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Representaciones fantásticas del género queer

Recién en el siglo XX vamos a encontrar realmente representaciones de


personajes trans o de géneros fluidos. La androginia y el hermafroditismo de los mitos
alimentará algunas ficciones fantásticas, especialmente desde las vertientes del
ocultismo. El hermafrodita como representación de la máxima ciencia hermética y la
alquimia aparecerán en algunas representaciones literarias, pero más como reflejo de
estas creencias por parte del autor de la obra. Por ejemplo en la novela El Golem, de
Gustav Meyernik, la narración deriva en un viaje existencial y místico del personaje que
busca a esta antigua criatura de leyenda, representada por el hermafrodita del ocultismo.

El ocultismo, la ciencia hermética, el espiritismo de la modernidad alimentarán


las ficciones fantásticas, y en ellas aparecen huellas de la visión de una totalidad arcana
y hermafrodita.

Como primer antecedente podemos encontrar la obra de Hanns Heinz Ewers


(1871-1943) La muerte del barón Jesús María von Friedel de 1903. En este cuento
largo o nouvelle nos encontramos ante la inusual situación de dos espíritus que luchan
por un mismo cuerpo, uno masculino, el del barón Jesús, y el de una mujer. Esta batalla
fantástica termina en tragedia y representa, como muchas de las ficciones del autor, a lo
femenino dentro del cuerpo masculino como una amenaza, un peligro, algo que devora
por dentro la figura del hombre. Esta obra como las siguientes estará profundamente
influenciada, no ya por el ocultismo, sino por el psicoanálisis emergente y sus
concepciones sobre el aparato psíquico, que ya desde el mismo Freud dejarán la puerta
abierta para el debate sobre el género.

La ciencia ficción del siglo XX se atreverá a poner en tensión realmente por


primera vez en la literatura popular las concepciones más arraigadas en la conformación
de los géneros, más allá de la orientación sexual. Los movimientos feministas darán
lugar a una literatura que se corre de ese lugar de femme fatal que les han dejado los
hombres para explorar otros puntos de vista.

La mano izquierda de la oscuridad


Sirenas! Hans Christian Andersen

EL MONSTRUO

Nuestra modernidad le otorga un carácter imaginario al monstruo, en este


momento éste ha sido desterrado por completo de lo real. El monstruo se ha refugiado
en la ficcionalidad, representando la magia y lo sobrenatural que ha caído en el destierro
por nuestra visión racional y materialista del mundo.

De este modo podemos entender que el concepto de monstruo no debe


entenderse como algo definitorio, como un sustantivo o una cualidad que debe tener
para ser reconocido como tal, si no que conviene entenderlo como una relación de la
criatura con su carácter de monstruo. Este carácter de lo monstruoso se define por
acciones o impresiones que se pueden entender desde el concepto de fascinación, que es
una forma de parálisis que oscila entre la atracción y el rechazo.

El monstruo representa la deformación inconsciente de nuestros traumas como


sociedad, como si los grandes miedos de la sociedad contemporánea se
metamorfosearan para aparecer en nuestras pesadillas, tanto del sueño como de la
vigilia. Es un espejo que nos refleja aquello que creemos desterrado.

Tres formas de monstruo: hibridación, lo informe y el proceso metafórico.

En la hibridación el monstruo aparece como una amalgama entre lo humano y


otras formas, generalmente de animales, la cual es, tal vez, la forma más común y
antigua de la creación de monstruos.

Lo informe se nos presenta como aquello sin forma, y que por consiguiente no
tiene fronteras, es como una enfermedad que se puede extender sin límites, como una
catástrofe natural que lo sumerge todo. De esta manera, se vuele imposible marcar una
distancia entre lo monstruoso y lo no monstruoso. Nos refleja a nosotros mismos en el
sentido en que nos obliga a ver que todos somos susceptibles de volvernos el monstruo
por el proceso de posesión.

El proceso metafórico, que se puede plantear como la metamorfosis tiene que


ver con la unión de dos seres, por los cuales toma caracteres de la hibridación, pero
existe también una evolución hacia uno de los seres que toma control sobre la otra
identidad, esto nos pone frente a la posibilidad de lo caótico y la inestabilidad de lo
viviente. Pensemos por ejemplo en la metamorfosis de Kafka. El juego de la
metamorfosis es el hacernos ver que, en ese rostro, cada vez mas alejado del nuestro, se
muestra lo que somos en realidad.

De este modo, el monstruo inaugura una ruptura de la realidad conocida que nos
enfrenta a la realidad monstruosa de lo humano, o nos devuelve al pasado caótico,
aprovechándose de todo aquello que creíamos superado, nos devuelve, de alguna
manera, a la infancia de nuestro sistema de creencias.

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