Está en la página 1de 31

UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

Facultad de Psicología

Tesis de Grado
para la obtención de la Licenciatura en Psicología

¿Es posible un tratamiento psicoanalítico de las


adicciones?

Alumna: Do Nascimento, María Florencia

L.U.: 369045400

Email: mflorenciadn@gmail.com

Tutor de tesis: Álvarez Bayón, Patricio

Práctica Profesional cursada: Adicciones: Un abordaje clínico-


comunitario (707)

Ingreso: Primer cuatrimestre 2011


Índice

Resumen……………………………………………………………….…………… Pág. 2

Planteo del problema ……………………………………………………...……… Pág. 3

Estado del arte…………………………………………………………………...… Pág. 4

Marco teórico………………………………………………………………….…… Pág. 5

Metodología…………………………………………………………..…………… Pág. 11

Presentación y análisis de resultados

Grupo A…………...…………………………………………..……Pág. 12

Grupo B.………………………….……………………......……….Pág. 18

Resumen y Discusión……………………..…………..……………………....….Pág. 25

Comentarios y conclusión……………………………...…….…..………………Pág. 27

Referencias bibliográficas……………………..………….................................Pág. 29

1
Resumen
La pregnancia en el contexto actual de las toxicomanías y el alcoholismo como
fenómenos sociales, vinculados a la declinación masiva del Nombre de Padre,
derivan en la relevancia de poder ubicar cómo responder desde el punto de vista
de la clínica psicoanalítica ante esta problemática, resaltando la dificultad para
pensar un tratamiento posible allí donde no hay síntoma, sino una formación de
ruptura con el goce fálico. El objetivo central de esta tesis será interrogar si es
posible un tratamiento psicoanalítico de las adicciones. A partir del estudio
comparativo de diferentes modos de intervención en diversas instituciones, se
intentará dilucidar el modo en que cada una responde ante los obstáculos, para
finalmente concluir que el trabajo del tratamiento deberá orientarse a la
construcción de un síntoma analizable por parte del paciente, un síntoma que
“hable”, en tanto esté estructurado como un lenguaje, para llegar, posteriormente,
a un “saber hacer” con dicho síntoma ya articulado.

Abstract
The pregnancy of drug addiction and alcoholism as social phenomena in the actual
context, linked to the massive decline of the Name of the Father, are giving
relevance to locate how to respond from the point of view of the psychoanalytic
clinic to this problem, highlighting the difficulty of thinking a possible treatment
where there are no symptoms, but a breakdown with the phallic jouissance. The
central objective of this thesis will examine whether if a psychoanalytic treatment of
addictions is possible. From the comparative study of different methods of
intervention in several institutions, it will try to elucidate how each one responds to
the obstacles, to finally conclude that the treatment should be aimed to build an
analyzable symptom to the patient, a symptom that "speak", as it is structured like
a language, to arrive later to a "know-how" with this symptom.

2
Planteo del problema

La adicción es una patología cuya etiología es no lineal y multideterminada, lo cual


genera la imposibilidad de un abordaje simplicista de esta temática, que considere
una mirada exclusivamente psicológica o puramente sociológica.
Desde el punto de vista psicopatológico, se intentará dar cuenta de la
problemática de la adicción en términos de una ruptura con el goce fálico. J. Lacan
plantea que “la única definición que hay de la droga, y éste es el motivo de su
éxito, es que la droga es aquello que permite romper el matrimonio del cuerpo con
el pequeño pipí” (Lacan, 1975). Hay en esta patología una ruptura con el
ordenamiento fálico sin que haya al mismo tiempo (necesariamente) forclusión del
significante del Nombre del Padre.
Además del planteo psicopatológico, resulta relevante destacar la imposibilidad de
disgregar esta causa subjetiva del contexto político, económico y social en el cual
el sujeto se halla inserto, contexto caracterizado por un consumo desmedido como
valor supremo, con la subyacente denegación de la dimensión de la falta que esto
conlleva. La identidad personal, las relaciones interpersonales, las nociones de
progreso y éxito, la felicidad y el sentimiento de plenitud aparecen infaliblemente
ligados al consumo. En este sentido, I. Lewkowicz (1999) remarca que
“consumidor no es un adjetivo del hombre contemporáneo sino una definición”. No
se trata simplemente de una ideología consumista, sino de prácticas de
constitución de la subjetividad que dan lugar a la individualización de las
relaciones afectivo-personales, así como a la barbarización de los vínculos
humanos, en el seno de una sociedad que produce subjetividad con sus modos de
sentir, de pensar, de desear propios del consumismo y exitismo.
Partiendo de estos supuestos, el objetivo del trabajo será intentar analizar cómo
puede pensarse la dirección de la cura allí donde la función fálica es deficiente,
partiendo de la idea de que el código común que comprende el cúmulo de
significaciones estables que ordena la existencia humana encuentra en el falo su
clave universal (Lacan, 1958).
La justificación de esta investigación se relaciona con la pregnancia en el
contexto actual de la toxicomanía y el alcoholismo como fenómenos sociales,

3
vinculados a la universalización de una manera de gozar en donde la ley no opera
para poner límites al goce. En el contexto actual acudimos a una declinación
masiva del Nombre de Padre, donde el goce funciona como amo moderno
(Tarrab, 1995). Ante este panorama, resulta de relevancia poder ubicar cómo
responder desde el punto de vista de la clínica psicoanalítica ante esta
problemática, resaltando la dificultad para pensar un tratamiento posible allí donde
no hay síntoma, sino una formación de ruptura con el goce fálico.
Por tanto, el problema central de la tesis será interrogar si es posible un
tratamiento psicoanalítico de las adicciones.
En relación a este problema, las preguntas que pueden desprenderse son las
siguientes:
- ¿Cómo dar comienzo a un tratamiento para las adicciones, cuando el goce del
toxicómano no está barrado por el significante fálico?
- ¿Cómo instalar la palabra plena allí donde el significante falo está “de huelga”?
- ¿Cómo confrontar al sujeto con su deseo, cuando el tóxico deja latente toda
pregunta acerca de la falta?
- ¿Cómo crear la demanda de análisis en un sujeto para el cual la droga cumple la
función de cancelación tóxica del dolor psíquico?

Estado del arte


Inicialmente, J. Lacan (1975) define a la droga como “aquello que permite romper
el matrimonio del cuerpo con el pequeño pipí” y explicita que de allí proviene el
motivo de su éxito.
A partir de este planteo, diferentes autores de orientación psicoanalítica lacaniana
realizaron diversos desarrollos acerca de esta patología.
J.A. Miller (1995), comentando esta cita de Lacan, afirma que existe aquí un "goce
cínico que rechaza al Otro, que rehúsa que el goce del cuerpo propio sea
metaforizado por el goce del cuerpo del Otro". Goce autoerótico, no regulado por
la normativización simbólica, que deja por fuera toda pregunta por la diferencia
sexual, sin enfrentarse así a la castración.

4
E. Laurent (1997) propone que en las toxicomanías existiría un rechazo del
inconsciente. A diferencia del síntoma neurótico, la adicción no constituiría una
formación de compromiso, sino una “formación de ruptura”.
M. Tarrab (2000) retoma la idea de rechazo del inconsciente desarrollada por E.
Laurent, ubicando la toxicomanía y el alcoholismo como patologías más
vinculadas a la acción que al pensamiento, ligadas al circuito irreflexivo de la
compulsión y la impulsividad, en la que un objeto exterior colma la expectativa de
llenar un vacío que amenaza con capturar al sujeto.
Por otro lado, S. Le Poulichet (1987) propone que en la base de la toxicomanía se
encuentra la operación del farmakon. Lo propio de la operación del farmakon sería
establecer las condiciones de una satisfacción alucinatoria (creando las
condiciones para desenvolverse al margen del principio que reglamenta el orden
del lenguaje) y producir una cancelación tóxica del dolor (más específicamente,
del dolor por la falta que no ha sido simbolizada). Aún cuando los discursos
populares acerca de la toxicomanía la presentan como una autodestrucción, se
trata de una operación esencialmente conservadora que protege a una forma de
narcisismo.
A partir de estos desarrollos, distintas instituciones y autores -tales como M.
Tarrab, D. Silliti, F. Naparstek, E. Sinatra, nucleados en el Departamento de
Investigación de Toxicomanía y Alcoholismo TyA, de la Escuela de la Orientación
Lacaniana- desprenden de ellos un tratamiento posible desde el psicoanálisis para
las adicciones. Esta investigación pretende centrarse en las particularidades de
este último, estableciendo y analizando una oposición a otros modos de
tratamientos no psicoanalíticos, que se llevan a cabo en diversas instituciones.

Marco teórico
El punto de partida que a lo largo del desarrollo teórico posterior permitió pensar
un tratamiento psicoanalítico posible para las adicciones es una cita del texto
Cierre de las Jornadas de estudio de carteles de la Escuela Freudiana en 1975,
donde Lacan formula su definición fundamental de la droga. Esta definición se
inicia con una pregunta sobre la angustia de castración: "...entonces, qué es la

5
angustia? Es curioso que no se haya extraído un poco la moraleja del pequeño
Hans de Freud. La angustia está muy precisamente localizada en un punto de la
evolución de ese gusano humano, es el momento en que el hombrecito o la futura
mujercita se da cuenta de que está casado con su (...) pito, que se infla cuando se
dan cuenta que no hay allí nada mejor con que hacer falo, lo que evidentemente
es una complicación ligada al hecho del nudo, a la ex-sistencia del nudo. Pero si
hay algo que (...) está hecho para mostrarnos la relación de la angustia con el
descubrimiento del pequeño-pipí (...) es pese a todo claro, es seguro que puede
concebirse que para la niña, como se dice, se despliega mejor, por eso ella es
más feliz, se despliega porque necesita un cierto tiempo para darse cuenta que no
tiene un pequeño pipí, y eso le produce angustia también, pero es una angustia
por referencia a aquél que está aquejado por él; digo “aquejado” porque hablé del
matrimonio, y todo lo que permite escapar a ese matrimonio evidentemente es
bienvenido, de allí el éxito de la droga, por ejemplo, no hay ninguna otra definición
de la droga más que esta, es lo que permite romper el matrimonio con el pequeño-
pipí" (Lacan en Revista Lacaniana, 17).
De este modo, para Lacan la droga permite escapar a la angustia de castración,
pero no de cualquier modo, sino mediante una función que los autores siguientes
acentuarán, que es la de la ruptura con el goce fálico. Ahora bien, esta cita de
Lacan puede comprenderse aún mejor si se la articula con otra del año anterior,
del Seminario RSI 1, donde Lacan explica que ante la inexistencia de la relación
sexual, la única articulación entre el goce y la palabra implica que el goce es
necesariamente fálico, y Hans está angustiado ante el hecho de enfrentarse a
esto: a que a partir de allí, llevará el falo pegado al cuerpo -como una bandolera
dice Lacan-, en un matrimonio indisoluble: "está casado con el falo" (Lacan, 1974).

1
"Vean al pequeño Hans cuando resulta que se vuelve sensible la asociación a un cuerpo, particularmente
macho en este caso, definido como macho, la asociación a un cuerpo de un goce fálico. Si el pequeño Hans
se precipita en la fobia, es evidentemente para dar cuerpo —lo he demostrado durante todo un año— para dar
cuerpo al embarazo que tiene por ese falo y para el cual se inventa toda una serie de equivalencias
diversamente piafantes bajo la fobia que se dice del caballo; el pequeño Hans en su angustia, principio de la
fobia, principio de la fobia, y es en este sentido que es al volvérsela, a esta angustia, si se puede decir, pura,
que se llega a hacerlo acomodarse con este fallo del cual, al fin de cuentas, como todos los que se
encuentran llevando su carga, la que un día he calificado de bandolera. Y bien, es preciso que se acomode a
él, a saber que esté casado.... ¡con ese falo! Eso, es con lo cual el hombre no puede nada." Lacan, J. El
Seminario, libro 22: R, S, I. Clase del 17/12/74. Inédito.

6
Así, se entiende por qué Lacan plantea que el sujeto masculino o femenino está
aquejado por ese matrimonio con el falo -que debe entenderse en dos vertientes:
como significante fálico pegado al cuerpo, y como goce fálico-, y que la droga
permite la ruptura con él.
El falo es descripto por Lacan de distintos modos a lo largo de su enseñanza, pero
inicialmente podrían señalarse tres: como goce fálico, como significante fálico, y
como significación fálica.
En el plano del goce fálico, es decir en el registro real, Lacan lo describe en el
Seminario 20 –Aún- mediante la función de un instrumento para producir la cópula
con el Otro, descripta a veces como la pinza, la herramienta de enganche con el
Otro (Lacan, 1972). De este modo, si la droga permite la ruptura de esa cópula, de
ese matrimonio, permite a su vez obtener un goce no regulado por la instancia
fálica, un goce que no pasaría por el Otro.
En cuanto al plano simbólico e imaginario, Lacan los describe en “La significación
del falo” (1958).
En el plano simbólico, el significante fálico es definido como el significante del
deseo: todo lo que funciona en el plano del deseo es connotado fálicamente. Por
lo tanto, la ruptura con el falo también afecta la dimensión deseante.
En el plano imaginario, el significante falo es fundamental para abrir paso al plano
de la significación fálica. Por tanto, la ruptura a la que alude Lacan al definir la
droga, es también una ruptura con la significación común, lo cual tiene el riesgo
por momentos de dejar al sujeto fuera del discurso común.
En consecuencia, la ruptura con el falo tiene consecuencias en los tres registros.
Estas consecuencias serán desarrolladas por los autores que siguen a Lacan.
Siguiendo esta línea, J.A. Miller (1989), sugiere que "el psicoanálisis no atañe al
sujeto sino en tanto éste se relaciona con esa categoría (el falo), en tanto se
inscribe en la función fálica". A partir de esta afirmación, se presenta un obstáculo
para pensar la entrada en análisis del toxicómano, quien guarda con la droga una
relación que se sitúa en ruptura con el falo. Este autor plantea que en la práctica
clínica es normal encontrarse con que los sujetos hacen de la droga un recurso
para escapar a la angustia frente al deseo del Otro, y haciendo un contrapunto con

7
el perverso -que reniega la castración pero en su acto de todos modos consiente a
hacer pasar su goce por el Otro (sea por medio de un fetiche, o por otras vías)-
postula un "goce cínico que rechaza al Otro, que rehúsa que el goce el cuerpo
propio sea metaforizado por el goce del cuerpo del Otro". Se trata de un modo
diferente de rechazo de la castración, por eso los autores lo llaman de ruptura con
el falo, ya que no consiente a que el goce sea normativizado por el falo, tomando
la forma de un goce autoerótico. Este goce autoerótico, no regulado por la
normativización simbólica, deja por fuera toda pregunta por la diferencia sexual,
sin enfrentarse así a la castración.
En relación a este goce autoerótico, Miller se pregunta si podría ubicarse a la
droga en relación al objeto a, pero se responde que a diferencia del objeto a que
funciona como causa de deseo, pasando por el campo del Otro, la droga funciona
como un objeto "causa de goce", sin consentir a realizar el recorrido pulsional en
relación al Otro (en el sentido de las formas gramaticales activa, media y pasiva de
la pulsión -por ejemplo, como dice Freud en Pulsiones y destinos de pulsión: la
boca que besa, la boca que es besada y la boca que se besa-). Así Miller
fundamenta ese goce que no pasa por el Otro, ese goce autoerótico propio de la
toxicomanía.
En la medida en que el deseo inconsciente está orientado por lo fálico, E. Laurent
(1997) propone que en las toxicomanías existiría un rechazo del inconsciente. A
diferencia del síntoma neurótico, la adicción no constituiría una formación de
compromiso, sino una “formación de ruptura". Esta ruptura, a nivel del
inconsciente es una ruptura con las particularidades del fantasma. Para aclarar
este punto, será necesario situar la articulación que existe entre el falo y el
fantasma. La función del fantasma es la de producir una mediación entre el goce
pulsional y el deseo, y para ello el objeto a del fantasma como objeto perdido (es
decir, como objeto que ha pasado por la operación lógica de la separación) se
articula con la castración según la fórmula que Lacan plantea en El Seminario 8
(1961) para el agalma, que es la fórmula
a .

-phi

8
Es este el modo en que el objeto a se erotiza, al pasar por la castración, y de este
modo puede funcionar como causa de deseo. Por lo tanto, el fantasma implica
necesariamente la articulación con el falo, la castración y el lazo con el Otro
(Lacan, 1961).
De esta manera, la propuesta de Laurent de una ruptura con el fantasma implica
seguir la dirección del goce autoerótico propuesta por Miller, en la medida en que
ese goce no pasa por el falo, no coloca al objeto como causa de deseo, y no pasa
por el Otro. Así, este autor propone que existiría “una ruptura con las
particularidades del fantasma (…); la toxicomanía es un uso del goce fuera del
fantasma, es un cortocircuito”. Se trataría de un “goce Uno”, no sexual, propio de
la sociedad de consumo. Ese goce Uno es su modo de nombrar el goce
autoerótico del que hablaba Miller.
Más adelante, M. Tarrab (2000) señala que: “la operación toxicómana es aquella
que no requiere del cuerpo del Otro como metáfora del goce perdido y es
correlativa de un rechazo mortal del inconsciente”. Es decir, el goce secundario al
consumo de drogas no es sexual “es una elección contra la castración, contra la
división del sujeto y contra el inconsciente” (p.119). De esta manera, la droga
aparece como un objeto útil para obturar la falta y el deseo que de ella se
desprende. M. Tarrab (2000) señala que si se considerara la adicción al modo de
una neurosis actual, sus “síntomas no se pueden reducir a la dialéctica
significante; no se pueden historizar y suponen un compromiso corporal, del cual
la dimensión del inconsciente queda excluida” (p.88). Por ello no se puede pensar
a la toxicomanía como a un síntoma en el sentido psicoanalítico ya que esta opera
al modo de un “rechazo del inconsciente”.
En resumen, se puede arribar a las siguientes conclusiones a partir de la definición
que Lacan realiza de las toxicomanías:
- Con la ruptura con el goce fálico se produciría una ruptura con el Nombre del
Padre por fuera de la psicosis, es decir, no se trataría del mecanismo de
forclusión.
- Existiría una ruptura con las particularidades del fantasma (que por definición
incluye la castración y entonces el falo); por tanto, el toxicómano no sería un

9
perverso, pues la perversión supone el uso del fantasma. La ruptura con el goce
fálico supone una forma de goce sin el fantasma.
- La toxicomanía haría aparecer el goce Uno, autoerótico, en tanto goce no sexual.
Por otro lado, S. Le Poulichet (1987) propone que en la base de la toxicomanía se
encuentra la operación del farmakon. Para entender cómo funciona esta
operación, es necesario reconocer que el tóxico presenta una ambigüedad en su
definición; el farmakon tiene un doble sentido: remedio y veneno.
La operación del farmakon permite el acceso a una satisfacción alucinatoria que
no necesita pasar por el campo del lenguaje y producir un taponamiento tóxico de
la castración. De este modo, lejos de funcionar como una autodestrucción, tal
como lo plantea el discurso popular, esta operación protege una forma de
narcisismo.
La operación del farmakon puede manifestarse en dos modalidades distintas:
como suplencia o como suplemento. En la suplencia, la adicción da cuenta de un
desfallecimiento, de una insuficiencia de la función paterna que hace necesario
suplir permanentemente la claudicación de la instancia simbólica. Con la
operación del farmakon el sujeto busca trata de acomodar una forma de apertura
al goce, conformando una tentativa a “cerrar” algo del cuerpo. En el caso del
suplemento, la toxicomanía opera como una prótesis narcisista que permitiría
suplir imaginariamente la carencia de la organización fálica bajo una forma tóxica.
En este estado de suspensión, el sujeto puede ahorrarse la pregunta por su propio
ser y por su falta, esquivando el enfrentamiento de la castración simbólica.
La autora afirma que: “la operación del farmakon participa de una forma de
destitución de la subjetividad; engendra una forma de desaparición del deseo,
desde el mismo momento en que el cuerpo ya no es elaborado dentro de la
articulación de los significantes” (Le Poulichet, 2005, p.77). El cuerpo deja de ser
elaborado dentro de las cadenas significantes, lo cual constituye una forma de
desaparición del sujeto.
Desde una perspectiva lacaniana, entonces, puede pensarse al consumo adictivo
de drogas por fuera de la regulación fálica, del campo del Otro, del sexo y del
lenguaje de signos. Otro punto de gran relevancia es el lugar que tiene la droga en

10
la cultura actual: existe en este contexto de la caída de los ideales y del Nombre
del Padre una tendencia a una respuesta única y globalizada, un goce unitario y
para todos igual. En el discurso capitalista el consumo se erige como única
respuesta al malestar, quedando así los sujetos divididos entre consumidores y
deprimidos, siendo estos últimos aquellos que no pueden consumir los productos
del mercado. (Naparstek, 2005).
A partir de este recorrido teórico que delimita las dificultades que presenta el goce
propio de la droga en ruptura con las particularidades del fantasma, de la
castración y del falo, se intentará analizar cómo se las arreglan distintas
instituciones que proponen un modo de abordaje de la toxicomanía para tratar
estas dificultades.

Metodología

Se llevará a cabo una investigación de tipo cualitativa a partir del estudio de casos.
El método de razonamiento será de tipo inductivo, lo cual implica que luego de una
primera etapa de observación, análisis y clasificación de los datos, se buscará
postular una hipótesis que aproximará a una solución al problema planteado.

Muestreo
Por cuestiones técnicas y éticas (al ser la autora aún estudiante, sin matrícula
habilitante para ejercer), los datos clínicos que se presentarán en el trabajo fueron
recolectados en el marco de una Práctica Profesional, con un objetivo de
aprendizaje dentro del ámbito de una carrera universitaria. Por esta razón la
técnica de muestreo utilizada fue por conveniencia, es decir, un muestreo no
probabilístico donde los sujetos de estudio fueron seleccionados por la
conveniente accesibilidad para la tesista.

Observación
La observación tuvo lugar en seis instituciones que brindan atención para las
toxicomanías y el alcoholismo.

11
Se presenciaron dos entrevistas de admisión en la clínica privada “Centro Privado
de Salud Mental”, cuatro entrevistas multifamiliares y dos grupos psicoterapéuticos
en la comunidad terapéutica “Proyecto Atuel”, dos encuentros de taller literario en
el Centro de Salud dependiente de un hospital público “Centro Biedak”, una
reunión de autoayuda en “Alcohólicos Anónimos”, una entrevista de admisión en el
Servicio 14 del Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial Dr. J.T. Borda y dos
asambleas multifamiliares en la comunidad terapéutica “El Reparo”.

Análisis y clasificación de los datos


Se realizará un estudio comparativo de los diferentes modos de intervención en
las instituciones anteriormente nombradas. Se intentará dilucidar el modo en que
cada una responde ante los obstáculos para el tratamiento (aún cuando muchas
de ellas no los piensen en estos términos), teniendo en cuenta que los objetivos
particulares, el concepto de salud-enfermedad trabajado y el tratamiento pensado
(o no) desde la funcionalidad singular que la droga cumple en cada paciente, dan
lugar a abordajes totalmente disímiles en cada una de estas organizaciones.
A fines didácticos, se planteará una distinción entre las instituciones con un
abordaje pensado en términos de la funcionalidad singular que la droga cumple en
cada paciente (“Grupo A”), de las que no lo piensan en dichos términos (“Grupo
B”).

Presentación y análisis de resultados

“GRUPO A”
Centro Privado de Salud Mental
“En esta clínica no se realiza una sola entrevista de admisión con una finalidad
diagnóstica, sino que se piensa a la admisión como un proceso, el cual constituye
un tiempo de instalación de la palabra en el sujeto, aquel en el que cae la certeza
que la droga le brindaba al paciente. En este proceso se intenta alojar al adicto (y
a su familia si el tratamiento así lo requiere) en el dispositivo que la clínica

12
propone, debiendo acudir éste cinco veces por semana allí para realizar diferentes
actividades”.
A partir de estas palabras pronunciadas por una profesional que se encontraba en
esta institución, y de las entrevistas del Grupo de Admisión presenciadas, puede
pensarse el proceso de admisión realizado por el Centro Privado de Salud Mental
como un primer organizador para el sujeto ante la insuficiencia de la respuesta del
Otro y la ruptura de la función fálica que subyace a la adicción.
Cabe destacar en este punto lo desarrollado por Lacan acerca de las entrevistas
preliminares: el objetivo de estas será conmover el saber que el sujeto trae, lo cual
es indispensable para la entrada en el análisis. En la adicción hay un rechazo a
hablar. El encuentro del sujeto con un analista que le habla y le pide que hable
requerirá que algo del equilibro generado por la operación farmakon se
reacomode, se ajuste a esta nueva situación.
Muchas veces el adicto llega a consulta con una queja a modo de “grito”, de
manifestar el efecto no deseado del consumo (peleas con sus seres queridos,
pérdida de un puesto laboral, etc.); sin embargo esto no implica de ningún modo
una demanda: lo que lleva a consultar no es el consumo, sino el fracaso de lo que
se consigue a través de él. La demanda no puede desarrollarse mientras se
encuentre en funcionamiento la operación farmakon. J.A. Miller (1997) distingue la
“queja preliminar” del inicio del análisis: entre una y otra aparece la demanda de
análisis. Para que esta última se produzca será necesario que se introduzca la
pregunta por el ser, lo cual hará que el sujeto se responsabilice en la búsqueda de
su verdad.
En esta línea puede pensarse el proceso de admisión implementado en el Centro
Privado de Salud Mental: es indispensable que los pacientes establezcan un
primer vínculo transferencial hacia la institución para que caiga la certeza brindada
por la droga y a través de la palabra intentar abrir el camino para que el sujeto se
pregunte por su ser, así como por su propia responsabilidad en su padecimiento.
Además, será de especial importancia en esta instancia localizar la relación
particular que el sujeto desarrolló con el tóxico, ya que esto implica la posibilidad
de llegar a un diagnóstico que permita una clínica diferencial para neurosis y

13
psicosis (debido a que en esta institución, a diferencia de muchas otras que más
adelante se explicitará, sí aceptan llevar a cabo un tratamiento para un sujeto de
estructura psicótica).
No se piensa aquí que la abstinencia sea condición necesaria y absoluta para el
comienzo del tratamiento (sin embargo, es importante destacar que el estado
fisiológico que conlleva el consumo activo resulta un gran impedimento para la
instalación de la palabra). Lo fundamental será, en cambio, reconocer el punto de
fisura en el cual el adicto se ha conmovido, allí donde es posible identificar un
sujeto que da lugar a un Otro, con el fin de construir la demanda del sujeto, en vez
de (como se desarrollará más adelante) la adaptación exigida por muchas de las
instituciones pertenecientes al “Grupo B”.

Proyecto Atuel
“Grupo terapéutico: Espacio de intercambio social en el cual a partir de las
similitudes y la aceptación de las diferencias se da lugar a la emergencia de
preguntas disparadoras sobre los diversos posicionamientos respecto a la droga;
construcción de medidas de autocuidado y la constitución de una conciencia
grupal que funcione como sostén y red de contención.”
A partir de este fragmento extraído de la página web oficial de Proyecto Atuel2 y
de las reuniones multifamiliares y los grupos de encuentros presenciados, puede
pensarse a esta institución enmarcada en este “Grupo A” ya que distingue la
funcionalidad singular que cada sujeto le otorga al tóxico.
M. Recalcati afirma en su artículo La función del pequeño grupo en la lógica del
psicoanálisis, que el presupuesto teórico fundamental para poder pensar la
posibilidad de un efecto psicoanalítico producido por el dispositivo grupal en el
sujeto es la diferenciación teórica entre grupo y masa. Esta distinción es
sumamente relevante para poder pensar la terapéutica propuesta por Proyecto
Atuel en cuanto al grupo.
Las Instituciones que hacen masa segregan la dimensión subjetiva exaltando
hasta límites impensados el poder del Ideal (como se verá más adelante, este es

2
http://www.proyectoatuel.com.ar

14
el caso de Alcohólicos Anónimos). Lo singular allí es cancelado. Los pequeños
grupos, en cambio, se nutren de la lógica del “Uno no sin el Otro”, fomentan un
lazo social reducido al trabajo, a la relación del “Objetivo común” que todos tienen.
La finalidad del pequeño grupo no es reforzar la identificación, sino hacer emerger
la subjetividad. La Ley de Estupefacientes 23.737, otorga una serie de
significantes a los consumidores de drogas, que les provee una identidad, con el
efecto tranquilizador que ésta les produce, en contraste con el cuestionamiento de
la posición de sujeto. La acción de este pequeño grupo no es en sí terapéutica: lo
que se buscará con el grupo será un tratamiento de la identificación que permita la
caída del “Soy adicto” como enunciado que no admite cuestionamientos, una
caída de este resultado del discurso de otros que viene a ocupar el lugar de su
nombre propio, permitiéndole escapar al sujeto de las obligaciones impuestas por
la función fálica. Esto se opone a lo que hacen las instituciones del “Grupo B” que,
como se verá, intentan reforzar dicha identificación. Para poder trabajar desde un
enfoque psicoanalítico (con la construcción del caso a caso) con un paciente que
llega identificado a alguna de estas etiquetas, habrá que poner en cuestionamiento
estos significantes dados por el Otro de la ley. Cabe destacar que serán de gran
importancia en este punto las entrevistas preliminares que permitan arribar a un
diagnóstico, en tanto que será distinto el caso de un neurótico que se verá
enfrentado a su falta en ser ante el cuestionamiento de la identificación al “soy
adicto” (preguntándose, como cualquier neurótico frente a la caída de una
identificación: “Si no soy adicto, ¿Qué soy?”), al caso de un psicótico al cual la
identificación con el “ser adicto” podría funcionar como punto de capitón,
estabilizando el cuadro. Lo más importante será preguntarse por la función que
cumple la droga para ese sujeto, qué función cumple la droga en esa estructura.
Retomando, puede pensarse que la función del pequeño grupo en Proyecto Atuel
estará dirigida a desmasificarlo, reenviando a cada uno de los miembros de la
comunidad a su propia soledad, intentando producir la emergencia de la
singularidad a partir de la caída de la homogeneidad imaginaria.
Otro modo con el que cuentan en esta institución para intentar confrontar los
obstáculos de la cura generados por las particularidades psíquicas en las

15
toxicomanías es la imposición del corte del consumo como modo de generar la
dimensión de la falta, necesaria para la producción de una demanda del sujeto en
la cual pueda articularse un deseo. Sin embargo, la transferencia inicial se dirigirá
a la institución y no al analista, puesto a que en ese primer momento (mítico) del
tratamiento no se trata de una demanda de saber sino de límites, contención y
garantía de un contexto reglado. La abstinencia es pensada allí como un modo de
constituir una limitación al goce que opera como castración simbólica que
permitiría abrir la palabra del sujeto, contrariamente a las instituciones del Grupo
“B”, en las que la abstinencia funcionará como imperativo superyoico obturando
así la posibilidad de que se despliegue el discurso.

Centro Biedak
“La propuesta es plantear un tratamiento interdisciplinario como único abordaje
posible a la clínica de las adicciones. Se apunta a trabajar lo particular de cada
sujeto en la relación al deseo, posibilitando instaurar la palabra, poniendo límite al
consumo, al daño en el cuerpo y al goce destructivo.”
A partir de este fragmento extraído de una cartelera expuesta en una de las
paredes del centro, y de los talleres de Literatura presenciados, puede pensarse a
esta institución también entre aquellas que propone un tratamiento pensado desde
la funcionalidad singular que el tóxico tiene en cada sujeto. Teniendo en cuenta
que en esta institución se piensa las toxicomanías como patologías más
vinculadas a la acción que al pensamiento, ligadas al circuito irreflexivo de la
compulsión y la impulsividad, en la que un objeto exterior colma la expectativa de
llenar un vacío que amenaza con capturar al sujeto, puede pensarse al taller
literario llevado a cabo allí como un modo de imponerle al sujeto un pensar, o al
menos, hacer un esfuerzo en esta dirección. Tal como una sesión psicoanalítica,
el taller de literatura implica un modo de empujar al sujeto al encuentro con la
palabra. Tal como afirma Tarrab (2000) “la intoxicación requiere no hablar. Y
sabemos que la única chance clínica que tenemos es ‘hacer hablar’. Hacerla pasar
al decir” (p.123). El análisis busca llevar al paciente a “pasar de la positividad
muda de la intoxicación a confrontar al sujeto a la cuestión del deseo” (p.124):

16
darle a la toxicomanía un tratamiento discursivo: “ir del hacer al decir” (p.147).
Como ya se ha señalado anteriormente, el psicoanálisis concibe al adicto como
operando a nivel real y no simbólico, de allí surge la necesidad de generar ciertas
condiciones para la entrada en análisis. Entonces, habría que hacer “otra cosa que
un análisis, si bien coincidiendo con éste en un mismo propósito” (Freud, 1925): un
taller literario, por ejemplo. Esta “otra cosa” perseguirá como fin último también
confrontar al sujeto con su propio deseo; pero para que esto ocurra en los
pacientes toxicómanos, es necesario preparar el camino hacia la situación
analítica, dirigiéndolo hacia el plano del discurso: la salida de la toxicomanía es la
entrada en el discurso.

Conclusión “Grupo A”
Pueden incluirse en este grupo instituciones muy disímiles entre sí (la primera es
una Clínica Privada, la segunda una Comunidad Terapéutica, y la tercera un
Centro de Salud dependiente de un hospital público) que al mismo tiempo
constituyen una manera muy similar de abordar la temática de la adicciones, con
objetivos que se piensan en la misma línea de análisis: poner en movimiento
aquello que ha sido coagulado por el consumo a través de la palabra, a fin de que
pueda desplegarse una demanda que viabilice el tratamiento; posibilitar un pasaje
del hacer al decir, donde aparezca la abstinencia por añadidura y no como
condición necesaria para la primera etapa del tratamiento; reubicar al paciente en
un tiempo y un espacio (ambos arrasados por la vida tóxica): tiempo y espacio de
la consulta, de su ubicación como miembro de un grupo, de su espera frente a la
palabra del otro.
La apuesta para este tipo de instituciones será la palabra, partiendo del supuesto
de que el deseo mismo de hablar, puede despertar algo nuevo en el sujeto, ya que
logra conmover la homeostasis que se había alcanzado gracias a la operación
farmakon. Será entonces la tarea de los analistas y operadores hacer cesar la
repetición muda e instalar interrogantes. En este momento, el paciente comenzará
a transitar otra etapa del tratamiento: la emergencia del sujeto del inconsciente y
el despliegue del campo del deseo.

17
“GRUPO B”
Alcohólicos Anónimos
“A.A. puede definirse como un método para tratar el alcoholismo mediante el cual
los miembros se apoya los unos a los otros, compartiendo entre sí sus similares
experiencias de sufrimiento y de recuperación de la enfermedad del alcoholismo.
A.A. no promete resolver los problemas de su vida. Pero podemos enseñarle
cómo vamos aprendiendo a vivir sin beber “un día a la vez”.3
En este tipo de abordaje se parte de la base que el haber vivido la experiencia es
la condición necesaria, e incluso suficiente, para ayudar a otros con un problema
adictivo, entendido como “el mismo problema”; es decir, existe escaso espacio
para la variación subjetiva, pues el grupo se encarga de unificar y homogeneizar
las experiencias vividas. Se señala que aquellos que no consumen la sustancia
están “recuperados” pero jamás estarán “curados”. La identidad del sujeto como
un “Soy alcohólico” (o en el mejor de los casos, “soy alcohólico recuperado”) es el
punto fundamental para la eficacia de este tipo de tratamiento, manteniendo la
lógica interna del grupo. Con la finalidad de facilitar la integración de este, en A.A.
existe una “filosofía de vida” relacionada con los valores a desarrollar y las
actitudes y/o conductas adecuados para poder lograr el fin último de esta
comunidad: la abstinencia. En A.A. esta filosofía se presenta como una serie de
pasos sucesivos a seguir: los Doce Pasos o las Doce Tradiciones que orientan a
la persona en su proceso de recuperación. Al observar los mismos, se puede
constatar el énfasis puesto sobre la autoevaluación moral, el reconocimiento de
los propios defectos y la importancia atribuida a un Poder Superior (no
necesariamente Dios). Se induce la modificación de “defectos de carácter” (formas
habituales de acción y de pensamiento) que de acuerdo a esta institución se
relacionan directamente con el alcoholismo.
En Psicología de las masas y análisis del yo (1921) Freud ya había descripto
cómo los seres humanos al incluirse en una masa modifican su conducta de
manera importante, tornándose menos intelectuales y más emocionales. El
mecanismo psicológico implicado en estas relaciones es el de identificación: un

3
Fragmento extraído de un folleto de la Comunidad titulado: ¿Es A.A. para Usted?

18
miembro del grupo se identifica con otros sujetos que padecen de lo mismo que él:
son Alcohólicos. El reconocimiento en las experiencias de los demás a modo de
espejo es clave en el abordaje de esta comunidad, sirviendo también a la
identificación con la condición de enfermo.
Puede pensarse que tanto la nominación imaginaria como Alcohólico, como la
pertenencia a un grupo impide de algún modo el encuentro del sujeto con la falta e
imprime en él este significante a modo de un destino fatídico que lo acompañará el
resto de su vida; definiendo así sus condiciones de existencia a partir de sus
condiciones de goce (Fleischer, 2003). Silitti afirma: “Caído el “soy adicto”, es por
vía del síntoma que se revela un goce que le es desconocido, y qué dará lugar a la
emergencia del deseo”: únicamente cuando se logre la modificación del sujeto en
cuanto a su posición de “Soy Alcohólico”, sólo en ese momento deja de estar “en
manos de” (concurrir a A.A. todos los días, por pensarse como un tratamiento “día
tras día”, por ejemplo), lo cual implica la condición necesaria para el despliegue
del deseo y la responsabilidad subjetiva en su padecimiento. Claro que esto último
no se plantea como objetivo en esta institución, sino que, por el contrario, el
tratamiento queda o bien en la identificación a-a’, o bien en una identificación al
Ideal del yo encarnado en el grupo, que a muchos sujetos puede resultarle
estabilizadora. Teniendo en cuenta que el fantasma singular de cada sujeto se
sostiene en identificaciones imaginarias, la identificación al “Soy Alcohólico” es lo
que determinará la eficacia de este tipo de abordaje.

Servicio 14 del Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial Dr. J.T. Borda


El diagnóstico al cual se arriba en una entrevista de admisión es el de “borderline”,
un “trastorno de la personalidad que se caracteriza primariamente por inestabilidad
emocional, pensamiento extremadamente polarizado y dicotómico y relaciones
interpersonales caóticas” (criterios DSM IV). Los psiquiatras allí presentes llegan a
la conclusión de que el paciente trata de calmar los síntomas de su enfermedad y
su “experiencia de vida inestable” con su adicción al alcohol.
En relación a este diagnóstico al cual arribó un grupo de profesionales que trabaja
en esta institución luego de una entrevista de admisión, puede pensarse el tipo de

19
abordaje de la misma en relación a la toxicomanía: se entiende aquí que los
pacientes presentan características en común, en todos los casos el consumo de
sustancias se encontraría fuera de control y, por tanto, cumplirían con los criterios
establecidos por el DSM IV para el trastorno de dependencia de sustancias. Al ser
un servicio de patologías duales, se admiten allí aquellos pacientes que además
de cumplir con estos criterios, tengan una patología grave de base (que será
determinada también por criterios DSM IV). El trastorno de dependencia de
sustancias se manifestaría a través de una serie de indicadores tales como: una
vida en crisis, incapacidad para mantener la abstinencia, disfunción social e
interpersonal y un estilo de vida antisocial.
Desde esta perspectiva, los pacientes drogodependientes presentarían
características cognitivas específicas tales como falta de conciencia (incapacidad
de evaluar las consecuencias de sus actos), falta de juicio (se asocia con un pobre
control de impulsos y una incapacidad para postergar la gratificación), falta de
introspección (desconexión entre los pensamientos, sentimientos, auto-
percepciones y acciones que existe en estos sujetos), falta de habilidades
cognitivas, educativas o laborales (lo cual limita sus posibilidades de inserción
laboral) y pobre evaluación de la realidad (distorsión en la percepción de sí
mismos, de los demás y de las circunstancias que los rodean, distorsión que
muchas veces tiene que ver con la adaptación de la realidad a sus propios deseos
y expectativas). En el ámbito emocional los adictos presentarían las siguientes
características: ira y hostilidad, disforia y pérdida de sentimientos, dificultad en el
manejo emocional, aburrimiento y frustración. Las características sociales
presentes en los adictos serían: sentido del deber deteriorado, incoherencia,
irresponsabilidad, mentiras y manipulaciones e incluso conducta antisocial.
El diagnóstico se instala de este modo como una respuesta preestablecida al
malestar del paciente que dificulta la posibilidad de preguntarse por su consumo;
el diagnóstico explica su estado, sus emociones, sus pensamientos, sus
sensaciones físicas, etc.
Tanto en anteriores admisiones (que constaban en la historia clínica), como en la
llevada a cabo por el Servicio 14, se describe al paciente que arribó aquel día

20
como un individuo con dependencia al alcohol, con una ideación acelerada,
conciencia lúcida, hiperbulia, impulsión controlada, que no mantiene contacto
visual y realiza quejas estereotipadas. Entre los diagnósticos anteriormente
propuestos se presentan el trastorno psicótico no especificado, bipolaridad, y
trastorno del control de los impulsos. El diagnóstico al cual se arriba en la
entrevista de admisión anteriormente nombrada es el de “borderline”.
Los diagnósticos que proponen los manuales diagnósticos DSM generan en el
sujeto un efecto de “encasillamiento”, promoviendo que este se acomode en un
significante que les diga “yo soy esto (borderline, por ejemplo), estas son mis
características, y las comparto con todos aquellos que son lo mismo que yo (todos
los demás borderline)”. La orientación del tratamiento de este paciente se
dispondrá hacia la supresión de sus síntomas de inestabilidad mediante un
tratamiento psicofarmacológico; será un tratamiento en el que el sujeto pareciera
no ser responsable de nada (el efecto de desresponsabilización que produce el
diagnóstico hace que su carácter inestable aparezca como "producto de ser
border"). Por el contrario, si este sujeto hubiese comenzado un tratamiento en una
institución con orientación psicoanalítica (como las del "Grupo A"), lo esencial
hubiese sido reconocer el punto de fisura en el cual el sujeto se conmueva, para
orientar al sujeto hacia su deseo.

El Reparo-Comunidad Terapéutica
“En EL REPARO-Comunidad Terapéutica, desde el comienzo del tratamiento, en
cualquiera de las modalidades que éste adopte (Ambulatorio, Comunidad de Día o
Internación Completa), trabajamos en la modificación de una serie de patrones de
conducta que, de no efectuarse, desembocarían en una repetición de
comportamientos que favorecen el consumo. Podríamos citar principalmente el
escudriñar, a través de una indagación psicoterapéutica el "por qué" del inicio del
consumo y, entre otros, cambio de vestimenta y accesorios relacionados con el
"look" del adicto (remeras con la hoja de marihuana, inscripciones de grupos
musicales que promueven el uso de drogas, etc.), utilización de "jerga" que los
identifica dentro de la cultura de la droga ("loco", "chala", "pala", "merca", etc.),

21
irresponsabilidad en sus actitudes, mentiras, pensamiento omnipotente,
modificación de actitudes posturales características (forma de fumar un cigarrillo
de tabaco similar a la utilizada para fumar un cigarrillo de marihuana), etc.”
(fragmento extraído de la página web oficial de la Comunidad Terapéutica “El
Reparo”4)
Esta institución es una comunidad terapéutica que desarrolla sus tareas dentro del
paradigma Daytop de atención. El énfasis del tratamiento gira en torno a la
“reeducación valórica”, puesto a que se parte de la premisa de que todo adicto
presenta una alteración en la escala de valores definida por el consenso social.
Todo gira en torno a lo considerado “correcto” o “incorrecto”, “bueno” o “malo”. En
el fragmento expuesto anteriormente queda claro el abordaje
terapéutico/educativo ofrecido por esta institución. Parecen basarse en la teoría de
que los procesos de aprendizaje desempeñan un papel crucial en el desarrollo de
patrones de conductas inadaptadas. Por esta razón, allí les “enseñan” a los
pacientes a vestirse “de manera correcta”, a hablar “de manera correcta”, e incluso
a pensar “de manera correcta”, siendo las intervenciones de los profesionales que
allí desarrollan su actividad bastantes severas cuando estas “reglas” no se
cumplen. El interrogante fundamental que surge ante esto es: ¿Cuál es la “manera
correcta”? La respuesta parece sencilla: lo correcto será lo que la institución
propone como tal, pudiendo inclusive parecer algunos de estos criterios
caprichosos y arbitrarios en relación a las toxicomanías. Por ejemplo: darle la
orden a un paciente de que se afeite (como sucedió en una de las reuniones
presenciadas en “El Reparo”) parece incluso absurdo: ¿cómo podría relacionarse
la barba con el deseo del sujeto? Lo importante para esta Comunidad Terapéutica
no será conducir al sujeto hacia la respuesta por su ser, sino más bien eliminar
patrones de conductas que, según sus criterios, “desembocarían en una repetición
de comportamientos que favorecen el consumo”.
Acá hay entonces una tercera estrategia de tratamiento: a diferencia de la
identificación a la masa como tratamiento en A.A., y la desresponsabilización
diagnóstica y tratamiento farmacológico en el Servicio 14 del Hospital Borda,

4
http://www.elreparo.org.ar/

22
puede pensarse aquí en una desidentificación y una re-identificación a un Ideal
del yo provisto por el discurso del Amo. Si A.A. funciona como una nominación
imaginaria, "soy adicto", que provee una relación al Ideal del yo sostenido por el
grupo, promoviendo un efecto de masas, acá la identificación se promueve de
modo diferente. Se trata de corregir el Ideal del yo, pasando de un Ideal negativo a
un Ideal positivo, “normal”, rígidamente sostenido en el discurso del Amo, es decir,
promover una adaptación del sujeto a la norma social.
La vida en Comunidad es estructurada y planificada, lo que le permite al residente
llevar una vida ordenada, a diferencia del estilo desorganizado que tenía antes de
ingresar. La Comunidad impulsa al individuo a asumir responsabilidades. Puede
pensarse este tipo de intervenciones en la línea de un organizador, una “ley” para
el sujeto ante la insuficiencia de la respuesta del Otro y la ruptura de la función
fálica que subyace a la adicción. No obstante, cabe recordar que según Freud, el
superyó -como reverso del Ideal del yo- opera al servicio de la pulsión de muerte
y, por tanto, puede resultar martirizador, lo que se observa en el sentimiento de
culpa secundario a la transgresión. En El malestar en la cultura (1930) este autor
desarrolla el carácter paradójico del superyo que vela por el cumplimiento de las
pautas morales, pero cuanto más se cumple con ellas, más severo y exigente se
vuelve. Se podría decir, por tanto, que el superyo empuja a un goce imposible.
Miller vincula esta figura del superyo al Deseo Materno “un deseo sin ley,
caprichoso, antes de ser interpretado por el Significante del Nombre del Padre que
abre a la instancia fálica como esa otra cosa que desea la madre” (1995).
Sustentar un abordaje de las adicciones en el sometimiento, la obediencia, en
“hacer las cosas bien” implica dejar por fuera aquello que justamente es la
principal fuente del malestar del sujeto adicto: la interrogación producida por un
deseo que se entiende como indomable. La institución quedaría ubicada de esta
manera en el plano transferencial “mano a mano” con el Deseo Materno: un deseo
arbitrario, quedando así el sujeto todavía a merced de la demanda del Otro. Desde
ya que esta institución no lo entiende en esos términos.

23
Por otro lado, resulta relevante indagar acerca de los criterios de eficacia del
tratamiento de rehabilitación que propone “El Reparo”. Para ello se cita otro
fragmento extraído del sitio web oficial de la Institución:
“En EL REPARO-Comunidad Terapéutica, consideramos que un tratamiento de
rehabilitación es eficaz cuando se registran los siguientes cambios conductuales
básicos: La persona ha logrado abstinencia respecto del uso de drogas y/o
alcohol, tiene un vínculo independiente con su familia de origen en el caso de los
adultos, salida exogámica (búsqueda de partenaires fuera del grupo familiar
primario), adecuación en el área productiva (trabajo y/o estudio) y finalmente,
eliminación de conductas delictivas o reñidas con la ley.”
El sujeto se refugiará en la posición de sumisión ante la institución durante algún
tiempo. Luego de un período durante el cual el paciente se ha esforzado por hacer
las cosas “de la manera correcta” será dado de alta, ya que la rehabilitación será
considerada “exitosa” si cumple con todas las conductas anteriormente
nombradas. Sin embargo, no habrá allí ningún cambio de posición subjetiva, por el
contrario, se habrá visto reforzada en la relación con la institución el cumplir con
las demandas caprichosas del Otro, prescindiendo de los intereses propios. En el
momento en que dejará de “estar en las manos de…” podría suceder que caigan
abruptamente los garantes, condición necesaria para el despliegue del deseo del
sujeto. Una gran paradoja: las condiciones para el tratamiento (pensado desde un
abordaje psicoanalítico) podrían darse recién cuando éste culmina.
Es importante destacar que el tipo de abordaje que propone “El reparo” proviene
de una concepción particular de las adicciones: ubican como el “por qué” del inicio
del consumo en simples actitudes (llamados por ellos “patrones de conductas”) o
looks del sujeto. Ubicar como coyuntura algo tan simple como, por ejemplo, cierto
tipo de vestimenta, no parece conducir a una verdadera conmoción del sujeto que
lo lleve a cuestionarse acerca de su deseo; sino que por el contrario, este tipo de
tratamiento parecería actuar como “suplemento del suplemento”: aquello que el
sujeto suplía imaginariamente mediante el tóxico es reemplazado por un
“suplemento de comportamiento” que si bien limitaría el goce desmedido del

24
sujeto, no conduciría hacia el despliegue desiderativo, prohibiendo el encuentro
con la falta en ser.

Conclusión “Grupo B”
Los tipos de abordajes propuestos por las instituciones que constituyen este
“Grupo B” no distinguen la funcionalidad de la droga a la hora de delimitar si se
trata de consumo o adicción, sino que más bien tienen en cuenta variantes
relacionadas con lo cuantitativo, las conductas observables del sujeto, el tipo de
relación con su entorno, etc. En este sentido, el tratamiento en este tipo de
dispositivos vendría a operar como suplencia de algo que falla en el sujeto: a
modo de “refugio”, resguarda al sujeto ante sus grietas, buscando como fin casi
exclusivo la abstinencia, sin tener en cuenta la singularidad con que una
determinada sustancia opera en un determinado sujeto.
Cabe destacar aquí un punto de especial importancia: cuando el tratamiento
adopta un estilo persecutorio, restringe la posibilidad de que el sujeto reflexione
acerca de lo que decide. Las instituciones del “Grupo B” “ya pensaron” por el
adicto y le ofrecen respuestas claras y delimitadas a su malestar, a través del
terapeuta que actuará como modelo e ideal, pues él “sabe” cómo son “todos los
adictos”. La singularidad del paciente se pierde en la universalidad del diagnóstico.

Resumen y Discusión
Se expone a continuación una breve síntesis de los principales puntos
desarrollados hasta el momento a modo de un cuadro comparativo entre aquellas
instituciones que cuentan con un abordaje pensado en términos de la
funcionalidad singular que la droga cumple en cada paciente (“Grupo A”), de las
que no lo piensan en dichos términos (“Grupo B”). Esta comparación tiene el fin de
situar lo que se mencionó anteriormente: cómo se las arreglan esas instituciones
para crear un dispositivo analítico –o no analítico- que funcione como un
tratamiento posible ante las dificultades que tienen estos pacientes para entrar en
el dispositivo clásico del análisis:

25
“GRUPO A” “GRUPO B”
Grupo que da lugar a la singularidad Masificación por identificación al “Soy
Caída de los ideales como modo de Adicto”. Reforzamiento de la identificación
hacer surgir el propio campo a-a’. Sentimiento de pertenencia.
desiderativo. Preservar la Homogenización de “los adictos” (como si
singularidad de cada sujeto más allá fueran todos iguales)
del atravesamiento de la temática
grupal, detectar aquello qué lo
representa por fuera de la
significación de adicto.

Proceso de admisión. Diagnóstico Entrevista de admisión. Diagnóstico según


estructural (que surge como criterios DSM. Es necesario encontrar un
resultado de la escucha constante diagnóstico sincrónico para poder conocer
en el análisis de la posición que la medicación adecuada para tal.
tiene el paciente respecto de sus
dichos en relación al deseo, el Otro
y su singular modo de goce). Es
necesario dilucidar de qué
estructura se trata para entender la
función que ha cumplido la droga en
el psiquismo del sujeto en particular.
Instauración de la palabra. Caída de Tratamiento médico (desintoxicación,
la certeza. Angustiar al adicto. medicación psicofarmacológica, etc.),
Despliegue del deseo. Pasaje “del moral/educativo o en relación al Ideal del
hacer al decir”. yo y el yo.
Rol del operador: Escucha analítica Rol del operador: Vigilar y castigar
Lugar del Saber: Sujeto del Lugar del Saber: Otro Institucional (A)
Inconciente (A barrado)
Abstinencia como ley que opera por Abstinencia como imperativo superyoico
castración simbólica dando lugar a arbitrario, martirizador y feroz

26
la dimensión de la falta
Droga= Veneno-Remedio Droga=Veneno
Se busca que el sujeto asuma la Se busca que el sujeto asuma la “culpa”
responsabilidad subjetiva, la por el “daño ocasionado” a otros, y el
posición de sujeto de deseo. aceptar “no hacerlo más” (como respuesta
al mandato superyoico)

Comentarios y Conclusión
El psicoanálisis considera siempre en primer plano la noción de sujeto en la
práctica clínica, la cual está íntimamente relacionada con la noción del lenguaje.
La noción de sujeto conlleva la importancia de la palabra del paciente, de la
singularidad dada por el decir del mismo, y de la posición que éste asume
respecto de sus dichos.
El objetivo del presente trabajo ha sido intentar dilucidar cómo pensar un
tratamiento posible para un sujeto en el cual el falo está “de huelga”, teniendo en
cuenta que este significante es fundamental para abrir paso al plano de la
significación.
Para culminar con la resolución de este interrogante conviene revisar el Escrito de
Lacan Función y Campo de la Palabra y el Lenguaje en Psicoanálisis. Allí se
ubica al campo simbólico como aquel registro que permite un trabajo propiamente
psicoanalítico. Lacan empuja a volver a la obra de Freud, a las formaciones del
inconsciente y a la expresión de deseos que ellas simbolizan. El síntoma, tal como
el sueño, está estructurado como un lenguaje, lenguaje cuya palabra debe ser
liberada a través del análisis. Cabría cuestionar la posibilidad de hablar de
síntoma, en el sentido psicoanalítico, para el caso de una toxicomanía: no se trata
del síntoma freudiano clásico que habla, que tiene un sentido a descifrar; sino de
un modo de goce no articulable simbólicamente. Por esta razón, la posibilidad de
un análisis podrá darse recién cuando se instale nuevamente un goce fálico, que
se encuentre mediado por la palabra. El intento de resolver el malestar subjetivo
“real” a través de un medio también “real” que opere sobre el cuerpo (un tóxico)

27
debería ser sustituido por un intento simbólico de resolver dicha cuestión: pasaje
del hacer al decir.
Puede pensarse que el “Grupo A” genera las condiciones necesarias para el
despliegue de la palabra en el tratamiento. Sin embargo, el “Grupo B”, aún cuando
no lo piense en estos términos, también podría abrir el campo de la palabra en el
sujeto, de modo muy diferente. En la medida que las instituciones del “Grupo B”
empujan a la abstinencia de drogas, el sujeto se queda sin el equilibrio
homeostático que el tóxico le brindaba. Es retirado de alguna forma el objeto
obturador de la falta, pudiendo despertar con la posibilidad de satisfacción
mediada por el significante, lejos del goce real de la toxicomanía.
En conclusión, podría pensarse que existen distintas posibilidades de hacer uso
de otras herramientas y dispositivos distintos al analítico para empujar al paciente
a “hablar” y, a partir de ello, instalar la demanda. Sin embargo, podrá ocurrir que
los logros obtenidos por las instituciones del “Grupo B” sean transitorios, como
consecuencia del programa educativo que proponen, que trata de educar un goce
real que ha escapado de la regulación simbólica, a través de mecanismos de
identificación imaginarios.
Puede pensarse, entonces, que para la pregunta ¿Cómo pensar un tratamiento
posible allí donde el falo está “de huelga”?, pueden ubicarse como posibles
respuestas generales: instalando la palabra, creando un síntoma, generando
angustia. El trabajo del tratamiento deberá orientarse a la construcción de un
síntoma analizable por parte del paciente, un síntoma que traiga un mensaje, que
“hable”, en tanto esté estructurado como un lenguaje, para llegar, posteriormente,
a un “saber hacer” con dicho síntoma ya articulado, con un goce sometido a la
regulación fálica. Claro está que no todas las instituciones piensan la salida de la
toxicomanía en estos términos, aunque muchas de ellas arriben a esto con
particulares tratamientos educativos, por la instauración de una Ley, un
“suplemento de comportamiento” que si bien limitaría el goce desmedido del
sujeto, no conduciría hacia el despliegue desiderativo, prohibiendo el encuentro
con la falta en ser.

28
Referencias bibliográficas

 American Psychiatric Association. (2002). DSM-IV-TR. Manual diagnóstico y


estadístico de los trastornos mentales. (T. de Flores, J. Masana, E. Masana, J.
Toro, J. Treserra & C. Udina, Trads.). Barcelona: Masson S.A.

 Autores varios (1998). “Adicciones: ¿patologías de la autodisciplina?”. En Del


Hacer al Decir. Buenos Aires: Plural Editores.

 Autores varios (2008). “El psicoanálisis ante el DSM”. En Revista Psicoanálisis


y Hospital, 34. Buenos Aires: Editorial del Seminario.

 Donghi, A. (2003). “De un dispositivo posible en el tratamiento de las


patologías del consumo”. En No se conocía coca ni morfina. Buenos Aires:
Grama ediciones.

 Fernández, A.M. (1999). Notas para un campo de problemas de subjetividad.


En A.M. Fernández y otros. Instituciones estalladas. Buenos Aires: Eudeba

 Fleischer, D. (2003). “Soy Adicto”. En No se conocía coca ni morfina. Buenos


Aires: Grama Ediciones

 Freud, S.: “Conferencias de introducción al psicoanálisis” (1915-1916), “Más


allá del Principio de Placer” (1920), “El porvenir de una ilusión” (1927), “El
malestar en la cultura” (1930). En Obras Completas. Buenos Aires, Amorrortu
Editores, 1986.

 Gutierrez Segú, O. (2007) “Presentación”, “Las adicciones como manifestación


de la enfermedad mental”, “Encrucijadas del tratamiento”. En Las adicciones.
Buenos Aires: Ed. Letra Viva.

 Lacan, J., "Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis". (1953)


“Variantes de la cura tipo” (1953). “La significación del falo” (1958), “La
dirección de la cura y los principios de su poder” (1958). En Escritos, Buenos
Aires: Siglo XXI Editores Argentina, 2008

 Lacan, J.: “La ética del psicoanálisis” (1960), “La transferencia” (1961), “Aún”
(1972). En El Seminario. Barcelona: Paidós, 1981.

29
 Lacan, J. (1974). El seminario, libro 22: R.S.I., Inédito

 Lacan, J. (1975). Cierre de las Jornadas de estudio de carteles de la Escuela


Freudiana en 1975. En Revista Lacaniana, 17

 Laurent, E. (1997). Tres observaciones sobre la toxicomanía. En Sujeto, goce y


modernidad II.. Buenos Aires: Ed. Atuel – TyA.

 Le Poulichet, S. (1987), Toxicomanías y psicoanálisis. Buenos Aires: Amorrotu


Editores.

 Lewkowicz, I, (1999) Subjetividad adictiva: un tipo psico-social instituido.


Condiciones históricas de posibilidad. En Dobon, J. y Hurtado, G. (Eds.) ¿Las
drogas en el siglo que viene?. Buenos Aires: Ediciones FAC

 Miller, J.A. (1995) Para una investigación sobre el goce auto-erótico. En Sujeto,
goce y modernidad, Libro I. Buenos Aires: Ed. Atuel – TyA

 Miller, J.A. (1997) Introducción al método psicoanalítico. Buenos Aires: Eolia-


Paidós, Nueva Biblioteca Psicoanalítica.

 Naparstek, F. (2005). Introducción a la clínica con toxicomanías y alcoholismo.


Buenos Aires: Grama Ediciones.

 Recalcati, M.: La Función del Pequeño Grupo en la Lógica del Psicoanálisis.


En Informes al Primer Congreso de la AMP

 Silliti, D., Naparstek, F., Gianzone, R., López, S., Lachvenne, H (1998). Phi
subcero. En Del Hacer al Decir. Buenos Aires: Plural Ediciones.

 Tarrab, M. (2000). Las salidas de las toxicomanías. En Más allá de las drogas.
Buenos Aires: Plural Ediciones.

 Verdicchio O.,Viganó C. (1995), La Clínica de Jaques Lacan en un centro para


Toxicómanos y Alcohólicos. En Sujeto Goce y Modernidad II. Buenos Aires: Ed
Atuel-TyA

30

También podría gustarte