Está en la página 1de 25

La primera gran industria de la Patagonia y Tierra del Fuego: la

elaboración de carnes regionales

Carlos María Gorla (CONICET)

I. La industria saladeril en Patagones

Mucho antes que las lanas constituyeran el principal recurso económico de los
territorios del Sur tuvo principio la industria de la carne en la región austral. Aunque el
plan de ocupación de la Costa Patagónica, elaborado por España a fines del siglo
XVIII, se fundaba, principalmente, en la colonización agrícola, también comprendía,
como objetivos económicos, el desarrollo de la ganadería y la explotación de la sal,
actividades que posibilitarían la elaboración de carnes saladas en Patagones.
A partir de 1821, a raíz de la crisis que experimentaba la ganadería rioplatense,
como consecuencia de las guerras civiles y de los frecuentes robos que perpetraban
los indios en las estancias, de las que extraían considerable cantidad de ganado hacia
el interior de la Patagonia, la ganadería rionegrina registró un sostenido crecimiento.
Del hecho señalado, decía en esos días "El Argos", "nace sin duda la abundancia que
hoy se asegura existe en aquella parte, de ganado vacuno", cuyo eventual beneficio,
poco tiempo después, incentivaría la expansión de la industria del saladero al Río
Negro. Sin embargo, el establecimiento de saladeros en la región era perjudicial para
los hacendados bonaerenses, pues, desde el momento en que a los indios les
resultara fácil y productivo vender allí el ganado robado, se decía, "se dedicarán con
mayores esfuerzos y más decidido empeño, al robo y al saqueo" en la campaña
"enteramente indefensa".(1)
En 1820, Patagones contaba con unas cuatro mil cabezas de ganado, "número
que aumentaba día a día".(2) El 6 de agosto de 1821, el comandante Oyuela informaba
que dicho stock se pudo conservar porque se encontraba a la vista del pueblo,
señalando: "Hace tres años se contaban dieciséis mil cabezas; pero los indios se las
han llevado aun de las propias casas". No obstante, daba cuenta que varios caciques
continuaban abasteciendo de ganado al establecimiento.(3) La introducción de 9.018
vacunos, efectuada por los indios en 1823, determinó un significativo crecimiento del
stock existente y el comienzo de la elaboración de carnes saladas en el Río Negro.
Durante la gestión de Oyuela, refiere Orbigny,"se calculan en por lo menos cuarenta
mil las cabezas de ganado entregadas por los indios a los habitantes, que, desde
entonces, exportaron cargamentos de cueros y carne salada; y, mientras por una
parte todos los propietarios veían sus ganados ser robados por las hordas salvajes,
Patagones se convirtió en un lugar interesante, donde muchos comerciantes de
Buenos Aires enriquecieron en pocos años".(4)
La primera noticia acerca del comienzo de la elaboración de carnes saladas en
Patagones, donde este artículo, afirmaba el naturalista francés, debido a "la
proximidad de las salinas", se podía "preparar "con un costo menor que en cualquier
otra parte", indica que el bergantín francés "Las dos hermanas", en junio de 1823,
benefició carnes saladas, para exportarlas por vía de ensayo a la isla de Borbón. (5) En
este caso, el procedimiento empleado era el que se utilizaba para preparar carne en
salmuera.
En agosto de ese año también comenzaron las faenas en dos saladeros, uno
de los cuales se encontraba en la estancia de Manuel Alvarez, situada en la margen
Sur del río Negro, frente a la chacra de Andrés Real y a tres leguas de la población.
Orbigny visitó este establecimiento y pudo así observar las tareas que diariamente se
efectuaban en el mismo, señalando, que "son lo suficientemente importantes como
para que dé una descripción detallada, tanto más, decía, cuanto que no hablé de ellos
en la parte relativa a Buenos Aires". De modo, que su descripción del procedimiento
industrial que se aplicaba en el saladero rioplatense, incluída en su obra Viaje a la
América Meridional (1826-1829), se refiere a las faenas que había observado en el
establecimiento de Alvarez.
La industria saladeril rionegrina elaboró carnes en salmuera (método húmedo),
charque y tasajo (carne seca), así como subproductos (cueros, lenguas, grasa y
sebo). Refiere Orbigny, respecto a las partes de los animales que no se utilizaban: "La
cabeza con su carne, toda la armazón ósea del tronco y los huesos de las patas, son
transportados junto a la orilla del río, donde se amontonan todos esos restos, así
como los intestinos, el corazón, el hígado y los pulmones, que se tiran también,
cuando los pobres de Carmen o los indios no van a buscarlos; de esa manera -decía
el naturalista francés- los huesos, buscados con tanto interés en Europa, se
abandonan en el campo y quedan sin uso", debido a que la madera que proveían los
alrededores de la población, a diferencia de lo que ocurría en las pampas de Buenos
Aires, no hacia necesario su empleo como combustible.(6)
Pocos meses después que se iniciaran las actividades saladeriles en
Patagones, se concedió permiso a Vicente Casares y Juan Andrés Gelly para la
matanza de ganado vacuno orejano en la Península de San José. (7) En 1824 y 1825,
éstos sacrificaron 8.637 animales, con el propósito de extraer el cuero, aunque
también aprovecharon la carne, elaborando mil quintales de carne salada, siete líos
de charque y siete sacos de sebo, utilizándose para estas faenas la sal que proveían
las salinas de la zona. Este hecho demostró que la Península de San José reunía
condiciones favorables para la ganadería y para la industrialización de carnes,
características que ya habían señalado Juan de la Piedra y Basilio Villarino.
Entre 1823 y 1828 se exportaron desde Patagones: 6.373½ quintales de carne
salada, 27.140 ¾ quintales y 4 líos de charque y tasajo; 779¼ barriles, 13 sacos y 26
panzas y vejigas de grasa y sebo; 5.360 y 2 sacos de lenguas; 27.369 astas; y 35.750
cueros. En el primer año los saladeros rionegrinos enviaron su producción a Buenos
Aires, con excepción de 1.088 quintales de carne salada, que se extrajeron con
destino a la isla de Borbón; pero a partir de 1824 se hicieron extracciones, además,
para Río de Janeiro e isla de Francia. De charque y tasajo se efectuaron embarques a
Buenos Aires, Río de Janeiro, La Habana y Norteamérica; sebo a Buenos Aires y Río
de Janeiro; grasa y lenguas a Buenos Aires; astas a Buenos Aires, Río de Janeiro, La
Habana y Norteamérica; y cuernos a Buenos Aires, Río de Janeiro, La habana, isla de
Francia y Norteamérica.
La elaboración de jamones fue, desde antiguo, otro producto que caracterizó a
Patagones, a tal punto, que Orbigny decía, que "tiene renombre especialmente por
sus cerdos y la fabricación de jamones. Los de la Patagonia -afirmaba- son, por lo
menos, tan conocidos en Buenos Aires como los de Mayence lo son en Francia.(8) La
producción de este artículo, comentaba "El Argos", tenía lugar en la margen Sur del
río, donde, indicaba, "se encuentra salitre en abundancia y muchas raíces con que se
alimentan los cerdos que dan los jamones".(9)
La elaboración de carnes saladas y subproductos, no obstante el significativo
desarrollo alcanzado, no contó en Patagones con las condiciones de perdurabilidad,
debido a que la región carecía de un sistema adecuado de seguridad, capaz de
preservar el ganado de las acechanzas de los indios. En 1829, las hordas de
Pincheira robaron casi todo el ganado de la zona, privando así de materia prima a la
industria saladeril rionegrina, la cual sucumbió. Debieron pasar muchos años para que
se recuperara la ganadería rionegrina y con ello se pudiera nuevamente emprender la
industria del saladero. La misma resurgió cuando comenzaron los trabajos en el
saladero de Aguirre y Murga, hecho que coincidió con la clausura de los saladeros
ubicados en la ciudad de Buenos Aires y en las inmediaciones del Riachuelo. Este
establecimiento, refiere Musters, se encontraba situado "como a una legua más abajo
de la población de El Carmen, de donde -decía- se exporta para Inglaterra una gran
cantidad de cueros y de sebo. Durante mi estancia, acotaba, una embarcación
alemana u holandesa estaba frente al lugar recibiendo una carga".(10)
En 1872, dicho establecimiento podía beneficiar diariamente 100 yeguarizos, 200
vacunos y 600 ovinos, caracterizándose la industria saladeril rionegrina en esta nueva
etapa por el aprovechamiento integral de los animales, de los cuales, por ejemplo, se
utilizaban los huesos, que antes se tiraban. Asimismo, comenzaron a faenarse ovinos,
coincidiendo con la creciente importancia que adquiría su cría en la región.
Las faenas del saladero de Aguirre y Murga se desarrollaron en un breve período,
manifestando ya sus propietarios a principios de 1873 el propósito de levantar el
establecimiento, debido a los impuestos que tenían que pagar. El mismo debió cesar
sus actividades ese mismo año, ya que en el "Registro Estadístico" no figura en el
cuadro de las haciendas beneficiadas en los saladeros y graserías y tampoco en el de
los impuestos que estos establecimientos pagaron.(11)

II. Graserías y fábricas de carnes conservadas

A partir de 1883, con el comienzo de la elaboración de carnes ovinas congeladas


en el país, cuyas exportaciones crecieron rápidamente en el lapso de tres años, se
produjo una acentuada valorización de las mismas y un espectacular aumento de las
existencias de ovinos en los territorios del Sur. En Río Negro, entre 1888 y 1895, el
ganado lanar se incrementó de 287.940 a 1.009.777 cabezas, siendo aún más
notable la expansión de la ganadería ovina en Santa Cruz, pues de apenas 525
ovejas con que contaba este territorio en 1885, el mismo, según el censo de 1895,
contaba con un stock de 369.264 ovinos.
En la Patagonia Austral, en esos años, los ganaderos tuvieron como objetivo el
aumento de las majadas, que siempre resultaban escasas para poblar ese vasto
territorio. Los únicos productos que se explotaban entonces eran la lana y los cueros,
que se vendían en Punta Arenas, desde donde eran embarcados con destino a
Europa. La carne, en cambio, no tenía colocación y sólo en la región cordillerana, en
parte, podía aprovecharse, pues era posible comerciarla en Chile.
En los finales del siglo pasado, la grasería constituyó el primer paso hacia un
aprovechamiento más integral del ovino en la región. La primera grasería patagónica,
según Borgialli, habría sido establecida por Enrique L. Reynard, aunque no precisa la
fecha en que la misma comenzó a operar. Cuando "ni en sueños" se pensaba en el
frigorífico, "las sencillas calderas" fueron las que consumieron el sobrante de hacienda
de los campos de la región.(12) Sabemos, en cambio, que Quesada y Cía., cuando
finalizaba el siglo pasado, se dirigieron a la gobernación de Santa Cruz con el
propósito de establecer una fábrica para la conservación de carnes en Río Gallegos.
En 1898 tuvo despacho favorable esta solicitud, pues la misma, decía el gobernador
Mac Kinlay Zapiola, "ha venido a llenar una necesidad ya reclamada, por el número
de animales destinados a la faena que se aglomeraban en las estancias sin salida, y
con perjuicios de los hacendados".(13) A principios de 1899 comenzó la elaboración de
grasa en La Blanca, establecimiento que fue adquirido por Estrada, Sánchez
Viamonte y Cía. y cuya dirección estuvo a cargo de Oliver.(14) El mismo operó en sus
comienzos con serias dificultades, debido a las pérdidas que ocasionó en las majadas
el terrible invierno de ese año, dejando a la zona desprovista de animales para la
venta.
En 1902, la fábrica fue vendida a Ramón Santamarina e hijos, quienes, a su vez, la
ofrecieron en venta a los ganaderos de la zona, no accediendo éstos, debido a la
dificultad de encontrar técnicos para su manejo, comprándola, finalmente, J.
Brougham. Este agregó, a las máquinas, calderas y digeridores con que contaba el
establecimiento, una instalación para la conservación de carne en latas,(15) con lo cual
esperaba incrementar el faenamiento de 400 a 500 animales diarios.(16) Poco después,
la firma Ellis, Kislingburg y Co, de Londres, compró la fábrica, que operó a partir de
entonces con la denominación de Patagonia Meat Preserving Company Ltd.,
aumentando y perfeccionando sus instalaciones de máquinas para la conservación de
carne en latas de seis libras, lenguas y tripas, así como de condensación de extracto y
aprovechamiento de la sangre, etc. Para el funcionamiento del establecimiento, la
compañía enviaba todos los años, desde Europa, el personal técnico, a la vez, que
desde Buenos Aires iban los carneadores y peones especializados, que se ocupaban
de las faenas, durante tres o cuatro meses. Entre 1905 y 1907, W. Harris administró la
fábrica, que ocupaba 30.000 metros cuadrados sobre la margen del río Gallegos,
donde tenía un muelle con rieles y un guinche de tres toneladas. En tres cuerpos de
edificios de hierro y madera con piso de cemento, la misma contaba con una playa de
matanza, donde podían faenarse de 1.000 a 1.500 ovinos por día y galpones
destinados a elaboración de carnes conservadas, extracto de carnes, digestores,
máquinas, oreación de carnes, tonelería y fábrica de latas de una y seis libras, para la
carne conservada y lenguitas de capón.
En la costa patagónica existieron otros establecimientos, siendo uno de ellos la
grasería de San Julián, construida en 1903 por Levallo y Cía., la cual funcionó en
1904 y 1905, años en los que elaboró grasas que exportó a Chile, Brasil y otros
mercados, así como carne salada destinada a Ushuaia. En el paraje, donde
primitivamente estuvo situado el pueblo de Santa Cruz, se encontraban las
instalaciones de La Argentina, propiedad de Eduardo Rojo, establecimiento que al
principio fabricó grasas, elaborando luego carne y lenguas saladas, que exportó a
Alemania, Brasil y Chile. En Camarones, en el paraje Paso Piedras, a tres leguas de
la población, en 1905, la Lochiel Sheep Farming Co Ltd. construyó una grasería, en
cuyas instalaciones, valuadas en 20.000 pesos, se podían faenar hasta 300 ovinos
por día. Este establecimiento elaboró grasas para uso alimenticio e industrial, pero
debido a la escasa gordura de la caponada de la zona operaba cada dos años. Un
establecimiento de mayor envergadura, era el que en 1907 levantó Mauricio Braun, en
la margen Sur del río Coyle, sobre el puerto Pichincha, situado a tres leguas de la
estancia Coy-Aike y a cinco leguas de Puerto Coyle. El mismo funcionó hasta 1911
como simple grasería, pero ese año se transformó en fábrica de carnes conservadas,
en la que se ocupaban setenta obreros, aproximadamente, sacrificándose diariamente
500 ovinos, siendo cargada la producción en vapores de no más de siete pies de
calado, que aprovechando las altas mareas atracaban a una distancia de quince
metros de la fábrica y la transportaban a Punta Arenas, donde era reembarcada para
los puertos del Norte de Chile, Alemania e Inglaterra.
Existían otras graserías, además de las aludidas, dedicadas a la elaboración
exclusiva de sebo para usos industriales, las cuales sólo contaban con un digestor
para producir grasa con los animales que morían o que se destinaban a dicho objeto,
por ser demasiado viejos. Estas faenas se realizaban en estancias, como El Cóndor y
Chimen-Like, en Santa Cruz, y la Compañía Sud Americana de Tierras, en Puerto
Madryn.(17)
Tierra del Fuego no permaneció ajeno a la notable expansión que registraba la
ganadería ovina en los territorios del Sur, incrementando las existencias de 282
cabezas en 1885 y 7.165 en 1895 a 1.342.351 en 1908. El potencial económico que
representaba el stock ovino del territorio incentivó a José Menéndez a establecer una
fábrica de carne conservada en latas y "en forma de puchero", en la desembocadura
del río Grande, para lo cual solicitó una prima de $0,04 por cada kilo neto de carne
ovina conservada en latas que se exportara, durante cinco años. Al expresar las
razones que aconsejaban aprobar dicha solicitud, el senador Maciá señalaba, que se
trataba de una industria que era nueva por su carácter y por su ubicación. "Por su
carácter, porque –decía- este artículo no se elabora en la República.....Por su
ubicación; porque, aunque en estas provincias se elaborara el mismo artículo, en el
extremo Sud todo es nuevo, y en aquel lejano territorio todavía no se inicia nada
semejante a la explotación amplia de la ganadería, tanto tratándose de ovejas como
de ganado vacuno". Creía, en este sentido, que se pecaba por la inercia demostrada
respecto a estas industrias establecidas en los territorios del Sur, las cuales, en
cambio, se fomentaban en Chile. Era preciso, por lo tanto, prestar atención a una
región sobre la cual ejercía una decidida influencia Punta Arenas, que era la capital
comercial de la misma, no obstante ser Ushuaia la capital política del territorio. El
pedido, por otra parte, era justo, teniendo en cuenta el espíritu de leyes anteriores,
sancionadas con el propósito de despertar en el país el negocio de exportación de
carnes en forma que no fuera tasajo, a cuyo efecto se había acordado el 5% de
garantía sobre capitales. En consecuencia, siendo una industria nueva y sin corriente
comercial establecida en el país, considerando las dificultades que tendría una
industria de este tipo en Tierra del Fuego, manifestaba que era natural, si se deseaba
que prosperara, que se le prestara apoyo, para que no sucediera, "lo que con las
graserías y otras industrias análogas, que han sucumbido después de dos años de
una lucha estéril".(18)
La ley 4.431, del 23 de septiembre de 1904, concedió a Menéndez lo que éste
había solicitado, determinando que para tener derecho a la prima debía acreditar
anualmente una exportación mínima de 750.000 kilos y hasta un máximo de
1.000.000 de kilos. Menéndez se ocupó de inmediato en establecer la fábrica,
utilizando los más modernos perfeccionamientos alcanzados en la industria de carnes
conservadas, invirtiendo 225.000 pesos papel.(19) Pero, no obstante dotar al
establecimiento de una capacidad de trabajo que le permitía faenar entre 80.000 y
100.000 ovinos por año, ya en 1905 no pudo producir la cantidad de carne prescripta
en la ley, lo que significó un grave perjuicio para el concesionario. Según el informe de
la Sección de Industrias Fabriles del Ministerio de Agricultura, ello se debió a un error
en el cálculo de explotación, ya que el mismo había sido estimado sobre la base de un
rendimiento superior al que realmente produjo cada animal, debido a que entonces
eran poco conocidas las características del ganado ovino fueguino, con relación a su
peso y proporción de hueso, carne y grasa. La oficina ministerial no sólo justificó la
reducción del mínimo a exportar, por el "forzado aumento en el número de cabezas a
matar", sino también considerando "las dificultades inherentes a toda industria nueva
en sus primeros años, las grandes mortandades de ganado ovino ocurridas en la
región en el último invierno" y, por último, "lo difícil que es abrir mercado para un
producto nuevo". Por lo demás, agregaba, el prpósito de la ley se había cumplido,
desde el momento en que en la extremidad más austral del territorio argentino se
levantaba una factoría de elaboración de carnes, extractos y conservas. (20) En
consecuencia, la ley 5.025, del 28 de septiembre de 1906, redujo el mínimo de
exportación a 500.000 kilos.
En 1906-1907, en la citada fábrica se faenaron 35.000 ovinos,(21) no obstante lo
cual, es muy probable que produjera la misma los 500.000 kilos de carne exigidos por
la ley, teniendo en cuenta que en el establecimiento de Mauricio Braun, antes
mencionado, con el que Menéndez tenía vinculaciones, cada animal producía algo
más de 13 kilos de carne neta término medio.(22)
El precio que pagaban las fábricas a los estancieros era ínfimo. En Río
Gallegos, el establecimiento de Brougham abonaba 4 ¾ centavos por cada libra de
animal limpio, sin riñonada, cabeza y cola, de modo, que por capones de 4 y 5 años,
que producían término medio 77 libras de carne, pagaba $3,65, "pero al hacer las
cuentas, todavía descontaba una libra por animal, por caliente (for heat)".(23) El escaso
valor que pagaban estos establecimientos por el ganado no sufrió alteraciones
significativas en los años siguientes. En cuanto a los frigoríficos de Punta Arenas, de
los cuales eran entonces tributarios los ganaderos de los territorios australes, debido a
que hasta 1908 era prácticamente imposible la exportación de ovinos a otros destinos,
por falta de transportes y de interesados, abonaban también un precio irrisorio.(24)

III. La industria frigorífica

En 1900. a raíz de la clausura del mercado británico a la importación de ganado en


pie, la producción ganadera argentina, que era muy superior al consumo interno, a la
capacidad de faenamiento de los tres frigoríficos que entonces operaban en el país y
a las necesidades de los saladeros rioplatenses, podía convertirse en un stock
estancado y desvalorizado. Esta circunstancia estimuló la expansión de la industria
frigorífica, como único medio factible, en esa coyuntura, para dar salida a la
producción ganadera excedente. Por otra parte, el interés de Gran Bretaña, que en
1902 había importado más carne que todas las demás naciones juntas, para que los
suministros se realizaran con regularidad, planteó la necesidad de dotar al comercio
de carnes de una organización más aficiente, sobre la base de compras y ventas a
gran escala, manejando las compañías frigoríficas el comercio de exportación, lo que
implicaba un mayor concentración. En este sentido se produjo en los Estados Unidos,
a principios de siglo, la completa transformación del negocio de la carne en un sistema
moderno, adecuado a las nuevas exigencias que planteaba el mercado de carnes, en
ese momento, a tal punto, que los principales países productores de carne no
pudieron sustraerse al mismo. Como consecuencia de estos hechos, decía "The
Times" en 1901, que se habían invertido "ingentes capitales para dar vida activa al
comercio de carnes congeladas e industria que requiere la fabricación, transportes,
etc.".(25)
En la Argentina, a partir de 1900, la industria de carnes congeladas, que en el
último lustro había atravesado por un período muy crítico, iniciaría su proceso de
transformación con el empleo del sistema de enfriado (chilled beef). (26) A su vez, la
guerra de Sudáfrica en 1902 "y el año terrible que experimentó Australia en su
ganadería, pusieron en suba las carnes argentinas, obteniendo las empresas de los
frigoríficos pingües ganancias, repartiendo a sus accionistas un cincuenta por ciento
de beneficios".(27) Al respecto decía entonces la Sociedad Rural Argentina: "La
preparación de carnes congeladas, en un país escencialmente ganadero, tiene que
ser un negocio lucrativo; y los hechos lo han demostrado, puesto que los tres
frigoríficos existentes han obtenido grandes utilidades. Ahora bien, detenida la
exportación de ganado en pie, suprimido este rival poderoso y en decadencia la
industria saladeril ¿qué límites puede encontrar la exportación de carnes congeladas?
¿qué empleo más reproductivo el capital argentino o extranjero?". Y concluía: "La
vieja máxima de que "no hay mal que por bien no venga" va a cumplirse entre
nosotros. La exportación de carnes congeladas, que tiene aquí ancho campo para ser
una gran industria, se hallaba casi en estado embrionario. La clausura de los puertos
ingleses y franceses ha venido a levantarla, y de esperar es que reciba un impulso tan
poderoso que la lleve al rango que tiene el deber de ocupar entre las industrias
nacionales".(28)
La Argentina, no obstante su mayor capacidad ganadera respecto a Australia y
Nueva Zelanda, que eran competidores en el mercado de carnes, contaba entonces
con menos frigoríficos,(29) los cuales, en vista de la evolución que tenía lugar en el
negocio de la carne, era previsible no podrían satisfacer plenamente la eventual
demanda. Pero en 1903, con el incremento de las exportaciones de carnes
congeladas y los precios "excepcionales" que pagaron los frigoríficos por la hacienda,
los efectos restrictivos de la clausura de los puertos ingleses a la entrada de ganado
argentino en pie quedaron completamente neutralizados. En pocos años, como se
preveía, la industria frigorífica argentina tuvo un notable incremento y ya en 1906 el
país contaba con ocho establecimientos, con un capital invertido de $oro 11.614.428,
cuya incidencia en el mercado de hacienda se reflejó en el rápido e ininterrumpido
incremnento de los capitales girados para la compra de ganado, que de $ 43.000.000
en 1902 ascendió a $ 75.092.390,53.(30)
El notable crecimiento que experimentó el stock de ovinos en los territorios del
Sur, según el censo de 1908 y la incapacidad de las graserías y fábricas de carnes
conservadas para absorber la oferta cada vez mayor de animales para faenar, así
como para un mayor aprovechamiento de los subproductos, era la causa principal del
escaso valor de la producción ganadera regional. A su vez, el incremento de la
producción de aceites minerales y vegetales, así como el uso de gas de hulla y de luz
eléctrica en el alumbrado, amenazaban a las graserías de una ruina inevitable. Por
estas razones, ya en 1903 se proyectaba la instalación de un frigorífico en Santa Cruz.
(31)

A tal efecto, en 1907, se colocaron acciones en Río Gallegos y Londres, para


transformar en frigorífico la fábrica de carnes conservadas que funcionaba en la
mencionada localidad santacruceña.(32) Poco después, el Comité Argentino del Frío,
constituido en 1908, para participar en el Primer Congreso Internacional de Industrias
Frigoríficas, que se celebró en París, en octubre del mismo año, interesó al Ministerio
de Agricultura para que efectuara un prolijo estudio sobre la aplicación del frío artificial
en la industria de la carne de los territorios del Sur. Con este objeto fue designado
Juan E. Richelet, quien en agosto de ese año viajó a Río Gallegos, hacia donde
también se dirigió Alfred Barclay, representante de la firma Ellis, Kislingburg y Co, de
Londres, con el propósito de secundar a éste en la realización del proyecto
encaminado al establecimiento de un frigorífico en la región. En la reunión que tuvo
lugar en el bar "Jockey Club", de Zimermmann, con la presencia del gobernador del
Territorio, el capital suscripto para dicho fin ascendió a £50.450, integrado por Ellis,
Kislingburg y Co, que incorporó al mismo la fábrica que poseía en Río Gallegos,
tasada en £13.000 y £3.000 más, correspondiendo el resto de las acciones a los
estancieros.(33) Con este acto nació la industria frigorífica en los territorios del Sur,
pues fue el origen de los establecimientos que se levantarían, poco después, en Río
Gallegos y San Julián.
La sociedad que se constituyó para llevar a cabo la instalación de los frigoríficos se
denominó The New Patagonia Meat and Cold Storage Company Limited, residiendo
su directorio en Londres, donde quedó incorporada y registrada con fecha 3 de junio
de 1909, siendo autorizada, por decreto del 15 de marzo de 1910, para establecer
una sucursal o agencia en la Argentina. La misma se proponía tomar a su cargo todos
o parte de los negocios, empresas, fondos, obligaciones y responsabilidades de The
Patagonia Meat Preserving Company Limited. Asimismo, debía tomar posesión
inmediata de los inmuebles que esta última tenía en la Patagonia, con las
instalaciones y mercaderías que estuvieran en su poder al 1º de enero de 1910, al
precio de £15.000, pagaderas así: £12.000 al contado y el resto en acciones. El
capital de la compañía era de £70.000, siendo Eduardo O’Farrell su representante en
Buenos Aires.(34)
La fábrica de carnes de Río Gallegos trabajó en 1910 y 1911 por cuenta de la
Sociedad, que en esos dos años procedió a establecer el frigorífico. Con respecto a
su incidencia en la región, decía "El País", "no hay la menor duda, que la fábrica de
carnes viene así a ser un importante elemento de progreso, puesto que facilita y
coopera a que nuestros estancieros tengan fácil colocación del excedente de su
producción, nivelando así, año a año, el total de cabezas que sus campos pueden
sostener", aunque admitía que "con lo que alcanza a faenar anualmente no resuelve
el problema".(35)
Las obras del frigorífico de Río Gallegos dieron comienzo a mediados de 1910,
encargándose de los trabajos de arquitectura y dirección de la obra J.W.Campbell y
de la construcción el ingeniero David Anderson, habiendo dirigido este último con
anterioridad la construcción de depósitos frigoríficos en Manila y los frigoríficos
chilenos de Río Seco y San Gregorio. El establecimiento se levantó en una loma
próxima al pueblo, en terrenos que el gobierno vendió a la empresa, los que se
situaban en las manzanas 242, 253, 254 y los solares A, B y D de la manzana 252,
donde se establecieron las instalaciones para la desecación de cueros y para la
provisión de agua al frigorífico.(36)
La construcción se realizó con las instalaciones que se trajeron desarmadas de
Inglaterra, armándose los esqueletos de todos los departamentos con tirantería de
acero, sobre una sólida base de cemento armado y cubierto exteriormente de hierro
galvanizado. El establecimiento contaba con los siguientes departamentos: 1) una
playa de matanza, triperías y menudencias, en la que se podían faenar de 1.500 a
2.000 ovinos diarios; 2) cámaras frigoríficas con capacidad para 60.000 reses; 3) un
departamento de máquinas refrigeradoras, que eran dos cuerpos "Haslam", con un
poder de cincuenta toneladas de hielo en veinticuatro horas, con las que se podían
servir cámaras frigoríficas de doble capacidad de la que contaba el establecimiento, lo
que posibilitaba futuras ampliaciones. Disponía de dos dínamos para producir
electricidad, máquinas condensadoras, bombas, etc., así como tres calderas marca
"Haslam", de 25 caballos cada una y una cámara para aprovechar el calor de humo,
que utilizaba el 20% de las calorías que se perdían en el espacio; 4) depósitos,
talleres, carpintería y tonelería; 5) corrales, bretes, potreros y secadero de cueros; y 6)
digestores, grasería, grano y extracto de carne.(37)
Las obras del frigorífico de San Julián se iniciaron en el mismo año, pero, como
el ganado ovino de la zona no era en ese momento adecuado para producir carne
congelada, se instaló una fábrica de carnes conservadas y extracto, en forma de
combinarla más tarde con cámaras frigoríficas. El establecimiento se levantó en la
reserva de cabo Curioso, a tres leguas del pueblo. La dirección de los trabajos
también estuvo a cargo de Campbell y el sistema de construcción fue el mismo que se
utilizó para levantar el frigorífico de Río Gallegos.
En 1914, el capital invertido en los frigoríficos santacruceños ascendía a
$1.145.000, suma que representaba el 4,2% del capital total de la industria frigorífica
del país y su capacidad de trabajo se expresaba por los 41.200 kilowats horas
producidos anualmente, es decir, el 0,6% de la fuerza motriz generada por todos los
frigoríficos del país y por la potencia utilizada, la cual representaba 1.107 CV,
equivalente al 4,6% del total empleado por los restantes establecimientos. El personal
que ocupaban entonces era de 1.914 operarios, de los cuales sólo 150 eran nativos
del país, es decir, apenas el 7,8%, contra el 92,2% de extranjeros. El predominio casi
absoluto de estos últimos diferenciaba a los frigoríficos santacruceños de las fábricas
de carnes de Entre Ríos, que contaban con 60% de nativos y de los establecimientos
bonaerenses, en los que éste representaba el 34,5%.(38)
A las graserías y fábricas de carnes conservadas les resultó materialmente
imposible competir con los modernos procedimientos empleados por los frigoríficos. A
ello se sumó el derecho aduanero que estableció Chile a las grasas, lo que determinó
la paralización de las graserías. En 1915, sólo estaban autorizadas por la Dirección
General de Ganadería para trabajar la grasería de Camarones y la fábrica de Coyle,
ésta última para elaborar conservas.
El establecimiento de la industria frigorífica en Santa Cruz tuvo lugar cuando el
mercado internacional de carnes presentaba condiciones favorables, reflejadas en el
aumento de la demanda y de los precios. Harold Neill comentaba al respecto: "Los
productores de carnes y comerciantes del ramo no han disfrutado seguramente un
año más completo y continuamente favorable que el de 1910.(39) A pesar del gran
aumento de la producción, el promedio del precio fue muy superior al de 1909, año de
precios moderados, y casi tan alto como el de 1908, año de escasas existencias y
altas cotizaciones". Un factor que contribuía a dicho resultado era la mayor capacidad
de consumo de las masas, "a pesar de los frecuentes conflictos obreros". En cuanto al
consumo de carne ovina, éste aumentó de 597.210 toneladas, en 1909, a 604.212, en
1910, lo que significaba que el consumo per cápita se había elevado de 28,9 a 29,9
libras. Al mismo tiempo, las importaciones de Gran Bretaña "habían alcanzado un total
sin precedentes mientras que la producción inglesa manifestaba una gran
disminución".(40) En 1911, las perspectivas que tenía el comercio internacional de
carnes eran tan favorables como el año anterior, aguardándose un mayor consumo y
un aumento de las exportaciones de Sudamérica y Australia.
Ante estas expectativas, la industria frigorífica se estaba desarrollando
aceleradamente, con el objeto de estar en condiciones de satisfacer la demanda de
los tiempos que se avecinaban y que prometía grandes utilidades para las empresas
vinculadas a este comercio. Los norteamericanos, que eran los empresarios más
activos y ambiciosos, se empeñaron en apoderarse de los frigoríficos argentinos, para
formar el "trust" de las carnes, extendiéndose este interés a los recursos ganaderos
de los territorios del Sur. Joseph E. Wyng, que en 1911 fue comisionado por el
gobierno de los Estados Unidos para realizar un prolijo estudio de la capacidad
económica de la Argentina, se dirigió a Punta Arenas y Río Gallegos, acompañado
por Richelet, a cargo de la Oficina de Carnes, quien llevaba a cabo una campaña de
difusión acerca del desarrollo del comercio internacional de carnes.(41) Poco después,
los empresarios norteamericanos lograron el control de la industria de la carne en
Santa Cruz. En 1912, The New Patagonia Meat Preserving Co Ltd vendió a la Swift
Beef Company Ltd las tres cuartas partes de las acciones, comenzando ésta la
construcción del frigorífico de San Julián,(42) adquiriendo con posterioridad el resto de
las acciones.
La producción de carnes patagónicas se caracterizó por el faenamiento, casi
exclusivo, de ganado ovino, aunque en los primeros años el frigorífico de San Julián
también faenó bovinos de la zona comprendida entre la pre-cordillera y la cordillera.
La hacienda que se industrializaba se criaba en los campos santacruceños, aunque
también se faenó ganado procedente del Chubut y Tierra del Fuego, el cual se
enviaba a los frigoríficos en vapores especiales, que trabajaban continuamente
durante la época de faena.(43) La carne ovina que producía la región se distinguía por
su gusto exquisito, cualidad que, se decía, era consecuencia de la influencia del suelo.
Los territorios del Sur, según Richelet, eran comparables con las "Landes" de Francia,
donde se producía el "presalé", que era muy apetecido por los franceses.(44)
En los primeros años, la actividad de los frigoríficos patagónicos no figuraba en las
estadísticas oficiales, siendo la exportación, en 1912, de 90.070 reses ovinas
congeladas, la más antigua información al respecto.(45) Richelet dió a conocer, poco
después, las primeras noticias referidas a la producción y exportación de carnes
patagónicas entre 1913 y 1915, las cuales indican los siguientes resultados:

Ovinos faenados en los frigoríficos patagónicos

1913 1914 1915

Río Gallegos...............281.382 213.129 253.444


San Julián........ ............78.238 106.167 80.808
Total............................359.620 319.296 334.252

Reses ovinas congeladas exportadas

1913 1914

Río Gallegos......279.729 202.422


San Julián........ ...17.581 61.458
Total...................297.310 263.880

Además, en dicho trienio se sacrificaron en el frigorífico de San Julián 33.561


bovinos y, como información complementaria, cabe agregar, que en 1913 se
exportaron los siguientes subproductos: 877.900 kgs. de sebo, 9.641 kgs. de aceite de
patas y 890.000 kgs. de sangre seca y guano.(46)
Sin embargo, estos frigoríficos no eran suficientes para dar salida a toda la
producción ganadera regional, hecho que desvalorizaba al ganado, disminuyendo y
tornando muchas veces ilusorios los beneficios para los hacendados. Por este motivo,
un importante grupo de hacendados del Chubut y de Santa Cruz formó una sociedad,
con el propósito de construir un frigorífico y fábrica de carnes en Puerto Deseado. La
ley 9.248, del 30 de septiembre de 1913, autorizó al gobierno para vender a Antonio
Piñero los terrenos para la instalación del mismo. Pero, habiendo éste practicado la
mensura, sondajes y demás estudios necesarios para su establecimiento, el estallido
de la Primera Guerra Mundial impidió la prosecución de los trabajos, cuando estaba a
punto de partir de Europa el ingeniero encargado de los mismos. Este frigorífico y el
que levantaría la empresa Armour, también en Santa Cruz, serían inaugurados en el
transcurso de la década siguiente.
Un trámite distinto tuvo, en cambio, la construcción de un establecimiento similar
en Tierra del Fuego. Dicho territorio, no obstante disponer en 1915 de más de un
millón de ovinos, no contaba con un frigorífico. A raíz de ello, por iniciativa de
Alejandro Menéndez Behety, se constituyó un fuerte grupo de capitalistas argentinos e
ingleses, con el propósito de formar una sociedad anónima argentina con un fin
escencialmente cooperativo, para "explotar en vasta escala el negocio de exportación
de carne a los mercados europeos". En la propuesta elevada al Congreso, el 28 de
agosto de 1914, manifestaban el propósito de establecer un frigorífico y fábrica de
carnes en la margen Sur del río Grande, cerca de su desembocadura con el Océano,
"que permita faenar, como mínimo dos mil animales lanares por día, invirtiendo en su
fundación el capital que ya hemos reunido y que excede de un millón de pesos
moneda nacional". La concesión que solicitaban se encuadraba dentro de las
estipulaciones establecidas para casos análogos, no importando ningún gravamen
para el fisco, a excepción de la pequeña cantidad que éste debía abonar como
retribución por la construcción de un puente colgante sobre el citado río, "obra ésta de
absoluta necesidad y de interés general" y la cesión de ocho leguas en arriendo por
cinco años, renovable por otro período igual con derecho a compra de la mitad de la
superficie al precio establecido en la ley 4.167, para depósito y descanso de la
hacienda.
La Dirección de Ganadería, avalando la iniciativa, se expidió diciendo: "Una de
las necesidades más urgentes de que se quejan los ganaderos de nuestra
gobernación de Tierra del Fuego y aun al extremo de Santa Cruz es, precisamente,
carecer de una fábrica que pueda beneficiar los productos de nuestra ganadería. El
frigorífico New Patagonia Cold Storage (Río Gallegos), queda demasiado distante de
la producción ovina de Tierra del Fuego. Los frigoríficos chilenos sobre el estrecho de
Magallanes, "Río Seco" (a la derecha de Punta Arenas) y el de "San Gregorio", a la
derecha del anterior, no fomentan nuestra producción. Se han quejado siempre
nuestros estancieros de que están supeditados a estos frigoríficos extranjeros. Por
consiguiente, decía, basta lo enunciado para encontrar como benéfico el proyecto de
que se trata". Pero, además, añadía, este frigorífico "dispondrá de otro beneficio cual
es el de poder faenar la excelente producción ovina de las Islas Malvinas, que hoy
tiene tan poco mercado, pues se ha dado el caso, a la verdad extraordinario, de enviar
varios miles de cabezas a Bahía Blanca y aun a esta Capital".
La Dirección de Tierras y Colonias, por su parte, si bien consideraba plausible
la iniciativa, "desde que ella consulta los intereses de la región de Tierra del Fuego e
interpreta verdaderas necesidades nacionales", exigía se acreditara legalmente la
constitución de la sociedad anónima, "puesto que el firmante de la gestión [Menéndez
Behety] –advertía- ha obtenido ya el máximum de superficie que en este concepto
acuerdan las disposiciones vigentes a una sola persona, o sociedad".(47)
El proyecto fue aprobado el 30 de septiembre de 1916, con la sanción de la ley
10.171, iniciándose ese mismo año la construcción del frigorífico de Río Grande,
siendo aprovechadas las instalaciones realizadas por José Menéndez entre 1904 y
1905. Este establecimiento, propiedad de la Compañía Frigorífica Argentina, comenzó
sus faenas el 20 de febrero de 1918,(48) quedando sujeto a la inspección del Ministerio
de Agricultura.(49)
Entre edificios, talleres, depósitos y alojamientos para el personal, el
establecimiento ocupaba una superficie de ocho hectáreas, aproximadamente, a las
que debían agregarse otras veinte hectáreas, divididas en dos potreros, para el
descanso de la hacienda. La construcción era de madera y zinc sobre bases de
cemento, contando el frigorífico con: 1) una playa de matanza en la que diariamente
se podían faenar 3.500 ovinos en ocho horas de trabajo; 2) un secadero, donde se
podían secar y orear hasta 4.500 ovinos por día; 3) cámaras frigoríficas, de las cuales
diez ocupaban el primer piso, con capaciodad para 120.000 ovinos y tres bodegas en
la planta baja para 180.000; mediante el sistema de refrigeración directa y el empleo
de dos máquinas "Haslam", las cámaras mantenían una temperatura constante de 12º
2, congelándose los corderos, término medio, en cuarenta y ocho horas, mientras que
los capones y ovejas necesitaban entre cincuenta y cuatro y sesenta horas; 4)
máquinas refrigeradoras accionadas a vapor generado por tres calderas
acuotubulares, que empleaban carbón mineral y producían, cada una, hasta 3.750
libras de vapor por hora y dos dínamos de treinta kilowats cada uno, para proveer la
electricidad; posteriormente se instalaron otras tres calderas, que generaban, cada
una, 5.250 libras de vapor, para la curtiembre y lavadero de lanas, sirviendo también a
la grasería y para entibiar el tanque de agua destinado al lavado de las reses, así
como otros tres dínamos de 132 kilowats cada uno; 5) grasería y tripería, con cuatro
digestores de 6½ m3 cada uno, siendo empleado uno de 3.000 kilos de capacidad
para sebo comestible, dos de 4.000 kilos cada uno para sebo no comestible y el
restante de 3.200 kilos para aceite de patas, así como tres refinadores, con 3.600
kilos de capacidad cada uno y tres enfriadores de 1.500 kilos cada uno. Para la
elaboración de sebo comestible se empleaban: telas, riñonada y rechazos de
clasificación y para el sebo no comestible: cabezas, panzas, tripas, tráqueas,
esófagos y recortes provenientes de la limpieza. Las tripas se envasaban en barriles,
cada uno de los cuales contenía 1.700 tripones y de 350 a 400 madejas de tripas de
cien metros cada una; 6) corrales, bretes, potreros y secadero de cueros. Contaba,
además, con taller mecánico, carpintería, almacenes, alojamientos y comedores para
obreros y casas para el administrador y empleados.(50)
Los obreros empleados en este frigorífico eran contratados en Buenos Aires y en
Magallanes (Chile), siendo los peones en su totalidad chilenos. Al principio la
producción era transportada a Punta Arenas, desde donde se embarcaba con destino
a Europa, pues el río Grande no tenía la profundidad necesaria para los buques de
gran calado,(51) pero, años después, la misma se cargaba en el muelle anexo al
establecimiento, en vapores que la conducían a la bahía de San Sebastián, donde se
transbordaba a los buques destinados a Liverpool, aunque también se continuó
exportando una parte por puertos chilenos.(52)

IV. La industria de la carne en los territorios del Sur después de la guerra

Concluida la guerra fue necesario revisar la política de carnes que aplicaba el


gobierno inglés, la cual afectaba al consumidor británico. A principios de 1919, lord
Devonport insistía en la inmediata reducción de los precios, señalando que existían
enormes stocks acumulados en la Argentina y Australia, disponibles a precios muy
inferiores a los que regían en los Estados Unidos. Hacía presente también, que el
control del gobierno produjo enormes beneficios sobre el cordero y el carnero, hecho
que justificaba lord Cranford en la necesidad de cubrir el déficit producido por otros
artículos.(53) Las medidas de emergencia sobre el comercio exterior, dispuestas por el
gobierno inglés con motivo de la guerra, provocaron en la opinión pública una
contienda de principios y de intereses, cuyo desenvolvimiento interesó vivamente en
la Argentina, por cuanto la misma incidía en el intercambio entre ambos países. A
pesar de las presiones que ejercieron los proteccionistas, el gobierno inglés se vio
obligado a declarar que las materias primas serían importadas libremente, así como
también, en la medida de lo posible, las que tuvieran un principio de elaboración. En
cuanto a la política comercial que seguiría en el futuro Gran Bretaña, era muy difícil,
decía "La Prensa", que dicho país modificara su política liberal, precisamente en el
momento en que "necesita difundir y afianzar su poderío comercial en todo el mundo".
(54)

En Londres, el comercio de carnes tenía entonces la perspectiva de un amplio


desarrollo, como lo hacía prever la inauguración de las nuevas instalaciones
frigoríficas del Royal Albert Dock, perteneciente a la administración del puerto de la
capital inglesa. Aunque las mismas no estaban totalmente terminadas, decía el
"Morning Post", habían sido habilitadas para almacenar enormes cantidades de
carnes de novillo, carnero y demás. Antes de emprender esta obra, cuyas
instalaciones eran las mejores montadas del mundo, pues contaba con los últimos
progresos aplicados a la industria frigorífica y el material más moderno preconizado
mundialmente, los funcionarios del establecimiento habían visitado América, a fin de
estudiar los métodos transatlánticos. Una vez concluidas las instalaciones, se
calculaba que podrían almacenar alrededor de 1.500.000 reses ovinas y 375.000
cuartos bovinos, siendo factible la ampliación de sus pabellones, a medida que se
desarrollara el comercio de carnes.(55)
El director de economía rural y estadística, Emilio Lahitte, señalaba, que el
comercio internacional de carnes se había incrementado en un 64%, término medio,
entre 1913 y 1916, alcanzando en el último año la participación argentina en el mismo
al 33%.(56) Durante los años de guerra, según consignaba el “Libro Blanco”, publicado
en 1920, las compras de carne efectuadas por Gran Bretaña, entre 1914 y 1919,
cuando el gobierno británico tenía plena fiscalización en la importación, venta y fijación
de los precios de la misma, ese país compró por valor de £198.000.000, o sea
aproximadamente $oro 1.000.000.000, correspondiendo de esta cantidad a las carnes
argentinas, congeladas y “chilled”, cerca de $oro 600.000.000, es decir, el 60 % de las
compras realizadas. Este hecho daba cuenta de la importancia que había adquirido
entonces la Argentina en el mercado británico, como proveedora de carnes,(57) la cual,
según Lahitte, se mantendría en el futuro.
Al finalizar 1920, cuando se esperaba que en el mercado mundial se acentuara
la competencia, se advertía en el país la disminución del ganado bovino y ovino,
calculándose, en ese momento, que las existencias del último se reducirían en un
tercio entre 1921 y 1925, debido al aumento de su consumo en sustitución del vacuno.
Parecía entonces conveniente incentivar su cría, pues podía cubrir satisfactoriamente,
siendo mucho más precoz y económico que el bovino, la demanda de carne en el
mercado interno, permitiendo, a su vez, la recuperación de este último. Por otra parte,
la crisis lanera se consideraba un hecho pasajero, ya que el incremento de la
hilandería hacía pensar que pronto el país exportaría tejidos en gran escala. Se
estimaba, por lo tanto, que el ovino seguiría siendo un animal de gran valor por su
triple propósito: lana, carne y leche.(58)
Esta coyuntura, que podía ser favorable para el desarrollo de la economía
ganadera de los territorios del Sur, fue neutralizada por la grave crisis que en los
primeros días de 1921 se manifestó en la región, como consecuencia de la depresión
del mercado de lanas, agravada por el nefasto régimen agrario vigente en la misma,
debido al cual había desaparecido el crédito y por la reimplantación de las aduanas,
que provocó el encarecimiento de la vida en general y del costo de explotación en las
actividades económicas, perdiendo éstas el estímulo que había impulsado el progreso
regional. Por último, el precio de la hacienda descendió en los mercados del Sur,
siendo frecuente que los hacendados percibieran de $3,50 a $4 por cada ovino.(59)
En la depreciación de la hacienda incidía, además, la evolución del mercado
británico, que era entonces el principal comprador de carnes y de buena parte de las
lanas argentinas. En el mismo las importaciones de "chilled beef" descendieron en
1914, las que fueron compensadas con el aumento de la producción de carne en el
Imperio, estimado en marzo de 1915 en un 60%. (60) Asimismo, las importaciones de
carne ovina también descendieron, cayendo significativamente las que procedían de
América del Sur, en comparación con las de 1910, siendo notable la caída en 1918
con respecto al volumen registrado en 1913. Las exportaciones de carne ovina desde
la Patagonia y Tierra del Fuego, que en 1916 constituían el 10,6 % de las
exportaciones de carne ovina argentina y el 10,5 % un año después, (61) también se
redujeron debido a la falta de bodegas.(62)
En 1921, las exportaciones de carnes argentinas se caracterizaron por el
repentino aumento de las remesas de corderos al mercado británico, donde se
introdujeron no menos de 1.358.000 reses, lo que era un extraordinario crecimiento
respecto a las 294.152 reses de 1920.(63) Este auge se reflejó en las exportaciones
que realizaron los frigoríficos australes, las que totalizaron 331.541 reses, cantidad
que superaba en 148.686 reses (44,8%) los registros de un año antes. A su vez, a
partir de 1918, los frigoríficos de la región, incrementaron el volumen de las faenas,
que paulatinamente habían disminuido desde 1915 y las duplicaron en 1919,
sacrificando dos años después 806.759 animales.(64) Este aumento en la producción
de carnes regionales coincidió con el descenso de los precios en el mercado y con el
exceso de hacienda, como consecuencia del aumento anual por procreo, lo que
obligó a los ganaderos del Sur a vender el exceso de animales a los frigoríficos.(65)
Por entonces, el ministro Uriburu informaba, que si bien la importación de carne
ovina en el mercado británico había sido menor en los cinco primeros meses de 1921,
respecto a los mismos meses del año anterior, los embarques procedentes de la
Argentina habían totalizado en dicho período 28.965 toneladas, es decir, el doble del
volumen registrado en 1920. En cuanto a las causas que provocaron, desde fines de
marzo de 1921, la caída en el precio de las carnes en el mercado británico, éstas
eran, en primer lugar, la supresión de los controles que ejercía el gobierno sobre el
comercio de carnes, indicando las primeras transacciones efectuadas libremente un
descenso de 0,08 por libra. Posteriormente, la huelga minera afectó el consumo,
acentuando aún más la baja. Y, por último, la devolución de algunas partidas,
almacenadas en el continente durante la guerra, contribuyeron a aumentar el stock
existente, determinando un exceso de oferta, debido a la demanda restringida
temporariamente por las causas circunstanciales apuntadas.(66)
Respecto a Australia y Nueva Zelanda, la Argentina se veía favorecida
entonces por un menor costo del flete, que gravaba el envío de los ovinos al mercado
británico. Así, mientras el transporte de los ovinos australianos representaba un costo
de 1 penique y los corderos de 1 ¾ y los neocelandeses de 1 penique más 2½ % y 1
¾ más 2½ % respectivamente, los ovinos rioplatenses eran gravados por dicho
concepto en 1 penique y en 1¼ los que se exportaban desde los territorios del Sur.
Pero, en el transcurso de la primera mitad de 1922, los fletes habían bajado algo y era
posible que aún bajaran más, debido al descenso que registraban, "con lentitud pero
con firmeza", el carbón, los salarios, etc.(67) Sin embargo, la carne experimentaba, en
ese momento, las consecuencias de la depresión comercial universal.
La situación del comercio de carnes provocó honda preocupación y
desconcierto en el país, siendo debatida la cuestión por las entidades rurales y por la
Bolsa de Comercio, trascendiendo a la opinión pública, a través de la prensa. El
Congreso no permaneció ajeno y trató de determinar las causas reales de la crisis, lo
que implicaba dilucidar: a) si era exacto que existía un trust entre los frigoríficos
instalados en el país "o alguna combinación" destinada a producir una baja artificial en
el precio del ganado; b) cuál era la situación del mercado externo y cuáles los motivos
de la depresión de los precios; c) si era exacto que los depósitos frigoríficos de
Inglaterra tenían cubierta su capacidad de recepción, no permitiendo desembarcar los
cargamentos o si se trataba de medidas de gobierno destinadas a proteger la
producción nacional o de los Dominios; d) si era exacto que los frigoríficos
establecidos en el país habían obtenido dividendos o utilidades que excedían las
ganancias normales "y razonablemente admisibles en este género de negocios" y si
estas utilidades se habían mantenido, disminuido o desaparecido, desde que se
produjo la crisis de los precios del ganado; y e) cotización de las acciones de los
frigoríficos, expresando el valor real de las mismas.(68)
La caída del precio de la carne preocupó seriamente a los países productores y
cada cual se formó una idea particular acerca del remedio más eficaz para neutralizar
sus efectos. "La preferencia al Imperio, la entrada obligatoria y voluntaria de todos los
interesados en una combinación de acción común, la nacionalización de la industria
fueron algunas de las soluciones reclamadas; pero la mayor parte de los gobiernos,
decía Harold Neill, aleccionados por los recientes experimentos, se muestran muy
reacios a intervenir en el comercio. Cuando observamos los precios de las
importaciones en 1921, período de comercio decreciente y de desocupación
creciente, concluía, no puede extrañarnos que haya habido una baja seria en los
valores".(69)
A pesar del mal momento por el que atravesaba el mercado de carnes, la
industria frigorífica de los territorios del Sur estuvo muy activa, aumentando
notablemente las faenas. Sin embargo, el exceso de producción de carnes, respecto a
la demanda del mercado, incidió en las faenas de 1922, año en el cual apenas se
sacrificaron 365.202 ovinos, o sea, 441.557 animales menos que el año anterior. Esta
caída en la producción de carnes regionales coincidió con la suspensión de las
actividades en el frigorífico de San Julián, que se prolongó hasta 1925, aunque ésta
sería compensada con la inauguración del establecimiento de la compañía Armour, en
Santa Cruz.
El origen de este frigorífico se remonta a 1916, año en el que la citada empresa
ya proyectaba su construcción,(70) mediante una inversión de $oro 1.250.000,
despachando un año después con destino a Buenos Aires los materiales necesarios a
dicho efecto.(71) En agosto de 1918 la compañía activaba la instalación del frigorífico,
para que éste diera comienzo a sus faenas a la brevedad posible.(72)
En la zona, como en el resto de la región, durante la guerra, los ganaderos
obtuvieron buenas ganancias con las ventas de lanas, lo que incentivó un importante
incremento de las existencias ganaderas, que fue saturando la capacidad de los
campos, hecho que impulsó a los criadores a producir más carne,(73) favoreciendo este
proceso la instalación de nuevos frigoríficos.
El establecimiento de la compañía Armour fue emplazado en la punta Beagle,
en la confluencia de los ríos Santa Cruz y Chico, comprendiendo una superficie de
1.250 hectáreas, en las cuales se mantenía la hacienda antes de ser sacrificada. Las
instalaciones ocupaban dos hectáreas, eran costosas y admirables por su magnitud,
dispuestas en tres grandes cuerpos de edificios y en otras poblaciones dispersas. El
frigorífico contaba con los siguientes departamentos: 1) Una playa de matanza en la
que se podían faenar 3.500 ovinos por día, realizándose el trabajo en la forma
tradicional, no obstante contar la misma con disco rotatorio y noria mecánica. 2) Un
secadero, donde se podían orear en veinticuatro horas 4.000 ovinos. 3) Quince
cámaras frigoríficas, de las cuales sólo funcionaban diez, pudiendo estibar cada una
300 toneladas de carne o sea alrededor de 15.000 ovinos. 4) Una sala de máquinas,
que era una expresión de la gran inversión de capital realizado, ya que disponía de
equipos que sobrepasaban las necesidades del establecimiento. Contaba con
bombas eléctricas a turbina para la refrigeración de los condensadores de amoníaco y
para el servicio contra incendio; filtros de agua para calderas; condensadores de
vapor gastado, recuperadores de aceite y bombas automáticas de suministro; tres
grandes calderas acuotubulares; tres poderosos equipos de máquinas compresoras
de amoníaco, con cualquiera de las cuales se abastecía el servicio de todas las
cámaras; dos equipos completos de máquinas generadoras de corriente alternada de
440 voltios; transformadores; y un gran torno con numerosas máquinas accesorias,
etc. El servicio de luz era excelente y profuso. 5) Grasería y tripería, con seis
digeridores de grasa, con una capacidad de 10.000 kilos de materia prima grasa cada
uno. La extracción de grasa se hacía a vapor durante seis horas y bajo la presión de
40 libras; luego era refinada en cuatro tanques, que almacenaban hasta 18.000 kilos
del producto, siendo finalmente conducida a otros dos tanques, que eran los depósitos
de envase. Disponía también de un tanque para extraer el aceite de patas, con una
capacidad igual a la de los refinadores de grasa. La producción de sebo que se
obtenía de cada animal era de aproximadamente 1½ kilo, obteniéndose, en cambio,
un rendimiento diario de 30 kilos de aceite de patas. 6) Corrales, bretes, potreros y
secadero de cueros, cuyos varales podían contener hasta 25.000 cueros. 7) Un
galpón de cueros, que contaba con una poderosa prensa hidráulica, un motor
eléctrico de 5 HP y otras máquinas para sunchos, en el cual se podían hacer
diariamente 30 fardos de 100 a 150 cueros cada uno.
El agua que utilizaba el frigorífico para el consumo del personal se obtenía de
manantiales y se almacenaba en tanques, desde donde se distribuía mediante
cañerías, en tanto, para las calderas y limpieza en general se proveía de agua del
estuario. Para ello disponía de una poderosa bomba sobre zorra, que se desplazaba
sobre rieles a lo largo de una pendiente y un motor eléctrico de 35 HP "Allis
Chamlers", que proveía 100.000 litros de agua por hora, que aquella trasladaba al
tanque hasta llenar una capacidad de 400.000 litros.
El establecimiento disponía, además, de un importante y cómodo muelle, en el
cual podían estar amarradas las tres chatas del frigorífico, utilizándose en los
embarques un guinche "Graefton" para cinco toneladas, que permitía cargar la
producción en lanchas y transportarla así hasta los buques de ultramar.
Contaba, por último, con carpintería, depósitos de sal, taller mecánico, depósito
de nafta, barraca de la policía, alojamientos y comedores para obreros, cocina y casa
de negocio, etc.
En su construcción, máquinas y demás accesorios la Compañía llegó a invertir
más de $7.000.000, cubriendo con exceso las necesidades ganaderas de la zona,
pero, si bien fue proyectado para faenar 500.000 ovinos por temporada, nunca
alcanzaría a industrializar dicha cantidad, no ajustándose los resultados logrados en
sus comienzos a la inversión efectuada, ya que su producción fue inferior a la que
entonces registraron los frigoríficos de Río Grande y Río Gallegos y recién en 1923
pudo realizar una faena de cierta significación. Entre 1921 y 1923, el frigorífico de
Tierra del Fuego era el primer productor de carnes regionales, hecho que obedecía: a)
la buena receptividad de los campos de la zona y el alto porcentaje de procreo,
característico de los ovinos fueguinos (80% a 90% promedio); b) situación insular del
territorio, factor que lo aisló de las agitaciones sociales, que en esos años afectaron el
desenvolvimiento económico de la Patagonia Austral; y c) era una empresa argentina,
a diferencia de los demás frigoríficos patagónicos, en la cual los productores de la
zona invirtieron gran parte de las ganancias obtenidas en la ganadería. Años después,
el inspector Alfredo O. Raffaelli, refiriédose al frigorífico de Santa Cruz, señalaba "la
impresión que causa el establecimiento", por "ser un monumento industrial grande y
amplio pero muy sobrado y sin terminación".(74)
Con este frigorífico el Sur del territorio de Santa Cruz contaba con tres
establecimientos, con una capacidad de matanza diaria de 8.500 ovinos, que
sumados a los 3.500 que podía faenar por día el frigorífico de Río Grande elevaban la
capacidad de matanza en la región a 12.000 ovinos diarios,(75) la cual representaba
casi la mitad de la que registraba la industria frigorífica argentina, estimada entonces
en 25.000 ovinos. Pero, a diferencia de Santa Cruz, la producción ganadera del
Chubut y parte de Río Negro se encontraba estancada por falta de mercado,
circunstancia que planteaba la necesidad de un frigorífico, que atendiera los
requerimientos de esa amplia zona. Para que la ganadería experimentara en estos
territorios una evolución similar a la que en ese momento tenía lugar en la Patagonia
Austral y Tierra del Fuego, afirmaba Richelet, "se requiere dar facilidades para la
instalación de frigoríficos, aunque de pequeñas dimensiones, como los que funcionan
en Australia y Nueva Zelanda, acordando las mismas ventajas que a los de Santa
Cruz o aun mejorándolas para que se arraiguen".(76)
En la zona de referencia, los lugares adecuados para instalar un frigorífico eran
escasos, debido, fundamentalmente, a las dificultades que presentaban sus puertos y
a la falta de agua potable. Así, por ejemplo, el puerto de San Antonio, aunque
disponía del ferrocarril, era inadecuado y carecía de agua potable, circunstancia esta
última que hizo desistir a Mithau y Grether de establecer un frigorífico allí, dejando sin
efecto la solicitud de 20.000 hectáreas, que solicitaron en 1910 para dicho objeto.(77)
Puerto Rawson, en opinión de Alzúa, era apropiado para un frigorífico, el cual,
según calculaba, podría faenar anualmente de 30.000 a 40.000 bovinos y de 120.000
a 150.000 ovinos, como mínimo. Carlos Marsengo, quien se desempeñó en la
subprefectura de Rawson, decía: "La habilitación del puerto traería consigo la
instalación de diversas industrias, que no se establecen en otros puertos naturales
superiores a éste, como Madryn, Camarones, etc., por la carencia de agua potable.
La instalación de fábricas de carnes, frigoríficos y lavaderos de lana, necesita agua
dulce en abundancia siendo por hoy la desembocadura del río Chubut uno de los
lugares que ofrece estas condiciones".
El puerto de Santa Elena, opinaba Richelet, era otro sitio apto para establecer
un frigorífico, pues "como punto de embarque y desembarque de productos es uno de
los mejores de la costa, bien guarnecido de los vientos y con tenedero seguro para
anclar a corta distancia de la playa; como también una entrada sin peligro, y
profundidad para grandes transatlánticos". Dicho establecimiento, decía, "podría
fácilmente disponer de treinta mil vacunos y ciento cincuenta mil lanares al año, de
clase bastante refinada", indicando, que los "establecimientos vecinos disponen de
ganado de muy buena clase". Asimismo, "podría utilizar los procreos, desde la
península Valdés hasta la región de Comodoro Rivadavia".(78)
Pero, a pesar de la sentida necesidad de un frigorífico, la Patagonia
Septentrional careció de un establecimiento para faenar los grandes rebaños que se
criaban en la misma.
En cuanto al Norte del territorio de Santa Cruz, en 1922 aún no contaba con el
proyectado frigorífico de Puerto Deseado. Este, teniendo en cuenta la acentuada
desvalorización de las lanas, era entonces más necesario que nunca, pues se
calculaba que en la zona tributaria había unos 3.000.000 de ovinos, que eran
liquidados a precios irrisorios, hecho que provocó una reducción del stock ganadero
del 50%. Fue en esas circunstancias, que la comisión directiva de la Sociedad Rural
de Deseado se trasladó en pleno a Buenos Aires, con el fin de lograr que el Congreso
aprobara el proyecto que autorizaba a la Sociedad Cooperativa Frigorífica de Puerto
Deseado para establecer un frigorífico en dicha localidad, en la fracción C, parte
Oeste del lote 33, con capacidad para faenar diariamente 2.000 ovinos. En el mismo
sentido se dirigió el gobernador Iza al Poder Ejecutivo.
El diputado Albarracín, apoyando el proyecto, señalaba, que "esta cuestión del
frigorífico no irrogará gastos de ninguna clase; es hasta un asunto simpático, si se
quiere, porque la misma explotación de la concesión se realiza en forma cooperativa
con capitales argentinos, explotación que debería ser imitada por los demás
ganaderos de la República, porque ella importa un acto de solidaridad gremial".
Repetto manifestó entonces, que si bien no se oponía al despacho de la comisión, por
cuanto el sector socialista consideraba, "que es tal vez una obra importante la que se
podrá realizar en esa región por este proyecto", no veía claro como se aseguraría que
dicho establecimiento fuera realmente cooperativo, "modalidad económica que -decía-
permitirá defender a los hacendados de la región de las maniobras trustificantes para
el porvenir", teniendo en cuenta, que se trataba de una sociedad que no tenía
personería jurídica. Al respecto recordó Culaciati, que se trataba de un proyecto que
había sido considerado y aprobado por la Cámara hacía varios años, introduciendo el
Senado algunas modificaciones en el mismo. En esta nueva instancia, después de un
estudio detenido, como realmente se tenía interés en que el frigorífico fuera explotado
por una sociedad cooperativa de hacendados, se había establecido, terminantemente,
que la concesión sería a dicha sociedad cooperativa, la cual debía constituirse dentro
de los seis meses de promulgada la ley, pues de lo contrario caducaba la
autorización. "La concesión -precisaba- no se da a una persona sino a una entidad
jurídica", a la vez, que se prohibía absolutamente la transferencia de la concesión.(79)
Aprobado el proyecto, la ley 11.195, del 29 de septiembre de 1922, autorizó a
la Sociedad Cooperativa Frigorífica de Puerto Deseado para establecer el frigorífico.
Además de las condiciones señaladas, la misma, en su artículo 10º, exigía que la
sociedad cooperativa debía suscribir el 70% de sus capitales, por lo menos, con
fondos radicados en el país.
El 6 de noviembre de 1922 quedó constituida la Sociedad Cooperativa
Frigorífica de Puerto Deseado Ltda., fijando su domicilio en la Capital Federal. El
capital social de la misma era de $2.000.000, constituido por cinco series de
cuatrocientas acciones de $1.000 cada una, integrando el primer directorio: Mauricio
Braun, Angel Velaz, Severino Amelug, Carlos A. Ferzenaar, Silvano Ruiz, Alejandro
Menéndez Behety, Roberto Debarnot y Juan Mac Ral y como síndicos Carlos
Menéndez Behety y Carlos Haller.(80)
En 1924, la Sociedad Cooperativa Frigorífica de Puerto Deseado Ltda. y la
Compañía Argentina Frigorífica de Tierra del Fuego constituyeron su domicilio legal en
la calle San Martín 296 de la Capital Federal, siendo gerente de ambas Alejandro
Menéndez Behety.(81)
Con el frigorífico de Puerto Deseado quedó definitivamente estructurada la
industria de la carne en los territorios del Sur, con una capacidad máxima de faena
diaria de 14.000 ovinos.
(82)
OVINOS FAENADOS EN LOS FRIGORIFICOS AUSTRALES

FRIGORIFICO 1916 1917 1918 1919 1920 1921 1922 1923 1924
SAN JULIAN 45.905 59.262 53.011 62.807 83.127 112.668 - - -
ARMOUR SANTA CRUZ - - - - - - 17.141 132.164. 160.111
RIO GALLEGOS 275.869 257.712 288.835 216.920 224.549 327.554 142.544 212.319 207.081
RIO GRANDE - - - 144.719 215.213 366.537 205.517 264.439 203.238
TOTAL 321.774 316.974 341.846 424.446 522.889 806.759 365.202 608.922 570.430

(83)
RESES OVINAS EXPORTADAS POR LOS FRIGORIFICOS AUSTRALES

FRIGORIFICO 1920 1921 1922 1923


SAN JULIAN 27.985 100.436 - -
RIO GALLEGOS 77.673 170.571 133.215 202.949
RIO GRANDE 77.197 60.534 64.814 245.626
TOTAL 182.855 331.541 198.029 448.575
V. Conclusión

La instalación de la industria frigorífica en los territorios del Sur transformó el


paisaje del lugar, el cual adquirió el aspecto propio de los pueblos industriales, hecho
que se manifestó, además, por la creciente afluencia de vapores y personas, que
contribuyeron a movilizar los recursos, lo cual incidió en el profundo cambio que
experimentó la vida económica local. La misma sería de gran importancia para la
ganadería regional, pues ésta, a partir de entonces, pudo acceder al mercado mundial
de carnes, hecho que daría lugar a un cambio trascendental en la vida económica de
los territorios del Sur, porque, decía Richelet, "el frigorífico significó no sencillamente
una nueva industria en la Patagonia, sino también la suba de valores, que es mucho
ganar y el estímulo mayor para el mejoramiento de la producción". Al mismo tiempo,
sería un poderoso estímulo para el refinamiento del ovino. Por último, una vez
establecidos los cinco frigoríficos en Santa Cruz y Tierra del Fuego, estuvo servida
con exceso la ganadería de estos territorios.

NOTAS

(1) "El Argos de Buenos Aires", I, nº 5, 9 de junio de 1821, p. 3, col. 2


(2) Orbigny, Alcides de. Viaje a la América Meridional (1826-1829), III, Buenos
Aires, 1945, p. 880
(3) Archivo General de la Nación. 9.12.3.7. "El Argos de Buenos Aires", I, nº 26, 6 de
octubre de 1821, p. 4, col. 1
(4) Orbigny, Viaje..., III, p. 880
(5) Ibídem, p. 900
(6) Ibídem, p. 775
(7) A G N. 10.44.5.34 y 7.2.3.4. Decreto del 14 de enero de 1824
(8) Orbigny, Viaje..., III, p. 900
(9) "El Argos de Buenos Aires", I, nº 27, 13 de octubre de 1821, p. 2, col. 2
(10) Musters, George Chaworth. Vida entre los patagones. Buenos Aires, 1964, p.
394
(11) Registro Estadístico de la Provincia de Buenos Aires. Año 1873, pp. 282 y 352
(12) Borgialli, C. “Galería de hombres ilustres. Don Enrique L. Reynard”. En:
Argentina Austral, año V, nº 51, Buenos Aires, 1º de septiembre de 1933, p. 13
(13) A G N. Ministerio del Interior. 1899, legajo 8. Memoria de la gobernación de
Santa Cruz. Año 1898
(14) Morrison, Jorge J. La ganadería en las regiones de las mesetas australes del
territorio de Santa Cruz. Buenos Aires, 1917, p. 77. Sin embargo, en un artículo
titulado "Fábricas y frigoríficos en el Sud", publicado en "Territorios Nacionales",
año I, nº 6, 5 de marzo de 1915, p. 13, se afirma que la citada firma adquirió la
grasería en 1901
(15) Morrison, La ganadería..., pp. 77-78
(16) A G N. Ministerio del Interior. 1904, legajo 8. Memoria de la gobernación de
Santa Cruz. Año 1903
(17) "Territorios Nacionales", año I, nº 6, 5 de marzo de 1915, pp. 13-14
(18) Congreso Nacional. Diario de sesiones de la Cámara de Senadores, sesión del
22 de septiembre de 1904. Buenos Aires, 1905, pp. 579-582
(19) Pillado, Ricardo. “El comercio de carnes en la República Argentina”. En:
República Argentina. Censo Agropecuario Nacional. La ganadería y la
agricultura en 1908, III, Buenos Aires, 1909, p. 382
(20) Congreso Nacional. Diario de sesiones de la Cámara de Diputados, sesión del
28 de septiembre de 1906, I, Buenos Aires, 1907, p. 1.136
(21) Pillado, El comercio..., p. 382
(22) "Territorios Nacionales", año I, nº 6, 5 de marzo de 1915, p. 14
(23) Morrison, La ganadería..., p. 78
(24) "Territorios Nacionales", año I, nº 2, 5 de enero de 1915, p. 5
(25) Anales de la Sociedad Rural Argentina, vol. XXXVIII, marzo de 1903, p. 700
(26) La primera exportación de "chilled beef" consistió en 347 cuartos de novillos
enfriados, que "The River Plate Fresh Meat Co Ld" extrajo en el vapor "Zuleika",
el 19 de abril de 1900 (Richelet, Juan E. Industria de carnes en la República
Argentina. Ministerio de Agricultura de la Nación. Sección Zootécnica, folleto nº
5, Buenos Aires, 1913, p. 7), es decir, con anterioridad a 1908, año en el que se
afirma se iniciaron las exportaciones de carne vacuna enfriada (Giberti, Horacio
C.E. Historia económica de la ganadería argentina. Buenos Aires, 1961, p. 187).
Al año siguiente, el citado frigorífico tenía contratado el flete para exportar en
1902 otros 25.000 novillos enfriados, a los que se sumarían los de otros
frigoríficos que imitarían su ejemplo (A S R A, vol. XXXVI, 31 de enero de 1901,
p. 279), como sucedió con "La Negra" en 1903; "La Plata Cold Storage" en 1904
y en 1905 los demás (Richelet, Industria..., p. 7).
(27) Richelet, Industria..., p. 7
(28) A S R A, vol. XXXVI, 31 de enero de 1901, p. 163
(29) En 1896 operaban 46 frigoríficos en Australia y 16 en Nueva Zelanda. Ibídem, p.
76
(30) A S R A, año XL, vol. XLIX, 1906, p. 109
(31) A G N. Ministerio del Interior. 1904, legajo 8. Memoria de la gobernación de
Santa Cruz. Año 1903
(32) "La Prensa", 11 de marzo de 1907, p. 6, col. 1
(33) Richelet, Juan E. “Los frigoríficos patagónicos”. En: Territorios Nacionales, año I,
nº 6, 5 de marzo de 1915, pp. 5-6
(34) Monitor de sociedades anónimas y de patentes de invención, IX, Buenos Aires,
1910, pp. 212-213
(35) "El País", 15 de febrero de 1910, p. 3, col. 1
(36) C N. D S C D, sesión del 30 de septiembre de 1916, III, Buenos Aires, 1916, p.
2.740
(37) Richelet, Juan E. “Los frigoríficos patagónicos”. En: Territorios Nacionales, año I,
nº 10, 5 de mayo de 1915, pp. 10-11
(38) Lahitte, Emilio. “Frigoríficos”. En: Tercer Censo Nacional, VII, Buenos Aires,
1917, pp. 531 y 535
(39) "La Nación" decía, que en Inglaterra y en el resto de Europa, desde enero hasta
diciembre de 1910, "los negocios se llevaron a cabo en forma que coloca a ese
año, en todo sentido, entre los mejores de la historia de ese comercio". "La
Nación", 27 de febrero de 1911, p. 7, col. 6
(40) "La Prensa", 26 de marzo de 1911, p. 7, cols. 1-3
(41) Bergés, Pedro. “La industria de carnes de frigorífico en la República Argentina”.
En: A S R A, año XLVIII, vol. XLVII, 1913, p. 284
(42) En estas operaciones, según el balance de The La Plata Cold Storage, se
invirtieron $oro 2.608.607,82, aunque respecto a esta inversión advierte Bergés,
que podría encontrarse incluida en esta cantidad la adquisición de acciones de
otros frigoríficos, "pues debe dudarse hasta prueba en contrario, que se haya
empleado dicho capital en los establecimientos de la Patagonia y, desde luego,
justificado el temor de muchos de ser esto la demostración evidente de los
propósitos de acaparamiento de los capitalistas americanos". Bergés, La
industria..., p. 248
(43) Richelet, Juan E. “Los frigoríficos patagónicos”. En: Territorios Nacionales, año I,
nº 6, 5 de marzo de 1915, p. 7
(44) Richelet, Juan E. “Destino de los ganados de la Patagonia”. En: Territorios
Nacionales, año I, nº 3, 20 de enero de 1915, p. 9
(45) Bergés, La industria..., p. 250
(46) Richelet, Juan E. “Estadísticas erróneas”. En: Territorios Nacionales, añ I, nº 3,
20 de enero de 1915, p. 2 y “Destino de los ganados”, Ibídem, p. 9. M A N.
Boletín mensual de estadística agrícola. 1915
(47) C N. D S C S, sesión del 23 de septiembre de 1915, pp. 615-619
(48) "La Nación", 21 de febrero de 1918, p. 9, col. 4
(49) Memoria presentada al Congreso de la Nación por el ministro de agricultura
ingeniero Alfredo Demarchi, correspondiente al año 1918. Buenos Aires, 1920, p.
254
(50) Comité Ejecutivo Nacional del VIº Congreso Internacional del Frío. La industria
del frío en la República Argentina. Buenos Aires, 1932, pp. 148-152
(51) "La Nación", 20 de septiembre de 1916, p. 12, col. 5
(52) Comité Ejecutivo Nacional..., p. 151
(53) “La Prensa”, 28 de febrero de 1919, p. 8, col. 7
(54) “La Prensa”, 25 de mayo de 1919, p. 3, cols. 4-5
(55) “La Prensa”, 5 de febrero de 1919, p. 9, col. 1
(56) “La Prensa”, 18 de enero de 1919, p. 6, cols. 5-6
(57) A S R A, año LV, vol. LIV, 1º de julio de 1920, p. 833
(58) “La Nación”, 23 de febrero de 1921, p. 4, cols. 2-3
(59) “La Prensa”, 24 de marzo de 1921, p. 5, col. 7
(60) “La Prensa”, 11 de abril de 1915, p. 9, col. 4
(61) M A N. Boletín mensual..., años 1916 y 1917
(62) Richelet, Juan E. “Comercio de carnes”. En: Boletín del Ministerio de Agricultura
de la Nación, nº 1, enero-marzo de 1920, XXV, Buenos Aires, 1920, pp. 426-430
(63) “La Prensa”, 26 de marzo de 1922, p. 7, col. 2
(64) M A N. Boletín mensual..., año XXIII, diciembre de 1921. Buenos Aires, 1922
(65) Rodríguez, José. Riquezas y bellezas australes. Buenos Aires, 1921, p. 264
(66) “La Prensa”, 28 de junio de 1921, p. 9, cols. 6-7
(67) Calvo, Nicolás A. Informe sobre la industria de las carnes en la Gran Bretaña.
En: M A N. Comercio de carnes. Circular nº 112, 16 de julio de 1923. Buenos
Aires, 1923, p. 272
(68) C N. D S C D, sesión del 15 de julio de 1921, II, Buenos Aires, 1921, p. 110
(69) “La Prensa”, 26 de marzo de 1922, p. 7, col. 3
(70) Memoria presentada al Congreso de la Nación por el ministro de agricultura
doctor Honorio Pueyrredón, correspondiente al año 1916. Buenos Aires, 1918, p.
188
(71) “La Nación”, 17 de junio de 1917, p. 11, cols. 4-7
(72) “La Nación”, 6 de agosto de 1918, p. 10, cols. 4-5
(73) Rodríguez, Riquezas..., p. 150
(74) Comité Ejecutivo Nacional..., pp. 136-138
(75) M A N. Sección propaganda e informes. Carnes y ganado de la República
Argentina, circular nº 222, 12 de marzo de 1924. Buenos Aires, 1924
(76) Richelet, Juan E. “Necesidad de un frigorífico en el Chubut”. En: Boletín del
Ministerio de Agricultura de la Nación, enero-diciembre de 1919, XXIV, Buenos
Aires, 1919, p. 199
(77) Ibídem
(78) Ibídem, pp. 201-202
(79) C N. D S C D, sesión del 27 de septiembre de 1922, IV, Buenos Aires, 1923, pp.
643-645 y 830-833
(80) Monitor de sociedades anónimas y patentes de invención, XXXIV, Buenos Aires,
1922, p. 170
(81) M A N. Ley 11.227. Buenos Aires, 1924
(82) M A N. Boletín mensual..., años 1916-1924
(83) Ibídem, años 1920-1923

También podría gustarte