s i s , p a r a que
VII

lanío los sacerdotes c o m o los p a d r e s de familia t o m e n el m a -


yor n ú m e r o posible de s u s c r i p c i o n e s .
A g r a d e c i e n d o en alio g r a d o su g e n e r o s i d a d por el honor
c o n que en la p r é s e n l e o c a s i ó n m e La f a v o r e c i d o , I c n g o la
satisfacción de s u s c r i b i r m e de usted m u y a t e n t o , s e g u r o s e r -
vidor y c a p e l l á n ,
-¡- J E S Ú S M A R Í A ,

Obispo do Antioquia.

A n t i o q u i a , abril 12 de 1889.

Señora D:* Soledad A. de Samper.

Muy estimable s e ñ o r a :

S¿i muy apreciable esquela l l e g ó á C a r t a g e n a estando yo


o c u p a d o en la Visita P a s t o r a l : r e g r e s é á la ciudad ú n i c a m e n t e
p a r a celebrar los O f i c i o s de la S e m a n a S a n t a , ó inmediata-
mente después volví á salir. S o l a m e n t e ahora, pues, pude
i m p o n e r m e del objeto de su c a r t i c a : leí los n ú m e r o s del p e -
riódico que usted r e d a d a , y m e pareció s u m a m e n t e bueno
y destinado á p r o m o v e r el bien de las f a m i l i a s , p r o p o r c i o n á n -
doles en los días de fiesta u n a lectura edificante y p r o v e c h o s a .
A s í , p u e s , no p u e d o m e n o s de b e n d e c i r c o n a m b a s m a n o s la
o b r a que usted h a e m p r e n d i d o , y s u p l i c a r l e no d e s m a y e ante
las dificultados qne se presentan c o n t i n u a m e n t e á l o s editores
de buenos p e r i ó d i c o s . D e s e o que el S e ñ o r b e n d i g a su e m p r e -
sa, como la bendice esle p o b r e a n c i a n o q u e tiene el h o n o r de
suscribirse de usled h u m i l d e y atento s e r v i d o r ,

f EUGENIO,

Obispo de Cartagena.

C a r t a g e n a , 18 de j u n i o de 1889.
VIII

Panamá, Jimio 18 do 1889.

Señora Soledad Acosla de Samper. — Bogotá.

S o n o r a de todo m i a p r e c i o :

A mi r e g r e s o do la visita en la Provincia de Chiriquí tuve


l a satisfacción de r e c i b i r , c o n la a p r e c i a b l e esquela de u s t e d ,
a l g u n o s n ú m e r o s de El domingo de la familia cristiana,
periódico m u y instructivo y a m e n o , que está llamado á d i f u n -
dir con tino y dulzura las m á s sanas ideas en nuestra s o c i e d a d .
E s t a e m p r e s a , de suyo a r d u a y difícil, h a obtenido ya las b e n -
diciones del C i e l o , y yo esporo que éstas sean c a d a d i a m á s
a b u n d a n t e s , p a r a q u e usted o b t e n g a en b r e v e ios l a u d a b l e s
y santos fines que se ha propuesto al i n i c i a r l a .
S o y de usted a f e c t í s i m o , s e g u r o servidor y C a p e l l á n ,

-¡- J O S É A L E J A N D R O ,

Obispo de Panamá.
DOMINGOS
DE LA

FAMILIA CRISTIANA

DOMINGO P R I M E R O DE C U A R E S M A

Sucedió una vez que solían reunirse en una h a -


cienda, sita en una de las repúblicas sudamericanas,
varias personas que iban allí á oír misa y á escuchar
las pláticas que les hacía un buen sacerdote después
de la misa.
Hemos querido reunir aquí los Evangelios domi-
nicales, así como las explicaciones que de la palabra
santa les hacía el sacerdote, agregando además áesto
ciertas lecturas religiosas y morales que quizás serán
del agrado de muchas familias que viven en el cam-
po, alejadas de las iglesias, y deseen hacer algunas
lecturas adecuadas al día.

Como en los días anteriores había llovido, toda la


campiña estaba verde, fresca, encantadora; sobre el
cielo color de zafiro, los lejanos cerros azulosos se
2 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

destacaban claros por la diafanidad del aire; los p a -


jarillos mirlas, copetones, chisgas e t c . , cantaban
alborozados en las copas de los árboles cercanos,
cuando el doctor Duaso, viendo que se levantaba el
sol, saltó de la cama y se preparó para ir á decir
Misa en la capilla de la hacienda.
Al entrar en ella encontró una regular concurren-
cia, compuesta, no solamente de la familia, los hués-
pedes y la servidumbre, sino también de los labra-
dores de los contornos^ y tres ó cuatro miembros de
una familia que tenía á su cargo una hacienda
vecina.
Después de decir Misa se le ocurrió al buen sa-
cerdote hacer á toda aquella gente allí reunida para
oír la palabra de Dios, una corta plática, explicando
el Evangelio del día, así como hablar algo del santo
tiempo de la Cuaresma antes de que ésta concluyese.
Volviéndose á sus oyentes :
— H'jos míos, dijo, habéis asistido á esta santísi-
ma ceremonia, al incruento sacrificio de la Misa, pero
pocos entre vosotros comprenden el Evangelio tal
como acabo de leerlo en latín; así, pues, os lo volveré
á recitar en lengua española, y os haré una corta ex-
plicación de lo que significa :

San Mateo, cap. IV, vers. 1 á 11.

« En aquel tiempo : Fué Jesús conducido por el


Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y
después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta
noches, tuvo hambre. Y llegándose á él el tentador
le dijo : — Si eres el Hijo de Dios, manda que estas
piedras se conviertan en pan. Jesús le respondió,
D O M I N G O S D E LA. F A M I L I A C R I S T I A N A . 3

diciendo : — Está escrito que no es el pan sólo el


que mantiene la vida del hombre, sino también toda
palabra que sale de la boca de Dios. Entonces el dia-
blo lo llevó á la Ciudad santa, y poniéndole sobre lo
más alto del templo, le dijo : — Si eres el Hijo de
Dios, échate de aquí abajo; porque está escrito : Que
ha encargado á sus Ángeles que cuiden de su per-
sona, que le lleven en sus manos, para que las pie-
dras no ofendan á sus pies. Respondió Jesús : —
Igualmente está escrito : No tentarás al Señor tu
Dios. El diablo le tomó todavía y le llevó á un monte
muy alto, y mostrándole desde allí todos los reinos
del m u n d o , con toda su gloria, le dijo : — Todas
estas cosas te daré, si postrándote, me adoras. E n -
tonces le dijo Jesús : — Retírate, Satanás; porque
está escrito : Adorarás al Señor tu Dios, y á él sólo
servirás. Entonces le dejó el diablo, y en el mismo
momento vinieron los Ángeles, y le sirvieron. »

Antes de pasar á explicaros el Evangelio de hoy,


dijo el doctor Duaso, quiero hablaros unas pocas
palabras acerca de la Cuaresma; y aunque en el año
pasado os expliqué lo que significaba la Cuaresma y
lo concerniente al a y u n o , aún queda mucho que d e -
cir sobre el asunto.
Era tal el rigor de los primeros siglos del Cris-
tianismo, que en un Concilio de Toledo, en el s i -
glo V I I , se dispuso que el que comiese carne sin
necesidad, durante la Cuaresma, — salvo los domin-
g o s , en que era permitido, — se le prohibiera comul-
gar en la Pascua, y no debía comerla en todo el si-
guiente año, como castigo por su desobediencia. Á
k SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

los que por enfermedad ó avanzada edad los médicos


se la recetaban, tenían que pedir permiso especial,
no solamente á su obispo, sino también á las autori-
dades civiles.
Aunque tarde tal vez, quiero explicaros algo acer-
ca del Miércoles de Ceniza y su origen. Bien sabido
es que entre los hebreos se acostumbraba echarse
ceniza sobre la cabeza cuando tersan alguna grande
aflicción, ó para expresar su penitencia si habían
cometido algún grave pecado. En los primeros tiem-
pos del Cristianismo, al empezar la Cuaresma, usá-
base echar ceniza sobre las cabezas de aquellos cri-
minales que se humillaban y deseaban reconciliarse
con Dios ; después todos los cristianos, que deseaban
pedir misericordia por sus pecados (pues, ¿ quién
está libre de ellos ?) pedían que se hiciese igual cosa
con ellos; pero ya del siglo cuarto para adelante,
sólo se les ponía sobre la frente, costumbre que el
concilio de Benavente, en el siglo xi, mandó que se
mantuviese como precepto de la Iglesia vivamente
aconsejado á los fieles.
Como no lo podéis ignorar, desde el Miércoles de
Ceniza se viste la Iglesia con ornamentos violados y
no se vuelven á poner flores sobre los altares y los
cánticos de alegría se reemplazan con el Miserere y
el Parce Domine populo tuo. Algunos autores creen
que la institución de la Cuaresma fué obra de los
Apóstoles; otros se la atribuyeron al papa san Teles-
foro ; pero sólo hacia la mitad del siglo tercero dio
la Iglesia una ley ordenando el ayuno de todos los
fieles, no sólo como devoción sino como precepto
ineludible, y en un tiempo no sólo se vedaba la
carne sino también el vino. Como se daban dispen-
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 5

sas á los enfermos, en la ciudad francesa de Rúan


hay una torre que se llama de las Mantecas, porque
fué edificada por allá en los siglos de la Edad Media
con el dinero que dieron los que pedían licencia para
comer manteca en los días de ayuno.
Veamos ahora, hermanos míos, la explicación del
Evangelio de hoy :
Jesús fué conducido por el Espíritu al desierto,
para ser tentado por el diablo. Y allí ayunó cua-
renta días y cuarenta noches. Como Nuestro Señor
no podía en realidad ser tentado por el lespiritu de
las tinieblas, cuando permite que el diablo se le
acerque es con el objeto de darnos una lección y que
sepamos cómo y de qué manera debemos rechazar
las tentaciones. Si J e s ú s , impecable, por naturaleza,
pudo ser tentado, ¿ qué hombre se considerará libre
de las sugestiones del demonio? Si el Justo, el Santo
de los santos, cuando Dios tuvo que pasar por esa
prueba, ¿ quién dirá que está libre de ella? Desde
que nuestra madre Eva sucumbió á la tentación en
el Paraíso terrenal, todos los santos, como los peca-
dores, han tenido que pasar por ese sufrimiento. San
Pablo dice : / Queriendo yo hacer el bien, hallo la ley
de que el mal reside en mí, y aunque me deleite en
la ley de Dios, según elhombre interior, veo otra ley
en mis miembros, que contradice á la ley de mi vo-
luntad, y me lleva esclavo bajo la ley del pecado
que está en mis miembros! (1) Esta ley es la ten-
tación, porque el hombre, para ganar el cielo, ha de
luchar con el espíritu del mal que le aconseja que le
siga. Sin la tentación nuestro orgullo no tendría lí-

(1) Rom, c. V i l , vers. 21 á 23.


o SOLEDAD AC03TA DE SAMPER.

mites, y es preciso que nos sintamos débiles para


que nos humillemos, no sólo delante de Dios sino
delante de los hombres y de nosotros mismos. Sí,
somos débiles y propensos al pecado; pero tenemos
al Divino Modelo que nos da el ejemplo. Hijo mío,
dice el libro de la Sabiduría, si quieres consagrarte
á Dios, prepara tu alma para resistir á la tenta-
ción. Pero no debemos buscar la tentación; el Señor
no la buscó; al contrario, se retiró al desierto, y allí
lo fué á buscar el enemigo del hombre, el cual lo
somete á las tres tentaciones á las que todos esta-
mos expuestos. Veamos cuáles fueron éstas :
Tuvo hambre. La primera tentación es la de la
sensualidad, y los vicios que provienen del deseo de
los goces materiales. El diablo se le acercó y le dijo:
— S/ eres Hijo de Dios, manda que estas piedras
se conviertan en pan. Aparentemente lo que el ten-
tador propone al Señor no tiene ciertamente nada
m a l o ; no puede ser pecado apaciguar el hambre
después de un ayuno de cuarenta días y cuarenta
noches. Así es como el demonio nos tienta en un
principio; nunca nos propone pecados tangibles y
claros que nos causarían repugnancia; empieza, por
ejemplo, á inspirarnos tedio por nuestros ejercicios
de piedad, lo cual poco á poco nos llevará á olvidar
á Dios. Mientras cedemos con mayor facilidad á sus
secretas sugestiones, más fácilmente caeremos en
seguida; es tan cierto aquello de que « el primer
paso es el que más trabajo cuesta dar « . . .
Os lo suplico, hijos m í o s , velad mucho sobre
vuestros sentidos, pues de éstos se vale principal-
mente nuestro enemigo para extraviarnos del buen
camino. Pero allí tenemos el ejemplo de nuestro Di-
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 7

vino Maestro; consideremos la contestación con que


confunde al tentador : Jesús le respondió diciendo :
— Esleí escrito que no de sólo pan vive el hombre,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
El Divino Salvador quiere decir con esto, que si que-
remos transitar por las veredas del bien, debemos
pensar más bien en nuestra alma inmortal, en la fe-
licidad eterna, en las moradas de Dios, que en laá
comodidades de este mundo transitorio y perecedero.
Entonces, dice el Evangelio, el diablo lo llevó á
la Ciaddad Sania, y poniéndole sobre lo más alio
del templo, le elijo : — Si eres el Hijo de Dios,
échale ele aquí abeijo; porque está escrito : Que ha
encargado eí sus Angeles e¡ue cuiden ele tu persona,
c¡ue te lleven en sus manos, para e¡ue las piedras no
ofendan tus pies. Esta vez es la tentación del or-
gullo, él orgullo de familia, de dignidades, del po-
der, de las consideraciones, de las riquezas, do la
belleza, del talento, así como el de la virtud y la
piedad, que es el más peligroso de todos... Nuestro
Señor lo confunde con una contestación que encierra
profundísimas enseñanzas : Respondióle Jesús : —
Igualmente está escrito : No tentarás al Señor tu
Dios. ¿ Y esto qué significa ? me diréis. Quiere d e -
cir que no debemos pedir á Dios milagros en nuestro
favor. El diablo se goza en hacer esa sugestión á los
que son realmente buenos y piadosos. ¿ Por qué, les
dice, Dios no ha de recompensar tus virtudes hacien-
do lo que le pides aunque para contentarte tenga que
hacer un milagro ? Les dice también : ¡ con vuestra
virtudes nada debáis temer ; podéis frecuentar malas
compañías y libros perversos; no tengáis cuidado,
Dios os quiere y mandará á sus Ángeles para que os
8 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

sostengan en sus b r a z o s ! . . . Pero si acaso, hijos míos,


alguna vez os veis atacados por una tentación de
esta clase, contestad al que os sugiera semejantes
ideas de orgullo : no, no buscaré los peligros s i n n e -
cesidan; el Señor nos ha prometido sus gracias cuan-
do las merezcamos, no cuando las exigimos; cuando
sepamos conformarnos con su voluntad y no c u a n -
do lo queremos, pues escrito está : No tentareis al
Señor tu Dios.
Viendo el espíritu del mal que Jesús no aceptaba
sus consejos, le llevó á un monte muy alto, y desde
allí le mostró todos los reinos del mundo, con toda
su gloria, y le dijo : — Todas estas cosas te daré,
si postrándole, me adoras. Esta fué la tercera ten-
tación, á la cual el Señor quiso someterse : la de
los deseos de riquezas y glorias mundanas; el amor
propio, la ambición, el ansia de la dominación. « Sí,
dice á muchos, os daré cuanto podáis desear, si pos-
trándoos, me adoras. » Postrarse delante del demo-
nio es olvidar á Dios, es adorar las cosas del mundo,
es gozar de las pompas y vanidades de la tierra, sin
pensar en la vida venidera; es, en resumen, esco-
ger los bienes temporales en lugar de las esperanzas
celestiales.
Airado entonces el Señor del universo, exclamó :
— Retírate, Satanás, porque está escrito : Adora-
rás al Señor tu Dios, y á Él sólo servirás. Eso m i s -
mo debemos contestar cuando nos asalta la tenta-
ción de gozar exclusivamente de los bienes de la
tierra.
Las tres contestaciones, hermanos míos, que dio
Jesucristo al seductor, encierran una grandísima
enseñanza, porque todas son sacadas de los Man-
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 9

damientos de la ley de Dios, y nos demuestra que


sólo allí encontraremos la salvación, sólo allí halla-
remos las armas que necesitamos para combatir al
demonio.
Entonces, al oír aquello Satanás se retiró, y en el
mismo momento vinieron los Ángeles, y le servie-
ron. ¿ Eso qué prueba ? Que cuando sabemos resis-
tir á las tentaciones, triunfar de nuestros malos ins-
tintos, Dios nos envía sus consuelos, que el alma
fiel recoge el premio merecido y que la gracia de
Dios baja del cielo para darnos la paz y la tranqui-
lidad, lo cual os deseo en ésta y en la venidera vida
— Amén.

SEGUNDO DOMINGO D E C U A R E S M A

El Evangelio de aquel día era el siguiente :

San Mateo, cap. XVII, vers. 1 á 9.

« En aquel tiempo, Jesús tomó consigo á Pedro,


á Santiago y á J u a n , su hermano; los llevó aparte á
un monte alto y se transfiguró delante de ellos. R e s -
plandeció su rostro como el sol y sus vestiduras
como la nieve. Y he aquí que se aparecieron Moisés
y Elias hablando con él. Y tomando Pedro la pala-
bra dijo á Jesús : — Señor, bueno es que nos este-
mos a q u í : si quieres, hagamos aquí tres tiendas, una
para t i , otra para Moisés y otra para Elias. Hablaba
10 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

aún cuando vino una nube luminosa que los cubrió.


Y he aquí una voz de la nube que dijo : — Este es
mi Hijo el amado, en quien me he complacido g r a n -
demente : á él escuchad. Y cuando lo oyeron los
discípulos, cayeron sobre sus rostros y tuvieron
gran miedo. Mas Jesús se acercó y los tocó dicién-
doles : — Levantaos y no temáis. Y alzando ellos
sus ojos, á nadie vieron, sino sólo á Jesús. A l bajar
ellos del monte les mandó Jesús diciendo : — No
digáis á nadie la visión, hasta que el Hijo del hombre
resucite de entre los muertos. »

Leído el Evangelio, el sacerdote dijo lo s i -


guiente :
El Evangelio que os acabo de leer no se recita el
segundo domingo de Cuaresma en todas las iglesias
del m u n d o ; en algunas ciudades de Francia se lee la
parábola del Hijo pródigo, y en otras de Italia el de
la Samaritana. Esto proviene de que en los primeros
siglos del Cristianismo este domingo no tuvo oficio
propio. El sábado anterior se celebraba la ordenación
de los sacerdotes, y aquellas ceremonias eran tan
largas que se ocupaba en ellas gran parte de la
noche anterior y no terminaba con frecuencia sino
ya después de haber salido el sol del domingo, y
entonces leían el Evangelio del sábado precedente al
decir la misa del domingo, y éste era el de la Trans-
figuración del Señor.
Antes de entrar en la explicación del Evangelio,
deseo hablaros del vestido de Jesucristo que los dis-
cípulos vieron resplandecer como la nieve. Nuestro
Señor usaba dos túnicas, una sobre otra; una inte-
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 11

rior llamada sadin, de la cual dice san Juan « que


no tenía costura, sino que era toda tejida de arriba
abajo » (1). Sobre ésta llevaba otro vestido exterior
más ancho y largo, con mangas, probablemente del
color natural de la lana y ceñido al cuerpo con un
cinturón de lino llamado ézor. Encima de todo iba la
capa ó taled, de color oscuro, guarnecida con una
greca. La cabeza la llevaba descubierta, salvo un
ceñidor, mitsnefet, con que recogía sus largos ca-
bellos.
Los apóstoles llevaban el mismo vestido, y á unos
pendía del ceñidor una escarcela llamada charitim,
en que guardaban el dinero ú otros efectos que nece-
sitaban á mano, pues poco oro y plata poseerían, y
éste lo guardaba Judas, que era el tesorero. El Señor
llevaba en los pies sandalias aseguradas con una
correa, y lo mismo sus discípulos, como todos los
orientales de su tiempo, y también del nuestro.
Y se transfiguró delante de ellos; resplandecía su
rostro como el sol, y sus vestidos se volvieron blan-
cos como la nieve. ¡Qué contraste, hijos míos, entre
el Evangelio del domingo pasado y el de hoy ! La
vez pasada en que me dirigí á vosotros, también os
presenté á Jesucristo sobre una montaña, llevado
allí por el enemigo del género humano para tentarlo;
pero hoy el Salvador sube al Tabor para que sus
discípulos favoritos puedan verle, tal como É l es,
brillantísimo como el sol, y rodeado de una luz que
ojos humanos no pueden soportar. Nuestro Señor
había afligido á sus discípulos pocos días antes, ha-
blándoles de su Pasión v muerte; les había notiíi-

(I) Cap. X I X , vcrs. 23.


12 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

cado también que los que quisieran seguirle deberían


prepararse á sufrir también muchísimo : — « Si al-
guno quisiere venir en pos de mí, les dijo, niegúese
á sí mismo y tome su cruz y sígame. » (1) Pero al
mismo tiempo había anunciado á algunos de los que
estaban allí, que lo verían en toda su gloria, no des-
pués de muertos, sino vivos aún. Quiso, pues, c u m -
plir lo ofrecido, y al ir á hablar con Moisés y Elias,
llevó á sus tres discípulos favoritos, para confirmar-
los en la fe y darles señales evidentes de su divini-
dad. No llevó consigo sino los tres que le inspiraban
más confianza, pues aquel milagro debería permane-
cer secreto hasta el día de la Resurrección del Hijo
del hombre.
Los Apóstoles soportaron el maravilloso espectá-
culo de la Transfiguración de su divino Maestro, y
hasta la vista milagrosa de Moisés y de E l i a s , pero
al oír la voz del Padre, que hacía llegar á su oídos :
« Este es mi Hijo amado, el objeto de mi amor
eterno, » los Apóstoles cayeron derribados al suelo y
perdieron el conocimiento. Compadecido Jesús del
susto de sus discípulos, se les acerca, los levanta y
les dice con dulzura : — « No temáis, levantaos. »
Ellos abren los ojos y encuentran que toda aquella
escena celestial había desaparecido, y que están solos
con el Señor, en la cumbre de la montaña santa.
Treinta años después san Pedro, poco antes de su
martirio, exhorta á los cristianos á la fe, y entre
otras cosas les dice : — « Y tendré cuidado que, aun
después de mi fallecimiento, podáis vosotros tener
memoria de estas cosas; porque no os hemos hecho

(!) San Mateo, cap. X V I , ver. 24.


DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 13

conocer el poder y la presencia de Nuestro Señor


Jesucristo, siguiendo fábulas ingeniosas, sino como
que contemplamos con nuestros propios ojos su m a -
jestad. Él recibió de Dios Padre honra y gloria, y
cuando descendió á É l , en la magnífica gloria, una
voz dijo de esta manera : —• Este es mi Hijo el
amado, en quien yo me he complacido, oídle. Y nos-
otros oímos esta voz enviada del Cielo, estando con
Él en el monte santo. » (1)
El Señor les había profetizado los martirios que
sus Apóstoles habían de sufrir, deseaba señalarles
un rayo de la gloria de Dios, que había de recom-
pensarlos después. Ninguno de ellos, hijos míos,
olvidó aquella lección, y todos aceptaron el martirio,
con la esperanza de la recompensa eterna. Mientras
que mataban á Santiago á palos, á san Pedro en una
cruz, con la cabeza para abajo, á san Pablo decapi-
tado, á santo Tomás despedazado, á san Bartolomé
quemado, á san Andrés en una cruz, ellos veían
nada más que la gloria en el Cielo y su sangre regada
en la tierra, semilla que había de producir millares
de millones de cristianos.
S í , hijos míos, el Señor fortifica á los que padecen
por É l , y le basta señalarles el puesto que tiene r e -
servado en el Cielo para ellos, para que todos los
mártires y confesores mueran contentos y alabando
á Dios. La idea de ir á las moradas eternas debe ins-
pirarnos á todas horas para que nuestro viaje y las
penalidades en la tierra sean para nosotros cosa
pasajera é insignificante, y que recibamos todos los

(1) 2. Epístola de San Pedro, cap. I, vers. 13 á 18.


14 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

sufrimientos con reconocimiento, puesto que éstos


nos acercarán más al Cielo.
Empieza la Cuaresma, hijos míos, el tiempo dedi-
cado por la Iglesia al luto y á la penitencia, en que
nos invita á que nos acordemos de nuestros pecados,
lloremos nuestras faltas y pidamos á Dios nuestro
perdón. Necesitamos inmensamente de la misericor-
dia de nuestro Salvador; pero Él se complace en
ofrecérnosla en este santo tiempo. No la desprecie-
mos, hermanos m í o s ; no ahoguemos las buenas re-
soluciones que surgen en nuestro corazón; al con-
trario, trabajemos sin cesar en la grande obra de
nuestro arrepentimiento, de la perseverancia en el
bien y en nuestra salvación. Levantemos la mirada
al Cielo, contemplemos desde la tierra ese Paraíso
celestial que se nos ha prometido. No más debili-
dades, no más vacilaciones; arrojémonos en los
amorosos brazos de Aquél que murió por nosotros.
Ved la gloria que le rodea : allí nos aguarda después
de este tiempo de prueba y de tristezas. La vida
pasa como un soplo, la eternidad nos aguarda : si
hemos sido obedientes, resignados, sufridos, el
Señor nos llevará á su lado; pero si á más de a g u a n -
tar tantas penalidades y desgracias en esta vida, no
sabemos aceptarlas con resignación, bien sabéis
cuál será la terrible consecuencia de semejante l o -
c u r a . . . Pero no, esto no sucederá; vosotros los que
me escucháis vais á enmendaros, á obedecer, á ala-
bar á Dios, á bendecirle y á ganar la gloria eterna,
siguiendo á Jesucristo por el sendero que nos ha
indicado con su ejemplo divino. —• A m é n .
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. ib

DOMINGO T E R C E R O D E C U A R E S M A

Continuación del Evangelio, según San


Lucas, Cap. -//.

« En aquel tiempo estaba Jesús echando un demo-


nio, y este demonio era mudo. Y habiendo arrojado
al demonio, habló el mudo, y la muchedumbre quedó
admirada. Sin embargo, algunos de los que allí esta-
ban dijeron : Éste arroja los demonios en virtud de
Belzebú, príncipe de todos ellos; otros, para tentarle,
le pedían algún prodigio del Cielo! Mas viendo J e -
sucristo lo que pensaban, les dijo : « Todo reino
dividido entre sí, será arruinado, y sus edificios
caerán unos sobre otros. S i , pues, Satanás está divi-
dido en sí mismo, ¿cómo permanecerá su reino?
Porque vosotros decís, que yo arrojo los demonios
en virtud de Belzebú. Ahora bien. ¿ S i yo arrojo los
demonios en virtud de Belzebú, vuestros hijos en
virtud de quién los arrojan? Por tanto, ellos serán
vuestros jueces. Mas si yo arrojo los demonios por la
virtud de Dios, no queda duda que ha venido á v o s -
otros el reino de Dios. Cuando un hombre valiente,
bien armado, guarda la entrada de la casa, está se-
guro todo lo que posee; pero si viene otro más fuerte
que él, y le vence, le despojará de todas las armasen
que confiaba, y distribuirá sus despojos. El que no
es conmigo, contra mí e s ; y el que no coge con-
migo, disipa. Cuando el espíritu inmundo ha salido
16 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

del hombre, anda por lugares áridos buscando re-


poso, y no hallándolo dice : Volveré á mi casa, de
donde he salido ; y á su vuelta la halla barrida y ador-
nada. Entonces va y toma consigo otros siete espí-
ritus peores que él, y entrando, hacen asiento en
ella, y la última condición de aquel hombre es peor
que la primera. » — Sucedió, pues, que cuando ha-
blaba de este modo, levantando cierta mujer la voz
de en medio de la multitud, le. dijo : — « Dichosas
las entrañas que te llevaron, y felices los pechos que
te dieron de mamar. » « Antes bien, repuso Jesús,
bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y
la ponen en práctica. »

De tres maneras ha denominado la Iglesia este do-


mingo, añadió el sacerdote : del Oculi mei semper,
porque así principia el Introito de la Misa; del demo-
nio mudo, por el Evangelio del día; y de los Escru-
tinios, porque entre los primeros cristianos en este
domingo se hacían los escrutinios de Catecúmenos
que se preparaban para recibir el bautismo. Los g r i e -
gros le llamaban stauroproscinese, que significa ma-
dero precioso y vivificante.
¡Qué de meditaciones podríamos sacar del E v a n -
gelio que os acabo de leer, hijos míos ! La bondad de
Jesucristo en oposición á la malicia del demonio, que
volvió mudo aquel hombre (imagen terrible de la s i -
tuación del pecador cuando no quiere confesar sus
pecados); maldad de los judíos, los cuales, ya que
no podian negar el milagro, pedían, unos alguna se-
ñal del Cielo para poder creer, y otros fingían que
Nuestro SeÑor tenía pacto con el demonio. Y el Hijo
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 17

de Dios se dignaba explicarles que « el que no e s -


taba con É l , estaba contra É l ; » lo que prueba de una
manera evidente que aquéllos que no obedecen sus
mandatos no son sus discípulos, aunque así lo crean;
aquéllos que no están en la gracia de Dios disipan su
alma, la pierden. Nuestro Señor es muy misericor-
dioso, ¿pero realmente seguimos el cambio que nos
ha trazado? Esta es la época en que todos los cristia-
nos entran en cuentas consigo mismos, y buscan en
el sacramento de la penitencia el remedio á los males
del alma; pero es preciso que no nos confesemos
por pura fórmula, que no nos contentemos con decir
simplemente : « hemos cumplidos con la Iglesia, »
y no pensamos más en corregirnos, en domar nues-
tras pasiones, « en estar con É l . » No seamos como
aquel hombre que estaba m u d o ; no podía orar para
celebrar la grandeza de Dios é implorar su miseri-
cordia; y ¿cómo imploraremos su misericordia? Con-
fesando nuestros pecados, humillándonos, arrepin-
tiéndonos, corrigiéndonos, mientras que sea tiempo
de hacerlo... No, hijos m í o s ; no imitemos al mudo
cuyo cuerpo habitaba Belzebú, no sea que nos suceda
lo que á tantos que expían su pereza en el lugar del
tormento eterno, repitiendo como el profeta Isaías :
¡ Ay de m í ! porque callé. (1)
Y Dios nos ha dado la palabra para que demos
testimonio DE L A V E R D A D . Nunca debemos callar cuando
en nuestra presencia se ataca la Religión de J e s u -
cristo; es nuestro deber volver por su reputación;
¿qué diríamos de aquél que callase mientras que los
demás desacreditaran á su madre? Pues bien, la

(I) Cap. IV.


18 SOLEDAD AC03TA DE SAMPER.

Iglesia es la madre de nuestra alma, 'y si la atacan,


y callamos, somos tan culpables como los i m p í o s :
más que éstos, porque generalmente la impiedad es
hija de la ignorancia, y los cristianos tenemos el
deber de conocer á fondo las verdades de nuestra R e -
ligión. ¡Cuántas personas hay que no saben lo que
significa la Cuaresma! Y por si acaso hubiere alguno
aquí que no le sepa bien, voy á explicarlo con toda
claridad. Un ayuno de cuarenta días era muy usado
en la ley antigua cuando se preparaba alguien para
acometer alguna empresa ardua. Cuarenta días duró
el diluvio universal; cuarenta días hicieron peniten-
cia los ninivilas; cuarenta días ayunó Moisés en el
Monte Sinaí y cuarenta el profeta Elias; y por úl-
timo Nuestro Señor Jesucristo nos dio el ejemplo
ayunando cuarenta días en el desierto, de donde
viene la palabra Cuaresma, del latín quadragésima.
El ayuno no es propio solamente de la Religión
Católica : todas las naciones lo han usado, en todas
las religiones se acostumbra : todos los hombres han
creído que la mejor manera de aplacar las iras de la
Divinidad es mortificando el cuerpo por medio del
ayuno. Mahoma instituyó un mes de penitencia,
éj oca que los árabes llaman Ramadán, y su ayuno
es tan severo que no se permite comer — ni beber
agua siquiera, — hasta que se oculta el sol. No exime
aquella ley á los jornaleros que trabajan en el campo,
y así, é-tos sufren mucho sin comer ni beber en todo
el día. No pueden pasar un bocado hasta que de lo
alto de las mezquitas los vigilantes anuncian le caída
del sol.
Muchos brahmines pasan la vida ayunando; entre
los indios, los americanos y los africanos se acostum-
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 19

braban ayunos y penitencias públicas. Así, pues,


cuando los enemigos de la Iglesia truenan contra la
penitencia y el ayuno, asegurando que es una su-
perstición, hija del fanatismo católico, lo dicen así
por malicia ó por ignorancia.
Los antiguos cristianos ayunaban como los árabes
hoy día, no tomaban nada de sol á sol; se suspen-
dían no solamente las diversiones sino hasta los ne-
gocios públicos y se cerraban los tribunales de j u s -
ticia durante la Cuaresma.
Cuentan que yendo san Fructuoso al martirio le
ofrecieron una bebida, pero él la rehusó, porque no
se había puesto el sol y no podía romper el ayuno.
Después del siglo ix se relajó mucho el ayuno, y
la Iglesia permitió lacticinios, huevos, vino y pesca-
do. Después ya se tomaban frutas y conservas antes
de acostarse, y en lugar de una sola comida se to-
maba también una colación; pero ningún día se comía
carne.
Los antiguos solitarios observaban tres cuares-
mas, y hay en Europa todavía religiosos que hacen
lo mismo.
El emperador Carlomagno dio un decreto por el
cual imponía pena de muerte al que comiese carne,
por desprecio á la Religión; y como en aquel tiempo
estaban aún prohibidos los huevos, el día de Pascua
usaban regalarse huevos unos á otros, costumbre
que aún se conserva en Francia y Alemania, peroles
huevos son simulados h o y .
Poco á poco, y á medida que las razas se han ido
debilitando, y también porque el primitivo fervor se
ha ido disminuyendo, la rigidez ha minorado en
asuntos de a y u n o ; primero se permitió guisar las
20 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

comidas con manteca de cerdo y mantequilla; des-


pués se permitió comer carne en ciertos días, fuera
de los domingos, en que se suspende el ayuno.
Los primeros cristianos se cubrían la cabeza con
ceniza el miércoles de ceniza, costumbre que fué mi-
norando hasta que hoy día sólo se recibe sobre la
frente una partícula.
Merced á los climas americanos y á la poca fuerza
de los alimentos, entre nosotros el ayuno no tiene
nada de rígido, como sabéis, pero eso no quita que
en este santo tiempo hagamos verdadera penitencia
y nos ocupemos más que en ningún otro en el nego-
cio de la salvación de nuestra alma.
Pero no basta confesarse, es preciso perseverar en
el camino del bien. ¿Qué dice Nuestro Señor? Cuando
el espíritu inmundo ha salido del hombre, anda por
lugares áridos buscando reposo, y no hallándole,
dice : Volveré á mi casa de donde he salido; y á su
vuelta la halla barrida y adornada. Entonces va y
toma consigo otros siete espíritus peores que él, y
entrando hacen asiento en ella, y Ja última con-
dición de aquel hombre es peor que la primera.
Nuestro Señor significa aquí que no basta hacer pe-
nitencia una vez; que es preciso perseverar en el
bien; que no nos durmamos porque el demonio
siempre está alerta y á toda hora hace esfuerzos para
entrar nuevamente en nuestra alma. ¡ O h ! hijos míos,
no creáis que nuestras malas inclinaciones se doman
con una, dos, veinte confesiones y algunos días de
a y u n o ; no, el enemigo del hombre nos acecha á toda
hora, y es preciso 'que nos encuentre siempre bien
armados y prontos á defendernos. Pidamos auxilio
á Su Madre bendita, ella nos dará las fuerzas que nos
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 21

faltan ; el Señor la ha dado un poderío inmenso en el


Cielo y en la tierra, y los que se prosternan delante
de ella y le piden que interceda por ellos, serán
salvados!

Apenas concluyó el buen sacerdote su corta plá-


tica, cuando le rodearon todos los miembros de la
familia para darle gracias por su bondad.
— ¡ A h ! exclamó la dueña de la casa; ¡si lográse-
mos todos los domingos oír una corta plática como
ésta, me consideraría felicísima, pues en este campo
la palabra de Dios parece que hace más provecho
que en la ciudad misma!
—• ¿Con que le ha gustado, s e ñ o r a ? . . . Entonces
le prometo á usted hacerlo todos los domingos; la
palabra hablada y oída es tanto más benéfica que la
leída, que aunque tengáis á vuestra disposición cien
sermones de los oradores sagrados más famosos,
nunca aprovecharán tanto como unas pocas palabras
vivas, por decirlo así, que oímos con nuestros oídos
vivos también, ¿no es verdad ?
— Hará usted un gran bien á esta sencilla gente
que viene á oír Misa aquí, repuso el señor de la ca-
s a ; los pobres labradores rarísima vez tienen oca-
sión de oír predicar; así, pues, le suplico á usted
que ya que ha ofrecido hacer esta grande obra de
caridad, la haga de manera que lo comprendan los
niños y los ignorantes. Aunque mi mujer y mis hijas
tienen cuidado de enseñar á los vecinos pobres la
Doctrina, y algunas veces les proporcionamos Ejer-
cicios espirituales, siempre será muy bueno que cada
domingo escuchen una voz autorizada como la suya,
22 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

la cual en pocas frases les explique y aclare el E v a n -


gelio, esa fuente santa de nuestra Religión.
— Cuente usted conmigo, repuso el sacerdote, —
y con esto se separaron todos en diferentes direc-
ciones.

EL NOMBRE DE SAN JOSÉ.

D e s p u é s del n o m b r e dulce y a u g u s t o de M a r í a ,
D e s p u é s del n o m b r e santo del R e d e n t o r J e s ú s ,
N o hay n o m b r e p a r a el C i e l o m á s lleno de a l e g r í a
Q u e aquel que los h o m b r e s es el r e f u g i o y g u í a
Y sirve á los mortales de refulgente l u z .

¿ S a b é i s cuál es el n o m b r e que tanta dicha a b a r c a ,


Q u e s e c a nuestro l l a n t o y enciende nuestra f e ,
Q u e contra los peligros y el v e n d a b a l es a r c a ? . . .
P u e s es el n o m b r e d u l c e de n u e s t r o buen P a t r i a r c a :
E l n o m b r e b e n d e c i d o , g l o r i o s o de JOSÉ.

¡ J O S É , nombre q u e r i d o ! ¡ J O S É , dulce c o n s u e l o
D e l p o b r e en su m i s e r i a , del niño en su o r f a n d a d ;
Q u e siempre satisfaces el terrenal a n h e l o ,
Q u e al afligido enseñas á d i r i g i r s e al C i e l o ,
Q u e curas de las a l m a s la cruel e n f e r m e d a d !

¡ O h n o m b r e del P a t r i a r c a ! de aquel que del infierno


L a s tentaciones vence y ahuyenta su terror,
D e aquel que siempre a l c a n z a las g r a c i a s del E t e r n o . . .
Q u e fué de J e s u c r i s t o g u a r d i á n y ¡Padre tierno
Y de su dulce M a d r e fué a m p a r o y p r o t e c t o r !

¡ O h n o m b r e que p r o n u n c i a n el débil c o m o el fuerte,


E l niño y el a n c i a n o , y el h o m b r e y la m u j e r !
T ú que eres la esperanza de m i futura suerte,
C u a l te p r o n u n c i o en v i d a que te p r o n u n c i e en m u e r t e ,
P a r a que mi a l m a entonces no l l e g u e á p e r e c e r .

BERTILDA SAMPEII A C O S T A .
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 23

C U A R T O DOMINGO DE C U A R E S M A

Cuando llegó al oratorio aquella mañana el buen


doctor, lo encontró repleto, pues habían acudido á
oír misa muchas personas de los alrededores, todos
los arrendatarios de la hacienda, la numerosa servi-
dumbre y los miembros de la familia.
Después de decir Misa, se dirigió á sus oyentes
del siguiente modo :

Evangelio de San Juan. — Cap. VI, vers. 1 cí 12.

« En aquel tiempo pasó Jesús al otro lado del mar


de Galilea, que es el de Tiberíades, y una gran
multitud le seguía, porque veían los milagros que
hacía en favor de los que estaban enfermos. Subió
entonces Jesús á una montaña, y se sentó allí con sus
discípulos. Estaba próxima la Pascua, día festivo para
los judíos. Habiendo, pues, levantado Jesús los ojos
y visto la gran muchedumbre que venía á él, dijo á
Felipe : —• ¿Con qué compraremos pan para que
éstos coman? Esto lo decía para probarle, porque él
sabía bien lo que había de hacer. Felipe le respon-
dió : — El pan que puede comprarse con doscientos
denarios no bastaría para dar un pedazo á cada uno.
Andrés, hermano de Simón Pedro, uno de los discí-
pulos de Jesús, le dijo : — Hay aquí un mozuelo que
tiene cinco panes de cebada y dos peces; ¿ pero qué
vale esto para tanta gente? — Haced que todos se
sienten, dijo Jesús. Había mucho heno en aquel si-
24 S O L E D A D -AGOSTA DE SAMPER.

tio. Sentáronse, pues, en número de cerca de cinco


mil varones. Tomó luego Jesús el pan, y habiendo
dado gracias lo distribuyó entre los que estaban sen-
tados, y lo mismo de los peces cuanto quisieron. Luego
que se hubieron satisfecho, dijo á sus discípulos :
recoged los pedazos que han quedado, para que no se
desperdicien. Recogiéronlos, en efecto, y de los pe-
dazos que quedaron de los cinco panes de cebada á
los que habían comido, llenaron doce canastas. Al
ver aquellas gentes el milagro que Jesucristo había
obrado, decían : Este es sin duda el Profeta que debe
venir al mundo. Mas sabiendo Jesús que iban á v e -
nir para llevarle y hacerle R e y , se fué segunda vez
solo á la montaña. »
— Este domingo, hijos míos, añadió cerrando el
libro, que se encuentra en la mitad de la Cuaresma,
se celebra con alguna alegría en la Iglesia; se procura
en él dar alivio á los que han hecho penitencia y han
ayunado en la primera parte de la Cuaresma. E n
Roma se elegía este día para coronar á los monarcas
que solían ir de las naciones europeas á suplicar al
Santo Padre que les impusiese las manos.
Aun se acostumbra que los cardenales asistan á
los Oficios y ceremonias religiosas vestidos de encar-
nado, en lugar de morado, como en todo el resto de
la Cuaresma, y el Papa bendice la Rosa de oro, que
después envía como regalo á alguua reina que se
haya distinguido por sus virtudes en el año.
Veamos ahora el Evangelio que hoy se lee en la
misa y que acabáis de oír. Este es uno de los más
bellos que registran las Santas Escrituras.
Aquella multitud que andaba en pos del Señor
oyendo de sus labios la sagrada palabra, tan embe-
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 25

bida iba que olvidaba sus necesidades naturales; no


se acordaba de que si el espíritu necesita alimento,
también el cuerpo no puede vivir sin él. Pero É l , el
Señor, tenía misericordia de su pueblo, y como á
mano no tenía con qué satisfacerlo, hacía milagros
para contentarle. Los Evangelistas nos refieren algu-
nos apenas de los que obró, ¡pero cuántos más no
haría que no pudieron conservarse por escrito!
Aquella muchedumbre no iba toda inspirada por
el sentimiento del amor, de la admiración y del deseo
de oírle con devoción; muchos le seguían movidos
nada más que por la curiosidad, por ver las maravi-
llas que obraba un hombre extraordinario, del cual
les habían referido prodigios; curiosos, como los que
hoy mismo vemos, que suelen estudiar los E v a n g e -
lios, no por devoción y por deseo de conocer las obras
de nuestro Salvador, sino por hacer algún estudio
histórico 'y extractar una teoría nueva, ó más bien
con el objeto de encontrar allí argumentos contra su
divinidad y la Religión cristiana.
Empero, indudablemente la mayor parte de los
que corrían en pos del Señor no podían menos de
adorarle; tenían fe en É l , en sus palabras sacratísi-
mas, palabras que afirmaba con los milagros que lle-
vaba á cabo á cada paso. Pero la fe de aquellos hom-
bres no era firme, no era valerosa, — los escribas y
fariseos los intimidaban, — como no lo fué la de los
Apóstoles mismos, hasta que el Espíritu Santo bajó
á confirmarla é infundirles la energía, la fuerza, el
ánimo que necesitaban para arrostrar los martirios
que les aguardaban.
Hay otra consideración en que deberemos fijarnos
en seguida: Estaba próxima la Pascua, día fes-
20 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

Vivo para los judíos, dice el Evangelio ; muchos


Santos Padres han visto en la multiplicación de-los
panes la imagen de la Santísima Eucaristía que pre-
paraba ya el Señor para dejar á los suyos antes dé
retirarse al Cielo. La muchedumbre lo seguía sin
saber que pronto Él había de abandonar á su rebaño,
pero Jesucristo quiere fortalecerla, quiere darle
fuerzas. Empieza por despertar la fe entre sus A p ó s - '
toles ; ¡ y éstos indudablemente creen en É l , puesto
que mandan á las gentes que se sienten todos, y sin
vacilar aguardan á que el Señor de gracias y empiece
á repartirles entre cinco mil personas cinco panes y
dos peces!
Este milagro nos llena de sorpresa, pero olvidamos
que la Divina Providencia obra diariamente en torno
nuestro milagros semejantes. ¿No sembráis, amigos
míos, una carga de trigo y segáis veinte? ¿ N o es
esa una maravilla, obra del Creador que constante-
mente se renueva en torno nuestro? ¿Comprende-
mos acaso cómo se verifica aquéllo? ¿Cómo sale un
árbol de una semilla casi imperceptible? Lo vemos,
lo palpamos, pero no sabríamos decir cómo sucede
aquéllo. Las obras prodigiosas que Dios hace algunas
veces nos llaman la atención, nos conmueven, nos
obligan á adorarle; pero no nos acordamos de las
maravillas que se multiplican en torno nuestro á cada
instante.
Nuestro Señor nos da otra lección muy importante
en aquella vez : nos enseña á ser misericordiosos
con los pobres; no solamente les debemos dispensar
el pan del espíritu, sino también dislruibuíríes los
bienes temporales que estén á nuestro alcance. Y no
se crea que sólo á los ricos toca ser caritativos;
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 27

todos, todos deben tener esa virtud; si no tenéis di-


nero que distribuir á otros más pobres que vosotros,
tendréis vuestro tiempo ; podréis acompañarles
cuándo están enfermos, ayudarles á cargar algún
tercio, — los hombres; cuidar de algún niño, — las
mujeres; — llevarles alguna vasija de agua cuando
la necesitan; remendarse unas á otras sus ropas;
.tantos y tantos servicios hermanables y de caridad
que la más infeliz pordiosera puede prestarle á otra.
Repito, hijos míos, Dios exige la caridad para p o -
derse salvar, y nadie, absolutamente nadie, está
exento de ello. « Un vaso de agua dado en mi n o m -
bre, dice el Señor, será contado en vuestro favor. »
Así, recordedlo bien, que pobres y ricos, todos de-
bemos ejercer la caridad con los pobres, con nuestros
semejantes.
Notad que Jesucristo, antes de hacer el milagro-
« dio gracias », es decir, invocó el nombre de su
Padre, para enseñarnos que no debemos emprender
ninguna cosa sin suplicar al Cielo que bendiga nues-
tra obra; sin el socorro de Dios nada bueno podremos
hacer, y si así lo ejecutásemos siempre, jamás peca-
ríamos, pues no nos atreveríamos á obrar mal des-
pués de mirar al Cielo. Por otra parte, debemos sen-
tirnos siempre débiles ante el poder de Dios, y
habernos menester absolutamente de la protección di-
vina en todas nuestras acciones.
Los judíos necesitaban siempre de que todo les en-
trara por los sentidos, y así fué que si muchos se ha-
bían resislido á la .palabra del Señor, se rindieron al
ver y palpar el milagro; pero aun así no compren-
dieron la espiritualidad del Hijo de Dios, y en lugar
de adorarle, como al anunciado Salvador, lo único-
28 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

que se les ocurrió fué proclamarle Rey terrestre.


Y entonces el Señor, que tantas veces había de-
clarado que su reino no era de este mundo, desapa-
rece de entre ellos y huye solo á la montaña. Con
aquello nos demuestra que si queremos servirle y
seguir su ejemplo no debemos aspirar á los honores
de la tierra, sino á nuestra salvación eterna. ¡ Cuántas
veces no repitió nuestro Divino Maestro que el que
quiera ser exaltado en el Cielo, debe ser humillado en
la tierra! Si queremos ser sus discípulos, debemos
observar sus preceptos, imitar sus ejemplos y cum-
plir sus mandamientos. Aprendamos de Él á incli-
narnos ante la voluntad de Dios, siempre y por
siempre y aceptemos todos sus decretos, aun los más
difíciles en apariencia, con sumisión, con reconoci-
miento, con amor, y si así lo hiciereis veréis reinar
en vuestra alma una paz tan completa, una serenidad
tan grande, que nada, absolutamente nada, os hará
desgraciados. Si tenemos á Dios en nuestro corazón,
si aspiramos á servirle, si los bienes y las fortunas
de la tierra nos son indiferentes, si sólo deseamos
reinar con Él por los siglos de los siglos, como lo pro-
metió á sus discípulos, ¿qué nos puede importar todo
lo demás? Esta vida es tan pasajera, tan efímera,
que no vale la pena de que nos afanemos tanto por
hacerla mejor de lo que se nos presenta. ¿Por qué
buscar más peso, multiplicar los peligros que corre
nuestra alma, revelándonos contra la voluntad de
Dios? Todo lo que nos sucede es en bien nuestro;
si nos manda enfermedades, desgracias, muertes de
las personas queridas, pobreza, doscientas infelici-
dades, será porque quiere corregirnos : inclinémonos
ante su divina voluntad y aceptémoslo todo de su
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 29

mano; ¿no es esto más fácil que desesperarnos, cla-


mar y pedir á Dios aquello que no sabemos si nos
c o n v i e n e ? . . . Sí, hijos míos, en este mundo es mucho
más feliz y en el otro lo será después eternamente,
el que se inclina y bendice la mano de Dios cuando
pesa sobre él.

DOMINGO DE P A S I Ó N

Antes de leeros el Evangelio de hoy, dijo el sacer-


dote aquel Domingo, deseo dirigiros algunas palabras
explicativas, respecto de este Domingo, que la Igle-
sia ha llamado de Pasión, por estar tan inmediato
á aquella época solemne en que padeció y murió J e -
sucristo por nosotros.
En esta semana que empieza hoy, fué cuando los
doctores y los escribas, al considerar que cada día
Nuestro Señor hacía más prosélitos, que el pueblo se
agolpaba entorno suyo, y que É l menudeaba sus mi-
lagros, resolvieron hacerle morir á todo trance. Por
ese motivo la Iglesia se muestra cada dia más triste
y se hacen más y más lúgubres sus vestidos; separa
de sus oficios todo cántico de alegría, y manda cubrir
todos sus altares con oscuros ropajes y velos.
Antiguamente desde hoy el cristiano no volvía á
usar vestidos de colores alegres ; nadie concurría á
paseos ó á fiestas, mientras que las iglesias estaban
siempre llenas de fieles. Los ayunos eran rigurosí-
simos, en ellos no se permitía ningún lacticinio, y
se alimentaban nada más que con legumbres y frutas
secas. Pero hoy ya no es así, y los ayunos son lo
2.
so SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

mismo esta semana que en todos los días de la C u a -


resma.
El viernes próximo celebra la iglesia la fiesta de
Nuestra Señora de los Dolores, y tiene por objeto
contemplar los dolores amarguísimos de la Bladre de
Dios. Se instituyó por primera vez en el Concilio de
Colonia en 1423, para hacer alguna reparación á la
Santísima Virgen, por las profanaciones que habían
cometido los herejes sectarios de Huss contra las
imágenes de Nuestra Señora y de su Hijo Divino.
En donde se celebra esta fiesta con más devoción
es en España,, y de allí es que la hemos heredado,
pues en otros países la colocan siempre el 18 de
marzo, mientras que entre nosotros es movible, y se
celebra en la semana de Pasión. Hay iglesias en que
la han establecido el Sábado Santo, y en Oriente anti-
guamente tenían una fiesta de ocho días, que titu-
laban « Pasión de la Santísima V i r g e n , » desde el
Domingo de Pasión hasta el de Ramos.
El sábado de Pasión en Roma, — antes de que el
Santo Padre estuviese cautivo, y cuando gozaba del
poder temporal, — Su Santidad salía á la Basílica de
San Pedro á repartir limosnas á los pobres, á los en-
fermos y á los que iban de todas partes en peregri-
nación en aquellos días solemnísimos; y solía también
hacer la ceremonia del lavatorio de los p i e s ; el Jueves
Santo había tanto que hacer, que no alcanzaba el dia
para cumplir con todos los oficios.
Veamos ahora el Evangelio de este día :

San Juan, cap. VIH, vers. 46 á 59.


E n aquel tiempo decía Jesús á los judíos : ¿Quién
de vosotros me argüirá de pecado si os digo la v e r -
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. SI

dad? ¿por qué no me creéis? El que es de Dios oye-


las palabras de Dios. Por eso vosotros no las oís,
porque no sois de Dios. Los judíos respondieron, y
le dijeron : — ¿No decimos bien nosotros, que tú
eres samaritano y que tienes demonio? Jesús res-
pondió : — Y o no tengo demonio ; mas honro á mi
Padre, y vosotros me habéis deshonrado. Por lo que-
hace á mí no busco mi gloria : hay quien la busque
y hará justicia. E n verdad, en verdad os digo : si
alguno obedece mi palabra, no morirá j a m á s . Los
judíos le dijeron : — Ahora vemos bien que estás
endemoniado. Abraham murió y los profetas, y tú
dices : Si alguno obedece mi palabra no morirá j a -
más. ¿Por ventura eres tú mayor que Abraham
nuestro padre, el cual murió ? y los profetas m u r i e -
ron también, ¿porquién pretendes que te tengamos?'
Jesús les respondió : — Si yo me glorifico á mí
mismo, mi gloria nada es : mi Padre es el que me
glorifica, el que vosotros decís que es vuestro Dios;,
y no le conocéis, mas yo le conozco ; y si dijese que
no le conozco sería mentiroso como vosotros; mas
yo le conozco y guardo su palabra. Abraham, vues-
tro padre, deseó con ansia ver mi día; le vio y se
llenó de alegría. Y los judíos le dijeron : — Aun no-
tienes cincuenta años y has visto á Abraham. J e s ú s
les dijo : — En verdad, en verdad os digo que antes
que Abraham fuese, yo ya era. Tomaron entonces
piedras para tirárselas; mas Jesús se escondió y sa-
lió del templo.

Nuestro Señor Jesucristo cuando dijo á los judíos-


que le rodeaban aquel día : ¿ quién de vosotros me
32 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

convencería y me acusaría de pecado? estaba, no en


medio de aquellas muchedumbres que le seguían
con adoración, sino rodeado de enemigos que habían
mandado contra Él los escribas y los fariseos. Así,
pues, no mostró aquella ternura, aquella manse-
dumbre que acostumbraba con los que le amaban.
Conociendo el fondo del pensamiento de esos hombres
los incita á que señalen en Él algún defecto, alguna
pasión, algo que tenga visos de pecado. ¿Quién si no
Dios podría gloriarse de ser perfecto? Nadie, y cual-
quiera otro que se atreviese á decirlo cometería un
pecado de inmenso orgullo.
Pero Dios humanado no podía decir sino la verdad,
puesto que á proclamarla bajó á la tierra... ¡Oh ! sí,
hijos míos, contemplemos ese carácter divino y per-
fectísimo,tengámosle á toda hora delante de nosotros;
que sea el modelo que nos propongamos seguir en
cuanto nuestra imperfecta naturaleza nos lo permita.
Pensemos sin cesar en É l ; observemos sus sentimien-
tos, sus discursos, sus movimientos, sus acciones;
estudiemos sus palabras; busquemos en É l nuestra
vida y nuestra muerte; desde el pesebre hasta la
Cruz sigámosle; meditemos en É l , y si así lo hicié-
remos con conciencia nos acercaremos lo más posible
á la perfección.
Si os digo la verdad, ¿por qué no me creéis ? pre-
gunta después á esos hombres duros de corazón que
le rodeaban. Esta pregunta la hace Nuestro Señor á
todos los cristianos de siglo en siglo al través de los
tiempos. ¿Por qué no creemos en su palabra divina?
¿ por qué no obedecemos sus mandamientos ? ¡ A h ! no
es que no creemos en Él muchas veces, es que tene-
mos pereza de obedecerle; no queremos hacerle el
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. S3

menor sacrificio de nuestra voluntad, de nuestras


pasiones; dejamos siempre nuestra conversión para
otro día. Creemos en É l , sabemos que lo que nos dice
es la verdad, y sin embargo nuestras acciones no van
acordes con sus mandamientos, y hacemos lo posible
por cerrar los ojos para que no nos penetre la luz de
la verdad.
El que vive según el espíritu de Dios, oye la pa-
labra de Dios, decía Jesús, por eso vosotros no la
oís, porque no estáis animados del espíritu de Dios.
Esto sucede siempre : ¿quién concurre á las iglesias
y escucha la palabra de Dios ? Por lo general los
buenos, los justos, los que creen. Y , ¿cuáles son
aquéllos que huyen de los templos, á quienes fas-
tidia todo aquello que se relaciona con la Religión?
Los que más necesitarían de ella. Otros es cierto que
no tienen inconveniente en escuchar un sermón ú
oír una buena lectura y aun rezar algunas oraciones ;
pero si penetrásemos en sus corazones, veríamos allí
la indiferencia, la distracción, la ninguna atención
con que reciben aquel maná celestial. Y no pertenecen
á Dios los que reciben las instrucciones sin el espí-
ritu preparado para el caso, sin recogimiento y sin
amor al Señor.
Como los judíos no podían especificar ninguna
acusación contra J e s ú s ; como no le podían echar en
cara ningún pecado, ninguna falta, ningún defecto,
resolvieron acusarle de samarilano — cuando sabían
muy bien que no lo era, — y de endemoniado.
Esa misma es la suerte de todos los que siguen las
huellas del Divino Maestro : siempre se verán injus-
tamente acusados y continuamente se les echará en
cara lo que no han hecho. Pero eso no importa á las
3'i SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

almas j u s t a s ; mientras más injurias nos arrojen,


mientras más nos calumnien, más nos pareceremos
á Jesucristo y más pronto ganaremos el Cielo.
« Yo no tengo demonio, les respondía J e s ú s ; yo
honro á mi Padre, y vosotros me habéis deshonrado;
jwr lo que hace á mí no busco mi propia gloria;
hay otro que tiene este cuidado y me hará justicia. »
E l Señor no se digna refutar la calumnia con prue-
bas, apenas contesta en breves palabras que no está
endemoniado, y añade que otro cuidará de volver por
su reputación. Él no busca la gloria en la tierra,
asimismo debe obrar el cristiano : si acaso merecéis
elogios, Dios sabrá recompensaros á su tiempo y de
la manera que más os convenga. Cuando miramos
con desprecio la gloria del mundo, el Señor nos
ofrece en cambio la gloria eterna; ¡felices de los
perseguidos y calumniados en el mundo, porque
cambian una pasajera reputación por una que' no
concluirá j a m á s !
« Ahora vemos bien, dijeron los judíos, que estás
endemoniado, puesto que pretendesque el queobedece
lu palabra no morirá jamás ¿No han muerto
Abraham y los profetas'.? Ellos fingen no entender
que Jesús hablaba de la vida eterna; el odio los ciega
y no atienden á la verdad de los hechos sino que se
atienen á las prevenciones y á la mala voluntad que
los a n i m a ; la pasión los inspira y la evidencia misma
no los convence ; no quieren ver en Jesús al S a l v a -
dor prometido porque su orgullo se consideraría he-
rido al encontrarle, no sobre un trono y haciendo uso
del poderío, sino que le verían en un humilde vian-
dante rodeado de miserables pescadores !
« Si yo me glorifico á mí mismo, les responde J e -
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 35

sucristo, mi gloria nada vale; pero quien me glo-


rifica es mi Padre, de quien vosotros decís que es
vuestro Dios. » Declárase el Salvador con esas pala-
bras á las claras Hijo de Dios ; pero al mismo tiempo
da ejemplo de humildad, asegurando que quien le
glorifica á É l es su Padre.
« Y no obstante, añade, no le habéis conocido
(á Dios); yo sí le he conocido, y si dijere lo contrario
sería mentiroso como vosotros. » Y cuando los e x a s -
perados judíos le replicaban, cliciéndole que Él no
había podido conocer á Abraham, muerto siglos antes,
Él les aseguraba que É l existía antes de que naciese
Abraham. Rara vez habló Nuestro Señor con tanta
claridad, con aquella palabra persuasiva, sencillísi-
ma y solemne de su divinidad. Rodeado de espías, de
malquerientes y de enemigos declarados, no perdía
su serenidad, no se impacientaba, les hablaba con
misericordia, pero ellos encenagados en el pecado,
se indignaban contra LA VERDAD, amaban sus errores,
se burlaban del juicio de Dios, y Dios los ha casti-
gado de una manera tan clara, tan evidente, que el
más incrédulo tiene que ver la mano de la Divina
Providencia en esa raza errante, sin patria, sin jefes,
sin leyes, que recorre la tierra hace ya cerca de mil
novecientos a ñ o s !
Llenos de implacable furia los judíos entonces to-
maron piedras, no pudiendo contestar con razones,
y trataron de apedrearle. Así, de la misma manera
hacen los impíos con los razonamientos de los cató-
licos ; en lugar de contestar apelan á las injurias, á
la mofa y á las vías de hecho. Si Nuestro Señor no
apela inmediatamente á la fuga, la intención de los
judíos era como se ve la de lapidarle, suplicio muy co-
36 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

mún en esa época. Pero aunque el Salvador de-


bería morir martirizado por los nombres, su hora no
había llegado todavía, y aquella vez usó de su facul-
tad poderosa para desaparecer de entre ellos, y huyó
del templo sin que se .supiera cómo.
No imitemos, hijos míos, á esos j u d í o s ; manifes-
témonos hijos de Dios, por nuestra docilidad, nuestra
resignación, nuestro amor al prójimo. No había nada
más dulce, más provechoso, más útil que las ense-
ñanzas de Jesucristo, y sin embargo rao solamente
le escuchaban con indiferencia, le replicaban con
mala voluntad y procuraban hacerle á É l todo el
mal posible, sino que se lo hacían á ellos mismos.
Esto hacen aquellos cristianos que andan fuera de
las sendas de la verdad, que desprecian las ense-
ñanzas de Dios, aunque dicen que creen en ellas, y
que dejan para después el convertirse, el corregirse,
el dejar el vicio y las malas costumbres. Pero con
esto fatigamos al fin la paciencia del Señor. Él es
bueno, misericordioso, clementísimo, tan bueno que
no podremos nunca comprender hasta dónde llega
esa bondad; pero al fin llega el momento del castigo
cuando menos lo esperamos, y entonces no tendre-
mos tiempo de arrepentimos... Dios permita, hijos
míos, que vuestros corazones sean como la cera en
manos de Jesús, y entonces seréis salvos para siempre
jamás. — Amén.

Á LA V I R G E N DE L O S DOLORES

D e aqueste m u n d o triste s o b r e la m a r b r a v i a
S e h a n visto m i l escenas de duelo y de t e r r o r ,
M a s , ¿ q u i é n padeció n u n c a c u a l p a d e c i ó M a r í a ?
¿ Q u i é n conoció m á s h o r a s de p e n a y de a g o n í a
Q u e la que fué l l a m a d a la Madre del dolor?
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 37

i M i r a d l a ! . . . C o n su dulce y a m a d o N i ñ o en brazos
Preséntase en el t e m p l o de la altanera S i ó n ;
¡ Y ya se d e s a l a r o n del p o r v e n i r los l a z o s !
¡ Y a eslá su vida m u s l i a ! y a su a l m a h e c h a p e d a z o s
A l anunciar su suerte profético S i m e ó n !

A E g i p t o huye en s e g u i d a l l e v a n d o á su l e s o r o ,
Q u e arrebatarle quieren del seno m a t e r n a l ; •
Y bajo los f u l g o r e s del sol de g r a n a y o r o
S u s pasos se a c e l e r a n , y c o n doliente l l o r o
R e g ó de esos desiertos el c á l i d o a r e n a l .

Siete años de destierro en los e g i p c i o s v a l l e s


P o r fin se trascurrieron, y aquel dolor c e s ó .
¡ M a s , ¡ a y ! que de los otros c o m i e n z a n los detalles,
Y ya la v e m o s triste b u s c a n d o por las c a l l e s
A l Niño q u e , ¡ h a tres d í a s , su lado a b a n d o n ó !

¿ Q u é m á s ? . . . ¡ A y ! ¡ e l instante temido y funerario


S e a c e r c a , c u y a s o m b r a le oprime el c o r a z ó n !
¡ D e su H i j o el sacrificio s a n g r i e n t o y voluntario
C o m i e n z a ! . . . y con É l sube l a c i m a del C a l v a r i o ,
C o n É l c o m p a r l e heroica su M a d r e la P a s i ó n .

¡ A l l í , de p i e , no aparta sus celestiales o j o s


D e aquellos duros c l a v o s y despiadada c r u z !
¡ Y las d i v i n a s sienes v e c o r o n a r de a b r o j o s !
¡ Y de la a m a d a sangre los m a n a n t i a l e s rojos
Brotar c o m o torrentes del cuerpo de J e s ú s !

¡ Cubierto de b a l d o n e s , sin tregua ni e s p e r a n z a ,


Por los ingratos h o m b r e s c o n t é m p l a l e expirar !
Y , cuando hacia el m a d e r o de s a l v a c i ó n a v a n z a ,
L e v á n t a s e en los aires p r o f a n a d o r a lanza
Q u e el corazón s a g r a d o no t e m e a t r a v e s a r .

¡ O h M a d r e de dolores ! mi i n c o n s o l a b l e l l a n t o
Me impide de tus p e n a s s e g u i r l a n a r r a c i ó n .
¡ Y o sé que por mis c u l p a s tú padeciste tanto !
M a s sé también que imitas á tu H i j o s a c r o s a n t o
Y al c o r a z ó n contrito no n i e g a s el p e r d ó n .
3
33 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.
— ¡ L e v á n t a l e ! me dice tu d u l c e voz : no l l o r e s ,
N i olvide mis b o n d a d e s el m í s e r o m o r t a l .
J e s ú s murió por todos los h o m b r e s p e c a d o r e s ,
Y d e s d e a q u e l i n s t a n t e la M a d r e de dolores
S o b r e ellos ha extendido su m a n t o celestial.

BERTILDA SAMPER ACOSTA

DOMINGO DE R A M O S

— Hijos míos, dijo el doctor la víspera del D o -


mingo de R a m o s , á los niños de la familia del
dueño de la hacienda, cuando se reunieron todos
en la sala; hijos míos, quiero hacerles una súplica,
y es que esta noche y mañana nos dediquemos nada
más que á cosas serias. Entra ya la gran semana, la
Semana Santa, en la cual debemos ser más piadosos,
más devotos que en ninguna otra del año.
— Muy bien, doctor, dijo el dueño de casa, siempre
lo hemos acostumbrado así en casa; pero ya que te-
nemos la dicha de tenerle á usted entre nosotros
hoy, antes de que vayamos á la capital á pasar la S e -
mana Santa, como lo haremos desde el martes, le
agradeceríamos mucho que nos explicara el signifi-
cado de las ceremonias á que estos niños van á asis-
tir en los días miércoles, jueves, viernes y sábado
entrante. Estas cosas tal vez no son enteramente
adecuadas para los campesinos que asisten á la Misa
y á la-explicación del Evangelio después de ella;
¿pero qué mejor manera de pasar la velada, si usted
nos hiciera la explicación esta noche?
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 30

— Cabalmente esa intención tenía, pues mañana


me ocuparé más particularmente de la Pasión de
Nuestro Señor Jesucristo. Los primeros cristianos,
como ustedes saben, lo hacían todo mucho mejor
que nosotros : llamaban la Semana Santa, de las vi-
gilias, porque durante toda ella no solamente el día,
sino las noches las pasaban en ejercicios de peni-
tencia y en contemplación de los padecimientos y la
Pasión de Nuestro Salvador. Muchos antiguos Padres
de la Iglesia la llamaban Semana penal, por lo que
sufrió en ella el S e ñ o r ; los griegos la llamaban de
dolores de la Cruz, laboriosa ó de trabajos. Tam-
bién se la ha titulado semana de las gerofagias.
— ¿ Q u é significa eso? preguntó un niño.
— La palabra gerofagia significa ayuno á pan y
agua, según entiendo. Como en esta semana se con-
memoran los más grandes misterios de nuestra Pie-
ligión, se la llama también Mayor.
— Ciertamente, dijo el dueño de casa, no solamente
en ella se redimió al género humano del pecado, se
satisfizo á la justicia divina con los padecimientos de
Jesucristo, sino que Él nos dejó en la tierra el mayor
de los consuelos, instituyendo el Divino Sacramento
de la Eucaristía.
— ¡ Y no sólo eso, exclamó una señora, sino que
nos dejó también á la Santísima V i r g e n , como nuestra
Madre y nuestra abogada!
— En los primeros siglos, continuó el sacerdote,
la Semana Santa era toda ella fiesta de precepto, y
nadie trabajaba ni se ocupaba en ningún negocio
temporal. Hoy no se peca con dejar de oír Misa en
toda la Semana Santa, pero pocos serán los fieles
que dejen de asistir á los oficios del Jueves y Viernes
40 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

Santo. Hasta el siglo pasado, en muchos países cató-


licos no salían en coche en esos días sanios, ni se
vestía nadie de color, y se guardaba por lo general
un gran silencio en todas partes, — no solamente en
las iglesias, sino en los mercados; se cerraban todas
las transacciones mercantiles y las gentes piadosas
redoblaban las limosnas y las buenas obras. Todo el
que se titulaba cristiano concentraba su pensamiento
nada más que en los sufrimientos del Salvador.
Veamos ahora algunas de las ceremonias que se
celebran :
E l Domingo que llamamos de Ramos, — dominica
palmarum — la celebraban ya los apóstoles muy
especialmente poco después de la muerte del Salva-
dor. Esta procesión, en que se representa á Jesús
cuando entró triunfante á Jerusalén, es también ale-
górica, porque recuerda la llegada gloriosísima de
Jesucristo á la Jerusalén celestial con todas las almas
que sacó del Limbo y la entrada con sus escogidos
al Cielo, después del juicio final. Sin embargo, los
cristianos no pudieron celebrar esta fiesta con pompa
y públicamente sino después de la conversión de
Constantino, y cuando ya la Iglesia no era perse-
guida. Las ciudades se llenaban entonces, y ese día
salían los solitarios y anacoretas de sus retiros para
ir á tomar parte en la procesión de R a m o s .
Á pesar de que ésta es una fiesta llena de alegría,
la Iglesia conserva sus vestidos morados para signi-
ficar que guarda anticipado duelo por lo que después
ha de conmemorar.
Los antiguos judíos acostumbraban celebrar la
fiesta que llamamos de los Tabernáculos, ó de Ho-
sanna, Hosanna, en señal de regocijo.
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 41

Los cristianos de los primeros siglos, dice Alcuino,


llevaban delante de la procesión que hoy se hace en
las iglesias, el libro de los Evangelios en unas andas
que cargaban dos diáconos, y otros llevaban también
bajo palio el Santísimo Sacramento, para represen-
tar, se puede decir que á lo v i v o , el triunfo y gloria
de Jesucristo. La ceremonia que se ha conservado
de cerrar las puertas del templo, significa que el
Cielo estuvo cerrado hasta que el Salvador padeció
y murió para que lo lográsemos, y cuando perma-
nece la procesión fuera y no se abre sino cuando
golpea en ellas, quiere decir que con ruegos y ora-
ciones se nos abrirán las puertas de la celestial J e -
rusalén,y por medio de la cruz alcanzaremos á llegar
á la celestial morada.
E n Roma el Santo Padre bendecía ciertos ramos
que se cortaban en pedazos y se distribuían en forma
de cruces á los que se preparaban para visitar la
Tierra Santa.
El Domingo de Ramos se canta por primera vez la
Pasión de Jesucristo en la Misa. E n Jerusalén se aña-
den ciertas palabras á las que trae el E v a n g e l i o ;
cuando trata del Huerto de los Olivos el sacerdote
dice señalando con el dedo el sitio : Hic passus
est; cuando llega el momento de narrar la muerte
del Salvador, señala el Calvario y dice en tono s o -
lemne : Hic mortus est. Aquello dícese que produce
una impresión extraordinaria entre los fieles que
tienen la dicha de asistir á la Misa.
Los días lunes y martes no hay ceremonias parti-
culares en nuestras iglesias; salvo que el martes se
dice la Pasión que refiere San Marcos; como la del
domingo es la de San Mateo, la del miércoles la de
SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

San Lucas y la del viernes la de San Juan, para


que cada uno de los evangelistas á su turno tenga
voz en aquella semana de la Pasión de Jesucristo.
El miércoles, jueves y viernes de la Santa Semana
se celebra en la catedral el oficio llamado DE T I N I E -
BLAS, oficio que en algunos conventos se canta á la
madrugada. Los primeros cristianos cantaban sal-
mos á la media noche; se parece muchísimo al oficio
de difuntos, é infunde profundísima tristeza. Se co-
loca en el presbiterio un gran candelabro triangular
llamado tenebrario, en el cual arden quince cirios :
doce de cera amarilla y tres blancos; los primeros
figuran los apóstoles y los blancos las tres Marías
que acompañaron á Nuestro Señor en su Pasión. Á
medida que se cantan los salmos y lecciones se van
apagando sucesivamente las l u c e s ; dicen algunos
que aquéllo es imagen de los apóstoles y discípulos
de Jesucristo á quien fueron dejando solo durante la
Pasión. Otros, sin embargo, aseguran que se apaga-
ban las luces porque antiguamente, á medida que
amanecía se apagaban una á una todas las luces, y
que no tiene el significado místico que se le ha que-
rido dar. Empero varios rubriquistas insisten en
decir que cuando la última luz que queda en el can-
delabro se oculta detrás del altar, aquello significa
la muerte de J e s ú s , y cuando se vuelve á sacar de
allí, quiérese representar la Resurrección del Señor.
Habrán ustedes notado que cuando el oficíente
concluye el oficio da una palmada sobre el libro.
Algunos dan una significación mística á ese ruido;
dicen que aquello expresa la confusión del universo
en la muerte de Jesucristo. Antiguamente, en los
primeros siglos del Cristianismo, cuando aun éstos
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 43

no comprendían bien lo que el dulce Salvador or-


denó, en el momento en que los que estaban en la
iglesia oían aquella palmada, se arrojaban á la calle
é iban á insultar, befar y aun á matar á los judíos
que vivían en las ciudades, para vengar, decían, la
muerte de Jesús. No fué sino con gran dificultad que
las autoridades lograron al fin reprimir y castigar
esos abusos. (1)
Á las cuatro de la tarde del Miércoles Santo, se-
gún me han referido, principia el oficio de tinieblas
en Roma, en la maravillosa Capilla Sixtina. Se en-
cuentra esta capilla en el primer piso del Vaticano;
mandóla edificar el papa Sixto I V , y durante el pon-
tificado de Paulo I I I , el famoso pintor Miguel Ángel
la embelleció con un fresco que representa el juicio
final, una de las obras maestras del mundo entero.
Como aquella capilla es capaz sólo para encerrar
de trescientas á cuatrocientas personas, no asisten á
esa ceremonia sino los personajes más importantes
que logran ser invitados á la ceremonia. No sé si
aún el Santo Padre va á presenciarla y tomar parte
en ella. Los cardenales se presentaban con capa vio-
lada y el Papa con mitra de sarga roja y capa igual.
Allí se cantan las lamentaciones de Jeremías con
música de Allegri, el cual, á pesar de su nombre, ha
sabido encontrarlas notas más profundamente tristes
que un alma humana pudo inventar j a m á s . Entre la
semi oscuridad del recinto, delante de la pintura de
Miguel Ángel, parece como si aquella música fuese
entonada por los profetas pintados allí, y que pare-
cen vivir y moverse, llorar y gemir sobre la ruina de

(I) Doctor D. V. Joaquín Bastús.


S O L E D A D AC03TA DE SAMPER.

su raza y sobre el crimen cometido por sus descen-


dientes. E n seguida se canta el Miserere, del mismo
Allegri, y á medida que se van apagando las voces
que entonan aquel sublime canto, también se extin-
guen las luces, hasta que reina una semi oscuridad,
en medio de la cual apenas se distinguen las grandes
figuras de los cardenales postrados frente al altar, y
sólo una tenue luz ilumina e l g r a n fresco del juicio
final, cuyas imponentes figuras parecen moverse y
bajar sobre los impresionados y aterrados concu-
rrentes.
— E n cuanto al JUEVES SANTO, continuó diciendo el
buen sacerdote, nadie ignora que es una de las Misas
más solemnes del año, y aunque se encuentra en
medio de la Semana de la Pasión de Jesucristo, la
Iglesia ha querido que se celebre la Cena de Nuestro
Señor con inusitada pompa; los ornamentos sagra-
dos son blancos, como los del día de Pascua; desapa-
rece del altar todo luto y toda señal de tristeza, á
pesar de que aún hay ceremonias que prueban que
el dolor está apenas suspendido, y así una vez que
se ha cantado Gloria y que las campanas han sido
echadas al vuelo, éstas no suenan más hasta que se
vuelva á cantar Gloria el Sábado Santo. El pensa-
miento se vuelve entonces hacia Judas, que ese día,
después de haber participado del pan de vida con su
Divino Maestro, fué á venderle á sus enemigos. Con-
cluida la Misa, y después de dar la comunión al nu-
meroso pueblo que felizmente entre nosotros acude
á recibir la Santísima Eucaristía, el prelado en su
catedral, el vicario, el cura, el capellán, en sus
respectivas iglesias, — se dirigen al monumento pre-
parado de antemano para depositar el Cuerpo de
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 43

Nuestro Señor, en que debe consumir la hostia al


día siguiente... Pero no hay quien no sepa estas co-
sas. Deseaba hablarles del origen del monumento.
En los primeros siglos de la Iglesia no se acostum-
braba guardar la Santa Hostia Presanlificada, sino
que el Viernes Santo se tenían cerradas las iglesias,
porque para ese día no había oficios especiales. Des-
pués los concilios ordenaron que ese día santísimo
se abriesen los templos vacíos (puesto que en ellos
no estaba ya el Cuerpo de Jesucristo) y que los s a -
cerdotes predicasen la Pasión del Señor á los fieles
que se preparaban para la comunión de Pascua. E n
seguida se instituyó el oficio del Viernes Santo,
para el cual se guardó la Hostia Presantifieada, y
entonces se hicieron monumentos propios para e x -
ponerla á la adoración de los fieles.
Solía el Santísimo Padre en Roma llevar perso-
nalmente, á pie y con la cabeza descubierta, la S a -
grada Hostia á i a Capilla Paulina, bajo un magnífico
palio, cuyas varas llevaban ocho Obispos con las
mitras en las manos. La Capilla se ilumina con qui-
nientos sesenta y tres candelabros que arden delante
del magnífico monumento que se prepara allí.
En cada país se adorna el Monumento de diferente
manera, y todos los católicos procuran honrarlo en
cuanto más pueden. Antiguamente toda la población
iba á visitar los monumentos de las iglesias, los c a -
balleros sin espada y las clamas se descalzaban para
hacer penitencia y manifestar su humildad.
Ahora pocos años el último descendiente de los
nobles duques franceses de Montmorency, al h i n -
carse delante del monumento en Nuestra Señora de
París, cayó muerto allí; muerte digna del descen-
3.
40 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

diente del primer barón cristiano de las Galias.


En cuanto al lavatorio, ¿quién no comprende lo
que significa y el ejemplo de humildad que dan los
obispos, arzobispos y reyes que cumplen con
aquella ceremonia instituida por el mismo Jesucristo?
Ella nos enseña no solamente la humildad sino tam-
bién la caridad que debemos á nuestros hermanos y
semejantes...
Debemos observar el VIERNES SANTO con sentimien-
tos de verdadera tristeza, con aquella tristeza s o -
lemne que ese día se respira en las iglesias católicas,
no digo cristianas, porque los protestantes de Ingla-
terra lo consideran como una fiesta, y el Viernes
Santo salen á pasear al campo y se oyen músicas y
risas por todas partes; ¡y sin embargo ¡se titulan
aquellas gentes discípulas de Jesucristo y dicen que
creen que fueron rescatadas con Su sangre !
La ceremonia de la adoración de la cruz, es una
de las más bellas, tiernas é imponentes al mismo
tiempo, que celebra la Iglesia en el aniversario de
la muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Dícese que
se usa en la Iglesia desde los primeros tiempos del
Cristianismo, y nada tengo que explicarles acerca de
ella, sino que todo varón de la familia cristiana debe
tratar de concurrir á ella y manifestar así su piedad
y su devoción.
Si no fuera porque temo cansarlos, algo les diría
de la historia de la cruz.
— No crea que nos cansamos, doctor, dijeron; es
temprano todavía, y tendremos el mayor gusto en
oírle, ¿no es así? preguntó á los circunstantes.
Todos asintieron, y el buen sacerdote dijo lo s i -
guiente :
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 47

— E l suplicio de la cruz, que los latinos llamaban


gabalus, es antiquísimo; también lo llamaban pati-
buliim; usábanlo los egipcios (puesto que el panadero
de Faraón, en época de José, fué crucificado); era
suplicio común de los asirios; en tiempo de Moisés,
el Señor mandó que ciertos reos do crímenes contra
sus leyes sufrieran el tormento de la cruz, y Josué
mandó crucificar al rey de Haí. En el libro de Ester
se ve que el persa Azuero mandó que colgasen á
Aman en la cruz que éste había preparado para Mar-
doqueo. Los griegos, los escitas, los sármatas, los
cartaginenses, los romanos, acostumbraban castigar
con el suplicio de la cruz ciertos delitos. General-
mente aquel suplicio estaba reservado á las gentes
más viles, á los esclavos; y como san Pablo era ciu-
dadano romano, fué decapitado, pero san Pedro, que
no lo era, fué crucificado, como su Divino Maestro.
E n un principio ponían á los reos enclavados en
un palo derecho ó sobre el tronco de un árbol, des-
pués se usaron las cruces en forma de X , y en una
así murió san Andrés, y también en otra igual c r u -
cificaron á santa Eulalia. Las llamaban decussata,
como commissa llamaban á las de forma de una T ,
é immissa las que tenían atrás un madero que subía
más arriba de la cabeza, en donde se fijaba la sen-
tencia.
Había varias maneras de tratar á los reos, según
los países : unos eran azotados antes de llevarlos al
lugar del suplicio y les hacían varios m a l e s ; éstos
llevaban su cruz á cuestas, y al llegar al sitio esco-
gido para darles muerte, los despojaban de sus v e s -
tidos y los fijaban sobre la cruz, levantándola des-
pués; en otras partes los subían con cuerdas á la
48 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

cruz y los clavaban con cuatro clavos contra el m a -


dero. Dábanles siempre cierta bebida preparada con
sustancias soporíficas para que los desgraciados s u -
friesen menos. Los judíos bajaban el cuerpo del
martirizado una vez que había muerto, pero en otros
pueblos lo dejaban abandonado y á la merced de los
cuervos hasta que se convertía en esqueleto.
Este castigo continuó en uso en Oriente hasta que
Constantino, á instancias de su madre santa Elena,
prohibió que en adelante se volviese á condenar á
reo alguno á aquel suplicio, y mandó que en lugar
de la figura de la Victoria que coronaba el cetro im-
perial se pusiese una cruz.
— La emperatriz santa Elena, preguntó una se-
ñora, ¿no es la misma que fué á buscar la Cruz de
Jesucristo á Tierra Santa?
— La misma, efectivamente. Nadie ignora que
esta santa mujer, al llegar al sitio en que había sido
crucificado Nuestro Señor, mandó cavar, y allí se
encontraron tres cruces, una de las cuales debía ser
la del Salvador. E n aquella duda se logró que por
medio de una de éstas se curase una enferma sobre
cuyo cuerpo aplicaron un fragmento de la cruz, y
entonces se reconoció que era esa la de Jesucristo.
Santa Elena llevó parte de la cruz á Constantinopla,
en donde el Emperador mandó edificar una iglesia
nada más que para encerrar la preciosa reliquia.
Como á un cuarto de legua de Jerusalén hay un valle
en donde la tradición dice que se cortó el árbol con
que se fabricó la Cruz del Salvador, y allí han edifi-
cado un convento bajo la advocación de la Santa
Cruz.
— ¿ Y qué árbol sería aquél? preguntó un niño.
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 49

— La tradición dice que era un o l i v o . . . y quizás por


eso es que desde entonces el olivo es señal de paz;
pues por medio de la cruz el Señor trajo al mundo la
paz, como señal de que había cesado el reinado
absoluto del mal en el m u n d o ; así como la paloma
llevó la rama de olivo al arca de Noé, en prueba de
que había cesado el diluvio.
Después de discurrir sobre todas estas cosas algún
rato más, el sacerdote se retiró al aposento que le ha
bían señalado, y toda la familia se entregó al sueño,
hasta que la aurora del domingo los obligó á levan-
tarse y prepararse para santificar debidamente el día.

II

Después de decir Misa el Capellán se dirigió á los


que la habían oído, de la siguiente manera :
— Sabido es, hijos míos, que la Iglesia conme-
mora boy la entrada triunfal de Nuestro Señor Jesu-
cristo á Jerusalén, cuyos habitantes salieron á reci-
birle y proclamarle su Rey. He aquí lo que dice

San Mateo, cap. 2 1 . , vers, 1 á 9.


<c En aquel tiempo, estando Jesús cerca de J e r u -
salén, y habiendo llegado á Rethphage, cerca del
Monte Olívete, envió dos de sus discípulos, dicién-
doles : — Id á esa aldea, que está frente de vos-
otros, y luego hallaréis una borrica atada, y un po-
llino con ella : desatadlos y traédmelos; y si alguno
os dijere algo, respondedle que el Señor los necesita ;
y luego los dejará. Todo esto sucedió para que se
cumpliese lo que dijo el Profeta : Decid á la hija de
Sión : ce He aquí á tu Rey que viene á ti lleno de
50 SOLEDAD ACOSTA DE SEMPEH.

mansedumbre, montado en una borrica, y en un p o -


llino, hijo de animal de y u g o . » Fueron, pues, los
discípulos, y lo hicieron como Jesús lo mandó. T r a -
jeron la borrica y el pollino : pusieron sobre ellos sus
vestidos, é hicieron montar á Jesús. Una grande
multitud de pueblo tendió sus vestidos en el camino;
otros cortaban ramas de árboles, y las echaban por
donde pasaba, y todos los que iban delante, y los
que seguían, clamaban diciendo : ¡Hosanna al Hijo
de David! ¡ bendito el que viene en nombre del Señor!
¡ Hosanna en lo más alto de los Cielos! »
Nuestro Señor, hermanos míos, veía llegar la hora
de su Pasión, conocía los endurecidos corazones de
los habitantes de Jerusalén; había llorado sobre esa
ciudad ingrata que no quiso escuchar su divina voz.
¡ Y cuántos de los que le aclamaban ese día en que la
multitud tendía sus vestidos en el camino para que
pasara por encima, no gritarían cuatro días después :
¡Quítale ele enmedio! ¡crucifícale! crucifícale!
Nuestro Señor, que leía en los corazones de los
hombres como en un libro, y que conocía el porvenir,
pasaba majestuoso y manso por entre aquella turba
entusiasmada, y sabía quién le amaba y quién le
aborrecía. Si nosotros pensáramos siempre que á
toda hora el ojo de Dios ve nuestros pensamientos,
nos juzga y nos comprende, ¿no seríamos mejores
acaso? Si reflexionásemos : « esto que voy á hacer
es malo, es pecaminoso, es prohibido por nuestro
Creador para nuestro propio bien », ¿no dejaríamos
de cometer faltas? « Él conoce mi alma mejor que yo
mismo, yo no le puedo engañar como á los demás y
sabe si soy ó no sincero » ; ¡y sin embargo pecamos,
caemos sin cesar en las mismas faltas, no cumplimos
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 51

con nuestros deberes, no miramos al Cielo, sino que


inclinamos los ojos ala tierra; procuramos desechar
esa idea que nos atormenta, y no queremos pensar
en el ojo de Dios que nos mira, á pesar de las
advertencias de nuestra conciencia que nos lo señala.
Cuando nos asalte la tentación, hijos míos, acordaos
que estáis en la presencia de Dios, y eso bastará para
que dejéis de obrar mal.
Parece una cosa muy extraña que Nuestro Señor
aquel día hiciese lo que nunca había hecho hasta
entonces : buscar un triunfo que siempre había
esquivado. Pide que le lleven una pollina que no
era suya,, y sabe que cuando se diga que la necesita
el Señor, su dueño la entregará al momento. ¡El
Señor! así llamaban los judíos á Dios, cuyo nombre
terrible y venerado no se atrevían á pronunciar.
¿Cómo le iban á negar una pollina al Creador, al
Soberano, al Dueño del universo?...
Notad, hermanos míos, que los discípulos le obe-
decían sin replicar, á pesar de que hasta entonces
nunca les había dado una orden semejante. Bastábales
á aquellos hombres que hablase el Divino Maestro
para que al momento se inclinasen delante de sus
mandatos, aunque pareciesen absurdos, aunque se
les figurasen injustos; aunque los creyesen impru-
dentes. Esta es la conducta que deberíamos observar
con respecto á los mandamientos, á las leyes de
Dios; si esto nos acarrea humillaciones, si de n o s -
otros se burlan, mejor, así serán más meritorias
nuestras acciones.
Isaías ya había profetizado la Pasión del Mesías,
lo había anunciado á su pueblo como R e y , pero un
Rey lleno de mansedumbre, « como un cordero, dice,
52 SOLEDAD AGOSTA DE S A M P E R .

será llevado al matadero, y delante del que lo tras-


quila enmudecerá y no abrirá la b o c a . . . Y cargó el
Señor sobre él la iniquidad de todos nosotros. Él se
ofreció porque Él mismo lo quiso. » ( i ) . . . Y sin em-
bargo los judíos se empeñaban en que el Mesías d e -
bería ser un Rey victorioso que bajaría á la tierra á
dar gloria terrestre á su pueblo favorito.
Empero, los milagros que Jesús había hecho d u -
rante los tres años de su predicación, las curaciones
maravillosas que había efectuado, su dulzura, su
caridad, todo en Él había producido al fin una im-
presión muy grande entre el pueblo, sobre todo,
entre las mujeres y las gentes sencillas, entre tanto
que los doctores y los jefes de la Sinagoga le envi-
diaban su popularidad, temían aquella mirada que
leía en sus corazones y descubría sus más recónditos
secretos; así es que habían resuelto sacrificarle, salir
de Él, de cualquiera manera, pero absolutamente no
habían podido encontrar un motivo grave para acu-
sarle con algún fundamento. Nuestro Señor quiso
entonces proporcionarles lo que querían aquellos
hombres perversos. Jerusalén estaba repleta de
gente que había ido allí de toda la Palestina á con-
currir á las fiestas de Pascua que se preparaban; y
toda aquella gente le conocía y le amaba; por consi-
guiente, al verle llegar á la ciudad indudablemente
le saldrían á recibir en triunfo, como sucedió; ¡ y toda
la gente que le amaba corrió á darle la bienvenida y
aclamarle como á descendiente de David, al Señor de
las alturas ! Y , dicen las Santas Escrituras, que cuando
entró en Jerusalén « toda la ciudad se conmovió d i -

(11 Isaías, cap. L i l i .


DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 53

ciendo : ¿quién es éste? Y los pueblos decían : —


Éste es Jesús, el Profeta de Nazareth de Galilea » (1).
Y entrando al templo Jesús arrojó de él á los que
compraban y vendían á sus puertas, y bajo las b ó -
vedas de la casa de oración. Rodeáronle los enfermos,
y añade san Mateo « y vinieron á él ciegos y cojos
en el templo, y Él los sanó. Y cuando los príncipes
délos sacerdotes y los escribas vieron las maravillas
que había hecho, y los muchachos en el templo, g r i -
tando y diciendo : ¡Hosanna al Hijo de D a v i d ! se i n -
dignaron y le dijeron : — ¿Oyes lo que dicen éstos?
Y Jesús les dijo : — S í , ¿nunca leísteis que de la
boca de los niños sale la v e r d a d ? . . . »
Todo esto produjo en los enemigos del Salvador un
espantoso odio, y se retiraron á maquinar contra su
vida, resueltos á llevar á cabo su propósito.
Veamos ahora lo que continúa diciendo el E v a n -
gelio de este día, al narrar la Pasión de Nuestro Señor
Jesucristo :
Y abriendo el libro leyó lo siguiente :

San Mateo, cap. XXVI.


En aquel tiempo dijo Jesús á sus discípulos : —
Bien sabéis que de aquí á dos días debe celebrarse la
Pascua, y que el Hijo del hombre será entregado á
muerte de cruz. Al mismo tiempo se juntaron los
príncipes de los sacerdotes y los magistrados del
pueblo en el palacio del Sumo Pontífice, que se l l a -
maba Caifas, y tuvieron consejo para hallar medio
cómo apoderarse de Jesús y hacerle morir. Y de-
cían : no conviene que se haga durante la fiesta

(1) Sau Mateo, cap. X X I , v. 10-11.


54 S O L E D A D A C O S T A DE SAMPER.

por temor de que se alborote el pueblo. Estando


Jesús en Bethania, en casa de Simón el Leproso,
se llegó á él una mujer con un bote de alabastro lleno
de perfume ó ungüento de gran precio, y darramólo
sobre la cabeza de Jesús, el cual estaba á la mesa.
Algunos de sus discípulos lo llevaron muy nial, d i -
ciendo : — ¿ Á qué fin ese desperdicio, cuando se
puede vender en mucho precio y dar su producto á
los pobres? A lo cual contestó J e s ú s , diciéndoles : —
¿Por qué molestáis á esta mujer, y reprobáis lo que
hace; siendo buena como es la obra que ha practicado
conmigo? Pues á los pobres los tenéis siempre á
mano; mas á mí no me tendréis siempre. Y derra-
mando ella sobre mi cuerpo este bálsamo, lo ha
hecho como para disponer de antemano mi sepultura.
E n verdad os digo, que doquiera que se predique
este Evangelio, que lo será en todo el mundo, se ce-
lebrará también en memoria suya lo que acaba de
hacer. Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fué
á verse con los príncipes de los sacerdotes, y les dijo :
— ¿Qué queréis darme, y yo lo pondré en vuestras
manos? Y se convinieron con él en treinta monedas
de plata. Y desde entonces andaba buscando c o y u n -
tura favorable para llevar á cabo la traición. Próximo
el primer día de los ázimos acudieron los discípulos
á J e s ú s , y le preguntaron : — ¿Dónde quieres que
te dispongamos la cena de la Pascua? Jesús les res-
pondió : — Id á la ciudad en casa de tal persona, y
dadle este recado : El Maestro dice : Mi tiempo se
acerca : voy á celebrar en tu casa la Pascua con mis
discípulos. Hicieron, pues, los discípulos lo que
Jesús les ordenó, y prepararon lo necesario para la
Pascua. Al caer de la tarde púsose en la mesa con
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 55

sus doce discípulos; y estando ya comiendo, dijo : —


En verdad os digo que uno de vosotros me hará trai-
ción. Y ellos afligidos sobremanera, empezaron cada
uno á preguntar : — Señor, ¿soy acaso y o ? Y Él en
respuesta dijo : — El que mete conmigo su mano en
el plato para mojar el pan, ese es el traidor. E n
cuanto al Hijo del hombre, Él se marcha, conforme
de Él está escrito; pero ¡ay de aquel por quién el
Hijo del hombre será entregado, mejor le fuera al tal
que no hubiese jamás nacido! Y tomando la palabra
Judas, dijo : — ¿Soy quizá y o , Maestro? Y respon-
dióle Jesús : — Tú lo has dicho. Mientras estaban
cenando, tomó Jesús el pan y lo bendijo y partió, y
dióselo á sus discípulos, diciendo : — Tomad y
comed; este es mi cuerpo. Y tomando el cáliz dio
gracias, le bendijo y diósele, diciendo : — Bebed
todos de él, porque ésta es mi sangre, que será el
sello del Nuevo Testamento, la cual será derramada
por muchos para la remisión de los pecados. Y os
declaro que no beberé yo más desde ahora de ese
fruto de la vid, hasta el día en que beba con vosotros
del nuevo cáliz de delicias en el reino de mi Padre.
Y dicho el himno de acción de gracias, salieron hacia
el monte de los Olivos. Entonces díjoles Jesús : —
Todos vosotros padeceréis escándalo por ocasión de
mí esta noche y me abandonaréis. Por cuanto está
escrito : Heriré el pastor y se descarriarán las ovejas.
Mas en resucitando yo iré delante de vosotros á G a -
lilea, donde volveré á reuniros. Pedro, respondiendo,
le dijo : — Aun cuando todos se escandalizaren por
tu causa, nunca jamás me escandalizaré yo ni te
abandonaré; replicóle Jesús : — Pues yo en verdad
te digo que esta misma noche, antes que cante el
56 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

gallo, me has de negar tres veces. Á lo que dijo


Pedro : — Aunque me sea forzoso el morir contigo,
yo no te negaré. Eso mismo protestaron todos los
discípulos. Entre tanto llegó Jesús con ellos á una
granja llamada Gethsemaní, y les dijo : — Sentaos
aquí mientras yo voy más allá y hago oración. Y lle-
vándose consigo á Pedro y á los dos hijos de Zebedeo,
Santiago y J u a n , empezó á entristecerse y a n g u s -
tiarse, y les dijo entonces : — Mi alma siente angus-
tias mortales, aguardad aquí y velad conmigo. Y
adelantándose algunos pasos se postró en tierra,
caído sobre el rostro, orando y diciendo : — Padre
mío, si es posible no me hagas beber este cáliz; pero
no obstante no se haga lo que yo quiero sino tu v o -
luntad. Volvió después á sus discípulos y los halló
durmiendo, y dijo á Pedro : — ¿ E s posible que no
hayáis podido velar conmigo una hora? Velad y
orad para no caer en la tentación. Que si bien el es-
píritu está pronto, la carne es flaca. Volvióse de
nuevo por segunda vez, y oró, diciendo : — Padre
mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba,
hágase tu voluntad. Dio después otra vuelta y encon-
trólos dormidos, porque sus ojos estaban cargados
de sueño. Y dejándolos se retiró aún á orar por ter-
cera vez, repitiendo las mismas palabras. E n seguida
volvió á sus discípulos, y les dijo : — Dormid ahora
y descansad; he aquí que llegó ya la hora, y el Hijo
del Hombre va luego á ser entregado en manos délos
pecadores. E a , levantaos, vamonos de aquí. Y a llega
aquel que me ha de entregar. iVun no había acabado
. de decir esto cuando llegó Judas, uno de los doce,
seguido de una gran multitud de gentes armadas con
espadas y con palos, 'que venían enviados por los
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 57

príncipes de los sacerdotes y ancianos ó senadores


del pueblo. E l traidor les había dado esta seña :
Aquél á quien yo besare, ese es, aseguradlo. A r r i -
mándose, pues, luego á J e s ú s , dijo : — Dios te
guarde, Maestro. Y lo besó. Díjole Jesús : — A m i g o ,
¿á qué has venido aquí? Llegáronse todos los demás
entonces, y echaron la mano á Jesús, y le prendieron.
Y he aquí que uno de los que estaban con JesAs, t i -
rando de la espada, hirió á un criado del príncipe de
los sacerdotes, cortándole una oreja. Entonces Jesús
le dijo : — Vuelve la espada á la vaina, porque todos
los que se sirven de la espada de su propia auto-
ridad, al filo de la espada morirán. ¿Piensas que no
puedo acudir á mi Padre, y pondrá en el momento á
mi disposición más de doce legiones de ángeles?
Mas, ¿cómo se cumplirían las Escrituras, según las
cuales conviene que suceda así? Entonces dijo Jesús
á aquel tropel de gentes. Como contra un ladrón ó
asesino habéis salido con espadas y con pales á pren-
derme : cada día estaba sentado entre vosotros ense-
ñando en el templo, y nunca me prendisteis. Verdad
es que todo esto ha sucedido para que se cumplan las
Escrituras de los Profetas. Entonces todos los discí-
pulos, abandonándole, se huyeron. Y los que pren-
dieron á Jesús le condujeron á casa de Caifas, que
aquel año era Sumo Pontífice, donde los escribas y
los ancianos estaban agregados. Y Pedro le iba s i -
guiendo de lejos hasta llegar al Palacio del Sumo
Pontífice. Y habiendo entrado, estaba sentado con
los sirvientes para ver el paradero de todo esto. Los
príncipes, pues, de los sacerdotes y todo el concilio
anclaban buscando algún falso testimonio contra Jesús
para condenarle á muerte, y no le hallaban suficiente
58 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

para esto, como quiera que muchos falsos testigos se


hubiesen presentado. Por último, aparecieron dos
falsos testigos y dijeron : Éste dijo : yo puedo des-
truir el templo de Dios y reedificarlo en tres días.
Entonces poniéndose en pie el Sumo Sacerdote, le
dijo : — ¿ N a d a respondes á lo que dicen éstos contri
ti? Pero Jesús permanecía en silencio. Y díjole el
Sumo Sacerdote : — Y o te conjuro de parte de Dios
v i v o , que nos digas si tú eres el Cristo ó Mesías, el
Hijo de Dios. Respondióle Jesús : — Tú lo has dicho :
Y o soy. Y aun os declaro que veréis después á este
Hijo del Hombre que tenéis delante, sentado á la
diestra de la Majestad de Dios, venir sobre las nubes
del cielo. Á tal respuesta el Sumo Sacerdote rasgó sus
vestiduras, diciendo : — ¡Ha blasfemado! ¿ Q u é n e -
cesidad tenemos ya de testigos? Vosotros mismos
acabáis de oír la blasfemia con que se hace Hijo de
Dios. ¿Qué os parece? A lo que ellos respondieron,
diciendo : — Reo es de muerte. Luego empezaron á
escupirle en la cara, y á maltratarle, dándole puñadas;
y otros, después de haberle vendado los ojos, le daban
bofetadas, diciendo : — Cristo, profetízanos, adivina
quién es el que te ha herido. Mientras tanto Pedro
estaba sentado fuera en el atrio; y arrimándose á él
una criada le dijo : — También tú andabas con Jesús
el Galileo. Pero él lo negó delante de todos diciendo :
— No sé lo que dices. Y saliendo él á la puerta lo vio
otro criada, y dijo á los que estaban allí : — Éste
estaba también con Jesús Nazareno; y negó segunda
vez, afirmándolo con juramento : — No conozco tal
hombre. Poco después se acercáronlos circunstantes,
y dijeron á Pedro : — Seguramente eres tú también
de ellos, porque tu misma habla de galileo te des-
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 53

cubre. Entonces empezó á echarse sobre sí impreca-


ciones, y á jurar que no había conocido tal hombre.
Y al momento cantó el gallo. Con lo que se acordó
Pedro de lo que Jesús le había dicho : — Antes de
cantar el gallo me negarás tres veces. Y saliendo
fuera lloró amargamente. Venida h mañana todos los
príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo
tuvieron consejo contra Jesús para hacerle morir. Y
declarándole reo de muerte, lo condujeron atado y lo
entregaron al presidente ó gobernador Poncio Pilato.
Entonces Judas, el que le había entregado, viendo á
Jesús sentenciado, arrepentido de lo hecho, restituyó
las treinta monedas de plata á los príncipes de los
sacerdotes y á los ancianos, diciendo : — Y o he p e -
cado, pues he vendido la sangre inocente. Á lo que
dijeron ellos : — Á nosotros, ¿qué nos importa?
Allá te las hayas. Mas él, arrojando el dinero en el
templo, se fué, y desesperado, echándose un lazo se
ahorcó. Pero los príncipes de los sacerdotes, recogidas
las monedas, dijeron : —• No es lícito meterlas en el
tesoro del templo, siendo como un precio de sangre.
Y habiendo tratado en consejo, compraron con ellas
el campo de un alfarero para sepultura de los extran-
jeros; por lo cual se llamó dicho campo Haceldama,
esto es, campo de sangre, y así se llama hoy día.
Con lo que vino á cumplirse lo que predijo el P r o -
feta Jeremías, que dice : Han recibido las treinta
monedas de plata, precio del puesto en venta, según
que fué valuado por los hijos de Israel, y empleáronlas
en la compra del campo de un alfarero, como me lo
ordenó el Señor. Fué, pues, Jesús presentado ante el
presidente, y le interrogó, diciendo : — ¿ E r e s tú el
Rey délos judíos? Respondióle Jesús : — T ú lo dices :
60 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

Lo soy. — Y por más que le acusaban los príncipes


de los sacerdotes y los ancianos, nada respondió. Por
lo que Pilato le dijo: — ¿No oyes de cuántas cosas te
a c u s a n Pero É l á nada contestó de cuanto le dijo,
9

por manera que el presidente quedó en extremo ma-


ravillado. Acostumbraba el presidente conceder, por
razón de la fiesta de Pascua, la libertad de un reo, á
elección del pueblo, y teniendo á la sazón en la cárcel
á uno muy famoso, llamado Barrabás, preguntó Pilato
á los que habían concurrido : — ¿ Á quién queréis
que os suelte, á Barrabás ó á Jesús, que es llamado
el Cristo ó Mesías? Porque sabía bien que se lo habían
entregado los príncipes de los sacerdotes por envidia.
Y estando él sentado en su tribunal le envió á decir
su mujer : — No te mezcles en las cosas de este
justo, porque son muchas las congojas que hoy he
padecido en sueños por su causa. Entre tanto los
príncipes de los sacerdotes y los ancianos indujeron
al pueblo á que pidiese la libertad de Barrabás y la
muerte de Jesús. Así es que preguntándoles el pre-
sidente otra vez : — ¿ Á quién de los dos queréis que
os suelte? Respondieron ellos : — Á Barrabás. —
Replicóles Pilato : ¿Pues qué he de hacer de Jesús,
llamado el Cristo? Dicen todos : — S e a crucificado. Y
el presidente replicó : — Pero, ¿qué mal ha hecho?
Mas ellos siguieron gritando y diciendo : — Sea cru-
cificado. Con lo que viendo Pilato que nada adelan-
taba, antes bien, que cada vez crecía el tumulto,
mandando traer agua se lavó las manos á vista de
todo el pueblo, diciendo : Inocente soy yo de la
sangre de este justo : allá lo veáis vosotros. A l o cual
respondiendo todo el pueblo, dijo : — Caiga su sangre
sobre nosotros, y sobre nuestros hijos. Entonces les
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 61

soltó á Barrabás; y á Jesús, después de haberlo hecho


azotar se lo entregó para que fuese crucificado. E n
seguida los soldados del presidente, cogiendo á
Jesús y poniéndole en el pórtico del pretorio ó palacio
de Pilato, juntaron al rededor de él toda la cohorte ó
compañía; y desnudándole, le cubrieron con un
manto de grana, y entretejiendo una corona de
espinas se la pusieron sobre la cabeza, y una caña
por cetro en su mano derecha; y con la rodilla h i n -
cada en tierra le escarnecían, diciendo : — Dios te
salve, rey de los judíos. Y escupiéndole, tomaban la
caña y le herían en la cabeza. Y después que así se
mofaron de él, le quitaron el m a n t o ; y habiéndole
puesto otra vez sus propios vestidos, le sacaron á
crucificar. Al salir de la ciudad encontraron á un
hombre, natural de Cirene, llamado Simón, al cual
obligaron á que cargase con la cruz de Jesús (San
Juan dice : « y llevando Jesús mismo la cruz á cues-
tas »; sin duda los judíos, temiendo que expirase de
cansancio, prefirieron que otro se la acabase de llevar
hasta el lugar del suplicio). Y llegados al lugar que
se llama Gólgotha, esto es, lugar del Calvario ó de las
Calaveras, le dieron á beber vino mezclado con h i é l ;
más él habiéndolo probado no quiso beberlo. Des-
pués que le hubieron crucificado repartieron entre si
sus vestiduras, echando suertes. Con esto se cumplió
la profecía que dice : « Repartieron entre sí mis ves-
. tidos y sortearon mi túnica ». Y sentándose junto á
Él le guardaban. Pusiéronle también sobre la cabeza
eslas palabras, que denotaban la causa de su conde-
nación : E S T E E S J E S Ú S E L R E Y D E L O S J U D Í O S . Al mismo
tiempo fueron crucificados con él dos ladrones, uno
á la diestra y otro á la siniestra. Y los que pasaban

4
62 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

por allí le blasfemaban y escarnecían, meneando


a cabeza y diciendo : — ¡Hola! tú que derribas el
templo de Dios, y en tres días lo reedificas, sálvate á
ti m i s m o : si eres Hijo de Dios, desciende de la Cruz. De
la misma manera también los príncipes de los sacer-
dotes, á una con los escribas y los ancianos, insul-
tándole, decían : — Á otros ha salvado y no puede
salvarse á sí mismo : si es el rey de Israel, baje
ahora de la Cruz y creeremos en él. Él pone su
confianza en Dios; pues si Dios le ama tanto líbrele
ahora, ya que él mismo decía : Y o soy el Hijo de Dios.
Y esto mismo le echaban en cara aún los ladrones
que estaban crucificados en su compañía. Mas desde
la hora de sexta hasta la hora de nona (de las doce á
las tres de la tarde) quedó toda la tierra cubierta de
tinieblas. Y cerca de la hora nona exclamó Jesús con
una gran voz, diciendo : ¿EU, Elí, lamna sabac-
thani? Esto es, Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado? Lo que oyendo algunos de los cir-
cunstantes decían : Á Elias llama éste. Y luego, c o -
rriendo uno de ellos, tomó una esponja, empapóla en
vinagre y puesta en la punta de una caña, dábansela
á chupar. Los otros decían : — Dejad; veamos si
viene Elias á librarle. Entonces Jesús clamando de
nuevo con una voz grande y sonora, entregó su e s -
píritu...
Y al momento el velo del templo se rasgó en dos
partes de alto abajo, y la tierra tembló, y se partieron
las piedras, y los sepulcros se abrieron, y los cuerpos
de muchos santos que habían muerto, resucitaron. Y
saliendo de los sepulcros después de la resurrección
de Jesús, vinieron á la ciudad santa y se aparecieron
á muchos. Entretanto el centurión y los que con él
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 63

estaban guardando á Jesús, visto el terremoto y las


cosas que sucedían, se llenaron de grande temor : y
decían : — Verdaderamente que este hombre es Hijo
de Dios. Estaban también allí á lo lejos muchas m u -
jeres, que habían seguido á Jesús para cuidar de su
asistencia: de las cuales eran María, María Magdalena
y María madre de Santiago y de José, y la madre de
los hijos de Zebedeo. Siendo ya tarde compareció un
hombre rico, natural de Arimathea, llamado José, y
era también discípulo de Jesús. Éste se presentó á
Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús, y mandó que se
le entregara. José, pues, tomando el cuerpo de J e s ú s ,
envolviólo en una sábana limpia, y lo colocó en un
sepulcro suyo que había hecho abrir en una peña y
no había servido todavía, y arrimando una gran
piedra, cerró la boca del sepulcro y fuese. Estaban
allí María Magdalena y la otra María sentadas en
frente del sepulcro.

— El Evangelio que os acabo de leer, dijo el doctor


Duaso, cerrando el libro, conmovedor y sublime en
su sencillez, se completa y se aclara con el de los
otros evangelistas; el de San Marcos, que se lee el
Martes S a n t o ; el de San Lucas, que se lee el Miércoles,
y sobre todo, el de San J u a n , el del discípulo favorito
del Señor, que se canta el Viernes Santo. Ha bastado
la lectura del Evangelio de San Juan para convertir
en santos á muchos hombres que sólo se fijaban en
los asuntos terrenales— como san Ignacio de Loyola,
por ejemplo. Allí es donde se leen estas palabras del
testamento que hizo Nuestro Señor para dejar á la
humanidad bajo el amparo de su Madre Santísima :
64 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

« Y estaban junto á la cruz de Jesús su Madre, y la


hermana de su Madre, María de Cleophas, y María
Madgdalena. Y como vio Jesús á su Madre y al discí-
pulo que más amaba (Juan), que estaba allí, dijo á s u
Madre : — Mujer, he ahí á tu dijo. Después dijo al
discípulo : He ahí á tu madre. Y desde aquella hora
el discípulo la recibió por suya. » (1).
En su infinita misericordia el Señor nos dejó una
Madre que intercediera por nosotros, pues Juan per-
sonificaba el hombre que dejaba solo en el mundo,
después de haberle acompañado treinta y tres años
sobre la tierra. Hubiera querido también perdonar á
los pecadores, á los malvados que lo crucificaban :
« ¡Padre m í o ! clamaba desde la cruz, ¡perdónalos
porque no saben lo que hacen! » Pero la justicia d i -
vina tenía que castigar á ese pueblo deicida, y han
trascurrido dieciocho siglos, dice un escritor, y el
Padre no los ha perdonado, y ellos arrastran su s u -
plicio por toda la tierra, y en toda la tierra el esclavo,
se ve obligado á bajarse para verlos ! (2).
Y al expirar Jesucristo, la tierra tembló y se par-
tieron las piedras. Aquel temblor, hermanos míos,
no se sintió solamente en Judea. Hablan de él los
sabios romanos y probablemente lo sintieron en todas
partes del mundo, pero no se ha guardado el re-
cuerdo escrito sino entre los romanos y los de Palestina
porque entonces la civilización sólo moraba allí. U n
sabio, Addison, en un libro sobre Las evidencias de
la Religión Cristiana, refiere cómo se convirtió un
ateo que había ido á la Tierra Santa nada más que á

(1) San J u a n , - c a p . X I X , vers 26-28.


(2) Lamennais, citado por el Abate Orsini.
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 05

recoger datos para ridiculizar el Cristianismo. Pero


cuando le mostraron la hendedura de las rocas que
produjo aquel terremoto se quedó de una pieza. Des-
pués de examinarla peña hendida trasversalmente, y
que la rotura era contraria á todas las leyes naturales
exclamó: — « Y a empiezo á ser cristiano. Y doy g r a -
cias á Dios que me condujo aquí y me permitió con-
templar un monumento tan maravilloso que prueba
que la muerte de J e s ú s fué sobrenatural. » . . .
Meditemos, pues, hijos míos, en la Pasión de J e -
sucristo durante toda esta semana dedicada á E l . De
las cincuenta y cuatro semanas que tiene el añu, s i -
quiera consagremos una, una sola á considerar lo que
le debemos y lo que padeció por nosotros el Hijo de
Dios.

DOMINGO DE P A S C U A

— Antes de leeros el Evangelio — dijo el cape-


llán, después de decir la misa, permitidme, hijos
míos, deciros unas pocas palabras acerca de este día,
el más solemne de todos los domingos del año, la
fiesta más hermosa y magnífica de cuantas celebra
la Iglesia sobre la tierra.
Como probablemente no lo ignoráis, esta fiesta
fué instituida por Moisés entre los judíos para r e -
cordar á ese pueblo tres grandes beneficios que h a -
bían recibido de Dios : el paso del ángel extermina-
dor que tanto mal hizo á los egipcios y ninguno á
los israelitas que vivían con ellos; la salida de Egipto,
y el maravilloso paso por el mar Rojo á pie enjuto.
Pero la Pascua que solemniza la Iglesia católica es
4.
G6 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

mucho más importante, puesto que esta fiesta re-


cuerda la Resurrección de nuestro Salvador.
Nuestro Señor Jesucristo tenía particular esmero
en celebrar la fiesta de la Pascua, como lo dicen los
evangelistas, y durante los tres años de su predica-
cación tuvo cuidado de ir con ese objeto á Jerusalén
con sus discípulos. Desde la época de los apóstoles
los crislianos celebraban la Resurrección de Nuestro
Señor con toda la solemnidad posible y duraba toda
la semana que llamamos de Pascua : en esa época
administraban el bautismo á los catecúmenos, manu-
mitían algunos esclavos, y cuando los emperadores
se hicieron cristianos mandaban que ese día se
pusiesen en liberiad á los presos por deudas y por
otros delitos ; y aun perdonaban á los criminales.
En aquellos primeros tiempos los cristianos pasa-
ban en las iglesias toda la noche anterior al dia de
Pascua, con el objeto de celebrar con cánticos de
alegría el momento en que cantaba el gallo de media
noche. Las gentes se entregaban al gozo, y á cuan-
tos encontraban en las calles ese día abrazaban di-
ciendo ; / Cristo ha resucitado ! costumbre que aun
se conserva en algunos pueblos de Rusia.
Los antiguos reyes de Francia recibían y regala-
ban el día de Pascua á sus cortesanos, después de
misa, grandes cantidades de huevos dorados.
Los mahometanos tienen también su día de Pascua
que llaman Bairam, en que se divierten durante
tres días consecutivos, come cada familia (como los
judíos) un cordero que han cebado y asado después.
La corte del sulián se engalana aquel día y celebran
la fiesta ofreciendo y recibiendo obsequios más ó
menos costosos.
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 67

Nada más digno de alegría efectivamente que el


conmemorarla Resurrección del S e ñ o r ; ese día, en
que la muerte, dice san Pablo, que entró al mundo
por el pecado de un hombre, por un Hombre-Dios
es vencida y por Él comienza la resurrección de los
muertos; y así como todos morimos por culpa de
Adán, todos resucitamos en Jesucristo. Dios ha per-
mitido que los infieles y los mahometanos mismos
celebren la fiesta de Pascua sin saber ellos mismos
el motivo, para que la humanidad entera se alegre
ese día, y no haya una nota discorde en el gran
concierto que el mundo celebra ese día en honor de
su Hijo sanlísimo.
Aunque no lo dicen los Evangelios, hay una tra-
dición en la Iglesia desde los primeros tiempos, y
en ella creía san Ambrosio, que vivió cuatro siglos
después de Jesucristo, que asegura que la primera,
persona á quien se le apareció Nuestro Señor d e s -
pués de su Resurrección fué á su Virgen Madre, y
han levantado los árabes un altar en el sitio en que
se dice ocurrió aquella primera entrevista ese D o -
mingo de Pascua por la mañana.
Pero veamos ya lo que dicen los Evangelistas
acerca de aquella gloriosísima Resurrección : todos
ellos la refieren poco más ó menos con las mismas-
palabras. La Iglesia ha escogido para leerlo en la
misa de este día el siguiente.
Y abriendo el libro leyó :

Continuación del Evangelio según San Marcos,


cap. XVI, vs. 1 á 7.

» En aquel tiempo, María Magdalena y María,.


68 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

madre, de Santiago, y Salomé, compraron aromas


para ir á embalsamar a Jesús. Y saliendo muy de
mañana el primer día de la semana (para los judíos
era el primer día de la semana el domingo, puesto
que el sábado era su día de fiesta), llegaron al s e -
pulcro salido ya el sol. Decían entre sí : ¿Quién nos
apartará lá losa de la puerta del sepulcro ? Y m i -
rando, vieron quitada ya la losa que era muy grande.
Y entrando en el sepulcro, vieron aun joven sentado
á la diestra, vestido con una ropa blanca, y se asus-
taron. Mas él las dijo : — No temáis : vosotras b u s -
cáis á Jesús Nazareno, el crucificado : resucitó, no
está aquí : mirad el lugar donde le pusieron. Pero id
á decir á sus discípulos, y á Pedro, que él irádelante
de vosotros á Galilea : allí le veréis, conforme él os
lo tiene dicho. »
Cuando las Santas Mujeres fueron al sepulcro de
Nuestro Señor añadió el sacerdote, hacía tres días que
estaba allí encerrado y rodeado de guardias puestas
por sus enemigos, y sellada la tumba con una enorme
piedra. Los sacerdotes, fariseos, doctores, todos
aquellos que le habían perseguido, creían al fin ha-
ber triunfado del que humillaba su orgullo, desen-
mascaraba su hipocresía y confundía aquella vana
ciencia de que hacían alarde. El pueblo judío, á
quien sus superiores había logrado inspirar un odio
estúpido hacía Jesús estaba al fin satisfecho ; todos,
pues, se preciaban y creían que habían matado el
partido que empezaba á formarse en favor del C r u -
cificado. Por otra parte, sus apóstoles, consternados
y afligidos, temblaban por ellos mismos, y temían
á cada instante que el furor que había causado la
muerte del Maestro los alcanzara también á e l l o s ;
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 69

así permanecían ocultos en el cenáculo sin espe-


ranza y con poquísima fe.
Entre tanto que aquello acontecía en Jerusalén, en
el Cielo sucedían cosas estupendas : los aconteci-
mientos más admirables, más sorprendentes que h a -
bían tenido lugar desde la formación de la tierra.
La faz de todo iba á cambiar : ¡ todas las ideas de la
humanidad se reformarían!
Jesucristo no solamente sacó á las almas de los
justos del Limbo sino que se libró Él mismo de la
muerte y resucitó su cuerpo... Levantemos, herma-
nos míos, nuestro espíritu y tratemos de abarcar
con el pensamiento un hecho tan extraordinario.
Todos los Santos Padres han notado que Dios supo
recompensar á las piadosas mujeres que no abando-
naron al Salvador hasta su muerte, permitiendo
que fueran ellas las primeras que presenciaran aquel
maravilloso acontecimiento. Los apóstoles se ocul-
taban temblando por su vida, pero las débiles y tími-
das mujeres lo arrostraban todo, hacían frente á
los peligros, se atrevían á buscar el sepulcro de su
Maestro, a pesar de los riesgos que podrían correr
á manos de los furiosos enemigos del Señor. Á ellas,
y no á los apóstoles habló el ángel y les anunció la
noticia importantísima, cuyo eco aun repercute en
el mundo ; « Jesús ha resucitado, ya no está a q u í ! »
— les dijo.
¿ Y dónde e s t á ? . . . E n el Cielo, en donde desde
entonces, sentado á la diestra de Dios Padre, inter-
cede sin cesar por nosotros... ¡ Á estas horas, her-
manos míos, á estas h o r a s , ahora cerca de mil
novecientos años, aquellas mujeres corrían por los
campos de Jerusalén gritando alborozadas ! — ¡El
70 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

Señor ha resucitado ! ¡ Nuestro Divino Maestro ha sa-


lido de la tumba ! ¡ Aleluya! ¡ Aleluya !
Representémonos las escenas que tuvieron lugar
entonces en Jerusalén : por una parte corrían, vola-
ban las santas mujeres en busca de los apóstoles
para darles parte de la anunciada Resurrección, —
y he aquí que Jesús en persona, no ya un ángel, les
salió al encuentro. Ellas no dudaron un momento de
que hubiese resucitado, y prosternadas oyeron que
su Señor las mandaba que dijeran á los suyos que
fueran á Galilea, que allí le verían todos.
Entre tanto los soldados, — que habían guardado
el sepulcro, y quedado anonadados ante el asom-
broso espectáculo de la Resurrección de Aquél que
habían visto muerto, sin que les quedara duda nin-
g u n a , — los soldados corrían también en busca de
los príncipes de los sacerdotes para avisarles lo que
había sucedido. Sumamente turbados con hecho tan
prodigioso, éstos, en lugar de reconocer al Señor en
aquel milagro, se enfurecieron m á s , y dieron m u -
cho dinero á los soldados para que dijeran, que
habiéndose dormido durante la noche los discípulos
del Nazareno lo habían sacado del sepulcro... ¡ Y
aquella mentira inventada por los enemigos de Jesu-
cristo aún la explotan los incrédulos !
La noticia dada por María Magdalena y sus com-
pañeros quitaron en el acto el sentimiento de cobar-
día que embargaba á los discípulos de Jesús hasta
entonces, y llenos de alegría salieron en tropel del
cenáculo, en donde aun estaban encerrados, y se
dirigieron al monte de Galilea, en donde les había
dado cita Nuestro Señor. Otra vez veremos, queridos
hermanos míos, cómo Él cumplió su divina palabra,
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 71

y los once discípulos, las santas mujeres y multitud


de gente más le vieron, le oyeron y le palparon, y
no una ni dos veces, sino en varias ocasiones;
unas veces se les presentaba á todos reunidos, otras
á unos pocos, á dos no más, á Pedro, á las santas
mujeres... Todos refieren los discursos que les diri-
gió, las órdenes que les dio, y cuentan que comió
con ellos, — lo que probaba que no era una sombra,
— y cómo se dejó palpar las heridas, y por último
le vieron elevarse al Cielo.
Día dichoso es éste, día felicísimo, coronación de
la Pasión de Nuestro Señor, consuelo inefable. ¿ Por
qué, Señor, hay descreídos en el mundo que recha-
zan una verdad tan santa y que tanto alivia nuestros
corazones?...
Pero vosotros, cristianos, católicos fervientes,
creéis á puño cerrado este misterio y todos los de-
más que nos manda la Madre de los fieles, la Iglesia
instituida por el mismo Jesucristo, después de su
Resurrección; á vosotros no necesito probar que
este hecho milagroso sucedió, y lo único que tengo
que pediros á vosotros, niños queridos, es que con-
servéis esa fe intacta, como os la dejaron vuestros
padres, y que no olvidiés jamás á Dios. E n vuestras
alegrías, como en las tribulaciones, en vuestra ancia-
nidad, si le lleváis siempre presente en el corazón,
jamás cometeréis una mala acción y nunca peca-
réis mortalmente. Y á vosotros los que bajáis ya la
pendiente cuesta de la existencia, á vosotros toca
dar buen ejemplo á la niñez y sabios consejos á la
juventud, y para lograrlo no hay sino un medio :
apoyarse en Dios y pedirle á Él auxilio y protección
en esta vida y en la otra.
72 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER,

DOMINGO D E CUASIMODO

Concluida la Misa aquel domingo, el capellán se


dirigió á sus oyentes con las siguientes palabras :
— E l domingo que hoy celebra la Iglesia se titula
de C U A S I M O D O , llamado así por ser aquellas la prime-
ras palabras del introito de la Misa de este día. Lla-
mábase antiguamente y aun hoy así se titula algunas
veces, Dominica in Albis, porque los neófitos que
se bautizaban en la semana anterior se quitaban ya
sus vestidos blancos, símbolo de pureza y de ino-
cencia. E n Roma se usaba que después de la comu-
nión los diáconos distribuyeran unos Agnus Dei de
pasta de cera que había bendecido el Santo Padre; y
éste también repartía otros personalmente entre los
que rodeaban el solio pontificio.
El Introito de este día, como os decía, empieza con
estas palabras de la Epístola primera de San Pedro,
Apóstol, cap. I I , ver. 2 : Quasi modo geniti infantes
rationnabile sine dolo etc., es decir : « Como niños
que acaban de. nacer sean vuestros primeros acen-
tos alabanzas al Señor, para que con ella crezcáis en
salud. » Esto era dirigido á los recién bautizados,
pero que conviene á todos en esta época en que no
debemos perder el fruto de las penitencias y oracio-
nes de las solemnísimas fiestas que hemos acabado
de celebrar, como las que encierra la Semana Santa
y después la de Pascua de Resurrección.
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 73

Mañana lunes de Cuasimodo, se abren las v e l a -


ciones. Nadie ignora lo que aquello significa : es de-
cir, que puede celebrarse la misa de bendición para
los que se casan, desde mañana hasta el domingo
de adviento, en que se cierran. El nombré de vela-
ción proviene del velo espeso con que se cubría en
otro tiempo la desposada durante toda la Misa.
Antiguamente, no sólo la velación era indispen-
sable para que el matrimonio fuese legítimo, sino
que, según las antiguas leyes de España, el esposo
quedaba privado de la administración de los bienes
de la mujer y de otros derechos civiles.
Veamos ahora el Evangelio de hoy, añadió el buen
sacerdote, abriendo el libro.

San Juan, cap. XX, vers. 19 á 31.


« Y siendo la tarde de aquel día el primero de, la
semana, y estando cerradas las puertas en donde se
hallaban juntos los discípulos por miedo de los j u -
díos, vino Jesús y se puso en medio de ellos y les
dijo : — Paz á vosotros. Y cuando esto hubo dicho,
les mostró las manos y el costado. Y se gozaron los
discípulos viendo al Señor. Y otra vez les dijo : —
Paz á vosotros. Gomo el Padre me envió, así yo tam-
bién os envío. Y dichas estas palabras sopló sobre
ellos, y les dijo : — Recibid el Espíritu Santo : á los
que perdonareis los pecados, perdonados les s o n ; y
á los que se los retuviereis, les son retenidos. Pero
Tomás, uno de los doce, que se llamaba Didimo, no
estaba con ellos, cuando vino Jesús. Y los otros dis-
cípulos le dijeron : — Hemos visto al Señor. Mas él
les dijo : — Si no viere en sus manos la hendidura
de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los
5
71 SOLEDAD ACOSTA DE S A M P E R . .

clavos, y mi mano en su costado, no lo creeré. Y al


cabo de ocho días, estaban otra vez sus discípulos
dentro, y Tomás con ellos. Vino Jesús, cerradas las
puertas, y se puso en medio, y dijo : — Paz á vos-
otros. Y después dijo á Tomás : — Mete aquí tu
dedo, y mira mis manos, y da acá tu mano, y métela
en mi costado; y no seas incrédulo sino fiel. Res-
pondió Tomás, y le dijo : — Señor mío y Dios m í o ;
Jesús le dijo : — Porque me has visto, Tomás, has
creído; bienaventurados los que no vieron y creye-
ron. Otros muchos milagros hizo también Jesús en
presencia de sus discípulos, que no están escritos
en este libro. Mas éstos han sido escritos, para que
creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para
que creyendo, tengáis vida en su nombre. »

La relación que acabo de leeros, tan sencilla en


apariencia, encierra varios misterios, sobre los cuales
está fundada la fe católica, como lo vais á ver. Los
apóstoles se habían manifestado rehacios para creer
en la resurrección de su Maestro. Varios testigos se
lo aseguraban, y sin embargo se resistían; sus sen-
tidos rechazaban el milagro y olvidaron completa-
mente las palabras que Jesucristo había pronunciado
varias veces hablando de su futura resurreción.
¿Por qué era aquéllo? Indudablemente fué ese un
decreto de la Providencia Divina, para dar una prueba
más á la veracidad del h e c h o ; ellos se resistían á
creerlo, y fué preciso que nuestro Señor les diera
pruebas palpables para que se convencieran de la
verdad.
; Cuánta bondad, ¿no es verdad? manifiesta Núes-
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 75

tro Señor con aquellos discípulos ignorantes y m a -


teriales que necesitan palpar para convencerse! Pero
una vez que los ve llenos de fe, sopla sobre ellos y
los inspira y los llena del Espíritu Santo, requisito
necesario para que puedan ir por todo el mundo
anunciando la venida del Salvador; pero aun no era
tiempo de que se dispersaran; apenas los preparaba
para la predicación, pues no había llegado el m o -
mento de partir todavía. Los evangelistas y el após-
tol san Pablo mencionan cómo Jesucristo se presentó
á sus discípulos en varias ocasiones, en muchas
más de las que apuntan las Santas Escrituras, y en
todas ellas les hablabla, los instruía, les confería
poderes nuevos, todo lo cual lo hacía con una auto-
ridad de que no había hecho uso antes de su muerte.
No nos apresuremos á afear la conducta de Tomás,
pues si no quiso creer antes de palpar, una vez con-
vencido de la verdad, fué uno de los apóstoles que
más trabajó en pro de la doctrina de su Divino Maes
tro. Él atravesó los países más desconocidos de
Oriente sembrando la semilla evangélica, viajando
sin descanso y convirtiendo pueblos enteros. Hay
una tradición que yo tengo para mí como muy fun-
dada, de que santo Tomás atravesó el Océano — no
sabemos cómo, y vino á América á evangelizar á
todos los pueblos. Encuéntranse en muchas tribus
americanas señales casi evidentes de una enseñanza
muy parecida á la cristiana, enseñanza que con la
incomunicación con el viejo mundo civilizado, en
breve se pervirtió y por último se fué olvidando.
Así, pues, hermanos míos, debemos agradecer en el
auna á aquel apóstol su milagrosa predicación en
estas lejanas regiones americanas... Imitemos, sí, á
70 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

santo Tomás en su conversión : una vez que nos


hemos vuelto á Dios, que hemos confesado nuestros
pecados á los que proceden de aquéllos á quienes
dijo Jesucristo que daba facultad para perdonarlos;
perseveremos en nuestros buenos propósitos, y una
vez que, como el apóstol, hemos dicho : « Sois mi
Señor y mi Dios », no lo abandonemos j a m á s . É l
no nos manda que vayamos á predicar su palabra
entre las tribus salvajes, ni que derramemos n u e s -
tra sangre para confirmar nuestra f e , lo único que
nos pide es que huyamos del pecado, que combata-
mos nuestros malos instintos y malas costumbres,
que cumplamos con nuestros deberes y que le ame-
mos á É l . ¿Será difícil amar al que tanto nos ha
amado, hasta morir por nosotros? ¿Será trabajoso
dar nuestro corazón al que trajo la paz sobre la
tierra? ¡La paz! es decir, la ausencia de la cólera
que quema, del orgullo que mata, de la envidia que
envenena, de la corrupción que agita, y en cambio
nos da la tranquilidad, la dulzura, el amor al prójimo,
la paz del alma, la quietud y la serenidad del espí-
ritu. Estas son las virtudes, desconocidas hasta en-
tonces en la tierra, que Nuestro Señor hizo nacer en
el mundo al decir y repetir : / La paz sea con vos-
otros !
Instintivamente todos deseamos la paz, y sin e m -
bargo, no sabemos buscarla en donde se halla, en la
fuente de todas las virtudes y de todas las dichas :
en Dios. ¡Estar en paz con nuestro Creador, tener
por amigo fiel, tierno, generoso á Jesucristo! Q u e -
rer lo que Él quiere, sacrificarle todo á E l , no pensar
en nosotros mismos sino en su Gloria, ofrecerle de
corazón nuestros trabajos y tribulaciones! He aquí
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 77

la dicha suprema ¿ Qué podrá reemplazar el amor de


•Dios, que no acabará nunca, que tendremos durante'
toda la eternidad ? L o que existe en esta tierra pasa-
jera, ¿podrá compararse nunca á la paz de Dios con
todas las dichas humanas ? ¡ Jamás ! Reflexionemos,
hijos míos, en estas cosas, y os aseguro que una vez
que lleguemos á persuadirnos de que el camino que
llevamos nos conduce realmente á la bienaventu-
ranza eterna, no habrá penas, trabajos, tristezas,
pobreza, enfermedades que nos puedan arredrar ni
amilanar; no necesitaremos otro consuelo ni otra
esperanza en la vida, y esto es lo que deseo á lodos
vosotros por siempre y para siempre. — A m é n .

S E G U N D O DOMINGO D E S P U É S DE.PASCUA

Cuando el capellán acabó de decir la Misa en


el oratorio de la hacienda se volvió á sus oyentes y
les dirigió la palabra en estos términos :
— Hoy celebra la Iglesia la mansedumbre del
Buen Pastor, por ser ese el asunto del Evangelio
del día. Aunque en el domingo de Cuasimodo se
concluyen las fiestas especiales de la Pascua, llá-
mase siempre tiempo de Pascua todos los días que
deben trascurrir hasta el sábado de la octava de
Pentecostés.
Siete son las semanas del tiempo Pascual, y san
Ambrosio llamólo una octava de semanas junto con
la de Pentecostés. « Como en el domingo no se
78 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER

ayuna, dice Tertuliano, la Iglesia en todo el tiempo


pascual guarda también la misma costumbre. »
¿ S a b é i s por qué no se ayuna jamás el domingo?
Porque se considera siempre como una octava per-
petua de la fiesta de la Resurrección del Señor, y
desde el siglo xi la Iglesia ha mirado como una
especie de irreligión ayunar el santo día del do-
mingo.
Empieza el mes de m a y o , el mes que la Iglesia
ha dedicado especialmente á la Virgen Santísima, y
es preciso que todos los católicos, durante estos días,
seamos más devotos á nuestra Madre celestial, á
nuestra intercesora delante del trono de su Hijo di-
v i n o ; por medio de la cual obtendremos su pro-
tección en este mundo y la dicha en el venidero.
Dice san Juan Crisóstomo que ella sola es más p o -
derosa en el Cielo que los profetas, los apóstoles,
los mártires, los patriarcas, los serafines y los q u e -
rubines ; en una palabra, puede más cerca de Nuestro
Señor Jesucristo que todos los seres visibles é i n v i -
sibles.
Después del nombre soberanamente adorable de
Jesús no hay ninguno tan augusto, tan excelente,
tan dulce y tan saludable como el nombre de María.
A s í , p u e s , no olvidemos de invocarla más que
nunca durante este mes dedicado á ella.
Veamos ahora el Evangelio de hoy.

San Juan, cap. X, vers. 11 á 16.


« En aquel tiempo dijo Jesús á los fariseos : Y o
soy el Buen Pastor. El Buen Pastor da espontánea-
mente su vida por sus ovejas; pero el mercenario,
aquél que no es pastor, de quien no son propias las
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 79

ovejas, en viendo venir al lobo, desampara las o v e -


jas, y huye, y el lobo las arrebata, y dispersa el
rebaño; el mercenario, pues, huye porque es un
asalariado, y no toma interés alguno por las ovejas.
Yo soy el Buen Pastor; conozco mis o v e j a s ; y las
que son mías me conocen á mí. Así como el Padre
me conoce, así yo conozco al Padre, y doy mi vida
por mis ovejas. Tengo también otras ovejas que no
son de este aprisco : yo debo recogerlas; oirán mi
voz, y de lodas se formará un solo rebaño y un solo
Pastor. »
El sacerdote cerró el libro, y continuó diciendo :
— Nuestro Señor dirigía esas tiernísimas pala-
bras á los fariseos, quienes le odiaban de m u e r t e ;
pero las palabras de Jesucristo no se dirigían sola-
mente á los que lo oían y estaban presentes. Sus
palabras eran para todas las generaciones venideras,
y deberían repercutir por los siglos de los siglos. Si
los fariseos no quisieron escucharle, ellos mismos se
condenaron, pero nosotros seríamos igualmente cul-
pables si no lo escuchásemos y no tratásemos de
comprender el misterioso significado de esas pala-
bras divinas.
En las catacumbas se halla reproducida á cada
paso la imagen del Buen Pastor, porque los prime-
ros cristianos le tenían singular afecto. ¿Sabéis qué
cosa son las catacumbas ? Me dirijo á los niños, á los
ignorantes. Voy á decíroslo. Existe debajo de la
ciudad de Roma otra ciudad, en la profundidad del
suelo; allí hay subterráneos tan extensos, que el que
se atreviese á penetrar en ellos sin guía, indudable-
mente se perdería para siempre, como ya ha suce-
dido. Aquellas cavernas se fueron formando poco á
80 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

poco, mucho antes de la venida de Nuestro Señor,


por el trabajo de los antiguos constructores de R o m a ,
que sacaban de ellas arena y otros materiales. En la
época de la persecución de los cristianos millares de
ellos se refugiaron allí y tenían capillas y les servían
también de cementerio. Señalan todavía el sitio
donde el papa san Esteban fué asesinado, mientras
que celebraba el Santa Sacrificio de la Misa, ¡ mez-
clando su sangre sobre el altar con la del Salva-
dor ! (1) Como iba diciendo, en aquellos sepulcros
se hallan á cada paso, ya esculpidas, ya pintadas,
muchísimas imágenes del Buen Pastor con su cor-
derino á cuestas.
Los cristianos de aquellos tiempos, que sin cesar
arriesgaban su vida para conservar su fe, necesita-
ban tener á la vista siempre alguna imagen que les
diera valor. ¡ Y nada mejor que el recuerdo del
Buen Pastor que llevaba al redil la oveja descarriada
y daba su vida para salvarla !
¿ Será preciso explicaros cómo dio el Buen Pastor
su vida por salvar á sus ovejas? Todos los que me
escuchan, niños y ancianos, señores y sirvientes,
todos los que hemos recibido las aguas del bau-
tismo, somos las ovejas del Salvador. ¡ De ese Sal-
vador que para hacernos volver al redil dio su san-
gre por nosotros ! . . . ¿ Por qué vino el Hijo de Dios
á la tierra? ¿ P o r qué se humilló en el pesebre de
Belén ? ¿ Por qué huyó prófugo á Egipto ? ¿ Por qué
vivió trabajando y oculto en Nazaret? ¿ P o r qué an-
duvo á la intemperie predicando durante tres años?
Y sobre todo, ¿por qué murió en la Cruz ignomi-

(I) Véase Stmanario del Clero, París, primer año, abril 16.
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 81

n i o s a ? . . . Bien lo sabéis, ¡Jesucristo padeció todo


eso para que las ovejas descarriadas volviesen al
redil! « ¡ A h ! exclamaba san Pedro » (1) dirigién-
dose á los primeros fieles, « ¡ no fué con oro ni con
plata, — que son cosas perecederas, — que fuisteis
rescatados, sino por la preciosa sangre de Jesucristo,
como de un Cordero inmaculado y sin mancilla! »
¡ Y sin embargo, solónos ocupamos de lo pre-
sente, de nuestras comodidades, de allegar riquezas,
de la vida actual, con riesgo de manchar nuestra
alma, esa alma tan preciosa que todo un Dios bajó
del Cielo para rescatarla! Esta alma que miramos
con desprecio, debería estar siempre pura, limpia,
perfecta, para que fuese digna del amor que Dios le
profesa. « Pasé, dice el sabio, (2) por el campo del
perezoso y por la viña del descuidado, y vi que es-
taban cubiertas de espinos y de maleza.» ¡ Así están
nuestras almas, como el campo del perezoso y la
viña del d e s c u i d a d o ! . . . Las llenan el orgullo, la
avaricia, la envidia, los celos, el olvido de Dios, la
indiferencia; es decir, están llenas de ortigas y de
maleza, lo cual acabará por pervertirlas por com-
pleto. Cuentan que el macedonio Lisímaco combatía
una vez con los tracios, y como se encontrase con
todo su ejército sobre un alto risco desprovisto de
agua, le fué preciso entregarse. Apenas bajó de allí
le llevaron una copa de agua que apuró con avidez,
y al verla vacía exclamó con dolor profundo :
« ¡ Dioses inmortales! ¿qué he hecho? ¿ H e entre-
gado un reino por un vaso de agua ? » Y rompió á

(1) Primera Epist., 1-13.


(2) Prov., X X I V - 3 1 .
5.
82 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

llorar. Eso mismo hacemos nosotros, pobres é insen-


satos pecadores. ¡Cuántas lágrimas no derramare-
mos al ver que hemos dado el reino de los Cielos
por los frivolos placeres de esta vida transitoria !
Levantemos los ojos hacia el Buen Pastor á quien
amamos y cuya dulce voz conocemos... ¿Habéis
visto alguna vez á una ovejita huérfana que se ha
criado en casa de una buena campesina ? ¿ No es
cierto que el animalito conoce la voz y comprende
las caricias de su protectora, y que corre tras de
ella y se aflige y bala tristemente si no la encuen-
tra ? Así deberíamos ser nosotros con el Buen Pas-
tor •, sigamos, hermanos míos, el ejemplo de la ino-
cente ovejiía, y amémosle con alma, vida y corazón,
sin olvidarle jamás ; de otra manera no hallaremos
salud; sólo la hay en el aprisco en que reúne sus
ovejas el Buen Pastor. ¡Tengo también otras ovejas
que no son de este aprisco, decía Nuestro Señor ; yo
debo recogerlas; oirán mi voz,y de todas se formará
un solo rebaño y un solo Pastor !
¿ C o m p r e n d é i s ? Jesucristo profetizaba con esas
palabras que los gentiles, — es decir, todos los pue-
blos que en aquella época no conocían al verdadero
Dios, — oirían su voz, serían convertidos y gober-
nados por un solo Pastor, que es Él mismo. ¿ Y qué
ha sucedido ? que los hebreos, que eran sus discí-
pulos, no se reunieron en su propio aprisco, y que
los gentiles de entonces son los cristianos de hoy
día, y al cab.o de cerca de mil novecientos años los
empedernidos descendientes de los fariseos que le
escuchaban, dispersos por todo el mundo, aun per-
sisten en desconocer á su Pastor. Las naciones como
Inglaterra, como Escocia, como Suecia, que abando-
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 83

naron el aprisco del delegado del Señor, que mora


en Roma, hoy empiezan á volver á la Religión Cató-
lica, y no se pasará el siglo xx sin que reconozcan
de nuevo por su jefe en la tierra al Papa. Entretanto
los empedernidos corazones de los judíos conservan
su odio al Redentor y hacen la guerra al Cristia-
nismo. ¡ Castigo terrible que Dios impuso á esa raza
deicida ! ¿Cuánto durará aquella expiación? No lo
podemos saber. Pero aquello debería ser para nos-
otros lección que no deberíamos olvidar. Escuche-
mos, repito, hermanos míos, la voz de nuestro di-
vino Pastor, con el alma limpia, el corazón lleno de
amor hacia É l ; sigámosle humildes y obedientes, y
Él nos conducirá al Reino eterno, lo cual deseo á
todos vosotros. — A m é n .

T E R C E R DOMINGO D E S P U É S D E P A S C U A

Después de decir la misa, como todos los domin-


gos, el celebrante se dirigió á sus oyentes :

Evangelio según San Juan, cap. 1 6 . , ver. 16-22.


« E n aquel tiempo dijo J e s ú s á sus discípulos : —
Dentro de poco ya no me veréis; mas poco después
me volveréis á v e r , porque me voy al Padre. A l oír
esto algunos de los discípulos se decían unos á otros :
¿ Q u é nos querrá decir con esto : Dentro de poco no
me v e r é i s ; mas poco después me volveréis á ver,
porque me voy al Padre? No entendemos lo que
quiere decirnos. Conoció Jesús que deseaban pregun-
tarle algo, y les d i j o : — Vosotros estáis tratando y
84 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

preguntándoos unos á otros por qué habré dicho :


Dentro de poco ya no me veréis; mas poco después
me volveréis á ver. E n verdad, en verdad os digo,
que vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el
mundo se estará regocijando; os contristaréis, si,
pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer
cuando está en los dolores de parto, se halla poseída
de tristeza, porque le vino su hora : mas luego que
dio á luz su infante, ya no se acuerda de su angustia,
con el gozo de haber dado un hombre al mundo. Así
vosotros, al presente, es verdad, padecéis tristeza;
pero yo volveré á visitaros, y vuestro corazón se ba-
ñará en gozo, y nadie acibarará vuestra alegría en
adelante. »

Esto, hermanos míos, decía Nuestro Señor el


jueves por la noche, pocas horas antes de que le lle-
varan preso y amarrado. Acababa de instituir la
Santa Eucaristía y deseaba consolar de antemano á
sus discípulos y darles fuerzas en sus tribulaciones
y fe en su palabra; aquellas frases misteriosas signi-
ficaban : « Me han de matar, y después de muerto
no me veréis durante los dos días que permaneceré
en el sepulcro; pero al tercero me volveréis á ver. »
Y a sabemos cómo cumplió su promesa.
Los apóstoles sentían una grande inquietud, pri-
mero con aquellas predicciones que su divino Maes-
tro les hizo durante la Cena, así como con la ausen-
cia de Judas, de quien desconfiaban. « Lloraréis, les
decia Jesús, mientras que el mundo estará alegre,
pero seréis consolados; los regocijos de la vida pasa-
rán, en tanto que vosotros seréis consolados, y vues-
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 85

tras tristezas se cambiarán en alegrías que nadie os


podrá arrancar. »
Pienso, hijos míos, hablaros hoy de la diferencia
que existe entre las alegrías mundanas y la felicidad
eterna que obtendrán los verdaderos apóstoles del
Señor.
Cuando hablo de la vanidad de los goces humanos
no me refiero á aquellas alegrías permitidas y que
en nada ofenden á Dios. Esas no las prohibe Nuestro
Señor; É l es bueno por excelencia y conoce que la
naturaleza humana necesita expansión y recreación.
Y o entiendo por goces del mundo los excesivos, en
los cuales se olvida á Dios y sólo se piensa en las
dichas pasajeras de la vida. Dios humanado no pro-
hibía las distracciones inocentes, ni las fiestas en que
el alma se llena de alegría santa y pura; la prueba es
que Él asistió á las bodas de Cana con su Ma'dre, y
como faltase vino suficiente para los convidados, El
hizo alií su primer milagro, convirtiendo el agua en
vino. Pero en este mundo lo más difícil es conser-
varse en un justo medio; no abandonar el comercio
de los hombres á quienes debemos dar buenos ejem-
plos con nuestra conducta, ni tampoco entregarnos
á la sociedad olvidándonos de la vida eterna en las
alegrías de esta vida transitoria.
¿ Cuántas veces no arrojamos una mirada de envi-
dia sobre aquellos que poseen mayores bienes terres-
tres que nosotros, casas, muebles, vestidos, comodi-
dades ? Y sin embargo, si supiéramos á qué precio
se tienen esas cosas, ni por un momento desearía-
mos poseerlas. E l que posee riquezas, hermanos
míos, tiene muchas responsabilidades, muchos tra-
bajos para conservarlas, y un rico está más en riesgo
8j SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

de perder su alma que un pobre que gana su subsis-


tencia con el sudor de su frente. Escuchad un ejem-
plo : Salomón, el hijo de David, soberano de un
reino floreciente, sabio, poderoso, riquísimo, cuyos
palacios rebosaban de oro y plata, cuya sabiduría era
admirada por los príncipes y soberanos de otras na-
ciones, que hacían penosos viajes para ir á oír sus
palabras; cuyos servidores le llevaban de todas partes
del mundo cuanto podía antojársele, Salomón, sin
embargo, vivía sumergido en un piélago de amar-
gura : « I r é , decía, (1) y tendré abundancia de deli-
cias, y gozaré de los bienes, y vi que esto también
era vanidad. La risa la reputé por error, y dije al
g o z o : ¿ por qué vanamente me engañas ? . . . Vi en
todo vanidad y aflicción de corazón, y que ninguna
cosa era permanente debajo del sol. » Todo, todo en
este mundo es vanidad de vanidades, excepto el amor
de Dios. Por eso los Santos, los que cumplen con sus
deberes, son a l e g r e s ; las hermanas de la Caridad,
los misioneros, todos aquellos que caminan por los
senderos que Dios les señala son risueños y viven
felices; y los ricos, los poderosos, los soberanos tie-
nen una existencia llena de sobresaltos, de afanes,
de sustos, de remordimientos, si no cumplen con los
mandamientos de Dios con toda estrechez.
« Todo he probado, decía Séptimos Severo (de
simple soldado había llegado al trono), todo, y ¡ veo
que todo goce es nada ! » ¿ Por qué es esto ? Porque
nuestra alma no es de este mundo, y nada aquí abajo
la puede satisfacer. Para comprender mejor lo que
deseo explicaros, veamos la vanidad de las riquezas

(1) Eclesiastós, cap. I I


DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 87

en la hora de la muerte : ¿ qué valen todas ellas en


ese instante supremo ? Y la muerte en un lecho de
oro ó en un jergón de pajas es la misma siempre.
Recordemos aquella parábola que contó Jesús al pue-
blo un d í a : « El campo de un hombre rico había lle-
vado abundantes frutos, y él pensaba entre sí mismo
y decía : — ¿ Qué haré? porque no tengo en dónde
encerrar mis frutos. Derribaré mis graneros y los
haré mayores, y allí recogeré todos mis frutos y
mis bienes, y diré á mi alma : — Ahora muchos bienes
tienes allegados para muchísimos años; descansa,
come, bebe, ten banquetes. Mas Dios le dijo : — Ne-
cio, esta noche te vuelven á pedir el alma; ¿ lo que
has allegado para quién será ? Así es el que atesora
para sí y no es rico en Dios. »
Con frecuencia pintan a l a virtud, á la piedad, llena
de severidad, triste, austera, fastidiosa, huyendo d i
toda alegría y distracción... Pero esa es la falsa p i e -
dad, la que no nace del a m o r : « No, no, decía san
Leonardo, esa no es la dulce piedad que inspira mi
Jesús misericordioso; los que la representan así no
conocen á mi suavísimo Maestro. »
Indudablemente la felicidad que Dios nos ofrece no
es en este mundo, sino en el Cielo en donde la obten-
dremos; pero así como se paga al jornalero por su
trabajo diario y se le da de comer para restaurar sus
fuerzas, como al soldado se da un salario y también
una recompensa, si se hace acreedor á ella por su
valor, así Nuestro Señor Jesucristo premia á los que
se manejan bien con felicidades sólidas y verdaderas,
mientras que llega la hora de gozar de las delicias
eternas.
Pero no debemos ocuparnos de estos bienes tran-
88 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

sitónos sino como de una. cosa pasajera, como de


algo que no ha de durar, y recibir con honda grati-
tud lo que Dios nos manda, sea bueno ó m a l o ; lo
principal, lo que no debemos descuidar jamás es la
esperanza de ganar la vida'eterna; ese es nuestro fin
en este mundo, todo lo demás lo obtenemos como
añadidura.
¿ Habéis oído hablar de Tomás Moro ? Era un santo
inglés, gran canciller de la corona de Inglaterra, el
cual poseía todas las riquezas que realzaba el brillo
de su alta posición. El rey Enrique VIII quiso que
apostatara, que abandonase la Religión Católica; él
se negó á ello, y entonces le encerraron por mucho
tiempo en una torre y después le condenaron á muerte.
Su mujer le fué á visitar en su prisión, y como le
suplicara que no se dejase quitar la vida cuando ésta
aún le ofrecía grandes goces, él le replicó: —
« ¿Cuántos años más pensáis que podré v i v i r ? » —
« Veinte, por lo menos, le contestó ella. » — « Y
desearíais, repuso él, verme pagar esos veinte años
por una eternidad de suplicios? ¿ No os parece que
semejante conducta sería la de un loco? »
Y sin embargo, hermanos míos, esta conducta es
la que llevamos todos; olvidamos continuamente que
los bienes son prestados en este mundo y que nues-
tra verdadera mansión, aquella que el H i j o de Dios
ha ido á preparar para sus discípulos, está en el Cie-
lo, y allí nos espera y desea vernos, y allí, queridos
hijos míos, deseo ardientemente que algún día nos
encontremos todos reunidos y gozando de la presen-
cia de Dios Nuestro Señor.
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 89

C U A R T O DOMINGO D E S P U É S D E P A S C U A

Á las siete en punto empezó la Misa el cape-


llán, y no era muy pasada la media, antes de las
ocho, cuando se dirigió el buen sacerdote á su audi-
torio con las siguientes palabras :
Este domingo se llamaba antiguamente Semi-
Pentecostés, porque en la semana que viene se divi-
den los cincuenta días que se cuentan desde Pascua
hasta Pentecostés. El Evangelio que os voy á leer
está tomado del capítulo XVI de San Juan, helo
a q u í : « En aquel tiempo dijo Jesús á sus discípulos :
Yo' me voy á Aquel que me ha enviado, y ninguno
de vosotros me pregunta : ¿ Á dónde vais? Mas,
porque os he hablado de este modo, se ha llenado
de tristeza vuestro corazón. Por tanto, os digo la
verdad, os interesa que yo me vaya, porque si yo
no me voy, el Consolador no vendrá á vosotros;
mas si me v o y , os lo enviaré. Y cuando hubiere
venido, argüirá al mundo de pecado, de justicia y de
juicio : de pecado, porque no han creído en m í ; de
justicia, porque me voy á mi Padre, y no me veréis
m á s ; y de juicio, porque el Príncipe de este mundo
ya está juzgado. Todavía tengo muchas cosas que
deciros, pero no estáis ahora en estado de compren-
derlas. Cuando venga el Espíritu de Verdad os ense-
ñará todas las verdades. Porque no hablará de su
propia autoridad, sino que dirá todo lo que habrá
90 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

oído, y os hará conocer las cosas venideras. É l es el


que me glorificará, porque tendrá parte en lo que á
mí me pertenece, y os lo anunciará. »
La aflicción, hermanos míos, que agobiaba á los
discípulos de Jesucristo cuando pensaban que pronto
debería llegar el momento de separarse de É l , era
muy natural, y digna de elogio; pero el amor que
le profesaban á su Divino Maestro era demasiado
humano, y sólo pensaban en tenerle presente y no
en la misión que ellos tenían por delante. Nuestro
Señor procuraba consolarlos, hablándoles de la
próxima dicha que É l iba á gozar al tomar su lugar
á la derecha del Padre; pero esto, que por cierto
sería una satisfacción para sus espíritus, no conso-
laba sus corazones; por eso les aseguraba que si
había de abandonarles visiblemente, Él los acompa-
ñaría siempre mentalmente, y que el Espíritu Santo
los consolaría de todo, puesto que les haría c o m -
prender la gran misión que deberían llevar á cabo.
La llegada del Espíritu Santo sobre los Apóstoles
sería el complemento de la obra de la regeneración
y salvación del mundo, porque Éste acabaría de lim-
piar sus almas de todo afecto mundano; los pene-
traría de ciencia y conocimiento del corazón h u m a n o ;
les daría el don de consejo para dirigirse y dirigir á
los demás por los caminos que llevan al Cielo; de
fuerza que les impediría caer en el peligro material
y en todo error mental; de resistencia para alcanzar
á vencer á sus enemigos con las armas de la fe; de
piedad que los obligaría no solamente á servir á
Dios, sino á recibir con alegría los martirios que ya
estaban preparados para probarlos, y por último, les
daría inteligencia y sabiduría para que pudiesen e x -
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 91

plicar la divina doctrina que deberían difundir en el


mundo entero. E l Espíritu Santo vendría al mundo,
según decía Nuestro Señor, para que el mundo s u -
piera lo que es el pecado, la justicia y el juicio,
mostrándole lo que es L A V E R D A D ; demostraría que el
pecado consiste en no creer en Jesucristo. Conven-
cido el mundo de lo que es el Redentor, creería en
É l , y su doctrina sería predicada de gente en gente
por toda la circunferencia de la tierra. La justicia,
en el lenguaje de la Escritura, significa la reunión
de todas las virtudes y los preceptos que encerraba
la moral de Jesucristo; muy diferente por cierto de
lo que se llamaba moral, según la ley antigua; hoy
llamamos moral cristiana aquélla que el Espíritu
Santo infundió en los apóstoles reunidos, y la cual
ha llevado la civilización á todas partes del globo
terráqueo, de manera que allí donde no impera ella,
no se considera que la antorcha de la civilización
luce. El tercer punto con que debería iluminar al
mundo el Espíritu Santo, era la necesidad de un
juicio después de la vida, para el alma de los justos
y de los pecadores. ¿Qué sería la muerte si no h u -
biese un juicio después de ella? Nada tendría de
terrible, y los humanos pasarían de esta vida á la
otra sin miedo y sin remordimiento. La honda con-
vicción que cada uno de nosotros lleva en su alma
de que después de la vida se han de juzgar nuestras
acciones, es lo que impide en este mundo que se
cometan mil crímenes.
Todavía tengo muchas cosas que deciros, pero no
estáis ahora en estado de comprenderlas, — añade
Jesucristo. No quiere cansar el espíritu de sus
oyentes echando sobre ellos, débiles aún, el peso de
92 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

sus instrucciones; lo que prueba que aquel Dulcí-


simo Maestro medía siempre las fuerzas de sus
oyentes para no cansarlos demasiado, y dejaba que
el Espíritu de verdad les enseñara lo que quedaba
aún por explicarles; así fué que aquellos hombres
tan ignorantes hasta entonces, una vez que recibie-
ron al Espíritu Santo, fué tan extraordinaria su cien-
cia, que en Grecia y en Roma vencían con sus a r g u -
mentos y elocuencia á los doctores más sabios de
aquel tiempo.
Pedro convierte de tres á cinco mil personas en
sus primeras predicaciones; en la India, en la E t i o -
pia, como en el palacio de los Césares y en la m a n -
sión de los filósofos. En todas partes la predicación
de los apóstoles forma santos y mártires, de cuya
sangre nacen millares de cristianos. « No tengáis
cuidado, ni os afanéis cómo ni qué hablaréis; no
seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de
vuestro Padre que habla en vosotros », (1) decía
Nuestro Señor á los doce apóstoles, una de las pri-
meras veces que los reunió solemnemente en torno
suyo.
Aquella inspiración del Espíritu Santo no con-
cluyó con los apóstoles, no ; esa inspiración se ha
conservado al través de los siglos, de manera que
todo aquél que con íntima y verdadera fe y profunda
humildad invoca al Espíritu de Dios para tratar de
dirigirse al pueblo que trata de convertir, el Señor
lo inspira, le da elocuencia, y frecuentemente pone
en sus labios palabras que no ha pensado decir.
Aquello que dijeron los apóstoles en el primer C o n -

(I) Mateo, Xl-9-20.


DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 93

cilio : « Visum est enim Spiritui sánelo el nobis (1)


porque ha parecido al Espíritu Santo y á vosotros... »
eso mismo continúan repitiendo hasta nuestros días
los que se reúnen en nombre de Él para legislar.
Y hay que advertir una cosa, hijos míos : el E s -
píritu Santo no solamente asiste á los que se reúnen
en los concilios y á los sacerdotes, sino que des-
ciende también é inspira á los cristianos de todas las
clases sociales que se reúnen en el nombre de Dios.
Si vuestras intenciones son santas y buenas, el E s -
píritu Santo aclarará vuestros espíritus y dará vida
y calor á vuestros corazones para que podáis seguir
por el camino trazado por Dios : pensamientos salu-
dables, piadosos deseos, fuertes resoluciones, a c -
ciones b u e n a s . . . A s i , pues, no emprendáis ninguna
obra sin pedir al Creador de todos los dones su pro-
tección, porque solólas oraciones que salen de nues-
tros corazones podrán tener poder suficiente para
evocar la protección del Cielo.
Nuestro Señor anunció la verdad al siglo en que
vino al mundo, y después de él repercute de siglo en
siglo la predicación del Espíritu Santo, que glorifica
sin cesar á Jesucristo. La misión del Espíritu Divino
es la de desarrollar, repetir y extender las ense-
ñanzas del Hijo de Dios. Así, pues, la misión del
Salvador en la tierra fué la de derramar en el mundo
el amor á Dios, olvidado y a ; recordar la justicia y la
misericordia desconocidas, desafiadas y desprecia-
das, como estaba profanado todo el culto que se
daba al Creador; el objeto de la misión del Espíritu

(t) Act., XV-28.


94 SOLEDAD ACOSTA DE S A M P E R .

Santo fué enseñar á seguir, adorar, admirar y amar


la Doctrina del Hijo de Dios.

II

Cuando salieron del oratorio encontraron que la


mañana, que amaneció triste y desapacible, se ha-
bía convertido en un hermosísimo día. Todo son-
reía. La hierba fresca conservaba aún algunas gotas
de rocío, los pajarillos saltaban de rama en rama
muy afanados, persiguiendo los moscos y gusanillos
que habían de llevar á sus pichones; el sol relucía
en todas partes; el manto de niebla que cubría los
cerros temprano se había levantado, y sólo en tal
cual picacho y arista quedaban aún enredados girones
de nube.
— Me entregaron antes de salir de casa, dijo el
sacerdote, una composición poética, que voy á leer
á ustedes :

UNA LIMOSNA PARA HACER' LA CAPILLA D E AGUA


DE DIOS

E n esle m e s , que dedican


Á la R e i n a de los C i e l o s
L o s fieles, ¡ c u á n t o s c o n s u e l o s
N o r e c i b e el c o r a z ó n I
Y cada c u a l de n o s o t r o s ,
Para obsequiar á María,
L e p r e s e n t a c a d a día
Su más ferviente oración.

M a s t a m b i é n c o n buenas o b r a s
A la V i r g e n b e n d e c i d a
P u e d e nuestra fe r e n d i d a
Manifestarle su a m o r . . .
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA.

Y , ¿cuál será más hermosa


D e a q u e l l a s o b r a s de celo
Q u e el d a r l e al p o b r e c o n s u e l o
Y d a r l e alivio al d o l o r ?

E s c u c h a d . . . H a y una a l d e a
P o b r e , miserable, triste,
E n donde todo el q u e existo
M e r e c e nuestra p i e d a d . . .
U n a p o b l a c i ó n entera
D e seres desventurados
Q u e allí tiene s i e m p r e a i s l a d o s
S u espantosa e n f e r m e d a d .

¿ Q u i é n c o m o ellos necesita
D e lenitivo y c o n s u e l o ,
D e los a u x i l i o s del C i e l o ,
P a r a a b r a z a r s e á la c r u z ?
¿ D e una iglesia, una capilla,
P o r m u y m o d e s t a que s e a ,
E n donde pueda la aldea
D a r hospedaje á Jesús?

¡ S í ! ¡ tener u n a capilla
D o esté el S e ñ o r b o n d a d o s o ,
Q u e a s e m e j a d o al l e p r o s o
Q u i s o estar en su P a s i ó n 1...
¡ T e n e r un sitio s a g r a d o ,
E n d o n d e h a l l e h o r a s serenas
Y se c o n s u e l e en sus penas
E l terrestre c o r a z ó n !

Eso lo ambicionan ellos,


N u e s t r o s dolientes h e r m a n o s ,
¿ N o es j u s t o , p u e s , ¡ o h c r i s t i a n o s !
Á tal objeto a y u d a r ,
Y , como obsequio á María
Q u e da la p i e d a d s i n c e r a ,
H o y un óbolo siquiera
A los l e p r o s o s e n v i a r ? . . .

o de 1889. B. S .
96 SOLEDAD AGOSTA DE S A M P E R .

— Ahora, añadió al buen sacerdote, toca á ustedes


escuchar la voz de los desdichados que piden el con-
suelo más grande que se les puede ofrecer : ¡ un
templo en donde ir á orar!
— Aquí tiene usted todas mis economías, exclamó
una niña, entregando al doctor un puñado de bille-
tes. ¡Pobrecitos lazarinos! ¡quién no se compadece-
rá de ellos!
Otro tanto hicieron todos los miembros de la fa-
milia.
— Está muy bien, dijo el sacerdote.- ¡Dios les
recompensará! Mañana mismo iré á entregar esto al
Director de la Congregación que les protege.

QUINTO DOMINGO D E S P U É S D E L A P A S C U A

Como de costumbre, después de la misa el cape-


llán tomó el libro de los Evangelios en las manos
y leyó lo siguiente :

Capítulo XVI de San Juan, vers. 24 á 30.

« E n aquel tiempo dijo Jesús á sus discípulos :


En verdad, en verdad os d i g o , que si pidiereis a l -
guna cosa á mi Padre en mi nombre, os la conce-
derá. Hasta aquí no habéis pedido nada en mi nom-
bre : pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea
completo. Os he dicho todas estas cosas en parábo-
l a s ; es llegado el tiempo en "que no os hablaré más
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 97

en parábolas, sino que os diré con claridad todo lo


que tiene relación con mi Padre. Vosotros pediréis
entonces en mi nombre, y no os digo que rogaré á
mi Padre en favor vuestro; pues que mi Padre
mismo os ama porque vosotros me habéis amado y
habéis creído que he salido de Dios. Y o he salido de
mi Padre y he venido al mundo; otra vez dejo al
mundo y me voy á mi Padre. Dijéronle entonces sus
discípulos : — Ahora habláis claramente y no os
servís de parábolas. Ahora estamos convencidos de
que sabéis todas las cosas y que no necesitáis que
nadie os pregunte, y esto es lo que nos hace creer
que habéis salido de Dios. »

Esta promesa de Jesucristo, hermanos é hijos


míos, pedid y recibiréis, es la más bella palabra que
nos legó el Salvador antes de subir al Cielo, y no era
sólo para sus discípulos sino para todos nosotros; el
Padre, dijo, nos concederá todo lo que pidamos en
nombre de su Hijo. No podemos pretender ganar el
Cielo si no le imploramos socorro y misericordia : es
un deber esencial que no puede suplirse con otro. El
hombre, mientras conserve su razón y su conciencia,
puede elevar sus oraciones á Dios, Nuestro Señor y
Nuestro A m o . Las demás prácticas religiosas pueden
suplirse con otras : con la caridad, el a y u n o ; la pe-
nitencia, con una perfecta contrición; el bautismo
con el martirio... pero las oraciones no pueden sus-
tituirse sino con oraciones. ¿ Y no es acaso un placer
grande el hablar con el ser más amado? ¿No es una
dulcísima satisfacción darle las gracias por los bienes
recibidos? ¿Será preciso encomiar y explicar la n e -
G
<J8 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

cesidad de la oración á las almas cristianas que deben


comprender, no solamente sus deberes, sino también
la necesidad de su alma y de su corazón? La oración
nos acerca á Dios, nos pone en comunicación con É l ,
nos recuerda nuestra pequenez y abandono, su gran-
deza inconmensurable y su bondad inagotable. La
oración, por otra parte, es la cadena que nos une á
Dios y nos liga á nuestros hermanos en este mundo
y á los que gozan de la vida eterna. Con la oración
renovamos los votos hechos en el bautismo cuando
fuimos recibidos en la cristiandad; reanimamos
nuestras esperanzas; abrimos campo á la caridad;
comprendemos que debemos ser humildes y nos pre-
paramos á la penitencia. La oración nos sostiene y
nos devuelve la virtud, si ésta nos ha faltado; así,
pues, las plegarias que elevamos al Cielo son un
deber, una necesidad, un placer y una deuda de gra-
titud para con nuestro Creador.
S í , hermanos míos; oremos,.oremos mucho, y que
jamás merezcamos que Jesucrito nos diga : « hasta
aquí no habéis pedido nada en mi nombre. » Todo
puede ser motivo de oración; si estáis en la prospe-
ridad, pedid que no os deslumbre; s i e n la desgracia,
qué no os agobie el peso de vuestra tristeza; si ricos,
para que esas riquezas sean bien empleadas ; si po-
bres, para que se os consuele; si enfermos, para
que Dios os dé fuerza para soportarla; si sanos, para
que os conserve la s a l u d . . . Rogad por la Iglesia, que
no cesa de orar por todos sus hijos, entre los cuales
estáis vosotros; rogad por las almas del Purgatorio;
por la nación y la patria; por vuestros parientes y
vuestros a m i g o s ; por los que os odien y por aquellos
á quienes habéis dado malos ejemplos... No son las
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 99

oraciones que se hacen con los labios no más las


que valen, son las que salen del alma ; y si Dios no
concede lo que le pedimos, es porque sólo le pedi-
mos para nosotros mismos, para nuestro cuerpo y
quizás en contra de nueslra salvación eterna :
porque no sabemos orar. Pensamos que para elevar
nuestras almas al Cielo se necesitan requisitos; no,
la oración más espontánea y más sencilla es la mejor.
Puesto que Dios impuso á toda la humanidad esta
obligación, de seguro debe de ser fácil; es un senti-
miento que brota de nuestro corazón, no es un arte;
para rezar no es preciso tener talento, basta la buena
voluntad; no se necesita ser instruidos, basta la f e ;
no tenemos que aprender á rezar, nacemos con ese
instinto; nuestro corazón es el mejor libro en que
debemos buscar esa enseñanza. No sabemos rezar,
dicen algunos. Decidme, ¿cuando necesitáis comer,
alguien os enseña cómo se ha de pedir el alimento?
¿Cuando estáis enfermos no deseáis curaros? Pedir á
Dios el pan del alma, el remedio á vuestras dolen-
cias : eso es rezar. ¿No deseáis enmendaros de vues-
tros defectos, de las tentaciones que os a c o m e t e n ? . . .
Pues pedid al Señor que modifique vuestro corazón.
Los Santos pedían al Salvador la g r a c i a ; allí está
todo el secreto de los milagros que hacían en su
nombre bendito, no en el suyo propio.
« Señor, dijeron los apóstoles á Jesucristo en una
ocasión, enséñanos á orar, como también Juan enseñó-
á sus discípulos. Y les dijo : Cuando orareis, decid :
Padre nuestro; y les enseñó el Padre nuestro. (1) Y r

les dijo también : ¿Quién de vosotros tendrá un-

(1) San Lucas, c. X I , v. 1. — San Mateo, cap. 6, v. 9.


100 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

amigo, é irá á él á media noche, y le dirá : — A m i g o ,


préstame tres panes, porque acaba de llegar de viaje
un amigo mío y no tengo que ponerle delante ; y el
otro respondiese diciendo : — No me seas molesto;
ya está cerrada la puerta y mis criados están t a m -
bién como y o , en la c a m a ; no me puedo levantar á
dártelos. Y si el otro perseverare llamando á la
puerta, os digo que ya que no se levantase á dárselos
por ser su amigo, cierto que por su importunidad
se levantaría y le daría cuantos panes hubiese me-
nester. Y yo digo á vosotros : Pedid y se os dará,
buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá... » ¿Estas
palabras de Jesucristo no enseñan acaso la necesidad
de la oración con que debemos importunar al Cielo?
Pero no pidáis, no, el bien propio en este mundo,
ni aquello que debe alimentar vuestra ambición,
vuestro deseo de lucir, vuestra ansia de bienes tem-
porales; ¡ no pidáis eso, hermanos míos, j a m á s , j a -
más ! Si Dios os lo concediera, quizás sería para
vuestro mal, y os lo concedería más bien como un
castigo que como un favor. Pedid, sí, la salud eterna
para vuestras almas y bienes para vuestros h e r m a -
n o s ; Dios recompensa la caridad, jamás contenta al
egoísta sino es para castigarle.
Otra cosa que olvidamos siempre, es que si desea-
mos que Dios nos oiga, debemos estar puros, que
Él no escucha la voz del que está en pecado mortal.
A éste, Dios escucha si está arrepentido y desea ar-
dientemente enmendarse y busca el tribunal de la
penitencia para purgar sus pecados. Tampoco escu-
cha las oraciones que se hacen con soberbia. « La
oración del humilde atravesará las nubes », dice el
Eclesiastés. Pero también debemos hacerlas con con-
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 101

fianza, con.fe en la infinita misericordia divina. Si es


una afrenta considerar falsa la palabra de un hombre,
¿qué no será con nuestro Creador si no creemos en
la suya? Otras cualidades de la oración es la perseve-
rancia y la atención. Si Él no os escucha en un prin-
cipio, es para probar vuestra paciencia, y si vosotros
no sabéis orar con atención; y sin distraeros, tampoco
vale la oración ; ya lo dije antes : cien Padre nuestros y
Ave Marías dichas con los labios, no solamente nada
valen ante Dios, sino que se convierten en pecado si
seguimos rezando sin levantar nuestro pensamiento
al Cielo : más vale mil veces rezar corto pero rezar
bien.
Este asunto, hijos míos, se presta para discurrir
largo, larguísimo, pero es preciso que me inte-
rrumpa porque quiero hablaros de otras dos cosas
que nos interesan hoy.
Mañana empiezan las Rogaciones públicas ó leta-
nías, que en los países católicos se rezan por los
campos y las calles públicas. Á pesar de que todos
los años se rezan en las calles y en las iglesias, he
notado que hay muchas personas que no saben qué
significan, y por qué se hacen siempre en los tres
días qne siguen al quinto domingo después de Pascua
y en los tres días que preceden á la Ascensión del
Señor.
Letanía es una palabra griega que significa ruego
ó súplicia, era una oración que comenzaba con Kyrie
eleyson, en g r i e g o . De allí se tomó pie para compo-
ner las Letanías, en que se invocan á gran número
de Santos para suplicarles tomen bajo su protección
la agricultura y los frutos que nos alimentan. Dice
un sabio historiador eclesiástico, que las letanías y
6.
102 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

la costumbre de rezarlas por los campos viene desde


el siglo quinto, en que san Mamerto las estableció
en su iglesia para aplacar la cólera de Dios que se
había desencadenado sobre Francia, produciendo
inundaciones, terremotos, incendios, hambres y
otros azotes y castigos...
Deseaba deciros también que el jueves próximo
es la fiesta de la Asceneíón del Señor, pero hoy no
tengo tiempo de explicaros aquel hecho portentoso,
y lo dejaremos para el domingo entrante, contando
con la prolección de Dios. Pero aun me resta habla-
ros del mes que concluye y a , el de mayo, dedicado
por la Iglesia á nuestra Santísima Madre la Virgen
María.
Dícese que este mes tomó el nombre de Maya la
madre del falso dios pagano Mercurio, pero otros
historiadores aseguran que el nombre de mayo venía
de la palabra latina major (anciano), porque los ro-
manos lo habían dedicado á los ancianos, así como
junio lo estaba á la juventud. E n Grecia era el mes
de Apolo, el dios de la poesía, y entre los cristianos
se le consagra á la Madre del Salvador. Nada más
encantador que el culto que se da á la Virgen en
este mes. Hay provincias en que todas las noches se
reúnen las aldeanas para invocar á María, y ella sabe
agradecer ese dulce culto dando algunas de sus cua-
lidades y sus virtudes á sus devotas. Haced, pues,
vosotros otro tanto; rezadle á vuestra Madre cada día,
pero con más fervor; indudablemente lo habéis
hecho así en este mes, por lo cual veréis cuántas
bendiciones derramará el Cielo sobre vosotros.
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 103.

DOMINGO D E S P U É S D E L A A S C E N S I Ó N

Concluida la misa en el oratorio de lo hacienda,


el doctor se dirigió á sus oyentes :
Hijos míos, como este domingo se encuentra
dentro de la Octava de la Ascensión, puede decirse-
que seguimos celebrando esa gran fiesta de la cris-
tiandad, y es la continuación de la celebración de
este misterio inefable.
Veamos primero el Evangelio ele este día, tomado-
de San Juan, Capítulos XV y XVI:
« En aquel tiempo dijo Jesús á sus discípulos :
Cuando viniere el Consolador que yo os enviaré del
seno del Padre, él, que es el espíritu de verdad,
que procede del Padre, dará testimonio de mí, y
vosotros también daréis testimonio, porque habéis
estado conmigo desde un principio. Y o he hablado-
de este modo, á fin de que no os escandalicéis. Os
echarán de las sinagogas; mas viene la hora en que
cualquiera que os mate, pensará que hace servicio
á Dios. Y os harán esto porque no conocieron al
Padre, ni á mí. Mas esto os he dicho para que,
cuando viniere la hora, os acordéis de ello, que yo
os lo dije. »
Como veis, Jesucristo llama al Espíritu Santo que
ha de mandar, después de que É l suba al Cielo,
Consolador, puesto que debería consolarlos de la
separación de su Divino Maestro. Poco á poco Núes-
104 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

tro Señor fué preparando á sus apóstoles á la m i -


sión santa que debería encomendarles, hasta que
llegó el momento de la final despedida. Dice san
Marcos (1) « que estando sentados los once após-
toles, se apareció ante ellos Jesucristo y les afeó su
incredulidad y dureza de corazón, por no haber
creído á los que le habían visto resucitado. Les dijo
después : id por todo el mundo y predicad el E v a n -
gelio á toda criatura. El que creyere y fuere bauti-
zado será salvo, mas el que no creyere será conde-
nado. Y estas señales seguirán á los que creyeren :
lanzarán demonios en mi nombre; hablarán nuevas
lenguas, quitarán serpientes y si bebieren alguna cosa
mortífera no les dañará; pondrán las manos sóbrelos
enfermos y sanarán. Y el señor Jesús, después que
les habló fué recibido arriba en el Cielo y está sen-
tado á la diestra de Dios. Y ellos salieron y predi-
caron en todas partes, obrando el Señor con ellos, y
confirmando su doctrina con los milagros que la
acompañaban. »
Los Evangelios escritos por personas separadas,
en diferentes tiempos, no dicen siempre las mismas
cosas con las mismas palabras. El fondo es igual,
pero la manera de decirlo varía según el carácter
del sagrado escritor, y según la importancia que
cada uno daba á tal ó cual hecho. Así, en los Hechos
de los Apóstoles (2) encontramos narrada, con mayor
claridad, cómo tuvo lugar aquel hecho milagroso de

(1) Capítulo X V I , vers. 14 á 20,


(2) Ésto fueron escritos por san Lucas en lengua griega, y con-
tienen la historia primera de la Iglesia de Crislo durante los p r i -
meros iruinta años.
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 105

la subida de Jesucristo al Cielo : « Y cuando esto


hubo dicho (leemos allí), viéndole ellos, se fué ele-
vando; y lo recibió una nube que lo ocultó á sus
ojos. Y estando mirando al Cielo, se les aparecieron
dos varones vestidos de blancos ropajes : — V a r o n e s
galileos, dijeron los aparecidos, ¿qué estáis mirando
al Cielo? Este Jesús que habéis visto subir al Cielo,
de la misma manera vendrá después. »
Aquel hecho maravilloso sucedió en las cercanías
de Betania, al pie del monte Olívete, con lo cual con-
cluyó el Salvador su misión sobre la tierra, empe-
zada en el pesebre de Belén.
Volvieron los apóstoles á Jerusalén y fueron á
aguardar la venida del Espíritu Santo, que debía
mandarles el Hijo de Dios, con lo cual acabarían de
iniciarse en la obra que deberían llevar á cabo con
su palabra, con el martirio y con su sangre. Hacía
apenas cuarenta días que Jesucristo había resuci-
tado, y ya aquellos hombres sencillísimos hasta en-
tonces, ignorantes y sin ningunos conocimientos del
mundo, se sentían fuertes, instruidos, llenos de fe y
entusiasmo por la doctrina que deberían predicar
por todos los ámbitos del globo terráqueo.
La fiesta de la Ascensión es quizás la primera
que se instituyó en el Cristianismo; dice san A g u s -
tín que su celebración eAk ordenada en las primeras
conslituciones apostólicas. San Ambrosio compuso
un bellísimo himno que debería cantarse en aquella
fiesta. Helo aquí : « ¡ O h ! ¡ J e s ú s , Salvador de los
hombres, alegría de nuestros corazones, Criador del
mundo que has rescatado, pura luz y delicias de los
que te a m a n !
» ¡ Qué inmensa es esa compasión, Señor que
106 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

para salvarnos cargáis con el peso de nuestros crí-


menes y hasta sufrís la muerte siendo Vos la ino-
cencia m i s m a !
» Penetráis en los infiernos, rompéis las cadenas
de los cautivos, y en seguida, glorioso y triunfante,
volvéis á ocupar el puesto que os corresponde á la
diestra de Dios Padre.
» Seguid ese camino de la misericordia, curad
nuestros males, hasta que llegue él día en que po-
damos ver la dichosa luz de vuestra gloria.
» ¡ O h ! Jesús, guía y sendero que conduce al
Cielo, sed el objeto de nuestros deseos, el consuelo
de nuestras lágrimas y la dulce recompensa de nues-
tros trabajos. — A m é n . »
E n algunas parroquias se hace una procesión el
día de la Ascensión, en que se representa la marcha
de los apóstoles, de Jerusalén á Betania, y de allí al
monte Olívete, lugar en que, dice la tradición, tuvo
lugar la subida del Señor al Cielo; y la vuelta de
los mismos apóstoles á Jerusalén, en donde se pre-
pararon por medio de la oración á recibir al Espíritu
Santo.
Antiguamente los devotos y piadosos permanecían
en el retiro y el recogimiento durante los días que
trascurren entre la Ascensión y Pentecostés, con el
objeto de imitar á la Virgen María y á los apóstoles
reunidos en el Cenáculo, esperando la venida del
Espíritu Santo.
No sé si habréis notado, hermanos míos, que el
día de la Ascensión, cuando en el Evangelio se dice
Assamptus est in coelum, durante la misa parro-
quial, se apaga el cirio pascual, que ha permane-
cido encendido todos los domingos, durante la misa
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 107

mayor. ¿Sabéis lo-que eso significa? La Iglesia r e -


presenta con aquello, que Jesucristo, luz de nues-
tras almas, ya no brillará para nosotros en la tierra,
porque subió á los Cielos.
Pero en el momento en que el Hijo de Dios vuelve
á ocupar su lugar en el Cielo, los apóstoles empie-
zan á ejercer su misión y el ministerio sagrado con
que han sido investidos. Desde que Nuestro Señor
empezó sus predicaciones no ha habido interrupción
en el Ministerio establecido por el Maestro, y aun-
que frecuentemente ha sido perseguida la Iglesia,
colmada de contradicciones de toda especie, jamás
se la podrá volcar; siempre cercada de tempestades,
continuamente asediada por el infierno, rodeada de
asechanzas, atacada por herejías, herida por cismas;
su asiento en la tierra, empero, fundado en la pa-
labra de un Dios, no será jamás derribado hasta el
fin de los tiempos y de la raza humana.
Nuestro Señor dijo á los suyos, antes de dejarlos :
— « Esto os he dicho para que, cuando viniere la
hora, os acordéis de ello y de que yo os lo dije. »
Y ellos entendieron lo que les anunciaba, y lo que
les anunciaba era el martirio, los desprecios de los
hombres y el sacrificio de su vida, ¡ y sin embargo
regresaron regocijados á Jerüsalén! ¿Por qué? P o r -
que tenían la íntima convicción de que cuanto s u -
frieran en este mundo no sería sino por obedecer
las órdenes de su Dios, y les bastaba saber que era
su voluntad para estar felices. Fortalecidos por su
fe, preparados por medio de la palabra divina y
llenos de esa luz que les dio después el Espíritu
Santo, los apóstoles supieron sostenerse de una ma-
nera milagrosa en las circunstancias más terribles";
108 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

fueron heroicos siempre; y si no,triunfaron mate-


rialmente de sus enemigos, dejaron el mundo entero
sembrado con una semilla que se levantó para aho-
gar la perniciosa del paganismo, que cubría la tierra
hasta entonces, y amenazaba anegar la humanidad
en vicios, como las aguas del diluvio hundieron á
los descendientes de A d á n !
No hay sino una arca que nos puede salvar, hijos
míos, y esa arca santa es la Iglesia, cuyos pilotos
son la fe y la confianza; dentro de ella nos salva-
remos todos, y fuera de ella sólo encontraremos la
muerte. Así, pues, pongamos los ojos en el Cielo;
siempre levantemos nuestros corazones á Dios, invo-
quemos la dulce protección de la Madre del Salva-
dor, y no tendremos por qué temer ninguna cala-
midad en este mundo.

DOMINGO DE P E N T E C O S T É S

La mañana estaba ya un tanto avanzada cuando


concluyó la Misa en la capilla de la hacienda, pues
ésta había empezado más tarde que otras veces.
Llovía tanto desde el amanecer, y estaba tan oscuro,
que todos, señores y sirvientes, se levantaron p a -
sada ya la hora de costumbre. Lloraban los tejados,
goteaban los árboles, corrían arroyos por las calles
del jardín, y oíase mugir á lo lejos el riachuelo que
bajaba de los cercanos cerros convertido en torren-
toso río. Dentro de la capilla casi no alcanzaban á
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 109

leer en sus devocionarios las mujeres, y los niños


miraban con desconsuelo por entre los cristales de
las ventanas pasar las nubes cargadas de agua.
El sacerdote tomó el libro de los Evangelios en-
tre las manos y leyó lo siguiente :

San Juan, capítulo XIV, ver. 23.


« En aquel tiempo dijo Jesús á sus discípulos :
Si alguno me ama guardará mi palabra, y mi Padre
le amará, y vendremos á é l , y haremos morada en
é l ; el que no me ama no pondrá en práctica mis
palabras. Por lo demás, la palabra que habéis oído
no es mía, sino del Padre que me envió. Os he dicho
estas cosas estando con vosotros. Mas el Consolador,
el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre,
él es el que os instruirá en todas las cosas, y os hará
pensar en todo lo que yo os hubiere dicho. Y o os
dejo en paz, os doy mi paz : no os la doy como os la
da el mundo; no os turbéis. Habéis acabado de
oirme decir : yo me voy y vuelvo á vosotros. Si me
amáis os alegraréis porque me voy al Padre, porque
mi Padre es mayor que y o . Ahora os lo digo antes
que las cosas sucedan, á fin de que creáis cuando
todo esto sucediere. Ya no me queda apenas tiempo
para hablar con vosotros. He aquí que viene el prín-
cipe del mundo y ningún poder tiene sobre m í : pero
para que el mundo sepa que yo amo á mi Padre y
que ejecuto las órdenes que mi Padre me ha dado. »
Cuando el Señor dijo aquellas cosas, dijo el doc-
tor á sus oyentes, dejando de leer, fué para con-
testar á uno de sus discípulos que le había pregun-
tado': — « ¿ Por qué motivo es que te manifiestas á
nosotros no más y no al mundo? » Él les hace c o m -
7
110 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

prender entonces que necesita que sus palabras sean


oídas primero por los que le aman y que guardarán
sus santas palabras hasta que las aclare el Espíritu
Santo, y enlonces vivirán con los apóstoles, Dios
Padre y Dios Hijo, y sobre todo en aquellos templos
consagrados al culto del verdadero Dios, que se l l a -
man las almas cristianas.
El Yerbo Divino no hablaba en su nombre no más,
sino en el de su Padre. Jesucristo hablaba á sus
apóstoles; éstos instruyeron á los ministros, á los
obispos, y éstos consecutivamente á sus sucesores
al través de los siglos. « Nosotros, decía san P a -
blo, (1) somos embajadores, en nombre de Cristo,
como que Dios os amonesta por nosotros. » De la
misma manera que la palabia de Jesucristo era eco
de la de su Padre en el Cielo, la de los sacerdotes es
la de los apóstoles que Él dejó sobre la tierra; así
los fieles deben el respeto más profundo, la obedien-
cia más completa, la atención más sostenida á todo
aquél que os habla en nombre del Salvador.
Veamos ahora de qué manera se cumplió la pro-
mesa que hizo Nuestro Señor á sus discípulos, y
cómo vino sobre ellos el Espíritu Santo.
Como vimos ahora ocho días, después de que h u -
bieron presenciado los apóstoles la Ascensión del
Señor al Cielo, regresaron á Jerusalén y se encerra-
ron en la casa en que Jesucristo había tomado la
última cena con sus discípulos, antes de la Pasión.
Era aquella casa de san Marcos, según se cree, y
tenía una pieza alta y apartada de los demás, en
donde la Madre de Jesús y las santas mujeres que la

(.1) Corintios, c. V . v. 2 0 .
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 111

acompañaban junto con los apóstoles, permanecie-


ron en oración. Leemos en los Hechos de los Após-
toles (1) : « Que cuando se cumplían los días de
Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo
lugar, cuando de repente se oye un estruendo que
sobreviene del Cielo, como de viento que soplaba
con ímpetu, y llenó toda la casa en donde estaban
sentados. Y se les aparecieron unas lenguas como
de fuego que se repartieron y asentaron sobre cada
uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu
Santo, y comenzaron á hablar en varias lenguas,
como el Espíritu Santo les daba que hablasen. Y
residían entonces.en Jerusalén, judíos, varones reli-
giosos de todas las naciones que hay debajo del
cielo. Y hecha esta voz acudió mucha gente, y quedó
pasmada porque los oía hablar cada uno en su propia
lengua. Pues ¿ n o veis que son galileos todos éstos
que hablan? ¿cómo los oímos nosotros hablar cada
uno en nuestra lengua en que nacimos? Partos,
medos y elamitas, y los que moran en la Mesopo-
tamia, en Judea y Capadocia, Ponto y Asia, en
Frigia y Panfilia, Egipto y tierras de la Libia que
está comarcana á Cirene, y los que han venido de
Roma, etc., etc. »
Semejante prodigio tuvo por resultado grandí-
simo número de conversiones, siendo la cantidad de
ellas en un día cerca de tres mil. Entonces les habló
san Pedro por la primera vez con una elevación, una
nobleza, ajena enteramente á su educación y á sus
cortos alcances. Le rodeaban las gentes exclamando
atribuladas : « ¿ Q u é haremos? » Y él después de

(1) H e c h o s , c a p . I I . , v e r . I .
112 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

explicarles la doctrina de su Maestro divino acababa


por decirles : « Arrepentios y cada uno de vosotros
sea bautizado en el nombre de Jesucristo para remi-
sión de vuestros pecados, y recibiréis el don del
Espíritu Santo. »
¡ Qué espectáculo, hermanos míos, no presentarían
las calles y plazas de Jerusalén en aquel solemní-
simo d í a ! Los judíos estaban también de fiesta cele-
brando, como lo hacían cada año, su Pentecostés,
que significaba el día 80 después de Pascua, é igual-
mente una fiesta llamada de las Primicias, porque
los agricultores ofrecían en el templo las primicias
de lo que habían recogido de sus huertos y semen-
teras. Estas solemnidades habían sido fundadas por
Moisés para recordar la publicación de la Ley en la
montaña del Sinaí.
Claro está, pues, que en este día se cambia la ley
antigua, encerrada en el Antiguo Testamento por la
ley evangélica promulgada por Nuestro Señor J e s u -
cristo, y que en realidad nace hoy, la institución pri-
mera de la Iglesia Católica. A s i , queridos hijos míos,
habréis visto que la celebramos con la misma solem-
nidad que la Pascua, la misma pompa y la misma
alegría. Esta es la fiesta de las flores, pues se consi-
deran éstas como el símbolo de los dones del E s p í -
ritu Santo, y antiguamente se usaba arrojar gran
cantidad de ellas desde lo alto de las bóvedas de los
templos sobre los fieles congregados allí; y adorna-
ban no solamente los altares sino los muros y las
puertas de las iglesias con floridas guirnaldas. En
algunas catedrales de España y de Francia se cele-
bra en este día una ceremonia en que se canta de
rodillas el himno. Veni Creator Spiritus, mientras
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. US

que en el órgano se hace un ruido en que se procura


imitar el sonido del viento, para recordar lo que
oyeron en aquella solemne ocasión los apóstoles
congregados en el cenáculo. Aquello se hace á la
hora de Tercia, á las nueve de la mañana, que fué
cuando se cree que el Espíritu Santo bajó sobre los
discípulos de Cristo.
El papa Inocencio III compuso, para que se can-
tase durante las fiestas de Pentecostés, el himno
que todos conocemos, Veni Sánete Spirilus, etc.
Nuestro Señor nos dice en el Evangelio de este
día : « Y o os dejo en paz, os doy mi paz J>. ¿ C u á l
es esa paz? « No os la doy como la da el mundo-»,
añade el Divino Maestro. E s la paz de que goza el
justo; la de éste es inalterable; nadie la puede tur-
bar jamás ni con persecuciones, ni con arrancarle
los bienes temporales, que él no desea; ni con qui-
tarle los dones espirituales, que él no envidia; ni
por medio de calumnias, que él desdeña; ni de inju-
rias, que él olvida; ni con ofensas, que perdona; ni
con intereses pecuniarios, que sacrifica; ni con pre-
tensiones, que refrena; ni con pasiones, que a h o g a . . .
Esa, hermanos míos, es la paz que el Hijo de Dios
dejó á sus adeptos, y esa es la que os deseo á todos
en este mundo, en donde solamente la fe en J e s u -
cristo puede darnos la felicidad aquí y después en el
Cielo. Amén.
114 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

DOMINGO D E L A S A N T Í S I M A TRINIDAD

La mañana del domingo amaneció clara, algo


ventosa, pero que anunciaba un día despejado de
nubes, aunque tal vez no exento de repentinas llo-
viznas.
Reunidos todos en el oratorio, después de la Misa
el capellán leyó el Evangelio del día :

San Mateo, cap, XVIII, v. 18.


y> En aquel tiempo dijo Jesús á sus discípulos : Se
me ha dado toda potestad en el Cielo y en la tierra.
Id, pues, y enseñad á.todas las gentes, bautizándo-
las en el nombre del Padre, y el Hijo, y el Espíritu
Santo. Enseñándolas á observar todas las cosas que
os he mandado. Y mirad que yo estoy con vosotros
todos los días hasta la consumación de los siglos. »
Aunque es evidente, dijo el sacerdote, que en
todas las fiestas que celebra la Iglesia se da culto á
la Santísima Trinidad, un solo Dios en tres personas,
el domingo que sigue al de Pentecostés está dedi-
cado especialmente á este inefable misterio.
s No hay sino un solo Dios, dice un escritor
eclesiástico, y esta verdad es el fundamento de
nuestra fe; pero la misma fe nos enseña que la u n i -
dad de Dios es fecunda, que la naturaleza divina, sin
dejar de ser una, se comunica por el Padre al Hijo y
por el Padre y el Hijo al Espíritu Santo, sin división,
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. lio

ni disminución de sus atributos ó perfecciones.-Así


la palabra Trinidad significa la unidad de las tres
personas Divinas en cuanto á la naturaleza, y su
distinción real en cuanto á la personalidad. Este
misterio, añade el mismo autor, es verdaderamente
incomprehensible, pero está expresamente revelado
en la Sagrada Escritura y en la tradición. »
Este dogma se funda principalmente en las pala-
bras de Jesucristo que os acabo de leer : <¡. Id, pues,
y enseñad á todas las gentes, bautizándolas en el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. »
E n la Epístola 1 . (cap. 5), de San J u a n , v . 7.°
a

« Y tres son los que dan testimonio en el Cielo : el


Padre, el Verbo, y el Espíritu Santo, y estos tres
son una misma cosa. Y tres son los que dan testi-
monio en la tierra : el Espíritu, y el agua, y la
sangre, y estos tres son para confirmar una misma
cosa. »
Muchos Padres de la Iglesia dicen que el Espíritu
indica al Padre, pues ya dijo Nuestro Señor : Dios
es el espíritu; el Agua significa el Espíritu Santo,
llamado agua viva, y la Sangre es el Hijo que la
derramó para salvar la humanidad.
E n el 2.° Libro de los Corintios (de San Pablo),
capítulo 13, se lee lo siguiente : « La gracia de
Nuestro Señor Jesucristo, y la Caridad de Dios, y
la comunicación del Espíritu Santo sea con vos-
otros. »
En el Concilio de Arles, en 1260, se ordenó que
en adelante se celebrase una fiesta especial á la S a n -
tísima Trinidad, el domingo que sigue al de Pente-
costés.
San Gregorio el Grande compuso un himno que
116 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

se canta el día de hoy en las catedrales : Jam sol


recedit igneus. (Ya el sol se retira y derrama sus
últimos rayos). E l papa Sixto I (en el segundo siglo
de la Era Cristiana), mandó que se dijera en la Misa
mayor de los domingos el Trisagio, en que se
canta Sanctus, Sanctus, Sanctus, palabras que oye-
ron cantar á los ángeles ciertos bienaventurados
durante un terremoto que asoló algunos países
orientales.
E n el Capítulo general del Lister, dice el abate
Gaume, en 1230, se mandó que no se predicase sobre
la Trinidad á causa de la dificultad del asunto.
Algunos santos han sido particularmente devotos
á la Santísima Trinidad, como san Francisco Javier,
que la invocaba á cada momento. / O sanctissima
Trini tas! decía cada vez que emprendía alguna
nueva conquista en favor del Cristianismo.
La Iglesia ha concedido grandes indulgencias á
aquella oración apostólica que repetimos en el prin-
cipio y en el fin de todos los ejercicios espirituales,'
á saber : « Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu
Santo como era en el principio, ahora y en los siglos
de los siglos. Amén. » Una devoción que consiste
en reunirse tres personas diariamente para decir
todos los días á la mañana, al medio día y por la
noche siete Gloria Patri y un Ave María, es eficaz
para reparar las diarias blasfemias de los impíos.
No quiero separarme de este puesto, hijos míos,
antes ¡ele hablaros de la fiesta que se celebrará el
jueves próximo : la del Corpus Cristi.
Aunque puede decirse que esta festividad es tan
antigua como la raza humana, puesto que desde
Adán y los demás patriarcas ofrecían sacrificios sim-
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 117

bólicos á la gran Víctima, y , dice el abate Gaume,


« todos los pueblos renovaban también su memoria
en sus ensangrentadas aras, porque el género h u -
mano recibió la idea del sacrificio de la idea reve-
lada primitivamente de una víctima sin mancha,
capaz de expiar los crímenes », la festividad solemne
fundada por la Iglesia no se celebró hasta 1246.
He aquí la historia de esta fundación, como la
refieren algunos escritores eclesiásticos :
Existía en la primera mitad del siglo x m , en la
ciudad de Lieja (en Flandes), en un Convento de
Hospitalarias, una monja llamada Juliana, la cual,
siendo aún novicia, tuvo revelaciones para que tra-
bajase en que se instituyese cada año una fiesta
especial para ensalzar la institución del Santísimo
Sacramento. El obispo de Lieja quiso entonces cum-
plir con lo que Dios había revelado á la beata J u -
liana, y el jueves, después de la octava de Pente-
costés del año de 1246, mandó que se celebrase
solemnemente una fiesta en obsequio del Santísimo
Sacramento, haciendo uso de un Oficio compuesto
por la beata Juliana. Pero aún no era fiesta insti-
tuida por la Iglesia, y no fué sino dieciseis años
después, que, habiendo subido al trono pontificio
Urbano I V , que había sido arcediano de la ciudad
de Lieja, publicó una bula en que instituía solemne-
mente la fiesta de Corpus Cristi; Clemente V la
hizo obligatoria en todos los países católicos; el papa
Juan X X I I añadió á la solemnidad una octava, y
mandó que en ambas fiestas se sacase al Señor S a -
cramentado en procesión pública con toda la pompa
y la magnificencia que se pudiera.-
Hoy el sublime rezo que sirve para aquella festi-
7.
118 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

vidad es el mismo que compuso para ese objeto el


doctor angélico santo Tomás de Aquino.
La fiesta de Corpus es la misma del Jueves Santo,
pero más amplia, aun más solemne, y carece de las
notas de tristeza que conserva la Iglesia en los ofi-
cios de la Semana Santa.
No olvidéis, pues, amados hermanos, solemnizar
debidamente esta magnífica fiesta, llevando al tem-
plo un espíritu humilde y lleno de gratitud hacia
nuestro Salvador, que no quiso abandonarnos jamás,
y recorre con nosotros las calles y las plazas públi-
cas, bendiciéndonos á todos, chicos y grandes, pode-
rosos y desdichados.
Recordemos y contemplemos con el pensamiento
el momento en que Jesús, sentado á l a . mesa con
sus doce apóstoles, les dijo dulcísimamente : « Mu-
cho he deseado comer esta Pascua con vosotros. »
¡ Cuánto cariño, cuánto amor oculto encierran esas
palabras, á pesar de que sabía que-entre los que
tanto amaba estaba aquél que le debería entregar!
Poco después el Divino Maestro tomó el pan y le
bendijo y partió, diciendo : « Tomad y comed :
éste es mi cuerpo. Y tomando el cáliz, lo bendijo,
diciendo : « Bebed todos de él, porque ésta es mi
sangre que será derramada por muchos para remi-
sión de los pecados. »
Estas sublimes palabras no son sino invitaciones
amorosísimas del Salvador á sus ovejas : ¿ cómo he-
mos de desoirías y mirarlas con indiferencia ? . . .
No, hijos míos, decid desde el fondo de vuestra alma ;
¿ vendría Jesús desde el Cielo á convidarme á este
festín, y no cumpliré con sus preceptos para poderle
acompañar á la vida eterna ? No, n o ; seréis fieles
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 119

todos, escucharéis la voz del crucificado y nunca


la abandonaréis como hicieron sus discípulos. Y o
confío en eso, y os deseo ahora y siempre todos las
bendiciones del culto. — A m é n .

DOMINGO E N L A O C T A V A D E L A SANTÍSIMA
TRINIDAD.

Una mañana apacible y un cielo despejado llama-


ron la atención de los habitantes de la hacienda
cuando salieron de sus dormitorios para pasar al
oratorio, en donde el capellán se preparaba para
decir la Misa.
Concluida ésta el sacerdote leyó el Evangelio del
día.
« Evangelio de San Lucas, Capítulo XIV,
vers. 16 á 24.
« En aquel tiempo dijo Jesús á los fariseos : Un
hombre hizo una gran cena, y convidó á muchos. Y
cuando fué la hora de la cena, envió uno de sus
siervos á decir á los convidados que viniesen, por-
que todo estaba aparejado. Y todos á una empeza-
ron á excusarse. El primero le dijo : — He c o m -
prado una granja, y necesito ir á verla : te ruego
que me tengas por excusado. Y dijo otro : — H e .
comprado cinco yuntas de bueyes, y quiero ir á pro-
barlas : te ruego que me tengas por excusado. Y
dijo otro : — He tomado mujer, y por eso no puedo
120 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

ir allá. Y volviendo el siervo, dio cuenta á su señor


de todo esto. Entonces airado el padre de familias,
dijo á su siervo : — Sal luego á las plazas y á las
calles de la ciudad, y tráeme acá cuantos pobres y
lisiados, y c i e g o s , y cojos hallares. Y dijo el sier-
vo : — Hecho está como lo mandaste y aun hay l u -
gar. Y dijo el Señor al siervo. — Sal á los caminos
y á los cercados, y fuérzalos á entrar, para que se
llene mi casa. Mas os digo que ninguno de aquellos
hombres que fueran llamados, gustará mi cena. »
¿Qué es aquella cena dada por el Padre de fami-
lias á sus amigos? Nada menos que la cena Eucarís-
tica instituida por Jesucristo para salvar al hombre.
La había preparado para sus amigos los judíos, el
único pueblo que había conservado el culto del v e r -
dadero D i o s ; pero éstos, materializados, entregados,
nada más que á los cuidados de los bienes tempo-
rales, rehusaron el inapreciable don que les ofrecía el
Salvador. Entonces Él manda á llamar á los pobres,
á los lisiados, á los cojos, á los que no le conocían
y hasta entonces no habían sido sus amigos y los
sienta á su mesa, y asegura que los convidados no
probarán su cena. Pero aun hay otras explicaciones
que dar á este Evangelio, queridos hijos míos, y las
vais á oír.
Nada más grande, nada más admirable que esa
cena instituida por Jesucristo, en donde el alimento
que se toma es Dios mismo. ¿ Qué mayor grandeza
podremos encontrar en la tierra y en el Cielo? S í m -
bolo y renovación diaria del misterio de nuestra re-
dención, el Señor continuamente nos invita á su
mesa, nos exhorta á que la frecuentemos y á veces
nos hace dulce violencia para que vayamos á ella.
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 121

Parece incríble, realmente, que Jesucristo nos invite


y que nosotros no le hagamos caso; que nos llame y
que rehusemos ir, que nos suplique, por medio de
los sacerdotes, y nosotros prefiramos cuidar de
nuestras haciendas, correr en pos de placeres que
duran un día, más bien que asistir al banquete que
ha preparado para nosotros!
¡Cuan diferentes eran, hermanos míos, los prime-
ros cristianos, tan fervientes, que se distinguían
por su purísima vida, su abnegación y su heroi-
cidad ante la muerte! Aquellas sublimes virtudes
que hoy contemplamos con sorpresa y admiración,
¿ en dónde las encontraban ? En la constante comu-
nicación con nuestro Salvador. ¡ Era en la mesa santa
que se armaban de ese valor sublime que los hacía
arrostrar todos los peligros, triunfar de todas las per-
secuciones, aceptar todos los martirios! Pasaron pron-
to esos días tan bellos, en que los que hacían parte
de la comunión cristiana eran unos dechados de v i r -
t u d . . . La Iglesia ha visto en cada siglo enfriarse más
y más la piedad y el amor ardiente hacia el Santísi-
mo Sacramento, y al fin tuvo que reglamentar las
comuniones, y prescribir que al menos los católicos
debían confesar y comulgar una vez al a ñ o , para
evitar que se pasasen años sin que se acercasen al
banquete divino. Sin embargo aquel acto, aquel
deber religioso no debe convertirse en un sacrile-
gio. No basta confesarse y comulgar, es preciso pre-
pararse, divorciarse realmente de sus pecados y
hacer un sincero propósito de enmendarse, — de lo
contrario se comete un terrible sacrilegio.
Cuando, queridos hermanos, vemos en la Semana
Santa llenos los templos de devotos, y que el J u e -
122 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

ves Santo rodean la mesa eucaríatica millares de


personas, siempre nos asalta la idea á los sacer-
-

dotes, de que si pudiéramos penetrar en el fondo de


esos corazones y leer en aquellas a l m a s ; si lográ-
semos romper los velos que cubren esas concien-
c i a s , en lugar de alegría sería espanto, dolor pro-
fundo, hondísima aflicción lo que sentiríamos. V e -
ríamos multitud de conciencias no limpias con la
absolución dada por el sacerdote, que no ha podido
penetrar en ellas, sino recargadas con otro pecado
mortal más, pues ni se han arrepentido de sus m a -
las costumbres, ni piensan abandonarlas; concien-
cias mundanas, superficiales, que se han acercado
al tribunal de la penitencia á la ligera, que no se
han acusado de sus pecados por vergüenza y por
falta de reflexión, y después se presentan hipócri-
tamente al banquete que les ofrece el Hombre-Dios.
¡ Oh ! felices de nosotros, que carecemos del clon de
penetrar en esas almas, porque si así lo hiciéramos
la existencia sería un martirio que no podríamos
soportar.
Sin embargo, Dios es tan misericordioso que no
pide tampoco la perfección, sino simplemente lo que
ordena el Concilio de Trento, á saber : haber purgado
la conciencia de todo pecado mortal y el corazón de
afectos indebidos, y tener el propósito sincero de
enmendarse. Si la fragilidad humana no permite
siempre llevar á cabo esos propósitos, por lo mismo
se debe apelar con frecuencia al único Ser que podrá
mandarnos su gracia. Para merecer el insigne favor
de recibir con frecuencia el Cuerpo de Jesucristo, no
basta no profanarlo, es preciso honrarlo tembién;
prepararse convenientemente con la oración, la
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 123

humildad y el arrepentimiento. El Sacramento no


hace perfecto al pecador, pero sí le inspira el d e -
seo ardiente de aspirar á la mayor perfección po-
sible, y le concede valor para trabajar en su conver-
sión. Para, adquirir la costumbre provechosa de una
comunión frecuente, es preciso empezar por mejo-
rar de conducta, y que cada comunión os acerque
más á la vía que conduce al Cielo.
Hemos visto en el Evangelio de hoy que las excu-
sas que dan los que rehusan ir al banquete parecen
justas, y que las ocupaciones que los obligan á ale-
jarse de él son racionales. Sin embargo, el Padre
de familia se encoleriza; ¡ cuál no será la indigna-
ción del Salvador cuando no queremos aceptar la
cena que nos ofrece! Se comprende, pues, que no
hay motivo en la tierra que nos pueda obligar á no
obedecerle. ¿ Y á quienes invita en lugar de sus
amigos? Á los pobres cojos y estropeados, abando-
nados en los caminos reales, es decir, á aquellos
que están llenos de defectos, que se propone curar
con el maná celeste que hallarán en su mesa; más
aún : dice á sus siervos que fuercen á aquéllos á
entrar, para que se llene su casa.
Volemos, pues, hijos míos, con toda la frecuencia
posible, con la confianza que tiene un hijo con su
padre, á la mesa en que se distribuye ese remedio
universal; los pobres serán enriquecidos, los débi-
les fortalecidos, los ciegos verán claro, los cojos a n -
darán... Allí está vuestro puesto; en la mesa del S e -
ñor nunca os faltará campo. É l desea que se llene su
casa, y ésta es tan vasta, que en ella cabe todo el
universo. Id, pues, recoged ese maná que el Cielc
arroja sobre vosotros para calmar la sed de perfec-
124 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

ción que toda alma cristiana deberá sentir. I d ,


pues, á comer esa carne sagrada que se inmoló so-
bre la cruz, y que cada día vuelve á inmolarse sobre
nuestros altares. Jesucristo, al bajar á vosotros, os
concederá el bien eterno y bañará vuestras almas en
la gracia que necesitéis en este mundo y en el otro.
La cual os deseo con todo mi corazón. — Amén.

II

— Varias veces, dijo el capellán, al salir de la ca-


pilla, he dicho á ustedes que yo estoy convencido de
que en manos de las mujeres está la regeneración
de la sociedad que amenaza desmoronarse.
— Y lo han probado, ¿ no !es cierto ? preguntó un
caballero.
— Efectivamente. ¿ Conocen ustedes la vida de
santa Clotide? añadió el sacerdote.
— Sí, señor, a l g o , contestó una niña. ¿ Era una
reina de Francia, no es a s í ?
— Nada menos que la que convirtió á su marido,
el rey Clodoveo, al Catolicismo, y éste á su vez
convirtió" á sus subditos. Ya ven ustedes qué i m -
portante era esa santa. Además, su vida es una ver-
dadera novela, llena de interesantes episodios.
— Cuéntenosla, doctor.
— Ese era mi propósito. Aunque varios santos
han honorado los tronos de los reyes de Europa,
muchas reinas han sido canonizadas por su santidad
y por los grandes bienes que hicieron á sus pueblos.
U n a princesa, Téodolinda, convirtió á los lombar-
dos al Catolicismo (un día de éstos les contaré su
D O M I N G O S D E LA. F A M I L I A C R I S T I A N A . 125

historia, que es muy dramática); otra reina, santa


Olga, domó un tanto á los rusos y los hizo abrazar
el Cristianismo; una m u j e r , Berta, esposa del rey
sajón Etelberto, convierte á su marido y á sus sub-
ditos al Cristianismo; santa Clotilde, de quien voy
á hablaros, ejerce su influencia sobre el rey franco,
su esposo. Santa Etelreda, reina de los sajones,
también tuvo parte en la conversión de éstos.
Por ahora no recuerdo otras reinas santas sino á
una Margarita, de Escocia; dos Matildes, de Ingla-
terra la u n a , y de Germania la otra; dos Isabeles,
reinas de Hungría y de Portugal, y otra princesa
del mismo nombre, hermana de san L u i s ; santa R a -
degunda, reina de Francia, cuya historia es extraor-
dinariamente novelesca y llena de interés, como la
de santa Batilde, reina también de Francia.
Clotilde no vio, desde que abrió los ojos de su
entendimiento, sino escenas de asesinatos, de i n -
cendios y de guerras. Hija de un rey de Borgoña,
que murió asesinado con parte de su familia por un
hermano suyo que prentendía apoderarse de sus E s -
tados, vivió durante su primera infancia temblando
en un rincón del palacio de su tío Gondebaldo, que
era arrianó y odiaba á todos los católicos. Á pesar
de su orfandad y su retiro, la fama de la.belleza y
de las virtudes de Clotilde llegaron hasta la corte de
Clodoveo, rey franco, lleno de ambición, y que
acababa de obtener señalados triunfos sobre los ro-
manos. Clodoveo deseaba saber si era cierto todo lo
que decían de Clotilde, y con este objeto mandó á un
cortesano suyo, llamado Aureliano, á Borgoña, y le f

dijo : « Entra disfrazado en el palacio de Gonde-


baldo ; averigua si es verdad todo lo que dicen de
126 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

Clotilde; habla con ella, y si la encuentras digna de


la reputación que tiene, entrégale este anillo y dile
que yo quiero que sea mi esposa. »
Discurrió Aureliano que el mejor modo de verse
con la Princesa era disfrazarse de mendigo é ir á
pedir socorro á las puertas del palacio de Gonde-
baldo. Hízolo así, y apenas llegó á acercarse á la
mansión de Clotilde, cuando ésta lo mandó entrar y
al momento se dispuso á lavarle los pies, como lo
hacía con los peregrinos. Mientras que la Princesa se
ocupaba de aquel acto digno de una santa, A u r e -
liano se inclinó y la dijo al oído : — « Princesa, ó
más bien Reina, mi señor Clodoveo, rey de los fran-
cos, me ha enviado aquí para que te hable en su
nombre, pero es preciso que sea en secreto. » Ella
se sorprendió muchísimo, y contestó : — « Aquí na-
die nos o y e ; puedes decir lo que quieras. » —
« Bien, repuso el mensajero; mi señor te quiere por
mujer; Dios lo ha dispuesto así, y en prueba de que
hablo verdad, ved aquí el anillo de Clodoveo. » Clo-
tilde, turbada y llena de susto, contestó : — « ¿ No
sabes que soy cristiana ? Tu señor es pagano, y una
cristiana no puede casarse con él. » — « Señora,
contestó el mensajero, yo tembién soy cristiano, y
te digo que Dios te manda que ajustes ese matrimo-
nio, y su voluntad debe hacerse en el Cielo como en
la tierra. » — « Si esta es la voluntad de Dios, con-
testó ella, que se h a g a ; dame acá el anillo, y lleva
éste á tu amo. Dile de mi parte que si quiere con-
traer matrimonio c o n m i g o , es preciso que mande
embajadores á mi tío para pedirle mi m a n o , pues
sin su licencia yo no puedo salir de su casa. »
Estas eran, amigos míos, las costumbres del s i -
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 127

glo V , las cuales guardaban aún un sabor patriarcal


encantador.
Aureliano regresó á Soissons, capital entonces de
los Estados francos, y dio cuenta á Clodoveo de su
misión, ponderándole la belleza y discreción de Clo-
tilde.
Apresuróse, pues, á enviar embajadores á G o n -
debaldo, los cuales, una vez concedida la mano de
la Princesa deberían llevársela inmediatamente. El
borgoñés no se atreve á negar lo que le pide el
poderoso Rey franco, aunque no deseaba alejar de
su corte á su sobrina. Después de las ceremonias
del compromiso, Clotilde se despide de su tío y sube
á una especie de carro tirado por bueyes que los
Embajadores habían llevado para que viajase cómo-
damente. Pero á los pocos días, viendo la lentitud de
su marcha, y temiendo que su tío se arrepintiese de
haberla dejado i r , y la mande alcanzar, pide un
caballo, monta en él y se dirige á todo correr hacia
el sitio en que la aguarda su prometido esposo.
Y no anduvo errada la Princesa...
Gondebaldo, aconsejado por uno de sus ministros,
se arrepiente de lo que ha h e c h o ; recuerda que él
asesinó á los padres de Clotilde, que ésta deseará
vengarse, y que siendo esposa del victorioso y rico
Clodoveo, pronto enviará tropas á apoderarse de las
usurpadas tierras. — * ¡Pronto, exclama, que salga
toda mi caballería en pos de Clotilde, que se apode-
ren de ella y la traigan otra vez! »
Clotilde lo adivina todo, y para impedir que las
tropas de su tío la alcaneen, manda incendiar á doce
leguas á la redonda, detrás de ella, todos los bos-
ques y heredades, de manera que sus perseguidores
123 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

no pudieran pasar. Al ver aquel incendio que humea


á lo lejos devorando cuanto encuentra por delante,
Clotilde levanta las manos al Cielo :
— ¡ Dios Todopoderoso! exclama, ¡ cuánto ts agra-
dezco que me permitáis salvarme para poder vengar
algún día á mis padres y á mis hermanos!
— i No admiro esa santa de usted ! dijo un caba-
llero allí presente, interrumpiendo la narración.
— Entonces no lo era todavía, contestó el s a -
cerdote.
— Me ha tapado usted la b o c a . . . Continúe, por
favor.
— Clodoveo, dijo el sacerdote, se embelesó con
Clotilde, y sin duda para él no sería su menor e n -
canto, á más de sus gracias personales, la viveza y
la audacia que desplegó en circunstancias tan apre-
miantes. El matrimonio tuvo lugar en Soisssons,
bajo la protección de san Remigio, obispo entonces
do las Galias. Y si no se opuso á que una católica se
casase con un pagano, fué porque tenía esperanza
de convertir al Rey franco por medio de su esposa.
Ella era la prudencia m i s m a , y nada decía á su
marido de cambio de religión, aunque hacía todo
esfuerzo para ponerle de manifiesto las virtudes cris-
tianas en oposición de las maldades y perfidias de
los paganos. Clodoveo andaba simpre guerreando,
y los soldados más valientes de sus ejércitos eran
siempre los cristianos. Los principales jefes de sus
tropas eran, sin embargo, paganos entusiastas que
rendían culto á Odín, y aquéllo afirmaba á Clodoveo
en sostener su religión, pues temía que éstos lo
abandonasen si llegaban á maliciar que él se incli-
naba al Cristianismo. Para dar gusto á su mujer,
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 129

permitió que ella hiciese bautizar á su hijo m a y o r ;


pero desgraciadamente el niño murió á los pocos
días, — sin duda Dios quiso probar su f e , — y el
Rey franco se enfureció. — « Así lo temí y o , dijo él
á su afligida esposa : mis dioses se vengan de mi
desacato y han hecho morir á nuestro hijo. » Ella no
contestó sino con sus lágrimas, y redobló sus oracio-
nes, pidiendo al Señor que hiciese ver la luz á aquel
hombre. Empero, era tal la influencia que Clotilde
ejercía sobre su marido, que cuando dio á luz otro
niño, obtuvo también permiso de hacerle bautizar.
¡ Cuál no sería su dolor cuando inmediatamente des-
pués de la ceremonia el niño enfermó gravemente !
— « ¡ Desdichado de m í ! exclamó el fra i c o , mi de-
bilidad con esta mujer me ha perdido, y no lograré
un heredero á mi corona ! » Pero aquella vez Dios
oyó las súplicas de la madre , y el niño se curó, y
poco después obtuvo lo que tanto deseaba : la con-
versión de Clodoveo.
Aquel trascendental acontecimiento sucedió de la
siguiente manera : Invadieron las Galias una horda
inmensa de bárbaros g e r m a n o s , que amenazaban
barrer todos los Estados de Clodoveo; la situación
para los cristianos era gravísima, pues vivían en paz
y buena armonía con los francos, pero sabían muy
bien que serían despedazados y martirizados por los
salvajes que llegaban furiosos del fondo.de los bos-
ques germanos. Clodoveo se preparó para salir á de-
fender el territorio junto con la mayor parte de sus
subditos. Al tiempo de partir, Clotilde le dijo : —
« Si queréis vencer, no lo olvidéis, invoca á Jesu-
cristo, y É l te concederá la victoria. »
Encontráronse los ejércitos enemigos en las cer-
130 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

canias de Tolbiac — cerca de Colonia, — lugar que


hoy se llama Zulpich. En los principios del combate
los alemanes atacaron con tanto ímpetu que hicieron
retroceder á los francos, y empezaron á desban-
darse. Clodoveo invocaba á Odín y demás dioses de
su Olimpo, pero en vano, sus tropas cedían. Acer-
cóse entonces Aureliano y le dijo : —• « Señor, ¿ no
recuerdas las últimas palabras de Clotilde ? » Clode-
veo lo miró con fiereza, pero levantando los brazos
al Cielo, exclamó : « Dios de Clotilde, si me conce-
des la victoria — que mis dioses niegan, — o s juro
hacerme bautizar y creeré lo que enseñan vuestros
sacerdotes! x>
Como por milagro, en aquel momento cobraron
fuerzas los francos, volvieron sobre sus pasos, se
lanzaron sobre los bárbaros, los derrotaron comple-
tamente, y Clodoveo regresó victorioso á su capital,
en donde le aguardaba Clotilde doblemente gozosa
con aquella doble victoria.
En un principio, Clodoveo temía disgustar á sus
tropas, pero se le presentaron muchos jefes , para
decirle que ellos también deseaban acompañar á su
Rey en la promesa que había hecho sobre los c a m -
pos de Tolbiac. Éste entonces avisó al obispo de
Reims, que iría á aquella ciudad á hacerse bautizar.
¡Quién elijo t a l ! la alegría fué g e n e r a l ; adornaron
la catedral suntuosamente y allí se presentó el Rey
franco con dos hermanas suyas y tres mil guerreros,
pidiendo el bautismo é instrucción en la fe católica.
Fué entonces que san Remigio dijo aquellas memo-
rables palabras que tantas veces se han citado :
« ¡Inclina la cabeza, soberbio Sicambro; adora lo
que lias quemado, y quema lo que han adorado ! »
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 131

Aquel acto memorable tuvo lugar el 25 de diciem-


bre de 496. Desde entonces se llama á los Reyes
franceses hijos mayores de la Iglesia, porque éste
fué el primero de los reyes bárbaros que se convir-
tiera al Catolicismo;los demás que existían entonces
eran paganos ó arríanos, y no fué sino años después
que se hicieron cristianos. El obispo actual d e R e i m s
prepara fiestas en su diócesis para celebrar el 28 de
diciembre de 1896 el 140 centenario de la conver-
sión de Clodoveo.
La enirada de Clodoveo en el seno de la Iglesia le
proporcionó la conquista de todas las Galias; los
obispos y cristianos le ayudaron, y pronto se hizo
dueño de cuantos países quiso. Entre otros, cumplió
los deseos de Clotilde, vengando la muerte de sus
parientes, pues Clodoveo atacó, venció y sometió á
Gondebaldo, aunque se contentó con obligarle á
pagar un tributo anual, en lugar de derramar su
sangre como lo hubiera hecho si no fuera cristiano.
Después de un brillantísimo reinado, al fin Clodoveo
murió en o l í , legando sus Estados á sus cuatro
hijos.
Clotilde se retiró á un monasterio, en Tours, cerca
de la tumba de san Martín, en donde se dedicó á
actos de piedad hasta el fin de sus días, aunque no
dejó de llorar la crueldad de sus hijos, los cuales sin
cesar reñían entre sí, como dignos hijos de los bár-
baros francos, y cometían toda suerte de crímenes,
que llenaban de dolor su corazón de madre y de
cristiana.
132 SOLEDAD ÁCOSTA DE SAMPER.

T E R C E R DOMINGO D E S P U É S D E P E N T E C O S T É S .

Después de la Misa, el doctor tomó la palabra y


leyó el Evangelio del día :

San Lucas, capítulo XV, vers. i." á 10.

» E n a i u e l tiempo se acercaban á Jesús los publí-


canos y pecadores para oírle. Y los fariseos y los
escribas murmuraban, diciendo : — Éste recibe
pecadores y come con ellos. Entonces el Señor les
propuso esta parábola, diciendo : — ¿Quién de vos-
otros es el hombre que teniendo cien o v e j a s ,
si se pierde una de ellas, no deja las noventa y
nueve en el desierto, y va á buscar la que se había
perdido, hasta que la halla? Y cuando la halla la
pone sobre sus hombros gozoso; y viniendo á casa,
llama á sus amigos y vecinos, diciéndoles : •—
Dadme el parabién, porque he hallado mi oveja, que
se había perdido. Os digo, que así habrá más gozo
en el Cielo sobre un pecador que hiciere penitencia,
que sobre noventa y nueve justos, que no han m e -
nester penitencia. ¿ O qué mujer que tiene diez m o -
nedas, si perdiera una, no enciende el candil, y
barre la casa, y la busca con cuidado hasta hallarla?
Y después que la ha hallado, junta las amigas y v e -
cinas, y dice : — Dadme el parabién, porque he ha-
llado la moneda que había perdido. Así os digo, que
habrá gozo delante de los ángeles de Dios por un
pecador que hace penitencia. »
Los griegos llamaban este domingo el segundo del
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 133

Christo docente ó de la predicación de Jesucristo. Los


latinos lo titulaban el de los publícanos y pecadores,
ó el de la oveja descarriada, y en los Leccionarios
antiguos lo llamaban el de la misericordia de Dios.
El Evangelio de hoy, hijos míos, nos presenta tres
objetos á nuestra meditación, á saber : la solicitud
con que los pecadores oían á Nuestro Señor ; la bon-
dad con que Él los trataba, y la envidia y maligni-
dad con que le miraban los fariseos.
En todo pecador puede hallarse el germen de una
conversión : así como todo enfermo puede curarse,
de la misma manera un malvado puede volverse á
Dios; pero es preciso que el enfermo tome los reme-
dios del caso, y que el pecador haga penitencia, si
quiere algún día gozar de salud. Los publícanos
carecían de v i r t u d ; habían perdido la gracia, pero
conservaban la fe que salva y el deseo de salir del
estado en que se hallaban. E n nuestra época, sucede
con muchas personas igual cosa : conservan en me-
dio del pecado el hilo conductor que los une a la R e -
ligión, y á éstos no será difícil volver á los caminos
que los puedan llevar al C i e l o ; pero es preciso que
recuerden que la vida es corta, que no sabemos
cuándo llegará nuestra última hora, y que debemos
arrepentimos aun cuando conservemos la salud cor-
poral y la posibilidad de escuchar la palabra de
Jesucristo.
Busquemos, pues, amigos m í o s , la instrucción
cristiana que encierra la doctrina de Nuestro S a l v a -
dor; nunca abandonemos las prácticas instituidas
por la Iglesia ; ellas nos conservarán la memoria de
lo que somos y cuál es nuestra misión sobre la tierra,
que se encierra en estas dos palabras : orar y espe-
8
134 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

rar. Mientras qne podamos orar para pedir miseri-


cordia y tengamos fe en Dios, É l nos ayudará á sal-
varnos.
¡ Cuál sería el encanto de la palabra del Salvador
cuando los pecadores, que sólo oían de su boca pa-
labras que condenaban su conducta, le seguían, sin
embargo, y escuchaban embelesados cuanto les
decía! Entre tanto que los fariseos miraban con alta-
nería y profundo desdéñalos publícanos y otra gente
menuda que no estaba en olor de santidad para con
esos pretendidos observadores de la Ley de Moisés,
el Hombre más perfecto los trataba con cariño, con-
testaba á sus preguntas, los miraba con misericor-
dia. Ésta es, dice san Gregorio, la diferencia entre
la verdadera y la falsa virtud : la primera odia el
pecado, pero desea salvar al pecador; la segunda
aborrece más bien al pecador que al pecado.
La dulce indulgencia del Salvador para con los
pecadores debería darnos el ejemplo. Si Él se dignaba
recibirlos con amabilidad, ¿qué derecho tendremos
nosotros para tratarlos con dureza? Recordemos que
mientras que Dios deja á los criminales sobre la
tierra, son objetos de misericordia á quienes no cesa
de llamar y de exhortar ; eso mismo debemos hacer
nosotros : hacer todos los - esfuerzos que estén en
nuestro poder para volverlos al buen camino. Pero
de ahí no debemos tomar pretexto para mezclarnos
libremente con los pecadores, frecuentar su com-
pañía de igual á i g u a l ; una cosa es tener caridad y
hacer esfuerzos para convertir á los pecadores
usando de dulzura y buenos ejemplos, y otra cosa es
imitarlos á ellos. Pero estos ejemplos no pueden
darlos los niños ni los jóvenes sin experiencia. Huid,
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 135

al contrario, de las malas compañías, pues antes de


que se haya formado el carácter, no hay nada tan
peligroso como los malos a m i g o s ; las ideas de los
jóvenes no tienen aún consistencia ; vuestro j u i c i o ,
que apenas empieza á desarrollarse, puede falsearse
fácilmente con el hálito envenenado de la impiedad;
así, pues, como no habéis de darles lecciones, dejad
esa misión á los hombres de seso que tienen e x p e -
riencia de la vida. Pero esto debe decirse principal-
mente á los padres ; jamás, amigos míos, permitáis
un mal amigo á vuestros hijos, pues los perderéis á
ellos y os perderéis á vosotros mismos. Dios os pe-
dirá estrecha cuenta de las almas de aquéllos que
habéis tenido bajo vuestro dominio, con mayor rigi-
dez que lo que indagará vuestra propia conducta.
.Si los fariseos no frecuentaban la compañía de los
publícanos, no era porque temiesen perder la v i r -
tud, sino porque los miraban con desdén y no trata-
ban de mejorarlos ni corregirlos; su conversión era
para ellos indiferente; carecían completamente de
caridad. La bondad de Jesucristo los indignaba, y los
indignaba no porque realmente creían que hacían mal
en tratar con aquellas gentes, sino porque toda la
conducta del Salvador era para ellos incompren-
sible; tanto más cuanto que no podían hallar en Él
nada que no fuese santo y bueno.
En lugar de desenmascarar la hipocresía de los
fariseos, el Señor se contentó con darles una lección
en la parábola de la oveja descarriada. ¿ Q u i é n era
el Pastor de que hablaba? E l mismo Jesucristo, y la
oveja perdida era la imagen de esos pecadores que
procuraba atraer y llevar al redil sobre sus hombros,
con sus dulces palabras y suaves lecciones. Si aban-
136 . SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

donaba en el desierto á las ovejas que le seguían y


escuchaban su voz, no era porque las amase menos
que la extraviada, era porque aquéllas no necesita-
ban de sus cuidados; ellas eran fieles, estaban en
seguridad y Él sabía que no saldrían de su redil
aunque dejase la puerta abierta.
E n la segunda parábola de la mujer que encuentra
la moneda perdida, nos representa también su mise-
ricordia. En aquella pobre mujer que no tiene sino
diez dracmas y pierde uno, el cual busca con ahinco
por toda la casa, es como el pecador que posee
algunas cortas virtudes; si pierde una, debe trabajar
en recuperarla, barrer su alma de todo pecado, en-
cender el fanal de la fe, y hacer que la virtud perdida
renazca otra vez en su alma. Lleno de alegría se pre-
sentará de nuevo á sus amigos, triunfante y dichoso,
pues los amigos del justo son caritativos y saben
alegrarse con las dichas de sus semejantes. Nada
puede contentar tanto.el corazón del hombre carita-
tivo como la conversión de un pecador. Pero aun no
basta la alegría de la tierra ; Nuestro Señor dice que
« habrá gozo delante de los ángeles de Dios por un
pecador que hace penitencia. » Los bienaventurados
se regocijan ; nuevos cánticos de alabanza se oyen
en el Cielo cuando uno que ha pecado y ha sido infiel
vuelve al redil y hace penitencia.
Escuchad, pues, hijos míos, las exhortaciones de
Jesucristo, las cuales sin cesar os invitan por medio
de vuestros pastores terrestres á merecer el amor
de Dios, y obtendréis la gracia que os deseo á todos,
ahora y siempre. A m é n .
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 137

C U A R T O DOMINGO D E S P U É S DE P E N T E C O S T É S .

Una mañana sin nubes, un cielo puro y refulgente,


un ambiente suave y perfumado; el suave mugir de
las vacas en la corraleja, que aguardan la salida de
los terneros que contestan impacientes á aquellas
voces maternales ; el trinar de los alborozados paja-
rillos ; el ruido de las gentes que llegan para asistir
á la m i s a : las voces de los niños en los corredores;
el ladrar de los perros; el cantar de los g a l l o s ; el
estridente grito de los pavos, los gansos y los patos;
el balar de las o v e j a s . . . todos aquellos ruidos c a m -
pestres tan gratos para el amante de la vida campe-
sina, fueron para los oídos del capellán como una
armonía deliciosa, cuando salió de su cuarto y se
dirigió al oratorio.
Allí le aguardaban ya los miembros de la familia
y entraban apresurados algunos hacendados y estan-
cieros de los contornos, cuyo número aumentaba
cada día.
Después de la Misa, el buen sacerdote leyó el
Evangelio como de costumbre.

San Lacas, cap. V., vers. 1 á 10.

« En aquel tiempo atrepellábase la gente que acu-


día á Jesús para oír la palabra de Dios. Él estaba á
la orilla del lago de Genezareth y vio dos barcos que
estaban á la orilla del lago, y los pescadores habían
saltado en tierra y lavaban sus redes. Y entrando en
uno de estos barcos, que era de Simón, le rogó que
8.
133 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

le apartase un poco de tierra. Y estando sentado


enseñaba al pueblo desde el b£rco. Y luego que
acabó de hablar, dijo á Simón : — E n t r a más adentro
y suelta tus redes para pescar. Y respondiendo Simón
le dijo : — Maestro, toda la noche hemos estado traba-
jando sin haber cogido n a d a ; mas en tu palabra sol-
taré la red. Y cuando esto hubieron hecho, cogieron
un tan crecido número de peces, que se rompía la
red. É hicieron señas á los otros compañeros, que
estaban en el otro barco, para que viniesen á ayu-
darlos. Ellos vinieron, y de tal manera llenaron los
dos barcos, que casi se sumergían. Y cuando esto
vio Simón Pedro, se arrojó á los píes de Jesús, d i -
ciendo : — Señor, apártate de mí que soy un hombre
pecador. Porque él, y todos los que con él estaban,
quedaron absortos de la presa de los peces que h a -
bían cogido. Y asimismo Santiago y J u a n , hijos de
Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y dijo
Jesús á Simón : — No temas; desde aquí en adelante
serás pescador de hombres. Y tirados los barcos á
tierra, lo dejaron todo, y le siguieron. »
Si el domingo anterior era llamado por los anti-
guos el de la bondad ó la misericordia de Dios, el
actual podrá titularse el de la confianza en Dios,
pues en él Simón Pedro manifestó su fe y su con-
fianza en el Hombre Dios.
¡Qué espectáculo tan imponente no sería aquel,
hijos míos, cuando Jesús dirigía la palabra á la mul-
titud sentado en aquella barca de pescadores! ¿ Y por
qué le escuchaban aquellas gentes? Era en aparien-
cia un hombre, pero cuya conducta asombrosa no
podía menos que llamar la atención. Recorría conti-
nuamente los campos y las ciudades, predicaba en
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 139

todas partes una doctrina nueva, que estaba al alcance


de todas las inteligencias, doctrina suavísima y al
mismo tiempo severa. Un hombre que no comía sino
lo que le daban, que no tenía residencia fija, que no
evitaba fatiga cuando le llamaban á alguna parte, y
que sazonaba sus predicaciones con milagros que
hacía á cada paso. Indudablemente éstos fueron mu-
chos más numerosos de lo que dicen los E v a n g e -
lios, pues los santos escritores no tuvieron tiempo
de apuntarlos todos. Dice .el evangelista san J u a n ,
al terminar su Testamento : « Otras muchas cosas
hay también que hizo Jesús, que si se escribiesen
una por una, me parece que ni aun en el mundo ca-
brían los libros que se habrían de escribir. »
Pero diréis, hermanos míos : ¿ qué se hicieron
aquellas muchedumbres que acompañaban al Salva-
dor á todas partes y que escuchaban con embeleso
sus palabras? ¡Cuando llegó la hora del peligro se
deshicieron, y cuando hubo de morir por nosotros
no quedó á su lado uno solo de sus discípulos! Esta
era entonces la naturaleza humana y la misma es
hoy todavía. Vemos las iglesias colmadas días tras
de días, llenas de una multitud inmensa cuando se
presenta algún predicador discípulo del Maestro D i -
vino ; el Espíritu Santo le inspira ; profiere frases y
palabras que tocan todos los corazones, pero una
hora después de haberlo oído, no se encontrará uno
solo de aquellos oyentes que piense en lo que acaba
de escuchar; y no debemos de sorprendernos por con-
siguiente, cuando las turbas que andaban á sol y agua
detrás de Jesucristo, oyendo de sus labios sagrados
su doctrina, lo abandonaron y lo dejaron, solo cuando
fué tiempo de sufrir por él. Y sin embargo lo impor-
140 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

tunaban tanto que no lo dejaban respirar, ni podían


oírle todos; así fué que aquella vez, en las orillas del
lago de Genezareth, tuvo que entrar en un barco, y
á cierta distancia de tierra hablarles como se lo pe-
dían.
Algunos Santos Padres consideran que la distan-
cia que pide el Señor que medie entre Él y la tierra,
significa que sus ministros deben alejarse del mundo,
no pertenecer á la tierra, para poderse dirigir debi-
damente al pueblo que los escuchará y atenderá
mejor si los ven lejos de la comunicación con la
gente pecadora del mundo.
De los dos barcos pescadores que había en aquel
lugar, notad, hijos míos, que Jesús escogió el que
pertenecía á Simón Pedro. Aquello se ha interpre-
tado de esta manera : nos enseña que solamente lo
que se dice desde el barco de san Pedro es la verdad
y es lo que debemos escuchar. La voz que sale de
otra parte no es la suya, porque Jesucristo no se
deja oír sino en aquella cátedra sagrada. El no en-
seño sino una doctrina y sólo fundó una Iglesia. Para
que fuese siempre única la centralizó allí y á ella
deberán acudir todos sus miembros dispersos sobre
la haz de la tierra. Se ha dicho que cuando Jesús
mandó á san Pedro que avanzara hasta la mitad del
lago, aquello significa que es preciso lanzarse hasta
en medio del proceloso mar del mundo para llevar la
palabra divina, y que sus ministros deben arrojar
sus redes allí en donde el agua está más profunda,
es decir, en los lugares más viciosos, sin temor á las
tempestades, y levantar el estandarte de la fe allí
mismo en donde la pesca parece más difícil. Y así
hicieron sus discípulos, empezaron á predicar el
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 141

Nuevo Testamento en el centro mismo de las pobla-


ciones más enemigas de Jesucristo, en Jerusalén, en
Antioquía, en Corinto, en Atenas, en Roma misma,
aquel centro de la civilización pagana.
Simón Pedro sabía muy bien que de día y en aquel
lugar no había pescado, tanto más cuanto que había
trabajado loda la noche, la hora más propicia para la
pesca, y nada s a c ó ; pero no replica, obedece humil-
demente y con prontitud. Rasta al pescador la pala-
bra de Jesucristo, y su confianza es recompensada
plenamente. Sin la divina palabra del Maestro, en
vano trabajó toda la noche con sus compañeros; lo
que prueba que nada podemos hacer sin el auxilio
del Salvador. E n vano trabajarán los que no esk'n
inspirados por Dios, y aquéllos que confían más en
sus propios esfuerzos que en el auxilio de aquel que
todo lo puede, verán al fin la aridez y la inutilidad
de su obra.
El milagro de la pesca extraordinaria es la imagen
de la propagación déla fe. Aquellos mismos hombres
de que se sirvió Jesucristo para arrojar las redes al
agua, fueron los mismos que 'echaron la semilla del
Evangelio en el mundo, la cual nació y se multiplicó
en poco tiempo como sabemos. El barco de san Pe-
dro fué entonces el núcleo hacia el cual se dirigieron
los pescadores como hoy mismo sirve de faro á los
cristianos del mundo.
La predicación de los apóstoles no se hacia ocul-
tamente sino á las claras, á la luz del día : llevaban
la luz del Evangelio á todas partes. No ofrecen bienes
temporales á los pecadores como no arrojaron cebo
álos pescados. Sorprendidos con la multitud de peces
que llenaban las redes, Pedro y los que le acompa-
•I -i 2 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

ñaban llaman á los que tripulaban la otra barca, lo


que prueba que los ministros del Señor necesitan de
la caridad y el auxilio los unos de los otros para
poder llevar á cabo sus empresas, y también que los
fieles deben en todo tiempo socorrer á sus compa-
ñeros, consolarlos y amarlos como si fueran de su
propia familia.
Cuando Simón Pedro vio aquel milagro, compren-
dió que tenía delante un ser divino, y que él, peca-
dor, no debía estar á su lado. Dios le inspira ese temor
repentino, se conmueve, sale de la apatía é indife-
rencia en que estaba, pero su primer movimiento es
huir de la presencia del Señor. Pero Él lo consuela,
le asegura que no debe temer, y le profetiza que en
adelante será pescador de hombres. A l g o vislumbra-
ron aquellos hombres desde entonces, cuando « al
llegar á tierra lo dejaron todo », para seguir á su
Maestro. Su Señor no tenía nada que poderles dar,
y sin embargo juraron acompañarle. Todos no po-
demos hacer lo que aquellos primeros apóstoles, esa
es la perfección del Cristianismo al cual no nos es
dado aspirar. Pero si no se nos exige que renuncie-
mos á todo para seguir á Jesucristo, sí podemos ser
abnegados y hacer á Dios el sacrificio de nuestras
pasiones, de nuestras faltas, inclinaciones, deseos,
sentimientos, afectos, de todo aquello que sea con-
trario á la ley divina. Abandonemos voluntariamente
y sin resistencia lo que sabemos que es malo, que
disgusta á nuestro Salvador, imitémosle en cuanto
nuestra naturaleza humana nos lo permita; si no se-
guimos, aunque sea de lejos, esa huella de luz que
dejó sobre la tierra, jamás llegaremos á verle en el
Cielo.
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 143

QUINTO DOMINGO D E S P U É S DE P E N T E C O S T É S .

Concluida la Misa, el doctor leyó lo siguiente:

Evangelio, según San Mateo, cap. V. vs. 20 á 24.


« E n aquel tiempo Jesús dijo á sus discípulos :
Porque en verdad os digo que si vuestra justicia no
fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no
entraréis en el Reino de los Cielos. Oísteis que fué
dicho á los antiguos : No matarás, y quien matare,
obligado quedará a j u i c i o . Mas yo os digo : que todo
aquel que se enoja con su hermano, obligado será á
juicio. Y quien dijere á su hermano, necio (raca),
obligado será á concilio. Y quien dijere : insensato,
quedará obligado á la pena del fuego. Por tanto, si
fueres á ofrecer tu ofrenda en el altar, y allí te acor-
dares que tu hermano tiene alguna cosa contra ti ;
deja allí la ofrenda delante del altar, y ve primera-
mente á reconciliarte con tu hermano, y entonces
ven á ofrecer tu ofrenda. »
Hoy es el domingo llamado de la perfección, —
porque, como veis en el Evangelio que os acabo de
leer, Dios exige una justicia más exacta que en la
ley antigua.
Mucha sorpresa causaría á los israelitas oír decir
á Nuestro Señor, que para salvarse era preciso ser
más justos que los fariseos y los escribas, los cuales
eran considerados como hombres perfectos que po-
seían una reputación inmaculada. Esto prueba que
los juicios de los hombres andan frecuentemente
14í S O L E D A D A G O S T A DE SAMPER.

errados en cuanto se trata de la verdadera virtud de


alguna persona. ¡ Á cuántos se juzga perfectos,
porque no conocemos sus corazones, y á cuántos
malos y perversos porque nos atenemos á las apa-
riencias !
Los fariseos hacían consistir su virtud en la obser-
vac.óu de todos los preceptos exteriores de la virtud;
jamás faltaban á las prácticas ordenadas por la l e y ;
pero sus actos estaban manchados con un orgullo
insufrible; sus ayunos eran seguidos.por opíparos
banquetes; sus limosnas nada valían porque las g a -
naban con la usura y la injusticia, y si ostentaban
virtud, caridad y buena voluntad, ésta era muy de
otra manera en el interior de sus casas. Desgracia-
damente, hijos míos, tenemos hoy muchos descen-
dientes de los fariseos que tienen idéntica conducta,
y si se escandalizan con ciertos pecados cometidos á
las claras, no recuerdan que ellos mismos cometen
otros peores secretamente. ¡Cuántas gentes conoce-
mos que creen que bastan las prácticas exteriores
de una supuesta piedad, y son devotas sin ser v i r -
tuosas! Esas no son las enseñanzas de Jesucristo;
Él odiaba la hipocresía, y siempre le vemos flage-
lando á los falsos devotos. Desterremos, hermanos
míos, de nuestros corazones todo lo que se parezca
á los sentimientos que abrigaban los fariseos; arran-
quemos de allí, no aparentemente, sino con toda
sinceridad, los afectos indebidos, las propensiones
viciosas, los malos pensamientos como las malas
acciones, y en su lugar sembremos las virtudes que
nos faltan; entonces Dios nos mirará con misericor-
dia y podremos atravesar la vida sin temores y sin
afán.
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. í'ü

No bastan, sin embargo, los buenos deseos de


nuestro corazón, es preciso que practiquemos los
deberes de piedad instituidos por la Iglesia, en
nombre de Jesucristo. La naturaleza humana necesita
un culto externo, no basta el espiritual; los ritos
graban el recuerdo en la memoria, despierta la vir-
tud con los buenos ejemplos y anima la piedad con
las instrucciones que dejan huella en el alma. Indu-
dablemente que el primer deber del cristiano es
adorar á Dios dentro de nuestro ser mismo, pero
es preciso manifestarlo según lo ha ordenado la
Iglesia en su alta sabiduría, y cumplir estricta-
mente con todos los mandamientos que ella ha ex-
pedido.
Pero, hermanos míos, no en la exageración, no en
los escrúpulos hallaremos el camino del Cielo. Almas
virtuosas que se dejan llevar por un amor imposible
de practicar la perfección, temed siempre la ilusión
que nos ofrecen los escrúpulos. Dios os inspira, es
verdad, ese ardor, pero no quiere lo imposible.
Marta se ocupaba, no de la palabra divina, sino de
menudencias y cuidados materiales en honor de J e -
sucristo, que Él no aprueba ; ella había puesto su
corazón en multitud de cosas que no eran condu-
centes á la salvación eterna, así son los que se fijan
más en la apariencia de la piedad que en la piedad
misma. No es la cantidad de oraciones lo que vale,
sino que éstas se hagan bien. Creedme, hijos míos,
la perfección que buscáis con tanto ahinco la encon-
traréis en el cumplimiento de vuestras obligaciones
diarias. E l ejercicio sostenido de las virtudes, la
práctica nunca interrumpida de vuestros deberes, la
caridad con todos, el amor al prójimo, he aquí el
9
•146 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

secreto que os acercará á la perfección, y aquél es el


camino que os llevará á la santidad.
¿ O s parece fácil ser siempre fieles en el cumpli-
miento de los pequeños sacrificios de la vida diaria,
sin quejarse nunca, manifestándose siempre amables
y resignados á sufrir todo por amor de Dios ? Pues
no lo es, si se quiere hacer todo eso con perfección,
sin alarde, sin hacer mérito, con sencillez y con todo
el corazón. Eso vale mucho más á los ojos del Sal-
vador que correr de iglesia en iglesia abandonando
la c a s a ; eso es más meritorio que rezar horas ente-
ras, sin cuidarse de lo que sucede en la familia, y
quebrantar la salud con ayunos excesivos y peniten-
cias dolorosas.
¿ C ó m o , diréis, será preciso suprimir la mayor
parte de los ejercicios de piedad, para atender nada
más que á los deberes materiales de la vida? ¡ N o ,
mil veces no ! No exageremos nada. Tan contrario á
la verdadera virtud es suprimir todas las prácticas
religiosas, como abandonar todos Jos deberes de la
vida, para sólo ocuparse en rezar, ó por lo menos en
pasar la mayor parte de la existencia en la iglesia
(que no siempre las personas que pasan largo tiempo
en el templo están entregadas á la meditación reli-
giosa). Las prácticas de piedad son indispensables;
éstas son como la corteza de los troncos ; conservan
la savia, la cubren, la defienden contra la intempe-
rie, y sin ella no podría vivir el árbol. Quitad la cor-
teza al árbol, y en breve le veréis marchitarse y
morir; así el alma si se la despoja de las saludables
prácticas de piedad. Por lo mismo que la Iglesia
quiere que sus hijos sean perfectos, exige que sean
prudentes, ordenados, y que nadie pueda tener
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 147

queja de ellos. Los cristianos deben hacerlo todo con


la mayor perfección posible; nunca debemos con-
sultar nuestras inclinaciones cuando es preciso cum-
plir con un deber, pero nunca lo debemos hacer por
amor propio ni por el vano deseo de ser elogiados.
El demonio, siempre alerta, suele inspirar á las
almas vanidosas el deseo de presentarse ante el
mundo como personas religiosas, ostentar grandí-
sima severidad de principios, una caridad ilimitada
y una virtud á toda prueba, y sin embargo, si pu-
diésemos leer en el fondo de esas almas sólo vería-
mos allí un orgullo colosal y un amor propio i l i -
mitado.
La verdadera piedad, hijos míos, es humilde,
abnegada, nunca pretensiosa; ocupada hada más
que en servir á Dios nunca busca las alabanzas de
los hombres; oculta sus buenas obras; no se ofende
si la desprecian, y no se enorgullece si la elogian,
porque todo lo hace por Dios, y Jas alabanzas que le
hacen las encamina al que la inspira. Puntillosa pero
no rigorista, virtuosa sin ostentarlo, bondadosa sin
parecerlo, edifica, tanto por lo que la ven hacer
como por lo que se adivina.
Nuestro Señor dijo que según la ley antigua,
aquel que mata será juzgado según su crimen, pero
Él empieza por prohibir la cólera, la causa y la
madre de los crímenes; ¿quién podría decir todos
los males que ha causado esa pasión en el mundo ?
¡Cuántas calumnias, palabras injuriosas, riñas,
odios, separaciones, desgracias sin cuento ha produ-
cido! Han comparado la cólera á una fiebre ardiente,
y en realidad presenta todos los síntomas de esa
enfermedad, y se contagia como ésta; de manera
148 S O L E D A D AGOSTA DE SAMPER.

que de aquel movimiento repentino, quizás fugitivo,


resultan toda suerte de calamidades. Sabemos en
dónde empieza el incendio pero jamás podremos adi-
vinar hasta dónde llegarán las consecuencias de él.
Por eso el Salvador en su infinita sabiduría va á la
raíz del asesinato, que es la cólera; aquél que no
aborrece á su hermano y se reconcilia con él, evita
las consecuencias que puede tener la cólera. Esta
pasión, como todas las demás, puede perdernos y
salvarnos según queramos : perdernos si nos deja-
mos llevar de sus ímpetus, y salvarnos si sabemos
leprimirla. Jesucristo reprueba las palabras inju-
riosas dirigidas á nuestros prójimos; si sabemos do-
minarnos, callar cuando vayamos á estallar, habre-
mos vencido la pasión por el momento; pero eso no
basta, es indispensable matar el germen, estudiando
la causa de ella y ejercitándose en ser humildes y
suaves en todo tiempo. Los médicos se aprovechan
de los momentos lúcidos de los dementes para admi-
nistrarles los medicamentos que deben revolverles
la salud; así el prudente prepara su alma en los
momentos de calma para poner un dique á su mal
carácter. En lugar de afligiros si tenéis un carácter
violento deberíais bendecir á Dios, pues os ha dado
un elemento de salud y un martirio continuo, que os
conducirá al Cielo si sabéis sobreponeros á vuestra
pasión. ¿Qué mérito puede tener una persona que
no siente irritación é impaciencia en ser suave y pa-
ciente? Ninguna. En tanto que el que á fuerza de
luchas sabe vencerse, ganará el Cielo y recibirá la
recompensa que merecen sus esfuerzos para derrotar
al enemigo del alma.
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 149

S E X T O DOMINGO D E S P U É S DE PENTECOSTÉS.

Después de la Misa, el capellán leyó el Evangelio


del día :
San Marcos, cap. VIII, vers. 1 á 9.
« En aquellos días, como el pueblo hubiese con-
currido otra vez en grande número, y no tuviesen
qué comer, llamando Jesús á sus discípulos, les dijo :
— Compasión tengo de estas gentes, porque tres
días ha que están conmigo, y no tienen que comer.
Y si los enviase en ayunas á su casa, desfallecerán
en el c a m i n o ; pues algunos de ellos han venido de
lejos. Y sus discípulos le respondieron : — ¿ D e
dónde podrá alguno satisfacerlos de pan aquí en esta
soledad? Y les preguntó : — ¿Cuántos panes tenéis?
Ellos dijeron : — Siete. Y mandó á la gente que se
sentase en tierra. Y tomando los siete panes, dando
gracias, los partió y dio á sus discípulos para que
los distribuyesen, y los distribuyeron éntrela gente.
Tenían también unos pocos pececillos, y los bendijo,
y mandó también se los distribuyesen; y comieron
y se hartaron, y alzaron de los pedazos que habían
sobrado siete espuertas. Y eran loque habían comido
como cuatro mil, y los despidió. »

Dos veces refieren los Evangelios la multiplica-


ción d é l o s panes; san Marcos narra lo que acabáis
de oír, y san Juan cuenta cómo otra vez el Señor
sólo con cinco panes y dos peces mantuvo á cinco
150 S O L E D A D ACOSTA DE SAMPER.

mil personas. El mismo Jesucristo, echando en cara


á sus discípulos la poca confianza que tenían en É l ,
les dijo, poco después de aquel suceso : — ¿ Q u é e s -
táis pensando sobre que no tenéis j a i ? ¿ A u n no
conocéis y entendéis? ¿Todavía tenéis ciego vuestro
corazón? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no
oís? ¿ Y no os acordáis cuando partí los cinco panes
entre cinco m i l ? ¿Cuántos cestos alzasteis llenos de
pedazos? — Doce, le respondieron. — Y cuando los
siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas espuertas
alzasteis de pedazos? — Siete le dijeron. Y les decía:
Pues, ¿cómo no entendéis aún? »
Era tanta la gente que andaba detrás de J e s ú s ,
que no tenía á veces tiempo para comer, y cuando
deseaba reposar algunas horas, tenía que huir á los
cerros y á los lugares desiertos, y aun allí le iban á
buscar y á pedirle que les enseñase. ¿ Qué era lo que
llamaba la atención de aquellos judíos, que después
lo habían de abandonar, y muchos de los cuales tu-
vieron á poco parte en su martirio ? Según dicen
algunos teólogos, los motivos que tenían aquellas
gentes para rodear al Hijo de Dios, eran varios. Unos
iban por simple curiosidad, deseaban ver si era
verdad lo que se decía de aquél hombre maravilloso y
divertirse con sus hechos asombrosos y su elocuente
palabra. Nuestro Señor miraba con desdén aquellas
gentes frivolas, y delante de ellas no se dignaba
hacer milagros, como tampoco quiso contestar á
Herodes, cuando por curiosidad le hacía pre-
guntas.
Algunos lo seguían por ver si lo que hacía era
realmente prodigioso, y convencerse de si era Dios,
como aseguraban sus discípulos. Á. aquéllos miraba
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 151

el Salvador con benevolencia. Él no esquivaba las


preguntas, al contrario, deseaba que se las hiciesen,
y aun contestaba á ellas antes de que se las propu-
siesen.
Otros le acompañaban porque le tenían fe y cariño,
y creían en sus palabras, pero eran cobardes y no se
atrevían á confesar lo que sentían, temiendo que los
doctores de la sinagoga los persiguiesen. Pero gran
número de aquéllos eran enemigos suyos, enviados
por los escribas y los fariseos á que escuchasen sus
palabras para encontrar motivo para acusarle como
blasfemo y así perderle á los ojos de los judíos que
empezaban á creer en É l .
Nos parece un milagro extraordinario, ¿no es
cierto? que Jesucristo multiplique unos pocos panes,
y con ellos alimentase á cuatro mil h o m b r e s . . . ¡ y
sin embargo no nos sorprendemos de los milagros
que Dios hace sin cesar en torno nuestro! Arrojamos
en tierra algunos granos de trigo y á los pocos meses
cosechamos lo suficiente para alimentar un ejército.
¿No es aquél un milagro asombroso?
Los sabios tratarán de explicároslo, pero aunque
veamos el cómo sucede, jamás entenderemos la m a -
nera cómo se lleva á efecto. Todo en torno nuestro
es prodigioso y tan inexplicable como los milagros
que obró Jesús en Ja tierra santa.
Jesucristo antes de hacer el milagro, notad que
empezó por dar gracias, por bendecir, por orar. ¿Ne-
sitaba acaso, El que todo lo podía, invocar á su P a -
dre? No, pero quería con aquello dar el ejemplo y
enseñarnos á dar gracias al Creador por sus infinitos
beneficios. Quería que los hombres, tan débiles, tan
impotentes, tan pequeñitos delante de Dios, apren-
i;,2 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

dieran á humillarse, á inclinarse á pedir lo que ne-


cesitan.
¿Cuál no sería el asombro de aquellos hombres
cuando vieron que Jesús les apaciguaba el hambre,
multiplicando los panes de una manera tan inespe-
rada? No podían dudar de lo que veían, pues los
panes se reproducían por sí solos en las manos de
los discípulos que los distribuían. Y sin embargo,
los corazones de esos judíos eran tan duros, que no
se convertían! ¿ P o r q u é ? Porque el Salvador debía
regar la tierra con su sangre para que fructificase su
palabra y su doctrina; porque Dios no vino á con-
vertir el pueblo de Moisés no más, sino á todas las
razas, á todos los hombres; era preciso que hasta sus
mismos discípulos sufrieran alternativas de fe y
desconfianza. El mismo Pedro, el jefe de los após-
toles, llamado por Jesucristoia piedra fundamental
de su Iglesia, san Pedro, después de prometer á su
divino Maestro que jamás le abandonaría, que mori-
ría con É l si fuera preciso, pocas horas después
teme, se acobarda, tiembla á la voz de una criada, y
reniega de Él hasta tres veces. ¿Qué podíamos, pues,
esperar de los demás, si el más fuerte de todos o l -
vida en un momento dado cuanto ha dicho y cuanto
ha jurado ?
Éstas cosas, hijos míos, no sucedieron al acaso y
sin un motivo; Dios lo quiso así para que todos des-
confiásemos de nuestros propios entusiasmos, y al
mismo tiempo para que no perdiésemos nunca la
esperanza, aunque delinquiésemos. Puesto que la
piedra fundamental de la Iglesia pecó, ¿ qué no p e -
caríamos nosotros? Lo que debemos estudiar es en
formarnos una voluntad segura y firme; en lo que
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. •153

debemos trabajar sin descansar es en formarnos un


carácter noble, grande, sólido, constante en el bien.
Pero jamás, jamás confiar con orgullo en nosotros
mismos; nuestra naturaleza falible puede caer cuando
menos lo pensemos; debemos cultivar nuestro fervor
con oraciones humildes, con tiernas deprecaciones y
súplicas al Salvador para que sostenga nuestra v o -
luntad, nos consuele y nos dé fuerza ; pero si confiá-
ramos en nosotros mismos, en breve veríamos decaer
y perderse el trabajo de una vida entera.
Ante todo, hermanos míos, cuidemos de que crezca
en nuestra alma la humildad, esa humildad que dis-
tinguía al Hijo de Dios. Ved cómo el Señor la bus-
caba siempre. ¿Quién era Él ante los ojos d e s ú s
conciudadanos? el hijo de un carpintero. ¿Cuáles
fueron los instrumentos que buscó para que lleva-
sen á cabo su obra? unos pobres é ignorantes pesca-
dores. Sin cesar les decía que el que quiera tener un
puesto elevado en el Cielo, es preciso que busque
uno humildísimo en la tierra. El fondo de su E v a n -
gelio es ese, y si deseamos ser sus discípulos es pre-
ciso que cumplamos con sus preceptos. Mientras más
pequeños somos, tendremos menos responsabilidades
y menos afanes. El hombre que está contento con su
suerte, que nada desea ni ambiciona nada que no
tenga, vivirá en paz con el mundo y consigo m i s m o ;
y se anticipará en la tierra algo de lo que ha de
gozar en el Cielo, lo cual deseo á todos vosotros
ahora y siempre y por los siglos de los siglos. —
Amén.
154 S O L E D A D A C O S T A DE S A M P E R .

SÉPTIMO DOMINGO D E S P U É S DE P E N T E C O S T É S .

Aquella mañana había bajado de los cerros, que


á las espaldas de la hacienda se levantaban', un
cierzo frío acompañado por una niebla espesa y
helada que, convertida en agua al reposar en la
parte llana, cubrió los árboles, los arbustos y espi-
nos y la grama con gotas de cristal, de manera que
la vegetación entera de los campos parecía llorar y
temblar de frío.
He aquí el Evangelio del día :
Santa Mateo, cap. VII, ver"s. 15 á 21.
« En aquel tiempo dijo Jesús á sus discípulos :
Guardaos de los falsos profetas, que vienen á v o s -
otros convestidos de ovejas y dentro son lobos'roba-
dores. Por sus frutos los conoceréis. ¿ P o r ventura
se cogen uvas de las espinas, ó higos de los abrojos?
Así, todo árbol bueno lleva buenos frutos; y el mal
árbol lleva malos frutos. No puede el árbol bueno
llevar malos frutos, ni el árbol malo llevar buenos
frutos. Todo árbol que no lleva buen fruto será cor-
tado y metido en el fuego. A s í , pues, por los frutos
de ellos los conoceréis. No todo el que me. dice :
¡ S e ñ o r , Señor! entrará en el Reino de los Cielos,
sino el que hace la voluntad de mí Padre, que está
en los Cielos : ése entrará en el Reino de los
Cielos. i>

Nuestro Señor nos enseña, añadió el capellán, en


este día la manera de reconocer á los falsos profe-
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 155

tas : « por sus frutos los conoceréis », dice. Sólo


Dios podrá leer en el corazón de los hombres y c o -
nocer cuáles son sus intenciones, pero los mortales
podemos conocerlos por sus acciones, buenas ó ma-
las. Al mismo tiempo Jesús ya nos ha advertido que
no debemos juzgar temerariamente de los demás,
si no queremos ser juzgados lo mismo : Nolite ju-
dicare, ut non judicemhú. In quo emim judieio ju-
dicaveritiSj judicabimini (1) : pues con el juicio con
que juzgareis seréis juzgados. »
¿ Q u é hacer, hijos míos, en semejante dilema?
Vamos á ahondar un poco esta difícil cuestión. Hay
dos especies de falsos profetas : los predicadores de
los errores y los predicadores de los vicios. Unos y
otros tratan siempre de llevarnos por el mal camino,
el del error religioso los primeros, y el del pecado
los segundos : los primeros pervierten y los segun-
dos corrompen. Hay dos especies de maestros del
error : los herejes, que atacan las doctrinas de la
Iglesia Católica, y los cismáticos, que tratan de divi-
dir la Iglesia. Los cismáticos se convierten en breve
en herejes; toda doctrina que se opone á las divinas
enseñanzas de la Iglesia apostólica romana es here-
jía. Es fácil, pues, discernir á los herejes por lo que
enseñan; y á éstos conoceréis por sus frutos, es
decir, por su palabra, en que manifiestan á las claras
su odio á la Iglesia. Pero hay otros mucho más peli-
grosos, que se presentan « vestidos de ovejas », que
toman el lenguaje y las expresiones mismas del
Evangelio para tergiversarlo; que pretenden refor-
mar el dogma, diciendo que la doctrina primitiva

(1) San Mateo, cap. V I I , v. 1-2.


156 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

ha sido corrompida, y que quieren restablecer la de


los primeros cristianos. Pero la hipocresía de éstos
también se descubre en breve, pues siempre veréis
que los supuestos reformadores buscan algún bien
temporal, ó contentar algún vicio ó halagar su a m -
bición. Así, también los conoceréis por sus malos
frutos, pero es necesario precaverse de ellos mucho,
porque ocultan sus perversas intenciones con cuidado
grande.
Hay otros, éstos son los corruptores, .que cubren
sus debilidades, su? falsedades, sus engaños y pa-
siones criminales, con la capa de una piedad y una
devoción falsas, que dan frutos aparentemente her-
mosísimos, pero que son como las manzanas que se
dan en las orillas del Mar Muerto, bellas y rosadas
exteriormente, y ceniza acre y malsana en el inte-
rior. Estos son peligrosísimos, porque rara persona
descubre que son « lobos robadores » sino después
de haber probado del fruto que ofrecen.
Terrible es, hermanos míos, aquella palabra de
•Jesucristo : « Todo árbol que no lleva buen fruto
será cortado y metido en el fuego. » No es solamente
sobre el árbol que da malos frutos ó que no lleva
n'nguno, que cae esa sentencia : es sobre aquéllos
que no llevan buenos frutos. E.5 decir, que no basta
precaverse de las malas acciones, no basta no come-
ter faltas : es preciso, es indispensable, hacer el
bien, dar buenos frutos. Muchos dicen : « ¿ q u é mal
hago yo? N i n g u n o ; así, pues, estoy salvo. » Pero
Nuestro Señor condena al fuego eterno al que no
hace algún bien; se juzgará á los hombres no sola-
mente por el mal que han hecho, sino también por
el bien que han dejado de hacer.
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 157

No basta, repito, no haber cometido crimen nin-


g u n o ; es indispensable llenar nuestros deberes con
exactitud y dejar en el mundo alguna huella lumi-
nosa. Es preciso trabajar en el bien de los demás;
la esterilidad en las acciones buenas es pecaminosa.
Cada uno, hasta el ser más infeliz, más ignorante,
más pobre, puede hacer algunos bienes á sus herma-
nos; hacer algún sacrificio en pro de su prójimo...
« No todo el que dice ¡Señor, Señor! entrará en
el Reino de los Cielos. » ¿ Q u é significan estas pala-
bras? Quieren decir que rezar con los labios, sin
penetrarse del espíritu de las oraciones, es inútil,
inoficioso. No se trata aquí de las personas hipócri-
tas, que se entregan á ejercicios de falsa piedad,
para que el mundo las considere virtuosas sin serlo,
— sino de almas sencillas, que creen que la piedad
está en obras exteriores de devoción, y entretanto
abandonan sus deberes y olvidaban hacer el bien á
sus semejantes. <¡ Figuraos, dice el cardenal de la
Luzerne, que se presentan dos hombres al pie del
Tribunal Supremo : el uno presenta las obras de su
vida entera al Soberano Juez, consistentes en una
multitud de devociones con que ha llenado su v i d a ;
el otro una cadena completa de deberes cumplidos
fielmente. ¿ C u á l de los dos obtendrá la misericordia
divina y verá abrirse las puertas de la eterna m o -
rada? ¿Qué idea tendríais de un hombre que, teniendo
muchas deudas, en lugar de pagarlas, gastara toda
su fortuna en regalos? Nada más propio para que
lluevan sobre nosotros las gracias divinas, como las
devociones; éstas nos consuelan de las penas, n o ;
impiden las tentaciones, y no nos permiten fatigar-
nos en el cumplimiento de la ley. I ero ellas no pue-
J
153 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

den suplir nuestros deberes, puesto que su objeto es


ayudarnos á llenarlos debidamente. Violamos la j u s -
ticia divina cuando pretendemos dispensarnos de
cumplir con lo que debemos, con aquello que es más
de nuestro gusto. »
Á todo trance debemos cumplir con los deberes
de nuestro estado. Cuando el Espíritu Santo quiere
pintar á la mujer fuerte, busca su modelo en la
madre de familia entregada á los deberes de su casa,
trabajando con sus manos, cuidando de su servi-
dumbre, honrando á su esposo, aumentando el bien-
estar de la familia con sus obras, distribuyendo entre
los pobres los sobrantes de la abundancia que reina
en su casa, merced á sus esfuerzos. ¿ Qué hace aque-
lla mujer? Cumplir con sus deberes, en primer lugar.
La práctica de los deberes de su estado es lo que
lleva á la perfección, — aunque, como dijo otro día,
sin descuidar las prácticas de devoción que ha man-
dado la Iglesia. Todo se puede encadenar y regla-
mentar en una existencia bien ordenada. ¿ Y quién
dice que es preciso estar mano sobré mano ó pros-
ternado en el templo para comunicarse con Dios?
¿Podrá haber cosa más agradable para nuestro Sal-
vador que el que una persona, al cumplir con sus
deberes, sean los que fueren, se ¡os ofrezca á Nues-
tro Señor, y le pida su beneplácito y su ayuda? Si
el trabajo es manual, ¿ n o se podrá por ventura pen-
sar en alguna de las grandes verdades de nuestra
santa Religión, en tanto que se m u e v e n las manos?
E l trabajador en el campo, la mujer en sus queha-
ceres domésticos, ¿ no podrán rezar lo que quieran
mientras que trabajan? Al ejecutarlo así cumplirá
con dos deberes al mismo tiempo : no distraerán
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. ira

su espíritu en frivolidades, cumplirán con sus obli-


gaciones, y tendrán delante de su espíritu al Señor
de la tierra y de los Cielos.

O C T A V O DOMINGO D E S P U É S DE P E N T E C O S T É S .

Concluida la Misa, el sacerdote leyó el Evangelio


del octavo domingo después de Pentecostés :

San Lucas, cap. XVI, v. I.

« E n aquel tiempo dijo Jesús á sus discípulos : —


Había un hombre rico, que tenía un mayordomo, y
éste fué acusado delante de él como disipador de
sus bienes ; y le llamó y le dijo : — ¿ Qué es esto que
oigo decir de ti ? Da cuenta de tu mayordomía, porque
ya no podrás ser mi mayordomo. Entonces el mayor-
domo dijo entre sí : — ¿ Q u é haré, porque mi señor
me quita la mayordomía? Cavar no puedo; de men-
digar tengo vergüenza. Y o sé lo que he de hacer
para que, cuando fuere removido de la mayordomía,
me reciban en sus casas. Llamó, pues, á cada uno de
los deudores de su señor y dijo al primero : —
¿ Cuánto debes á mi señor ? Y éste le respondió : —
Cien barriles de aceite. Y le dijo : — Toma tu escri-
tura : y siéntate luego, y escribe cincuenta. Después
dijo á otro : — Y tú, ¿cuánto debes? Y él respon-
dió : — Cien coros de trigo. E l le dijo : — Toma tu
vale, y escribe ochenta. Alabó el señor al mayor-
domo infiel, porque los hijos de este siglo más sa-
bios son en su generación que los hijos de la luz.
160 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

Y yo os digo también que os ganéis amigos de las


riquezas de iniquidad, para que cuando falleciereis,
os reciban en las eternas moradas. »

Este Evangelio, amigos y hermanos míos, es uno


de los más difíciles de interpretar claramente; pero,
según los Santos Padres que hicieron un estudio
prolijo y continuo de las palabras del Salvador, aun
de las más oscuras y las aparentemente insigni-
ficantes, los Santos Padres declaran que la intención
de Nuestro Señor fué manifestar que los hijos de la
luz deberían manifestar tanta prudencia con respecto
á la salud del alma, como los hijos del siglo con
respecto de sus negocios temporales, y ganarse
amigos en el Cielo para cuando dejen este mundo,
como los hombres hacen para conseguir protectores
y auxiliares en la tierra.
E l rico de la parábola es Dios, que tiene en sus
manos todo lo que exisle. Nada realmente nos perte-
nece ni lo podemos conservar si el Creador nos lo
quita. Cuando venimos al mundo no poseemos nada,
y cuando salimos de él no podemos llevarnos ni s i -
quiera nuestro cuerpo, que queda sobre la tierra
para pasto de gusanos. Los bienes de que llegamos
á gozar en la vida, son prestados : Él nos confía
esos dones, de los cuales hemos de darle cuenta. EJ
deber de todo ser humano, es el mismo que el del
mayordomo, á saber : disponer de los bienes que el
Amo le ha confiado para que los administre, según
las órdenes de éste y sin descuidar sus intenciones.
Si no hace lo que le han mandado, si los disipa, si
se sirve de ellos para su uso particular, sin contar
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 161

con el Soberano Dueño, se hace culpable y tiene que


someterse á los castigos que merece su conducta.
Examinemos nuestra conciencia diariamente, ama-
dos' amigos míos, y veamos si hemos cumplido con
lo que ha mandado el Señor. ¿ Qué hemos hecho con
los dones del cuerpo? La salud, la fuerza, la resis-
tencia, ¿acaso lo hemos empleado todo en servicio
de Dios? En cuanto á las cualidades morales : la i n -
teligencia, los talentos, los conocimientos adquiri-
dos, en lugar de hacer uso de ellos para santificarnos,
para contribuir en la grande obra del bien de nues-
tros hermanos, ¿ n o hemos gastado todas esas cua-
lidades tan sólo en frivolidades, en sostener nuestra
vanidad, en multiplicar nuestros placeres, en satis-
facer nuestras pasiones, en alimentar nuestro or-
gullo ? ¡ Cómo se presta este campo para meditar en
nuestros deberes cumplidos y en aquéllos que h e -
mos descuidado ! . . .
Así como al mayordomo infiel, llegará también el
día en que el Creador nos llamará á juicio y nos
dirá : — Da cuenta de los bienes que te eniregué
para que los administrases. ¿ C u á l no será entonces
nuestro e s p a n t o ? . . . Y a no tendremos tiempo de
preparar nuestras cuentas. ¿ Q u e hacer en aquel
momento de a n g u s t i a ? ; . . La vida ha pasado como
un f o p l o ; no tenemos nada preparado para después.
En aquel momento supremo es que necesitamos de
las buenas obras que hayamos hecho para contraba-
lancearlas con las iniquidades cometidas durante la
vida pasada.
« F yo os digo también, dice Jesucristo, que os
ganéis amigos de las riquezas de iniquidad, para
que cuando falleciereis, os reciban en las eternas
SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

moradas. Las riquezas de iniquidad de que habla el


Salvador, dice el cardenal de la Luzerne, no son
aquéllas que se han usurpado injustamente al pró-
j i m o . E l precepto de caridad que da aquí no puede
ser contrario á su ley de justicia, que manda se
restituya lo que se ha hurtado. No se tiene derecho
de emplear en el noble uso de la caridad el bien ro-
b a d o . . . La restitución no es una virtud, sino una es-
tricta deuda hacia aquél á quien se ha quitado lo
suyo, puesto que le pertenece. Con generosidades
hacia otros no se restituye el bien robado ; acordaos
de ello siempre, amigos míos ; la caridad no tiene
ningún valor á los ojos de Dios si se hace con pro-
piedades ajenas. Lo que Jesucristo llama riquezas
de iniquidad, no son aquéllas que se han adquirido
por medios injustos, sino con un rigor grande, con
culpable avidez, puesto que por adquirirlos olvida-
mos los sufrimientos de nuestros h e r m a n o s , las
leyes de Dios y nuestra santificación ; riquezas en
Jas cuales hemos puesto nuestros afectos, nuestra
felicidad, nuestra ambición, y que por pensar en
allegarlas olvidamos los bienes eternos. El empleo
que El quiere qué hagamos de las riquezas que nos
confió, es en gran parte haciendo el bien á los po-
bres, á los que tienen menos que nosotros; y á éstos,
á las oraciones de los que hemos protegido y a m -
parado, deberemos nuestra entrada en el Reino
eterno. A s í , pues, aquellos pobrecitos pueden más
que los poderosos ; los ricos los auxilian en este
mundo transitorio, pero los ruegos de los desgra-
ciados obtienen para sus favorecedores la vida per-
durable. Vuestros pecados deben ser juzgados seve-
ramente por Dios, pero en vuestra mano está el
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 163

comprar el Reino eterno por medio de la caridad. Si


vuestros pecados son de tal naturaleza que vuestra
voz se ha hecho desautorizada cerca de Jesucristo,
emplead, hijos míos, los ruegos más eficaces de
aquéllos que habéis amparado.
No es que la caridad puede suplir jamás á la peni-
tencia ; sino que ella obtiene para los pecadores la
gracia de la conversión. Las súplicas del pobre
ablandan el corazón de Dios y enternecen el del pe-
cador. Pero, hermanos míos, no creáis que sólo el
poderoso, el rico, el acomodado, el que ha acumu-
lado bienes de fortuna, necesita buscar abogados
que pidan á Dios en su n o m b r e ; el precepto de la
caridad toca á todos ; ya antes os lo he dicho y os lo
repito ahora : no hay nadie en el mundo que no n e -
cesite cumplir con las obras de misericord a para :

salvarse.
La limosna no es sino una parte de la caridad ; el
que no posee bienes materiales que distribuir, puede
emplear su tiempo cuidando enfermos, auxiliando
con sus esfuerzos, con su palabra, á los que sufren,
consolando á los tristes, volviendo por la reputación
del que atacan en su presencia, dando provechosos
consejos á los que los necesitan, procurando dar
ejemplos saludables en su modo de v i v i r , utilizando
su ingenio de alguna manera que aprovec'he al pró-
j i m o . . . E n fin, cumple con ese precepto todo aquél
que lleve á cabo algo útil dentro del límite de sus
fuerzas. Todos los bienes que Dios os ha confiado,
sea fortuna material, cualidades, talentos, el don de
la g r a c i a ; todo eso sirve para hacer algún beneficio
al prójimo, y por ese medio tener amigos en la vida
eterna. No solamente podéis todos, sin excepción
161 S O L E D A D ACOSTA DE SAMPER.

i inguna, hacer el bien, sino que aquéllo es un deber


que el Señor nos manda verificar. ¿ O s atreveríais á
asegurar que hay seres humanos que no necesitan
del socorro de los demás para entrar al Cielo ? ¿ Pen-
saréis acaso que podréis bastaros, y las oraciones
que la gratitud de vuesiros semejantes levantan al
Cielo no son necesarias para vuestra salvación ?
¡ Oh ! no, no ; ¡ l a fe católica no es esa! Nuestra
santa Religión nos enseña que las oraciones de los
justos son necesarias para que se arrepienta el pe-
cador, y también que continúen por el buen camino
los que lo han emprendido.
Creedme, hijos míos : el concierto de las voces
reunidas de las almas puras penetra hasta el pie del
trono del Señor, y lo obliga, por decirlo así, á que
derrame sobre la tierra como una lluvia benéfica
sus gracias y mercedes.
Considerad conmigo la suprema sabiduría, la ine-
fable misericordia de Dios cuando obliga al hombre,
si quiere salvarse, á cumplir con los deberes de la
caridad, convirtiéndola en la primera virtud de la
Religión de Jesucristo. Es decir, que liga asi á los
hombres entre sí para su bien en éste y en el otro
mundo; establece entre sí una continua reciprocidad
de servicios. En el orden temporal hizo que el rico
socorriese al pobre en esta vida, y que el último so-
corriese al pudiente en la otra. ¡ A h ! hermanos míos :
si comprendiésemos cuan necesarios somos los unos
á los otros, y practicásemos religiosamente los man-
datos del Eterno, la sociedad ganaría extraordinaria-
mente, y gozaríamos de una vida encantadora en
csie mundo y llegaríamos fácilmente al Cielo.
Aquella situación hermanable se vio en la época
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 1135

de los primeros cristianos ; ellos sabían vivir todos


juntos, y comprendían perfectamente que era para
su propio bien que Jesucristo había instituido la ca-
ridad universal, y la ejercían no solamente los unos
con los otros, sino también con sus enemigos y con-
trarios, con aquellos mismos que les daban el mar-
tirio y la muerte. Suelen muchos descorazonarse con
la ingratitud que se encuentra en el m u n d o ; pero
tened confianza en la palabra de Nuestro Salvador,
y nó olvidéis jamás que el bien que se hace, aunque
sea á los seres más indignos y que los merezcan
menos, jamás se pierde; si los socorridos lo olvidan,
no así la Providencia Divina. ¿ Q u é importa que
aquel que recibe el beneficio nos mire con mala vo-
luntad y hasta nos procure disgustos y sinsabores,
si Dios lee en nuestro corazón y sabe pagar con
usura hasta nuestro menor sacrificio ?
Algunos santos teólogos interpretan la parábola
insistiendo en que los amigos que nos procuramos
con las riquezas de iniquidad, son las almay que
sufren en el Purgatorio. Las buenas obras que hace-
mos en su favor, las indulgencias que ganamos para
ellas, no solamente les acorta su tiempo de expia-
ción, sino que ellas con sus oraciones interceden por
nosotros una vez que se hallan en la vida celestial.
Así, pues, hermanos míos, cumplid con el pre-
cepto de la caridad á todo trance, no solamente ejer-
citándola en favor de nuestros prójimos en el mundo,
sino que no debemos olvidar nunca á las almas que
expían sus faltas en el purgatorio, pues ellas indu-
dablemente nos abrirán después las puertas del
Cielo.
SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

NOVENO DOMINGO D E S P U É S DE P E N T E C O S T É S .

Después de la Misa de dicho domingo, el Capellán


leyó el Evangelio del día.

San Lucas, cap. XIX, vers. 41 á 47.

« En aquel tiempo : Al llegar Jesús cerca de Jeru-


salén, poniéndose á mirar esta ciudad, derramó lá-
grimas sobre ella, diciendo : ¡ A h ! ¡ si conocieses
también tú, por lo menos en este dia que se te ha
dado, lo que todavía podría atraerle la paz y la v e n -
tura! .. Mas todo ello está oculto á tus ojos. Porque
vendrán unos días sobre ti, en que tus enemigos te
circunvalarán, y te rodearán de trincheras, y te es-
trecharán por todas partes; y te arrasarán con los
hijos tuyos, que tendrás encerrados dentro de ti, y
no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto
has desconocido el tiempo en que Dios te ha v i s i -
tado. L u e g o , habiendo entrado Jesús en el templo,
comenzó á echar fuera á los que vendían y compra-
ban en él, diciéndoles : « Escrito está : mi casa es
casa de oración; más vosotros la tenéis hecha una
cueva de ladrones. ¡> Todo el tiempo que Jesús per-
maneció en Jerusalén, iba á enseñar todos los días
en el templo. »
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. -167

Jesús llora sobre la futura destrucción de Jerusa-


lén, si, hijos m í o s ; veía en un año venidero esa
gran ciudad asolada y más de un millón cien mil
habitantes degollados por el emperador romano
Tito, que v e n g ó , sin saberlo, en los descendientes
de aquellos crueles hebreos la muerte del Divino
Salvador.
Él en su infinita sabiduría conocía el porvenir, y
no lloraba sobre su próxima pasión que conocía tam-
bién, sino sobre las desgracias de ese pueblo que lo
odiaba.
Esto nos debería enseñar á aborrecer ti pecado
pero también á tener grandísima lástima al pecador.
Nuestro Señor conoce la enormidad del crimen que
va á cometer ese pueblo deicida en su divina huma-
nidad ; y en su justicia sabe que todo pecado se
paga, todo crimen es castigado en este mundo y en
el otro, y sin embargo se entristece. ¿Cuánto más,
hermanos míos, deberíamos enternecernos cuando
recordamos nuestras ingratitudes para con Dios! E l
Señor castigó á Jerusalén doblemente : por su delito
y por haber desperdiciado las gracias que le había
prodigado. ¡Cómo es posible que vea por sus calles,
escuche en los templos y las asambleas la voz del
Salvador, del Hijo de Dios, y no solamente lo desoye,
lo desconoce, sino que lo befa, lo sacrifica, lo ase-
sina! Creedme : Dios no solamente castiga el pe-
cado (Él es tan misericordioso que ama al pecador,
y procura darle todos los medios para que se res-
cate), sino que escarmienta con mayor rigor á
á aquellos á quienes ha ofrecido sus gracias y no
han querido arrepentirse.
¡ O h ! vosotros que me escucháis, por quien Jesu-
SOLEDAD A C O S T A DE SAMPER.

cristo derramó su sangre; que habéis tenido quien


os enseñe las verdades que Él enseñó; que sin cesar
se ha tratado de haceros entrar por el buen camino,
vosotros que me escucháis, mirad dentro de v u e s -
tras conciencias y decidme si no habéis desperdi-
ciado veinte, treinta, cien veces las ocasiones de
enmendaros y volveros al Cielo. ¡Dios castigará en
vosotros no solamente la culpa sino el desprecio
con que habéis mirado su misericordia! ¡El ofen-
dido es el que os ofrece, os pide, os suplica que
aceptéis su perdón, y el delincuente es el que lo re-
chaza, prefiere vivir en el pecado y perderse! ¡El
Creador del Cielo y de la tierra, el Soberano del Uni-
verso, os suplica que vayáis á É l ; os tiende los
brazos, os ofrece su corazón, y le volvéis la espalda,
os hacéis á un lado y arrojáis lejos del vuestro ese
corazón tan grande como toda la creación y tan infi-
nitamente clemente! Desgraciados, ¿qué sabéis?
¡ esto que hoy se os ofrece con tanta piedad y dulzura,
quizás mañana se os rehusará! ¿Quien tiene la vida
comprada? Cuando menos lo penséis podéis encon-
traros en la otra vida, y bien sabéis las consecuen-
cias de morir en pecado mortal... Los frutos de la
penitencia no maduran en toda estación, y si la de-
jáis pasar sin cogerlos, cuando los vayáis á buscar
ya no los encontraréis.
Pero así como los judíos del tiempo de Jesucristo,
os parecerá imposible que llegue una desgracia que
os pierda; vuestras fuerzas no se debilitan, vuestra
salud es completa, hay tiempo por delante para arre-
pentirse. Así los habitantes de Jerusalén; ¿quién
podría venir sobre ellos? decían, ¿en dónde estarán
esos enemigos que la cercarán? ¿ Y por qué habían
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. Iú9

de arrasar sus murallas y no dejar piedra sobre


piedra, cuando vivían en paz, sometido al yugo de
los romanos, sin que nadie manifestase deseo ni po-
sibilidad de sacudirlo?
Indudablemente los judíos consideraron las pala-
bras de Jesucris'.o como absurdas, y solamente unos
pocos de sus discípulos se acordaron de ellas y las
propagaron muchos años antes de que se cumpliera
la profecía.
Y sin embargo, aquel ofuscado pueblo más que
ningún otro debería de haber reflexionado que to-
dos los anuncios de sus profetas se habían cumplido,
y que los precursores de Jesucristo predijeron des-
gracias que siempre tuvieron lugar como ellos lo
habían profetizado. Pero estaban ciegos, sordos, de-
mentes; no comprendían, no pensaban en lo por-
venir, y sólo los ocupaba el tiempo presente. Igual
cosa sucede al pecador que escucha la palabra de
Dios y no se enmienda, dejando para más tarde su
conversión. Entregados á los negocios, á las diver-
siones, á las ocupaciones diarias, vemos deslizarse
la vida á nuestra vista como un sueño, y cuando
menos lo pensemos nos encontraremos en el umbral
de la eternidad.
« ¡Misterio del corazón del hombre! dice el padre
Mir. ¡Por una parte se siente movido hacia Dios, su
principio y su fin inevitable, y por otra huye de él,
cual si fuera su enemigo! » Pero no imitemos á és-
. tos, hijos míos, no desoigamos la voz del Pastor
que nos llama, sigámosle por los senderos que nos
indica, y cuando menos lo aguardemos nos halla-
remos en su Reino, gozando de su presencia.
Luego después, añade san Lucas, habiendo en-,
¡o
170 S O L E D A D ACOSTA DE S A M P E R .

irado Jesús en el templo, comenzó á echar fuera á


los que vendían y compraban en él, diciéndoles : —
Escrito está : Mi casa es casa de oración, más vos-
otros la tenéis hecha una cueva de ladrones.
Aquella es la única vez, hermanos míos, que las
Santas Escrituras nos presentan al Salvador indig-
nado, no ya usando de aquella santa paciencia,
aquella inalterable dulzura que lo caracterizaba.
¡ Cuántos crímenes debían de cometerse diariamente
en Jerusalén! Y sin embargo, nunca nos pintan á
Jesús reprendiendo con severidad, sino siempre con
indulgencia y suavidad. ¿Por qué, pues, está enfa-
dado? porque quería enseñar que las faltas que se
cometen son en extremo allí.
Esto os probará, hijos míos, que no todos los que
corren á las iglesias están preparados para adorar á
Dios debidamente, y que muchos que las frecuentan
lo hacen por algún motivo personal y no por v e r -
dadera devoción. Muchos creen que compran la pro-
tección de Dios en oraciones, mientras que su c o -
razón está lleno de odios, de pasiones y de malos
sentimientos, y piensan que con rezar mucho Dios
no ve sus pecados. Mejor sería que las iglesias estu-
viesen menos repletas de gente, pero que entre ésta
no concurriera ninguno que las profanase con su
presencia. Muchos van por costumbre; por el (¡ue
dirán otros; para ver y ser vistas muchas mujeres;
para verlas los hombres, y por diez motivos más
que nada tienen que ver con el amor de Dios. ¡ O h !
diremos con el profeta Ezequías : « El dixil ad me :
lngredere, el vide abominaliones pessimas, quas isíi
faciunt hic (rompe el muro, me dijo el Señor y ved
las abominaciones que se cometen en mi casa). »
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. . 171

Las faltas de respeto hacia el Rey de los Reyes


en su palacio mismo, delante del trono de su miseri-
cordia, reúnen varios pecados graves : la ingratitud;
la insolencia; el olvido de su presencia divina; el
insulto al culto de D i o s ; la hipocresía y la apostasía
(pues faltar al respeto al Señor es negarlo).
E n el culto antiguo Dios castigaba de una manera
violenta y terrible á los que profanaban el templo.
Así, á un hijo de Aarón, que se atrevió á encender
un fuego indebido en el altar, le castigó con una
muerte repentina, y lo mismo á Oza por haber to-
cado el arca santa, y á cincuenta mil betzamilas por
haberla mirado irrespetuosamente. Si á Osías no
mandó la muerte cuando penetró en el santuario, le
cubrió de lepra, y lo mismo sucedió á María, la her-
mana de Moisés, por haberle desobedecido. « T e m -
blad ante mi Santuario, decía el Señor á los judíos,
porque yo soy tu Dios. » — / Pavete ad sancliiarium
meum, ego Dominus! ¡ Y sin embargo, en aquel San-
tuario no estaba su cuerpo y su Sangre! ¡Cuan te-
rribles no serán ahora los castigos ocultos para los
que profanan los templos católicos!
Hasta á los mismos protestantes produce una gran
veneración el más humilde templo católico, ¿qué no
debería ser para los que profesan nuestra fe? Allí
deberíamos sentir todo el peso de su gloria; h u m i -
llarnos ante su misericordia inconmensurable y no
pensar sino en E l ; y dirigirnos á Él sólo para pe-
dirle su gracia y suplicarle que perdone nuestras
faltas; no solamente le debemos hablar con el c o -
razón y con los labios, sino que nuestra postura y
nuestro ademán deben ser siempre humildes y ren-
didos.
172 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

DÉCIMO DOMINGO D E S P U É S DE PENTECOSTÉS.

Reunida la familia en la capilla para oír la Misa,


el celebrante leyó el siguiente Evangelio :
Según San Lucas cap. XVIII, vrs. 9 á 14.

« En aquel tiempo : Dijo Jesús á ciertas gentes


que se tenían como justas, viviendo muy satisfechas
de sí mismas, y que al propio tiempo despreciaban á
los demás, esta parábola : Dos hombres subieron al
templo á orar : el uno fariseo y el otro publicano. El
fariseo estando de pie, oraba en su interior, diciendo
de este modo : — «¡ Oh Dios! gracias te doy, porque
no soy como los otros hombres, robadores, injustos,
adúlteros; ni como este publicano. Ayuno dos veces
á la s e m a n a ; doy diezmos de todo lo que poseo. »
Mas el publicano, estando lejos, no osaba ni aun al-
zar los ojos al Cielo, sino que hería su pecho di-
ciendo : — « Dios mío, muéstrate propicio á mí, que
soy pecador ». Os digo, pues, que éste, y no aquél,
descendió juslificado á su casa : porque todo hombre
que se ensalza será humillado : y el que se humilla,
será ensalzado. »
El orgullo, hijos míos, es la pasión — porque se
convierte en verdadera pasión cuando se le da rienda
suelta, — que más daños ha hecho á los hijos de
A d á n ; el orgullo perdió á los ángeles en el Cielo y
perdió al primer hombre; ¡ q u é d i g o ! ha perdido á
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 17á

todos los hombres que se han condenado. Porque el


vicioso, por ejemplo, ¿ p o r qué no se corrige? Por
orgulloso, por ser independiente, por querer á todo
trance mandar sobre su persona, por no obedecer
las leyes prescritas por Dios. Es la causa íntima de
todas nuestras desgracias; la que pierde naciones y
sociedades, y fué el orgullo con todo su séquito de
malas pasiones el que llevó á Nuestro Señor J e s u -
cristo al martirio y á la C r u z !
" La vanidad es una rastrera derivación del orgullo.
En el orgulloso hay cierta dignidad que puede pro-
ducir al fin su conversión; el vanidoso no tiene re-
medio, porque sintiéndose realmente indigno de los
honores que apetece, quiere exigirlos en detrimento
de otros que, realmente los merecen. El arrogante
todo lo quiere para sí, y pone en juego la injusticia,
la calumnia, el odio, el crimen muchas veces, para
conseguir lo que pretende.
Pero hay muchas clases de orgullo : hay el de
aquéllos que tienen realmente alta opinión de sus
méiitos y gran confianza en sus supuestas virtudes;
y desprecian á todos los que ellos consideran que
carecen de esas virtudes; se creen superiores á los
demás; tie ¡en fe en su propia ciencia y pretenden
lívanlarse hasta los Cielos y mirar á Dios cara á
cara. Este es un orgullo terrible, satánico, que en-
gaña á los demás hombres, que piensan que aquél
es digno de sus homenajes por las apariencias; pero
si fuésemos á ver dentro de su corazón, encontraría-
mos allí un foco de infección y podredumbre. Esta
clase de orgullosos son los menos numerosos, pero
son también los más peligrosos y los más difíciles de
enmendarse.
10.
174 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

La verdadera ciencia, hijos míos, es modesta;


pues ¿cómo es posible que nos enorgullezcamos si
hemos estudiado los misterios de esa naturaleza
creada por Dios, y cuyas leyes no alcanzamos á
comprender en lo más minimo?
Había entre los judíos hasta siete clases ó sectas
de hombres que se titulaban fariseos, — lo que s i g -
nifica en hebreo aparte, — porque se considera-
ban hombres privilegiados por sus virtudes, y eran
exaltados sobre sus compatriotas por sus méritos;
por la severidad con que cumplían las leyes de
Moisés y por la multiplicidad de sus limosnas y
obras pías. Á esta secta pertenecía el fariseo de que
habla Jesucristo en su Parábola. El otro era un pu-
blicano, es decir, un arrendador ó cobrador de los
derechos públicos, oficio que era muy mal visto por
los hebreos, y que se consideraba como degradante
y odioso. Ambos oran dentro de sí mismos, y sin
embargo el que era considerado como un ejemplo
de todas las virtudes, y que él mismo se creía un
santo, no era en realidad sino un hipócrita que es-
taba henchido de loco orgullo. Subió por el templo
con la cabeza erguida y permaneció de pie delante
del Sagrado Tabernáculo; y allí, en lugar de h u m i -
llarse ante el Soberano de todo lo creado, se ocupa
nada más que en ensalzarse á sí mismo, en contem-
plar sus virtudes, hacer cuenta de sus supuestos
méritos y enorgullecerse con su persona.
Este hombre nos indigna, ¿ n o es verdad, hijos
míos? Y sin embargo, esto mismo en mayor ó menor
escala lo hacemos todos... ¡Cuántas acciones bue-
nas hacemos nada más que para llamar la atención
de nuestros conciudadanos; cuántas obras excelentes
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 175

aparentemente, y que sin embargo nuestra intención


no es pura; cuántas limosnas damos por el qué dirán
de las gentes, y por el deseo de que nos elogien!
He aquí la oración del hipócrita : / Oh Dios! gra-
cias te doy porque no soy como los otros hombres :
robadores, injustos, adúlteros; ni como este pabli-
cano. Ayuno dos veces á la semana; doy diezmos de
todo lo que poseo.
Empieza, pues, por compararse á los demás, y
realmente se encuentran mucho mejor que todos,
por lo cual da gracias á Dios. Pero esto en el fondo
no es en él sino un pecado más, porque cree que es
digno de todas las gracias que Dios ha derramado
sobre él.
La oración para que sea meritoria á los ojos del
Señor, necesita tres condiciones esenciales : 1. De-
a

bemos tener la íntima convicción de la necesidad de


pedir á Dios su gracia, y al mismo tiempo agrade-
cerle los dones que nos ha concedido sin merecerlos;
2 . Debemos sentir sincero dolor por haber recibido
a

tan mal los beneficios del Señor, y llenarnos de con-


fusión al recordar que mientras mayores dones haya-
mos recibido más grave será la cuenta que tendre-
mos que rendirle ; 3 . No nos ocuparemos jamás de
a

nuestros méritos, sino en alabar á aquél que no cesa


de protegernos y prodigarnos sus favores.
Sólo el pecador, hermanos míos, se atreve á glorifi-
carse en la presencia de Dios ; el justo ó el que desea
serlo, se ocupa solo en glorificar al Señor. El fariseo
da gracias á Dios porque no es como el resto de los
hombres, y va nombrando uno á uno los pecados
que él no tiene, cuando en lo que debería ocuparse
e3 en aquéllos de que adolece. Así hacemos todos en
175 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

el mundo; ¿no nos escandalizamos de las acciones


de los demás para compararnos secretamente y elo-
giar nuestras virtudes? Aquel hombre es ladrón, de-
cimos ; ¡ y en nuestro interior consideramos nuestra
honradez! éste es borracho; y pensamos : ¡ seme-
jante defecto no tenemos por cierto! Aquél es j u g a -
dor; ¡ y sonriendo con nosotros mismos contempla-
mos nuestra v i r t u d ! . . . Casi siempre, hijos míos,
cuando nos desatamos en improperios contra los de-
más, es porque nos ensalzamos á nosotros mismos.
Recordemos al fariseo siempre que vayamos á hablar
contra los crímenes, los vicios, los defectos de los
demás, y sellemos nuestros labios y humillémonos
al pensar en todos los pecados de que adolecemos, y
que nos podrían echar en cara los demás.
¿Qué derecho tiene el fariseo de juzgar así al pu-
blicano, solamente porque tiene un empleo odioso?
¿Acaso conoce á fondo sus d e f e c t o s ? . . . N o ; juzga
por las apariencias. Esto es lo que se llama juicio
temerario. Cada uno de nosotros tiende á iuzgar bien
de sí mismo y mal de los demás. ¡ Ah ! Nuestro Señor
lo dijo : — ¿Quid autem vides fesLucam in oculo fra-
tris tui, el trabem in oculo luo non vides? ¿Por
qué, pues, ves la pajita en el ojo de tu hermano, y
n o v e s la viga en tu ojo? (1) « El libertino no quiere
parecerse al ambicioso; se avergonzaría el ambicioso
de ser libertino; el avaro detesta al orgulloso, y éste
desprecia al avaro. Cualquiera diría que nuestros
vicios recíprocos deberían hacernos indulgentes los
unos con los otros; y que fueran una cadena de 1 0 -

(1) Maleo, cap. V I I , v. 3.


DOMINGOS DE L Y FAMILIA. CRISTIANA. 177

lerancia mutua. » (i) Y sin embargo no es así, sino


todo lo contrario; y siempre nos parecen nuestros
pecados livianos y pesados los de los demás.
Tampoco debemos confundir, hermanos míos, al
justo que se defiende de una calumnia, con el o r g u -
lloso que se jacta de sus virtudes. Así vemos que
s i n Pablo tiene que referir á los corintios los sufri-
mientos que ha experimentado y las gracias que re-
cibió del Señor. Distingamos entre la necesidad de
justificarse y el deseo de glorificarse. Hay en eso una
gran diferencia, porque nadie debe dejarse calumniar
impunemente.
El fariseo no piensa en pedir perdón por sus ofen-
sas, no se arrepiente de sus pecados, no pide la gra-
cia de la perseverancia en sus buenas obras, ni su-
plica á Dios que aumente esas virtudes de que se
j a c t a ; se considera perfecto, y no cree que es preciso
reformaren nada su conducta^
Ved ahora, amados hijos míos, al humilde publi-
cano. ¡Qué contraste!
« El publicano, estando lejos, no osaba ni aun
ahur los ojos al Cielo; sino que hería su pecho,
diciendo : — / Dios mío, muéstrale propicio-á mí,
pecador! »
El primero desafiaba al Cielo y á la tierra; el otro
no se atrevía á levantar los ojos del suelo. Lejos de
todos, en un rincón del templo, no iba allí á que le
viesen, y sólo quería que el Dios invisible lo oyese;
se considera indigno ; nada pide para sí, sino que el
Señor le mire con misericordia, que se conduela de
s u indignidad... Ese es, hermanos míos, el modelo

(I) El rni-ilenni ríe l i Luzorim.


178 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

que debemos imitar. Todos hemos ofendido á Dios,


más ó menos, como el fariseo, y mucho más, pro-
bablemente, que el publicano; seamos, pues, h u -
mildes en su presencia. En nuestro desamparo y de-
bilidad no tenemos más protección que Aquél á
quien hemos injuriado de mil m a n e r a s ; arrojémonos
á sus pies con vivo arrepentimiento y procuremos no
ofenderle más.
Acordaos á toda hora, hijos míos, de las palabras
de Jesucristo; palabras terminantes, que no se pue-
den tergiversar : Os digo que éste (el publicano), y
no aquel, descendió justificado á su casa; porque
todo hombre que se ensalza, será humillado, y el
que se humilla, será ensalzado.
Esto es lo que os deseo, y ruego á Dios que os lo
conceda. A m é n .

ONCENO DOMIMGO D E S P U É S DE P E N T E C O S T É S .

Soplaba el viento entre las grietas de las puertas


y ventanas de la casa de la hacienda; gemía triste-
mente en los corredores y pasillos; arrancaba las
hojas de los árboles desparramándolas por el suelo, y
bajando hasta los bosquecillos que cercaban el vecino
arroyo se entretenía en quebrar las ramas secas de
los arbustos y arrebatar los pétalos de las flores.
Levantáronse temprano todos los miembros de la
familia así como sus huéspedes, y al oír tocar la
D O M I N G O S D E LA. F A M I L I A C R I S T I A N A . 179

campana de la capilla que los llamaba á Misa, se di-


rigieron á ella cuando el reloj de la sala daba las siete
de la mañana.
Ya el celebrante se estaba revistiendo para de-
cir su misa dominical; después de ésta, abrió los
libros de los Evangelios y leyó el de aquel domingo.

San Marcos, cap VII, vers 31 á 37.


» En aquel tiempo: Dejando otra vez los confines
de Tiro, Jesús fué por Sidón hacia el mar de Galilea;
atravesando el territorio de Decápolis , le trajeron
un sordo-mudo, y le rogaron que pusiese la mano
sobre él. Y sacándole aparte de entre la gente, le
metió los dedos en sus orejas, y escupiendo le tocó
con su lengua ; y mirando al Cielo suspiró y le dijo :
Ephpheta, que quiere decir : Sé abierto. Y luego
fueron abiertas sus orejas, y fué desatada la l i g a -
dura de su lengua y hablaba bien. Y les mandó que
á nadie lo dijesen; pero cuanto más se lo m a n -
daba, tanto más lo divulgaban; y tanto más se mara-
villaban diciendo : Bien lo ha hecho todo, y á los
sordos ha hecho oír y á los mudos hablar. »

Este milagro de Nuestro Señor Jesucristo, hijos


míos, ha sido interpretado de diferentes modos por
los Santos Padres de la Iglesia. El sordo-mudo que
llevan á Jesúi para que lo curé es el emblema de
los sordo-mudos espirituales, de aquellos que tienen
oídos y no oyen las verdades de la Santa Religión,
tienen boca y no confiesan sus verdades. Cuando
vino Jesucristo al mundo éste se hallaba á punto de
perecer por la corrupción de las costumbres, y entre
180 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

el pueblo hebreo mismo, que era el único que guar-


daba las Leyes del Antiguo Testamento, se empeza-
ban á olvidar las tradiciones legadas por Moisés, y
los profetas al pueblo de Israel. Era preciso enseñarle
de nuevo cuanto había olvidado al través delossiglos
y con el contacto de los pueblos paganos.
Si el Señor quiso aquella vez usar de signos exte-
riores para obrar ese müagro, sus razones tuvo.
En primar lugar, notad que empezó por sacarle
de enmedio de la multitud que le rodeaba, ¿ por qué
a s í ? Para enseñarnos que aquél que busca e l ' r e -
medio contra la sordera espiritual tiene que reti-
rarse del mundo, abandonar las pasiones, las insi-
nuaciones, las burlas, los ejemplos de los que viven
en él : Ducar.i eum le solitudem, dice el Salmista ; (1)
el loquctr acl cor ejus, (conduzco al alma con quien
quiero comunicarme á la soledad y allí le hablaré al
corazón). Así, pues, hijos míos, cuando queráis oír la
voz de Dios es preciso que os alejéis del mundo,
que dejéis el lado de tus hermanos, y sólo con v u e s -
tra alma os dirijáis al Señor.
Una vez que Nuestro Señor sacó al sordo de entre
ía mubitud le metió los dedos en las orejas, lo que
prueba que para oír la voz divinase necesita el dedo
de Dios. Y efectivamente así lo decimos cuando ve-
mos que se convierten los pecadores ; para que el
pecador endurecido reciba la gracia se necesita todo
el poder de Dios.
Nacemos sordo-mudos, pero con la gracia del
bautismo vencemos el pecado original que nos h i -
ciera oír la voz de Jesucristo.

(1) S:ilmo L X X X I V - 9
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 131

Cuando el Salvador iba á obrar este milagro,


levantólos ojos al Cielo y suspiró; aquello prueba
lo difícil que es (no á su poder), pero sí para nos-
otros mismos, el curarnos de la enfermedad moral
que nos impide oír lo voz de Dios y nos enseña que
solamente implorando la protección del Cielo podre-
mos alcanzar esa gracia infinita.
Y luego fueron abiertas sus orejas y fueron des-
atadas las ligaduras de su lengua, y hablaba
bien.
El sordo-mudo que un momento antes no oía ni
hablada pudo hacerlo. ¡ Cuál no sería la sorpresa
de la multitud cuando contempló aquel milagro !
¡ O h ! Dios mío, haced, Señor, que cuando oigamos
resonar tu voz en el fondo de nuestra alma, el len-
guaje que usemos sea adecuado para semejante mi-
lagro y que sepamos alabarlo debidamente. Pero si
después de haber purificado nuestra conciencia en el
santo tribunal, y oído la voz de Dios por medio del
sacerdote que con una palabra nos hace dignos de
presentarnos en la mesa del Cordero, si no nos
aprovecha esa gracia celestial, y resulta que la voz
del mundo ahoga en nuestros oídos la voz de Dios,
¿ qué podremos esperar de la justicia de Dios ? Un
castigo muy grande, no lo d u d é i s . . .
Cuando Jesucristo prohibe que los testigos de
aquel milagro lo divulguen, es para enseñarnos que
nuestra buenas obras deben ser secretas; que no
debemos hacer nada para obtener el aplauso de los
hombres ; y que basta que Dios sepa nuestros hechos,
É l , que nos ve desde el Cielo y sabe pesar nuestras
acciones en la balanza de su justicia y su miseri-
cordia. Entre todas las virtudes la que. más aprecia
u
182 S O L E D A D A C O c T A DE SAMPER.

el Señor es la modestia, pero la modestia verdadera,


sincera. Á Dios no se puede engañar, ni le podemos
ofuscar como á los hombres con hipocresías, y si
ponemos nuestro corazón en el Ciclo hemos de ser
modestos aunque no lo queramos; de la contempla-
ción de las grandezas de Dios tenemos que salir
siempre humildes, rendidos, modestos.
Si los doctores y sacerdotes de los judíos rehusa-
ban creer en las maravillas que obraba Jesucristo,
no así el pueblo que le seguía; éste lo aclamaba, te-
nía en él grandísima f e ; y sin embargo, ese mismo
pueblo, al cabo de pocos días, olvida los beneficios
que ha recibido, y cerrando sus oídos á la voz di-
vina, escucha y cree á los que le han calumniado,
¡ y lo persiguen, lo befan, lo flagelan, lo crucifican!
¡ Así hacemos nosotros cada día; después de haber
recibido de sus manos la vida, la salud, esta alma á
su imagen hecha por el mismo Dios; después de
que nos ha perdonado una, veinte, cien mil v e -
ces, y que le hemos ofrecido enmendarnos, v o l v e -
mos á caer en el pecado, y como ese pueblo judío,
que tan malo y tan cruel nos parece, también nos-
otros perseguimos al Señor con nuestros pecados,
lo befamos, lo flagelamos y lo crucificamos! Y lo
que es peor, hermanos míos, hacemos todo esto con
conocimiendo de causa, á sabiendas, conociendo que
á quien enojamos es á Jesucristo, á ese Salvador
que murió por nosotros; mientras que aquellos
hombres no podían tener seguridad, como nosotros
hoy día, de que ese hombre maravilloso era el Hijo
de Dios.
Es preciso que meditemos en esto, que trabaje-
mos, que hagamos esfuerzos sobre humanos, si es
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 183

preciso, para corregirnos y seguir siempre sin des-


viarnos por el camino que nos llevará al Cielo.

DUODÉCIMO DOMINGO
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.

Concluida la Misa, el sacerdote leyó el E v a n -


gelio del duodécimo domingo después de Pente-
costés, que se llama el del Samaritanoó el del próji-
mo, por la parábola que es el asunto del Evangelio
de este día.

S. Lucas, Cap. X, vers, 23 á 31.

« E n aquel tiempo dijo Jesús á sus discípulos :


Dichosos los ojos que ven lo que vosotros v e i s ;
porque yo os aseguro que muchos profetas y reyes
desearan ver lo que vosotros veis, y no lo han visto,
y oír lo que vosotros oís, y no lo han oído. E n e s -
to un doctor de la ley se levantó con ánimo de son-
dearle : — Maestro, le dijo, ¿ qué haré yo para po-
seer la vida eterna? Respondióle Jesús : — ¿ Qué
es lo que está escrito en la l e y ? ¿ Cómo lees? Con-
testó él entonces : — Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuer-
zas, con todo tu entendimiento, y á tu prójimo como
á ti mismo. — Has respondido bien, dijo Jesús : haz
esto y vivirás. Mas queriéndose justificar, le dijo á
Jesús : — ¿ Y quién es mi prójimo? Sobre lo cual to-
:
184 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

mando Jesús la palabra, dijo : — Cierto hombre que


iba de Jerusalén á Jericó cayó en manos de unos
ladrones que le despojaron y después de haberle lle-
nado de heridas le dejaron medio muerto. Sucedió
que por acaso un sacerdote llevaba el mismo camino,
y visto aquel hombre pasó adelante; lo mismo hizo
unlevita, que estando cerca de aquel sitio, y habién-
dole visto, pasó también. Mas un samaritano que via-
jaba, se llegó á él, y viéndole (como estaba) le movió
á compasión : acercóse á él, le vendó sus llagas des-
pués de haber derramado sobre ellas aceite y vino.
Púsole enseguida sobre su caballo, llevóle auna posa-
da, y cuidó de él. Al día siguiente sacó de su bolsa dos
denarios de plata, los cuales dio al posadero, dicién-
dole : — Cuida de este hombre, y todo lo que a d e -
lantares de más, yo te lo pagaré á mi vuelta. ¿ C u á l
de estos tres te parece que ha sido el prójimo de
aquel hombre que cayó en manos de los ladrones ?
Aquél, respondió el doctor, que le ha tratado con
caridad. Á lo cual repuso Jesús al doctor. — V e , y
haz tú lo mismo. »

¡ Felices, sí, hermanos míos, los que gozaron de


la dicha inefable de ver con los ojos del cuerpo al
Hijo de Dios humanado; que presenciaron sus mila-
gros, que escucharon su voz, y vieron las maravi-
llas que obró en torno s u y o ! Sí, pero, ¿ cuántos de
esos que le seguían se salvaron ? ¿ No debió de ser
cosa terrible para los que permanecieron fieles verle
sufrir como sufrió ? ¿ Y cuáles ¡ Dios Santo ! serían
los castigos que padecieron después aquellos que
conociendo á Jesús tuvieron parte en su s u p l i c i o ? . . .
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 185

Si nosotros no le vimos ton los ojos del cuerpo, lo


veremos en la gloria, si escuchamos sus preceptos,
si cumplimos sus leyes, si obedecemos sus manda-
tos. Comparémonos con aquellos desdichados, que no
han tenido la fortuna de recibir la luz del Evangelio,
ó con aquéllos que no la han comprendido porque
no se la han enseñado j a m á s , y nos consideraremos
los seres más felices del universo. Manifestemos,
-pues, hijos míos, al Señor de los Cielos que somos
dignos de su gracia en todo y por todo.
Como ya os dije antes, los sacerdotes y doctores
se aprovechaban de toda oportunidad para tentar á
Jesús, y obligarle á responder quizás alguna cosa
contra las leyes de Moisés, y así poderle después
perseguir y acusar como sacrilego. Pero Él nunca
cayó en la red que le tendían ; y con su sabiduría
divina obligaba á los mismos que le interrogaban
que contestasen satisfactoriamente á sus preguntas.
Las palabras de Jesús no se dirigían solamente á los
que le escuchaban entonces, sino que se enderezaban
á las futuras generaciones; éstas han venido reper-
cutiendo de edad-en edad, de pueblo en pueblo, de
generación en generación hasta nosotros. Y todoshan
hallado en ellas nuevas enseñanzas, nuevos objetos
de meditación y se han ido amoldando á todas las
faces de la civilización cristiana. ¡ Extraordinario
poder de la divinidad, la cual con una palabra da
margen para que se escriban mil libros y se nutran
de ella centenares de millones de almas !
Cuando Jesús dice al doctor, ¿ qué es lo que está
escrito en la ley? con ello enseña que debemos estu-
diar las leyes religiosas si queremos comprender la
doctrina cristiana. El ignorante es el que se equivoca
18G S O L E D A D ACOSTA DE SAMPER.

y tergiversa el sentido de las palabras; el ignorante


es incrédulo porque no entiende. « Á los preceptos
los más sublimes, la ley cristiana une las enseñan-
zas más eficaces. Ella conmueve el espiritu, ablan-
da el corazón y nos guía, no solamente por medio
del sentimiento sino también por la razón. Dictada
para todos los hombres del universo también se d i -
rige personalmente á cada uno de ellos. El igno-
rante encuentra las enseñanzas que lo instruyen ; el
débil el apoyo que le sostiene ; el cobarde las ata-
duras que lo detienen; el tímido las esperanzas que
lo levantan; el presuntuoso los temores que lo aba-
t e n . . . No puede el espíritu humano inventar cosa
alguna que ya la ley divina no lo haya previsto; no
puede desear cosa alguna que no lo tenga medi-
do ! » (1)
S í , hijos mios, es preciso estudiar la doctrina cris-
tiana á fondo; no basta saberla de memoria, es ne-
cesario comprenderla; y no hay necesidad de bus-
car un objeto de meditación más provechoso para
el espíritu como para el alma que el Catecismo del
padre Astete, que aprendéis cuando niños y no os
fijáis en el sentido de las palabras.
Cuando el doctor repite aquel precepto que todos
sabemos y que sin embargo no cumplimos sino á
medias : Amarás al Señor tu Dios con todo tu cora-
zón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con
lodo tu entendimiento, y á tu prójimo como á ti
mismo; Jesús no solamente le dijo que había res-
pondido bien, sino que le mandó que ajustara ese
precepto á su conducta. Con estos, ¿ sabéis qué quiso

(1) El cardenal de Luzernc.


DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 187

decir, hijos míos? Significó que no bastaba cono-


cer la ley de Dios, sino que es prec'so practicarla.
Nada ganaremos con hablar de ella, explicarlay estu-
diarla hasta en sus más mínimos pormenores, sino
que es menester que ajustemos nuestra vida á ella.
¿ Y quién, es mi prójimo ? Repuso el doctor, se
conoce que con airecillo un tanto burlón; pues aquel
hombre repleto de orgullo veía muy pocos prójimos
y muchísimos inferiores. Entonces el Señor, para
abatir su soberbia, le narra la parábola que os aca-
bo de leer.
Jesús, notadlo bien, hermanos míos, no presenta
á los sacerdotes y los levitas como ejemplos de
caridad ; y esto lo hace para probar que las virtudes
moran menos en los pechos de los encumbrados, de
los grandes y de los que deberían dar buen ejemplo,
sino más bien en el de los despreciados por los j u -
díos ; aborrecidos por ellos eran entre todos los de la
raza de los antiguos habitantes de Samaría, que se
habían separado de los israelitas y habían formado
secta aparte. Indudablemenie á los judíos tenía que
dolerles mucho que el ejemplo de caridad y bene-
volencia que presentaba Jesús, lo tomaba de un ene-
m i g o , un ser para ellos odioso y despreciable, y más
aún que el herido fuese judío y su bienhechor sama-
ritano. Esto lo hacía el Divino Maestro para probar que
cuando es preciso hacer una obra de caridad nosedebe
mirar á quién; y que en ese caso lo mismo es un amigo,
un pariente ó un hermano, que uno que se conside-
rara manchado, sea por tener otra religión ó perte-
necer á un partido político contrario ; sea un crimi-
nal, un hombre reconocidamente m a l o ; la caridad es
un manto que arropa á la humanidad entera; y no
138 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

solamente á la humanidad, sino también debemos


tratar con consideración, con cariño, á los animales
que comparten con nosotros los trabajos campestres.
Hijos míos, mirad con lástima al paciente buey,
al útilísimo caballo, al asno, al perro fiel. Y os ase-
guro que Dios, que es tan misericordioso con todo
lo creado, premiará también al que cuida de los ani-
males que le sirven y que ¡ pobrecitos! no tienen
más existencia que esla tan precaria- de la tierra :
mientras que los hombres esperan en la vida eterna,
en donde si son buenos, caritativos, justos, herma-
nables, gozarán de la felicidad por los siglos de los
siglos. A m é n .

DOMINGO D E C I M O T E R C I O
DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.

Reunida la familia en la capilla, después de Misa,


como de costumbre, el capellán leyó el Evangelio
de aquel domingo como sigue :
Lucas, cap. XVII, vers. i7á i'J.
« E n aquel tiempo aconteció, que yendo Jesús á
Jerusalén, pasaba por medio de Samaría y Galilea,
v

y entrando en una aldea, salieron á él diez hombres


leprosos, que desde lejos alzaron la voz diciendo :
— J e s ú s , Maestro, ten misericordia de nosotros. É l ,
cuando los v i o , dijo : — I d , mostraos á los sacer-
dotes ; y aconteció, que mientras iban, quedaron
limpios. Uno de ellos, cuando vio que había que-
dado curado, volvió glorificando á Dios á grandes
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 189

voces, y se postró en tierra á los pies de Jesús, dán-


dole gracias; y éste era samaritano. Y respondió
Jesús, y dijo : — ¿Por ventura no son diez los que
quedaron limpios? ¿ Y los nueve dónde están? ¿No
hubo quien volviese y diese gloria á Dios sino este
extranjero? Después le dijo : — Levántate, vete,
que tu fe te ha hecho salvo. »
Sin cesar, hermanos míos, Jesús recorríala Pales-
tina con sus discípulos y por todas partes iba h a -
ciendo el bien, y llenando de asombro á cuantos lo
veían por los milagros que efectuaba, muchos más
de los que se consignan en los Evangelios, pues
éstos no los refirieron sino como una pequeña mues-
tra de lo que llevó á cabo durante su permanencia en
la tierra.
Según las leyes de Moisés, los leprosos no podían
acercarse á los que estaban sanos, ni vivir en po-
blado, y cuando veían que se acercaba alguna per-
sona tenían obligación de gritar de lejos que ellos
eran impuros. Por consiguiente, como la sociabili-
dad es innata en el hombre, los desdichados procu-
raban juntarse y consolarse unos con otros.
Por otra parte, aquellos leprosos son la imagen
de los que padecen la lepra del alma, es decir, el
vicio, y bien sabido es que los viciosos siempre se
buscan los unos á los otros, pues es natural que se
reúnan los que tienen los mismos gustos y propen-
siones.
Así, hijos míos, huid siempre de la compañía de
los viciosos, porque su contagio es mucho más
seguro que el de la lepra corporal, y si ésta no se
cura sino con un milagro, la otra tampoco se limpia
sino por medio de la misericordia de Jesucristo.
11.
190 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

Esos diez leprosos, que todos juntos levantan sus


•voces para pedir al Divino Salvador que les libre de
su enfermedad, es la imagen de la oración en c o -
m ú n , que lanto nos recomienda la Religión cris-
tiana. Decía Nuestro Señor á sus discípulos : — Si
dos de vosotros se reunieren para pedir á Dios un
favor, mi Padre os lo concederá; pues allí en donde
se encuentren dos ó tres personas unidas en mi
nombre allí estaré yo con ellas : Ubi enim sunt dúo
vel tres congregan ni nomine meo, ibisumin medio
corum. (I) Aquel concierto de votos que se elevan
en una assemblea piadosa, es agradable á Dios : es
una reunión de fuerzas para hacer al Cielo una santa
violencia. La piedad ardiente de los unos calienta la
tibieza de los otros ; nos animamos y nos ayudamos
mutuamente, y edificamos ó nos edifican los d e m á s ;
la bondad divina se digna recibir como un suple-
mento lo que falta á las oraciones más fervientes, lo
que á los otros sobra de más vivo y ardiente. Si-
guiendo los deseos del divino fundador de la Iglesia,
ella ha hecho que se establezcan las oraciones pú-
blicas que sirven como cadenas que reúnen á sus
hijos en una misma creencia y en un mismo culto ;
ella los invita á sus templos para que tomen parte
en las oraciones en común, y de aquella manera
llevan allí su tributo para que se reparta en bien de
todos. * (2)
Como hemos visto, los leprosos llaman á nuestro
Salvador Jesús y Maestro; y así le debemos implo-
rar; ¿no es nuestro Redentor y nuestro Maestro?

(1) S. Mateo, X V I 11-2.1.


(2) Cardenal de la Luzerne.
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 191

¿ No vino al mundo á salvarnos y á enseñarnos? Era


tan evidente la fe de aquellos infortunados, que
Nuestro Señor no usó con ellos ninguna acción ex-
terior; para curarlos le bastó dirigirles la palabra;
mandarles que fueran á presentarse delante de los
sacerdotes. ¿ P o r qué les dijo eso? diréis. Porque
los sacerdotes eran los encargados de examinar á
los leprosos y enviarlos al lugar de su destierro; de
la misma manera tocaba á ellos declararlos curados.
Además, Él deseaba que aquellos que le lenian tan
mala voluntad fuesen testigos de milagro tan prodi-
gioso, También tenía otro motivo oculto : enseñar-
nos que sólo los sacerdotes tenían facultad de decla-
rarnos limpios de toda mancha pecaminosa. « No es
siempre necesario confesarse para obtener la r e m i -
sión de nuestras culpas (si á mano no encontramos
un sacerdote), pero sí es indispensable hacer una
resolución firme y sincera de confesarse. La absolu-
ción de Dios sigue á la de su Ministro, ó debe se-
guirla. » (3) Así fué que apenas se dirigieron al tri-
bunal en que debería ser juzgada su limpieza, q u e -
daron curados, aun antes de haber llegado á él, pues
bastábales su deseo ardiente de obedecer á J e s ú s ;
pero no por eso dejaron de presentarse á los sacer-
dotes'como les había mandado que hicieran.
Uno de los leprosos •— también samaritano, como
el hombre caritativo de que hablamos el domingo
pasado, — se volvió primero que ir á presentarse
á los sacerdotes, para arrojarse á los pies de J e s u -
cristo, y darle las gracias por su curación, glorifi-
cando á Dios, porque sabía que allí le tenía.

(3) i d . id.
192 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

Para hacer notar el mérito del agradecido sama-


ritano, Jesús dijo : — « ¿Por ventura no son diez
los que quedaron limpios? ¿Dónde están los otros
n u e v e ? — Los demás, cuando se vieron sanos, no
quisieron detenerse; lo que les importaba era co-
rrer, volar á Jerusalén á que los sacerdotes los de-
clarasen curados, y así poder gozar de todas las
prerrogativas de ciudadanos que habían perdido. ¿No
es ésta la imagen de nuestra ingratitud? Continua-
mente recibimos beneficios de nuestro Creador, y
sin embargo, ¿le damos las gracias por ellos? Tene-
mos salud, dinero, casa, tierra^, familia, mil benefi-
cios, sin los cuales no podríamos vivir, y cuan pocas
veces pensamos en agradecerlo ! Esto en cuanto á lo
terrenal ; y nuestra alma inmortal, ¿quién nos la
dio? y nuestra salvación, ¿ q u i é n nos la ofrece á
toda hora en cambio de pequeñísimos sacrificios?
Bien lo sabemos ; todo lo debemos á Dios que nos
sacó de la nada para hacernos semejantes á É l ;
¿quién ignora que el Hijo del Eterno vino al mundo
á sufrir para salvarnos? Y empero se pasan los días,
las semanas, los meses, quizás años enteros, sin que
nos acerquemos al tribunal de la penitencia á dejar
allí la carga de nuestros pecados. Vamos con fre-
cuencia á las i g l e s i a s ; rezamos con los labios ora-
ciones tras de oraciones; nos prosternamos delante
de los tabernáculos que guardan el Cuerpo Divino del
Redentor : en apariencia cumplimos con nuestros
deberes religiosos ; pero ¿quién leerá en las almas?
¿Levantamos nuestros corazones á Dios realmente?
¿ Le damos las gracias por sus misericordias con sin-
ceridadd ? ¿ Pensamos acaso en las palabras que dicen
nuestros labios? ¿ S e r e m o s dignos de oír de parte
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 193

de Jesucristo aquellas divinas palabras : « Leván-


tate, que tu fe le ha salvado ? »
La fe había curado á los nueve leprosos que no
volvieron, los había curado de la lepra, como sucede
cuando vamos á confesar nuestras culpas delante de
un sacerdote ; pero sino manifestamos nuestra gra-
titud al Autor de todas las cosas; si inmediatamente
volvemos á caer en las mismas culpas y olvidamos
por entero los beneficios recibidos, ¿ c r e é i s , herma-
nos míos, que os s a l v a r é i s ? . . . No, y mil veces n o ;
nuestra salvación depende enteramente de nuestro
arrepentimiento, pensadlo bien ; y si os confesáis
todos los días y hacéis obras de penitencia continua;
si ayunáis, os flageláis, oráis horas y h o r a s . . . nada
de esto os valdrá delante de Dios, si no os arrepentís
desde el fondo del alma, y no dais con el corazón
gracias al Señor y nuestro Salvador por sus infini-
tos beneficios!

DOMINGO C A T O R C E D E S P U É S DE P E N T E C O S T É S .

El Evangelio de este domingo decimocuarto des-


pués de Pentecostés, llamado en la Iglesia el de los
dos amos, el cual se lee en la Misa de este día desde
el tiempo de san Gregorio, es el siguiente :

San Mateo, cap. VI, vers. 24 á 34.


<? E n aquel tiempo dijo Jesús á sus discípulos : —
Ninguno puede servir á dos señores : porque, ó abo-
104 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

rrccerá al uno y amará al otro, ó al uno sufrirá y al


otro despreciará. No podéis servir á Dios y á las r i -
quezas. Por tanto os digo : no andéis afanados para
vuestra vida, qué comeréis, ni para vuestro cuerpo,
qué vestiréis. ¿ No es más el alma que la comida y
el cuerpo más que el vestido ? Mirad las aves del
cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en los
graneros; y vuestro Padre Celestial las alimenta.
Pues, ¿ no sois vosotros mucho más que ellas? ¿ Y
quién de vosotros discurriendo puede añadir un
codo á su estatura? ¿ Y por qué andáis acongojados
por el vestido ? Considerad cómo crecen los lirios del
c a m p o : no trabajan ni hilan, y sin embargo yo os
digo, que ni Salomón en toda su gloria fué cubierto
como uno de ellos. Pues si al heno del campo, que
hoy es, y mañana es echado en el horno, Dios viste
a s í ; ¡ cuánto más á vosotros, hombres de poca f e ! No
os inquietéis, pues, diciendo: —• ¿ Qué comeremos
ó qué beberemos, ó con qué nos cubriremos? Porque
los gentiles se afanan por estas cosas. Y vuestro
padre sabe que tenéis necesidad de todas ellas. Bus-
cad, pues, primeramente el reino de Dios y su j u s -
ticia, y todas estas cosas se os darán por añadidura. »

Cuando el sacerdote hubo acabado de leer el Evan-


gelio, se dirigió á sus oyentes de esta manera :*
Dios, hijos míos, quiere que le sirvan exclusiva-
mente á É l , y no á las riquezas del demonio. Pero,
diréis, ¿ es posible que el Señor exija de nosotros
que nos alejemos de la sociedad, y que en un retiro
completo, sin pensar en allegar riquezas, sin gozar
de ninguna comodidad, nos entreguemos exclusiva-
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 195'

mente á adorarle? De ninguna manera. La Providen-


cia nos manda que vivamos en medio del mundo, y
que le sirvamos á Él haciendo todo el bien posible á
nuestros prójimos. No á todos es permitido alejarse
del mundo por completo : aquél es un don particular,
una excepción á la ley. « El hombre, dice un sabio-
teólogo, ha sido creado para vivir en sociedad; así
lo siente él mismo por el deseo que lo aguijona, por
el movimiento que lo arrastra hacia sus semejantes;
y la Religión, lejos de combatir este deseo natural,
lo fortifica, lo sostiene y lo consagra por medio dé-
los sacramentos. » (1)
Comprendemos fácilmente, hermanos míos, que
nuestro primer cuidado es el amar, adorar y glori-
ficar á nuestro Creador, y que todo lo demás debe
estar subordinado á este sentimiento innato en nos-
otros. El que obedece los preceptos instituidos por
Jesucristo, el que escucha la voz de mando de la
Iglesia, ese va por el buen camino. Sepamos los man-
damientos de la ley de Dios, inclinémonos ante ellos
sin tergiversar el sentido, y tendremos seguridad de
acatar sus órdenes. Pero el que quiera entregar su
cuerpo á las pasiones que le inspira el demonio, obe-
dece á éste y no á Dios; el que roba, mata, engaña
y miente no puede servir al Señor de los Cielos, y
se ha hecho siervo de Satanás. ¿ Cómo podremos
amar á Dios y despreciarle ? Así es como no podre-
mos servir á dos amos.
El avariento no puede tener caridad; el envidioso
no hará ningún beneficio á su prójimo; el arrogante
y orgulloso desobedecerá la ley de Dios. ¿ Cómo he-

(1) El cardenal do la Luzerno.


196 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

mos de respetar á Dios si no respetamos á nuestros


padres y á nuestros superiores? Si abandonamos la
casa del Señor para frecuentar sin cesarlas tabernas,
los garitos y otros lugares de perdición, ¿ estaremos
sirviendo á Dios ó al D i a b l o ? . . .
¿ Queréis saber, hermanos míos, cómo se evitan
las tentaciones y en dónele encontraremos fuerzas
para sobreponernos á ellas? Ofrezcamos cada m a -
ñana humilde y sinceramente consagrar todas nues-
tras obras á Jesucristo. Entonces Él mismo nos man-
dará fuerzas para obrar b i e n ; puesto que hemos con-
sagrado nuestro día al Salvador de los hombres,
¿ cómo hemos de manejarnos mal? Cada una de
nuestras acciones será encaminada á honrarle, y el
enemigo del género humano se alejará de vosotros
y os dejará en paz.
El que ama á Dios, hijos míos, despreciará las ri-
quezas mal habidas, y si trabaja (y todo ser humano
debe trabajar), no será para atesorar como el a v a -
riento, para prodigar el oro en diversiones ni para
comprar objetos pasajeros; n o ; el que trabaja debe
dar una parte á los pobres que no pueden hacerlo ni
alcanzan á valerse por sí mismos. Pero su trabajo no
será tan duro que le haga olvidar á Dios, y que por
allegar dinero descuide sus deberes religiosos y so-
ciales y se entregue á la pasión del lucro.
La vida es tan corta, tan frágil, que cuando menos
lo pensamos tocamos á su fin, y todos aquellos cau-
dales por los cuales nos inquietamos se quedan en la
tierra en manos de otros. ¡ En vano nos desvivimos
por conservar esos bienes que duran un día ! ¡ Y
para eso, para reunir lo que no alcanzamos á gozar,
abandonamos á Dios y empeñamos nuestra vida éter-
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 197

na! Nuestro Señor no condena á los ricos y salva á


á los pobres, solamente por su calidad de ricos unos
y de pobres otros; n o , y mil veces n o ; lo que con-
dena el Señor es al rico malo, que por atender á sus
riquezas descuida sus deberes religiosos y olvida la
caridad con el prójimo.
Nos manda que no nos inquietemos por el vestido
y por las necesidades de cada día; eso no significa
que aguardemos que Dios nos mande sin nuestra
cooperación lo que es menester. Tampoco las aves
del cielo viven ociosas; vedlas cómo todo el día bus-
can su subsistancia, y si su Creador no las deja morir
de hambre no es porque las quiere ociosas. Al con-
trario, el hombre tiene grandes responsabilidades
como ser racional, que los brutos no conocen. Dios
premia al bueno á su modo; sus juicios eternos son
inescrutables, y no comprendemos por qué permite
que unos sean felices sobre la tierra y otros desgra-
ciados ; unos pobres y otros ricos; unos hermosos y
otros feos. La desigualdad es la ley de la naturaleza
entera, y los que piden y claman la igualdad de las
clases sociales y de los caudales, piden un absurdo
imposible.
Dios dio á los brutos un sentimiento innato que
llamamos instinto; lo cual, á mi modo de ver, es
una de las pruebas más patentes de la Providencia
divina; pero al hombre le dio la razón ': es decir, el
conocimiento de las cosas y la facultad de entender
lo que sucede en torno suyo. El hombre, — que ca-
rece de ese instinto que en los brutos los obliga á ha-
cer de generación en generación siempre la misma
cosa, sin darse razón de ello, — el hombre es libre,
puede formar su vida, sus quehaceres, sus acciones
198 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

como á bien tenga. Si se somete á las leyes y á la


voluntad de Dios verá fructificar su trabajo y pros-
perar su familia; si no cumple con sus deberes mate-
riales y morales, el Señor lo castigará; ¡ y desdichado
de aquél que no es castigado en este mundo, porque
Dios le hará sufrir en la eternidad, y sus inocentes
hijos de generación en generación expiarán los pe-
cados de sus antepasados!
¿ No es verdad, hijos míos, que mucha veces,
muchísimas, vemos que los malos viven y mueren'
en medio de la dicha y la prosperidad mundana? ¡ Pe-
ro ved á los hijos, á los nietos de éstos, cómo llueven
desgracias sobre ellos! Á pesar de ser buenos, les cer-
can infortunios por todas partes, enfermedades, p o -
breza, penas; esos desdichados no tienen un día
sereno, un año en que no caigan sobre ellos desgra-
cias sobre desgracias. ¡ Ah • temblad ante los altos
juicios de Dios, y si no hacéis esfuerzos por obrar
bien para que el Señor os proteja, acordaos de vues-
tros hijos inocentes, que mientras que vosotros e x -
piáis vuestros pecados en el otro mundo, ellos llo-
rarán aquí en la tierra sin consuelo, padeciendo por
culpa vuestra!

« BENDITA ERES

E N T R E T O D A S LAS M U J E R E S . »

E r e s b e n d i t a | oh M a r í a !
E n la celestial m a n s i ó n
Por los á n g e l e s y santos
Q u e te m i r a n con a m o r .
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 19!>

E r e s b e n d i t a rail v e c e s
P o r el P a d r e , c o m o D i o s ,
Q u e en ti v e de sus h e c h u r a s
L a m á s p e r f e c t a que c r i ó .

E r e s siempre b e n d e c i d a
Por D i o s H i j o , c u y o a m o r
S e hizo niño entre tus b r a z o s
Y por M a d r e te a c l a m ó .

Y del Espíritu S a n t o
T a m b i é n te a c l a m a la voz
B e n d i t a , p o r q u e ores templo
Donde E l siempre residió.

¡ La tierra también te l l a m a
Su tesoro y bendición !
T e b e n d i c e n los enfermos
Q u e dura p e n a a g o b i ó ;

Los pobres en sus c a b a n a s ,


E l cautivo en su prisión,
Et sacerdote en ei templo
D o amándote envejeció ;

¡ L a s v í r g e n e s que en el c l a u s t r o
S e c o n s a g r a n al S e ñ o r ;
L o s n i ñ o s y los a n c i a n o s . . .
Triste n o c h e y claro s o l !

T o d o s b e n d i t a te l l a m a n
Con entusiasmo y a m o r ,
Y mil v e c e s b e n d e c i d a
T a m b i é n te a c l a m a m i v o z .

BERTILDA SAMPER A.
200 S O L E D A D A C O S T A DE SAMPER.

DECIMOQUINTO DOMINGO D E S P U É S DE
PENTECOSTÉS.

E l capellán en aquel domingo, llamado por la Igle-


sia el del Hijo de la viuda de Naím, leyó el siguien-
te Evangelio :

San Lucas, cap. VII, vers. 11 á 16.


« E n aquel tiempo : Iba Jesús á una ciudad lla-
mada Naím, y sus discípulos iban con él, así como
una gran muchedumbre de pueblo. Y cuando llegó
cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que sacaban
fuera á un difunto, hijo único de su madre, la cual
era viuda; y venía con ella mucha gente de la c i u -
dad. Luego que la vio el Señor, movido de miseri-
cordia por ella, le dijo : — No llores. Y se acercó, y
tocó el féretro (los que lo llevaban se pararon) y
dijo : — Mancebo, te lo mando : levántate. Y se
sentó el que había estado muerto y comenzó á ha-
blar. Jesús le entregó á su madre. Todos tuvieron
gran espanto, y glorificaban á Dios, diciendo : — Un
gran Profeta se ha levantado entre nosotros, y Dios
ha visitado su pueblo. »
Nuestro Señor Jesucristo, como debéis de haber
notado, no hacía jamás aquellos sorprendentes mila-
gros de que nos habla el Evangelio, sino rodeado de
una muchedumbre que podía después atestiguar la
verdad de ellos.
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 201

Veamos, hijos míos, cómo llevó á cabo nuestro


Redentor el milagro del cual nos habla el Evangelio
de hoy.
La ciudad de Naím existe aún, pero muy deterio-
rada; se halla en Galilea, sobre la falda del monte
Herinón, que dista apenas dos millas del Tabor. El
Señor, seguido de la multitud, se dirigía á esa pobla-
ción, cuando á las puertas de ella se encontró con
una triste comitiva : era la que había reunido en
torno suyo una viuda que había perdido á su hijo
único, y lo acompañaba al cementerio. Triste, llo-
rando, desesperada, aquella madre caminaba detrás
del féretro. Nuestro Señor la vio, y aunque ella nada
le dijo y nada le pidió, Él tuvo misericordia de su
dolor, el mayor que Dios puede dar á sus criaturas.
Aquel j o v e n , que pertenecía á una familia notable de
Naím, había muerto en la flor de su juventud y era
el apoyo de su madre, que no tenía otro. Acercóse el
Salvador al cadáver; con su aspecto divino no más
obligó á que se detuviera el acompañamiento fúne-
bre; pero É l , atravesando por medio de la multitud,
puso la mano sobre el féretro, y dirigiéndose al
muerto le mandó que se levantase y regresase á su
casa con su madre.
Como dijimos, hermanos míos, esta caridad que
hizo Nuestro Señor sin que se lo pidieran los inte-
resados, nos probará que no debemos aguardar á
que nos pidan los beneficios, sino que no bien v e a -
mos que está en nuestro poder hacer algún bien
debemos hacerlo sin vacilar. Nuestro deber es salir
á buscar á los desdichados para socorrerlos, muchas
veces obligándolos á aceptar nuestros socorros aun-
que rehusen recibirlos.
.202 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

Los Padres de la Iglesia han visto en esta mila-


grosa resurrección la imagen del alma del pecador
que vuelve á la vida por medio de los sufrimientos y
la penitencia. Si perseveráramos en nuestra mala
vida, si siguiéramos pecando, sería preciso que nos
resignásemos á una muerte eterna. Aquella madre
desdichada, que sigue las huellas del cadáver llo-
rando, es la Iglesia, nuestra Madre, que llora sin
consuelo con la muerte del culpable que persiste en
abandonar sus brazos misericordiosos. Aun después
de muertos esta Madre tierna no olvida á sus hijos,
y como la viuda de Naím, levanta su afligido corazón
al Cielo pidiendo en silencio misericordia. Jesucristo,
que tal vez no hubiera resucitado al muerto si no
viera que había quien le llorase, al ver aquella
madre afligida se llena de lástima, se acerca á él,
como el Señor hace siempre con los pecadores, á
quienes busca para prodigarles sus gracias, toca la
envoltura en que llevamos nuestros pecados, y los
que nos conducen á la perdición se detienen, nos
abandonan, y espantados con nuestra conversión
repentina huyen de nuestro lado, y nos dejan con
Jesús que nos devuelve á nuestra madre la Iglesia.
¿Qué hace el mancebo á quien el Señor acaba de
volver á la v i d a ? El Evangelio dice que comenzó á
hablar. ¿Qué hablaba? Sin duda glorificaba á su R e -
dentor. ¡ Levántale! dice el Señor al pecador que
rescató con su sangre. ¡ Levántate! Es decir, levan-
tad vuestros pensamientos al Cielo; elevad vuestros
espíritus á D i o s ; abandonad ese féretro en que os
iban á conducir á la muerte eterna; arrojad lejos la
mortaja, que eran las pasiones, los vicios, los peca-
dos que estaban matando tu alma, y arrojándoos en
D O M I N G O S Dli L A F A M I L I A C R I S T I A N A . 2C3

los brazos de vuestra Madre, la Iglesia, no volváis


nunca á apartaros de ella. La Iglesia, esposa de Jesu-
cristo, nos brinda la felicidad en esta vida y la g l o -
ria en la vida venidera. No escuchéis á aquéllos que
huían espantados con el milagro obrado en vosotros
por Jesucristo, sino poneos al lado de los que pros-
ternados á los pies del Salvador, decían : ¡Uios
ha visitado su pueblo!
¡ A h ! sí, hijos m í o s ; nosotros pertenecemos al
pueblo de Dios, porque somos hijos de su Santa
Iglesia; no olvidemos esto jamás. Una vez que nos
purificó con el sagrado bautismo, nuestros labios no
deberían abrirse nunca sino para adorar y glorificar
á nuestro Redentor. Pero no es así, desgraciada-
mente, á pesar de los continuos beneficios que sin
cesar derrama sobre nuestra frente la Religión de
Cristo, el mundo tiene para nosotros una voz tan
dulce, de tal modo nos atraen los placeres, que por
un momento de goce olvidarnos todo y nos encena-
gamos en el pecado. ¡ A h ! herencia terrible de nues-
tros primeros padres, ni siquiera los Sacramentos
pueden borrar esa mancha de nuestra frente; y mu-
chas veces cuando volvemos nuestros ojos anegados
en llanto hacia Dios, no son lágrimas de amor las
que derramamos, sino de miedo, de espanto, de
terror, porque nos asustan los castigos eternos y no
nos enternecen las misericordias del Señor.
¿Qué es la vida presente? Vanidad de vanidades.
Cuando un santo hombre, beatificado últimamente,
Tomás Moro, gran canciller de Inglaterra, estaba
en la cárcel aguardando su sentencia de muerte por
haber perseverado en la Pieligión Católica, su mujer
le fué á visitar en el calabozo, y llena de dolor le
204 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

pintaba la vida que le aguardaba en el mundo si se


retractaba, y las dichas y los honores que obtendría;
él le dijo al fin : — « Dime, ¿cuántos años crees tú
que podría prolongar mi vida? » Ella le contestó :
— « Por lo menos unos veinte ó más. » Él la dijo
entonces : — « ¿ Y querrías tú, que me amas tanto,
que yo diera estos cortos años de una vida probable,
por el suplicio eterno? ¿ N o te parece que semejante
trato sería una insigne locura? »
¡ A h ! hermanos míos : ¡sin embargo, esto que re-
husó Tomás Moro, lo estamos haciendo todos los
días! Ponemos en una balanza los pasatiempos te-
rrestres, que, sea dicho de paso, jamás satisfacen, y
los goces celestiales; ¡ y cuántas veces pesan para
nosotros más esos efímeros placeres que las espe-
ranzas prometidas por Jesucristo! Reflexionad, hijos
míos, en estas palabras, y si cada día, durante cinco
minutos, pensarais realmente en estas cosas, ase-
guro que todos os volveríais unos santos, como lo
deseo desde el fondo de mi alma. — A m é n .

D E C I M O S E X T O DOMINGO D E S P U É S DE
PENTECOSTÉS.

El decimosexto domingo después de Pentecostés


se llama en la Iglesia latina el del Hidrópico, y se
leía en Roma en este día desde la época de san Gre-
gorio el Grande el siguiente evangelio :
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 205

San Lucas, cap. XIV, vers. 1 á 11.


« E n aquel tiempo : aconteció que entrando Jesús
un sábado en casa de uno de los principales fariseos
á comer pan, ellos le estaban asechando. Y he aquí
un hombre hidrópico estaba delante de él. Jesús d i -
rigiendo la palabra á los doctores de la ley y á los
fariseos, les dijo : — ¿ E s lícito curar en sábado?
Mas ellos callaron. É l entonces tomó el enfermo, lo
sanó y le despidió. Y volviéndose á ellos dijo :
— ¿ Quién hay de vosotros que viendo su asno ó su
buey caído en un pozo, no le saque luego en día de
sábado? Y no le podían replicar á estas cosas. Obser-
vando también cómo los convidados escogían los pri-
meros asientos en la mesa, les propuso una parábola
y dijo : — Cuando fueres convidado á bodas no te
sientes en el primer lugar, no sea que haya allí otro
convidado más honrado que t ú ; y que venga aquél
que te convidó á ti y á él y te diga : — Da el lugar
á éste; y que entonces tengas que tomar el último
lugar con vergüenza. Mas cuando fueres llamado,
siéntate en el último puesto para que cuando venga
el que te convidó, te diga : — A m i g o , sube más
arriba. Entonces serás honrado delante de los que
estuvieren contigo en la mesa; porque todo aquel
que se ensalza humillado será, y el que se humilla
será ensalzado. »

El capellán se dirigió en seguida á sus oyentes,


después de haber leído el Evangelio que trascribimos
arriba.
Nuestro Señor Jesucristo había sido invitado á
12
SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

comer por ciertos fariseos, los cuales, como sabe-


mos, le tenían muy mala voluntad. É l sabía perfec-
tamente que aquella fingida hospitalidad no ence-
rraba sino deseo de espiarle de más cerca, escuchar
lo que dijera y apuntarlo para ir formando un pro-
ceso que, según ellos, debería perderle después
cuando lo acusasen ame los doctores y escribas.
Jesús, que lee en las torvas miradas de los judíos
los pensamientos que contra Él abrigaban, se pro-
pone probarles su divinidad obrando un milagro á
su vista, milagro del cual ellos no puedan tener la
menor duda. Pero como Jesús conoce los escrúpulos
de los hipócritas fariseos, que bajo pretexto de obe-
decer á los preceptos de su religión el día sábado
(que, como sabéis, es el de descanso entre losjudíos)
rehusaban hacer cualquiera obra de caridad en ese
día, les pregunta si es lícito curar en sábado; y
como ellos no le contestaran, toma al hombre h i -
drópico y baldado de la mano, y al punto se enjutan
sus carnes, pierde el color amarillento de su tez, sus
pies toman las proporciones naturales, se siente ágil
y dispuesto para todo y sale de la casa glorificando
á Dios. Los fariseos habían visto producirse aquel
milagro delante de sus ojos en un instante, y sin que
Jesucristo emplease más aplicaciones que su sobe-
rana palabra; y sin embargo, llenos de envidia, ins-
pirados por la cólera y la arrogancia nada le dijeron;
ni una exclamación de sorpresa salió de sus labios,
ni una palabra de elogio; callaban como mudos, y
en su corazón guardaban aquel hecho para que les
sirviese en el proceso que intcntaba:i seguirle. Grave
ofensa contra las leyes de Moisés había de ser curar
en sábado. ¡De ello hablarían con los doctores y e s -
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 207

cribas! Nuestro Señor leyó nuevamente sus pensa-


mientos y los dejó sin salida, cuando una vez que
salió el hidrópico del aposento, se volvió á los fari-
seos y les dijo : — « ¿Quién hay de vosotros que
viendo su asno, ó su buey caído en un pozo no le
saque luego, aunque sea.en día sábado? »
Callaron éstos como muertos, y como se sirviese
y a el banquete, todos se apresuraron á tomar asiento,
tratando cada cual de quedar en el mejor lugar.
Nuestro Señor vio aquéllo y se propuso ciarles una
lección, no solamente de cultura y buena crianza,
sino que sus palabras encerraban un doble sentido,
como vais á ver, si estáis atentos á m i s explicaciones.
Cuando fuereis convidados, les dijo, á las bodas,
no toméis el primer lugar, no sea que haya sido con-
vidado otro de mayor consideración. Con esto Nues-
tro Señor, cuya voz, como ya os he dicho antes, se
dirigía á las venideras generaciones, quería decirnos
que Dios no ama al orgulloso, que al que no se h u -
milla en su presencia no tocará un lugar honorífico
en su mesa celestial. Es preciso ser humildes, hijos
míos, es necesario imitar á nuestro Divino Maestro,
que era manso y humilde, para darnos el ejemplo
de esas virtudes.
El hombre virtuoso no es solamente el que es
humilde delante de Dios, sino que la santa Religión
nos manda que lo seamos con respecto á nuestros
prójimos; pero no una modestia fingida, que es una
máscara para ocultar el orgullo que bulle dentro de
nuestra alma, y muchas veces estalla al través de la
careta; no, es preciso ser humildes sinceramente;
persuadirnos real y positivamente que nada valemos,
y que los demás hombres merecen más que nosotros
208 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

los elogios y los encomios que á veces nos prodigan.


Colocaos en el último lugar, añade nuestro S e -
ñor; es decir, no solamente no busquéis el primer
puesto, sino que debéis colocaros en el peor volun-
tariamente. Allí estará la prueba más patente de
mansedumbre de espíritu : ¡colocarse en el último
lugar!
Este es, hijos míos, el único modo de castigar
nuestro natural orgullo; pero no busquéis la recom-
pensa en este mundo. E n este mundo el que se h u -
milla permanecerá abatido y los demás hombres se
gozarán en hollarlo con sus pies; pero la recompensa
la tendréis en el C i e l o ; allí oiréis de los labios.de
Nuestro Redentor estas palabras : / el que se exalta
será humillado, y cualquiera que se humilla será
exaltado! Allí, en las moradas eternas, veremos en
el primer lugar á los más humildes, á los que tran-
sitaron por las ocultas veredas de la tierra haciendo
el b i e n ; y ocultándose de sus hermanos llevaron á
buen fin empresas que produjeron grandísima feli-
cidad á los prójimos. Pues es preciso que sepáis que
nada vale el ser humilde y no hacer ningún b i e n ;
¿cómo no ha de serlo si en realidad no merece nada?
¿Qué puede merecer el que no da un paso para auxi-
liar á sus hermanos, que no hace ningún sacrificio,
ni jamás procura amparar ni proteger á los demás ?
Pero aquellas personas que pasan su existencia h a -
ciendo el bien; que han llevado á cabo obras colo-
sales; que han cambiado la faz de las sociedades;
que han levantado casas de beneficencia para los
desdichados y templos para adorar á Dios; que cada
paso que han dado ha sido una bendición, y que sin
embargo han permanecido ocultas, desconocidas, á
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 209

esas se pueden aplicar aquellas palabras del libro del


Eclesiastés : Quanío magnus es, humilia et tu óm-
nibus, et coram Deo invenies gratiam (mientras más
grande seas, muéstrate más humilde en todo, y en-
contrarás la gracia de Dios) (1). Si esto se dirige á
los grandes, á los poderosos, á los benefactores de
la tierra, ¿qué diremos nosotros, que sólo hemos
podido hacer, — cuando lo hemos hecho, — peque-
ños bienes, cortas obras de caridad, ligerísimos be-
neficios? ¡ A h ! hijos m í o s ; os lo repito desde el fondo
de mi alma : seamos mansos y humildes como el
Divino Maestro, si queremos gozar eternamente de
su presencia en la otra vida.

DECIMOSÉPTIMO DOMINGO D E S P U É S DE
PENTECOSTÉS.

San Mateo, cap. XXII, vers. 34 á 46.

«En aquel tiempo se reunieron los fariseos en torno


de J e s ú s ; y uno de ellos, que era doctor de la ley, le
preguntó con el designio de tentarle : — Maestro, le
dijo, ¿ c u á l es el mandamiento grande en la l e y ? D í -
jole Jesús : — Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, con toda tu alma, con todo tu entendimien-
to. Mas hay el segundo, semejante á éste : Amarás á
tu prójimo como á ti mismo. Toda la ley de los P r o -

(1) Eccl. 111-20.


12.
210 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER

fetas se reduce á estos dos mandamientos, Como se


hallasen allí reunidos los fariseos, les hizo Jesús esta
pregunta : — ¿Qué pensáis del Cristo? ¿de quién es
hijo? — De David, le contestaron. — ¿ E n qué con-
siste, pues, les replicó, que David, inspirado, le
llama su Señor, diciendo : El Señor ha dicho á mi
Señor : siéntate á mi diestra hasta que yo haga de
tus enemigos el escabel de tus pies? Sí, pues, David
le llama su Señor, ¿cómo es que es hijo suyo? Y
ninguno podía responderle una sola palabra, y desde
este día nadie se atrevió á preguntarle más.
Leído el Evangelio del día, el capellán tomó la pa-
labra.
Hijos míos : la Religión antigua de los judíos por
aquel tiempo se había dividido en varias sectas dis-
tintas, las cuales habían comentado á su modo las leyes
antiguas ; y naturalmente cada una de ellas pensaba
tener en sus manos la verdad. Pronto á disolverse el
judaismo, como todo cuerpo que se corrompe, se
había desunido y separado, y lo corroían ya los g u -
sanos que habían de devorarlo, para no dejar en el
mundo sino el esqueleto de aquella Religión de Moisés
que en un tiempo encerraba la verdad, pero que no
tenía razón de ser una vez que Jesucristo apareció en
el mundo.
Las principales sectas judaicas que existían cuando
vino Jesucristo á salvarnos eran siete, de fariseos,
que se hacían la guerra unas á otras; cada cual tra-
taba de exagerar hipócritamente las prácticas de su
religión, y mirar con horror á los que se decían de
otra creencia. Por otra parte, los samaritanos y sa-
duceos se avenían todavía menos entre sí. Los pri-
meros eran medio idólatras desde la época de Salma-
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 211

nazar, y , separándose de los demás hebreos, se


habían casado con mujeres extranjeras (crimen i m -
pordonable entre los judíos), erigido un templo
distinto en Garizum, en una montaña cerca de Siquem
y frente al monte Hebal, cuyas ruinas visitan los
descendientes de esa secta, que aún existe en P a l e s -
tina. Estos no admitían sino los cinco libros del P e n -
tateuco, y conservaban prácticas supersticiosas é
idólatras. Los saduceos, entre tanto, aunque servían
á Dios por costumbre más bien que por amor, no
creían en el alma inmortal, y por consiguiente, ne-
gaban la resurrección de la carne; y para ellos no
había infierno ni cielo. Fuera de éstas, se contaban
los esenios, que moraban cerca del Mar Muerto, y
que, aunque seguían en parte las leyes de Moisés,
negaban el libre arbitrio y toda superioridad de un
hombre sobre otro : todos eran pora ellos iguales, y
naturalmente odiaban á los sacerdotes, escribas y
doctores que pretendían ejercer supremacía sobre el
pueblo judío.
Nuestro Señor reunía en torno suyo á todas estas
sectas y enseñaba con el mismo amor á los fari-
seos como á los samaritanos, saduceos y esenios;
pero los que más deseo tenían de perderle, de acu-
sarle y sacrificarle, eran los hipócritos fariseos y los
arrogantes sacerdotes y doctores de la ley. — Maes-
tro— le dijo una vez uno de éstos, con el objeto de
sorprenderle en alguna contradicción con las leyes
de Moisés, — Maestro, ¿cuál es el mayor manda-
miento de la ley de Dios? — Amarás al Señor tu
Dios con todo tu corazón, con todo tu alma, con
lodo tu entendimiento, contestó Jesús con aquella
dulce mansedumbre que lo caracterizaba. Ellos (sus
212 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

enemigos), conocían esa ley perfectamente, puesto


que, como recordaréis, en el Evangelio de uno de
los domingos pasados vimos que, habiendo- Nuestro
Señor preguntado á uno de los fariseos que le inte-
rrogaban, cuál era el primer mandamiento de la ley
de Dios, éste le contestó exactamente con las mismas
palabras.
Jesucristo, hijos míos, cuando repitió aquellas pa-
labras, manifestaba que en la doctrina que fundaba
tendría también por base ese mandamiento innato
en el corazón humano, y que sólo pueden negar
aquellos que, por no escuchar la voz de la naturaleza
entera, prefieren inventar absurdas teorías. Triste
es, tristísimo, que sea necesario probar á los huma-
nos que nuestro primer deber es indudablemente
amar al que nos creó, á nuestro Padre celestial, á
aquella Providencia que nos sacó de la nada para
llevarnos á reinar con Él en las moradas eternas.
¿ E l Señor del Universo necesitará, creéis, de nuestro
afecto? ¡ Y , sin embargo, nos lo pide para nuestro
bien, no para el s u y o ! ¿Ganará acaso su excelsa
gloria con que nosotros, los habitantes de uno de
los mundos más pequeños que giran en torno de este
sol, también uno de los soles más exiguos que Él se,
se dignó crear? Indudablemente que no. Pero como
los hombres necesitamos de Él para existir, Él ha
querido que entre su grandeza eterna y nuestra efí-
mera existencia se conserve esa cadena de amor, por
medio de la cual el Señor nos atraerá hacia É l . Debe-
mos, pues, amarle con lodo nuestro corazón, — es
decir, con infinita ternura y rendimiento; con toda
nuestra alma; lo que significa que nuestra alma in-
mortal, hecha á imagen de Dios mismo, debe ser
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 213

enteramente suya, y que le sacrifiquemos los pasaje-


ros bienes del cuerpo mortal y de la tierra que pronto
debemos abandonar; con todo nuestro entendimiento,
es decir, esforzándonos por comprender sus manda-
mientos y amarle con una fe inteligente y digna de
É l , en cuanto es posible que nuestra débil naturaleza
se asemeje á su Creador.
El segundo mandamiento, añadió Nuestro Señor,
es semejante al primero : Amarás á la prójimo como
á ti mismo. Como nosotros m i s m o s ; lo cual prueba
que es natural amarnos á nosotros mismos más que
á todo lo demás que hay en la tierra; y si amáramos
al prójimo de aquella manera, no es preciso que se
se nos explicase qué deberíamos hacer. No significa
aquéllo que prodiguemos ternura y amor terrestre á
nuestros prójimos, sino que sólo pensemos en hacer-
les toda suerte de bienes que los conduzcan á la vida
eterna; el que ama á su hermano como debería
amarse á sí m i s m o , no es débil, sino fuerte; no alaba
lo malo que hay en él, sino que procura encaminarle
á la virtud; no exalta sus pasiones, sino que corrige
sus defectos; y en todo y por todo se une á él para
amar á Dios.
Y como Nuestro Señor viese allí reunidos muchos
fariseos, resolvió enseñarles y demostrarles la d i v i -
nidad del Cristo que aguardaban, y que no querían
comprender que lo tenían delante. — ¿ Qué pensáis
del Cristo? les preguntó, y como le contestasen que
debería ser hijo de David, Jesús les enseñó, clara y
categóricamente, que el Cristo no era hijo del Rey
hebreo, sino su Señor, el que debería sentarse á la
diestra de Dios Padre.
Sin duda los judíos vislumbraron lo que aquellas
SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

palabras encerraban, y , temiendo saber más de lo


que deseaban, resolvieron no volverle á interrogar.
Otro tanto sucede diariamente con los incrédulos:
difícil es obligarlos á que atienden á la voz de la Igle-
sia ; se alejan, rehusan escuchar si se les quiere e x -
plicar aquello que niegan por ignorancia; temen
convencerse, y Satanás les cierra los oídos para que
no oigan ni comprendan, y los ojos para que no vean
las verdades de nuestra Santa Religión.
Escuchad, pues, hijos míos, la voz de Dios, la'eual
repercute no solamente desde los pulpitos y en los
decretos de su Iglesia, sino en toda la naturaleza, y
sobre todo en nuestras conciencias; pero también no
excuséis nunca leer un buen libro, oír un buen ser-
món y escuchar los consejos de los hombres virtuo-
sos. Dios se vale de todo lo creado para atraernos á
s i , y si quisiéramos escucharlo, nunca pecaríamos,
pues bastaría pensar siempre en Él para convertirnos
en santos.

DECIMOCTAVO DOMINGO D E S P U É S DE
PENTECOSTÉS.

Leyó el capellán el Evangelio del decimoctavo


domingo después de Pentecostés : helo aquí :

San Mateo, cap. IX, vers. 1 á 8.


« En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en un
barco, pasó á la otra ribera y entró en su ciudad; y
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 215

he aquí que le presentaron un paralítico postrado en


un lecho; y viendo Jesús su fe, le dijo : — Hijo,
ten confianza, que perdonados te son tus pecados.
AI mismo tiempo algunos de los escribas dijeron para
sí : — Este hombre blasfema. Y como viese Jesús
los pensamientos de ellos : — ¿Por qué, les dice,
hacéis malos juicios dentro de vosotros mismos?
¿ Qué es más fácil decir : tus pecados te son perdo-
nados, ó decir : levántate y anda? Pues para que se-
páis que el Hijo del hombre tiene poder para perdo-
nar los pecados sobre la tierra : — Levántate, dijo
entonces al paralítico; toma tu cama y vete á tu casa.
Levantóse, en efecto, el paralítico, y se fué á su casa.
Viendo el pueblo esto, quedó poseído del temor, y
en alta voz alabó á Dios, que había dado tal potestad
á los hombres. »

Concluido el Evangelio, el buen sacerdote tomó la


p a l a b r a : Nuestro Señor Jesucristo, como sabéis,
hermanos míos, tenía particular cariño á aquel her-
mosísimo lago de Tiberíades, sobre cuyas márgenes
florecían entonces quince ciudades y se levantaban
en sus orillas castillos y casas rodeadas de huertas y
jardines. Pero Dios castigó hasta la tierra misma por
la ingratitud de sus habitantes con el Salvador; to-
das aquellas poblaciones han desaparecido, y entre
sus ruinas no habitan sino fieras, y no las cubre sino
maleza; los fértiles campos se han vuelto estériles,
y la tierra no produce ya sino espinos y hierbas ma-
las. En aquel ámbito dilatado (pues el lago mide ocho
leguas de largo y cuatro de ancho) no ha quedado
sino una población : la antigua Tiberíades, que hoy
216 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

se llama Tabarich, y es un miserable y pobrísimo


caserío. Las aguas verdosas y límpidas del lago, en
donde se miraban los monumentos suntuosos y los
altos árboles de las riberas, impelían suavísimamente
la barca en que iba navegando el Salvador, que se
dirigía á la orilla opuesta. Al desembarcar entró en
una casa (dicen en sus Evangelios san Marcos y san
L u c a s , que refieren el mismo milagro), (1) y añaden :
« Estaba sentado enseñando, y había sentados allí
unos fariseos y doctores de la ley, que habían venido
de todos los pueblos de la Galilea, de Judea y de J e -
rusalén, y la virtud del Señor obraba para sanarlos.
Y vinieren unos hombres que traían un paralítico, y
como no pudiesen ponérsele delante á causa del
tropel de gente que había á la puerta, hicieron un
agujero en el techo y lo descolgaron, en su cama,
hasta ponerlo á los pies de Jesús. Aunque apenas
había empezado su misión evangélica, ya la fama de
Nuestro Señor había cundido en toda la Palestina, y
multitud de enfermos, de curiosos y de envidiosos
lo rodeaban á toda hora. ¡ Y , sin embargo, Él no
halló sinceros discípulos suyos sino á doce, y de
estos doce uno fué traidor 1
El paralítico no podía mover pie ni mano; estaba
postrado en una camilla; pero su fe le hizo hacer
todo esfuerzo para llegar hasta los pies de su S a l v a -
dor. — « ¡ O h ! vosotros, decía un predicador f a -
moso, que tenéis el alma paralizada por una larga
cadena de pecados, y que no tenéis fuerza para le-
vantar tan enorme p e s o ; que sólo podéis desear,

(1) San Jlarcos, cap. I I , vers. 3 y í. — San L u c a s , cap. V , vcrs.


17 y 18.
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 217

pero en vano, enmendaros, confiad vuestra alma á


algún director virtuoso, que hará hasta lo imposible
para llevaros á los pies de Jesucristo! ¡ Si no tenéis
ciencia, él os prestará la s u y a ; si carecéis de cari-
dad, él os enseñará á tenerla; si no sabéis arrepen-
tiros, él os guiará hacia ello! »
Dios lee en nuestro corazón, y nos perdona nues-
tros pecados si nos pesa el haberle ofendido. Así
fué que Jesucristo, que vio que el paralítico estaba
tan enfermo del alma como lo estaba de cuerpo, em-
pezó por perdonarle sus pecados : — Hijo, le dijo
con aquella bondad divina en su mirada; animate,
que tus pecados te son perdonados. ¿ N o querría
acaso el Señor enseñarnos con esto que para curar
los males del cuerpo deberíamos primero limpiar la
lepra del alma? Sin embargo, esto se hace rarísima
v e z ; y cuando llevamos al enfermo el consuelo e u -
carístico; cuando acordamos llevarle un confesor, es
cuando ya le consideramos fuera de combate, cuando
creemos que su mal físico lo llevará á la tumba. Si
se hiciera lo contrario; si apenas enfermásemos p i -
diéramos el consuelo de la Religión, antes de acudir
á los remedios físicos, probablemente nos curaría-
mos más pronto, aunque no fuera sino por la tran-
quilidad y la paz que reinarían en nuestra alma.
La palabras de Jesús sorprendieron á unos, y en-
furecieron á los doctores y escribas. ¿Qué derecho,
decían dentro de sí mismos, tiene este hombre para
perdonar los pecados? Sólo Dios tiene ese privile-
g i o . . . E l pueblo, sencillo é ignorante, escuchaba
con avidez las palabras de Jesucristo, y creía en ellas
á ojo cerrado; pero los doctores de la ley le critica-
ban; llenos de arrogancia y de orgullo, no admitían
13
SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

que otros interpretasen las leyes, sino ellos, y su


misma ciencia los ofuscaba. Este hombre blasfema,
pensaban, y sin duda se alegraban al encontrar un
motivo claro y tangible para poderle acusar delante,
de los sacerdotes, como lo deseaban ardientemente.
Pero Jesús, que leyó en su pensamiento, añadió,
dirigiéndose, no ya al paralítico y á sus cargueros,
sino a. los doctores, que le rodeaban en silencio. —
¿Por qué hacéis malos juicios? ¿ Qué es más fácil:
decir tus pecados te son perdonados, ó levántate y
anda, al baldado?... Pues para que sepáis que el
Hijo del hombre tiene poder para perdonar los pe-
cados sobre la tierra, — y volviéndose al paralítico,
le dijo : — ¡Levántate, toma tu cama y vete á tu
casa!...
¡ Maravilloso poder de la voz de Jesucristo! No
bien hubieron resonado aquellas palabras en el apo-
sento, cuando el paralítico, como impelido por un
resorte, se paró, y ágil y fuerte como el hombre más
sano, tomó la camilla sobre sus hombros, y , sin va-
cilar, se dirigió á su casa, dice san Lucas, dando
gloria á Dios.
Notad, hermanos míos, que en un momento Nues-
tro Señor obró tres milagros consecutivos, dos v i -
sibles y uno invisible; á saber : i . ° Perdonar los pe-
cados del paralítico; 2.°Leer en los corazones de los
que le rodeaban; 3.° Curar al enfermo, y no sola-
mente curarle, sino darle fuerzas y agilidad. De
aquella manera confundió á los escribas y fariseos
que no querían creer en su misión divina, probán-
doles hasta la evidencia que no era un hombre, sino
el Hijo de Dios. Pero los corazones de aquellos hom-
bres endurecidos continuaron obstinados en su error,
D O M I N G O S D l i LA. F A M I L I A C R I S T I A N A . 210

y mientras que el pueblo, lleno de admiración y de


gozo, alababa á Dios, ellos permanecieron callados.
Cuando los Santos Padres explicaron este E v a n g e -
lio, le hallaron, además de su sentido claro y literal,
uno místico. La parálisis de que padece el enfermo
es el emblema y la imagen de la situación en que el
pecado ha dejado su alma, y así es que, lleno de
dolor y abatido por su enfermedad, se presenta de-
lante del Señor. Notad que Jesús le da tres órdenes,
que son las tres situaciones que caracterizan la con-
versión de los pecadores ; le manda : 1.° Que se l e -
v a n t e ; 2.° Que recoja su cama; y 3.° Que se vaya á
su casa. Cuando le manda que se levante, significa
que levante su alma á Dios, y si puede hacerlo, es
porque tiene fuerzas; cuando le dice que recoja su
cama, significa que recoja sus pasiones, sus malas
costumbres, y comprenda así el peso de ellas, para
ir á arrinconarlas para siempre, una vez que haya
regresado á su casa. Cuando le dice que vuelva á su
casa, es porque allí, en el apartamiento y el silencio,
puede entregarse á la meditación, al recogimiento, y
afianzar su conversión, que el ruido del mundo no
le hubiera permitido llevar á cabo.
Los doctores y fariseos vieron el milagro, ó más
bien los milagros, y , sin embargo, aun no quisieron
conocer á Jesucristo y alabar la misericordia de D i o s ;
esos son la imagen de los pecadores endurecidos, de
los incrédulos que nada puede convencerlos; y les
veremos, durante los tres años que duró la misión
de Nuestro Señor,, cerrar los ojos, sellar sus labios,
tapar sus oídos, para no vei% oír ni glorificar á Dios
sobre la tierra. Ilerederos de esos hombres son los
incrédulos y los impíos de estos tiempos, que pre-
220 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

fieren el error á la verdad que se les presenta en to-


das direcciones, y rehusan comprenderla. No permi-
táis, pues, hijos míos, que el pecado se apodere de
vosotros hasta tenderos, sin movimiento, en la blan-
da cama que os preparan vuestras pasiones para per-
deros, quitándoos las fuerzas; pues no siempre, como
aquel paralítico, encontraréis manos caricativas que
os conduzcan hasta los pies de Jesucristo.

DECIMONONO DOMINGO D E S P U É S DE
PENTECOSTÉS.

San Mateo, cap. XII, vers. 1 á 14.


« E n aquel tiempo, hablando Jesús á los principes
de los sacerdotes y á los fariseos en parábolas, les
dijo : — El Reino de los Cielos es semejante á un
Rey que celebraba las bodas de su hijo, el cual envió
á sus criados para que hiciesen venir á los que esta-
ban convidados á ellas; mas éstos no quisieron ir.
Envió de nuevo otros criados, y les dijo : — Decid-á
los que están convidados : He aquí que está ya pre-
parado mi festín : mis bueyes y las aves que he
cebado están muertos; todo está pronto; venid, pues,
á la boda. Mas éstos no hicieron aprecio, y se mar-
charon, el uno á su granja, el otro á su tráfico. Los
otros se apoderaron de sus siervos, y después de
haberles hecho mil ultrajes, les mataron. Cuando el
Rey supo esto se irritó, y enviando sus tropas, hizo
DOMINGOS D E L A FAMILIA. C R I S T I A N A . 221

perecer á los asesinos y quemó su ciudad. Entonces


dijo á sus siervos : — Todo está preparado para la
boda; mas los que estaban convidados no fueron
dignos. Id, pues, á las salidas de los caminos, y á
todos los que encontrareis en ellas convidadlos para
la boda. Salieron, en efecto, los criados á los caminos
y reunieron todos los que encontraron, buenos y
malos; de suerte que los asientos del festín quedaron
llenos. Habiendo entrado el Rey para ver los que
estaban colocados, advirtió en uno que no estaba
vestido con la ropa de boda, al cual dijo : — Amigo
mío, ¿ cómo has entrado aquí sin tener puesto el
vestido de boda? Y el hombre quedó mudo. Entonces
el Rey dijo á sus oficiales : — Atadlo de pies y ma-
nos, echadlo fuera, en las tinieblas exteriores; allí
no habrá más que llantos y crujir de dientes, porque
son muchos los llamados y pocos los escogidos. »

Tomando seguidamente la palabra el sacerdote h a -


bló así á sus oyentes, los cuales siempre le escucha-
ban con particular respeto y complacencia :
Gaudeamus, et exultemus, et demus gloriam ei :
quia venerunt nuptiae Agni. Beati, qui ad coenam
naptiarum Agni vocati sunt, dice san Juan en el ca-
pítulo X I X del Apocalipsis. Esto significa, hijos
míos : Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria
á Dios, porque han venido las bodas del Cordero...
¡ Bienaventurados los que han sido llamados á la
cena de las bodas del Cordero! Nuestro Señor J e s u -
cristo quisó describirnos en esta parábola cómo Dios
convida á nuestras almas á su mesa celestial, pero
cuando manda á sus sirvientes que las llamen y las
222 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

congreguen, éstas rehusan concurrir. Á los primeros


que Jesucristo invitó á su nueva doctrina fué á los
judíos, á ese pueblo protegido por Dios desde él
principio del mundo, y que hasta entonces, más ó
menos, siempre había escuchado su v o z ; á pesar de
sus caídas frecuentes, volvía otra vez su vista al
Señor, se arrepentía de sus faltas, pecados y crí-
menes, y acababa por prosternarse ante las aras de
la Divinidad.
Envió el Rey del Universo á llamar á su pueblo,
el cual estaba convidado á aquellas bodas, desde el
principio del mundo, por boca de sus Profetas, que
habían anunciado con toda claridad y señalado el día
y la hora del banquete divino. Sin embargo, los
judíos no atendieron á la invitación, y se fueron á
sus diarios quehaceres; pero como los emisarios del
Señor insistiesen, enfadados con las importunidades
de los misioneros de Dios, los ultrajaron, los ape-
drearon y los mataron. ¿ Y no sucedió esto tal como
varias veces había profetizado Jesús que acontece-
ría? En otra ocasión Nuestro Señor habló más claro
aún á sus enemigos : (1) « ¡ Ay de vosotros, les dijo,
escribas y fariseos hipócritas... guías ciegos que os
espantáis del mosquito y os tragáis el c a m e l l o ! . . .
Serpientes, raza de víboras, ¿cómo huiréis del juicio
del infierno? Y á pesar de que mandaré á vosotros,
sabios y doctores, para que os instruyan en mi doc-
trina, los mataréis, crucificaréis, los azotaréis en
vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en
ciudad... ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas á los pro-
fetas y apedreas á aquéllos que á ti son enviados!

(n San Mateo, cap. X X I I I .


DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 223

¡ Cuántas veces quise arropar á tus hijos como la


gallina á los polluelos, debajo de las alas, y no qui-
siste! »
¡ A h , hermanos míos, no han sido sólo los i g n o -
rantes y orgullosos judíos los que persiguieron en-
tonces, en aquellos primeros tiempos, á los enviados
del Señor; en nuestros días, cuando no se puede
alegar ignorancia, ¡ cuántos han sido maltratados y
matados por la causa de Jesucristo! ¡ Qué digo! ¿ nos-
otros mismos no le crucificamos diariamente con
nuestros pecados? É l , con aquella ternura que nos
manifiesta, nos convida á su casa, nos invita á sus
templos, nos ofrece beneficios sin número, y , sin
embargo, volvemos la espalda á los que vienen en su
nombre; y por continuar en nuestras ocupaciones,
pecaminosas frecuentemente, ultrajamos á nuestro
Ángel de la Guarda, que nos inspira buenos pensa-
mientos, y lo obligamos á avergonzarse de nosotros!
Sí, pero, bien lo sabéis, el Señor es infinitamente
clemente, y no cesa de considerar nuestra debilidad,
de tener piedad de nuestra miseria, hasta que, fati-
gado con la dureza de nuestro corazón, se resuelve á
castigar á los que no lo atienden y desconocen sus
beneficios; así como hizo el R e y de la parábola,
mandó sus tropas contra los delincuentes, hizo pere-
cer á los asesinos, y quemó los lugares en que habi-
taban.
¡ A h ! temblemos, hijos míos, pues la justicia de
Dios es terrible; y si no nos arrepentimos y acepta-
mos sus beneficios á tiempo, puede suceder que
cuando ya queramos aceptar el convite que nos
hace, nos veamos acometidos por sus castigos, que
caerán sobre nosotros en todas formas.
224 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

Una vez que el Señor exterminó y dispersó á los


judíos sobre la faz de la tierra, mandó llevar á su
palacio á todas las naciones del m u n d o ; ya no eran
ciertos y determinados invitados los que deberían
sentarse á su mesa, sino que llamó á cuantos se ha-
llasen por los caminos reales, — desde los habitantes
del polo Norte hasta los que vivieran en el polo
S u r ; desde los negros de la África ardentísima hasta
los esquimales, que moran entre las eternas nieves;
desde el amarillento indo hasta el albo cáucaso;
desde el inteligente europeo hasta el sencillo ameri-
c a n o . . . todos, todos tenían su lugar en la mesa en
que se celebraban las bodas del Cordero. Estos no
conocían al eterno y verdadero Dios, como los he-
breos; éstos habían vivido, de generación en g e n e -
ración, sumidos en el paganismo y el desorden de
las costumbres, pero obedecieron, sus almas com-
prendieron la voz del Señor, y en tropel se dirigieron
al palacio del R e y . « / O altitudo divitiarum sapien-
tia; et scientiae Dei! ¡ quam incom'prehensibilia
simt judicia ejus, et investigabiles vicie ejus! » ¡ Oh,
profundidad de las riquezas, de la sabiduría y de la
ciencia de Dios! exclama el Apóstol de las Gentes.
¡ Cuan incomprensibles son sus juicios é impene-
trables sus caminos!
Reunidos indistintamente todos los que acudieron
á las bodas, el Rey quiso ir á examinar á sus i n v i -
tados. Los había de todas condiciones : hombres,
mujeres, niños, ancianos y jóvenes; pero no todos
se habían preparado convenientemente para asistir
al festín del Padre; había algunos que no eran dignos
de sentarse á la mesa del R e y . De la misma manera
la Iglesia admite en su seno á todos los bautizados;
• DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 225

pero, bien lo sabemos, no todos los bautizados están


limpios de pecado; no todos están vestidos con las
virtudes que se necesitan para asistir al festín divino.
Imagen del Juicio final, cuando nos presentemos
delante de la presencia de Dios, que nos ofrece h o s -
pitalidad en su Reino Celestial, si no estamos conve-
nientemente preparados ¿ qué sucederá? — A m i g o s ,
nos dirá el Señor del cielo y de la tierra, ¿ c ó m o has
entrado aquí sin tener el vestido de boda? Cuál será,
hermanos míos, nuestro remordimiento entonces;
pero ya se pasó el tiempo de la misericordia divina;
ya no nos es dado cambiarnos. Como el desdichado
de la parábola, permaneceremos mudos de espanto,
y oiremos, sin podernos defender, aquellas terribles
palabras con que el Señor nos condenará á los eter-
nos suplicios : / Atadlos, dirá, de pies y manos;
echadlos fuera, en las tinieblas exteriores; allí no
habrá más que llantos y crujir de dientes; porque
son muchos los llamados y pocos los escogidos!

II

Cuando salieron de la capilla.


— Leía yo en estos días, dijo el sacerdote un
cuento oriental que voy á referir á ustedes, si quie-
ren permitírmelo.
— Cuente usted, doctor, exclamaron todos.
— Sucedió una vez, repuso el sacerdote, que es-
tando el rabino Joél y sus hermanos, á quienes lla-
maban las Siete columnas de la Sabiduría, sentados
en el atrio del templo de Jerusalén discurriendo
acerca de lo que podría asegurar la paz en el
13.
226 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

alma, les rodeaba mucha gente para escucharlos.


El uno de los rabinos dijo que la paz del alma -se
hallaba en conseguir una gran fortuna, adquirida
sin malos procedimientos. Otro, que gozaría de ella
quien adquiriera no una gran fortuna sino mucha
fama y los elogios de todos los hombres; el tercero,
que la paz se hallaría en aquel que fuese dotado de
una gran sabiduría para gobernar un Estado; el
cuarto la hacía consistir en una familia feliz; el quinto
en la ancianidad de un hombre rico, poderoso y cé-
lebre, rodeado de sus hijos y de los hijos de sus
hijos; el sexto dijo que nada de eso tenía ningún
valor si no se observaba la ley de Moisés. El rabino
Joél, que era el mayor de los siete y el más vene-
rable, tomó la palabra y dijo :
— Todos habéis hablado con mucho juicio, pero
omitisteis una cosa esencial : para hallar la paz del
alma es preciso unir á todos estos bienes el respeto
á la tradición y á los profetas.
E n medio del pueblo que escuchaba á los rabinos
se encontraba un hermoso niño de cabellos rubios,
de ojos brillantes en que centellaba el cielo; llevaba
en la mano un lirio blanco como la nieve. Se acercó,
y aunque sólo contaba doce años, todos escucharon
sus palabras en silencio.
— El que quiere la paz, dijo, que ame al Señor
su Dios con toda su alma, todo su entendimiento y
todo su corazón, y á su prójimo como á sí mismo.
Entonces será más grande que el que posea rique-
zas, fama y poder; más dichoso que el que viva en
la familia más feliz, más venerable que el anciano
rico y poderoso. É l encontrará dentro de sí mismo
su ley y sus profetas.
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 227

Sorprendidos los doctores se miraron unos á otros


preguntándose :
—• ¿Cuando venga el Mesías nos dirá cosas más
sublimes?
Y alabando á Dios añadían : « ¿ El Eterno ha puesto
su sabiduría en la boca de los niños? »
— ¡ Ese niño era J e s ú s ! ¿ n o es cierto? preguntó
uno de los circunstantes.
— S í , cuando disputaba entre los doctores.

VIGÉSIMO DOMINGO D E S P U É S D E
PENTECOSTÉS.

Después de decir Misa el sacerdote se dirigió á su


auditorio.
— El Evangelio del día de hoy, dijo, es uno de los
más conocidos, así como uno de los más bellos que
registran los libros sagrados; helo aquí :

San Juan, cap. IV, vers. 46 á 53.


c< E n aquel (iempo había en Cafarnaum un señor
de la corte, cuyo hijo estaba enfermo. Éste, h a -
biendo oído que Jesús venía de la Judea á la Galilea,
fué á É l , y le rogaba que descendiese, y sanase á su
hijo, porque se estaba muriendo. Y Jesús le dijo :
— Si no vieres milagros y prodigios, no creéis. E l
de la corte le dijo : — Señor, ve antes de que muera
mi hijo. Jesús le dijo : — V e , que tu hijo v i v e .
228 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

Creyó el hombre á la palabra que le dijo J e s ú s y se


fué. Y cuando se volvía, salieron á él sus criados,
diciendo que su hijo vivía. Y les preguntó la hora
en que había comenzado á mejorar, y le dijeron : —
Ayer á las siete le dejó la fiebre. Y entendió entonces
el padre que era la misma hora en que Jesús le dijo :
— Tu hijo v i v e ; y creyó él, y toda su casa. »

Y cerrando el libro, el buen sacerdote dijo :


— E l amor paternal, hijos míos, es ciertamente
uno de los afectos más naturales y quizás el que
lleva consigo menos egoísmo de todos los que caben
en el corazón humano. Un hijo, por ejemplo, se sa-
crificará por sus padres por llenar un deber, y lo
hará sin titubear; pero un padre ó una madre dará
su vida por su hijo, no por deber sino con gusto, si
cree que aquello puede hacer la felicidad del ser á
quien dio la vida. Pero antes que todo, los padres
deben pensar no en la felicidad temporal de su prole
sino en la eterna.
E l señor de Cafarnaum, viendo á su hijo en las
agonías de la muerte, corrió en busca de Nuestro
Señor, que estaba á un día de distancia de su m o -
rada; pero sin duda si no enfermara gravemente su
hijo no hubiera buscado al Salvador. ¡ A h ! ¡cuántos
cristianos hacen lo m i s m o ! Cuando nos asalta a l -
guna pena, cuando nos acomete algún peligro, en-
tonces nos volvemos á Dios y le pedimos con gran
fervor aquello que necesitamos con urgencia. Pero
cuando pasa el peligro y nos encontramos n u e v a -
mente tranquilos, olvidamos los beneficios recibidos
y volvemos á caer en la tibieza y la indiferencia.
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 220

Cuando alguna desgracia amenaza una ciudad, sea


enfermedad contagiosa, terremotos, guerras, e n -
tonces veréis las iglesias llenas de fieles, oiréis tier-
nas súplicas, y aún los que se titulan incrédulos,
ocurren á las oraciones que habían olvidado para
pedir misericordia. Cuentan que una vez un famoso
incrédulo (Volney), cuyas obras hicieron grandes
males á la juventud del principio de este siglo,
yendo con otros muchos en una barca por la mar,
se levantó una tempestad tan violenta que todos se
creyeron perdidos. No hubo uno que no invocase al
cielo pidiendo misericordia, y el mismo incrédulo se
hincó y se puso á rezar en alta voz Avemarias con
gran fervor. Pasado el peligro uno de sus compa-
ñeros se le acercó y le preguntó cómo un hombre
que negaba á Dios y se burlaba del culto divino
rezaba así : — ¡ A h ! dijo algo turbado; uno es filó-
sofo en su gabinete, pero no lo es en una tempestad.
Cuando el noble de Cafarnaum pide al Señor que
vaya á curar á su hijo, Jesús le contesta : — Si no
vieres milagros y prodigios no creéis. Antes de
obrar la curación quiere que aquel hombre c o m -
prenda que lo que iba á hacer por él no era un
hecho natural y que éste dimanaba directamente de
Dios. El caballero insiste : — Señor, le dice, ven
antes de que muera mi hijo. É l creía que Jesús po-
día curar á su hijo, y en lugar de disgustarse por-
que el divino Maestro no accedía en el acto á su
deseo, le suplicaba nuevamente que fuera á curarle á
su casa. Esto nos prueba que si algunas veces el
cielo parece sordo á nuestras súplicas, no debemos
perder el ánimo, debemos insistir, y si nuestra fe es
grande y somos dignos de ser escuchados, Dios acce-
:230 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

derá á nuestras súplicas. La perseverancia en las


oraciones es indispensable. Nuestro Señor lo dijo
repetidas ocasiones. «Quién de vosotros, dijo, tendrá
un amigo é irá á él á media noche y le dirá: — A m i -
g o , préstame tres p a n e s . . . y que el otro respondiese
desde adentro, diciendo : — No me seas molesto, ya
está cerrada la puerta, y mis criados están también,
como y o , en la cama, no me puedo levantar á dár-
telos. Y si el otro perseverase llamando á la puerta :
•os digo, que ya que no se levantase á dárselos por
ser su amigo, cierto por su importunidad se levan-
taría, y le daría cuantos panes hubiese menester. Y
yo digo á vosotros : Pedid, y se os dará : buscad y
hallaréis : llamad y se os abrirá. » (1) Y otro día
dijo Jesús á sus discípulos : « Por tanto os digo, que
todas las cosas que pidiereis orando creed que las
recibiréis y os vendrán. » (2) Pero Él no promete
•darlas inmediatamente que se las pidan, Dios quiere
que le importunen con oraciones y súplicas; no ac-
cede á nuestras instancias para que éstas sean más
fervientes, para enseñarnos á orar. Las almas p i a -
dosas no desmayan aunque vean que sus súpli-
cas parecen estériles; las grandes almas redoblan
sus oraciones, aunque no vean que han tenido buen
éxito; pero las tibias, las débiles, las que no m e -
recen ser protegidas por la divina misericordia,
pronto se fatigan, se impacientan, se fastidian, mur-
m u r a n y á poco dejan de pedir lo que desean y no
vuelven á orar.
« Ve, que tu hijo vive » ; contestó el Señor al pa-

(1) S. Lucas, cap. X I , vcrs ¡5 á 9.


(2) S. Marcos, cap. X I , ver. 2 í .
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 231

dre, y éste sin vacilar creyó en la palabra del S a l -


vador, y se fué corriendo á su casa. Comprende que
para obrar aquel prodigio no necesita que Jesús
vaya á ver á su hijo, y lleno de confianza se dirige á
su morada.
« Cuando aun estaba en el camino, encontró a
sus criados que le hicieron saber que su hijo estaba
sano. Preguntóles á qué hora había mejorado el en-
fermo. — Ayer, le contestaron, á la hora séj. tima
le dejó la fiebre. Conoció el padre que aquella era
la hora en que Jesús le había dicho : — Tu hijo
vive. » Apenas oye el padre que su hijo había sa-
nado cuando su pensamiento se vuelve hacia el que
lo curaba en el momento en que se lo anunciaba, y
al regresar al seno de su familia y contemplar el mi-
lagro y oír referir la manera como había sido obrado,
no pudo menos que reconocerle por su Salvador,.por
el Mesías, por el Hijo de Dios. « Y creyó él y toda su
casa », no significa que todos creyeran que el en-
fermo había sanado, pues eso era claro y patente,
sino que creyeron en la divinidad de Jesucristo.
El caballero creyó y otro tanto aconteció á todos
los de su casa, ¿por qué? Por el buen ejemplo que
el amo dio á sus sirvientes y á toda su familia. T o -
dos nosotros debemos dar buen ejemplo á los que
nos rodean; ¡ay de los que escandalizan! exclama el
Señor; pero sobre todo obran muy mal los supe-
riores para con los inferiores, los padres con respeto
á sus hijos y los amos con sus sirvientes.
Los deberes en el orden espiritual de los amos con
los que les sirven consisten en tres cosas : en el
ejemplo, en la instrucción y en la corrección : con
el ejemplo dirigen; con la instrucción iluminan el
232 ' SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

entendimiento; con la corrección atraen hacia el


bien al que se ha extraviado.
Muchas veces se dice, « es inútil, la instrucción
religiosa no cala en ciertos espíritus entenebrecidos;
no comprenden, no escuchan, no atienden! » Eso
sucede, no lo niego, pero entonces si van por el mal
camino no es por culpa de los amos, ellos han pro-
curado instruirlos; no han querido atender, su igno-
rancia misma los hace sordos y ciegos al buen ejem-
plo, los amos serán recompensados por Dios, los
sirvientes serán castigados severamente por el S e -
ñor, puesto que no quisieron enmendarse.
La corrección de los inferiores está fundada en la
caridad, y tiene por objeto el bien del prójimo; los
que reciben mal las correcciones justas pecan, mien-
tras que los que cumplen con ese deber hacen una
obra meritoria á los ojos de Dios.

DOMINGO V I G É S I M O P R I M E R O D E S P U É S D E
PENTECOSTÉS.

Después de la Misa el capellán abrió el libro de


los Evangelios y leyó el de este día :

San Mateo, cap. VXIII, vers. 23 á 3 5 .

En aquel tiempo dijo Jesús á sus discípulos esta


parábola :
« Es semejante el Reino de los Cielos á un rey
que quiso entrar en cuentas con sus siervos. Y h a -
biendo comenzado á tomar las cuentas le fué presen-
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 233

lado uno que le debía diez mil talentos; y como no


tuviese con qué pagarlos, mandó su señor que fuese
vendido él, su mujer y sus hijos y cuanto tenía y
que la deuda quedase cubierta. Entonces el siervo,
arrojándose á s u s pies, le rogaba diciendo : — Señor,
espérame, que todo te lo pagaré. Compadecido el
Señor de aquel siervo le dejó libre y le perdonó la
deuda. Mas luego que aquel siervo hubo salido, halló
á uno de los que servían con él, que le debía cien
denarios de plata, y teniéndole agarrado del cuello
le ahogaba, diciéndole : — Paga lo que me debes!
echándose éste á sus pies le suplicaba y le decía : —
Ten un poco de paciencia, y todo te lo pagaré. Mas
él no quiso; sino que fué y le hizo poner en la cárcel
hasta que le pagase lo que le debía. Viendo los demás
siervos lo que pasaba, se entristecieron mueho, y
fueron á contar á su señor todo lo que había suce-
dido. Entonces su señor le hizo llamar y le dijo : —
Siervo malo, te he perdonado toda la deuda porque
me lo suplicaste; pues ¿no debías tú también tener
compasión de tu compañero, asi como yo la tuve de
ti? Inmediatamente su señor, lleno de indignación,
le entregó á los ejecutores de la justicia hasta que
pagase toda, la deuda. Del mismo modo hará t a m -
bién mi Padre celestial, si no perdonare cada uno de
vosotros á su hermano de lo íntimo de su corazón. »

Cerrando el libro el doctor habló de la siguiente


manera : — Y a comprendéis, hermanos míos, que
el Rey de la parábola es Dios, el Rey del Cielo y la
tierra, y que sus servidores son los humanos. Todos
tenemos que rendirle cuenta tarde ó temprano de
234 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

nuestras acciones; sea en esta vida ó en la otra su


justicia nos alcanzará en todas partes. Aproveché-
monos de su misericordia mientras que estemos en
este mundo, pues si no lo hacemos mientras vivimos,
después tendremos que experimentar, no ya su m i -
sericordia, sino todo el rigor de su justicia. « Llegué-
monos, dice san Pablo, al trono de la gracia, á fin de
alcanzar misericordia y de hallar gracia para ser s o -
corridos en tiempo conveniente. »
Los diez mil talentos que el siervo debía á su
señor era una suma inmensa, como veinte millones
de patacones en nuestra moneda, débil imagen de
todo lo que debemos á la justicia divina. Y como no
puede haber proporción entre lo que los hombres
deben los unos á los otros y lo que Je deben á Dios,
se comprende que el servidor no podría pagar jamás
á su amo una suma tan inmensa. Según las leyes de
los judíos el deudor que no podía pagar era vendido,
así como su mujer y sus hijos, para satisfacer al
acreedor en lo posible; según las le}res divinas los
hijos pagan en esta vida los pecados de sus padres y
éstos pagan en la otra las crímenes que han come-
tido. Esto lo sabemos todos, y sin embargo, aunque
tenemos seguridad de que si nos arrojamos á los
pies del Señor seremos perdonados como el servidor
de la parábola, no lo hacemos, no decimos con since-
ridad que haremos lo posible por devolver á nuestro
amo lo que le debemos. ¿ Y cómo hemos de pagar
una suma tan enorme? Nosotros mismos no podría-
mos hacerlo j a m á s , es cierto, pero Dios, en su sobe-
rana munificencia, nos ha dado la manera de satis-
facerle. Jesucristo, su hijo divino, rescata nuestras
inmensas deudas con sus padecimientos, con su
DOMINGOS D E LA FAMILIA CRISTIANA. 235

sangre, con su muerte. Él mismo se ofrece en satis-


facción de nuestros pecados, y si es á Dios á quien
debemos tanto, Dios mismo paga por nosotros. S í ,
pero eso no basta; el Redentor no nos dispensa de
pagar en cuanto está á nuestro alcance lo que debe-
mos al Cielo : nuestras satisfacciones sin las de J e -
sucristo serían estériles; pero las de Jesucristo sin
las nuestras no producirían tampoco el efecto nece-
sario. Por eso la iglesia ha considerado siempre que
tenemos que satisfacer por medio de la penitencia
que nos impone el confesor á nuestras culpas. Si la
penitencia es á veces levísima, casi insignificante, es
preciso cumplirla tal como nos es impuesta para po-
der ser perdonados. Debemos decir como el servidor
de la parábola : ten un poco de paciencia y todo te
lo pagaré; y real y positivamente debemos trabajar
en enmendarnos y cumplir con la penitencia que se
nos impone religiosamente.
Todos los pecados traen consigo su castigo, cas-
tigo que Dios nos manda para probarnos; si acepta-
mos éstos con dulzura y resignación verdadera, i n -
dudablemente obtendremos el beneplácito del Señor,
y de los padecimientos que hemos de sufrir en la
otra vida se nos descontarán entonces los que pade-
cimos en ésta. Pero si nos quejamos, si no nos re-
signamos, si en lugar de bendecir la mano que nos
castiga no aceptamos el dolor, perdemos el mérito
de él, y en vez de expiar los pecados pasados agre-
gamos nuevos á los que ya teníamos.
Mas luego que hubo salido aquel siervo perdonado
de la presencia de su Rey, halló á uno de sus com-
pañeros que le debía cien denarios — suma exigua
— y agarrándole del cuello le decía con ira : pá-
23G SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

game lo que me debes; y no quiso escuchar las sú-


plicas del deudor, sino que le hizo encarcelar hasta,
que pagase... al leer ésto todos nos indignamos con
el comportamiento de aquel hombre; comparamos la
crueldad del siervo con la generosidad del amo, y la
piedad de éste con el rigor del otro. Pero olvidamos
que esta conducta es la nuestra diaramente : mien-
tras que pedimos perdón á Jesucristo por nuestras
ofensas y recibimos la absolución, conservamos
nuestro odio al prójimo, olvidamos la caridad para
con nuestros hermanos. Y sin embargo sobre este
precepto se funda todo el Cristianismo; es una ley
sin excepción la de amar al prójimo como á nosotros
mismos. Pero lo que exigimos es que los demás nos
sirvan, nos protejan, nos consideren, nos a m e n ; en
tanto que cada uno de nosotros olvidamos que t a m -
bién debemos hacer lo mismo. Á veces, no siempre,
amamos á los que nos hacen bienes, consideramos
y servimos á los que nos sirven. Pero eso no es mé-
rito ninguno; la manera de obedecer á la ley, i m -
puesta por el Señor es amando á nuestros enemigos,
haciendo bienes á los que nos hacen m a l e s . . . ; cier-
tamente, y no lo puedo negar, este es el precepto
mas difícil, más trabajoso de nuestra santa religión
y el que en realidad se cumple menos.
Los antiguos conocían la clemencia, eran algunas
veces generosos y confesaban que era una cosa muy
bella perdonar una ofensa, pero jamás hubieran
comprendido la necesidad de amar al enemigo; es
decir, no solamente extinguir el odio en el corazón
sino encender el amor hacia el que nos persigue, nos
maltraía, nos odia. He aquí las palabras de Jesucristo :
— Habéis oído que fué dicho : amarás á tu prójimo
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 237

y aborrecerás á tu enemigo. Mas yo os digo : amad


á vuestros enemigos; haced bien á los que os aborre-
cen y rogad f orlos que os persiguen y calumnian, (i)
Nuestro Señor, hermanos míos, da fuerzas para
todo lo bueno. No me digáis que no sois dueños de
vuestra voluntad, que no podéis dominar los m o v i -
mientos de odio que se levantan en vuestro corazón
cuando os injurian; todo es posible si hacemos uso
de la razón, y cabalmente el mérito está en dominar
esos movimientos : si sentís dentro de vosotros mis-
mos una efervescencia repentina de cólera contra
aquel que os ha calumniado; si no podéis dominar
en el primer momento vuestra indignación al ver al
que os ha injuriado, eso no probará que estáis pe-
cando sino que os acomete la tentación y esa es la
que debéis dominar con toda la fuerza de la v o l u n -
tad. Cuando una, dos, diez veces hemos resistido á
esos ímpetus, y que nos hemos humillado delante de
nosotros mismos, entonces ya podemos considerar
que vamos por el buen camino y que empezamos á
ser virtuosos.
Pero eso no basta; la caridad es activa; no sola-
mente deberemos dominar nuestro odio y ahogar
nuestro resentimiento en el fondo de nuestro corazón,
sino que no cumpliremos con la ley del Señor si no
procuramos devolver el mal que se nos ha hecho con
el bien, y si nos han injuriado hacer á esas personas
algún beneficio particular que demuestre no sola-
mente que las hemos perdonado sino que las ama-
mos. Ese es el colmo de la virtud, pero á ella debe-
mos aspirar todos, sin excepción. San Pedro pregun;ó

(I) San Mateo, vers. 43 y íí del cap. v.


23S SOLEDAD AGOSTA. D E SAMPER.

un día al divino Maestro : — « ¿Cuántas veces pe-


cará mi hermano contra mí y yo le perdonaré ? ¿ hasta
siete veces ? Jesús le contestó : — No te digo hasta
siete, sino hasta setenta veces siete ! »
Pero veamos el fin del Evangelio :
Y cuando el Rey supo lo que su siervo había
hecho con el otro le mandó llamar, y le dijo : —
Siervo perverso, te he perdonado toda la deuda
porque me lo suplicaste; ¿no debías tú también de
haberle compadecido de. tu compañero, como yo me
compadecí de ti ? Inmediatamente su señor, lleno de
indignación, lo mandó entregar á la justicia hasta
que pagara su deuda. Y añade Jesús : Y así os tra-
tará vuestro Padre celestial si cada uno de vosotros
no perdona á vuestro hermano. El Rey empieza por
echar en cara á su servidor la bondad con que él lo
trató y la crueldad que usó en cambio contra el des-
dichado deudor. Y después de afearle su mala acción
lo envía á que le castiguen á los encargados de su
justicia. ¡Terrible justicia será la que descargará el
Señor sobre aquellos que no han tenido misericordia
con sus hermanos ! Reflexionadlo bien, hijos míos ;
¿no será mejor perdonar las injurias en este mundo
pasajero, que ir á sufrir para siempre los castigos
que Dios tiene reservados á aquellos que no le obe-
decen ?
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 239

V I G É S I M O SEGUNDO DOMINGO DESPUÉS


DE P E N T E C O S T É S .

Había llovido toda la noche y los caminos estaban


llenos de lodo cuando fueron llegando los vecinos
á las puertas del oratorio de la hacienda, las cuales
les fueron abiertas y todos penetraron á aepuel abri-
gado recinto.
Después de la Misa, el sacerdote, como los do-
mingos anteriores, leyó el Evangelio del día á sus
oyentes.
San Maleo, cap. XXII, vers. 15 á 2 2 .
« En aquel tiempo : Habiéndose retirado los fari-
seos, deliberaron entre sí cómo sorprenderían á
Jesús en lo que hablase. Y le enviaron sus discípulos
juntamente con los herodianos, que le dijeron : —
Maestro, sabemos que eres veraz, y que enseñas el
camino de Dios en verdad, sin consideración á nadie,
porque no miras á la persona de los hombres. Dinos,
pues, lo que te parece. — ¿ E s lícito dar tributo al
César, ó no ? Mas J e s ú s , viendo su maldad, dijo : —
¿ P o r qué me tentáis, hipócritas ? Mostradme la m o -
neda del tributo. Y ellos le presentaron un denario.
Y Jesús les dijo : — ¿ C u y a es esta figura é inscrip-
ción? — De César, le respondieron. — Pues enton-
ces, les dijo, pagad á César lo que es del César, y á
Dios lo que es de Dios. »
240 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

— Y cuando el Señor acabó de hablar, dijo el


capellán, se maravillaron los que le cuestionaban,
y dejándole se retiraron, sin duda á dar cuenta
á los que los habían mandado del mal éxito de su
misión. Nuestro Señor estaba siempre rodeado de
enemigos que procuraban perderle ; si así sucedía al
Salvador, ¿ por qué' nos hemos de quejar los mor-
tales de que nos suceda lo mismo ? Él quiso que así
sucediera, ccn el objeto de darnos dos ejemplos y
dejarnos dos instrucciones : 1." para que no nos de-
sesperásemos cuando nos viésemos perseguidos de
la misma manera, y 2.° para manifestarnos cuál de-
bería ser nuestra conducta en ocasiones seme-
jantes.
Los escribas y fariseos odiaban á nuestro Salva-
dor porgue envidiaban sus virtudes y les indignaba
de que el Señor les conociese tanto, que sin cesar
desenmascarase su hipocresía. No sucede lo mismo
con los mortales : cuando se nos odia, se nos per-
sigue y se nos calumnia es porque de alguna manera
hemos dado margen á ello, sea por nuestras pala-
bras poco medidas, por nuestras imprudencias ó por-
que hemos herido y lastimado al amor propio de
aquellos que nos odian. Cuando tratamos de corregir
algún defecto que vemos en nuestros hermanos,
rara vez lo hacemos con dulzura; y entonces el tono
duro, la palabra amarga de que usamos, no sola-
mente no produce el efecto que deseábamos sino que
exasperamos á la persona y hasta la obligamos á que
persevere en el mal camino, porque carecemos de
habilidad y sobre todo de caridad para repren-
derla.
Los fariseos sabían que no hay nada tan fácil
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 241

como tergiversar las palabras, y por eso acechaban


á Nuestro Señor con el objeto de buscar en sus ra-
zones alguna cosa que pudiese servirles para acu-
sarle después como enemigo del Gobierno ó de la
Religión. No hay hombre ninguno que alguna vez
no se haya dejado llevar por la indiscreción y no
haya dicho palabras de las cuales se ha arrepentido
después. La circunspección en cuanto decimos es
una de las cualidades más raras, y para manejarnos
siempre como debiéramos, necesitaríamos de un
tacto, una delicadeza especial que sólo se bebe en la
fuente de la cristiandad y la inspira un sentimiento
de verdadera caridad. Tampoco debemos ser taci-
turnos, poco francos, f a l s o s ; pues entonces iremos
á parar en la hipocresía, que es uno de los defectos
que más odiaba el Divino Maestro. Para no tener que
arrepentimos jamás de nuestras palabras deberíamos
siempre pensar en lo que quisiéramos que se dijera
de nosotros en iguales circunstancias, y si nuestros
discursos fueran siempre inspirados por el santo sen-
timiento de la caridad cristiana, jamás nos arrepen-
tiríamos de nuestras palabras ni de nuestras accio-
nes. « El que no tropieza en palabra, dice el apóstol
Santiago (1), éste es varón perfecto, porque puede
tener del freno á todo el cuerpo. Y si ponemos fre-
nos en las bocas de los caballos para que nos obe-
dezcan, gobernamos todo su cuerpo. Mirad también
las naves, aunque sean grandes, y las traigan y lle-
ven impetuosos vientos, con un pequeño timón se
vuelven adonde quisiere el que las gobierna. Así
también la lengua, pequeño miembro es en verdad,

(1) Epístola de Santiago Apóstol, cap. I I I , vcrs. 3 á S.


14
212 S O L E D A D A G O S T A DE. S A M P E R .

raas de grandes cosas de gloria. ¡ He aquí un pe-


queño fuego cuan grande selva incendia! ¥ la len-
gua fuego es un mundo de maldad. La¡ lengua se
cuenta entre nuestros miembros, la cual contamina
todo el cuerpo... »
Los fariseos enviaron á Jesús algunos de sus dis-
cípulos para que le preguntaran si era lícito ciar
tributo al César. Hacía más de un siglo que el pue-
blo judío se hallaba bajo el yugo de los romanos que
se habían apoderado de la Palestina, y naturalmente
los hebreos consideraban que ese dominio era ilegí-
timo y usurpado; y la pregunta que hacían á nuestro
Salvador tenía por obje:o, ó hacerle odioso al pueblo
si reconocía la justicia de los impuestos que exigían
los invasores, ó lo ponían en mal con los romanos
si no reconocía la legitimidad del César. Con el o b -
jeto de que Herodes supiera pronto su opinión si era
adversa á los romanos, enviaron con sus discípulos
algunos servidores del Gobernador, y empezaron
por elogiarle diciéndole : sabemos que eres veraz, y
que enserias el camino de Dios con toda verdad,, sin
consideración á nadie,porque no miras á la persona
de los hombres.
Aquella costumbre de empezar por alabar al que
se quiere perder, es tan antigua que como recorda-
réis, la serpiente usó de ella cuando quiso perder á
nuestra madre E v a . No hay quien no condene la
adulación, y sin embargo, ¡ cuan pocas personas se
encontrarán en el mundo que no se dejen conquistar
por ella! Se desprecia á los aduladores, y sin e m -
bargo se acogen sus palabras con gusto y se creen
en ellas cuando van dirigidas á las cualidades que
pensamos poseer. Cuando se dirigen á otros desen-
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 243

trañamos la falsedad de ellas, y -nos ¡burlamos de la


debilidad de los que se dejan arrebatar por palabras
lisonjeras, pero cuando son con respecto á nosotros
las consideramos justas y no queremos entender que
pueden ser falsas. ¡ Los aduladores son tan hábiles!
Saben encontrar el lado más débil de nuestro carácter
y se amoldan á él con sumo arte. E l hombre franco
y de carácter noble cae con más facilidad en el lazo,
porque como él no sería capaz de elogiar lo que con-
sidera defectuoso, cree á puño cerrado que lo que
pretenden admirar en él existe en realidad.
Nuestro Señor supo penetrar inmediatamente la
mala intención de los que lo interrogaban, y lo dice
así; les demuestra que conoce sus pensamientos y el
lazo que pretenden tenderle. Los desenmascara; los
llama hipócritas, y en lugar de explicarles con lar-
gas razones que los romanos como conquistadores
que son, tienen derecho á que se les pague el tri-
buto, manda que le presenten una moneda acuñada
por los que gobiernan el país, les señala la efigie del
César, y sin entrar en pormenores, con tres pala-
bras dice lo que hay que decir en el asunto. De
aquella manera confunde á los fariseos y llena de
admiración á cuantos le oyen. Con esa corta frase
ordena que se respete á los poderes constituidos,
así como que se obedezca á las leyes que nos ha dado
la R e l i g i ó n ; con ella ordena que los pueblos deben
inclinarse en las cosas temporales ante la autoridad
civil como ante la autoridad de Dios : / Dad al César
lo que es del César, y á Dios lo que es de Dios! « El
que resiste á la potestad, dice san Pablo á los r o -
manos, resiste á la ordenación de Dios ; y los que le
resisten, ellos mismos se atraen á sí la condena-
SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

c i ó n . . . (1) Por lo cual es preciso que le estéis some-


tidos, no solamente por el temor sino también por la
conciencia ». El cristiano, pues, no obedece por
temor sino porque su conciencia se lo ordena así; no
es por bajeza que se inclina ante las autoridades,
sino por respeto, porque sabe que es preciso obe-
decer á una autoridad constituida sobre la tierra. E l
cristiano tiene el corazón noble, no obedece para al-
canzar favores del que manda ; le importan poco los
desfavores; obra con su conciencia, y si se inclina
ante las leyes instituidas por Dios, también se i n -
clina delante de las autoridades de la tierra, emana-
ción de la de Dios.

LA « OBRA DE LOS TABERNÁCULOS ».

¿ Cuál es la luz q u e misteriosa b r i l l a


Al través de la a n g o s t a v e n t a n i l l a
Con tenue r e s p l a n d o r ?
A l l í no hay fiesta, ni c a n t a r , ni risa,
N i sale en alas de n o c t u r n a b r i s a
E l m á s leve r u m o r .

¿ Queréislo a v e r i g u a r ? P u e s á la puerta
C o n sigilo venid : está e n t r e a b i e r t a . . .
¿ Q u é veis en ese h o g a r ?
• N a d a m á s que una j o v e n santa y pura
Q u e cose a l l í , c o n sin i g u a l v e n t u r a ,
L a ropa del a l t a r . (2)

C o r p o r a l e s b l a n q u í s i m o s de lino
P a r a el E s p o s o celestial, d i v i n o ,
F a b r i c a s , s i e r v a fiel;

(1) R o m . X I I I , vers. 2 y 3.
(2) Véase la Vida de María Estela, el Ángel de la Eucaristía.
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 24a

Y tú has pedido de l i m o s n a el oro


C o n que bordaste á tu m a y o r T e s o r o
E s e rico m a n t e l .

E i i eso o c u p a s , fervorosa E s t e l a ,
¡ L a s l a r g a s h o r a s de la n o c h e . . . ¡ anhela
T a l oficio tu a m o r !
Q u e si g a n a s tu pan en la m a ñ a n a ,
T a m b i é n l a eterna r e c o m p e n s a g a n a
D e n o c h e tu l a b o r .

T ú , sin s a b e r l o , p o r q u e á D i o s a m a s t e ,
E m p r e s a posterior i n a u g u r a s t e
Q u e á F r a n c i a ha de s a l v a r :
Obra del Tabernáculo, se l l a m a ,
Y en ella aquel que por su D i o s se inflama
P a i t e quiere l o m a r .

T r e i n t a d a m a s fundaron b e n d e c i d a
L a e m p r e s a que hoy se encuentra difundida
E n aquella n a c i ó n .
E l l a de sacros lienzos a b a s t e c e
A las iglesias p o b r e s , y m e r e c e
D e D i o s el g a l a r d ó n .

¡ O h e m p r e s a ! ¡ oh don de la i n v e n c i ó n h u m a n a
O f r e c i d a á J e s ú s ! . . . ¿ s e r á cristiana
La comarca ó ciudad
Q u e no indique por ti su p r e f e r e n c i a ?
¿ Y el a l m a q u e te muestro indiferencia
Tiene acaso piedad ?

¿ S e r á posible a m a r al P r i s i o n e r o
D e nuestros templos c o n a m o r s i n c e r o ,
S i n n a d a ansiarle dar ?
¿ A l a v i a r n o s con g a l a s y oropeles
Y á É l dejarle sin r o p a , sin m a n t e l e s ,
D e s n u d o en el a l t a r ?

¿ R e c i b i r l e q u e r r e m o s a porfía
C a d a s e m a n a y hasta c a d a día
S i n p a g a r l e su a m o r ?

14.
246 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

Si por É l fueron h e c h a s nuestras m a n o s ,


¿ C ó m o no las e m p l e a m o s ¡ o h cristianos !
E n vestir al S e ñ o r ?

i. T a l vez d e c i m o s que o r n a m e n t o s tiene


C a d a i g l e s i a ó c a p i l l a , cual c o n v i e n e ,
D e aquesta c a p i t a l . . . »
¡ A h I D i o s quiera que en todas así s e a . . .
M a s , en c a m b i o , ¿ h a b é i s v i s t o en c a d a a l d e a
U n a indulgencia igual ?

E n a l g u n a s , no es l á m p a r a lo que a r d e ,
S i n o v e l a de s e b o , ¡ oh triste alarde I
Delante del S e ñ o r . . .
Y de r o p a de lino está v a c í a
L a desprovista y p o b r e sacristía,
Con asombro y dolor.

¡ A h , r e m e d i e m o s infortunio t a n t o !
A l Pobre, al Indigente s a c r o s a n t o
T r a t e m o s de a l i v i a r !
É l n o s da s i e m p r e la o c a s i ó n d e h a c e r l o ,
Y su a m o r es p r e c i s o m e r e c e r l o
Y por É l trabajar.

BERTILDA SAMPER. A.

DOMINGO V I G É S I M O T E R C E R O D E S P U É S DE
PENTECOSTÉS.

Concluida la Misa aquel domingo, el sacerdote


leyó el Evangelio del día :
San Mateo, cap. IX, ven. 18 á 26.
i E n aquel tiempo, hablando Jesús á la m u c h e -
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 247

dumbre que le seguía, un jefe de la sinagoga se


llegó á él, y le adoró, diciendo :
« Señor, ahora acaba de morir mi hija, más v e n ,
pon tu mano sobre ella, y vivirá. Y levantándose
Jesús le fué siguiendo con sus discípulos. Y he aquí
una mujer con flujo de sangre doce años había, y
llegándose por detrás, tocó la orla de su vestido.
Decía para sí : si tocare tan solamente su vestido,
seré sana. Habiéndose vuelto Jesús y viéndola, dijo;
•— Ten confianza, hija, tu fe te he sanado. Y quedó
sana la mujer desde aquella hora. Cuando llegó
Jesús á la casa del jefe de la sinagoga, viendo los
tocadores de flauta y una multitud de gente que
hacía ruido : — Retiraos, les dijo, pues la muchacha
no es muerta, sino que duerme. Y se mofaban de él.
Cuando fué echada fuera la gente, entró, la tomó por
la mano y la joven se levantó. Y corrió esta fama
por toda aquella tierra. »

Tomando en seguida la palabra el "sacerdote dijo


así :
San Marcos en el capítulo V de su Evangelio, y
san Lucas en el V I I I del suyo, mencionan los dos
milagros que acabáis de o í r ; ambos dicen que aquel
príncipe de los sacerdotes se llamaba Jairo y que la
niña que acababa de morir contaba doce años de
edad y era hija única. Cuando llegó Jesús á la casa
dal padre le salieron á recibir con grandes alaridos y
lamentaciones, y uno de los príncipes de la sinagoga
dijo á Jairo, al ver que llegaba con Jesús : — Muerta
es tu hija, no le molestes; sin duda á éste repugnaba
que el Divino Maestro hiciese un milagro que le h a -
248 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

bia de dar gran reputación entre el pueblo judío.


Pero Jesús ecliaá tocios fuera, toma consigo al padre
y á la madre de la muchacha, y á los que con él es-
taban, y entra á donde la niña yacía; tómala de la
mano y le dice : — Taletha eumi, que quiere decir :
— Muchacha (á ti te digo) levántale. Y la niña se
levantó y echó á andar y tenía doce años. Todos que-
daron atónitos de un grande espanto. Mas él mandó
con mucha eficacia que nadie lo supiese, y dijo le
diesen de comer.
Cuando los evangelistas san Marcos y san Lucas
descubren el nombre del príncipe de la sinagoga lo
hicieron indudablemente con el objeto de que se pu-
diese verificar el milagro. Aquel hombre no era un
cualquiera sino un personaje muy conocido en J e r u -
salén, y como apenas hacía unos pocos años que
aquello había sucedido, si fuera falso con facilidad
lo supieran cuantos leían los escritos de los após-
toles ó los oyesen referir. Empero, ninguno de los
paganos que escribieron contra la religión cristiana
en los primeros siglos se atrevieron á negar los m i -
lagros de Jesucristo ; no fué sino después que los
incrédulos han querido negar esos milagros que ates-
tiguaron centenares de personas que los presencia-
ron. Entre todos los que quedaron escritos en los
Evangelios no dejaron consignados sino tres resu-
rrecciones, á saber : la de Lázaro, el hijo de la viuda
de Naím y el de la hija de Jairo.
Así como Nuestro Señor no devolvió la vida á
aquellos tres muertos sino accediendo á las súplicas
y á las lágrimas de sus familias, así también Dios no
nos devolverá la vida del alma sino por medio de
nuestro arrepentimiento y nuestros oraciones. S i g a -
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 249

mos el ejemplo de Jairo, seamos humildes y confie-


mos en él. Empieza éste por prosternarse á los pies
de Jesucristo, y en seguida le suplica que vaya á ver
á su hija, pues si le impone las manos de seguro
v i v i r á ; como nada merecemos, seamos h u m i l d e s ;
como el Señor nos ha ofrecido concedernos sus
favores, si se lo rogamos, tengamos fe.
S i , hijos míos, tengamos fe, confianza, y seamos
humildes. Aquel hombre deseaba ardientemente la
vida de su hija, y por consiguiente, sus ruegos eran
sentidísimos. El Señor ve el dolor del padre, con-
templa sus lágrimas; y sin duda sabe que merece
su misericordia, y al momento se levanta y lo acom-
paña á su casa. Con esto nos enseña que cuando que-
ramos hacer una obra de caridad debemos ponerla
en acción inmediatamente; no es bueno que los
bienes que pensamos hacer se hagan con lentitud,
con indiferencia; el hombre religioso y caritativo
pone en práctica sus buenas obras sin distraerse,
abandona sus ocupaciones y acude á aliviar á su pró-
jimo.
La mujer enferma que Nuestro Señor curó en la
vía, dice san Marcos que había pasado muchos tra-
bajos en manos de muchos médicos y gastado todo lo
que tenía, sin haber adelantado nada, antes empeo-
raba más. Por esto se comprende que era preciso
que apelara á los medios sobrenaturales para obtener
la curación de su cuerpo, acercándose á Dios hecho
Hombre. Los autores sagrados ven en esta enferma
al pecador que no puede nunca curarse de sus males
morales si no apela á los medios sobrehumanos.
« No quieras confiar, dice el salmista, en los hijos
de los hombres, en quienes no hay s a l u d . . . Dichoso
230 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

apuel euyo ayudador es él ©ios de Jacob, su espe-


ranza en el Señor Dios suyo » (1). Sí, hijos míos, es
de Nuestro Señor Jesucristo que todo lo debemos
esperar. Nada nos valen los consejos de los filósofos
para los males del alma, pues no nos aconsejarán la
resignación á los mandatos de Dios, sino que procu-
rarán combatir el dolor con armas terrestres. Sola-
mente la Religión sabrá calmar nuestras penas ; sólo
ella podrá reprimir nuestras aflicciones del cuerpo y
del alma, inspirándonos el deseo de cumplir con la
voluntad de D i o s ; sólo ella nos dictará preceptos
saludables; sólo ella nos presentará ejemplos dignos
de imitar y sólo ella nos podrá consolar de todo.
La mujer enferma tenía vivísima fe en el Salvador
y estaba convencida de que É l la -podría curar sólo
con tocar la orla de su vestido. ¿Quién de nosotros
tiene una fe tan completa en el Señor? Siempre nos
acercamos á él con temor, y pocos son los que tie-
nen una confianza tan completa en sus beneficios. La
verdadera fe no se amilana con los obstáculos, no se
detiene jamás en su camino. Cuántos pecadores ha-
cen propósitos firmes de enmendarse, pero apenas
han dado algunos pasos por el buen camino cuando
les salen al encuentro sus pasiones, su pereza ó su
cobardía, y dejan que Jesucristo se aleje sin hacer un
esfuerzo para conservarse á su lado. Una vez que la
enferma hubo tocado á Jesús se sintió repentina-
mente sana, y entonces fué cuando Nuestro Señor,
conociendo en sí mismo la virtud que había salido
de él, dice san Marcos, volviéndose hacia la gente,
dijo : — ¿ Quién ha tocado mi vestidura? Y sus dis-

(1) Salmo C X L V , vcrs. 2, 3, 3.


DOMINGOS DE. LA FAMILIA CRISTIANA. 251

tipiólos le decían : — Ves la gente que te está apre-


tando-, y dices : — ¿Quién me ha tocado? Y miraba
al rededor por ver á la que esto había hecho. En-
tonces la mujer medrosa y temblando, sabieudo. lo
que había acaecido^ llegó y. se postró mile él y le
r

dijo toda la verdad.. Y él le contestó :. —¡fija, tu fe


te ha sanado; vete en paz, y queda Ubre de tu
azote (1). ¿ E s decir, dirán muchos, que basta tener
buena fe para salvarnos? No, no basta. L a Iglesia
condena esa creencia. La fe: necesita que v a y a amida
á las otras virtudes para que nos salve. Creer y no
obrar según los preceptos de la caridad,, es una fe
estéril, porque será mucho más castigado aquel que
no la conoce : — & Porque aquel siervo,, dijo Jesús,
que supo la voluntad de su señor,, y no se apercibió,
y no hizo conforme á su voluntad,, será muy bien
azotado. Mas el que no lo supo ó hizo cosas dignas
de castigo, será poco azotado. Porque á todo aquel á
quien mucho fué dado, mucho le será demandado; y
al que mucho encomendaron más le pedirán. » (2)
Cuando el Divino Maestro llegó á la casa del Jefe
de la Sinagoga, viendo la multitud que hacía gran
ruido : — Retiraos, les dijo, y entrando resucitó á la
muerta. ¿Por qué no obró su milagro delante de toda
la multitud como acostumbraba hacerlo? Sin duda
que era para enseñarnos que para volver á. la vida
espiritual necesitamos retirarnos del ruido del mundo
y quedarnos solos con Dios. Si no podemos separar-
nos físicamente del bullicio debemos separar nuestro
corazón de las cosas de la tierra que oscurecen nues-

(1) San Marcos, cap. V , vers. 30 á 34.


(2) San Marcos, cap. X I I , vers. 47 á 48.
2S2 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

tro entendimiento y nos impiden ponernos en la pre-


sencia de Dios. Sin hacer caso á las burlas de los que
aseguraban que la niña había muerto y no podía vol-
ver á la vida, el Señor les dice, la muchacha no es
muerta, sino que duerme. Y entrando, la ayuda á
levantarse alargándola la mano. Esto prueba que si
Dios mismo no nos ofrece su apoyo jamás podremos
re\ ivir en É l ni convertirnos.
En los Evangelios de San Marcos y de San Lucas
se dice que Jesucristo, después de haber resucitado á
la muerta manda que le den de comer; los exposi-
tores de los Evangelios hacen notar que otro tanto
manda el Señor que se haga con los que vuelve á la
vida espiritual; ordena que les den de comer el pan
celestial que hace vivir eternamente, y por él con-
servarán la vida que han recobrado. La santísima
Eucaristía les impedirá volver á morir y por él con-
servarán su gracia : que es la que os deseo ahora y
siempre.

DOMINGO VIGÉSIMO C U A R T O D E S P U É S DE
PENTECOSTÉS.

San Mateo, cap. XXIV, vers. 15 á 35.


« E n aquel tiempo dijo Jesús á sus discípulos :
Cuando viereis que la abominación de la desolación,
que fué dicha por el profeta Daniel, está en el lugar-
santo (el que lee entienda), entonces los que están
en la J u d e a , huyan á los montes; el que entonces
se hallare sobre el techo no descienda á tomar a l -
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 253

guna cosa de su c a s a : el que en el campo, no vuelva


á tomar su túnica. ¡ Ay de las mujeres que en aquel
tiempo estuvieren en cinta y de las que Jactasen sus
hijos! Sin embargo, rogad que vuestra huida no
sea en invierno, ni en el día del sábado. Porque h a -
brá entonces grande tribulación, cual no fué desde
el principio del mundo hasta ahora, ni lo habrá j a -
más. Y si no fuesen abreviados aquellos días, nin-
guna carne sería salva ; mas por los escogidos aque-
llos días serán abreviados. Entonces si alguno os
dijere : — Mirad, el Cristo está aquí ó allí, no lo
creáis, porque aparec'erán falsos Cristos y falsos Pro-
fetas que harán cosas tan extraordinarias y prodi-
giosas, de modo que (si puede ser) caigan en error
los mismos escogidos. Veis que os lo he dicho de
antemano. Por lo cual si os dijeren : — He aquí que
está en el desierto, no salgáis; mirad que está en lo
más retirado en la casa, no le creáis. Porque, como
el relámpago sale del oriente y se deja ver hasta el
occidente, así será también la venida del Hijo del
Hombre. Dondequiera que estuviere el cuerpo allí se
congregarán también las águilas. Y luego después
de la tribulación de aquellos días el sol se oscure-
cerá, y la luna no dará su lumbre, y las estrellas
caerán del cielo, y las virtudes del Cielo serán con-
movidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del
Hombre en el Cielo ; entonces plañirán todas las tri-
bus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre que ven-
drá en las nubes con gran poder y majestad. Y en-
viará sus ángeles con trompetas, y con grande voz ;
y allegarán sus escogidos de los cuatro vientos,
desde lo sumo de los Cielos hasta los términos de
ellos. Ahora bien, atended á una parábola tomada

15
SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

de la higuera : cuando comienza á tener ramas tier-


nas y brotan sus hojas, conocéis que está cerca el
estío; pues del mismo modo, cuando vosotros vie-
reis todo esto, sabed que está cerca el Hijo del Hom-
bre. E n verdad os digo que no pasará esta genera-
ción sin que esto suceda. El Ciclo y la tierra pasa-
rán, pero mi palabra no pasará.

Después de leer el E v a n g e l i o , el sacerdote se d i -


rigió á sus oyentes con estas palabras :
U n día al salir del templo de Jerusalén, los discí-
pulos de Jesús se dirigieron á su Divino Maestro
para hacerle admirar la magnífica construcción de
aquel edificio grandioso.
Mas el Señor les contestó :
— « ¿Veis todo esto? E n verdad os digo que no
quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derri-
bada. » Escucharon los discípulos aquellas palabras
con temor, y sin duda después de haber reflexionado
le preguntaron al cabo de un rato en secreto : —
« Dínos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿ Y qué señal
habrá de tu venida y de la consumación del siglo ? »
Poco después Jesús predijo la destrucción de Jeru-
salén en las palabras que os acabo de leer.
La generación de que habla el Señor aun no se
había extinguido cuando, habiéndose revelado los
judíos contra los romanos, el templo y la ciudad de
Jerusalén fueron completamente destruidos, y no
quedó de todos aquellos soberbios edificios piedra
sobre piedra. Sus pecados, su enorme crimen, el
haber sacrificado al Hombre Dios, fué por primera
vez castigado entonces en la tierra, — así serán
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 255

también castigados nuestros pecados en este mundo


y en el otro. El santuario del templo de Jerusalén
se llamaba el Santo de los Santos, así nuestra alma
es el lugar santo de nuestro ser, una vez que hemos
recibido el bautismo y hacemos parte del pueblo
escogido de Jesucristo, el cristiano. ¿ N o es acaso
dentro de nuestras almas que baja el Señor de las
alturas cuando lo recibimos ? ¡ Qué hermosa es
nuestra alma, puesto que Dios mismo baja á habitar
en ella ! Ella es, pues, un lugar santo, un templo,
un santuario, y jamás, jamás deberíamos mancharla
con un pecado.
¿No es cierto, hermanos míos, que nuestra alma
es mucho más importante que el templo de Jerusa-
lén, que aquel santuario que tanto veneraban los
hebreos? Y sin embargo los judíos le tenían tanto
respeto que los sacerdotes no penetraban en el fondo
de él sino una vez en el año y después de haberse
purificado ! Y nosotros no tenemos inconveniente
en manchar la pureza de nuestras almas con el p e -
cado. Cuando Nuestro Señor predijo que en aquel
lugar tan santo se cometerían toda suerte de abomi-
naciones, también predijo que los hebreos tenían
que sufrir las consecuencias de sus crímenes.
El pecado, hijos míos, produce en el alma t a m -
bién mil abominaciones y destruye en ella la espe-
ranza de ganar el Cielo. ¡ Es tan fácil caer en el
pecado, y una vez que éste se haya hecho dueño de
nuestra alma es tan difícil volver á la virtud! Repre-
sentaos una alma que hasta cierta edad ha llevado
una vida santa : en ella moraba la caridad, el amor
de Dios, la dulzura, la humildad, la modestia, todo
en ella era tan puro que los ángeles del Cielo la
258 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

consideraban como su h e r m a n a ; pero de repente


una mala compañía, una pasión se apodera de ella,
al principio como una sombra que se va condensando
hasta que queda completamente invadida por el pe-
cado. ¡ A h ! ¡ s i nada es tan parecido al incendio como
un pecado mortal! En breves momentos todo el
edificio levantado por años de abnegación y de virtud
se convierte en un montón de cenizas, y de toda
aquella belleza incomparable 'no queda piedra sobre
piedra. Los buenos sentimientos desaparecen total-
mente, y no poco á poco sino á toda carrera baja-
mos hacia el abismo, y como una piedra que se
desprende de lo alto de un cerro, no hay poder
humano que nos pueda detener ; pero si no hay
poder humano, lo hay d i v i n o ; si en nuestra precipi-
tada caída elevamos nuestro corazón á Dios, É l con
su mano poderosa nos salvará. -Sin embargo, no
abusemos de su paciencia, de su misericordia, de su
bondad; como tenemos que reparar el mal que
hemos hecho, tenemos que trabajar mucho, sufrir
mucho para volver á subir á la cumbre de donde
bajamos con tanta facilidad, impelidos por el soplo
violento de las pasiones.
Si venerásemos, si respetáramos á nuestra alma,
ese destello divino, imagen de Dios, jamás pecaría-
mos ; pero como nuestra débil naturaleza no puede
siempre conservarse sin mancha, y sin cesar olvi-
damos el depósito sagrado que guardamos en el
fondo de nuestro ser, es preciso que al menos pro-
curemos enmendarnos, confesar nuestras faltas,
humillarnos delante del Señor, acordarnos de su pre-
sencia en todas partes. « Si os acomete alguna tenta-
ción pecaminosa, decía san Juan Crisóstomo, has-
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 257

tara que os acordéis de que jamás podréis ocultar á


las miradas de Aquél que será vuestro juez, ni los
pensamientos más secretos de vuestro corazón, y no
dudéis que en el acto recibiréis protección del Cielo,
que os librará de la tentación del demonio. »
Si nos acordáramos siempre de lo efímera y pasa-
jera que es la vida, y lo que pueden valer los pla-
ceres y las satisfacciones que ella no puede ofrecer
en cambio de la eternidad, abundarían los santos en
el mundo.
Acababan de nombrar á un joven para que regen-
tara una de las cátedras más honoríficas de París..
Semejante triunfo lo había llenado de esperanzas en
un porvenir sumamente glorioso. Encontróse con un
amigo que lo felicitó por la victoria obtenida sobre
sus émulos, y le preguntó qué pensaba hacer des-
pués.
Estudiaré día y noche, y obtendré mayores
glorias.
— ¿ Y después, le preguntó su a m i g o , que ha-
rás ?
—• ¿ D e s p u é s ? . . . Escribiré libros que harán cono-
cer mi nombre á las futuras generaciones.
— ¿ Y después ?
— Compraré un palacio con el frutó de mis es-
fuerzos, y allí viviré feliz, rodeado de las considera-
ciones de todos.
— ¿ Y después?
— ¿ Qué quieres decir?
— ¿Qué harás después? te pregunto.
El otro no contestó.
— Repito, ¿ q u é harás después?
¡ S i l e n c i o ! . . . El joven había visto en el confín de
258 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

su existencia, en un tiempo no muy lejano tal vez,


un cadáver comido de los gusanos y una eternidad
en s e g u i d a ; ¿cómo sería ésta? ¿feliz ó desgracia-
d a ? . . . Algunos días después, tocado por- la gracia
de Dios, se le vio renunciar á los honores, á ios pla-
ceres, á los triunfos del mundo, para vestir un tosco
hábito de religioso. ¡ Tanto así se había impresio-
nado con la idea de los altos juicios de Dios ! ¡Este
joven fué después el Apóstol de las Indias, san
Francisco J a v i e r !
¡ A h ! sí, repito, si nos persuadiésemos de la nece-
sidad absoluta que tenemos de huir de las ocasiones
de pecar, y si nos acordásemos constantemente de
la presencia do Dios y de la eternidad que nos
aguarda después, no sucumbiríamos jamás á la ten-
tación.

P R I M E R DOMINGO D E A D V I E N T O

Después de decir la Misa en el oratorio, el cele-


brante leyó el Evangelio del día :

San Lucas, cap. XXI, vers. 23 á 33.

« E n aquel tiempo dijo Jesús á sus discípulos : Y


habrá señales en el sol y en la luna y en las estre-
llas, y en la tierra consternación de las gentes por
la confusión que causará el ruido del mar y de sus
o n d a s ; quedando los hombres yertos por el temor y
recelo de las cosas que sobrevendrán á todo el uni-
verso; porque las virtudes de los cielos serán con-
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 259

movidas; y entonces verán venir al Hijo del Hombre


sobre una nube con grande poder y majestad. Cuando
comenzaren, pues, á cumplirse estas cosas, mirad y
levantad vuestras cabezas, porque cerca está vues-
tra redención. Y les dijo una semejanza : — Mirad
la higuera y todos los árboles : cuando ya produce
de sí fruto, entendéis que cerca está el estío. Así
también vosotros cuando viereis hacerse estas cosas,
sabed que cerca está el reino de Dios. E n verdad os
digo que no pasará esta generación hasta que todas
estas cosas sean hechas. El cielo y la tierra pasarán,
mas mis palabras no pasarán. »
Según el espíritu de la Iglesia, dijo el buen sacer-
dote cerrando los Evangelios y dirigiéndose á sus
oyentes, el tiempo de Adviento que empieza hoy,
está destinado para que nos preparemos debidamente
á la fiesta del advenimiento de Nuestro Señor J e s u -
cristo al mundo. La hermosísima fiesta debe aguar-
darse en medio de la oración, el ayuno y ejercicios
particulares de piedad. Desde hoy se revisten los
sacerdotes de ornamentos morados en señal de pe-
nitencia y se suprimen los oficios del Gloria y Te-
deum, así como los matrimonios.
¿Por qué es que la Iglesia, hermanos míos, nos
recuerda en este día el juicio final? ¿Por qué se nos
presenta con todas aquellas profecías terribles cuando
empezamos á prepararnos para celebrar la inefable
fiesta del nacimiento del niño Jesús? Voy á decíroslo.
Dice el abate Lobry que la Iglesia, como una buena
madre, parece decirnos en estos días : « Pronto los
cielos se abrirán y darán á la tierra el Redentor que
tanto habéis aguardado; se celebrará dentro de po-
cas semanas el dulce aniversario del nacimiento del
2G0 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

Salvador; pero al meditar en su misericordia s u -


prema no debéis olvidar su justicia. Aquél que os
tenderá los brazos desde el pesebre de Belén, son-
riendo con amor, ese es el mismo que después v e n -
drá en el día del juicio á la tierra y fulminará á los
pecadores con su terrible mirada. »
¿ Q u é cosa es el juicio final ? El juicio final, según
el Evangelio, es un terrible cataclismo que ocurrirá
al fin de los tiempos; que destruirá todas las gene-
raciones humanas, las cuales tendrán que presen-
tarse ante el Supremo Tribunal del Soberano Juez.
Es una verdad de fe el creer que fuera del juicio par-
ticular que cada uno de nosotros tendrá que sufrir
inmediatamente después de la muerte, tendrá lugar
un juicio general á la hora en que muera el mundo
entero. El género humano reunido recibirá su última
sentencia, se vaciará el Purgatorio, y todos, vivos
y muertos, nos presentaremos reunidos á oír y á que
todos oigan nuestra definitiva sentencia.
¡ Secretos insondables y misteriosos del Eterno
Dios! Él tiene ocultas las razones de muchas cosas
que el ojo del hombre no puede penetrar, pero sí
comprendemos que el Juicio universal tendrá lugar
para glorificar públicamente, reconocer en el cielo y
en la tierra la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
recibir los homenajes de todas las generaciones que
se han sucedido sobre la tierra y reparar así los i n -
sultos, las blasfemias, los padecimientos atroces que
sufrió el Hijo de Dios cuando bajó á rescatarnos.
Quisiera, hermanos míos, daros una idea, aunque
fuera débilísima, de aquel estupendo espectáculo...
No hay nada comparable en la tierra á lo que suce-
derá entonces. ¿ E n qué podrá compararse el juicio
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 261

más solemne del mundo á la majestuosa y terrible


pompa con que aparecerá á nuestros ojos la Justicia
de Dios?
Y habrá, señales en el sol y en la luna y en las
estrellas, dice Nuestro Señor. ¿Cuáles serán? Estos
astros perderán su equilibrio, se arrojarán los unos
contra los otros y apagarán sus luces; la mar vomi-
tará sobre la tierra los monstruos que encerraban
sus aguas y la tierra se precipitará entre las abiertas
olas del océano; espantosos rayos atravesarán los
aires; temblará el globo sobre sus ejes; saldrán del
sepulcro millares de millones de muertos enterrados
dentro de la tierra desde el principio del mundo ; los
vivos consternados y temblando estarán yertos por
el temor y recelo ele las cosas que sobrevendrán á
todo el Universo. Revestidos los humanos con la
nueva carne de la Resurrección aparecerán por
todas partes como los brotes de inmensa, inconmen-
surable sementera... Y en medio de estos fenómenos
y maravillas de la naturaleza se presentará el Hijo
del Hombre sobre una nube con grande poder y ma-
jestad, etc..
¡ A h , hijos míos! los terrores que han postrado en
tierra á los humanos con el espectáculo anterior se-
rán insignificantes cuando nos encontremos cara á
cara con nuestro Juez Supremo. Veremos entonces
como en un espejo pasar nuestros pecados más re-
cónditos junto con los de nuestros hermanos y cono-
c i d o s . . . ¡Qué vergüenza, qué miedo, qué confusión
la que tendremos en esos m o m e n t o s ! . . .
Pero no, si nuestros pecados han sido ya perdo-
nados, o remos con regocijo las palabras de Nuestro
;

Salvador : — « ¡ V e n i d , benditos de mi Padre! » Y


15.
2J2 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

al mismo tiempo los ángeles allegarán sus escogidos


de los cuatro vientos, desde lo sumo de los Cielos
hasta los términos de ellos (1). Nuestro Señor se
dirigirá á los justos y les dirá : « Poseed el reino que
os está preparado desde el establecimiento del mun-
do; porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve
sed y me disteis de beber; era huésped y me hospe-
dasteis ; desnudo y me cubristeis; enfermo y me vi-
sitasteis; estaba en la cárcel y me vinisteis á ver.
Entonces le responderán los justos y dirán : —
Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de
comer; ó sediento y te dimos de beber? ¿cuándo te
vimos huésped y te hospedamos, ó desnudo y te ves-
timos? ¿cuándo te vimos enfermo ó en la cárcel y te
fuimos á ver? Y respondiendo el rey les dirá : —
E n verdad os digo, que en cuanto lo hicisteis á uno
de estos mis hermanos pequeñitos, á mí lo hicis-
teis. » (2)
Pero, ¿sabemos acaso si no nos tocará oír aquella
terrible sentencia que el Señor dirigirá á los que están
á su izquierda : — « Apartaos de mí, malditos, al
fuego eterno que está aparejado para el diablo y
para sus ángeles : porque tuve hambre y no me dis-
teis de comer, tuve sed y no me disteis de beber;
era huésped y no me hospedasteis; desnudo y no me
cubristeis, enfermo y en la cárcel y no me visitas-
teis... É irán éstos al suplicio eterno y los justos á
la vida eterna! (3)
Para que meditemos en estas verdades en el m o -

(1) San Mateo, cap. X V I , ver. 31.


(-2) San Mateo, cap. X X V , vers. 34 á 40.
(3) San Mateo, cap. X X V , vers. 41 á 43 y 46.
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 203

mentó en que nos preparamos para adorar á Jesús


niño, en Belén, es que la Iglesia nos recuerda que
debemos hacer todo esfuerzo para no incurrir en pe-
cados que pueden sumir nuestra alma en los fuegos
eternos.
San Cesáreo de Arles decía que el que meditase
bien en esta verdad preconizada por los Evangelios,
aunque no comprendiese las demás verdades de las
Santas Escrituras, conocería lo suficiente para sal-
varse, porque no hay nada que pueda impedir que
nos libremos del pecado como el recuerdo constante
del Juicio universal.
« Á ti las alabanzas, á ti la gloria, ¡ oh Dios! fuente
de todas las misericordias, decía san Agustín. Mien-
tras más desgraciado era, Señor, más te acercabas á
mí. ¡ Antes de mi conversión me tendías sin cesar
la mano para retirarme del lodo y purificarme, y yo
lo ignoraba! Lo único que me hacía acordarme de
ti desde el abismo en donde me habían arrojado las
pasiones era el temor de la muerte y la de tu Juicio
futuro. » (1)
Tengamos, pues, hijos míos, constantemente el
recuerdo del terrible Juicio final; no lo olvidemos
nunca, y os aseguro que pecaremos poco. Las tenta-
ciones pueden asaltarnos pero las venceremos con
facilidad si el terrible momento en que Dios nos pe-
dirá cuenta de nuestras culpas, se nos presenta al
mismo tiempo. Con frecuencia tendremos que luchar
á brazo partido con las pasiones ; es áspero y difícil
el camino que nos conduce al Cielo, sendero que
empieza en Belén y termina en el Calvario, pero más

(i) Confesiones, lib. V I , cap. X V I .


264 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

áspero será oír aquellas espantosas palabras de Dios


Nuestro Señor : ¡Apartaos de mí, malditos, al fuego
eterno!...

II

— Mientras que enganchan el coche y ensillan los


caballos para ir á pasear, dijo el sacerdote, ven-
gan ustedes acá que quiero explicarles algo acerca
de la palabra Adviento. Esta palabra viene de la la-
tina advenius, — llegada ó advenimiento, — y hoy,
el primer domingo de Adviento, empieza el año l i -
túrgico de la Iglesia, porque se prepara ésta á cele-
brar la llegada ó nacimiento de Nuestro Señor J e s u -
cristo. San Bernardo nos dice que hay tres adveni-
mientos de Nuestro Redentor en el m u n d o : 1.° Su
nacimiento; 2.° Su último advenimiento como Juez
al fin de los s i g l o s ; 3.° Su advenimiento eucarístico
como alimento en el Santísimo Sacramento del Altar.
Según graves doclores, la institución del adveni-
miento data desde los primeros siglos de la Iglesia.
E n un principio en que todo era más rígido constaba
de seis semanas, después de cinco y por último de
cuatro. La Iglesia no nos pide tanto penitencias exte-
riores cuanto preparaciones interiores. Nuestro Señor
derrama sus gracias sólo sobre aquéllos que desean
obtenerlas ; si deseamos ardientemente recibir la luz
veremos c l a r o . . .
El primer domingo de Adviento es aquel que está
más cerca del día de san Andrés, sea antes ó des-
pués. Antiguamente en Francia llamaban el Adviento
Cuaresma de San Martín, porque empezaba desde el
día de san Martín, 44 de noviembre, y se contaban
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 265

los domingos retrogradando de manera que el pri-


mero de Adviento era el más próximo á Navidad.
— Doctor, dijo uno de los circunstantes, esta ma-
ñana citó usted á san Cesáreo de A r l e s ; ¿quién era
él?
— Fué uno de aquellos santos instruidos, de
grandes virtudes y gran ciencia teológica, cuyas
obras aun se leen y se comentan. Floreció al fin del
siglo quinto y principios del sexto. Fué obispo de
Arles durante cuarenta años; combatió el arrianismo,
supo hacerse respetar de los reyes visigodos A l a 1

rico II y Teodorico, presidió los Concilios de su


época y dejó escritos muchos sermones, entre los
cuales brillan los que tratan de la gracia y el libre
arbitrio. Había suplicado á Nuestro Señor que se lo
llevase el día de san Agustín, de quien era m u y
devoto; murió el día antes, el 27 de agosto, ya casi
al empezar el siguiente, y celebran su fiesta con
gran pompa en el obispado de A r l e s . . .
E n aquel momento avisaron que era hora de par-
tir y todos se pusieron en marcha.
Después de pasar el resto del día en la hacienda
vecina, en donde los recibieron con grandes demos-
traciones de cariño, — pues esta familia era en ex-
tremo apreciada y querida en donde quiera que se
presentaba, — regresaron con la tarde, comieron y
salieron á contemplar el sol poniente desde la gale-
ría en donde acostumbraban reunirse.
E l sol se hundía en medio de un campo rojo que
parecía de sangre, atravesado por listas color de oro
y dividido de trecho en trecho por zonas azules en
unas partes y moradas en otras.
— Pensaba yo al ver el cielo, cómo se presentará
2G6 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

y con qué señales amenazadoras el día del Juicio,


dijo uno de los concurrentes. ¡ Qué espectáculo será
aquel tan espantoso, y sin duda todos los que eslén
vivos entonces se morirán de miedo, de espanto, de
horror!
— Pero para resucitar inmediatamente, contestó
el sacerdote...
— ¡ De v e r a s ! . . . ¡ Y cómo estará de lleno el globo
•de gente!
— No cabrán sobre la tierra las generaciones.

S E G U N D O DOMINGO DE A D V I E N T O .

He aquí el Evangelio que leyó el doctor después


de decir Misa en « E l Encinar » :

San Mateo, cap. XI, vers. 2 á ¡0.


« Y como Juan (el Bautista), que en aquel tiempo
estaba en la cárcel, oyese hablar de las obras de
Cristo, envió á dos de sus discípulos que le dijeron :
— « ¿Eres tú el que ha de venir ó esperamos á
otro? » Y respondiéndoles Jesús, les dijo : — « I d
y contad á Juan lo que habéis oído y visto : los ciegos
v e n ; los cojos andan; los leprosos son limpiados!; l ° s

sordos oyen; los muertos resucitan, y á los pobres


les es anunciado el Evangelio, y bienaventurado el que
no fuere escandalizado en mí. » Y luego que ellos se
fueron comenzó Jesús á hablar de Juan á las gentes :
— « ¿Qué salisteis á ver al desierto? les decía, ¿una
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 267

caña movida por el viento? pero, ¿qué salisleis á


ver? ¿Acaso un hombre vestido de ropas delicadas ?
Mas los que visten ropas delicadas en casas de reyes
están. ¿Qué salisteis á ver? ¿ U n profeta? Ciertamente
os digo, y aun más que profeta. Porque éste es de
quien está escrito : « He aquí que yo envío delante
de li mi Ángel, el cual te prepara el camino. »

Hoy, hermanos míos, dijo el sacerdote á los que le


escuchaban, se celebra también una de las fiestas
que la Iglesia se goza en festejar con mayor solem-
nidad para dar culto á la Santísima Virgen, fiesta
popularísima en todo el mundo desde hace más de
ocho siglos. Es cierto que no hace cincuenta años
que Su Santidad Pío I X hizo publicar solemnísi-
mamente la definición dogmática de la Inmaculada
Concepción de María, pero esto no significa que este
dogma dejara-de estar en el espíritu déla Iglesia casi
desde los primeros tiempos del Cristianismo. Las
personas que pretenden ver en la fiesta un dogma
nuevo, lo hacen por ignorancia ó por mala intención.
Se halla memoria de ello en la Iglesia griega, la cual
celebraba una fiesta dedicada á la Concepción de la
Santísima V i r g e n , que llamaban de sillipsis. San
Anselmo de Cantorbery, que floreció á mediados del
siglo xi en Inglaterra, mandó que se celebrase en las
iglesias de su arzobispado; un siglo después, san
Bernardo, en una carta habla de que en la ciudad de
León había costumbre de festejarla; ya en el siglo xiv
muchas iglesias de Roma hacían otro tanto, y Sixto IV
fomenta el uso de celebrar la Concepción Inmaculada
de María en las iglesias de Italia, y, por último, Cíe-
268 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

mente X I , al principiar del siglo xvm, la incluyó


entro las fiestas que la Iglesia manda celebrar con
toda pompa. Clemente X I I , solicitado por Carlos I I I ,
erigió en patrona de España é Indias á María Santí-
sima en su Inmaculada Concepción.
E n cuanto al dogma, el Concilio de Trento declara
que aunque todos los hijos de Adán nacen mancha-
dos con el pecado original, no así la Madre de Nues-
tro Señor Jesucristo, que no fué comprendida en
aquel decreto del Altísimo, y prohibe que se predique
lo contrario. Así, pues, desde entonces podría de-
cirse que la Inmaculada Concepción de María era una
creencia católica casi universal. Varios decretos de
Cortes y de los Reyes de España condenan á destierro
á los que rehusen confesar públicamente que creían
en ese misterio.
Cuando los Reyes Católicos sitiaban á Granada,
mandaron erigir un altar en la nueva ciudad de S a n -
tafé á la Virgen María en su Inmaculada Concepción,
é hicieron voto de que si entraban en la ciudad mu-
sulmana, dedicarían la principal mezquita de los
moros granadinos á María concebida sin mancha,
voto que cumplieron cuando entraron triunfantes en
Granada.
Desde fines del siglo xvi los doctores de la Sorbo-
na, — la famosa Universidad de París, — declara-
ron que ellos miraban como punto de la fe la Inmacu-
lada Concepción de María, y decretaron que no sería
admitido en la Universidad quien así no lo declarase.
Y a Sixto IV había concedido Misa con octava y rezo
en la fiesta de la Concepción de María, y muchos
Papas, Pío V , Alejandro V I I , Inocencio X , Clemen-
X I I I , etc. confirmaron aquellos decretos, concediendo
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 269

indulgencias, etc., etc., en esa fieáta del Catoli-


cismo.
La imagen de la Concepción de María se represen-
ta, como dice san Juan en el Apocalipsis : « Apareció
en el cielo un gran prodigio : una mujer vestida del
sol, y la luna debajo de sus pies, y en su cabeza una
corona de doce estrellas. » Visión es ésta que se ha
creído tiene relación con la purísima Concepción de
María.
Veamos ahora, hijos míos, algo de lo que nos dice
el Evangelio de hoy : San Juan Bautista estaba en
aquel tiempo en la cárcel. Herodes lo tenía preso
porque el Santo se había atrevido á echar en cara al
rey su vida escandalosa, pero se le permitía que
lo viesen y hablasen con él algunos de sus discípu-
los. Indudablemente no fué para persuadirse él
mismo de la divinidad de Jesús que mandó á sus
amigos que fueran á hacer aquellas preguntas, sino
para que ellos lo comprendieran así. La Iglesia quiere,
en este santo tiempo de Adviento, que oigamos al
mismo Jesús contestar á estas palabras : — « ¿Eres
tú el que ha de venir? » A lo cual responde el mismo
Mesías enumerando los milagros que ha efec-
tuado.
Los judíos esperaban la venida de un Salvador, de
aquél que los había de libertar de las tinieblas de la
ignorancia y de la esclavitud de Satanás. Muchos pro-
fetas habían anunciado su venida, y y a , desde que el
Creador arrojó á nuestros primeros padres del pa-
raíso terrenal, los había consolado diciéndoles que
una mujer quebrantaría la cabeza de la serpiente
infernal.
Nuestro Señor señala á los discípulos de J u a n , entre
270 S O L E D A D A C O S T A DE S A M P E R .

otros prodigios que son prueba de su divinidad, que


se le ha anunciado el Evangelio á los pobres; ¿sabéis
qué significa eso? Eso quiere decir que antes de la
venida del .Salvador á la tierra nadie se había ocu-
pado de los pobres, de los pequeños, de los que s u -
fren; mientras que É l , al contrario, no solamente
quiso nacer como el más desdichado y más pobre,
sino que durante todo el tiempo que pasó en el
mundo, sin cesar protegió á los desgraciados, am-
paró á los débiles y mandó expresamente que se
amara á los pobres.
Cuando partieron los discípulos de J u a n , Nuestro
Señor se quedó-con los suyos y se puso á elogiar al
Bautista y lo declara Ángel enviado por Dios á
anunciar la próxima venida del Salvador y prepa-
rarle el camino. Sepamos nosotros también preparar
nuestra alma para la próxima llegada del divino Niño
Dios que va á nacer en la tierra.
¡ O h ! hermanos míos, ayudadme á i n v o c a r á Jesús
para que inspire esa buena voluntad que necesitamos
para recibirle debidamente. ¡ O h ! Jesús, vos sois
Aquel que debe venir y que aguardamos con amor.
Somos ciegos, venid á darnos l u z ; somos cojos, venid
á darnos fuerza; la lepra del pecado nos cubre, venid,
Señor, y dignaos purificarnos; no hemos querido es-
cuchar vuestra dulcísima voz, ¡ oh-! volvednos el oído,
sacadnos de la tumba en donde nos han sepultado
nuestros pecados; somos pobres y abandonados, v e -
nid, Jesús, venid á instruirnos y consolarnos y á
mostrarnos el camino que nos llevara al cielo. —
Amén.
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 271

II

Como era 8 de diciembre se habían puesto bande-


ras blancas y azules, no solamente en las puertas
principales de la hacienda, en honor de la Concep-
ción, sino que también en un alto detrás de la casa,
el cual se distinguía desde muy lejos ; se reunieron
todos en la sala mientras que llegaban los con-
vidados.
— ¿Saben ustedes, dijo el capellán, qué significa
aquella palabra Aleluya con que la Iglesia demues-
tra su alegría particularmente en tiempo de Pascua?
•— Según he visto en el Diccionario de la lengua
castellana, Aleluya es una palabra hebrea que signi-
fica Alabad con jubilo á Jehová.
— Hace pocos días, contestó el sacerdote, leía yo
un artículo sumamente erudito sobre la materia, e s -
crito por el sabio abate francés Antonio Ricard. De
paso les diré que este abate es una de las glorias
del clero francés : ha escrito muchísimas obras sobre
teología. Su obra en 12 volúmenes, llamada Los doce
meses santificados por la oración, sus Biografías y
otras de menos aliento, son muy populares en Fran-
cia y se han hecho de ellas varias ediciones. Tradujo
con singular maestría las obras completas de San
Luis Gonzaga y La Iglesia y la civilización, del
Santo Padre León X I I I , y otras de diferentes l e n -
guas, pues no solamente es teólogo sino lingüista de
mérito.
Pero volviendo al Aleluya, dice el abate Ricard
que toda palabra como todo ser humano tiene su his-
toria. La primera parte de esta palabra Alelu s i g n i -
272 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

fica en hebreo alabanzas y alegría, y la segunda


Jah (ya), es uno de los nombres de Dios, que quiere
decir El que da el ser. Los judíos cantaban Aleluya
todos los años cuando inmolaban el Cordero pascual.
Tobías decía que en la Nueva Jerusalén se oiría este
cántico por todas partes. Los cristianos han conser-
vado la palabra en la liturgia. San Epifanio dijo que
el primero que pronunció aquella, palabra fué el pro-
feta Ageo cuando vio que se empezaba á construir el
templo de Jerusalén. San Agustín elogia la costumbre
que había en su tiempo, y que se conservaba desde la
antigüedad, de cantar el Aleluya. Varios padres d é l a
Iglesia dicen en sus escritos que los marineros, los
campesinos y los guerreros cantaban ese cántico en
el momento de llegará algún puerto, de concluir sus
tareas y de entrar en batalla. Los primeros cristianos
prodigaron el Aleluya no solamente en épocas de ale-
gría sino también de tristeza y en los entierros de
personas notables.
Se cree que fué introducido en la liturgia de la
Iglesia por el papa Dámaso, otros dicen que por san
Gregorio el Grande, que la tomó de la Iglesia g r i e g a ,
pero parece que no fué así, sino que este Papa man-
dó que la cantasen todo el año, y no solamente en la
Pascua, corno se usaba hasta entonces.
La Iglesia ha conservado esta palabra hebrea en el
Santo Sacrificio de la Misa para que en ella se oreen
las tres lenguas que sirvieron de mote á la cruz del
Salvador : hebreo, griego y latín.
Aleluya! Aleluya! oía cantar el Apóstol San Juan
en el Cielo en aquellas visiones proféticas que encon-
tramos en el Apocalipsis : La salud, cantaban los
ángeles, y la gloria, y el poder es á nuestro Dios!...
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 273

Aleluya, y el humo de ella sube en los siglos de los


siglos... Y oí como voz de mucha gente y como ruido
de muchas aguas, y como voz de grandes truenos que
decían : ¡Aleluya! porque reinó el Señor Nuestro
Dios, el Todopoderoso. (1)
E l padre Lebrón (2) dice que las dos Aleluyas que
se cantan antes y después de la epístola en la Misa,
la una se considera como una exhortación para ala-
bar á Dios y la segunda como una explicación llena
de gozo y alegría de todo el pueblo de Dios. Se omite
la Aleluya en las épocas de tristeza en la Iglesia, á
saber : desde el domingo de Septuagésima hasta el
Sábado Santo; en las misas de las Témporas de Sep-
tiembre, de la feria durante el Adviento y las víspe-
ras de las fiestas en que se ayuna, exceptuando la
víspera de Pentecostés y de Pascua, cuya misa se ce-
lebraba antiguamente durante la noche; y por último
en la fiesta de los Santos Inocentes, cuando no cae
en domingo.
La generalidad de las gentes no cae en cuenta ni
cuándo se suspende el canto del Aleluya ni cuándo
se empieza á cantar de n u e v o ; esto no debería ser,
pues es un deber sagrado de todos los católicos poner
cuidado en las ceremonias de la Iglesia, que todas
significan algo y nos deberían interesar.
— Tiene usted razón, doctor, dijo el dueño de casa,
y no hay nada que pruebe más la ignorancia y la es-
tupidez de una persona como la indiferencia con que
ve pasar an.te sus ojos las cosas sin importarle lo
que significan.

(1) Apoc. X I X , vers. 1, 2. 6.


(2) Explicación de las ceremonias de la Misa.
274 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

— Usted ha hablado como un Padre de la Iglesia,


dijo sonriendo el sacerdote; eso mismo decía san
Anselmo de Cantorbery en sus célebres Meditaciones.

PRESENTACIÓN

DE MARÍA E N E L TEMPLO

¡ M i r a d aquella n i ñ a
Q u e , apenas de tres a ñ o s ,
D e s p r e c i a los e n g a ñ o s
Del mundo adulador ;
Y de su h o g a r tranquilo
S u paso firme a l e j a ,
Y de sus p a d r e s d e j a ,
L a vista y el a m o r !

S u inteligencia p u r a , —
Q u e siempre en l a i g n o r a n c i a
D e la inconsciente i n f a n c i a
S e tiene en esa e d a d , —
C o n p r e m a t u r a fuerza
S e desarrolla en e l l a ,
Brillando c o m o estrella
Su angélica piedad.

A l t e m p l o , ante el S a n t u a r i o
D e l sacerdote s u m o ,
C u a l del incienso el h u m o ,
S e viene 4 p r e s e n t a r ;
Y de sus m a n o s t o m a ,
C o n indecible a n h e l o ,
E l b l a n c o y l a r g o velo
D e v i r g e n del a l t a r .

D o c e a ñ o s se transcurren
D e celestial s e r v i c i o ,
T r a s del s a g r a d o oficio
S u s m a n o s v a n en p o s ;
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA.

E s l a oración constante
Su d i c h a e n c a n t a d o r a ,
A u n q u e el destino i g n o r a
Qué le reserva D i o s .

¡ O h V i r g e n ! ¡ oh T e s o r o
D e l r e n o m b r a d o templo !
¡ C u a n g r a n d e fué tu e j e m p l o !
i C u a n vivido tu ardor !
T ú fuiste la primera
D e las doncellas p u r a s
Que al D i o s de las alturas
S e e n t r e g a n con a m o r .

E l orbe sorprendido
L a s m i r a por m i l l a r e s
D e j a r sus patrios l a r e s ,
Su g o c e m u n d a n a l ;
Y h a l l a r en cruz a u s t e r a
Y en sacrificio ansioso
P o r siempre al dulce E s p o s o
D e tu a l m a v i r g i n a l .

L a s c o m p a d e c e el m u n d o
Porque m e n g u a d o i g n o r a
L a dicha a r r o b a d o r a
D e la celeste u n i ó n ;
M a s tú la i n a u g u r a s t e ,
¡ O h a n g e l i c a l María !
Y en tu inefable vía
T e s i g u e el c o r a z ó n .

P r e s é n t a l a s | oh M a d r e !
Con amorosa mano,
Á tu Hijo S o b e r a n o ,
T u D u e ñ o y tu S e ñ o r !
Y q u e , al vestir tu v e l o
Y a n d a r tras de tus h u e l l a s ,
T a m b i é n c o n s i g a n ellas
T u inmarcesible amor.
BERTILDA SAJIPER
276 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

T E R C E R DOMINGO D E A D V I E N T O .

Como todos los domingos anteriores, el cele-


brante leyó el Evangelio del día á sus oyentes.

San Juan, cap. I, vers. 19 á 28.


« E n aquel tiempo los judíos de Jerusalén enviaron
sacerdotes y levitas para que preguntasen á. J u a n :
— ¿ Quién eres ? Él lo confesó, y no negó, y lo v o l -
vió á confesar. — Y o no soy el Cristo. — ¿ Quién
eres, pues ? le preguntaban. — ¿ Eres Elias ? — No,
dijo él. — ¿ Eres profeta? — No, les respondió.
Oyendo esto, le dijeron: — Dinos, pues, quién eres,
para que podamos responder á los que nos han e n -
viado; ¿ qué es lo que dices de ti mismo ? Entonces
les respondió : — Y o soy la voz del que clama en el
Desierto; enderezad el camino del Señor, como dijo
Isaías profeta. Y los que habían sido enviados eran
de la secta de los fariseos. — Entonces le hicieron
una nueva pregunta : — ¿ Por qué bautizas, le dije-
ron, si no eres ni el Cristo, ni Elias, ni profeta?
Juan les respondió, diciéndoles : — Y o no adminis-
tro más que un bautismo de a g u a ; pero hay en medio
de vosotros uno á quién no conocéis. Este es el que
debe venir después de mí, que es antes que y o , y del
que yo no soy digno de desatar la correa de su c a l -
zado. — Estas cosas pasaron en Bethania, del otro
lado del Jordán, en donde bautizaba J u a n . »
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 277

Cuando el buen sacerdote acabó de leer el E v a n -


gelio, d i j o :
— Hermanos míos, antes de ocuparme del E v a n -
gelio que os acabo de leer, quiero daros algunas ex-
plicaciones acerca de las Témporas, días de ayuno
que tendrán lugar el próximo miércoles, viernes y
sábado, antes del cuarto domingo de xVdviento. Estos
ayunos fueron instituidos por el papa Calixto I, en
el siglo I I I , para celebrar la entrada de cada esta-
ción : así en este año las ha habido en marzo, en junio,
en septiembre y ahora en diciembre (el 18, 20 y 21).
El objeto de ellas es dar gracias á Dios por los bene-
ficios recibidos; suplicarle nos conserve los frutos
de la tierra, y pedirle que los ministros de la Iglesia,
que en estos tiempos consagran los obispos, resul-
ten sacerdotes dignos del ministerio eclesiástico. Y a
sabéis que el Sacramento llamado del Orden es el
sexto de la Iglesia, y se llama Orden por los grados
que lo distinguen, en su mayor ó menor proximidad
al sacerdocio : consta de siete grados, que se reciben
sucesivamente: el Ostiariato, el Leclorato, el Exsor-
ciscato y el Acolitato, que son las órdenes menores,
siendo las mayores el Subdiaconato, el Diaconato y
el Sacerdocio.
Veamos ahora el Evangelio de hoy y meditemos
en las palabras dichas por el Precursor á los envia-
dos de los judíos. Era el hijo de santa Isabel y de
Zacarías un niño maravilloso desde antes de nacer.
Como recordaréis, la Virgen Santísima santificó con
su presencia al niño desde que éste estaba en el seno
de su madre, y tuvieron lugar grandes milagros
antes y después de su nacimiento. Aunque era hijo
del gran sacerdote Zacarías, y tenía, por consiguiente,
1G
278 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

brillante posición entre los judíos, J u a n , desde su


más tierna edad, se retiró al desierto, en donde se
preparó, ayunando y haciendo penitencia, para des-
empeñar su misión de Precursor de Cristo. Iban las
muchedumbres á escuchar sus predicaciones y á re-
cibir el bautismo en las aguas del Jordán, en cuyas
márgenes subsistía; á todos predicaba que hiciesen
penitencia y preparasen así las vías del Señor : Pa-
rale viam Domini.
Siempre alertas los Fariseos y los Escribas, y des-
contentos con toda influencia que no partiera de ellos
mismos, quisieron saber quién era, ó quién decía
que era aquel predicador: — ¿ Eres el Cristo ? le
preguntaron. — ¿ E r e s Elias ó algún profeta? — No.
— ¿ D i n o s , pues, quién eres? Y entonces el Bautista
dio á entender que no era sino el anunciador, el pre-
cursor de uno que estaba en medio de ellos y aun
no conocían.
Nuestro Señor Jesucristo no había empezado aún su
predicación, pero J u a n , que, como sabemos, era su
pariente y su amigo, debió de haber visto ya los
prodigios de Aquél que se preparaba ya para salir á
evangelizar á los pobres, curar los enfermos y balda-
dos y resucitar los muertos. Dios se había dignado
dejarse conocer de J u a n , el santo, el humildísimo
solitario del Desierto, porque el Señor sabe siempre
premiar al humilde y se aparta del orgulloso.
Sí, hijos míos, recordadlo bien, el Señor Jesús, no
se deja ver del soberbio sino del que se humilla, no
se presenta á los ojos de los que se consideran unos
dioses, unos portentos, sino de aquellos que recono-
cen que si tienen virtudes, talentos, cualidades físi-
cas y morales, todo aquello lo deben á Dios y nada á
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 273

sí mismos. Jesús atrae á los pobres, los abraza, les


comunica su gracia, y , por último, los lleva consigo
á las moradas eternas.
Sin embargo, son poquísimos los humildes en el
mundo, pues no lo son siempre aquellos que así se
manifiestan exteriormente : — ¿Creéis hallar esta
cualidad entre la gente al parecer piadosa ? — N o ,
¡ cuántos hipócritas hay que transitan por las vere-
das del mundo, bajo una capa de virtud, que no tie-
nen realmente 1 ¡ Cuántas humildades insidiosas que
no solamente aceptan y tratan de impedir que se
tenga de ellas una falsa opinión en ventaja suya,
sino que procuran llamar la atención hacia las v i r -
tudes falsas! ¡Cuántas artificiosas que parecen re-
chazar ciertos elogios para hacer que éstos recaigan
con más fuerzas sobre ellas! ¡ Cuántas humildades
orgullosas! Aunque esto parezca imposible es la ver-
dad, pues hay personas que se ponen el antifaz de la
humildad para encubrir estupendas vanidades. La
vanidad es la pasión más ingeniosa, y sabe reves-
tirse de todos los ropajes para ocultar sus defectos, y
con frecuencia toma el de la humildad. Manifiéstanse
algunos humildes para recibir elogios ; quieren tener
la gloria de la humildad, y fingen despreciarse á sí
mismos para despertar la estimación de los demás.
Ha;> cien especies de humildades falsas y sólo una
verdadera : San Juan Bautista nos da el ejemplo de
ésta, es decir, de aquélla que se encuentra en el c o -
razón y no en la apariencia ; la que reconoce no p o -
seer ningún mérito personal, y no la que busca los
elogios ; la que no mendiga el favor de los hombres
y poco le importa estar privada de alabanzas; aquélla,
en fin, que sin temer los juicios que podían hacer
280 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

de ella los prójimos, se humilla voluntariamente y


sólo se ocupa de los juicios de Dios. (1)
Pero volviendo á lo que acabamos de leer, voy á
explicaros una cosa que quizás no todos habéis com-
prendido, y es esto : ¿Por qué los escribas y los
fariseos preguntaron al Bautista si él era Elias? El
profeta Elias vivió como novecientos años antes de
Nuestro Señor Jesucristo, en el reinado de Acab, rey
de Israel, cuyos crímenes y los de su mujer Jesabel
produjeron grandes desgracias al pueblo de Israel.
El profeta Elias, indignado con Acab y su mal ma-
nejo, se retiró á un desierto, en donde los cuervos
lo alimentaban. Multiplicó después el aceite y la
harina de una viuda que le había dado hospitalidad;
resucitó á su h i j o ; confundió á una multitud de falsos
profetas que se habían levantado en el monte Car-
melo, y , por último, fué arrebatado vivo al Cielo,
dejando su manto y el don deprofecía á Eliseo. Cua-
trocientos años después, el último de los profetas de
Israel, Malaquías, anunció que antes déla venida del
Mesías bajaría de nuevo al mundo el profeta Elias :
— « He aquí, dice, yo os enviaré el profeta Elias,
antes que venga el día grande y tremendo del Señor. »
Los doctores de la Ley, los fariseos y los escribas
conocían esa profecía, y como sabían que se acercaba
la hora en que debería bajar el Mesías, por eso man-
daron proguntar al.Bautista si él era Elias. Él con-
testa que no lo era, pues según los teólogos y Padres
de la Iglesia, san Juan era la figura del profeta an-
tiguo ; lo representaba en la tierra; poseía las mismas
virtudes; vivía, como él, en el desierto; manifes-

(I) El Cardenal de la L u z e m e .
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 281

taba el mismo celo y hacía penitencia como Elias,


pero no era la persona del profeta, pues evidente-
mente la profecía de Malaquías se refiere á la se-
gunda y última venida de Nuestro Señor Jesucristo
á la tierra. El ángel san Gabriel, cuando anunció á
Zacarías el próximo nacimiento de su hijo, le dijo :
— « Y tendrás gozo y alegría, y se gozarán muchos
en su nacimiento... Y á muchos de los hijos de Israel
convertirá al Señor su Dios, porque É l irá delante de
ellos con el espíritu y virtud de Elias, para con-
vertir los corazones de los padres á los hijos y los
incrédulos a l a prudencia de los justos, para aparejar
al Señor un pueblo perfecto. » (1)
Los discípulos de Nuestro Señor le preguntaron
una vez : — ¿« Por qué dicen los Escribas que
Elias debe venir primero? (que el Mesías). Y él res-
pondió y dijo : — Elias en verdad ha de v e n i r ; res-
tablecerá todas las cosas. Mas yo os digo que ya vino
Elias, y no le conocieron, antes hicieron con él cuanto
quisieron. Así también harán ellos padecer al Hijo
del hombre. Entonces entendieron los discípulos,
quede Juan el Bautista les había hablado. » Empero,
según algunos expositores de las Santas Escrituras,
evidentemente Jesucristo distingue aquí dos Elias :
el uno, que ya vino en figura y en espíritu, (2) y el
otro, que debe venir en cuerpo y alma al fin de los
tiempos.
San Juan dijo quo no era profeta, porque el profeta
anuncia los acontecimientos venideros, mientras que
él aseguraba lo presente y decía que el Mesías estaba

(1) San Lucas, cap. I , vers 14-16-17.


(2) San Mateo, cap. V I I , vers. 10 á 13.
16.
m SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.
en la tierra, en medio de ellos. Pero Nuestro Señor
vuelve por la gloria del Precursor cuando dice que
es más que profeta, para probar que los que se g l o -
rifican serán humillados, y los que se humillan serán
exaltados.
Lo que el Bautista decía á los judíos, á saber :
que el Mesías estaba en medio de ellos y no lo c o -
nocían, eso mismo podríamos decir á los cristianos
de los tiempos presentes : tenéis á vuestro Salvador,
á vuestro Dios en medio de vosotros, y sin embargo
no lo conocéis, no lo honráis, no lo adoráis. Pero no
es á vosotros á quien podría acusar de esto, pues no
dudo, hijos míos, que trabajáis sin cesar en la grande
obra de vuestra santificación para poder ir después
á reuniros en el Cielo, como hoy os halláis en este
estrecho recinto. — A m é n .

C U A R T O DOMINGO DE A D V I E N T O

Concluida la misa, el capellán leyó lo siguiente :

San Lucas, cap. III, vers. 1 á 6.


& Y en el año decimoquinto del Imperio de Tibe-
rio César, siendo Poncio Pilato Gobernador de la
Judea, y Herodes Tetrarca de Galilea, y su hermano
Filipo Tetrarca de Iturea y de la Provincia de T r a -
chonite, y Lysanias, Tetrarca de A b i l i n a ; siendo
Príncipes de los Sacerdotes Anas y Caifas, vino p a -
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 233

labra del Señor sobre Juan, hijo de Zacarías, en el


desierto; y vino por toda la región del Jordán pre-
dicando bautismo de penitencia para remisión de pe-
cados, como está escrito en el libro de las palabras
de Isaías Profeta : — Voz del que clama en el de-
sierto : aparejad el camino del Señor : haced dere-
chas sus sendas : todo valle se henchirá : y todo
monte y collado será abajado : y lo torcido será en-
derezado, y los caminos fragosos allanados y verá
toda carne la salud de Dios, -o

Concluida la lectura se dirigió á sus oyentes :


Como habréis notado, hermanos míos, el santo
Evangelista que escribía cuando aún existían m u -
chos de los que habían presenciado los hechos que
narraba, tiene cuidado de fijar la fecha exacta y los
lugares en donde estuvo y predicó el Bautista. Y en
aquellos tiempos no hubo escritor ninguno — y los
había entre los judíos y los romanos de la época —-
que se atreviese á negar los hechos que aseguran los
Evangelistas. No ha sido sino al cabo de los siglos
que los enemigos del Cristianismo han osado poner
e;i duda lo que escribieron los discípulos de Nuestro
Señor Jesucristo.
Y no se crea que los hechos que refieren los Evan-
gelios fueron escritos por ellos no m á s ; cítanlos y
coméntalos y amplíanlos contemporáneos suyos
como san Clemente (que murió antes de san Juan
Evangelista), san Ignacio y san Policarpo, y en la
siguiente generación, Tertuliano, etc., hablan de los
Evangelios así como de las obras de los que ya cita-
mos como acordes en todo unos con otros.
284 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

Veamos ahora lo que acabo de leeros : Y vino pa-


labra del Señor sobre Juan, hijo de Zacarías, en el
desierto. ¿Qué hacía allí ese joven solitario? Prepa-
rábase para cumplir su ministerio y aguardaba que
el Señor, que le había inspirado su retiro, le a n u n -
ciara que había llegado la hora de dirigir la palabra
á los hombres. ¿ Q u é enseñanzas sacaremos de esto?
Claro está que Dios no inspira á los que tienen
alguna misión visible en el mundo lo que deben
hacer sino después de haber pedido su auxilio á la
Divina Providencia, y después de prepararse debi-
damente para llevarla á cabo.
Y no creáis que sólo los sacerdotes, los misio-
neros, los escritores públicos, tienen la misión de
predicar al pueblo; todos, sin excepción alguna,
tenemos el deber de dar instrucción al que no sabe :
unos lo harán con la palabra ó con la pluma, pero
todos debemos hacerlo por medio del ejemplo. T o -
dos hemos nacido con alguna misión sobre la tierra,
y debemos pedir á Dios que nos abra los ojos y nos
la señale; al uno le mandará que ejecute grandes
cosas, al otro humildísimas; cada uno en su esfera
ha nacido para alabar á Dios y hacer el bien á su
prójimo. Decía el apóstol san Pablo : Cada uno
tiene de Dios su propio don, el uno de una manera
y el otro de otra... Cada uno como Dios le haya re-
partido, y cada uno como Dios le haya llamado, así
ande... Cada uno en la vocación en que fué llamado
en ella permanezca. (i)
Sin cesar oímos quejas de los malos empleados
públicos, del desorden en los negocios, la ociosidad

(1) Corintios, cap. V I I , vers. 7-17-20.


DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 285

de los unos y el descuido de los otros; ¿de dónde


proviene esto? De que pocas personas tienen cui-
dado de examinar su conciencia y de tratar en todos
los estados de obrar con arreglo á los mandamientos
de la ley de Dios y á lo que ha ordenado, de manera
que todos debemos de hacer el bien al prójimo en
todas las situaciones de la vida.
Y vino (el Bautista) por toda la región del Jordán
•predicando bautismo de penitencia para remisión
de pecados. E l primer objeto de la predicación del
Precursor era aconsejar la penitencia. Por la peni-
tencia se llega á Dios; es preciso empezar por puri-
ficarse para ser amado del Señor délos Cielos. Según
el profeta Isaías, es preciso preparar los senderos
rectos para que Dios Nuestro Señor transite por
ellos. El Bautista decía á las turbas que iba á que
las bautizase : — « Raza de víboras, ¿quién os mos-
tró á huir de la ira que ha de venir? Haced, pues,
frutos de penitencia y no comencéis á decir : — Te-
nemos por padre á Abraham; porque os digo que
puede Dios de estas piedras levantar hijos á Abra-
ham. ¡> (2) También les decía : se abatirán todas
las montañas y todas las colinas; es decir, que
todos los orgullosos que trataran de elevarse sobre
los demás serían humillados; que se arrojaría por
tierra el orgullo del nacimiento, el orgullo del
rango, el orgullo del poder, el orgullo cíela riqueza,
el orgullo del talento, de la sabiduría, de las cuali-
dades morales y físicas y aun de las virtudes... todo,
todo lo que hasta entonces se apreciaba debería arro-
jarse al suelo y pisotearse. Decía que se llenarían

(2) San Lucas, cap. III, veis. 7-S.


28G SOLEDAD A C O S T A DE SAMPER.

todos los valles; ¿sabéis lo que eso significaba?


Quería predecir con eso que todos los vacíos de la
vida serían colmados, y que de allí para adelante
cada cual sabría llenar sus deberes y estaría á la
altura de su vocación. Añadía : — Lo que no está
derecho será rectificado, con lo cual daba á entender
quo la humanidad, con la rectitud de sus inten-
ciones, con la sencillez de su fe, caminaría en pos
de Jesucristo, así como significan aquellas e g r e -
siones de que el camino escabroso se hará llano,
que todo lo oscuro y difícil de la existencia humana
se hará claro. Pero también aseguraba que nadie
obtendría todo aquello si no hacía penitencia, si no
se arrepentía de sus pecados. Y venían las gentes
al Bautista y le preguntaban : — Pues, ¿qué hare-
mos? Y él respondiendo les decía :— El que tiene
dos vestidos, dé al que no tiene; y el que tiene que
comer, haga lo mismo. Y vinieron también á él pu-
blícanos para que los bautizase, y le dijeron : —
Maestro ¿ qué haremos ? Y les dijo : — No exijáis
más de lo que os está ordenado. Le preguntaban
también los soldados diciendo :— Y nosotros, ¿qué
haremos ? y les dijo : — No maltratéis á nadie, ni
le calumniéis, y contentaos con vuestro sueldo. (1)
Porque ya está puesta la segur á la raíz de los
árboles. Pues lodo árbol que no hace buen fruto
cortado será y echado al fuego. (2)
Con estas palabras el Bautista predecía la ruina y
dispersión de la raza judaica, que no aceptaría la fe
de Cristo y sería castigada hasta el fin de los tiempos

(1) Saü Lucas, cap. III, vers. 10-11-12-13-14.


(2) Iil. id. ver. 9.
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 2S7

con el destierro y el desprecio, con el odio y la per-


secución.
Permitidme, empero, hijos míos, antes de concluir,
que os hable de la fiesta más tierna, más conmove-
dora que celebra la cristiandad, la que solemniza-
remos dentro de dos días : la N A V I D A D de Nuestro
Señor Jesucristo. E n esta fiesta nos acompaña la
cristiandad entera del mundo, sin distinción de
sectas y partidos; en los palacios y en las chozas,
entre los pobres y los ricos, pocos habrá que no se
regocijen... ¿Tendré necesidad de deciros cómo tuvo
lugar el nacimiento del Niño Dios? Bien sabéis que
como desease César Augusto saber cuántos vasallos
tenía bajo su cetro, mandó que en todas la provin-
cias romanas, es decir, en todo el mundo civilizado
de aquella época, se hiciera un censo, un padrón
general. Era la primera vez que el mandatario ro-
mano ordenaba que se hiciese aquello en la Judea, y
exigía que cada familia debería trasportarse al lugar
de donde era originaria su familia para hacerse ins-
cribir. E l patriarca san José y su esposa la Virgen
Santísima, como eran descendientes del rey David,
á pesar de su pobreza, tuvieron que ir á Belén.
¿Quién no se ha condolido con la situación de aquel
santo matrimonio, que no encontraba un asilo en
que albergarse en la ciudad misma en donde sus
antepasados habían sido reyes? Y después la llegada
al pesebre en el cual al fin tuvieron que detenerse
y asilarse para que María diese á luz al Salvador del
m u n d o . . . todo esto es conocidísimo de vosotros. En
esta fiesta, que ha dicho un escritor que podría lla-
marse la fiesta de las madres, de los niños y de los
pobres, porque á ellos sobre todo vino el Salvador á
288 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

amparar, cada sacerdote puede celebrar tres Misas y


se cantan los cánticos más alegres de la liturgia,
y se entonan aquellas palabras que los pastores oye-
ron cantar á los ángeles del Cielo en el momento en
que bajaba el Hijo de Dios á habitar con los huma-
nos : / Gloria á Dios en las alturas, paz en la tie-
rra d los hombres de buena voluntad!
Volviendo á las tres Misas que dicen los sacer-
dotes el día de Navidad, os diré que antiguamente
acostumbraban decir no una sino varias Misas todos
los días, hasta que la Iglesia lo prohibió, y no dejó
ese privilegio sino para el día de la Navidad de
Nuestro Señor y aquél en que se conmemora á los
fieles difuntos.
Las tres Misas que se dicen el día de Pascua re-
presentan los tres nacimientos de Nuestro Señor
Jesucristo : su nacimiento eterno en el seno de su
Padre; el temporal en el seno de la Santísima Virgen
y el espiritual en el corazón de los justos. Durante
la Misa solemne de media noche se encienden m u -
chas luces para manifestar con ello que en aquel
momento empezó á brillar á los ojos de los humanos
la luz que despide su a m o r ; cuando el celebrante
entona el Gloria in excelsis se tocan todas las cam-
panas, porque aquella fué la hora en que se oyó en
la tierra ese hermoso cántico del cielo.
Hay una falsa idea acerca del lugar en que nació
nuestro Salvador; no fué en un portal, en un pese-
bre, como el que hoy se usa para guardar los caba-
llos, sino en una cueva, excavada en una roca, que
era en donde se resguardaban los ganados en Belén
y fué en donde buscó asilo la Sacra Familia.
Según algunas tradiciones locales de la Tierra
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 289

Santa, el buey y el asno, que representan siempre


al lado del pesebre en que reposa el Niño sobre h u -
mildes pajas, deberían de pertenecer á san José : el
asno había servido para llevar á la Virgen en su
viaje y el buey lo conduciría san José para ven-
derlo, y pagar con el producto de ello el tributo al
César y los gastos del viaje.
E n todas estas cosas enternecedoras por su humil-
dad y pobreza encontraremos, hijos míos, saluda-
bles enseñanzas... Y cuando en la Nochebuena nos
representemos esa escena tiernísima, digámosle al
Niño : ¡Oh, tú Jesús mío, que reposáis sobre las
rodillas de tu madre, te adoro como mi Dios, te amo
como mi hermano y te bendigo como mi Redentor!
¡De aquí parte la luz que ilumina toda doctrina, toda
sabiduría, y por ti la humanidad que perecía en el
pecado ha resucitado á la gracia! ¡ Tu venida ha sido
como un segundo diluvio, pero un diluvio de bendi-
ciones en el cual naufragó la idolatría! A m é n .

II

Aunque hacía muchísimo frío, el día estaba bellí-


simo y despejado, y no bien se hubo desayunado el
capellán cuando salieron todos á pasear por el ca-
mino real.
— He aprendido unos versos de memoria, dijo
uno de los niños; ¿quiere oírlos? se titulan la No-
chebuena.
— Recítalos, hijo, te oiré con g u s t o ; ¿de quién
son?
— De una amiga de mis h e r m a n a s . . . la misma
17
290 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

que compuso los que cantan ellas en la novena.


Empiezo, pues :

NOCHEBUENA

¡ A m a n e c e por fin el d u l c e d í a !
I L a f e c h a del a m o r y l a a l e g r í a !
¡ L a N a v i d a d sin p a r ! . . .
V o y e n t r a n d o á la i g l e s i a á p a s o l e n t o ,
Y c o n d u l c e y feliz r e c o g i m i e n t o
M e postro ante el altar.

M i r o cubierto de f o l l a j e v a r i o
L o s contornos queridos del sagrario,
Y e x h a l a n d o todo é l ,
E n su verde y g e n t i l e x u b e r a n c i a
L a incomparable, rústica fragancia
D e l silvestre l a u r e l .

¿ Y qué hay a l l í ? L a gruta angosta y baja,


C u a l fué l a de B e l é n , l l e n a d e p a j a
D e r r a m a d a en r e d o r . . .
E n el fondo el P a t r i a r c a c o n M a r í a ,
Y en b r a z o s de su M a d r e , ¡ o h a l e g r í a !
E l Niño Redentor.

P r o s t e r n a d o á sus plantas un j u m e n t o ,
P a r e c e calentarle c o n s u aliento
Y á su m o d o decir :
— L o que los h o m b r e s á su D i o s n e g a r o n ,
L o s p o b r e s a n i m a l e s le o f r e n d a r o n ,
V i n i é n d o l o á servir.

¡ O h rústico pesebre de mi D u e ñ o !
E l verte ha sido m i constante empeño,
Tú lo s a b e s muy b i e n . . .
C o m o s i g u e al pastor siempre el r e b a ñ o ,
M i c o r a z ó n a n h e l a todo e l año
L a fiesta de B e l é n .
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA.

¡ C o m o p r e c e d e al príncipe el h e r a l d o ,
E s t e tiempo d i c h o s o de A g u i n a l d o
Te precede, mi rey!
Y a n u n c i a tu c e r c a n o n a c i m i e n t o
L a dura p a j a , el infeliz j u m e n t o ,
E l mansísimo buey.

II

M a s , m i r a n d o en torno m í o ,
C o n t e m p l o la i g l e s i a l l e n a ,
Y el repique último suena
D e los p r i m e r o s en p o s . . .
S e a g i t a n los i n c e n s a r i o s ,
Y de e l l o s , c u a l b l a n c a n u b e ,
E l h u m o al pesebre sube
P a r a a d o r a r á su D i o s .

Exhalan blandos aromas


L a s azucenas y lirios,
Y de los e r g u i d o s cirios
S e ve la lumbre brillar...
P r i n c i p i a la santa m i s a
Y , en silencio a l l í , de h i n o j o s ,
N o d e s p r e n d e m o s los ojos
D e l N i ñ o D i o s y el a l t a r .

M a s . . . ¿ q u é son esos acentos


D e a n g e l i c a l armonía"?
¿ Q u é es esa i n m e n s a a l e g r í a
Q u e en la i g l e s i a o i g o e s t a l l a r ?
¿ L a s panderetas y tiples,
Las bellas voces sonoras,
L o s trinos de aves c a n o r a s
Q u e h a c e el c o r o r e s o n a r V

¡ S o n los dulces villancicos,


T a n bellos y p o p u l a r e s ,
Q u e á m i J e s ú s sus c a n t a r e s
E l e v a n con e m o c i ó n !
SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

¡ S o n las c a n d i d a s p l e g a r i a s
Cuya música, anualmente,
H a c e c o n amor ferviente
Palpitar el c o r a z ó n !

S o n esas m á g i c a s notas
C u y a tierna m e l o d í a
V a i m p u l s a n d o el a l m a m í a
Dulcemente hacia B e l é n . . .
¡Escuchad cómo convidan
C o n irresistible a n h e l o
Á olvidar el triste suelo
P o r las g l o r i a s del E d é n !

A l oír esos acentos


Queridos, encantadores,
C r e e m o s v e r á los p a s t o r e s
Y su inocente f e r v o r ;
Y tal n o s p a r e c e entonces
Q u e esos cánticos sencillos
S o n los dulces c a r a m i l l o s
Q u e t o c a n ante el S e ñ o r .

O l v i d a n d o por c o m p l e t o
L a existencia transitoria,
P a r e c e q u e vibra el Gloria
D e la C o r t e c e l e s t i a l ;
Y á la G r u t a sacrosanta
N o s t r a s l a d a m o s de h i n o j o s ,
Y a c u d e el l l a n t o á los ojos
E n incesante r a u d a l .

Mas, s i l e n c i o . . . callen todos,


Q u e ya el m o m e n t o h a l l e g a d o ,
E í momento ambicionado
D e la santa c o m u n i ó n . . .
¡ A h , levántate, alma m í a !
S a l á r e c i b i r al N i ñ o
C u y o sin i g u a l cariño
Va á a l e g r a r el c o r a z ó n ! . . .
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA.

III

C a s i solo está el t e m p l o : lentamente


S a l i ó , en confusa m u l t i t u d , la g e n t e
Q u e v i m o s dentro de é l ;
Y unos fieles no m á s alzan al cielo
S u a c c i ó n de g r a c i a s , c o n ferviente a n h e l o ,
D e b a j o del l a u r e l .
Y a la Misa a c a b ó ; mas no ha acabado
L a d i c h a i n m e n s a , el p r i v i l e g i o a n s i a d o
¡ C o n c e d i d o al a m o r !
Y te t e n g o p o r fin entre mi p e c h o ,
C u a l descansaste en el p a j i z o l e c h o ,
¡Divino Salvador!

T e a b r a z o al fin... D i s f r u t o la a l e g r í a
¡ Y el m i s m o d o n que disfrutó M a r í a !
¡ P o s e o el m i s m o b i e n !
¡ D e l o s p a s t o r e s d e s c u b r í la h u e l l a !
¡ S e g u í del M a g o la brillante e s t r e l l a !
¡ P e r m a n e z c o en B e l é n !

¡ O h , m i J e s ú s , oh celestial a m i g o !
¡ D i o s e n c a r n a d o p a r a estar c o n m i g o
Y en las a l m a s m o r a r .
Siento mi g o z o . . . pero, empeño vano,
N o h a y frase a l g u n a en el l e n g u a j e h u m a n o
Q u e lo a l c a n c e á e s p r e s a r !

¿ Q u é te p u e d o o f r e c e r ? L o s s i n s a b o r e s ,
L a s a n g u s t i a s , las p e n a s , los d o l o r e s
D e la v i d a , ¿ q u é s o n ?
E n el m u n d o no h a y m á s que una d e s g r a c i a
L a de olvidarte y de perder tu g r a c i a ,
¡ J e s ú s del corazón !

D e s g r a c i a n o es de los demás la ausencia


P a r a a q u e l que disfruta tu p r e s e n c i a ,
T u vista sin i g u a l ;
29í SOLEDAD ACOSTA DE S A M P E R .

N i lo es la muerte de q u e r i d o s s e r e s ,
S i tú n o faltas y si tú no m u e r e s
i O h Niño celestial!

¡ O h dicha del católico que siente


Q u e en su a l m a afortunada y reverente
R e n a c e el S a l v a d o r !
Y que É l , c o m o a n t e s en la p o b r e p a j a ,
S i á la m o r a d a de sus h i j o s b a j a
L o s c o l m a de su a m o r .

BERTILDA SAMPER A.

DOMINGO E N L A O C T A V A DE L A N A T I V I D A D

He aquí el Evangelio de este día, que leyó el d o c :

tor Duaso :

San Lucas, cap. II. vers. 33 á 4 0 .


« En aquel tiempo José y María, su madre, esta-
ban maravillados de aquellas cosas que de él se de-
cían. Y los bendijo Simeón, y dijo á María, su m a -
dre : i He aquí que este Niño ha venido al mundo
para la perdición y para la salvación de muchos en
Israel, y para ser el blanco de la contradicción, y
vuestra misma alma será traspasada con una espada,
á fin de que se descubra lo que muchos piensan en
el fondo de sus corazones. » Y en aquel tiempo vivía
A n a , la cual tenía el don de profecía, y era hija de
Fanuel, de la tribu de Aser : era de edad avanzada,
y había vivido siete años con su marido, con quien
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 295

se casó siendo doncella, y permaneció viuda hasta la


edad de ochenta y cuatro años, sin salir del templo,
sirviendo día y noche, en ayunos y oraciones. H a -
biendo llegado á la misma hora, alababa también al
Señor, y hablaba de este Niño á todos los que espe-
raban la redención de Israel. Por fin, luego que die-
ron cumplimiento a todo lo que ordenaba la ley del
Señor, volvieron á Galilea, á la ciudad de Nazareth,
que era el lugar de su residencia. Entre tanto el Niño
crecía y se fortalecía lleno de sabiduría, y la gracia
de Dios era con él. »
E n seguida el sacerdote habló así :
Este domingo, hermanos míos, que media entre la
fiesta de Navidad y la de la adoración de los Reyes
ó la Epifanía, se llamaba antes y aún así lo señalan
los griegos, Dodecámeron, porque consta de doce
días, durante los cuales cesaban los negocios públi-
cos y todos se entregaban al regocijo y á la celebra-
ción del Nacimiento del Señor.
La Iglesia en estos días, como veis, se apresura á
llamarnos la atención hacia las diversas señales que
tuvieron lugar y que anunciaban de una manera
clara y precisa la divinidad de Nuestro Señor Jesu-
cristo. San José y la Santísima Virgen estaban ma-
ravillados de aquellas cosas que del Niño se decían.
Y sin embargo, hijos míos, á fuerza de oírlo referir;
y a nosotros no nos maravillamos con aquel aconte-
cimiento prodigioso. Así como contemplamos todos
los días, sin sorprendernos, al sol que se levanta
sobre el horizonte, así también nos parece cosa sen-
cilla y natural que un Dios hubiese bajado á encar-
narse entre los humanos. Ese Niño es el Hijo de Dios,
la segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Rey
296 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER

del Cielo, que ha venido á humillarse, á padecer, á


morir para rescatarnos. ¡ O h ! si esto no os hace ado-
rarle de rodillas, no tenéis corazón, carecéis de e n -
tendimiento y de razón.
Pero, entendedlo bien, no basta nuestra admira-
ción, no es suficiente nuestra adoración, imitemos á
la Virgen Santísima que conservaba en su corazón
el recuerdo de todas estas cosas. Y efectivamente,
¿ d e qué nos serviría admirar y adorar al Salvador
en su pobrísima cuna, si no le amásemos, si no le
obedeciésemos, si no huímos del pecado que Él
aborrece? Decidme, hermanos míos, ¿ q u é fruto h a -
béis cosechado al contemplar al Niño en estos días?
¿ E s e amor inmenso que É l os ha manifestado, os
ha obligado á amarle más que nunca? ¿ Que habéis
hecho para manifestárselo? ¿Habéis socorrido á los
desgraciados? ¿Habéis perdonado en su nombre á
vuestros enemigos? ¿Vuestro orgullo acaso se ha
abatido? ¿ N o habéis murmurado contra la Providen-
cia y desacreditado á vuestros prójimos? ¿ B e n d i -
ciendo la mano que os castiga, acaso os habéis incli-
nado siempre con resignación cuando os ha visitado
la desgracia ó una simple contrariedad?... ¿ Ó acaso
sois como aquellos hombres de que habla san A g u s -
tín, que admiraban mucho pero no se convertían :
Admirabuntur, sed non corrigebantur ?
¿ S e r á preciso deciros como Moisés á los israeli-
tas : — « Vosotros visteis todas las cosas que hizo
el Señor delante de vosotros en la tierra de Egipto,
á Faraón y á todos sus siervos, y á toda la tierra de
él; las tentaciones grandes que vieron vuestros ojos,
aquellas señales y portentos grandiosos, y hasta el
día de hoy no habéis tenido corazón que entienda,
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 297

ni ojos que vean, ni oídos que puedan oír? » (1).


¿Por ventura los prodigios de misericordia que
habéis visto no han penetrado en vuestros corazones?
No lo creo ; cada día estoy seguro que os penetraréis
mejor de la verdad que encierran los Santos Evange-
lios que leemos cada domingo, y conservamos du-
rante la semana el perfume que de ellos se des-
prende; nos aprovechamos de las enseñanzas que
encierran, y aprendemos á c u m p l i r . c o n nuestros
deberes como cristianos y discípulos de Jesucristo.
E n lugar de enorgulleceros humillaos delante del
Señor; en vez de aquel amor á nosotros mismos, tan
natural en el hombre, procurad dar á otros más des-
graciados todo aquello que os sobra. Diréis acaso
que siempre os hablo de esto m i s m o ; que sin cesar
os aconsejo que deis limosnas al que sufre, al des-
graciado, pero la limosna no es siempre dar un pan
ó una moneda al que os lo pide; la limosna es algo
que mejore la suerte de nuestro prójimo, y con fre-
cuencia es más molesto procurar dar trabajo al pobre,
que no una limosna. Trabajo en lugar de limosna,
esto es lo que necesitamos nosotros en Sud-América.
En esta tierra tan fértil, tan nueva, en donde carece-
mos de industrias, no debería haber mendigos. Los
que están sanos pueden encontrar trabajo fuera de las
poblaciones grandes, en donde siempre es más difí-
cil hallarlo; y en procurarles oficio, en obligarles á
que trabajen los holgazanes, deberíamos todos ocu-
parnos. Si fuera así, los niños, los ancianos, los en-
fermos tendrían asilos en donde abrigarse, porque en
el país habría abundancia y se levantarían casas de

(1) Deuteronomio, cap. X X I X , vers. 2-3-4.


17.
293 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

asistencia para los que realmente necesitan el apoyo


de los demás, y no pueden trabajar personalmente y
por sí solos.
Para llevar á cabo estos propósitos necesitamos,
empero, pedir laces al Señor y suplicarle que nos
alumbre la senda que debemos transitar... Proster-
némonos al pie de la cuna del Salvador recién n a -
cido, ofrezcámosle nuestras adoraciones y nuestro
corazón, y pidámosle que bendiga las resoluciones
que hemos hecho en el aniversario de su nacimiento.
Glorifiquémosle en su humilde cuna, glorifiquémosle
en las humillaciones que por nosotros sufrió, glori-
fiquémosle en lo más alto de los Cielos, y por los
siglos de los siglos. — A m é n .

P R I M E R DOMINGO D E L AÑO, VÍSPERA DE


LA EPIFANÍA

Concluida la Misa de aquel primer domingo del


año, el buen sacerdote que la había dicho se dirigió
á sus oyentes de la siguiente manera :
He aquí, hijos míos, el Evangelio de h o y , víspera
de la ñesta que se celebra en honor de la adoración
de los Magos :

San Mateo, cap. II, vers. 13 á 2 3 .


« Después que ellos se fueron (los Magos), he aquí
que un ángel del Señor apareció en sueños á José, y
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 209

le dijo :' — « Levántate y toma al Niño y á su


Madre, y huye á Egipto y estáte allí hasta que yo te
lo diga. Porque ha de acontecer que Herodes busque
al Niño para matarle. » Levantándose José, tomó al
Niño y á su Madre, de noche, y se retiró á Egipto. Y
permaneció allí hasta la muerte de Herodes, para que
se cumpliese lo que había hablado el Señor por el
Profeta, que dice : — « D e Egipto llamé á mi hijo ».
Entonces Herodes, cuando vio que había sido bur-
lado por los Magos, se irritó m u c h o . Y enviando,
hizo matar todos los niños que había en Bethlehem
y en toda su comarca, y de dos años abajo, conforme
al tiempo que había averiguado de los Magos. E n -
tonces fué cumplido lo que se había dicho por Jere-
mías el Profeta, que dice : — Voz fué oída en R a m a ;
lloro y mucho lamento : Raquel llorando sus hijos, y
no quisó ser consolada, porque ya no existen. Y
habiendo muerto Herodes, he aquí que el ángel del
Señor apareció en sueños á José en E g i p t o , diciendo :
— « Levántate y toma al Niño y á su Madre, y vete
á tierra de Israel, porque muertos son los que q u e -
rían matar al Niño ». Levantándose José, tomó al
Niño y á su Madre y se vino para tierra de Israel.
Mas oyendo que Arquelao reinaba en la Judea, en
lugar de Herodes su padre, temió de ir allá, y a v i -
sado en sueños, se retiró á las tierras de Galilea. Y
vino á morar en una ciudad que se llama Nazareth,
para que se cumpliese lo que habían dicho los profe-
tas, que sería llamado Nazareno. »
— Hijos míos, añadió el Capellán, después de
cerrar el libro de los Evangelios, doce son los días
que se cuentan desde la Navidad de Jesús hasta la
fiesta de los Reyes ó de la Epifanía, y los dos domin-
300 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

gos que median entre las dos fiestas, se llaman


vacantes, y no tienen Oficio propio. La palabra Epi-
fanía se deriva de una voz griega que significa apa-
rición ó manifestación; en la Iglesia griega llámanla
fiesta de Teofanía, ó aparición de Dios. Celébranse
mañana tres misterios que se cree tuvieron lugar en
este día, aunque no en el mismo año, por supuesto :
la Adoración de los Reyes, el primer milagro público
que hizo Nuestro Señor en las Bodas de Cana y el
Bautismo de Cristo por san J u a n , á cuyos misterios
conviene muy bien la palabra de Epifanía ó mani-
festación, como os lo voy á probar. ¿ N o manifestó
nuestro Salvador su divinidad cuando la estrella mis-
teriosa apareció á los Reyes y los llevó hasta los pies
de Jesucristo? ¿ N o manifestó Dios desde el Cielo que
aquél que Juan bautizaba era su Hijo muy amado?
¿ N o fué una prueba de su divinidad y omnipotencia
cuando convirtió el agua en vino en las bodas de
Cana?
Quiero recordaros de nuevo aquí la historia de los
Reyes Magos. Éstos vieron en Persia, en donde
v i v í a n , la estrella misteriosa, que parecía invitarlos
á que la siguieran, y se pusieron en camino guiados
por ella. Dícese que el viaje duró doce días, pero
cuando llegaron á Jurusalén desapareció; entraron
á aquella ciudad preguntando por el nuevo R e y ;
Herodes temió perder su corona; llamó en torno suyo
á los sacerdotes y escribas, y éstos le aseguraron
que ya era tiempo de que naciera el Salvador. A s u s -
tado con aquella noticia pidió á los Reyes que v o l -
viesen á su corte cuando descubrieran al Niño que
buscaban, para ir él también á adorarle. Los Reyes,
guiados nuevamente por la estrella misteriosa, lie-
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 301

garon á Belén, encontraron á Jesús reclinado en los


brazos de su Madre purísima, reconocieron su d i v i -
nidad y le ofrendaron de rodillas los preciosos dones
que llevaban consigo, para que se cumpliese la pro-
fecía de David, que dice : — « Que los Reyes de la
India, de la Arabia y de Sabá vendrán á ofrecer al
Mesías dones, en testimonio de su fidelidad y de su
obediencia. »
Un ángel del Señor descubrió á los Reyes las ma-
las intenciones de Herodes, y se volvieron, sin
tocar en Jerusalén.
Según eruditos expositores, estos Reyes sabios
llegaron á Belén trece días después del nacimiento
del Salvador. En Colonia señalan las reliquias de los
Santos Magos, reliquias que se dice que sania Elena
hizo llevar de Persia á Constantinopla; de allí las
trasladaron á Milán, y de Milán á Colonia, en tiempo
de Federico Barbarroja, que las sacó del santuario
de Milán.
La huida de la Santa Familia á Egipto nos en-
seña : 1.° la docilidad con que debemos acoger todos
los mandatos de Dios, los cuales debemos obedecer
prontamente y sin vacilar; 2.° que el cristiano no
debe nunca dejarse abatir por ningún contratiempo.
Si Dios hizo pasar á su Hijo amado por tantas prue-
bas, ¿cómo nos hemos de quejar nunca de las des-
gracias que nos suceden? Si no quiso el Todopode-
roso cambiar el duro corazón de Herodes para
conservar al Niño Dios, sino que le obligó á huir
con mil fatigas, ¿ c ó m o nosotros, pecadores, preten-
demos obtener cuantos caprichos se nos antojen,
sólo con desearlos y pedirlos á Dios?
José no se detiene; se levanta en mitad de la
302 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

noche, despierta á la Santísima Virgen, levanta al


Niño y se pone en marcha, abandona todo, y atrave-
sando desiertos y despoblados se dirige á Egipto.
Nosotros, entretanto, ¿ qué hacemos en un caso idén-
tico? Nos quejaríamos de la suerte, de la justicia de
Dios, de las penas y de los trabajos que nos acome-
ten. Pero no hagamos tal cosa, hermanos míos, con-
templemos á aquel anciano, aquella niña delicada,
aquel infante recién nacido. Nada los arredra, no
discuten, obedecen... Eso misino debemos hacer
nosotros en iguales circunstancias; fijemos la mirada
en la Santa Familia; inclinémonos delante del Señor
que nos manda pruebas y pesadumbres, y bendigamos
la mano que nos envía el frío como el calor, las triste-
zas como las alegrías. Sigamos el ejemplo del Divino
Maestro desde la c u n a ; no perdamos jamás el ánimo,
hijos míos, y os lo aseguro, sufriremos menos y g a -
naremos la buena voluntad de Aquél que nos manda
las pruebas.
Pero, como acabáis de oír, no bien se había esta-
blecido la Santa Familia en Egipto cuando otra vez
se le aparece el ángel y le manda que emprenda
nuevamente ese penosísimo viaje al través del D e -
sierto, y al momento obedece las órdenes del Padre :
vuelven María y José á la Palestina, y van á estable-
cerse con su tesoro, en un lugar lejano, en donde
san José trabaja como un artesano para mantener
á la Madre y al Hijo.
Sí, hermanos míos, en todo tiempo y á toda hora
levantemos nuestro corazón hasta el trono del Señor,
y digámosle : — « ¡ O h , Dios m í o ! Tú que todo lo
ordenas con una sabiduría adorable. ¡ O h , Divino
J e s ú s ! que fuiste resignado en la cuna, rendido en
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 303

el destierro, dócil siempre á la voz del ángel, h u -


milde en Nazareth, resplandeciente en el Tabor, víc-
tima en el Calvario, triunfante en tu resurrección.
¡ Oh, Señor! ¡ permite que no olvidemos nunca estos
ejemplos, y que no veamos en cuanto nos sucede
sino la voluntad del Padre celestial! Digamos desde
el fondo de nuestros corazones : — Acepto, Padre
mío, todo lo que ordenáis para m í ; bendigo tus de-
signios, adoro tu voluntad; dispon de mí en el tiempo
y en la eternidad. lia Pater quoniam sie fuit placi-
tum ante te. ( i ) .
Os lo repito, hijos míos, no es posible ser cristia-
nos, es decir, hijos del Salvador, si no nos inclina-
mos delante de la voluntad de Dios : una vez que
comprendemos lo que Él nos manda, ejecutémoslo
sin vacilar; que nada nos detenga, y seamos como
esos hombres á quienes se dirigieron los ángeles el
día en que nació Jesús, con aquellas memorables pa-
labras que oyeron cantar los pastores á la milicia
celestial :
/ Gloria á Dios en las alturas, y en la tierra ¡mz
á los hombres de buena voluntad'.

P R I M E R DOMINGO D E S P U É S DE L A EPIFANÍA

He aquí el Evangelio de ese día, que leyó el buen


Capellán en el oratoria de la hacienda.

(l)Así es, Padre porque, así fué de tu agrado. Mateo X I , ver. 26.
304 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

San Lucas, cap. II, vers, 40 á 51.


« Y en aquel tiempo el Niño crecía y se fortifi-
caba, estando lleno de sabiduría : y la gracia de Dios
era con él. Sus padres iban todos los años á Jerusa-
lén en el día solemne de la Pascua. Y cuando tuvo
doce-años, subieron ellos á Jerusalén, según la cos-
tumbre del día de la fiesta. Y acabados los días,
cuando se volvían, se quedó el Niño Jesús en J e r u -
salén, sin que sus padres lo advirtiesen. Y creyendo
que él estaba con los de la comitiva, anduvieron ca-
mino de un día y le buscaban entre los parientes y
entre los conocidos. Y como no le hallasen, se vol-
vieron á Jerusalén, buscándole. Y aconteció que tres
días después le hallaron en el templo, sentado en
medio de los doctores, oyéndoles y preguntándoles.
Y se pasmaban todos los que le oían de su inteligen-
cia y de sus respuestas. Y cuando le vieron se m a -
ravillaron; y le dijo su madre : — « Hijo, ¿por qué
lo has hecho así con nosotros ? Mira cómo tu padre y
yo angustiados te buscábamos. » Y les respondió :
— « ¿Para qué me buscabais? ¿no sabíais que en
las cosas que son de mi Padre me conviene estar? »
Mas ellos no entendieron la palabra que les habló. Y
descendió con ellos, y vino á Nazaret; y estaba sujeto
á ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su
corazón. Y Jesús crecía en sabiduría y en edad y en
gracia delante de Dios y de los hombres. »

— Como acabáis de oír, hijos míos, continuó d i -


ciendo el sacerdote, la Iglesia procura hacernos fijar
la atención en las circunstancias maravillosas que
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 305

marcaban la infancia de Jesús. Después de hablarnos


de su milagrosa Natividad, de la adoración de los
pastores y de los reyes; después de que le vemos
reconocer como el Mesías por el anciano Simón y la
profetisa A n a , el domingo pasado nos enseña la m a -
nera cómo se salvó de los furores de Herodes, cómo
pasó á Egipto con los protectores de su infancia y
regresó de allí para ir á vivir oculto en Galilea. Hoy
en seguida nos lo presenta de doce años de edad y
más sabio que todos los doctores y rabinos de J e r u -
salén, con quienes discute en el templo las verdades
de la ley de Dios.
Meditemos un momento, hijos míos, en las mis-
teriosas enseñanzas que contiene el Evangelio de
hoy. ¿Cómo es posible, diréis, que la Virgen Santí-
sima se descuide hasta el punto de perder al Niño
Dios entre la multitud? ¿ y cómo es que Jesús, tan
dócil siempre, tan obediente, tan sumiso, se aleje de
sus padres sin pedirles licencia y sin avisarles s i -
quiera? Esto sorprende realmente, y sin duda e n -
cierra algún misterio que tenemos que aclarar en lo
posible.
Era la costumbre de todos los judíos que vivían
dentro de Jerusalén y fuera de la ciudad, ir todos
los años durante la solemnidad de la Pascua al
templo para ofrecer allí algunas ofrendas piadosas y
orar frente del Santuario que guardaba las tablas de
la Ley de Dios. A pesar de la distancia que-los sepa-
raba de Jerusalén, José y María no dejaban nunca, de
cumplir con este deber de piedad, y lo hacían en
unión de todos los habitantes de Nazaret, hombres y
mujeres. Como los hombres iban reunidos en grupos
aparte de las mujeres, y el Niño iría probablemente
30J S O L E D A D A C O S T A DE SAMPER .

unas veces con la Virgen y otras con San José, era


fácil que la primera pensara que iba con su esposo,
y el otro que se había quedado con su madre y las
mujeres que iban atrás, hasta que habiéndose unido
los dos grupos descubrieron que Jesús no iba entre
los peregrinos de Galilea.
Por parte de Nuestro Señor también hay que
pensar que si era verdad que era hijo en lo humano
de la Virgen Santísima, Él sabía que su presencia en
este mundo era pasajera y que tenía que ocuparse
de la misión que le había dado su Padre celestial.
¿ Qué hace María cuando encuentra que su Hijo ben-
dito ya no está con ella? V u e l v e sobre sus pasos, re-
gresa á Jerusalén á buscarle, ¿ no es así ? ¿ Compren-
déis lo que esto significa? S í , ¿no es verdad? Quiere
decir que cuando hemos perdido á Jesús, que cuando
hemos pecado, debemos volver sobre nuestros pasos,
llorar nuestras faltas, enmendar nuestras vías, huir
las ocasiones de que nos vuelva á suceder, examinar
nuestra conciencia y hacer todo esfuerzo para no
perder nuevamente á nuestro Salvador.
¿ Qué hizo la Virgen para recobrar al Niño divino?
Lo habéis oído : corrió al templo, y en el templo lo
encontró. No basta llorar nuestros pecados, enmendar
nuestras vías y huir las ocasiones; no, es preciso
buscarlo allí en donde se le encuentra con mayor se-
guridad ; id á prosternaros delante del tribunal de la
penitencia; buscad en la mesa santa la sagrada E u -
caristía, y entonces Él volverá á reinar sobre vuestro
corazón. Pero aun eso no basta; es preciso ir á e s -
escuchar sus instrucciones, que por boca de los Mi-
nistros del culto que Él instituyó antes de abandonar
la tierra, nos dejó para fortificarnos y perseverar en
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 307

las veredas que Él nos señaló para podernos salvar.


Pero en primer lugar debemos estudiar los motivos
que tenemos para perder á Jesús : lo perdemos por
medio del pecado y lo perdemos por ceguedad de
corazón. ¡ A h ! cuando de pronto, después de haber
hecho mil esfuerzos para conservar el amor de J e s ú s ,
de repente en el camino déla vida, al leer en nuestro
corazón, lo encontramos vacío de amor de Dios, seco,
duro, indiferente; esto es terrible, pero no debemos
por eso desalentarnos, sino correr á buscarle en
donde sabemos que se halla, con confianza, con fe,
con perseverancia. Mirad lo que hizo María : no bien
descubrió que ya no estaba con ella empezó á lla-
marle, á preguntar por él á cuantas personas encon-
traba en su camino, y no descansó hasta que de
nuevo lo tuvo en sus brazos.
No siempre, hijos míos, Jesús viene á nuestros
ruegos, y nuestras oraciones parece como si no lle-
gasen hasta el trono del Señor; pero esta es una de
esas pruebas por las cuales Él nos hace pasar para
ver si tenemos u n alma bien templada, un corazón
susceptible de sufrir sin perder el valor. Bien lo sa-
béis : los senderos de la virtud son escabrosos;
nuestra marcha tiene que ser lenta y trabajosa, llena
de altos y bajos, caídas, tropezones y cansancio ;
pero si la seguimos sin desmayar, en breve aprende-
remos la manera de evitar los obstáculos que se nos
presentan y no haremos caso de la fatiga, y el mismo
Jesús os prestará su apoyo para llegar hasta É l .
Nuestro Señor lo ha dicho, hermanos míos : sólo
aquel que persevera hasta el fin obtendrá su salva-
ción; no olvidemos esto j a m á s ; la constancia, —
virtud tan contraria al voluble corazón humano, tan
308 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

amante de los cambios, — la constancia en el bien


obtiene su galardón en esta y en la otra vida. ¡ Cuán-
tos hay que empiezan bien y acaban mal porque no
han sabido perseverar! Si tenéis fe, dice san A g u s -
tín, la ausencia del Señor no es sino aparente ; no le
habéis perdido aunque así os parezca; lo tenéis
cerca, en la iglesia vecina lo encontraréis al pie del
altar y en la mesa santa. ¿Por qué me buscabais?
dice el Señor á María y á José, ¿no sabíais queme
conviene estar en las cosas que son de mi Padre?
Estas son las primeras palabras, dice un sabio e x -
positor del Evangelio, que las Escrituras ponen en
los labios de nuestro Salvador, y ellas encierran no
solamente un dogma, sino un fondo moral muy im-
portante. Nos enseña con esto que debemos en pri-
mer lugar y antes que todo ocuparnos de las cosas
del Padre Eterno, y que todo lo debemos olvidar
cuando el Señor nos impone un deber. Según el
texto sagrado, la Virgen y san José no comprendie-
ron lo que Jesús les.quería decir, pero esa Madre
que sabía haber dado la vida al Hijo de Dios no pre-
gunta, ni pretende que el Niño Jesús le explique lo
que aún no comprende, aguarda á que el tiempo y
la voluntad de Dios ilumine la oscuridad de las pala-
bras de su Hijo.
Y descendió con ellos á Nazaret, dice san Lucas,
y les estaba sumiso. E n aquel pobre lugar, en medio
de gentes ignorantes y sencillas, el Dios del mundo
y el Señor del universo vivía oscuramente, sometido
á los que todos creían que eran sus padres. Allí daba
los ejemplos de la virtud más sublime, y empezaba
ya á expiar la desobediencia de Adán, obedeciendo
É l ciegamente á las órdenes de un padre carpintero
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 309

y una joven virgen. Adán se rebeló contra las ór-


denes de Dios mismo, y su descendiente por la
carne, el Hijo de ese Dios del Cielo, vivia sometido á
los que el mundo consideraba sus padres.
Después de esto, hijos míos, ¿cómo podremos ma-
nifestarnos orgullosos, rebeldes, indómitos?... S i -
gamos en lo posible á nuestra humana naturaleza
los ejemplos de Aquél que crecía en sabiduría y en
edad y en la gracia delante de Dios y de los hombres;
lo cual ruego á Dios os conceda en este mundo y la
vida eterna en el otro. — A m é n .

S E G U N D O DOMINGO D E S P U É S D E L A E P I F A N Í A

El Evangelio de aquel día era el siguiente :

San Juan, cap. II, vers. I á 11.


« Y en aquel tiempo se celebraron unas bodas en
Cana de Galilea. Y estaba allí la Madre de Jesús, y
fué también convidado Jesús y sus discípulos á las
bodas. Y llegando á faltar v i n o , la Madre de Jesús
le dice : — « No tienen vino. » Y Jesús le respon-
dió : — « Mujer, ¿ que nos va á mí y á ti ? aún no
es llegada mi hora. » Dijo la Madre de Él á los que
servían : — « Haced cuanto Él os dijere. » Y había
allí seis hidrias de piedra, destinadas para la purifi-
cación de los judíos, y cabían en cada una dos ó tres
cántaros. Y Jesús les dijo : — « Llenad las hidrias
310 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

de agua. » Y las llenaron hasta arriba. Y Jesús les


dijo : — <Í Sacad ahora y llevad al maestresala. »
Y lo llevaron. Y luego i¡ue gustó el maestresala el
agua hecha vino, y no sabía de dónde era (aunque
los que servían lo sabían) porque habían sacado el
a g u a , llamó al esposo el maestresala, y le dijo : —
« Todo hombre sirve primero el buen vino : y des-
pués que han bebido bien, entonces da el que no es
tan bueno : mas tú guardaste el buen vino hasta
ahora. » Este fué el primer milagro que hizo Jesús
en Cana de Galilea, y manifestó su gloria, y creye-
ron en É l sus discípulos. »

• Después de leer el Evangelio, como de costumbre,


á los que habían concurrido á oír la Misa en el ora-
torio, el doctor Duaso se dirigió á sus oyentes con
las siguientes palabras :
— El Evangelio que acabáis de oír, hijos míos, es
uno de los más interesantes délas Santas Escrituras,
y uno de los que más enseñanzas nos trae.
Cuando Nuestro Señor Jesucristo, al empezar su
carrera, honró con su presencia divina las bodas que
tenían lugar en el pueblo de. Cana, manifiesta con
eso que aprueba plenamente la institución del matri-
monio y las fiestas que tienen lugar para celebrarlo;
demuestra prácticamente también que debemos in-
vitar al Señor á que dé su bendición en los matri-
monios, y á falta de la presencia visible de la divini-
dad, se debe obtener la bendición de uno de sus mi-
nistros que lo representan en la tierra. Invitar á
Jesucristo á que concurra á las bodas significa que
los esposos están dignamente preparados para recibir
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 311

ese Sacramento, y que sus intenciones son buenas y


s a n t a s . . . Pero, hijos míos, no basta invitar á que J e -
sucristo bendiga las bodas, es preciso que de allí en
adelante no abandone nunca la morada de los espo-
sos cristianos; su presencia santificará su vida, les
dará respetabilidad y valor para cumplir con los de-
beres de jefes de familia. Si queréis que vuestra
futura existencia sea según lo manda la ley de Dios,
es preciso prepararse con tiempo, estudiar los carac-
teres el uno del otro, y no dejarse llevar por un sen-
timiento pasajero que puede perderse, al tratarse ín-
timamente. Mujeres, no aceptéis un esposo á quien
no podáis respetar, á un hombre que no sepa mar-
char por las veredas que nos ha señalado nuestro di-
vino Maestro y modelo. Hombres, no escojáis sino la
mujer que podáis honrar, y que ella también sepa
seguir los pasos de la Madre del Salvador : amad á
vuestras esposas como Jesucristo amó á la Iglesia,
con todo el corazón. Si el matrimonio cristiano ss
fundara siempre sobre cimientos verdaderamente
cristianos, se acabarían en el mundo los malos ma-
trimonios ; cambiaría la faz de la sociedad; pues la
naturaleza humana es tan falible, tan débil, tan in-
constante, que es preciso que no fundemos la felicidad
en este m u n d o ; que siempre y en toda circunstancia
pensemos primero en la felicidad eterna, y que ro-
guemos á Dios que nos dé fuerza y resistencia para
sufrir en este mundo todas las penas si hemos de
llegar al otro puros y dignos del galardón eterno.
En prueba de que debemos pedir favores á Jesu-
cristo, por medio de su Madre divina, vemos que
ella fué la que intercedió cerca de su Hijo para que
ejecutase el milagro. Ella sabía si Él debería hacerlo
312 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

ó no, y aunque al principio parecía como si se ne-


gase á ello, á sus instancias cedió. ¿Esto qué prueba?
Indudablemente que en todas las acciones de nuestra
vida debemos implorarla á ella que ruegue por nos-
otros. Ella es tan buena, que no aguarda á que le
pidan, apenas nota que se ha acabado el vino en las
bodas de Cana, cuando espontáneamente se acerca á
su Hijo, y le dice simplemente : — No tienen vino.
Sin embargo, É l no cede al momento : — « Mu-
jer, la contesta, ¿que nos importa á mí y á ti? Aún
no es llegada mi hora. » El sentido de estas palabras,
tan severas aparentemente, y tan extrañas en boca
de un Hijo con su Madre, han sido interpretadas de
diferentes maneras por los intérpretes de la Santas
Escrituras. Unos han dicho que Jesucristo quiso dar
á entender que no se debía pedir prodigios con res-
pecto á cosas que no eran dignas de que desplegase
su poder, para enseñarnos que no debemos pedir al
Cielo favores temporales, que nada buenos son para
nuestras almas. Sin embargo, Nuestro Señor no
rehusó hacer el milagro que le pedía su Madre, y ella
sabía muy bien que no la dejaría burlada, puesto que
dijo á los sirvientes : — « Haced cuanto Él os di-
jere. » Con estas palabras, la Virgen nos enseña que
para obtener lo que deseamos de Dios, hemos de
obedecer á sus leyes y observar sus mandamientos.
No basta confiar en la V i r g e n , ponernos bajo su am-
paro, declararnos servidores suyos, pedirle que i n -
terceda por nosotros; no, eso no es suficiente para
salvarnos, es necesario cumplir con nuestros deberes
para con Dios, en primer lugar, y entonces ella ejer-
cerá su influencia y conseguirá del Señor que le sean
perdonados sus pecados.
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 313

Observad, hermanos míos, que Jesús quiso que el


milagro que iba á hacer fuese claro y preciso, de
manera que no quedara duda á cuantos lo viesen.
Mandó que llenasen de agua ciertos receptáculos en
quejamos se ponía otra cosa que agua, puesto que
servía para las abluciones de los judíos, y después
de que todos vieron que allí sólo podía haber agua,
Jesús dijo sencillamente : — « Sacad ahora y llevad
al maestresala ». Y el agua se había convertido en
un vino exquisito.
Un expositor de los Evangelios hace la observa-
ción dé que el primer milagro que obró Jesucristo al
empezar su carrera"pública, y aquél con que la ter-
mina, cuando en el momento de consumar su minis-
terio y de coronar por su muerte su vida portentosa,
instituyó el augusto Sacramento, monumento perpe-
tuo de su amor, cambiará también el pan en su
cuerpo y el vino en su sangre, así como en Cana
cambió el agua en vino.
— Todo hombre sirve primero el buen vino, dice
el maestresala al Esposo, y después de que han bebido
bien, entonces da el que no es tan bueno, mas tú
guardaste el buen vino hasta ahora. Algunos han
visto en este discurso del maestresala una alegoría
de lo que sucede en el banquete espiritual de J e s u -
cristo : el vino más fuerte es el mejor y el que se
sirve ordinariamente e n . l o s principios de los ban-
quetes; imagen, dicen, del fervor más grande que
en un principio tienen los que comienzan á entre-
garse á Dios. Entonces se tiene un gran fuego en el
alma, multiplícanse las devociones piadosas y llenas
de santo c e l o ; pero sucede que el vino más débil
viene después, se tiene menos fervor, se vigilan
18
314 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

menos los pensamientos, é insensiblemente se deja


llevar por las distracciones, se apoca el fuego del
alma, y sin que se caiga en la cuenta, se sigue to-
mando un vino débil y sin sabor. Pero en los ban-
quetes en que preside el mismo Jesucristo, el vino,
en lugar de debilitarse, se hace más y más fuerte.
El alma, penetrada de Dios, no se aleja de É l , sino
que, al contrario, cada día adelanta más en la vía de
su perfeccionamiento por medio de ejercicios de
piedad, que la llenan de vigor y de fuerzas; consigue
victorias brillantísimas sobre sus pasiones, hasta al-
canzar el galardón señalado por Dios á sus elegidos.
Aquel fué el primer milagro que hizo Jesús, en el
que manifestó su gloria, y creyeron en Él sus dis-
cípulos.

TERCER DOMINGO D E S P U É S D E L A EPIFANÍA

Concluida la Misa, según acostumbraba hacerlo el


doctor Duaso, leyó el Evangelio del día :

San Mateo, cap. VIII, vers. 1 á 3.


« E n aquel tiempo, como Jesús bajase de la m o n -
taña le siguió una muchedumbre de gentes. Al mismo
tiempo se llegó á él un leproso, y le adoró diciendo :
— « Señor, si quieres puedes limpiarme ». Y exten-
diendo Jesús la mano le tocó y le dijo : — « Quiero,
queda limpio », y en el momento quedó limpio de
su lepra. E n seguida le dijo Jesús : — « Guárdate
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 315

de decir esto á nadie, sino ve y muéstrate al sacer-


dote, y para prueba de que estás sano ofrece el pre-
sente ordenado por Moisés ». Habiendo entrado Jesús
después de obrado este prodigio en Cafarnaum se le
acercó un centurión y le rogó en estos términos : —
« Señor, tengo un criado en mi casa, que está en el
lecho, paralítico, y sufre gravísimos dolores. » Dí-
jole Jesús : -— « Y o iré, y le curaré », á lo cual le
respondió el centurión : — « Señor, yo no merezco
que entréis en mi casa, mas decid solamente una pa-
labra, y mi criado quedará curado. Porque yo que
soy un oficial subalterno, que tengo soldados á mis
órdenes, digo al uno : V e , y v a ; al otro ; V e n , y
v i e n e ; y á mi criado haz esto, y lo hace ». Al oír
Jesús este discurso manifestó admiración, y dijo á
los que le seguían : — « E n verdad os digo que no
he hallado tanta fe en I s r a e l ; pero también os digo
que muchos vendrán del Oriente y del Occidente, y
serán colocados en el festín con Abraham, Isaac y
Jacob en el reino de los Cielos, al tiempo que los
hijos del reino serán arrojados fuera á las tinieblas
exteriores, en las que llorarán y crujirán los dientes
sin remedio. » Después dijo Jesús al centurión : —
« V e , y suceda como lo has creído ». Y en aquella
misma hora quedó el criado sano. »

E l leproso que se presenta delante de Nuestro S e -


ñor Jesucristo es como el hombre manchado con pe-
cados mortales, el cual, postrado humildemente,
pide que Dios le perdone sus culpas, y sabe que se
las puede perdonar con sólo quererlo. Hoy me pro-
pongo, hermanos míos, hablaros de los deberes de
316 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

los amos para con sus sirvientes, de los superiores


con los inferiores. Pocas son las personas que se en-
cuentran en una escala social tan ínfima que no haya
alguien que le sea inferior. Los sirvientes, los jor-
naleros, los aldeanos más infelices, todos tienen,
aunque sea eventualmente, alguien á sus órdenes,
que trabaje por ellos, que les sirva en sus cabanas.
Imitemos el ejemplo del centurión, que busca al
Señor para pedirle que cure al criado que tiene en
su casa y que está paralítico. San Lucas, al referir
el mismo milagro con más detalles : envió (en pri-
mer lugar) á Jesús á unos ancianos de los judíos, ro-
gándole que viniese á sanar á su criado; y ellos,
luego que llegaron á Jesús, le hacían graneles ins-
tancias diciéndole : — Merece que le otorgues esto,
porque ama á nuestra nación, y él nos ha hecho una
sinagoga. Y Jesús iba con ellos; pero cuando estaba
cerca de la casa, envió á él el centurión sus ami-
gos, diciéndole : — « Señor, no te tomes este tra-
bajo, que no soy digno de que entres dentro de mi
casa; por lo cual no me he creído yo digno de salir
á buscarte ; pero mándalo con una palabra, y será
sano mi criado. » (1)
Notad, hijos míos, cuántos cuidados, cuántos des-
velos para lograr que se cure su criado. Este centu-
rión, que era romano y por consiguiente pagano, no
parece que perteneciera á una nación que miraba
con tanto desprecio á los pobres, á los humildes, á
los que dependían de ellos. Veamos ahora cuáles son
los deberes que todo cristiano tiene para con los que
dependen de é l ; no me dirijo aquí solamente á los

(1) San Lucas, cap. V I I , vers. 1 y siguientes.


DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 317

ricos, á los dueños de terrenos y de casas, como os


dije antes; me dirijo á todos aquellos que tienen
bajo su órdenes alguna persona, aunque esa sea una
pobre niña que le ha prestado alguna vecina para
que le sirva, ó algún huérfano que ha recogido y no
tiene pariente ni doliente, cosa que suele suceder
con frecuencia en los campos y aldeas.
E n primer lugar todos deben acordarse de esta
máxima evangélica : haced con los otros como qui-
sieras que lo hicieran contigo. No solamente es pre-
ciso ocuparse del bienestar material de los que d e -
penden de nosotros, no obligarlos á más de lo que
alcanzan sus fuerzas, etc., sino que hay que ocu-
parse de su alma. San Pablo ha dicho : — Y si al-
guno no tiene cuidado de los suyos, y mayormente
de los de su casa, negó la fe y es peor que un in-
fiel. (1)
E n las haciendas, en los campos, en las aldeas y
aun en las cuidades mismas vemos personas que
van á misa, cumplen con sus deberes religiosos y sin
embargo impiden que los cumplan las personas que
dependen de ellas. ¿ Creéis vosotros que ante Dios
les vale esa piedad si sobre sus hombros cargan con
semejante responsabilidad? No hay quien ignore que
á todo niño que ha cumplido siete años le obliga la
Misa y debe aprender la doctrina, y sin embargo,
¡ á cuántos desdichadillos vemos que se les deja cre-
cer como la piara de cerdos que cuidan ó la manada
de ovejas que pastorean !
Es preciso, hijos míos, que nos ocupemos del
alma de todos los que dependen de nosotros; que los

(2) San Pablo á Timoteo, I, v. 8


18.
318 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

obliguemos á instituirse en su religión, á asistir los


domingos á misa y á cumplir con sus demás deberes
religiosos. En las haciendas y estancias lejanas de
los poblados, en que es preciso dejar siempre quien
cuide de ella los días de fiesta, es indispensable que
al menos aquello se haga por turnos, que toque á
todos ir á misa algunas veces, y en los días que no
se puede, el jefe de la familia haría bien en reunir á
los labradores, peones y chicos de la tierra para e n -
señarles, leerles ó por lo menos rezar con ellos el
Rosario.
Otros obligan á trabajar á los que dependen de
ellos en oficios que no son indispensables para la
vida durante el día de fiesta, y por la tarde aquellos
infelices, que nada saben de religión, que jamás van
á la iglesia, que no saben nada de doctrina ni de los
deberes para con su Creador, se entregan á la be-
bida y á los vicios en las tabernas, sin que los amos
tengan derecho á reprenderlos, puesto que ellos tie-
nen la culpa de esa desmoralización.
Empero, no se crea que sólo los amos tienen de-
beres para con sus dependientes, no hay tal cosa.
E n este mundo todos estamos ligados los unos á los
otros; somos hermanos, somos servidores de Dios
en esa grande hacienda que llamamos la tierra; todos
tenemos deberes los unos para con los otros, y el
amo es tan culpable para con sus domésticos, si
falta á las leyes de caridad, como éstos son igual-
mente culpables si faltan á esas mismas leyes con
respecto á los que los ocupan. Si los amos tienen
que cuidar de que sus sirvientes estén bien alojados,
alimentados, pagados equitativamente y que cumplan
con sus deberes religiosos, éstos deben servirles con
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 319

respeto, con atención, con verdadero cariño, cum-


plir estrictamente con sus órdenes y hacer lo posible
para que su obra sea b u e n a ; ésta es una ley de ca-
ridad que tienen obligación de cumplir, y los que
procuran engañar, robar, calumniar y causar daño
material y espiritual á aquellos en cuya casa sirven,
pecan mortalmente, y si no se enmiendan tendrían
terribles castigos en la otra vida.
Reflexionad, hermanos míos, en todas estas cosas,
arreglad vuestras ocupaciones y vuestras casas de
manera que todos los que vivan en ellas sean dignos
del elogio que hizo Nuestro Señor Jesucristo al cen-
turión : — En verdad os digo que no he hallado
tanta fe en Israel. Insensatos como somos, ansiamos
ardientemente los elogios de los hombres que nada
valen, que no son sinceros la mayor parte de las
veces, y no tratamos de ganar los de Jesucristo,
única gloria verdadera y el solo fin á que debemos
aspirar en esta vida sublunar.

DOMINGO D E S E P T U A G É S I M A

He aquí el Evangelio que leyó el sacerdote :

San Mateo, cap. XX, vers. 1 á 16.


« E n aquel tiempo, dijo Jesús á sus discípulos esta
parábola : — E l reino de los Cielos es semejante á un
padre de familias que salió muy de mañana, á fin de
tomar trabajadores á jornal para su viña. Convenido
320 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

con los operarios en un denario de plata por el día,


los envió á su viña. Y saliendo cerca de la hora de
tercia vio otros en la plaza que estaban ociosos, y
les dijo : — Id también á mi viña y os daré lo que
fuere justo. Y ellos fueron. Volvió á salir cerca de la
hora de sexta y de nona, é hizo lo mismo. Y salió
cerca de la hora de vísperas y halló otros que se esta-
ban allí, y les dijo : — ¿ Qué hacéis aquí todo el día
ociosos? Y ellos respondieron : — Porque ninguno
nos ha llamado á jornal. Y él les dice : — Id también
vosotros á mi viña. Y al venir la noche dijo el dueño
de la viña á su mayordomo : — « Llama los trabaja-
dores y págales su jornal, comenzando desde los pos-
treros hasta los primeros ». Cuando vinieron los que
habían ido cerca d é l a hora de vísperas, recibió cada
uno su denario. Y cuando llegaron los primeros
creyeron que les darían m á s ; pero no recibieron sino
un denario cada uno. Y tomándolo, murmuraban
contra el padre de familias, diciendo : — « Estos
postreros sólo una hora han trabajado, y los han
hecho iguales á nosotros, que hemos llevado el peso
del día y del calor ». Mas él respondió á uno de
ellos, y le dijo : — « N o te hago agravio, a m i g o ;
¿ n o te concertaste conmigo por un denario? Toma
lo que es tuyo y vete; pues yo quiero dar á este pos-
trero tanto como á t i ; ¿no me es lícito hacer lo que
quiero ? ¿ ó miras tú con malos ojos el que yo sea
bueno? » Así sucederá, que los últimos serán los
primeros y los primeros vendrán á ser los últimos,
porque son muchos los llamados y pocos los esco-
gidos ».
DOMINGOS DE L A F A M I L I A CRISTIANA'. 321

Cuando hubo acabado de leer el Evangelio, el ca-


pellán se dirigió á los que estaban congregados en
la capilla :
Hoy, como sabéis, hijos míos, es el Domingo de
Septuagésima, que significa que faltan 70 días para
la P a s c u a ; es el primero de los tres domingos que
preceden al primero de Cuaresma, y cuando ya la
Iglesia empieza á prepararse para celebrar ayunos y
penitencias. Antiguamente había lugares en donde
se dejaba de ayunar durante la Cuaresma los días
jueves y sábado, y entonces tomaban los suficientes
días en las tres semanas que preceden á la Cuaresma
para ayunar y cumplir así el precepto de ios cua-
renta días de ayuno que manda la Iglesia.
Ahora, veamos cómo se interpreta la parábola del
Evangelio de hoy. De varios modos la han explicado
los sabios intérpretes de las Santas Escrituras. Pero
la que más propia parece y la más general, es que la
viña que debemos cultivar es nuestra a l m a ; que
aquellos obreros que se llaman á diferentes horas
del día para que trabajen en ella son las gracias de
Dios que nos buscan en diferentes épocas déla v i d a ,
y el denario con que el padre de familias recom-
pensa á sus obreros es la felicidad del Cielo, que Dios
otorga como recompensa á los que obedecen á sus
llamamientos.
Con frecuencia, hermanos míos, se llama en la
Escritura á nuestra alma la viña del Señor. Por
ejemplo, en las profecías de Isaías, cuando Dios se
queja de la infidelidad de su pueblo, dice : — « V a -
rones de Judá, juzgad entre mí y mi viña, ¿qué es lo
que debí hacer y no lo hice ? ¿ Es porque esperé que
llevase uvas y las llevó silvestres?... Porque la viña
322 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

del Señor de los Ejércitos la casa de Israel e s ; y el


varón de Judá, su pimpollo deleitoso, y esperé que
fuese justo y he aquí su iniquidad... » (1) Y por boca
de Jeremías el Señor dice también : — « Os planté :

y cultivé como viña selectísima, y os convertisteis


en viña ingrata y rebelde. » (2) ¿Por qué comparar
siempre el alma humana con la viña más bien que
con otras plantas? ¡ A h ! hermanos m í o s ; es porque
así como la viña cuando se cultiva produce suaves y
bellos frutos, así el alma humana, cuando obedece á
los designios del Creador, se verá llena de méritos
y virtudes. La maleza, los espinos, las hierbas sil-
vestres dañan la viña y le impiden prosperar, y así
nuestra alma, cuando permite que crezca en sus cer-
canías el vicio y los malos instintos, muere y pierde
la gracia de Dios y sus frutos benditos.
Y o se, hijos míos, que entré vosotros no se e n -
cuentran incrédulos y viciosos; que sois todos labo-
riosos, activos y honrados. Pero, ¿quién no tiene
pecados? es preciso que cuidéis mucho de vuestra
viña, que no permitáis que la sequen los espinos,
que es la envidia y el orgullo; las ortigas, que es un
amor propio exagerado, y las parásitas, que impiden
que suba la savia á las ramas de la planta, que es la
poca caridad y compasión con nuestros prójimos. Y a
veis que se puede comparar vuestra alma á una viña
que fructifica si cuidáis de ella, y se esteriliza si
olvidáis podarla y tenerla en orden.
En aquellas obreros que llegan á diferentes horas
del día, y sin embargo todos reciben la misma re-

(1) I s a í a s , c a p . B, v e r s . 3, 4, 7.
(2) J e r e m í a s , cap. I I , ver. 21.
D O M I N G O S . DI£ L A F A M I L I A C R I S T I A N A . 323

compensa, encontraréis, si meditáis bien, una pro-


fundísima enseñanza. Los obreros que en las prime-
ras horas de la mañana el padre de familias llama á
su viña, son aquéllos que han sido bautizados desde
su niñez primera, que han sido criados y educados
por padres cristianos y han crecido fieles á sus pri-
meras enseñanzas y practicando los deberes de la
Religión. Los obreros que llegan á la viña del Señor
más tarde del día, son los que han pasado su niñez
y su juventud lejos de Dios, pero que se han conver-
tido en la edad madura. En cuanto á los que el padre
de familias llama á la hora de vísperas, es decir, á la
caída de la tarde, éstos son los que, como el buen
ladrón, se vuelven al Señor cuando ya van á agoni-
z a r . . . Pero Dios es tan bueno, tan misericordioso,
que á pesar de que muchas almas lo han descono-
cido durante toda su vida, que no han pensado sino
en gozar de la vida y han desdeñado la gracia, si á
última hora se vuelven á É l , se arrepienten de sus
pecados y piden perdón por ellos al Señor, los r e -
compensa con la misma moneda que á los que han
permanecido fieles desde su infancia. Por ejemplo,
san Genesio de Roma era un juglar que represen-
taba en el teatro durante las persecuciones de Dio-
cleciano comedias en que ridiculizaba los misterios
de la Religión de C r i s t o . . . Estando sobre las tablas
un día, siente de repente la verdad de lo que había
sido el objeto de sus burlas, se detiene, levanta la
mirada al cielo, un rayo de gracia lo ilumina, y en
lugar de pronunciar las blasfemias que tenía ya en
sus labios, exclama llenó de entusiasmo : — « ¡Soy
cristiano, Jesucristo es mi Dios! » . . . Y como sus
compañeros se apartasen de él asombrados, conti-
324 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

núa : « ¡ Llamad los verdugos, confesaré mi f e ; de-


rramaré mi sangre para dar testimonio de su d i v i -
nidad, y si Él me socorre, soportaré todos los marti-
rios sin cejar! « . . . Semejante conversión enfureció á
Diocleciano; mandó llamar á los verdugos, que le
martirizaron horriblemente, permaneció firme y mu-
rió alabando á Jesucristo.
Con este ejemplo no debemos jamás desesperar
de la misericordia divina, y es nuestro deber orar,
orar sin cesar por la conversión de los pecadores
más empedernidos, esperar siempre que la gracia
del Señor los toque al fin...
Va veis, hermanos míos, cómo á la última hora el
Señor dijo á su mayordomo : — Llama á los traba-
jadores y págales su jornal, comenzando por los
últimos que han venido y acabando por los prime-
ros. ¿ C u á l es ese j o r n a l ? Lo sabéis muy bien, es la
dicha eterna, la gloria en el C i e l o . . . Pero diréis, ¿es
justo que todos obtengan un mismo premio, los pri-
meros que han trabajado en santificarse una vida
entera como los que llegaron cuando acababa ya el
día?
Los Santos Padres interpretan les goces eternos
de la siguiente manera : Todos los cristianos que
morimos en la gracia de Dios veremos y poseeremos
á Dios eternamente, nos bañaremos en su l u z ; no
todos tendremos igual grado de gloria, pero ninguno
será envidiado, porque una de las cualidades de los
bienaventurados será un alto sentimiento de justicia.
Seamos lo mismo en el mundo, no merezcamos aque-
lla palabra del Señor á los envidiosos : — ¿ Miras tú
con malos ojos el que yo sea bueno? Bendigamos
siempre, en todo y por todo, á Dios, y miremos los
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 32o

bienes que poseen los demás como el denario que el


Señor les dio en galardón, y no juzguemos á nadie
por las apariencias, porque en el Cielo los últimos
serán, los primeros, porque muchos son los llamados
y pocos los escogidos.
Aun me queda algo que deciros. Quizás algunos
de entre vosotros diréis : —• « Puesto que tocará el
Cielo, no sólo á los que hemos trabajado para do-
marnos durante años enteros, que hemos combatido
el enemigo del alma durante una larga vida, sino
que también á los que les basta á la hora de la muerte
arrepentirse después de años y años de pecado, ¿no
será mejor gozar ahora de la vida, rezar un acto de
contrición en las puertas de la muerte, sea perdo-
nado á última hora y gozar de todo en esta vida y de
Dios eternamente?
Decidme, amigos míos, ¿tenéis comprada la vida?
¿ Sabréis acaso el día, la hora, el minuto en que debe
llegar la muerte á reclamaros? Recordad la contes-
tación de los obreros á quienes el Señor requirió sus
servicios; cuando É l les preguntó por qué estaban
ociosos, ellos contestaron : — Porque nadie nos ha
llamado. Es decir, que si no habían trabajado en la
viña, era porque no los habían llamado; la voz de
Dios no llegó antes á sus oídos. ¿Pero vosotros no
estáis escuchando desde que abristeis los ojos á la
razón la voz que os llama por todos los medios .po-
sibles? ¿Desde que empezasteis á balbucir las pri-
meras palabras, no os enseñaron á conocer y adorar
á Dios? ¿No aprendisteis la doctrina cristiana des-
pués? ¿No oís con frecuencia la voz de los predica-
dores que os señalan la vía que conduce á la biena-
venturanza e t e r n a ? . . . ¡ A h ! n o ; vosotros no tendréis
19
320 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

disculpa ninguna si no os volvéis á Dios desde vues-


tros primeros años, y si la muerte reclama al peca-
dor en pecado mortal, y cuando no tiene tiempo de
arrepentirse, bien sabéis, hijos míos, cuál es la con-
secuencia fatal! Quiera el Señor que nunca desoigáis
la voz del Padre, y que al fin de vuestra vida obten-
gáis la recompensa prometida en el Cielo, para lo
cual hago votos sincerísimos y os lo deseo por los
siglos de los siglos. A m é n .

DOMINGO D E S E X A G É S I M A

El Evangelio que leyó el Capellán aquel domingo,


fué el siguiente :

San Lucas, cap. VIII, vers.A á 15.


E n aquel tiempo, habiéndose reunido una gran
multitud, que de todas las poblaciones corrían á
Jesús, les habló así en parábola : Salió un sembra-
dor para sembrar su g r a n o , y cuando sembraba, una
parte cayó cerca del camino, fué pisado, y los pája-
ros del cielo se lo comieron : otra cayó en un paraje
pedregoso, y apenas nació se secó, porque le faltaba
j u g o : otra cayó entre espinas, y creciendo al mismo
tiempo con él las espinas, le sofocaron : la otra parte
cayó en buena tierra, y habiendo nacido, dio un fru-
to centuplicado. Dicho esto, clamaba en alta voz :
El que tenga oídos para oír, que oiga. Sus discípu-
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 327

los, oído esto, le preguntaron qué era lo que s i g n i -


ficaba esta parábola; y É l les dijo : — Á vosotros se
os ha concedido el que conozcáis el misterio del reino
de D i o s ; pero á los demás sólo en parábolas, de suerte
que viendo no vean, y oyendo no entiendan, Oíd,
pues, lo que significa la parábola. La semilla es la
palabra de Dios. Los que están cerca del camino, son
los que la oyen; pero viene en seguida el demonio,
y quita de su corazón la palabra, no sea que creyendo
se salven. Los que reciben la semilla sobre un te-
rreno pedregoso, son los que habiendo oído la pala-
bra la reciben con alegría, mas no tiene en ellos raí-
ces en qué prender, porque crecen un tiempo, y su-
cumben en el tiempo de la tentación. La que cayó
entre las espinas son aquéllos que han oído la pala-
bra de Dios, pero que ellos mismos la sofocan, sin
dejarla producir fruta, entregándose demasiado á los
cuidados, las riquezas y los placeres de la vida. E n
fin, la que cae en buena tierra, son aquéllos que h a -
biendo oído la palabra con un corazón recto y bien
dispuesto, la conservan, y recogen el fruto por la
paciencia.

Al concluir de leer el buen sacerdote, cerró el l i -


bro, y dirigiéndose á sus oyentes les dijo :
— La parábola que acabáis de oír es una de las
más conocidas en el Evangelio, porque Nuestro S e -
ñor no se limitó á decirla á sus discípulos sino que
se dignó explicársela en clarísimas palabras, cosa
que no siempre hacía.
En ella, hijos míos, el divino Salvador demuestra
cuan pocas son las personas que se aprovechan de la
328 SOLEDAD AGOSTA DE S A M P E R .

palabra de Dios, y nos dice cuáles son las disposi-


ciones que es preciso cultivar para que podamos apro-
vecharnos de ella.
Si reflexionáramos un poco, deberíamos pensar
cuan agradecidos debíamos estar de que Dios, el
Señor del Universo, el Creador, el Vivificador, el
Conservador del mundo, se digne dirigirse á nos-
otros. ¡ Cómo deberíamos amarlo, respetarlo y ado-
rarlo por su condescendencia! Él se inclina hacia
nosotros, nos mira con interés, con cariño, se c o m -
padece de nuestra debilidad, nos enseña á balbucear
su nombre, nos perdona nuestras faltas y procura
llamar la atención á nuestra frágil memoria para que
no olvidemos sus preceptos. Dios es cara nosotros el
mejor d é l o s padres; pobres seres entregados á los
embates de las pasiones, vagando en la oscuridad
del mundo. Él sólo quiere nuestro bien y nuestra sal-
vación; pero quiere que la ganemos con nuestros es-
fuerzos, que merezcamos el cielo en donde el Señor
fué á prepararnos una morada. ¡Cuánto, pues, debe-
ríamos amarle con alma, vida y corazón! ¡Cómo de-
beríamos obedecerle, respetarle, inclinarnos delante
de sus mandamientos con humildad y reverencia!
¡ Y sin embargo, hay hombres, hijos míos, que no
quieren aceptar su divina palabra, que niegan su
autoridad! ¿Por qué? preguntaréis. Porque no les
conviene escucharla, porque la palabra de Dios con-
traría sus malas instrucciones, pone un dique á sus
pasiones, les impide obrar mal.
Pero vosotros los que me escucháis no pertenecéis
á ese gremio ; sois creyentes y queréis indudable-
mente cumplir con los mandamientos del Criador; los
que me escuchan saben muy bien que cuando y o ,
DOMINGOS DE L A F A M I L I A C R I S T I A N A . 329

ministro del Altísimo, me dirijo á vosotros y procuro


enseñaros y explicaros los mandamientos de la I g l e -
sia de Jesucristo, no es por cierto mi palabra la que
escucháis, sino la palabra de D i o s ; sabéis muy bien
que los sacerdotes somos, por decirlo así, los emba-
jadores de Jesucristo sobre la tierra, los encargados
de comunicaros las órdenes y explicaros su doctrina.
Cualquiera que inspirándose en el Evangelio se dirige
al pueblo, á los niños, á los ignorantes, para enseñar
lo qnc Él enseñó á sus discípulos, está inspirado y
habla en nombre de D i o s ; así, pues, debéis escuchar
todo el que os habla de Dios con respeto y grande
atención.
¿Pero creéis, hermanos míos, que es suficiente es-
cuchar con atención y respeto al que os habla en
nombre del Señor? No, eso 1:0 basta ; es necesario
reflexionar en lo que se ha oído, no olvidarlo nunca,
aplicarlo á la vida diaria; estudiar el Evangelio en
donde están las enseñanzas de.Jesucristo y aprender
á fondo las enseñanzas de la Iglesia.
¿Qué somos en la tierra, hermanos míos? Bien
lo sabéis; solamente estamos aquí de paso; Dios
nos ha mandado á este mundo para que ganemos
el Cielo. El Cielo es nuestra verdadera pairia; allí
nos aguardan los patriarcas, los apóstoles, los már-
tires, los santos, los justos que han ido á recibir
su galardó.i, la recompensa por lo que han trabajado
y sufrido en el mundo. Los Angeles son nuestros
hermanos, Jesucristo es nuestro Soberano; pero entre
tanto este Señor, que es tan justo y misericordioso,
no nos ha dejado sin apoyo, nos ha dado el E v a n g e -
lio, nos ha dado la Iglesia, en donde se encierra la
palabra v i v a , para que sin cesar tengamos en la me-
330 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

moria el recuerdo de aquella patria, á donde debe-


mos sin cesar volver la mirada.
Debemos, pues, hermanos míos, recibir siempre
la palabra divina con sumo respeto; e a palabra au-
gusta del Dios vivo, que midiendo nuestro exiguo
entendimiento, se ha dignado dirigirse á nosotros
para enseñarnos de una manera clara, y que alcan-
cemos á entender, aquello que debemos saber para
llegar al cielo. Sin vacilar debemos no solamente
creer lo que nos enseña su palabra, sino inclinarnos
delante de su autoridad sacratísima. No imitemos, no,
al pueblo judío, que sin cesar oía salir la V E N D A D de
boca del Señor, y que sin embargo no creía en él,
olvidaba sus enseñanzas, lo miraba pasar á su lado
y perdía la oportunidad de salvarse.
No dejemos diariamente, hijos míos, de invocar á
J e s ú s ; creamos en su palabra desde la más íntimo de
nuestro corazón ; pidámosle que en su misericordia
infinita disponga nuestras almas para que podamos
recibir convenientemente la semilla d i v i n a ; que no
caiga en el camino, ni sobre un lugar pedregoso, ni
en un campo estéril, en donde las espinas le impidan
crecer; sino que, al contrario, nuestras almas, por
medio de su divina gracia, sean una tierra favorable-
mente dispuesta para que fructifique la divina se-
milla. Digámosle cada día, cada hora, cada instante,
que deseamos escuchar esa palabra, conservarla en
nuestros corazones y practicar lo que nos enseña;
que sea el alimento más suave de nuestro espíritu
para que seamos fieles hasta el fin de nuestra vida.
— Amén.
DOMINGOS DE L A FAMILIA CRISTIANA. 331

DOMINGO DE Q U I N C U A G É S I M A

He aquí el Evangelio del día :

San Lucas, cap. XVIII, vers. 31 á i3.


« En aquel tiempo tomó Jesús á los doce consigo,
y les dijo : — « Ved aquí que vamos á Jerusalén, y
se cumplirán todas las cosas que los Profetas han
escrito del Hijo del Hombre. Porque será entregado
á los gentiles, tratado con irrisiqji, azotado, cubierto
de salivas; después de haberle azotado, se le c o n - 1

denará á muerte, y resucitará al tercero día Mas


ellos no entendieron nada de todo esto; era una cosa
oculta para ellos, y no comprendían lo que signifi-
caba este discurso. Como se acercase á Jericó, un
ciego, que estaba sentado cerca del camino, y que
pedía limosna, oyendo pasar una muchedumbre, se
informó de lo que era ; le dijeron que era Jesús Na-
zareno que pasaba y al punto exclamó : — « Jesús,
Hijo de David, ¡ tened compasión de m í ! » Los que
iban delante le decían bruscamente que callase, pero
él gritaba más fuerte : — « Hijo de David, ¡ tened
compasión de m í ! » Deteniéndose J e s ú s , se le hizo
traer, y cuando tuvo cerca al ciego, le preguntó : —
« ¿ Q u é queréis que yo haga contigo? » — « Señor,
respondió el ciego, haced que vea ». — « V e , le dijo
J e s ú s ; tu fe te ha salvado ». Inmediatamente vio, y
le siguió, publicando las grandezas de Dios. Todo el
332 SOLEDAD AGOSTA DE SAMPER.

pueblo, que vio este prodigio, dio también gloria á


Dios. »

Al acabar de leer Evangelio del d í a , el cele-


brante se dirigió á los que se habían reunido en el
oratorio para oír Misa ¡y escuchar sus explicaciones
de la santa palabra.
— IPjos míos, dijo, en este domingo, llamado de
quincuagésima, ó el del quincuagésimo día antes de
Pascua, empezaban los eclesiásticos sus ayunos, se-
gún decreto del papa san Telésforo, mártir bajo el
poder del emperador Adriano, durante el segundo
siglo de la era cristiana. Esto lo hacían porque en
Ius primeros tiempos se consideraba que el ayuno
del Viernes y Sábado Santo eran dedicados á honrar
la pasión y muerte de Nuestro Señor, y no se debían
contar entre los de la Cuaresma, propiamente dicha.
Aun en la época actual algunas órdenes religiosas
empiezan la Cuaresma desde el lunes de Quincuagé-
sima. Los griegos llamaban la semana que empieza
mañana, de Tyrophages, porque en ella se abstenían
los cristianos de carnes y laticinios. Como en m u -
chos países los días antes del Miércoles de Ceniza
tienen lugar fiestas enteramente paganas — llama-
das de carnaval, — Clemente V I I I instituyó en
Roma y concedió licencia para toda la Iglesia, las
Cuarenta Horas, en memoria de las que estuvo
Jesucristo en la sepultura, y á mediados del mismo
siglo (el X V I ) los jesuítas establecieron una fiesta,
lo más solemne posible, para atraer al pueblo á ella
en esos días, y que no asistiesen á las de carnaval;
esta nueva devoción llamó tanto la atención del
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA. 333

mundo cristiano, que fué imitada primero en Italia


y después en toda Europa.
Ahora que ya sabéis estas cosas, volvamos al
Evangelio de hoy. En la primera parte de él, habréis
notado que el Señor anuncia á sus apóstoles los pa-
decimientos, pasión, muerte y resurrección que iba
á sufrir en Jerusalén, á donde se dirigía. Hoy no
os hablaré de la pasión del Salvador, pues de ello
nos debemos ocupar con preferencia durante los úl-
timos días de la Cuaresma, sólo os hablaré de la úl-
tima parte del Evangelio de este día.
« Como Jesús se acercase á Jericó, un ciego, que
estaba sentado certa del camino, y que pedía limos-
na, oyó pasar una muchedumbre, y se informó de
lo que era. » Muchas veces habéis visto semejante
espectáculo : un ciego que pide limosna en los l u -
gares públicos á los que pasan. Pero el ciego que
menciona aquí san Lucas no era un ciego desco-
nocido. San Marcos, hablando del mismo milagro,
dice : — « Bartimeo, el ciego, hijo de Timeo, es-
taba sentado junto el camino, pidiendo limosna (1).
Así, pues, este ciego era conocido por tal en la
Judea ; creen algunos que debió pertenecer á alguna
familia que había gozado de comodidad, y que con
motivo de los vaivenes de la fortuna, había quedado
en la miseria, y sin embargo, ved cómo lo tratan
los hombres.
Al saber que era Jesús Nazareno que pasaba, al
punto exclamó : — « ¡ Jesús, Hijo de David, tened
compasión de mí! » Sin duda ya él había oído refe-
rir los milagros obrados por el Salvador, y en el

( 1 ) San Marcos, cap. X , vors. 46.


uu-1 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER.

acto piensa que si Él lo oye y se detiene, obtendrá


su curación.
Pero los que iban, delante le decían bruscamente
que callase. Aquellas gentes no hacían caso de su
desgracia, no les importaba su afán, lo reñían sin
misericordia. — ¡Jesús, Hijo de David, clamaba él,
tened compasión de mí! Pero todos lo apartaban y
le mandaban callar. Esto encierra una lección muy
importante, que quiero explicaros.
Aquella multitud, hermanos míos, estaba com-
puesta de los que seguían al Divino Maestro, le es-
cuchaban con atención, pero aun no comprendían
sus enseñanzas ; ¿qué habían de entenderle cuando
sus apóstoles, sus escogidos, no comprendían lo que
significaban stis palabras ? Estos no habían recibido
la luz de la caridad con que había de inspirarles
después el Espíritu Santo, enviado por el Señor
cuando subió al Cielo. Al oír las súplicas del ciego,
creyeron que importunaría con sus clamores á Jesús,
el cual había dicho que deseaba llegar pronto á Jeru-
salén ; obra'ban humanamente; no tenían aún el
tierno corazón de los verdaderos cristianos. Así como
los hombres poco compasivos no se conduelen de
las desdichas de sus semejantes, también, aunque
delincuentes ellos mismos, miran con desdén á otros
pecadores. Vemos que personas que están muy le-
jos de llevar una vida inmaculada, son las que se
manifiestan más duras, más crueles con los que han
delinquido. Mientras que los discípulos (más ciegos
moralmente que el mendigo, que desde las tinie-
blas en que estaba sumido imploraba la misericordia
de Dios), procuraban apartarlo y hacerlo callar, el
Señor le oye, se detiene, manda que le acerquen al
DOMINGOS DE LA FAMILIA CRISTIANA.

pobre mendigo, y con aquella dulzura que caracte-


rizaba su divinidad, le pregunta : — « Qué quieres
queyohaga contigo ? » ¡ Ah ! todo un Dios se detiene
á hablar con un mendigo, mientras que los hombres,
miserables gusanillos de la tierra, nos avergonzaría-
mos de hacerlo.
Cuentan los historiadores un rasgo de justicia de
un, emperador romano, que dice san Gregorio el
Grande fué un hecho tan-sorprendente en un pagano,
que sin duda Dios se lo tendría en cuenta, aunque
en un príncipe cristiano no hubiera sido sino un de-
ber. Quiero referiros el hecho :
Un día iba Trajano rodeado de un numerosísimo
séquito, á la cabeza de un ejército, á buscar á un
enemigo, que no estaba lejos, y que deseaba coger
desprevenido. De repente vio en su camino á una
pobre viuda, que le detenía el paso : — « Príncipe,
le dijo ella, necesito hablaros ». E l Emperador lo
contestó : — « Ahora no, más tarde ». — « N o ,
repuso ella, quiero que me hagáis justicia ahora
mismo >'. — « Tranquilízate, dijo el Emperador; á
mi regreso haré lo que me pides. n> — « Principe,
exclamó la viuda, muchos van á la guerra y no
vuelven : puede sucederos eso •». •— .« Pues bien,
repuso Trajano, mi sucesor te hará justicia ¡>. —
« Tal vez así sea, respondió la viuda, pero la verdad
es que habréis perdido la ocasión de hacer una buena
obra ». Admirado con aquella reflexión, el Príncipe
se desmontó de su caballo, examinó el asunto que
ella le expuso é hizo justicia á la viuda.
Si este acto de justicia, en épocas en que la admi-
nistraban personalmente los gobernantes á sus pue-
blos, sorprende y arrebata hasta á un santo, ¿qué
336 S O L E D A D AGOSTA DE SAMPER.

diremos de Dios que se detiene á oír la súplica de un


mendigo ? Á la pregunta que le hace Jesús, el ciego
contesta sencillamente, como quien pide á Dios : —
« S"ñor, haced que vea ». Y el Señor responde in-
mediatamente, sin vacilar : — « Ve, tu fe te ha sal-
vado ». Y el hombre abrió los ojos, la luz los hirió,
y vio cuanto le rodeaba...
Así son las obras del Señor, hijos míos : mientras
que los hombres hacen la justicia (cuando la hacen)
cen dificultad, É l , lleno de compasión y de miseri-
cordia, nos da todo aquello que puede sernos útil,
todo cuanto necesitamos, si lo pedimos con entera fe,
con amor, con ilimitada confianza.
Dos enseñanzas principales podemos sacar de este
Evangelio : en primer lugar que es nuestro deber
imitar á Jesús en la caridad ; compadezcamos á los
ciegos de cuerpo y de a l m a ; procuremos socorrer á
los primeros y auxiliar á los segundos con enseñan-
zas que les permitan ver y comprender las VERDADES
CRISTIANAS. No seamos como los fariseos, sino que
procuremos imitar el Corazón de Jesús. Él nos ha
amado hasta morir por nosotros mismos. Él amó á
los pecadores todos, entre los cuales nos encontra-
mos nosotros, ¡ y sin embargo, aunque llenos de
pecados, personalmente miramos con desdén á los
demás pecadores ! No, hermanos míos, esto no debe
ser a s í ; arrojemos lejos de nosotros ese orgullo tan
mal entendido, seamos misericordiosos y no dejemos
jamás, como el cielo de Jericó, de publicar y bende-
cir las grandezas de Dios. — A m é n .

FIN
Í N D I C E

Páginas

D o m i n g o primero de C u a r e s m a 1
S e g u n d o d o m i n g o de C u a r e s m a 9
D o m i n g o tercero de C u a r e s m a lo
C u a r t o d o m i n g o de C u a r e s m a 23
D o m i n g o de Pasión 29
D o m i n g o de R a m o s 38
D o m i n g o de P a s c u a 65
D o m i n g o de C u a s i m o d o 7*2
S e g u n d o d o m i n g o después de P a s c u a 77
T e r c e r d o m i n g o después ele P a s c u a 83
'Cuarto d o m i n g o después de P a s c u a . . . • 89
Q u i n t o d o m i n g o después de P a s c u a 9ü
D o m i n g o d e s p u é s de la A s c e n s i ó n . 103
D o m i n g o de Pentecostés 108
D o m i n g o de la S . m l í s i m a Trinidad . 114
D o m i n g o en la o c t a v a de la S a n l i - i m a T r i n i d a d . . . . 119
Torcer d o m i n g o después de P e n t e c o s t é s 132
Cuarto domingo después de Pentecostés 137
Q u i n t o d o m i n g o después de Pentecostés : . 143
S e x t o d o m i n g o después de Pentecostés 149
S é p t i m o d o m i u g o después de Pentecostés 134
O c t a v o d o m i n g o después de P e n t e c o s t é s . . . . . . . 159
N o v e n o d o m i n g o después de Pentecostés lt>(>
D é c i m o d o m i n g o después de Pentecostés 17*2
O n c e n o d o m i n g o después de Pentecostés 178
IVDIGE 338

Páginas

D u o d é c i m o d o m i n g o después do P e n t e c o s t é s 183
D o m i n g o decimotercio d e s p u é s de P e n t e c o s t é s . . . . 188
D o m i n g o catorce después Pentecostés 193
D é c i m o q u i n l o d o m i n g o después de P e n t e c o s t é s . . . . 200
D e c i m o s e x t o d o m i n g o después de P e n t e c o s t é s 204
D e c i m o s é p t i m o d o m i n g o después de P e n t e c o s t é s . . . . 209
D e c i m o c t a v o d o m i n g o después de Pentecostés 214
D e c i m o n o n o d o m i n g o después de Pentecostés 220
V i g é s i m o d o m i n g o después de P e n t e c o s t é s 221
D o m i n g o v i g é s i m o primero después de P e n t e c o s t é s . . 232
V i g é s i m o s e g u n d o d o m i n g o después de P e n t e c o s t é s . . 239
D o m i n g o v i g é s i m o tres después de P e n t e c o s t é s . . . 240
D o m i n g o v i g é s i m o cuarto después de P e n t e c o s t é s . . . 252
P r i m e r d o m i n g o de A d v i e n t o 258
S e g u n d o d o m i n g o de A d v i e n t o . . . • 26ü
T e r c e r d o m i n g o de A d v i e n t o 276
C u a r t o d o m i n g o de A d v i e n t o 282
D o m i n g o en la o c t a v a de la N a t i v i d a d 294
P r i m e r d o m i n g o del a ñ o , víspera de la E p i f a n í a . . . . 298
P r i m e r d o m i n g o después de la E p i f a n í a 303
S e g u n d o d o m i n g o después de la E p i f a n í a 309
T e r c e r d o m i n g o después do l a E p i f a n í a 31o
D o m i n g o de S e p t u a g é s i m a 319
D o m i n g o de S e x a g é s i m a 320
D o m i n g o de Q u i n c u a g é s i m a 331

*m *
París. — Tip. GARNIER HERMANOS, 6-, Rué des Saiats-Peres, 6

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