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Mucho antes que las lanas constituyeran el principal recurso económico de los
territorios del Sur tuvo principio la industria de la carne en la región austral. Aunque el
plan de ocupación de la Costa Patagónica, elaborado por España a fines del siglo
XVIII, se fundaba, principalmente, en la colonización agrícola, también comprendía,
como objetivos económicos, el desarrollo de la ganadería y la explotación de la sal,
actividades que posibilitarían la elaboración de carnes saladas en Patagones.
A partir de 1821, a raíz de la crisis que experimentaba la ganadería rioplatense,
como consecuencia de las guerras civiles y de los frecuentes robos que perpetraban
los indios en las estancias, de las que extraían considerable cantidad de ganado hacia
el interior de la Patagonia, la ganadería rionegrina registró un sostenido crecimiento.
Del hecho señalado, decía en esos días "El Argos", "nace sin duda la abundancia que
hoy se asegura existe en aquella parte, de ganado vacuno", cuyo eventual beneficio,
poco tiempo después, incentivaría la expansión de la industria del saladero al Río
Negro. Sin embargo, el establecimiento de saladeros en la región era perjudicial para
los hacendados bonaerenses, pues, desde el momento en que a los indios les
resultara fácil y productivo vender allí el ganado robado, se decía, "se dedicarán con
mayores esfuerzos y más decidido empeño, al robo y al saqueo" en la campaña
"enteramente indefensa".(1)
En 1820, Patagones contaba con unas cuatro mil cabezas de ganado, "número
que aumentaba día a día".(2) El 6 de agosto de 1821, el comandante Oyuela informaba
que dicho stock se pudo conservar porque se encontraba a la vista del pueblo,
señalando: "Hace tres años se contaban dieciséis mil cabezas; pero los indios se las
han llevado aun de las propias casas". No obstante, daba cuenta que varios caciques
continuaban abasteciendo de ganado al establecimiento.(3) La introducción de 9.018
vacunos, efectuada por los indios en 1823, determinó un significativo crecimiento del
stock existente y el comienzo de la elaboración de carnes saladas en el Río Negro.
Durante la gestión de Oyuela, refiere Orbigny,"se calculan en por lo menos cuarenta
mil las cabezas de ganado entregadas por los indios a los habitantes, que, desde
entonces, exportaron cargamentos de cueros y carne salada; y, mientras por una
parte todos los propietarios veían sus ganados ser robados por las hordas salvajes,
Patagones se convirtió en un lugar interesante, donde muchos comerciantes de
Buenos Aires enriquecieron en pocos años".(4)
La primera noticia acerca del comienzo de la elaboración de carnes saladas en
Patagones, donde este artículo, afirmaba el naturalista francés, debido a "la
proximidad de las salinas", se podía "preparar "con un costo menor que en cualquier
otra parte", indica que el bergantín francés "Las dos hermanas", en junio de 1823,
benefició carnes saladas, para exportarlas por vía de ensayo a la isla de Borbón. (5) En
este caso, el procedimiento empleado era el que se utilizaba para preparar carne en
salmuera.
En agosto de ese año también comenzaron las faenas en dos saladeros, uno
de los cuales se encontraba en la estancia de Manuel Alvarez, situada en la margen
Sur del río Negro, frente a la chacra de Andrés Real y a tres leguas de la población.
Orbigny visitó este establecimiento y pudo así observar las tareas que diariamente se
efectuaban en el mismo, señalando, que "son lo suficientemente importantes como
para que dé una descripción detallada, tanto más, decía, cuanto que no hablé de ellos
en la parte relativa a Buenos Aires". De modo, que su descripción del procedimiento
industrial que se aplicaba en el saladero rioplatense, incluída en su obra Viaje a la
América Meridional (1826-1829), se refiere a las faenas que había observado en el
establecimiento de Alvarez.
La industria saladeril rionegrina elaboró carnes en salmuera (método húmedo),
charque y tasajo (carne seca), así como subproductos (cueros, lenguas, grasa y
sebo). Refiere Orbigny, respecto a las partes de los animales que no se utilizaban: "La
cabeza con su carne, toda la armazón ósea del tronco y los huesos de las patas, son
transportados junto a la orilla del río, donde se amontonan todos esos restos, así
como los intestinos, el corazón, el hígado y los pulmones, que se tiran también,
cuando los pobres de Carmen o los indios no van a buscarlos; de esa manera -decía
el naturalista francés- los huesos, buscados con tanto interés en Europa, se
abandonan en el campo y quedan sin uso", debido a que la madera que proveían los
alrededores de la población, a diferencia de lo que ocurría en las pampas de Buenos
Aires, no hacia necesario su empleo como combustible.(6)
Pocos meses después que se iniciaran las actividades saladeriles en
Patagones, se concedió permiso a Vicente Casares y Juan Andrés Gelly para la
matanza de ganado vacuno orejano en la Península de San José. (7) En 1824 y 1825,
éstos sacrificaron 8.637 animales, con el propósito de extraer el cuero, aunque
también aprovecharon la carne, elaborando mil quintales de carne salada, siete líos
de charque y siete sacos de sebo, utilizándose para estas faenas la sal que proveían
las salinas de la zona. Este hecho demostró que la Península de San José reunía
condiciones favorables para la ganadería y para la industrialización de carnes,
características que ya habían señalado Juan de la Piedra y Basilio Villarino.
Entre 1823 y 1828 se exportaron desde Patagones: 6.373½ quintales de carne
salada, 27.140 ¾ quintales y 4 líos de charque y tasajo; 779¼ barriles, 13 sacos y 26
panzas y vejigas de grasa y sebo; 5.360 y 2 sacos de lenguas; 27.369 astas; y 35.750
cueros. En el primer año los saladeros rionegrinos enviaron su producción a Buenos
Aires, con excepción de 1.088 quintales de carne salada, que se extrajeron con
destino a la isla de Borbón; pero a partir de 1824 se hicieron extracciones, además,
para Río de Janeiro e isla de Francia. De charque y tasajo se efectuaron embarques a
Buenos Aires, Río de Janeiro, La Habana y Norteamérica; sebo a Buenos Aires y Río
de Janeiro; grasa y lenguas a Buenos Aires; astas a Buenos Aires, Río de Janeiro, La
Habana y Norteamérica; y cuernos a Buenos Aires, Río de Janeiro, La habana, isla de
Francia y Norteamérica.
La elaboración de jamones fue, desde antiguo, otro producto que caracterizó a
Patagones, a tal punto, que Orbigny decía, que "tiene renombre especialmente por
sus cerdos y la fabricación de jamones. Los de la Patagonia -afirmaba- son, por lo
menos, tan conocidos en Buenos Aires como los de Mayence lo son en Francia.(8) La
producción de este artículo, comentaba "El Argos", tenía lugar en la margen Sur del
río, donde, indicaba, "se encuentra salitre en abundancia y muchas raíces con que se
alimentan los cerdos que dan los jamones".(9)
La elaboración de carnes saladas y subproductos, no obstante el significativo
desarrollo alcanzado, no contó en Patagones con las condiciones de perdurabilidad,
debido a que la región carecía de un sistema adecuado de seguridad, capaz de
preservar el ganado de las acechanzas de los indios. En 1829, las hordas de
Pincheira robaron casi todo el ganado de la zona, privando así de materia prima a la
industria saladeril rionegrina, la cual sucumbió. Debieron pasar muchos años para que
se recuperara la ganadería rionegrina y con ello se pudiera nuevamente emprender la
industria del saladero. La misma resurgió cuando comenzaron los trabajos en el
saladero de Aguirre y Murga, hecho que coincidió con la clausura de los saladeros
ubicados en la ciudad de Buenos Aires y en las inmediaciones del Riachuelo. Este
establecimiento, refiere Musters, se encontraba situado "como a una legua más abajo
de la población de El Carmen, de donde -decía- se exporta para Inglaterra una gran
cantidad de cueros y de sebo. Durante mi estancia, acotaba, una embarcación
alemana u holandesa estaba frente al lugar recibiendo una carga".(10)
En 1872, dicho establecimiento podía beneficiar diariamente 100 yeguarizos, 200
vacunos y 600 ovinos, caracterizándose la industria saladeril rionegrina en esta nueva
etapa por el aprovechamiento integral de los animales, de los cuales, por ejemplo, se
utilizaban los huesos, que antes se tiraban. Asimismo, comenzaron a faenarse ovinos,
coincidiendo con la creciente importancia que adquiría su cría en la región.
Las faenas del saladero de Aguirre y Murga se desarrollaron en un breve período,
manifestando ya sus propietarios a principios de 1873 el propósito de levantar el
establecimiento, debido a los impuestos que tenían que pagar. El mismo debió cesar
sus actividades ese mismo año, ya que en el "Registro Estadístico" no figura en el
cuadro de las haciendas beneficiadas en los saladeros y graserías y tampoco en el de
los impuestos que estos establecimientos pagaron.(11)
1913 1914
FRIGORIFICO 1916 1917 1918 1919 1920 1921 1922 1923 1924
SAN JULIAN 45.905 59.262 53.011 62.807 83.127 112.668 - - -
ARMOUR SANTA CRUZ - - - - - - 17.141 132.164. 160.111
RIO GALLEGOS 275.869 257.712 288.835 216.920 224.549 327.554 142.544 212.319 207.081
RIO GRANDE - - - 144.719 215.213 366.537 205.517 264.439 203.238
TOTAL 321.774 316.974 341.846 424.446 522.889 806.759 365.202 608.922 570.430
(83)
RESES OVINAS EXPORTADAS POR LOS FRIGORIFICOS AUSTRALES
NOTAS