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SOCIETARIO
b) Por los temas que se consideran, los actos asamblearios se dividen en:
1. Asambleas ordinarias, cuya competencia está determinada por el art. 234 de la ley
19.550, a saber: consideración de los balances y estados contables del ejercicio, así
como sus resultados, designación, remoción, remuneración y gestión de los
administradores y síndico. Asimismo, la asamblea ordinaria puede resolver sobre el
aumento del capital dentro del quíntuplo de su valor, si así estuviere autorizado en el
estatuto, y cualquier otra medida relativa a la gestión de la sociedad que le competa
resolver conforme a la ley y al estatuto o que sometan a su decisión el directorio u
órgano de control.
2. Asambleas extraordinarias, cuya competencia está prevista por el art. 235 de la ley
19.550, y que en términos generales se convoca a los efectos de modificar el estatuto o
reglamento de la sociedad o decidir ciertos actos de trascendencia económica o
financiera para la sociedad (emisión de debentures y su conversión en acciones, emisión
de bonos, rescate, reembolso y amortización de acciones, etc.), o que implican la
reorganización empresaria de la compañía (fusión, transformación, escisión) o
finalmente decidir sobre los actos encaminados a su extinción (disolución,
nombramiento, remoción y retribución de los liquidadores, etc.).
2. Efectuada la convocatoria por el directorio, requisito del cual no están exentas las
asambleas unánimes, el directorio u órgano convocante debe proceder a publicar edictos
en el Boletín Oficial y en un diario de amplia circulación en la República, cuando se
trate de sociedad anónima incluida en el art. 299. La publicación del orden del día debe
efectuarse por cinco días, con diez de anticipación a la celebración de la asamblea y no
más de treinta, cuando se tratare de asamblea en primera convocatoria, y por tres días,
con ocho de anticipación como mínimo, cuando se tratare de asamblea en segunda
convocatoria, la cual deberá celebrarse dentro de los treinta días de fracasado el acto
asambleario en primera convocatoria, debiendo tenerse presente que, siempre con el
ánimo de facilitar la celebración de las asambleas, el legislador autoriza la convocatoria
simultánea de asambleas en primera y segunda convocatoria, siempre y cuando el
estatuto lo autorice expresamente, y si la asamblea fuere citada para el mismo día, la
celebración del acto en segunda convocatoria deberá hacerse con un intervalo no
inferior a una hora de la fijada para la primera (art. 237, in fine, ley 19.550). Tal
posibilidad se encuentra limitada para las sociedades que hacen oferta pública de sus
acciones, en las que la convocatoria simultánea queda reservada para las asambleas
ordinarias.
En cuanto a los requisitos de reunión, el art. 238 de la ley 19.550 establece que los
accionistas que pretenden participar en asamblea de accionistas deben comunicar su
voluntad de asistencia con no menos de tres días de anticipación a la fecha de la
celebración de la asamblea, por modo fehaciente, para su inscripción en el libro de
Registro de Accionistas y Asistencia a Asambleas. Como consecuencia de la sanción de
la ley 24.587, que convirtió de pleno derecho a todas las acciones en títulos nominativos
no endosables, no rige más la obligación que tenían los propietarios de acciones al
portador de presentar y depositar sus títulos a la sociedad, con tres días de anticipación.
Basta hoy la comunicación fehaciente a la compañía dando noticia de la voluntad de
cada accionista de participar en la asamblea.
Las asambleas deben realizarse en la sede social o en cualquier lugar que corresponda
a la jurisdicción del domicilio social.
Las deliberaciones deben estar dirigidas por el presidente de la asamblea, cargo que
en principio y salvo disposición contraria del estatuto, está a cargo del presidente de la
sociedad. Si se tratara de una asamblea convocada judicialmente o por la autoridad de
control, ella será presidida por el funcionario que estos designen —art. 242, ley 19.550
—.
La asamblea puede pasar a cuarto intermedio por una sola vez, salvo acuerdo
unánime de todos los accionistas, y debe continuar necesariamente dentro de los treinta
días siguientes. Solo pueden participar en la segunda reunión los accionistas que habían
asistido a la primera parte del acto asambleario. Las decisiones adoptadas antes de pasar
a cuarto intermedio son obligatorias y ejecutables por el directorio incluso antes de su
reanudación. Lo dispuesto por el art. 233, in fine, y la necesidad de confeccionar actas
de cada reunión, expresamente prevista por el art. 247 de la ley 19.550, refuerzan tal
conclusión.
Durante la celebración del acto asambleario, todos los accionistas gozan del derecho
de voz, incluso los titulares de acciones preferidas sin derecho a voto. Asimismo, gozan
del derecho de voz los directores no accionistas, los síndicos o miembros del consejo de
vigilancia y los gerentes generales, quienes, no obstante, no pueden emitir su voto en
todas las decisiones vinculadas con la aprobación de los actos de su gestión o en las
resoluciones atinentes a su responsabilidad o remoción con causa (art. 241, ley 19.550).
Los accionistas o sus representantes, que en una operación determinada tengan por
cuenta propia o ajena un interés contrario al de la sociedad, si bien pueden participar en
la deliberación del tema, deben la obligación de abstenerse de votar en los acuerdos
relativos a aquella (art. 248, ley 19.550), supuesto que se presenta ante la aprobación de
la gestión de los directores y la determinación de su remuneración.
Las decisiones o acuerdos asamblearios, para ser válidos, deben reunir las mayorías
previstas legalmente:
a) Si se trata de asambleas ordinarias, ellos podrán ser tomados por mayoría absoluta
de votos presentes que pueden emitirse en la respectiva decisión, salvo exigencia mayor
del estatuto.
Debe destacarse que hay determinados casos, a los cuales la ley 19.550 en el art. 244,
in fine, los llama "supuestos especiales", en donde la mayoría se adopta de una manera
diferente, requiriéndose el voto favorable de la mayoría de acciones con derecho a voto,
sin aplicarse la pluralidad de votos, computándose asimismo el de los titulares de
acciones preferidas sin derecho a él. Son los casos en que deba resolverse la
transformación, prórroga, reconducción, disolución anticipada de la sociedad,
transferencia del domicilio al extranjero, cambio fundamental del objeto, reintegración
total o parcial del capital social, fusión y escisión, salvo para la sociedad incorporante,
elección y remoción de los síndicos y formación de cualquier reserva que supere el
monto del capital social y de la reserva legal (art. 244, ley 19.550).
En tal sentido, y salvo el dictado de la medida cautelar sobre la cual luego nos
explayaremos, promovida la demanda solo se proseguirá el juicio una vez vencido el
término de tres meses con que cuentan los interesados para promoverla. Tal solución
cobra sentido para facilitar la acumulación en caso de pluralidad de acciones del mismo
contenido, a cuyo efecto el directorio tiene la obligación de denunciar en cada
expediente la existencia de todas las demandas de nulidad promovidas contra el mismo
acto asambleario.
El art. 252 de la ley 19.550 prevé expresamente una medida cautelar que es
compatible con la acción de fondo, consistente en la suspensión de la ejecución de la
resolución impugnada, exigiendo para ello los siguientes requisitos:
b) Que no medie perjuicio para los terceros, concepto dentro del cual no pueden ser
considerados ninguno de los integrantes de la sociedad.
c) Otorgamiento por el actor de garantía suficiente para responder por los daños que
dicha medida pudiere causar a la sociedad.
Asimismo, y por tratarse de una medida precautoria, son exigibles los requisitos de
verosimilitud del derecho y peligro en la demora, propia de todas las medidas de esta
naturaleza.
A pesar de que el legislador no ha previsto, como lo ha hecho al legislar sobre la
intervención judicial, un criterio "restrictivo" por parte de los jueces en el otorgamiento
de la precautoria prevista por el art. 252 de la ley 19.550, nuestros tribunales
mercantiles han exhibido una incomprensible restrictez en su otorgamiento que de
manera alguna se compadece con el espíritu del legislador.
Y como si ello fuera poco, ha sido lamentablemente sostenido, a pesar de que la ley
19.550 no ha formulado excepciones a la cautelar prevista en su art. 252, que hay
decisiones asamblearias que no son susceptibles de ser suspendidas, como la aprobación
de los balances y estados contables, con el argumento de que tal acuerdo se agota en sí
mismo y que de él no se derivan actos susceptibles de ejecución, con total olvido de que
solo de los estados contables aprobados por la asamblea de accionistas, la sociedad se
encuentra habilitada para distribuir dividendos y pagar las remuneraciones a los
directores (arts. 68, 224 y 261, ley 19.550). Este criterio, que primó durante los años 90
y principios de este siglo, está en manifiesto retroceso en la jurisprudencia.
El grave daño que tal manera de resolver causa al tráfico mercantil es enorme, pues
lejos de alentar la constitución de sociedades, desanima a cualquiera que pretende
invertir sus fondos en emprendimientos societarios y cuyos derechos esenciales no serán
objeto de protección judicial por aquellos precedentes que equivocadamente consideran
que la intromisión judicial en sociedades mercantiles constituye cuestión de gravedad
institucional, que debe ser admitida con excesiva prudencia.
De todos modos, y fuera de los derechos de los accionistas, la doctrina que pretende
incluir dentro del art. 251 de la ley 19.550 a toda causal de invalidez de los actos
societarios resulta inadmisible, pues mal podría quedar firme por el transcurso del
tiempo una decisión asamblearia que fue adoptada sin cumplir los requisitos formales
previstos por la ley 19.550 para la formación de la voluntad social. Las normas que
establecen las formalidades para la celebración de las asambleas de accionistas son
también de evidente orden público, porque la adopción de acuerdos sociales a través del
mencionado órgano constituye cuestión incluida dentro de la tipicidad de las sociedades
anónimas, en donde está comprometida la seguridad jurídica, como bien lo advirtieron
los autores de la ley 19.550 en la exposición de motivos, capítulo I, del citado
ordenamiento.
No es materia de este libro analizar la problemática que se presenta ante cada caso de
nulidad de una determinada decisión asamblearia, pero debe hacerse una excepción con
respecto al supuesto del aumento del capital social, habida cuenta de la existencia de un
trascendente y muy comentado fallo de la Cámara de Apelaciones en lo Comercial, que
resolviera que la decisión sobre la necesidad, conveniencia y oportunidad del aumento
del capital social constituye una cuestión no justiciable, reservada a la esfera de la
política empresaria, que como principio, y a salvo el caso de arbitrariedad extrema o de
irracionalidad dañosa del cual resulten perjuicios para terceros, debe quedar
exclusivamente reservado a los órganos societarios naturales que tienen competencia
leal sobre tal materia.
La sociedad, cualquiera que fuere el tipo adoptado, constituye una herramienta para
el desarrollo de actividades económicas de carácter privado, y no resulta acertado
sostener que quienes administran patrimonios ajenos se encuentran librados de explicar
y justificar los motivos por los cuales exigen nuevos desembolsos a los socios,
sometiendo la cuestión a la órbita del Poder Judicial en caso de controversias.
Y mucho más desacertado es abrir las puertas del Poder Judicial, como predica el
caso "Pereda", solo en hipótesis de "arbitrariedad extrema" o "irrazonabilidad dañosa",
pues ni la arbitrariedad ni la irrazonabilidad pueden ser susceptibles de grados para
convertir en cuestión justiciable el acto que padece de semejantes vicios.
El art. 254, párr. 1º, de la ley 19.550 establece: "Los accionistas que votaron
favorablemente las resoluciones que se declaren nulas, responden ilimitada y
solidariamente de las consecuencias de las mismas, sin perjuicio de la responsabilidad
que corresponda a los directores, síndicos e integrantes del consejo de vigilancia...".
La ley admite la posibilidad de que una asamblea posterior puede revocar el acuerdo
impugnado de nulidad. "Esta resolución surtirá efecto desde entonces y no procederá la
iniciación o la continuación del proceso de impugnación. Subsistirá la responsabilidad
por los efectos producidos o que sean su consecuencia directa" (art. 254, in fine, ley
19.550).
Sin embargo, la ley 19.550 no prevé el supuesto contrario, esto es, cuando una
asamblea vuelve a tratar y aprobar determinadas cuestiones que ya habían sido
aprobadas con anterioridad, pero que se encontraban cuestionadas, en sede judicial o
extrajudicial. Esta manera de proceder fue denominada en la práctica como
"ratificación" de asambleas o decisiones asamblearias, denominación totalmente
impropia, pues la ratificación es una figura legal prevista para contratos bilaterales,
donde una parte "ratifica" lo actuado por otro a su nombre (mandato, comisión o
consignación, gestión de negocios, etc.), lo cual es impensable en el esquema societario,
donde una misma persona jurídica no puede "ratificar" lo hecho o actuado por ella con
anterioridad. Se trata, por el contrario, de un supuesto de confirmación de actos nulos,
que supone un reconocimiento de la invalidez del acto precedente y así lo ha
considerado la Inspección General de Justicia en el art. 48 de las "Nuevas Normas de la
Inspección General de Justicia" (resolución general 7/2015), el cual dispone que si los
errores u omisiones afectan en su totalidad o en determinadas resoluciones a una
asamblea, reunión de socios u otra forma de acuerdo habilitada por la ley de fondo, la
subsanación o saneamiento del acto afectado, se halle o no inscripto, cuando resulte
posible por la naturaleza del vicio, debe ajustarse a lo dispuesto en materia de
confirmación de actos jurídicos por los arts. 1061 y 1062 del Cód. Civil —hoy arts. 393
a 395 del Cód. Civ. y Com.—, debiendo efectuarse en cada resolución o acuerdo
confirmatorio referencia específica al anterior que se dispone a confirmar. Si el acto que
se confirma no está inscripto, su inscripción debe practicarse juntamente con la del
confirmatorio, sin perjuicio de los efectos retroactivos de este último, establecidos por la
ley sustancial.
Todos esos supuestos justifican sobradamente el ejercicio del derecho de receso, pues
con la transformación se modifica el régimen de responsabilidad del socio: la prórroga o
reconducción le obliga a permanecer en una sociedad, perdiendo la expectativa del
reembolso del capital y la percepción de la cuota liquidatoria; el cambio fundamental
del objeto evita al accionista volcar sus conocimientos sobre una determinada actividad
de la sociedad, a la cual había integrado precisamente por tener experiencia en el
desarrollo de su objeto original; la transferencia del domicilio social al exterior modifica
la legislación aplicable y el aumento del capital social, cuando no puede suscribirlo,
puede hacerle perder el ejercicio de derechos inderogables, como el de denuncia e
información, etc. Finalmente, el retiro de la sociedad del régimen de la oferta pública
impide al inversor liquidar fácilmente sus participaciones a través del mercado bursátil.
Los supuestos descriptos por el art. 245 de la ley 19.550 no deben considerarse
taxativos, pues el estatuto puede prever otros supuestos no contemplados en la ley (art.
89, ley 19.550), resultando admisible otorgarlo en todos los casos donde una decisión
asamblearia afecta sustancialmente la posición que el socio tenía en la sociedad, como,
por ejemplo, la suspensión o limitación del derecho de preferencia previsto por el art.
197 de la ley 19.550.
En las sociedades que hacen oferta pública de seis acciones o se hallan autorizadas
para la cotización de ellas, los accionistas no pueden ejercer el derecho de receso en los
casos de fusión o de escisión si las acciones que deben recibir estuviesen admitidas a la
oferta pública o para la cotización, según el caso. Podrán ejercerlo si la inscripción bajo
dichos regímenes fuera desistida o denegada (art. 245, párrafo 2º, ley 19.550).
El derecho de receso solo puede ser ejercido por los accionistas presentes que votaron
en contra de la decisión, dentro del quinto día de clausurada la asamblea y por los
ausentes que acrediten la calidad de accionistas al tiempo de la celebración del acto
asambleario, dentro de los quince días de su clausura. La voluntad de receder puede
notificarse de cualquier forma fehaciente, y se perfecciona mediante el conocimiento
que la sociedad tenga de su declaración, independientemente de la inscripción registral
de la reforma estatutaria.
Como el ejercicio del derecho de receso implica para la sociedad fuertes desembolsos
dinerarios, la ley permite que una nueva asamblea de accionistas pueda revocar la
decisión asamblearia que originó el derecho de receso. En tal sentido, el art. 245, párr.
3º, de la ley 19.550 establece que el derecho de receso y las acciones emergentes
caducan si la resolución que los origina es revocada por asamblea celebrada dentro de
los sesenta días de expirado el plazo para su ejercicio por los ausentes. Los recedentes
readquieren sin más el ejercicio de sus derechos, retrotrayéndose los de naturaleza
patrimonial al momento en que notificaron el receso.
Debe reconocerse que la fórmula utilizada por el legislador para establecer la cuota
de receso no ha sido feliz, pues da margen para las más variadas interpretaciones. Sin
embargo, jurisprudencialmente ha predominado la tesis de que el balance a que se
refiere el art. 245 de la ley 19.550 corresponde al balance del ejercicio en que se produjo
el receso y, en consecuencia, deben valuarse las tenencias accionarias según el valor que
surja del ejercicio en que se recedió, aun cuando el derecho de separación se haya
ejercido o notificado el último día de aquel. La Suprema Corte de Justicia de Mendoza,
en fallo de fecha 21 de diciembre de 2010, ha admitido expresamente la procedencia de
la inclusión del valor llave en el cálculo del valor de las participaciones del socio
recedente.
Así interpretado, es de toda evidencia que el recedente tiene amplias facultades para
impugnar el balance con base en el cual se determinará el valor de reembolso, pero
dicha acción no podrá ser intentada dentro de los cauces del art. 251 de la ley 19.550,
pues aquel ha dejado de revestir el carácter de accionista, con la consiguiente pérdida de
sus derechos societarios. Se trata, en definitiva, de una demanda de nulidad de acto
jurídico mercantil promovida en exclusivo interés particular del recedente y sometida a
las normas del ordenamiento común.