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PARTICIPANTES:
Abg. YANIRA JOSEFINA SALAZAR LANDONI
C.I. V-8.855.917
Abg. JOSÉ GREGORIO CORDERO TOVAR
C.I. V-5.554.396
Cabe destacar, que muchos pueblos indígenas continúan aplicando sus métodos
tradicionales para resolver los conflictos o faltas entre sus miembros, alcanzando y
logrando cambiar conductas que para el derecho de Estado figuran en el código
penal como delitos. En consecuencia, tanto el texto del Convenio como el de la
Declaración Universal en su art. 35, aluden al tema especialmente, reconociéndose
el derecho a mantener dichos sistemas. Se trata de una aplicación concreta del
derecho a la libre determinación, que incluye el mantenimiento de las propias
instituciones y modos de resolución de conflictos.
En 1958, mediante decreto No. 492 del 30 de diciembre de 1958, se crea la Oficina
Central de Coordinación y Planificación de la Presidencia de la República
(CORDIPLAN), con el objeto de asesorar al Presidente de la República, al Consejo de
Ministros y a los demás Miembros Centros de Decisión del Gobierno, en la
formulación e instrumentación de la estrategia de desarrollo económico - social del
país, promoviendo para tal efecto los planes, políticas y proyectos nacionales
compatibles con estas estrategia, facilitando al mismo tiempo la indispensable
coordinación entre las organizaciones relevantes para su ejecución. No obstante, no
es sino hasta el IV Plan de la Nación, correspondiente al quinquenio (1970-1975),
cuando se da un modesto lugar al problema del delito y su control, al expresarse:
que el delito es producto de condiciones estructurales propias de la sociedad y no
de desajustes individuales. La experiencia demuestra que la elevación del nivel de
vida de la población, junto al incremento de las oportunidades de empleo y de
capacitación y la distribución más adecuada del ingreso, entre otros factores
contribuyen al mejoramiento de los indicadores delictivos, en este período, se crea
mediante Decreto No. 241 de fecha 11 de febrero de 1970, la conocida: Dirección de
Prevención del Delito dependiente del Ministerio del Poder Popular para las
Relaciones Interiores y de Justicia, precursora de la Comisión de Prevención de la
Delincuencia, como organismo dependiente del Ministerio de Justicia, organismo
éste encargado de investigar las causas de la criminalidad en el país desde 1951
como sujeto planificador de la política antidelictiva en el país.
Desde el punto de vista jurídico, las reformas suscitadas durante este período al
código penal, no pueden ser consideradas como sustanciales, pues dejan incólume
su estructura y se limitan a modificar accidentalmente algunos tipos penales de
acuerdo a un criterio empírico de política criminal, ante la preocupación por el
aumento de la criminalidad, la aparición de nuevas formas delictivas y el incremento
de la misma, pretendiendo utilizar las reformas como un instrumento de
manipulación colectiva que tratar de mitigar el sentimiento de inseguridad, infundir
confianza y hacer creer ilusoriamente que con la sola reforma de la ley penal se
podía lograr una correcta profilaxia social.
Se concluye que Venezuela enfrenta hoy en día nuevos retos: el viejo paradigma de
las políticas públicas conservadoras que conllevó a un sistema político individualista,
conformista y desigual que aumentó la discrepancia entre los sectores sociales y el
protagonismo y centralismo de los partidos políticos, negó otras formas
participativas, cuyas alianzas eran mecanismos para mantener el poder; todo lo cual
generó una crisis social y política que desencadenó el proceso de cambio como
contraposición, como define Delgado (2000) al “fracaso del modelo punto fijista, el
cual se refleja en el deterioro de la legitimidad democrática y la erosión institucional
de los partidos hegemónicos”. Así nace el revolucionarismo constituyente que
recalca al poder soberano y reclama la competencia de éste, no sólo para sancionar,
según Hilmar Valeska Montilva Prieto, expresó en el Primer Concurso de Ensayo
Breve sobre la constitución, el objetivo de cumplir con todos los actos innatos a la
soberanía, incluyendo el cambio total del poder constituido y la refundación de la
república. De igual forma, la misma Delgado menciona que estamos ante un nuevo
orden social y político, cuyas acciones propenden hacia la adopción inevitable de
cambios fundamentales para superar el desequilibrio social y la crisis actual de la
violencia, solo una política revolucionaria permitiría generar los cambios que
necesitamos.