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Capitalismo de cuates

De repente, prominentes voceros del “progresismo” o “izquierda inteligente” se han


unido en un coro común contra el “capitalismo de cuates.” ¡Enhorabuena!

La frase se la atribuyen al flamante opinado Joseph Stiglitz (quién ganó el Premio


Nobel de Economía en 2005, por su trabajo sobre información asimétrica, más no
por sus opiniones actuales). Falso. La crítica al mercantilismo, al abuso del
proceso político para sacar privilegios en el mercado abierto por parte del proceso
empresarial, data desde las observaciones de Adam Smith, David Ricardo y David
Hume. En el siglo antepasado, su crítico más importante fue Friedrich Bastiat. En
el pasado reciente, destacan Hayek, Buchanan, Friedman, y muchos más.

Y, disculpas, pero desde hace más de quince años se viene expresando la misma
crítica en este foro. Sin embargo, en la estéril guerra de etiquetas, tanto este
medio como las personalidades citadas, tienden a merecer calificativos poco
decorosos, hasta “salvajes.”

Pero estas idiosincrasias semánticas no importan; tampoco, la autoría original de


ideas. Qué bueno que se esté reconociendo el mal, qué bueno que la competencia
sea vista con mejores ojos en estos días. El impacto sobre el bolsillo del
consumidor de los monopolios, los duopolios, la oligarquía reinante, el
compadrazgo, y otras especies de mercantilismo contemporáneo, es terrible.

Por cierto, aquellos analistas que hoy “vaticinan” y hasta desean una paridad de
dieciocho o veinte pesos por dólar, son el equivalente cambiario del capitalismo de
cuates—pidiendo un subsidio para mejorar utilidades sin el previo esfuerzo de
mejorar la oferta de productos.

Sin duda, el capitalismo de cuates (“crony capitalism”) es uno de los factores


detrás del síndrome de crecimiento errático y mediocre que sufre nuestra
economía.

Este mal se manifiesta, especialmente, en una arqueología jurídica que no deja


trabajar, que obstaculiza la iniciativa empresarial, que pone el “no se puede” como
la condición de entrada al jugoso mercado de rentas que la tramitología genera.
Más allá de un cambio aquí o una nano-reforma acá, se requiere un cambio de
paradigma. El reto, en las palabras de otro gran enemigo del mercantilismo,
Richard Epstein, es abandonar la arrogancia de construir leyes complicadas para
simplificar el mundo y adoptar un concepto general de leyes sencillas para nuestro
mundo complicado.

En el esquema de concesiones, de mercados cautivos (públicos y privados), y de


eterna tramitología, la propiedad no es un derecho, sino un privilegio. Este tipo de
“discriminación jurídica” implica que la corrupción se convierte en un instrumento
anormal para reducir los costos de transacción, para salir adelante.

Hay que llevar la desregulación hasta sus últimas consecuencias—desde donde


impera el capitalismo de cuates, hasta el capítulo económico del marco
constitucional. Así es el reto: pasar hacia un paradigma de “dejar trabajar,” de
leyes sencillas para un mundo complicado.
E-Grafía

http://www.asuntoscapitales.com/articulo.asp?ida=4327
Introducción
El capitalismo de cuates se basa en las autoridades que crean condiciones para
los mercados abiertos, competitivos, innovadores, que proveen mejores productos
a precios más baratos para los consumidores ya sea para los ciudadanos.
UNIVERSIDAD DE MARIANO GALVEZ
DERECHO INFORMATIVO
LIC. KARINA SANDOVAL

CAPITALISMO DE CUATES

JENNIFER ELIZABETH HERNÁNDEZ HER.


CARNE. 1890-17-17617
FECHA:07-04-2018

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