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1. En nuestra sociedad y en las iglesias en general, el sufrimiento es entendido como algo que
debemos evitar o que deberíamos sortear como si la vida se tratara de una carrera de
obstáculos, que para “llevarla bien” no debemos caer en ninguno de ellos. Socialmente, la
inmediatez, el bienestar, es algo que se puede obtener a través de cosas materiales… de
acceder a lo último de lo último. Y cuanto más rápido mejor. Esto nos ha vuelto cada vez
más intolerantes y más propensos a la frustración. Si tengo que trasladarlo a las iglesias,
pareciera que la historia se repite. Hablo con personas constantemente a las que se les ha
enseñado que “si sos hijo de Dios… si sos cristiano… no podés estar mal”, no podés estar
triste, no deberías sufrir. Y esto se transforma en una carga tan pesada que lleva a muchos
a profundos estados de angustia y depresión “disfrazados” por una sonrisa de día Domingo.
Ya desde tiempos antiguos se pensaba que el sufrimiento era consecuencia del pecado, y si
bien ésta puede ser una de sus causas, Jesús dejó claro que no siempre es así, sino que, al
contrario, la Gloria de Dios se manifiesta a través de él.
3. Según lo aprendido y lo que podemos ver a través de la Palabra de Dios, Él puede utilizar el
sufrimiento en la vida de sus hijos para:
Traer luz a nuestras vidas (comprender nuestra verdadera condición como seres
humanos)
Instruirnos (como un padre que disciplina a su hijo porque lo ama)
Purificarnos (dándonos una nueva perspectiva y revalorización de las cosas)
Confirmar nuestro llamado (identificándonos con nuestro Señor, quien nos llama)
Edificar a otros (mi dolor puede enseñar, edificar, consolar, bendecir a otros)
4. Creo que la enseñanza más importante que puedo extraer de esta lectura es recordar que
el sufrimiento es parte de la escuela de Dios para sus hijos. Y digo recordar porque, aunque
lo sabemos y lo vivimos de muchas maneras, a veces nos vemos tentados a pensar como el
sistema quiere que pensemos: “pare de sufrir” … “evita la incomodidad, el malestar” …
“busca tu bienestar” … No siempre nos resulta sencillo ver la obra de Dios a través del dolor,
al contrario; por eso es bueno refrescar la memoria y hacer un recorrido a través de su
Palabra para no olvidar que, en medio del desierto, Él está cerca y que “todo ayuda a bien
a aquellos que le aman”.