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"La banda-pradera"

La Banda Oriental fue considerada por los españoles “tierra sin ningún provecho” pues carecía de
atractivos, al no poseer minas de metales preciosos. Sin embargo, era una fértil pradera, habitada por
comunidades indígenas, que formaban un número no mayor de pocos miles de personas.
Cuando Hernandarias, primer gobernador criollo de Asunción (hasta 1617, la zona del Río de la Plata
quedaba bajo la órbita de esa gobernación) llegó a la Banda Oriental en 1607, en un viaje de seis meses,
quedó admirado de las excelentes condiciones naturales que proporcionaba su suelo para la cría de ganado
y comprendió la riqueza que podía generar y la necesidad de poblar este territorio.
A pesar de que no tuvo respuesta del rey, decidió introducir ganado vacuno en los años 1611 y 1617 por
las islas del Vizcaíno y San Gabriel. Se trataba de una tropilla de 100 vacas y algunos toros.
Posteriormente, en 1634, llegaron 5000 cabezas de ganado de la zona norte, desde las estancias
misioneras. El ganado caballar fue introducido en 1574, por Juan de Garay, desde Santa Fe.
El ganado se reprodujo rápidamente extendiéndose por el territorio como ganado cimarrón o salvaje. La
“tierra de ningún provecho” se transformó en una “mina de carne y cuero”.

Las vaquerías.

El término vaquería tiene dos acepciones: una se refiere al hábitat natural del ganado, verdadero depósito
de ganado cimarrón (salvaje), en una enorme extensión de terreno; otra, es la forma de explotación de este
ganado cimarrón. Esta última se hacía con dos objetivos diferentes:

• Repoblar estancias de Buenos Aires y de las provincias del litoral (Santa Fe, Misiones, Entre Ríos), para
lo cual se hacían grandes arreos de animales desde la Banda Oriental;

• Obtener cueros, grasa y sebo, para lo cual se cazaban vacunos en el propio territorio (“vaquerías de
corambre”).

En ninguno de los dos casos, esta actividad implicó la apropiación efectiva de la tierra ni contribuyó al
poblamiento. Se trató de una actividad extractiva (no productiva) y depredatoria. La matanza era
indiscriminada, no tenía en cuenta la edad ni el sexo de los animales, ni se respetaban las crías. Este tipo
de explotación fue perjudicial porque amenazaba con hacer desaparecer nuestra única riqueza. Como
consecuencia de la gran abundancia de carne que quedaba abandonada al hacerse las cuereadas, los perros
que seguían a los faeneros se multiplicaron haciéndose salvajes y transformándose en implacables
enemigos de los terneros y del hombre. Esto fue una de las causas por las que no prosperó la cría de ovinos
que introdujeron los portugueses, a fines del siglo XVII.

Las “vaquerías” para repoblar estancias constituyeron verdaderas expediciones, a veces de hasta 150
hombres y más de 1.500 caballos, que tropeaban varias decenas de miles de cabezas de ganado. La tarea
no era sencilla y llevaba varios meses. Primeros se debía amansar un grupo de vacunos y luego ir
concentrando cada vez mayores cantidades en un lugar determinado.Se debía acostumbrar a los animales a
la presencia humana y al arreo, prevenir estampidas y, por la noche, montar guardias para protegerlos de
fieras y perros cimarrones. Después de esto se podía comenzar el largo camino.

La “vaquería de corambre” también requirió de buena cantidad de hombres y de fuertes inversiones.


Obtenidos los permisos de las autoridades, se trasladaba un conjunto de peones a la Banda Oriental;
buscaban zonas con abundancia de vacunos y procedían a su caza. Hombres a caballo con cortas lanzas
con una media luna de hierro en la punta “desjarretaban ”el animal (le cortaban el tendón de una de las
patas traseras). Caído el animal, venían los matadores y los desolladores, que extraían rápidamente el
cuero, lo estiraban en estacas y lo trasladaban al campamento. El sebo y la grasa eran amasados en panes y
envueltos en cueros para luego ser derretidos.
La faena y el arreo fueron también realizados, por medio del contrabando, por hombres venidos del Brasil,
los bandeirantes, quienes ayudados por indios reunían ganado y lo llevaban por tierra hasta Minas Gerais
para abastecer a los hombres que trabajaban en las minas. Los bucaneros que eran piratas ingleses,
franceses y holandeses también acercaron sus naves a las costas del Río de la Plata y compraron cueros
ilegalmente o hacían carne salada (tasajo) que luego vendían en el Caribe como alimento para esclavos.
Esta forma de explotación del ganado trajo como consecuencia un poblamiento de la campaña espontáneo
y desordenado.

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