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Yo, Juan Felipe Ibarra

Obra de Teatro
Norma Esther Sayago
Acto Nº1 - BORGES
Personajes
-Gobernador Brigadier Juan Felipe, poncho rojo y botas.
-Padre Wenceslao Achával, sacerdote franciscano, con el hábito de
la orden
-Locutor
Puesta en escena: Sala comedor de la casa del gobernador, quien
está sentado en un amplio sillón de cuero, mientras que el Padre
Wenceslao camina por la sala.
Muebles de época, en las paredes, algunas condecoraciones y un
cuadro donde está Juan Felipe Ibarra con el típico atuendo militar,
chaqueta roja con banda cruzada, azul.
Al levantarse el telón, ambos conversan tranquilamente.

LOCUTOR: corría el año 1851, mes de marzo.


PADRE WENCESLAO: Lamentable pérdida, querido gobernador. Yo
creo, mi amigo y que la Virgen me perdone si estoy equivocado y Ud.
me disculpe por dar mi parecer ante este grave hecho.
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Siga, padre, no se disculpe, qui-
ero conocer su opinión, valiosa, por venir de un estudioso como Ud.
Ya la historia se encargará de juzgarnos, y nuestros enemigos, más
todavía (sonríe con tristeza).
PADRE WENCESLAO: Borges era un tipo muy inteligente, era un líder
nato, hombre de experiencia en todos los terrenos, comerciante,
soldado del rey, después guerrero de la patria nueva, no olvide que
estuvo en contacto con el pensamiento europeo a través de sus
viajes, fue generoso al invertir su tiempo y dinero en preparar el
cuerpo de Patricios santiagueños que luchó en el Ejército del Norte,
en fin… veámoslo así.
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Entonces …
PADRE WENCESLAO: Entonces, (contesta el fraile muy circunspecto),
Borges miraba al autogobierno como un derecho de los pueblos,
por eso le molestaba que nos impongan gobernantes, él sostenía
que éramos muy capaces, no le gustaban las políticas proteccionis-
tas, el autoritarismo de Buenos Aires, no le cerraba por qué íbamos
a dejarnos arrebatar las rentas de la Aduana, si eran de nuestros
productos, siendo un hombre de pueblo, se daba cuenta de que los
ricos tenían el poder, los oligarcas… Yo lo veo así.
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: ¿Ud. dice que por eso se dedicó
a incomodar a los poderosos? Como sacerdote, tiene que estar a
favor de los pobres, ahora, ¿no me diga que Borges se inmoló por
la causa?
PADRE WENCESLAO: Y, más o menos.
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Será por eso que vivía a contra-
mano de la historia. Dejémoslo, ahí padre. Caiacama (Hasta mañana
en idioma quichua)
PADRE WENCESLAO: No quiero que nos despidamos, sin antes re-
flexionar sobre la actitud de Belgrano, usted qué dice de la orden de
fusilar a Juan Francisco Borges.
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Mire, le voy a contar algo al re-
specto, que si bien es de público conocimiento es bueno recordarlo
para que vea la dimensión de su persona. (levantando el dedo de la
mano derecha a la altura de la cara)
-¿Sabía usted que habiendo entregado el mando a San Martín, por
razones de salud, él mismo había pedido un Consejo de Guerra
para que juzgue su conducta como General al frente del Ejército del
Norte? Él era de la opinión de que hasta las acciones más afortuna-
das de la milicia deben juzgarse, cuánto más las desdichadas.
- Y también, no sé si sabrá que la única excusa que ponía es que nada
sabía de milicias, pero, aun así, “mis congéneres se empeñaron en
hacerme general”, solía decir. (Levantando la voz)
PADRE WENCESLAO: Usted dice, gobernador, que este abogado de-
venido a militar, ¿sirvió a la patria porque ella lo necesitaba?
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Así es, mi querido Wences, no
cabe la menor duda. Por eso mismo obedecía a rajatabla los man-
datos del Congreso. La disposición del mismo era de reprimir con la
mayor severidad ese tipo de conductas, así que el General Belgrano
encomendó a Lamadrid que ejecutara la orden.
-Recuerdo que era muy protector y considerado con la tropa. Hay
una carta escrita al general San Martín donde con ternura de padre
le dice: “No se olvide que los soldados necesitan zapatos anchos y
de punta redonda, porque todos, por lo general, se han criado des-
calzos, tienen en su talle el pie mucho más grande que el común de
los hombres que han usado calzado”.
LOCUTOR: El gobernador Juan Felipe se recuesta sobre el antiguo
sillón rodeado de almohadones. Ese sillón que forma parte de su
herencia materna, ya que viene de su vieja estancia de Matará. Su
vista se detiene en un trinchante de algarrobo, donde descansan
un sinfín de cartas de la época en que formaba parte de las tropas
dirigidas por el general Belgrano. Su madre, se las había guardado.
Acto Nº2 - LA AUTONOMÍA

LOCUTOR: Una brisa fresca en Santiago. Ya pasó el tórrido verano.


Ahora se puede mantener abiertas las ventanas de la amplia casona.
Juan Felipe todavía no ha abandonado la costumbre de arrollarse
en el viejo sillón de cuero y madera para esperar la vista del Padre
Wences, como le dice con cierto cariño. Quien iba a pensar, si lo vio
de niño corretear por las calles empolvadas y … ahora es mi conse-
jero, mi asistente y el compañero de mis horas de reposo por esta
enfermedad que me aqueja, piensa. Y muy estudioso. Muchas vec-
es ha dicho en sus sermones que no es la limosna la que acaba con
el hambre sino el conocimiento, el estudio, la preparación.

PADRE WENCESLAO: -¿Dónde estaba usted Don Felipe, cuando se


celebró el Congreso en Tucumán reunido para declarar la Indepen-
dencia de las Provincias Unidas?
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Recuerde padre que de 1810
a 1816 defendí la frontera del Alto Perú (lo que es hoy Bolivia). Me
encontraba en el Norte, por ese tiempo, cuando el General Belgrano
estaba muy enfermo y regresaba a Buenos Aires. Yo regresé con él.
Al pasar por esta ciudad, comunica al Gobernador Gabino Ibáñez, mi
estado de Comandante del Fuerte de Abipones. Ya estamos a finales
del año 16.
PADRE WENCESLAO: Si, recuerdo lo que se contaba en mi familia,
por esa época yo era muy niño todavía…
Cuénteme cómo era la vida en el fuerte en su condición de veterano
en las guerras por la independencia. Sé que se carteaba con sus ca-
maradas de armas, lo que se dice el federalismo en marcha. (el sac-
erdote busca una silla, deja el misal sobre la mesa y espera ansioso
la respuesta de su interlocutor)
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Para darle continuidad al re-
lato, repasemos. Recuerde que nosotros, junto con Catamarca,
dependíamos política y administrativamente de la Intendencia del
Tucumán, ya que, en 1814, nos separamos de la Intendencia de Sal-
ta por disposición del Directorio. (Hace una pausa)
Bernabé Aráoz se autoproclama gobernador, destituyendo a la auto-
ridad anterior y pide formar la República del Tucumán. Fue inmedia-
to el repudio al advertir cuales eran las intenciones.
PADRE WENCESLAO: Claro, Santiago le convenía a los tucumanos, un
territorio tan extenso, bosques indómitos, ríos, y la gente tan hacen-
dosa … (Razona el sacerdote)
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Así es, padre. También hay un
malestar en las provincias por el centralismo porteño. Bustos, López,
Quiroga, Güemes y yo hemos estado en contacto luego de mi regre-
so. Frecuentemente recibía las novedades a pesar de las distancias
y de las cuestiones militares extremas a las que estaban abocados.
-En 1819, el Congreso que se había trasladado a Buenos Aires, san-
ciona una Constitución centralista, que fue rechazada por el Litoral.
-En 1820 ocurre la disolución del Gobierno Central, después de la
Batalla de Cepeda donde las fuerzas federales de los caudillos de
Santa Fe y Entre Ríos (López y Ramírez), vencen al ejército del Direc-
torio. Este hecho hace que caiga el ultimo Director Supremo Ron-
deau y se disuelva el Congreso.
PADRE WENCESLAO: Para mí, este momento fue el que movilizó a
las provincias, entre ellas la nuestra, a buscar su autonomía.
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Claro que sí, mire Ud. cómo se
fueron dando los hechos a nivel nacional y que nos terminaron fa-
voreciendo, de alguna manera.
PADRE WENCESLAO: Y ¿qué pasaba mientras tanto con San Martín?
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: San Martin se negó a combatir
contra sus compatriotas, cruzó la cordillera, venció a los realistas
en Chacabuco; luego de la derrota de Cancha Rayada, los derrocó
definitivamente en Maipú. Declarada la independencia de Chile, de-
sembarcó en Lima, Perú y también allí hizo libre ese país.
PADRE WENCESLAO: Parece que afuera se arreglan las cosas más
rápido que dentro del país, gobernador.
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: los realistas ya no eran nues-
tros enemigos, los habíamos derrotado, pero hacia dentro del país,
¡Qué épocas terribles se venían!
Al disolverse el poder central, las provincias quedamos a la deriva,
tomamos las riendas, pero cuesta ponerse de acuerdo, hay muchos
intereses de por medio, sobre todo los económicos.
-Los unitarios, piensan que debe existir un gobierno central fuerte
que nombre a los gobernadores y controle los ingresos de la Aduana
de Buenos Aires.
PADRE WENCESLAO: ¿y los federales?
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Los federales como nosotros,
padre, también queremos la unidad, pero defendemos el derecho
de gobernarnos por nosotros mismos.
PADRE WENCESLAO: ¡Ya vienen los montoneros!, así decían en Bue-
nos Aires. Eso lo escuché por ahí, en un Congreso que asistí, enviado
por el Seminario.
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Y no era más que gente recluta-
da del pueblo, sencilla y en la mayoría de los casos, criollos, pardos,
mestizos, aquí no importaba el color ni la extracción social. (Pausa
prolongada)
Entra una joven con un mate, que le es ofrecido al sacerdote, al
gobernador, solo un vaso con agua, servido en bandeja de plata)
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: ¿Sabe una cosa? Pancho
Ramírez, el caudillo del litoral, había descubierto que algunos
congresistas tenían como proyecto fundar una monarquía en estas
tierras del sud, ¡Pensar que era gente tan ilustrada!
PADRE WENCESLAO: Se reproduce el pensamiento de la época, pero
anterior, porque ya ni en Europa creían en el absolutismo de los
reyes.
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Y qué cosa paradójica, la mon-
tonera inculta nos salva de semejante incongruencia.
PADRE WENCESLAO: Y aún persiste esa larga lucha entre unitarios y
federales.
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Yo siempre abogué por causas
justas: defender las fronteras, mantener el gobierno autónomo, re-
spetar nuestra religión, ayudar a los cristianos pobres y lo sigo ha-
ciendo. Recuerde que los santiagueños somos un pueblo pacífico,
somos habitantes de llanura. Si sabré de guerras en la montaña.
PADRE WENCESLAO: -todavía hay muchos cristianos pobres, queri-
do gobernador, las guerras nos ha llevado la mano de obra de las
estancias y el puerto de Buenos Aires, nuestras ganancias.
LOCUTOR: el gobernador Juan Felipe está haciendo un esfuerzo
soberano, por seguir el hilo de la conversación. Cuando se siente
agitado, entrecierra los ojos y descansa apoyando su cabeza en el
respaldo del sillón.
(viene alguien y trae una nota para que firme el gobernador. Éste lo
hace automáticamente, el alférez hace una reverencia y se va)
PADRE WENCESLAO: Cuando me propuse escribir estas memorias
quería que las hilvanáramos juntos, señor gobernador. Lo que usted
me cuenta, yo lo acomodo en estos apuntes que tal vez sirvan a al-
guien. Y, pensándolo bien, para que vean lo difícil que fue sostener
los ideales autonómicos, todos los santiagueños deberían conocer
como fue esa época y la actual.
LOCUTOR: Don Felipe, así le llama su íntimo circulo de allegados,
continua con el relato:
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: A nivel nacional, también se
vivía un clima de anarquía, fíjese que las provincias nos gobernába-
mos sin un gobierno central. 1820 fue un año de desunión en las
provincias cada quien defendía como podía sus propias fronteras,
se dictaban reglamentos que fueron aceptados o rechazados y así
siguió hasta el día de hoy que no tenemos una constitución que rija
el país.
PADRE WENCESLAO: Hay cuestiones espinosas que deben ser trata-
das en asambleas, discutir como gente civilizada, opino yo, desde
este humilde rincón de la patria.
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Con Aráoz nos conocíamos des-
de la guerra del Norte. (Suspira) El muy ambicioso, ¡si hasta quería
ser presidente de una República! La República
PADRE WENCESLAO: del Tucumán. (termina la idea el sacerdote). Y
su encono con Santiago viene desde la época de Borges, dice para
rematar.
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Ahora le voy a contar los días
previos a la Autonomía. Había una gran indignación en Santiago. El
fermento revolucionario crecía. Se afirmaba el deseo creciente de
romper con el avasallamiento humillante.
PADRE WENCESLAO: Parecía que Santiago estaba despertando de
un largo letargo impuesto por el colonialismo.
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Aráoz, para concretar sus am-
biciosos planes aprovecha que el General Belgrano retornaba a Bue-
nos Aires para atender su salud y resuelve proveerle una tropa de
hombres para escoltarlo, al mando del entonces Mayor Felipe Here-
dia. Echauri estaba en la ciudad, puesto que desde hacía dos meses
era su Teniente Gobernador.
-Al llegar a Santiago, abandona al jefe del ejército, el que sigue solo
a la estancia de Loreto, depone al cabildo existente, que no le eran
adeptos y establece otro provisional con obsecuentes. El nuevo ca-
bildo no representaba al pueblo sino a Aráoz, no al derecho sino a la
fuerza. Carente de armas, la sociedad santiagueña quedó humillada
ante semejante atropello.
PADRE WENCESLAO: Fue entonces que empezaron a mirar hacia el
sur…
-¿Así que el Cabildo depuesto manda el pedido de auxilio?
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: En realidad, eran partidarios
autonomistas, quienes al carecer de la fuerza militar para el caso y
decididos a defender los derechos que le habían sido vulnerados por
el gobierno tucumano, me llamaron.
PADRE WENCESLAO: Ud. habla de partidarios autonomistas, y los
otros?
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Y, vamos a llamarles “tucuman-
istas, representados por los hermanos Taboada. (Esto último dicho
en un tono más bajo, como en secreto)
PADRE WENCESLAO: Ah, ah, ahora entiendo.
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Bueno, inmediatamente me
comuniqué con mi amigo Estanislao López de Santa Fe, quién m e
envió una tropa de refuerzo, más los soldados del Fuerte, armamos
un frente. Casi a fines de marzo nos alistamos para partir hacia la
Capital de Santiago. Por los pueblos que pasábamos nos alentaban,
con sus gritos de adhesión por una patria libre, sería que veían en
nuestros rostros la fiebre guerrera y por eso nos alentarían.
-¡A Santiago! ¡A Santiago! ¡A Santiago! Gritaban todos.
Se calla por un rato, pensativo.
PADRE WENCESLAO: ¿Qué pasó cuando llegaron?
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: A la tarde del 29 de marzo, de-
tuve la marcha del contingente. Acampamos en las inmediaciones.
A la mañana del 30, un enviado del Cabildo vino a pedirme que nos
retiráramos. Lo despaché como vino y envié un ultimátum a Echauri,
ordenándole que abandone la plaza y deje todo armamento y muni-
ciones que hubiera.
-Otro comunicado firmado por Blas de Achával, Hilario Carol y San-
tiago Santillán, me hacían saber que el pueblo no me había llamado
sino una fracción desesperada de aspiraciones ambiciosas. Por su-
puesto que no di crédito a este comunicado. Ellos creían que yo no
sabía lo del fraude.
-Cuando clareó el día 31, era viernes Santo. Llegamos a las cercanías
de la plaza principal de Santiago. Echauri salió al encuentro, pero
retrocedió ante la arremetida de mis tropas, nos batimos por unas
pocas horas, retrocediendo, avanzando, con heridos en lastimeros
quejidos y cada vez más moribundos tirados a diestra y siniestra. En
esa lucha llegamos hasta el frente de la Iglesia Santo Domingo. Ahí,
Echauri se dio a la fuga.
PADRE WENCESLAO: ¿Qué sintió con este triunfo, sr. gobernador?
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Me alegró el triunfo, para mí
era el primero en tierra santiagueña, ya lo había saboreado en otras
oportunidades y también terribles derrotas, de las cuales ya le he
contado. Desde los balcones se oía: ¡Viva el Comandante Ibarra,
Viva!
-No permití desmanes en la población, como suele ocurrir en los
combates. Éramos todos hermanos. El Cabildo llamó a reunión me-
diante un bando que el pregón leyó en distintos lugares de la ciudad.
LOCUTOR: El gobernador tiene necesidad de descansar. A veces pi-
ensa que estos recuerdos le harían mejor si los relatada con una
copita de agua ardiente y un buen cigarro en chala. Pero su médico,
el Dr. Vicente Arias, le ha prohibido terminantemente.
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: -Voy a dar por terminada este
momento del relato diciéndole querido amigo que hubo una gran
fiesta en el Domingo de Resurrección.
PADRE WENCESLAO: -Me imagino que Ud. habrá bailado el minué
de apertura.
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: -Sí, lo hice obligado ya que era
muy importante seguir las formalidades, aunque Ud. bien sabe que
no me gustan esas cosas. Apenas bailé con la dueña de casa, me
retiré temprano, yo soy madrugador y no me gusta desvelarme.
(Entreacto:
En este momento entra una parejita de baile y baila el minué, en un
patio de la casa)

PADRE WENCESLAO: Luego de los festejos, a trabajar se ha dicho.


GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Al día siguiente, sería el lunes
3 de abril, pedí al Cabildo que se dirigiese al General Don José Ger-
vasio de Artigas, declarándole que deseaba entrar en la Liga de los
pueblos Libres.
-En eso estábamos organizándonos como gobierno cuando el 10 de
abril nos llega un oficio producido por Aráoz, que no pudiendo disi-
mular la ira por la derrota, nos infligió otro agravio. Prácticamente
nos decía que alucinábamos, que éramos unos incapaces de gober-
narnos por nosotros mismos y mucho menos podríamos entrar en
un gobierno federal. En esos términos se dirigió a nosotros, los san-
tiagueños.
(Lo dice casi gritando, de la emoción, se agita y se detiene a respirar
hondo, toma una medicina y sigue)
PADRE WENCESLAO: Entonces, gobernador, ¿qué decidió?

GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: El agravio de Aráoz, fue con-


testado por un manifiesto conjunto con el Cabildo. Días más tarde,
la Asamblea donde estaban los representantes de los departamen-
tos de la provincia, declara la Autonomía de la Provincia de Santiago
del Estero, el 27 de abril de 1820.

PADRE WENCESLAO: Me impresionan los hechos que cuenta, pero


más su memoria para recordarlos con tanta precisión.

GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Sí, Padre, es toda una vida pues-
ta al servicio de la provincia, si quiere, puede consultar las actas de
la asamblea, la misma estaba dirigida a todos los pueblos confedera-
dos, creo que dimos el ejemplo, porque en ese tiempo otras provin-
cias fueron haciendo lo mismo, es decir declarándose autónomas.

GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Como buena “Madre de ciu-


dades”, dando el ejemplo. Así lo haré gobernador, iré a ver los archi-
vos, últimamente, aparte de la religión, me interesan los temas de
política.
LOCUTOR: Alguien asoma por la ventana agitando manos y brazos.
Es la voz alegre de otro sacerdote, el Padre Pedro León Gallo, que se
acerca sonriente.
PADRE PEDRO LEÓN GALLO: -¡Átun abrazu ckámpaj yanásuy! (Un
gran abrazo, amigo).
LOCUTOR: Recordando sus épocas de quichuista hablante, el gober-
nador le responde, siguiendo el tono cómplice de su inesperado in-
terlocutor.
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: -¡Quíquin ckámpaj, huáuckey!
(Para Ud. también otro, hermano)
LOCUTOR: La narración ha sido intensa en emociones, encontradas
memorias vienen a su mente, en este día gris de invierno. Por hoy hay
que darle un cierre.
Acto Nº3 - Juan Felipe Ibarra, gobernador

LOCUTOR: Todo está más quieto en el ambiente. Juan Felipe está


muy enfermo. Ya ha ordenado su Testamento y hay silencios pro-
longados cuando se habla de sus posibles sucesores. Pero, todavía
tiene fuerzas para mantener amenas conversaciones con su confe-
sor, el Padre Wenceslao Achával.
PADRE WENCESLAO: ¿Cómo pudo sobreponerse a la gran pérdida
sufrida por la muerte de Francisco, su hermano y afrontar a sus
enemigos, gobernador?
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Ése es uno de los episodios más
tristes de mi vida, amigo. Es lo que más me golpeó el alma, saber
que mi hermano Pancho moría por la causa, una parte de mí murió
con él. De esto hace más de diez años y todavía recuerdo como si
fuera hoy.
PADRE WENCESLAO: La historia hablará de usted como un verdugo
por la venganza que se desató luego.
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: La política es una escuela de la de-
slealtad. Pancho Ibarra, muerto a lanzazos, por Santiago Herrera en un
complot por destituirme, me transformó en un hombre vengativo. Mu-
chas veces me han tachado de tirano y sanguinario. Pero mi hermano
está muerto y lo mataron a él, soy yo el que debería estar muerto.
PADRE WENCESLAO: Fiat iustitia et pereat mundus, dice por lo bajo el
sacerdote.

(Hágase la justicia, aunque para ello se destruya el mundo).


Y sigue preguntando, como si solo hubiera recordado tantos dichos
en latín, que enseña en el seminario.
PADRE WENCESLAO: También a sus amigos y correligionarios los vio
morir en luchas sangrientas a lo largo de su intensa vida al servicio
de la patria.
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Estamos en plena organización,
este suelo está manchado con la sangre de los héroes. Como es el
caso de mi amigo, el coronel Manuel Dorrego, Murió fusilado por
Lavalle. -Otro amigo mío, demoré en reponerme de su muerte, fue
Facundo Quiroga. No quiso escucharme. Yo tenía informes de la
emboscada. Y también tenía hábiles baquianos que lo llevarían por
caminos desconocidos para desorientar al enemigo. No aceptó.
PADRE WENCESLAO: ¿Usted se refiere al baquiano Alicu Ferreyra?
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: No, no. Algunas veces lo llamé,
pero él decidió permanecer fiel a los unitarios, cómo será de fiel que
ayudó al general Lavalle a escapar.
PADRE WENCESLAO: Bueno, pero hablábamos de Facundo Quiroga
...
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Por ser como era le apodaron
el Tigre de los llanos, calcule el perfil que tendría.
PADRE WENCESLAO: Me gustaría saber cómo siguió después de la
muerte de estos entrañables correligionarios …
GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Durante todos estos años, man-
tengo una larga y extensa amistad con Don Juan Manuel de Rosas,
el gobernador de Buenos Aires, a través de misivas epistolares. En
repetidas ocasiones le he pedido que convoque a un Congreso Gen-
eral Constituyente a fin de sancionar la Constitución Nacional, pero
él siempre pone la excusa de que el país todavía no está preparado
para ello. Me hubiera gustado morir sabiendo que el país está orga-
nizado jurídicamente pero ya ve como los tiempos pasan y mi salud
se agrava …

……………………….

LOCUTOR: Se lo nota más cansando que nunca al gobernador Ibarra.


Además, los temas de este día son muy tristes. Por lo que el padre
Wenceslao, sale de la habitación, en silencio.

Entra Ventura Saravia, su esposa. Su rostro joven todavía guarda


la tristeza de quien nada puede hacer para cambiar su historia ínti-
ma. En la calle los ruidos de los transeúntes, imagina la gente feliz y
bullanguera, entrecierra los ojos y sigue avanzando hacia ese sillón
tan querido. Le han informado que está enfermo su Juan Felipe, y
ella presurosa bajó por los cerros y llanos como le había prometido
aquella única vez que estuvieron solos.

Ahora es el momento.

Ella se acerca, besa su frente y se queda a su lado, mirándolo con


mucha ternura.

……………………..
Dr. ARIAS: Le he traído esta medicina que la administran en el Perú,
para curar males parecidos. En este frasco está la pócima, mi queri-
do gobernador.

GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: Doctor, sabe que más que me-
dicina necesito silencio. Ya le dije a Wences que, por favor, basta de
medicinas. Pediré que me lleven el sillón al segundo patio, esta casa
¡es tan grande! Ahí no hay tanto barullo.

-Mire si será grande esta casa que por muchos años se ha convertido
en el despacho de este gobernador.

(Hace una prolongada pausa. Para tomar fuerzas, respira hondo y


permanece así un buen rato hasta que parece recordar algo).

GOBERNADOR JUAN FELIPE IBARRA: -Debo pagar sus honorarios


doctor. Sabe que el gobierno me debe tantos sueldos, desde hace
varios años, tantos que ya ni recuerdo. ¡Pero se le pagarán sus ser-
vicios!

-Padre Wences, podría llamar a Mauro, quiero saber cuánto queda


de reserva del dinero que generosamente nos enviara el goberna-
dor Juan Manuel de Rosas, para paliar la sequía que arrasó con el
ganado y las cosechas.

Dr. ARIAS: lo que importa es que Ud. se ponga bien. Dios salve su
vida y lo bendiga, señor Gobernador.

PADRE WENCESLAO: Para eso estamos los curas, haremos oraciones


en la misa de esta tarde y las monjas de Santo Domingo rezarán una
novena a la Virgen.
Un rasgar de cuerdas de una guitarra criolla, inunda la casa. Es el
alférez Manuel Paz que ha venido a hacer más serena la partida, de
su querido Tatita Ibarra.
Bio de la autora, Profesora Norma Sayago
Nació en la provincia de Santiago del Estero. Es docente jubilada,
escribe libros de textos para docentes y alumnos. También ha incur-
sionado en narrativa y poesía.
Bibliografía
Juárez, Raúl A.: Vida de Juan Felipe Ibarra. Santiago del Estero 1968
Miguel, María Esther de: Las batallas secretas de Belgrano. Novela.
Sex Barral 1996
Lima, Raúl Jorge: Fundamentos jurídicos de la autonomía santi-
agueña. Diario El  Liberal, abril 2018.

Clemente Di Lullo - Diario Clarín Prof, Sup. en Historia Especialista en


Estudios Culturales Especial para EL LIBERAL -Día de la Autonomía
Provincial 27/04/2016
Alén Lascano, Luis C., Historia de Santiago del Estero, Ed. Plus
Ultra, Bs. As. 1991
Sayago, Norma: Secuencias didácticas. (Apuntes) Santiago del Es-
tero, 2019.
http://bibliotecajwa.com.ar/santiago/doku.php/juan-felipe-ibarra
https://www.cuspide.com/9789870426257/CAUDILLOS+FEDERALES
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Texto: profesora Norma Sayago
Diseño: Rubén Giromini - Corrección: equipo de Nuevos Caminos
Ilustraciones: Marcelo Noriega y bibliotecas gráficas de internet.
Queda hecho el depósito que previene la Ley 11.723
Impreso en marzo de 2020 en los talleres gráficos de Imprenta Unicolor,
Lavalle 16, ciudad Santiago del Estero

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