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FLASHBACK MÁS IMPORTANTE

Camila
Corría como nunca en mi vida, los músculos de mis piernas empezaban a
quemar y mi respiración acelerada delataba que llevaba corriendo hace
bastantes cuadras. Al llegar a la casa de Blas me quedé congelada al
notar un camión de mudanza afuera, varios trabajadores guardaban cajas
y entre ellos estaba la hermana del pelinegro.

Toqué mi pecho con mi mano derecha esperando que mi respiración se


calme, cerré los ojos un par de segundos y cuando se estabilizó un poco
caminé hacia Lola.

— ¡Camila! —saludó con una sonrisa amplia. — Pensé que no vendrías a


despedirte, boluda, me iba a dar un infarto. —dijo mientras me abrazaba
por los hombros y despeinaba mi cabello.

Ella es una hermana mayor para mí, desde que tengo memoria jugábamos
juntas, me peinaba y cuidaba cuando mis papás trabajaban. Prácticamente
me vio crecer.

Traté de ocultar mi confusión, mis cejas fruncidas dejaban en claro que no


sabía nada de lo que Lola hablaba. Me alejó suavemente de su cuerpo al
notar que me quedaba sin respuestas.

— ¿Por qué esa cara? —preguntó, segundos de silencio hasta que logró
juntar el rompecabezas. — Blas no te dijo... ¿verdad?

Negué suavemente sin poder formular una palabra. — Lo mato, le dije que
te contara. Pensé que sabías, por eso no te dije nada.

Aclaró rápidamente.

— Mis viejos están despidiéndose en la casa de al frente... Blas está en su


pieza, ve rápido a hablar con él. —suspiró. Sonrió levemente y me dirigió
una mirada de pena. — No hay mucho tiempo.

Sin palabras. En silencio total algo extremadamente raro en mi persona.


Asentí suavemente a las palabras que me dijo Lola y agradecí en un muy
pequeño susurro, dejé un beso en su mejilla en forma de despedida.

Camine hacia la casa sintiendo una melancolía repentina al ver que estaba
vacía. Totalmente vacía.
Subí las escaleras de forma lenta mientras mis manos tocaban las
paredes, el barandal de la escalera como si dejara huellas en ella.

Al llegar al segundo piso el pasillo solitario me recibió, al fondo del pasillo


la puerta de la habitación de Blas estaba abierta dejándome verlo de
espaldas mientras recogía un par de cosas y las guardaba en una caja.

Golpeé con mis nudillos la puerta logrando llamar su atención.

— Camí... —susurró asombrado.

— ¿Qué estás haciendo? —pregunte en el mismo tono de voz.

Silencio. Más y más silencio.

— ¿Por qué... por qué no me dijiste nada? —otra pregunta abandonó mis
labios mientras me acercaba a él.

Nuestros ojos se conectaban. El hilo invisible que nos unía empezaba a


tensarse.

— ¿Qué estás haciendo acá?

Su voz. Su mirada... todo me evitaba.

— ¿Enserio es lo primero que vas a decir? —indague sintiendo mi corazón


empezar a romperse. — Blas... ¿te vas a ir y no fuiste capaz de decirme?

Sus ojos se desviaron al suelo. Asintió y volvió a mirarme.

— ¿Y qué querés que te diga? ¿qué me voy a España?

Un balde de agua fría cayó encima de mí al notar su tono de voz. Seco.

— Obvio, obvio que quiero que me digas eso porque es mil veces mejor
enterarme de ti que enterarme de tu hermana.

— Es lo que hay, Camí. —mis ojos empezaron a nublarse haciendo que


apartará mi vista hacia la ventana detrás del.— Quiero cumplir mis sueños,
no lo puedo hacer acá en Argentina.

— Claro que podes. Podes y lo sabes.

— No puedo Camila, no puedo.

Trague saliva tratando de evitar el nudo que se empezaba a formar en mi


garganta. Lleve mi vista a sus ojos deleitándome una última vez.

— Pero... ¿por qué no me dijiste? ¿qué paso? ¿no confías en mí?


— Camila... no somos nada. No tengo porque contarte las cosas.

Traición, humillación y mi corazón roto. Eso es lo que define mis


emociones en este momento.

Estoy segura que Blas escucho mi corazón romperse en Miles de pedazos


como si fuera cristal cayendo al suelo.

— No, no, no. —dije mientras sonreía sarcásticamente limpiando las


lágrimas que amenazaban con caer en mis mejillas. — Sabes que no es
así, sabes que si somos algo.

— No somos, ni fuimos nada Camila, acéptalo.

— ¡No podes simplemente decir eso después de todo este tiempo!

alce la voz algo que de cierta forma parecía sorprender a Blas. Las
lágrimas volvían a caer y mi corazón latía a gran velocidad.

— ¡No podés decir eso y lo sabes muy bien! —tome un respiro pasando
una mano por mi cabello pelinegro. — Sabes que no, sabes que, si fuimos
algo, pero te da miedo admitirlo... sabes que me vas a dejar aquí con el
corazón roto.

Admití. Blas pareció reaccionar y se acercó un poco a mi haciendo que


alzar mi mentón para observarlo.

— Los dos aceptamos este futuro... esa noche en la fiesta sabes que
aceptamos que esto pasaría en algún momento.

Las memorias de esa noche empezaban a llegar a mi mente con un


torbellino de emociones.

— Pero no quiero que pase, no quiero separarme de ti.

Admití otra vez. Admití mis sentimientos hacia alguien que parecían no
importarles.

— No podemos cambiar algo como esto, ya teníamos un trato, Camí... no


me hagas esto. —murmuró Blas mientras me veía fijamente.

— ¿que no te haga esto? — tome un respiro y dejé un golpe en su pecho


mientras las lágrimas empezaban a rodar por mis mejillas libremente. —
¡Tú eres el que me deja sola! ¡no te importan mis sentimientos! ¡me
ocultaste que te ibas!

Otro balde de agua fría cayó en mi cuerpo al reaccionar... ¿hace cuánto


sabía que se iba a mudar a España?
— ¡Pero no te hagas la santa! —respondió Blas a mis gritos. — Camila,
por Dios. El mundo no gira alrededor tuyo y sabes muy bien que no eres la
única con sentimientos aquí.

— ¿Hace cuánto sabes que te mudas a España? —pregunte. — ¿hace


cuánto lo planeas te?

Suspiro y paso una mano por su rostro.

— Tres meses.

Me quedé congelada.

— ¿que?

— tres meses. —repitió. — hace tres meses sé que me voy a España.


Hace tres meses me aceptaron un casting.

— ¿por qué no me dijiste?

“¡Blas, ya hay que irnos!” Grito Lola desde afuera de la casa seguido de un
grito de su madre que decía: “¡despediré bonito de Camila que no la ves
más hasta quien sabe cuándo!”

— No podía, no supe cómo.

Me quedé mirando sus ojos los cuales empezaban a tener una capa fina
de brillo, estaba por llorar. Un suspiro tembloroso abandonó mis labios
mientras Blas se acercaba a mi entrelazando nuestras manos.

— Dime algo, Camí, por favor. —dejo un beso en mi frente y otro en mi


mejilla. — sé que soy un boludo, pero te pido que me perdones, juro por mi
vieja que no sabía cómo decirte, lo juro, lo juro.

Remarcó. No era capaz de decir nada, estaba callada asociando la


información tan repentina. Ambos llorábamos en silencio como si hace
unos segundos no estuviéramos gritando nos.

— Camí, por favor decime algo. —repitió. —Te lo suplico, decime lo que
sea Camí.

— Te amo.

Confesé mirando sus ojos fijamente. Una lágrima se deslizó por su mejilla
derecha, su agarre en mis manos fue hacia mi cintura y me atrajo a su
cuerpo.
— Por dios Camila, yo también te amo. Perdóname tanto por ser un
pelotudo, enserio perdóname, pero no te merezco y aunque así fuera
sabemos que no podremos mantener una relación a distancia.

“relación" la palabra que espere durante toda mi adolescencia al fin salía


de los labios de Blas. Nunca nos atrevimos a hablar acerca del tema de ser
pareja, nunca pusimos las cartas sobre la mesa y ahora que no nos
veríamos más fue que se mencionó.

En el peor momento.

Enterró su cara en mi cuello dejándolo mojado debido a las lágrimas,


murmuró que lo sentía una y otra vez hasta que lleve mis manos a su
cuello abrazándolo fuertemente, apretándolo con miedo a que se
desvaneciera.

Se separó de mi cuando un segundo grito de Lola llamándolo nos sacó de


la burbuja quedando a escasos centímetros de mis labios.

— Te amo, juro que si nos volvemos a encontrar haré lo imposible para


tenerte de vuelta Camila Flores. —dijo sobre mis labios.

— Yo te amo más Blas polidora.

Él fue el primero en atreverse a sellar aquella promesa. Sus labios tocaron


los míos suavemente, de forma delicada mientras sus manos buscaban un
camino dentro de mi camisa. Sus manos acariciaron mi cintura desnuda
cuando lograron el objetivo.

Las lágrimas saladas corrían por nuestros labios.

Suspiré sobre sus labios y enredé mis dedos en su cabello atrayéndolo


hacia mi mientras me colocaba de puntitas.

Un tercer grito hizo que nos separáramos.

Juntamos nuestras frentes aún con los ojos cerrados. suspiro tras suspiro
junto a un silenció casi sepulcral se escuchaba en toda la habitación
totalmente vacía de Blas.

Nos separamos con pesadez, con lentitud esperando grabar el toque del
otro en nuestras mentes. Blas dejo un beso en mi frente y sin darme
cuenta deslizó un anillo en el bolsillo de mi chaqueta verde esmeralda que
compartíamos desde mi cumpleaños 18.

— Te amo Camila.
Dijo antes de dejar un beso corto en mis labios y separarse totalmente de
mi cuerpo. Salió de la habitación dejándome sola en lo que era su cuarto.

Y ahí, fue donde me di cuenta que tal vez él no me amaba lo suficiente...


porque mientras yo renuncié a mis sueños por él, el siguió los suyos
dejándome abandonada con un corazón roto en millones de pedazos.

pero claro que él no sabía eso, claro que él no sabía que la academia de
baile por la cual muero por entrar desde los 7 años me había aceptado y lo
rechace por eso significa mudarme a otro país. Lo rechace por el
pensando que tal vez podríamos formar una relación, tener un futuro
juntos.

— Yo también te amo Blas. —dije sabiendo que él podría escucharme de


cierta forma.

Me dejó con Miles de recuerdos de los dos juntos desde los cuatro años.
Dejo todo lo que “amaba" en tan solo minutos y como si fuera poco, dejo
sentimientos que pensé nunca sentir a su lado.

Vi por la ventana de su habitación aún helada el cómo su familia subía al


auto entre sonrisas leves y tristes. Blas me dirigió una mirada a través del
cristal y se despidió con la mano antes de perderse de vista en la
carretera.

Nuestro amor adolescente había acabado.

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