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Capítulo 8/ Sociedad Civil Y Participación Política

Breve Revisión Histórica


La calidad de los partidos políticos fundamentada en la capacidad para operar el cambio sin
mayores sobresaltos, posee una estrecha relación con la calidad de la transición y el valor
cualitativo que de la democracia puedan hacer los ciudadanos. Para el caso guatemalteco,
es evidente que la reiteración de conflictos políticos y la ausencia de ética y eficiencia en
los partidos, generó un descontento social severo, teniéndose como efecto serias
contradicciones y por tanto, el establecimiento de una conducta social basada en el rechazo
hacia la participación político-electoral, en donde el abstencionismo se constituye como el
fenómeno más preocupante, porque el sistema pierde aceleradamente su legitimidad.
Se analizan a continuación diversos sectores sociales en torno a esa participación política,
dando énfasis a sectores protagónicos como el empresariado local, el movimiento sindical y
popular, el movimiento indígena y las iglesias.
El movimiento sindical y popular
Durante el gobierno del general Kjell Laugerud García, el movimiento sindical y popular
experimenta un rápido ascenso en sus niveles de organización y participación, pero el
gobierno culminó su gestión aplicando prácticas represivas, preámbulo de una auténtica
época de terror. Laugerud García intenta iniciar su gobierno con una estrategia orientada a
conquistar la simpatía social, en especial la de las organizaciones sindicales y populares
existentes en esa época. Para ello, anuncia incrementos en los salarios de los trabajadores
del Estado, solicita a los empresarios privados mejorar los salarios mínimos de sus
trabajadores, agrícolas por ser estos los más afectados producto de la escalada de precios en
la canasta básica de consumo.
Anuncia el gobierno, además, la implementación de los precios tope, es decir, la fijación de
un límite en los precios de los productos considerados como esenciales para la
sobrevivencia humana, a fin de evitar la práctica comercial inescrupulosa o especulativa. La
actitud del sector privado, no solo se negaba a elevar el salario a sus empleados, sino que
permitía o favorecía el ascenso en los precios de los productos básicos o esenciales con el
objeto de ampliar sus márgenes de beneficios, provoca el agudizamiento de la pobreza en el
país, básicamente en el área urbana, lo que genera protestas sociales cada vez más
constantes.
En ese clima de inestabilidad y de agitación social, tuvo lugar un fenómeno natural
dramático y devastador: el terremoto del 4 de febrero de 1976, que provocó más de 30 mil
personas muertas, cientos de miles de viviendas destruidas.
El movimiento sindical y popular sigue así su proceso de organización y auge participativo.
En noviembre de 1977 miles de mineros provenientes de Ixtahuacán, Huehuetenango,
emprenden una marcha pacífica hasta la ciudad capital de Guatemala, con el objeto de
denunciar el cierre arbitrario de la empresa en que laboraban, denominada “Minas de
Guatemala”.
Un 29 de mayo de 1978 se produce una masacre en la cual mueren más de cien campesinos
indígenas del departamento de Baja Verapaz. El objeto era despojarlos de sus tierras,
finqueros de la región y militares a su servicio, fueron responsabilizados de tan grave
matanza.
Las protestas populares prosiguieron, las demandas y manifestaciones en contra de la
represión, los despidos, el alto costo de la vida y la exigencia del respeto a los derechos
humanos, se hicieron cada vez más constantes y radicales. El gobierno recurre a las
desapariciones forzadas, al secuestro y al asesinato.
Las organizaciones sociales prosiguen en la búsqueda de alternativas para sobrevivir ante la
ofensiva represiva desatada por el gobierno de Lucas García, lo que provoca la creación del
Frente Democrático Contra la Represión (FDCR), establecido el 24 de febrero de 1979,
contando con el apoyo de más de 600 delegados de 70 organizaciones populares,
democráticas, religiosas, estudiantiles y políticas, sobresaliendo el Comité Nacional de
Unidad Sindical (CNUS), el Movimiento Nacional de Pobladores (MONAP) y el Partido
Socialista Democrático (PSD), por entonces fundado en el exilio.
Un informe realizado por la Asociación de Investigaciones Económicas y Sociales (ASIES)
describe que “el primero de mayo de 1980, un día después de que 18 sindicalistas de la
CNT fueron capturados por las fuerzas policiales, se realizó la conmemoración de dicha
fecha con un desfile al que concurrieron entre 40 mil y 60 mil personas.
El 23 de marzo de 1982, fecha del golpe de Estado en contra del general Lucas García
(reemplazado por una junta militar) marca una época distinta. En esa época, el movimiento
sindical y popular estaba de hecho completamente desarticulado. La represión alcanzó a
todos los sectores y a todas las organizaciones, tanto urbanas como rurales. La represión,
asimismo, y aun después del golpe de Estado, prosigue en forma selectiva, exacerbándose a
veces, pero sus dimensiones en cuanto a sus efectos no disminuyen.
En apariencia de 1983 a 1990 se produjo una importante eclosión de organizaciones
sindicales, populares y campesinas. Tal es la percepción numérica, pero en realidad los
márgenes de acción y de conquistas reales fueron reducidos. Surgieron capacitados líderes
dentro del movimiento social, pero los espacios políticos, así como el poder fáctico de las
principales instituciones del Estado, quedaron de nuevo bajo el poder y la hegemonía de los
grupos tradicionalmente poderosos, que impidieron el resurgimiento operativo de las
organizaciones populares.
El movimiento indígena guatemalteco.
La participación política de los indígenas guatemaltecos o ha estado ligada al reclamo
constante vinculado a superar las condiciones de racismo y exclusión a las que han sido
expuestos, asimismo, por sus demandas agrarias en la búsqueda de una sensible mejora en
sus condiciones de vida, condenados por un sistema económico basado en la economía del
despojo. Es importante apuntar, que el modelo económico vigente en Guatemala desde la
época colonial, se reprodujo sin mayores modificaciones, este modelo primario, dual,
inestable y dependiente, se ha basado en la explotación agropecuaria. Los indígenas fueron
expulsados de sus propiedades agrícolas originarias muy productivas desde la instauración
de la conquista y la colonización.
La población indígena ha orientado por lo tanto sus demandas hacia dos aspectos
fundamentales: primero, la urgente necesidad de promover una reforma en el régimen de la
propiedad agraria; segundo, tener acceso a condiciones de vida más dignas y justas,
superando –además de la explotación laboral– una de las prácticas más inhumanas que han
sufrido: el racismo. Esta situación tiene como corolario, la sistemática marginación de la
sociedad indígena en el contexto político. Irónica realidad si se considera que en Guatemala
más del 70% de la población es indígena. Muchas denuncias realizadas por líderes
campesinos e indígenas han obtenido como respuesta la violencia institucionalizada, en
algunas ocasiones estas acciones han podido salir a la luz pública, mientras que otras han
quedado perdidas en un silencio deliberado.
El 31 de enero de 1980 marca el inicio de lo que sería una más directa participación política
de la población indígena en ese proceso de lucha y búsqueda por el establecimiento de una
situación social, económica y política distinta. Un grupo de 20 campesinos de origen
quiché, apoyados por varios estudiantes universitarios, se instalan en la sede de la embajada
de España, con el objeto de denunciar su difícil situación, así como la eliminación física de
varios de ellos en la región de Uspantán. La sede diplomática es incendiada muriendo 37 de
sus ocupantes, incluyendo funcionarios españoles y dos políticos guatemaltecos, uno de
ellos ex vicepresidente y el otro, ex canciller. El hecho impresiona al mundo entero, y
sellaba trágicamente el fi n de una época de reclamos y acciones campesinas, para dar paso
a otra fase en su lucha: la incorporación de muchos líderes indígenas al movimiento
guerrillero guatemalteco, debido a que los espacios para la denuncia habían sido cerrados
definitivamente.
Esta nueva fase de lucha y reivindicaciones indígenas, se afianza con la firma del Acuerdo
sobre Identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas, establecido como producto de las
negociaciones realizadas por el gobierno de Guatemala y la insurgente Unidad
Revolucionaria Nacional Guatemalteca. El mismo incluye importantes apartados como, por
ejemplo: I. Identidad de los pueblos indígenas. II. Lucha contra la discriminación etc. No
obstante, para que el Acuerdo anterior tuviese vigencia, se hacía necesario recurrir a
reformas constitucionales importantes. De ahí que las partes vinculadas a la negociación de
paz, pactaran a su vez, la ejecución del Acuerdo sobre Reformas Constitucionales y
Régimen Electoral.
Pero la organización indígena en Guatemala a pesar de las limitaciones experimentadas en
su proceso de participación y protagonismo social, ha logrado avances significativos. Si
bien existen aspectos controvertidos en el movimiento referido, como, por ejemplo, las
tradicionales pugnas por apropiarse del liderazgo desde un marco institucional, o los
intentos por hacer prevalecer la cosmogonía de algunos de sus grupos integrantes, su
presencia, tanto dentro como afuera del país es cada vez más importante.
Las iglesias y su participación social.
En términos generales, puede asegurarse que la participación de las iglesias en la
convulsionada historia política reciente de Guatemala, ha sido activa en cada una de las
coyunturas planteadas. La Iglesia católica optó por los pobres y desarrolló una labor
verdaderamente comprometida, lo que queda certificado si se considera que la represión se
ensañó contra esta institución. El movimiento religioso protestante, por el contrario,
desarrolló durante las décadas de los años 80 y 90, una función contrainsurgente,
recurriendo al fomento de la pasividad social, oponiéndose a las acciones concretas que
pretendían el cambio estructural, todo ello, basándose en el principio de que el ser humano
debe preservar la individualidad, optar por lo espiritual y renunciar a las acciones colectivas
que pudiesen alterar el orden.
Capítulo 11/ Conclusiones
La conquista española ocurrida en el año de 1524 impuso las estructuras de un Estado
teocrático y feudal, que con el transcurso de los siglos evolucionó hacia un Estado
militarizado, autocrático, mercantilista y racista.
El proceso revolucionario de efímera duración (1944-1954) representó la única oportunidad
histórica, política, económica y social que ha existido en Guatemala, capaz de modificar las
injustas estructuras institucionales heredadas desde 1524 y profundizadas a partir de 1954.
Un modelo económico y político no equitativo y parcializado, habilitó una estructura social
en donde la marginación, la pobreza, la enfermedad y la precariedad en su conjunto,
golpean secularmente a las mayorías pobres y desposeídas del país, generándose un círculo
vicioso del cual les resulta imposible trascender, precisamente porque el modelo funciona a
partir de una rígida estructura entre dominadores y dominados.
El militarismo, el fraude electoral y la violencia política, constituyen las bases de un tríptico
que no permitió la eclosión de una democracia real y participativa en Guatemala.
La estructura económica y política tradicional guatemalteca, generadora de permanentes y
recurrentes beneficios para una élite local, se fracturó aceleradamente con la vigencia de los
tratados de libre comercio y la globalización de la economía, así como por la supervisión
internacional de la parcializada y corrupta legislación interna, dando paso a corrimientos o
desplazamientos de poder, en donde activos e influyentes actores de carácter internacional
han afianzado su dominio, influencia y participación.
La organización y la participación política de la sociedad a través de instrumentos de
verdadera representación e intermediación social (partidos políticos populares y
democráticos) sigue siendo una aspiración. No obstante las condiciones nacionales e
internacionales permiten ahora una mayor viabilidad para su vigencia y funcionamiento, la
creación de éstos y su éxito operativo a favor de las mayorías pobres y desposeídas del país
sigue siendo el desafío más sensible y urgente, única instancia capaz de modificar un
modelo caduco, expoliador, autoritario y racista, como el que ha existido secularmente en
Guatemala.
DIAPOSITIVAS.
Capítulo 8/ Sociedad Civil Y Participación Política
Breve Revisión Histórica
Se analizan a continuación diversos sectores sociales en torno a esa participación política,
dando énfasis a sectores protagónicos como el empresariado local, el movimiento sindical y
popular, el movimiento indígena y las iglesias.
El movimiento sindical y popular
Durante el gobierno del general Kjell Laugerud García, el movimiento sindical y popular
experimenta un rápido ascenso en sus niveles de organización y participación, pero el
gobierno culminó su gestión aplicando prácticas represivas, preámbulo de una auténtica
época de terror. Laugerud García intenta iniciar su gobierno con una estrategia orientada a
conquistar la simpatía social, en especial la de las organizaciones sindicales y populares
existentes en esa época.
El movimiento indígena guatemalteco.
La participación política de los indígenas guatemaltecos o ha estado ligada al reclamo
constante vinculado a superar las condiciones de racismo y exclusión a las que han sido
expuestos, asimismo, por sus demandas agrarias en la búsqueda de una sensible mejora en
sus condiciones de vida, condenados por un sistema económico basado en la economía del
despojo. Es importante apuntar, que el modelo económico vigente en Guatemala desde la
época colonial, se reprodujo sin mayores modificaciones, este modelo primario, dual,
inestable y dependiente, se ha basado en la explotación agropecuaria. Los indígenas fueron
expulsados de sus propiedades agrícolas originarias muy productivas desde la instauración
de la conquista y la colonización.
Las iglesias y su participación social.
En términos generales, puede asegurarse que la participación de las iglesias en la
convulsionada historia política reciente de Guatemala, ha sido activa en cada una de las
coyunturas planteadas.
Capítulo 11/ Conclusiones.
La conquista española ocurrida en el año de 1524 impuso las estructuras de un Estado
teocrático y feudal, que con el transcurso de los siglos evolucionó hacia un Estado
militarizado, autocrático, mercantilista y racista.
El proceso revolucionario de efímera duración (1944-1954) representó la única oportunidad
histórica, política, económica y social que ha existido en Guatemala, capaz de modificar las
injustas estructuras institucionales heredadas desde 1524 y profundizadas a partir de 1954.
Un modelo económico y político no equitativo y parcializado, habilitó una estructura social
en donde la marginación, la pobreza, la enfermedad y la precariedad en su conjunto,
golpean secularmente a las mayorías pobres y desposeídas del país, generándose un círculo
vicioso del cual les resulta imposible trascender, precisamente porque el modelo funciona a
partir de una rígida estructura entre dominadores y dominados.

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