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Personajes

CAROLINA MUÑOS DERRICKS (protagonista): tan despistada como optimista, un poco


torpe e impulsiva, impuntual, entra en el estereotipo de niña buena que no quiere causarle
problemas a su madre ´por el esfuerzo de esta al criarla después del abandono de su padre.
DAMIAN HEMMINGS (protagonista): lleno de problemas y sumido en una desesperación y
adicción dadas por un conjunto de circunstancias, las cuales son el abuso de su padre hacia
el de forma psicológica y verbal ya que este lo culpa de la muerte de su hermano,
mencionando un punto importante sería la ausencia de su madre ya que esta murió cuando
era pequeño.
SEBASTIAN/SEV (mejor amigo): gusta de carolina y se podría decir que tiene una
necesidad de controlar a su mejor amiga tapándolo con sobreprotección porque se conocen
desde pequeños (capitán del equipo de futbol).
FLOR SALVADOR (mejor amiga): envidia de ella porque le gusta Sebastián y él está
interesado en ella. 22--
JEISON (crush de carolina): carolina tiene un amor secreto en él ya que es parte del equipo
de rugby y lo conoce por ser amigo de Sebastián
TERESA (mejor amiga de Damián): gusta de Damián y le hace bullying a carolina.
ARTURO (mejor amigo de damian): apoyo de Damián, que apoya la relación de damian con
carolina y guarda silencio de la violencia que sufre damian de parte de su padre.

Guion
Narrador: «Es como si cada uno fuera un cielo. Uno es tormenta y el otro
un día soleado».
Carolina y Damian no eran el prototipo de una pareja perfecta. Sin
embargo, ambos le pusieron definición a lo que ellos crearon. Una
historia de dos adolescentes que crean su propio boulevard ante la
llovizna que hay en sus corazones, donde se entremezcla, por un lado, un
azul cálido, y por el otro, un azul eléctrico, tiñéndose este por completo
de un gris nostálgico. ¿Quién dijo que después de la tormenta sale el sol
cuando puede haber un rayo?

Escenario 1 (puerta de un salón, campo)

Estaba llegando más de veinte minutos tarde a la clase de literatura,


que la impartía la profesora Hoffman, el mismo del año pasado que
tenía conocimiento de mi falta de puntualidad.
Esto estaba yendo mal. Muy mal. Respiré hondo cuando estuve
frente a la puerta del salón de clases y me preparé mentalmente para
tocarla y perder la dignidad una vez más, excusándome con el
hombre por mi falta de responsabilidad.
En menos de un minuto esta se abrió, dejándome ver a un hombre
calvo que me miraba con el ceño fruncido a través de sus anteojos,
con su cara notablemente irritada por mi mala costumbre de llegar
casi siempre tarde a su clase.
Le di una sonrisa tímida, intentando ocultar debajo de ella la
vergüenza que me comenzaba a invadir.
—Carolina —pronunció firme—. Así que, dígame, ¿cuál es su excusa
esta ocasión?
—Me quedé dormida —confesé antes de que pudiese evitarlo.
Apreté mi mandíbula, tal vez debí mentir y no decir la verdad.
—Bien. —Me sonrió con sorna—. Espero que la próxima vez no se
duerma-. El hombre se metió de nuevo al salón y solamente me
dedicó una señal de despedida con su mano.
—Profesor… —intenté hablar. Entre sus planes no estaba el querer
escucharme, por lo cual solo me interrumpió volviendo a hablar:
—Hasta la siguiente clase, Muños. Dé las gracias que hoy no quiero ir
a dirección con usted.
Él sabía que yo odiaba ese apellido. Sin más que decir y yo sin poder
defenderme, cerró la puerta.
¡Oh, genial! Poniendo los ojos en blanco con cierta molestia, bufé
girando sobre mi propio eje y comenzar a caminar por el pasillo para
así arrastrar conmigo la poca dignidad que me quedaba.
A una determinada distancia, un cuerpo se encontraba sentado a
horcajadas dándole la espalda al campo, el cual se hallaba desierto. Ni
equipo de rugby, ni equipo de fútbol.
Se lograba observar cómo sacó algo del bolsillo de su pantalón y empezó
a rasgarlo. Ante la curiosidad que sentí, me obligue a caminar vacilante
hacia el sujeto, subiendo cuidadosamente cada grada, pero sin ir a su
dirección, para la mala suerte de esta; cuando estaba a punto de llegar a
su altura, torpemente me resbale y caí de cara.

—¡Mierda! —me queje.


Cerrando los ojos, le supliqué al Todopoderoso que me desapareciese
en ese instante.
Apoyé ambas manos sobre el puente de metal y ejercí fuerza para
poder levantarme. No pude, mi brazo me dolía. Sentí la mirada de alguien
y sabía de quién se trataba. Con la humillación cargando sobre mis
hombros, alcé mi vista encontrándome con la mirada azul eléctrica de ese
chico.
Él estaba de pie delante de mí y con su entrecejo arrugado.

—Yo… Lo siento-. Murmure.

Volcó los ojos, soltó un suspiro lleno de fastidio y dando una sola zancada
se acercó a mí y me ofreció su mano incitándome a que la cogiera.
Avergonzada, accedí para ayudarme y ponerme de pie. Era muy alto.

—Gracias —susurré por lo bajo.

—Uh-huh… —Fue lo único que musitó sin despegar sus labios.

—¿Estás bien? —pregunté bajando el escalón de la grada.

Hizo una seña con su mano que no supe interpretar. Inflé mi mejilla
derecha un poco incómoda y levanté mi mochila.

—¿Qué haces aquí? —demandó al aire libre una vez que recuperó el
aliento. Lo miré y su cara no tenía expresión alguna, era vacía y neutra;

—Solo quería pasar el tiempo —dije indiferente y me encogí de


hombros.
—¿No se supone que deberías estar en clases? —atacó con una ceja
alzada. Se burlaba.

—¿No se supone que tú también deberías estar en clases? —

Ladeó la cabeza y sonrió burlón.


—¿Acaso esta vez no te dejaron entrar a clases, Derricks? ¿O estás
empezando el año con el pie izquierdo?

—¿Cómo sabes mi nombre?


—Compartimos una clase juntos —contestó rodando los ojos con
indiferencia—. Aparte, la mayoría de las personas te conocen: ser la
mejor amiga del gran Zev Newman sube tu estatus —

—¿Cuál clase? —inquirí.

—Historia, con la profesora Kearney-. Llevó su mano hasta el bolsillo de


su pantalón y sacó un papel blanco enrollado. Sin molestarse por mi
presencia, encendió aquel rollo y se lo llevó a sus labios sin pudor alguno.

—¿Qué haces? —Con cierta curiosidad, me atreví a preguntar—.

Él dio una risita cínica y antes de hablar dio una calada.


— Fumo-. Hice una mueca de asco y me alejé un poco.

—¿Por qué lo haces en el instituto?


—Porque quiero y puedo —contestó de forma grosera.
—Eso es desagradable —farfullé arrugando mi nariz.
—Al igual que tú —siseó.

(PERSPECTIVA DEL PROTAGONISTA)


—¿Puedo probar? —pidió cautelosa apuntando la pequeña arma entre
mis dedos.

—¿Qué? —Mi voz salió incrédula. Anonadado.


—¿Puedo probar el cigarro? —formuló mejor su pregunta para que yo
pudiera entender.
—¿Esto es en serio? —ironicé—. No pienses tirarlo cuando te lo dé
porque tengo una cajetilla casi llena.
—No quiero hacer eso, solo quiero intentarlo. —

La miré durante unos segundos tratando de entender si lo decía en serio


—Bien —accedí acercando el cigarro a sus dedos, pero antes de
entregárselo por completo me detuve sujetando su mano—. Solo
prométeme algo, Derricks.

—Claro —susurró

—Por más calma que sientas al hacerlo, no recurras a él como un


método de anestesia cada que te sientas mal —sonaba tan cínico, porque
yo hacía eso siempre, pero había una gran diferencia entre ella y yo…—:
Tú no necesitas de esta mierda.

—Lo prometo. —Su voz sonó firme.


—De acuerdo —asentí permitiendo que tome el cigarro

—. ¿Ya lo has hecho? —negó


—. Solo aspira un poco, como si dieras un suspiro y mantenlo en tus
pulmones durante unos segundos, ya después solo dejas que salga.

Ella hizo lo que le indiqué, —Mierda —maldijo entre tosidas, no pude


evitar reír.

—Tranquila, es normal que ocurra la primera vez —sonreí—. Inténtalo


de nuevo pero esta vez procura no hacerlo tan acelerado, te desesperas y
no está bien.
—Va. —Arrugó la nariz y repitió la acción un poco más calmada. Esta
ocasión volvió a toser, pero salió mejor que la anterior, intentó dos veces
más hasta que la última salió bien—. ¿Es posible que me maree tan
rápido? —Ella tocó su sien y cerró los ojos durante unos segundos
intentando desvanecer aquella sensación.
—Sí, sí lo es, más cuando es la primera vez que lo haces, y no tan bien
como se supone que se debe de hacer —respondí a su pregunta—. Trata
de no quejarte mucho, Derricks.
-Así que, Damian, ¿Por qué te gusta fumar? – pregunto, devolviendo el
cigarro.
-Ya. No esperes que responda a todas tus preguntas, Derricks, pero fumo
porque me gusta, me quita el estrés.

-Hay otras formas, ¿lo sabes? ¿lo has intentado?


-Sí, y no quiero-

-Eres un completo irracional- menciono.

Perspectiva de la protagonista.

—Es la única forma en la que puedo liberar toda la mierda que siento
—habló después de unos segundos en silencio.
—Hay otras maneras de hacerlo.

—Cierto, unos beben, otros se cortan, dibujan, cantan… Pero esta es la


mía y desgraciadamente no puedo cambiarla —habló relamiendo sus
labios.

—No es porque no puedas, es porque no quieres. Eso te hace daño.


—No te tiene por qué importar, Derricks —mofó.

—No porque nos conocimos hace tiempo quiera decir que tienes que fingir
que me conoces tan bien para hacerme cambiar de opinión acerca de esto
cuando lo he hecho antes de que aparecieras, ¿si entiendes? Deja de
meterte en lo que no te incumbe, tenemos 18 años —masculló entre
dientes.

—Tienes razón, solo intento que te des cuenta de que es malo para tu
salud y tal vez cuando lo hagas sea demasiado tarde —hablé demasiado
rápido, tanto que tomé una bocanada de aire al finalizar.

Dándome la vuelta para caminar lejos de él.

—Derricks, mírame. —Tomó mi brazo deteniendo mi andar, —. Está bien,


mira, solo quiero decirte que no puedes venir y decirle a una persona que
deje de hacerlo cuando tú no lo has hecho, cuando tú no eres presa de una
adicción. Eso no funciona así. —Fruncí los labios y me negué a todo lo
que había dicho, no le daría la razón en ello, —. Pensé que por primera vez
alguien en la vida me entendería, pero me volví a equivocar.
Sin ninguna intención de seguir la conversación. Tomo su mochila por
encima de su hombro, con la intención de irse

—¿Qué haces? —pregunto, tratando de seguirme.

—Me voy. ¿No es obvio?


—¿Por qué? —pregunto casi en un grito.
—Las clases siguen, Derricks —pronunció solemnemente, se giró y
siguió caminando.

Escenario 2 (cafetería y un pequeño pasillo)


(sonido de un timbre/perspectiva de la protagonista)

La hora de receso llegó.


Empujé con la punta de mi tenis la puerta de la cafetería y caminé directo
Di media vuelta, encontrándome con damian de hoy en la mañana con
quien tuve una no tan agradable conversación en las gradas.

—¿Qué haces aquí? —pregunté copiando su acción y tratando de


desviar el tema.
—No lo sé, Vengo a comprar comida —mencionó sarcásticamente,
haciéndome sentir imbécil—. Eso es lo que hace la mayoría de la gente
normal cuando viene a cafetería.

Quise defenderme cuando las puertas de la cafetería se abrieron


revelando al pelirrojo (en este caso Jeison). A su lado, venían algunos de
sus amigos del equipo de futbol. Se veía demasiado hermoso.
—¿Quieres una toallita? —Interrumpió la voz del Damian e hizo que
saliera de mi órbita y quitara la vista de Jeison para dirigirla a él—. Casi
inundas la cafetería con tu baba —remarcó burlón.

—¿Te gusta el capitán de futbol? —preguntó, —: Mejor no respondas, es


demasiado obvio —rio—. ¿Por qué no has intentado acercarte a él?
—Es inútil —hablé sin muchas ganas de seguir esta conversación.
—¿Él? Lo creo.
—No, el intentarlo —expliqué.

—Si te importa tanto… —dejó de hablar, cortando su oración cuando la


voz de Sev pronunciando el mío a distancia nos interrumpió.
—¡Caro!
—Hasta luego, Hasley, te están esperando —Se despidió. Antes que
pudiera contestarle, ya estaba caminando lejos.

Mi cuerpo se tensó al sentir unos brazos atraparme por la espalda haciendo


presión, aunque me relajé al instante cuando escuché la familiar risa
ruidosa de Zev.

—¡Suéltame! —reclame, intentado darle un codazo.


—No hagas eso —gruñó, yo negué y repetí mi acción.
—Déjame respirar —me queje.

—¿Qué hacías con él? —preguntó Sev una vez que me soltó con un tono
molesto.
(Extras) Él deshizo su agarre, pasando un brazo por encima de mis
hombros, empezando a caminar una de las mesas donde se encontraban
algunos de sus compañeros del equipo, quienes al instante en que nos
vieron, empezaron murmurar entre sí, mirándonos con burla.

—Estábamos hablando —respondí neutra, sin darle tanta importancia


al asunto, pero aparentemente para él era todo lo contrario… O eso
parecía.
—¿Lo conoces? —intentó saber y volteé a verlo con determinación.
Lo último fue pronunciado cuando llegamos a la mesa.

(extras)
Una vez que llegamos hasta la mesa, el castaño empujó a uno de sus
amigos para él sentarse después. El pelinegro —a quien sacó de su lugar
—, lo miró con recelo.
—Casi todo el instituto piensa que ustedes tienen una relación —
Informó uno de sus compañeros (Extra).

—Pero aquí sabemos que Caro babea por Jeison— otro (Extra) indicó
rápidamente, a lo que yo le lancé una mirada feroz.

En un abrir y cerrar de ojos, todos en la mesa me miraban con una ceja


arqueada, burlándose del tema.

—¿De quién hablaban? —preguntó uno cambiando de tema.


—De un chico que conocí hoy en la mañana —repetí lo mismo.
—¿Ah, sí? —Alzó una ceja con una risa burlona y me miró pícaro—.
¿Quién es el galán que le quitará el lugar a Jeison?
—Creo que preferirías que siguiera siendo Jones —admitió Zev con
desliz de ojos.
—¿Por qué? —Zev frunció el entrecejo ante el comentario de su amigo
y lo miró—. ¿Quién es?

—Damian, ¡Importa una mierda su nombre! —espetó mi mejor amigo—.


Hasley, aléjate de él.
—«¿Porqué?» —pregunté.
—Solo hazlo —ordenó ecuánime.
—Sino me das un porqué, no hay validez —dije irritada por su
comportamiento tan repentino.
—¿Quieres saber? El chico se droga —informó con desdén.
—Luke tiene problemas psicológicos —volvió a hablar, pasándose una
mano por su cabello—. No te conviene tener una relación de amistad con
él.
—Si es así, solo necesita ayuda —musité.
—Sí —asintió—, pero tú no se la darás. Porque no sabes nada de él ni
cómo actúa con esas sustancias
circulando por todo su cuerpo —espetó irritado por mi actitud tan necia.
—¿Y tú sí? —Me levanté de mi asiento—. ¡Tú tampoco sabes nada!
—Deja de ser tan dramático —bufé cruzándome de brazos.
—Ya paren, nos están viendo. —Menciono uno oyendo los murmullos de
los estudiantes.
—¿Sabes? No quiero seguir, estás actuando como un completo idiota
—dije tajante, ahora yo siendo la dramática y queriendo alejarme del
lugar.

Escenario 3 (sala de la casa de Carolina)


Perspectiva de la protagonista.

La mirada de mi madre me pedía a gritos que le diese una explicación.

—Es increíble que me llamen del instituto diciéndome que estás


faltando a clases —replicó con un tono de voz duro.

Al parecer la maestra Hoffman me reportó por mi falta de ayer y la


directora le llamó avisándole de mi ausencia en clases.
Apoyó su mano sobre la mesa y empezó a tocarla con las uñas de sus
dedos, creando un sonido rítmico, haciéndome saber que esperaba una
respuesta.
—Carolina Muños Derricks: estoy esperando una explicación —
demandó enojada con mucha autoridad.
—Ese instituto está peor que preescolar. —Fue lo único que dije en un
tono bajo.
—Carolina —mi madre reprendió con poca paciencia.

—Lo siento mucho, ¿sí? —Me arrepentí.

—Eso no basta, Hasley —suspiró relamiendo sus labios—. Sabes


perfectamente que no me gusta que andes perdiéndote las clases.
—La primera vez la profesora Hoffman no me dejó entrar, él me odia
—me excusé, creando un mohín.
—Ay, Hasley, según tú a ti todos te odian.
—Claro —mi madre habló irónicamente—. Dime, ¿por qué has faltado
ayer a literatura? Ni siquiera te apareciste en la puerta del aula.
—A veces me reto, —respondí.
Parpadeó varias veces y elevó su mano a la altura de su hombro.
—Eres difícil.
Mamá prefirió guardar silencio y coger su bolso, buscando algo dentro, su
teléfono.
—¿Diga? —pregunto, al parecer era sobre su trabajo—. Oh, pero yo he
dejado todos los expedientes y documentos en uno de los cajones. —
Arrugó el entrecejo—. Está bien, voy para allá.
Colgó el celular y volvió a la cocina.
—¿Te vas a ir? —pregunté siguiéndole el paso.
—Sí, se han perdido documentos de unos pacientes —bufó de mala
gana e hizo una mueca—, pero ni creas que te has salvado —advirtió—.
No lo vuelvas a hacerlo o me veré obligada a castigarte. Es verdad,
Hasley.
—Bien —mascullé.
—Te preparas algo de comer y si vas a salir con Zev, avísame. Te
quiero aquí en casa antes de las ocho —ordenó mientras se ponía su saco
de color crema.
Escenario 3 (campo)
Perspectiva de la protagonista.

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