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Para entender bien qué es un “modelo” en la ciencia es necesario dar un paso atrás y
analizar el concepto “teoría”, puesto que los modelos se construyen junto con las teorías
científicas. Una teoría científica es recurso científico basado en un conjunto de
observaciones (directas o procedentes de la experimentación), que tiene carácter abstracto
y cuya función es ofrecer una explicación o descripción a dichas observaciones. Cuando un
investigador dispone de observaciones bien fundamentadas (recogidas a partir de un
procedimiento que garantice la calidad de estas observaciones) procede a describir o bien
a explicar la naturaleza, comportamiento o estructura de dichas observaciones. Estas
explicaciones y descripciones tienen inicialmente naturaleza de hipótesis, que una vez
comprobadas (o por lo menos no rechazadas) conforman la teoría. Las teorías por tanto,
como conjunto de descripciones y explicaciones, proceden de la comprobación de hipótesis
de forma científica, las cuales se han generado a partir del análisis de datos (observaciones)
cuya calidad ha sido también verificada.
Existe también otra forma de entender la teoría. Por teoría se puede entender también una
representación que facilita la comprensión de un fenómeno real. En este sentido, cualquier
representación del posible funcionamiento de una realidad podría considerarse una teoría.
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CONCEPTUALIZACIÓN DE MODELO DE ORIENTACIÓN
La orientación como cualquier disciplina de acción, cuenta con una serie de modelos de intervención
que suponen distintos modelos de organización y que ofrecen distintas posibilidades de acción. Estos
modelos nos servirán como marcos de referencia a la hora de diseñar planes de actuación
(Castellano, 1995).
Vamos a referirnos a los modelos de intervención como estrategias para conseguir unos resultados
propuestos. Los modelos de orientación según Bisquerra (1998) sugieren procesos y procedimientos
concretos de actuación, es decir, se pueden considerar como “guías para la acción”. A lo largo de la
historia han ido surgiendo diversos modelos. La investigación ha contribuido en determinar la
eficiencia de estos modelos.
“La representación de la realidad sobre la que hay que intervenir, y que va a influir en los
propósitos, los métodos y los agentes de dicha intervención” (Rodríguez Espinar y otros,
1993).
“Son una representación que refleja el diseño, la estructura y los componentes esenciales
de un proceso de intervención” (Álvarez y Bisquerra, 1997: 23).
Como ha señalado Rodríguez Diéguez (1990:56) en Orientación “los modelos están desempeñado
la función de hacer más accesibles las construcciones teóricas mediante aproximaciones
sistemáticas, así como la de seleccionar aquellos hechos de la realidad que, sometidos a
investigación, puedan contribuir a la elaboración de teorías”.
Bisquerra y Álvarez (1996) han señalado recientemente que todavía es escasa la literatura sobre
modelos de orientación y sus tipos, no obstante diversos autores han realizado propuestas de
clasificación de los modelos de intervención en orientación.
Es posible encontrar distintas clasificaciones de modelos según el criterio utilizado. Así, Velaz y
Ureta (1998) recogen la siguiente clasificación:
(a) Empleando un criterio histórico, Rodríguez Monereo (1995:21 – 51), distingue los siguientes
“modelos de orientación educativa y profesional en el siglo XX”:
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La orientación como consejo proceso de ayuda para la toma de decisiones.
La orientación como sistema metodológica ecléctico.
(b) Parker (1868), clasifica los modelos en función del estilo y la actitud del orientador en el desarrollo
de su función, en relación con dos ejes (directividad – no directividad y enfoque existencialista –
conductista), distinguiendo; modelo de rasgos y factores, modelo espontáneo – intuitivo; modelo
rogeriano; modelo pragmático – empírico; modelo conductista; modelo ecléctico.
Junto a la logoterapia de Frankl, algunos autores (Patterson, 1974) sitúan la terapia de la Gestalt,
de Perls, dentro del existencialismo porque se basa en una concepción holista de la persona, la cual
está en relación con su entorno. Esta terapia se centra en el «darse cuenta» (awareness) de uno
mismo y de los diversos aspectos de uno mismo. La toma de conciencia conduce a la autorregulación
del organismo deseada «desde dentro».
La utilización de tests.
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La necesidad de un orientador que ayude al sujeto a sentirse capaz de realizar sus
potencialidades de forma autónoma.
La creencia, por parte de los orientadores, de que el sujeto llegará, por sí mismo, a resolver sus
propios problemas.
La consideración del orientador como un modelo para el cliente.
La tarea del asesor es ayudar al asesorado a conocerse mejor a sí mismo y a su ambiente. Para
ello ha de diagnosticar, informar, esclarecer cuestiones…
En lo que respecta al modelo conductista, se sabe que las teorías del aprendizaje basadas en el
conductismo sostienen que las conductas problema son aprendidas. Después del condicionamiento
clásico de Pavlov, el aprendizaje por ensayo y error de Thorndike y el condicionamiento operante de
Skinner, algunos autores como Patterson (1974) y Ackerman (1976) ofrecieron teorías que
pretendían ayudar a modificar la conducta controlando los refuerzos asociados a ésta. Ackerman
destaca cuatro pasos importantes a seguir:
El refuerzo con fichas: se refuerzan comportamientos deseados con fichas que posteriormente
serán intercambiables por reforzadores
El coste de respuesta: un comportamiento no deseado ocasiona la pérdida de puntos
anteriormente adquiridos.
La modelación: que consiste en ir desarrollando de forma progresiva comportamientos que
cada vez se aproximan más al deseado, mediante adecuados programas de reforzamiento.
Los contratos de contingencia: en los que se establece un acuerdo para desarrollar
determinadas conductas que serán gratificadas de acuerdo al convenio establecido.
El entrenamiento asertivo: que consiste en ayudar a los alumnos a saber expresar de forma
apropiada, directa, abierta y honesta sus sentimientos, opiniones, necesidades y preferencias.
La desensibilización sistemática, de Wolpe (1977): que utiliza tres categorías de
condicionamiento operante: contra condicionamiento (elimina la ansiedad mediante otra
respuesta que compita con ella), condicionamiento positivo (sólo se refuerza la conducta
deseada, la no deseada no sólo no se refuerza sino que incluso se castiga) y la extinción
experimental (al no aplicar refuerzos, la conducta se extingue); además, se utiliza el
entrenamiento de la relajación profunda, la determinación de las situaciones que generan
ansiedad y la posterior presentación emparejada de situaciones de ansiedad y procedimientos
de relajación, siendo la secuencia: relajarse-imaginar relajarse- dejar de imaginar-relajarse
(c) En función del tipo de relación que se establece entre orientador y orientado, Escudero (1986)
clasifica los modelos del siguiente modo;
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en el cliente, también conocida como orientación no directiva y teoría del sí mismo (self). Entre sus
principales obras destacan Counseling and Psychoterapy (1942), Client-Centered Therapy (1951),
On Becoming a Person (1961).
Rogers define su sistema como «una relación estructurada de un modo muy preciso, de naturaleza
nada imperativa, en la que el cliente encuentra la oportunidad de explorar, libremente y sin recelo,
sus dificultades y las actitudes «emocionalizadas» que las rodean». En el asesoramiento centrado
en el cliente son las actitudes del asesor y no sus técnicas las que facilitan la terapia.
«La función del asesor consiste en asumir, en la medida de lo posible, el marco interno de referencia
del cliente, en percibir el mundo como lo ve el asesorado, en percibir a este último tal como él mismo
se ve, en dejar de lado al hacerlo así todas las percepciones recibidas desde el marco externo de
referencia y en comunicar al cliente parte de esta comprensión empática».
1) No consiste en hacer algo al individuo, sino en una tarea de liberación, para que la persona crezca
y se desarrolle. Tal como señala Barreto et. al. (1997) no es hacer algo a alguien sino algo con
alguien.
2) Concede más importancia a los elementos emocionales que a los intelectuales.
3) Da más importancia a la situación presente que a la pasada.
4) Se destaca, por primera vez, que la relación terapéutica es en sí misma una experiencia de
crecimiento.
Se centra en la acción directa sobre el individuo para remediar situaciones déficit. Aunque desligado
del proceso educativo, su demanda aconseja una prudente utilización. Consiste en ayudar al cliente
a utilizar sus capacidades, a lograr el máximo equilibrio personal, a obtener un mejor conocimiento
de sí mismo; también es un tipo espacial de reeducación o de nuevo aprendizaje. Cuando nos
referimos al counseling, esa relación se está llevando a cabo entre personas con distinto status
(orientador-cliente) con un carácter predominantemente terapéutico.
Modelo de consulta: La intervención directa sobre el individuo (a través del modelo clínico) y la
intervención grupal sobre el colectivo (a través del modelo de programas) no son suficientes si se
quiere afrontar con eficacia y de forma plena la función educativa de la orientación. Es imprescindible
tener presente en esa acción orientadora a la intervención indirecta sobre todos los agentes
educativos, en especial sobre los profesores y los padres, sin olvidar la consulta a la institución
educativa como tal. A este modelo de intervención le denominamos de consulta y podríamos definirlo
como la «relación entre dos profesionales generalmente de diferentes campos: un consultor
(orientador, psicopedagogo) y un consultante (profesor, tutor, familia)» que plantean una serie de
actividades con el fin de ayudar/asesorar a una tercera persona o institución. Ésta puede ser un
alumno, un servicio, una empresa, etc.
Dos pueden ser los objetivos de las funciones de consulta (Bisquerra y Álvarez, 1996: 331):
a) La función de consulta como actividad profesional de ayuda a los diferentes agentes y a la propia
institución u organización.
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Cuando hablamos de consulta nos estamos refiriendo a una relación entre profesionales, con status
similares que se aceptan y respetan, desempeñando cada uno su papel (consultor/consultante).
Así pues, todo programa por tanto, implica una actividad planificada, la cual debe encontrar su
fundamento en las teorías previamente desarrolladas. Además, la aplicación del programa supone
una actuación común, colaborativa y abierta a diversos contextos, donde la finalidad es dar respuesta
a unas necesidades previamente detectadas. La mayoría de autores señala, como básicos, los
siguientes elementos imprescindibles en todo programa:
2. Todo programa de orientación debe ser comprensivo, contando con todos los elementos del
sistema educativo y debe estar basado en la teoría del desarrollo.
3. Los programas han de tener un carácter preventivo. Por ello, se han de centrar más en
desarrollar en el alumnado destrezas y competencias que en remediar déficits o solucionar
problemas.
4. Los programas de orientación han de ser siempre fruto del trabajo en equipo, se debe contar
con todas las personas implicadas en su desarrollo, a fin de que el programa tenga ciertas
garantías de éxito. Difícilmente un programa impuesto por un agente externo, que no
responde a necesidades del colectivo a quien se destina ni ha contado con la participación
de los implicados desde un principio, va a ser acogido para ser posteriormente desarrollado.
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Modelo de servicios actuando por programas: Este nuevo modelo de intervención directa sobre
grupos, presenta la particularidad de considerar el análisis de necesidades como paso previo a
cualquier planificación, y una vez detectadas y priorizada dichas necesidades, diseñar programas de
intervención que den satisfacción a las mismas.
REFERENCIAS
Matas Terrón, A. (2007). Modelos de Orientación Educativa. Ediciones Aidesoc. Recuperado en:
https://riuma.uma.es/xmlui/bitstream/handle/10630/4713/modelos_de_orientacion_281207.pdf
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