Cuenta el biógrafo Walter Isaacson que Steve Jobs, cuando moría,
autorizó a sus médicos a emplear un método nuevo y drástico: la
terapia molecular dirigida. No se “bombardearía el cáncer” indiscriminadamente, sino exclusivamente las moléculas mutadas. En un alarde de egocentrismo póstumo dijo: “Seré el primero en salvarme, o el último en morir de este modo”. Es triste y simple, muy simple, pero se parece a la anomalía histórica que puso a Macri en la Casa Rosada en 2015. Un incapaz de toda la vida fue ungido presidente por bronca y esperanza, y un marketing feroz teledirigido. Las moléculas “afectadas” fueron convencidas que debían votarlo, ciegas, sordas y mudas respecto de si así mejoraban o no la salud del cuerpo argentino. Y fue Presidente. Quizá el peor de nuestra historia reciente, con la honrosa excepción de Levingston o Lastiri (que no dispusieron de cuatro años). Porque, a ver, ¿de quién es la culpa de no contar con Ministro de Economía desde el minuto cero? O la de echarlo a Prat Gay en cuanto quiso de verdad ser Ministro de Economía. O la de encargar a Sturzenegger y a Caputo (el fugador) liberar enloquecidamente la cuenta capital: del cepo pasamos en menos de seis meses a comprar sin límite divisas y a girarlas sin límite al exterior. Seis meses. No es que distinguieron, por ejemplo, entre empresas extranjeras con tarifas congeladas y remesas atrasadas para negociar, por ejemplo: ¿quieren sinceramiento brutal de tarifas? Bueno, pero el plan de remesas durará años; o ¿quieren moderar el sinceramiento? Bueno, en un año o dos podrán poner al día el plan de remesas atrasadas. No, nada de eso. Y así las empresas con remesas atrasadas pasaron en un santiamén a girar “a cuenta de ejercicios futuros”. Para evitarlo habría que tener Ministros con cojones en las cosas importantes, no compadritos como Aranguren que les da lo mismo cargarse la cuenta del gas que la soberanía energética y de allí no pasa su horizonte mental. Ésa, para mí es la diferencia de un CEO que conoce su empresa y un político que conoce su Estado. Pero, Macri lo quiso así. Argentina tenía, según el BCRA a diciembre de 2015 una deuda pública pruta consolidada (Nación, Provincias y Municipios) expresada en dólares de 250 mil millones. El sesenta por ciento, 150 mil millones de dólares redondeando, estaba denominada en pesos, emitida bajo ley argentina, y pactada entre partes de los Estados locales (ANSES; Tesoro, BCRA, etc.). O sea, sólo con política monetaria se “reperfilaba” a piacere. El resto, 100 mil millones de dólares, eran todo lo contrario: denominada en divisas (dólares, euros, libras, yenes), emitida bajo ley extranjera desde que el Código Procesal de la Dictadura lo permitió hace muchos años, y pactada con mercados extranjeros (desde pantagruélicos fondos de inversión, hasta inmundos buitres o jubilados italianos). La mas vieja de esa deuda es hoy de 1977, la contrajo el entonces Intendente Cacciatore, y aún faltan pagar 2,5 millones de dólares, pero está “performance” (o sea, en regla). Así las cosas este Presidente que no demostró capacidad para ningún negocio público ni privado (salvo el contrabando y la compraventa de jugadores objetada en los balances de su club), hizo tres proezas que determinan todas las demás de su triste periodo que ya termina: (a) convirtió la totalidad de los 250 mil millones de dólares que recibió del gobierno anterior en deuda externa, en divisas y bajo ley extranjera (para ello usó varios DNU y algunos artículos del Presupuesto de 2016); (b) agregó a la masa de deuda pública bruta consolidada 100 mil millones de dólares de deuda más en las mismas condiciones (externa, en divisas y bajo ley extranjera), creando el récord que superó a Rivadavia, Avellaneda, Videla y Cavallo como hiperendeudadores históricos; y (c) acumuló una masa de deuda interna (en pesos, bajo ley argentina) llamada sopa de letras (Lebac, Leliq, Letes, Botes, etc.) equivalente a mas de una base monetaria: o sea toda la moneda en circulación, mas los depósitos a la vista, mas las obligaciones bancarias a corto plazo. En el camino, como ya lo había profetizado el indescriptible Dujovne al asumir como Ministro: “en última instancia, siempre estará el FMI”. El oráculo tuvo razón. Y festejaron la inenarrable vergüenza de someterse otra vez al acreedor que Argentina, Uruguay y Brasil -al unísono- desinteresaron para que dejara de… monitorear las cuentas de países que no le importan sino para el saqueo a los señoritos exentos de todo impuesto que trabajan en Washington con mentalidad de contadores de Auschwitz (recomiendo leer el libro “Enemigos”- entrevista de Ernesto Tenembaum a Claudio Loser). Así que cuando hubo alguna sequía, o subió un punto la tasa de la Reserva Federal, o el círculo rojo se cansó de las pelotudeces del Presidente, la campana se dió vuelta… y así estamos. No por las PASO, señor. Por su culpa. Y así vamos a estar mucho tiempo. Y nos va a obligar por mucho tiempo a devaluar, flotar sucio, vigilar la cuenta capital, pactar precios y salarios, desdolarizarlo todo… y si es necesario, defaultear también (que no será mas que ampliar y prorrogar su propio default que todavía no sabe si mandar al Congreso o no).Por favor, los errores al gobernar apréndalos en el master de Washington de Durán Barba, no en el sillón de Balcarce. Resumiendo: no bien llegaron -como hablaba con una admirada amiga muy bien informada en estas lides- liberaron enloquecidamente la cuenta capital, y se arrojaron al Fondo. Ése era todo el plan, lo demás eran globos, caritas lindas y bailecitos mas o menos ridiculones. Como daños colaterales, los argentinos fuimos sometidos a una expansión de base monetaria de las mas grandes de nuestra historia sin que la inflación se enterara del asunto. Teléfono para Milton Friedman y la Escuela de Chicago. Y los dólares que ingresaron en el hiperendeudamiento, hay que decirlo, fueron mínimamente para obras y gastos corrientes (que no se pagan en dólares), sino -en casi tres cuartas partes: 73 %- para “Formación de Activos Externos”. Fuga, para los amigos; fuga equivalente a la habida en los 12 años de kirchnerismo. Y por favor, no pregunten por el “otro” Fondo: el Fondo de Garantía de Sustentabilidad, que el gobierno anterior dejó en alrededor de 70 mil millones de dólares y… No pregunten, por favor. Piedad. Ojalá la derecha elija gente seria la próxima vez. La tiene. Yo creo que de verdad hay líderes de derecha que tienen sensibilidad social, sentido común y sobre todo, inteligencia. Pero esta vez no nos tocó en suerte. A ver si en el futuro, a la tristeza de los niños ricos que sabiamente citaba Menem la superamos con trekking, competencias en globos aerostáticos o mucho, pero mucho polo. Pero darles la Casa Rosada para pasar el rato, NUNCA MÁS.