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Plan Nacional de Desarrollo 1983-1988.

Al margen un sello con el Escudo Nacional, que dice: Estados Unidos Mexicanos.- Presidencia de la
República.
Presentación
PRESIDENCIA DE LA REPUBLICA
El 1o. de diciembre de 1982, al asumir mi responsabilidad como Titular del Poder Ejecutivo Federal, promoví
la reforma a los principios normativos del desarrollo económico y social de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos. Como parte de esta reforma, el nuevo Artículo 26 de la Constitución determina
que el Estado debe integrar un Sistema Nacional de Planeación Democrática. En el marco de esta reforma,
se presenta a la Nación el Plan Nacional de Desarrollo 1983-1988, en los términos y en el plazo fijados por
la nueva Ley de Planeación.
El Plan responde a la voluntad política de enfrentar los restos actuales desarrollo del país con decisión,
orden y perseverancia, y con la más amplia participación de la sociedad. Sintetiza la responsabilidad del
Gobierno frente al mandato popular recibido en la elección presidencial del 4 de julio de 1982, de conducir el
cambio por la vía institucional, la justicia, la libertad y el derecho.
Vivimos tiempos de cambio y reto; de crisis interna y externa; de incertidumbre; de competencia aguda y
desordenada entre diversos países, algunos por mantener hegemonías, otros por sobrevivir, y la mayoría
por encontrar una posición en una nueva configuración internacional en gestación que les permita subsistir
como entidades soberanas y apoyar su desarrollo económico y social.
El país se encuentra en un momento decisivo para la historia nacional; está de por medio el destino de la
Nación. De lo que hagamos o dejemos de hacer depende nuestro futuro y el de las generaciones que nos
sigan.
No estamos viviendo una crisis meramente circunstancial; si así fuera, la solución seria relativamente simple.
Hemos tomado conciencia de que los problemas por los que atravesamos en el mundo y en el país, afectan
estructuras, hábitos profundos de conducta, tendencias e inercias, a los que nos habíamos acostumbrado en
el orden mundial y nacional.
Frente a ello, el resultado final dependerá de la capacidad de cada sociedad nacional para enfrentar los
retos. Los que tenemos la capacidad para convertir la crisis en oportunidad de cambio y superación,
seguiremos avanzando como Nación, como sociedad y como individuos.
México tiene la fortaleza interna para superar la adversidad y la enfrentar con éxito la crisis. La historia nos
muestra que en los momentos difíciles los mexicanos hemos sabido anteponer el interés general de la
Nación sobre cualquier interés particular o de grupo. Nuestro sistema político ha sabido, en los momentos
decisivos, plantearse los problemas con realismo y honestidad, y reconocer las fallas con espíritu de
autocrítica, estableciendo las condiciones para superarlas.
Nuestras instituciones han mantenido la flexibilidad suficiente para adaptarse a las necesidades de cada
momento histórico. Tenemos una amplia y diversificada dotación de recursos naturales sobre la cual
apoyarnos y, principalmente, potencialidades humanas, que son nuestra riqueza fundamental. Tenemos
principios, instituciones y recursos para afrontar la adversidad. Mantenemos la voluntad política para
conducir los destinos del país por el rumbo fijado por los propios mexicanos. Conservaremos la solidez
institucional para instrumentar las decisiones. Alentaremos la solidad social en la consecución de estos
propósitos.
Los mexicanos saldremos fortalecidos en la economía y la sociedad, porque somos capaces de ordenar
esfuerzos y recursos, de perseverar en las decisiones, con flexibilidad ante las circunstancias del momento,
pero con firmeza y claridad de propósitos. Articularemos, en el marco de libertad y pluralismo que consagra
la Constitución, las acciones de los diversos sectores sociales. Con solidaridad, decisión y realismo,
superaremos la crisis e iniciaremos los cambios cualitativos que requiere el país.
En estos momentos difíciles, cuando los márgenes de acción se reducen, debemos evitar el peligro del
pesimismo, la irritación, el encono social, el agobio y la debilidad. Al establecer con claridad el rumbo,
conservaremos la unidad de la Nación en torno a los principios fundamentales de nuestro pacto social.
Conservaremos la voluntad de seguir siendo libres, el anhelo de justicia, la vocación por la democracia como
sistema político y forma de vida y, sobre todo, la decisión de mantenernos y fortaleceremos como Nación
independiente.
Ante la situación por la que atraviesa el país, la planeación del desarrollo se convierte en factor necesario
para enfrentar con éxito la adversidad. Tiene un carácter político, ya que permite ordenar el esfuerzo
colectivo y los recursos escasos frente a grandes necesidades sociales. Atañe al destino de nuestra Nación.
La planeación no garantiza el éxito, pero proporciona mayor certidumbre y fortalece los instrumentos para
enfrentar y conducir el cambio. Con el propósito común, la responsabilidad compartida y la conjunción de
acciones, estaremos a la altura del reto histórico de nuestro tiempo.
La planeación democrática, como principio e instrumento de Gobierno, rechaza los procedimientos
autoritarios para solventar nuestros problemas; tenemos un sistema institucional, plural en lo político y mixto
en lo económico; popular y nacionalista en lo cultural y en constante lucha por lograr una sociedad más
igualitaria.
El Plan evita rigideces y no se propone compromisos numéricos inamovibles, difíciles de precisar en tiempos
de incertidumbre. La situación exige flexibilidad, en un marco de principios y propósitos claramente
establecidos. Por ello, el Plan es fundamentalmente cualitativo y fija las orientaciones generales; señala el
compromiso que el Estado asume para conducir los destinos nacionales en la difícil situación actual,
manteniendo la flexibilidad para adecuar los instrumentos y estar prevenidos para enfrentar situaciones
inesperadas, conservando la dirección fundamental propuesta.
Los problemas que enfrenta la Nación no son producto sólo de errores de política; derivan también de
factores externos y de la dinámica de crecimiento y las contradicciones internas de la evolución de la
sociedad mexicana, que se ha convertido en una Nación grande, compleja y desigual. Por ello, la estrategia
del Plan no pretende materializar íntegramente la reorientación y el cambio estructural en un sexenio. En
algunas áreas se podrá avanzar significativamente; en otras, los resultados tomarán más tiempo. De ello se
encargará el pueblo mexicano, en un proceso constante de renovación. Pero es propósito firme establecer
bases sólidas para su eficaz consecución y dar los primeros pasos en la dirección adecuada.
El logro de los propósitos del Plan requerirá disciplina administrativa y financiera, y modificar los hábitos de
la administración pública para adecuarse a los requisitos de una eficaz planeación. Asimismo, es necesaria
una actitud vigilante de la sociedad y la actualización de los procesos participativos en su ejecución. El Plan
se apoya en las decisiones de los primeros meses de la Administración, y establece su vinculación con la
estrategia de desarrollo y los programas sectoriales.
Partiendo de estas premisas y características, el Plan establece procedimientos para canalizar y atender las
demandas de la sociedad plena concordancia con nuestros valores. Por ello, se inicia con la ratificación de
los principios políticos del Proyecto Nacional, plasmados en la Constitución de 1917 y la precisión de las
orientaciones políticas rectoras, producto de consulta con la sociedad durante mi campaña política. Se
apoya también en el amplio proceso de diálogo y comunicación que implicaron los Foros de Consulta
Popular que organizamos, a partir de febrero del presente año.
México cuenta con un modelo político, económico, social y cultural sólidamente establecido. Nos regimos por
el Proyectos Nacional que establece la Constitución, construidos por la mayorías nacionales a lo largo de
nuestra historia; éste recoge y sintetiza lo mejor de la tradición y las aspiraciones populares y nos ha
permitido, con estabilidad política y ampliando las libertades democráticas, ir modernizando la Nación,
determinando lo que aún falta por hacer con un rumbo claro para lograrlo.
Nuestros principios y valores fundamentales nos fijan la tarea por realizar; crear las condiciones materiales,
culturales, sociales y políticas para la plena realización del hombre, prioridad fundamental en la tarea del
desarrollo. El diagnóstico franco y objetivo en el Plan establece la dimensión del esfuerzo requerido; en
adición a las grandes carencias y rezagos sociales que subsisten, cada año se incorporan casi un millón de
jóvenes a la fuerza de trabajo, sin que la economía tenga actualmente las bases materiales para hacer
frente a estas demandas. Y adicionalmente, sin que exista una situación internacional que coadyuve al vigor
en la dinámica económica interna.
Con base en los principios políticos y diagnóstico, se establece el propósito fundamental del Plan:
Mantener y reforzar la independencia de la Nación, para la construcción de una sociedad que bajo los
principios del Estado de Derecho, garantice libertades individuales y colectivas en un sistema integral de
democracia y en condiciones de justicia social. Para ello requerimos de una mayor fortaleza interna: de la
economía nacional, a través de la recuperación del crecimiento sostenido, que permita generar los empleos
requeridos por la población, en un medio de vida digno; y de la sociedad, a través de una mejor distribución
del ingreso entre familias y regiones, y el continuo perfeccionamiento del régimen democrático.
De este propósito fundamental se derivan, relacionados entre sí, cuatro objetivos que mi Gobierno se
propone alcanzar dentro del término de mi responsabilidad Constitucional:
1. Conservar y fortalecer las instituciones democráticas.
2. Vencer la crisis.
3.- Recuperar la capacidad de crecimiento.
4.- Iniciar los cambios cualitativos que requiere el país en sus estructuras económicas, políticas y sociales.

En el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988), México enfrentó una profunda crisis
económica caracterizada por altas tasas de inflación, devaluación del peso, déficit fiscal y externo,
así como una creciente deuda externa. Ante esta situación, se implementaron diversas políticas
tanto monetarias como fiscales como parte del Plan Nacional de Desarrollo Sexenal, que buscaban
estabilizar la economía y promover el crecimiento.

Una política monetaria importante durante este período fue la implementación de políticas de
control de la oferta monetaria por parte del Banco de México. Ante la alta inflación, se buscó
controlar la emisión de dinero para contenerla. Esto se realizó a través de medidas como aumentar
las tasas de interés para desincentivar el endeudamiento y la expansión monetaria.

En cuanto a la política fiscal, se llevaron a cabo medidas de ajuste destinadas a reducir el déficit
fiscal y contener el gasto público. Esto implicó recortes en el gasto gubernamental, aumento de
impuestos y la implementación de reformas estructurales para mejorar la eficiencia del gasto
público y aumentar la recaudación.

Ahora, analicemos las variables macroeconómicas que se vieron afectadas por estas políticas:

1. Inflación: La implementación de políticas monetarias restrictivas buscaba contener la


inflación. Sin embargo, en el corto plazo, estas medidas podrían haber contribuido a
aumentarla debido a la contracción del gasto y la disminución de la actividad económica.

2. Crecimiento económico: Las medidas de austeridad fiscal y las políticas monetarias


restrictivas podrían haber tenido un impacto negativo en el crecimiento económico en el
corto plazo, ya que la reducción del gasto público y el aumento de las tasas de interés
pueden desacelerar la actividad económica.

3. Tipo de cambio: La política monetaria orientada a controlar la inflación y estabilizar la


economía podría haber tenido un impacto en el tipo de cambio. La devaluación del peso
mexicano durante este período fue significativa y reflejó las presiones económicas y
financieras a las que se enfrentaba el país.

4. Deuda externa: La crisis económica llevó a un aumento significativo en la deuda externa


de México. Las políticas fiscales implementadas buscaron abordar este problema mediante
medidas de ajuste que permitieran estabilizar las finanzas públicas y reducir la
dependencia de la deuda externa.

5. Balanza comercial y cuenta corriente: La crisis económica también tuvo un impacto en la


balanza comercial y la cuenta corriente, ya que las medidas de ajuste podrían haber
afectado las importaciones y exportaciones, así como los flujos de capital hacia y desde el
país.

En resumen, las políticas monetarias y fiscales implementadas durante el sexenio de Miguel de la


Madrid Hurtado buscaban abordar la crisis económica y estabilizar la economía mexicana. Sin
embargo, estas medidas también tuvieron consecuencias en variables macroeconómicas clave
como la inflación, el crecimiento económico, el tipo de cambio, la deuda externa y la balanza
comercial.

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