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Nancy Yareli Arroyo Flores

Alejandra Marlen Flores Hernández


Traducción Literaria
Traducción #6
1
De manera irónica, desde los ataques, las puestas de sol habían sido gloriosas. Fuera de la ventana
de nuestro apartamento, el cielo ardía como un mango lleno de colores vividos como naranjas,
rojos y morados. Las nubes estallaban con los colores del atardecer; casi estoy asustada de que el
fuego nos alcance y seamos atrapados en él.
Con el calor abrasador en mi cara trato de no pensar en otra cosa que no sea contener el temblor
de mis manos mientras metódicamente cierro mi mochila.
Me pongo mis botas favoritas, solían ser mis favoritas porque una vez recibí un alago de Misty
Johnson sobre las tiras de cuero que colgaban a los lados. Ella es (era) una porrista conocida por
su sentido de la moda, y yo pensé que un toque de moda característico, a pesar de formar parte de
una línea de ropa casual, fueron hechas por una empresa de botas para montaña. Ahora son mis
favoritas porque parecían líneas perfectas de porta cuchillos.
También deslicé el afilado cuchillo para filetes en el compartimiento de la silla de ruedas de
Paige. En el recibidor, dudé antes de poner uno en el carrito de compras de mamá, pero lo hice de
todos modos, lo puse entre un montón de Biblias y una pila de botellas vacías de soda. Puse unas
prendas encima mientras mamá no estaba viendo, esperando a que nunca tuviera que saber que
estaba ahí.
Antes de que anocheciera por completo, llevé a Paige de la sala a las escaleras, ella puede
moverse por sí misma gracias a su preferencia por las sillas normales y no por las eléctricas, pero
creo que se siente más segura cuando yo la empujo. El elevador es inútil ahora, a menos, por
supuesto, que quieras correr el riesgo de quedarte atrapado ahí cuando corten la electricidad.
Le ayudo a salir de la silla y la llevo en mi espalda mientras nuestra madre baja la silla por tres
pisos. No me gusta la sensación tan huesuda de mi hermana, es muy ligera ahora, incluso para una
niña de siete años, y eso me asusta más que cualquier otra cosa.
Una vez que llegamos al vestíbulo la puse de nuevo en su silla. Pasé un mechón de su obscuro
cabello tras su oreja. Con sus pómulos marcados y sus ojos de medianoche casi podríamos parecer
gemelas; su cara, más como de un duende que la mía, pero agrégale unos 10 años más y se vería
justo como yo. Nadie nos confundiría, incluso si las dos tuviéramos 17 años nadie más que las
personas confundirían lo suave y lo duro, lo caliente y lo frío. Incluso ahora, aterrorizada como
estaba, las comisuras de sus labios estaban curveadas en una sonrisa fantasmal, pero más
preocupada por mí que por ella misma. Le regresé la sonrisa tratando de irradiar confianza.
Volví corriendo por las escaleras para ayudar a mamá a bajar el carro.
Nos enfrentamos con la desagradable cosa, hacía todo tipo de ruidos estruendosos mientras
tambaleábamos bajando las escaleras. Esta es la primera vez que me alegra que no haya nadie en
el edificio para escucharlo. El carro está repleto de botellas vacías, sábanas de bebé de Paige, pilas
de revistas y Biblias, cada camisa que Papá dejó en el armario cuando se mudó y por supuesto,
cajas de sus preciados huevos podridos; también tenía llenos cada bolsillo de su suéter y chaqueta
con huevos.
Consideré abandonar el carro, pero la pelea con mi madre habría tomado más tiempo y habría sido
más ruidosa que el ayudarla. Solo esperaba que Paige estuviera bien para el tiempo que tomaría
bajarlo. Me podría odiar a mí misma por no bajar el carro primero para que así Paige pudiera estar
en el piso de arriba, el lugar relativamente más seguro, en lugar de esperarnos en el vestíbulo.
Para cuando llegamos a la puerta principal del edificio, estaba sudando y los nervios destrozados.
“Recuerda”, dije, “no importa que pase, solo sigue corriendo por El Camino hasta que llegues a
Page Mill, luego dirígete a las colinas, si nos separamos nos encontraremos en la cima de las
colinas, ¿entendido?”
Si nos separáramos no hay mucha esperanza de que nos encontráramos en ningún lugar, pero
necesito mantener el pretexto de la esperanza porque eso puede ser todo lo que tenemos.
Puse mi oído en la puerta principal de nuestro edificio de departamentos; no escuché nada, nada
de viento, pájaros, carros, voces. Abrí un poco la gran puerta para echar un vistazo.
Las calles están desiertas excepto por los carros vacíos estacionados en cada carril. La luz
moribunda tiñe el concreto y el acero con ecos grises.
El día pertenece a los refugiados y pandillas de asaltantes, pero en la noche, todos se iban,
dejando las calles desiertas. Hay un gran miedo de lo sobrenatural. Mortales depredadores y
presas parecen estar de acuerdo en escuchar sus primitivos miedos y esconderse hasta el
amanecer. Incluso las pandillas más nuevas dejan la noche a cualquier criatura que pueda vagar la
oscuridad en este nuevo mundo.
Al menos, lo han hecho hasta ahora. En algún momento, la más desesperada empezará a tomar
ventaja de la noche a pesar de los riesgos. Espere que seamos las primeras para ser las únicas ahí
afuera, si no por otra razón que no tenga que alejar a Paige de ayudar a alguien en problemas.
Mamá agarra mi brazo mientras mira fuera hacia la noche, sus ojos se ven intensos, con miedo.
Ha llorado tanto este año desde que Papá se fue, sus ojos ahora están hinchados permanentemente.
Tiene un miedo especial por la noche, pero no hay nada que pueda sobre eso. Empiezo a decirle
que estará bien, pero la mentira muere en mi boca. No tiene caso tranquilizarla.
Me tomo una respiración profunda y abro la puerta de un jalón.

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