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FRAUDE A LA LEY EN EL DERECHO INTERNACIONAL PRIVADO

El fraude a la ley ha sido definido como una institución negativa del Derecho
Internacional Privado que permite rechazar la aplicación del derecho extranjero, cuando
se compruebe la intención fraudulenta en el cambio voluntario del factor de conexión, con
el objeto de evadir la aplicación de un ordenamiento jurídico determinado. Además del
elemento del cambio, a través de un procedimiento regular e inobjetable, es necesario
constatar un elemento psicológico que es la intención de evitar la aplicación del derecho
normalmente aplicable.

Efectivamente, la intención engañosa conduce a la obtención de un resultado


distinto al previsto en la norma, sin violarla. Por ello se puede afirmar que incurre en
fraude quien, apegado a la letra de la ley, obtiene un resultado "torcido" o incorrecto.

De todas las instituciones generales del Derecho Internacional Privado, el fraude a


la ley es la más discutible e ineficaz, lo cual se refleja en la doctrina comparada. Son
varios los elementos que se mencionan como causas de este rechazo: la dificultad de
probar la intención fraudulenta, la inseguridad sobre el alcance de los efectos del fraude y
la posibilidad de sustituirlo con otras figuras jurídicas que, aunque se distinguen del
fraude, podrían cumplir con sus objetivos. Son ellas: la simulación, el abuso de derecho,
el orden público internacional y la inclusión de normas preventivas que, si no excluyen
totalmente la posibilidad del fraude, disminuyen las oportunidades de cometerlo.

La jurisprudencia y la doctrina comparada constituyen una rica fuente de


decisiones en materia del fraude a la ley.
Los estudios sobre esta institución no pueden ignorar el caso Bauffremont (Corte de Casación francesa,
1878), referido a una princesa belga también conocida como “Charamay Chimay” que contrae matrimonio
con el príncipe Bauffremont y por ello adquiere la nacionalidad francesa (la nacionalidad del príncipe). A
los pocos años se enamora del príncipe Bibesco, de nacionalidad rumana, y pretende divorciarse, aunque
en Francia no existía el divorcio vincular. Eminentes juristas de la época le aconsejan trasladarse a
Alemania, adquirir la nacionalidad alemana y luego solicitar el divorcio de acuerdo con el ordenamiento
jurídico alemán que sí consagraba el divorcio. La princesa sigue los consejos de sus asesores, obtiene el
divorcio, contrae nuevas nupcias con el príncipe Bibesco y se traslada a Francia.

Este, probablemente, ha sido su error, ya que en París el príncipe Bauffremont la demandó por bigamia,
alegando que ni el divorcio ni el nuevo matrimonio eran válidos por haberse realizado en fraude a la ley
francesa. Los tribunales de instancia declararon nulos todos los actos. El Tribunal de Casación declaró
que no podía inmiscuirse en el otorgamiento de la nacionalidad alemana por tratarse de un acto soberano
del Estado que otorga la nacionalidad, pero negó el reconocimiento de las situaciones creadas con
posterioridad.

También se citan otros casos de la jurisprudencia francesa, de la alemana y de


diversos países que permiten analizar la institución del fraude a la ley y su utilidad en el
ámbito de Derecho Internacional Privado. Se observa que el fraude tiene algunos ámbitos
preferenciales, tales como: el cambio de la nacionalidad o del domicilio en materia de
Derecho de Familia, lex rei sitae en materia de bienes, locus regit actum en materia forma
de los actos y de contratos. Por estas razones pensamos que la norma que consagra el
fraude a la ley en el Derecho Internacional Privado es un punto de partida y no de llegada,
por lo cual su utilidad práctica y como instrumento unificador es de limitado alcance.

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