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Roland Barthes
Paidós Comunicación
La cámara lúcida
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Colección diri�íd;t porJn�é M;mucl Tornero y Joscp Uuh. Fa"é Roland Barthes
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Sumario
l. Especialidad de la Foto 27
2. La Foto inclasificable 28
3. La emoción como principio 33
4. Operator , Spectrum y Specwtor 35
5. Aquel que es fotografiado 37
6. El Spectator: desorden de los gustos 45
7. La Fotografía como aventura 48
8. Una fenomenología desenvuelta 50
9. Dualidad 52
1O. Studium y Ptmctwn 57
1 J. El Swdium 59
12. lnfonnar 61
13. Pintar 62
14. Sorprender
ISBN: 84·7509·621·2
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Oc¡rosito lc�"l: B-42.97 l/2 15. Significar 69
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18. Coprcsencia del Studium y del Punctum 78
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-t La cámara lúcida
Nóta sobre la fotografía
Roland Barthes
Paidós Comunicación
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Colección diri!;•da por Jo,é Manuel Tornero y JC>Mip Lluf� r-ecé Roland Barthes
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Sumario
l. Especialidad de la F01o
27
2. La Foto inclasificable
28
3. La emoción como princip
io
4. Operator. Specmu11 y
33
Spectatar
5. Aquel que es fotografiad
35
o
6. El Spectatar: desorden
37
de los gusios
7. La Fotografla como
avemura
45
73
en a;:spn.ñ�• . PJ'iüred in Spmn
17. La Fo!Ograffa unaria
lmpreso
76
y del Punctum
18. Coprescncia del Studitt
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78
5
1
19. El PunciUm: rasgo parcial
20. Rasgo involuntario •
79
85
r 46. Lu Mirada
47. Locura. Piedad 166
48. La Fotográfía domest 171
21. Satori 86 icada
22. Efecto retardado y silencio
174
88
23. Campo ciego 94
24. Palinodia 100 Referencias
l. Libros
11. Álbumes y revista 179
s
180
u
Agradecimiemos
183
25. «Una wdc . .>>
. 103
26. La Historia como separación 104 Fotógrafos citados
185
27. Reconocer 106
28. L a Fotografia del Invernadero 108 Bibliograjia en ca.rrell
ano )'catalán
29. La niña 1 13 sobre el autor
187
30. Arindna 116
31. La Familia, la Madre 117
32. «Esto Iza sido» 120
33. La pose 122
34. Los rayos luminosos, el color 126
35. La Sorpresa 128
36. La autentificación 132
37. La esta�is 138
38. La muerte llana 142
39. El Tiempo como punctum 146
40. Privado 1 Público 149
41. Escrutar 151
42. El parecido 153
43. El linaje 157
44. La cámara lúcida 160
45. El «aire» 162
6 7
En homenaje
a Lo imaginario de
Jean-Paul Sartre
1
1
Prólogo a la edición castellana
11
Hoalidad última de los estructuralisras: la cla apuntaba en el sentido de la subjetivización.
sificación. La escritura se apodera aquí de la Así, en 1975 es publicado RolandBarthes por
fotograña, la interroga, propone, anticipa pro Roland Barthes, el reverso de cuya portada
visionalmente ciertos elementos de ordena c ?ntiene en negativo, como en una transgre
ción del material fotográfico -tal la aparente SIÓn confesada pero inconfesable, una adver
oposición sntdium!punctum- que luego irán tencia que seguirá siendo válida para los
a<;entándose, transformándose tras su con libros posteriores y en especial para el presen
frontación con otros ejemplos para aparecer al te: «Todo esto debe ser considerado como si
fm como nexo entre la fotografía y la reacción fuese dicho por un personaje de novela».
experimentada por el sujeto ante ella. Desde entonces la escritura de Roland
Pues lo que Roland Barthes persigue ante Barthes se sumirá en un mar dea apuntes, de
todo a lo largo de su última trilogía es argu notas y fragmentos cuyo denominador co
mentar sus sensaciones y ofrendar de este mo �ún es un yo distante, tonsurado por la per
.
do su individualidad a una «ciencia del suje fección, por el perfeccionismo de l a escritu
to» cuya relación con las otras ciencias -y en ra, un yo que dentro de esta teoría «de fic
.
especial con la semiología- se diluye a medi ción» se transformará eventualmente en él
da que, paradójicamente, el sujeto se hace («él se siente...», <<alguien le interroga ...» su
consistente. En general, las últimas obras de discurso funciona...»), cambio de persona,
Barthes tendían ya hacia esa subjetivización. acaso cambio de tiempo verbal también, pe
En contraste con sus primeras producciones, ro en modo alguno pluralización del sujeto o
especialmente El grado cero de la escl'itura desdoblamiento. Paralelamente, la escritura
(1953) y acaso a
t mbién las Mitologías ( 1957), se hace entrecortada, fragmentaria. El yo del
que aparecían ordenadas como un in.tento de texto, como en el caso del narrador proustia
elucidar una mitología social a parnr de las no, interroga el gesto, el objeto, todo lo que
influencias inmediatas de Sartre, Marx Y rodea el quehacer cotidiano, y l o introduce
Brecht, la<; obras posteriores a El placer del en l a dimensión del recuerdo, de la confron
text.o (1973) certifican el cambio que tal libro tación, con la intención plenamente intelec-
12 13
r
tual de interpretar la realidad, sin ocultar por abunda en referencias a lo que Barthes lla
ello Jo que de pasional, de dese�, pose� tal maba «lecturas de noche», es decir, textos
N!
ejercicio. Nietzsche, en as , alfa del bten
Y cuya lectura tenía como objetivo primordial
del mal. anticipa la conextón de lo filosófico el placer: Blake, Proust, Balzac, Brecht, Gi
con la subjetividad y, en nuestro caso, con lo de, el Zen... Ante tal suerte de hedonismo
_
que clásicamente se ha dado en llam� r «dta cultural, por l o demás profundamente enrai
rio íntimo��: «Poco a poco se me ha 1do ma zado en la civilización francesa y en grado
nifestando qué es lo que ha sido basta ah? ra extremo en el mundillo parisiense, podríase
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toda gran filosofía: a sa r, l a au oco es1ón
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pensar que la subjetivización, con todos sus
de su autor y una espec1e de memotres (en refinamientos, iba dirigida a la galería que
francés en el original) no queridas y no ad en los últimos tiempos colmó a Barthes de
vertidas». Esta asimilación de las grandes fi incienso. O lo que es lo mismo: que se trata
losofías a una memoria íntima alcanzará en b a de un ejercicio de frivolidad. Cuando en
el último Barthes su sentido más literal. A realidad esa «dramatización» del texto cu
pesar del subterfugio de l a «ficción». En bría o encubría una especie de autoconfe
Fragments d'un discours amoureux ( 1_977), sión, en el terreno de lo pasional, al que, sin
un yo enamorado experimenta en pnmera embargo, sus coetáneos no eran ajenos.
persona todo el proceso y los ac� identes del En último término, cabría interpelar a los
enamoramiento, y de su reflex1ón va sur precedentes literarios de Barthes, al Gide
giendo lentamente el discurso, un discurso maestro del diario íntimo que se ofrece en sa
tipo, del enamorado. Con l a dramatizaci n � crificio en una de las mayores exhibiciones
del texto, la obra se convierte en una especte del siglo, su Journal. Pero lo que distanciaba
de novela o en algo heteróclito que arranca a Barthes de Gide, más allá de las circunstan
del terreno de lo imaginario. Por lo demás, cias cronológicas e intelectuales, era posible
Fragments d' un discours amoureux es con mente de índole personal: el pudor. De no ser
feccionado a partir de un texto-guía, el Wert por el pudor del que siempre hizo gala -aun
her de Goethe, arquetipo del amor-pasión, Y que algo menos en estos últimos años, y esto
14 15
por razones personales-, Roland Barthes hu tra novela, uno de esos leitmotiv que la crítica
biera sido un escritor -o un poeta, según la moderna cree percibir en muchos personajes
acepción de Stefan Zweig- de su vida. A pe de Zola o en el universo de Proust. Todo esto,
sar de que nunca cesara de afmnar, como en Barthes lo sabía, y es evidente que la inten
Roland Barthes por Roland Barthes, que to ción primordial de sus últimos libros se cen
dos los elementos biográficos que interve tra en dicho juego ambivalente.
nían en su discurso debían ser consignados Si Fragments d' un discours amoureux se
como puros elementos de ficción, como ele ocupaba del lenguaje que nace en tomo al
mentos pertenecientes a una novela familiar. amor, La cámara lúcida cubre el polo opues
Al final, sin embargo, el peso de esta ambi to: la Muerte. Entre ambos libros, en el inter
güedad entre lo biográfico (o íntimo) y lo valo de tres años, Bartbes había escrito, leí
teórico es suficiente para intuir una distan do y publicado su breve Le�on, texto de la
ciación del autor para con su pasado «cientí clase inaugural de su cátedra de Semiología
fico)}, aportando como prueba el contraste en el College de France -ante cuya sede fue
entre la semiología original y la «ciencia del víctima del accidente que le costó la vida-,
sujeto>> que constituye, por así decir, la coar al que siguió otro texto igualmente breve,
tada de las últimas obras. Sollers écrivain, dedicado al escritor Philip
Por un lado, pues, la teoría, con la semiolo pe Sollers, máximo exponente de la tan traí
gía y su discurso de exploración; por el otro, da vanguardia parisiense. Entretanto se va
aunque ligado al anterior, el sujeto ofrecién decantando Jo que desde hace tiempo se es
dose como cuerpo del experimento e, indirec peraba de Barthes: u n trabajo sobre la foto
tamente, como protagonista de una gran no grafía que contendrá a la vez una reflexión
vela. No está claro que, entre ambos extre sobre la muerte. Roland Barthes se había
mos, sea la Semiología como ciencia la que se ocupado ya del «lenguaje» cinematográfico
lleve la mejor parte. Podría parecer, incluso, e, indirectamente, de la fotografía en las Mi
que la ciencia de los signos es tan sólo una de tologías, a finales de los años cincuenta, y de
las vertientes obsesivas del personaje de nues- modo igualmente disperso en varios artícu-
16 17
los de la misma época. Tanto en el caso del ción secundaria que se superponen al discur
cine como en el de la fotografía, el análisis so analógico. Así, si bien el análisis semioló
de tipo semiológico que Barthes proponia gico de un filme no tiene propiamente senti
por aquel entonces se enfrentaba a una difi do, el inventario de los elementos retóricos,
cultad básica; para que el cine pueda ser tra connotadores, asimilables a signos, puede
tado como un lenguaje es necesario que exis conducir al establecimiento de una retórica
tan elementos que no sean analógicos y que del filme. Tales elementos son y a analizables
además puedan ser objeto de sistematiza serniológicamente y forman parte de lo que
ción. Sin embargo, es difícil discernir en la suele llamarse «estilo».
imagen cinematográfica partículas disconti Algo parecido ocurre con la fotografía. La
nuas, significantes cuyo significado no esté imagen fotográfica es la reproducción analó
directamente adosado a ellos: el cine está he gica de la realidad y no contiene ninguna
�bo de elementos analógicos (gestos, paisa partf<;ula discontinua, aislable, que pueda ser
_
Jes, anun ales...), incapaces de entrar en el considerada como signo. Sin embargo, exis
juego de una combinatoria, tal como exige ten en ella elementos retóricos (la composi
todo lenguaje. Esto los convierte en sistemas ción, el estilo...), susceptibles de funcionar
pobres, cuyo estudio semiológico no tiene independientemente como mensaje secunda
sentido. Sin embargo, a pesar de que el ft1me rio. Es la connotación, asimilable en este ca
comporte una representación analógica de la so a un lenguaje. Es decir: es el estilo lo que
realidad, existen también elementos que, por hace que la foto sea lenguaje.
ser usuales en el universo de la colectividad A partir de esta premisa, elemental en el
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18 19
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20 21
o en la obra del mismo Hoffmann, de Julio un complemento de información (en tanto
Veme, de Kafka.. En todos los casos es la
.
que elementos de connotación): conmueven,
suerte lo que permite (o provoca) que el per abren la dimensión del recuerdo, provocan
sonaje recupere su unicidad. En lo concer esa mezcla de placer y dolor, la nostalgia. La
niente a la imagen fotográfica, cabría consi fotografía es la momificación del referente. El
derar -y Barthes no habría disentido de ello referente se encuentra ahí, pero en un tiempo
que la fotograña sólo adquiere su v alor ple que no le es propio. Con detalles dispersos
no con la desaparición irreversible del refe -un gesto hoy en día poco usual, un ornamen
rente, con la muerte del sujeto fotografiado, to.. -que lo hacen impropio. El Tiempo -o in
.
22 23
Por último, es necesario hacer mención de 1
algo que en La cámara lúcida es inseparable
de la muerte: el amor y la nostalgia. De cada
pagina emana la nostalgia del amor materno.
La escritura, curiosamente, encuentra uno
de sus polos en la foto de la madre de Roland
Barthes, la llamada foto del Invernadero,
descrita pero jamás mostrada. En su juego
ambivalente, el libro, presentado como una
nota sobre la Fotog rafía, es también explíci
tamente un homenaje del autor h acia su ma
dre, faJiecida poco antes Contiene, en efec
.
Joaquim Sala-Sanahuja
24
1
27
la Fotografía existiese, de que dispusiese de Fotografía repite mecánicamente lo que nun
un <<genio» propio. ca más podrá repetirse existenciaJmente. E n
ella el acontecimiento no s e sobrepasa jamás
para acceder a otra cosa: la Fotografía remi
2 te siempre el corpus que necesito al cuerpo
que veo, es el Particular absoluto, la Contin
¿Quién podía guiarme? gencia soberana, mate y elemental, el Tal (tal
Desde el primer paso, el de la clasificación foto, y no la Foto), en resumidas cuentas, la
(pues es necesario clasificar, contrastar, si se Tuché, la Ocasión, el Encuentro, lo Real en
quiere constituir un corpus), la Fotografía se su expresión infatigable. Para designar la
escapa. Las distribuciones a las que se la sue realidad el budismo emplea la palabra sunya.
le someter son, efectivamente, bien empíri el vacío; y mejor todavía: tathata, el hecho
cas (Profesionales/Aficionados), bien retóri de ser tal, de ser así, de ser esto; tat quiere
cas (Paisajes/Objetos/Retratos/Desnudos), decir en sánscrito esto y recuerda un poco el
bien estéticas (Realismo/Pictorialismo), y en gesto del niño que señala algo con el dedo y
cualquier caso exteriores al objeto, sin rela dice: ¡Ta, Da, Sa!* Una fotografía se en
ción con su esencia, la cual no puede ser (si cuentra siempre en el límite de este gesto. La
es que existe) más que la Novedad de la que fotografía dice: esto, es esto, es asá, es tal
aquélla ba sido el advenimiento; pues taJes cual, y no dice otra cosa; una foto no puede
clasificaciones podrían muy bien ser aplica ser transformada (dicha) filosóficamente, es
das a otras formas antiguas de representa tá enteramente lastrada por la contingencia
ción. Diríase que la Fotografía es inclasifica de la que es envoltura transparente y ligera.
ble. Me pregunté entonces cuáJ podía ser la Muestre sus fotos a alguien; ese alguien sa
causa de todo este desorden. cará inmediatamente las suyas: «Vea, éste de
Y esto es lo que primeramente encontré.
Lo que la Fotografía reproduce al infinito
únicamente ha tenido lugar una sola vez: la • En rranc6s. 9a. es decir, esto (N. tlt• T.).
28 29
aquí es mi hermano; aquél de allá mi hijo», Diríase que la Fotografía lleva siempre su re
etcétera; la Fotografía nunca es más que un ferente consigo, estando marcados ambos por
canto alternado de «Vea», «Ve», «Vea esto», la misma inmovilidad amorosa o fúnebre, en
señala con el dedo cierto vis-a-vis* y no pue el seno mismo del mundo en movimiento: es
de salirse de ese puro lenguaje deíctico. Es tán pegados el uno al otro, miembro a miem
por ello que, del mismo modo que es lícito bro, como el condenado encadenado a un ca
hablar de una foto, me parecía improbable dáver en ciertos suplicios; o también como
hablar de la Fotografía. esas parejas de peces (los tiburones, creo, se
Tal foto, en efecto, jamás se distingue de gún dice Michelet) que navegan juntos, como
su referente (de lo que ella representa), o por unidos por un coito eterno. La Fotografía
lo menos no se distingue en el acto o para to pertenece a aquella clase de objetos lamina
d o el mundo (como ocurriría con cualquier res de los que no podemos separar dos lámi
otra imagen, sobrecargada de entrada y por nas sin destruirlos: el cristal y el paisaje, y
estatuto por la forma de estar simulado el ob por qué no: el Bien y el Mal, el deseo y su ob
jeto): percibir el significante fotográfico no jeto: dualidades que podemos concebir, pero
es imposible (hay profesionales que lo ha no percibir (yo no sabía todavía que de esa
cen), pero exige un acto secundario de saber obstinación del Referente en estar siempre
o de reflexión. Por naturaleza, la Fotografía abi iba a surgir la esencia que buscaba).
(hemos de aceptar por comodidad este uni Esta fatalidad (no hay foto sin algo o al
versal, que por el momento sólo nos remite a guien) arrastra la Fotografía hacia el inmenso
l a repetición incansable de la contingencia) desorden de los objetos -de todos los objetos
tiene algo de tautológico: en la fotografía una del mundo: ¿por qué escoger (fotografiar) tal
pipa es siempre una pipa, irreductiblemente. objeto, tal instante, y no otro?-. La Fotogra- eatvmo
30 31
lo cual le permitiría acceder a la dignidad de y ello me encolerizaba. Pues yo no veía más
una lengua; pero para que haya signo es ne que el referente, el objeto deseado, el cuerpo
cesario que haya marca; privadas de un prin querido; pero una voz importuna (la voz de la
cipio de marcado, las fotos son signos que no ciencia) me decía entonces con tono severo:
cuajan, que se cortan, como la leche. Sea lo «Vuelve a la Fotografía. Lo que ves ahi y que
que fuere lo que ella ofrezca a la vista y sea te hace sufrir está comprendido en la catego
cual fuere la manera empleada, una foto es ría de »Fotografías de aficionadoS>>, sobre la
siempre invisible: no es a ella a quien vernos. que ha tratado un equipo de sociólogos: no es
Total, que el referente se adhiere. Y esta más que la huella de un protocolo social de
singular adherencia hace que haya una gran integración destinado a sacar a flote a la Fa
dificultad en enfocar el tema de la Fotografía. milia, etcétera>>. Sin embargo, yo persistía;
Los libros que tratan del tema, por lo demás otra voz, la más fuerte, me impulsaba a negar
mucho menos numerosos que para otro arte, el comentario sociológico; frente a ciertas fo
son víctimas de dicha dificultad. Los unos tos yo deseaba ser salvaje, inculto. Así iba
son técnicos; para «ver» el significante foto yo, no osando reducir las innumerables fotos
t obligados a enfocar de muy cer
gráfico esán del mundo, ni tampoco hacer extensivas al
ca. Los otros son históricos o sociológicos; gunas de las mías a toda la Fotografía: en re
para observar el fenómeno global de la Foto sumen, que me encontraba en un callejón sin
grafía éstos están obligados a enfocar de muy salida y puede decirse que «cienríticamente»
lejos. Yo constaté con enojo que ninguno me solo y desarmado.
hablaba precisamente de las fotos que me in
teresan, de las que me producen placer o
emoción. ¿Qué me importaban a mí las re 3
glas de composición del paisaje fotográfico
o, en el otro extremo, la Fotografía como rito Me dije entonces que ese desorden y ese
familiar? Cada vez que lefa algo sobre la Fo �
.
d ema sacados a la luz por
el deseo de escri
tografía pensaba en tal o cual foto preferida, bir sobre la Fotografía reflejaba
n pe1fecta-
32 33
mente una especie de incomodidad que siem gaba a esta curiosa idea: ¿por qué no tendría
pre había experimentado: la de ser un sujeto mos, de algún modo. una nueva ciencia por
que se bambolea entre dos lenguajes, expre objeto? ¿Una Mathesis singularis (y ya no
sivo el uno, crítico el otro; y en el seno de es universalis)? Acepté, por tanto erigi rme en
,
te último, entre varios discursos, los de la so mediador de toda la Fotografía: intentaría
ciología, de la semiología y del psicoanálisis formular, a partir de algunos movimientos
-pero que. por la insatisfacción en la que me personales, el rasgo fundamenal,
t el univer
encontraba finalmente de unos y de otros, yo sal sin el cual no habría Fotografía.
evidenciaba lo único que había de seguro en
mi (por ingenuo que fuese): la resistencia fu
ribunda a todo sistema reductor-. Pues cada 4
vez que, habiendo recurrido de algún modo a
uno de ellos. sentía un lenguaje hacerse con Heme, pues. a mí mismo como medida del
sistente y de este modo deslizar hacia la re «saber» fotográfico. ¿Qué es lo que sabe mi
ducción y la reprimenda, lo abandonaba po cuerpo sobre la Fotografía? Observé que una
co a poco y buscaba en otra dirección: me fot0 puede ser objeto de tres prácticas (o de
ponía a hablar de otro modo. Valia más, de !res emociones, o de tres intenciones): hacer,
una vez por todas, convertir en razón mi pro experimentar, mirar. El Operator e s el Fotó
testa de singularidad, e intentar hacer de la grafo. Spectator somos los que compulsamos
antigua soberanía del yo» (Nietzsche) un en los periódicos. libros, álbumes o archivos.
principio heurístico. Resolví, pues, tomar co colecciones de fotos. Y aquél o aquello que
mo punto de partida para mi investigación es fotografiado es el blanco, el referente,
una
apenas ¡�lgunas fotos, aquellas de las que es especie de pequeño simulacro, de eidó
lon
taba seguro que existían para mf. Nada que emitido por el objeto, que yo llamaría de
tuviese que ver con un corpus: sólo algunos buen grado el Spectrum de la Fotografía por
cuerpos. En este debate, convencional en su que esta palabra mantiene a través de su raíz
ma, entre la subjetividad y la ciencia, yo lle- una relación con <<espectáculo» y le añad
e
34 35
ese algo terrible que hay en toda fotografía: jero de la cerradura de la cam
era obscura.
el retomo de lo muerto. Pero yo no podía hablar de aqu
ella emoción
Una de esas prácticas me estaba prohibida (o de esa esencia), no habiéndol
a conocido
y no podía tratar de interrogarla: yo no soy jamás; no podía unirme a la coh
. orte de aque
fotógrafo, ni tan sólo aficionado: dcmaswd� llos (los más) que tratan de la Fot
impaciente para serlo: ne�esito ver en s�gu ; Fotógrafo. No tenía a mi disposi
o-según-el
ción más
-�
da aquello que he productdo (¿y el Polen otd. que dos experiencias: la del suje
to mirado y
Divertido pero decepcionante, salvo cuando la del sujeto mirante.
�
un gran f tógrafo se mezcla en ello). Podía
suponer que la emoción del Ope�·(l/or ('! por
tanto la esencia de la Fotograf•a segun-el
5
Fotógrafo) tenía alguna relación con el
j
<<agu erito>> (sténopé) a través del cual mira.
_
Puede ocurrir que yo sea mirado
sin saber
limita, encuadra y pone en perspecuva lo lo, y sobre esto todavía no
puedo hablar
que quiere «coger» (sorprender). Técni�a puesto que he decidido tomar
como guía la
mente, la Fotografía se halla en la encruciJa conciencia de mi emoción. Per
o muy a me
da de dos procedimientos completamente nudo (demasiado a menudo,
para mi gusto)
distintos; el uno es de orden químico: es La he sido fotografiado a sabien
das. Entonces,
acción de la luz sobre ciertas sustancias; el cuando me siento observado por
el objetivo,
otro es de orden físico: es la fomHlción de la todo cambia: me constituyo
en el acto de
imagen a través de un dispositivo óptico. Me «posar», me fabrico instan
táneamente otro
paecía
r que la Fotografía del Specrator de� cuerpo, me transformo por
adel<mtado en
cendía esencialmente, si así se puede dec1r, imagen. Dicha transformac
ión es activa:
de la revelación quínúca del objeto (del que siento que la Fotograf ía crea mi cuerpo o lo
recibo. con efecto retardado, los rayos), Y mortifica, según su caprich
o (apólogo de es
que la Fotografía del Operator iba ligada por te poder mortífero
: ciertos partidarios de la
�..Ufld.
el contrario a la visión recortada por el agu- Comuna pagaron con la
vida su complacen- p.l�l
36
37
cia en posar junto a las barricadas: vencidos, �odo el �remonial fotográfico: me presto al
fueron reconocidos por los policías de Thiers Juego soc1al, poso, Jo sé, quiero que todos lo
y casi todos fusilados). sepáis, pero este suplemento del mensaje no
.
Posando ante el objetivo (quiero dectr: debe alterar en nada (a decir verdad, cuadra
siendo consciente de posar, incluso de forma tura del círculo) la esencia preciosa de mi in
fugaz), yo no arriesgo tanto (al menos �or dividuo: aquello que yo soy, al margen de to
ahora). Sin duda, mi existencia la extra1go da efigie. Yo quisiera en suma que mi ima
metafóricamente del fotógrafo. Pero por más gen, móvil, sometida al traqueteo de mil fo
que esta dependencia sea imaginaria (y de lo tos cambiantes, a merced de las situaciones
'
más puro de lo Imaginario), la vivo con la an de las edades, coincida siempre con mí «yo»
gustia de una filiación incierta: u� a imagen (profundo. como es sabido); pero es lo con
-mi imagen- va a nacer: ¿me panrán como tr�o.Jo que se ha de decir: es «yo» lo que no
un individuo antipático o como un «buen ti �omctde nunca con mi imagen; pues es la
po»? ¡Ah, sí yo pudiese salir en el pa�el co IIDagen la que es pesada, inmóvil, obstinada
mo en una tela clásica, dotado de un arre no (es la causa por Ja que la sociedad se apoya
ble, pensativo, inteligente, etcétera! En suma, �
en el a), Y soy «YO» quien soy liger
o, dividí
¡si yo pudiese ser <<pintado» (por Ticiano) ? do, dtsperso y que, como un ludión, no pu
-
«dibujado» (por Clouetr)! Pero lo que yo qut d.o estar quieto, agitándome en mi bocal:
¡ah,
siera que se captase es una textura moral fi Sl por lo menos la Fotografía pudiese darm
e
na, y no una mímica, y como la fotografía es un c�e o neutro, anatómico, un cuerpo
� que
poco sutil, salvo en los grandes retratistas, n� no s•gmficase nada! Por desgracia, esto
y
sé cómo intervenir desde el interior sobre m1 c?ndenado por la Fotografía, que cree
�
obrar
piel. Decido «dejar flotar» sobre los labios y Ien a tener siempre un aspecto: mi cuer
: po
en los ojos una ligera sonrisa que yo quisiera Jam�s encuentra su grado cero, nadie se
lo da
«indefinible» y con la que yo haría leer, al (�qu•zá tan sólo mi madre? Pue
s no es la in
mismo tiempo que las cualidades de mi natu diferencia lo que quita peso a la imag
en -no
raleza, la conciencia divertida que tengo de hay nada como una foto «objetiva
», del tipo
38 39
«Photomaton», para hacer de usted un indivi Ese trastorno es en el fondo un tras
torno de
duo penal. acechado por la policía-, es el propiedad. El Derecho ya lo ha
dicho a su
amor, el amor extremo). manera: ¿a �uién pertenece la foto
? ¿al suje
O•e:vn�r·
Verse a sí mismo (de otro modo que en un to. (fotografiado)? ¿al fotógrafo? El
paisaje
espejo): a escala de la Historia este acto es r� tsmo, ¿ o es acaso algo más que TiuOO:ude-.tU
� ? una espe
. cte de prestamo hecho por el propie
ciente, por haber sido el retrato. pmtado. di tario del
bujado o miniaturizado, hasta la difusión de terreno? Innumerables procesos, seg
ún pare
la Fotografía, un bien restringido, destinado ce, han expresado esta incertidumbre
de una
por ot1·a parte a hacer alarde de un nivel fi sociedad para la cual era lógico
que el ser
nanciero y social -y, de cualquier manera, un fuese incierto. La Fotografía transfo
rmaba el
retrato pintado, por parecido que sea (esto es sujeto en objeto e incluso, si cabe,
en objeto
lo que intento probar), no es una fotografía-. de museo: para tornar los primero
s retr�tos
Es curioso que no se haya pensado en el tras (hacia 1840) era necesario somete
r al sujeto a
tomo (de civilización) que este acto nuevo largas poses bajo una cristalera
a pleno sol·
anuncia. Yo quisiera una Historia de las Mi devenir objeto hacía sufrir com
o una opera�
radas. Pues la Fotografía es el advenimiento ción quirúrgica; se inventó ent
onces un apa
�t� U�ado apoyacabezas, especie de próte
de yo mismo como otro: una disociación la
dina de la conciencia de identidad. Algo aún SIs InVISible al objetivo que sos
tenia y mante
í
Freuud.
,
más curioso: es antes de la Fotografía cuan nta el cuerpo en su pasar a la inm p. (l!j
ovilidad:
do los hombres hablaron más de la visión del este apoyacabezas era el ped
estal de la esta
Gll)'ml. doble. Se compara la heautoscopia a una alu tu� en que yo me iba a convertir, el corsé de
p. 209
cinosis; durante siglos fue un gran tema míti m1 esencia imaginari
a.
co. Pero hoy ocurre como si desechásemos la La Foto-retrato es una empaliza
da de fuer
locura profunda de la Fotografía: ésta sólo zas. CuatTo imaginarios
se cruzan, se afron
nos recuerda su herencia mítica por el ligero tan, se deforman. Ante el obj
etivo soy a la
malestar que me embarga cuando «me» miro vez: aquel que creo
ser, aquel que quisiera
en un papel. que crean, aquel qu
e el fotógrafo cree que
40 41
soy y aquel de quien se sirve para exhibir su hacen sentar en él. Diríase que, ate
rrado, el
Fotógrafo debe luchar tremend
arte. Dicho de otro modo, una acción curio amente para
sa: no ceso de imitarme, y es por ello por lo qu� la Fotograf ía no sea la Muerte. Pero yo,
objeto ya, no lucho. Presiento que
que cada vez que me hago (que me dejo) fo de esta pe
tografiar, me roza indefectiblemente una sadilla habré de ser despertado
más dura
sensación de inautenticidad, de impostura a mente aún; pues no sé lo que la soc
iedad ha
veces (tal como pueden producir ciertas pe ce de mi foto, lo que lee en ella
(de todos
sadillas). Imaginariamente, la Fotografía modos, hay tantas lecturas de un
mismo ros
tro); pero, cuando me descubro
(aquella que está en mi intención) represen en el produc
ta ese momento tan sutil en que, a decir ver to de es�a operación, lo que veo es
que me he
dad, no soy ni sujeto ni objeto, sino más bien convemdo en Todo-Imagen, es
decir, en la
Muerte en persona; los otros -el
un sujeto que se siente devenir objeto: vivo Otro- me
entonces una microexperiencia de la muerte despojan de mí mismo, hacen de
mí, feroz
(del paréntesis): me convierto verdadera mente, un objeto, me tienen a su
merced a
mente en espectro. El Fotógrafo lo sabe per su disposición, clasificado en un
preparado para todos los sutiles
;
fiche o,
fectamente, y él mismo tiene miedo (aunque trucajes: un
excelente fotógrafo, un día, me
sólo sea por razones comerciales) de esta fotografió;
muerte en la cual su gesto va a embalsamar �
ere leer en esa imagen la pes
adumbre de un
rec1ente duelo: por una vez la
me. Nada sería más gracioso (si uno no fue Fotografía me
reproducía a mí mismo; pero
se la víctima pasiva, el plastrón, como decía algo más tarde
encontré sta misma foto en
Sade) que las contorsiones de los fotógrafos � la tapa de un li
para «hacer vivo»: pobres ideas: me hace� belo; med1ante el artificio de un
tiraje, yo te
sentar ante mis pinceles, me hacen saltr
rt!a. sólo un horrible rostro desinte
riorizado,
suuestro e ingrato com
(«fuera» es más viviente que «dentro»), me o la imagen que los
autore del libro queóa
hacen posar ante una escalera porque hay un � n dar de mi lenguaje.
grupo de niños que juega detrás de mí, divi (la «VIda privada» no es má
s que esa zona
del espac10,
· de1 t1e
san un banco y enseguida (vaya ganga) me · mpo, en la que no soy una
1 1
42 43
imagen, un objeto. Es mi derecho político a
6
ser un sujeto lo que he de defender).
En el fondo, a lo que tiendo en la foto qu.e El desorden que desde el
primer paso en
toman de mí (la «intención» con que la mJ contré en la Fotografía. con
todas las prácti
ro), es a la Muerte: la Muerte es el eid�s de cas y todos los temas mezcl
. ados, lo volví a
esa Foto. También, curiosamente, lo umco encontrar en las fotos del Sp
ectator que yo
que soporto, que me gusta, que me e� fami era y que me disponía ahora
a interrogar.
liar cuando me fotografían es el rUido del Veo fotos por todas partes,
como cada uno
aparato. Para mí, el órgano del Fotógrafo no de nosotros hoy en día; pro
vienen de mi
es el ojo (que me aterra), es el ?edo: lo que mundo. sin que yo las solici
. te; no son más
va ligado al disparador del objetivO, al desli que «imágenes», aparecen de
improviso. Sin
zarse metálico de las placas (en los casos en embargo, entre aquellas que
habían sido es
que el aparato consta todavía de ellas). Gus cogidas, evaluadas, apreciad
as, reunidas en
to de esos ruidos mecánicos de una manera álbumes o en revistas y que
por consiguiente
casi voluptuosa, como si, en la fotografía, habían pasado por el ftlrro de
la cultura, cons
fuesen aquello -y nada más que aquello- a taté que había algunas que
provocaban en mé
lo que mi deseo se aferra, rompiendo con su un júbilo contenido, como
si remitiesen a un
breve chasquido la capa mortífera de la Po centro oculto, a un caudal
erótico o desgarra-
.
se. Para mí, el ruido del Tiempo no es triste: dor escondido en el fondo
de mí (por serio �-
me gustan las campana<;, los relojes.: . -y re � ue fuese el tema); y que otras, por el contr
a-
cuerdo que originariame�te el mate�a1 foto no, me eran tan indiferen
tes que, a fuerza de
gráfico utilizaba las técrucas de ebanistería y verJas multiplicarse como
la mala hierba, cx
de la mecánica de precisión: los aparatos, en �rimemaba hacia ellas un
a especie de aver-
el fondo, eran relojes para ser contemplados SIÓn, de initación inclus
o: hay momentos en
y quizás alguien de muy antiguo en �í oye que detesto la Foto:
. ¿qué me importan a mí
todavía en el aparato fotográfico el ru1do VI los viejos troncos
de árboles de Euoene At-
viente de la madera. get, los desnudo o
s de Pierre Boucher, las so
-
44
45
breimpresiones de Germaine Krull (por citar
sólo nombres antiguos)? Más aún: constataba
que en el fondo nunca me gustaban 1odas las
fotos de un mismo fotógrafo: de Stieglitz só
lo me gusta (pero con locura) su foto más co
nocida (La terminal de tranvías de caballos,
Nueva York, 1893); otra foto de Mapplethor
pe me inducía a creer que había encontrado
«mi» fotógrafo; pero no, no me gusta en ab
soluto Mapplethorpe. No podía, pues, acce
der a aquella cómoda noción, cuando se quie
re hablar sobre historia, cultura, estética, lla
mada estilo de un artista. Sentia a través de la
fuerza de mis reacciones, de su desorden, de
su azar, de su enigma, que la Fotografía es un
arte poco seguro, tal como lo sería (si nos
empeñáramos en establecerla) una ciencia de
los cuerpos objeto de deseo o de odio.
«De StÍI'ftlitz .1'6/o 1111• gusra
Veía perfectamente que se trataba de mo suforograjia mds conocida.
»
vimientos de una subjetividad fácil que se
..
46
el escenario del texto: sino a l contrario, para paisaje. el cuerpo que la foto representa: ya
ofrecer tal individualidad, para ofrendarla a sea amar o haber amado el ser que nos mues
tra para que lo reconozcamos; ya sea asom
una ciencia del sujeto, cuyo nombre importa
brarse de lo que se ve en ella: ya sea admirar
poco, con tal de que llegue (está dicho muy
::>
o discutir la técnica empleada por el fotóo-ra-
pronto) a una generalidad que no me reduz ,
"
0, etcetera: pero todos estos intereses son flo-
1
ca ni me aplaste. Era necesario verlo.
jos. heterogéneos; tal foto puede satisfacer
uno de ellos e interesam1c débilmente; y si tal
Decidi entonces tomar como guía de mi mismo, me parecía que la palabra más ade
nuevo análisis la atracción que sentía hacia cuada para designar (provisionalmente) la
ciertas fotos. Pues, por lo menos. de lo que es atracción que determinadas fotos ejercen so
bre mí era avemura. Tal foto me adviene, tal
taba seguro era de esta atracción. ¿Cómo Lla
marla? ¿Fascinación? No, l a fotografía que otra no.
distingo de las otras y que me gusta no tiene El principio de aventura me pennite hacer
nada del punto seductor que se balancea ante existir la Fotografía. lnversamente, sin aven-
tura no hay foto. Cito a Sartre: «Las fotos de s'"'"'·
los ojos y nos hace mecer la cabeza; lo que
aquélla produce en mi es lo contrario mismo un periódico pueden muy bien »no decinne p. 3Y
del entorpecimiento: es más bien una agita nada», es decir, las miro sin hacer posición de
ción interior. una fiesta, o también una activi existencia. Las personas cuya fotografía veo
dad, la presión de lo indecible que quiere ser entonces son efectivamente alcanzadas a tra-
dicho. ¿Y entonces? ¿Es acaso interés? No, vés de esta fotografía, pero sin posición exis-
(¡
interés es demasiado poco; no tengo necesi tencial, justamente igual que el Caballero y la
dad de interrogar mi emoción para enumerar Muerte, los cuales son alcanzados a través del
grabado de Durero. pero siJJ que yo los esta-
las distintas razones que hacen interesarse por
blezca. Podemos, por otra parte, encontrar ca-
una foto; se puede: ya sea desear el objeto, el
48 49
sos en que la fotografía me deja en tal estado las necesidades de mi análisis. En primer lu
de indiferencia que ni tan siquiera efectúo la gar, no me libraba ni tan sólo intentaba librar
»puesta en imagen». La fotografía está va�a me de una paradoja: por una parte las ganas
mente constituida en objeto, y los personaJeS de poder nombrar al fin una esencia de la Fo
que figuran en ella están en efecto constitui tografía y esbozar así el movimiento de una
dos en personajes, pero sólo a causa de su pa ciencia eidética de la Foto; y por otra parte el
recido con seres humanos, sin intencionalidad sentimiento irreductible de que la Fotografía,
particular. Flotan entre la orilla de la percep esencialmente, si así puede decirse (contra
ción, la del signo y la de la imagen, sin jamás dicción en los términos), no es más que con
abordar ninguna de las tres». tingencia, singularidad, aventura: mis fotos Lyowd.
p. 1 1
En eset sombrío desierto, tal foto, de gol participaban siempre, hasta el ftnal, de aquel
pe, me liega a las manos; me anima y yo la «cualquier algo»: ¿no es acaso la imperfec
animo. Es así, pues, como debo nombrar la ción misma de la Fotografía esa dificultad de
atracción que la hace existir: una animación. existir llamada trivialidad? Y luego, mi feno
La foto, de por sí, no es animada (yo no creo menología aceptaba comprometerse con una
en las fotos «vivientes»), pero me anima: es fuerza, el afecto; el afecto era lo que yo no
lo que hace toda aventura. quería reducir; siendo irreductible, era por
eUo mismo por Jo que yo quería, yo debía re
ducir la Foto; pero, ¿se podía retener una in
8 tencionalidad afectiva, una intención del ob
jeto que apareciese inmediatamente henchida
En esta búsqueda de la Fotografía, la feno de deseo, de repulsión. de nostalgia, de eufo
menología me prestaba, pues, un poco de su ria? No recordaba que la fenomenología clá
proyecto y un poco de su lenguaje. Pero se sica, aquella que yo había conocido en mi
trataba de una fenomenología vaga, desen adolescencia (y no ha habido otra después),
vuela,t incluso cínica, de tanto que se presta hubiese nunca hablado de deseo o de duelo.
ba a deformar o esquivar sus principios según Es cierto, yo intuía muy bien en la Fo10grafía,
50 51
de forma muy onodoxa. toda una red de esen
cias: esencias materitlles (obligando a un esLU
dio físico. químico. óptico de la Foto), y esen
cias regionales (que dependen, por ejemplo,
de la estética, de la historia. de la sociología);
pero en el momento de llegar a la esencia de
la Fotografía en general, me bifurcaba; en vez
de seguir la vía de una ontología fom1al (de
una Lógica), me detenía, guardando conmigo,
como un tesoro, mi deseo o mi pesadumbre;
la esencia prevista de la Foto no podía sepa
rarse en mi espíritu de lo «patético» que la
compone, y ello desde la primera mirada. Me
ocurría algo parecido a lo que le ocunió a ese
amigo que se había inclinado por la Foto por
el mero hecho de que ésta le permitía fotogra
fiar a su hijo. Como Specrator. sólo me intere
"Comprendí rápidmneme
saba por la Fotografía por «sentimiento»; y yo Qllt' la aventura de eswfaiagmfTa pro•·enfa
quería profundizarlo no como una cuestión de lo coprest!nda dr dos elt•mt•lllos,..•
52
(fotográfica) de una insurrección en Nicara
gua: una calle en ruinas, dos soldados con
casco patrullan; en segundo plano pasan dos
monjas. ¿Me gustaba la foto? ¿Me interesa
ba? ¿Me intrigaba? Ni tan sólo eso. Simple
mente existía (para mí). Comprendí rápida
mente que su existencia (su «aventura>>) pro
venía de la copresencia de dos elementos dis
continuos, heterogéneos por el hecho de no
pertenecer al mismo mundo (ninguna necesi
dad de contrastarlos): los soldados y las mon
jas. Presentí una regla estructural (a la medi
da de mi propia mirada), y probé enseguida
de verificarla inspeccionando otras fotos del
mismo reportero (el holandés Koen Wes
sing): muchas de esas fotos me atraían por
que comportaban esa especie de dualidad que
acababa de descubrir. Aquí una madre y una
bija lamentan a gritos la detención del padre
(Baudelaire: «la verdad enfática del gesto en
las grandes circunstancias de la vida»), y eUo
ocurre en el campo (¿cómo han podido ente
rarse de la noticia? ¿.a quién van dirigidos
«...Ln ropa blanco que /lefa llurunda la madre
1;,¡wr qué t•.va ropa?). .»
esos gestos?). Alli, sobre una calzada llena de
.
54 55
pero observé disturbancias: el pie descalzo 10
del cadáver, la ropa blanca que lleva llorando
la madre (¿por qué esa ropa?), una mujer a lo Mi regla era suficientemente plausible pa
lejos, sin duda una amiga, tapándose la nariz ra intentar nombrar (deberé hacerlo) esos
con un pañuelo. Y allí también, en un aparta dos elementos cuya copresencia establecía.
mento bombardeado, Jos ojazos de dos chi según parecía, la especie de interés particu
quillos, la camisa de uno de ellos remangada lar que yo tenía por esas fotos.
sobre su pequeño vi.entre (lo excesivo de esos El primero. visiblemente, es una exten
ojos enturbia la escena). Y allí, en fin, adosa sión, tiene la extensión de un campo. que yo
dos a la pared de una casa, !Tes sandinistas percibo bastante familiannente en función
con la par1e inferior del rostro cubierta con de mi saber, de mi cultura; este campo pue
un trapo (¿hediondez? ¿clandestinidad? Soy de ser más o menos estilizado. más o menos
inocente no conozco las realidades de la
.
conseguido. según el arte o la suerte del fo
guerrilla): el uno aguama un fusil que reposa tógrafo, pero remite siempre a una informa
sobre su pierna (puedo ver sus uñas); pero su ción clásica: la insurrección, icaragua. y
otra mano se abre y se extiende, como si ex todos los signos de una y otra: combatientes
plicase o demostrase algo. Mi regla funciona pobres, vestidos de civil, calles en ruinas.
ba tanto mejor cucmto que otras fotos del mis muertos, dolor, el sol y los pesados ojos in
mo report<�e me hacían detener menos tiem dios. Millares de fotos esrán hechas con este
po; eran bellas, expresaban bien la dignidad y campo, y por estas fotos puedo sentir desde
el horror de la insurrección, pero no compor
taban a mis ojos ninguna marca: su homoge
luego una especie de interés general, emo-
cionado a veces. pero cuya emoción es im-
/
neidad no pasaba de ser cultural: se trataba de pulsada racionalmente por una cultura moral
«escenas». un poco a lo Greuze. de no ser por Y política. Lo que yo siento por esas fotos
la aspereza del tema. descuella de un afecto mediano. casi de un
adiestramiento. No veía, en francés. ninguna
Palabra que expresase simplemente esta es-
56 57
pecie de interés humano; pero en latín esa so moteadas por estos puntos sensibles;
pre
palabra creo que existe: es el stud�um, q�e cisamente esas marcas, esas herida
s, son
no quiere decir, o por lo menos no mmedia puntos. Ese segundo elemento que vie
ne a
tamente, «el estudio>>, sino la aplicación a perturbar el studium lo llamaré pu
nctum;
una cosa, el gusto por alguien, una suerte de pues punctum es también: pinchazo, agu
jeri
dedicación general, ciertamente afanosa, pe to, pequeña mancha, pequeño corte, y
tanl
ro sin agudeza especial. Por medio del stu bién casualidad. El puncrum de una fot
o es
dium me intereso por muchas fotografías, ya ese azar que en ella me despunta (pe
ro que
sea porque las recibo como testimonios polí también me lastima, me punza).
ticos, ya sea porque las saboreo como cua Habiendo así distinguido dos temas en
la
dros históricos buenos: pues es cultural Fotografía (pues en definitiva las foto
s que
mente (esta connotación está presente en el me gustaban estaban construidas al mo
do de
swdium) como participo de los rostros, de una sonata clásica), podía ocuparme suc
esi
los aspectos, de Jos gestos, de los decorados, vamente de uno y de otro.
de las acciones.
El seoundo
o elemento viene a dividir (o es-
.
candir) el studíum. Esta vez no soy yo qUien 11
va a buscarlo (del mismo modo que invisto
con mi conciencia soberana el campo del Muchas fotos, por desgracia, permane
cen
studium), es él quien sale de la escena como inertes bajo mi mirada. Pero inc
luso entre
una flecha y viene a punzarme. En latín exis aquellas que a mis ojos tienen
alguna exis-
te una palabra para designar esta herida, este tencia, la mayoría no provoca en
mí más que r
pinchazo, esta marca hecha por un instru un interés general y por de
cirlo así educado:
mento puntiagudo; esta palabra me iría tanto �gún punctum en ellas: me
gu
mejor cuanto que remite también a la idea de �sgustan sin punza1me: únicamestan o me
!
puntuación y que las fotos de que hab o es mvestidas por el studiu
nte están
m. El swdium es el
tán en efecto como puntuadas, a veces mclu- campo tan vasto del des
eo indolente, del in-
58 59
terés diverso. del gusto inconsecuente: me gafo
r otras tantas coa11aclas. E�tas funciones
gusta/no me gusra, / like/1 don'!. El sludium s?n: nfo
i rmar. representar, so1prender, hacer
.
pertenece a la categoría del 10 like y no del 10 s•gmficar, dar ganas. En cuanto a mí,
Specra
/ove; moviliza un deseo a medias, un querer tor, las reconozco con más o menos placer:
a medias; es el mismo tipo de interés vago, dedico a ello mi studium (que nunca es
mi go
liso, irresponsable, que se tiene por perso ce o mi dolor).
nas, espectáculos, vestidos o libros que en
contramos «bien».
Reconocer el studium supone dar fatalmen 12
te con las intenciones del fotógrafo. entrar en
annonía con ellas, aprobarlas, desaprobarlas, Como la Fotografía es contingencia
pura y
. ,
pero siempre comprenderlas, discutirlas en mí no puede ser otra cosa (siempre hay al¡:o
re
mismo. pues la cultura (de la que depende el presentado) -contrariameme al texto
el cual'
srudium) es un contrato firmado entre creado med1ante la acción súbita de una sola
palabra,
res y consumidores. El swditml es una espe puede hac r pasar una frase de la des
� cripción
cie de educación (saber y co11esía) que me a la reflex•ón-, revela enseguida eso
s «deta
permite encontrar al Operat01; vivir las miras lles» que constituyen el propio mat
erial del
que fundamenan
t y animan sus practicas, pe saber etnológico. Cuando William
Klein foto
ro vivirlas en cieno modo al revés, según mi grafía El Primero de Mayo de 1959
en Mos
querer de Spectat01: Ocurre un poco como si cú, me enseña cómo se visten los sov
iéticos
tuviese que leer en la Fotografía los mitos del Oo cual, después de todo, ignoro): noto
la vo
Fotógrafo, fraternizando con ellos, pero sin
llegar a creerlos del todo. Estos mitos tienden
luminosa gon-a de un muchacho,
otro, el pañuelo de cabeza de la
la corbata de
vieja, el corte (
re
evidentemente (el núto sirve para esto) a de pelo de un adolesc
ente, etcétera. Puedo
conciliar la Forogmfía y la sociedad (¿es ne descender aun en el detalle,
observar que mu
cesario? -Pues bien. sí: la Foto es peligrosa), chos de los hombres foto
grafiados por Nadar
dotándola de funciones, que son para el Fotó- llevaban las uñas largas: pre
gunta etnográfi-
60 61
ca: ¿cómo se llevaban las uñas en tal o cual
época? La Fotografía puede decínnelo, mu
cho mejor que los retratos pintados. La Foto
grafía me permite el acceso a un infra-saber;
me proporciona una colección de objetos par
ciales y puede deleitar cierto fetichismo que
hay en mí: pues hay «yO» que ama el saber,
que siente hacia él como un gusto amoroso.
Del mismo modo, me gustan ciertos rasgos
biográficos en la vida de un escritor me en
cantan igual que ciertas fotografías; a estos
rasgos los he llamado «biografemas>>; la Fo
tografía es a la Historia lo que el biografema
es a la biografía.
13
«Elfottlllrafo m<• e11seña
El primer hombre que vio la primera foto cómo se w'sren tos SOL.'iéticos:
110/0 la voluminosa gorro de 1111 1//llclw,·hu.
(si exceptuamos a Niepce, que la había he
(
la mrbaw de otm.
el poflue/o dr cabe;o de ¡0 •·ieja.
cho) debió creer que se trataba de una pintu
ra: el mismo marco, la misma perspecliva. el coT/e dept•lo tle 1111 odolescelltl'....
La Fotografía ba estado, está todavía, ator
mentada por el fantasma de la Pintura (Map
plethorpe representa un ramo de lirios igual
que podría haberlo hecho un pintor oriental);
William Klem.
' .· ·
El p1"111/Pro de Mayo de 1959 m Most·ú.
la Fotografía ha hecho de la Pintura, a través
ft;.G\d�.jrt:."'·�
IAJtlllilo tlniTfUoliiiO
62 63 ����
dehtudios Superiores
rleArt�� PIJstl<as
Armando Reverón
B I B I I O T I' r .o
ntestacione�, la �c así): la Muerte. Es conocida la relación origi
de sus copias y de sus co
ferencia absoluta y patem
al. como SI hubie �
n del Teatro con el culto de los Muertos: los
pnmeros actores se destacaban de la sociedad
to, técnicamente, es
se nacido del Cuadro (es
; ya que la camera representando el papel de Muertos: maqui
verdad, pero sólo en parte llarse suponía designarse como un cuerpo vi
obscura de los pintor
es es sólo una de las
tografía: lo esencial, vo y muerto al mismo tiempo: busto blan
muchas causas de la Fo
to químico). Nada queado del teatro totémico, hombre con el
quizá, fue el descubrimien
, en el punto a que rostro pintado del teatro chino, maquillaje a
distingue, eidélicamente
igación, una fotogra
base de pasta de arroz del Katha Kali indio
he llegado de mi invest
de una pintura. El máscara del Nó japonés. Y esta misma reJa�
fía, p�r realista que sea,
«pictorialismo» no es má
<> que una exagera �
c ón es la que encuentro en la Foto; por vi
nsa de sí misma. VIente ��e nos esforcemos en concebirla (y
ción de lo que la Foto pie esta pas1on por «sacar vivo» no puede ser más
parece) a través de
Sin embargo, no es (me
que la denegación mítica de un malestar de
rafía entronca con el
la Pintura como la Fotog
o. En el origen de la muerte), la Foto es como un teatro primitivo,
arte, es a través del Teatr como un Cuadro Viviente, la figuración del
Niepce y a Daguerre
Foto se sitúa siempre a aspecto inmóvil y pintarrajeado bajo el cual
urpado un poco el si�
(aunque el segundo ha us vemos a los muertos.
c, cuando se apropJO
tio al primero); Daguerr
plotaba en la Plaza
del invento de Niepce, ex
del Chfíteau (Plaza de la
de panoramas animados
República) un teat1·o
por movimientos �
�
obscura, en efiru
14 (
juegos de luz. La camera Me imagino (es todo lo que puedo hacer,
cuadro perspectivo, la
tiva, ha dado a la vez el puest� que no soy fotógrafo) que el gesto
siendo los tres artes
Fotografía y el Diorama. esencial del Operator consiste en sorprender
Foto me parece es�ar
de la escena; pero si la algo o a alguien (por el pequeño aouJ·ero de
es gracias a un media �
más próxima al Teatro, m e'
amara), y que tal gesto es, pues, perfecto
el único en verlo
dor singular (quizá yo sea
64 65
sepa el sujeto modo, la Foto, aprovechando su acción ins
cuando se efectúa sin que lo
ivan abierta tantánea, inmoviliza una escena rápida en su
fotografiado. De este gesto der
pio (valdría momento decisivo: Apestéguy, cuando el in
mente todas las fotos cuyo princi
el «Choque»; cendio del Publicis, fotografía a una mujer
más decir justificación) es
áfico (muy en el momento de saltar por una ventana. La
puesto que el «choque» fotogr
e tanto en tercera sorpresa es la de la proeza: «Desde
distinto del punctum) no consist
que tan bien hace medio siglo, Harold D. Edgerton foto
traumatizar como en revelar lo
pio actor lo grafía la caída de una gota de leche a la mi
escondido estaba que hasta el pro
ello. Y, por llonésima de segundo» (casi no es necesario
ignoraba o no tenía conciencia de
esas» (eso declarar que este género de fotos no me im
lo tanto, toda una gama de «sorpr
pero para el presiona ni me interesa: demasiado fenome
es lo que son para nú, Spectator;
nólogo para gustar de otra cosa que no sea
Fotógrafo son «éxitos»).
ro» (ra una apariencia a mi medida). Una cuarta sor
La primera sorpresa es la de lo «ra
un fotógra presa es la que el fotógrafo espera de las
reza del referente, desde luego);
empleado contorsiones de la técnica: sobreimpresio
fo se nos dice con admiración, ha
'
,
de tres se mezcla de perspectivas); grandes fotógrafos
hombre de dos cabezas, la mujer
todos ellos (Germaine Krull, André Kertész, William
nos el niño con cola, etcétera;
.
es, en s1
(
Klein) han utilizado estas sorpresas sin con
sonrientes). La segunda sorpresa
, la cual vencerme, aunque comprenda su capacidad
misma, muy conocida de la Pintura
captado subversiva. Quinto tipo de sorpresa: el ha
ha reproducido a menudo un gesto
el ojo nor llazgo; Kertész fotografía la ventana de una
en el punto de su recorrido en que
parte he bohardilla; detrás del cristal dos bustos anti
mal no puede inmovilizarlo (en otra
dro histó guos miran hacia la calle (Kertész me gusta,
llamado ese gesto el numen del cua
a los Apes pero no me gusta el humor ni en música
rico): Bonaparte acaba de tocar ni
en fotografí
ra; de igual a); la escena puede ser preparada
tados de Jaffa; su mano se reti
66 67
por el fotógrafo; pero en el mundo de los me 15
dia ilustrados se trata de una escena «natu
ral» que el buen reportero ha tenido el geni� , Puesto que toda foto es contingente (y por
es decir, la suerte de sorprender: u n emtr ello fuera de sentido), la fotografía sólo pue-
vestido de tal esquía. de significar (tender a una generalidad)
Todas estas sorpresas obedecen a un princi adoptando una máscara. Es la palabra que
pio de desafío (es por ello que me son ajenas): co�vioo
emplea Calvino para designar lo que con-
el fotógrafo, como un acróbaa, t debe desafi� vierte a un rostro en producto de una socie-
las leyes de Jo probable e incluso de lo post dad y de su historia. Asf ocurre con el retra-
ble; en último término, debe desafiar las leyes to de William Casby, fotografiado por Ri-
de lo interesante: la foto se hace «Sorprenden chard Avedon: la esencia de la esclavitud se
te» a partir del momento en que no se sabe encuentra aquí al desnudo: la máscara es el
por qué ha sido tomada; ¿qué motivo puede sentido, en tanto que absolutamente puro (tal
haber, y qué interés, para fotografiar un des como estaba en el teatro antiguo). Es por ello
nudo a contraluz en el hueco de una puerta, la que los grandes retratistas son grandes mitó-
parte delantera de un viéjo auto sobre la hier logos: Nadar (la burguesía francesa), Sander
ba, un carguero atracado, dos bancos en una (los alemanes de la Alemania prenazi), Ave-
pradera, unas nalgas de mujer ante una venta don (la high-class neoyorquina).
na rústica, un huevo sobre un vientre desnudo La máscara es sin embargo la región difícil
(
(fotos premiadas en un concurso de afi�iona de la Fotografía. La sociedad según
parece.
dos)? En un primer tiempo, la Fotografta, pa desconfía del sentido ptrro: quiere sentido,
ra sorprender, fotografía lo notable; pero muy pero quiere al mismo tiempo que este sent
ido
pronto. por una reacción conocida, d�creta esté rodeado por un ruido (como
se dice en
noable
t lo que ella misma fotografta. El cibernética) que lo haga menos agudo.
Por
«cualquier cosa» se convierte entonces en el esto la foto cuyo sentido (no digo
efecto) es
colmo sotisticado del valor. demasiado impresivo es rápidamente
aparta
da; se la consume estéticamente, y no polí
ti-
68 69
camente. La Fotografía de la Máscara es en
efecto suficientemente crítica como para in
quietar (en 1934 los nazis censuraron a San
der porque sus <<rostros del tiempo» no res
pondían al arquetipo nazi de la raza), pero
por otra parte es demasiado discreta (o dema
siado «distinguida») para constituir verdade
ramente una crítica social eficaz, por lo me
nos según las exigencias del militantismo:
¿qué ciencia comprometida reconocía el ni te
rés de la fisiognomonía? La aptitud para per
cibir el sentido, sea político o moral, de un
rostro, ¿no es acaso en sí misma una desvia
ción de clase? Y todavía es decir demasiado:
el Notario de Sander está impregnado de im
portancia y de rigidez, su Ujier de afirmación
y de brutalidad, pero jamás un notario o un
ujier habrían podido leer estos signos. Como
..
distancia, la mirada social se sirve de una es
I(Lt1 máscara <'S el ,\'Cill;do.
tética refinada que la convierte en vana: sólo
m tonto que a/JsiJIItlamentepum •
hay crítica en aquellos que son ya aptos para
la crítica. Este callejón sin salida es un poco
el de Brecht: fue hostil a la fotografía en ra (
ZÓn (decía él) de la debilidad de su poder crí
tico; pero su teatro mismo nunca ha podido
ser políticamente eficaz a causa de su sutili
dad y su calidad estética.
Riohard A\•tJon: Wi/limu Ca�;hy. ttaddo ttst /m ti. /963.
71
Si exceptuamos el ámbito de la Publici
dad, en el que el sentido sólo debe ser claro
y distinto en razón de su naturaleza mercan
til, la semiología de la Fotografía se limita
pues a los resultados admirables de unos po
cos retratistas. Para el resto, para las «buenas
fotos» corrientes, todo lo mejor que pode
mos decir de ellas es que el nhjeto hahla,
que induce, vagamente, a pensar. Y aún: in
cluso esto corre el riesgo de ser olfateado co
mo peligroso. En último tém1ino. nada de
sentido en absoluto, es más seguro: los re
dactores de Lije rechazaron las fotos de Ker
tész, a su llegada a Estados Unidos en 1937,
porque, dij�ron ellos, sus in1ágenes «habla
ban demasiado»; hacían reflexionar, suge
rían un sentido -otro sentido que la letra-.
En el fondo la Fotografía es subversiva, y no
cuando asusta, trastorna o incluso estigmati
za, sino cuando es pensativa.
..
Un caserón, un porche con sombra, unas
tejas, una decoración árabe deslucida, un
Au,gu t San<lcr: Nowr;u (JXlf n>rtesf:t de 111 Sander G�1llcr
y.
Washing:UH1), hombre sentado apoyado contra el muro, una
73
calle desierta, un árbol mediterráneo (Al
hambra, de Charles Clifford): esta fotografía
antigua (1854) me impresiona: es que, ni
más ni menos, tengo ganas de vivir allí. Es
tas ganas se sumergen en mí hasta una pro
fundidad y por medio de unas raíces que
desconozco: ¿calor del clima? ¿Mito medite
rráneo, apolinismo? ¿Desheredamiento?
¿Jubilación? ¿Anonimato? ¿Nobleza? Sea lo
que fuera (de mí mismo, de mis móviles, de
mi fantasma), tengo ganas de vivir allí, con
tenuidad, y esta tenuidad jamás la foto de tu
rismo puede satisfacerla. Para mí, las foto
grafías de paisajes (urbanos o campesinos)
deben ser habitables, y no visitables. Este
deseo de habiación,
t si lo observo a fondo en
mí mismo, no es ni onírico (no sueño con un
lugar extravagante) ni empírico (no intento
comprar una casa a partir de las vistas de un
prospecto de agencia inmobiliaria); es fan
tasmático, deriva de una especie de videncia
que parece impulsarme hacia adelante, hacia «Es al/(da11de quí.flua IIÍI•ir. .•
.
74
eswviese seguro de haber estado en ellos o énfasis es una fuerza de cohesión): ningún
de tener que ir. Freud dice del cuerpo mater dual, ningún indirecto, ninguna disturbancia.
no que «no hay ningún otro Jugar del que se La Fotografía uoaria tiene todo lo que sere
pueda decir con tanta certidumbre que se ha quiere para ser trivial, siendo la «unidad» de
Chev�r· estado ya en él.>>. Tal sería entonces la esen la composición la primera regla de la retóri
Thib;tudr:au
cia del paisaje (elegido por el deseo): heim ca vulgar (y especialmente escolar): «El te
.
lich, despertando en mí la Madre (en modo
alguno inquietante)
ma, dice unconsejo dirigido a los aficiona
dos a la fotografía, debe ser simple, libre de
accesorios inútiles; esto tiene un nombre:
búsqueda de unidad».
17 Las fotos de reportaje son muy a menudo
fotografías unarias (la foto unaria no es nece
Habiendo de este modo pasado revista a sariamente apacible). Nada de punctum en
los imereses serios que despertaban en mí esas imágenes: choque sí -la letra puede trau
ciertas fotos, me parecía constatar que el stll matizar-, pero nada de trastorno; la foto pue
dium, mientras no sea atravesado, fustigado, de «gritar», nunca herir. Esas fotos de repor
,
rayado por un detalle (punctum) que me
atrae o me lastima engendraba un tipo de fo
to muy difundido (el más difundido del mun
taje son recibidas (de una sola vez), es todo.
Las hojeo, no Las rememoro; jamás un detalle
(en tal o tal rincón) acude a interrumpir mi
do) que podríamos llamarjotograjíc1 unaria. lectura: me intereso por ellas (igual que me
En la gramática generativa, una tnnsfo¡ma intereso por el mundo), pero no me gustan.
ción es unaria cuando a través de ella una so
la sucesión es generada por la base: así son
Otra foto unaria es la foto pornográfica
(no digo erótica: lo erótico es pornografía al (
1
las transfom1aciones: pasiva, negativa. inte terada, fisurada). Nada más homogéneo que
rrogativa y enfática. La Fotografía es unaria una fotografía pornográfica. Es una foto
cuando transforma enfáticamente la «reali siempre ingenua, sin intención y sin cálculo.
dad» sin desdoblarla, sin hacerla vacilar (el Como un escaparate que sólo mostrase, Hu-
76 77
minado, una sola joya; la fotografía pomo Wessing fotografió los soldados nicaragüen
gráfica está enteramente constituida por la ses; desde el punto de vista de la realidad (que
presentación de una sola cosa, el sexo: jamás es quizás el del Operator), toda una causali
un objeto secundario, intempestivo, que apa dad explica la presencia del «detalle»: la Igle
rezca tapando a medias, retrasando o distra sia está implantada en esos países de América
yendo. Prueba a contrario: Mapplethorpe Latina, las monjas son enfermeras, las dejan
hace pasar sus grandes planos de sexos de lo circular, etcétera; pero, d·esde mi punto de vis
pornográfico a lo erótico fotografiando de ta de Spectato1; el detalle es dado por suerte y
muy cerca las mallas del slip: la foto ya no gratuitamente; el cuadro no tiene nada de
es unaria, puesto que me intereso por la ru «compuesto» según w1a lógica creativa; la fo
gosidad del tejido. to es sin duda dual, pero dicha dualidad no es
el móvil de ningún «desarrollo>>, como ocurre
en el discurso clásico. Para percibir el punc
18 tum ningún análisis me sería, pues, útil (aun
(
me punza). 19
No es posible establecer una regla de enla
ce entre el stadium y el punctum (cuando se Muy a menudo, el pu.nctum es un «deta
encuentra allí). Se trata de una copresencia, es lle», es decir, un objeto parcial. Asimismo,
todo lo que se puede decir: las monjas «Se en dar ejemplos de punctum es, en cierto modo,
contraban allí», pasando por el fondo, cuando entregarme.
78 79
He aquí una familia negra norteamericana,
fotografiada en 1926 por James Van der Zee.
El srudium es claro: me intereso con simpa
tía, como buen sujeto cultural, por lo que
dice la foto, pues habla (se trata de una «bue
na» foto): expresa la respetabilidad, el fami
liarismo, el conformismo, el endomjnga
miento, un esfuerzo de promoción social pa
ra engalanarse con los atributos del blanco
(esfuerzo conmovedor de tan ingenuo). El
espectáculo me interesa, pero no me «pun
za». Lo que me punza, es curioso decirlo, es
el enorme cinturón de la hermana (o de la hi
ja) -oh negra nodriza-, sus brazos cruzados
detrás de la espalda a la manera de las esco
lares, y sobre todo sus zapatos con tiras
(¿por qué una antigualla tan remota me im
presiona? Quiero decir: ¿a qué época me re
mite?). Ese punctum mueve en mí una gran
benevolencia, casi ternura. No obstante, el
(
punctum no hace acepción de moral o de
buen gusto; el punctum puede ser maleduca
do. William Klein ha fotografiado a los clú \
quillos de un barrio italiano de Nueva York
Los :a¡xuos co11 tira.f.
( 1954); es conmovedor, divertido. pero lo
que yo veo con obstinación son los dientes
estropeados del muchachito. Kertész hizo en lMlC) Van der z�: Rf!lm/Q de.·familia. 1926.
80
1926 un retrato de Tzara joven (con un mo
nóculo); pero lo que observo, gracias a ese
suplemento de vista que es algo así como el
don, la gracia del punctum, es la mano de
Tzara puesta sobre el marco de la puerta:
mano grande de uñas poco limpias.
Por fulgurante que sea, el punctum tiene,
más o menos virtualmente, una fuerza de ex
pansión. Esta fuerza es a menudo metoními
ca. Existe una fotografía de Kertész ( 1921)
que representa un modesto violinista cínga
ro, ciego, conducido por un chiquillo; ahora
bien, lo que yo veo, a través de este «Ojo que
piensa» y me hace añadir algo a la foto, es la
calzada de tierra batida; la rugosidad de esta
calzada terrosa me produce la certidumbre
«Lo que yo \'CO con obstinoci6n de estar en Europa central; percibo el refe
rente (aquí la fotografía se sobrepasa real
so11 los dientes esTropeados
del muchachito. .• .
mente a sí misma: ¿no es acaso la única
prueba de su arte? ¿Anularse como medium,
no ser ya un signo, sino la cosa misma?), re
conozco con mi cuerpo entero las aldeas por
donde pasé en el curso de antiguos viajes por
Hungría y Rumania. 1
Existe otra expansión del punctum (menos
proustiana): cuando, paradoja, aunque per
William Klein: El btlfrio 1tulialfó. Nueva YOtt. 19$4.
maneciendo como «detalle», llena toda la fo-
83
tografía. Duane Michals ha fotografiado a
Andy Warhol: retrato provocativo, ya que en
él Warhol se tapa la cara con las dos manos.
No tengo ningún deseo de comentar intelec
tualmente este juego de escondite (esto es
Studium); pues, para mí, Andy Warhol no es
conde nada; me da a leer abiertamente sus
manos; y el punctwn no es eJ gesto, es la ma
teria algo repulsiva de esas uñas espatuladas,
suaves y contorneadas al mismo tiempo.
20
85
contraste, deseado (por no decir acentuado), provocado en mí un pequeño estremecimien
no produce en mi ningún efecto (sino, inclu to, un saLOri. el paso de un vacío (importa po
so, cierta irritación). Así el detalle que me in co que el referente sea irrisorio). Cosa curio
teresa no es, o por lo menos no rigurosamen sa: el gesto virtuoso que se apodera de las fo
86 87
estella
r en el cristal del texto o de la foto: ni el
Haikú ni la Foto hacen «Soñar».
En la experiencia de Ombredane, los ne
gros sólo ven en la pantalla la gallina minús
cula que en un rincón cruza por la plaza del
pueblo. Tampoco yo, de Jos dos menores dis
minuidos de una institución de Nueva Jersey
(fotografiados en 1924 por Lewis H. Hine),
veo apenas las cabezas monstruosas y los per
files lamentables (esto forma parte del sw
dium); lo que veo, al igual que los negros de
Ombr-edane, es el detalle descentrado, el in
menso cuello a lo Danton del chiquillo, el
dedil en el dedo de la chica; soy un salvaje, un
n.iño -o un maniaco-; olvido todo saber, toda
cultura, me abstengo de heredar otra m.irada.
�Yo separo tOllO so/Jet;
tOlla culwra. lo que l'I!O
es el inmenso cuello a lo Doman del chit¡uillo.
..
88
de Brazza; esto gesto incongruente posee to
das las cualidades para atraer mi mirada, pa
ra constitujr un punctum. Y, sin embargo, no
lo es; pues cifro inmediatamente, lo quiera o
no, esa postura como <<descocada>> (para mí,
el punctum son los brazos cruzados del se
gundo grumete). Lo que puedo nombrar no
puede realmente punzanne. La incapacidad
de nombrar es un buen sí
ntoma de trastorno.
Mapplethorpe ha fotografiado a Bob Wilson
y Phil Glass. Bob Wilson me subyuga, pero
no consigo decir por qué, es decir, dónde:
¿es acaso la mirada, la piel, la posición de las
manos, las zapatillas de básquet? El efecto
es seguro, pero ilocalizable, no encuentra su
signo, su nombre; es tajante, y sin embargo
recala en una zona incierta de mí mismo; es
agudo y reprimido, grita en silencio. Curiosa
contradicción: es un fogonazo que flota.
Nada de extraño, entonces, en que a veces,
a pesar de su nitidez, sólo aparezca después,
cuando. estando la foto lejos de mi vista,
pienso en ella de nuevo. Sucede algunas ve
ces que puedo conocer mejor una foto que
recuerdo que otra que estoy viendo, como si «Para mí. el punctum son los bm:os cru:ados
del segwrdo grumete'''
la visión directa orientase mal el lenguaje,
induciéndolo a un esfuerzo de descripción Nadnr: Sm·m-snnu de• Bm;za, 1882 (@
Arch, l'hot. Parfs ¡ S.P.A.D.E.M.).
90
..
92 93
torias son una fonna de cerrar los ojos». La creo; no me deja tiempo: ante la pantalla no
fotografía debe ser silenciosa (hay fotos es soy libre de cerrar los ojos; sino, al abrirlos
truendosas, no me gustan): no se trata de una otra vez no volvería a encontrar la misma
cuestión de «discreción», sino de la música. imagen; estoy sujeto a una continua voraci
La subjetividad absoluta sólo se consigue dad; una multitud de otras cualidades, pero
mediante un estado, un esfuerzo de silencio nada de pensmividad; de ahí, para mí, el in
(cerrar los ojos es hacer hablar la imagen en terés del fotograma.
el silencio). La foto me conmueve si la reti Sin embargo, el Cine tiene un interés que
ro de su charloteo ordinario: «Técnica», a primera vista la Fotografía no tiene: la pan
«Realidad», «Reportaje», «Arte11, etcétera: talla (tal como observa Bazin) no es un mar
no decir nada, cerrar los ojos, dejar subir só co, sino un escondite; el personaje que se sa
lo el detalle hasta la conciencia afectiva. le de ella sigue viviendo: un «campo ciego»
dobla sin cesar la visión parcial. Ahora bien,
ante millares de fotos, incluidas aquellas que
23 poseen un buen studium, no siento ningún
campo ciego: todo lo que ocurre en el inte
Una última cosa sobre el punctum: tanto si rior del marco muere totalmente una vez
se distingue como si no, es un suplemento: franqueado este mismo marco. Cuando se
es lo que añado a la foto y que sin embargo define la Foto como una imagen inmóvil, no
está ya en ella. A los dos chiquillos subnor se quiere sólo decir que los personajes que
males de Lewis H. Hine no les añado en mo aquélla representa no se mueven; quiere de
do alguno la degeneración del perfil: la codi cir que no se salen: están anestesiados y cla
ficación lo expresa antes que yo, toma mi vados, como las mariposas. No obstante,
sitio, me impide hablar; lo que yo añado -y desde el momento en que hay pwzctum, se
que, desde luego, se encuentra ya en la ima crea (se intuye) un campo ciego: a causa de
gen- es el cuello, el vendaje. ¿Es que acaso su collar redondo. la negra endomingada ha
en el cine añado algo a la imagen? -No lo tenido, para mí, una vida exterior a su retra-
94 95
to; Bob WiJson, dotado de un puncwm iloca
lizable, me da ganas de conocerlo. He aquí a
la reina Victoria fotografiada (en 1863) por
George W. Wilson; está a caballo, cubriendo
dignamente con su falda la grupa del animal
(esto es el interés histórico, el srudium); pe
ro junto a ella, atrayendo mi mirada, un ayu
dante escocés con falda tiene cogidas las
riendas de la montura: es el puru:wm; pues,
aunque no conozca exactament·e el estamen
to sociaJ de este escocés (¿doméstico? ¿ca
ballerizo?), deduzco bien su función: vigilar
la docilidad del animaJ: ¿y si se pusiese de
pronto a caracolear? ¿Qué sucedería con la
falda de la reina, es decir, con su majestad?
El pu11ctllm. fantasmáticamente, hace saJir aJ
personaje victoriano (es del caso decirlo) de
la fotografía, proporciona a esa foto un cam
po ciego.
('(La rrdno Vit'I<Jriu, cm·t·nte de 1oda l'Stéiica ... »
(lli1;�inio Woo(f)
La presencia (la dinámica) de este campo
ciego es, me parece, lo que distingue la foto
erótica de la foto pornográfica. La pornogra
fía representa ordinariamente el sexo, hace
de él un objeto inmóvil (un fetiche), incensa
do como un dios que no se sale de su horna
96 97
(y aun: el tedio aparece pronto). La foto eró
tica, por el contrario (ésta es su condición
propia). no hace del sexo un objeto central;
puede perfectamente no mostrarlo; arrastra
al espectador fuera de su marco, y es así co
mo animo la foto y ella me anima a mí. El
punctum es entonces una especie de sutil
más-allá-del-campo, como si la imagen lan
zase el deseo más allá de lo que ella misma
muestra: no tan sólo hacia «el resto» de la
desnudez. ni hacia el fantasma de una prác
tica, sino hacia la excelencia absoluta de un
ser, alma y cuerpo mezclados. Este mucha
cho del brazo extendido y sonrisa radiante,
aunque su belleza no sea en modo alguno
académica y esté medio salido de la foto, de
portado al extremo hacia un lado del marco.
encama una especie de erotismo alegre; la
. .la mauo en su .�rado óp1inw 1h! ctbt'rtura.
« foto me induce a distinguir el deseo pesado.
en su densidad de abandano
.
·''
. .
el de la pornografía, del deseo ligero, del
buen deseo, el del erotismo; después de todo,
quizá se trate de una cuestión de «Suerte»: la
fotografía ha captado la mano del muchacho
(el mismo Mapplethorpe, creo) en su grado
óptimo de abertura, en su densidad de aban
dono: algunos milímetros de más o de menos
Roben �tapplelhofpc: Mudwcho cl<'l bra:t• t.ttt•tklido. y el cuerpo intuido no se hubiese ofrecido de
99
forma tan condescendiente (el cuerpo porno
11
gráfico, compacto. se muestra, no se da, no
hay ninguna generosidad en él): la Fotogra
fía ha encontrado ef huen momento, el kairós
del deseo.
24
100
25
�
que, por esa fatalida que constituye uno de
los rasgos más atroc9S del duelo, por mucho
que consultase las i flágenes,
r no podría nun
ca más recordar sus rasgos (traerlos a mi
mente). No, lo que yo quería era, según el
deseo de Valéry a la muerte de su madre,
Vattry.
«escribir una pequeña obra sobre ella, para �.51
mí solo» (quizás un día la escriba, con el fin
de que, impresa, su memoria dure por lo me
nos el tiempo de mi propia notoriedad). Ade
más, no puedo decir que esas fotos de ella
que yo guardaba me gustasen, si exceptua
mos la que había publicado, aquella en la
que se ve a mi madre, de joven, caminando
por una playa de Las Landas y en la que «re-
103
ción se desvía entonces de ella hacia el acce-
conocí» su modo de andar, su salud, su res •
...
,
106 107
mente física, la huella fotográfica de un co ella, buscando la verdad del rostro que yo
lor, el verdiazul de sus pupilas. Pero esta luz había amado. Y la descubrí.
era ya en sí una especie de mediación que La fotografía era muy antigua. Encartona
me conducía hacia una identidad esencial, el da, las esquinas comidas, de un color sepia
genio del rostro amado. Y además, por im descolorido, en ella había apenas dos niños
perfectas que fuesen, cada una de esas fotos de pie formando grupo junto a un pequeño
manifestaba el sentimiento justo que mi ma puente de madera en un Invernadero con te
dre había debido experimentar cada vez que cho de cristal. Mi madre tenía entonces cin
se había «dejado» fotografiar: mi madre «Se co ru1os ( 1898), su hermano tenía siete. Éste
prestaba» a la fotografía, temiendo que su apoyaba su espalda co�tra la balaustrada del
rechazo pudiese ser considerado como «acti puente, sob�X_ la cual h bía exte�dido el bra
�
tud»: superaba esta adversidad de situarse e . mas pequena, estaba de
zo; ella, masl JOS,
ante el objetivo (acto inevitable) con discre frente; se podía\adivinar qué el fotógrafo le
ción (pero sin nada de la teatralidad contraí había dicho: «Avanza un poco. que se te
da a base de humildad o de enfurruñamien vea»; había juntado las manos, la una cogía
to); pues sabía sustituir siempre un valor mo la otra por un dedo, tal como acostumbran a
ral por un valor superior, un valor civil. Ella hacer los niños, con un gesto torpe. El her
no se debatía con su imagen, tal como yo ha mano y la hermana, unidos entre sí, como yo
go con la mía: ella no se suponía. sabía, por la desunión de sus padres, que a
poco t·icmpo después se divorciarían, habfan
posado uno al lado de otro, solos, en la aber
28 tura de follaje y de palmas del invernadero
(era la casa en que había nacido mi madre,
Así iba yo mirando, solo en el apartamen en Chennev ieres-sur-Marne).
to donde ella acababa de morir, bajo la lám Observé a la niña y reencontré por fin a mi
para. una a una, esas fotos de mi madre. vol madre. La claridad de su rostro. la ingenua
viendo atrás poco a poco en el tiempo con posición de sus manos, el sitio que había to-
108 109
roado dócilmente, sin mostrarse ni esconder
se, y por último su expresión, que la diferen
ciaba como el Bien del Mal de la niña histé
rica, de la muñeca melindrosa que juega a pa
pás y mamás, todo esto conformaba la ima
gen de una inocencia soberana (si se quiere
tomar esta palabra según su etimología, que
es «no sé hacer daño»), todo esto había con
vertido la pose fotogr�n aquella parado
ja insostenible que toda su vi.da había soste
nido: la afirmación de una dulzura. En esa
imagen de niña yo veía la bondad que había
formado su ser enseguida y para siempre sin
haberla heredado de nadie; ¿cómo aquella
bondad pudo salir de padres imperfectos que
la amaron mal. en resumidas cuentas de una
familia? Su bondad estaba precisamente fue
ra de juego, no pertenecía a ningún sistema,
elforógrafo más grande del mmu/o? moral (evangélica, por ejemplo); nada podría
-Nadar�'� definirla mejor que ese rasgo (entre otros):
nunca, en toda nuestra vida en común, nunca
me hizo una sola «obserservación». Esta cir
cunstancia extrema y paiiicular, tan abstracta
en relación con una imagen. estaba no obs
tante presente en el rostro que tenía en la fo
N:lllar. Modfl' o mwju dd tmina (Arctl. l'bot. P•ri> 1 S.P.A.O.E.M.� tografía que yo acababa de encontrar. <<Nin-
l lO 111
guna imagen justa, justo una imagen», dice podría expresar esta concordancia mediante
Jean-Luc Godard. Pero mi pesadumbre pedía una sucesión infinita de adjetivos; me los
una imagen justa, una imagen que fuese al ahorro. convencido no obstante de que esta
mismo tiempo justicia y justeza: justo una fotografía reunía todos los predicados posi
imagen pero una imagen justa. Tal era para bles que constituían la esencia de mi madre,
mf la fotografía del Invernadero. y cuya supresión o alteración parcial. inver
Por una vez la fotografía me daba un sen samente, me había remitido a las fotos de
timiento tan seguro como el recuerdo, tal co ella que me habían dejado insatisfecho.
mo sintió Proust cuando, agachándose un día Aquellas fotos, que la fenomenología llama
para descalzarse, percibió en su memoria el ría objetos «Cualesquiera», no eran más que
rostro de su abuela de verdad. «cuya realidad analógicas, suscitando tan sólo su identidad,
viviente volví a encontrar por vez primera en no su vpdad; pero la Fot.ografía del lnvcma
Pml.i'Ot, un recuerdo involuntario y completo». El os dero, en cambio. era perfectamente esencial.
\ol. 11.
p. 756 curo fotógrafo de Chennevieres-sur-Mame certifidaba para mí, utópicameme, la ciencia
había sido el mediador de una verdad, al imposible del ser único.
igual que Nadar dando de su madre (o de su
mujer, no se sabe) una de las más bellas Fo
tos del mundo; había producido una foto su 29
rerogatoria, que ofrecía más de lo que cabía
esperar de la esencia técnica de la fotografía. No podía por más tiempo omitir ele mi re
O también (pues intento enunciar esta ver flexión lo que sigue: que había descubierto
dad), esa Fotografía del Invernadero consti esa foto remont<1ndome en el Tiempo. Los
ruía para mí algo así como las últimas notas griegos penetraban en la Muerte andando ha
que escribiese Schumann antes de hundi se.
r cia atrás: tenían ante ellos el pasado. Así he
ese primer Cama del Alba que concuerda a remontado yo toda uoa vida, no la mía, sino la
la vez con la esencia de mi madre y con la de aquel la a quien yo amaba. Partiendo de su
tristeza que su muerte produce en mí; sólo última imagen, tomada el verano anterior a su
1 12 1 13
muerte (tan extenuada, tan noble, sentada an convertí a nada; en cierto sentido, nunca le
te la puerta de nuestra casa, rodeada de mis «hablé>>, nunca «discurrí» ante ella, para ella;
amigos), Uegué, remontando tres cuattos de pensábamos sin confesárnoslo que la ligera
siglo, a la imagen de una niña. Desde luego, insignificancia del lenguaje, la suspensión de
la perdía entonces dos veces, en su fatiga final las imágenes debía ser el espacio propio del
y en su primera foto, que era para mí la úlli amor, su música. EIJa, tan fuerte. que consti
ma: pero también era entonces cuando todo tuía mi Ley interior, yo la vivía para acabar
basculaba y la podía reecontrar por fm tal co como si fuese mi niña. Resolvía así, a mi ma
mo ella era en sí misma. . . nera, la Muerte. Si, tal como han dicho tantos
Ese movimiento de la Foto (del ordena fil(\sofos, la Muerte es la dura victoria de la
miento de las fotos) lo he vivido en la reali espéCie. si lo particular muere para satisfacer
Morin,
dad. Al final de su vida, poco tiempo antes lo universal, si, después de haberse reprodu p.281
del momento en que miré sus fotograffas y cido como otro que sí mismo, el individuo
descubrí la Foto del Invernadero, mi madre muere, habiéndose así negado y sobrepasado,
estaba débil, muy débil. Yo vivía en su debi yo, que no había proceado.
r había engendra
lidad (me era imposible participar en un mun do en su misma enfermedad a mi madre.
do de fuerza, salir por la noche, toda munda Muerta eiJa, yo ya no tenia razón alguna para
nidad me horrorizaba). Durante su enferme seguir la marcha de lo Viviente superior (la
dad yo la cuidaba, le daba el tazón de té que especie). Mi particularidad ya no podría nun
a ella le gustaba porque podía beber más có ca más universalizarse (a no ser, utópicamen
modamente en él que en una taza, se había te, por medio de la escritura, cuyo proyecto
convertido en mi niña, identificándose para debía convertirse desde entonces en la única
mí con la criatura esencial que era en su pri finalidad de mi vida). Ya· no podía esperar
mera foto. En Brecht, por una inversión que más que mi muerte total, indialéctica.
en otro tiempo admiré mucho, es el hijo quien Esto es lo que yo leía en la Fotografía del
educa (políticamente) a la madre; sin embar Invernadero.
go, a mi madre yo nunca la eduqué, nunca la
1 14 1 15
30 no puedo constituir en modo alguno el obje
to visible de una ciencia; no puede funda
Algo así como una esencia de la Fotogra mentar objetividad alguna, en el sentido po
fía flotaba en aquella foto en particular. Deci sitivo del término; a lo sumo podría interesar
dí entonces «sacar» toda la Fotografía (su a vuestro studium: época, vestidos, foroge
«naturaleza») de la única foto que existía se nia; no abriría en vosotros herida alguna).
guramente para mí y tomarla en cierto modo
como guía de mi última búsqueda. Todas las
fotografías del mundo fom1aban un Labe 31
rinto. Yo sabía que en el centro de ese La \
berinto sólo encontraría esa única foto, veri A!..comienzo me había fijado un principio:
ficándose la frase de Nietzsche: «Un hombre no reducir jamás el sujeto que yo era, frente
laberíntico jamás busca la verdad, sino única a ciertas fotos. al svcius desencarnado, desa
mente su Ariadna». La Foto del [nvemadero fectado, de que se ocupa la ciencia. Este
era mi Ariadna, no tanto porque me permiti principio me obligaba a «olvidar» dos insti
ría descubrir algo secreto (monstruo o teso tuciones: la Familia, la Madre.
ro), sino porque me diría de qué estaba hecho Un desconocido me escribió: «Parece ser
ese hilo que me atraía hacia la Fotografía. que prepara usted un álbum sobre las Fotos
Había comprendido que de ahora en adelante de familia» (exlravagante progTeso del ru
sería preciso interrogar lo evidente de la Fo mor). No: ni álbum ni familia. Desde hace
tografía no ya desde el punto de vista del pla mucho tiempo, la familia era para mf mi ma
cer, sino en relación con lo que llamaríamos dre y, junto a mí, mi hermano; fuera de ellos
románticamente el amor y la muerte. nadie más (a no ser el recuerdo de los abue
(No puedo mostrar la Foto del Invernade los); ningún «primo», esa unidad tan necesa
ro. Esta Foto sólo existe para mí solo. Para ria para la constitución del grupo familiar.
vosotros sólo sería una foto indistinta, una de Por lo demás, cuánto me desagrada esa de
las mil manifestaciones de lo «Cualquiera»; terminación científica de tratar de familia
116 1 17
como si fuese únicamente un tejido de obli ductible: mi madre. Todos pretenden que mi
gaciones y de ritos: o bien se la codifica co pena es mayor debido a que viví toda mi vi
mo un grupo de pertenencia inmediata, o da con ella; pero mi pena proviene del hecho
bien se hace de ella un nudo de conflictos y de ser ella quien era; y es por ser ella quien
de inhibiciones. Diríase que nuestros sabios era por lo que viví con ella. A la Madre como
no pueden concebir que haya familias en la� Bien, ella había añadido la gracia de ser un
que las personas «Se amen». alma particular. Yo podía decir, igual que el
Y del mismo modo que no puedo reducir Narrador proustiano a la muerte de su abue
mi familia a la Familia, tampoco puedo redu la: «no me empeñaba sólo en sufrir, sino tam r•m\1"1,
VIII. fl.
cir mi madre a la Madre. Leyendo ciertos es b\én en respetar la originalidad de mi sufri 1'· 759
tudios generales veía que podían aplicarse de míentp»; pues esa originalidad era el reflejo
manera convincente a mi situación: comen de lo que en ella había de absolutamente irre
tando a Freud, Goux explica que el judaísmo ductible, y por ello mismo perdido de una
ha rechazado la imagen con el fin de ponerse vez para siempre. Suele decirse que, a través
a cubierto del peligro de adorar a la Madre; y de su labor progresiva, el duelo va borrando
que el cristianismo, al hacer posible la repre lentamente el dolor; no podía, no puedo
sentación de lo femenino materno, había ven creerlo; pues, para mí, el Tiempo elimina la
cido el rigor de la Ley en beneficio de lo bna emoción de la pérdida (no lloro), nada más.
ginario. Aunque procedente de una reHgión Para el resto, todo permanece inmóvil. Pues
sin imágenes en la que la Madre no es adora to que lo que he perdido no es una Figura (la
da (el protestantismo), pero formado sin du Madre), sino un ser; y tampoco un ser, sino
da culturalmente por el arte católico, ante la una cualidad (un alma): no lo indispensable,
Foto del Invernadero yo me abandonaba a la sino lo irremplazable. Yo podía vivir sin la
Imagen, a lo Imaginario. Podí
a, pues, com Madre (todos lo hacemos, más o menos tar
prender mi generalidad; pero, habiéndola de); pero l o que me quedaba de vida sería por
comprendido, huía implacablemente de ella. descontado y hasta el final incalificable (sin
En la Madre había un núcleo radiante, irre- cualidad).
1 18 119
32 puede tingir la realidad sin haberla visto. El
discurso combina unos signos que tienen des
Lo que había observado al principio, de de luego unos referentes, pero dichos referen
f01ma separada, a guisa de método. y que tes pueden ser y son a menudo «quimeras)).
consistía en que toda foto es de algún modo Contrariamente a estas imitaciones, nunca
conatural con su referente, lo descubrí ahora puedo negar en la Fotograffa que la cosa ha
de nuevo, como algo nuevo, debería decirlo ya estado allí. Hay una doble posición con
así, arrebatado por la verdad de la imagen. junta: de realidad y de pasado. Y puesto que
Así, pues, desde aquel momento debía con tal imperativo sólo existe por sí mismo, debe
sentir la mezcla de dos voces: la de la trivia mos considerarlo por reducción como la esen
lidad (decir lo que todo el mundo ve y sabe) cia misma, el noema de la Fotografía. Lo que
y la de la singularidad (hacer emerger dicha intencionalizo en una foto (no hablemos toda
trivialidad del ímpetu de una emoción que vía del cine) no es ni el Arte, nj la Comunica
sólo me pertenecía a mí). Era como si inda ción, es la Referencia, que es el orden funda
gase la naturaleza de un verbo que no tuvie dor de la Fotografía.
se infinitivo y que sólo se pudiese encontrar El nombre del noema de la Fotografía se
provisto de un tiempo y de un modo. rá pues: «Esto ha sidO>>, o también: lo Intra
Era preciso ante todo concebir, y por consi table. En latín (pedantería necesaria ya que
guiente, si fuera posible, decir (incluso si se aclara ciertos matices), esto se expresaría sin
trataba de una cosa sencilla) en qué se dife duda así: <<inte1juit«: lo que veo se ha encon
renciaba el Referente de la Fotografía del de trado allí, en ese lugar que se extiende entre
los otros sistemas de representación. Llmno el infinito y el sujeto (operator o spectator);
«referente fotográfico» no a la cosa facultati ha estado allí, y sin embargo ha sido inme
vamente real a que remite una imagen o un diatamente separado; ha estado absoluta,
si!!llo, sino a la cosa necesariamente real que irrecusablemente presente. y sin embargo di
h;sido colocada ante el objetivo y sin la cual ferido ya. Todo esto es Jo que quiere decir el
no habría fotografía. La pintura, por su pa1te, verbo intersum.
120 121
Puede que en la marejada cotidiana de las pose; incluso si el tiempo ha sido de una mi
fotos, las mil fonnas de interés que parecen llonésima de segundo (la goa t de leche de H.
suscitar, el noema «Esto ha sido» no sea re D. Edgerton), ha habido siempre pose, pues
primido (un noema nunca puede serlo). pero la pose no es, no constituye aquí una actitud
sí vivido con indiferencia, como un rasgo del blanco, como tampoco es una técnica del
que cae de sti peso. La Foto del Invernadero Operator, sino el término de una «intención»
acababa de despertarme de dicha indiferen de lectura: al mirar una foto incluyo fatal
cia. Siguiendo un orden paradójico, puesto mente en mi mirada el pensamiento de aquel
que normalmente nos aseguramos de las co instante, por breve que fuese, en que una co
sas antes de declararlas «verdaderas», bajo sa real se encontró ante el ojo. Imputo la in
el efecto de una experiencia nueva, la de la movilidad de la foto presente a la toma pasa
intensidad, yo había inducido de la verdad da, y esta detención es lo que constituye la
de la imagen la realidad de su origen; había pose. Ello explica por qué el noema de la Fo
confundido verdad y realidad en una emo tografía se altera cuando esta Fotografía se
ción única, y en ello situaba yo de ahora en anima y se convierte en cine: en la Foto algo
adelante la naturaleza �1 genio- de la Foto se ha posado ante el pequeño agujero que
grafía, puesto que ningún retrato pintado, dándose en él para siempre (por lo menos és
aun suponiendo que me pareciese «verdade te es mi sentimiento): pero en el cine, algo ha
ro», podía demostrarme que su referente ha pasado ante ese agujero: la pose es arrebata
bfa existido realmente. da y negada por la sucesión continua de las
imágenes: es una fenomenología distinta, y
por lo tanto otro arte lo que empieza, aunque
33 derive del primero.
En la Fotografía la presencia de la cosa (en
Podía decirlo de otro modo: lo que funda cierto momento del pasado) nunca es metafó
menta la naturaleza de la Fotografía es la po rica; y por lo que respecta a Jos seres anima
se. Importa poco la duración física de dicha dos, su vida tampoco lo es, salvo cuando se
122 123
fotografían cadáveres; y aun así: si la fotogra pe! que desempeña, de suette que (esto es al
fía se convierte entonces en algo horrible es go que nunca experimentaré ante un cuadro)
porque certifica, por decirlo así, que el cadá jamás puedo ver o volver a ver en un filme a
ver es algo viviente, en tanto que t·adáver: es unos actores que sé que están muettos sin una
la imagen viviente de una cosa muerta. Pues especie de melancolía: la misma melancolía
la inmovilidad de la foto es como el resultado de la Fotograf
ía. (Experimento este mismo
de una confusión perve rsa entre dos concep sentimiento al escuchar la voz de los cantan
tos: lo Real y lo Viviente: atestiguando que el tes desaparecidos.) Pienso de nuevo en el re
objeto ha sido real, la foto induce subrepticia trato de William Casby, «nacido esclavo», fo
mente a creer que es viviente, a causa de ese tografiado por Avedon. Aquí el noema es in
señuelo que nos hace atribuir a lo Real un va tenso; ya que aquel a quien veo en el retrato
lor absolutamente superior, eterno; pero de ha sido esclavo: certifica que la esclavitud
portando ese real hacia el pasado («esto ha si existió, no muy lejana a nosotros; y Jo certifi
do>>), la foto sugiere que éste está ya muerto. ca no por medio de testimonios históricos. si
Por esto vale más decir que el rasgo inimita no mediante un nuevo orden de pruebas de al
ble de la Fotografía (su noema) es el hecho de gún modo experimentales, aunque se trate del
que alguien haya visto el referente (incluso si pasado, y ya no solamente inducidas: la prue
se trata de objetos) en carne y hueso, o inclu ba-según-Santo-Tomás-intentando-tocar-a!
so en persona. La Fotografía, además, empe Cristo-resucitado. Recuerdo haber guardado
zó, históricamente, como arte de la Persona: dmante mucho tiempo, recortada de una e
r
de su identidad, de su propiedad civil, de lo vista ilustrada, una fotografía -perdida al ca
que podríamos llamar, en todos los sentidos bo, como todas las cosas demasiado bien
de la expresión, la reserva del cuerpo. Aquí, guardadas- que representaba una venta de es
una vez más, desde un punto de vista fenome clavos: el amo, con sombrero, de pie: los es
nológico, el Cine comienza a diferir de la Fo clavos, con tapatTabos. sentados. Digo efecti
tografía; pues el cine (ficcional) mezcla dos vamente: una fotografía, y no un grabado:
poses: el «esto-ha-sido» del actor y el del pa- pues mi horror y mi fascinación de niño pro-
124 125
venían de esto: era seguro que aquello había ne a impresionarme al igual que Jos rayos di
sido: nada tenía que ver con la exactitud, sino feridos de una estreUa. Una especie de cor
con la realidad: el historiador no era ya el me dón umbilical une el cuerpo de la cosa foto
diador, la esclavitud nos venía dada sin me grafiada a mi mirada: la luz, aunque impal
diación, el hecho aparecía establecido sin mé pable, es aquí un medio camal, una piel que
todo. comparto con aquel o aqueUa que han sido
fotografiados.
Parece ser que en latfu «fotografía» se di
34 ría: <<imago lucís opera expressa»; es decir:
imagen revelada, «salida», «elevada», «ex
Suele decirse que fueron los pintores quie primida» (como el zumo de un limón) por la
nes inventaron la Fotografía (transmitiéndo acción de la luz. Y si la Fotografía perrene
le el encuadre, la perspectiva albeniniana y ciese a un mundo que fuese todavía algo sen
la óptica de la camera obscura). Yo afirmo: sible al mito, no podríamos dejar de exultar
no, fueron los químicos. Ya que el noema ante la riqueza del símbolo: el cuerpo amado
«Esto ha sido» sólo fue posible el día en que es inmortalizado por mediación de un metal
una circunstancia científica (el descubri precioso, la plata (monumento y lujo); a lo
miento de la sensibilidad a la luz de los ha cual habría que añadir la idea de que este
luros de plata) permitió captar e imprimir di metal, como todos los metales de la Alqui
rectamente los rayos luminosos emitidos por mia, es viviente.
un objeto iluminado de modo diverso. La fo Es quizá por el hecho de que me encanta (o
to es literalmente una emanación del refe me ensombrece) saber que la cosa de otro
tiempo tocó realmente con sus radiaciones in
1
rente. De un cuerpo real, que se encontraba
allí, han salido unas radiaciones que vienen mediatas (sus luminancias) la superficie que a
a impresionarme a mí, que me encuentro suvez toca hoy mi mirada, por lo que no me
aquí: importa poco el tiempo que dura la
r
gusta demasiado el Color. En un daguerrotipo
transmisión; la foto del ser desaparecido vie- anónimo de 1843 se ve en forma de medallón
126 127
a un hombre y una mujer coloreados por el ra bien, éste es un efecto propiamente escan
miniaturista empleado en el aller
t del fotógra daloso. Cada vez la Fotografía me so1prende,
fo: siempre tengo la impresión (importa poco me produce una sorpresa que dura y se renue
Lo que suceda realmente} de que, del mismo va inagotablemente. Tal vez esa extrañeza,
modo, en toda fotografía el color es una capa esa obstinación, se sumerge en la susancia
t re
tijada ulteriormente sobre la verdad orig!nal ligiosa en la que he sido modelado; no hay na
del Blanco y Negro. El Color es para m1 un da que hacer: la Fotografía tiene algo que ver
postizo, un afeite (como aquellos que se les con la resurrección: ¿no podemos acaso decir
prodiga a los cadáveres). Puesto que lo � � �e de ella lo mismo que los bizantinos decím1 de
.
me importa no es la «vida» de la l·oto (noc10n la imagen de Cristo impresa en el Sudario de
puramente ideológica), sino la ce11cza de que Turin, que no estaba hecha por la mano del
el cuerpo fotografiado me toca con sus pro hombre, ac:heiropoietos?
pios rayos, y no con una luz sobreañadida. Tenemos ahora a unos soldados polacos
(De este modo, la Fotografía del Inverna descansando en plena campaña (Kertész,
dero, por descolorida que esté, es para mí el 1915); no tiene nada de extraordinario, salvo
tesoro de los rayos que emanaban de mi ma el hecho, que ninguna pintura realisa
t podría
dre siendo niña, de sus cabellos, de su piel, plasmar, de que se encontraban ahí: no veo
de su vestido, de su mirada, aquel día. ) un recuerdo, una imaginación, w1a reconstitu
ción, un trozo de la Maya, como el atte acos
tumbra a prodigar, si.no lo real en el pasado: lo
35 pasado y lo real al mismo tiempo. Lo que la
Fotografía ofrece como pasto para mi espíritu
La Fotografía no rememora el pasado (no (sin que por ello sea saciado) es, a través de
hay nada de proustiano en una foto). El efec un breve acto cuya sacudida no puede derivar
to que produce en mí no es la restitución de lo hacia el sueño (ésta es quizá la definición del
abolido (por el tiempo, por la distancia), sino satori), el misterio de la simple concomitan
el testimonio de que lo que veo ha sido. Aho- cia. Una fotografía anónima representa una
128 129
boda (en lnglaterra): veinticinco personas de
todas las edades, dos niñas, un bebé; leo la fe
cha y calculo: 1910; así pues. necesariamen
te, todos están muertos, salvo quiz.á las niñas
y el bebé (señoras mayores y señor mayor de
edad en la actualidad). Cuando veo la playa
de Biarritz en 1931 (Lartigue) o el Pont-des
Arts en 1932 (Kertész) me digo: «Quizá yo
estaba allí}>; estoy yo, quizás, entre los bañis
tas o los transeúntes, en una de aquellas tardes
de verano en que tomaba el tranvía de Bayo
na para ir a bañarme a la Grande Plage, o uno
de aquellos domingos por la mañana en que,
viniendo de nuestro apartamento de la calle
Jacques Callot, cruzaba el puente para ir al
Templo del Oratorio (fase cristiana de mi ado
lescencia). La fecha forma parte de la foto: no
tanto porque denota un estilo (eJJo no me con
cierne), sino porque hace pensar, obliga a so
pesar la vida, la muerte, la inexorable extin
ción de las generaciones: es posible que Er
nest, el pequeño colegial fotografiado en
«Es po.tible que Emes/ •·i•·a
1931 por Kertész, viva todavía en la actuali
r()(la•·ía rn la acrua/idad:
dad (pero ¿dónde?, ¿cómo? ¡Qué novela!). f'I'YtJ ¿dónde?. ¿cómo? ¡Qut na••elal•
Soy el punto de referencia de toda fotografía,
y es por ello por lo que ésta me induce al
asombro <lirigiéndome la pregunta fundamen- André Kené.�z.: Emt:SI. P:ui'$. 19.ll.
130 131
tal: ¿por qué razón vivo yo aquí y ahora? el mundo, la vía de la certidumbre: la esen
Desde luego, más que todo otro arte, la Foto cia de la Fotografía consiste en ratificar lo
&raf
ía establece una presencia inmediata en el que ella misma representa. Un día recibí de
�undo -una copresencia-; pero tal presencia un fotógrafo una foto mía de la que me era
no es tan sólo de orden político («participar a imposible, a pesar de mis esfuerzos, recordar
través de la imagen en los acontecimientos dónde había sido tomada; inspeccionaba la
contemporáneos»), sino que es también de or corbata, el jersey, con el fin de recordar en
den metafísico. Flaubert se burlaba (pero ¿se qué circunstancia los había llevado; era per
burlaba realmente?) de Bouvard y Pécuchet der el tiempo. Y sin embargo, por el hecho
interrogándose sobre e l cielo, las estrellas, el de tratarse de una fotografía. yo no podía ne
tiempo, la vida, el infmito, etc. Esta clase �e gar que había estado allí (aunque no supiese
preountas es la que me hace la Fotograf•a: dónde).. Esa distorsión entre la certidumbre
�
pre untas que proceden de una metafísica y el olvido me produjo una especie de vérti
«Corta», o simple (las respuestas son las que go, y algo así como una angustia policíaca
son complicadas): se trata probablemente de (el tema de Blow-up no estaba lejos); fui a la
la verdadera metafísica. inauguración de la exposición como s i fuese
por una pesquisa, para averiguar por fin lo
que ya no sabía de mí mismo.
36 Ningún escrito puede proporcionanne tal
certidumbre. Es la desdicha (aunque quizá
La Fotografía no dice (forzosamente) lo también la voluptuosidad) del lenguaje, ese
que ya no es, sino tan sólo y sin duda alguna no poderse autentificar a sf mismo. El noema
lo que ha sido. Tal sutileza es decisiva. �te del lenguaje es qui.zás esa incapacidad o, ha
una foto, la conciencia no toma necesana blando positivamente: el lenguaje es ficcio
mente la vía nostálgica del recuerdo (cuántas nal por naturaleza; para intentar convertir el
fotografías se encuentran fuera del tiempo lenguaje en inficcional es necesario un enor
individual), sino. para toda foto existente en me dispositivo de medidas: se apela a la 16-
132 133
gica o, en su defecto, al juramento;
�
mie�tr s sabía, sin embargo, que se encontraba frente
que la Fotografía es indiferente a to
�
o an�dt a frente con un mutante (un Marciano puede
ficactón
do: no inventa nada; es la au tenu parecerse a un hombre); su conciencia situa
ite no
misma; los artificios, raros, que perm ba el objeto encontrado fuera de toda analo
truca
son probatorios; son, por el contrario, gía, como el ectoplasma de «lo que había si
cuando
jes: la fotografía sólo es laboriosa do»: ni imagen, ni algo real, un ser nuevo,
s: co
engaña. Se trata de una profe�ía al revé auténticamente nuevo: algo real que ya no se
_
mo Casandra, pero con los OJOS mtra�
do ha puede tocar.
nte: o
cia el pasado, la fotografía jamás m•e Quizá tengamos una resistencia invencible
de la
mejor, puede mentir sobre el sentido a creer en el pasado, en la Historia, como no
cosa siendo tendenciosa por naturale za. pe- sea en forma de mito. La Fotografía, por vez
' . .
tencta.
ro jamás podrá mentir sobre su exts primera, hace cesar tal resistencia: el pasado
(fren
Impotente frente a las ideas generales es desde entonces tan seguro como el presen-
te a la ficción), su fuerza, no obstante,
es s� te, lo que se ve en el papel es tan seguro co-
perior a todo lo que puede, a lo que ha
�
po J mo lo que se toca. Es el advenimiento de la
do concebr i el espíritu humano para cercto Fotografía, y no, como se ha dicho, el del ci- Lcrondn:
tiempo
rarnos de la realidad, pero al mismo ne, lo que divide a la historia del mundo.
a
esa realidad no es más que una contingenci Es precisamente por el hecho de ser la Fo
(«asf, sin más»). tografía un objeto antropológicamente nuevo
· Toda fotografía es un certificado de pre- por lo que debe situarse al margen, me pare
que
sencia. Este certificado es el nuevo gen ce, de las discusiones corrientes sobre la ima
ilia de
su invención ha introducido en la fam gen. La moda actual entre los comentaristas
pla de Fotografía (sociólogos y semiólogos) tien
las imágenes. Las primeras fotos contem
das por un hombre (Niepce ante La
m�sa de a la relatividad semántica: nada de «real»
puesta, por ejemplo) debieron darle la trn (perfecto desprecio por los <<realistas», que
no ven que la foto está siempre codificada),
presión de parecerse como dos gotas de agua
Ba-.yro
a las pinturas (siempre la camera obs
cura): tan sólo artificio: Thésis, y no Physis; la Fo-
134 135
tografía, dicen ellos. no es un analogon del
mundo; lo que representa está fabricado, ya
que la óptica fotográfica se encuenrra some
tida a la perspectiva albertiniana (perfecta
mente histórica) y que la inscripción en el cli
ché hace de un objeto tridimensional una eti
gie bidimensional. Tal debate es vano: nada
puede impedir que la Fotografía sea analógi
ca; pero al mismo tiempo el. noema de la fo
tografía no reside en modo alguno en la ana
logía (rasgo que comparte con roda suene de
representaciones). Los realistas, entre los que
me cuento y me contaba ya cuando atim1aba
que la Fotografía era una imagen sin código
-incluso si, como es evidente, hay códigos
que modifican su lectura-, no toman en abso
La primerafotografía
luto la foto como una «copia» de lo real, sino
como una emanación de lo real en el pasado:
una magia. no un arte. Interrogarse sobre si la
fotografía es analógica o codificada no es una
vía adecuada para el análisis. Lo importante
es que la foto posea una fuerza constativa, y
que lo constativo de la Fotografía ataña no al
objeto, sino al tiempo. Desde un punto de
vista fenomenológico, en l a Fotografía el po
der de autentificación prima sobre el poder
de representación.
137
37 rriendo constantemente en el mismo estilo
constitutivo»; mientras que la Fotografía
erdo, dice rompe con el «estilo constitutivo» (y de ahí el
Jdos los autores están de acu
..'.rtre en señalar la pobreza
de las imágenes asombro que produce); no hayfuturo en ella
.
dad de Imagen de la lectura corresponde la melancólico (¿qué es, pues, el cine entonces?
le puede ser añadido. do, no hay salida posible. Inmóvil, sufro. Ca
la
En el cine, cuyo material es fotográfico, rencia estéril, cruel: no puedo transformar mi
letud
foto, sin embargo, no posee esta comp dolor, no puedo dejar vagar la mirada; ningu
es una suerte para él). ¿Por qué? Porque, na cultura acude a ayudarme a hablar de ese
(y
presa en un fluir, la foto es empujada, éstira
sufrimiento que vivo enteramente hasta la fi
hay
da sin cesar hacia otras vistas; sin duda, nitud de la imagen (es por ello por lo que, a
ráfico,
siempre en el cine un referente fotog pesar de sus códigos, yo no puedo leer una fo
indica to): la Fotografía -mi Fotografía- existe sin
pero dicho referente se escurre, no reiv
su realidad, no protesta por su antigua exis cultura: cuando es dolorosa, nada en ella po
tencia; no se agarar a mí: no es ningún espec drá transfom1ar el dolor en duelo. Y si la dia
tro. Al igual que el mundo real, el mundo fíl léctica es ese pensan1iento que domina lo co
mico se encuentra sostenido por la presun nuptible y convierte la negación de la muerte LM:tiUC·
ubotd�e.
138 139
que los habitantes del pueblo de Montiel, en Gr.yro�l.
indialéctica: la Fotografía es un teatro desna p. 2 1 i
turalizado en el que la muerte no puede «COn la provincia de Albacete. vivían así, fijos en
templarse a sí misma», pensarse e interiori un tiempo que se detuvo antaño, leyendo no
zarse; o todavía más: el teatro muerto de la obstante el periódico y escuchando la radio).
Muerte, la prescripción de lo Trágico: la Fo No tan sólo la Foto no es jamás, en esencia,
tografía excluye toda purificación, toda ca un recuerdo (cuya expresión gramatical sería
tharsis. Me siento capaz de adorar una Ima el perfecto, mientras que el tiempo de la Fo
gen, una Pintura, una Estatua, pero ¿y una Fo to es más bien el aoristo), sino que además lo
to? Sólo puedo situarla en un ritual (en mi bloquea, se convierte muy pronto en un con
mesa, en un álbum) si de algún modo evito trarrecuerdo. Un día, unos amigos me habla
mirarla (o evito que ella me mire), menosca ron de sus recuerdos de infancia; ellos sf te
bando voluntariamente su plenitud insoporta nían recuerdos. mientras que yo, que acaba
ble y. por mj misma inatención, integrándola ba de mirar mis fotos pasadas. ya no tenía.
en otra clase muy distinta de fetiches: los ico Rodeado de esas fotografías, ya no podía
nos que en las iglesias griegas uno besa sin consolarme con los versos de Rilke: «Dulces
verlos, sobre el cristal opaco. como el recuerdo, las mimosas bañan la ha
En la Fotografía, la inmovilización del bitación>): la Foto no «baña» la habitación:
Tiempo sólo se da de un modo excesivo, ningún perfume. ninguna música, nada más
monstruoso: el Tiempo se encuentra atasca que la cosa exorbitada. La Fotografía es vio
do (de ahJ la relación en el Cuadro Viviente, lenta no porque muestre violencias, sino por
cuyo prototipo místico es el adormecimiento que cada vez llena a la.fuerza la vista y por
de la Bella Durmiente del Bosque). El que la que en ella nada puede ser rechazado ni
Foto sea (<moderna», se encuentre mezclada transfom1ado (el que a vecl!S pueda afinnar
a nuestra cotidianidad más ardiente, no impi se de ella que es dulce no contradice su vio
de que baya en ella como un punto enigmá lencia; muchos dicen que el azúcar es dulce,
tico de inactualidad, una extraña estasis, la pero yo encuentro el azúcar violento).
, ���·�·r-:··.4
·�.. . . ....
hmhuro Un!.,,,..,,,u.,
esencia misma de una detención (he leído .
141
����
defstudios Sup
eriores
1 40
deArtcs PIJstlca s
Armando Reverón
B I B I. I O T E C A
gión, al margen de lo ritual, como una espe
38
cie de inmersión brusca en la Muerte literal.
142 143
minan, alcanza su pleno desarrollo durante no sé por qué, uno de los últimos testigos de
un momento. luego envejece. Atacada por la ello (testigo de lo Inactual), y este libro es su
luz. por la humedad, empalidece, se extenúa, huella arcaica.
desaparece; no queda más que tirarla. Las ¿Qué es lo que va a abolirse con esa foto
antiguas sociedades se las arreglaban para que amarillea, se descolora, se borra, y que
que el recuerdo, sustituto de la vida. fuese seni echada un día a la basura. si no por mí
eterno y que por lo menos la cosa que decía mismo -soy demasiado supersticioso para
la Muerte fuese ella misma inmortal: era el ello-, por l.o menos a mi mue1te? No tan só
Monumento. Pero haciendo de la Fotografía, lo la «vida» (esto estuvo vivo, fue puesto vi
mortal, el testigo general y algo así como na vo ante eJ objetivo), sino también, a veces,
tural de «lo que ha sido», la sociedad moder ¿cómo decirlo?, el amor. Ante Ja única foto
na renunció al Monumento. Paradoja: el en la que veo juntos a m i padre...- y a mi ma
mismo siglo ha inventado la Historia y la Fo dre, de quienes sé que se amaban, pienso: es
tografía. Pero la Historia es una memoria el amor como tesoro lo que va a desaparecer
fabricada según recetas positivas, un puro para siempre jamás; pues cuando yo ya no
discurso intelectual que anula el Tiempo mí esté aquí, nadie podrá testimoniar sobre
tico; y la fotografía es un testimonio seguro, aquel amor: no quedará más que la indife
pero fugaz; de suerte que todo prepara hoy a rente Naturaleza. Hay en ello una aflicción
nuestra especie para esta impotencia: no po tan penetrante, tan intolerable, que Michelet,
der ya, muy pronto, concebir, efectiva o sim solo frente a su siglo, concibió la Historia
bólicamente, la duración: la era de la Foto como una Protesta de amor: perpetuar no tan
grafía es también la de las revoluciones, de sólo la vida, sino lo que él llamaba en su vo
las contestaciones, de los atentados, de las cabulario, hoy pasado de moda, Bien, Justi
explosiones, en suma. de las impaciencias. cia, Unidad, etcétera.
de todo lo que niega la madurez. -Y. sin du
da. el asombro del «Esto ha sido>> desapare
cerá a su vez-. Ha desaparecido ya. Yo soy.
144 14 5
39 to de mi madre de niña me digo: ella va a
morir: me estremezco, como el psicótico de
En el tiempo (al principio de este libro: WUlllicon, a causa de una catástrofe que ya
qué lejos queda) en que me interrogaba so ha tenido lugar. Tanto si el sujeto ha muerto
bre mi apego hacia ciertas fotos, había creí como si no, toda fotografía es siempre esta
do poder distinguir un campo de interés cul catástrofe.
tural (el studium) y ese rayado inesperado Ese punctum, más o menos borroso bajo la
que acudía a veces a aiTavesar ese campo y abundancia y .la disparidad de las fotos de
.
que yo llamaba punctum. Ahora sé que exis actualidad, se lee en carne viva en la fotogra
te otro punctum (otro «estigma») distinto del fía histórica: en ella siempre hay un aplasta
«detalle». Este nuevo punciLim, que no est;i miento del Tiempo: esto ha muerto y esto va
ya en la forma, sino que es de intensidad, es a morir. Esas dos niñas que miran un primi
el Tiempo, es el desgarrador énfasis del noc tivo aeroplano volando sobre su pueblo (am
ma <<esto-ha-sido>>}, su representación pura. bas van vestidas como mi madre de niña,
En 1865, e l joven Lewis Payne intentó juegan con un aro), ¡qué vivas están! Tienen
asesinar al secretario de Estado norteameri tOdavía la vida ante sí; pero también están
cano, W. H. Seward. Alexander Gardner lo muertas (actualmente), están, pues, ya muer
fotografió en su celda; en ella Payne espera tas (ayer). En último término, no es necesa
la horca. La foto es bella, el muchacho tam rio que me represente un cuerpo para sentir
bién lo es: esto es el studium. Pero el punc ese vértigo del Tiempo anonadado. En 1850,
tum es: va a morir. Yo leo al mismo tiempo: Jiugust Salzmann fotografió, cerca de Jeru
esto será y esto ha sido; observo horrorizado íSalén, el camino de Beith-Lehem (según la
un futuro anterior en el que lo que se ventila ortografía de la época): tan sólo un suelo pe
es la muerte. Dándome el pasado absoluto de dregoso, unos olivos: pero tres tiempos dan
la pose (aoristo), la fotografía me expresa la ':'Jeltas en mi conciencia: mi presente, el
muerte en futuro. Lo más punzante es el des tiempo de Jesús y el del fotógrafo, todo ello
cubrimiento de esta equivalencia. Ante la fo- bajo la instancia de la «realidad» -y no ya a
146 147
u' ' 1� elaboraciones del texto, ficcio
tra és
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nal o p ..
d�1�o, el cual no es nunca creíble
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hasta la r,, .
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P0�
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q11e hay siempre en ella ese signo
:
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al e 0e toda generalidad (pero no al
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Piegana e0 1 ¡ccttva por una 1ectura,
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Aleunck'r Gardner: Rt!IrtlW de Lt'ttl..\ Ptl�'nr.
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186.�. da. Esto es ev idente en el caso
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149
través de las elaboraciones del texto, ficcio
nal .o poético, el cual no es nunca creíble
hasta la raíz.
40
149
de las fotos antiguas («históricas»), en las se prefiere, con lo Intratable de que estoy he
cuales leo un tiempo coetáneo de mi juven cho, yo alcanzo a reconstituir por todo ello,
tud, o de mi madre, o -más allá- de mis mediante una resistencia necesaria, la divi
abuelos y sobre las cuales proyecto un ser
, sión de lo público y lo privado: quiero enun
inquietante, aquél cuyo Linaje tiene su térmi ciar la interioridad sin revelar la intimidad.
no en mí. Pero esto es válido también para Vivo la Fotografía y el mundo del que forma
las fotos que no tienen a primera vista nin parte según dos regiones: por un lado las
gún vínculo, ni siquiera metonímico, con mi Imágenes, por otro mis fotos; por un lado la
existencia (por ejemplo, todas las fotos de indolencia, el pasar de largo, el ruido, lo ine
reportaje). Cada foto es leída como la apa sencial (aunque me disminuya abusivamen
riencia privada de su referente: la era de la te); por el otro lo candente, lo lastimado.
Fotografía corresponde precisamente a la (De ordinario el amateur es definido como
irrupción de lo privado en lo público, o más una inmaduración del artista: como alguien
bien a la creación de un nuevo valor social que no puede -o no quiere- elevarse hasta la
como es la publicidad de lo privado: lo pri maestría de una profesión. Pero en el campo
vado es consumido como tal, públicamente de la práctica fotográfica es el amateur, por el
(las incesantes agresiones de la Prensa con contrario, qu ien aswne el carácter de profe
tra la vida privada de las estrellas y los apu sional: pues es él quien se encuentra más cer
ros crecientes de la legislación constituyen ca del noema de la Fotografía) .
constituye la condición de una interioridad rante todo el tiempo que permanezco ahi, an
que creo que se confunde con mi verdad o, si te ella? La miro, la escruto, como si quisiera
150 151
saber más sobre la cosa o la persona que la fo de la imagen para acceder a lo que hay detrás:
to representa. Perdido en el fondo del inver escrutar quiere decir volver del revés la foto
,
nadero, el rostro de mi madre, borroso, desco entrar en la profundidad del papel, alcanzar su
cara inversa (lo que está oculto es para
lorido. En un primer movimiento exclamé:
noso
«¡Es ella! ¡Es ella misma! ¡Es ell� por fin!» tros los occidentales más «verdadero» que
lo
Ahora intento saber -y poder dec1r perfecta que es visible). Desgraciadamente, por mu
mente- por qué, en qué es ella. Tengo ganas cho que escrute no descubro nada: si amplío,
de delimitar con el pensamiento el rostro no aparece otra cosa que la rugosidad del pa
amado. de hacer de él el campo único de una pel: deshago la imagen en beneficio de su ma
observación intensa; tengo ganas de ampliar teria; y si no amplío, si me contento con es
ese rostro para verlo mejor, para comprender crutar, sólo obtengo la certeza poseída desd
e
lo mejor. para conocer su verdad (y a ve�es. hace tiempo, desde el primer vistazo, de que
ingenuo, confío esta tarea a un laboratono). esto ha sido efectivamente: el golpe de tomi
Creo que ampliando el detalle gradualmente llo no ha servido para nada. Ante la Foto del
(de modo que cada cliché engendre detalles Invernadero soy un mal soñador que
tiende
más pequeños que en el cliché precedente) lo los brazos en vano hacia la posesión de la
oraré lleaar
o o hasta el ser de mi madre. Lo que imagen; soy como Golaud exclamando «¡Mi
Marey y Muybridge han hecho como opera- seria de vida!», porque jamás conocerá
la
rores, quiero hacerlo yo como spectator: des verdad de Melisanda. (Melisanda no
oculta,
compongo, amplio y, si así puede decirse, voy pero tampoco habla. Así es la Foto: no
sabe
más despacio con el fin de tener tiempo para decir lo que da a ver).
saber. La Fotografía justifica tal deseo, inclu
so si no lo colma: sólo puedo tener la esperan
za excesiva de descubrir la verdad por el he
42
cho de que el noema de la Foto es precisa
mente que esto ha sido y porque vivo con a � Si mis esfuerzos son dolorosos, si
estoy an
ilusión de que basta con limpiar la superfic1e gustiado, es porque
a veces me acerco, me
152
!53
quemo: en tal foto creo percibir los linea
mientos de la verdad. Es lo que ocurre cuan
do juzgo tal o cual foto «parecida». Sin em
bargo, al reflexionar sobre ello, me veo obli
gado a preguntarme: ¿quién se parece a
quién? El parecido es una conformidad, pero
¿con qué?, con una identidad. Ahora bien, es
ta identidad es imprecisa, incluso imaginaria,
hasta el punto de que puedo seguir hablando
de «parecido» sin haber visto jamás el mode
lo. Así sucede con la mayor parte de los retra
tos de Nadar (o, actualmente, de Avedon):
Guizot es <<parecido» porque es conforme con
su mito de hombre austero; Dumas, dilatado,
henchido, porque conozco su suficiencia y fe
cundidad; Offenbach, porque sé que su músi
ca tiene algo de espiritual (dicen); Rossini pa
rece falso, malvado (parece, luego se parece):
Marceline Desbordes-Yalmore reproduce en
su rostro la bondad algo necia de sus versos;
Kropotkin tiene los ojos claros del idealismo
anarquizante, etcétera. Los veo a todos, pue
do decir espontáneamente de ellos que tienen «Marceline Desbordes-Va/more
reproduce l"li "' rostro
«parecido» puesto que se hallan conformes a la bondad algo necia di' sus •·ersos�
lo que espero de ellos. Prueba a contrario: yo,
que me siento un sujeto incierto, amítico, ¿có Nodar: .4t,m•t•limt Ddhord�s-l1tlmot't.', 1 M�? (CIAtt:h. Phot Pari� f
154
parezco a otras fotos de mí, y esto hasta el in 43
finito: nadie es jamás otra cosa que la copia
de una copia, real o mental (a lo sumo puedo Pero he aquí algo todavía más insidios
o'
156 157
nos trozos, ciertos lineamientos relacionan
su rostro con el de mi abuela y con el mío
-pasando en cierto modo por encima de él-.
La fotografía puede revelar (en el sentido
quimico del término}, pero lo que revela es
cierta persistencia de la especie. A la muerte
Quim. del príncipe de Polignac (hijo del ministro de
p.49
Carlos X), Proust dice que «su rostro se ha
bía convertido en el de su linaje, anterior a
su alma individual». La Fotografía es como
la vejez: aunque sea resplandeciente, dema
cra el rostro, manifiesta su esencia genética.
Proust (otra vez él) dice de Charles Haas
P:tince., (modelo de Swann) que tenía una nariz pe
vol. l.
1'· 138 queña y nada curva, pero que la vejez le ha
bía apergaminado la piel haciendo aparecer
la nariz judía.
El linaje revela una identidad más fuerte,
más interesante que la identidad civil -y tam
bién más tranquilizadora, pues pensar en el
origen nos sosiega, mientras que pensar en eJ
futuro nos agita, nos angustia-; pero tal des
cubrimiento nos decepciona, ya que al mis
El origt'11
mo tiempo que afirma una permanencia (que
es la verdad de la especie, no la mía) hace
brillar la misteriosa diferencia de los seres sa
lidos de una misma familia: ¿qué relación
158
puede haber entre mi madre y su abuelo, un lada y, no obstante, manifiesta, teniendo esa
personaje formidable, monumental, salido de presencia-ausencia que con!itituye el atracti
t punto
las páginas de Víctor Hugo, hasta al vo y l a fascinación de las Sirenas» (Bian
encama la distancia inhumana del Origen? chot).
Si no se puede profundizar en la Fotogra
"
lra, es a causa de su fuerza de evidencia. En
1� ima�en. el o�jeto se entrega en bloque y la S:'tri(C,
p. 2J
44
vrsta t!ene la certeza de el lo. aJ contrario del
Así, pues, deberé rendirme ante esta ley: texto o de arras percepciones que me dan el
superficie quieta. La Fotografía es llana en creo ver. Dicha certeza es suprema porque
b
tengo oponunidad de observar la fotoorafía
.
todos los sentidos del término, esto es lo que
debo admitir. Es injusto que, en razón de su con mtensidad: pero al mismo tiempo, por
origen técnico, se la asocie a la idea de un mucho que prolongue esta observación, no
pasaje oscuro (camera obscura). Debería me enseña nada. Es precisamente en esta de
llamarse camera lucida (tal era el nombre' de tención de la interpretación donde reside la
permitía dibujar un objeto a través de un que �sto ha sido; para cualquiera que renga
p1isma, teniendo un ojo sobre el modelo y el una foto en la mano, ésta es una «creencia
otro sobre el papel; pues, desde el punto de fundamental», que Urdo.ra que nada podrá
vista de la mirada, «lo esencial de la imagen deshacer, salvo si se me pllleba que esta ima
consiste en encontrarse todo fuera, sin inti gen no es una fotografía. Pero al mismo
misteriosa que el pensamiento del fuero in a esta certeza, no puedo decir nada sobre es
160 161
45 tampoco una simple analogía -por extrema
que sea-, como lo es el «parecido». No, el ai
oargo, desde el momento en que se re es esa cosa exorbitante que hace inducir el
un ser -y no ya de una cosa- lo evi- alma bajo el cuerpo -animula, pequeña alma
de la fotografía tiene un meollo muy individual, buena en unos, mala en otros-.
......_ .nto. Ver fotografiados una botella. un ra Así iba yo recorriendo las fotos de mi madre
mo de lirios. una gallina o un palacio sólo según un camino iniciático que me conducía
concieme a la realidad. Pero, ¿y un cuerpo, un a esa exclamación, fin de todo lenguaje: «¡Es
rostro, y lo que es más, los de un ser amado? esto!«: ante todo algunas fotos indignas, que
Puesto que la Fotografía (éste es su noema) sólo me daban de ella su identidad más gro
autentifica la existencia de tal ser, quiero vol sera, civil; luego fotos, las más, en las que
'
verlo a encontrar enteramente. es decir, en leía su «expresión individual» (fotos analógi
esencia, «tal como él mismo». más allá de un cas, «parecidas»); por fin l a Fotografia del
ario. Aquí la
simple parecido, civil o heredü Invernadero, en la que yo hacía mucho más
insipidez de la foto se hace más dolorosa; que reconocerla (término demasiado burdo):
pues sólo puede responder a mi deseo excesi en la que vuelvo a encontrarla: brusco des
vo mediante algo indecible: evidente (es la pertar, al margen del «parecido», satori en
ley de la Fotografía) y sin embargo improba que las palabras desfallecen, evidencia rara,
ble (no puedo probarlo). Ese algo es el aire. quizás única, del «Así, sí, así y nada más».
El aire de un rostro es indescomponible El aire (llamo así, a falta de otro término
(desde el momento en que lo puedo descom mejor, la expresión de la verdad) es como el
poner, pruebo o recuso, en resumidas cuen suplemento inflexible de la identidad, aque
tas: dudo, me desvío de la Fotografía, la cual llo que nos es dado gratuitamente, despojado
es por naturaleza toda evidencia: lo evidente de toda «importancia«: el aire expresa el su
es lo que no quiere ser descompuesto). El ai jeto en tanto que no se da importancia. En es
re no es solamente un dato esquemático, inte ta foto de verdad el ser que amo, que amé, no
lectual, como lo es la silueta. El aire no es se encuentra separado de sí mismo: por fin
162 L63
coincide. Y, oh misterio, dicha coincidencia
es algo así como una metamotfosis. Todas las
fotos de mi madre a las que pasaba revista
eran un poco como máscaras; en la última,
bruscamente, la máscara desaparecía: queda
ba un alma, sin edad pero no al margen del
tiempo, puesto que este aire era el mismo que
yo veía. consustancial a su rostro, cada día de
su larga vida.
¿Es acaso el aire en definitiva algo moral,
que aporta misteriosamente al rostro e l refle
jo de un valor de vida? Avedon ha fotografia
do al líder del Labor norteamericano, Philip
Randolph (que acaba de morir en el momen
to en que escribo estas líneas); en la foto leo
un aire de «bondad>) (ning¡.ma pulsión de po
der: es seguro). El aire es así la sombra lurni·
nosa que acompaña al cuerpo; y si la foto no
alcanza a mostrar ese aire, entonces el cuer
po es un cuerpo sin sombra, y una vez que la
sombra ha sido cortada, como en el mito de
la Mujer sin Sombra, no queda mác¡ que un
cuerpo estéril. El fotógrafo da vida a través
de este tenue ombligo: si no sabe, ya sea por
falta de talento. ya sea por mala suerte, dar al
alma transparente su sombra clara. el sujeto
muere para siempre. Yo he sido mil veces fo- Richard ,\,edon: 1\
. . Phtltp l(multdph ffllr 1-lmuh·. 197ñt.
164
tograftado; pero si esos mil fotógrafos no han ra. ¡Ah, si por lo menos hubiese una mirada '
sabido captar mi aire (y quizá. después de to la mirada de un sujeto, si alguien en la foto
do, yo no tenga), mi efigie perpetuará (duran me mirase! Pues la Fotograf ía tiene el poder
te el tiempo, por lo demás limitado, que dure -que va perdiendo cada vez más, al ser juz
el papel) mi identidad, no mi valor. Aplicado gada ordinariamente la pose central como ar
a aquél a quien se ama, este riesgo es desga caica- de mirarme directamente a los ojos
rrador: durante toda la vida puedo sufrir la (he aquí por lo demás Lma nueva diferencia:
frustración de la «imagen verdadera». Puesto en el fllme nadie me mira nunca: está prohi
que ni Nadar ni Avedon han fotografiado a bido -por la Ficción).
mi madre, la supervivencia de esta imagen ha La mirada fotográfica tiene algo de para
sido debida al azar de una vista tomada por dójico que encontrarnos también algunas ve
un fotógrafo de pueblo que, mediador n
i dife ces en la vida: el otro día, en el café, u n ado
rente y muerto también él tiempo después, no lescente, solo, reseguía con la vista toda la
sabía que Jo que fijaba era la verdad, la ver sala; a veces su mirada se posaba en mi; te
dad para mí. nía yo entonces la certeza de que me miraba
sin que por ello estuviese seguro de que me
viese: distorsión inconcebible: ¿cómo mirar
46 sin ver? Diríase que la Fotog:r.úía separa la
atención de la percepción, y que sólo mues
Queriendo obligarme a comentar las fotos tra la primera, a pesar de ser imposible sin la
de un reportaje sobre las «urgencias>>, rompo segunda; se trata, lo que es aberrante de una
'
. .
las notas a medida que las voy tomando. En noesiS sm noema, de un acto de pensamien-
tonces, ¿es que no hay nada que decir de la to sin pensamiento, de un apuntar sin blanco.
muerte, del suicidio, de las heridas, del acci Y es sin embargo este movimiento escanda
dente? No, nada que decir de esas fotos en las loso lo que da lugar a la más rara cualidad de
que veo batas blancas, camillas, cuerpos ex un aire. He aquí la paradoja: ¿cómo puede
tendidos en el suelo, u·ozos de cristal. etcéte- tenerse el aire inteligente sin pensar e n nada
166 167
inteligente. mirando ese pedazo de baquelita
negra? Lo que ocurre es que, ahon·ándose la
visión, la mirada parece estar retenida por al
go interior. Ese muchachito pobre que tiene
un cachorro acabado de nacer entre las ma
nos y que acerca su mejilla hacia él (Kertész.
1928) mira al objetivo con sus ojos tristes,
ansiosos, asustados: ¡qué pensatividad tan
lastimosa, tan desgan-adora! De hecho, no
mira nada; retiene hacia adentro su amor y
su miedo: la Mirada es esto.
Ahora bien. la mirada, si insiste (y con
más razón si dura, si atraviesa con la foto
grafía el Tiempo), la mirada es siempre vir
tualmente loca: es al mismo tiempo efecto de
verdad y efecto de locura. En 1881, movidos
por un bello espíritu científico y procedien
do a una invesúgación sobre la fisiognomo
nía de los enfem1os, Galton y Mohamed pu
blicaron unas láminas ele rostros. Se conclu
ye de ello, claro, que la enfermedad no podía
ser leída en aquellos rostros. Pero si todos
aquellos enfermos me mian r todavía hoy. �¿Cómo puede tenerse
el :tire imeligcr1te oin pensar
cerca de cien años más tarde, tengo por cier
en nadu inteligente·?),
to la idea inversa: que todo aquel que mira
fijamente a los ojos está loco.
_
Este sería el <<destino» de la Fotografía:
168
haciéndome creer (es verdad: ¿una vez de
cuántas?) que he encontrado la «verdadera
fotografía total», realiza la inaudita confu- C.J•ino
47
17l
es solamente la con la joven autómata. mis ojos fueron in1-
fía, lo que yo establezco no
bién a través del l?resionados por una especie de aoudeza atroz
ausencia del objeto; es tam
mismo movimiento, a iguald
ad con la ausen
_
�
y deliciosa, como si experimenta e de pronto
istido y que ha e� los efectos de una extraña droga; cada deta
cia, que este objeto ha ex
Es ahí donde res• lle, que yo veía con precisión sabore{mdolo,
tado allí donde yo lo veo.
día ninguna re si así puede decirse, hasta el fin de é 1 , me
de la locura; pues hasta ese
como seguro el trastornaba: la delgadez. la tenuidad de la si
presentación podía darme
por et�pas; pero lueta, como si no hubiese miís que un poco de
pasado de la cosa si no era
a es mmed1ata: cuerpo bajo el vestido aplanado; los guantes
con la Fotografía mi certez
engañarme. La arrugados de filadiz blanco; la 1igera ridicu
nadie en el mundo puede des '
172 173
del mundo prous tro de quien la mira. Para ello tiene a su dis
fotografías? (Mirando fotos
o de Julia Bartet, posición dos medios.
tiano, me siento enamorad
bargo, no se tra El primero consiste en hacer de la Fotogra
del duque de Guiche.) Sin em
Era una ola más fía un arte, pues ningún arte es demente. De
taba exactamente de esto.
amoroso. En el ahí la n
i sistencia del fotógrafo en rivalizar
amplia que el sentimiento
la Fotografía (por con el artista, sometiéndose a la retórica del
amor desencadenado por
se hacía oír, de cuadro y a su modo sublimado de exposición.
ciertas fotos) otra música
anticuado: Piedad. La Forografía puede ser efectivamente un ar
nombre estrafalariamente
iento las imágenes te:cuando no hay en ella ya demencia algu
Reuní en un último pensam
(pues tal es la ac na, cuando su noema es olvidado y por con
que me habían «punzado»
uélla de la ne� siguiente su esencia no actúa más sobre mí:
ción del puncwm), como aq
del fino collar, de los zapato l � h
s con tiras. l ú ¿creen ustedes acaso que ante las Paseantes
a de ellas yo tba del comandante Puyo me turbo y exclamo:
blemente, a través de cada un
cosa representa <tEsto ha sido»? El Cine participa de esta do
más allá de la irrealidad de la
en el espectácu mesticación de la Fotografía -por lo menos el
da, entraba demencialmente
con los brazos lo cine de ficción, aquél precisameme del que
lo, en la imagen, rodeando
morir, tal como se dice que es el séptimo arte-; un filme pue
que está muerto, lo que va a
Podach. de enero de 1889, de ser demente por artificio, presentar los
hizo Nietzsche cuando, el 3
1) �1 martirizado: se signos culturales de la locura, pero nunca lo
se echó al cuello de un caballo
. es por propia naturaleza (por estatuto icón.i
había vuelto loco por Piedad
co); es siempre justamente lo contrario a una
alucinación; es simplemente una ilusión; su
48 visión es meditativa, no ecmnética.
El otro medio para hacer sentar cabeza a la
er sentar ca Fot grafía consiste en generalizarla, en gre
La sociedad se empeña en hac ?
plar la demencia ganzarla, en trivializarla hasta el punto de
beza a la Fotografía. en tem
allar en el ros- que no haya frente a ella otra imagen con re-
que amenaza sin cesar con est
174 175
!ación a la cual pueda acentuar su excepcio cita forzosamente la cuestión ética: no por
nalidad. su escándalo, su demencia. Es lo que la imagen sea inmoral, irreligiosa o dia
que ocurre en nuestra sociedad. en la cual la bólica (como ciertas personas declararon
Fotografía aplasta con su tiranía a lali otras cuando el advenimiento de la Fotografía). si
imágenes: no más grabados, no más pintura no porque, generalizada, desrealiza comple
figurativa que no esté de ahora en adelante tamente el mundo humano de los conflictos
sumisamente fascinada (y sea fascinante) y los deseos con la excusa de ilustrarlo. Lo
por el modelo fotográfico. Ante los clientes que caracteriza a las sociedades llamadas
de un café, alguien me dijo justamente: «Mj avanzadas es que tales sociedades consumen
rc qué mates son; en nuestros días las imáge en la actualidad imágenes y ya no, como las
nes son más vivientes que la gente.» Una de de antaño, creencias: son. pues. más libera
las marcas de nuestro mundo es quizás este les, menos fanáticas, pero son también más
cambio: vivimos según u n imaginario gene «falsas» (menos «auténticas») �osa que no
ralizado. Ved lo que ocurre en Estados Uni sotros traducimos, en la consciencia corrien
dos: todo se transforma allí en imágenes: no te, por la confesión de un tedio nauseabundo,
existe, se produce y se consume más que como si la imagen. al universalizarse, produ
imágenes. Un ejemplo extremo: entrad en jese un mundo sin diferencias (indiferente)
una sala pomo de Nueva York; no em:ontra del que sólo puede surgir aquí y allí el grito
réis el vicio, sino sólo sus cuadros vivientes de los anarquismos, marginalismos e indivi
(de los que Mapplethorpe ha sacado lúcida dualismos: eliminemos las imágenes, salve
mente algunas de sus fotos); diríase que el mos el Deseo inmediato (sin mediación).
individuo anónimo (y en modo alguno actor) ¿Loca o cuerda? La Fotografía puede ser
que en ellas se hace encadenar y flagelar só lo uno o lo otro: cuerda si su realismo no de
lo concibe su placer cuando ese placer adop ja de ser relativo. temperado por unos hábi
tos estéticos o empíricos (hojear una revista
ta la imagen estereotipada (gastada) del sa
en la peluquería, en casa del dentista); loca si
domasoquista: el gozar pasa por la imagen:
ese realismo es absoluto y, si así puede
ésta es la gran mutación. Un cambio tal sus- de-
176 177
cirse. original, haciendo volver hasta la con
ciencia amorosa y asustada la carta misma
del Tiempo: movimiento propiamente revul
Referencias
sivo, que trastoca el curso de la cosa y que
yo llamaré, para acabar, éxtasis fotográfico. l. Libros
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180 181
Agradecimientos
183
Fotógrafos citados
Apesr�.guy, ·67
Avedou. Richard. 69. 125. 154. 164. 166
AtgCL. EugCnc. 45
Bouchcr. Pierre, 45
Clifford. Charles. 74
Dagucrrc. Louis-J:u.:quc.s-Maudé, 64
Edgcnon, Han>ld, D 67. 123
.•
185
Este libro no es un tratado sobre la fotografla
como arte, ni mucho menos una historia sobre
el tema. Como en muchos de sus trabajos,
Barthes rehuye tos senderos más trillados
y se lanza a una especie de desciframiento
del signo expresivo, del objeto artlstico,
de la «obran entendida como mecanismo
productor de sentido.
En este caso toma como punto de partida unas
cuantas fotograflas, con el fin de descubrir
•una ciencia nueva para cada objeto.. y, a partir
de ahl, deducir •el universal sin el cual
no existirla la fotografla
... esa -alucinación• que
.
provoca falsedad en el nivel de la percepción
y verdad en el nivel del tiempo. El final de esta
excursión al otro lado del espejo no sólo
proporciona un conocimiento más profundo
(e inesperado) del objeto estudiado, sino
que también desvela tos mecanismos
de la escritura ensayfstlca enfrentada a otra
escritura, la de la Imagen fiia.
www.paidos.com
ISBN 84-7509-621-2
r1111 --- --