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San LUIS Y MAMA MILLSH

Contaban las abuelas de antaño, que en la actual plaza de armas existía una inmensa laguna de aguas encantadas y
tenebrosas, en las que crecían totorales, otros decían que en las noches de luna llena salía un toro negro muy bravo que
cuidaba las riquezas de un Dios de Oro, por todos estos comentarios que pasaban desde la antigüedad de padres a hijos,
las pastoras tenían miedo de pastar sus animales pues le atribuían a la laguna muchos males que emanaban del “Feyu
Patza”, le llamaban también “Chúcaro Gocha”.
Llegaron muchos hombres blancos de barba roja y ropaje raro, eran extranjeros (franceses, ingleses, alemanes, españoles,
portugueses, etc) que se afincaron en estas zonas con la intención de extraer las riquezas mineras de las entrañas de
nuestros cerros, como “Caninacoj Punku”, “Tacllush”, “Recritayoc” y muchos más, entre ellos el majestuoso Potosi,
mina de oro y plata.
Cuentan que, para explorar estas tierras, uno de los mineros trajo un santo para que lo acompañe y guarde de todo mal, lo
tenia en su campamento, poco a poco todos los mineros fueron seducidos por el santo que decían era muy milagroso, se
les veía ya muy devotos, este santo milagroso era pues, San Luis de Francia. Dicen que una noche uno de los mineros
que no le tenía tanta fe, soñó que el santo le hacia una revelación y le dijo: “Aquí me siento incómodo, quiero que tú y
tus amigos construyan una casa para mí, si bien agradezco sus atenciones, quiero una casa solo para mi” y le mostró el
lugar, desde la cumbre de “Gallu Jirca”, le mostró una inmensa laguna llena de totorales. Al amanecer de ese sueño que
no parecía totalmente un sueño, el minero se sentía raro y lo comentó en el desayuno, en ese momento adviertieron la
ausencia de la estatua, todos salieron a indagar y se dieron con la sorpresa que el santo estaba en la misma mitad de la
laguna, ese día los mineros no fueron a trabajar pues dedicaron un día a sacar al santo de la laguna y devolverlo al
campamento que se encontraba en el lugar denominado “Sheywa”; durante la faena que fue ardua y por la leyenda y las
consecuencias que le acechaban, los mineros temían entrar a la laguna, los nativos ni que hablar, al cabo de muchos
intentos ingresaron a la laguna al fin pasado el mediodía lograron su cometido. El minero que recibió la revelación del
santo les detallo su sueño y sugirió que se debía edificar una capilla para el santo en medio de esa laguna, unos se
burlaron, otros hicieron caso omiso y todos siguieron con su rutina de trabajar en las minas. Pasado unas semanas el
hecho se repitió no una, sino varias veces, hasta que casi convencidos de la voluntad del santo enamorado de la laguna,
convocaron a una reunión en el que incluyeron a los nativos, quienes se oponían rotundamente, aducían que vendría la
desgracia si el toro se quedaba sin laguna, los mineros convencieron a los nativos atribuyéndoles los milagroso que era
San Luis y que domaría al toro y nunca más se comería a los pastores y ganados.
Así iniciaron su ardua labor de desaguar la laguna a punta de pico, lampa y barreta trabajaron profundas acequias o
drenajes que se puede observar por los laterales de la plaza, profundas acequias por donde discurría aguas cristalinas, en
épocas de lluvia era el desfogue de las aguas fluviales, por fin pasado muchos días y semanas quedó seca la laguna y allí
mismo se edificó la población de San Luis.
(Es bueno tener en cuenta también que los nativos decían que era la maldición del “Chucaru Gocha” y el rugido del piña
toro desde sus entrañas que de cuando en cuando aparecían grietas y resquebrajaduras en la población para recordar
siempre que San Luis fue una laguna, por ello la mayoría de las casas tenían sus puquios o filtración de agua por lo que
también teníamos el apelativo de “puquio espejo”).
Así de esta manera convencieron a los lugareños a participar en hacer faenas y construir una capilla para el santo, es así
que construyeron la primera capilla para el santo San Luis construyendo la primera capilla católica, la iglesia, la
construcción de esta infraestructura unió un poco mas a los lugareños y foráneos que en grupo armonioso trabajaron
hombro a hombro y culminaron la nueva casa para San Luis de Francia, a quien llamaban ya el Santo Patrón y en su
honor bautizaron al nuevo pueblo con su nombre.
Para el día fijado de instalar al santo patrón en su nueva capilla, organizaron una gran fiesta, con carrera de caballos,
corrida de toros y muchas danzas y abundante comida, estaban pues dándose el nacimiento de las hoy tradicionales
fiestas patronales de San Luis, que por aquel entonces se celebraría el 25 de agosto por muchos años.
Cuentan que un suceso nunca imaginado y que asombró a todos los lugareños ocurrió en una de estas fiestas al llevar en
hombros para devolver al santo de una de las tantas corridas de toros, pues en esas fechas se sacaba al santo para
presenciar su fiesta y al abrir las puertas de la capilla de par en par, allí mismo a vista de todos se encontraba un ser
especial que con mirada tierna, bondadosa, con una expresión dulce, hermosa, venerable y con los brazos abiertos le
esperaba en el altar mayor, la santísima "VIRGEN DE LAS MERCEDES"; nuestro santo patrón como todo un caballero
francés cedió no solo su altar sino su lugar como patrona del pueblo de San Luis a la madre de Jesús, la santísima Virgen
de las Mercedes y desde entonces ambos velan por este hermoso, generoso y hospitalario lugar.
También comentan que desde entonces nuestro terruño da bienvenida y acogida a todos los visitantes que de cuando en
cuando pisan estas tierras y beben las aguas cristalinas de Paccha, se sienten Sanluisinos y muchos de ellos se quedan a
vivir.

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