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Tema: AARÓN COMO REPRESENTANTE DE CRISTO

Base bíblica: Números 18

«Retiro busco de este ruido vano, Mera babel humana, en libros que no tienen fin; En el supremo
Libro es mi regocijo, Oh Señor, ¡más fuego de poder, predicadores ungidos manda! Envía videntes
que tu Voz conozcan y a ti sigan, A alturas y profundidades, de la Sangre de Jesús gloriándose. Oh
danos, Señor, a estos ver más y más, Tus palabras aún su predestinado alimento celestial.» En
Aarón tenemos un tipo profundamente impresionante del carácter sacerdotal de nuestro Señor y
Salvador. A semejanza de Cristo, él:
I. Fue enviado por Dios como Revelador. Su nombre significa «Iluminador». Fue escogido por Dios
para proclamar su mente y voluntad a oídos de Faraón. Fue de él que dijo el Señor: «Él habla bien»
(Éx. 4:14). Cristo vino para revelar la voluntad del Padre. Él podía hablar bien. «¡Jamás hombre
alguno ha hablado como este hombre!» Yo soy la Luz del mundo.
II. Recibió el encargo de todas las cosas santas. «Yo te he dado también el cuidado de mis ofrendas;
todas las cosas consagradas» (v. 8). Cristo tenía ciertamente el cuidado de la ofrenda y de todas las
cosas santificadas a Dios. Él vino a entregarse a Sí mismo en ofrenda y sacrificio a Dios. Todas las
cosas están ahora en su mano, por cuanto Él es el Hijo del Hombre. Las llaves del Cielo, de la tierra
y del Infierno cuelgan de su cinto.
III. Tuvo una unción especial. «Te las he dado por razón de la unción» (v. 8). «Esta preciosa unción,
que es símbolo del Espíritu Santo, fue derramada sobre su cabeza, y corrió sobre la barba, la barba
de Aarón, derramándose hasta las faldas de sus vestiduras» (Sal. 133). Este rebosamiento del santo
aceite indica una medida sobreabundante de plenitud. El Espíritu Santo fue dado a Cristo sin
medida, y debido a esta unción el Señor pudo acabar la obra que le había sido encomendada. Vivió,
se movió y tuvo su ser en el Espíritu Santo como el Hombre Cristo Jesús.
IV. Tenía el privilegio de comer en el lugar santo. «En el lugar santísimo la comerás» (v. 10). Tenía
comida que comer de la que los otros nada sabían ni podían gozar. Su alma quedaba
abundantemente satisfecha en el lugar secreto de la santa presencia de Dios. «El hacer tu voluntad,
oh Dios, me ha agradado.» «Mi comida y mi bebida es hacer la voluntad de Aquel que me ha
enviado.» Ésta es santa comida, consumida en el lugar santísimo. Oh, alma mía, como escogido con
Cristo en Dios ¿te alimentas del maná escondido? El trigo más fino se encuentra en el secreto de su
presencia.
V. Redimía a los impuros. «Harás que se redima el primogénito del hombre; también harás redimir el
primogénito de animal inmundo» (v. 15). Es sumamente significativo que el hombre sea clasificado
con los animales inmundos en necesidad de redención. Las vacas o las ovejas eran consideradas
santas, sin necesidad de redención (v. 17). Cristo nos redimió de la maldición de la ley, siendo hecho
por nosotros maldición. No era un ejemplo lo que necesitaban los inmundos, sino un Redentor.
Redimidos con la Sangre preciosa de Cristo (Ef. 1:7).
VI. Recibió muchos siervos. «Yo he tomado a vuestros hermanos los levitas de entre los hijos de
Israel, dados a vosotros en don de Jehová» (v. 6). Los levitas fueron dados por el Señor a Aarón
como colaboradores juntamente con él para el Señor. También muchos han sido dados a Cristo por
el Padre, como fruto de sus padecimientos, y como colaboradores para la honra de su gran Nombre.
«Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre» (Jn. 17:11).
VII. Tuvo su simiente bendita en él. «Todas las ofrendas elevadas de las cosas santas… las he dado
para ti, y para tus hijos y para tus hijas contigo, por estatuto perpetuo; pacto de sal perpetuo» (v. 19).
Todas las bendiciones espirituales son nuestras en Cristo Jesús (Ef. 1:3). «Verá descendencia,
vivirápor largos días, y lo que plazca a Jehová se cumplirá por su mano. Verá elfruto de la aflicción
de su alma, y quedará satisfecho» (Is. 53:10, 11). De su plenitud hemos recibido todos, y estáis
completos en Él (Col. 2:10). Habiéndole entregado por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también
con Él libremente todas las cosas? (Ro. 8:32).
VIII. Encontró su porción en el mismo Dios. «Y Jehová dijo a Aarón: … Yo soy tu parte y tu heredad»
(v. 20). Lo mismo que Aarón, Cristo no tuvo herencia terrena entre el pueblo. Ni un lugar en el que
recostar su cabeza, aunque Él era el Heredero de todo. «Éste es el heredero; venid, matémosle.» Al
igual que María, habiendo escogido la mejor parte, le fue dada a Él la mejor parte. Para nuestro
Señor el mismo Padre era su galardón sobremanera grande. Glorifícame Tú AL LADO TUYO (Jn.
17:5). Jehová es mi porción, dijo mi alma. Escoge la mejor porción, que nunca os será quitada
(véase Sal. 73:26).

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