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Paidós Comunicación

Colección diri!;•da por Jo,é Manuel Tornero y JC>Mip Lluf� r-ecé Roland Barthes
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La cámara lúcida

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49. M, I),Mll$:1l¡,, • ¡;,,·ritlfrf'•lrU rf'ln•hiti.,

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}4, J, C. l'c-At.t.l)n )' C)I.IIXi ÜN/Itlllk M IINI \' g (tt ll llt
Nota sobre la fotografía
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163. L. M.-,\--.rll tl�lk(�,.,..,u.� tk�«toitr

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Publkn{lo C'U frandi por C:lhi�n Ju Ci.Jlémll/ Gallim:m.l Sc l•P
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Tr;�.ducdón dejo<tquitn Sab·Sanaht•i�

Cubicrlt eH: 1\·l¡¡rio �k(:n:ui

Sumario

Prólogo a la edición cas


icllana,
por Jo(tqaim Sala-Sana
huja
"

l. Especialidad de la F01o
2. La Foto inclasificable
27
3. La emoción como principio 28
4. Operator. Specmu11 y
33
Spectatar
5. Aquel que es fotografiad
35
o
6. El Spectatar: desorden
37
de los gusios
45
avemura
7. La Fotografla com o
8. Una fenomenología desenvuelt 48
a
9. Dualidad 50
O 1980 byCabi<ts du Cioém•/ Calhmord 1 Sro.il. 1'2ris
52
() 1989 do •odas ¡., o:diciones .,, C'ltSidl•no. 10. Srudium y Pa11ctum
Edici<mcs P:•idí)S lbéric.t. S. A, 57
,\v. l)i!l.gonaJ. 66l·<i64 . 08034 BMeelonu
1 J. El Studium
12. Informar
59
http;//wv."�>.•,p."'Údot.:..rom
13. Pimar 61
ISBN: 8-4- 750'.1·621-2 62
Oepó,;10 leca!: ll-42.973/2006 14. Sorprender
15. Significar 65
lmprooen lluro¡>c, S. L.. 69
Lim:�. J 080}0 B:.rctkln-.t 16. Dar ganas
73

17.
lmpreso en a;:spn.ñ�• . PJ'iüred in Spmn
La Fo!Ograffa unaria
18. Coprescncia del Studittm
76
y del Punctum
78

5
1
19. El PunciUm: rasgo parcial
20. Rasgo involuntario •
79
85
r 46. Lu Mirada
47. Locura. Piedad 166
48. La Fotográfía dom 171
21. Satori 86 esticada
174
22. Efecto retardado y silencio 88
23. Campo ciego 94
24. Palinodia 100 Referencias
l. Libros
11. Álbumes y revistas 179
180
u
Agradecimiemos
183
25. «Una wdc. ..>> 103
26. La Historia como separación 104 Fotógrafos citados
185
27. Reconocer 106
28. La Fotografia del Invernadero 108 Bibliograjia en ca.rrell
ano )'catalán
29. La niña 1 13 sobre el autor

30. Arindna 116


187
3 1 . La Familia, la Madre 1 17
32. «Esto Iza sido» 120
33. La pose 122
34. Los rayos luminosos, el color 126
35. La Sorpresa 128
36. La autentificación 132
37. La esta�is 138
38. La muerte llana 142
39. El Tiempo comopunctum 146
40. Privado 1 Público 149
41. Escrutar 151
42. El parecido 153
43. El linaje 157
44. La cámara lúcida 160
45. El «aire» 162

6 7
de forma muy onodoxa. toda una red de esen­
cias: esencias materitlles (obligando a un esLU­
dio físico. químico. óptico de la Foto), y esen­
cias regionales (que dependen, por ejemplo,
de la estética, de la historia. de la sociología);
pero en el momento de llegar a la esencia de
la Fotografía en general, me bifurcaba; en vez
de seguir la vía de una ontología fom1al (de
una Lógica), me detenía, guardando conmigo,
como un tesoro, mi deseo o mi pesadumbre;
la esencia prevista de la Foto no podía sepa­
rarse en mi espíritu de lo «patético» que la
compone, y ello desde la primera mirada. Me
ocurría algo parecido a lo que le ocunió a ese
amigo que se había inclinado por la Foto por
el mero hecho de que ésta le pemútía fotogra­
fiar a su hijo. Como Specrator. sólo me intere­
"Comprendí rápidmneme
saba por la Fotografía por «sentimiento»; y yo Qllt' la aventura de eswfaiagmfTa prOl'énfa
quería profundizarlo no como una cuestión de fu coprest•nda tlr dos elt•mt•lllos...»

(un tema), sino como una herida: veo, siento,


luego noto, miro y pienso.

Hojeaba una revista ilustrada. Una foto me


in�; F:t rJirrtrtJ patmllmw/ofHJr tus rullc•1.
l<oen Wcs..
detuvo. Nada de extraordinario: la trivialidad Nic.:;:U';I�U:l, IY?tJ.

52
(fotográfica) de una insurrección en Nicara­
gua: una calle en ruinas, dos soldados con
casco patrullan; en segundo plano pasan dos
monjas. ¿Me gustaba la foto? ¿Me interesa­
ba? ¿Me intrigaba? Ni tan sólo eso. Simple­
mente existía (para mí). Comprendí rápida­
mente que su existencia (su «aventura>>) pro­
venía de la copresencia de dos elementos dis­
continuos, heterogéneos por el hecho de no
pertenecer al mismo mundo (ninguna necesi­
dad de contrastarlos): los soldados y las mon­
jas. Presentí una regla estructural (a la medi­
da de mi propia mirada), y probé enseguida
de verificarla inspeccionando otras fotos del
mismo reportero (el holandés Koen Wes­
sing): muchas de esas fotos me atraían por­
que comportaban esa especie de dualidad que
acababa de descubrir. Aquí una madre y una
bija lamentan a gritos la detención del padre
(Baudelaire: «la verdad enfática del gesto en
las grandes circunstancias de la vida»), y eUo
ocurre en el campo (¿cómo han podido ente­
rarse de la noticia? ¿.a quién van dirigidos
.Ln ropa blanco que /lefa llurunda la madre
esos gestos?). Alli, sobre una calzada llena de
«. .

1;,¡wr qué t•.va ropa?). .» .

baches, el cadáver de un niño bajo una sába­


na blanca; los padres, los amigos lo rodean,
Koen Wcssing: Pn1lr(•,t dt,li('Ubrh·ndo PI f'ttdtíl'('r (/t' .vu JJij(),
desconsolados: escena, por desgracia, trivial, Nicaragua. 1979.

54 55
pero observé disturbancias: el pie descalzo 10
del cadáver, la ropa blanca que lleva llorando
la madre (¿por qué esa ropa?), una mujer a lo Mi regla era suficientemente plausible pa­
lejos, sin duda una amiga, tapándose la nariz ra intentar nombrar (deberé hacerlo) esos
con un pañuelo. Y all í también, en un aparta­ dos elementos cuya copresencia establecía.
mento bombardeado, Jos ojazos de dos chi­ según parecía, la especie de interés particu­
quillos, la camisa de uno de ellos remangada lar que yo tenía por esas fotos.
sobre su pequeño vi.entre (lo excesivo de esos El primero. visiblemente, es una exten­
ojos enturbia la escena). Y allí, en fin, adosa­ sión, tiene la extensión de un campo. que yo
dos a la pared de una casa, !Tes sandinistas percibo bastante familiannente en función
con la par1e inferior del rostro cubierta con de mi saber, de mi cultura; este campo pue­
un trapo (¿hediondez? ¿clandestinidad? Soy de ser más o menos estilizado. más o menos
inocente . no conozco las realidades de la conseguido. según el arte o la suerte del fo­
guerrilla): el uno aguama un fusil que reposa tógrafo, pero remite siempre a una informa­
sobre su pierna (puedo ver sus uñas); pero su ción clásica: la insurrección, icaragua. y
otra mano se abre y se extiende, como si ex­ todos los signos de una y otra: combatientes
plicase o demostrase algo. Mi regla funciona­ pobres, vestidos de civil, calles en ruinas.
ba tanto mejor cucmto que otras fotos del mis­ muertos, dolor, el sol y los pesados ojos in­
mo report<�e me hacían detener menos tiem­ dios. Millares de fotos esrán hechas con este
po; eran bellas, expresaban bien la dignidad y campo, y por estas fotos puedo sentir desde
el horror de la insurrección, pero no compor­
taban a mis ojos ninguna marca: su homoge­
luego una especie de interés general, emo-
cionado a veces. pero cuya emoción es im-
/
neidad no pasaba de ser cultural: se trataba de pulsada racionalmente por una cultura moral
«escenas». un poco a lo Greuze. de no ser por Y política. Lo que yo siento por esas fotos
la aspereza del tema. descuella de un afecto mediano. casi de un
adiestramiento. No veía, en francés. ninguna
Palabra que expresase simplemente esta es-

56 57
pecie de interés humano; pero en latín esa so moteadas por estos puntos sen
sibles; pre­
palabra creo que existe: es el stud�um, q�e cisamente esas marcas, esas
heridas, son
no quiere decir, o por lo menos no mmedia­ puntos. Ese segundo elemento
que viene a
tamente, «el estudio>>, sino la aplicación a perturbar el studium lo llam
aré punctum;
una cosa, el gusto por alguien, una suerte de pues punctum es también: pincha
zo, agujeri­
dedicación general, ciertamente afanosa, pe­ to, pequeña mancha, pequeño
corte, y tanl­
ro sin agudeza especial. Por medio del stu­ bién casualidad. El puncrum de
una foto es
dium me intereso por muchas fotografías, ya ese azar que en ella me despun
ta (pero que
sea porque las recibo como testimonios polí­ también me lastima, me punza)
.
ticos, ya sea porque las saboreo como cua­ Habiendo así distinguido dos
temas en la
dros históricos buenos: pues es cultural­ Fotografía (pues en definitiva
las fotos que
mente (esta connotación está presente en el me gustaban estaban construida
s al modo de
swdium) como participo de los rostros, de una sonata clásica), podía ocu
parme sucesi­
los aspectos, de Jos gestos, de los decorados, vamente de uno y de otro.
de las acciones.
El seoundo
o elemento viene a dividir (o es-
.
candir) el studíum. Esta vez no soy yo qUien
11
va a buscarlo (del mismo modo que invisto
con mi conciencia soberana el campo del Muchas fotos, por desgracia
, permanecen
studium), es él quien sale de la escena como inertes bajo mi mirada.
Pero incluso entre
una flecha y viene a punzarme. En latín exis­ aquellas que a mi s ojo
s tienen alguna exis-
te una palabra para designar esta herida, este tencia, la mayoría no pro
voca en mí más que r
pinchazo, esta marca hecha por un instru­ un interés general
y por decirlo así educado
:
mento puntiagudo; esta palabra me iría tanto �gún punctum en ell
as: me gustan o me
mejor cuanto que remite también a la idea de � sgustan sin punz
!
puntuación y que las fotos de que hab o es­ mvestidas por el
a1me: únicamente están
studium. El swdium es el
tán en efecto como puntuadas, a veces mclu- campo tan
vasto del deseo indolente
, del in-

58 59
terés diverso. del gusto inconsecuente: me gafo
r otras tantas coa11aclas. E�tas funciones
gusta/no me gusra, / like/1 don'!. El sludium s?n: nfo
i rmar. representar, so1prender, hacer
.
s•gmficar, dar ganas. En cuanto a mí,
pertenece a la categoría del 10 like y no del 10 Specra­
/ove; moviliza un deseo a medias, un querer tor, las reconozco con más o menos placer:
a medias; es el mismo tipo de interés vago, dedico a ello mi studium (que nunca es
mi go­
liso, irresponsable, que se tiene por perso­ ce o mi dolor).
nas, espectáculos, vestidos o libros que en­
contramos «bien».
Reconocer el studium supone dar fatalmen­ 12
te con las intenciones del fotógrafo. entrar en
annonía con ellas, aprobarlas, desaprobarlas, Como la Fotografía es contingencia
pura y

. .
pero siempre comprenderlas, discutirlas en mí no puede ser otra cosa (siempre hay al¡:o
re­
mismo. pues la cultura (de la que depende el presentado) -contrariameme al texto
' el cual
srudium) es un contrato firmado entre creado­ med1ante la acción súbita de una sola
palabra,
res y consumidores. El swditml es una espe­ puede hac r pasar una frase de la des
� cripción
cie de educación (saber y co11esía) que me a la reflex•ón-, revela enseguida esos
«deta­
permite encontrar al Operat01; vivir las miras lles» que constituyen el propio
material del
que fundamenant y animan sus practicas, pe­ saber etnológico. Cuando William
Klein foto­
ro vivirlas en cieno modo al revés, según mi grafía El Primero de Mayo de 1959
en Mos­
querer de Spectat01: Ocurre un poco como si cú, me enseña cómo se visten los sov
iéticos
tuviese que leer en la Fotografía los mitos del Oo cual, después de todo, ignoro): noto la
vo­
Fotógrafo, fraternizando con ellos, pero sin
llegar a creerlos del todo. Estos mitos tienden
luminosa gon-a de un muchacho,
otro, el pañuelo de cabeza de la
de pelo de un adolesc
la corbata de
vieja, el corte (
evidentemente (el mito sirve para esto) a re­ ente, etcétera. Puedo
conciliar la Forogmfía y la sociedad (¿es ne­ descender aun en el detalle,
observar que mu­
cesario? -Pues bien. sí: la Foto es peligrosa), chos de los hombres foto
grafiados por Nadar
dotándola de funciones, que son para el Fotó- llevaban las uñas largas: pre
gunta etnográfi-

60 61
ca: ¿cómo se llevaban las uñas en tal o cual
época? La Fotografía puede decínnelo, mu­
cho mejor que los retratos pintados. La Foto­
grafía me permite el acceso a un infra-saber;
me proporciona una colección de objetos par­
ciales y puede deleitar cierto fetichismo que
hay en mí: pues hay «yO» que ama el saber,
que siente hacia él como un gusto amoroso.
Del mismo modo, me gustan ciertos rasgos
biográficos en la vida de un escritor me en­
cantan igual que ciertas fotografías; a estos
rasgos los he llamado «biografemas>>; la Fo­
tografía es a la Historia lo que el biografema
es a la biografía.

13

«Elfottl11raft1 m<• enseña


El primer hombre que vio la primera foto cómo se w'sren tos SOL.'iéticos:
noto la voluminosa gorra de 11/l tllltclw,·ho.
(si exceptuamos a Niepce, que la había he­

(
la corbata de otm.
cho) debió creer que se trataba de una pintu­ el pafluelo dr cabe;a de la •·ieja.
ra: el mismo marco, la misma perspecliva. el cOrtl' dept•lo tle 1111 adolescelltl'....
La Fotografía ba estado, está todavía, ator­
mentada por el fantasma de la Pintura (Map­
plethorpe representa un ramo de lirios igual
que podría haberlo hecho un pintor oriental);
la Fotografía ha hecho de la Pintura, a través William Klem. El pnmPro
' .· · de Mayo de 1959 m Mo.tr·ú.
ft;>üo\d�.jrt:."'·�
IAJtlllilo tlniTfUoliiiO

62 63 ����
dehtudiosSuperiores
rleArt�� PIJstl<as
Armando Reverón
B I B f I O T I' f ' .A
ntestacione�, la �c­ así): la Muerte. Es conocida la relación origi­
de sus copias y de sus co
ferencia absoluta y patem
al. como SI hubie­ �
n del Teatro con el culto de los Muertos: los
pnmeros actores se destacaban de la sociedad
to, técnicamente, es
se nacido del Cuadro (es representando el papel de Muertos: maqui­
; ya que la camera
verdad, pero sólo en parte llarse suponía designarse como un cuerpo vi­
es sólo una de las
obscura de los pintores
tografía: lo esencial, vo y muerto al mismo tiempo: busto blan­
muchas causas de la Fo
to químico). Nada queado del teatro totémico, hombre con el
quizá, fue el descubrimien
, en el punto a que rostro pintado del teatro chino, maquillaje a
distingue, eidélicamente
ción, una fotogra­ base de pasta de arroz del Katha Kali indio
he llegado de mi investiga
de una pintura. El máscara del Nó japonés. Y esta misma reJa�
fía, p�r realista que sea,
«pictorialismo» no es má
<> que una exagera­ �
c ón es la que encuentro en la Foto; por vi­
nsa de sí misma. VIente ��e nos esforcemos en concebirla (y
ción de lo que la Foto pie esta pas1on por «sacar vivo» no puede ser más
parece) a través de
Sin embargo, no es (me
rafía entronca con el que la denegación mítica de un malestar de
la Pintura como la Fotog
o. En el origen de la muerte), la Foto es como un teatro primitivo,
arte, es a través del Teatr como un Cuadro Viviente, la figuración del
Niepce y a Daguerre
Foto se sitúa siempre a aspecto inmóvil y pintarrajeado bajo el cual
urpado un poco el si�
(aunque el segundo ha us vemos a los muertos.
c, cuando se apropJO
tio al primero); Daguerr
plotaba en la Plaza
del invento de Niepce, ex
del Chfíteau (Plaza de la
de panoramas animados
República) un teat1·o
por movimientos Y

obscura, en efini­
14 (
juegos de luz. La camera Me imagino (es todo lo que puedo hacer,
cuadro perspectivo, la
tiva, ha dado a la vez el puest� que no soy fotógrafo) que el gesto
siendo los tres artes
Fotografía y el Diorama. esencial del Operator consiste en sorprender
to me parece es�ar
de la escena; pero si la Fo algo o a alguien (por el pequeño aouJ·ero de
gracias a un media­
más próxima al Teatro, es

el único en verlo
m e'
amara), y que tal gesto es, pues, perfecto
dor singular (quizá yo sea

64 65
sepa el sujeto modo, la Foto, aprovechando su acción ins­
cuando se efectúa sin que lo
ivan abierta­ tantánea, inmoviliza una escena rápida en su
fotografiado. De este gesto der
pio (valdría momento decisivo: Apestéguy, cuando el in­
mente todas las fotos cuyo princi
el «Choque»; cendio del Publicis, fotografía a una mujer
más decir justificación) es
áfico (muy en el momento de saltar por una ventana. La
puesto que el «choque» fotogr
e tanto en tercera sorpresa es la de la proeza: «Desde
distinto del punctum) no consist
que tan bien hace medio siglo, Harold D. Edgerton foto­
traumatizar como en revelar lo
pio actor lo grafía la caída de una gota de leche a la mi­
escondido estaba que hasta el pro
ello. Y, por llonésima de segundo» (casi no es necesario
ignoraba o no tenía conciencia de
esas» (eso declarar que este género de fotos no me im­
lo tanto, toda una gama de «sorpr
pero para el presiona ni me interesa: demasiado fenome­
es lo que son para nú, Spectator;
nólogo para gustar de otra cosa que no sea
Fotógrafo son «éxitos»).
ro» (ra­ una apariencia a mi medida). Una cuarta sor­
La primera sorpresa es la de lo «ra
fotógra­ presa es la que el fotógrafo espera de las
reza del referente, desde luego); un
empleado contorsiones de la técnica: sobreimpresio­
fo se nos dice con admiración, ha
'

componer anamorfosis, explotación voluntaria de


cuatro años de búsquedas para
nes,

nstruos (el ciertos defectos (desencuadre, desenfoque,


una antología fotográfica de mo
de tres se­

,
mezcla de perspectivas); grandes fotógrafos
hombre de dos cabezas, la mujer
todos ellos (Germaine Krull, André Kertész, William
nos el niño con cola, etcétera;
es, en s1
.

Klein) han utilizado estas sorpresas sin con­


sonrientes). La segunda sorpresa
misma, muy conocida de la Pin
ha reproducido a menudo un gesto
tura, la cual
captado
vencerme, aunque comprenda su capacidad
subversiva. Quinto tipo de sorpresa: el ha­ (
que el ojo nor­ llazgo; Kertész fotografía la ventana de una
en el punto de su recorrido en
parte he bohardilla; detrás del cristal dos bustos anti­
mal no puede inmovilizarlo (en otra
dro histó­ guos miran hacia la calle (Kertész me gusta,
llamado ese gesto el numen del cua
los Apes­ pero no me gusta eJ humor ni en música
rico): Bonaparte acaba de tocar a ni
en fotografía);
ra; de igual la escena puede ser preparada
tados de Jaffa; su mano se reti

66 67
por el fotógrafo; pero en el mundo de los me­ 15
dia ilustrados se trata de una escena «natu­
ral» que el buen reportero ha tenido el geni� , Puesto que toda foto es contingente (y por
es decir, la suerte de sorprender: u n emtr ello fuera de sentido), la fotografía sólo pue-
vestido de tal esquía. de significar (tender a una generalidad)
Todas estas sorpresas obedecen a un princi­ adoptando una máscara. Es la palabra que
pio de desafío (es por ello que me son ajenas): co�vioo
emplea Calvino para designar lo que con-
el fotógrafo, como un acróbaa, t debe desafi� vierte a un rostro en producto de una socie-
las leyes de Jo probable e incluso de lo post­ dad y de su historia. Asf ocurre con el retra-
ble; en último término, debe desafiar las leyes to de William Casby, fotografiado por Ri-
de lo interesante: la foto se hace «Sorprenden­ chard Avedon: la esencia de la esclavitud se
te» a partir del momento en que no se sabe encuentra aquí al desnudo: la máscara es el
por qué ha sido tomada; ¿qué motivo puede sentido, en tanto que absolutamente puro (tal
haber, y qué interés, para fotografiar un des­ como estaba en el teatro antiguo). Es por ello
nudo a contraluz en el hueco de una puerta, la que los grandes retratistas son grandes mitó-
parte delantera de un viéjo auto sobre la hier­ logos: Nadar (la burguesía francesa), Sander
ba, un carguero atracado, dos bancos en una (los alemanes de la Alemania prenazi), Ave-
pradera, unas nalgas de mujer ante una venta­ don (la high-class neoyorquina).
na rústica, un huevo sobre un vientre desnudo La máscara es sin embargo la región difícil

(
(fotos premiadas en un concurso de afi�iona­ de la Fotografía. La sociedad según pare
ce.
dos)? En un primer tiempo, la Fotografta, pa­ desconfía del sentido pttro: quiere sentido,
ra sorprender, fotografía lo notable; pero muy pero quiere al mismo tiempo que este sent
ido
pronto. por una reacción conocida, d�creta esté rodeado por un ruido (como
se dice en
noable
t lo que ella misma fotografta. El cibernética) que lo haga menos agu
do. Por
«cualquier cosa» se convierte entonces en el esto la foto cuyo sentido (no digo
efecto) es
colmo sotisticado del valor. demasiado impresivo es rápidam
ente aparta­
da; se la consume estéticamente, y no polí
ti-

68 69
camente. La Fotografía de la Máscara es en
efecto suficientemente crítica como para in­
quietar (en 1934 los nazis censuraron a San­
der porque sus <<rostros del tiempo» no res­
pondían al arquetipo nazi de la raza), pero
por otra parte es demasiado discreta (o dema­
siado «distinguida») para constituir verdade­
ramente una crítica social eficaz, por lo me­
nos según las exigencias del militantismo:
¿qué ciencia comprometida reconocía el ni te­
rés de la fisiognomonía? La aptitud para per­
cibir el sentido, sea político o moral, de un
rostro, ¿no es acaso en sí misma una desvia­
ción de clase? Y todavía es decir demasiado:
el Notario de Sander está impregnado de im­
portancia y de rigidez, su Ujier de afirmación
y de brutalidad, pero jamás un notario o un
ujier habrían podido leer estos signos. Como

..
distancia, la mirada social se sirve de una es­
I(Lt1 máscara f!S el ,\'Cill;do.
tética refinada que la convierte en vana: sólo
m tonto que a/JsiJIItlamente pum •
hay crítica en aquellos que son ya aptos para
la crítica. Este callejón sin salida es un poco
el de Brecht: fue hostil a la fotografía en ra­ (
ZÓn (decía él) de la debilidad de su poder crí­
tico; pero su teatro mismo nunca ha podido
ser políticamente eficaz a causa de su sutili­
dad y su calidad estética.
Riohard A\•tJon: Wi/limu Ca�;hy. ttaddo ttst /m o. /963.

71
Si exceptuamos el ámbito de la Publici­
dad, en el que el sentido sólo debe ser claro
y distinto en razón de su naturaleza mercan­
til, la semiología de la Fotografía se limita
pues a los resultados admirables de unos po­
cos retratistas. Para el resto, para las «buenas
fotos» corrientes, todo lo mejor que pode­
mos decir de ellas es que el nhjero hahla,
que induce, vagamente, a pensar. Y aún: in­
cluso esto corre el riesgo de ser olfateado co­
mo peligroso. En último tém1ino. nada de
sentido en absoluto, es más seguro: los re­
dactores de Lije rechazaron las fotos de Ker­
tész, a su llegada a Estados Unidos en 1937,
porque, dij�ron ellos, sus imágenes «habla­
ban demasiado»; hacían reflexionar, suge­
rían un sentido -otro sentido que la letra-.
En el fondo la Fotografía es subversiva, y no
cuando asusta, trastorna o incluso estigmati­
za, sino cuando es pensativa.

�Los na:is cellsuraron o SolUier 16


(
port¡tu• sus rostros del tiempo
ua t'l'S¡wndfan a la esflrlica tle la ra;o nozi•t

..
Un caserón, un porche con sombra, unas
tejas, una decoración árabe deslucida, un
Au,gu t San<lcr: Nowr;u (JXlf n>rtesf:t de 111 Sander G�1llcr
y.
Washing:UH1), hombre sentado apoyado contra el muro, una

73
calle desierta, un árbol mediterráneo (Al­
hambra, de Charles Clifford): esta fotografía
antigua (1854) me impresiona: es que, ni
más ni menos, tengo ganas de vivir allí. Es­
tas ganas se sumergen en mí hasta una pro­
fundidad y por medio de unas raíces que
desconozco: ¿calor del clima? ¿Mito medite­
rráneo, apolinismo? ¿Desheredamiento?
¿Jubilación? ¿Anonimato? ¿Nobleza? Sea lo
que fuera (de mí mismo, de mis móviles, de
mi fantasma), tengo ganas de vivir allí, con
tenuidad, y esta tenuidad jamás la foto de tu­
rismo puede satisfacerla. Para mí, las foto­
grafías de paisajes (urbanos o campesinos)
deben ser habitables, y no visitables. Este
deseo de habiación,
t si lo observo a fondo en
mí mismo, no es ni onírico (no sueño con un
lugar extravagante) ni empírico (no intento
comprar una casa a partir de las vistas de un
prospecto de agencia inmobiliaria); es fan­
tasmático, deriva de una especie de videncia
que parece impulsarme hacia adelante, hacia «Es al/(da11de quí.flua IIÍI•ir. .•
.

un tiempo utópico, o volverme hacia atrás,


no sé adónde de mí mismo: doble movimien­
to que Baudelaire ha cantado en lnvitation
au Voyage y en Vie Antérieure. Ante esos
paisajes predilectos, todo sucede como si yo Charl<> ClifronJ: Alhombm (Gra11oda1. 1854·18�1>.

74
eswviese seguro de haber estado en ellos o énfasis es una fuerza de cohesión): ningún
de tener que ir. Freud dice del cuerpo mater­ dual, ningún indirecto, ninguna disturbancia.
no que «no hay ningún otro Jugar del que se La Fotografía uoaria tiene todo lo que se re­
pueda decir con tanta certidumbre que se ha quiere para ser trivial, siendo la «unidad» de
Chev�r· estado ya en él.>>. Tal sería entonces la esen­ la composición la primera regla de la retóri­
Thib;tudr:au
cia del paisaje (elegido por el deseo): heim­ ca vulgar (y especialmente escolar): «El te­
lich, despertando en mí la Madre (en modo ma, dice un consejo dirigido a los aficiona­
alguno inquietante). dos a la fotografía, debe ser simple, libre de
accesorios inútiles; esto tiene un nombre:
búsqueda de unidad».
17 Las fotos de reportaje son muy a menudo
fotografías unarias (la foto unaria no es nece­
Habiendo de este modo pasado revista a sariamente apacible). Nada de punctum en
los imereses serios que despertaban en mí esas imágenes: choque sí -la letra puede trau­
ciertas fotos, me parecía constatar que el stll­ matizar-, pero nada de trastorno; la foto pue­
dium, mientras no sea atravesado, fustigado, de «gritar», nunca herir. Esas fotos de repor­
rayado por un detalle (punctum) que me taje son recibidas (de una sola vez), es todo.
atrae o me lastima, engendraba un tipo de fo­ Las hojeo, no Las rememoro; jamás un detalle
to muy difundido (el más difundido del mun­ (en tal o tal rincón) acude a interrumpir mi
do) que podríamos llamarjotograjíc1 unaria. lectura: me intereso por ellas (igual que me
En la gramática generativa, una tnnsfo¡ma­ intereso por el mundo), pero no me gustan.
ción es unaria cuando a través de ella una so­
la sucesión es generada por la base: así son
Otra foto unaria es la foto pornográfica
(no digo erótica: lo erótico es pornografía al­ (
1
las transfom1aciones: pasiva, negativa. inte­ terada, fisurada). Nada más homogéneo que
rrogativa y enfática. La Fotografía es unaria una fotografía pornográfica. Es una foto
cuando transforma enfáticamente la «reali­ siempre ingenua, sin intención y sin cálculo.
dad» sin desdoblarla, sin hacerla vacilar (el Como un escaparate que sólo mostrase, ilu-

76 77
minado, una sola joya; la fotografía pomo­ Wessing fotografió los soldados nicaragüen­
gráfica está enteramente constituida por la ses; desde el punto de vista de la realidad (que
presentación de una sola cosa, el sexo: jamás es quizás el del Operator), toda una causali­
un objeto secundario, intempestivo, que apa­ dad explica la presencia del «detalle»: la Igle­
rezca tapando a medias, retrasando o distra­ sia está implantada en esos países de América
yendo. Prueba a contrario: Mapplethorpe Latina, las monjas son enfermeras, las dejan
hace pasar sus grandes planos de sexos de lo circular, etcétera; pero, d·esde mi punto de vis­
pornográfico a lo erótico fotografiando de ta de Spectato1; el detalle es dado por suerte y
muy cerca las mallas del slip: la foto ya no gratuitamente; el cuadro no tiene nada de
es unaria, puesto que me intereso por la ru­ «compuesto» según w1a lógica creativa; la fo­
gosidad del tejido. to es sin duda dual, pero dicha dualidad no es
el móvil de ningún «desarrollo>>, como ocurre
en el discurso clásico. Para percibir el punc­
18 tum ningún análisis me sería, pues, útil (aun­

que quizás, a veces, como veremos, el recuer­


En este espacio habitualmente tan unario, do sí): basta con que la imagen sea suficiente­
a veces (pero, por desgracia, raramente) un mente grande, con que no tenga que escrutar­
«detalle» me atrae. Siento que su sola pre­ la (no serviría de nada), con que, ofrecida en
sencia cambia mi lectura, que miro una nue­ plena página, la reciba en p1eno rostro.
va foto, marcada a mis ojos con un valor su­
perior. Este «detalle» es el punctum (lo que

(
me punza). 19
No es posible establecer una regla de enla­
ce entre el stadium y el punctum (cuando se Muy a menudo, el pu.n.ctum es un «deta­
encuentra allí). Se trata de una copresencia, es lle», es decir, un objeto parcial. Asimismo,
todo lo que se puede decir: las monjas «se en­ dar ejemplos de punctum es, en cierto modo,
contraban allí», pasando por el fondo, cuando entregarme.

78 79
He aquí una familia negra norteamericana,
fotografiada en 1926 por James Van der Zee.
El srudium es claro: me intereso con simpa­
tía, como buen sujeto cultural, por lo que
dice la foto, pues habla (se trata de una «bue­
na» foto): expresa la respetabilidad, el fami­
liarismo, el conformismo, el endomjnga­
miento, un esfuerzo de promoción social pa­
ra engalanarse con los atributos del blanco
(esfuerzo conmovedor de tan ingenuo). El
espectáculo me interesa, pero no me «pun­
za». Lo que me punza, es curioso decirlo, es
el enorme cinturón de la hermana (o de la hi­
ja) -<>h negra nodriza-, sus brazos cruzados
detrás de la espalda a la manera de las esco­
lares, y sobre todo sus zapatos con tiras
(¿por qué una antigualla tan remota me im­
presiona? Quiero decir: ¿a qué época me re­
mite?). Ese punctum mueve en mí una gran
benevolencia, casi ternura. No obstante, el

(
punctum no hace acepción de moral o de
buen gusto; el punctum puede ser maleduca­
do. William Klein ha fotografiado a los clú­ \
quillos de un barrio italiano de Nueva York
Los :a¡xuos co11 tira.f.
( 1954); es conmovedor, divertido. pero lo
que yo veo con obstinación son los dientes
estropeados del muchachito. Kertész hizo en lMlC) Van der z�: Rf!lm/Q defamilia. 1926.

80
1926 un retrato de Tzara joven (con un mo­
nóculo); pero lo que observo, gracias a ese
suplemento de vista que es algo así como el
don, la gracia del punctum, es la mano de
Tzara puesta sobre el marco de la puerta:
mano grande de uñas poco limpias.
Por fulgurante que sea, el punctum tiene,
más o menos virtualmente, una fuerza de ex­
pansión. Esta fuerza es a menudo metoními­
ca. Existe una fotografía de Kertész ( 1921)
que representa un modesto violinista cínga­
ro, ciego, conducido por un chiquillo; ahora
bien, lo que yo veo, a través de este «Ojo que
piensa» y me hace añadir algo a la foto, es la
calzada de tierra batida; la rugosidad de esta
calzada terrosa me produce la certidumbre
«Lo que yo \'CO con obstinoci(m de estar en Europa central; percibo el refe­
so11 los dientes esTropeados
rente (aquí la fotografía se sobrepasa real ­
del muchachito...•
mente a sí misma: ¿no es acaso la única
prueba de su arte? ¿Anularse como medium,
no ser ya un signo, sino la cosa misma?), re­
conozco con mi cuerpo entero las aldeas por
donde pasé en el curso de antiguos viajes por
Hungría y Rumania. 1
Existe otra expansión del punctum (menos
proustiana): cuando, paradoja, aunque per­
William Klein: El btlfrio 1tulialfó. Nueva YOtt. 19$4.
maneciendo como «detalle», llena toda la fo-

83
tografía. Duane Michals ha fotografiado a
Andy Warhol: retrato provocativo, ya que en
él Warhol se tapa la cara con las dos manos.
No tengo ningún deseo de comentar intelec­
tualmente este juego de escondite (esto es
Studium); pues, para mí, Andy Warhol no es­
conde nada; me da a leer abiertamente sus
manos; y el punctwn no es eJ gesto, es la ma­
teria algo repulsiva de esas uñas espatuladas,
suaves y contorneadas al mismo tiempo.

20

Ciertos detalles podrían «punzanne». Si


no lo hacen, es sin duda porque han sido
puestos allí intencionalmente por el fotógra­
fo. En Shinohiera, Fighter Painlel; de Wi­
lliam Klein (1961 ), la cabeza monstruosa del
per�onaje no me <lice nada, porque veo per­
fectamente que es un artiricio de la toma de
vista. Unos soldados sobre un fondo de mon­
« Yo recono:co con mi cuerpo jas me habían servido de ejemplo para hacer
e/1/etCJ lás aldt'lls por dondl' pasé Comprender lo que era a mis ojos el p1111Cium
r11 ('/cuno de tmtiguos t'Üijt'S
pnr Hungrftt y Rumnnfa. . •
(allí realmente elemental); pero cuando Bru­
ce Gilden fotografía juntos a una ra-lígfo'Sa y
.

André Kcnéloo1: Li1 bolnd,J dl'l woUnisw. Ahony (Hungrí:t). 1921. unos travestís (Nueva Orleáns, 1973 ), el

85
contraste, deseado (por no decir acentuado), provocado en mí un pequeño estremecimien­
no produce en mi ningún efecto (sino, inclu­ to, un saLOri. el paso de un vacío (importa po­
so, cierta irritación). Así el detalle que me in­ co que el referente sea irrisorio). Cosa curio­
teresa no es, o por lo menos no rigurosamen­ sa: el gesto virtuoso que se apodera de las fo­

te, intencional, y probablemente no es nece­ tos «Serias» (investidas de un simple studium)


sario que lo sea; aparece en el campo de la es un gesto perezoso (hojear, mirar de prisa y
cosa fotografiada como un suplemento ine­ cómodamente, curiosear y apresurarse); por
vitable y a la vez gratuito; no testifica obli­ el contrario, la lectura del punctum (de la foto
gatoriamente sobre el arte del fotógrafo; dice punteada, por decirlo así) es aJ mismo tiempo
tan sólo o bien que el fotógrafo se encontra­ corta y activa, recogida como una fiera. Astu­
ba allf, o bien, más pobremente aún, que no cia del vocabulario: se dice (<desarrollar una
podía dejar de fotografiar el objeto parcial al foto»*; pero lo que la acción química desarro­
mjsmo tiempo que el objeto total (¿cómo ha­ lla es lo indesarrollable, una esencia (de heri­
bría podido Kertész «separar» la calzada del da), lo que no puede transformarse, sino tan
violinista que pasea por ella?). La videncia sólo repetirse a modo de insistencia (de mira­
del Fotógrafo no consiste en «ver», sino en da insistente). Esto asemeja la Fotografía
encontrarse alli. Y ante todo, imitando a Or­ (cierta� fotografías) aJ Haikú. Pues la nota­
feo, ¡que no dé vueltas sobre lo que él con­ ción de un haikú es también indesarrollable:
duce y me da! todo viene dado, sin provocar deseos o inclu­
so la posibilidad de expansión retórica. En
ambos casos se podría, se debería hablar de
21 inmovilidad viviente: ligada a un detalle (a un
detonador), una explosión deja una pequeña
Un detalle arrastra toda mí lectura; es una
viva mutación de mi interés, una fulguración.
Gracias a la marca de algo la foto deja de ser • Traducción liacnl d<l frnncés tlb•Nt>¡>{J<'r: su �'<juivalenle C:lSie·

cualquiera. Ese algo me ha hecho vibrar, ha llano seria: rr�·clor IN. de T.).

86 87
estella
r en el cristal del texto o de la foto: ni el
Haikú ni la Foto hacen «Soñar».
En la experiencia de Ombredane, los ne­
gros sólo ven en la pantalla la gallina minús­
cula que en un rincón cruza por la plaza del
pueblo. Tampoco yo, de Jos dos menores dis­
minuidos de una institución de Nueva Jersey
(fotografiados en 1924 por Lewis H. Hine),
veo apenas las cabezas monstruosas y los per­
files lamentables (esto forma parte del sw­
dium); lo que veo, al igual que los negros de
Ombr-edane, es el detalle descentrado, el in­
menso cuello a lo Danton del chiquillo, el
dedil en el dedo de la chica; soy un salvaje, un
n.iño -o un maniaco-; olvido todo saber, toda
cultura, me abstengo de heredar otra m.irada.
�Yo separo tOllO so/Jet;
tOlla culwra. lo que l'I!O
..

es el inmenso cuello a lo Doman del chit¡uillo.


22 t•l dt•dil en el dedo de la chica....

El s1udium está siempre en definitiva co­


dificado, el puncfllm no lo está (espero no
abusar de esas palabras). En su tiempo
(1882). Nadar fot·ografió a Savorgnan de
Brazza rodeado por dos jóvenes negros ves­
tidos de marinero; uno de los dos grumetes,
curiosamente, posa su mano sobre la pierna ltwis H. Htoe: IJJlminnido.'il'n 1mo htstmt.t"IÚII �ucva Jcr\Cy. 19:?-1.

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