Está en la página 1de 22

El tratamiento lingüístico documental: una 1

síntesis de la escuela española


Gustavo Liberatore

Material de estudio elaborado para las asignaturas Clasificación


II y Procesamiento de la Información

1 Bases teóricas
El tratamiento lógico-formal de la información y su posterior recuperación tiene como
objetivo básico el de establecer un canal de comunicación controlado (en lo cuantitativo y
cualitativo) entre un conjunto de documentos y una necesidad informativa. Bajo la aparente
simpleza de este enunciado se encierra uno de los principales (sino el principal) ejes de discusión
en la Teoría de la Documentación, ya que está en su esencia y por lo tanto, es uno de los focos
centrales en el esquema conceptual de esta disciplina.
A este proceso se lo ha tratado de demarcar -definir- a partir de diferentes enfoques que,
tomados en su conjunto, presentan numerosos puntos en común, especialmente en lo que hace a
los objetivos específicos involucrados, como así también en las técnicas y procedimientos
empleados. Sin embargo, bajo esta concordancia que presentan los teóricos del tema, subyace un
problema de denominación, es decir, no existe unanimidad a la hora de “bautizar” al proceso en
su conjunto. Este problema terminológico hace indispensable realizar un análisis más profundo
encaminado a establecer cuáles son los alcances de las diferencias existentes en el plano
onomasiológico y por ende en el aspecto semasiológico del tema que nos ocupa.
En primer lugar, la inconsistencia terminológica no se da, como veremos más adelante, en
la denominación de los diferentes momentos o pasos que conforman el procesamiento lógico-
formal de la información, sino en la teoría que los abarca. Esta teoría ha devenido, a lo largo de su
corta historia, en disciplina, o más bien micro-disciplina, entendiéndose por esto a la rama de la
Documentación encargada de estudiar esta problemática. Del abanico de términos que aparecen
en la bibliografía especializada se pueden establecer, a priori, dos vías de significación bien
diferenciadas: aquella que propone una terminología destinada a representar globalmente el 2
procesamiento documental (por ej. “tratamiento lingüístico-documental” o “procesamiento
análitico-sintético”); aquella otra que utiliza una terminología para “nombrar” una disciplina y,
consecuentemente, al marco conceptual que la legitima y fundamenta.
En esta segunda vía encontramos dos teorías que en lengua castellana han sido
ampliamente desarrolladas: el “Análisis Documental (AD)” y la “Lingüística Documental (LD). En
estas dos líneas se encuentran los autores españoles anteriormente mencionados.
Garrido Arrilla[2] analiza esta problemática en un artículo dedicado a exponer las
principales corrientes teóricas bajo las cuales se define o interpreta el “Análisis Documental” (en
adelante AD) como disciplina académica.
Sin mucha profundidad, aunque con precisión conceptual, la autora sitúa el origen del
término en el ámbito anglosajón, caracterizado por una base conceptual claramente
interdisciplinaria, hecho que, según la argumentación esgrimida en este texto, fomentará
diferentes interpretaciones a la hora de definir el vocabulario, competencias y campo de acción
del AD. La equivalencia interlingüística entre la terminología anglosajona y la castellana emerge
como un problema central en esta cuestión. Garrido Arrilla se hace eco de esta problemática al
decir que:

“este hecho va a condicionar su terminología, la cual se caracteriza por la flexibilidad


proporcionada por la interdisciplinariedad anglosajona, en contraposición con el mundo
cultural español, el cual, al menos hasta la fecha, se caracteriza por una cierta rigidez
terminológica, debido a que cada disciplina o rama del saber se considera casi como un
compartimento estanco, sin interconexión”.

En relación a los principales referentes del área temática en cuestión, es decir, a aquellos que han
realizado aportes teóricos valiosos en este campo, nombraremos a: Fondin, Vickery, Gardin,
Brugghen, Coyaud, Otlet, Chaumier, Grolier y Mijailov (sin importar el orden) y a sus escritos más
citados[3]. Estos autores figuran comúnmente como los pilares básicos en donde se apoyan las
principales obras dedicadas a esta área y sobre los cuales se construye toda la teoría actual.
Desarrollaremos brevemente entonces algunas de las principales concepciones que estos autores
propusieron y que fueron modelando, a través de un corto período de tiempo, las bases de esta
nueva disciplina.
Respetando un orden histórico y valorando su peso específico dentro de nuestro campo
disciplinar comenzaremos por Otlet, poseedor de un enfoque amplio en materia de análisis
documental. Para el bruselense, el AD no se restringe solamente a la descripción y análisis de los
documentos, sino que también abarca los posibles productos que se derivan de estos procesos,
involucrando de esta manera a la etapa de difusión (búsqueda y recuperación documental). Esta
postura no sólo es importante por pertenecer al creador de la teoría de la Documentación, sino
también por ser una de las más amplias en el sentido de las operaciones que comporta. Otlet ya
apuntaba a principios de siglo la necesidad de producir elementos secundarios mediadores del
mensaje documental, refiriéndose a ellos como “la creación de nuevos libros por extracto o fusión
y asimilación de otros nuevos libros”. Se está refieriendo, concretamente, a los conceptos
contemporáneos de resumen e indización[4].
Gardin junto con Brugghen aportan un enfoque bastante restringido desde la perpectiva
linguístico-documental, al referirse a este proceso como el conjunto de operaciones enfocadas a
identificar al documento bajo diferentes puntos de acceso derivados de la aplicación de técnicas
de indización, resumen o traducción con el objeto de facilitar la consulta o recuperación de la
información publicada. En palabras de Gardin “...el conjunto de operaciones enfocadas a
representar un documento bajo una forma diferente de la original...”. Se advierte que la restricción 3
en la postura de estos autores se da en dos direcciones: por un lado limitan el AD al análisis de
contenido; por el otro, se refieren solamente a los documentos publicados (o documentos
“escritos” según Gardin), dejando de lado la documentación inédita u otras formas de documento.
Vickery apoya su enfoque no tanto en el detalle de la organización interna del del AD sino
más bien en la formulación teórica y metodológica de las operaciones analíticas que comporta
este proceso. Para él, el AD consiste fundamentalmente en derivar de un documento un conjunto
de términos que faciliten una representación condensada del mismo, tanto sea para identificarlo,
para definir sus puntos de acceso, para indicar su contenido o para servirle de sustituto[5].
Dentro de las aportaciones que estamos considerando, la ofrecida por H. Fondin es tal vez
una de las más integradoras y concluyentes. Este autor fue uno de los primeros en advertir la
situación “anárquica” que desde el punto de vista conceptual presentaba el AD. En función de
esto, su teoría se cimentó sobre la base de establecer claramente todos los elementos
constitutivos del procesamiento documental, ubicando a cada uno de ellos dentro de una
estructura lógica que permita identificarlos, individualizarlos y jerarquizarlos. Con este fin,
consideró necesario formular una triple división funcional en donde quedaran demarcadas las
operaciones, los resultados de esas operaciones y el producto documental que se obtiene[6].
Citaremos finalmente la visión aportada por Mijailov, la cabeza más visible de la escuela
rusa, por ser también uno de los principales referentes en este tema. Dentro de esta corriente,
caracterizada por una terminología propia y perfectamente delimitada, se explica el AD desde lo
que ellos denominan “procesamiento analítico-sintético”, consistente en presentar (representar) a
cada documento o determinado grupo de ellos en la forma que responda al máximo a las distintas
tareas de la actividad científico-informativa[7]. Dentro de este esquema son caracterizados los
distintos tipos de procesamiento a saber: representación bibliográfica, representación temática
(clasificación/indización) y representación condensada (resumen analítico). Cada uno de estos sub-
procesos comportan determinada proporción de análisis y síntesis.

1.1 La teoría del tratamiento documental en la bibliografía española

En el ámbito español son muchos los autores que han abordado esta temática y desde
muy variados enfoques, aunque la mayoría de ellos poseen la característica de orientar sus
escritos exclusivamente a la definición y aplicación de las técnicas y procedimientos que se dan
lugar en el tratamiento documental. A través de la lectura de sus obras se hace evidente la
tendencia al enfoque pragmático, quedando poco margen para la especulación teórica y la
indagación del esquema conceptual que sustenta la práctica. Solo unos pocos han incursionado en
este último sentido. Este fenómeno se debe, en parte, a que la investigación académica en ésta y
otras áreas documentales es de reciente data en España. Las primeras escuelas universitarias de
Bibliotecología y Documentación se constituyeron a principios de la década del ochenta y con ellas
el campo propicio para el desarrollo sistemático de la investigación, orientada a enriquecer y
profundizar las teorías que sustentan la disciplina. Hasta entonces, la bibliografía producida,
especialmente la referida al campo que nos ocupa, era desarrollada casi exclusivamente por
bibliotecarios y documentalistas profesionales, inclinados a escribir (o traducir) textos que
apoyaran y cualificaran la práctica profesional.
En un interesante estudio, Sánchez Casabón y García Marco[8] confirman en gran parte lo
anteriormente dicho. Concretamente, los autores analizaron la producción bibliográfica sobre
análisis de contenido y lenguajes documentales llevada a cabo en España entre 1982 y 1994 a
partir de los artículos publicados en siete revistas españolas de información y documentación. De
los indicadores elegidos para esta investigación se extraen interesantes conclusiones que permiten 4
obtener una visión más o menos global del estado de situación en el área comprendida.
En primer lugar, se destaca el hecho de que gran parte de la producción bibliográfica
proviene de autores que se dedican a la docencia e investigación universitaria en contraposición
con el otro sector detectado, proveniente principalmente de asociaciones profesionales, que
promueven actividades de formación profesional. A pesar de esta división, el estudio refleja que,
en los últimos años, ha venido creciendo la colaboración e intercambio entre bibliotecarios e
investigadores o docentes.
Otro resultado interesante es aquel que se relaciona con el lugar desde donde los autores
realizan sus aportes bibliográficos. El estudio comprueba que las universidades ocupan
porcentualmente el primer puesto (34,43%), seguidas por centros de documentación y bibliotecas
(32,79% y 29,51% respectivamente). Paralelamente, se destaca la inexistencia de lo que se
denomina “escuelas”, es decir, estudios o líneas de investigación en común o investigadores
agrupados en torno a una figura relevante[9]. Por el contrario, los resultados reflejan la existencia
de individualidades, algunas de ellas con un estatus científico indiscutible, pero que no han creado
en su entorno una corriente investigadora a partir del trabajo por ellos comenzado.
Finalmente, los autores concluyen que la temática estudiada no es objeto de especial
atención en las publicaciones españolas en relación con otras áreas, teniendo en cuenta el lugar
central que ocupa en el marco del ciclo documental. Y recomiendan, en función de los datos
aportados por este análisis, la consolidación de líneas de investigación que aporten más
estabilidad a la producción bibliográfica en este campo.
La individualidad o, si se quiere, el notable aislamiento en el que algunos autores parecen
“generar” sus producciones intelectuales dentro de este dominio, según marca el estudio
descripto, es una de las características más salientes. Como consecuencia, se advierte a simple
vista el bajo nivel de citación existente entre autores españoles dedicados al mismo tema.

1.2 Los referentes españoles

Antes de ingresar al análisis de las teorías propuestas por los autores españoles señalados
al comienzo de este capítulo, comentaremos brevemente la obra de Rafael Ruiz Pérez[10]
dedicada al análisis documental.
La inclusión de este libro en nuestro desarrollo obedece al hecho de que, si bien no es un
tratado fundamental del tema, constituye una producción intelectual que merece una mención
dentro del contexto tratado. El texto, de índole introductorio al campo temático, es un intento de
reflexión teórica acerca de uno de los principales focos de atención en el área del análisis
documental: las bases terminológicas en el que se apoya todo el esquema conceptual de la
disciplina. En su introducción, Ruiz Pérez señala claramente la intención de la obra respecto de
esta problemática:

“si bien es cierto que se hecha en falta la ausencia de un trabajo teórico de conjunto
sobre el Análisis Documental, también es cierto que en los manuales de documentación
y en no pocas monografías y artículos especializados, su concepto y por consiguiente
sus objetivos y contenidos básicos, ocupan siempre un lugar destacado. (...) Entiéndase
pues, que lo que se diga en las siguientes páginas, no es el primero o uno de los
primeros conceptos escritos sobre el asunto, pero sí una de las primeras reflexiones
teóricas sobre el mismo y por consiguiente, una aportación más a una disciplina sobre
la que se han vertido cuantiosas opiniones en muchos casos poco coincidentes, creando 5
un panorama complejo y difícil de sintetizar” [11].

La validez de este trabajo radica esencialmente en que es uno de los pocos en lengua
castellana que intenta clarificar y proponer una línea teórica que legitime y basamente la praxis, es
decir, colocar a los procesos y productos del análisis documental dentro de un esquema
conceptual medianamente sólido y estable. Aunque a nuestro criterio el autor no llegue a cumplir
con éxito este objetivo, queda claro en sus reflexiones que la poca sistematicidad conceptual[12]
existente en el área debe ser corregida y que, como punto de partida, se hace necesario un análisis
crítico de los antecedentes inmediatos de esta disciplina.
Reflejado entonces un panorama de la producción bibliográfica española en el campo del
AD y habiendo revisado algunos de los principales antecedentes inmediatos que posee esta
disciplina, centraremos nuestro análisis, en un mayor nivel de profundidad, sobre la producción
intelectual de los tres autores españoles señalados al principio de este capítulo. Las teorías
propuestas por Pinto Molina, García Gutiérrez e Izquierdo Arroyo serán, en ese orden, nuestro
objeto de atención en lo que resta de este primer tramo.

1.2.1 Pinto Molina

Pinto Molina es una de las autoras que más ha profundizado y desarrollado en los últimos
años cuestiones teóricas del AD en habla castellana. A través de dos obras y numerosos artículos,
la autora plantea los problemas básicos suscitados a la hora de configurar las bases teóricas de lo
que ella denomina una actividad científico-técnica (con rango de disciplina), y propone algunas
vías de abordaje a esta cuestión.
En la introducción a su primer obra dedicada al tema, la autora aborda directamente una
de las cuestiones centrales del AD en relación a la inestabilidad conceptual existente y a la falta de
un marco teórico que lo sustente, al decir que:

“el vacío bibliográfico existente, al menos en nuestro orbe informativo, en relación con
el dominio científico que conocemos como Análisis Documental (AD), ha sido y es para
nosotros un motivo constante de preocupación”. Y más adelante agrega “he venido
pensando en la posibilidad de plasmar documentalmente una teoría al respecto que,
como punto de partida, permita la discusión seria y científica de todos los extremos
implicados en esta nueva disciplina-asignatura” [13].

Aclara al respecto, la existencia de los estudios especializados precedentes (refiriéndose


concretamente a Fondin, Courrier y Chaumier) en los que se apoya permanentemente, aunque los
cataloga de poco sistemáticos y globalizantes.
Otro de los puntos desarrollados, y en abierta concordancia con casi todos los estudios
sobre el área, es el carácter interdisciplinario del AD, estableciendo claramente el alcance de esta
afirmación:

“el dominio del Análisis Documental disfruta de un buen respaldo científico, basado en
las aportaciones de una ciencia madre, la Documentación, y de una ciencia nodriza,
que no es otra sino la Lingüística”[14].
Al amparo de estas dos disciplinas, Pinto Molina aclara que el AD se constituye en el núcleo 6
central dentro de las tareas documentales, dada la relevancia de las actividades que involucra y la
complejidad que las mismas poseen. En este sentido, separa por un lado la teoría que sustentan
estas actividades y la metodología necesaria para llevar a la práctica ese cuerpo doctrinal,
postulando que esto último constituye una de las dicotomías esenciales del AD, doctrina por una
lado y técnica por otro.
Paralelamente, se pone de manifiesto otra dualidad, en este caso representada por los dos
elementos esenciales que constituyen el concepto de documento –contenido y forma- y de los
cuales se desprenden dos vías posibles de análisis: análisis formal y análisis de contenido. Dentro
de este esquema, la autora señala a la indización y al resumen como los elementos de estudio más
importantes, ya que son los que revisten mayor dificultad técnica y pueden ser enfocados desde
una perspectiva más científica.
Otro de los puntos abarcados, es el referido a la delimitación del AD dentro del llamado
tratamiento documental. Aquí Pinto Molina se debate dentro de las diferentes posturas y teorías
existentes que podríamos dividir, de forma genérica, en dos grandes grupos: por un lado, aquellos
autores que restringen el AD a solamente las operaciones de indización y resumen; por otro lado,
los autores que enfocan el AD desde una postura más abarcadora, al involucrar en el proceso
desde la descripción formal hasta las operaciones de búsqueda y recuperación. Dentro de estos
dos polos existen diferentes matices, aunque lo verdaderamente importante a la hora de delimitar
un proceso es ubicarlo dentro del contexto al que pertenece en función de los objetivos que le son
fijados. Dentro de este panorama Pinto Molina concluye en que:

“el AD equivale, pues, a la primera parte del tratamiento y tiene su razón de ser en las
posibles recuperaciones, que sólo serán efectivas si se realizan sobre la base de una
acertada y rigurosa actividad analíticas previa. Además, no hay que olvidar que los
productos de AD (documentos secundarios) actúan de intermediario o instrumento de
búsqueda obligado entre el documento original y el usuario que demanda la
información”[15].

Llegado este punto, la autora se aboca a la configuración de una definición del AD que
contemple los criterios abarcados dentro de la línea de análisis trazada y, fundamentalmente, que
sea lo suficientemente abarcadora como para “contener” aquellas cuestiones críticas que son
objeto de discusión y que hacen de este dominio un área de conocimiento conceptualmente
inestable.
Cabe aclarar, que desde un punto de vista metodológico, Pinto Molina no realiza una
definición del AD propiamente dicha, aunque sí aporta ideas concretas que permiten obtener una
noción clara de su esquema conceptual. Bajo esta característica, extraemos los siguientes
párrafos:

“... desde la óptica operativa-teleológica, al AD está constituido por un conjunto de


operaciones (unas de orden intelectual y otras mecánicas y repetitivas) que afecta al
contenido y a la forma de los documentos originales, reelaborándolos y
transformándolos en otros de carácter instrumental o secundario, que faciliten al
usuario la identificación precisa, la recuperación y la difusión de aquellos. No obstante,
esa transformación es el resultado de un proceso general de carácter analítico, aunque
con un momento final sintetizador, o creativo, que permite la conformación definitiva
del documento secundario.” (...) “[el] Análisis Documental (AD), debe ser considerado
como una técnica (conjunto de operaciones) ineludible para el funcionamiento de
cualquier sistema de recuperación de información. (...) De este modo acabamos de 7
concretar el objeto de AD, que es doble: el documento por un lado, y la pregunta
necesaria para localizar dicho documento, por otro”[16].

En otro apartado, se puntualizan las funciones del AD a modo de postulados básicos a través
de los cuales –dice la autora- deben guiarse los objetivos del mismo:
- Como técnica auxiliar para el desarrollo de la actividad científica.
- En la capacidad de transformación y reelaboración de los documentos originales en
otros secundarios, meramente informativos.
- En la incidencia en la recuperación documental, que sólo será factible si se
fundamente en una acertada y rigurosa técnica analítica previa.
- En la idea de que el AD no es un fin en sí mismo, sino un medio cuyo resultado final, a
través de los productos documentales derivados, favorecerá la consulta y acceso del
usuario al documento riginal.
- Teniendo en cuenta que todo esto no es posible si no se cumplen dos requisitos
básicos del AD: objetividad y normalización.

Finalmente expondremos, a modo de síntesis, lo que Pinto Molina reúne bajo la secuencia
lógica de: fases del AD, operaciones y producto documental obtenido, a través del siguiente
gráfico:

Fig. nº1. Fases del AD, operaciones y productos documentales según Pinto Molina.
A la hora de realizar un recuento desde el punto de vista conceptual de lo que Pinto 8
Molina aporta en esta obra en relación al constructo teórico que basamenta el AD, son varios los
comentarios que se pueden esbozar. Paralelamente, aclarar que sólo hemos tomado aquellos
puntos en donde la autora se refiere al Análisis Documental en su conjunto, es decir, aquellas
ideas orientadas a la elaboración de un corpus conceptual que sustente la disciplina. Han quedado
fuera de este análisis los ítems referidos a las partes constitutivas (operaciones y productos) del
AD.
A modo de ideas centrales, listaremos a continuación lo conceptualmente importante en
función del tema que nos ocupa:
- El Análisis Documental (AD) es declarado como una disciplina, basada en una actividad
científico-técnica cuyos parámetros conceptuales no han sido configurados
definitivamente.
- La anarquía conceptual que subyace en esta área se debe fundamentalmente a dos
factores: la alta de profundización y sistematización en los estudios teóricos
realizados, y la ausencia de un consenso en el plano terminológico por parte de los
especialistas.
- La clara interdisciplinariedad que caracteriza la disciplina está dada especialmente
entre la Documentación y la Lingüística.
- El AD presenta un esquema dicotómico, representado por una doctrina y una técnica,
haciéndose necesario la existencia de un puente metodológico que permita trasladar
la teoría a la práctica.
- La dualidad interna del AD en relación a los posibles “análisis” que abarca, limitados
éstos a la propia estructura del documento –forma/contenido- y que deriva en dos
vertientes fundamentales de esta disciplina: análisis formal y análisis de contenido.
- El AD se constituye como parte esencial del tratamiento documental, cumpliendo
básicamente una función de transformación, a fin de posibilitar las operaciones de
control y recuperación.
- Es el análisis de contenido, a través de sus dos operaciones básicas, indización y
resumen, el que mayor envergadura científica posee y, por consiguiente, el de mayor
dificultad técnica.

En pos de profundizar el marco teórico de esta disciplina, Pinto Molina pone énfasis en dos
elementos claves, ya expuestos anteriormente, como son el análisis de contenido y la metodología
para llevarlo a cabo. Esta preocupación queda plasmada en su segunda obra[17], de autoría
compartida, dedicada exclusivamente al abordaje teórico de lo que llaman ADC (análisis
documental de contenido) a través de un enfoque multidisciplinar o de diferentes paraguas
conceptuales. Se destacan entre ellos el de la lingüística textual, la pragmática y el procesamiento
de la Información (PI).
La razón de este enfoque queda claramente explicado en la introducción de la obra:

“para explicar la complejidad de los procesos de ADC hemos empleado distintos


enfoques que, a modo de paraguas conceptuales, abren una dimensión de límites
insospechados en pos del estudio de los procesos necesarios para la representación del
conocimiento”.
Y en cuanto al objetivo principal de la obra señalan: 9

“en definitiva proponemos un modelo que se distingue por su carácter integrador, pues
integra estructuras textuales, conocimientos y metas del analista, situaciones y
estrategias, tanto en la comprensión del original como en la producción del documento
secundario correspondiente. Este modelo se lleva a la práctica en cuatro supuestos que
intentan desautomatizar los procesos enormemente veloces e intuitivos del análisis
documental, único camino a nuestro entender para el establecimiento de la oportuna
metodología”[18].

La lectura de esta obra obliga a apartarse de mucha de la terminología tradicional que


corrientemente es utilizada en la bibliografía especializada e incorporar nuevos términos
aportados por otras disciplinas. Esta nueva óptica ofrecida pone de manifiesto la complejidad y
diversidad de muchas de las teorías elaboradas a partir del texto escrito, y a través de las cuales se
abren muchas puertas de exploración desde la perspectiva documental. El texto es el punto de
partida en todo análisis documental y, por ende, parte esencial en la conformación de una teoría
de AD.
Pinto Molina y Gálvez elaboran su propuesta sobre cuatro unidades de significación básicas
que tienen una fuerte incidencia en las operaciones documentales: texto, contexto, analista y
metodología de análisis. Estos cuatro elementos, algunos de ellos completamente ausentes en las
teorías tradicionales, ayudan a configurar las diferentes variables a tener en cuenta en el marco
del ADC. En cada uno de ellos, las autoras aplican diferentes teorías que permitan definirlos y
explorar su conexión o aplicación al campo documental.
A continuación trataremos de sintetizar cada uno de estos conceptos en la forma en que
han sido tratados y considerados en esta obra.

Texto

El concepto de “texto” depende de la óptica adoptada para su estudio –aclaran las


autorasexistiendo distintos objetivos y metodologías para determinar sus límites teóricos. En
función de los propios objetivos –impuestos desde la perspectiva documental- es necesario un
enfoque global, que contemple factores de naturaleza funcional en consonancia con la concepción
del texto como medio por excelencia de los intereses comunicativos.
De entre las propiedades que caracterizan el texto, coherencia y cohesión aparecen como
factores relevantes, especialmente al abordar el análisis de contenido. Por un lado la coherencia,
que desde una amplia acepción, remite a la unión o conexión entre las partes de un todo y que,
como propiedad intrínseca del texto, se relaciona con el tema o tópico del discurso:

“para que un texto sea coherente, cada una de sus secuencias será interpretable como
perteneciente al mismo tema. El tópico o tema del discurso actúa como punto de
referencia obligado”[19].

La cohesión en cambio es local, de índole oracional o sintáctico, y se manifiesta a nivel de la


coherencia superficial, relacionándose con el modo en que se produce formalmente el texto.
También se pone mucha atención en las estructuras textuales, terreno en el que se puede 10
apreciar la fuerte influencia de las teorías de Teun van Dijk. Al respecto se presentan los diferentes
niveles estructurales que subyacen en el texto y que inciden en cualquier modelo analítico, ya que:

“el método resultante será bidireccional, e irá desde la estructura profunda (EP) hasta
la estructura de superficie (ES), y viceversa”, por consiguiente “la distinción de estos
dos niveles de organización será necesaria para el desarrollo de cualquier proceso
transformador: el macrocomponente, macroestructura, estructura profunda,
estructura de contenido; y el microcomponente, microestructura, estructura de
superficie, estructura formal”[20].

En cualquier proceso de transformación documental se da, necesariamente, un


reconocimiento de la estructura profunda o macroestructura, hecho que determina el proceso y el
producto de dicha transformación. Existe además otro tipo de estructura de tipo retórica o
esquemática denominada superestructura orientada a determinar la tipología textual. En el plano
documental, la diferenciación de esquemas textuales al momento del análisis es evidente: no es lo
mismo representar el contenido de una patente que de un artículo científico.

Contexto

El conocimiento del mundo, o conocimiento previo, desempeña un papel muy importante


en la comprensión y producción de textos. El contexto que rodea un proceso de análisis resulta
determinante a la hora de la selección y organización de la información, otorgándole a ésta
sentido y ubicación. Al respecto, las autoras opinan que:

“en consonancia con la prioridad concedida al contexto receptor, podemos afirmar que
los intereses y conocimientos del analista determinan la construcción de dicho
contexto, y consiguientemente el proceso global de ADC”[21].

Este aspecto contextual se refiere especialmente a una situación comunicativa -


emisor/receptor- en función de las expresiones lingüísticas que permitan una adecuación y
aceptabilidad del texto. En este sentido, el conocimiento previo puede situarse en tres niveles
diferentes: conocimiento de dominio específico o conocimiento sobre el tópico tratado en el texto,
conocimiento general del mundo o conocimiento de las estructuras sociales y conocimiento de las
estructuras retóricas ceñidas a la forma de comunicación escrita.

Analista

El abordaje de este tercer elemento por parte de las autoras se realiza desde una vertiente
psicológica, más precisamente desde el paradigma cognitivo, aplicando las teorías del llamado
procesamiento de la información (PI). Este marco conceptual nace a partir de la necesidad de
explicar los procesos humanos superiores, tales como el pensamiento, el lenguaje, la
comprensión, etc. Dentro de esta línea, el análisis documental de contenido es enfocado como un
caso especial de resolución de problemas, elemento importante dentro del paradigma del PI, que
considera a la mente humana como un sistema capaz de procesar información. Las autoras
concluyen en que:
11
“se trataría de una nueva perspectiva donde el analista es un procesador de
información activo, aunque limitado, que emplea rutinas generales y específicas. Un
problema, como ADC, requiere que una persona no sólo registre la información del
entorno sino también opere, modifique o transforme tal información y llegue a obtener
una solución, para lo cual necesita poner en funcionamiento todos los dispositivos de su
memoria. El hallazgo de tal solución implica el repetido almacenamiento y
recuperación de la información, tratándose de un complejo proceso cognitivo con gran
número de actividades que deben ser apropiadamente organizadas y ejecutadas, pues
cada problema requiere unos procesos específicos”[22].

En forma general se puntualizan tres momentos claves que caracterizan la serialidad en la


resolución de problemas y que pueden ser aplicados al ADC: preparación, producción y juicio. En
suma, la teoría del PI propone modelos de comprensión y producción de textos aplicables al
proceso de ADC a través de métodos hipotético-deductivos relacionados con los procesos internos,
tales como la codificación, lectura, comprensión, etc., llevados a cabo en la reelaboración de la
información de un documento textual.

Metodología de análisis

En el recuento de los distintos enfoques teóricos aplicados al procesamiento documental,


la propuesta se encamina a delinear los diferentes componentes que deberían conformar una
metodología de análisis textual. Es importante aclarar en este punto que todo el esfuerzo
metodológico se vuelca en la conformación del resumen documental, ya que las autoras lo
consideran uno de los pasos más importantes (sino el más importante) del procesamiento
documental y, además, por considerarlo de especial adecuación a las teorías trabajadas.
Este recuento comienza por fijar, en primer lugar, aquellos procesos que se destacan en el
análisis. Estos son tres: comprensión, interpretación y producción. Pero esta trilogía debe estar
acompañada –señalan las autoras- por estrategias que generen un plan de acción al servicio de
dichos procesos y permitan el desencadenamiento de actividades u operaciones mentales
(selección, organización, elaboración, producción) conformando, de esta manera, un proceso
cognitivo complejo.
Los modelos cognitivos constituyen el principal aporte:

“para dotar de un marco conceptual a ADC, viciado por actuaciones intuitivas (...) una
de las razones de peso que nos conducen al planteamiento de estrategias es la toma de
conciencia sobre el papel activo del sujeto en el procesamiento de información”[23].

De esta forma, las autoras plantean una serie de estrategias y técnicas posibles de aplicar de
acuerdo a los diferentes procesos que entran en juego en el análisis, desprendidas de la línea de
razonamiento establecida.
Las estrategias más relevantes son:
- Estrategias proposicionales: orientadas a la construcción de proposiciones no sólo a través
de una representación de las palabras y las oraciones del discurso, sino a través de su
integración con los conocimientos del analista.
- Estrategias de coherencia: se encargan de enlazar semánticamente todas las 12
proposiciones que constituyen un texto, tanto si esas relaciones aparecen explícitas como
implícitas.
- Macroestrategias: son las encargadas de relacionar el significado local de cada oración con
el significado global del discurso.
- Estrategias esquemáticas: su función es organizar las macroestructuras, esto es, organizar
el contenido global del discurso según ciertas estructuras esquemáticas
(superestructuras).

En cuanto a la aplicación de un conjunto de técnicas, que se ubican en un nivel inferior a


las estrategias, desembocan en habilidades que potencian los recursos del analista y cristalizan un
cierto estilo de análisis. Las técnicas señaladas para el proceso de ADC se presentan en el siguiente
esquema:

Fig. nº2. Técnicas orientadas al proceso de ADC.

1.2.2 García Gutiérrez

Las contribuciones realizadas por García Gutiérrez a la conformación de una teoría que
respalde los procesos documentales, han sido muy importantes. En su obra más conocida
“Lingüística documental”[24], fruto de su tesis doctoral, se plasman importantes reflexiones
teóricas acerca del llamado “tratamiento documental” y, especialmente, el mérito de haber
sentado las bases de una nueva disciplina: la Lingüística Documental.
Comenzaremos, de acuerdo con los objetivos de este primer eje temático, con las
aproximaciones realizadas por el autor a los conceptos de “tratamiento” y “análisis” de la
documentación.
Para la demarcación conceptual de estos dos términos, el autor repasa –como es habitual
en todos los autores- los principales antecedentes existentes. En este sentido, es de especial
mención la marcada inclinación hacia la escuela rusa liderada por Mijailov y los aportes realizados 13
por López Yepes desde la lengua castellana.
Lo que convoca en primer lugar a la reflexión es el alcance del llamado “tratamiento
documental” en el marco del ciclo documental, en lo que respecta a los procesos involucrados
dentro de este concepto y de los objetivos que le son propios. Dentro de este contexto, García
Gutiérrez define al tratamiento documental como:

“la operación intelectual de aplicar técnicas específicas normalizadas (análisis) a un


colectivo documentario con el fin de hacerlo controlable y utilizable (recuperación)”
[25].

En esta definición queda claramente expuesto cuáles son los dos elementos constitutivos
del tratamiento: el análisis documental por un lado, la búsqueda y recuperación por el otro.
Ambas partes se centran bidireccionalmente como actividades metódicas, sistemáticas y
dinámicas. Siguiendo esta línea, el análisis documental se constituye como:

“aquella técnica documental que permite, mediante una operación intelectual objetiva,
la identificación y la transformación de los documentos en productos que faciliten la
consulta de los originales en aras del control documental y con el objeto último de
servicio a la comunidad científica” [26].

De esta división conceptual entre “tratamiento” y “análisis” emergen dos conceptos a los
que el autor les asigna un peso muy importante y que aparecen como determinantes al momento
de construir una definición: normalización y control. Al respecto, García Gutiérrez les otorga una
significación muy específica. Sobre la primera afirma:

“la organización racional de los conocimientos y sus soportes y el tratamiento y


dinamización del conjunto acumulado de ellos, es lo que entendemos por
normalización documental” [27].

Bajo la idea de control, subyace la cuestión terminológica relacionada con los léxicos
científicos que se expresan a través del contenido de los documentos y que debe se mediada por
alguna herramienta que corrija los problemas causados por el lenguaje natural al momento de la
recuperación. Esta herramienta no es otra que los lenguajes documentales que operan al nivel de
control terminológico y que, en función de nuestra argumentación, se traduce como control del
contenido documental para la satisfacción de una demanda.
Ya en el plano del análisis documental, se detallan las distintas fases que lo conforman,
dividiéndolo básicamente en dos: análisis documental externo y análisis documental interno. Bajo
estas dos grandes áreas, el autor configura todo el esquema operativo que les sucede teniendo en
cuenta los diferentes antecedentes sobre este punto, apreciándose una notable influencia de la
teoría del análisis documental de Fondin. Como resultado, el autor concluye en el siguiente
organigrama operativo:
14

Fig. nº3. Organigrama operativo del análisis documental.

El otro punto a tratar de la obra ya citada de García Gutiérrez y al cual hacíamos mención
en la introducción de este apartado, se refiere a la creación de las bases teóricas de una nueva
disciplina denominada Lingüística Documental. Este hecho es, sin lugar a dudas, uno de los
mayores aportes realizados a la conformación de una teoría sólida que respalde los procesos
documentales. Desde todo punto de vista, el nuevo enfoque planteado generó un nueva vía de
exploración e investigación en este campo y propició nuevas aportaciones de otros autores que
ampliaron y enriquecieron el sustento teórico. La Lingüística Documental es definida como:

“disciplina ligada a los procesos informativos-documentales (científico-informativos y


profesionales) que tiene por objeto el establecimiento de un efectivo control
documental mediante la utilización de mecanismos léxicos”[28].

Esta nueva concepción gira en torno al papel preponderante que juegan los lenguajes
documentales[29] como herramientas capaces de otorgar control del contenido documental, en lo
cuantitativo y cualitativo, a los fines de una recuperación eficaz. Aparece además, la idea de
control nuevamente, en el sentido que líneas atrás explicábamos. Analizaremos ahora la forma en
que el autor llega a esta definición. Resulta importante destacar, en primer término, que el
enfoque interdisciplinario sobre los procesos documentales a partir de la lingüística y la
documentación no es una idea original de García Gutiérrez.
Por el contrario, muchos autores han marcado con anterioridad las relaciones prácticas que 15
estas dos disciplinas poseen aplicadas a este campo específico aunque, en general, esta relación
fue poco explotada o débilmente argumentada. Aquí entonces adquiere relevancia la teoría
analizada, no solamente por habérsela bautizado por primera vez, sino también por las premisas
teóricas que conforman su definición.
Como punto de partida, el autor advierte que concibe a los lenguajes documentales:

“como medios de expresión creados por y para el control de los documentos y más
concretamente de sus contenidos, y como puentes que posibilitan la comunicación
entre los hombres, intermediarios y sistemas de documentación acumulada” [30].

Esta apreciación pone en escena el enfoque del ciclo documental como un “sistema de
comunicación” en donde se da lugar un “diálogo” a través de los “mensajes documentales”. Este
acto de comunicación esta mediado por un lenguaje artificial, distinto del lenguaje natural
humano, hecho que provocaría, desde la perspectiva más ortodoxa de la definición de lenguaje
por parte de la lingüística, la exclusión de su ámbito de estudio. Sin embargo, ante esta aparente
complicación, García Gutiérrez argumenta que ambos tipos de lenguajes, el humano y el
documental[31] (metalenguaje), cumplen la misma función, la cual es expresar ideas (información)
a través de un mensaje soportado por un conjunto de signos convencionales.
Este rasgo común que comparten ambos lenguajes permite al autor contar con un paraguas
conceptual necesario para allanar el camino en la construcción de su teoría y seguir
fundamentando el entroncamiento de la lingüística con la documentación. La cuestión queda
zanjada al concluir que:

“el sistema de signos escritos en el documento es lenguaje humano pero el sistema de


signos naturales o artificiales utilizados para identificar ese documento, entre un
conjunto de ellos, es lenguaje documental, aunque éste no puede existir si el
documento carece del contenido que le otorga la acción intelectual humana” [32].

Otra cuestión a destacar, en relación al cruce interdisciplinario, es que éste no se


circunscribe solamente a la documentación y la lingüística. La Lingüística Documental se nutre
además de otros campos científicos tales como la bibliotecología, la archivística, la lexicología, la
lógica, la estadística, la informática y la telemática, en ese orden de importancia. En torno a la
dependencia de la documentación a la lingüística o viceversa, se concluye que la aplicación de esta
nueva disciplina se realiza desde el marco general de la Ciencia de la Documentación y que el
aprovechamiento de la lingüística es cristalizado a través de la aplicación y utilización de algunos
de sus conceptos y avances para dar solución a los problemas de índole documental.
Una vez definido el alcance y fundamento de esta nueva disciplina, García Gutiérrez se
aboca a delinear los principales elementos constituyentes de esta teoría. Advierte, en este sentido,
que en la aplicación y estudio de la lingüística documental no debe esperarse la aparición de
nuevos conceptos, sino simplemente nuevas aplicaciones conceptuales. En el nivel metalinguístico
en que se sitúa este nuevo enfoque se reconocen tres elementos centrales para su estudio: 1) el
descriptor, como unidad mínima del mensaje documental; 2) la frase documental, determinada
por un conjunto de descriptores ligados a través de relaciones sintácticas artificiales; y 3) el
resumen analítico, como producto resultante de la aglutinación de todos los mensajes
desprendidos de un documento y expresables en lenguaje controlado.
Estos tres productos linguísticos son centrales dentro del análisis y recuperación 16
documental y, además, constituyen la materia prima para la creación de los lenguajes
documentales.
En torno a este argumento, la lingüística documental –afirma el autor- precede y sucede a
los lenguajes documentales:

“en el sentido de crear y estudiar el terreno propicio para su elaboración y


consolidación, y alertar de las posibles lagunas o lacras linguísticas posibilitando los
pertinentes reajustes y cambios. Es una teoría de previsión, confirmación y evolución”
[33].

El hecho de asignar un peso importante dentro de esta teoría a la función y esencia de los
lenguajes documentales conduce al análisis de la materia prima a partir de la cual éstos son
creados. Los vocabularios científicos y técnicos constituyen el marco referencial a partir del cual
son construidos los lenguajes documentales y, dentro de este proceso, adquiere una singular
importancia los conceptos de control y normalización terminológica. Cada campo científico posee
diferentes grados de precisión en el uso de una terminología específica destacándose, como una
de las principales aristas de esta problemática, el concepto de consistencia terminológica, es decir,
la estabilidad de relación entre un concepto y su término correspondiente. Sobre esta
característica, García Gutiérrez advierte que:

“desde el punto de vista del análisis documental la consistencia terminológica es vital,


hasta el punto de que la estabilidad de los lenguajes documentales estará en función
de la consistencia terminológica de los léxicos científicos publicados o tácitos” [34].

La existencia de una terminología normalizada en cualquier campo disciplinar resulta


indispensable para la manipulación de datos, ya que de ella dependen las herramientas léxicas
utilizadas para tal fin. La relevancia asignada a este punto dentro del marco del análisis
documental, y como uno de los ingredientes principales de la teoría que nos ocupa, lleva al autor a
sostener que la trilogía Documentación – Terminología – Normalización se instala como un
proceso dinámico inherente al propio procesamiento documental y necesariamente importante
para su estudio y comprensión.

1.2.3 Izquierdo Arroyo

Izquierdo Arroyo ha profundizado aún más la línea de investigación emprendida por García
Gutiérrez, consiente de la necesidad de dotar de un marco teórico a los procesos documentales.
En una de las obras más extensas dedicadas a este tema[35] Izquierdo acomete con argumentos
más sólidos que su predecesor la tarea de formular un corpus teórico lo suficientemente
compacto y con rigurosidad científica[36]. En el apartado “Concepción de la Lingüística
Documental” se condensan las ideas centrales tendientes a fundar y justificar la doctrina de la LD.
Los dos elementos centrales que entran en juego aquí son: por un lado la definición o
demarcación de la LD (aspecto semasiológico), y por otro la denominación o nombre de la
disciplina (aspecto onomasiológico).
Dentro del plano de la definición o demarcación de la LD Izquierdo propone una compleja
“formula concepcional” tendiente a dotar a su teoría de un modelo de conceptualización 17
estructurado y armónico. En forma de estructura arbórea la fórmula se sustenta en dos ramas
principales: la subfórmula definicional y la subfórmula operacional.
En la perspectiva definicional se presenta una doble demarcación de la LD: a) una
demarcación externa, por la que la disciplina queda distinguida (definida) de sus más próximas; y,
b) una demarcación interna o partición, en virtud de la cual la disciplina se estructura
internamente en partes.
A partir de las dos ramas constitutivas de la fórmula anteriormente mencionada se
desprenden las dos vías posibles de definción de la LD: una pragmática y otra semántica.
Comenzaremos a desarrollar la primera de ellas. Izquierdo asigna a la LD la siguiente definición
pragmática:

“la Lingüística Documental es una disciplina teórico-práctica que se ocupa del problema
que plantea el almacenamiento racional y ulterior recuperación del contenido analítico
de cualesquiera documentos. Su propósito (fin) es resolver dicho problema mediante
agentes cualificados y especializados que se sirven sistemáticamente –corporativa e
institucionalmente y en régimen normalizado- de unos medios semióticos llamados
lenguajes documentales” [37].

En función de este postulado se asume que esta disciplina está representada en la vertiente
operativa por un conjunto de técnicas amparadas en teorías que se orientan a la disponibilidad de
los contenidos documentales para permitir el acceso a ellos. En este marco, los lenguajes
documentales se constituyen como sistemas de representación lingüística o semiótica del
contenido de los documentos y ejercen su mediación en los procesos de resumen, indización de
documentos e indización de fórmulas de búsqueda.
Este enfoque es, tal vez, el más comúnmente encontrado en la bibliografía tradicional,
orientado casi exclusivamente a definir la “técnica” (entendiendo por esto al conjunto de ellas)
más que a sondear un argumento teórico que la sustente.
En la segunda rama de la fórmula concepcional o definición semántica, el autor desarrolla
una argumentación mucho más compleja, orientada a establecer la índole epistémica de la LD, su
objeto de estudio y su objeto inmediato o procesual de tratamiento. Cada uno de estos
elementos son específicamente demarcados:

a) La índole epistémica es, a un tiempo, teórica, técnica y normativa.


b) El objeto de estudio está constituido por el contenido de la documentación.
c) El objeto mediador (inmediato o procesual) es el tratamiento semiótico (o lógico-
lingüístico) y
d) control sistemático y racional de dicho contenido mediado.

A continuación Izquierdo explica estos tres postulados constitutivos de la definición semántica


y que dan forma a su concepción de la LD. Sobre la índole epistémica afirma que:

“1) es una teoría en la medida en que especula (en subsidio de la praxis) sobre un
determinado objeto que asimismo lo es de la Teoría de la Documentación; 2) es una
técnica o actividad práctica sistematizada mediante instrumentos ‘ad hoc’; 3) se mueve
en un ámbito transindividual, propio de la organización colectiva y normada. Es decir,
la satisfacción de su objeto mediador (el tratamiento semiótico) sería racionalmente
inviable de no mediar una normalización que regulara las distintas actividades de los
distintos agentes individuales o corporativamente unificados (servicios y centros de 18
tratamiento lingüístico-documental). (...) Su teoricidad y normatividad están en función
de y ‘para’ la praxis” [38].

En cuanto al objeto de estudio, demarcado ya como el contenido de la documentación, el


autor expresa que:

“1) ese objeto es algo de carácter semántico o (y) semiótico, y por tal, distinto del plano
material o ‘físico’ o meramente ‘expresivo’, con lo que la LD queda distinguida de la
disciplina hermana llamada ‘Análisis Documental’ puesto que ésta se centra en la
consideración ‘externa’ (descripción bibliográfica o física) del objeto documental; 2) en
segundo lugar, digo ‘de la documentación’ –y no ya de los documentos- porque
entiendo que es la trama sistemática de un conjunto unificado de documentos lo que es
susceptible (y sólo eso) de tratamiento lingüístico-documental” [39].

Finalmente, en lo referente al tratamiento semiótico argumenta que:

“por tal entiendo algo más que un simple tratamiento lingüístico, en el sentido propio
de este término en el uso y mención que de él hace la Teoría General del Lenguaje. (...)
dicho tratamiento semiótico se mueve en las tres dimensiones que bien se conocen:
sintáctica, semántica y pragmática.”

Y a continuación explica:

“a) la fase pragmática con exclusividad centrada en el problema práctico que plantea
el tratamiento específico, más sin propósitos semánticos conscientes, y menos aún
sintácticos; b) la fase semántica, que es la que da nacimiento científico a nuestra
disciplina, desde las primeras clasificaciones bibliográficas o sistemas jerárquicos; c) la
fase sintáctica, iniciada con los lenguajes de coordinación , adensada en los
descriptores controlados y jalonada con los llamados lenguajes ‘de estructura
sintáctica’” [40].

Cabe mencionar, que estas tres fases expuestas deben entenderse como tres momentos
distintos que, desde el punto de vista histórico, ha ido ocupándose esta disciplina. Una vez
definida la LD en sus dos vertientes fundamentales –pragmática y semántica- Izquierdo se
introduce en el cruce interdisciplinario que se da lugar en esta disciplina, que a un mismo tiempo
la modela en su concepción y la demarca externamente. A tal efecto, señala que dicha
interdisciplinariedad se da en tres niveles distintos, a saber: un primer nivel denominado de
pertenencia, un segundo caracterizado por la presencia de disciplinas subsidiarias, y un tercer
nivel demarcado por la relación (ocasional y secundaria) con otras ciencias.
En el primer nivel la relación de pertenencia está dada por el espacio teórico que legitima y
da origen a la LD, el cual es el abarcado por la Teoría General de la Documentación. Esto es
incuestionable –según el autor- ya que se desprende inmediatamente de su definición. Dentro de
este dominio de pertenencia se dan, a su vez, otras relaciones (o cruces) con la Informática
Documental, la Bibliografía, la Bibliología y la Biblioteconomía.
El segundo nivel de interdisciplinariedad está configurado por el papel subsidiario que
juegan aquí las Ciencias del Lenguaje. Sobre este punto, importante en la componente
onomasiológica de nuestra disciplina, Izquierdo señala enfáticamente que la LD no es una
aplicación de la Lingüística a la Documentación en el sentido de una “Lingüística Aplicada”. Por el 19
contrario, lo subsidiario aquí es la Lingüística en su sentido más amplio, es decir, en el conjunto
epistémico de las Ciencias del Lenguaje.
En consecuencia, los “servidores teóricos” están configurados por: la Lingüística General, la
Semántica (estructural), la Lexicología y Lexicografía, la Gramática o sintaxis formal, la
Terminología, la Ciencia del Texto y Contexto y el Análisis del Discurso.
Finalmente, el tercer nivel ya mencionado que se ubica en aquellas relaciones de la LD con
otras ciencias, a través de las cuales se sirve ocasionalmente o de manera secundaria o que
subyacen en aspectos teóricos abordados en esta disciplina. Por un lado se encuentran las
llamadas ciencias formales: la Lógica simbólica, la Matemática, la Lógica matemática, Lingüística
matemática, Lógico-lingüística, Teoría de Grafos y la Teoría de Juegos. Por otro lado, el campo
teórico de la Ciencia de la Ciencia, de donde se valoran: Filosofía de la Ciencia, Metodología de la
Investigación científica, Teoría del lenguaje científico y terminologías normalizadas y Sociología de
la ciencia. Por último, incluir el gran avance que está teniendo en este campo la Inteligencia
Artificial.
Culminada la demarcación externa de la LD, que la distingue y relaciona con los campos del
saber más próximos, Izquierdo desarrolla la demarcación interna o partición de la disciplina. Para
ello se centra en el concepto “tratamiento documental” que designa en forma heterogénea al
“tratamiento físico” y al “tratamiento lingüístico o semiótico” en el marco del ciclo documental. En
este sentido, afirma que la LD especifica sus competencias en el último tipo de tratamiento ya que
su objeto de estudio, el contenido documental, define la propia naturaleza del mismo. En
consecuencia, se definen como subprocesos de este tratamiento a la indización-resumen y
recuperación, mediados éstos por los lenguajes documentales, que operan como instrumentos
“bisagra” en la tarea de la representación documental.
En virtud de que en la definición semántica expuesta líneas atrás, el autor diferenciaba
tres dimensiones que simultáneamente componen la LD, una teoría, una técnica y una normativa,
distingue en su partición a tres partes constitutivas:

1) Lingüística Documental Teórica (LDT)


2) Lingüística Documental Normativa (LDN)
3) Lingüística Documental Aplicada o Técnica (LDA)

La LDT, que responde al componente teórico o especulativo de la LD puede, a su vez,


subdividirse en tres niveles jerárquicamente estructurados y que corresponden al “grado de
teoricidad” que cada uno comporta. Así pues tenemos:

1) Lingüística Documental (teórica) General (LDG)


2) Lingüística Documental (teórica) Descriptiva (LDD)
3) Lingüística Documental (teórica) Pura (LDP)

A partir de esta distinción, Izquierdo formula el alcance de cada una de ellas:

“la LDG es la parte de la LD que proporciona la teoría general, es decir, los términos y
entramados de términos necesarios para poder hablar de cualesquiera procesos
documentales en la perspectiva lingüística propia” (...) “la LDD se define como aquella
parte de la LD que representa y describe los distintos lenguajes documentales, en sus
características (estructura y función) propias” (...) “la LDP [apenas] entrevista y aún por
construir, más no por ello menos necesaria. Creo que por ahí habrá de ir la tarea de 20
conferir a nuestra disciplina un estatuto científico adecuado” [41].

Siguiendo con la primer división efectuada, la LDN se limita al aspecto normativo o


regulador (normalización), refiriéndose exclusivamente a los aspectos lingüístico-documentales. La
LDN se caracteriza como aquella parte de la LD que propone normas y directrices para el
tratamiento documental.
Finalmente, la LDA que responde al componente técnico y a la praxis, y en donde confluyen
la LDT y LDN, ya que están “en función de” y “para” la LDA. Al decir de Izquierdo “que la teoría que
describe lo que hay (‘ser’) y la normativa que regula el hacer (‘deber’) se construyen para la acción”
[42].
Como último tramo dentro de la “concepción” de la LD, el autor se centra en el problema de
la denominación. Aborda aquí el aspecto onomasiológico o plano del significante de la disciplina,
que es correlativo del aspecto semasiológico o plano del significado desarrollado anteriormente.
En primer lugar, Izquierdo se encarga de explicar por qué la denominación “Lingüística
Documental” es mucho más apropiada que las que se utilizan corrientemente en otros planes de
estudio (por ej. Lenguajes documentales, lenguajes de indización, análisis documental, etc.) por
medio de los argumentos que precisamente hemos desarrollado en la explicación de su
“concepción”. El “problema” al que el autor alude tiene que ver con el término Lingüística, por
entender que éste circunscribe la LD solamente al contexto de la Ciencia general del Lenguaje. En
una visión más abarcadora de los propósitos de esta disciplina, Izquierdo se inclina a proponer la
denominación de “Semiótica Documental”. Tal proposición se funda en el hecho de que el proceso
documental es también un proceso de comunicación, ya que en él los documentos (primarios y
secundarios) son vehículos sígnicos que hacen posible el intercambio. Esto constituye un proceso
de semiosis y, consecuentemente:

“en la medida en que la Semiótica se ocupa del estudio de cualesquiera procesos de


semiosis (y no ya únicamente de los procesos que enfoca la Lingüística), la presencia de
este término en la expresión ‘Semiótica Documental’ parece más acertada” [43].

A este nuevo enfoque se añade el hecho de que la Semiótica permite la integración de otras
teorías que resultan relevantes para la LD, como la Teoría de la Representación y la Psicología
Cognitiva.

Bibliografía citada y notas

[1] Otlet, Chaumier, Van Dijk, Van Slype, Maniez, Mijailov, entre otros.
[2] Garrido Arrilla, María Rosa. Reflexiones sobre la problemática y estado actual del análisis
documental. -- En: Documentación de las Ciencias de la Información, nº17, 1994. -- pp. 67-75.
[3] Coyaud, M. Introducción a l’etude des lenguajes documentaires. -- París : Klinchsieck, 1966.
- Brugghenen, van der. Cours d’introduction a la Documentation. -- La Haya : FID, 1972.
- Fondin, Hubert. La structure et le vocabulaire de l’analyse documentaire: contribution pour une
mise au point. -- En: Documentaliste, v. 14, nº 2, 1977.
- Gardin, J. C. Document analysis and liguistic theory. -- En: Journal of Documentation, v. 29, nº 2,
1973.
-Gardin, J.C.; Grolier, E.; Levery, F. L’organization de la documentation scientifique. -- París :
Gauthier-Villars, 1964.
- Mijailov, A. I.; Chernii, A. I.; Guiliarevskii, R. S. Fundamentos de la informátika. -- Moscú-La 21
Habana : Nauka/Academia de Ciencias de Cuba, 1973.
- Otlet, Paul. Traité de documentation. -- Bruselas : Mundaneum, 1934.
- Vickery, E. C. Analysis of information. -- En: Enciclopedia of Library and Information Science. --
New York : Marcel Decker, v.I, 1969.
[4] En realidad, Otlet no utilizaba el término “Analisis Documental” sino “Tratamiento Documental
del Contenido”, en donde englobaba a las tres formas básicas de tratamiento: 1)Tratamiento
primario (elaboración de los documentos primarios) compuesto por la composición, estructura y
partes del libro; 2) Tratamiento secundario (el tratamiento estándar o TDC) que comprendía el
resumen, la clasificación e indización; 3) Tratamiento secundario extendido (TDCE) que
involucraba las correlaciones documentales, las colecciones, los repertorios, la Enciclopedia
Documental y el Libro Universal. (Izquierdo Arroyo, José María. La organización documental del
conocimiento. -- Madrid : Tecnidoc, 1995. -- p. 359).
[5] Vickery, E. C. Op. Cit.. – p. 355-356.
[6] Fondin, Hubert. Op. Cit. – p. 12.
[7] Mijailov, A. I.; Chernii, A. I.; Guiliarevskii, R. S. Op. Cit.. – p. 148 y ss.
[8] Sánches Casabón, A. I.; García marco, J. La investigación sobre análisis de contenido y los
lenguajes documentales en las publicaciones periódicas españolas de información y
documentación (1982-1994). – En: REVISTA ESPAÑOLA DE DOCUMENTACIÓN CIENTÍFICA, 18, 2,
1995. – pp. 155-171.
[9] En los últimos años han venido desarrollándose grupos de investigadores en diferentes
universidades españolas que, de consolidarse, revertirán en el mediano plazo este aislamiento tan
marcado. Tal es el caso del grupo liderado por José Antonio Moreiro González de la Universidad
Carlos III, que desarrolla líneas de investigación en la indización automática y el PLN; Félix de Moya
de la Universidad de Granada en el área de la IR; o María Teresa Cabré en el campo de la
terminología aplicada al procesamiento documental. Otro dato además que alimenta esta
tendencia es la conformación del capítulo español de ISKO (International Society for Knowledge
Organization) en el año 1994, dedicada a la "creación, expansión, revisión y aplicación de
instrumentos para la organización del conocimiento desde un punto de vista conceptual" (citado
del preámbulo de la carta de intención de la creación del capítulo ISKO-España, febrero de 1994).
[10] Ruiz Pérez, Rafael. El análisis documental: bases terminológicas, conceptualización y
estructura operativa. -- Granada : Universidad de Granada, 1992.
[11] Ruiz Pérez, Rafael. Op. Cit. – p. 8.
[12] Muchos autores reemplazan esta expresión por la de “anarquía conceptual”.
[13] Pinto Molina, María. Análisis documental: fundamentos y procedimientos. -- Madrid :
EUDEMA, 1991. – p.15.
[14] Pinto Molina. Op. Cit. – p.15
[15] Pinto Molina. Op. Cit. – p. 42.
[16] Pinto Molina. Op. Cit. – pp. 61-62.
[17] Pinto, María; Gálvez, Carmen. Análisis Documental de contenido. -- Madrid : Síntesis, 1996.
[18] Pinto, María; Gálvez, Carmen. Op. Cit. – pp.13-14.
[19] Pinto, María; Gálvez, Carmen. Op. Cit. – p. 18.
[20] Pinto, María; Gálvez, Carmen. Op. Cit. – p. 19.
[21] Pinto, María; Gálvez, Carmen. Op. Cit. – pp. 26-27.
[22] Pinto, María; Gálvez, Carmen. Op. Cit. – p. 35.
[23] Pinto, María; Gálvez, Carmen. Op. Cit. – p. 57.
[24] García Gutiérrez, Antonio Luis. Lingüística documental: aplicación a la documentación de la
comunicación social. -- Barcelona : Mitre, 1984.
[25] García Gutiérrez, Antonio Luis. Op. Cit. – pp. 77-78 22
[26] García Gutiérrez, Antonio Luis. Op. Cit. – p. 83.
[27] García Gutiérrez, Antonio Luis. Op. Cit. – p. 20.
[28] García Gutiérrez, Antonio Luis. Op. Cit. – p. 138.
[29] Es importante advertir que uno de los principales objetivos de la obra analizada es la
propuesta de una metodología para la elaboración de lenguajes documentales de estructura
combinatoria (tesauro) en el campo de la comunicación social. La relevancia otorgada a los
lenguajes documentales dentro del constructo teórico realizado por el autor aparece,
evidentemente, como apoyo al fin propuesto.
[30] García Gutiérrez, Antonio Luis. Op. Cit. – p. 135.
[31] La otra forma que utiliza el autor para diferenciar los dos tipos de lenguajes en juego es a
través de la siguiente expresión: “lenguaje en los documentos” (lenguaje humano) y “lenguaje de
los documentos” (lenguaje documental).
[32] García Gutiérrez, Antonio Luis. Op. Cit. – p. 136.
[33] García Gutiérrez, Antonio Luis. Op. Cit. – pp. 138-139.
[34] García Gutiérrez, Antonio Luis. Op. Cit. – p. 145.
[35] Izquierdo Arroyo, José María. Esquemas de lingüística documental. -- Barcelona : PPU, 1990. --
3v.
[36] Cabe mencionar que la obra que analizaremos es el resultado de los fundamentos académico-
pedagógicos que el Profesor Izquierdo Arroyo presentó (y defendió) en el concurso por oposición
para el cargo de “catedrático” en la asignatura “Lingüística Documental” perteneciente a la
Universidad de Murcia.
[37] Izquierdo Arroyo, José María. Esquemas de linguística documental. -- Barcelona : PPU, 1990. --
v. 1 – p. 36.
[38] Izquierdo Arroyo, José María. Op. Cit. -- v. 1 – pp. 39-40.
[39] Izquierdo Arroyo, José María. Op. Cit. -- v. 1 – pp. 42-43.
[40] Izquierdo Arroyo, José María. Op. Cit. -- v. 1 – pp. 43-44.
[41] Izquierdo Arroyo, José María. Op. Cit. -- v. 1 – pp. 58-61.
[42] Izquierdo Arroyo, José María. Op. Cit. -- v. 1 – p. 57.
[43] Izquierdo Arroyo, José María. Op. Cit. -- v. 1 – p. 65.

También podría gustarte